Enrique Florescano. Independencia, identidad y nación en México:

Enrique Florescano Independencia, identidad y nación en México: 1818- 1910 EI 27 de septiembre de 1821 el gene ral Agu stín de ltu rbide, al mando

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Enrique Florescano

Independencia, identidad y nación en México: 1818- 1910

EI 27 de septiembre de 1821 el gene ral Agu stín de ltu rbide, al mando del Ejé rcito T rigarante, hizo su entrada triunfal en la capital del país y el 28 de septiembre del mism o año se instaló la Sobera na Junta P rovi sional Gu bern ativa. Ambos a conte cimientos culm inaron el m ovimiento de independentista iniciado por el cu ra M iguel Hidalgo en 1810. De spué s de diez año s de guerra la entrada de lturbide y del Ejército Trigarante en la ciudad de México vino a ser la p rim era celebra ción colectiva y una fiesta popular (Fig. 1). Estos aconte cimientos y la proclamación formal de la independencia fijaron un modelo, una forma popular de recordación hi stó rica y u n calendario cí vico qu e se habría d e co nsolidar en lo s años siguientes. El 28 de septiembre de 1821 el Ejé rcito Triga rante recorrió las principale s calle s de la ciudad, en cabezado por el general Agustín d e lturbide (Fig. 2 ). E n la vangua rdia iban "las parcialidade s de indios, los p rincipales títulos de castilla, y crecidí simo número de vecinos de México". En distintos momento s del reco rrido las a utoridade s de la ciudad y la población le rindieron honores a lo s libertado re s. La avan zada del ejército fu e recibida po r el ayuntam iento con un arco triunfal y la ent rega a lturbide de las llave s de la ciudad (Fig. 3). En este re corrido flanqueado por m ultitudes, dice un te stigo que, "no se oye ron otras expresione s q ue la s de viva el padre de la pat ria, el libertador de Nueva Esp aña [...] El segundo objeto de la adlniraci6n de las gente s fue el Ejército Trigarante compue sto por ocho mil hombres de infantería y diez mil caballos ... " Ca rlos María de Bu st amante, el croni sta que na rró la ge st a independiente, relata que luego de este re co rrido lo s jefes del ejército, los miembros del ayuntamiento, los repre sentantes indígenas de las parcialidade s y lo s Títulos de Ca stilla, se t raslada ron a la catedral, donde “se entonó el Te-Deu m por el seño r a rzobispo”. Al día siguiente se instaló la Junta P rovi sional Gubernativa y se declaró la independencia, en el salón de acuerdo s del antiguo palacio de los virre ye s. Luego, lo s m iem bro s de la Junta “se dirigieron a la Iglesia cated ral, donde cada uno, poniendo la m ana sobre los E vangelios, juró cumplir fielmente el Plan de Iguala”. Por la noche, la Junta dio a cono cer el Acta de Indepe ndencia qu e decla ró a México na ción so bera na e independiente. EI rasgo significativo de esta celebración e s que en el m ism o año en que se festejó la independencia en la capital del paí s fue celeb rada en el resto del te rrito rio. En el mejor e studio sobre los acto s que saludaron la Independencia, el historiado r colombiano Javier Ocam po most ró que su celebración se re alizó en todo el territorio. En las ciudade s y pueblo s del interior la fie sta popular hizo pública la sepa ración política de E spaña y su celeb ración en los rincone s m ás alejados dio a conoce r la buena nueva a los diferent es sectore s so ciales.

LOS NUEV OS RI TOS Y CALENDARIOS DE LA NACIÓN El antecedente de la fie sta colectiva en M éxico se remonta a la conm em oración religiosa.

