En la romería que se celebrará

EL DÍA, sábado, 28 de mayo de 2016 p29 EXPEDIENTE FITKAU. A punto de estrenarse la película inspirada en la secta, Claves recuerda la realidad de lo
Author:  Gonzalo Robles Rey

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EL DÍA, sábado, 28 de mayo de 2016

p29 EXPEDIENTE FITKAU. A punto de estrenarse la película inspirada en la secta, Claves recuerda la realidad de lo ocurrido en 1998 6/7

del domingo revista semanal de EL DÍA

VALLE DE LAS MERCEDES

OFRENDA DE LAS DANZAS TRADICIONALES TINERFEÑAS AL SANTO PATRÓN DE LOS AGRICULTORES 

Texto: José Manuel Ledesma Alonso

E

n la romería que se celebrará en el valle de Las Mercedes (La Laguna) el próximo lunes, Día de Canarias, en honor de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, volverán a congregarse por quinto año consecutivo la mayoría de danzas existentes en la provincia tinerfeña, logrando de esta manera que esta antigua tradición no pierda su alto valor etnográfico, tanto en su expresión folclórica como religiosa. Estas danzas que los aborígenes realizaban en torno en torno a una divinidad, bien en forma de árbol o de piedra, son las que en la actualidad participan en los cortejos procesionales y romerías de la provincia, testimoniando de esta manera su alegría y hondo sentir religioso de cada localidad, siendo las encargadas de anteceder a las andas que portan la imagen del santo. Como muestras de esta tradición, este día nos recrearemos con los bailarines de El Hierro, las danzas de cintas de San Pedro de Abajo (Güímar), Arico el Viejo, El Escobonal, San Joaquín (Fasnia), La Guanchería (Los Realejos) y Valle de Las Mercedes (La Laguna), así como las danzas de flores de Tegueste y Guamasa (La Laguna) y la Danza de las Varas de Chimiche (Granadilla de Abona). Bailarines de El Hierro Los bailarines herreños forman el grupo de danzantes más atractivo y singular del Archipiélago, tanto por su antigüedad como por la pureza de su baile. La danza está formada por dos filas de bailarines de ambos sexos, que avanzan y retroceden interminablemente entre la imagen y el abanderado que encabeza la comitiva. Como el número de bailarines es ilimitado y las filas vuelven sobre sí mismas, los danzantes suelen recorrer hasta cuatro veces la distancia por la que transcurre la romería. Al comenzar y terminar el baile, los danzantes ponen rodilla en tierra para hacerle con respeto la venia al santo.

 Bailarines de El Hierro.

Danza de las cintas de San Pedro Abajo (Güímar)

Esta danza posee características únicas, tanto en la indumentaria de los ejecutantes como en la música: el traje de ceremonia es muy llamativo, debido a su rico colorido, y también la música, interpretada por el pito (flauta) y contrapunteada por los grandes tam-

bores y las chácaras que tocan los bailarines con un ritmo ternario que acoge una melodía variable. Danzas de las cintas En la danza de las cintas, los participantes bailan alrededor de un palo

de tres o cuatro metros de largo que lleva un adorno en su parte superior. Desde aquí surgen las cintas de seda de siete metros de largo y diferentes colores que los bailarines, al compás del tamboril y la flauta, van engarzando en el palo, como si estuvieran tejiendo y destejiendo las cintas. Mientras seis danzarines se desplazan en un sentido, los otros seis lo hacen en el contrario, de manera que trenzan las cintas en el palo (vestir el palo) hasta que, a la orden del mandador, comienzan a desenrollarlo (desnudar el palo). El mérito consiste en vestir el palo y luego desvestirlo sin trabar la danza. Mientras bailan, los danzarines van tocando las castañuelas al compás del tajaraste que le marca el tambor. Los componentes de la danza son: el mandador, el portador del palo, los danzadores, y los tamborileros. El mandador tiene por misión dirigir a los danzadores y corregirlos por si se confunden en los pasos o se retrasan con las castañuelas, puesto que debe coincidir con el toque del tambor. El portador del palo suele ser el de mayor fortaleza, pues lo tiene que sostener bien

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EN PORTADA con el fin de que no gire y pueda trabarse la danza. En los danzadores se ha producido un relevo generacional y de sexo, participando en la actualidad tanto hombres como mujeres, niños y niñas. Cada danzador/a lleva en una mano la cinta que pende de la extremidad superior del palo, mientras que con la otra toca las castañuelas, a la vez que van generando diferentes figuras del baile. Es tradición que los danzadores no den la espalda a la imagen religiosa que están honrando. El tamborilero toca de forma simultánea el tambor y la flauta. El ritmo es lento y pausado, con dos tonos, uno más agudo y otro más grave. El tamborilero no hace sonar permanentemente la flauta, sino que realiza descansos periódicos, sin dejar de tocar el tambor, con el cual marca el ritmo. El tambor lo sujeta con la misma mano que la flauta, a través de una cinta unida al dedo pulgar y al canto de la mano, mientras que la otra la utiliza para el tañido del tambor con el respectivo palo o baqueta. La flauta de madera, de 42 cm. de largo, es de origen pastoril. Tiene tres orificios, dos en la parte anterior y un tercero en la posterior. Se sujeta con los dedos meñique y anular, pues los restantes se utilizan para cubrir los agujeros. La castañuela que lleva en cada mano la hace sonar en los tiempos marcados, coincidiendo con cada paso de baile. Mientras castañea, a la vez que baila, recoge o suelta la cinta con ambas manos. El baile es sobrio en sus pasos, pues los pies no se separan del suelo con movimientos bruscos, sino suaves, alzando solamente los talones. Cuando el palo aparece artísticamente cubierto por el entrelazado de las cintas, los bailadores danzan en dirección opuesta para desenrollarlas o desnudar el

Danza de la cintas de El Escobonal

danzante; hoy, estas prendas se han sustituido por piezas de bisutería y lentejuelas. Los danzadores visten camisa blanca, con una banda de seda a la cintura, anudada a un lado con un gran lazo de puntas bordadas con motivos variados. Los calzones de seda de diferentes colores le llegan por debajo de la rodilla. Según su categoría en el grupo, el del portador del palo es verde, los de los contratercios son blancos, los tercios amarillos, y los guíos rosados. Van calzados con lonas rojas y llevan medias blancas

