Entrevistas breves a 21 escritores repulsivos

La fábrica de promesas Entrevistas breves a 21 escritores repulsivos Por Emanuel Rodríguez. En 1999, el escritor norteamericano David Foster Wallace

3 downloads 107 Views 62KB Size

Story Transcript

La fábrica de promesas

Entrevistas breves a 21 escritores repulsivos Por Emanuel Rodríguez.

En 1999, el escritor norteamericano David Foster Wallace publicó el maravilloso libro Entrevistas breves con hombres repulsivos. La referencia a ese libro no es gratuita: Foster Wallace es un autor central para la generación que comenzó a leer en la década de 1990, la generación que coincide al menos cronológicamente con casi todos los autores de 10 bajistas y Es lo que hay (Diego Fonseca es levemente más viejo, y sus lecturas de formación tuvieron lugar en la década anterior). Estas entrevistas breves sirvieron de apoyo a la confección de la nota principal, pero proponen muchas más instancias de aproximación al presente de la narrativa joven cordobesa que las que se pueden meter en dos páginas de un diario de papel. Por es las proponemos aquí, como un documento de primera mano para quienes se interesen, ahora o en un futuro lejano –si es que hay un futuro– en algunas de las voces más relevantes de la escena contemporánea. Las preguntas fueron las mismas, a todos los autores. Estas son las respuestas de quienes

aceptaron el juego insuficiente de una entrevista repulsiva. Preguntas 1. En las dos antologías se hace mención, en los subtítulos, a una nueva narrativa cordobesa... específicamente, ¿qué distancias hay con alguna "vieja" narrativa de la provincia? 2. ¿Qué marcas hacen de tu escritura una escritura "cordobesa"? 3. ¿Hay lectores para tantos autores? 4. ¿Qué marcas generacionales dirías que te unen -estéticamente- a tus contemporáneos, a los otros autores de la antología?

Sebastián Pons Participa en las dos antologías (10 bajistas y Es lo que hay). 1- Habría que separar cuentistas de novelistas. Si bien desde hace tiempo se escriben buenas novelas en córdoba, la diferencia de esta “nueva” narrativa está, en mi opinión, en la calidad y, sobre todo, en la originalidad formal (y, en algunos casos, temática) de los cuentos que se han creado durante la última década. En este recorte de producciones de los últimos diez años se encuentran autores de entre veinticinco y cerca de cuarenta años. En tal sentido, algunos de esos “nuevos” ya habían producido y publicado junto a los viejos, pero sus últimos escritos los ubican junto a los más jóvenes. Libros como El aparecido, de Hernán Tejerina, o Un oso polar, de Pablo Natale, poseen esas enormes calidad y originalidad a las que hice referencia. 2- Estéticamente, no hay regionalidad en mi escritura. O eso creo. De hecho, mis influencias son tanto argentinas e hispanoamericanas como de autores de otras lenguas; en realidad, de las traducciones de esos autores. Últimamente, he encontrado mayor inspiración en novelas y cuentos de Beckett que en los más cercanos, a pesar de que constantemente leo lo último que sale en Córdoba. Mi cuento de la antología 10 bajistas (“Desinteresadamente”) es el que más agrada a generaciones mayores. Lo escribí hace más de nueve años y desde entonces ha tenido más aceptación en otros lugares (Cuba, por ejemplo) que en Argentina, lo que demuestra que, desde el punto de vista de la recepción actual, ni siquiera es escritura “argentina”. Un caso aparte es el relato que aparece en Es lo que hay (“Así muere la poesía”) por lo menos en lo que se refiere a sus contenidos: sus dos personajes llevan el nombre de poetas reales de Córdoba y aparecen, además, enmascaradas, otras personalidades literarias de la ciudad y la provincia.

3- La variedad de temas y estilos da lugar a un público lector amplio. Por reconocimiento o por contenido, algunos tendrán más lectores que otros. En al caso específico de los libros que se presentan, hay que ser conciente de que por algo se siguen publicando antologías, por algo un editor o una universidad siguen a la zaga de autores que reúnen según edad, región u otras categorías. La cuestión es que las antologías se siguen vendiendo, sobre todo las de narrativa. Se venden y se leen: algunos autores se llegan a conocer gracias a las antologías. 4- En mi caso, la experiencia de la era menemista es, implícita o explícitamente, algo que encuentro en algunos de los otros autores, aquellos con los que me identifico. La mayoría crecimos, terminamos primaria, cursamos nuestra secundaria o comenzamos la universidad en ese momento (en mi caso, todas esas etapas). El desencanto, la aniquilación de ideales, la trama inverosímil y profundamente sarcástica de la existencia durante esos años, y la inestabilidad de toda base en la que se pudiera construir o reconstruir lo real, son huellas de esa época que hienden (mordisqueando, en el fondo de una indiferencia sintáctica o entre los pliegues de un sentido aparentemente hueco) los relatos de los autores que nacimos entre el periodo dictatorial y la restauración tambaleante de la democracia (aunque hay algunos que ya eran niños en el ’76). No es un programa estético consciente; se trata de una experiencia en común, vivida de diferentes maneras, pero con esa comunidad tácita que compartimos los pocos que no nos quedamos callados, que no fuimos tapados por la recurrencia de voces setentistas ni por la novedad caníbal de un mercado y un sistema dispuestos a incorporar lo vanguardista, lo marginal y lo que ya venía respondiendo a su lógica. Para entender lo que digo, basta con leer a Dughetti, a Lamberti, a Natale o a Gaiteri. Todos escritores originales, todos simulando sus cicatrices para que se noten más.

Mariano Barbieri (Participa en Es lo que hay) Dejando el componente geográfico de lado, la idea de una literatura cordobesa es débil. Como lectores, al contrario de lo que podría imaginarse y a excepción de algunos blogs, la literatura cordobesa es una rareza. No consumimos nuestra literatura y por lo tanto, tampoco nos influye de manera determinante al momento de escribir. No creo que formemos parte de un movimiento e incluso muchos de nosotros ni siquiera nos conocemos. Pienso que nos une quizás –con artistas de otras disciplinas también- la marginalidad de nuestro trabajo. Sin llorar, Córdoba es un conjunto de flashes y esa es también su literatura: escritores que aparecen y desaparecen, que escriben y trabajan en un call center, en una carnicería o dando clases de alemán.

Como generación, en cambio sí tenemos puntos de contacto, tal vez la centralidad de la década de los noventa para entender la actualidad sea uno de esos. Sin embargo, aún entendiéndolo así, eso no es algo que tiña exclusivamente a los cordobeses. Creo entonces que la coincidencia más nítida que hay entre nosotros consiste en pertenecer a una ciudad cuyos recorridos –para leer, para publicar, para aprender- nos encuentran: como escritores cordobeses nuestro punto en común es la búsqueda de un lugar para poder vivir de los que más nos gusta hacer. Ese sólo sentido es, para mí, la posibilidad de entendernos como grupo. Lo demás es sólo literatura.

