Entre paisajes de piedra, masias masías y encinares

Ruta 1 Entre paisajes de piedra, masias masías y encinares L a comarca de Els Ports y las vecinas tierras de la Tinença de Benifassà sorprenden con

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Ruta 1

Entre paisajes de piedra, masias masías y encinares

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a comarca de Els Ports y las vecinas tierras de la Tinença de Benifassà sorprenden con sus paisajes dibujados por el uso ancestral de la piedra, las masías y los cercanos encinares dispersos entre barrancos,

gran valor cultural y ambiental. La vegetación muestra sabinas, encinas y robles valencianos, que junto a densas pinadas, dejan espacio a las mejores tierras de pasto de todo el conjunto de tierras valencianas. El patrimonio cultural es impagable, ya que se conservan las mejores muestras de cómo utilizar la piedra en cualquiera de las actividades económicas tradicionales en el mundo agrícola, ganadero y forestal de la zona: masías, corrales en cuevas, vías pecuarias, muros de propiedades, abancalamientos de piedra en seco, refugios, parideras, eres de batre (era donde se separaba el trigo de la paja), hornos de pan, algibes, pozos, cenias, molinos, abrevaderos, pozos de nieve, hornos de cal... y en la construcción de edificios tanto civiles; ayuntamientos, palacios, castillos, casas de pueblo, fuentes, lavaderos o torres de vigilancia; como religiosos: ermitas, basílicas, iglesias, conventos, santuarios, campanarios, calvarios u oratorios. Esta utilización masiva y laboriosa de la piedra, de manera tan inteligente y artística, da carácter a estas comarcas y

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De Vilafranca a Vinaròs, pasando por Portell de Morella, La Mata, Olocau del Rey, Todolella, Forcall, Morella, Castell de Cabres, La Pobla de Benifassà y San Rafael del Río.

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muelas, cerros, ríos y pequeños valles. En todo momento estaremos inmersos en unos entornos rurales y forestales amables y de un

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Abrigos del Portell de l’Infern en la Tinença de Benifassà

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entremezcla el paisaje natural con el construido a través de los siglos por sus moradores en una simbiosis única e irrepetible en nuestras montañas interiores. En el llano litoral, ya camino de Vinaròs, los mosaicos de campos de secano y los regadíos con cítricos, se abren al mar donde finaliza este itinerario de piedra, masías y encinares.

Vayamos haciendo camino Entre solitarios barrancos y masías entre Vilafranca y La Mat a Iniciamos nuestro itinerario en Vilafranca, a más de mil metros sobre el nivel del mar.Todo sorprende en esta villa de Els Ports, ya que nadie espera encontrarse un lugar industrial y próspero vinculado a la fabricación de medias en estos territorios de montaña tan aislados. Deslumbra en Vilafranca su trama urbana colgada sobre el barranco de la Teuleria, en el lecho del cual se dejan ver mosaicos de huertas tradicionales singulares con sus canalizaciones para la lluvia, sus paredes de piedra en seco, acequias... Pero antes de salir de la villa debemos acercarnos al ayuntamiento, un edificio

El río de la Sénia entre el embalse d’Ulldecona y San Rafael del Río

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gótico del siglo XIV y XV realmente sorprendente; el Ecomuseo; la iglesia parroquial del Salvador, del siglo XVI; y lo que resta de las antiguas murallas de la población, con su portal de Sant Roc. A partir de Vilafranca nuestra ruta nos lleva, en primer lugar, al Santuario de la Virgen del Llosar, con edificios de los siglos XVII y XVIII, y un entorno tranquilo de gran belleza estética. Desde el santuario parte una pista de montaña que conduce hasta Portell de Morella, un trayecto de grandes soledades salpicado de bosques de encinas, corrales, parideras y masías. Rebaños residuales de ovejas, algún pastor solitario, el rastro intuido de jabalíes y zorros y el vuelo fortuito de rapaces como buitres o águilas, serán nuestra única compañía en este singular tramo de la ruta por el corazón más primigenio de las montañas de Els Ports. Llegados a Portell de Morella un aire medieval envuelve un conjunto urbano localizado a más de mil metros de altitud, que siempre sorprende por su localización y aislamiento. Entre sus estrechas calles el paseo nos retrotrae en el tiempo, especialmente cuando

