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ENFOQUE ECONOMICO Año 2, No. 8 AGOSTO 2010
Elementos de la resistencia interna a cambios económicos y transformaciones en Cuba Por: Dr. Mario A. González Corzo, Profesor e Investigador Facultad de Economía, LEHMAN COLLEGE CITY UNIVERSITY OF NEW YORK Investigador Asociado Instituto de Estudios Cubanos y Cubano‐Americanos, Universidad de Miami
Cambios y transformaciones económicos en Cuba: experiencias recientes La “actualización del modelo económico cubano” parece ocupar un plano prioritario en la agenda económica del país. Conceptos “reformistas” como el “uso racional de los recursos,” el empleo de la “racionalidad económica,” llamados a mejorar la productividad total de los factores (PTFs), aumentar la eficiencia en la producción, distribución y comercialización de bienes y servicios, el notable énfasis en la necesidad de vincular el trabajo con los resultados, la creación de nuevos espacios para el “sector emergente,” y consideraciones a favor de nuevas formas de propiedad capaces de transformar las relaciones productor‐consumidor, productor‐Estado y consumidor‐Estado, desempeñan un papel de destacable importancia en la política económica cubana contemporánea. El peso de estas ideas y tendencias reformistas parece ir en aumento a medida que Cuba acelera su tránsito hacia el modelo (socialista) reformado o al llamado “socialismo de mercado.” Como parte de este proceso de transformación y parcialmente también como resultado de la severa crisis económica por la cual atraviesa el país, Cuba ha implementado una serie de transformaciones; no nos referimos a los cambios principales destacados por los medios de prensa – particularmente en el exterior – como la autorización de teléfonos celulares, la eliminación de las restricciones que anteriormente prohibían el ingreso de nacionales a ciertas instalaciones turísticas, etc. si no más bien a una serie de cambios de mayor alcance por los cuales ha transitado la sociedad cubana en el último quinquenio. Estos cambios o transformaciones pudieran calificarse en tres categorías. La primera clasificación o categoría que pudiéramos aplicarle a estos cambios o transformaciones consiste de transformaciones fiscales como la nueva ley de seguridad social, mediante la cual se aumento la edad de jubilación de los hombres de 60 a 65 años y de las mujeres de 55 a 60 años y reducciones en servicios gratuitos y subsidios (ej. la eliminación de algunos comedores en centros de trabajos y de algunos productos normados anteriormente disponibles mediante la libreta de abastecimiento (Vidal Alejandro, 2010)). La segunda categoría o clasificación incluye cambios de carácter institucional, particularmente el creciente énfasis en la “institucionalización” de los organismos de Estado, al igual que los procedimientos a los cuales están estos adscritos, la fusión de algunos ministerios y sus funciones (ej. MINCIN y MINAGRI), la reorganización del aparato administrativo estatal y la creación de la Contraloría General de la Republica (Vidal Alejandro, 2010). Finalmente, la tercera 1
clase de transformaciones o cambios incluye lo que pudieran considerarse cambios estructurales (Vidal Alejandro, 2010). Entre los más notables se encuentran medidas para liberar o expandir el consumo (ej. ventas de celulares, electrodomésticos, y DVDs a la población), transferencias de tierras ociosas estatales a cooperativas y productores privados y reformas laborales como la autorización del pluriempleo, la creación de nuevas formas administrativas de carácter cooperativo para suplementar los bienes y servicios producidos por el Estado en algunos sectores de la economía (ej. barberías, peluquerías y taxis), el pago por destajo para vincular el pago con los resultados, y la contemplación de nuevas formas de propiedad que permitan la “de‐estatización” en algunos renglones productivos como la agricultura y el transporte inter‐urbano. Aunque aun es muy temprano para evaluar los resultados (económicos) de estas medidas, en parte por la existencia limitada de cifras y datos al respecto y también debido a la lentitud con la cual en una economía con las características estructurales de la cubana este tipo de medidas y cambios se traducen directamente en resultados tangibles o palpables, hay indicios de que en algunos sectores se está notando su impacto. Un caso interesante es la agricultura no‐cañera. Como respuesta a la crisis económica que ha venido afectando al país desde finales del 2007, y con el fin de reducir el gasto en divisas relacionado con las importaciones de alimentos, las autoridades cubanas han puesto en marcha un conjunto de medidas para aumentar la producción en el sector agropecuario, salvo el azúcar de caña. Cuadro 1. Cuba: Producción agrícola en renglones selectos, 2010/2009 (primer trimestre) (en %) Productores Total Estatal UBPC CPA Privados Viandas 100,2 77,7 87,1 84,7 124,7 Hortalizas 78,3 73,1 58,2 82,9 82,9 Arroz 98,3 77,5 49,4 71,0 144,6 Maíz 100,7 59,9 93,4 130,0 106,6 Frijoles 73,0 70,1 83,9 51,5 75,5 Fuentes: Varona, 2010; Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), 2010; cálculos del autor.