Lucas Moreno (Participa en Es lo que hay) 1. No tengo la menor idea. Desconozco quiénes son los próceres de la literatura cordobesa. Sólo me suena Cristina Bajo pero nunca leía nada de ella. En mis lecturas soy muy dogmático y eso es peligroso. No lo recomiendo. De los argentinos no escapo de Sabato y Arlt. Tristísimo. Por otro lado desconfío de todo lo que lleve el calificativo de nuevo. No importan los quiebres generacionales; en esta provincia escriba quien escriba sigue haciendo mucha humedad. 2. Perdón, Emanuel, pero para contestar tengo que hacer un breve contexto. No soy de Córdoba. Vine a estudiar Letras Modernas para escaparme de Salta, un lugar espantoso. Elegí esa carrera porque suponía que daba prestigio. En ese entonces era muy ingenuo, un estúpido. No recomiendo a nadie estudiar Letras. Además la carrera asesina escritores. Es importante ese dato porque yo escribo mucho. Escribiendo me mantengo lejos de cualquier reglamento. Con la escritura me desdoblo y no le rindo cuentas a nadie. Es una sensación muy rara, muy alienante y la más placentera a la que puedo aspirar. Soy lector de mí mismo y eso me hace un escritor egoísta, alguien que fabrica textos sólo para sí. Desde semejante punto de partida es imposible encontrar una marca que haga a mi escritura cordobesa. Estoy incapacitado para crear algo que sea ejemplo de colectividad. Una identidad conjunta, una coordenada geográfica, un estilo generacional, una forma ideológica, todos estos matices pondrían en jaque mi autismo, así como pudo hacerlo Letras. Si hay algo cordobés en mi escritura es un accidente curioso. 3. El mecanismo de las antologías me resulta vil, terrorífico, repugnante. Es tan competitivo como un reality show: de los veintitanto escritores por antología, apenas pueden destacar 4 o 5. El resto está condenado al olvido. Cuando se lee una antología cada cuento entra en una lógica de comparación: “tal cuento está mejor que éste, pero no es tan bueno como este otro”. Y así una antología se convierte en un catálogo para que los lectores hagan favoritismos

y los editores echen el ojo. Si suponemos que entre las dos antologías se suman 40 autores, la respuesta es contundente: no alcanzan los lectores. Debería ponerse como epígrafe “que gane el mejor”. 4. Me es difícil responder por la misma razón de arriba. Si hago un esfuerzo no pienso en eventos históricos sino en tecnologías, formatos o materialidades: cine, televisión, internet, chat, mp3, boliche, speed con vodka. Estos aparatos de lo pasajero y de lo divertido están muy pegados a nosotros. Queda todo espectacularizado y somos hipersensibles al aburrimiento. Tanto aburrimiento nos hace un enjambre de descreídos. Esto pienso de mi generación aunque no leí ningún texto de mis compañeros. Después me haré una idea más precisa. De todos modos, que una de las antologías se llame Es Lo Que Hay te hace pensar que los escritores en general no pueden tomarse en serio, que escriben para distraerse y que publican para ver qué onda la fama. Todo muy deprimente y espero equivocarme.

Pablo Giordano (Participa en las dos antologías, Es lo que hay y 10 bajistas)

1. No estoy seguro de poder hablar de “distancia” dentro de la literatura, pero existe una diferencia generacional muy marcada con respecto a la “vieja” literatura. A esta “nueva ola” compuesta por autores nacidos después del setenta (y que casi no leyó a la “vieja”) las editoriales comienzan a canonizar con desparpajo como supuesta promesa de las letras nacionales, no tanto en Córdoba, pero sí en Buenos Aires. Habrá que esperar algunas décadas para saber quienes sobreviven a semejante sticker pegado en innumerables blogs, revistas y antologías. 2. El modo en que se expresan los personajes, los temas y el estilo, quizá. Que no son otra cosa que la realidad con la que nos criamos. Hay un coloquialismo galopante en las nuevas letras cordobesas. Para que pueda asegurarse que una literatura es de un lugar y no de otro, creo, tiene que ser intransferible; y ni así se ha podido vencer a la curiosidad cultural. Cada vez nos leen más en el exterior, y cada vez leemos más a alguien que escribe en un pueblito de Perú como si se tratase de Las Mojarras. 3. Los lectores de nuestra generación, son los escritores de nuestra generación, que también son editores y críticos. Ningún autor se animará a decirlo, pero en nuestros vanidosos corazones, lo consideramos el público soñado. Aunque algunos lo vaticinen para más

adelante, la literatura hoy, es un hobbie. Logró reunirse con su idea ancestral de inutilidad, y por esa razón (paradójica), la considero fundamental. 4. Es impresionante la cantidad de cuentos que transcurren en pueblos del interior, con personajes que se comen las eses y trabajan en los silos de granos. Impresiona esa manía de referirse a la infancia, y al yo. Nacimos en plena dictadura y nuestra experiencia primera con la democracia fue inflacionaria, luego el vaciamiento menemista nos manchó de un nihilismo poco menos terminal que la inundación de Tinelli en todos los aspectos de la existencia. Vimos los muertos del 20 de diciembre y la caída de las torres como algo que ocurría dentro de un videojuego, y mientras pasábamos esas pantallas, teníamos que inventarnos una vida con todos esos pedazos de nada. Somos una generación sin sueños, que asistió al exterminio de los ideales y a la cosificación del arte en un ejercicio tan lánguido como cuando nuestras madres nos peinaban antes de ir a la escuela un día de viento. El mundo se convertía en un descomunal cementerio, pero apareció Internet y un lugar para nuestras tristes artesanías. Nos brindo un público. Entonces empezamos a hablar de cierta literatura de cierta generación; y nos creímos escritores.