Entre paisajes de piedra, masías y encinares

alcanzamos el frontal de la iglesia parroquial de la Asunción, un bello edifico barroco del siglo XVIII desde el que nos podemos acercar a lo que todavía resta de sus antiguas murallas y torre. Finalmente, no podemos dejar de lado, en las cercanías, las tres magníficas ermitas de Portell: la de Nuestra Señora de la Esperanza o de la Fuente, de los siglos XVI y XVII; la de Sant Marc, del siglo XV, situada en la aldea de Les Albaredes y la de la Mare de Déu de l’Esperança. Todas ellas se localizan en unos entornos naturales silenciosos y armoniosos. Entre Portell de Morella y La Mata, de nuevo la ruta recupera una sugestiva pista forestal asfaltada entre espectaculares barrancos, bosques de encinas y aisladas masías, todas ellas con una sabia localización ancestral que las protege de los rigores del clima y les permitía el control de la explotación agropastoril y su defensa en tiempos pasados. Espectaculares panorámicas jalonan todo el trayecto hasta La Mata, especialmente por los alrededores del río Cantavieja, donde se localiza la zona de Les Calderetes, con sus pozas naturales aptas para el baño y la masía-torre-molino del Molí la Punta, del siglo XVI.

Por el río Cantavieja y Bergantes con Morella al fondo La villa de La Mata distribuye su núcleo urbano de origen árabe en pendiente y por los alrededores de su iglesia parroquial de finales del siglo XVI. Bien merece una visita el Palacio del Ayuntamiento datado en 1564, con su bello acceso de arco de medio punto, así como la casa palacio de los Pedro y Lafiguera del siglo XVI, o las cercanas ermitas de Santa Barbara, obra del siglo XVII y la de San Gil, edificada en el año 1786.

Entre La Mata y Olocau del Rey, la carretera en subida CV-121 lleva de nuevo nuestra ruta por parajes naturales excepcionales por su bien conservada masa forestal de encinas, entre las que los aclarados arbóreos corresponden a las localizaciones de viejas masías entre las que destacan las de Agustín, y el Mas de Torreta. También descubriremos de camino a Olocau las ermitas de San Marcos, de los siglos XV al XVIII y la de espectacular localización a más de 1.150 metros de altitud, de Nuestra Señora de la Naranja, obra del siglo XIII. Llegados a Olocau del Rey, el casco urbano maravilla en su conjunto por la bien conservada arquitectura popular, aunque lo más llamativo resulta ser la iglesia de la Verge del Pópulo, del siglo XIV, y el ayuntamiento del siglo XVI con su cárcel. Mención especial merecen el horno público, un edificio gótico del siglo XIII que todavía se encuentra en funcionamiento, y las antiguas alfarerías datadas en el siglo XVII. Completan el conjunto urbano una casa palacio del siglo XV, y la Lonja de la Lana del siglo XVI. Resulta fascinante el tramo de nuestra ruta por la carretera CV-122 entre Olocau y Todolella. A derecha e izquierda decoran el paisaje bellas masías como las de Gaspar,Torre Juliana, Torre Morraja, Rafael o Arobagoes, todas ellas entre cerros que superan con facilidad los mil metros de altitud. La soledad convierte el viaje en un trayecto en el tiempo de una belleza desgarradora especialmente en la zona del barranco de la Crianzón. La llegada a Todolella en brusca bajada, nos permite una hermosa visión de conjunto, con la villa situada al calor protector de su castillo, de construcción militar medieval y conocido con el nombre de la casa palacio de los señores de La Todolella, obra del siglo XIV.