 Danza de las cintas de Arico el Viejo.

palo, haciendo en cada tanda de guía delantera lo que antes fue la postrera; de manera que, al llegar el santo a la entrada de la iglesia no exista ninguna cinta enrollada al palo, sino que todas deben estar extendidas. El mérito de esta sincronía, tan difícil de ejecutar, estriba en dar remate al baile, es decir, vestir y desnudar el palo “sin trabar la danza”. Cuando esto ocurre los mismos bailadores lo expresan con ajijides que son secundados por el público. Danza de San Pedro Abajo (Güímar). La danza nace en el año 1788, cuando un grupo de vecinos la solicita al juez real con el fin de acompañar a la procesión. Desde esta época se ha mantenido invariable, pues el grado de brillantez en las diferentes procesiones en las que participa supone motivo de honra o vergüenza para el barrio organiza la fiesta, puesto que los años pares lo hace San Pedro de Arriba y los años impares San Pedro de Abajo.

La música que interpretan es un tajaraste muy antiguo, transmitido de generación en generación. Los danzadores son doce niños y niñas, de edades comprendidas entre los 5 y los 12 años. El palo, de 5 metros de largo, está pintado en espiral, en colores rojo y verde. En la parte superior lleva un ramillete de flores de color amarillo (siemprevivas), un rosquete de pan redondo y una bandera española. La principal característica de su vestimenta es el gorro que llevan en la cabeza –turbante–, similar a la tiara de san Pedro. Su peso sobrepasa el medio kilo, lo que supone un inconveniente, e incluso un sufrimiento, para estos pequeños danzadores. Tiene forma cilíndrica y su estructura es de cartón, forrado con tela de seda de colores y adornado con innumerables joyas, abalorios, cintas y flores. Antiguamente, estas prendas eran cadenas y anillos de oro y plata, por lo que se deduce que el adorno del turbante estaba en consonancia con la categoría del

Danza de cintas de San Joaquín (Fasnia).

Danza de Arico el Viejo. Aunque la actual danza fue creada en 1950 y recuperada en 1996, es importante resaltar que esta tradición existe en esta localidad desde el siglo XVIII. El palo de donde parten las cintas sólo mide dos metros de alto puesto que era muy complicado sostenerlo debido a que el viento reinante en la zona hacía desaparecer los adornos que se le ponían en la parte superior. Los danzadores son cuatro hombres y cuatro mujeres. Los hombres van vestidos con pantalón negro y camisa blanca. Las mujeres llevan falda negra y blusa de color blanco. En la cabeza portan una boina negra con cruz de cinta de raso de color blanco o crema. Ambos llevan una banda de cinta de raso de color rojo, que cruza del hombro izquierdo a la cadera derecha. Danza de El Escobonal. La danza, con más de 200 años de antigüedad, tiene la particularidad de que los doce bailarines van vestidos con ropas de marinero: la gorra blanca sin visera, camisa blanca con el cuello azul; pantalón bombacho de color azul hasta debajo de las rodillas, medias blancas y alpargatas blancas. También utilizan una banda que les cruza el pecho y la espalda, rodeando la cintura para

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EN PORTADA

Danza de cintas de La Guanchería (Los Realejos)

colgar en el lado derecho después de cerrar un lazo. Danza de San Joaquín (Fasnia). Fundada en 1941, era bailada por 24 niños, con sus respectivas cintas. En el año 2004, aquellos niños, hoy adultos, crearon la Asociación Cultural Danza de Cintas San Joaquín, recuperándola de nuevo. Esta tradición continuará en el municipio porque acaban de crear una danza de niños. El palo, de tres metros de altura, coronado por una bandera española y un estandarte con la imagen de san Joaquín, utiliza cintas de colores rojo, azul y amarillo. Los danzadores, seis hombres y seis mujeres, visten el traje típico de Chasna. Según el lugar que ocupen en el baile, los guías llevan la banda roja, los tercios de color azul, y los contratercios de color amarillo. El baile, al ritmo del tajaraste, es tocado con tambor, castañuelas y pito (flauta). Danza de Los Realejos. La Asociación Cultural La Guanchería, llamada así porque tienen su local de ensayo en La Guancha, aunque su sede se encuentra en Los Realejos, está formada por treinta componentes, ataviados con ropas artesanales de la isla de Tenerife. Catorce parejas ejecutan el baile, al ritmo del tajaraste, haciendo sonar sus chácaras, mientras cinco componentes van tocando el tambor y otros cinco los pitos.

Danza de las flores de Guamasa.

Danza de las cintas del Valle de Las Mercedes.

Danza del Valle de Las Mercedes. Su existencia se remonta a 1850, según la escritora británica Elizabet Murray, que ese año asistió a la fiesta. El palo, de tres metros de altura, coronado por una bandera española, está pintado de blanco en la parte alta y azul en la parte baja. Los danzadores son seis hombres y seis mujeres. Los varones visten camisa blanca con dos bandas de colores, cruzadas entre pecho y espalda. El sombrero de fieltro es de color negro, los pantalones blancos y los zapatos negros. Las mujeres llevan el traje de campesina de Las Mercedes. El baile, al ritmo del tajaraste, es tocado con dos tambores y castañuelas. Danzas de las flores Danza de Tegueste. Fundada en 1582, es una de las más antiguas que existen en Tenerife, por lo que su ayuntamiento le ha concedido la Medalla de Oro y la ha considerado Bien de Interés General (BIC). Esta danza se caracteriza porque los bailadores portan varas semirígidas sujetas al palo, adornadas con flores. Las flores son artificiales, de diferentes colores. El palo, de dos metros y medio de largo, pintado de blanco, lleva en su parte alta una bandera española. Aunque el grupo lo forman veintidós componentes: seis hombres, nueve mujeres, cuatro niños y tres niñas, el baile lo ejecutan 6 danzadores.

