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ENTRE TANTOS ADIOSES: UNA NOTA SOBRE LA DESPEDIDA CERVANTINA DEL PERSILES.
José Montero Reguera Universidad de Vigo
I.- Preliminares Cuando un escritor siente llegar el final de sus días o el aca bamiento de su ciclo literario no es infrecuente que en sus últimas creaciones vuelva sobre los asuntos, temas y motivos que le han venido obsesionando desde sus comienzos literarios: las lecturas de su juventud, circunstancias vitales que le han dejado especial poso biográfico, viajes, recuerdos... Y, también, por qué no, ofre cen obras que pueden ser consideradas como una suerte de testa mento literario: aquella obra con la que espera ser recordado. Pocos años antes de su muerte Lope da a la estampa un com plejo libro, La Dorotea ("Postuma de mis musas Dorotea/ y por dicha de mí la más querida / última de mi vida / pública luz desea")', que cumple a la perfección con las afirmaciones anteriores: libro de recuerdos y evocaciones, en él Lope vuelve sobre dos temas nunca olvidados: uno biográfico, las relaciones con Elena Osorio, de la que ofrece la versión más poética e idealizada; otro, lite rario, La Celestina, modelo reiterado desde muy temprano; con estos elementos, entre otros, La Dorotea acaba convirtiéndose en un auténtico testamento literario. Lo mismo cabe decir de Los trabajos de Persiles y Sigismundo, la obra postuma de Cervantes. He elegido como pórtico a este trabajo el título de un esplén dido poemario de Rafael Morales que me sirve como ajustada síntesis de lo que hoy voy a comentar: la plasmación literaria de 2
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una despedida a través de una fórmula que se repite, con mínimas modificaciones, en diversos autores. II.- El adiós del Persiles El punto de partida lo constituye el párrafo final del prólogo que Cervantes redacta para Los trabajos de Persiles y Sigismundo; allí escribe: "Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regoci jados amigos, que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida". Se trata de un pasaje muy conocido que me ha causado profunda admiración desde que me acerqué por vez primera al Persiles. La roUindidad de las palabras, acre centada por el esquema trimembre conseguido a través de la reite ración del motivo básico del párrafo ("adiós"), el ritmo tan mar cado con los acentos agudos recayendo de nuevo sobre la palabra clave, la alusión a elementos muy cervantinos ("gracias", "donai res", amistad); la solemnidad de las afirmaciones que se corta con un llamativo quiebro irónico ("deseando veros presto contentos en la otra vida"); la asunción, en fin, de la muerte inevitable... todo ello conforma un prodigioso final para el prólogo. 4
III.- Indagaciones en la fuente Me extraña por ello que no haya recibido, salvo en un caso, la más mínima atención por los editores modernos del Persiles. En efecto, sólo Carlos Romero afirma que "Si bien se mira, la formulación del 'deseo' por parte de C. contiene todos los ele mentos para preocupar a más de un lector-amigo supersticioso, que habrá tocado madera, hierro o lo que fuere" (p. 123); pero este editor no se extiende en otros pormenores. Y, sin embargo, estimo, el pasaje merecería algún tipo de anotación, por cuanto que, por ejemplo, no es la única ocasión en que Cervantes escribe una despedida similar. En efecto, en el propio Persiles se encuentra un párrafo parecido: 5
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¡Adiós, castos pensamientos de Auristela! ¡Adiós, bien fundados desinios! Sosegaos, pasos, tan honrados como santos; no esperéis otros mauseolos ni otras pirámides ni agujas que las que os ofrecen esas mal breadas tablas. (II, 1, p. 281).