Como demuestra el Cuadro 1, con la excepción de las viandas y el maíz, renglones los cuales crecieron levemente (0,2% y 0,7%, respectivamente) durante el primer trimestre de 2010 con relación al periodo correspondiente en 2009, la producción a nivel nacional en otras aéreas fundamentales de la agricultura no‐cañera cubana continuo en descenso durante el primer trimestre del presente año. Al comparar este periodo con el primer trimestre de 2009 podemos notar que la producción total de hortalizas cayó 21,7%, la producción de arroz 7,3% y la producción de frijol 27%. Con relación a la distribución de la producción agrícola por sector resulta interesante notar que al cierre de 2009, el sector Estatal produjo 14,4% de las viandas, 19,6% de las hortalizas, 14,2% del arroz (de cascara húmedo), 8,2% del maíz, y 5,5% de los frijoles (González‐Corzo, 2010). Esto indica que la mayor parte de la producción en estos renglones de la agricultura no‐cañera en Cuba está a cargo del sector no‐Estatal el cual incluye a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y los productores privados (incluyendo a las Cooperativas de Créditos y Servicios [CCS]). Si tomamos en cuenta los resultados relacionados a la producción total en los renglones que aparecen en el Cuadro 1 con los datos anteriormente ofrecidos con relación a la distribución de la producción agrícola (no‐cañera) por sector, podemos erróneamente concluir que las transformaciones 2
recientes de la agricultura cubana están aun sin tener resultados positivos tangibles. Sin embargo, como revela el Cuadro 1, a pesar de que la agricultura cubana atraviesa por una de las etapas más difíciles de su historia, y aun cuando debido a factores estructurales sumamente complejos para tratar en este análisis, el impacto de las medidas o cambios requiere un amplio periodo de tiempo para reflejarse en los resultados, existen indicios, aunque reconocemos que en parte puede ser que sean de carácter casual, de que quizás algunas medidas estén comenzando a dar resultados. El Cuadro 1 revela que en el caso de los productores privados – los cuales consideramos que han sido el blanco principal de las medidas implementadas en años recientes para introducir cambios en el modelo económico cubano – los resultados son más alentadores. Por ejemplo, a pesar de demonstrar una leve mejoría a nivel nacional, la producción privada de viandas por parte del sector privado aumento 24,7% durante el primer trimestre de 2010 comparado al mismo periodo durante el año anterior. Las producciones de arroz y maíz demostraron tendencias similares al registrar aumentos del 44,6% y 6,6% respectivamente. Esto no significa que la agricultura cubana haya salido del atolladero y que por lo tanto ya no resulte necesario acelerar o expandir los cambios y transformaciones en este sector vital de la economía y vida social del país. Tampoco significa que los cambios o transformaciones hasta ahora implementados han sido en vano. Todo lo contrario. Entonces, ¿cómo se puede explicar la resistencia a la expansión y agilización de esos cambios o transformaciones? ¿Cuál es la naturaleza de esta resistencia? Para entender la complejidad que implica el transito del modelo (socialista) clásico al modelo reformado, es necesario destacar que en la etapa actual por la cual atraviesa la economía cubana los cambios y transformaciones económicos gozan de mayor grado de aceptación popular (o por parte de las masas que integran la sociedad.) La aceptación cultural de los cambios y transformaciones a los cuales aquí nos referimos representa de por si otro indicio de que una sociedad la cual en otros tiempos fue guiada por conceptualizaciones de planificación centralizada se encuentra en tránsito hacia (una versión con características singulares) del modelo reformado. En el caso cubano, como han demostrado Mesa‐Lago (2003) y otros estudiosos de la temática cubana, a pesar de que el modelo de planificación socialista centralizada ha sido el mecanismo de coordinación principal en la economía cubana, la relación entre el plan y el mercado se ha caracterizado por etapas o ciclos cambiantes. Las relaciones las fuerzas presuntamente opuestas (nos preguntamos si tal vez serán complementarias) del plan y el mercado en lo que respecta a Cuba se han destacado por un “contrapunteo” esporádico (para emplear el concepto desarrollado por el gran historiador cubano Fernando Ortiz) o un “tira y encoje” constante. Como resultado, con relación a la economía, la mayor parte de la población espera que continúen o se aceleren los cambios y las transformaciones, particularmente en aéreas fundamentales como la agricultura, la vivienda, el transporte y el comercio minorista. Las expectativas populares atadas a estos cambios y transformaciones, mediante los cuales se propician nuevos espacios para actores económicos alternativos (o el llamado “sector emergente”) forman parte integral del proceso de tránsito hacia el modelo reformado. Las experiencias de otros países que han emprendido dicho tránsito hacia (sus formas particulares) el modelo reformado demuestran que el proceso de cambios y transformaciones enfrenta un alto nivel de resistencia interna, por lo menos al principio. El caso cubano no es la excepción. Fuentes principales de la resistencia interna a los cambios y transformaciones económicas La resistencia interna a los cambios y transformaciones económicas proviene de dos fuentes principales. La primera fuente es la burocracia o aparato administrativo estatal; aunque no podemos asumir que durante la transición hacia el modelo reformado este grupo opere de una forma monolítica, 3