Como vestimenta utilizan camisa blanca con dos bandas de colores cruzadas sobre el pecho. El pantalón y las lonas son de color blanco. En la cabeza llevan un sombrero de paja, adornado con flores, plumas y cintas de colores. Los tocadores y el portador del palo no llevan sombrero. El baile, al ritmo del tajaraste, es tocado por varios tambores y las castañuelas que llevan cada danzador. Danza de Guamasa (La Laguna). Fundada en 1932, se caracteriza porque los danzadores portan varas semirígidas, adornadas con flores sujetas al mástil. Las flores son artesanales, hechas de papel de seda de colores. El palo, de tres metros de alto, pintado con franjas rojas y azules, lleva en su parte alta una corona dorada, adornada con las mismas flores que las varas, y una inscripción con el nombre y año de su fundación. Los danzadores, cinco hombres y cinco mujeres, llevan en la cabeza una boina negra con un rosetón en la parte superior y varias cintas de colores que le cuelgan hasta la cintura. Visten camisa blanca, y sobre ella llevan dos bandas de colores cruzadas sobre el pecho, y otra banda anudada a la cintura. El pantalón y las lonas son de color blanco. El baile, al ritmo del tajaraste, tocado con tambor y castañuelas, consiste en movimientos rápidos y cruces de los danzadores que tocan las chácaras. Al

Danza de varas de Chimiche.

Danza de las flores de Tegueste.

iniciar y finalizar el baile, el tamborilero ejecuta tres toques para que los danzadores hagan la venia al Santo. Danza de las varas Danza de Chimiche (Granadilla de Abona). Fundada en 1996, se caracteriza por que cada bailador va provisto de su respectiva vara de un metro de largo, vistosamente adornada con tiras de papel de seda de distintos colores. Los siete danzadores combinan en su vestimenta los colores azul, verde y rojo. Los pantalones les llegan por debajo de las rodillas. Sobre la camisa blanca, con corbata, llevan una banda cruzada sobre el pecho y otra anudada a la cintura. El gorro que llevan en la cabeza es de papel, del mismo color que el pantalón, mientras que las lonas son de color blanco. Para actuar, los bailadores se colocan en círculo, cogen los extremos de la vara con las manos, los ponen en alto y, al ritmo de instrumentos de cuerda y violín, comienzan a realizar movimientos cadenciosos, precisos y elegantes. Estas figuras las forman dando dos pasos cortados sobre la derecha y otros dos medios sobre la izquierda, mientras el conjunto gira alrededor, dilatándose o replegándose, pasando por debajo de la bóveda formada por los arcos y haciendo artísticas cadenas, deshaciendo nudos y cruzados y otras figuras.

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BIBURY, EL PUEBLO MÁS BONITO DE INGLATERRA 

Texto y fotos: Antonio Salgado Pérez

S

e ha afirmado, y con sobradas razones, que el Viejo Continente está repleto de pueblos variopintos y bellos, desde los caseríos alemanes, pasando por las hermosas y coloridas aldeas de los países nórdicos, las coquetas villas costeras de Italia, los impresionantes lugares de montaña de Suiza, los poblados medievales de España o los pueblos de cuentos de Francia. Y en Inglaterra, concretamente, hay numerosos rincones que merecen conocerse por el encanto medieval de sus calles y sus casitas de piedra con tejado de paja o de pizarra, que se nos antojan retratos fotográficos de algunos de los enclaves más pintorescos, porque más allá de sus grandes ciudades hay otros rincones esencialmente rurales y aislados que nada más verlos apetece escaparse. “Lo que debería verse” Siempre han surgido candidatos para ostentar títulos que brindaran privilegios, popularidad o fama. Siempre se han confeccionado listas y relaciones que, inevitablemente, han tenido sus discrepancias porque la unanimidad ha sido imposible. Sin embargo parece ser que en el Reino Unido, y por mediación de un acreditado y recordado poeta, el preciado título de “pueblo más bonito de Inglaterra” se lo ha ganado, con creces y sin apenas discusiones, Bibury, ubicado en el condado de Gloucestershire, junto al río Coln y muy cerca de la ciudad de Cirencester, uno de los asentamientos romanos más importantes. El pueblo de Bibury es una atracción turística muy popular en Gran Bretaña y está en la lista de los “must see” (lo que debería verse). Un poeta, William Morris (1834-1896) Quien etiquetó a Bibury de esa forma tan magnánima fue William Morris (1834-1896), arquitecto, escritor y, sobre

todo, poeta, fundador del movimiento llamado “Arts and Crafts”, que rechazaba la producción industrial de las artes decorativas y la arquitectura y propugnaba un retorno a la artesanía medieval, considerando que los artesanos merecían el rango de auténticos artistas. Frente al trabajador industrial, que no tenía ningún contacto personal con sus materiales, el artesano medieval sentía, según Morris, “el trabajo como alegría y como belleza”. Por todo ello, nuestro personaje fue calificado de utópico y visionario. Pero, insistimos, William Morris bautizó a Bibury como “el pueblo más bonito de Inglaterra”. Y cuando hemos hollado tal enclave hay que darle toda la razón al poeta. Y hemos comprendido su apego a este pueblo. Y es que el secreto del encanto de Bibury está basado en sus casas de fachadas de piedra; en sus tejados inclinados; en el verde de todo su entorno; en sus estanques; en ese río que lo atra-

 Bibury en 1938

 En Bibury estos patos tienen su hotel.

viesa, Coln, de aguas pero que muy transparentes. En medio de una enorme tranquilidad aquí se respira a cada instante ese vocablo tan difícil de encontrar que responde por paz. Recorrer Bibury al atardecer con los colores de sus piedras, enredaderas y flores que las cubren es realmente evocador. Estas vivencias nos transportan a otras épocas. Y es lo que al poeta inglés, intuimos, le captó desde que visitó este pueblo, cuya prosperidad se inició en el siglo XVII debido al comercio de la lana de oveja, considerada como “la más exquisita de Europa” y, más tarde, con la extracción de piedra local, muy demandada para trabajos de construcción. Muchos de los edificios que se aprecian hoy en día son de ese periodo, cuando se construyeron para reemplazar a los de madera. Ni los perros ladran Aquí, en Bibury, sobresale la limpieza;