El

prim er festejo de la nación indepen diente recoge la s fo rma s y los sím bolos d e la celeb ración religiosa, pero les oto rga un nue vo sentido y hace aparecer otro s acto res, espacio s, tiem pos e imaginarios. Los actore s de la nue va ceremonia cí vica son el hé roe libertador, el Ejército T rigarante y la nación independiente. Iturbide y su ejército ocupan el espacio central de las ceremonias, hacia ellos converge la aclamación popular y son los personajes má s re pre sentado s en los carros alegóricos, arco s t riunfale s, pinturas y e scenas que rep rodu cen en forma reali sta o simbólica la liberación de la patria. En ca si todos los e scena rios se rep resenta a la na ción bajo la figura de una joven indígena que e s liberada de su s cadenas po r lturbide, o es conducida po r el héroe hacia el sitial m ás alto (Fig. 4). Los antiguo s re cintos, planeados pa ra celebrar otra s ce rem onias y hé roe s, se transfo rm an y le dan cabida al nuevo culto patriótico. Un ejemplo de esta s tran sfo rmaciones es el de la plaza mayor de la capital, donde se levant aba la estatua ecu est re de Carlo s I V. El 27 de octub re, con motivo de la jura de la independencia, la estatua fu e cubierta pa ra fe stejar en e se mismo sitio la sepa raci6n co n la monarquía española (Fig. 5). Esto s a cto s m ue stran el entrelazamiento de tradicione s a ntigua s con con cep ciones políticas m ode rna s. En la capital y en las ciudade s del interior, al mismo tiem po que se ha ce repicar las cam panas para fe stejar la independ encia, se multiplican los proyectos que proponen erigir e statuas, colum nas, pirám ide s y obelisco s republicano s d edicado s a honrar a lo s h éroes (Fig. 6). Com o ocurre con ot ro s m ovimientos políticos, en la insurgen cia mexicana el m anejo del tiem po y la fijación del calendario revolucionario son acto s im perativo s: no admiten más fecha s y conmemoraciones que la s que dicta el m ovimiento triunfador. Po r esa razón la fe cha de la con sum ación de la independencia por Iturbide fue asumida como la definitoria del proce so insu rgente y como el mom ento fundador de la na ción. Los independe nti stas de 1 821 pro clamaron el 27 de se ptiembre el día del na cim iento de la nación, bo rraro n el16 de septiembre de 1810, y olvida ron la s efeméride s que lo s primeros insu rgente s había n proclam ado m om entos glorioso s de e sta s gesta s revolucionaria s. Las accione s de lo s iniciadores del proce so de emancipación fue ron ca ract erizada s como fa ses negativa s: com o actos en los que imperaba la violencia, la dest rucción y la guerra civil (Fig. 7 ). A e sas fase s dest ructiva s se opu so la bondad del movimiento de Iturbide, dirigido por los principios de co nciliación y unidad que culminaron en una re volución sin efusión de sang re.

LOS SÍMBOLOS DE LA NACI ÓN LI BE RADA La fiesta re volucionaria produce también nuevas sím bolos e im ágenes visuales (Fig. 8). Los prim ero s in su rgentes, Hidalgo y Morelo s, e ran sacerdote s y le diero n a su s ejércitos sím bolos religioso s com o e standartes. Itu rbide, en cambio, form ado en el ejército realista qu e combatió a los primeros in surgente s, se vale de sím bolo s militare s para difundir

su s p rog ram as

emancipadore s (Fig. 9). Com o se ha vi sto, con vierte la parada m ilitar en centro de la adm iración pública y en celebración colectiva. Prom ueve t ambién la parafernalia de la s insignia s, los uniform es, las gala s y el boato que en a delante caracteriza ran al caudillo militar. A lturbide se debe tam bién la institucionalizaci6n de uno de lo s p rimeros sím bolos nacionales: la band era (Fig. 10). El Plan de Iguala que dio a cono cer en 1821 de scansab a en tres principios: “la con servación de la religión cató1ica, apo stólica, rom ana, sin tolerancia de otra alguna; la independencia bajo la form a de gobierno monárquico moderado; y la unión entre americano s y europeo s. É sta s e ran las tre s ga rantí as, de donde tom ó el nombre el ejército que sostení a aquel plan, y a e sto aluden lo s t re s colores d e la bande ra q ue se adoptó" (Fig. 11). El color blan co simbolizaba la pureza de la religión, el encarnado la unión de los americano s y españoles, y el ve rde, la independen cia. Cuand o se derrum bó el Imperio de Iturbide, el Congre so adoptó la república federal como form a de gobie rno y convirtió los antiguo s emblemas de la pat ria en emblemas de la na ción. En la Con stitución Fede ral de 182 4 se ve el águila, com batiendo con la se rpiente, sin co rona, parada sobre el nopal heráldico que brota del m ontículo que emerge de la laguna (Fig. 12). La república mantuvo la bandera t ricolor del Ejército Triga rante y esta bandera fue el símbolo representativo de la nación independiente. Era la imagen visual que en los actos público s identificaba a la patria liberada y e xpresaba los sentimientos de unidad e identidad nacionales. Fue el primer em blema cívico, no religioso, que unió a la antigua in signia de lo s m exicas con los p rincipios y la s ban deras surgida s de la gue rra de liberación na cional. Los sentim ientos pat rióticos t radicionale s, la idea de compartir te rritorio, lengua, religión y pasado, se integra ron al proye cto modern o de con stituir una nación soberana dedicada a la persecu ción del bien com ún. Apoyada en la insu rgen cia libertaria y en el pen sam iento político moderno, la nación se asumió libre y a sum ió un porvenir para realizar en él un proyecto hi stó rico propio, cen trad o en el E stado autón om o y en la nación soberana. A su vez, la t ran sformaci6n radical del pre sente y la creación de un horizonte abierto hacia el futu ro, m odificaron la concepción que se tení a de la memoria de la nación.