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Más interesante a este respecto es la despedida que se inserta al final de La gran sultana (III, 2925-40): MADRIGAL. [ . . . ]
¡Adiós, Costantinopla famosísima! ¡Pera y Permas, adiós\ ¡Adiós, escala, Chifutí y aun Guedí! ¡Adiós, hernioso jardín de Visitax! ¡Adiós, gran templo que de Santa Sofía sois llamado, puesto que ya servís de gran mezquita! ¡Tarazanas, adiós, que os lleve el diablo, porque podéis al agua cada día echar una galera fabricada desde la quilla al tope de la gavia, sin que le falte cosa necesaria a la navegación!. 7
Con todo, el texto más relevante a este propósito (y el que a mí me ha dado pie para indagar sobre la despedida cervantina del Persiles), es el que se inserta en el capítulo primero del Viaje del Parnaso (I, w . 115-132): "Adiós", dije a la humilde choza mía; "adiós, Madrid; adiós tu Prado y fuentes, que manan néctar, llueven ambrosía; adiós, conversaciones suficientes a entretener un pecho cuidadoso y a dos mil desvalidos pretendientes; adiós, sitio agradable y mentiroso, do fueron dos gigantes abrasados con el rayo de Júpiter fogoso; adiós, teatros públicos, honrados por la ignorancia que ensalzada veo en cien mil disparates recitados; adiós, de San Felipe el gran paseo, donde si baja o sube el turco galgo, como en gaceta de Venecia leo; adiós, hambre sotil de algún hidalgo, que por no verme ante tus puertas muerto, hoy de mi patria y de mí mismo salgo". 8
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Esta vez la inagotable erudición de Miguel Herrero García permite ilustrar la despedida cervantina antes de iniciar el ima ginario viaje al Parnaso: la contextualiza en el seno de la lite ratura contemporánea sobre Madrid y aporta textos procedentes del Romancero General ("Adiós, adiós, Villa y Corte, / que el vivir se va acortando...") y de Lope de Vega; así se despiden amo y criado en Los mártires de Madrid (Obras de Lope de Vega, BAE, n°. 186, pp. 221-22): RICARDO.- ¡Adiós, Madrid, grato suelo, corte del mayor Monarca, teatro do representa el tiempo fortunas varias! ¡Adiós, Babilonia ilustre, querida y amada patria, archivo donde se encierran del mundo nociones varias, espejo claro, que en ti hoy se miran tantas caras! ¡Adiós, levantadas torres; adiós, altivas ventanas; adiós, altos chapiteles, ilustre adorno de tantas! ¡Adiós, jardines ilustres de deleites, y adiós, casas de placeres, y adiós, quintas y quintas en alabanza! ¡Adiós, cristalinas fuentes, dulces y hermosas aguas, que a los cristales más finos en todo tiempo aventajan! ¡Adiós, Señora de Atocha, imagen divina y santa, milagrosa en mar y tierra, a quien dan mil alabanzas; no me despido de vos; por siempre os llevo en el alma por espejo, luz y norte en el mar de mis desgracias! ¡Adiós, San Blas, santo Obispo que será razón que salga para alabaros del pecho
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la voz, si me dais garganta; y pues me ayudasteis siempre, favorecedme en las armas! \Adiós, divino Doctor, norte y escritura santa, Jerónimo penitente entre riscos y montañas! •¡Adiós, prados; adiós, hierbas entre raíces y plantas!, ¡adiós, álamos frondosos, deleites de tantas almas! ¡Adiós, altos miradores; adiós, calles; adiós, plazas; que ha llegado el plazo a donde es fuerza os deje y me parta! ¡Adiós, ilustre Sevilla; adiós, famosa Granada; adiós, Toledo imperial, Roma en santos, Troya en armas! ¡Adiós, galanes valientes, discretas y hermosas damas, ídolos a quien contemplan almas gentiles sus gracias! ¡Adiós, dorados balcones, corrientes claras de agua, a do se forman mil soles por las tardes y mañanas! ¡Adiós, bellas celosías, archivos de las palabras, que entre tiernos corazones en horas ocultas pasan! ¡Adiós, palacio famoso, de los Césares alcázar, cuyos ricos edificios hasta el cielo se levantan! •¡Adiós, labrador divino, que arrimado a una aguijada vivisteis tal, pues hoy quiere canonizaros España! ¡Adiós, deleitoso Chipre, del cíelo y del campo casa, do ha fabricado el ingenio mil curiosidades varias!