 Bibury en 2016

 Sin aceras y con mucho verdor

no existen aceras, pero sí muchas hierbas festoneando el entorno de sus casas, algunas diminutas, como extraídas de un cuento. Aseguran que lo único negativo, por así decirlo, es que el pueblo es muy turístico y se encuentra gente en cualquier rincón. Pero nosotros tuvimos la suerte de visitarlo casi desierto, fantasmal en algunos recovecos, donde ni los perros se atrevían a ladrar, en estos parajes tan vetustos como virginales donde la irrupción de una grúa de construcción resultaría una ofensa; y donde aún se conservan pórticos con medidas bastante inusuales. No se ha movido ni una piedra En Bibury no se ha movido ni una sola piedra. Observen, por ejemplo, las fotos que les ofrecemos de 1938 y 2016. Nos costó Dios y ayuda descubrir el letrero del restaurante que nos atendió. Y en una coqueta y surtida tienda de souvenirs nos ofrecían la trucha, aun coleando, que habían extraído del río que nos rodeaba. Y nos invitaban a que presenciáramos –y de lo que estaban los lugareños muy orgullosos– un peculiar hotel para patos que podíamos ver desde un antiquísimo puente de piedra. Antes de la construcción de éste, todo el mundo tenía que caminar a través de su helado río. El trabajo, alegría y belleza Aquí siempre se repudió el avance de la maquinaria en las granjas porque aumentaba la pobreza de los agricultores y, en una ocasión, incluso se llegó a quemar una máquina trilladora automática cuyos autores fueron arrestados y enviados nada menos que a una penitenciaría de la lejana Australia. Ese fue el movimiento que prendó en el poeta ya mencionado, que desestimaba al trabajador industrial, que no tenía ningún contacto personal con sus materiales y, por el contrario, el artesano medieval “sentía el trabajo como alegría y como belleza”. Por eso Bibury, vetusta y virginal, tranquila e impoluta, alérgica a todo progreso, ostenta, por iniciativa de William Morris ese título de “pueblo más bonito”, porque cada piedra parece tener y guardar su historia y quizás sea este sentimiento el que haga única a Bibury, impregnada por la naturaleza de la pródiga campiña británica.

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INVESTIGACIÓN EN PORTADA

TURISMO

Juan Carlos y Jonathan Padrón (Óleo sobre lienzo de 100cm x 100cm)  Juan Carlos Padrón, junto a su hermano Jonathan, ha conformado un modesto restaurante ubicado en el núcleo turístico de Los Gigantes, en Santiago del Teide. Ocho mesas conforman el local, cerca de la plaza del pueblo, y en él también trabajan varios miembros de su familia, como su mujer María José, que es sumiller, y su madre, en la cocina, así como un cocinero que lleva casi un año aprendiendo una filosofía donde prima la constancia y donde el inconformismo “debe ser algo positivo”. La primera estrella Michelin llegó por sorpresa, después

de que en 2015 un inspector de la Guía Michelin España y Portugal 2016 comiese en el restaurante y pidiese información para incluirlo en la lista. Pero ellos no esperaban que unos meses después llegase el premio. “Esta estrella Michelín hace sentir más presión y a la vez mayor felicidad con la sensación de que vamos por el camino correcto, a pesar de los errores, de sentir que hacemos lo que nos gusta”, dicen los hermanos. Hijo de cocineros y abuelo pescador, Juan Carlos ha vivido la cocina desde niño, y con los años ha descubierto los sabo-

res de su tierra y del mundo, leyendo y viajando, investigando, con una formación prácticamente autodidacta. Un mes en Francia le sirvió para acatar la disciplina de cómo la cocina es un proceso en equipo que se puede ir al traste si alguna de las partes falla. El restaurante está abierto desde el año 2003 y en 2005 recibió los primeros premios en Tenerife, de forma que se comenzó a hablar de él en la prensa local y luego nacional con galardones en varios concursos hasta que la estrella Michelin lo ha consolidado.

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CLAVES DEL CAMINO

Expediente Fittkau El suicidio sectario que nunca existió El estreno, la próxima semana, de la película “El acantilado”, de Helena Tabema, inspirada en la novela de Lucía Etxebarría “El contenido del silencio”, amenaza con volver a poner de actualidad el tema de las sectas en Canarias. Y como suele ser habitual cuando el asunto ocupa titulares, la exageración, la alarma injustificada y el dramatismo volverán a ganarle la partida a la información veraz y comedida sobre el asunto. Las miradas volverán a posarse sobre lo ocurrido en enero de 1998 con Heide Fittkau y su grupo de seguidores en Tenerife, fuente parcial de inspiración de la novela y la película reseñadas. 

Texto: José Gregorio González

¿Q

ué tal si empezamos por el desenlace y arrojamos por enésima vez algo de luz sobre el asunto? Conviene hacerlo ya que la desinformación, intencionada o no, así como la búsqueda de protagonismo a través de declaraciones alarmistas y barnizadas de una teatralidad efectista sobre el tema, ya han comenzado a irrumpir. Y con ella los tópicos, muchas veces falsos, que por mucho que se repitan no serán verdad. No hubo suicidio colectivo en el Teide en enero de 1998. No hay ni una sola prueba sólida que apunte ni tan siquiera a que se planeó algo parecido a eso. La filosofía del trabajo desarrollado por Heide Fittkau no encaja, en absoluto, con un desenlace suicida como el que alarmó a la policía en aquel momento. El caso fue sobreseído por los tribunales ante la falta de pruebas para algunos de los delitos. La psicóloga Heide Fittkau, y el líder de la secta neotemplaria Orden del Templo Solar Luc Jouret no tuvieron contacto en Tenerife ni se reunieron para hacer rituales en las pirámides de Güímar. La policía tuvo que hacer frente a una difícil situación, intervenir de manera preventiva ante la sospecha de un suicidio colectivo, algo que se reveló como precipitado pero que era imposible de predecir con la información que aparentemente manejaban. Eso sí, la gestión mediática del asunto fue cuando menos cuestionable, con una intervención policial retransmitida en directo. Y no, no tenemos ninguna simpatía especial hacia la protagonista de los hechos. Para empezar no está mal, aunque nos repitamos de aquí al final. Todo comenzó una noche… La película basada parcialmente en estos hechos llega ahora a las pantallas, pero los acontecimiento se dieron hace dieciocho años, cuando nuestras islas se colocaron en el eje de un huracán mediático internacional como pocas veces se había visto. La razón no era otra que la intervención de diversas unidades de la Policía Nacional, coordinadas por la Brigada de Información y en coordinación con la Interpol, en el seno de un

