entonces la imagen desde el punto de vista de la simbología, el primer aspecto que salta a la vista es la posición en la que se encuentra el sujeto

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Magdalena Frida Carmen Kahlo Calderón, más conocida como Frida Kahlo fue una pintora mexicana mayormente conocida por su obra autobiográfica. Nacida en Coyoacán, México, el 6 de julio de 1907, su relación con la pintura comenzó de manera más fervorosa luego de un grave accidente en su juventud que la dejo postrada durante largo tiempo. Su obra pictórica gira temáticamente en torno a su biografía, sus relaciones y su propio mundo. En los años que vivió, pintó aproximadamente unas 150 obras, en su mayoría autorretratos, hasta que murió a los 47 años en 1954. Aunque se movía en círculos artísticos y culturales importantes, codeándose con artistas de renombre como Picasso, Kandinsky o Bretón, que aclamaban su obra, sus pinturas alcanzaron fama y verdadero reconocimiento internacional después de su muerte, a partir de la década de 1970.

Este autorretrato de Frida Kahlo me parece sumamente atractivo y atrapante, no solo desde el punto de vista puramente visual sino también desde la simbología. A mi parecer es una imagen de muchísimo poder, en gran parte por la capacidad que la autora le imprime a sus pinturas de salirse del marco, de referirse a ella misma y a su mundo. Sus imágenes son novedosas, su forma de pintar y de retratar tienen una originalidad remarcable, al mismo tiempo que la subtextualidad de la obra sigue hoy en día vigente. La obra “Autorretrato con collar de espinas” es un óleo sobre lienzo de 63,5 x 49,5 cm, pintado en el año 1940. Frida se pinta a sí misma de frente. Lleva una simple camisola o vestido blanco, y a modo de collar una corona de espinas, que se hunden en su cuello y la lastiman. Colgado del collar de espinas hay un colibrí muerto. Detrás de su hombro izquierdo reposa un gato negro, que parece estar acechando al colibrí. En su otro hombro hay un mono también negro que sostiene una rama del collar de espinas. Tiene atado en su cabeza un pañuelo violeta con dos mariposas plateadas por encima. Más arriba flotan dos flores con alas que se asemejan a unas libélulas. De fondo, un muro de plantas tropicales con exagerada textura en tonos verdes vibrantes y una pequeña porción de cielo, o pared, dan marco a la cara de Frida y sus animales. Utilizando la escala de iconicidad propuesta por Moles, esta obra pictórica pertenece al nivel 5 de iconicidad, específicamente al de la representación figurativa no realista. Según ésta, se mantiene la identificación pero las relaciones espaciales están alteradas, entrando en juego la representación simbólica o alegórica. Si bien este autorretrato mantiene razonablemente las relaciones espaciales, la carga simbólica es enorme y en cierto punto sobrepasa la representación misma. Casi todos los elementos que Kahlo incluye en esta obra tienen un simbolismo particular. Analizando 2

