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Capítulo 4. Enfermedades de los bovinos
Enfermedades del abomaso Desviación del abomaso (cuajar).
El trastorno más frecuentemente detectado en las vacas lecheras es la desviación del abomaso (DA) y, por lo general, es causa de cirugía abdominal. Etiología La desviación puede ocurrir hacia lado izquierdo (DLI) o hacia el lado derecho (DLD); la mayor parte de las desviaciones del abomaso son hacia el lado izquierdo. La frecuencia máxima de las desviaciones del abomaso se presentan durante las 6 primeras semanas de la lactación, aunque se llega a presentar esporádicamente en cualquier fase de la lactación o de la gestación. Por lo que toca a los machos, los toros y los terneros de cualquier edad también pueden verse afectados por la desviación abomasal. Generalmente, en los terneros la desviación abomasal previa al destete es a la derecha, mientras que, después del destete, la desviación tiene lugar hacia cualquiera de los dos lados. También se han observado casos de DLD en terneros que sólo tenían 3 días de edad. Las desviaciones del cuajar en terneros, toros, novillas (antes de parir) y en vacas secas, pueden ser crónicas dada la falta de evidencia de DA en estos grupos, así como a factores de manejo que se traducen en mala observación de estos animales, cosa que no sucede con las vacas de ordeño. Anteriormente se creía que este problema se presentaba principalmente en vacas pluriparturientas pero, en la actualidad, la enfermedad es común en novillas de primer parto, y también pueden re-
sultar afectadas las vacas lactantes de cualquier edad. Se desconoce la causa exacta de la desviación del cuajar, no obstante, en la desviación pueden asociarse varios factores: 1. Producción excesiva de ácidos grasos volátiles debida a las dietas actuales, integradas por materiales alimenticios ácidos, como el ensilado de maíz, el ensilado de heno, y granos fermentables, como el maíz con elevada humedad. 2. La estasis gastrointestinal causada por enfermedades metabólicas o infecciosas, como la hipocalcemia, la cetosis, la retención de la placenta, la metritis, la mastitis, y la indigestión. Estos factores son de suma importancia en el primer periodo de posparturientas, cuando la estasis gastrointestinal —con o sin endotoxemia— puede permitir la estasis del cuajar y la producción de gas. Estas enfermedades asociadas también reducen el volumen de la panza por apetito disminuido y es posible que permitan que ocurra la DA (especialmente la izquierda). 3. Es posible que la capacidad corporal más profunda —que ha sido motivo de selección en la actual vaca lechera— deje más espacio en el abdomen para la desviación del cuajar. Parece ser que ciertas líneas de vacas y ciertas familias de lecheras tengan una frecuencia más elevada de DA que otras. Esto ha sido particularmente obser-
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vado desde que se hizo popular la transferencia de embriones. La combinación de uno o varios de los factores mencionados puede estar implicada en el desarrollo de este problema, pero cuando se observa una elevada incidencia de DA en un rebaño, es necesario efectuar una minuciosa revisión del régimen de alimentación y de su manejo, para revertir esta situación. Por ejemplo: Los tampones, la administración de heno antes que la de los alimentos fermentables, o una ración total mixta, pueden contribuir a la disminución de la frecuencia de la DA en rebaños con elevada incidencia de este trastorno. De modo parecido, los rebaños con alta incidencia de metritis de las posparturientas se pueden beneficiar con un entorno de parto más limpio, además de la evaluación del selenio de la dieta, y del análisis de la nutrición de las vacas secas; se ha comprobado que las técnicas de manejo que generan estrés, o los cambios de dieta durante el periodo periparturiento, cooperan en el desarrollo del DA. Signos clínicos Las vacas lecheras que manifiestan los síntomas de DLI o de DLD simples, generalmente pierden su apetencia por alimentos de elevada energía y su producción láctea desciende desde un 30 hasta 50%. Por tanto, la primera queja del propietario de la vaca es que "ha dejado de comer y bajó su producción de leche". El examen de la vaca revela un animal de aspecto lánguido con deshidratación ligera; su temperatura, pulso, frecuencias respiratoria y cardiaca normales. Las contracciones de la panza son de potencia mediana. Observada desde la parte posterior, por el lado de la desviación, se puede observar la caja torácica combada; esto es fácil de apreciar por el lado izquierdo dado que la panza ya no es palpable en la fosa paralumbar izquierda, ya que el DA impulsa la panza hacia la derecha y se abomba por debajo de la caja torácica izquierda. La auscultación y la percusión simultáneas des-
