erreb La mansedumbre de Cristo

Organo de 811 Venerable Orden Tercera y cofradías. erreb 24 DE MARZO DE 1928 Dirección y Administración: PP. MERCEDÄRIOS Silva, 39.—Madrid (12)

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Organo de 811 Venerable Orden Tercera y cofradías.

erreb 24 DE MARZO DE 1928



Dirección y Administración:

PP. MERCEDÄRIOS Silva, 39.—Madrid (12)

NÚM. 3

SUMARIO LA MANSEDUMBRE DE CRISTO, por Fr. Guillermo Vázquez.—,Fu E TEN-

— INMORALIDAD ACTUAL, por Fr. Ricardo Delgado Capeans.—PÁGINA MISIONAL. EL EMMO. CARDENAL TADO JESÚS?, por Fr. Fernando Vázquez.

SALAZAR, por Fr. Guillermo Vázquez. - PASATIEMPO INSTRUCTIVO, por Fr. Martín Ortuzar.—LLAMAMIENTO DE DIOS AL ALMA, por Fr. José Cres-

po.—IINCONSCIENTE!, por Julia G. Herreros.—AL BORDE DEL PRECIPICIO, por Fr. Juan González.—A UN RÍO, por Tirso de Molina.—BIBLIOGRAFÍA. NOTICIAS.—NECROLOGÍA.

La mansedumbre de Cristo. «Qué cosa es la felicidad? (pregunta el autor del Anticris»to). El sentimiento con que el poder se engrandece, con que » se vence una resistencia. No satisfacción, sino más poder; » no paz, sobre todo, sino guerra; no virtud, sino valor (que »es la virtud del Renacimiento pagano).» «¡Mueran los débiles y los enfermos!, es el primer princi»pio de nuestro amor al hombre. ¡Hay que ayudarles a des»aparecer!» «Cuál es el vicio más perjudicial que todo otro vicio? La » compasión hacia los enfermos y débiles: el cristianismo.» El lector creerá, tal vez, que quien así maldecía de la piedad cristiana sería un Hércules, un hombre robusto y fiero. ¡Pues, nada de eso! Era un pobre tísico, que vivía gracias a la compasión enseriada por Cristo, de quien maldecía, y vivió trastornado los últimos doce arios, muriendo en 1900. Se llamaba Federico Nietzsche, polaco-alemán de nacimiento e inspirador de muchos otros locos que andan sueltos por el mundo. Claro está que para él, como para sus admiradores, el

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modelo del hombre no era Cristo, el manso, el sacrificado, sino Barrabás el asesino, que para gozar, atropella por todo y salta por encima de los cadáveres de quienes podían estorbarle sus goces y ambiciones. Así, es natural también que el mayor número de hombres grandes se encuentre, no entre los civilizados y cristianos, sino entre los salvajes. El autor no rehuye esa consecuencia, antes se muestra encantado con ella. El libro donde tales doctrinas se exponen cumple fielmente con su titulo de Anticristo, pues enseña todo lo contrario de lo que Jesús enserió de palabra y de obra. Hay pocos libros que hagan resaltar de manera tan admirable la hermosura del cristianismo, al pretender ridiculizarlo.

¡Qué sabia era la ley hebrea, que mandaba pregonar antes de la batalla que los cobardes se volvieran a sus casas, para que no contagiasen a los demás! De los cobardes nacen casi siempre las desconfianzas y murmuraciones contra el mando, y el darlo todo por perdido. Los que con el pretexto de la eugenesia ametrallaron a

Bienaventurados los mansos... Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón. Y eso no es debilidad, sino

fortaleza, grandeza de alma, para superar las contrariedades, para querer y hacer bien aun a los que nos molestan y hacen padecer. La verdadera fortaleza es generosa y mansa. Los que se irritan son los débiles. Mientras los fuertes sonríen ante el trabajo y la dificultad, que están seguros de dominar, los flacos y débiles lloran y se irritan, porque no tienen fuerzas para vencerla. Los mansos poseen, dominan la tierra, sin que nada les asuste. Nada hay más peligroso que un cobarde con armas en la mano; al menor ruido hará fuego sobre el bulto, sin poder examinar de qué se trata. Procura siempre asegurarse de los más remotos peligros, conociendo su impotencia para vencerlos, si se acercasen. Esto que es verdad en los individuos, lo es también en las naciones. El nacionalismo exaltado, que domina en algunos pueblos, no es sino cobardía disfrazada. Quieren armarse siempre más y más y aplastar a los supuestos enemigos antes que crezcan, o mejor antes que nazcan. Si la cosa no tuviera consecuencias trágicas, sería de reir. Pero ¡cuánto dallo hacen los sembradores de pánico y desconfianza en las colectividades! Su imaginación calenturienta obliga a los demás a prevenirse contra peligros que no existen, pero que surgen realmente con tales prevenciones y desconfianzas.

Van Dyek.—El Redentor delante de Pilatos. Roma. Gallería Nazionale.

los débiles con el cascote de su prosa eran hombres fuertes? No lo creo. No los he visto, pero me basta conocer su manera de hablar. Su argumento principal era que los débiles, enfermos (y ancianos) molestan y hacen padecer; ¡ay! Quien así habla da claras muestras de neurasténico, y neurastenia significa literalmente debilidad de nervios. El caso Nietzsche se repite. ¡Qué ridículos, qué grotescos aparecen esos seres quejumbrosos ante la confianza, la sonrisa y la mansedumbre enseñada y practicada por Jesús! Los únicos hombres fuer-

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tes y grandes son los santos y los que con ellos se acercan a Cristo, eterno y único modelo de la humanidad. Sólo ellos pueden traer al mundo la paz ansiada, el sosiego y la tranquilidad de que tanto necesitan los pueblos y los individuos. esto despreciar la robustez física? ¡Todo lo contrario! pero a esa robustez no se llega por la exaltación de los nervios, ni huyendo de toda contrariedad, sino por el dominio de sí mismo y por el freno puesto a nuestras pasiones. Esa es la fuente perenne de fortaleza física y moral, y por haberse secado ella, hemos llegado al estado en que nos vemos. Y esto sin desconocer que los débiles, los enfermizos y los ancianos han hecho y hacen por la humanidad más que los sansones de guardarropía. ¿Para qué sirven la mayor parte de ellos? Apartemos la vista de esos fuertes, más o menos grotescos, y pongámosla en la mansedumbre, que es fortaleza de Cristo. El vió cómo se encrespaban las pasiones contra su enseñanza redentora, y aunque no se le ocultaba el desenlace final, no se inmutó, sino que caminó derechamente a la muerte salvadora del mundo; salvadora tanto por el mérito infinito como por el ejemplo saludable. Esa es lã serenidad de los santos y fue la de los apóstoles, discípulos y primeros imitadores de Jesús. Así emprendieron la conversión del mundo, haciendo en él la transformación más admirable que nadie pudiera imaginar. La serenidad del piloto sabio en las horas de peligro y ante las olas embravecidas no es más que una imagen pálida de la serenidad y mansedumbre de Cristo y de sus discípulos. Y con esa serenidad es como se salva el mundo y se evitan las guerras, no con la nerviosidad histérica, que pone a veces en ridículo las más serias conferencias de la paz. Esa mansedumbre cristiana tiene por base la voluntad del Padre, sin cuya providencia no se mueve la hoja del árbol ni cae en tierra uno de nuestros cabellos. A nosotros nos toca buscar el reino de los cielos y su justicia y todo lo demás se nos dará por añadidura. Por eso Jesús, ante los sobresaltos de la naturaleza y

para mostrarnos cuál debía ser nuestra conducta, dijo: ¡Padre, si puede set, pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya! Y confortado con la oración se ofreció animoso a los enemigos, se dejó maniatar, y con divina mansedumbre sufrió el interrogatorio de Anás y Caifás, la bofetada de Maleo y la negación de Pedro, los salivazos y las burlas... ¡Y no sintió el menor desfallecimiento ante la cruz ni ante los gritos de un populacho seducido y furioso; oró por ellos, y por todos derramó su sangre bendita y purificadora. Y aquella cruz (decía con razón Donoso) divide al mundo en dos mitades: las palomas al Oriente y las harpfas al Occidente. De un lado los mansos, los buenos, los serenos; de otro los iracundos, los vengativos, los inhumanos. FRAY GUILLERMO VAZQUEZ

La Sagrada Escritura. tFué tentado jesús?

Sí que lo fué. En donde puedes ver, alma cristiana, que la tentación no es cosa mala, como muchos se imaginan. Hablemos, pues, de las de Jesús, que este santo tiempo de Cuaresma nos brinda la ocasión para recordar los ayunos y luchas que nuestro Amado sostuvo en su retiro de cuarenta días. Hay mucho que aprender en este paso de su vida. Indicaciones de tiempo y. lugar. Nadie pone en duda que el ayuno y las tentaciones de 'jesucristo, de que habla San Mateo (1) (IV, 1-11), tuvieron lugar en el primer año de su vida pública, inmediatamente después de su bautismo. Así lo insinúa S. Lucas, al decir: volvió del Jorddn, y era conducido por el Espíritu al desierto (IV, 1). (1) Escojo a San Mateo, porque me parece sigue mejor que los otros ev angelistas el curso histórico de las tentaciones. El P. Knabenbauer (Comment. in Ev. sec. Mt. 3 , París, 1922, pág. 207) se inclina por S. Lucas. Se apoya en aquella palabra del prólogo del Evangelio de S. Lucas (I, 3) kathe.rés, ex ordine. Razón débil, pues, si es cierto que dicho vocablo designa orden de tiempo, no puede, sin embargo, aplicarse a todos los hechos del dicho Evangelio. El menos versado ve que estaría resuelto sin género de duda el problema del orden de los hechos de la vida de Jesús, haciéndolos converger al de S. Lucas.