Pablo Natale (Participa en Es lo que hay) 1. La única distancia que en principio hay es la de lo reciente, lo joven-nuevo, respecto a lo que no lo es. Al haber dos antologías literarias contemporáneas lo que se va a generar es una sensación de presente efervescente (el mundo de los antologados) y de pasado establecido (lo que no es nuevo, y por eso tiene más derechos de duración). Más allá de estar o no de acuerdo con esto, me interesa la continuidad palpable de los proyectos literarios en la provincia, antes, y después, sea el modo en el que sea. Y esa continuidad necesita de la distancia entre el momento B, el momento H y el momento Z. 2. No estoy de acuerdo con escribir solamente de una manera, no quiero que mi escritura sea sólo una. En el libro que publiqué hasta ahora, la escritura es cordobesa justamente por no desear serlo. En el próximo no será tan así. 3. Tu pregunta es retórica. Respondo: ¿Cuántos lectores tenía Bucay? ¿Cuántos lectores tiene la Voz del interior? ¿Cuánta gente va al Cosquín Rock? ¿Cuántos cybers por cuadra hay? Lo que habría que preguntarse es

cómo se crean lectores y cómo se trabaja para que algo exista y parezca interesante. Y porqué eso no va a pasar. 4. Marcas generacionales… Las cadenas de mails y los blogs han sido muy importantes para establecer la posibilidad de alguna forma constante de vínculo. Además hay factores que crean algo así como un espectro ideológico a partir del cual hay, obvio, cantidad de variaciones. Alguno de esos factores son la flexibilización laboral, los supermercados (luego los callcenters), la sensación siempre inminente de desastre o de cambio, la juventud como objeto deseable de consumo, y una forma híper-hegemónica de hablar el pasado y de hacer desaparecer los futuros posibles (no hay futuro, dicen que creemos, y por arte de magia pareciera como si lo empezáramos a creer). Obvio, también está el hecho de que a todos nos parece que tiene algún sentido escribir. La idea es que con el tiempo muchos nos vamos a darnos cuenta de que estábamos equivocados, de que eso no tiene sentido, y nos vamos a ir a otro país, a Buenos Aires o a la Antártida, a cantarle al federalismo.

Juan Cruz Taborda Varela (Participa en Es lo que hay) 1. Los conceptos nuevo y viejo, en principio, sólo aluden a cuestiones de orden temporal; por lo tanto, estar de uno u otro lado nos habla de marcas cronológicas no elegidas. No obstante, el tiempo define modos ver, de interpretar y, sobre todo, de leer. Quizás la vieja narrativa cordobesa también leía a Faulkner tanto como la nueva, pero posiblemente las construcciones posteriores de esas lecturas sean muy disímiles. Y esta di similitud interviene decididamente en la 'nueva' narrativa. Pero esa nueva, más que nunca, es un complejo mundo fragmentado en el que cada cual es su propia patria de letras. Aun pese a las diferencias, las relaciones diplomáticas son tan buenas como las de Evo y Hugo. 2. Si Andrés Riveras es cordobés por adopción, ésa es una marca que debo admitir como segura: no puedo esquivarla. Más allá de eso, Córdoba son esquirlas de pampa gringa, de sierras bajas y de norte nativo y criollo. Y lograr una síntesis es una tarea ciclopea. Ni tonada, ni lugares comunes, ni una historia oficial me son propias de Córdoba en la escritura. Sí la de 20 cordobeses que me caen muy bien, 5 nicaraguenses que tienen toda la onda, 17 chilenos y tres colombianos y unos cuantos bolivianos. Me identifico en todas esas, y muchas más, historias que se definen por una línea política ideológicas y no por una cuestión geográfica. 3. En tanto haya autores, habrá lectores, pues los primeros se definen antes que nada como lectores. Sino son lectores no son autores. Aún así, la idea del círculo -¿acaso la teoría del cerco literario?- hace presumir que somos los

mismos siempre los que nos leemos. Barrer con el brujo y la madame que generan el cerco literario es una tarea a cumplir. Luego de haber leído mucho, claro. 4. Entré al secundario en el año 91', cuando la Convertibilidad volvía fabulosas nuestras vidriosas vidas. Egresé de la Universidad pública en 2002, a 6 meses de la explosión y a tres días de que Bielsa no pasara ni la primera ronda de Corea Japón 2002. Esa ronda de frustraciones sociales interminables se unieron a Bucay ocupando el trono de Macedonio Fernandez y a Coehlo con el cetro de Hemingway. A partir de allí, sino había un ajuste de cuentas desde el mundo propio de la cotidianeidad, no había más nada que jugar. Ese propio mundo, no individualista pero sí individualizado, empezó a jugar el propio juego de la construcción de otras realidades. Al menos yo, desde ahí, comencé a configurarme algo. Y por fin, Osvaldo Soriano nos dijo que era posible entretener, pensar y hacerte doler en los huesos. Y ahí siento que aquellos niños de la primavera alfonsinista que crecimos leyendo las viñetas de la Humor sin entenderlas nos unimos. Pero no sé por cuanto tiempo. Esto es todo tan raro.

Javier Martínez Ramacciotti (Participa en Es lo que hay) Nuestra relación con el pasado es un tanto problemática. No sé si para todos, para mí al menos. Intuyo que no se trata ya de articular nuestra obra a una serie literaria, un sistema de vinculaciones ordenado, cristalizado. No se ubica la obra en relación a otras mediante una afirmación estética-que es la máscara de la ideología en el arte- sino por simpatía, por una elección afectiva. Podemos acercarnos a un autor, y luego a otro que se ubicaría en un frente estético-ideológico contradictorio a aquel. Estas “inconsistencias” no creo que nos asusten. De hecho, sospecho que somos una generación inconsistente en sí misma, y de la incoherencia hacemos una retórica, una potencia. En este sentido la idea de Canon carece un poco de sentido. No es que no se vayan formando una selección más o menos estable de autores y/o textos “que hay que leer”. El Canon no encuentra en nosotros una impugnación total, caprichosa, parricida. Sino que asume otra dinámica, menor, escurridiza; tenemos micro-canons, canons-correcaminos que apenas si podemos establecerlos ya se nos esfuman; y de éstos apenas nos quedan un leve recuerdo, el eco de un lejano “Bip-Bip”. Además, ¿qué sería “vieja narrativa cordobesa”? No es que Córdoba no haya tenido narradores(Daniel Moyano, Néstor Sánchez, Andruetto, Andrés Rivera,etc), sino que difícilmente se pueda decir que hayan configurado-o intentado siquiera delinear- “formaciones grupales”. La literatura como