entonces la imagen desde el punto de vista de la simbología, el primer aspecto que salta a la vista es la posición en la que se encuentra el sujeto de la obra. La mujer se pinta de forma totalmente frontal, siendo su rostro el punto focal de la imagen. Por esto se puede interpretar que Frida se valoraba como mujer y como persona, por lo que no teme ponerse en el punto central. También, esto puede representar que necesita atención, por lo que se hace ver. El hecho de estar totalmente de frente y mirando directo al espectador es uno de los factores que le dan tanto poder a la imagen, en la que la autora se pone en evidencia, sincerándose, y dejando ver algo de su vida, tal vez en espera de que el espectador se comporte de manera similar como tal y no sea un observador indiferente. Los ojos de Frida penetran al espectador, casi interrogándolo, incluyéndolo en la obra. Es notable que este aparente ‘contacto visual’ no se asemeja a aquel tan utilizado, por ejemplo, en la pintura renacentista, en la que los sujetos retratados parecían mirar perdidamente al espectador. Aquí la mirada es directa, frontal y verdadera: Frida mira intencionalmente a su observador. De la misma forma, vemos al sujeto del retrato en su belleza más pura y transparente, sin maquillaje y revelando toda la verdad de su rostro. Desde las crecidas cejas, el pequeño bigote, las mejillas enrojecidas hasta su piel mestiza y las arrugas en su cuello, todos son elementos que nos permiten verla sin tapaduras, exponiéndose ante ese ojo observador. Es conocido que Frida Kahlo fue una gran partidaria de la belleza natural y del orgullo de ser mestiza y mexicana. Sobre el resto de los componentes de la imagen, resalta el collar de espinas con el colibrí colgante. En algún punto, Kahlo parece haber estirado la corona de espinas de Jesús, llevándola como un collar, presentándose casi como una mártir. Más aun, algunas espinas están clavadas en su cuello, que sangra. Observando el contexto de producción de la obra, se destaca el hecho que en 1939 Frida se divorcia de su marido, el muralista Diego Rivera, luego de muchos años de relación. Así entonces, una de las posibles interpretaciones de la corona de espinas que la lastiman puede ser la tristeza y el sufrimiento que le provocó la separación de su marido. Otro elemento que también es sumamente simbólico es la presencia de varios animales. En todas las culturas los animales acarrean una gran carga simbólica, y en este cuadro ciertamente también. El gato negro es símbolo de mala suerte o mal augurio, y éste en particular parece estar acechando al colibrí. También, el gato esta posado sobre el lado izquierdo, el mismo del corazón, tal vez representando la mala suerte en el amor. En el hombro contrario hay un mono de colores tendientes al negro, que tiene en sus manos una rama del collar de espinas. Haciendo una vez más referencia al contexto, Frida tenía un mono como mascota, regalo de su esposo Diego. Es claro que la expresión del mono es apacible, en contraposición con la del gato, a quien vemos mucho más 3

concentrado y tenso. Debido a un accidente fatal en su adolescencia, Frida no podía concebir, por lo que la presencia de este mono puede significar tanto un recuerdo de su esposo como la representación de los hijos que nunca tendría. Cabe destacar que ninguno de los dos animales anteriormente mencionados está realmente sobre la imagen de la mujer, sino que aparecen detrás, a la altura de sus hombros. Esto aumenta la carga simbólica – y en algún punto surrealista – de la obra, ya que pone en duda la ‘existencia real’ de estos personajes dentro del mismo cuadro. De la misma forma, encontramos también un colibrí muerto colgando del collar de espinas, cuyas alas imitan la forma de las cejas del sujeto. En la tradición folklórica mexicana, los colibrís muertos eran usados como símbolos de buena suerte en el amor. La pintora incluye aquí un componente de esperanza, haciendo alusión también a la cultura mexicana, a sus raíces. Otro símbolo que también remite al folklore mexicano es el peinado recogido - característico de las mujeres de su país. Las mariposas y libélulas de alrededor no solo agregan otro elemento de la naturaleza que la autora tanto parece admirar, sino que también incorporan, de alguna manera, la libertad, expresada en la capacidad de volar que tienen estos insectos.

En cuanto a la composición, la imagen está constituida por dos grandes bloques: el de Frida y los animales, y el del fondo de plantas. Sin embargo, este “Autorretrato con collar de espinas” no pretende transmitir una sensación de profundidad, por el contrario, es intencional no buscar en exceso la tridimensionalidad aparente: esta imagen no tiene perspectiva. Es en este punto donde estriba parte de la belleza: la imagen de Frida se integra y forma parte del fondo – y vice-versa, traduciéndose la como un todo, como una unidad indivisible, ajena del tan reiterado concepto de ‘figura y fondo’. Los colores que describe son vívidos aunque tienden a los claros, dándose el mayor contraste entre el tono de la piel de Frida y los vibrantes tonos verdosos del muro de plantas. Hay un equilibrio entre colores cálidos y colores fríos, aunque la variable dominante es la cálida, dada por el punto focal que es el rostro de la mujer. La obra presenta una simetría general. La composición es equilibrada y las líneas principales son circulares y predominan las curvas – el contorno del rostro de Frida y sus hombros, las formas del gato y el mono, el pañuelo en forma de infinito, las espinas, las hojas del fondo. Según la materialidad de las imágenes pertenece a las Imágenes creadas y al registro por adición, ya que se vale de utensilios – pinceles, oleos – y de un soporte como el lienzo donde se representa la imagen.