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El desierto a que se retiró no es otro que el de Judá, pues dicen los evangelistas que es junto al Jordán. Más difícil es determinar el lugar preciso en que pasó los cuarenta días. La tradición señala el monte de la Cuarentena (Djebel Karantal entre los árabes) de 473 metros de altura, espantoso y lleno de cuevas y despeñaderos. De tiempo muy antiguo hubo allí anacoretas en memoria de Nuestro Señor jesucristo. La dicha tradición no se remonta, sin embargo, más allá del siglo VII. Creo que las opiniones de algunos antiguos poco versados en geografia bíblica, y también de algunos modernos (no es este lugar para discutirlo), son perfectamente conciliables, pues puede ser el monte sin dejar de ser el desierto de que hablan los Evangelistas. Desde luego es pueril y ridículo invocar como argumento para la montaña que habla piedras (1). En la primera tentación, pase, que así lo dicen los Evangelistas, aunque por la naturaleza de ella puede discutirse. -- Aquí tuvo Jesús la primera tentación, cuando sintió hambre, y el demonio le invitó a convertir las piedras en pan (Lc. IV, 3, dice: esta piedra). (1). No olvide el lector que el demonio tenía grandísimas ganas de saber de cierto si Jesús era Hijo de Dios; lo que nos servirá para alguna reflexión. El tentador nada sacó en limpio, siendo rechazado con aquellas palabras que Yahué dirigió a Israel: ...el hombre no vive de pan solamente, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios (Deut. VIII, 3). El segundo ataque tuvo por teatro el templo de Jerusalén (Lc. IV, 3). No hay acuerdo sobre la manera como llegó Jesús al pináculo, que no fue precisamente el del santuario (nave), sino el del torreón del ángulo sudeste del pórtico real, de una altura de 180 metros sobre el valle Cedrán. Desde allí el tentador le invitó a precipita/ se, queriendo saber de nuevo si era Hijo de Dios. Le promete el auxilio de su Padre, citando, truncadas, las palabras del salmo XC, 11: Para tu (1) Por si algún lector cree que el ayuno no fue total, le advierto que es un error. Harnack, que señala las particularidades de expresión de S. Lucas en esta narración, casi siempre con mucho acierto, quizá quiebre de sutil cuando llama la atención del lector sobre la diferencia de las expresiones no comió (Lc. IV, 2) y habiendo ayunado (Mt. IV, 2), pues S. Mateo a los días añade: y cuarenta noches (detalle necesario para los orientales a quienes se dirigía, que solo ayunan hasta la puesta del Sol); la expresión de S. Lucas es más corta y clara de sobra para los gentiles. (V. Lagrange, Ev. selon S. Luc2).



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Socorro dará órdenes a sus ángeles para que te guarden; ellos te llevarán en sus manos para que no dañes tu pie contra piedra alguna. A un texto, otro. Y Jesús emplea el del Dt. VI, 16: no tentarás al Señor tu Dios. Puesto de nuevo Jesús (1) en una montaña muy alta sufre

el tercer ataque. Presenta el demonio ante su vista todos los reinos del mundo y su pompa en un instante (Lc. IV, 5). Fué una visión, como está claro. De donde deduzco que la montaña pudo ser de la misma naturaleza, pues el calificativo de muy alta no me parece cuadre muy bien a una de 473 metros. Aunque también está claro que no deja de ser más a propósito, para darle más apariencia de realidad a la visión. Y le dijo el demonio: todo esto te daré si te postras delante de mi y me adoras. Jesús responde: vete de aquí, Satanás, que escrito está: (Adorarás a tu Dios y a él sólo servirás). (Deuter. VII, 13). El diablo, viéndose descubierto, se retiró. Y se acercaron ángeles y le servían.

—Esta fue la tentación. Qué hay en ella conducente a nuestro perfeccionamiento? Pues dice el Apóstol: todo lo que ha sido escrito antes de nosotros, escrito fué para nuestra enseñanza (2) (Rom. XV, 4). Todas las ideas de la Sagrada

Escritura, como divinas que son, tienen su por qué; si son hechos de nuestro Salvador, mucho más. Como seguir esta conducta, cristiano lector, es imposible en nuestra revista, llamo tu atención hacia los puntos siguientes. Jesús iba a (1) Insistimos en no discutir aquí el modo, que tanto en este lugar como en el del pináculo, se refiere al de la traslación: sl fue por el diablo, si fue El (Jesús) por sí mismo, a pie, por el aire, etc. Si alguno se escandaliza, diciendo que es claro como luz meridiana que Jesús fué transportado por el diablo, reflexione que un teólogo de la talla de Billuart, decía: Non fuisse autem portatum, sed sponte secutum fuisse

diabolum ductorenz, innuit Lucas cap. IV, que siguió espontáneamente al diablo. Y dice que es el pensamiento de Sto. Tomás citando a Orígenes. (2) Ha sido escrito significa, en los escritos apostólicos y patrísticos: dice la Sagrada Escritura. Como tiene su razón de ser, y muy fuerte, en el texto paulino, la frase antes de nosotros (proegráfe), por eso la traduzco del original. Advierto, una vez por todas, que ésta será la conducta que se seguirá en esta sección, si se ha de construir sólidamente. Y dicho sea de paso que defraudan nuestras legítimas esperanzas los editores españoles, que de unos arios a esta parte han dado en multiplicar la versión de Amat en ediciones, con el reclamo de corregidas, y lo obscuro lo dejan en el mismo estado. ¿Es que el público no tiene derecho a poseer los adelantos innegables de las ciencias escriturarias o los ignoran los autores de esas ediciones? De otra manera no se concibe la ausencia de alguna nota en lugares obscurísimos de la Vulgata, y claros y definitivos (y también muy célebres, para menos excusa) en el original.

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emprender una gran obra: la predicación de la Buena Nueva, de la manera más perfecta que hacerse puede: ejemplo de vida irreprochable y purísima doctrina, puntos tan olvidados, sobre todo el primero, de algunos predicadores. Por eso su éxito sería rotundo. Después de haber sido bautizado se retira al desierto a ayunar y a ser tentado del diablo. Jesús no tenía necesidad de nada de esto para tener a raya las pasiones, ni aprendía algo nuevo en el ejercicio del combate. Es, pues, indudable que lo hizo para nuestro ejemplo. Quien no refrena su carne es un combatiente entre espada y espada, lo que quiere decir que caerá atravesado. Quiere enseñarnos además que, para hacer algo de provecho, hay que retirarse primero a solas con Dios, ir al desierto para que Dios hable al corazón (Os. II, 16). ¡Oh, Sacerdotes! Atletas ungidos como nuestro divino Capitán: ved que el mundo y el demonio no son más que una ampliación del campo de batalla vuestro: la carne propia manejada por el diablo. No bajéis a la arena sin haber hecho antes ejercicio, sin conocer la estrategia diabólica y... sin haberle vencido. De lo contrario, entre dos fuegos, rendiréis las armas. • Una advertencia más en lo del desierto. No hay que creerse que en el retiro estaremos sin tentaciones. Nada más ajeno a los libros santos. Parece que, al contrario, es la morada de los espíritus malignos. (Véase S. Le. XI, 24; S. Mt. XII, 43. En el Ant. Test.: Is. XIII, 21, bajo la denominación de sátiros; XXXIV, 14, íd. y además espectro de la noche (Lilith); Tob. VIII, 3; etc.). Por eso pasaba como axioma entre los monjes de Egipto y Siria que retirarse al desierto a la vida solitaria, era provocar a Satanás a un combate singular. De suerte que el retiro seguro es el de nues'tras potencias, que deben estar siempre atentas a la voz de Dios, cuya caridad ha sido difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros (Rom. V, 5). Tiene este divino Esposo la voz, como voz de aura suave, y si no hacemos vacío absoluto (desierto) en la habitación de nuestra alma, nunca gozaremos de sus dulcísimas modulaciones. Dije antes que nos serviría para una pequeña reflexión la manera condicional de proponer del diablo: Si eres Hijo de Dios, etc. En efecto, has de saber que el demonio igno-

raba quién era Jesús, pero tenía vehementes sospechas. Y, como zorro y astuto que es, sic tentat ut exploret: sic explorat ut tentet (tienta para explorar y explora para tentar), dice agudamente S. Ambrosio. .0 inducirá a Jesús a revelarle el secreto, o conseguirá de El alguna acción destem plada que no sea menos reveladora», dice el P. Lagrange; como les acontece a los más serenos. Vimos atrás la conducta de Jesús en el combate. Imitémosle: suma rapidez siempre en rechazar la tentación; nada de conversaciones con el diablo, que mal camino es, pues tiene inteligencia muy superior a la nuestra. Almas tentadas, las que buscáis a Dios: alegráos de serlo, pues es señal de que sois agradables a Dios y es necesario que la tentación os pruebe (Tob. XII, 13). ¡Qué bien lo hizo este santo varón a quien el ángel Rafael dijo estas palabras! Y no cabe duda que aparece inmensamente grande a nuestros ojos desde que el estiércol de la golondrina cegó su vista, después de rendirse fatigado de trabajar por Dios y por. el prójimo. Y con lágrimas de emoción en los ojos alaba uno a Dios, que tal paciencia da a sus amigos, leyendo aquella tierna oración a su Padre celestial, después de oir apenado las injurias de su muj,3r. (lob. III, 1 6.) Y por firtimo, ¡por nuestro amado Jesús, no lo olvidéis!; vuestras almas son esposas de Dios, de este Jesús que fue tentado y padeció, que vive y vivirá para amär y ser amado. Te tomaré por mi esposa para siempre; te tomaré por mi esposa en santidad y juicio; en gracia y en ternura; te tomaré por mi esposa en la fidelidad (fe) y tú conocerás a Yahué

(Dios) (Oseas, II, 21, 22). J__,o queréis más claro y más tierno y más machacado?... Si pues nuestro Amado, nuestro Esposo sufre, es de justicia que participemos de sus humillaciones. Tenlo presente para este santo tiempo de Pasión, si quieres resucitar y ser glorificada con Jesús. Y ruega por mi. FR. FERNANDO VAZQUEZ

