Entre 1910 y 1920 México conoció a cuatro

Ensayos Militar o político: la imagen del presidente durante la Revolución Marion Gautreau Entre 1910 y 1920 México conoció a cuatro presidentes el

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Militar o político: la imagen del presidente durante la Revolución Marion Gautreau

Entre 1910 y 1920 México conoció a cuatro

presidentes electos por medio de sufragios de niveles democráticos variables, a un presidente golpista y a varios presidentes interinos. La sucesión de personajes en el puesto político más codiciado fue el resultado de una década de luchas fratricidas para imponer nuevos ideales socio-políticos. La rapidez con que sucedían los acontecimientos provocó cambios frecuentes y muy bruscos en la cúpula del poder. Aquel torbellino de triunfos y derrotas hizo que la figura del presidente de la República se tambaleara. En su tesis sobre la fotografía del zapatismo, Ariel Arnal señala:

sidencial” es extremo porque sólo el presidente Porfirio Díaz es representativo del mismo. No es sino hasta bien entrada la Revolución —alrededor de 1915— cuando el “tipo fotográfico presidencial” fundado por Porfirio Díaz comienza a resquebrajarse para dar paso a otros nuevos. 

El sujeto que busca su individualidad por medio de la imagen gráfica, puede incluso llegar a construir su propio y particular “tipo social”. El caso extremo de esto es lo que denomino el “tipo fotográfico presidencial”, donde es Porfirio Díaz, y sólo él, quien construye paulatinamente el esquema fotográfico de acuerdo a lo que pretende ofrecer de sí públicamente. El “tipo fotográfico pre-

Esta aseveración será el punto de partida para la reflexión sobre la representación fotográfica del presidente en la prensa ilustrada de la Ciudad de México, de la sexta reelección de Porfirio Díaz a la llegada al poder de Álvaro Obregón. Según Ariel Arnal, al iniciarse la Revolución ya existía en México un “tipo fotográfico presidencial” que encarnaba Porfirio Díaz, el cual sufriría algunos cambios decisivos únicamente después de 1915. Esto significaría, siempre según Arnal, que Venustiano Carranza, primer presidente electo después de esa fecha, desarrollaría un nuevo “tipo fotográfico presidencial” que rompería con los esquemas previamente conocidos y difundidos. Esta hipótesis es la que intentaré verificar, partiendo de la caracterización del tipo fotográfico porfirista y comparándolo

 El diccionario de la Real Academia Española sólo acepta el concepto de figura como representación del cuerpo humano para la pintura, la escultura y el dibujo. Extiendo esta acepción de la palabra a la fotografía.

  Ariel Arnal, “La fotografía del zapatismo en la prensa en la Ciudad de México, 1910-1915”, México, tesis de maestria en la Facultad de Historia de la Universidad Iberoamericana, 2001, pp. 37-38.   La sexta reelección desde 1888.



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con las imágenes de los sucesivos presidentes mexicanos publicadas hasta 1920. El “tipo fotográfico presidencial” porfirista No es de extrañar que Porfirio Díaz, presidente de México de 1877 a 1911, haya sido el primero de los mandatarios en desarrollar de manera consciente y meticulosa un modelo fotográfico propio. El periodo de treinta años en que ocupó la silla presidencial fueron claves para la difusión de la fotografía en la prensa, mientras la modernización de las técnicas para reproducir imágenes hizo posible la reiterada publicación de fotografías e impulsó el dinamismo de las revistas ilustradas. Para 1910 ya era común encontrarse con imágenes de los principales representantes políticos o de los acontecimientos relevantes de la semana en las páginas de los medios impresos. Porfirio Díaz, un hombre acorde con la modernidad de la época en que vivió y gobernó, supo aprovechar la oportunidad que le ofrecía la prensa para difundir su imagen cada vez que la actualidad lo requería. Al saberse fotografiado constantemente cuidó en extremo su figura y su imagen, al grado de que no encontramos en ninguna ocasión una fotografía de Porfirio Díaz que lo ponga en ridículo o deje entrever algún sentimiento, ya sea de alegría, de tristeza o de cólera. Hay una gran constancia en la actitud del presidente a lo largo de treinta años en el poder y de protagonismo periodístico y fotográfico. El “tipo fotográfico presidencial” porfirista cumple con las siguientes características: seriedad (o ausencia de emociones), solemnidad, pulcritud y predominio de lo militar sobre lo político. En todos y cada uno de los retratos de Porfirio Díaz observamos la gravedad de su rostro: la sonrisa se mantiene ausente de su vida pública, lo que subraya el carácter frío, el autoritarismo y la mano dura, aspectos del personaje que lo  Con la excepción del periodo 1880-1884, en el que asume la presidencia Manuel González. 