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cubrirán una zona de resonancia timpánica de tono alto —similar a un "zumbido"— por debajo de la caja torácica, lado izquierdo o derecho, correspondiente a la situación de la DA. Generalmente este "zumbido" (con volumen variable) se ubica en una línea que va desde la tuberosidad coxal hasta el codo, y se prolonga cranealmente por lo menos hasta la novena costilla y, con frecuencia, hasta la octava: este signo es de particular importancia ya que la distensión gaseosa del colon proximal o del ciego, se puede confundir con una DLD. La percusión y la auscultación por debajo de la caja torácica, confirmarán la presencia de una víscera agrandada y llena de un líquido, ya que se escuchará un ruido de chapoteo producido por una oleada de líquido en su interior. Visto desde el costado, un DA considerable se apreciará como una víscera distendida en forma de un cuarto de luna o de media luna ubicada en situación caudal, con respecto a la decimotercera costilla, en la fosa paralumbar. En la mayor parte de estos casos, la palpación de la DA no será posible. Aunque la mayor parte de las desviaciones del cuajar corresponden a la situación anatómica del zumbido antes mencionado, existen variantes que se deben considerar. La situación típica de la DLI en los terneros es caudal, con respecto a la caja torácica, y se extiende dorsalmente hacia la fosa paralumbar. En el caso de terneros con DLI, el primer signo es el meteorismo crónico o intermitente. El zumbido y el líquido existentes en la DLI son fácilmente pasados por alto si el examinador limita la percusión a la zona de la caja torácica izquierda. Rara vez ha sido identificada en esta situación (la DLI) en vacas adultas. Otras situaciones poco frecuentes del DLI incluyen: ubicación caudal con respecto al codo izquierdo en la zona de la unión de la panza con la redecilla; ubicación dorsal con respecto a la panza en vacas con la panza vacía o con colapso de panza; y ubicación craneal y dorsal con respecto a la redecilla.
Capítulo 4. Enfermedades de los bovinos
Los signos de fiebre y de neumoperitoneo en una vaca con DA deben poner sobre aviso al clínico con respecto a la posibilidad de la perforación del cuajar, además de la desviación; en estas vacas el cuajar se adhiere al peritoneo parietal contiguo a la ulceración, lesiones que resultan de pronóstico reservado. El acceso para la restauración quirúrgica desde el lado paramediano derecho es más fácil. En las vacas con DA, con frecuencia las cetonas urinarias resultan positivas. Esta cetosis puede ser primaria si se han reducido el apetito y la motilidad de la panza para predisponer a la DA, o secundaria, en un paciente con una DA que rechaza los alimentos de gran energía a la vez que sigue produciendo leche. Las enfermedades concomitantes como metritis, mastitis, neumonía, pielonefritis, hipocalcemia, o problemas musculoesqueléticos, deben ser identificadas a través de un examen físico completo para darles el tratamiento adecuado. Una vez ha sido diagnosticada la DA, se debe determinar el valor productivo de la vaca con base en su historial, en las enfermedades asociadas, y a su valor genético. Si el valor de la vaca justifica la terapia, se corregir la DA mediante tratamiento médico o quirúrgico. Patología clínica Las vacas afectadas por DA sin enfermedades concomitantes, tienen acidosis metabólica característica, hipoclorémica e hipocaliémica. En la DA simple, la acidosis metabólica es de ligera moderada y rara vez requiere corrección intensiva con electrólitos. En la DA crónica, o en vacas con DA y enfermedades asociadas que coadyuvan para una anorexia más drástica, es posible que los trastornos ácido-básicos y electrolíticos exijan esfuerzos terapéuticos más enérgicos. La paracentesis abdominal está indicada si se sospecha de la DA y la ulceración concomitante. Cuando son posibles las pruebas de laboratorio y están indicadas, la determinación de los valores