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INMORALIDAD ACTUAL Todos los hombres de gobierno se sienten profundamente alarmados ante la extensión de la inmoralidad que, como tromba devastadora, arrastra al abismo a las sociedades contemporáneas, envenena la vida en las mismas fuentes de donde nace, envilece la sociedad, corrompe la juventud y socaba todos los fundamentos del orden social. Por eso, todos los que tienen plena conciencia de su responsabilidad y todos los hombres de buena voluntad que anhelan salvar los pueblos, tratan de atajar y curar esa cancerosa y repugnante plaga. Antes que en Madrid se celebrase la Asamblea contra la pública inmoralidad, que tan positivos resultados está dando, ya en Ginebra se había firmado un convenio internacional contra la pornografía, y en Alemania se había dictado una severa legislación, y en Francia, como en otras naciones, se venían celebrando ruidosas Asambleas. Estado actual de las modernas sociedades.-- «¿Cómo está en la hora actual el corazón del mundo?—pregunta el sabio Arzobispo de Santiago, P. Zacarías Martínez Yo hago esta pregunta con franqueza castellana: ¿Cómo está en la hora actual el corazón de las modernas sociedades? ¡Ah! No me callaré lo que todos confiesan, lo que todos sentimos y muchos lloran; el corazón de las modernas sociedades lleva el veneno de la fiebre del placer pútrido de carne cruda, de ansias de gozar todas las sensaciones de la corrupción y del placer; porque, como dice León XIII, el concepto materialista de la vida se ha extendido a todas las capas sociales y las conduce al abismo de que nos habla San Juan en su Apocalipsis; ha abierto sus puertas de par en par y sus garras llegan a la atmósfera que respira el hombre, que ve cómo la duda se clava en las sociedades modernas. Para ella son ya poco los siete pecados capitales y piden, a voz en grito, un nuevo pecado capital, porque se han estragado los sentidos y quieren sensaciones más violentas, más sensuales, más refinadas». Hoy la sociedad parece haber entrado en un período de lamentable descomposición final. La sed de todas las manifestaciones del placer es la gran calamidad de nuestra época. Hemos llegado al extremo en que los criminalistas han encontrado ya el procedimiento infalible para descubrir la trama y el cuerpo del delito en todo género de procesos y dicen: «Buscad a la mujer. ¿Quién es ella?» El terrible e implacable cáncer lo devora todo, todo. Pero la sociedad siente cada día más hambre, más ardiente sed, y para saciar esa sed y apagar esa hambre, recoge los frutos que le da la Naturaleza y los hace fermentar, y bebe de ese vino hasta la embriaguez; pero llega un momento que por el uso o el abuso, le parecen insípidos,

— 91 — destila, entonces, ese vino y bebe en el alcohol una embriaguez más intensa, más ardiente; mas un día advierte que el placer no es tan sutil y refinado como lo necesita. Destila el alcohol con un procedimiento más sabio; ya está en posesión del éter. Con el éter hace que sus nervios experimenten sueños, alucinaciones, éxtasis, nuevas impresiones. La Química le proporciona el opio, la morfina y todos los demás alcaloides que tienen picaduras fatales que matan los cuerpos y las almas, se hacen mártires voluntarios de la morfinomanía. Y cansada la sociedad de buscar nuevas sensaciones en los vergonzosos fondos y misterios de la vida, hace aquella frase de un poeta: « Necesitamos algo nuevo, aunque no sea de este mundo...» Fatales consecuencias.—La inmoralidad hace desaparecer la piedad y la fe del corazón del hombre y no puede sentir eso que llamaba el gran Bossuet las « amorosas caricias de Dios», ni conmoverse con los dulcísimos ecos venidos del Paraíso, en frase del Apóstol San Pablo, ni extasiarse ante aquel «pregustamiento, de que nos habla un Santo, y que es presagio de lo que adivina el alma y hace exclamar al corazón; ¡Cuán dulce será el cielo!... «Por el corazón conocemos a Dios», afirma el Apóstol de las Gentes, y como lo que más le oscurece y llena de tinieblas es el nefando vaho que se desprende de los cenagosos charcos del vicio, de los placeres gustados de la materia, de aquí que la fe se extingue, se va del corazón del hombre. Por otra parte, es una imperiosa necesidad del impuro la de no creer, para acallar Jos crueles remordimientos de la conciencia, que le espantan, le turban e inquietan en medio de las voluptuosas orgías, de las asquerosas saturnales. Creo que fué de Maistre quien dijo: «La impiedad es canalla». Y Proudhon escribió: «La rebelión suprema del corazón no niega a Dios; cree que existe, pero le tiene horror»; ya antes lo había dicho la Escritura santa: «No hay Dios, dice el impío». Por eso, en la hora actual no se ven más que jóvenes sin entusiasmos ni ideales, sin luz en sus inteligencias y sin poesía en sus corazones, que van entonando, por los caminos de la vida, «himnos báquicos al embrutecimiento», a todas las concupiscencias de la carne y de la sangre; jóvenes agostados en flor, llenos de dudas, de rebeldías, de inquietantes sobresaltos y de hondas tristezas, « en cuyos labios impuros se marchitaron las oraciones de la infancia», en frase de Coopée;«a los quince arios tienen horror a la vida» y cometen el más cobarde de los atentados, el suicidio, como lo estamos viendo todos los días en las columnas de la prensa. Mas las corrientes sensualistas, después de ahogar en el corazón el amor de Dios, extinguen también el amor al prójimo. La vida del vicioso es de una lucha constante, continua; nos parecemos a los animales que se devoran entre sí por satisfacer un i nstinto. Las sociedades, a la medida que van levantando altares

— 92 — — 93 — al vicio, van matando en sus entrañas la caridad y el amor al projimo. Vedlos si no: «Los griegos matan a los niños; los romanos ahogan a los ancianos; los musulmanes secuestran a las mujeres; los modernos encierran a los que piden, a los que extienden la mano porque el hambre los acosa. «¡,Dónde está el honor, esa brillante aureola que ciñe la frente del varón justo, honorable y bueno? No existe para el inmoral, pues la ha hundido en el fango a los asaltos que San Pablo llamaba, en frase enérgica «las bofetadas de la carne». Igual camino sigue el patriotismo; la patria a los golpes del vicio desciende por la pendiente de la decadencia. Fue Montesquieu quien dijo, que «más Estados han perecido porque han violado las costumbres, que por violación de las leyes». Las salpicaduras de lo obsceno e inmoral no han respetado las sublimidades y bellezas del arte; el arte ha caido en el fango. La pintura no refleja más que el estado actual en que viven los pueblos con todas sus abyecciones; la escultura se nos presenta con todas sus desnudeces; la literatura es una academia de degradación; «los teatros no son más que infames guaridas, templos de prostitución, en los que el vicio desvergonzado da lecciones de impureza a toda clase de precios», como dice A. Barbier; los cines son escuela de aprendizaje del robo; allí se hace la apoteosis del adulterio, del amor libre, del divorcio y de todas las manifestaciones de inmoralidad. «El arte ha caído en el fango, ha dicho una autoridad alemana al salir de un Congreso en Berlín; se han manchado sus alas purísimas; hay que levantar el Angel del Arte». En ningún siglo se habló tanto de libertad como en el actual y en ningún siglo fueron tan esclavas las costumbres. «No se puede hablar de libertad a los que tienen costumbres de esclavos», ha dicho una célebre autoridad, porque ninguna época estuvo tan esclavizada y sometida a la peor de las tiranías: a los sentidos. Esclavos los labios que no rezan y blasfeman; esclavos los ojos que no lloran, y odian y se manchan; esclavas las manos que no se levantan suplicantes al cielo y no se santiguan, cuando amenazan y se enfangan; esclava la carne, porque es esclavo el corazón del hombre, cuando es invadido por todas las concupiscencias Observad las multitudes cómo se precipitan, se oprimen y aun se empujan, a la llegada de los trenes a las estaciones, sobre los kioscos, donde se vende el periódico impío, la postal indecente, la novela erótica, la revista pornográfica, con portadas marcadamente obscenas, donde escritores venales vertieron toda la podredumbre de su alma y las asquerosidades de su corazón. Terribles castigos.—El Señor tiene reservado para los impuros e inmorales severos castigos, que se esconden en el fondo mismo de la copa del placer. Dios puso, generosamente, en las manos del hombre todas las bellezas de la creación, toda la hermosura de los cielos y todos los bienes de la vida, para

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que fuera más virtuoso, más bueno y más noble; pero el hombre usa de ellos, para ir contra Dios; se apoya en ellos, para que le sirvan a sus vicios y a todas sus concupiscencias y hace de la civilización un recurso sabio para el sensualismo. Bossuet tiene una página hermosa, como todas las suyas, al hablar de las dolorosas consecuencias de la vida sensual, cuando, dirigiéndose a ellos, les dice: «...Vosotros no sabéis hasta dónde os llevarán esos aduladores — los placeres—; parad la atención en esos breñales erizados de espinas que causan horror. La raíz, es cierto, no es la que ofende, pero ella es la que alimenta y produce esas espinas que desgarran y hacen brotar la sangre de las manos... Nunca los tiranos pudieron inventar torturas más insoportables que las que los placeres hacen sufrir a los que se entregan a ellos. Han traído al mundo males desconocidos al genero humano; y los médicos, de común acuerdo, nos enserian que tan funestas complicaciones de síntomas y enfermedades, que desconciertan al arte, confunden sus experiencias, tienen su origen en los placeres, que son los enemigos más crueles de la humanidad. A esto sigue el hastío, el cruel fastidio, que causa en el corazón la vida sensual, para terminar en la suprema agonía de la tristeza; pero no de la tristeza de aquellas almas que buscan a Dios por el arrepentimiento y por el amor, después de los desengaños de la vida, sino de ese tedio, de esa horrible melancolía, que oprime el alma, aplasta el corazón. Y como si esto fuese p oco, surge de las profundidades del corazón inmoral un compañero i inseparable, que le sigue a todas partes: el remordimiento. «No hay más que dos miserias propiamente reales en el mundo—dice José de Maistre—: el remordimiento y la enfermedad. La enfermedad, castigo del cuerpo en desorden orgánico. El remordimiento, castigo del alma en desorden moral», ambos castigos atormentan al impuro. pecadol—exclarna David. —1Es demasiado tarde—responde Natán—ese hijo que de ella te ha nacido morirá! Baltasar, en medio de la orgía, palidece, se turba, se estremece, su cuerpo tiembla agitado por la angustia, el miedo y el pavor al ver cómo la misteriosa mano escribía en las paredes del salón, testigos de tantas embriagueces y de tantos desórdenes, aquellas tres siniestras palabras: Mane, Thecel, Phares. Eran la conciencia y el remordimiento surgiendo del fondo del corazón del sacrílego rey. La literatura de todos los pueblos nos ha dejado encarnado el remordimiento como algo cruel, insoportable, cuando las manos están manchadas con la sangre de las pasiones, que desgarran la vida. «Hay mucha sangre detrás de mf, decía la mujer de Macbeth en uno de los dramas de Shakespeare, para que pueda yo retroceder, atravesar ese mar y volver a lo pasado»,