vocación y construcción colectiva-al menos en la narrativa, la poesía es otra cuestión- no se sostuvo como horizonte creativo en esta provincia. O si lo hizo no tuvo éxito. Somos una generación que en modo alguno se encontró con una Herencia(provincial). Por esta causa, carecemos del acto Parricida como gesto de auto-identificación entre pares(hermanos=generación). Somos huérfanos chocando con huérfanos mientras buscamos como podemos restos para construir una “herencia”, un acervo literario. Pero esta orfandad, que es nuestra pobreza, es también-creo- nuestra libertad. Esquivamos los vericuetos burocráticos de lidiar con una herencia, y nos ahorramos la penosa tarea homicida del Parricidio. Jugamos/escribimos a los saltos en la intemperie, y nos juntamos porque-quizá- no nos queda otra. Independientemente de estos rasgos, digamos, contextuales, se me hace difícil pensar una “nota común” entre todos los que integramos la antología. Abusemos de la biografía, y de la demostración por el absurdo: tengo 23 años, y hay escritores en el libro que tienen 30/31/31. Supongamos que dentro de 9 años se hace una nueva antología de jóvenes narradores de córdoba. Y yo formo parte de la misma, junto con un pendejo de 22 años. ¿Cuál pude ser el índice común entre alguien como yo(que a los 13 años jugaba al Family, no tenía una computadora ni cerca y miraba a escondidas películas de la Coca Sarli) y el hipotético pendejo-escritor que a la misma edad jugaba al Play Station 2, contaba en su haber con dos Notebooks y se bajaba películas Porno por internet con suma facilidad? Sin duda alguna, casi ninguno. Somos universos casi impermeables. Con este ejemplo quiero afirmar que “la joven narrativa” no es un estado dado, una identidad; sino un proyecto, una comunidad cuya propiedad es su im-propiedad: su faltarse a sí mismo. “Es lo que Hay” afirma que es una antología de jóvenes narradores DE Córdoba. Me parece importante señalar el DE por sobre el “cordobeses” De algún modo indicaría meramente una tópica, Córdoba como un espacio geográfico en el que estamos dispersos escribiendo; no una marca en el texto. Eso impide el peligro siempre latente del “regionalismo”. No tengo porqué hablar de Barrio Alberdi, ni de La Cañada, con una canción de La Mona de fondo mientras personajes costumbristas andan por ahí diciendo cada dos palabras “Culiáo”. La literatura de córdoba no tiene ninguna necesidad de ser una “Literatura Culiáo”. Aunque no creo que puedan encontrar un solo escritor en estas antologías que no sepa prepararse un buen Fernét con Coca!

Javier Quintá (Participa en las dos antologías, Es lo que hay y 10 bajistas) 1. La literatura cordobesa, si existe algo que pueda definirse como tal, es un campo muy virgen en el sentido potencial de lo que podría esperarse de ella misma. No me refiero a la cantidad o calidad de las producciones literarias, todo lo contrario, hablo de la escasa visibilidad o trascendencia que cobra lo

que se escribe en esta región, y de las dificultades reales que existen para dar con aquellas publicaciones. Ejemplos hay de sobra. Solo para nombrar alguno hablaría de las ediciones de autor de Kike Bogni, Luna tetra brik o Caramelo de ajo, para citar algunas, fueron pioneras en el uso del material reciclado para el diseño de un libro, y sin embargo, acá pasaron sin la misma trascendencia que, por ejemplo, Eloisa Cartonera en Buenos Aires. Por eso cuesta mucho leer las rupturas o las continuidades que hay entre las distintas generaciones de escritores, sean cordobeses o no. Dentro de estas dos antologías, por ejemplo, se podría decir que conviven maneras de escribir o estéticas muy distintas, irreconciliables unas con otras, en continuidad y ruptura con ciertas tradiciones, y sin embargo acá las ves, todas en un mismo libro. 2. En mi caso particular las ataduras a Córdoba son espaciales y temporales. Como vivo en la ciudad, los barrios y las calles son el escenario principal de mis historias. También el tiempo que atraviesa casi todo lo que escribo es el momento en el que estoy viviendo ahora. Mis personajes son cordobeses, en su manera de hablar y de pensar y en los prejuicios que tienen y en la forma de entender y ver la realidad. 3. La verdad no lo creo. Córdoba es una ciudad que mantiene una relación extraña con la cultura, en general, y con la literatura, en particular. La lectura significa mejor calidad de vida y cierta parte de la misma parece no entrar en los hogares cordobeses. No sé quién es el responsable, si es que hay un responsable. Lo cierto es que algunas de las tantas producciones culturares que se llevan a cabo en la ciudad parecieran no estar a la altura de Córdoba o Córdoba no está a la altura de lo que podría darse a sí misma. Creo que es una ciudad potencialmente interesante, pero que todavía no ha sabido cómo construir ni explotar un campo cultural mucho más amplio y múltiple que el existente en la actualidad. Como a grandes zonas de este país, Córdoba debería pensar más en Córdoba y no mirar tanto a Buenos Aires. 4. Sobre las marcas estéticas que me unen a una generación habría que preguntarse primero qué entendemos por generación. Para hablar de generación tendríamos que hablar primero de autores y de obras y de publicaciones y no sé si hay mucho de eso entre nosotros. Al menos no es el caso de la mayoría. Creo que estas antologías pueden llegar a significar el puntapié inicial para muchos de nosotros, convertirse en un aporte muy importante para la construcción de un espacio literario que hasta ahora se mantiene difuminado en los blogs y en varias pequeñas ediciones independientes, como la desaparecida editorial La Creciente o algunas revistas, como fue La Intemperie en su momento y hoy es Diccionario. A lo mejor eso sea una marca. Y el pesimismo que guarda una relación acústica con la palabra menemismo. Tengo 27 años, escribo hace ya un tiempo, mis

amigos me leen y yo los leo, me gusta cierta literatura que es la que trato de plagiar con algunos resultados positivos y otros no tanto. Mis contemporáneos, entonces, son mi mayor influencia y mi punto de referencia.

Juan Cruz Sánchez (Participa en Es lo que hay) 1. La verdad, ni idea. Sinceramente, no he leído prácticamente nada de las generaciones anteriores de la narrativa cordobesa. Mi contacto con la literatura se dio, en gran medida, a través de la blogósfera. Es así como conozco la obra de más de la mitad de los autores que están en el libro y hasta me he hecho amigo de varios. Pero cuando leo, por ejemplo, a Salzano si siento que manejamos un nuevo lenguaje, bastante lejano del “clásico”. 2 y 4. Afortunadamente tuve la oportunidad de viajar mucho y eso, creo, se refleja en mis textos. Puedo estar escribiendo una historia que sucede en Viena o en Osaka pero casi siempre hay en la narrativa guiños a Córdoba. Me parece interesante poder hacer un paralelismo de un personaje que mientras recorre cruza un puente en Praga o se mete a un bar de Bangkok, se acuerde del bulevar San Juan, la isla de los patos, Pétalos de Sol. Eso tiene como potencial defecto delimitar mucho su lectura al público de esta ciudad, pero no imagino un lector universal sino uno que ha crecido con el gobierno de Angeloz, que toma cerveza en La Cañada y bondis en la catedral, que veraneó en Capilla del Monte, que pasea los domingos por el parque Sarmiento. 3. Ojalá. Hay gente dando vueltas por los blogs de los autores, pero también es cierto que hay románticos que no quieren renunciar al formato libro; y hablo de tanto escritores como lectores. Por eso está bueno que se hayan juntado tantas voces en un mismo libro. Creo que la antología refleja un muestreo interesante del panorama joven local que puede convocar bastantes lectores.