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También debemos dedicar un tiempo a la visita de la iglesia parroquial de Sant Bertomeu, del siglo XVI; el ayuntamiento del siglo XVIII y la Casa del Diable, del siglo XVI. Ya camino de Forcall y en el encuentro con el lecho del río Cantavieja, sorprende el bello puente medieval de los siglos XIV al X y la cercana ermita de Sant Onofre. Huertas tradicionales, a continuación, llevan por camino llano y de armoniosos paisajes, hasta la villa de Forcall, localizada en la original confluencia de tres ríos: Calders, Cantavieja y Bergantes. De la forca que forma la confluencia de los tres ríos, deriva su nombre de Forcall. El gratificante paseo por las recoletas calles de Forcall debe llevar a su amplia plaza Mayor, donde encontramos pórticos del siglo XVI; la casa de los Miró o palacio Osset, obra contundente de los siglos XIV al XVI; el ayuntamiento, obra de los siglos XIV al XVI, también conocido como la Casa de les Escaletes, y la iglesia parroquial dedicada a la Assumpció del siglo XVII. Es una visita imprescindible el Forn de la Vila, dicen de él si no será el más antiguo de Europa en funcionamiento, ya que fue construido en el año 1246. De camino a Xiva de Morella, los alrededores de Forcall dejan ver sus singulares montañas en forma de muelas entre las que destacan las de Roc y la de Garumba. Todo ello sin olvidar las tres ermitas de la Mare de Déu del Pilar, Sant Josep y Mare de Déu de la Consolació, integradas en un entorno natural privilegiado. La pista que remonta el valle del barranco de Xiva lleva hasta el núcleo urbano de Xiva de Morella.Todo el trayecto es un remanso de paz, con paisajes de gran fuerza estética por la armonía de la distribución de las actividades tradicionales con sus campos de cereal y pas-

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tos, las masías y los tupidos bosques de pinos y encinas. En un pequeño llano del encajado valle, entre pastos y almendros, aparece de pronto la villa de Xiva de Morella, actualmente perteneciente al municipio de Morella. Además de realizar una visita sosegada por el conjunto urbano, debemos acercarnos hasta la ermita del Roser, con su original calvario, en la puerta de entrada de un estrecho cañón de materiales calizos. Cerca de la ermita, encontramos un manantial de abundantes aguas. Camino de Morella, el itinerario dibuja suaves curvas de subida entre paisajes de gran fuerza estética con sus campos en abancalamientos, los muros de piedra en seco, las masías aisladas y el silencio. A mitad de camino en dirección a Morella, una pista a nuestra derecha permite acercarse hasta las relevantes pinturas rupestres de la masía de Morella la Vella, en un trayecto de ida y vuelta de gran belleza. Poco después, y tras salvar un pequeño collado, aparecerá delante nuestro el perfil perturbador de Morella, sobre las vertientes de una muela o cerro que corona el castillo más afamado y conocido de la comarca de Els Ports, a más de mil metros de altitud. La perspectiva es una de las más bellas y potentes de todo el itinerario. El acueducto medieval de Santa Llúcia será nuestra puerta de acceso a la ciudad en esta ruta. Hay que dejar que el tiempo discurra sin control para percibir en profundidad la singularidad y espectacularidad de todo el conjunto urbano de Morella. De entre todo su patrimonio histórico y artístico, resulta imprescindible la visita al castillo. Su privilegiada localización abre panorámicas majestuosas de todo el conjunto comarcal.