ácido-básico y electrolítico constituyen la prueba más apropiada en las vacas con DA que parecen excesivamente deshidratadas, débiles, o tienen historia crónica. Las vacas que son intensamente cetósicas y, por tanto, cetoacidósicas, pueden tener pH sanguíneo ácido, desequilibrio elevado de aniones y un valor de bicarbonato más bajo que el que se esperaría en vacas con DA. En las vacas con DA siempre está indicada la determinación de las cetonas urinarias; esto puede explicar las variaciones inesperadas de la alcalosis metabólica encontrada en la mayoría de las vacas con DA simple. Ha sido descrita una aciduria paradójica como consecuencia de la alcalosis metabólica intensa o prolongada asociada con la DA. Esta aciduria probablemente se relaciona con el agotamiento del potasio hasta un grado tal que los hidrogeniones deben ser excretados a pesar de la necesidad del organismo de conservarlos; de este modo, contrarresta la alcalosis metabólica. Aunque interesante, como evento fisiológico, no modifica la terapia de líquidos y electrólitos. Tratamiento Terapia médica. En la DA simple, el factor económico, las enfermedades concomitantes, o las limitaciones del veterinario y del dueño pueden decidir —temporal o permanentemente— en contra de la corrección quirúrgica e imponer la terapia médica. Aunque no sea tan eficaz como la cirugía, la terapia médica se puede intentar en la DA simple. La terapia médica generalmente incluye laxantes orales, ruminatorios antiácidos o medicaciones colinérgicas destinadas a estimular la motilidad gastrointestinal y a favorecer la evacuación del tracto gastrointestinal. Si se considera que el paciente es hipocalcémico, se deben administrar soluciones de calcio subcutáneo o intravenoso. El cloruro potásico (de 1 a 4 onzas dos veces al día) se puede administrar por vía oral en cápsulas de gelatina, se puede incorporar al agua de beber, o se puede incorporar al agua que se administra por sonda gástrica. Algunos clínicos recomiendan el uso de 0.5 a 1 lb de café mezclado con agua templa-
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da y administrado por medio de sonda gástrica. Además de los fármacos, la terapia física de rodar a la vaca es un procedimiento frecuente del tratamiento médico en la DLI simple. Se echa a la vaca sobre cualquiera de sus flancos y se le hace rodar a la posición de decúbito dorsal con ayuda de dos o tres personas; se balancea suavemente de un lado a otro mientras está en decúbito dorsal y se mantiene en esta posición durante 2 o 5 minutos. En este tiempo, el DLI debe flotar o "ascender como globo» hacia la línea media ventral y volver a su posición normal. Cuanto más permanezca la vaca en decúbito dorsal, mayor será la cantidad de gas y de líquido secuestrado que saldrán del órgano distendido. Finalmente, se hace rodar a la vaca hacia su lado izquierdo a fin de que la panza esté en contacto con el peritoneo parietal izquierdo: esta maniobra previene la recidiva rápida de la DLI. A continuación, se obliga a la vaca a levantarse inmediatamente. Esta técnica nunca se debe poner en práctica en vacas con DLD simple, porque puede predisponer al vólvulo del cuajar. Después de la terapia médica única, o de la terapia médica que incluye la maniobra de rodar a la vaca, se debe estimular a ésta para que consuma la mayor cantidad posible de heno a fin de que llene la panza con un alimento celulósico, que puede actuar físicamente evitando una recidiva de la DLI y que puede servir para estimular la motilidad de la panza y, en consecuencia, la motilidad gastrointestinal, lo mismo en caso de DLI como en caso de DLD. Se deben incorporar gradualmente en la dieta componentes de alimentos sumamente ácidos, hasta que se recupere la ingesta total. Si existen enfermedades concomitantes (metritis, mastitis, cetosis, etcétera) deben ser tratadas paralelamente, de lo contrario el tratamiento médico fracasará. El clínico debe tener presente que una vez efectuado el diagnóstico de la DA y se ha corregido, el tracto gastrointestinal habrá recuperado su normalidad, mecánica y funcional. Por esto, en la DA simple, los líquidos orales y los electrólitos generalmente
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son suficientes para la corrección de las anomalías ácido-básicas, electrolíticas y de la hidratación. El cloruro potásico se puede administrar en el agua de bebida, por medio de una sonda gástrica, o en cápsulas de gelatina para ayudar a corregir las anomalías electrolíticas. Es costumbre administrar de 1 a 4 onzas de cloruro potásico por vía oral, dos veces al día, a vacas con DA después de la corrección (1 oz = 31 g). En vacas débiles, se debe sospechar de hipocalcemia (