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grita Margarita en el Fausto de Goethe— ¡,,no me veré libre de estos pensamientos? —,Ocúltate, Margarita—le dice el espíritu. ¡Pero el crimen y la vergüenza no pueden ocultarse! ¡Pides aire, luz...! ¡Ay de ti! —¡Socorro!, ¡socorro! ¡A mí!—exclama Margarita, y cae desplomada. ¡He ahí el remordimiento que desgarra las entrañas del sensual! ¿Qué necesita el corazón?—Lo que necesita el corazón humano es Dios; la comunicación de Dios con el hombre aun cuando ésta se realice por la áspera pendiente del deber y del dolor, comunicación que proporciona al corazón suaves y dulces alegrías, que le llenan, le satisfacen: la comunicación con Dios es felicidad, vida; la comunicación con el espíritu de fornicación es cruel amargura, muerte. La única felicidad de la tierra es Dios; Dios en la comunión de la Eucaristía son las delicias de la fiesta divina, el goce anticipado de la posesión eterna, la que hizo exclamar a la más espiritual de las mujeres del siglo XVII: «La Eucaristía sabe a cielo»; la que arrancaba a San Pablo ese grito en que vibran los transportes de su alma: «¿Viy o? No, yo no vivo ya: es Cristo el que vive en mí). Sociedades modernas: ¡Oh, si conocierais el don de Dios! Buscad ese don y os habréis salvado. FR.

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dones en las casas de las religiosas Auxiliatrices de Zi-ka-wei, y de las Hermanas de la Caridad de Shanghai. En aquella permanecimos después de la forzosa marcha de Wuhú a primeros de marzo, hasta el día de la Encarnación, en que a causa del peligro que corría Zi-ka-wei, salirnos del hermoso estableci-

R. DELGADO CAPEANS, O. de M.

PAGINA MISIONAL DEL EXTREMO ORIENTE R. P. Director de LA MERCED

TU:UN USE EREZYARI1NE2 R DR D UA EGR Y DRENO CAMDNIG CI in tiatSPADD FUNDADUAES DEL INSMUT LA E AR;DAD DE Nrie 5R4 DE HER tD

Madrid. Muy recordado Padre y hermano: Por fin puedo escribir a vuestra reverencia desde Wuhú, después de diez meses de pe-

Los F undadores de las Hermanas Mercedarias de Caridad, que celebran este mes sus bodas de oro.

regrinaciones y andanzas ocasionadas por los fatales acontecimientos de China, de los que creo a vuestra reverencia bien enterado, pues de ellos se ha ocupado toda la prensa. Ciertamente que no nos ha faltado qué sufrir, y por consiguiente, qué ofrecer a Dios Nuestro Señor durante nuestro largo destierro; sin embargo, la Divina Providencia nos ha acompañado constantemente, podríamos casi decirlo, de una manera visible; y la caridad nos ha proporcionado asilo lleno de delicadezas y aten-

miento de las Auxiliatrices casi todas sus n'oradoras, para repartirnos en diversas casas que en Shanghai nos ofrecían caritativo albergue; el nuestro fué la Casa Central de las Hermanas de la Caridad, en donde se refugiaron también un centenar de huérfanas del Asilo de Zi-ka-wei con algunas religiosas, las Carmelitas Descalzas del mismo Zi-ka-wei y seis Franciscanas de Luxemburgo, que llegadas por entonces a China, no habían podido, por motivo de la guerra, terminar su viaje, que-

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dando estacionadas en Shanghai. Algún peligro corrimos aquí, y aún creímos casi inevitable el embarco en el crucero «Blas de Lezo›, enviado generosamente por el Gobierno de España para defensa de los españoles residentes en China. Con frecuencia oíamos de dia y de noche disparos más o menos próximos a nuestra morada, mientras sobre nuestras cabezas volaban los aeroplanos de Francia e Inglaterra. En medio de todo esto era tan grande la paz de nuestras almas, que ni un momento acudió a nuestra mente la idea de regresar a España abandonando este país que tan mal nos recibía. Indudablemente no era propio de nosotras, pobres mujeres, cobardes por naturaleza, este esfuerzo, que en medio de tales circunstancias sentíamos; era debido a las oraciones que en favor de los Misioneros de China dirigían al Cielo los católicos de todo el mundo, y especialmente a las de nuestros amigos; no dudo que una gran parte de este esfuerzo sobrehumano la debíamos a las súplicas con que nuestros hermanos de hábito recababan de nuestra común Madre de las Mercedes una especial protección para sus hijas Misioneras. Pasado el peligro, de Zi-ka-wei regresamos el 22 de abril a la casa de las Auxiliatrices. Este magnífico establecimiento de beneficencia salió como por milagro ileso de la furia comunista. Soñando continuamente con nuestra vuelta a Wuhú, que vimos por dos veces muy próxima, y dedicándonos al estudio del mandarín, a nosotras indispensable para el apostolado activo, seguimos en Zi-ka-wei fluctuando entre el temor de un destierro prolongado indefinidamente y la esperanza de un próxir mo regreso. Allí pasamos el verano ardiente y molesto a causa del continuo sudor que nos inundaba día y noche; allí celebramos la fiesta de Nuestra Santísima Madre sin otra imagen suya que una pequeña y no muy artística fotografía; es verdad que las religiosas Auxiliatrices, con delicadísima caridad, extremaron aquel día sus atenciones para con nosotras; adornaron la capilla como en los días solemnes, cantaron algunos motetes durante la santa Misa y, por la tarde, la Salve. ¡Cuánto añoramos, sin embargo, las solemnes funciones que en honor de Nuestra Madre de Mercedes se celebraban aquel día en toda la Orden Redentora y especiálmente en nuestro Convento de

ocupada continuamente por las tropas revolucionarias; hasta llegó a establecerse en ella el Gobierno de Nankin. Por dos veces la prepararon para que volviéramos a ella, pero nuevas tropas, llegadas, la ocuparon. Por fin, el día 14 de noviembre recibimos aviso formal de Monseñor Huarte de que podíamos y aún debíamos regresar a Wuhú lo más pronto posible, por haber dado palabra el Comisario de Negocios Extranjeros de que seríamos respetadas y defendidas, si fuere posible. Como casi al mismo tiempo habíamos recibido otro aviso de Bérriz, en el que se nos decía que esperásemos en Zi-ka-Wei la llegada de nuestras hermanas que formaban la expedición destinadas a misionar en Las Carolinas, nos fue necesario dividirnos, viniendo tres a Wuhú y quedando las otras tres en Zi-ka-wei para cumplir el encargo de la obediencia. El 21 de noviembre embarcamos en Shanghai las tres que primero volvíamos a Wuhú, a donde llegamos el 23 a las dos de la tarde. La población estaba en paz absoluta. Al entrar en nuestra casa fué bien triste la impresión que se mezcló al gozo que el regreso nos producía: estaba tan sucia, tan destartalada... Sin embargo, dimos gracias al Señor que a ella nos había al fin traído, y comenzamos la tarea de asearla y disponerla como para poder ser habitada sin recelos. El día de San Francisco Javier, dispuesta ya la capilla, que después de la ocupación de los soldados había quedado hecha una lástima, celebró en ella el Sr. Obispo la santa Misa y nos dejó el Santísimo reservado, lo que fue para nosotras un motivo de intensa alegría. El día 21 de diciembre llegaron las dos Madres que habían quedado en Zi-ka-wei, con lo cual nuestra pequeña Comunidad estaba ya completa. Casi nos parecía un sueño lo pasado y lo presente. ¡Habíamos pensado tanto en Wuhú...! ¡Habíamos visto tan difícil nuestra vuelta a él...! Ya ve, Padre, que el Señor ha cimentado bien nuestra obra misionera, pues la ha basado sobre el sólido fundamento de la Cruz. Sabemos que a las obras de Dios no han de faltar contradicciones, y, en verdad, que el infierno suscita no pocas a la que hemos emprendido. Se me olvidaba decirle que unos u otros de nuestros intru-

Bérriz!

sos huéspedes hicieron buen saqueo en los objetos que no habían podido sacarse de nuestra casa; de modo que nos deja-

Nuestra casa de Wuhú estuvo durante nuestra ausencia

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ron con poquísima ropa de cama y menos de iglesia. ¡Dios los perdone! Wuhú continúa en paz, a pesar de las alarmas con que los periódicos de España asustan por ahí de vez en cuando, Si sigue, como es de esperar, el estado actual de tranquilidad y sosiego, confiamos en que no tardaremos mucho en empezar nuestro trabajo activo en bien de esta pobre China. Pido a vuestra reverencia el socorro de sus oraciones para que así sea, y para que siempre y en todo busquen la mayor gloria de Dios y de Nuestra Santísima Madre de las Mercedes estas sus hermanas Misioneras, en nombre de las cuales le saluda la menor de todas,

nobleza hasta los cuartos ascendientes se hallan toda clase de detalles en las pruebas que hicieron para el hábito de Calatrava don Juan y don Antonio de Salazar, hermanos del

SOR MARÍA BEGOÑA DOCHAO

O. de M. Wuhú, 3 de febrero de 1928. COOPERACION MISIONAL

Una persona piadosa

50 ptas.

Mercedarios ilustres. El Emmo. Cardenal Fray Pedro de Salazar (-1- en 1706).