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acompañaron sin quebrantarse jamás. En sus poses, el presidente da inevitablemente una imagen de sí mismo digna y solemne; lo vemos erguido, con la cabeza alta, la mano a veces apoyada en el bastón pero con fuerza, no como una ayuda al que flaquea, sino como un instrumento más del poder y la autoridad, a la manera del cetro de Tritón (ilustración 1). Su atuendo, ya sea traje o uniforme militar, es siempre impecable y no parece sufrir de la incansable actividad de don Porfirio. En definitiva, el “tipo fotográfico presidencial” porfirista podría tener como característica suprema la imposibilidad de encontrar defecto alguno en cualquiera de las imágenes publicadas del presidente; es un tipo fotográfico intocable o que por lo menos aspira a serlo. La preocupación de Porfirio Díaz por su imagen pública también se observa a través de una predilección por los retratos de estudio. Varias de las fotografías publicadas por los principales medios provienen indudablemente de los más prestigiosos estudios fotográficos de la época; en ellas el presidente aparece en un decorado ficticio, con objetos simbólicos, de pie o sentado, en las típicas poses mostradas por el retrato decimonónico. Estas fotografías, tomadas con calma, cuidadosamente estudiadas y retocadas, colocan a don Porfirio en la solemnidad del retrato oficial, de la imagen generada con un fin determinado: el de ofrecer al pueblo mexicano un semblante a la vez impasible, patriarcal y firme. A lo largo de sus treinta años en el poder acudió cuando menos diez veces al estudio, por lo que existen distintas versiones de un mismo mensaje fotográfico (ilustración 2). En la portada a color de El Mundo Ilustrado del 2 de abril de 1911 aparece un retrato de Porfirio Díaz realizado por el estudio Valleto Hermanos. El presidente viste un uniforme con las numerosas condecoraciones militares recibidas durante su carrera en el ejército. En la mayoría de estos retratos, en particular los tomados antes de 1900, el presidente de la República apa  Esta característica fue quizás una de las razones que ayudó al desarrollo de la crítica del porfirismo a través de la caricatura, en particular en el periódico El Hijo del Ahuizote.

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rece como un personaje militar. Su destacado comportamiento en la batalla de Puebla en mayo de 1862, así como en varios otros combates, forjaron su fama de eficiente jefe de tropas. Un siglo después, cuando Gustavo Casasola publica su Biografía ilustrada, en la breve introducción del tomo Porfirio Díaz es presentado como militar antes que como político: Porfirio Díaz, que dejó la carrera de las letras por la de las armas llegó a ser uno de los mejores generales; fue un admirable guerrillero; un militar que infundía respeto y daba ejemplo a sus tropas; poseía la cualidad de ser un buen administrador; fue leal a sus ideas liberales y a la patria. Este predominio del aspecto militar de su personalidad en las fotografías no fue en absoluto casual. Su llegada a la Presidencia de la República se dio gracias a la legitimidad de su carrera militar, y Porfirio Díaz no quiso romper con su estatuto anterior una vez llegado al poder. Manejó la gestión del país y su discurso político con la disciplina y la autoridad de un militar, y de alguna manera le convenía proseguir con esta imagen respetable que infunde el uniforme para generar aceptación y aprobación por parte de sus súbditos. Si bien a principios del siglo pasado suele predecir con más frecuencia los actos oficiales vestido de civil, sigue alternando con el uniforme y no lo abandonará jamás. A pesar de haber sido el primer mandatario político de la nación durante un tercio de siglo, Porfirio Díaz aparece casi siempre retratado como militar. Él no desmiente esta imagen porque es constitutiva de su figura pública y corresponde a los cánones que se había fijado en el ejercicio personal del poder. Esta última característica es sin duda una de las más significativas del “tipo fotográfico presidencial” forjado y encarnado por Díaz. Seriedad, solemnidad, pulcritud, intangibilidad y predominio de lo militar; a continuación se ana  Gustavo, Casasola, Hechos y hombres de México. General Porfirio Díaz, México, Editorial Gustavo Casasola, 1994, p. 1.