Federico Falco (Participa en Es lo que hay) 1. Me gusta que, en el caso de la antología de Lilia Lardone, el subtítulo aluda a la joven literatura "en" Córdoba y no "de" Córdoba. Creo que eso abre el juego. Para muchos, sobre todo en la juventud, Córdoba -la ciudad- es una ciudad de paso. Por otro lado, la idea de "nuevo" o "vieja" es un tanto resvaladiza, son categorías que se resignifican, literalmente, a cada instante. De todos modos, las antologías hacen un corte en un determinado momento: esto es lo que se puede considerar "nuevo" y/o "joven" hoy. No tengo idea de si existieron antologías de este tipo en el pasado, así que no creo que se puedan establecer comparaciones. En un campo tan frágil como el de literatura

cordobesa, creo que todo es más como un único movimiento, a veces azaroso, a veces organizado, que a veces propone evoluciones y, muchas veces, grandes involuciones, pero que siempre depende de individuos. Creo que estas antologías son como una fotogafría, congelan un instante, un estado más o menos de cosas en un tiempo y un espacio específico. 2. A priori diría que existe como una especie de "mito" de lecturas subyasentes y compartidas. Se ha señalado hasta el hartazago la influencia del minimalismo norteamericano, de Carver en particular, a lo que yo, en lo personal, sumaría a los realistas italianos de la postguerra y a los regionalistas argentinos. Creo, efectivamente, que es algo que muchas veces (pero no siempre) se puede leer y que es una marca bastante particular de lo que se produce en Córdoba. O por lo menos, es una referencia que en Buenos Aires no existe. Pero, creo, también, que existen otras marcas, otras referencias, que habría que rastrear, por lo menos para no caer siempre en lo mismo. Sobre todo en los más jovenes se hace evidente que las referencias son otras: aparecen aires de Bolaño, de Aira, de la narrativa argentina de los 90, de la escritura autoreferencial, del blogger. Digo todo esto sin haber leído las antologías, simplemente por conocer las obras de algunos de los antologados. Pero hay muchos que no conozco, en ese sentido las dos antologías están abriendo el abanico y mostrando gente bien joven o del interior (de Villa María, de Río Cuarto). Hay que ver qué escribe esa gente. Para poder contestar la pregunta, entonces, primero habría que leer las dos antologías y ver qué marcas textuales se repiten y con cuáles uno se siente identificado o a cuáles uno siente como propias. De todos modos, creo que escribir desde Córdoba es hacerlo desde un lugar de mucha atomización e invididualidad. Prácticamente no existen grupos y, creo, ninguno programático. Tal vez en algunos casos aparezcan afinidades, contagios, visiones parecidas, pero no creo que a eso se le pueda llamar elecciones estéticas. Supongo que son más fatalidades que otra cosa. 3. Eso es lo de menos. La variable económica, en la literatura cordobesa, no es una variable. La escritura necesita lectores porque sino queda incompleta, pero es lo mismo que haya diez o mil. 4. El haber crecido y estudiado en la década menemista. La crisis del 2001.

Maricel Palomeque (Participa en Es lo que hay)

1. Creo que lo “nuevo” es sólo para denominar un recorte en el tiempo, a los fines de enmarcar la antología en un contexto histórico. Este contexto estará determinado, seguramente, por algunas marcas estéticas, políticas, etc., diferenciándose de otras “viejas” o no tanto. 2. NS/NC. Cuando escribo, escribo. Si hay marcas cordobesas, es inconsciente. Por lo demás, adhiero a eso de que pinta tu aldea… 3. Quiero creer que sí. Tal vez el desafío (o el milagro) sea tener un lugar privilegiado entre tanta oferta de papel escrito y electrónico circulante. Como lectora, siempre me resulta difícil decidir qué leer entre la maraña de autores que uno va conociendo, o que le van recomendado. La vida es muy corta, y la literatura demasiado larga… 4. Creo que pueden unirnos una serie de padecimientos folclóricos, como haber nacido en la dictadura, criado en la democracia, adolecido en la decadencia menemista, egresados universitarios con el corralito. Esa marca contextual local es muy fuerte, sumada a que somos parte del privilegiado sector que tuvo acceso a la bendita Universidad pública y gratuita, que deja marcas persistentes en el hacer y en el decir. De esto último no me quejo. No me quejo de nada, bah. Me gusta ser clase ’76.

Diego Fonseca (Participa en 10 bajistas) 1. Carezco de registro profundo de la que llamás "vieja" narrativa cordobesa. Mis lecturas de autores cordobeses nada más incluyen a Filloy, que es sublime escritor. Por otro lado, tengo una profunda deuda con la literatura producida en Argentina desde hace tiempo pues llevo varios años fuera del país y no he seguido las tendencias nacionales ni locales. 2. Mis textos no tienen un afincamiento profundo con Córdoba. He viajado por América Latina, Europa y Estados Unidos durante los últimos 10 años, de modo que mis historias se apoyan en cierta universalidad temática en las que, las más de las veces, el escenario es un rasgo. He escrito muy poco sobre o desde Córdoba. No obstante, una deuda que aun tengo es retratar los pueblos del interior cordobés, pero otra vez porque he descubierto que sus historias, aun originales, tienen principios universales que las sostienen. En los últimos dos años, por ejemplo, viajando por Estados Unidos me he dado con personajes, cuentos y hasta aromas y escenarios que me traían remembranzas de Las Varillas, donde nací, y otros pueblos de mi infancia y adolescencia. Por lo tanto, creo que de encarar una nueva aproximación a "lo cordobés" lo haría tomando el escenario y ciertas marcas culturales pero no podría avanzar en

una historia completamente cordobesa. Con cada año que pasa, tenés siempre otros ojos. Dicho esto, Alejo Carbonell seleccionó para la antología "Bailarina de cabaret", un fragmento de la novela "La Revoluta", que escribí hace más de 10 años y nunca publiqué. La novela relata una iluminada revolución en un ficticio pueblo del sur de Córdoba que no tiene muchas luces, en todos los sentidos posibles. En el caso de la novela, si alguna marca textual puedo referir es el recurso al acento cordobés como diferenciador en el uso del español. A nivel argumental, me valí de ciertas dicotomías como parte de la estrategia narrativa, como los opuestos ciudad/campo, absolutos/relativismo y, en menor medida, Buenos Aires/Córdoba. Pero más como un juego de complicidad para el lector potencial que por una creencia profunda en esos discursos. 3. Siempre hay lectores. Si lo preguntás en términos de capacidad de consumo, hay. En términos de sostenibilidad del autor, no lo sé. No vivo en Córdoba. Pero siempre hay mercado. Ante la ausencia, se puede crear la necesidad. 4. No lo sé, honestamente. Según Alejo, de todos los autores, soy el más "viejo" (tengo 38). No me considero "joven" y no creo que estrictamente me quepa la etiqueta de la antología. Por lo demás, no he vivido en Argentina en la última década, sino en México y Estados Unidos. Dicho esto, pertenezco a una etapa transicional. No soy parte de la joven guardia, que se mueve en los veintes y primeros treintas, ni participo de los autores más maduros. Leo tanto de los viejos íconos de los 60 y 70 como de los nuevos autores a nivel internacional. He escrito toda mi vida y soy periodista desde hace casi 20 años, pero recién comencé a explorar seriamente la posibilidad de publicar mi literatura hace un par de años. Por ende, soy hijo de varios registros discursivos y mis temáticas distan de aproximarse a Córdoba como tema o escenario o a una generación determinada, cultural o geográficamente, en la provincia, pues mi formación es más cosmopolita. ¿Por qué estoy en la antología, entonces? Eso es algo que debo agradecer a Alejo Carbonell, que halló atractivo un fragmento de "La Revoluta", encontró en él los rasgos y signos que podrían delatar cierta pertenencia a una corriente --supongo, pero desconozco-- y me pidió autorización para publicarlo.