La independencia política de España y la deci sión de em prender un p royecto colectivo, crea ron un sujeto nue vo de la na rración hist órica: el Estado na cional. Por prim era vez, en lugar de un territorio fragmentado y gobern ado por pode res extraño s, lo s m exicanos con si deraron su paí s, las diferentes p arte s que lo integ raban, su población y su pa sado como una entidad unita ria. A partir de enton ces, má s allá de la s pugna s políticas y de la s cont radicciones inte rna s, la nación se contem pló com o una entidad territorial, social y política q ue tení a un origen, un de sa rrollo en el tiem po y un futuro comunes (Fig.13 ). El su rgim iento de una entidad política que integrab a en sí misma las diferente s part e s d e la nación fue el nuevo sujeto de la histo ria que unificó la dive rsidad social y cultural de la población en una bú squeda conjunta de identidad na cional.

IMÁGE NE S DE LA P ATRI A E N LA E RA RE PUBLI CANA El fugaz imperio de Iturbide concluyó de m anera cata strófica en m arzo de 1 823. Ante la precipitada abdicación del emperad or el Congreso a doptó la república fed eral como forma de gobierno, una deci sión que t ran sfo rmó los antiguo s emblem as de la patria. En la Co nstitución Federal de 1424 el em blema que apare ce en el escudo na cional e s el del águila com batiendo con la se rpiente. Sin embargo, aun cuand o el escudo del águila y el nopal y la bandera tricolo r se rán en adelante lo s em blemas oficiale s de la republica, la imagen que rep resent a a la pat ria en el siglo XIX es la de una m ujer m estiza, ado rnada con collares de pe rlas y vestido ve rná culo, y acompañada por el ca rcaj, las flecha s y el cuerno de la abundancia que alude a su riqueza. Tal es la im agen canónica de la pat ria m exicana que ve rem os rep rodu cirse a lo largo del siglo con ligeras variante s. Una “m agnifica alegoría de M éxico” de la p rim era mitad del siglo rep roduce est a imagen (Fig.14 ). A quí, una b ella m ujer de ra sgo s clá sico s y ge sto altivo, con faldellín de plumas y coro nada por una diadem a y un penacho t ricolor, sostiene en una m ano un arco y en la ot ra un cuerno de la abundancia. A sus pie s se ve el águila y el lienzo tricolor. Otra alegorí a pintada con vivo s colore s p rese nta a la pat ria cu bierta con faldellín y capa, coro nada por u n tocado de plum as. La custo dian cuat ro bande ra s tricolores, y arriba de ella se ve volar un águila que sostiene en el pico una co rona d e laurel (Fig. 15 ). Otra se rie de imágenes recuerda el sacrificio de los héroes qu e ofrendaron su vida en defensa de la patria. Poco de spués d e proclam ada la independencia brotaro n la s iniciativas pa ra honrar a los hé roe s, como se aprecia en una litografía donde la patria acongojada conm em ora la memoria de Hidalgo, All ende e lturbide (Fig 16). Una emotiva pintura de Felipe Cast ro, la Tumba de Hidalgo, exhibe a la pat ria po st rada ante el m ausoleo del héroe (Fig. 17). Com o lo ha m ost rado el historiador Ca rlos Herrejón, entre 1825 y 1834 el di scurso cí vico sustituye al antiguo sermón patriótico y la fiesta por excelencia e s la celebración de la Independen cia el 16 de septiembre. En los di scursos que celeb ran este acontecimiento se atribuye a Hidalgo la gloria de haber iniciado la liberación de la patria. De sde e sos año s el 16 de septiem bre fue considerado “el día prim ordial”, el “um bral de la vida”, e Hidalgo pasó a ser el fundador de la nación independiente.