Entre paisajes de piedra, masías y encinares

Pero para llegar hasta él, con anterioridad habremos tenido que descubrir las murallas de la ciudad, levantadas durante los siglos XIII y XIV, así como sus torres y puertas de Sant Miquel o Sant Mateu. Nos habremos perdido entre su trama urbana escalonada, y visitado una de las joyas de la ciudad como resulta ser su basílica de Santa María la Mayor, obra gótica esplendorosa. Otros edificios góticos deslumbrantes son la casa del Marqués de Cruilles, del siglo XVI, y el ayuntamiento. No cabe olvidar en este sorprendente paseo urbano el convento de San Francisco del siglo XIII, actual Museo Etnológico, y las incontables casas señoriales que dan al conjunto el aspecto de la villa medieval poderosa y rica que debió ser. Es tanta la belleza y valor patrimonial de todo el núcleo urbano de Morella y su castillo, que fue declarada Conjunto HistóricoArtístico en 1963. Actualmente está declarada Bien de Interés Cultural por parte del Gobierno Valenciano y recientemente su ayuntamiento pidió su reconocimiento por parte de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Por la Tinença de Benifassà camino del litora l La ruta nos lleva en dirección a la Tinença de Benifassà por la carretera N-232. Los que hayan optado por la bicicleta, existen tramos del viejo trazado de la nacional más tranquilos y sin paso de vehículos a motor. El puerto de Torremiró, a 1.259 metros de altitud, es la máxima cota de la ruta y puerta de entrada por el poniente a la Tinença de Benifassà. Estos inmensos y agrestes paisajes de la Tinença son una de las sorpresas ambientales y culturales más emocionantes del territorio valenciano. De entrada, pensemos que, en una extensión de alrededor de 180 km2, actualmen-

te tan sólo están censadas unas 240 personas, lo que supone una de las tasas de densidad de población más bajas de Europa: 1’3 h/km2. Esto produce la sensación de que nos encontramos en un espacio deshabitado y no es para menos, ya que sus peculiares características geomorfológicas han motivado que el acceso a la Tinença haya sido siempre, y lo sea todavía hoy, extremadamente difícil. En cuanto a los paisajes actuales de la Tinença, después de millones de años sopor-

Bellestar en la Tinença de Benifassà

tando procesos tectónicos, plegamientos y la fuerza erosiva del viento y del agua, han originado riscos y precipicios, muelas, barrancos, grutas, cuevas, agujeros, y un sinfín de formaciones serranas que alcanzan altitudes superiores a los 1.300 metros, como el del Tossal d’en Canadé con 1.393 metros, el del Tossal d’en Cervera, el de Els Tres Reis y el Negret. A esta orografía tan abrupta habrá que sumar un clima duro. Los veranos son aquí cortos y secos, mientras que los inviernos resultan largos y crudos. La visita a la Tinença entre los meses de octubre y abril añade un

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atractivo más al viajero, al poder encontrarse con montañas y tierras altas cubiertas de nieve. A medida que nos introduzcamos en la Tinença nos emocionará en muchos parajes su espesa y abundante vegetación, entre la que destacan las carrascas, junto con el pino negral y el roble. En el conjunto de la Tinença viven en libertad jabalíes, garduñas y tejones, pero los auténticos dueños de los riscos, de los farallones y de los precipicios son las cabras his-

Iglesia parroquial de Portell de Morella

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pánicas y los muflones. En el cielo nos será relativamente fácil otear el vuelo de aguiluchos, buitres, águilas reales, alimoches y halcones. Mientras que en las aguas claras del fondo de los ríos y barrancos puede sorprender la presencia del mirlo acuático, la tortuga ibérica, la nutria o el martín de río. Es la época islámica la que más restos arqueológicos ha dejado en estas tierras, de hecho el topónimo de la zona Tenencia de BeniHassan deriva del castillo del mismo nombre. En la Tinença de Benifassà la piedra ha llegado a nuestros tiempos como un material ennoblecido por el trabajo esforzado de generaciones que, con técnica sabia y paciente, la emplearon en levantar mojones, enlosados, corrales, parideras, paredes, refugios, pozos, etc. Con la piedra, combinada en este caso con el mortero, se construyeron las masías. El masovero, condicionado por un medio físico tan particular, tenía que ser un gran estratega a la hora de emplazar su masía, ya que debía atender a razones defensivas, de aprovechamiento de tierras y de protección del viento del norte. La casa del masovero, los corrales, los establos, los almacenes, la era para trillar el grano, el horno, el pajar, junto con las tierras de labor, los bosques de donde se sacaba la leña y la madera, las pequeñas huertas... todo formaba una unidad rural autónoma que se autoabastecía y que nunca puso en peligro el medio natural en que se asentaba y del que dependía su supervivencia. Todo el trayecto desde el puerto de Torremiró hasta dejar atrás la Tinença, allá por el embalse de Ulldecona y La Sénia, nos muestra, tal como ya hemos comentado, algunos de los paisajes más primigenios y espectaculares de todo el conjunto de montañas valencianas.