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Aquestas cosas adiós se queden, y en mi esperanza todo adiós, pues de Dios tienen fin y principio en su gracia; que yo me voy a la guerra por conocer si es escasa mi fortuna, o si mi dicha, do presumo me levanta. Como caballero noble, os promete y da palabra, insigne villa, es hijo, de morir por la fe santa. RODRIGO.- ¡Válgame Dios! ¿Es posible que acabaste? Yo aguardaba [ Vuse Ricardo] que me dejases un rato para publicar mis ansias. ¡Tanto sentimiento y pena! ¡Pese a mi vida!, no vaya, que yo en mi vida lo hiciera sin mucho contento y gracia. Y pues esto va de veras, con lacayeles [sic] palabras de vos, Madrid, me despido; San Miguel haya mi alma. \Adiós, blanco" pan de leche; adiós, hermosas tajadas; adiós, tabernas de corte, consuelos de mis desgracias, archivos de mis deseos, de mi tormento bonanza, de mi tristeza alegría, faroles de mi borrasca! \Adiós, plazuelas, cantones, sotanillos, fresca estancia donde a la vida del cuero duerme un lacayo y descansa! ¡Adiós, baratillo y mozas; adiós, gorra, capa y calzas, despensa, caballeriza, frenos, estribos, gualdrapas, arzones, sillas, cabestros, maniotas, cubas, pajas,
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cebada, pesebre, espuela, mandil, peine y almohada! Que yo me voy. Imagino que he de comer enramadas, albondiguillas de plomo con más peso que sustancia. Ya me parece que subo trepando por las murallas, donde hago tales hechos que al lacayismo ensalzaran.
No es difícil aportar otros ejemplos del mismo Lope:
Adiós, doncellas fáciles y blandas, que, en nombrándoos cualquiera casamiento, dejáis las esperanzas de otro al viento; adiós, cabellos, cartas, cintas, bandas. Adiós, tejados, rejas y barandas, que ya no quiero andar sin fundamento, hecho, por adorar un aposento, majadero cruel de vuestras randas. Adiós, deseos y esperanzas vanas, verdades imposibles, más doncellas que, por ventura, aquel lugar guardado. Adiós, aquel mañana, mil mañanas, que ya me voy a las casadas bellas, que pagan lo que deben de contado. El galán escarmentado (ca. 1595-1598)." Adiós, adiós, virgíferas fregantes, adiós, cama de ropa o casamiento, adiós, cruel murciélago sangriento, túnica de otros mil disciplinantes. Adiós, bolsa de arzón, cuero de guantes, remiendo que, zurzido, engaña a ciento; adiós, puerta de carros de convento, abierta sólo a tiempos importantes. Adiós, talludas y ásperas doncellas; un necio os busque, sirva y os halague, que todos dicen que lo hurtado es bueno. Adiós, que voy a las casadas bellas,
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donde, entre puertas como perro, pague a puros palos el bocado ajeno. Ibidem.
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Luis de Góngora también ofrece algún ejemplo: De chinches y de muías voy comido, las unas culpa de una cama vieja, las otras de un Señor que me las deja veinte días y más, y se ha partido. De vos, madera anciana, me despido, miembros de algún navio de vendeja, patria común de la nación bermeja, que un mes sin deudo de mi sangre ha sido. Venid, muías, con cuyos pies me ha dado tal coz el que quizá tendrá mancilla de ver que me coméis el otro lado. A Dios, Corte envainada en una villa, a Dios, toril de los que has sido prado, que en mi rincón me espera una morcilla. 13
Los textos aportados revelan la abundancia de despedidas que siguen el mismo patrón (adiós [...], adiós[...], que [...]), no nece sariamente unidas a la literatura costumbrista sobre Madrid. To das ellas, creo, remiten en último extremo a un mismo lugar co mún: a la literatura pastoril, Virgilio en concreto: Omnia uel médium fíat mare, uiuite siluae: praeceps aéri specula de montis in undas deferar; extremum hoc munus morientis habeto. (Bucólica VIH, vv. 58-60),