Dudé si ponerlo en el Santoral o entre los mercedarios ilustres, pues para ambas cosas tiene méritos el Emmo. Salazar, uno de los pocos Cardenales auténticos de la Merced, pero que bastaría por sí solo para ilustrarla. En conceptos de algunos, es el P. Salazar el mayor Prelado que tuvo España en el siglo XVII, pero aunque ese título se le discuta, nadie podrá negarle que es uno de los mayores: un Prelado de cuerpo entero. Nació el P. Salazar en Málaga, de familia ilustre. Llamáronse sus padres don Nicolás Gutiérrez de Salazar, natural de Málaga, y su madre doña Manuela de Salazar, de Antequera, pero de la misma familia que su marido. Sobre su

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Cardenal Salazar.

mercedario, pruebas que se conservan en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Por cierto que hubo dificultad para remitirlas, pues reinaba la peste en Málaga en 1680, pero ahora podemos manejarlas sin peligro, pues para eso las bañaron allá en vinagre. ¡Tranquilicémonos! Fué enviado Pedro a estudiar a Salamanca, como tantos otros jóvenes de su tiempo, y allí tomó el hábito de la Mer-

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— 101 — neral del Puig, en 1670, fué elevado al Generalato, gobernando con prudencia, energía y celo hasta 1676. Uno de sus mayores cuidados fué enviar a Francia de Visitador a su Secretario el P. Andrés Navas, pues hacía mucho tiempo que no se hacía visita canónica, muy necesa sana después de las convulsiones por que había pasado aquel reino. El P. Navas (Obispo después de Nicaragua y de Guatemala) salió de Madrid en diciembre de 1671 y estuvo hasta junio del ario siguiente en París y San Germán, donde negoció muchas cosas importantes a la Orden, gracias a la intervención de su tía doña María de Molina, Dama de la Reina María Teresa de Austria. Son curiosas las relaciones de esta visita (una oficial y otra personal), contenidas en los Mss. 7.327 y 8.293 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Uno de los efectos de esta visita fué la erección de la Congregación de París, con el Convento y Colegio de esta ciudad y el Convento de Chenoise, que fueron segregados del resto de la provincia de Francia, pues los frailes del Norte se entendían mal con los del Sur, cuyo Provincial residía en Tolosa o Burdeos. El régimen de la Congregación fué aprobado por el Papa en 1672, a instancias de Luis XIV. Promovió el P. Salazar el culto de nuestros santos, espe cialmente el de San Pedro Pascual, recién canonizado, y libró al Convento de San Ramón de la dependencia en que estaba con respecto al de Barcelona, al que perteneció en un principio. Escribió una pastoral notable a toda la Orden exhortando a los frailes al fervor y observancia. Costeó las ediciones de muchos libros, como las obras de San Pedro Pascual, la vida de San Ramón y del P. Falconi. En 1676 fundó, con la Marquesa de Avila-Fuente, el Convento de mercedarils de San Fernando, de Madrid, sacando cinco religiosas muy observantes del de Alarcón. El mismo redactó sus constituciones. Nombrado Obispo de Salamanca en 1680, procuró se hicieran misiones en toda la diócesis, comenzando por la ciudad y tomando él mismo parte en ellas. Habla mucho de él en sus Misiones el P. Tirso González (General después de la Compañía), que fué uno de sus predilectos misioneros. Dejó en la diócesis recuerdos edificantes, entre ellos el

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— 102 relicario que guarda el corazón de Santa Teresa en Alba de Tormes, que tantos hemos besado con profunda emoción. En 1686 fue trasladado a Córdoba y el 2 de septiembre creado Cardenal con el título de Santa Cruz en Jerusalén, recibiendo el capelo en Salamanca. Había la costumbre antigua de tener en Roma un Cardenal de España que defendiera los asuntos de la nación, y para este cargo fué designado el P. Salazar, que residió en la Corte romana varios arios en época harto difícil. Intervino en la elección de Alejando VIII y de Inocencio XII, cuya legitimidad defendió contra los políticos en una obra especial. De estos arios es el retrato que hoy reproducimos, debido al conocido pintor Carlos Maratta. Vuelto a España, trabajó todavía en su diócesis de Córdoba, donde falleció piadosamente el 14 de agosto de 1706. Está enterrado en magnífico sepulcro en la capilla del Cardenal, erigida por él mismo a los pies de la iglesia, y recuérdalo también en Córdoba el Hospital del Cardenal, fundación suya, en la calle del Cardenal. Escribió varias pastorales notables y dejó inéditos dos tomos de sermones. FR. GUILLERMO VAZQUEZ

Pasatiempo instructivo. Iba a añadir ameno, porque nada más divertido que un disparate expresado con la pose solemne y hierática de un Magister Artium, sobre todo cuando invención tan desafortunada ha costado un esfuerzo muy largo. Sabíamos que la célebre teoría de la evolución estaba arruinada en el propio campo de la experimentación biológica, gracias a Vialeton y otros investigadores; lo que no esperábamos era que tan pronto se hiciera popular la derrota. La «Revista de Occidente » ha aumentado su biblioteca con un librito alemán sobre la Herencia Biológica, que ya en las primeras páginas señala tres hechos que acusan de arbitrario a Darwin. La «Revista de Occidente » es publicación izquierdista, campo único donde alguna vez asoma uno de esos poquísi-

mos españoles que hace cuarenta arios aprendieron con ilusión y vanidad, en algún centro del norte de Europa, la deleznable teoría y desde entonces nunca se han cuidado de revisar sus opiniones. De los tres hechos mencionados hay uno que no necesita de intérpretes por su claridad intensísima; de los dos restantes habla el librito como de paso y vamos a hacer ahora la crítica debida. Ningún ser viviente, decía Darwin, es exactamente como su padre. Todo ser orgánico, desde el vegetal al hombre, difiere de su progenitor en algo que es insignificante, pero constante. Es lo que la humanidad ha llamado siempre individuo. Por otra parte, añadía Darwin, es evidente que las condiciones materiales que rodean al organismo cambian sin cesar, a veces en forma catastrófica, como una inundación; cambios que exigen modificaciones especiales en el organismo si éste ha de sobrevivir. El clima de un país determinado se vuelve de templado en frío y sorprende, por ejemplo, a un rebaño de borregos. Entre los tales, hay algunos, poquitos, el uno por ciento, cuya lana es un poquitín mejor, abriga mejor en un grado infinitesimal que la del resto, y se adaptan mejor al medio cambiante y tienen un valor de sobrevivencia más grande. ¡Vaya perogrullada! Poquito a poco, por un procedimiento mecánico de la naturaleza que elimina con más rapidez a los un poquitín menos adecuados, que dejan además menos descendencia, mientras que la afortunada minoría de los un poquitín mejor dotados vive más arios y deja más prole, tenemos el tipo de borrego perfecto, tal como lo vemos hoy. En suma, las condiciones materiales van como con un cedazo tamizando y separando los tipos aptos para la vida de los tipos ineptos. De esta constante selección de la naturaleza ha ido produciéndose en el mundo esta infinita variedad de organismos. Baste esta exposición somera, pero sustancial, de la evolución y pasando por alto las enormes contradicciones de que está llena, examinemos su valor aplicándola a un punto insignificante de la biología: el peso de las habichuelas. El danés Johannsen ha hecho el experimento, llenando escru pulosamente todas las condiciones de una fiel experimentación. Ha sembrado en gran número habichuelas uniformes, al exterior, con un peso medio de 45 a 50 centigramos; de la nueva generación ha elegido las mayores, o sea de 80 centígramos, y las menores, o sea de 20 o 25 cgmos. Según la famosa teoría que comentamos, las habichuelas de 80 centigramos debían producir una generación con el mismo valor medio de 80 cgms., aunque tendiendo a subir. Las pequeñas habían de dar un promedio que fuese 20 o 25 cgmos., con tendencia a bajar. La razón es clara. Es idea

fundamental en el evolucionismo que cada ser vivo es producto de una serie inmensa de ventajas, diminutas, infinitesimales, que se han venido repitiendo en los millones de generaciones que le han precedido. Pues bien,¿cuál es el resultado que dieron y dan las habichuelas del experimento? Las de 80 cgms. produjeron una prole con un valor medio de 60 o 65 cgms., y las habichuelas de 20 o 25 cgms. crían semillas de un promedio de 35 cgms. De manera que la serie grande que debía aumentar en peso, según Darwin, no sólo no aumenta, sino que disminuye en gran proporción; y la serie pequeña que debía ir disminuyendo en peso, aumenta notablemente. Más: aun cuando la dirección de este ascenso y descenso fuera conforme a la hipótesis darwiniana, la brusquedad del paso echa por tierra lo de las diferencias infinitesimales, favorables o desfavorables que se van acumulando a través de los tiempos. Gráficamente podemos decir que el evolucionismo veía el el mundo de la vida como un enorme plano inclinado y la ciencia verdadera nos muestra a cada paso escalones y peldaños. johannsen ha tenido la suerte, además, de verificar un hecho que cubre un gran campo de experimentación; ha encontrado una clase de habichuela que llama línea pura, que no se distingue por ninguna señal exterior, sino por los efectos de su herencia. Estas judías produjeron en la primera cría la consabida curva, ordenándose las dos líneas ascendente y descendente en torno al máximo de casos que está representado por el centro de la curva. Después escogió para la siembra las mayores y las meno res separadamente. ¡Cuál no sería su sorpresa al ver que las más grandes y las más pequeñas producían una generación con la misma curva, es decir, con el mismo promedio! s El resultado no cambiaba con la repetición del ensayo en sucesivas generaciones. Un caso de uniformidad desconcertante. La ambiciosa selección natural que pretendía abarcar la primera célula, creada por Dios, que por divisiones continuas iba a dar origen a todas las diferenciaciones que vemos, ha quedado reducida al ridículo, que describiríamos en otros pasatiempos como éste muy a gusto por cierto; el de hoy se reduce a recoger este rasgo de sinceridad que nos han brindado los occidentales. FR. MARTIN ORTUZAR

Llamamiento de Dios al alma. Tras ti corriendo vengo Ha tiempo, mi cordera, alma querida; Yo sed de tu amor tengo, Yo te quiero rendida Al pastor que por ti puso la vida. ¿No ves cómo te quiero? ¿No ves de fino amante mi ternura? ¿No sabes que me muero Por gozar la ventura De tener en mis brazos tu hermosura? Ven, pues, ven a estos brazos Que dicha te daré, gozo cumplido, Y en estos santos lazos Hallaréis escondido Del deleite el quilate más subido. — Más dulces que las mieles Seránte, amiga mía, mis amores; Aquí, a mis pechos fieles Encontrarás olores Más gratos que el perfume de las flores— Bajo el árbol frondoso De la paz dormiremos nuestro sueño: Un sueño deleitoso Donde no existe el ceño Que caUsa el mundanal placer pequeño. — ¿No escuchas cómo cantan Las aves escondidas en sus copas? ¿No ves cómo levantan El vuelo en grandes tropas, Y vienen a posarse en nuestras ropas?