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En un primer momento la ruta discurre, a lo largo de la carretera CV-105, por cotas que superan continuamente los 1.100 metros de altitud. Potentes panorámicas se abren a derecha e izquierda, mostrando amplias soledades que tan sólo se ven alteradas por el suave rumor de la escasa vida que habita en algunos núcleos urbanos, donde tan sólo viven todo el año contadas familias, tal es el caso de Herbés, Herbeset -atención a su perfecta y armoniosa localización sobre un cerro que domina valles reconditos-, Castell de Cabres, El Boixar o Coratxà. Herbeset, conocido en otros tiempos como el viejo Herbés Sobirà, muestra una iglesia del siglo XVI. En este tramo de la ruta, el escaso ganado, el humo acogedor de la chimenea de alguna masía y el paso ligero de ocasionales excursionistas a pie o en bicicleta, serán nuestra única compañía junto al vuelo poderoso de rapaces como los buitres y águilas, y frente a los rastros intuidos de la cabra hispánica, el jabalí, la jineta o el zorro. Llegados a Castell de Cabres, cuyo núcleo urbano de origen musulmán se localiza a más de 1.100 metros de altitud, impresiona siempre su silencio y aislamiento sobre un cerro que domina dos pequeños valles. Castell de Cabres fue en tiempos pasados centro minero. Los carboneros vendían el mineral en Morella, haciéndose servir del mismo itinerario por el que discurre nuestra ruta para llegar hasta allí. Paseamos por su tranquila trama urbana, en la que destaca la iglesia parroquial de Sant Llorenç, obra del siglo XVIII, así como una visita a los singulares pinos de la Coveta. Dejado atrás Castell de Cabres, las densas pinadas enriquecen el paisaje vegetal donde históricamente reinaba la encina, mientras que masías como la de Ensegures, con sus pas-

tos y encinares asociados, es una muestra del rico patrimonio cultural de la zona asociado a la explotación de los bosques y la ganadería. Pronto aparecerá delante nuestro la orientación sur de las fachadas del núcleo urbano de El Boixar. “Hay un bosque inmenso de box en las cercanías del pueblo llamado por eso Boixar” en palabras de Mosen Cavanilles a finales del siglo XVIII. Hoy nada queda de aquel bosque primigenio consumido en la construcción de retablos de iglesias, cubiertos de madera, herramientas del campo y en algún que otro mueble, dada la bondad y calidad de la madera de boj. Hoy El Boixar sorprende por su localización entre un mar de valles y barrancos de vértigo. Los últimos años han visto la restauración de gran parte de sus antiguas casas y un cierto aire de vida se respira entre sus estrechas calles, donde destaca la presencia imperturbable del recio edifico del ayuntamiento y la iglesia de la Asunción del siglo XVIII, con su portada románica y un original remate en el campanario. Desde El Boixar parte una estrecha carretera sin salida que muere en Coratxà. El itinerario es de una belleza exultante todo rodeado de pinos, encinas, robles y arces que pintan el paisaje los días de otoño de colores rojos y ocres. Después de una enésima curva se nos muestra una imagen urbana imposible con la localización de Coratxà por encima de los 1.200 metros de altitud, rivalizando con Vistabella del Maestrazgo, por ser el pueblo más alto de la Comunitat Valenciana. Coratxà, ¡qué nombre! Su origen etimológico en palabras de Joan Coromines: Coratxà puede venir “del dual árabe quracâni, alusivo a las dos coratxes -fortificaciones o murallas protectoras- medio subterráneas que permitían bajar a proveer de alimentos a los defensores de una