lizarán las fotografías de los sucesivos presidentes mexicanos entre 1911 y 1920 teniendo como referencia este modelo fotográfico. Adecuación y distanciamiento al “tipo fotográfico presidencial” porfirista Francisco León de la Barra: el predominio de lo político Inmediatamente después de la salida del presidente Díaz al exilio, su ministro de Relaciones Exteriores, Francisco León de la Barra, asume la presidencia interina. El Mundo Ilustrado anuncia el 28 de Mayo de 1911 su llegada a Palacio Nacional con un clásico retrato de estudio todavía sujeto a las reglas decimonónicas (ilustración 3). El fondo, aunque borroso, deja entrever las curvas de una decoración; el presidente aparece sentado, con perfil de tres cuartos, el rostro de frente y la mirada fija en el objetivo. Si bien las piernas cruzadas y la mano apoyada con negligencia en el respaldo de la silla son dos elementos que denotan una relajación mayor en comparación con la imagen del general Díaz, este retrato guarda un parentesco evidente con todos los retratos de don Porfirio publicados anteriormente. Francisco L. de la Barra permanecerá tan sólo seis meses en el poder, periodo en el que no altera de manera fundamental la imagen presidencial salvo en un aspecto relevante: la pérdida de todo carácter militar. Lo que llama la atención al revisar las fotografías del presidente interino publicadas entre mayo y noviembre de 1911 es la inexistencia del uniforme. Es un hombre cuya trayectoria en el poder no es consecuencia de una carrera en el ejército. Al contrario, representa el éxito de un hombre de letras y esa diferencia abismal entre el presidente interino y el dictador se refleja claramente en la fotografía. El “tipo fotográfico presidencial” porfirista no desaparece en absoluto durante el interinato; la seriedad y la solemnidad asociadas con el cargo presidencial siguen tan vigentes como antes. La gran diferencia es la supremacía de lo político en detrimento de la imagen militar anterior. El

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Ilustración 14. “Sr. General Porfirio Díaz, Héroe de la gloriosa jornada del “2 de Abril”, que acaba de conmemorarse por primera vez como fiesta nacional”, en El Mundo Ilustrado, 6 de abril de 1913.

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nuevo presidente electo, Francisco I. Madero, hará perdurar esta figura política. Francisco I. Madero: la consolidación de lo político y la introducción de la espontaneidad A pesar de que la elección de Francisco I. Madero, en noviembre de 1911, fue consecuencia directa de la batalla y los acuerdos de Ciudad Juárez en mayo del mismo año, la figura presidencial encarnada por el ““apóstol de la democracia” nunca se basa en el aspecto militar de su victoria. Francisco I. Madero se dio a conocer en México durante la gira electoral que realizó como candidato del Partido Antirreeleccionista y a través de su libro La sucesión presidencial en 1910, de vocación ideológica y programática. Su lucha por derrocar la dictadura de Díaz tuvo raíces políticas que no desaparecieron con la decisión de acelerar el proceso mediante las armas. La declaración de guerra fue para Madero el medio efectivo para llegar a su fin, no una meta en sí, por lo que en cuanto se firmaron los acuerdos empezó a licenciar a las tropas revolucionarias y nunca las reactivaría. Las únicas fotografías que dan cuenta de su actividad militar son aquéllas que informan acerca de los enfrentamientos en Ciudad Juárez, como en el caso de una plana publicada en La Semana Ilustrada el 7 de abril de 1911 sobre “la revolución” (ilustración 4). Se trata de una de las pocas páginas publicadas en la ciudad de México acerca del conflicto en el Norte y del nuevo hombre fuerte, a quien se le ve a caballo entre sus tropas y rodeado de otros jefes militares. En ambas ocasiones porta botas de caña alta y una chaqueta militar muy sencilla. No muestra galones ni condecoraciones. En la tercera imagen aparece sentado en la parte trasera de un coche y se protege del frío envuelto en un sarape. Tal actitud no es la de un militar firme y autoritario; al contrario, Madero no duda en mostrarse como un hombre sencillo al resguardarse del frío chihuahuense. Al igual que en las pocas fotografías que lo presentan