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Ya ves cómo el invierno Se fue con sus heladas y rigores, Con su llover eterno, Y ves cómo las flores Ostentan coquetuelas sus colores. — Ya ves con cuanta prisa El tiempo de la poda se ha venido, Y en la enramada espesa, Do tiene puesto el nido, La tórtola regala nuestro oído.

—Sí, enfermo está y mucho; pero ya sabe ei Padre que las más horribles dolencias no causan aquí efecto; lo que horroriza es oirle blasfemar..., los hombres más viejos y peor hablados están asombrados; la boca de ese niño parece que es la boca de un condenado..., ¡y sólo tiene once arios!... (1).

Retoños de la higuera, Las viñas ya florecidas dan olor. ¡Arriba compañera! Apaga ya mi ardor, Que hasta el tiempo nos fuerza a dulce amor. Por fin han mis amores Vencido de tu pecho la dureza; Desecha tus temores Que en mi hallarás firmeza Y fuente inagotable de terneza... Fr. J. C.

fINCON SCIENTE! Al entrar en la sala del hospital, aquella sala larga con filas de lechos arrimados a la pared, revestida de azulejos, y otra larga fila en el centro, lechos en que se podían estudiar todas las miserias humanas, todos los dolores físicos, todas las deformidades morales, el joven sacerdote se volvió a la Hermana de la Caridad, preguntándola: .--Cuántos nuevos hay? —Cuatro—dijo ésta—. Un pobre viejo atropellädo por un automóvil, una desgraciada a quien hirieron esta madrugada, un borracho que se calló, produciéndose heridas de consideración, y un niño, infeliz criatura, que tiene horrorizada a toda la sala; véale usted, Padre, en la cama número 10. —Jan enfermo está?—preguntó el visitante siguiendo con la vista la dirección indicada por la religiosa.

En la cama señalada con el número 10 se veía un niño de pobrísimo aspecto, pálido, delgado hasta el esqueleto y cuyo rostro coronado de una crespa cabellera tenía una expresión ceñuda impropia de sus cortos arios; a él se dirigió el sacerdote, seguido de la religiosa, que dijo inclinándose dulcemente sobre el desgraciado: —Andrés; mira, un señor viene a verte. El enfermo ab, iö los ojos, que fijaron su mirada sin expresión en el sacerdote y al verle, exclamó: — ¡Un cura! e:Y qué viene a hacer aquí...? yo no soy amigo de los curas. El sacerdote sonrió bondadosamente. —Tú no puedes ser amigo mío, porque no me conoces— dijo—. Pero yo sí soy amigo tuyo; dirás que tampoco te conozco, no lo creas; estás enfermo, sufres y nosotros, los curas, somos amigos de todos los que sufren. Y tú sufres mucho ¿verdad? El niño soltó una horrible interjección, añadiendo: —¡Que si sufro!... Yo creo que tengo los huesos podridos. por qué ofendes a Dios hablando de ese modo?— preguntó con dulce severidad el sacerdote. El niño le miró abriendo mucho sus tristes ojos. — Tú no te haces cargo de que al decir esas sucias y feas palabras escupes al cielo? cielo?—repitió el enfermo como si esta palabra estuviera para él vacía de sentido. —Sí, hijo mío, al cielo; ofendes de la manera más grosera a Dios Nuestro Señor. Tú, ¿no tienes padres? —Sí, señor. si oyeras que alguien decía contra tu padre lo que tú acabas de decir...? —Le rompía los morros—dijo Andrés, con una llamarada de cólera en su mirada. —¡Ah!... ¿Luego comprendes que es un agravio? Entonces, ¿por qué lo lanzas a cada paso y a sangre fría contra la Majestad Suprema? Y la mirada del Ministro de Dios se fijó profunda, compasiva, pero llena de reproches en el pequeño blasfemo que bajaba su cabeza confundido. (1) Histórico.

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señor cura,-dijo incorporándose sobre un codo el enfermo de la cama número 8, contigua a la de Andrés; - ese, echa más sapos y culebras contra Dios, su Madre y la Hostia Santa... -No le haga caso a ese embustero..., yo no he mentado a Dios ni a la Virgen. --Pero a la Hostia sí, ¿verdad? -recalcó el sacerdote con profunda lástima. -Sí, señor; pero... -¿Y tú no sabes que en la Sagrada Hostia está Dios en cuerpo y alma y que al oir esas horrendas blasfemias con que tú y otros desdichados le ultrajan a cada instante, mu chas veces sin datos cuenta de la enormidad del pecado que cometéis, los ángeles tiemblan de dolor y los cielos se estremecen? ¿Te atreverías tú a lanzar esas frases soeces al rostro de una persona respetable, de un sacerdote, por ejemplo, del médico que os cuida? No, ciertamente, ¿y si vieras a Dios ante tí, te atreverías siquiera a mirarle? Andrés movió la cabeza, dominado por aquella mirada en que fulguraba el espíritu del misionero, por aquel acento en que vibraba el dolor de la ofensa hecha al Amado. -Y todo eso es verdad-dijo el de la cama número 8-. Yo, señor cura, soy carretero, estoy aquí porque me pasó la rueda por el pecho y me hundió dos costillas..., también se me va la lengua..., qué quiere usted, si no las mulas no arrancan, pero nunca he hablado como este pillastre; créame, nos avergüenza a los hombres. -Pero es que Andrés no sabía lo que decía...,- dijo dulcemente el sacerdote. ¿No te han enseñado a tí, pobre niño, el amor que se debe a la Sagrada Eucaristía..., ni idea tendrás siquiera de ese Divino Sacramento de Amor? Y volviéndose al carretero: -Dice usted, buen amigo, que si no habla de cierto modo las mulas no le obedecen; bien puede ser; pero ¿cree usted que son las blasfemias las que hacen a los animales obedecer su voz? No, por cierto; será más bien la energía que imprime a sus palabras y éstas podrían ser muy bien un acto de alabanza en vez de una ofensa a la Majestad Divina..., o por lo menos una imprecación inocente. Ercarretero se rascó la oreja izquierda, bajando la cabeza. -¿Cuántos arios tienes, André,?-- preguntó el sacerdote cambiando de conversación al parecer, cuando en realidad sólo hacía darla un nuevo giro. -Diez arios haré para los Santos. -Y no habrás hecho la primera Comunión..., claro; ¡si no conoces al Dios de la Eucaristía...! -Yo no voy a la escuela..., mis padres son muy pobres, viven en un tejar...

-Y desde ese tejar, ¿qué es lo que veis? -Toma..., todo lo que hay en redor..., el cielo, la sierra allá lejos, el cementerio... -¿.Y no veis una casa más grande que las demás, con una torre y una cruz arriba? -Sí; la Parroquia de San Miguel. -Pues ya ves, hijo mío, cómo sin ir a la escuela tienes ante tí quien te enserie. Tú mismo lo has dicho, ves el cielo..., morada de Dios que te ofrece una vida eterna si le sirves...; ves el cementerio, que te enseña que has de morir y dar cuenta a Dios de tus actos,.., y ves la Parroquia de San Miguel, casa donde en la tierra habita ese mismo Dios; la Parroquia, que es la escuela del alma cristiana..., abierta al pobre y al rico, al enfermo y al sano, al justo y al pecador... ¿Por qué no aprendéis mejor su camino? Si frecuentá.rais la Parroquia, no ultrajaríais a Dios de ese modo. Andrés se había incorporado penosamente y miraba al que así le hablaba, con los ojos muy dilatados. - Siéntese aquí a mi lado y hábleme de esas cosas-dijo con tono de súplica. Yo he visto morir ahí en esa cama de enfrente a una vieja a quien confesaron y dieron de comulgar..., y se murió sonriendo y diciendo que veía a la Virgen. Yo, puede ser que me muera, pues me tienen que sacar un tumor que tengo en el hígado..., quiero morirme como ella, no como una joven que murió en esa otra cama, que decían vino el demonio a llevársela. - ¿Deseas entonces recibir a Dios-Hostia, a esa Hostia Santa a quien tanto has ultrajado? -Porque no sabía que era Dios...,- dijo el niño derramando una lágrima. El sacerdote vió esta lágrima y su alma se estremeció de santo júbilo. -Tú harás tu primera Comunión antes de operarte-dijo poniendo su mano sobre la cabeza del niño.- Yo vendré todos los días a prepararte..., pero no blasfemarás más, ¿verdad? - Oh, no señor-dijo Andrés con acento de firme convicción. Y desde aquel día el sacerdote iba diariamente junto al niño y sentándose a su cabecera le instruía en los sagrados Misterio de nuestra Religión. Pasaron muchos días; uno de ellos, al ir el sacerdote a ver a su joven discípulo, e encontró ante su cama a un hombre y una mujer, pobres ai tesanos ambos de aspecto tosco en extremo. -Son mis padres dijo Andrés con la mirada brillante--.

— 110 — Les he contado algo de lo que usted me enseña y ti- nen mucha gana de oirle..., si usted quisiera hablar delante de ellos... El sacerdote sonrió y aquel día tuvo tres oyentes atentos y sumisos, pendientes de su palabra, y pasados aún muchos días más, cuando Andresillo estuvo ya bien instruido para recibir a Jesús Sacramentado, su padre llamó aparte al sa cerdote y con las orejas rojas como dos pimientos y la vista baja, dijo dando vueltas entre sus dedos a su vieja boina: — Señor cura... 6\,To podría ser que hiciéramos nosotros también con el chico nuestra primera Comunión? — Sí, gracias a la misericordia infinita de Dios - dijo el sacerdote mientras su corazón se elevaba en un acto de reconocimiento inmenso . Los tres comulgarán ustedes juntos y ese día habrá gran regocijo en el cielo. Y en efecto, el domingo siguiente él mismo administraba la primera Comunión a aquellas tres almas que tanto habían ultrajado al Dios que se daba a ellos en amoroso alimento..., porque no le conocían. JULIA G. HERREROS T. M.