Pablo Dema (Participa en las dos antologías, Es lo que hay y 10 bajistas)

1. Es difícil contestar a esta pregunta, principalmente porque no está nada claro qué es la literatura cordobesa. Hace un par de años se hizo en la Universidad de Córdoba un coloquio sobre autores cordobeses y allí aparecieron algunos interrogantes sobre cómo se define a un autor cordobés. Por ejemplo, hubo quien escribió sobre Daniel Moyano, que vivió en la provincia de Córdoba pero no es nativo de aquí. Por mi parte, hice un trabajo sobre Antonio Tello, que nació en Córdoba pero hace treinta años que vive en Barcelona. Ahí hay criterios implícitos distintos sobre lo que significa que un escritor sea cordobés: el lugar de residencia en un caso, el lugar de nacimiento en el otro. Por otra parte, si supiéramos con claridad qué es un escritor cordobés, habría también que acotar el término “vieja narrativa”, la cual podría involucrar sólo a la generación inmediatamente anterior pero también a todo lo que uno conoce escrito en Córdoba en el siglo XX. En ese campo, tenga el alcance que tuviere el término “vieja”, debería decir que no conozco lo suficiente como para caracterizar a toda esa vieja guardia. En realidad conozco cosas aisladas de los escritores y autoras de la generación anterior y siento con respecto a algunos cierta cercanía, más bien afinidad y aprecio más que diferencias. Por ejemplo, Todo movimiento es cacería, de María Teresa Andruetto, para mí es una referencia clave. Me parece que alguien que escribe cuentos haría bien en ponerse como horizonte llegar al nivel de esos relatos. 2. Me parece que las escrituras producidas en la provincia no tienen marcas formales significativas en relación con lo cordobés. Obviamente que hay en la narrativa alusión a lugares, calles, pueblos de Córdoba, pero son referencias que ingresan naturalmente porque están en el entorno de los autores. Puede haber también algunas marcas dialectales, intentos aislados de pasar a la escritura ciertas marcas de la oralidad del habla cordobesa pero esto no alcanza para delinear una estética ligada a lo provincial. Me parece que el valor de una antología cordobesa pasa por darle visibilidad en un marco mayor, nacional tal vez, a una parte de la producción literaria de la provincia. Si existieran antologías así en todas las provincias sería más difícil, o más bochornoso aún, hacer libros como La joven guardia, que se presenta como una muestra de la nueva generación de autores argentinos cuando en realidad contiene textos de autores de tres provincias y con una desproporción notable: 18 son de Buenos Aires, 2 de Córdoba y 1 de Santa Fé. 3. Sinceramente no lo sé. Pero creo que esta pregunta lleva implícitamente la sospecha de que estos autores cordobeses antologados son muchos (lo digo por el “tantos”). Si la impresión de que hay un número interesante de gente joven que los antólogos y los editores consideran dignos de salir al espacio público es acertada, habría que conjeturar que hay lectores para ellos, al menos entre las personas de la misma generación de los autores. Digo esto

porque manejo el supuesto de que estos escritores jóvenes son, obviamente, lectores; son la minoría de una mayoría de lectores que puede interesarse en ellos. 4. Hace muy poco tiempo que esta pregunta tiene sentido para mí. Yo no conocía a casi ningún autor de Córdoba de mi generación hasta que apareció la editorial “la creciente” y Alejo Carbonell vino a Río Cuarto. Eso y los libros de Recovecos que llegaron a Río Cuarto vía Alejandro Schmidt. A partir de ahí me empezaron a sonar algunos nombres y empecé a prestar más atención a los narradores de mi edad. Creo que la aparición de estas dos antologías nos da a todos la posibilidad de pensar dónde estamos parados en relación con ese grupo y nos pone en una buena posición para seguir la trayectoria de los otros autores de aquí en adelante. A partir de lo poco que conozco puedo decir que entre los narradores de mi generación hay mucha heterogeneidad. Yo me siento cerca de un autor como Hernán Arias, por ejemplo, que creo que no está en ninguna de las dos antologías. Pero la escritura de Arias tiene filiación con la de Saer, un autor de la generación del ´60. A su vez, un escritor como Sergio Chejfec, que es de una generación posterior, de los ´90, también está ligado a Saer. Entonces tenemos un “joven escritor cordobés” que define su escritura en relación con un porteño de la generación anterior y un santafecino dos generaciones mayor. Acá se ve que, más que novedades, los escritores nuevos ofrecen continuidades. Tal vez se podría pensar en otra línea que viene de Cortázar y auspicia ciertos usos del fantástico; otra que retoma formas realistas a la manera de Abelardo Casillo o Haroldo Conti. De todas maneras estas son hipótesis muy vagas, simples impresiones.

Adrián Savino (Participa en 10 bajistas) Para tratar de responder a tus preguntas, te diría que lo único que veo claro es una especie de mini-moda editorial que comenzó con la antología La joven guardia. De allí en más, fueron saliendo una serie de libros de "narrativa joven" antologada, a la cual se sumarían estos dos volúmenes cordobeses. Por lo demás, y más allá de algunos rasgos más o menos contemporáneos (influencias de ciertos autores, de internet, de ciertas circunstancias históricas como por ejemplo diciembre 2001), tengo para mí que lo "nuevo" o "joven", a la vuelta de la esquina ya será "viejo". Así como lo viejo fue nuevo alguna vez, ¿no? En lo sustancial, me parece que las preocupaciones de los autores han de rondar más o menos por los mismos asuntos: las relaciones humanas, el paso del tiempo, la Historia y las historias... Quizás no tanto la muerte porque parece

estar lejos -y ahí sí podríamos encontrarnos con un rasgo generacional, quién sabe... Más allá de las "locaciones" y personajes más o menos cordobeses, en mi caso (y creo que en la mayoría de los demás antologados a los que he leído) la aspiración creo que es más universal que local. Es más, me parece que localismo cordobés, chauvinismo o como queramos llamarlo, a esta altura es lo que sobra, y no debemos ser pocos los que estamos con las pelotas bastante hinchadas al respecto. Y lectores, bueno, con que haya uno, ya te digo que sí, que hay. Y en ese sentido van a estar buenos estos libros, porque van a acercarnos a la minoría interesada en estas cositas.