como jefe revolucionario, Francisco I. Madero no cuadra con la figura militar porfirista. Inclusive, durante el conflicto atiende los asuntos de la guerra vestido de civil, como en una fotografía en que saluda desde el umbral de una casa de adobe. El primado absoluto de lo político sobre lo militar fue una característica fundamental del presidente Madero y ello puede verse en sus retratos: desde su llegada a la ciudad de México y hasta el día en que fue asesinado, usará uniforme en contadas ocasiones (poco ostentoso), prefiriendo para todos los actos oficiales vestir traje civil, atuendo al que estaba acostumbrado antes de la Revolución. Por ejemplo, a la fiesta de premios del Colegio Militar o a la fiesta cívica del 5 de febrero de 1913, para condecorar a los militares, se presenta vestido de traje.10 Al igual que sus predecesores en el poder, Francisco I. Madero recurre a la fotografía de estudio en diversas ocasiones; sin embargo, en sus retratos no aparece el entorno del estudio, sino que aparece únicamente el busto sobre un fondo neutro, borrando así la solemnidad y el ambiente cargado que en general transmite la decoración. Este es el tipo de fotografía publicada por las revistas para presentarlo como el nuevo hombre fuerte o para anunciar su victoria en la contienda electoral (ilustración 5). La influencia de los retratos “tarjeta de visita” es todavía visible en estas imágenes, como en el caso de la portada de Revista de Revistas del 11 de junio de 1911, donde el presidente Madero mira al vacío, a un costado del objetivo.11 Como hemos visto, la imagen pública que ofrece el “apóstol de la democracia” difiere del  Revista de Revistas, 6 de julio de 1913.  Véase La Semana Ilustrada del 1 de mayo de 1912, cuando Madero presencia los ejercicios realizados por el cuerpo de voluntarios organizado por el señor Braniff.   Véase la portada de El Mundo Ilustrado del 10 de diciembre de 1911. 10  Véase la portada de La Semana Ilustrada del 11 de febrero de 1913. 11  Para una caracterización de los retratos “tarjeta de visita”, Véase Patricia Massé Zendejas, Simulacro y elegancia en tarjetas de visita, Fotografías de Cruces y Campa, México, inah (Colección Alquimia), 1998.  