grupo de alemanes que, al parecer, pretendía suicidarse en Tenerife el 8 de enero de 1998. Aunque el caso siguió abierto durante años, los medios informativos echaron el cierre y terminaron por olvidar el singular desenlace que ahora queremos recuperar en estas páginas. La cosa había comenzado unos días antes, durante la tarde noche del 5 de enero, cuado la Comisaría Provincial del Cuerpo Nacional de Policía de Santa Cruz de Tenerife recibía un telefax procedente del Servicio de Interpol Madrid en el que se informaba de la posibilidad de un inminente suicidio colectivo en la isla. Las sospechas policiales procedían de la Policía Judicial de Düsseldorf, Alemania, donde se había recogido la denuncia de un ciudadano alemán que afirmó ser hermano de Margot Remlinger, presunta integrante de la presunta secta, que por aquellos días se encontraba de vacaciones en Tenerife. Sus hijas Claudia y Mónica habían intentado convencer a su madre para que regresara a Alemania con ellas, pero todos los intentos habían sido inútiles, de ahí que pusieran en conocimiento de su tío el peligro que corría su madre y éste presentara la correspondiente denuncia. A partir de ese momento los hechos se desarrollaron con la rapidez que el caso aparentemente requería, toda vez que, según los datos disponibles, el suicidio colectivo de connotaciones rituales tendría lugar a las 20:00 ho-

 Heide Fittkau

ras del día 8 de enero en algún punto del Parque Nacional de las Cañadas del Teide. Según los datos que la policía manejaba, desde aquella zona los presuntos suicidas esperaban que una nave espacial los recogiera y los llevara a un planeta llamado Cielo, todo ello, lógicamente, después de haber abandonado su soporte material. Es decir, debían dejar su cuerpo voluntariamente para poder viajar a otro planeta y ponerse a salvo de una catástrofe, presumiblemente una inundación. Analizado en detalle todo es bastante absurdo, pero el clima que se respiraba en la época aconsejaba pensar poco y actuar más. El factor suerte, o quién sabe si una confusa casualidad, estuvo con los agentes de la Brigada Provincial de Información, al disponer estos de un informe preliminar sobre el presunto grupo sectario desde el verano de 1997, cuando, investigando la implantación de la Orden del Templo Solar (OTS) en Tenerife, a raíz de los suicidios rituales que los seguidores de Luc Llouret habían protagonizado en Suiza y que le costaron la vida al tinerfeño Leopoldo Cabrera Gil, un informante les puso sobre la pista del grupo liderado por Heide Fittkau, al que debió de considerar lo suficientemente extraño como para dar cuenta del mismo a las autoridades. Tras sopesar los pros y los contra, y basándose en el espíritu preventivo de la policía, alimentado por la masacre europea de la OTS, se ordenó el asalto y registro del piso en el que se encontraban reunidos los simpatizantes de Fittkau, ubicado en el barrio santacrucero de La Salud, bajo la mirada atenta de centenares de vecinos y la insólita presencia de diversos medios de comunicación. Con la desarticulación del colectivo y la detención de la psicóloga alemana, en una operación en la que estuvieron implicados efectivos de las brigadas de Información,

Seguridad Ciudadana, Extranjería y Documentación, Policía Judicial, Policía Científica y el Grupo de Menores, concluía la primera fase de la investigación de un caso que en las siguientes semanas daría un giro inesperado. Prisión y sospechas, sólo sospechas Con los cargos de asociación ilícita, inducción al suicidio y tentativa de asesinato, la psicóloga alemana ingresó en prisión, de la que días después saldría tras pagar una fianza de veinte millones de pesetas, con la obligación de presentarse ante el Juzgado los días 1 y 15 de cada mes y la prohibición expresa de abandonar Tenerife. Sin embargo, poco después se volvía a decretar el secreto del sumario y las pesquisas policiales comenzaban a clarificar un poco más la trama. Con un patrimonio estimado cercano a los 1.000 millones de pesetas (6 millones de euros), la policía aseguró que algunos adeptos habían efectuado ingresos millonarios en cuentas bancarias de la doctora Heide, investigándose la posible existencia de delitos de estafa, lesiones psicológicas y abuso de menores. En marzo de ese año, y gracias a una comisión rogatoria internacional, tres inspectores pertenecientes a las brigadas de Información, Extranjería y Policía Judicial (Grupo de Blanqueo de Capitales) viajó hasta Alemania con el fin de contrastar datos y tomar declaración a la mayor parte de los presuntos adeptos. Junto a la policía alemana se realizaron todo tipo de pesquisas así como nuevos interrogatorios a los presuntos adeptos que ya habían regresado hasta Alemania, obteniéndose, según se encargaron de filtrar presumiblemente desde fuentes policiales, pruebas concluyentes de la culpabilidad de Fittkau, en los delitos por los que ingresó inicialmente en prisión así como por daños psicológicos. En otra casa de su propiedad situada en el municipio de Arafo el registro policial también concluyó con lo que se definió como abundantes y “comprometedores” documentos. En los días posteriores, las autoridades políticas y policiales se felicitaron públicamente por la intervención preventiva. Mientras los medios de comunicación se hacían eco de las mil y una opiniones que el caso iba generando, aireando auténticos disparates, como el de la revista Interviú, que relacionó directamente a Fittkau con el líder de la OTS, Luc Jouret; o los datos que cifraban en 40.000 los canarios captados por sectas destructivas. Esta ceremonia de la confusión terminó por salpicar incluso a personas y centros vinculados con el mundo de las terapias alternativas, que tuvieron que cerrar sus puertas y marcharse de la isla a consecuencia de las reiteradas y lamentables confusiones en las que caían una y otra vez las autoridades al hacer sus declaraciones. El mal asesoramiento y la temeraria hambre de micrófono fueron males que en aquellos días dieron titulares pero causaron daños irreparables.