IMÁGE NE S DE LA P ATRI A E N LA É POCA DE LA RE FORMA La Con stitución de 1857, al re sumir los ideales de sobe raní a política y territo rial, independencia y defensa de los de rech os individuale s, se con virtió en em blema del Partido Liberal (Fig. 18 ). Al lado de e ste sím bolo aparecie ron ot ra s imágenes y alegoría s d e la patria, la república y la nación. Al contrario de lo s em blemas anteriore s, a sentado s en la pert enencia étnica, el territorio ance stral o en la im agen religiosa, lo s sím bolos liberale s son secula re s, republicanos y cívico s. A sí, uno de los efectos deriva dos de la de rrota ante E stado s Unido s fue la de ci sión de crear sím bolo s que expresa ran la unidad y los valore s na cionale s. En 1854 la s autoridades o rganiza ron un cert am en para sa car “el can to” que exp resara los sentim ientos pat riótico s de la población. Lo s t riunfadores fueron el poeta Franci sco González Bocan egra y el m úsico catalán Jaime Nunó, y su ca nto se convirti6 en el him no nacional (Fig. 19 ). Los liberale s de la época de la Reform a vivieron la terrible experiencia de la s guerras intestina s, la inva sión norteam ericana d e 1846 y el im perialismo francés que promovió el imperio de Maximiliano en 1864-1867. Contra eso s desa st re s nacionales los liberales levanta ron la bandera de la Con stitución de 1857, defendieron la s Leye s de Reform a que sepa ra ron a la iglesia del Estado, p roclamaron el Esta do laico y vieron en la edu cación el instrumento idóne o pa ra con solidar la república liberal. Benito Juárez fue para la genera ción de la Refo rm a el defensor inquebrantable de la patria asediada y la encarnación de los ideales liberales y republicano s (Fig. 20). Conform e se fueron e xtendiendo esa s idea s en las accione s y los escrito s de lo s liberale s, com enzaro n a apare cer alegoría s de la patria influidas po r la iconografía francesa. Entre éstas puede citarse la casi ignorada colección de alegorías de la patria que aparece a mediados del siglo XIX y en la época de la Reform a. En cont raste con la s imágenes ante riore s cent rada s en la mujer indígena, criolla o m estiza esta s alego ría s re saltan los símbolos políticos republicano s (Fig. 21). En numerosa s imágene s que representan el e scud o nacional, el poder pre sidencial o la efeméride del 15 de septiembre, sobresale el gorro f rigio de los re volucionario s f rance se s de 1789. En otro s grabado s y pinturas la pat ria apare ce con ata vío s republicanos, o imita en su pose y en los sím bolos la s repre sentacione s de la Marianne fra nce sa (Fig. 22 ).

LA PATRI A UNIDA DE M ÉXI CO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS La meditación sob re lo s orí genes y la identidad que recorre estos año s condujo a una revalo ración crítica de la m em oria histórica. L a revi sión intensa del pa sado y el e scrutinio de la s diferencia s, negacione s y cont radiccione s que se ad vertían entre una épo ca y ot ra, llevó a la genera ción de la Refo rm a a proponer una nue va interpretación del de sarrollo histórico de la nación. Jo sé María Vigil y otro s intelectuales habían observado que la conden a y e xaltación del pasado pre hispánico, por un lado, o el vituperio del Virreinato com o una época dom inada por el oscu ranti smo religioso, por el otro, eran obstáculos form idables para el conocimiento de la propia historia, y motivo de discordia ante s que de unión ent re lo s m exicano s (Fig. 23).