con un nivel de 100% de uniformidad, dada su compleja naturaleza y estructura jerárquica, la burocracia o aparato administrativo del Estado, en muchos casos inclusive desapercibidamente, logra atrincherarse con el fin de preservar o proteger al “status quo.” Este organismo de carácter ideológico‐gerencial se resiste o se opone a cualquier alteración o cambio que pueda afectar (¿transformar?) el sistema (u orden) que le corresponde defender o preservar (Hernández, 2010). La burocracia o aparato administrativo estatal son alérgicos a los cambios y transformaciones económicas al no ser que estos sean implementados como nuevos reglamentos y “orientaciones” para reemplazar, o en algunos casos “perfeccionar,” a los reglamentos y regulaciones vigentes (Hernández, 2010). De lo contrario, los cambios y transformaciones económicas son percibidos como fuerzas contribuidoras al desorden, la turbulencia y la erosión de los reglamentos fundamentales del sistema imperante (Deutscher, 1977). La burocracia o aparato administrativo del Estado generalmente se oponen a las políticas de cambios y transformaciones hasta que tales medidas son manifestadas claramente por la cúpula gobernante (que ocupa el poder) como un conjunto de medidas necesarias para “actualizar” o “perfeccionar” los reglamentos existentes (Hernández, 2010). No obstante a esto, la burocracia o aparato administrativo del Estado no considera a los nuevos cambios y transformaciones económicas como medidas permanentes, si no como políticas (necesarias) de carácter provisional, sujetas a implementación parcial o condicional, diseñadas no para reemplazar (o peor aún, eliminar) al sistema actual, si no para rescatarlo, reanimarlo, actualizarlo y sobretodo asegurar su continuidad a largo plazo (Hernández, 2010). La segunda fuente de resistencia interna a los cambios y transformaciones económicas relacionadas con el tránsito hacia el modelo reformado incluye sectores (selectos) de la población, particularmente los que otrora fueron los receptores principales de las políticas (de carácter socialista) para promover la equidad en la distribución de los recursos y los ingresos a nivel nacional. Estos sectores, por una multiplicidad de factores, desconocen y le temen al proceso de transición; la mayoría, por razones ideológicas y otras consideraciones, rechaza y se opone a los cambios y transformaciones económicas. Estos sectores de la población representan una especie de “ala ortodoxa o conservadora” dentro de las masas populares y parte del aparato burocrático y administrativo del Estado; sus ideas y perspectivas ortodoxas y conservadoras nutren las fuerzas del inmovilismo y resistencia a los cambios y transformaciones económicas, los cuales desvían, retardan o atrofian al proceso de tránsito hacia el modelo reformado. La fuerzas del inmovilismo y resistencia ortodoxa o conservadora sirve como punta de lanza para proteger al sistema imperante de las amenazas y retos, tanto internos como aquellos iniciados o propiciados desde el exterior, funcionando así como uno de los soportes principales que sostienen al complejo andamiaje de las estructuras clásicas que poseen las riendas del poder. La facción ortodoxa o conservadora, por llamarla así, se esmera en preservar y proteger al orden actual; como arma principal de oposición o resistencia a los cambios y transformaciones económicas que implica el tránsito hacia el modelo reformado hace hincapié en la necesidad urgente de preservar los derechos y “logros” obtenidos, fundamentalmente en áreas como la salud, la educación y los deportes; advierte en contra de los cambios y transformaciones económicas al asociarlos con mayores grados de inseguridad socioeconómica, el aumento de la desigualdad y la pobreza y la expansión del desorden y el caos (Hernández, 2010). Desde su perspectiva, el tránsito hacia el modelo reformado representa un choque entre lo “seguro” (o “garantizado”) y lo impredecible que está por venir; la incertidumbre y los riegos asociados con la transformación del modelo clásico y su tránsito hacia el modelo reformado representan las bases principales del argumento empleado por las fuerzas ortodoxas o conservadoras (dentro de la población general y la burocracia y aparato administrativo) que resisten y se oponen a este proceso. 4