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EL DÍA, sábado, 28 de mayo de 2016

CLAVES DEL CAMINO Una de las cosas que más llamó la atención de la policía, los especialistas en sectas, los medios de comunicación y el público, en general, fue la actitud de aparentemente tranquilidad y serenidad que mantuvo Heide Fittkau durante todo el proceso, proclamando su inocencia y atribuyendo los hechos a la mente enfermiza de la familia Relimger. Sin embargo su confianza sufrió un giro de 180º en la segunda semana de marzo de aquel año, cuando, sorpresivamente, envió a los medios de comunicación una carta en la que denunciaba la existencia de una “mafia política alemana” que intentaba matarla desde 1980 y que era la responsable de todo el caso. Una oscura conspiración, según comenzó a decir, había intoxicado a la policía originando la errada intervención y su ingreso en prisión, a partir de una secta y una tentativa de suicidio colectivo inexistentes. Las amenazas conspiranoicas de este grupo, al que la doctora Fittkau denominaba “Hermanos Blancos”, incluía la utilización de “prácticas ocultas de magia negra”, contra las que, según afirma, sólo ella sabía y podía luchar. ¿Una historia sin final? La incertidumbre y las dudas iniciales que rodearon al caso Fittkau, lejos de

disiparse, no han hecho más que mantenerse latentes desde la noche de autos. Tras la prisión preventiva por la que permaneció varios días recluida, Fittkau no volvió a pisar la cárcel. La retirada cautelar del pasaporte también sería suspendida. La investigación permitiría ir sumando a la lista otros presuntos delitos, como abusos sexuales o daños psicológicos. Para ninguno de ellos se encontró pruebas, siendo infructuosa la comisión rogatoria que llevó hasta Alemania a varios agentes de la Brigada de Información. Y es que ni la media docena de registros efectuados en las propiedades de la doctora alemana ni los 2.500 folios de documentación incautada sirvieron, al igual que

Monográfico sobre mi faceta musical y coral. Javier Abreu y Santa Rita HUMOR ANTICRISIS Juan Oliva-Tristán Fernández*

N

ací en La Laguna un 1º de diciembre de 1943 en la clínica de don Juan Trujillo, de la calle de Herradores, y las primeras canciones que oyeron mis oídos –en aquel entonces castos, puros e inocentes– fueron las nanas y arrorrós que me canturreaba mi madre, la ycodense (sí, lo he escrito aposta con “y” griega, pues su configuración se asemeja con la de su famoso y milenario drago) Clorinda Fernández Fajardo, cuando residíamos en la casona de la calle Capitán Brotons, antes llamada La Pitera, y que hoy alberga la sede del Organismo de Deportes del Ayuntamiento lagunero. Mi primer colegio fue las Madres Dominicas, pues aún no habían aparecido los “kínder” ni las guarderías, donde aprendí las primeras letras, y quién me iba a decir, ya de mayor, que habría que pagarlas. En este colegio obviamente no había coro, que sí lo había en el Colegio NavaLa Salle de la calle de La Carrera, y que dirigía el hermano Plácido, yendo todos los domingos en formación hasta la iglesia de San Agustín, donde desde su coro entonábamos canciones, salmos y motetes acordes con la celebración. De este colegio pasé al Instituto de Canarias, en donde tampoco había coral, pero en el año 1959 un grupo de amigos fundamos la orquesta Los Universitarios, base importante de lo que nueve años después serían Los Sabandeños, siendo los integrantes de dicha orquesta Falo Perera, que tocaba el contrabajo; Domingo-Luis Martín, el piano; Julio Fajardo, con el acordeón; Leoncio Bacallado, a la guitarra de punteo; Paco Ucelay, con la trompeta y guitarra de acompañamiento, figurando como vocalista Domingo Díaz (estos tres últimos ya fallecidos, no habiendo

 Momento de la detención

los centenares de interrogatorios a las presuntas víctimas, para inculpar definitivamente a la psicóloga en la trama por la que inicialmente fue detenida. A los siete años y sin los responsables de la investigación ya en sus cargos, la Justicia española optó por sobreseer el caso, ante la falta de pruebas que permitieran llevar a juicio a Heide Fittkau ni tan siquiera por alguno de los delitos. El peligroso brebaje con el que pretendían quitarse la vida, incautado en el piso, resultó ser zumo de frutas. Las donaciones millonarias de los adeptos se quedaron en el pago que los turistas hacían por los cursos de crecimiento personal impartidos por la acusada y por el alojamiento que les proporcionaba en Tenerife. La inducción al suicidio era en sí misma una insostenible paradoja, mientras que los daños psicológicos, por lo que parece, no pasaron de ser otro globo sonda no tipificado legalmente. En cuanto a las acusaciones surgidas en Alemania, especialmente la vinculada con abusos sexuales a menores, tampoco prosperaron. No tenemos ninguna simpatía especial hacia la protagonista, pero el estudio del caso, del devenir de los hechos, así como las entrevistas personales que

sido nunca sabandeños ni Paco Ucelay ni Domingo Díaz, el primero por encontrarse estudiando Económicas en Málaga y el segundo, al casarse con la “ranillera” Milagros, se quedó a vivir en el Puerto de la Cruz, pues era director del hotel Xibana Park). Y el último componente de la orquesta era yo, que tocaba la batería. Actuábamos en el Lido San Telmo y en el hotel Las Vegas, en donde ganamos unas perras para irnos un mes a Munich, en cuyo barrio de Scwabing actuábamos y en donde la dueña de la sala de fiestas siempre le pedía a Domingo Luis que por favor le cantara “Granada”. Después formé parte de la Coral Universitaria, que dirigía el padre Adán, así como los coros Palestrina y Polítonía, dirigidos por el desaparecido cura y amigo. También formé parte del Coro de la Rondalla del Orfeón La Paz, y recuerdo que en el concurso en la plaza de toros casi siempre nos llevábamos el primer premio, simultaneando lo anterior con mi pertenencia también al coro de la Agrupación Lírico-Musical Los Fregolinos, de Santa Cruz, por la que mi mujer, Carmen Mary, un año fue candidata a Reina del Carnaval, habiendo resultado elegida Dama de Honor, al igual que lo hiciera un par de años antes, pero esta vez representando a la Sociedad Deportivo-Benéfica Peña Salamanca, que en toda su existencia solo tuvo un presidente, el querido amigo Paco Alpáñez (paz descanse), de cuyas manos recibí a título individual el premio de Famoso de la Peña en el año 1993, y el mismo premio a título colectivo otorgado al grupo folclórico Los Sabandeños, que en un par de años, en 2018, cumplirá su 50 aniversario o bodas de oro, y que si el Señor me concede existencia hasta entonces pienso celebrar en familia y junto a amigos, muchos de ellos fundadores conmigo del conjunto de Sabanda, apagando las velas entonces, que es, por otro lado, cuando toca y no tres años antes. Como les contaba, fui por último fundador de la agrupación más célebre y famosa que ha existido en el Archipiélago y diría, sin temor a equivocarme, de nuestra nación, como es Los Sabandeños, con los que estuve de percusionista siete años, que van desde su fundación, en 1968, hasta 1975, en que decido marcharme al tener ya en el mundo a la mayor de mis hijas, Marta, que es quien me ha dado la única nieta que tenemos Carmen Mary y yo,