Con respecto a la dimensión espacial y temporal, el espacio plástico de la imagen no hace referencia a ningún lugar en particular, sino que la única inferencia posible es 4

referirnos a que ese espacio que describe la imagen tiende a la realidad debido a que la mayoría de las ‘leyes’ de ésta última se ven respetadas, aunque existen ciertos elementos como las flores-libélulas que lo alejan del plano real inminente. De la misma forma, tampoco hay una referencia directa al tiempo de la imagen, aunque por el contexto puede inferirse que se refiere al momento de la vida de Frida Kahlo en el que se divorcia de Diego Rivera. Esta obra tiene igualmente un carácter atemporal bastante marcado. La firma de la autora y el año están posicionados en la esquina superior derecha de la imagen, sobre lo que parece ser el cielo o una pared. Es notable que la firma esté hecha sobre una pequeña área de un color más claro, que la hace resaltar. El sujeto principal de la obra está encuadrado en un plano medio abierto, o plano pecho, en el medio del cuadro, con aire sobre su cabeza pero con los hombros casi pegados a los bordes del cuadro. La variable que predomina es la vertical, estando el punto de vista casi frente a frente con el sujeto retratado, referenciando los retratos religiosos y también, en cierto sentido, las fotografías postmortem. En cuanto al espacio real de la imagen, este óleo sobre lienzo de 63,5 x 49,5 cm se exhibe actualmente en la colección de arte del Harry Ransom Humanities Research Center de la Universidad de Texas, en Austin, Texas, Estados Unidos. La obra originalmente no tenía un marco real, pero en la actualidad es exhibida, en parte por protección, con un marco negro liso.

En la primera imagen de Frida Kahlo, se destaca la crudeza de su propia retratación, con todos los rasgos naturales de su rostro, presentándose de forma directa, expresando sus sufrimientos, recuerdos y sentimientos. La identidad de de la mujer es el cuadro todo: Frida se resume como mujer y como persona en este y en todos sus retratos. Los animales y objetos que la rodean también hablan de ella, la componen, todos dicen algo de su vida, de sus sentimientos. La simbología con la que trabaja la autora es notable, siendo capaz de conceder significado en varios niveles: a un nivel puramente visual, a un nivel simbólico personal, y a un nivel simbólico general. El hecho de que sea un autorretrato incrementa muchísimo el poder de la imagen, puesto que dentro de la lectura de la obra no solo convive entonces lo visual y lo simbólico sino también lo autorreferencial, tanto visual como simbólicamente. En contraposición, la segunda imagen presenta la figura de Frida como objeto de veneración, sujeto del consumismo que ostenta su vestimenta y su belleza casi perfecta. Algunos de los símbolos mas importantes se pierden, siendo reemplazados por otros que sirven solamente de mero placer visual. Frida esta ahora representada como una modelo, tapa – y edición especial – de una revista de las mejores revistas 5