Implicaciones económicas ¿Cuáles son las principales implicaciones económicas de la resistencia interna a los cambios y transformaciones económicas? Para ser breves y sucintos, vamos a enfocarnos es las dos implicaciones económicas principales relacionadas con la resistencia a los cambios y transformaciones económicas durante el transito al modelo reformado. En primer lugar, podemos citar el paso lento de las reformas; en otras palabras, la distancia que existe entre el reconocimiento oficial de los problemas que existen y las políticas y medidas necesarias para confrontarlos y la implementación o puesta en marcha de dichos cambios y transformaciones económicas. A esto nos podemos referir sencillamente como el lapso de tiempo entre el reconocimiento oficial y la aplicación de medidas y soluciones para resolver los problemas y retos económicos que enfrenta la sociedad. En segundo lugar, el entorpecimiento del proceso renovado/reactivador que ya ha sido puesto en marcha o iniciado. Como ejemplo, ya antes mencionado, podemos citar la experiencia del sector agrícola no‐cañero en los últimos años. Es bien sabido que a pesar de que en Cuba los servicios representan el peso mayor de la economía, la Isla por ende es un país agrícola. El empleo directo e indirecto, el efecto multiplicador y la contribución al producto interno bruto (PIB) relacionados con el sector agropecuario cubano son superiores a los montos reportados oficialmente (Nova González, 2006). También, es bien sabido que el país confronta la necesidad urgente de reducir el peso de las importaciones de alimentos para estabilizar la balanza de pagos y reducir su dependencia externa. Esto es sin duda un asunto de prioridad y seguridad nacional. En los últimos dos años se han puesto en marcha políticas y medidas para estimular e incentivar la producción agropecuaria en Cuba; mediante la entrega de tierras estatales ociosas en usufructo a cooperativas y productores privados se intenta revertir la notable “descampecinización” que ha venido afecto al sector agropecuario cubano, aceptando así que para producir más hacen falta más recursos físicos, como equipo y aperos, y capital humano. La insuficiencia de recursos humanos – es decir trabajadores y técnicos agrícolas – en el campo cubano es una de las principales deformaciones estructurales por atender; su atención se extiende más allá de entregar tierras improductivas a usufructuarios. La solución de este problema requiere cambios y transformaciones económicas mayores y más profundas: mayor autonomía para los productores, nuevas formas de propiedad, inversiones extranjeras, mejores pagos a los productores por los productos entregados al Estado, la flexibilización de la cadena comercializadora, eliminar trabas burocráticas y regulaciones absurdas y contraproducentes, el empleo de incentivos materiales, la expansión de mercados de insumos agrícolas, etc. (Nova González, 2008). Sin embargo, a pesar de la aceptación cultural de estos cambios y transformaciones económicas por gran parte de la población, el reconocimiento oficial de la necesidad de implementar estas medidas, y la voluntad de las autoridades en acelerarlas y profundizaras, todo parece indicar que hasta ahora las fuerzas ortodoxas o conservadoras del inmovilismo demoran y el proceso de actualización económica por el cual atraviesa el país; desafortunadamente esto sucede a un costo enorme para la economía y sociedad cubana. Fuentes Citadas Anuario Estadístico de Cuba [AEC]. (2009). Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). La Habana, Cuba. Deutscher, I. (1977). Sobre la burocracia. Anagrama. Buenos Aires, Argentina. 5
González‐Corzo, M. (2010). Agricultura no‐cañera en Cuba: ¿Qué revelan las estadísticas más recientes? Enfoque Económico, Ano 2, No. 7. Instituto de Estudios Cubanos y Cubano‐Americanos, Universidad de Miami. Hernández, R. ( 2010). Revolution/reform and other Cuban dilemmas. Socialism and Democracy, 24 (1). Mesa Lago, C. (2003). Economía y bienestar social en Cuba a comienzos del Siglo XXI. Editorial Colibrí. Madrid, España. Nova González, A. (2006). La agricultura en Cuba: Evolución y trayectoria (1959‐2005). La Habana, Cuba. Editorial de Ciencias Sociales. Nova González, A. (2008). La agricultura en Cuba: actualidad y transformaciones necesarias. Cuba Siglo XXI. Descargado Abril 8, 2010 de: http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/economia/novag_310808.pdf Varona, M. (2010). Ampliar la estimulación en el agro. Progreso Semanal. Descargado Septiembre 2, 2010 de: http://progreso‐ semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=2562:ampliar‐la‐estimulacion‐en‐el‐ agro&catid=4:en‐cuba&Itemid=3 Vidal Alejandro, P. (2010). Aspectos Globales. En O. Pérez Villanueva (Ed.) ¸Miradas a la economía cubana. La Habana.
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