mantuvimos con ella y diversos integrantes de su círculo cercano nos han llevado a pensar que la acusada fue el centro de un error garrafal. Sin duda jugó con la buena fe de muchos, caminó al límite de la moralidad y puede que también estuviera involucrada en asuntos ilegales que no pudieron ser demostrados, pero consideramos que es lícito dudar sobre la actuación policial. Hoy nos seguimos preguntando si en el caso Fittkau asistimos a una precipitada actuación de los cuerpos de seguridad y a la posterior necesidad de mantenerlo vivo y justificar la manera en la que se actuó a toda costa. Lo primero, la intervención precipitada, sería comprensible ante el riesgo y las sospechas que la Policía Nacional albergaba y en las que procedía actuar con diligencia; sin embargo, lo segundo, esa aparente y atropellada huida hacia delante no la podemos ni debemos compartir. Mañana podemos ser cualquiera de nosotros los acusados de un delito del que seamos inocentes a partir de una errónea interpretación de los datos, y de ser así dormiríamos más tranquilos pensando que la rectificación estará garantizada y será rápida. El tiempo, sin duda, terminará por disipar la tinieblas del affair Fittkau.

que se llama Sofía y que tiene cinco años, y por otro lado mi bufete de abogado lo tenía “manga por hombro”. Contarles que estuve con el grupo en todas las islas, en el teatro Lope de Vega de Sevilla, y en Venezuela en el año 1972, cantando la misa sabandeña en la parroquia de Nuestra Señora del Coromoto, patrona de dicha República Bolivariana; con actuaciones en el Hogar Canario Venezolano, en Caracas, teniendo el honor en esta última entidad de tener como teloneros nada más y nada menos que a la célebre orquesta Billo’s Caracas Boys, con actuaciones también en Barquisimeto (Estado Lara) en el teatro Juárez, así como en La Guaira y en Macuto. En el mes de septiembre de 1975 hice con Los Sabandeños un segundo viaje a la Octava Isla, como siempre se ha llamado a Venezuela –por lo que La Graciosa me da a mí que va a ser la Novena–, y fue con motivo de la inauguración de una estatua al insigne escritor canarión Benito Pérez Galdós en la avenida de los Próceres, en pleno centro de Caracas, a cuyo acto tenía prevista su asistencia el presidente Carlos Andrés Pérez, quien no fue en señal de protesta hacia Franco, por no haber accedido este a las peticiones que se le formulaban, incluido Su Santidad, a fin de que indultara a los integrantes de un comando de los Grapo que habían sido condenados a muerte, enviando en su representación al ministro del Interior Escobar Salón. Olivaradas.– “Jaimito, sube a la pizarra y dibuja un huevo”. Y allá va Jaimito cogiendo con una mano la tiza y metiéndose la otra en el bolsillo. Viendo esto la profesora le dice: “Jaimito, sin copiar”. Otro: Rajoy: “Hombre, por fin conozco a Jaimito, el de los cuentos”, a lo que responde Jaimito: “No, yo soy el de los chistes; el de los cuentos es usted, señor Rajoy”. Y termino. El pasado día 20 fue la festividad de Santa Rita y los Ayuntamientos cerraron a cal y canto, incluido el de mi ciudad de La Laguna, pero hete aquí que el concejal del PSOE Javier Abreu llama por teléfono al alcalde, José Alberto Díaz Domínguez, y al no cogérselo (el móvil, por supuesto), el díscolo concejal le deja un mensaje de voz que dice: “Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita”. *Pensionista de larga duración, humoristólogo y colaborador sabático de EL DÍA

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sábado, 28 de mayo de 2016, EL DÍA www.eldia.es/laprensa

Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 1.034

LUGARES SAGRADOS (XXVII)

VALLEHERMOSO: LA CANDELARIA EN VERSIÓN BLANCA 

Texto: Emiliano Guillén Rodríguez (periodista, cronista oficial y miembro del Instituto de Estudios Canarios). Fotos: Doña Julia

C

uentan los lugareños que inicialmente existió un nicho en la misma playa dedicado a la Virgen de La Candelaria. Aún se puede contemplar su huella estampada en la orilla. Por culpa de una excesiva saca de áridos, que habían sido sedimentados a lo largo del tiempo por las mareas, complementados con los depositados por el propio barranco, el lugar quedó inaccesible. La mar, que siempre está dispuesta a recuperar sus dominios naturales, pronto anegó con su manto acuoso el espacio de costa que se le brindaba. Aquella imagen originaria, de pequeño tamaño y presentando algunos desperfectos, fue rescatada y entronizada en lugar seguro. Actualmente se halla recogida en la oquedad conocida como Cueva de las Palomas, a la vera de la misma playa, para no abandonar su mar. Guarecida en su nicho, allí permanece en un estado de conservación muy mejorable; incluso presenta mutilaciones en una de sus manos. Paradójicamente, este recinto sacro se halla ubicado en otro lugar sagrado, pero proveniente del mundo aborigen. Hace algún tiempo, en aquel entorno se descubrieron veintiún cadáveres pertenecientes a guanches gomeros de distintas edades: adultos, jóvenes y niños. Prueba testifical de su señera antigüedad: en el año de 2005 fueron exhumados por expertos y, tras ser estudiados, finalmente descansan en el museo arqueológico insular. La tradición oral recuerda que la imagen de La Candelaria se entronizó en una ermita antigua, que sería luego destruida por un fuerte temporal. La santa imagen pudo ser rescatada y recogida en una casa particular hasta que se le labrase nuevo templo en lugar seguro. Asimismo, se sabe que, con anterioridad, la mar, como despojo, ya había depositado en la playa un busto de madera, muy deformado, pero reconocible como de cosa sagrada. Desde ese instante arranca el firme deseo de veneración a la Virgen en este lugar costero. El vecindario siempre tuvo la firme pretensión de levantar un templo decente y en lugar exento de peligrosidad donde albergar y venerar la talla. En el Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de La Laguna figura un acta de cesión de un solar para destinar a este menester. Según el citado