Vicente Riva P alacio, el desta cado político, pe riodi sta, no velist a y defen sor arm ado de la patria llegó a la m ism a conclusión y fue el prim ero en diseñar una gran empresa hi storiado ra que le brindara unidad y coherencia a los di stintos pa sad o s del paí s, que entonce s conte ndían uno contra el otro. Riva Palacio im aginó un libro que cont ara la s diversa s hi sto ria s de la nación bajo un hilo conductor unitario. El libro que di señó ha bría de ser, como reza su subtítulo, una "Hi st oria ge neral y completa del desen volvimiento social, político, religioso, m ilitar, artístico, científico y literario de México desde la antigüedad m ás rem ota ha sta la época a ctual". Para su realización convo có a un grupo selecto de escritore s, histo riadore s y editore s, y con e sos recurso s compu so la prim era gran obra colectiva del d evenir hi stó rico de México, de sde los tiempos p rehi spánico s ha sta la Ref orma. (Fig. 24). Tre s ra sgo s abona ron el éxito inusitado de e ste libro. P rimero, Mé xico a t ra vés de los siglos integró en una misma obra los di stinto s pasa do s del paí s. En lugar de estar di stanciado s o de cho car y pelea r ent re sí, el pa sado p rehi spánico, el Virreinato y la épo ca m oderna comparecían unidos en e st e libro, formando di stinta s etapa s de un m ism o de sa rrollo nacional. El segundo logro de México a t ravés de los siglos fu e p re se ntar estos distinto s p a sados com o si fo rmaran parte de un m ismo proce so evolutivo, cuyo tran scurso iba forjando la de seada integraci6n y cumplía las “leye s inmutables del p rog reso”. La idea de evolución que p redom ina en esta obra le da su stento a la te sis que propone una lenta fu sión de la población nativa con la europea y la p rog re siva integración del territorio, y hace concluir e sos proceso s en la funda ción de la república, en la con stitución de la nueva n ación (Fig.25). El tercer a cierto de México a tra vés de los siglos debe atribuirse a su en voltura. Su s cinco lujosos volúmenes re sum ían el conocim iento acum ulado sobre el inmenso pa sado en capítulos escrito s en una p rosa clara, pre ci sa y aleccionado ra. L a exp o sición tem plada y ecu ánime de los episodio s m ás dramático s que había vivido el paí s, aunad a a la cualidad de se r la primera ob ra abarcadora de todos sus pasado s, la convirtieron en el relato ejemplar de la historia mexicana. A esta s virtu des se sum ó un de spliegue iconog ráfico que no se había vi sto nun ca ant e s en libros de histo ria. Vicente Riva Palacio cuidó en person a que toda la obra estu viera ilust rada con dibujo s, grabado s y litografías del pai saje, los m onumentos y las ciudade s, retrat o s de pe rsonaje s, copias de documento s, m apas, autógrafo s y t estimonios g ráfico s que por sí mismo s repre sentaban diverso s e scenario s d e la histo ria de la nación (Fig. 26).