así traducido por fray Luis de León: "Y si quiera se anegue en todo el mundo / vivid silvas por tiempo prolongado, / y yo del alto risco, el mar profundo / venir me determino despeñado" (Obras propias y traducciones [...], Madrid: Imprenta del Reino, 1631, f. 75). Pero es la imitación garcilasiana la que proporciona la es tructura básica de la despedida: Adiós, montañas; adiós, verdes prados;
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adiós, corrientes ríos espumosos: vevid sin mí con siglos prolongados [....] (Égloga II, w . 638-640). 14
Que Lope de Vega recrea en la Arcadia (1598), ahora en boca de Anfriso: Excelsas torres y famosos muros, cerca antigua, lustrosos chapiteles, ocultos sotos, que jamás pinceles supieron retratar vuestros escuros; líquidas aguas y cristales puros, dignos de Zeusis y el divino Apeles, hermosas plantas, célebres laureles, de todo tiempo y tempestad seguros: adiós prendas, que un tiempo de la gloria que pensando no veros se me acorta, fuisteis, cuál sois agora de mis daños; vivid mientras viviere en mi memoria, si ya la Parca en el partir no corta el tierno tronco de mis verdes años. Quedaron por la partida de Anfriso en soledad los montes, turbias las mentes, las aves mudas y los árboles tristes; porque parecía que sola la presencia de este pastor los alegraba. 15
De ese contexto pastoril y, sobre todo, tras la formulación garcilasiana, es donde surge esta expresión de despedida y cobra fortuna, siendo utilizada por autores y con propósitos diversos. Volviendo al pasaje del Persiles, no ha de ser casualidad que Cervantes cierre su despedida de todo y de todos con una ex presión que reúne literatura pastoril y a su gran poeta, Garcilaso de la Vega. Repárese en que Cervantes se inicia en la república literaria con una novela pastoril (La Galatea, 1585); a ello hay que añadir la prometida segunda parte de la Galatea, los episodios pastoriles del Quijote y de algunas novelas ejemplares,... ¿qué decir de la devoción cervantina por Garcilaso? Como Don Qui jote que, vencido y derrotado, se retira para crear y vivir en una fingida Arcadia (II, 77), las últimas palabras de Cervantes en el prólogo del Persiles remiten igualmente a la literatura pastoril, de
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manera que, a través del adiós reiterado, reserva sus últimos alientos para una literatura que le permitió destacar inicialmente en la narrativa de ficción áurea, y un autor por el que tenía verdadera admiración. Miguel de Cervantes, en efecto, a través de esa despedida, evoca en última instancia su tan querido mundo pastoril, pero quiebra la tradición para darle la vuelta y orientarla en otro sentido, lejos del dramatismo que mostraban esas despedidas en Virgilio, Garcilaso o Lope de Vega, al incorporar un guiño cruel, una terrible ironía que encuentra paralelos, como se ha visto, en el teatro y poesía de la época, y, también, en el refranero, a través de expresiones de despedida similares recogidas por Gonzalo Correas: A Dios, paredes. A Dios, paredes, hasta la vuelta. A Dios, que me mudo. A Dios, vecinas, que me mudo [...] A Dios, paredes, que me voy a ser santo. E iba a ser ventero.' 6
IV.- El adiós cervantino recreado por Luis Cernuda Un magnífico poeta del siglo pasado, Luis Cemuda, ha re creado las palabras cervantinas en el siguiente poema:
DESPEDIDA Muchachos Que nunca fuisteis compañeros de mi vida, Adiós. Muchachos Que nunca seréis compañeros de mi vida, Adiós. El tiempo de una vida nos separa Infranqueable: A un lado la juventud libre y risueña; A otro la vejez humillante e inhóspita. De joven no sabía Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
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Entre tantos adioses:
Una nota sobre la despedida...