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“tipo fotográfico presidencial” elaborado por Porfirio Díaz en la preeminencia de lo político sobre lo militar. Pero también se distingue de manera significativa en la falta de solemnidad, y hasta de respetabilidad, aspectos que se evidencia puntualmente en las imágenes. Los ejemplos más claros de ello puede verse en El Mundo Ilustrado, revista abiertamente conservadora y porfirista que no ve con buenos ojos la llegada de Madero a la presidencia. Por consiguiente, no se esfuerza en buscar la imagen más apropiada a la hora de informar sobre la vida política del presidente. Así, en la portada del 28 de enero de 1912, durante una visita a San Juan Teotihuacán, Madero es fotografiado junto a un grupo de personas mientras conversan. Abraza a una joven del hombro (el pie de foto no da ninguna indicación acerca de ella), en una actitud muy familiar y poco habitual en las fotografías presidenciales (ilustración 6). Esta relación natural que mantiene el presidente Madero con la cámara puede ser una de las consecuencias de la intensa cobertura mediática obtenida en Ciudad Juárez, donde Francisco I. Madero compartió su triunfo con fotógrafos y periodistas mexicanos y estadounidenses. La mirada de estos últimos fue en general benévola para con el movimiento antirreeleccionista,12 y de alguna manera el nuevo presidente ya se había familiarizado con la prensa y la cámara, por lo que tal vez se explique, eventualmente, el comportamiento relajado, espontáneo, y la expresión alegre que con frecuencia vemos en los retratos de Madero. Tanto con Francisco León de la Barra como con Francisco I. Madero predomina lo político, la imagen pública del presidente. Durante el interinato no se resquebraja en absoluto la solemnidad de esta figura del presidente y se mantiene el predominio del retrato oficial serio y rígido. El desgaste de tales características aparece con Madero y se convierte en un patrón fotográfico distinto: espontaneidad, ausencia de rigidez o 12  Véase Miguel Ángel Berumen, 1911: La batalla de Ciudad Juárez. II. Las imágenes, Ciudad Juárez, Cuadro por Cuadro/Berumen y Muñoz Editores, 2003.

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seriedad ante de la cámara, así como un distanciamiento respecto a la mirada ajena, son las nuevas reglas que rigen la actitud del presidente frente al objetivo, y seguramente contribuyeron a la falta de respeto mostrando por la prensa hacia Madero.13 En consecuencia, el “tipo fotográfico presidencial” porfirista adopta sus primeros cambios desde el interinato, y de manera más profunda durante la presidencia de Francisco I. Madero. Aquel modelo solamente recobrará su fuerza después de la Decena Trágica y el golpe de Estado del general Huerta. Victoriano Huerta: el regreso de lo militar y de la rigidez Gracias al desenlace inesperado de la Decena Trágica, en febrero de 1913 Victoriano Huerta llega al poder con el cargo de presidente interino. Destacado general del ejército federal bajo el mandato de Francisco I. Madero, con él surge nueva y vigorosamente el “tipo fotográfico presidencial” porfirista. Al igual que Porfirio Díaz, el general Huerta legitima su carrera política gracias a sus hazañas como militar. El triunfo en Chihuahua en julio de 1912 (frente a la rebelión orozquista) lo convierte en personalidad respetada y afianza su papel como guardián del orden al servicio del maderismo. En esta época en los medios impresos aparecen las imágenes del general Huerta vistiendo el atuendo de campaña, y en ellas destacan su seriedad y autoridad natural (ilustración 7). Una vez llegado a la presidencia, mediante un golpe de Estado apenas disfrazado, la imagen pública ofrecida por los medios corresponde punto por punto a la figura presidencial cultivada por el general Díaz: solemnidad, autoridad y un rostro inexpresivo aparentes. Su manejo del poder, intransigente, rígido y hasta amenazante se refleja en los retratos que llegan a las páginas impresas. Aunque aparece vestido de civil en varios 13  Esta falta de respeto se hizo patente en los periódicos satíricos o de caricaturas.