Diego Vigna (Participa en 10 bajistas) 1. No creo que haya ninguna distancia significativa con una vieja narrativa, o mejor dicho, sin duda debe haber distancias, naturales, pero no creo que haya una ruptura con algo anterior. Las distancias, supongo, son las que brotan en virtud de un cambio generacional: hoy mucha gente tiene el ánimo de escribir y muchos lo hacen sistemáticamente; hay un abanico de narradores que supongo puede llegar a ser más amplio que antes (somos muchos, no sólo en Córdoba), y el contenido de la literatura cambió un poco de guiños, quizás como producto de los cambios en la concepción de lo político (a nivel ideas) y sobre todo en la vida cotidiana, de unas décadas a esta parte. Pero es una pregunta muy ancha que no puedo responder del todo: primero, por no ser de acá, y segundo, porque la provincia también es muy ancha y no conozco el funcionamiento del resto de las localidades; conozco más o menos lo que pasa acá en la capital. Lo que sí está claro es que si hay distancias, son principalmente físicas. Con esto quiero decir que los escritores más grandes no se acercan ni por casualidad a los escritores jóvenes, no demuestran interés; salvo el caso de la señora Lardone, o de M. T. Andruetto, o algún otro, pero no creo que existan mucho casos más. 2. No hay marcas en mi escritura que denoten un sello cordobés. Existe, tal como decís, una referencia local en mis historias por el hecho de vivir mi vida acá, y de chocar con las características tan contradictorias de una ciudad como Córdoba, que sin duda es una usina de literatura por el comportamiento de la gente, de todos nosotros, y del cambio abrupto que vivió la atmósfera de esta ciudad en los últimos cinco o seis años. Acá ya no se vive tan bien, y la atención en el otro (el que camina al lado) está en vías de extinción. Todo es cada vez más ordinario en el día a día; por supuesto que eso no se vive tanto en los círculos restringidos de amigos, y escritores, es decir la gente que uno elige para juntarse. Pero la vida en sí, el compartir el aire con los otros, ya no

me agrada tanto como cuando llegué. Todo eso creo que se ve en lo que escribo hoy. Pero no hay marcas estéticas, para nada. El tono que, creo, fui ganando con las horas de escritura, no tiene nada de acá. Creo que tiene más que ver con una forma de mirar las cosas que adopté creciendo en el sur. Creo que la vida en el sur, y las contradicciones de allá, me llevaron a pensar las historias y los personajes como los pienso. Pero no es algo que se circunscriba a una zona en particular. Más bien es un modo de ver la complejidad de las relaciones. 3. Ojalá haya. Ojalá se pueda cumplir la idea inicial de 10 Bajistas de difundir el libro en los colegios secundarios, y ojalá suceda lo mismo con Es lo que hay, más que nada para que se sumen lectores jóvenes, de los que no esperan el libro para matarlo o para ver cuán mal escriben los nuevos, cuánto corrigen, cuánto se comprometen. 4. Es difícil pensar en marcas específicas, parecen más bien difusas: vacíos, silencios. Pero creo que sí las hay. Y entre varios. Aunque los recursos en cada escritura sean tan personales (otros casos no, creo que los recursos se repiten en algunos casos, los registros, las respiraciones de los textos... pero creo que eso es responsabilidad de la neurosis de los que dictan y enseñan en los talleres y sin querer -o queriendo- limitan a los autores). Una marca puede ser la incertidumbre, y el descreimiento por todo tipo de relato "medio" o "grande" de nuestra época, sobre todo del 2001 a esta parte. Todo relato social y político es efímero y cambiante, y eso, creo, nos hundió en una precariedad de proyectos a futuro que todavía vivimos. Eso produjo, entonces, un pensamiento tirado hacia lo mínimo, hacia las preguntas que surgen en lo cotidiano, en cada mente, en cada patio, en cada cama. Creo que eso también va atado a cómo fue evolucionando aquello que niños ricos y tristes llamaron la "Generación X", una idea que escuché desde chico chico sin entender demasiado entonces, y que va atada al escepticismo resultante por cualquier cosa que pudiera intentar un pendejo criado durante el menemismo. Esto último lo digo desde mi experiencia como adolescente en otro lugar; no sé si pasó acá. Pero creo que por ahí vienen algunas cosas en común, lo que sin duda generó una fortaleza: una fuerza de cagarse en lo que digan un poco los otros, y escribir sobre lo que a uno le da placer, le da miedo o sobre lo que no entiende demasiado.

Cuqui (Participa en Es lo que hay) 1. Tal vez se refieran "a lo nuevo" porque es lo que se está escribiendo ahora y no porque sea "novedoso". No tengo conocimiento ni sobre lo que se venía escribiendo -más allá de lo obvio- ni sobre lo nuevo, así que no puedo opinar. Pero qué decir sobre Filloy!!!!!!!!! Yo seguiría de cerca a Diego Vigna, de última

si después resulta que no pasa nada, te alejás, pero ese chico es muy interesante. 2. La mediocridad. 3. Parecen muchos autores pero no son tantos. Esperá a que el tiempo pase: ¿cuántos van a seguir escribiendo? ¿Cuántos van a tener una verdadera búsqueda? ¿Cuántos van a hacer una obra? ¿Cuántos van a hacer una obra contundente? Hasta quizá ninguno. 4. Decir las cosas como son.

Marcelo Díaz (Participa en Es lo que hay) 1. No sé hasta qué punto se puede pensar en una tradición literaria que se defina estrictamente como cordobesa. Una tradición con mayúscula y lo digo fundamentalmente como lector. Se me ocurren autores que hicieron mucho ruido como Filloy, Moyano y así. Pero pensar en una “vieja” escritura cordobesa en contraste o en relación con una “nueva” creo que tiene sus complicaciones. No sé en qué punto se puede periodizar una escritura semejante. En fácil; no sé en dónde empieza a escribirse nuestra literatura local y mucho menos sé hacia donde nos llevará. 2. De córdoba me queda la experiencia de vivir en el interior del interior. La experiencia de habitar un lugar es casi la misma – como lo plantearía Cioránde habitar un idioma y creo que a mí me toca explorar nuestra geografía cultural desde nuestra palabra. Por supuesto que cada uno lo pensará a su manera y queda abierto el diálogo. 3. No creo que haya tantos lectores como autores. De hecho el rol del lector coincide – si partimos de la idea de que cada vez se lee menos- con el de escritor. Escritor y lector son dos entidades que van de la mano. Me parece que incluso llegado el momento da la impresión de que siempre hasta somos los mismos lectores que estamos leyéndonos entre nosotros. Aunque puede que, en el mejor de los casos, sea sólo una impresión. 4. En mí situación en particular diría que formo parte de la generación de los ´90. Una generación que se caracteriza por la ausencia de significaciones en todos los ámbitos. Lo cual, hoy por hoy, puede que no diga nada. La época del Grunge – la proyección y la muerte de Kurt Cobain, quién aparece en muchas remeras como toda una marca registrada-. Una generación que se encuentra en la fiebre y en la noche y que se traduce en una literatura del momento, del presente, que no tiene pretensiones de trascendencia bajo ninguna forma. En verdad siento que guardo mucha afinidad con esta última idea y más que un peso al pensar así me siento más aliviado con respecto a la

manera en que todo, y principalmente nuestra literatura, se puede resolver en el futuro.