LA FIES TA DE L CENTENARI O DE LA I NDEPE NDENCIA Y LA E XALTACI ÓN DE P ORFI RIO DÍAZ La com pulsión de crearle una identidad hi stó rica y cultural a la na ción independiente fue una ambición compartida por los gobiern o s conservado res y liberales. Pero sólo b ajo el largo gobie rno de Porfirio Díaz hubo la p az y la di spo nibilidad económica pa ra imprimirle a la recupe ración d el pasado un nue vo aliento. De sde el prim er gobierno de Dí az se m anifiesta un interé s decidido por apoyar el e studio del pa sado remoto y se asi ste a una revaloración de la s cultu ras indígena s. Entre 1870 y 1910 la s imágenes que provienen de este pa sado se t ran sformaro n en iconos nacionalista s y en em blema del Estado po rfiriano. Bajo la dire cción del histo riador Fran cisco d el Pa so y Tronco so, y con el apoyo de Just o Sierra en la Secreta ría de Edu cación, el antiguo Mu seo Me xicano vino a ser un edificio privilegiado en el e scena rio cultu ral de la capital y un ce ntro de acumulación de conocim ientos y form ación de nuevas especialist as en historia, lingüística, etnografía y arqueología. Du rante la s fie sta s que celebraron el Centen ario de la Independencia este m useo fue uno de los luga res má s concu rridos. Enton ces se t ran sformó su contenido y se inaugu raron nuevas sala s, dedicada s a la historia antigua, el virreinato y la república. Por prim era ve z lo s di stintos espacio s del muse o most ra ron el desenvolvim iento histórico del país, siguiendo la secuencia cron ológica e stablecida por Mé xico a t ravé s de los siglos. Pero la pieza fuerte e ra la Sala de Monolitos, el área más espaciosa, donde se habían reunido las ob ra s monum entales de la Piedra del Sol, la Coatlicue, la llamada Piedra de Tizoc, un Cha c M ol, la cabeza colo sal de Coyolxauhqui, una se rpiente emplum ada y otra s e scultura s de g rande s dimensione s (Fig. 27). Así, po r ob ra de un cuidado so de spliegue museográfico, lo s m onumentos de la antigüedad, sobre todo los de estirpe a zteca , pa saron a ocup ar el lugar de sím bolo s de la identidad mexicana. En esta n ueva concepción del museo la recupe ración del pa sado se convirtió en un inst rum ento podero so de identidad nacional y el m useo en un santua rio de la historia patria. A su vez, la hi storia pat ria vino a se r el eje de un pro grama escolar que t ransmitió la idea de una memoria nacional asentada en un pa sado compartido po r los diversos com ponentes de la población (Fig. 28). Así, a lo largo de un p roce so com plejo y mediante una imbricación ent re las antigüedade s, la pintura, la litografía , el g rabado, el libro de hi storia, el m apa, el mu seo y lo s m edios modernos de difu sión, se creó una nue va imagen del paí s (Fig. 29 ). En la s ca rta s ge ográ fica s el territorio apareció claramente dem arcado, con la particularidad de que su s diversas regione s tenían una identidad y un pasa do propio s, pues una se rie de e stam pa s mo st raba su rost ro cambiante a través del tiem po, su s pai saje s y personaje s icónicos, anudados e n el hilo de la historia nacional. No es un azar qu e poco después de la guerra de 18 47 y de la inva sión france sa surgie ra una reco nst rucción del pa sado que “imaginó” a un país variado y si n embargo único en Los mexicanos pintados po r sí mi smos (1855), México y sus alrededore s (1855 -1856 ), La s glorias n acionales (1867-1868 ), México y su s costu mb res (1872), Ho mb res ilust res me xicanos (1873 -187 5), ha sta culm inar con la suma de toda s e sas recupe ra cione s, el Atlas pinto resco e histórico de Los Estados

Unidos Mexicanos (1855) de A ntonio Ga rcía Cubas, publicado en 1885 (Fig.30). El Atlas de García Cubas inco rpo ró en sus página s estos variado s intento s de re pre sentar en imágenes la hi storia d e la nación, pue s fue concebido como una galerí a donde se escenificaba la con st rucción de la república. Contenía un catálogo de su s fi sionom ías ha sta entonces reco nocida s: la carta política, etnográfica (Fig. 31), ecle siá stica, orográfica, hidrográfica, marítim a, agrícola y minera, cada una ilustrada con su s ra sgo s fí sico s e hi stó rico s sobre saliente s. Por prim era vez repre sentaba una ca rta arqu eológica, acompañada de los m onumento s notable s que albergaba el M useo Nacional. Incluía también una carta política del reino de la Nueva E spaña, escoltada por una galería de lo s virre yes. Así, el territorio, los di stinto s pasados y la va riada situa ción actual apare cían integrado s en un solo libro que de sde entonces adquirió la fama de com pendio de la mexicanidad, una sue rte de relicario laico de lo m exicano (Fig. 32 ). De e ste modo, mediante el uso alternativo de la pintura, el periodism o g ráfico, los monum ento s públicos, el museo, el mapa, el calendario cívico y el libro, los gobiernos de fine s de siglo imprimieron en la población la im agen de un M éxico sustentado en un pasado antiguo y glorioso, próspero en el pre sente y pro yectado hacia el futuro, como lo expresa con gran fue rza una alegoría de Ca sim iro Ca stro del México independiente (Fig. 33). La celebración del Centenario de la Independencia en septiembre de 1 910, vino a se r la coro nación del imaginario nacionalista fo rjado por los político s e intelectuale s del porfiriato. E sta apoteo si s del pat rioti smo fue cuidado samente planeada , de tal m anera que una po rción d el excede nte económ ico generado en ese tiempo se aplicó a los cost oso s m onumentos y obras publicas q ue enton ce s se inaugu raron, así como a la s innumerable s re cep ciones, cerem onia s, conferencia s, cong re sos, de sfiles, p aseo s exp o sicione s que hicieron de esa conm em oraeión la más lucida en la hi storia de los f asto s nacionales. El Cent ena rio de la Independen cia se celeb ró en todo el territorio, pero lo s fe stejo s significativo s tu vieron luga r en la capital de la república, com o lo muestra la Crónica oficial de esa efeméride.