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actos oficiales, tampoco renuncia al uniforme, atuendo que lo define mejor que ningún otro (ilustración 8). Las fotografías del general Huerta publicadas durante su periodo de gobierno, que se prolongó hasta junio de 1914 sin la celebración de elecciones, fueron relativamente escasas en Revista de Revistas y La Semana Ilustrada. Ambas publicaciones parecen haber cumplido con el requisito mínimo para no despreciar al presidente, pero no se esforzaron en dar cuenta pormenorizada de sus actividades como primer magistrado; por el contrario, El Mundo Ilustrado recibió con alegría y alivio la noticia de su llegada al poder. Con el mismo respeto que guardaba hacia Porfirio Díaz, dicha publicación selecciona las imágenes para realzar la figura presidencial y representar su encarnación de la firmeza, la determinación y la falta de sentimentalismo en todo momento. En particular, la portada de El Mundo Ilustrado del 28 de diciembre de 1913 sintetiza tales características y es emblemática de un modelo fotográfico al que el general Huerta nunca dejó de hacer referencia (ilustración 9). La publicación en primera plana de un retrato del presidente para celebrar su cumpleaños es significativa de la devoción de la revista para con el general Huerta. El acercamiento de la cámara presente en esta fotografía no es muy común para la época y permite al lector enfocarse en la mirada del personaje, que permanece fija en el objetivo. El ceño fruncido, las mandíbulas crispadas, los ojos apenas entreabiertos y la determinación con que atraviesa el marco de la página son rasgos característicos de su personalidad y de la imagen que pretende transmitir al pueblo que está gobernando. Como en el caso de Porfirio Díaz, no hay magnanimidad o indulgencia en su rostro, únicamente fuerza y autoridad. Queda claro que el “tipo fotográfico presidencial” porfirista vuelve a surgir en la época del huertismo, creando así una continuidad entre ambos dictadores. No obstante, es importante subrayar que este modelo de figura presidencial experimentó sus primeras críticas entre 1911 y 1913, con las imágenes de Francisco León de la Barra y Francisco I. Madero publicadas en los

medios impresos. Después de la derrota de Victoriano Huerta y la lenta y progresiva ascensión al poder de los carrancistas y su primer jefe, la fotografía del presidente volverá a conocer nuevos cambios, paulatinos y hasta cierto punto discretos, pero irreversibles. Venustiano Carranza: retratos del primer presidente revolucionario La elección de Venustiano Carranza como presidente de la República tuvo lugar tardíamente, en marzo de 1917, después de dos años de encarnizados enfrentamientos entre las diferentes facciones revolucionarias. Sin embargo, entre 1913 y 1917 la figura de Carranza como primer jefe de la Revolución fue agigantándose, pues aun cuando no se había realizado todavía la nueva elección presidencial quien mandaba era él.14 Al estar involucrado en el sinnúmero de enfrentamientos armados que tuvieron lugar en esos cuatro años, la primera figura que presentó al público fue la de un jefe militar. A diferencia de Francisco I. Madero —cuya imagen surgió solamente dos años antes de su elección, en 1909— o de Victoriano Huerta —que se destacó en 1912, apenas un año antes de llegar al poder—, Venustiano Carranza fortaleció su imagen pública más de cinco años antes de recibir la aprobación del pueblo. El 12 de mayo de 1911 aparece en La Semana Ilustrada su primera fotografía: el famoso retrato en el que aparece los diferentes jefes revolucionarios maderistas en Ciudad Juárez (ilustración 10). 15 En esta plácida imagen histórica, en la que puede verse al grupo de generales revolucionarios que terminarán enfrentándose violentamente, Venustiano Carranza es sólo un hombre 14  Después de la caída de Huerta la Convención nombró varios presidentes interinos: Eulalio Gutiérrez, Roque González Garza, Francisco Lagos Cházaro. Sin embargo, el poder constitucionalista lo ejerció el primer jefe, al principio desde Veracruz, sede del gobierno provisional, y luego desde la capital de la República. 15  Para más información acerca de esta fotografía, véase Miguel Ángel Berumen, op. cit., pp. 59-65.

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Ilustración 15. “El Sr. Presidente de la República acompañado del Sr. Gobernador del Distrito, en el aerodromo de Valbuena, durante las pruebas del último domingo”, en La Semana Ilustrada, 3 de marzo 1911.