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fortaleza mora amurallada”. Coratxà tenía dos fuertes arriba de los cerros gemelos donde se levantan las casas del pueblo. Visitaremos el singular tilo de la plaza; la iglesia románica de San Jaime, edificada el año 1247, porticada y de ancho campanario; el cementerio, que guarda antiguos crismones de piedra tallada; y el yacimiento de la edad del Bronce de la cercana cueva del Polvorí. El pueblo de Coratxà y sus alrededores conforman un entorno de belleza y soledad inabordable, un lugar cautivador pero de una dureza inimaginable en invierno. Ya recuperando nuestro itinerario, a la izquierda queda el pueblo de Fredes, puerta de acceso a una pista forestal que permite cruzar todo el conjunto de los Puertos de Beceite hasta la ciudad de Tortosa. El reducido núcleo urbano de Fredes es un remanso de tranquilidad y el paseo por sus escasas calles, siempre termina en la iglesia parroquial dedicada a los Sants Màrtirs, edificada en 1725. Desde Fredes, un sendero lleva al barranco de la Fou, pasando por entornos de una belleza desgarradora como el Portell de l’Infern o el Salt de Robert. Desde El Boixar una sinuosa carretera en descenso nos abre un idílico paisaje en dirección a los núcleos urbanos de Bellestar y La Pobla de Benifassà, asentados en dos colinas que dominan tierras fértiles en forma de pequeño valle. Un valle que parece fabricado por la naturaleza a escala humana. Las montañas de Benifassà lo cierran por el sur. Sus umbrías se conservan bien protegidas de la erosión por extensas manchas de carrascales, entre las que sobresalen en otoño los colores amarillentos de robles y arces. Por la parte de poniente, este valle gana en altura y se estrecha camino de Vallibona y Morella, cerrando una hoya de almendros que, entre los meses de enero y

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febrero, estallan de flores anunciando la corta pero intensa primavera. Llegados a La Pobla de Benifassà descubriremos que su núcleo urbano hace las veces de ayuntamiento de los pueblos de Coratxà, El Boixar, Fredes y el cercano Bellestar. Como en el resto de núcleos urbanos de la Tinença, llaman la atención sus casas de piedra y balcones de madera, orientadas al sur, mientras las calles trepan hacia el campanario de la iglesia de la Asunción, obra del siglo XIII. Descubriremos su lavadero público recientemente restaurado y todavía en uso, así como el cercano y singular chopo de la Font Lluny. Poco después alcanzaremos Bellestar. Su imagen llegando a la Tinença desde el embalse de Ulldecona es cautivadora, con sus casas desparramadas por las laderas de un cerro de evidentes reminiscencias defensivas. Sus escasas calles con edificios de piedra y hermosas balconadas de madera esconden la iglesia parroquial, de bella factura románica iniciada el siglo XIII, en la que puede observarse bajo el reloj una representación en piedra de un caballero cisterciense. Realizaremos una visita atenta a su peculiar cementerio y el cercano yacimiento arqueológico de época íbera de la Morranda. Nuestro itinerario abandona la Tinença de Benifassà bordeando el recinto del monasterio cisterciense de Santa María de Benifassar. Actualmente un pequeño grupo de monjas cartujas lo habitan desde 1967. Su origen viene de la mano del rey Jaime I, que ordenó construirlo el año 1233 con la primera fundación cisterciense. Durante siglos, el monasterio dominó la Tinença y los abades tenían asiento en las antiguas cortes forales valencianas. Al siglo XX tan sólo llegaron restos del