LOS FESTEJOS DEL CENTE NARI O Y LA E XALTACI ÓN POLÍTI CA DE PORFI RIO DÍ AZ Los fe stejo s del Centena rio comenzaron el 14 de septiem bre de 191 0 con una g ran procesión cívica fo rm ada por tod os los sectore s de la so ciedad y un hom enaje luctuoso a los resto s de lo s héroe s de la Independe ncia en la Cated ral. El día siguiente tuvo luga r el tradicional desfile, que en esta o casión of re ció una representa ción de los momentos fund adore s de la nación: la Conqui sta, el Virreinato y la Independencia. En la noche tuvo lugar la ce remonia del grito, enm arcada por la novedad e spectacular de la iluminación eléctrica. El día siguiente se inaugu ró la Colum na de la Independencia (Fig.34), el monum ento que por su grandiosidad y simbolismo se con virtió en el icono de la nación moderna. En su base, e sculpida s en m árm ol de Carrara, de sta caban la s figuras de Miguel Hidalgo, José María M orelos, Vicente Guerrero , Franci sco Javier Mina y Nicolás Bra vo, y su fu ste e sbelto e staba rem atado por la victoria alada, el sím bolo de la patria liberada. El 18 del m ism o m es se inaug uró el

monum ento a Benito Ju árez (Fig. 35) diseñado en e stilo neoclásico y realizado en mármol y bron ce, como la Colum na de la Independen cia. Mediante e ste monum ento solem ne, Porfirio Día z, enemigo político de Juáre z, recon oció la deuda que la república tenía con el impulsor de las Leyes de Refo rm a que estable cieron los fundam entos del E stado liberal y con el defensor de la integridad de la nación frente a la s ag resion e s im perialista s. El Paseo de la Reform a, con su s monumentos a Cuauhtémoc, Cri stó bal Colón, la estatua ecue st re de Ca rlo s IV, la Columna de la I ndepende ncia, y el m au soleo de Benito Ju áre z, e ra una sínte si s de los epi sodios con st ructore s de la nación, un libro que se leía p asean do y un hom enaje teatralizado a los héroes d e la patria. En la s fie sta s, inauguraciones y di scu rso s que describe la Crónica oficial, las palabra s canónica s fueron “independ encia”, “paz” y “p rog reso ”, vo ce s sim ilares a lo s lem as que identificaron el gobierno de Porfirio Díaz (Fig. 36). De esta m anera la conmemoración del Centena rio de la Independencia se transfo rm ó en un teatro escenificado con derroche de recursos en la capital del paí s y focalizado e n la persona d e Porfirio Díaz. En cada una de esa s ceremonias em ergía, en la e scena final, la figura imponente del presidente de la república, cuya im agen recorría luego la s capitales y ciudades del interior del pa í s, p royect ada por los medios de com unicación. La difusión de la imagen de Porfirio Díaz en lo s fe stejo s del Cent enario es una ob ra maest ra de p ropaganda política q ue m ere ce un estudio e specífico como repre se ntación teatralizada del poder pre sidencial. Aquí sólo m e referiré a las imágenes en las que Día z apare ce com o enca rna ción de la pat ria, la re pública o la nación (Fig. 37 ). La Crónica o ficial del Centenario y el Álbum grá fico de la re publica mexicana , contienen la m ejor colección de fotog rafías en la s que el presidente encabe za la s ceremonias, inaugu ra ciones, de sfiles, di scu rso s y hom enaje s a los héroes de la patria, a los fundado res de la república y a los defe nso re s de la nación. Al lado de la dilatada icon ografía oficial, Ca rlos Mon siváis rescat ó una magnífica colección de imágenes pop ulare s que dan cuenta de la profundidad que alcanzó e sta celebración en el imaginario colectivo. A sí, una se rie de e stam pa s y plato s pintados pre sen tan la imagen de P orfirio Día z com o general