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mayor vestido de civil, discreto y relegado a un segundo plano en el borde de la fotografía. Nada deja suponer el papel clave que desempeñará en el futuro. Su figura militar empieza a cobrar importancia en 1913, al emprender una decidida lucha contra Victoriano Huerta. Pero las fotografías del primer jefe no abundan antes del verano de 1914 y la derrota de Huerta, pues las revistas seguramente cuidaban de no publicar nada que pudiera hacer peligrar su existencia durante el huertismo. En consecuencia, la entrada de Carranza en la capital se convierte en un acontecimiento de gran envergadura, en el que su figura militar es alabada y encumbrada. Aparecen entonces diversos retratos que singularizan al héroe de la Revolución y le otorgan visualmente el poder que ya tenía ante la opinión pública (ilustración 11). En la portada de La Semana Ilustrada del 1 de septiembre de 1914 podemos ver un retrato de Carranza, sentado en lo que parece ser la silla presidencial, donde se subraya el camino recorrido desde la batalla de Ciudad Juárez. Se trata de un retrato realizado por un destacado fotógrafo, donde todo el protagonismo recae sobre el único personaje. En esta fotografía el uniforme de Venustiano Carranza (siempre viste uno similar) es sencillo —carece de galones y condecoraciones— y bastante menos ostentoso que el de Porfirio Díaz o Victoriano Huerta. No parece buscar reconocimiento visible en la jerarquía militar, sino que a través de las armas desea concretar sus aspiraciones ideológicas. En ese sentido es relevante que la misma revista, La Semana Ilustrada, haya publicado dos meses antes una portada similar, un retrato de Carranza vestido de civil, con el siguiente pie de foto: “Señor don Venustiano Carranza. Jefe intelectual de la revolución constitucionalista”. Este detalle muestra que el primer jefe cultivó desde un principio las dos facetas de su figura pública: la militar y la política. De hecho, una vez electo abandonará casi por completo el uniforme. Este predominio de lo político a lo largo de su periodo presidencial, así como la ausencia de retratos de estudio al estilo decimonónico, conforman las principales ruptu-

ras con el “tipo fotográfico presidencial” elaborado por Díaz. El Universal Ilustrado, fundado el 11 de mayo de 1917 por Félix F. Palavicini y perteneciente a la nueva generación de revistas ilustradas, no publica un solo retrato de estudio de Carranza entre mayo de 1917 y mayo de 1920, cuando fue asesinado en Puebla. En el mismo periodo, Revista de Revistas publica solamente una imagen repetidas veces, pero insertada en forma de medallón, con lo cual pierde su carácter clásico y reglamentado y se transforma en mero recordatorio del rostro que provoca la noticia periodística. La solemnidad que revestía el mayor cargo político de la nación se fue desgastando con tantos años de guerra civil, y a pesar de haber obtenido una legitimidad a toda prueba el primer jefe ofrece una imagen accesible. En la cobertura fotográfica de sus años como presidente Carranza parece exento de la necesidad de asentar su poder por medio de una autoridad visual. La distancia ante el público lector y el pueblo se ha reducido considerablemente. Esta evolución de la figura presidencial autoriza la publicación de una imagen que contrasta con todas las otras fotografías de presidentes impresas hasta la fecha. En la sección “Notas de Sociedad”, el Universal Ilustrado publica el 10 de enero de 1919 una escena campestre en la que vemos al presidente Carranza con un grupo de niños, con los que parece estar jugando en un terreno árido rodeado de cactus. Tanto el lugar y los acompañantes como el hecho de no estar frente a la cámara sino de espaldas a ella, son elementos que denotan una libertad novedosa para el manejo de la figura presidencial. Venustiano Carranza no busca sistemáticamente, como lo pudo haber hecho Porfirio Díaz, controlar su actitud frente a la prensa, el pie de foto es el único dato que permite ubicar al personaje en su estatuto presidencial: “El señor Presidente repartiendo dinero entre los pobres en su reciente viaje a Querétaro”. Textualmente, se le da su título político y se justifica la situación con la explicitación de su gesto. El modelo fotográfico desarrollado por Venustiano Carranza pone de relieve dos característi-

