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Escuela de Psicología Directora: Dra. Alicia Risueño Trabajo Final Integrador “Construcción yoica de una piel de cristal” Autor: Mariel Sobrero Tut

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Escuela de Psicología Directora: Dra. Alicia Risueño

Trabajo Final Integrador

“Construcción yoica de una piel de cristal”

Autor: Mariel Sobrero Tutor: Mag. María Alejandra Porras Año: Noviembre - 2010

INDICE

I – INTRODUCCIÓN..……………………………………………………………….3 II – DESARROLLO………..…………………………………………………………5 Capitulo primero Precisiones conceptuales……………………………………………………………....5 1.1. Definición y origen de la epidermólisis bullosa………………………………….5 1.2. Clasificación de las epidermólisis bullosas……………………………………....9 1.2.1. EB simplex (EBS):…………………………………………………….……...9 1.2.2. EB de la unión (Junctional) (JEB):……………………………………….…11 1.2.3. EB Distrófica (DEB):……………………………………………….….……13 Capitulo Segundo Nacimiento del niño como renacimiento del narcisismo parental, afrenta al mismo y elaboración de ello…………………………………………………………………...18 Capítulo Tercero La función materna, mediatizadora para la constitución de la primera experiencia de satisfacción y proveedora del “alimento” afectivo que el bebé necesita…………….27 Capítulo Cuarto La organización sexual en la construcción del cuerpo erógeno, producto y representante de una relación………………………………………………………...38 Capítulo Quinto Del cuerpo erógeno al cuerpo simbólico, sustrato espacial del yo…………………..56 III – CONCLUSIÓN……………………………………………………….………...63 IV – ANEXO – Glosario…………………………………………….……………...76 V – BIBLIOGRAFÍA……………………………….………………………………78

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INTRODUCCIÓN

“La piel es lo más profundo del individuo. En la piel está la base primordial del psiquismo humano más profundo, y en el contacto, la forma más sencilla de llegar a lo más íntimo del otro” (Porres, 1993, p.5). Este trabajo se propone explorar a través de la investigación a realizar, si la epidermólisis

bullosa,

enfermedad

genética

caracterizada

por

la

excesiva

susceptibilidad de la piel y mucosas, afectaría la constitución yoica del niño. Nuestro planteo surge de relacionar al cuerpo como punto de partida y llegada de la afectividad. La importancia del contacto del cuerpo del infante con la madre a través de la calidez corporal, el sentimiento de unidad entre el niño y la madre: sostén materno y como ello se vería afectado puesto que el mínimo roce puede producir ampollas o perdida de piel. Del mismo modo la enfermedad afecta las zonas de mucosa de determinados orificios (boca, ano, genitales) que cobran en sí mismos valoración afectivo comunicacional, puesto que son estimuladas por la madre en la asistencia corporal. Es decir las bases primordiales de la estructuración se verían afectadas de un modo u otro. A los fines de dar respuesta a nuestro interrogante, nos basaremos en la teoría psicoanalítica realizando un análisis integral entre ésta y los aspectos biológicos afectados por la enfermedad y el modo en que los segundos afectarían o no a los primeros. Comenzaremos con una exhaustiva descripción de la enfermedad, para interiorizar al lector de los alcances de la misma. Luego realizaremos un recorrido que se iniciará con la concepción del niño como un deseo parental antes de su nacimiento biológico. El nacimiento del mismo,

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como un diferente al idealizado en ese deseo, el proceso de duelo por ello y aceptación de éste nacido con sus capacidades y limitaciones posibilitando la inscripción como “hijo” en ese deseo. Siguiendo un orden cronológico de los acontecimientos haremos referencia a los primeros vínculos del niño como cachorro humano indefenso, necesitado de un otro auxiliador que posibilite la inscripción de la primera vivencia de satisfacción que lo convierta en sujeto deseante, proveyéndolo del alimento placer que necesita para la construcción de su propia erogeneidad. Posteriormente se realizará una descripción de las distintas fases del desarrollo psicosexual; cómo el cuerpo se va erogenizando en relación a la activación de la zona erógena correspondiente a cada fase y el modo en que éstas se ven afectadas por la enfermedad. Finalizando nuestro recorrido describiremos el proceso de transición de ese cuerpo erógeno, hacia el cuerpo simbólico, que dará sustrato espacial para que el yo se constituya.