David Voloj (Participa en Es lo que hay) 1. Me parece que hablar "nueva narrativa", más que plantear una toma de distancia con respecto a una narrativa anterior, marca la existencia de una importante cantidad de escritores jóvenes, que rondan entre los 20 y los 35 años, que escribe y publica y trata de ser leído, ya sea de manera clásica (libros, antologías, revistas literarias) o alternativas (blogs, fotocopias gratuitas, panfletos). Eso antes no se hacía, al menos con la dinámica y la persistencia de la actualidad. Y en este sentido, "Es lo que hay" es apenas una muestra, un catálogo del cual muchos y muy buenos quedaron afuera. 2/4. Creo que varios de los escritores de la antología estamos atravesados por la universidad y a la mayoría le gusta renegar de eso, restarle importancia e incluso hacer desaparecer esa huella de su narrativa. Es un fenómeno extraño, tan extraño lo frecuente que es el plagio. Aunque ya se sabe lo que decía el compositor ruso Igor Stravinsky: "Un compositor con talento copia. Un compositor genial, roba." 3. Público "Es lo que hay" (chiste malo ante la falta de respuesta).

Hugo Rabbia (Participa en Es lo que hay) 1. No creo que exista una ruptura, porque hay “vieja” narrativa cordobesa que no puede pasar desapercibida. Jorge Barón Biza, por ejemplo. Moyano, Filloy, Suez, Lardone, y varios más, son tan “nuevos” como cualquiera de nosotros. Las diferencias se dan más en el plano de las actitudes que en lo estilístico o temático, que derivan, en muchos casos, de nuestra proximidad y experimentación con las nuevas tecnologías, más específicamente el blog. Es un formato que exige desarrollar un ojo agudo de lo cotidiano, y ayuda a relativizar eso de que toda narración debe ser “trascendental”. No obstante, muchas de estas cosas ya las hacía Filloy, escribiendo en servilletas de bares. 2. Lo que me motiva al escribir es lo que la gente cuenta cotidianamente, cómo lo narra, cómo se superponen sus voces y sus puntos de vista. Esto está anclado al tiempo y espacio en que vivimos: la pampa, donde nací, sus pueblos, su carga emocional, las formas y deformaciones de la cultura del

“gringo”, los personajes de la peatonal de Córdoba, la sobrepoblación de iglesias y perros vagabundos, la “crudeza” naïf de la gente de las sierras. Son hitos asociados a experiencias personales que marcan una escritura “cordobesa”, aunque poner adjetivos a la palabra “narrativa” es algo que no me sienta bien. 3. Yo creo que es al revés: no hay tantos autores para la cantidad de lectores en Córdoba. Llegar a ser un “autor” es difícil. Las editoriales en Córdoba hacen lo que pueden con las opciones que tienen para publicar y con circuitos cerrados de distribución. Las librerías están mayoritariamente desinteresadas en los autores de Córdoba. En parte, esto le cabe también a los medios de comunicación y a nosotros, como lectores. El libro de un “autor” cordobés no vale nada. Como vivimos en un pueblo grande y casi todos nos conocemos, el libro pasa de mano en mano y predomina la idea de que nada nuevo nos puede sorprender. Sin embargo, a veces hay gratas sorpresas. Pero para eso hay que darse el lujo de tener un libro de algún autor cordobés entre manos. 4. Hay entre los autores que venimos del interior provincial un sustrato común, quizá vinculado a los ritos y personajes de los pueblos de la pampa, las historias que se cuentan de pueblo en pueblo, cómo Córdoba recibe al que se viene a estudiar o trabajar acá, cómo lo agota, y cómo vuelve a encantarlo. En lo generacional, somos todos hijos de la democracia, que parece que “siempre estuvo allí”, de la hiperinflación, de la fiesta del menemismo y su debacle cultural, de las redes globales, de la fragmentación de las subjetividades, de los cacerolazos. Creo, también, que somos conscientes de que habitamos en la periferia, pero asumimos ese lugar como un espacio creativo. Hay mucho potencial en los márgenes.

Fernando Montes de Oca (Participa en Es lo que hay) 1. La misma que había entre Schumacher y Tuero. Pero tenemos tiempo para que alguna escudería grossa nos preste una butaca. 2. Siempre usé como materia prima de mis textos información procesada por el cerebro de algún "negrazón" cordobés. No me refiero de manera tajante al estereotipo, sino al cordobes que ama su barrio, al que se pasa la vida inventando bromas sutiles o pesadas. También al cordobés sindicalista, al cordobes metalúrgico de alma, al cordobés aeronáutico, al cordobés serrano.

Es un recurso que obviamente pronto se me agotará y vendrá un nuevo desafío, claro está. 3. No, qué va. Nadie lee una mierda. Es laburo nuestro convertir a la gente en lectora. Pero eso debe trabajarse en conjunto, haciendo de la literatura joven cordobesa una marca, algo consumible y promocionable. No es lo ideal artísticamente, pero por algún motivo subconsciente ligado a mis estudios universitarios en cuestiones comerciales, intuyo que puede ser la salida mas "a mano". 4. Cagarse de risa, pero me marcó singularmente el haber conocido mas a fondo la "calle" cordobesa, los barrios que conforman esta ciudad y que se me habían mantenido ocultos, lejanos al Arguello en que me criara. En particular San Vicente (laburé allí todo un año) y la zona sur de la ciudad, de donde es mi señora.

Hernán Tejerina (Participa en 10 bajistas) 1. La que media entre la ancianidad de los viejos y el progresivo envejecimiento de los jóvenes (por supuesto, hablo de viejos y jóvenes narradores antologados) 2: Más allá de la "fatalidad cordobesa" que señalas -vivir, a veces, en el ejidono hay, a mi modesto entender, 'marcas textuales cordobesas'. Creo que algo como eso no existe. 3: Espero que así. Apuesto a que no. 4: Mmm... Ninguna o quizás el hecho de que, salvo quizás algún cuento de Falco o Lamberti, nuestras escrituras son bastante deficientes.

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.