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cas esenciales: una mayor confianza entre el Primer Jefe y la cámara, y una gran libertad de la prensa hacia el presidente. Esta libertad visual quedó plasmada, aunque no de manera fotográfica, en la portada a color donde Revista de Revistas anuncia la elección del general Álvaro Obregón para el periodo presidencial 1920-1924 (ilustración 12). Es una caricatura de Ernesto García Cabral en la que por definición se exageran los rasgos distintivos del personaje, como el prominente abdomen, su brazo ausente y la nariz respingada. Aunque este dibujo no denigra al nuevo primer mandatario, tampoco reviste la solemnidad habitual reservado para la figura presidencial, además de que no se preocupa por situarlo en un ambiente clásico de investidura pública como la Cámara de Diputados o el Palacio Nacional. Basta comparar esta portada con la publicada por la misma revista sobre la reelección de Porfirio Díaz para evaluar la distancia recorrida por la prensa ilustrada en la segunda década del siglo xx (ilustración 13). En esta última los rostros de Porfirio Díaz y Ramón Corral (vicepresidente electo) están separados por una Mariana con gorro frigio. En su cabeza se ve un águila con una serpiente en la boca, y el dibujo rectangular representa las torres de la catedral recortadas en el cielo rayado de nubes. Hay en este dibujo una serie de referencias — religión (por la catedral), republicanismo y libertad (por la Mariana), símbolos prehispánicos (el águila y la serpiente)— que de manera pomposa rinden homenaje al sempiterno presidente. Estos artífices ilustrativos se fueron perdiendo durante la Revolución con el establecimiento de un nueva relación entre los hombres prominentes del conflicto y la prensa (periodistas y fotógrafos). Francisco I. Madero y Venustiano Carranza fueron los vectores principales de estos cambios, pero también influyeron personalidades como Álvaro Obregón o Francisco Villa. La legitimidad de todos y cada uno de los presidentes electos en México hasta finales de los años veinte nació en el campo de batalla revolucionario. Las primeras imágenes que se difundieron de ellos fueron las militares. Esta par-

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ticular situación lanzó a los fotógrafos al exterior, perdiéndose las hasta entonces referencias habituales: el Palacio Nacional, la Cámara de Diputados, los salones de fiestas, las calles de la capital o la Plaza de la Constitución y surgieron nuevos escenarios: ciudades de provincia, campos áridos, sierras accidentadas, puertos, etcétera. Se impuso la obligación de tomar fotografías fuera de los estudios y en condiciones arriesgadas. Hubo que aprender a retratar al hombre fuerte del momento como parte de contextos desconocidos. Así se crearon nuevos encuadres que, de alguna manera, determinaron también las poses y las actitudes. Los desarrollos técnicos de la fotografía y la nueva generación de cámaras, con un tiempo de exposición muy reducido, permitieron la producción de imágenes instantáneas y de mayor espontaneidad. En esta acelerada y obligada evolución de la fotografía destinada a la prensa, la hipótesis de Ariel Arnal —que constituyó el punto de partida de este análisis— sólo se verifica parcialmente. El “tipo fotográfico presidencial” encarnado por Porfirio Díaz empieza a tambalearse muy rápidamente con la llegada a la presidencia de Francisco León de la Barra y de Francisco I. Madero. Las modificaciones sufridas por el modelo quizá no se hagan inmediatamente patentes, ya que Victoriano Huerta vuelve a apegar su imagen fotográfica a la del ex dictador, con rigor y fidelidad, entre febrero de 1913 y junio de 1914. Pero lo cierto es que a partir de 1915, y más aún después de las elecciones de 1916, Venustiano Carranza impone poco a poco un nuevo modelo fotográfico que abre paso a la nueva fotografía presidencial revolucionaria y, más tarde, a la imagen cuidadosamente estudiada de los hombres forjados por el partido en el poder. La caracterización de estos renovados tipos fotográficos presidenciales, que marcan con su sello todo el siglo xx mexicano, no tiene lugar en este trabajo, enfocado exclusivamente al periodo armado, pero constituye un análisis aún por desarrollar. Las circunstancias particulares que se dieron durante la Revolución Mexicana abrieron paso a estos nuevos caminos fotográficos y periodísticos.

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