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antiguo edificio quedando en pie el ábside de la iglesia, la torre campanario, el palacio del abad, parte del claustro y las nervaduras góticas de la nave central. En 1931, tras declararse las ruinas Monumento Nacional, comienza su restauración y en 1960 es cedido a la Orden de la Cartuja, instalándose monjas de clausura. Tan sólo los jueves al mediodía puede visitarse el recinto -claustro e iglesia- que se edificó según el modelo del monasterio de Poblet, guardando algunas formas románicas y estructuras de tendencia gótica. Sin la presencia del monasterio de Santa María no habrían existido las aldeas habitadas en la Tinença a partir del siglo XIII. La supervivencia de sus habitantes ha estado siempre ligada a este monasterio, gracias a la protección brindada y a las limosnas que repartían desde el monasterio a los lugareños. De hecho, las estructuras urbanas que hoy conocemos en los pueblos de la Tinença, se desarrollaron mayoritariamente después de la colonización y de la repoblación cristiana. Después del monasterio nuestra ruta nos lleva en bajada constante hasta la pared del

embalse de Ulldecona. Desde allí parte una pista de montaña que bordea el barranco de la Fou. Si realizamos un paseo por su interior, haran acto de presencia las soberbias muelas como es la del Mangraner, lomas como el Negret, torrenteras de vegetación abundante y farallones inaccesibles como el del Salt, riscos y abrigos impensables como los del Portell de l’Infern. En el barranco de la Fou descubriremos arces, avellanos, olmos, tilos y álamos, que decoran con agradecidas coloraciones el otoño y la primavera, y a la sombra de sus ramas crecen el helecho, la hierba del carpintero, la belladona y las endémicas madreselva de roca y valeriana de montaña. El acebo y la adelfilla las descubriremos en los lugares más húmedos y umbríos del este del barranco de la Fou. Después del embalse de Ulldecona y siguiendo el curso del río Sénia, descubrimos recónditas pozas de agua aptas para el baño y una bien conservada vegetación de ribera. El río Sénia, junto al Cérvol y la rambla de Cervera, ha llenado de materiales sedimentarios gran parte del norte de la comarca del Baix

Morella

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Maestrat, dando lugar a que un amplio piedemonte en suave pendiente conecte las montañas con el litoral. Sobre estos materiales cuaternarios el olivo ha sido uno de los cultivos tradicionales, mostrando hoy ejemplares milenarios. Entre los olivares y los primeros campos de cítricos descubriremos la tranquilidad del núcleo urbano de San Rafael del Río. Finaliza nuestra ruta en Vinaròs. Puerto y núcleo urbano son las dos caras de la ciudad. En el núcleo urbano visitamos su iglesia arciprestal de Mare de Déu de la Assumpció de estilo gótico-renacentista y portada barroca, fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1978; la iglesia de Sant Agustí, actual Auditorio; la plaza de toros de 1836; y el mercado municipal de 1928. No podemos olvidar el paseo por su puerto y las playas, que en invierno ofrecen una imagen tranquila que invita al paseo sosegdo. En las cercanías destacan las ermitas de Nuestra Señora de la Misericordia, con su cercano poblado íbero de El Puig, y la de Sant Sebastià. Las dos ofrecen agradables panorámicas litorales.

Castillo de Todolella

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Información Práctica Fiestas, gastronomía y a rtesanía El hecho festivo tiene en las tierras altas de Els Ports nombres propios a lo largo del año. En Todolella se celebra su original y exclusiva danza guerrera, de compleja ejecución. Por su parte, en Forcall es afamada su fiesta de la Santantonada, dedicada a San Antonio, con sus dimonis y hoguera que permite el paso por su interior a través de un estrecho túnel vegetal, resulta ser la festividad más original de todas las dedicadas en la zona al santo. También son relevantes las peregrinaciones, L’Anunci y el conocido Sexenni de Morella, que se celebra cada seis años. En tierras más bajas, ya camino de Vinaròs, romerías, carnavales y fiestas marineras son habituales en muchos de los pueblos. En la artesanía, hoy perviven con fama las alpargatas fabricadas con cáñamo, las mantas morellanas, las corinas o los cubrecamas, herencia de la tradición artesanal del textil de la zona.