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De viejo la he aprendido Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente. Mano de viejo mancha El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Con solitaria dignidad el viejo debe Pasar de largo junto a la tentación tardía. Frescos y codiciables son los labios besados, Labios nunca besados más codiciables y [aparecen. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? Bien lo sé: no lo hay. Qué dulce hubiera sido En vuestra compañía vivir un tiempo: Bañarse juntos en aguas de una playa caliente, Compartir bebida y alimento en una mesa, Sonreír, conversar, pasearse Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa [música. Seguid, seguid así, tan descuidadamente, Atrayendo al amor, atrayendo al deseo No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y [vuestra gracia abren En este transeúnte inmune en apariencia a ellas. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires, Que yo pronto he de irme, confiado, Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga Lo que aquí falta, lo que tiempo decir y hacer aquí no supe. Adiós, adiós, compañeros imposibles, Que ya tan solo aprendo A morir, deseando Veros de nuevo, hermosos igualmente En alguna otra vida. 17
El texto procede de Desolación de la quimera (1956-1962) y pudo haber sido redactado en la primavera de 1 9 6 1 . Luis An tonio de Villena ha glosado espléndidamente el valor y sentido de 18
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este largo poema: "Pocos poemas más hondos de emoción y vitalismo en este libro [Desolación de la quimera] que Despedida. El sentido adiós del poeta a los muchachos que no ha podido amar, a la vida y a la belleza que le quedarán ya ine vitablemente ajenas. Y el poema tiene sin embargo tres claras alusiones cultas implícitas. La más fácil es la inicial evocación de una letra de tango ("Adiós, muchachos / compañeros de mi vida / barra querida / de aquellos años"). Sigue una alusión al poema de Yeats (After long silent), y el poema se cierra, en sus dos últimas estrofas, con una trasposición -idénticas palabras y g i r o s - del final del Prólogo al Persilesy Sigismundo cervantino[...] Quizás esta clara utilización de un texto (no literal) con sus palabras y sentidos, pero de contexto y sentido diferente, sea la prueba mejor de un culturalismo auténtico que no quiere decir otra cosa (a salvo siempre la individualidad del poeta) que un reconocimiento explícito de que toda literatura y toda escritura es una tradición". El poema de Cernuda - u n texto muy próximo a la muerte del escritor- se concibe también como una despedida de todo y de todos, que se plasma a través de la evocación de autores y circunstancias que le son más queridos en el momento en que la muerte se va acercando: amores vividos, lecturas queridas, autores predilectos... Sigue, en definitiva, un sistema muy similar al empleado por Cervantes, de manera que el final del poema de Cernuda se convierte así en un homenaje doble a Cervantes: por la cita en sí, pero también porque sigue el mismo sistema evocativo del autor del Quijote, lo que supone, en definitiva, un completo reconocimiento de sus predilecciones literarias: Cer vantes (y, en último extremo, Garcilaso). 19
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V . - FINAL
Llego al final. El método seguido no ha sido otro sino el que Leo Spitzer preconizaba al inicio de Lingüística e historia literaria: partir de detalles pequeños, aparentemente insignifican tes para llegar a conclusiones de mayor empaque. Así, de una expresión de despedida apenas comentada hasta la fecha se llega a elementos clave de la personalidad cervantina: amistad, donaire, 21
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ironía, Garcilaso de la Vega, literatura pastoril... Y lo mismo con Cernuda: belleza inalcanzable, amores ya lejanos, juventud irrecuperable; lecturas y autores predilectos: música de tango, clásicos anglosajones, Cervantes." NOTAS 1
Vv. 4 0 3 4 0 6 de la Égloga a Claudio (1632). Manejo la edición de Miguel García Posada, Lope de Vega, Poesía (antología). Madrid: Espasa-Calpe, 1992, p. 258. Cfr. mi trabajo "La Dorotea como tragedia", Isabel Lozano Renie blas y Juan Carios Mercado, eds., Silva. Studia philologica in honorem Isaías Lerner, Madrid: Castalia, 2001, pp. 479485. Rafael Morales, Entre tantos adioses (1993). Puede leerse ahora en Rafael Morales, Obra poética completa (1943-1999), Madrid: Calambur, 1999, pp. 277-344. Miguel de Cervantes Saavedra, Los trabajos de Persiles y Sigis mundo [1617], ed. Carlos Romero Muñoz, Madrid: Cátedra, 2002, 2 edición revisada y puesta al día, pp. 123-124. He aquí la referencia bibliográfica de las ediciones modernas del Persiles que he tenido en cuenta: Miguel de Cervantes Saavedra, Persiles y Sigismundo [1617], ed. Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla, Madrid: Imprenta de Bernardo Rodríguez. 1914, vol. I, p. LIX; ed. Juan Bautista de Avalle-Arce, Madrid: Castalia, 1969, p. 49; ed. Carlos Romero Muñoz, Madrid: Cátedra, 1997, p. 114; ed. Carlos Romero Muñoz, Madrid: Cá tedra, 2002, 2 edición revisada y puesta al día, pp. 123-124 (es llamativo, por cierto, el cambio drástico en la puntuación del pasaje con respecto al texto de 1997); ed. Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Madrid: Alianza Editorial con la colaboración del Centro de Estudios Cervantinos, 1999, p. 21 (No contiene novedad digna de mención con respecto a la publicada previamente [Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1994, p. 982]). Salvo indicación expresa, cito siempre por la segunda edición de Carlos Romero (2002). Ed. Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Madrid: Alian za Editorial, 1998, pp. 125-126. Los editores no anotan más que "Tarazanas", con Autoridades en la mano. Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso, ed. Florencio Sevilla Arro yo y Antonio Rey Hazas, Madrid: Alianza Editorial, 1997, pp. 25-26. Véase Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso, ed. de Miguel 2
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Cito por la siguiente edición: Lope de Vega Carpio, Doce sonetos de amor sacados a la luz, de la selva de su teatro, por Mario Hernández, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1994, p. 12. Ed. cit.,p. 13. Luis de Góngora, Sonetos completos, ed. Biruté Ciplijauskaité, Madrid: Castalia, 1985, 5 . ed„ p. 181. Véase Garcilaso de la Vega, Obra poética y textos en prosa. Edi ción de Bienvenido Morros y Estudio Preliminar de Rafael Lapesa, Bar celona: Crítica, 1995, p. 173. Ya Fernando de Herrera notó la filiación virgiliana de estos versos: cfr. Fernando de Herrera, Anotaciones a la poesía de Garcilaso, ed. de Inoria Pepe y José María Reyes, Madrid: Cá tedra, 2001, p. 843. Sobre esta cuestión pueden consultarse también mis trabajos "El primer garcilasista", Http://cvc.cervantes.es/actcult/garcilaso, y "Los preliminares del Persiles: estrategia editorial y literatura de senec tud", Jean Pierre Sánchez, ed., Lectures d'une oeuvre: Los trabajos de Persiles y Sigismundo de Cenantes, Nantes: Editions du Temps, 2003, pp. 65-78. Muy probablemente, como indicò en su momento Marcial José Bayo (Virgilio y la pastoral española del Renacimiento [1480-1550], Madrid: Gredos, 2 . ed., pp. 128-129), Garcilaso llegó a Virgilio de la mano de Sannazaro (Arcadia: "[...] a dio rive, a dio piagge verdissime, et fiume, vivete senza me longo tempo [...]). 1 2
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Lope de Vega, La Arcadia, ed. de Edwin S. Morby, Madrid: Casta lia, 1975, p. 146. Libro segundo, cursiva mía. Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales [1627], ed. de Louis Combet revisada por Robert Jammes y Maite MirAndreu, Madrid: Castalia, 2000, p. 10. Este refrán ya aparece en el primer acto de La Celestina. (Véase la edición de Lobera, Seres, Díaz-Mas, Mo ta, Ruiz Arzallus y Rico, Barcelona: Crítica, 2000, p. 51 ). Luis Cernuda, Antología poética, selección de Ángel Rupérez, Ma drid: Espasa-Calpe, 2002, pp. 244-245. Véanse las consideraciones de Luis Antonio de Villena en su edi ción de Luis Cernuda, Las nubes. Desolación de la quimera (Marid: Cá tedra, 1994), p. 191. Ibidem, pp. 48-9. No es la primera vez que se señala la filiación cervantina de este poema, aunque con otros propósitos; cfr. Monique Joly, Études sur Don Quichotte (París: Publicaciones de la Nueva Sorbona, 1996), pp. 83-84. "Mi método personal ha consistido en pasar de la observación del detalle a unidades cada vez más amplias, que descansan en creciente medida en la especulación. Es, a mi modo de ver, el método filológico, inductivo, que pretende mostrar la importancia de lo aparentemente fútil, en contraste con el procedimiento deductivo, que comienza por supuestas unidades dadas, y que es más bien el método seguido por los teólogos, 16
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quienes comienzan desde arriba para tomar el camino de descenso hacia el laberinto terrestre de los detalles, y por los matemáticos, que tratan sus axiomas como si fueran revelados por Dios", Leo Spitzer, Lingüística e historia literaria. Madrid: Gredos, 1955, p. 50. Agradezco muy de veras los comentarios y sugerencias que Aurora Egido, Guillermo Seres y Gustavo Illades efectuaron a una primera expo sición oral de este trabajo.
Por error no imputable al autor han quedado truncadas las notas 9 y 10 que reproduzco ahora: 9,- Véase Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso, García, Madrid: CSIC, 1983, p. 374. 10,- O blando; en la ed. blaco.
ed. de Miguel Herrero
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