documento, resulta que Dorotea Ascanio de Armas, viuda de Mora, natural y vecina de este pueblo, es legítima dueña y poseedora de un solar de unos mil metros cuadrados en la playa de Vallehermoso. El referido terreno linda por el naciente con el barranco público, al poniente con el ribazo de la misma propiedad, por el norte con la playa y por el sur con la pared divisoria de Domingo García Grasso. Indica la declaración que “lo regala a la Santa Madre Iglesia Católica, para que en él se construya una ermita con su santuario a la Virgen de La Candelaria”. Como representante de la referida iglesia, en el acto de protocolización de este documento actúa el párroco Juan González Palenzuela, quien lo acepta, recibe y bendice. Fueron sus padrinos los señores Esteban Mora y Mora y su esposa, Dorotea Mora y Mora. Esta escritura de cesión se realiza por triplicado para este fin, ante testigos, el 15 de agosto de 1928, festividad de La Candelaria (Asunción de María). Figuran en el documento, además de la benefactora, Juan González, Carmen Barroso, Alberto Cruz, Juan Darias, Francisco Morales y Rosario Barroso. En este lugar, de interés por ubicarse allí el antiguo pescante y servir de playa natural para el vecindario, se levantó un caserío veraniego con su ermita antigua. Casi todo desapareció por obras que vinieron a desalojar cuanto allí se había construido. El pescante, sin embargo, luce aún su metálica y mampostera silueta, dañada por el tiempo y por la erosión marina, como testigo fiel del desarrollo agrario del que llegó a disfrutar este fértil valle, y la genialidad que supuso sortear el escollo de la comunicación por mar con los distintos embarcaderos y puertos del archipiélago. La moderna fábrica del sagrado templo, la que conocemos en la actualidad, se comenzó a levantar en el año 2007, para ser inaugurada y bendecida por el obispo de la Diócesis Nivariense el día 18 de mayo de 2013, unos seis años después de iniciadas las obras. Ese día se celebró una solemne eucaristía presidida por la autoridad eclesiástica, acompañando en el oficio el cura Cristóbal Rodríguez. Durante la última fase de su construcción, a modo de complemento, para que no fuese sólo carga de la feligresía, el Cabildo Insular de La Gomera, en colabora-

 Imagen de la Virgen

 Ermita de la playa

ción con el Ayuntamiento de la localidad, participó con la cantidad de 77.000 euros. Este montante económico se destinaría especialmente a sufragar las obras de mejora y pavimentación del espacio, pago de la carpintería y electricidad, dotación de escaños interiores y exteriores, así como alicatado y pintado definitivo del templo. El mismo día en que tuvo lugar la bendición se descubrió una placa conmemorativa de este evento, cuyo texto simplificado recoge la mencionada fecha de entrega a la Diócesis. Destaca particularmente el esfuerzo realizado por los vecinos para llevar hasta su materialización definitiva este ilusionante proyecto. No olvidó tampoco a la religiosa, la misionera carmelita madre Blanca Reyes Fernández, entonces ya fallecida, pero que dedicó todo su empeño en la conse-

cución de esta obra. Según la referida placa, las autoridades presentes más destacadas durante el acto de la celebración inaugural fueron: el obispo, Bernardo Álvarez; el entonces presidente del Cabildo Insular de la Gomera, Casimiro Curbelo; el alcalde del municipio, Jaime Noda, y el párroco, Cristóbal Rodríguez Hernández. El edificio, de elegante estampa y muy decente, tiene base de forma rectangular a dos niveles; uno inferior, para uso del público, y otro algo más elevado en el que se ubica el altar. Cuenta con dos estancias anexadas. Una de ellas cumple las funciones de sacristía y la otra de aseo para los visitantes. La superficie total ocupada por la fábrica es de 111,50 metros cuadrados. Se complementa con un amplio espacio simulando plaza garante de luminosidad. Está enclavada en las proximidades de las instalaciones lúdicas municipales, propias para el disfrute del veraneo: piscinas, bar y servicios. Todo ello entre ambas veras. Por lo general, el pueblo canario está acostumbrado a venerar su Virgen de la Candelaria morenita, tal cual siempre se ha dicho. Esta tonalidad, seguramente, es más verosímil que fuese por consecuencia de los efectos de las luminarias, por la tradición templaria o por los propios barnices que por la acción de los volcanes, como poéticamente se justifica. La imagen de la que hablamos ahora es igualmente de La Candela, pero ésta, en versión blanca. En el lugar cuentan que esta peculiar imagen vino de América, traída por una familia lugareña que hizo fortuna en la emigración. Entronizada en este templo de nuevo estilo, ninguno de los vecinos preguntados, con la amabilidad que les caracteriza y honra, supo testificar con certeza de qué familia se trataba. Al parecer, aseveran, sus descendientes se hallan establecidos en la hermana isla de Tenerife. Lo cierto es que, ante esta particular y hermosa efigie, a ningún canario, de inicio, le habrá de parecer que se halle adorando realmente a La Candelaria de su costumbre. No obstante, vista la pulcritud de su hechura, las riquezas que ostenta, sus atributos y ornamentos, pronto se le disipará toda posible duda. Bases documentales –Archivo Histórico Diocesano. Legajo 12, Documentos 59, 64 y 65. –Trabajo de campo. Informe vecinal

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