Al borde del precipicio. Eran las tres de la tarde y hacía un calor asfixiante; por las calles de la ciudad cosmopolita apenas se veía un transeunte. Lucena iba distraído, pensando en las nuevas que le traería su fiel amigo Carlos, que viajaba en uno de los barcos que llegaban al puerto aquella tarde. Cuando oyó esta invocación, tan cristiana como española: «Virgen Santísima de la Merced, sálvame». Era Anita, que llena de terror, salía en precipitada fuga de aquella casa, que hasta entonces había sido para ella mansión de refugio, y en donde se la habían dispensado toda clöse de atenciones; hasta equiparla gratuitamente de ropa blanca, mucha más de la que necesitaba. El malvado hospedero, porque ya creía a la joven suficientemente obligada, la propuso por primera vez que se entregara al infame comercio; pero encontró en ella una voluntad firme, y la pronta resolución de alcanzar la victoria con la huida. Anita salió tan convulsa, que a los pocos pasos la falta-

ron las fuerzas y cayó desplomada en medio de la calle; pero sin perder el conocimiento. Lucena corrió en su ayuda; pero la joven, al ver delante de sí a aquel hombre, le tomó por el hospedero, y de su boca se oyó la misma invocación: «Virgen Santísima de la Merced, sálvame». No cabe duda, es española, dijo Lucena para sí. La joven pudo levantarse y quiso huir; mas en aquel momento se presentaron dos agentes de orden público y se lo impidieron. —¿Qué pasa aquí?—preguntaron los policías. —Aquí, señores, pasa—contestó Lucena—que yo he visto cómo esta joven se cayó en medio de la calle, y me adelanté a socorrerla. Lucena iba a decir a los policías cómo la joven había salido huyendo de aquella casa; pero una mirada de Ana le dijo que callara; porque de decirlo sin duda que la llevarían a la Comisaría, y ella no quería verse sometida a un repugnante interrogatorio. Anita fijó un momento la mirada en el rostro de Lucena, y dijo: Joven, creo que no me es del todo desconocido; he visto a usted muchas veces en la Iglesia de la Trinidad. —Si, también yo a usted—dijo a su vez Lucena—; y sin ir más lejos, esta mañana. Efectivamente; aquella misma mañana, se habían arrodillado juntos en el comulgatorio, para recibir a Jesucristo Sacramentado. La joven, al verse al lado de aquel hombre, que como ella se alimentaba todos los días con el Pan de los Angeles, perdió todo el miedo, y dijo a los policías: —Señores, ustedes pueden retirarse. Este joven es mi compatriota, y el me ayudará en todo lo que haya menester. --Sí, pueden retirai se--dijo también Lucena—; yo la acompañaré hasta donde ella quiera. Los policías, se retiraron, y el bondadoso joven y Anita comenzaron a andar sin rumbo fijo, y los dos en silencio. Al fin habló ella: —Permítame, joven, ¿cómo se llama usted? —Rafael Lucena Ramos. Y usted, ¿cómo se llama? —Ana Ortega Guijo. Y ¿de dónde es usted, Rafael? —De Sevilla.

— 112 — —Y yo de Cádiz, casi paisanos—dijo la joven alegrándose. —¿A dónde quiere usted que la acompañe, Ana? —A donde usted quiera, Rafael. —Pero, usted, ¿en dónde vive? —Yo vivía en esa casa, ignorando en dónde estaba-dijo la joven sonrojada. —¿Entonces, esa casa es una guarida de ladrones? —Más que de ladrones, de asesinos. Asesinos de los cuerpos y de las almas. Lucena comprendió lo que se imaginaba en aquella casa y no quiso herir más el rubor de la incauta joven. Solamente, para saber su última resolución, la preguntó: — Usted no quiere volver a esa casa, ¿verdad? —Por Dios, Rafael; antes me dejaría matar mil veces. -- ¿Y cómo vamos a arreglarnos, Ana? Porque usted aquí no conoce a nadie. La joven vió en aquel momento el abandono en que se hallaba, y comenzó a llorar amargamente. —No llore; cuidaré de usted . como si fuera mi hermana. Ahora se va usted a la iglesia de la Trinidad, a pedir a la Santísima Virgen que yo pueda arreglar su situación. A las seis y media, allá iré yo a buscarla. Lucena subió a un coche de alquiler. —Inmediatamente, al Colegio de la Divina Pastora— dijo al chófer. --¡Corriendot que baje la Superiora —dijo a la portera cuando hubo llegado al Colegio. —Madre, bajo mi responsabilidad, esta misma tarde, voy a traer aquí a una joven, a quien admitirán como pensionada por tiempo indefinido. —Lo que usted quiera, Rafael—contestó la Superiora—; pues que la intachable conducta del joven sevillano, era harto conocida de aquellas beneméritas religiosas. Desde el Colegio Rafael marchó al puerto. Cuando a la hora prefijada volvió a la iglesia, encontró a Anita arrasada en lágrimas. — Vamos, no llore más. La Santísima Virgen escuchó su súplica y todo está arreglado. Ana se levantó, y juntos se dirigieron al Colegio. — ¿A dónde me lleva, Rafael?—preguntó la joven con ansiedad. —Cuando quiero hacer alguna cosa, primero miro si me es lícito y puedo hacerla, y una vez resuelto, no retracto mi

— 113 — propósito. Ya le he dicho que cuidaría de usted, como si fuera mi hermana; de modo que no tenga miedo. —Ya sé que usted no me hará mal alguno; pero, ¿a dónde me lleva, Rafael? —Vamos, tranquilícese. La llevo a un Colegio de Religiosas, en donde estará usted muy bien. Precisamente, a la Superiora, la agencié yo la entrada en el Convento. Aún más, nos criamos juntos. Es hija de un caballero mejicano, ferviente católico, a quien serví yo muchos años. La Madre Isabel, desde muy niña, mostró deseos de ser religiosa; y su padre accedió a ello gustosísimo desde el primer momento; pero la madre se opuso tenazmente, y nunca consintió en que su hija fuese monja. No valieron lágrimas de la hija, súplicas del padre, reflexiones que yo la hice; siempre permaneció inmóvil. En vista de esto, a petición de don Jacinto, serví de intermediario para que Isabel pudiera ingresar en el Convento sin que se enterara la madre. A los pocos días de tomar el hábito Sor Isabel, murió la m Are de ésta y poco después el padre. Antes de morir don Jacinto repartió las cuantiosas sumas de dinero que tenía en tres partes: una, para el Convento en donde su hija era religiosa; otra, para mí, y la tercera, para defender la causa católica de Méjico. Lo primero que hizo Anita al entrar en el Colegio, fué preguntar a la Superiora, que había bajado a recibirla: —Madre, Len dónde está la capilla? La Superiora la señaló una puerta entreabierta al final de un pasillo, y la joven fui a postrarse ante el altar. De su pecho salió un profundo suspiro. Suspiro como el de quien descansa de una fatiga que le agobió por mucho tiempo; y no habló más; pero pensó. Pensó en el inmenso amor de Jesús, e hizo voto de ser religiosa en aquella casa, si la

Superiora se lo permitía.

J.

GONZALEZ

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A UN

RIO



(1)

Gigante de/campo, Blasónate río Ocultando necio Tu humilde principio. Que yo te ví pobre, Apenas suspiro, De una fuente aborto, Agotarte un lirio. Y en rotos fragmentos Padecer deliquios Lamiendo las llores De un valle sombrío. No osarás negarme Que expósito niño Te admitió a su amparo La falda de un risco. Y que sus arroyos, Simples compasivos, Te dieron limosna Por verte mendigo. A cambio tomaste Raudales vecinos Y de estelinatos Y usuras valido. Te alzaste con todos, Que a fuer de los ricos Sudores ajenos Te medraron río. Corriendo te corres Por verte testigo De tus mendigueces; No me maravillo. Que siempre se afrenta Cualquier presumido Delante del que sabe Sus bajos principios. (1) Alegoría bellísima de la vida novelada de San Pedro Armengol hasta que el ansia de venganza le llevó a los montes a capitanear gente foragida, y poesía de las mejores en su género de Tirso de Molina.

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BIBLIOGRAFIA Progreso del alma en la vida espiritual, por el R. P. Federico

W. Faber, doctor en Teología y Sacerdote del Oratorio de San Felipe de Neri en Londres.—Traducción de don Gabino Tejado.— Cuarta edición.—Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6, Madrid.-1927.--6 pesetas en rústica y 8 encuadernado en tela. Si es utilísimo este tratado a las personas que aspiran a la perfección siguiendo los preceptos evangélicos, las que deseen consagrarse a una vida religiosa tambiéribhallarán en este libro la regla de su conducta. Su ilustre autor ha puesto en esta obra reflexiones admirables y piadosas, sacadas de su propia experiencia y de las fuentes más puras de la tradición católica. Mi Virgen del Carmen, devocionario hispano-americano por

el R. P. Gabriel de Jesús, Carmelita Descalzo.—Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Librería. Madrid.—Edición en letra grande 9,5 X 15 centímetros. Encuadernado en tela negra 3,50; en piel corte dorado 8,50; en chagrín c/d 13,00.—Edición en «Miniatura» 6 X 9 centímetros. Encuadernado en tela 2,29; tela corte dorado, 3; piel c/d 5; chagrín c/d 7.