de moda; la Vogue. Todo el significado que esto acarrea va totalmente en contra de todo aquello contra lo que luchaba Frida, partidaria de la belleza simple y natural, siendo representada en esta tapa editorial como una bella mujer con mucho maquillaje y un caro atuendo de diseñador, luciendo también ostentosas joyas. A diferencia del autorretrato original, en el que Frida se retrata a ella misma exponiendo su sufrimiento por la separación de su esposo y todo lo relacionado con el mundo del amor, la portada de Vogue la reduce a una simple parte de un canal de comunicación, que pretende vender belleza y perfección, donde el amor no cuenta demasiado. De un ser que expone su sufrimiento y su mundo hacia otro que, contrariamente, lo esconde, reduciéndolo todo a la apariencia exterior. Para que la nueva hiperimagen adquiriera un sentido de parodia e ironía, lo que hice fue intervenirla totalmente. Lo que primero quise hacer fue modificar su naturalidad para hacerla excesivamente linda, tomando en cuenta los cánones de belleza de nuestra época. Para ello, suavice y tonalize su piel para volverla más perfecta y más clara; maquille sus ojos agregando marcadas pestañas largas y sombra de ojos, pinte de un color fuerte sus labios, borre su bigotes y levante las comisuras para insinuar una sonrisa, para finalizar achicando sus cejas. A continuación, elimine el collar de espinas y el vestido blanco suelto, reemplazándolos por un gran collar de diamantes y un vestido ceñido de líneas limpias y modernas. Agregue también un turbante que envuelve su cabeza, tapando el peinado anterior y las mariposas. En combinación con el collar, colgué de sus orejas un par de aros. Para finalizar, borre el fondo de plantas reemplazándolo por un fondo blanco impoluto, y agregue la gráfica característica de la revista Vogue, dándole cierre al sentido banal y superficial de la nueva Frida. Sin embargo, la segunda imagen conserva algunos vestigios de su origen, de su simbología madre, que opte por conservar o resignificar para darle más profundidad a la hiperimagen así como para asegurarme de que ésta conservara algo de la Frida original, en algún punto en forma de homenaje. Entre ellos, la textura de las hojas del mural de fondo que se repite en parte del vestido a modo de estampado, los aros que tienen colgando figuras metálicas de un mono y un gato, y por último, el lugar de producción de la revista: México. En la hiperimagen quise representar la vanidad y frivolidad que abunda en la sociedad, que suele imponer como imagen de perfección y naturalidad a modelos y cuerpos que de forma natural son imposibles de imitar. En esta era del consumismo que se alimenta desmesuradamente y de forma poco sana de la publicidad y la moda, tomando como base la idea – por demás falsa, por cierto – de que la felicidad depende de la adquisición de productos y que el cuerpo perfecto es el más alto y delgado posible. De la misma forma, se intenta imponer que una persona es más feliz si 6

compra un producto caro, y que cuanto más caro mejor y más felicidad. A la vez, con la hiperimagen se hace una clara parodia a la Frida Kahlo original, con sus auténticos valores, planteando al mismo tiempo una crítica hacia la sociedad de hoy y especialmente a entidades del tipo de la mencionada revista, que basan su completo funcionamiento y objetivo en inculcar valores poco sanos. También, el hecho de que la nueva imagen pierda el carácter de autorretrato también suma a la ironización de la obra y al vaciamiento de sentido, tan relacionado con la vanidad y frivolidad de, entre otras cosas, la sociedad de hoy. En algún punto, la hiperimagen representa todo aquello que Frida Kahlo no hubiera querido ser: artificialmente bella, producto de la sociedad de consumo, objeto de admiración o simple placer visual, medio de venta. Siguiendo esta línea, Frida era abiertamente comunista, y hubiera detestado estar relacionada con un producto de la sociedad consumista y de elite como la revista Vogue. Así y todo, a la nueva Frida se la ve radiante, lo que plantea una pregunta que compara y pone en duda cual de las dos es ‘mejor’. El espectador se ve incluido, entonces, no solo por su capacidad de referirse al original “Autorretrato con collar de espinas” sino también porque lo invita a comparar ambos sujetos y a cuestionarse cuál de las dos es más bella, y cuál de las dos bellezas es mejor, si es que existe alguna respuesta.

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