victo rioso, icono nacional

rodeado de m onumento s y personajes

rep resentativo s, o pre sident e de la republica (Fig. 28). Ot ras imágene s lo m uestran acompañado por los miembros de su gabinete. Una cole cción de e stam pa s de m anufact ura popular, la s m ás num ero sas durante la s fie sta s del Centenario, p resenta el retrato d el presidente Díaz acompañado de las efigies de Hidalgo, Juárez o de am bo s, equiparán dolo con los fundadores de la nación independiente (Fig. 39). La clave que e xplica el e splendor de lo s fe stejo s del Centena rio es el tamaño y la fuerza alcanzado s po r el Estado po rfiriano (Fig. 40 ). En cont rast e con el perfil dism inuido de las fiestas que celebra ron la Independencia en 1821 o en la época de Juáre z, en 1910 son la s instituciones del Est ado (lo s m inisterio s o se cretarí a s, el ejército, los gobierno s e statale s y municipales y el aparato administrativo), lo s ejecuto res del va sto p rog ram a de celebracione s. El análisi s de la Crónica oficial de las fie sta s del Cente nario mue stra que en e st a s in stituciones de scan só la organiza ción del ext enso programa de fe stejos, la co ordinación de lo s m últiples sectore s,

buro cra cia s y grupos pa rticipantes, y la calculada efectividad de su realización. Co n perfe cto dom inio del arte de la m anipulación, Porfirio Díaz hizo coincidir el program a de fe stejos con la apertura de la s ob ras realizadas por su gobie rno, y con una se rie de expo sicione s que reunieron a los diverso s se cto res productivo s (agricultores, ganadero s, indu striales, comerciante s), y a los gremios de p rofe sionista s (educadore s, médico s, ingenieros, arquitecto s). E ste programa exhaustivo e incluyente culminó con la inauguración de un elenco de nuevas in stituciones educativas y cultu rale s: la Unive rsidad Nacional, la Escuela de E studios Superiores, el Con gre so Interna cional de Americani sta s, el M u seo Na cional de Arq ueología, Hi sto ria y Etn ología, el Mu seo Tecnológico Indu st rial, etcéte ra. De e sta manera la celebra ción del P rim er Centenario de la Independen cia se tran sfo rmó en una exaltación de las obra s re alizada s po r el gobierno de P orfirio Día z. Los fe st ejo s del Cent enario, adem ás de su proye cción internacional ante el cue rpo diplomático y los invitado s especiale s, y de su relación íntim a con los miembros d el gobierno el capital y la Iglesia, tuvieron una repercusión profunda en lo s se ctores medios y populare s (Fig. 41). Junto a los de sfiles, verb ena s, baile s, corridas de toro s y est allidos pirotécnico s, la Comisión del Centena rio promovió una pro paganda icono gráfica dedicada a e stos sectore s, que se t radujo en una colección de e st am pas que festejaban a los héroes de la patria o celebraban la De claración de Independencia firmada el 28 de septiembre de 1821 (Fig. 42 ). Durante los treinta día s que duraro n e stas fie sta s p roliferaron las medallas co nmemorativas y las imágenes patrióticas. La rica colección de estampas, bande ras, platos pintado s, anillos de puro s, ta rjetas postale s, juego s infantile s y artefact os con im ágenes de los hé roes de la independencia, y los emblem as de la patria, brinda una idea del alcance popular que tuvo e sta celebra ción y del manejo que de ella hizo el presidente Porfirio Día z. Señora s y señore s, los municipios y e stados de la Federa ción, los historiado re s y las institucione s a cadémicas, la s organizacione s políticas y la sociedad civil vamos a celebra r m uy pronto el bicentena rio de la Independen cia. Trabajemos junto s para q ue la conm em oración de la fundación de la República y del E stado nacional no sea la celebra ción del poder o del g obernante en turno. E sforcém ono s po r co nve rtir el di scu rso hegem ónico y centralista en un e spejo que refleje la pluralidad social y la diversidad regional y local que forjó a la nación. Corresp onde a no sotro s, los mae stro s, a los hi sto riadore s, a la sociedad civil, a las instituciones educativa s y cultu rale s, tran sformar la s di storsione s ideológicas y partidista s en re valoración crítica de n ue stro pa sado y en revaloración política del proyecto colectivo que na ció hace 200 año s y sigue siendo nue st ro sustent o re publicano y democrático.

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