Es este un devocionario carmelitano del todo nuevo, con devotos ejercicios y oraciones para oir Misa, confesar y comulgar, Novena a la Virgen del Carmen, Semana Devota, Triduo, etc., etc. Rico en doctrina Teresiana, se pintan en el con variado y refulgente colorido, hasta dónde se puede, la hermosura y belleza de la Virgen del Carmen para atraer así con más fuerza los corazones hacia tan benditísima Madre. Retiro espiritual, para las Comunidades Religiosas por el

Reverendo Padre Luis de Bourdaloue de la Compañía de Jesús.—Nueva edición española corregida y aumentada por el P. Fr. Raimundo Castaño O. P.-1927.—Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Librería. Madrid.—Un tomo en S.°, en tela, 4,50. En este Retiro hallarán las personas religiosas la apreciable utilidad de ver tratados los asuntos con un modo muy conforme al estado que profesan. Pues siendo cier to que la religión impone algunas peculiares obligaciones que empe-

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fían en ciertas observancias más rígidas y más perfectas es indudable que un Retiro y unas meditaciones dispuestas determinadamente para Religiosas, les han de ser más útiles y convenientes. Meditaciones sobre la vida de Nuestro Señor Jesucristo, escritas por el seráfico doctor San Buenaventura, traducción del latín por los Padres del Colegio de Santiago. —Segunda edición.-- 1927. --Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Madrid. —Un tomo en 8.° menor, en tela 6 pesetas, por correo 6,25. Que San Buenaventura, el amigo íntimo de Santo Tomás y San Luis, Rey de Francia, el teólogo consumado, el orador insigne, ante el cual todo otro orador enmudecía, fue uno de los santos más sabios y de los sabios más santos que ilustran la Iglesia de Jesucristo y la orden Seráfica a que se gloriaba pertenecer, lo sabe quien haya leído su vida y saludado sus obras. Para los que no las conocen, agregaremos que la dulzura de carácter, reflejada en estas meditaciones, junto Con las prendas antes mencionadas, hacen que estas meditaciones sean un hermoso y sabrosísimo panal que sa borean con deleite lo mismo las personas consagradas al servicio de Dios en los claustros que los que procuran perfeccionarse en el mundo. Además son tan extensas las citas que hace con frecuencia de San Bernardo que se puede decir que en este libro se reciben las enseñanzas de los dos Santos. Nuestra Señora de Lourdes, por Enrique Lasserre, obra honrada con un Breve de Su Santidad Pío IX. Traducción de don Francisco Melg-ar.— 6. edición.—Madrid. Librería Católica hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Precio, 5,50 en rústica y 7,50 encuadernado en tela de color con plancha dorada. La lectura de este libro es la mejor preparación y el más precioso recuerdo para los peregrinos a Lourdes e indispensable a cuantos deseen conocer los extraordinarios sucesos que han dado origen a la peregrinación a Lourdes. Según se lee en el prefacio de la obra, el autor que a consecuencia de una señalada merced cuyo relato está incluido en el libro, prometió escribir los sucesos de Lourdes, con centró todas sus facultades para estudiar con escrupuloso cuidado el asunto que quería tratar.

Con estas disposiciones no es de extrañar que una inteligencia tan clara y una pluma tan galana como la del señor Lasserre lograra cumplidamente su empeño, siendo su obra objeto de unánimes elogios y recibiendo de Su Santidad Pío IX, la expresiva felicitación que encabeza este libro. Novenas a Nuestra Señora de Lourdes, con relación de milagros, a San Isidro, a San Cayetano. Cada una 0,30. Tamaño 8,5 X 12 centímetros, con cubierta sencilla y elegante y letra muy clara. - Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Madrid. Devoción de los Siete Domingos de San José, con oraciones para oir la Santa Misa en honor del Santo, la Corte de San Tose y Sagrada Familia, Triduo y Novena. 1927. — Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Madrid. Librería, Edición de letra grande. Un tomo en 12.° encuadernado en tela 1,60. NOVENA al Santísimo Sacramento.—Ligorio. Id. a San Antonio. Id. a Santa Teresa. —Andrade. TRIDUO al Sagrado Corazón.—Arriaza. A 0,30 cada uno. Tamaño pequeño, letra buena, elegante presentación, pídase siempre ediciones Hijos de Gregorio del Amo. Paz, 6. Madrid.

NOTICIAS MADRID El 26 de febrero comenzaron una Misión en la parroquia de San José los Padres Inocencio López y Fernando Díez, terminando el 4 de marzo con una comunión numerosísima. También estuvo muy concurrida la Misión que en la iglesia de Alarcón dieron los Padres José Miguélez y Enrique García, del 11 al 18 de marzo, terminada con solemne procesión, en que volvió a la iglesia de los Servitas la imagen de la Dolorosa. Asilo de San José (Ayala, 49).—Bodas de oro de la fundación del Instituto.—Esta casa de Hermanas Mercedarias de la Caridad, primera de las ocho que actualmente tienen en Madrid y su provincia, celebró del mejor modo posible los días 13, 14, 15 y 16 de los corrientes la fausta fecha cincuentenaria

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de la fundación del Instituto. La Madre Superiora y demás religiosas se esmeraron en darle todo solemnidad. Precedió como preparación un triduo de adoración del Santísimo Sacramento, que las religiosas y asiladas velaron desde la mañana hasta la tarde. El día 16, fiesta precisa aniversaria de la fundación, hubo misa solemne, que celebró el R. P. Juan Gilabert, y fue la misa de Nuestra Santísima Madre con Gloria y Credo por concesión del bondadosísimo Sr. Obispo. El celebrante, después del Evangelio, predicó exponiendo el rápido desarrollo del Instituto— fundación de tres casas cada dos arios—y la admirable amplitud de sus ministerios, pues abarca todos los que la religiosa puede ejercer en favor de sus semejantes, y proponiendo como ejemplo la siete veces centenaria Orden de la Merced, que es Orden de la caridad y heroica, pues tiene por divisa aquellas palabras del Salvador: (No hay mayor caridad que dar la vida por los amigos»; y como ejemplo de imitación, las instituciones benéficas del Beato Juan Gilabert en los principios del siglo XV, a cuya Virgen de los Desamparados deben poner por Patrona y Madre de los desvalidos, a quienes amparan en sus casas. Nuestra enhorabuena a las religiosas.

solemnemente en Bilbao, el día de San Pedro Nolasco, la nueva Archicofradía de Nuestra Señora de la Merced, piadosa Asociación llena del más grande espíritu marianista en su doble aspecto de religiosa y mercedaria. De gala puede estar la orden de la Merced al contar entre sus filas con una nueva asociación, que será en adelante la irradiadora de las glorias mercedarias y para traer tras sí a los numerosos devotos con que cuenta la Santísima Virgen de la Merced entre todos los fieles bilbaínos. Esta realidad consoladora, pensamiento de tantos años que concibiera nuestro ánimo, llena ahora de santo júbilo nuestros corazones henchidos de emoción al contemplar a esa legión de Archicofrades con que militan ya bajo las banderas e insignias de la orden de la Merced, lirio de pureza recogido del jardín más hermoso en que la Virgen asentó su realeza. Y precisamente ha nacido en Bilbao, pueblo heroico para empresas del más alto género de honradez y perfección, campo fértil y abonado para labrar y fructificar además del poder ingenioso de su laboriosidad material puesta siempre al servicio de la noble causa de Dios, estas también nobles asociaciones de piedad, fruto de alma recia y templada, que va a la cabeza en la propagación de la fe de Cristo. No cayó desde el principio esta nueva Asociación mercedaria en el vacío, ni en la indiferencia más remota, fue fruto de la espontaneidad de corazones generosos, que encontraban en el amor a la Santísima Virgen de la Merced, un ansia de trabajar por ella para extender su culto más y más y darle una extensión que abarque a todas las almas de fe. ¿Quiénes han sido los propugnadores de esta gran idea? No creemos pecar de indiscretos y por tanto diremos que lo fueron el dignísimo capellán del convento, don José María Gutiérrez, y el reverendísimo padre Fray Inocencio López Santamaría, los cuales hemos visto que han sido unos verdaderos apóstoles, mejor dicho, unos propagandistas infatigables, pues no descansaron un momento hasta ver realizados sus pensamientos que los concibieron años ha.

SITGES (Barcelona). En la mañana del día 6 de los corrientes, tuvo lugar en el Monasterio Colegio de Madres Mercedarias la profesión solemne de la Madre Sor María del Pilar Franquet y Llurba, siendo delegado del Excmo. Sr. Obispo de Barcelona, el Muy Reverendo Padre Fray losé Inglés, Provincial de la Merced de Aragón. Pronunciados los votos de este acto, se celebró misa solemne con sermón, que predicó el R. P. Fr. Francisco Ferrer, O. de M., asistiendo la capilla de música del Sr. Torrens. Honró este acto con su presencia nuestro dignísimo Párroco Dr. Godayol, los padres de la religiosa, que fue apadrinada por su hermana Magdalena, y numeroso y escogido público. La iglesia estaba adornada como en los días de mayor fiesta. La iluminación muy lucida, profusión de flores, obsequio de las alumnas del Colegio. Reciba nuestra enhorabuena la religiosa profesa, su familia, la Reverenda Madre Comendadora y Comunidad. Sitges, marzo 1928.

BILBAO

Nueva Archicofradía de La Merced.— Se ha inaugurado

Son ya muchísimos los inscriptos, quizás ya cientos y no tardará en llegar a un millar, pues así lo indica la piedad bilbaína tan devota de la Santísima Virgen de la Merced. El solemnísimo triduo preparatorio para la inauguración de

— 120 — la Archicofradía resultó como no era menos de esperar, un éxito grandioso, numerosos devotos ingresaron en la nueva Asociación, recibiendo el escapulario de la Virgen de manos del reverendísimo padre Inocencio López, revelándonos este culto padre durante los días del triduo, un profundo orador sagrado, de gran dicción y acopio de conceptos, fácil en la expresión y a la par que elegante en su desenvolvimiento. ¡Lástima grande que no le tengamos de continuo entre nosotros, pues ha dejado una estela tan luminosa de su laboriosidad entre los bilbaínos, que difícilmente se borrará entre los que tuvimos la dicha de estar a su lado! PEDRO RICA

A las once horas del día 31 de Enero último, confortada con los auxilios de la Religión, pasó a mejor vida en esta capital la señorita

María Guadalupe Dávila Terciaria Mercedaria

a la edad de diez y seis años

Su afligida madre y hermanos, al participar a usted tan triste acontecimiento, le ruegan eleve una plegaria al Todopoderoso por el eterno descanso del alma de la finada. San Luis Potosí, 2 de Febrero de 1928. CON LAS DEBIDAS LICENCIAS Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.

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