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Por lo que respecta a la gastronomía, los productos del mar son la base de la cocina en la zona litoral, con sus pescados y mariscos, destacando entre ellos el langostino. En el interior es popular la olla o puchero a base de garbanzos, el chorizo y el tocino. También son afamados el jamón y la cecina, junto a platos como el recapte. Y entre los dulces que más destacan, el flaó, les coquetes, les madalenes, los almendrados, los mantecados o los buñuelos con miel.

Época recomendada Cualquier época del año es recomendable, excepto los días más fríos, con temporal del norte, del largo invierno de Els Ports y la Tinença. Desde finales de enero hasta mediados de marzo, se disfruta del acompañamiento de coloristas paisajes de almendros y cerezos en flor. En otoño, nos deslumbrarán los colores de árboles caducifolios como arces, robles o fresnos en la zona de la Tinença. Nadie debería perderse una jornada con los paisajes de Els Ports y la Tinença cubiertos por la nieve en invierno o primavera.

Transporte público

montaña o al menos una del tipo híbrida para hacer este trayecto. Hay que tener en cuenta que fuera de los núcleos urbanos no existen demasiadas fuentes, por lo cual se aconseja aprovisionarse de agua siempre que se tenga ocasión. Para hacer la ruta es conveniente madrugar y aprovechar las primeras horas del día o hacer la marcha al atardecer. Son los momentos más agradables y cuentan con una luminosidad especial. La ruta también se puede realizar en coche por las pistas forestales que se indican, aunque es conveniente que sea un vehículo todo terreno. En este caso, no debe nunca abandonarse el camino principal. Aunque para conocer cada zona al detalle, lo mejor es dejar aparcado el vehículo y pasear a pie por los innumerables senderos homologados.

Cartografía recomendada para el correcto seguimiento de la ruta: Instituto Geográfico Nacional. Escala 1:25.000, hojas número: 569-II, 544-IV, 544-II, 545-I, 520-III, 545-III, 520-IV, 521-III, 546-I, 546-II, 546-IV, 571-II.

Se llega en trenes regionales a la estación de Vinaròs. El transporte de la bici es gratuito. Hay servicio público de autobuses desde Castelló de la Plana a Vilafranca y desde Vinaròs a Morella.

Recomendaciones y precauciones Para quienes quieran recorrer la ruta tal como está planteada en la guía, hay que atender a algunas recomendaciones prácticas: Los que prefieran el cicloturismo, es conveniente que utilicen una bicicleta de

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Para saber más www.comunitatvalenciana.com Contact Center Comunitat Valenciana: Tel. 902 12 32 12 Oficinas de turismo de la ruta: Tourist Info Vilafranca del Cid Pl. Iglesia 6 · 12150 Vilafranca Tel. 964 44 14 32 · Tel. 964 44 01 83 (Ayuntamiento) [email protected] Tourist Info Morella Pl. de San Miguel s/n · 12300 Morella Tel. 964 17 30 32 · Fax 964 16 10 71 [email protected] Tourist Info Vinaròs Pl. Jovellar, 2 · 12500 Vinaròs Tel. 964 45 33 34 · Fax 964 45 56 25 [email protected] Tourist Info Forcall C/ Carmen, 21· 12310 (antigua escuela de niñas) Forcall Tel. 964 17 12 90 · Fax 964 17 10 01 [email protected] Información sobre trenes de cercanías y regionales: Renfe 902 24 02 02 www.renfe.es

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