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CAPITULO PRIMERO PRECISIONES CONCEPTUALES

En el presente capítulo se desarrollaran las características generales de Epidermólisis Bullosa. Para ello se realizará una descripción exhaustiva de la enfermedad, del mismo modo y teniendo en cuenta la existencia de diferentes tipos clínicos, se especificarán las particularidades de cada uno, detallando las zonas que se encuentran afectadas ya que serán determinantes para su categorización, como así también las complicaciones y el pronóstico de cada uno.

1.1 Definición y orígen de la Epidermólisis Bullosa La Epidermólisis Bullosa es una genodermatosis, originada por una alteración en las proteínas de unión epidermodérmica que afecta la cohesión de la dermis con la epidermis, hecho que da lugar a la formación de ampollas y erosiones cutáneas y mucosas. El modo de transmisión es de forma autosómica (el gen no se halla en un cromosoma sexual), ya sea ésta dominante o recesiva. La herencia dominante, se dá cuando uno de los padres padece la enfermedad y pasa directamente a algunos de los hijos. En estos casos, existe un 50% de posibilidades en cada embarazo de que el niño herede la enfermedad. La herencia recesiva, se manifiesta cuando los dos padres son portadores sanos del gen que causa el desorden. Transmiten la enfermedad pero no la padecen. En estos casos, existe una posibilidad entre cuatro en cada embarazo de que el niño padezca EB y una de dos posibilidades de que sea un portador sano. Los niños

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enfermos y portadores sólo presentarán el riesgo de tener hijos enfermos si su pareja es también portadora de un gen defectuoso. Es decir, en cada embarazo se da la posibilidad: 25% sano, 50% portador sano y 25% enfermo. La Epidermólisis Bullosa es una enfermedad genética en que una proteína estructural de la piel (zona de la membrana basal) está total o parcialmente ausente. Con el advenimiento de la genética molecular y la culminación del proyecto del genoma humano, se han identificado mutaciones específicas en al menos 10 genes diferentes, cada uno de los cuales codifica para una proteína dentro de la zona de la membrana basal. Se define a dicha membrana como una estructura que separa la dermis de la epidermis, es una fina lámina que controla el intercambio celular y molecular entre los dos tejidos e interviene en el proceso de curación de heridas. En relación a lo mencionado y a fines explicativos se realizará una breve descripción de ambos tejidos, composición y funciones. La Dermis, es un tejido eminentemente fibroso (fibras de colágeno, elastina y de reticulina), contiene a los dos apéndices cutáneos: córneos (pelos y uñas) y glandulares (glándulas sudoríparas y sebáceas) Desempeña una función protectora y representa la segunda línea de defensa contra los traumatismos. Provee las vías y el sostén necesario para el sistema vascular cutáneo; constituye un depósito potencial de agua, sangre y electrolitos. Este tejido se encuentra formado por dos capas: -Papilar o dermis superior: zona de tejido conectivo laxo que contacta con la membrana basal.

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-Reticular o dermis profunda: contiene la mayoría de los nexos de la piel, está constituida por tejido conectivo con fibras elásticas que brindan resistencia y elasticidad a la piel. El tejido conectivo está compuesto por: fibras colágenas, fibras reticulares y fibras elásticas, la función de éstas proteínas que forman fibras, es ofrecer distintas propiedades tensiles y elásticas a los tejidos de sostén y dar anclaje a otros elementos celulares de los mismos. Fibras colágenas: los colágenos pertenecen a una familia de proteínas estrechamente relacionadas que pueden agregarse y generar filamentos o fibrillas. Existen 20 tipos de cadenas polipéptidicas de colágeno que se combinan y producen diferentes tipos desde el punto de vista morfológico. Las membranas basales están formadas por colágeno IV, que es producido por diversas células epiteliales y endoteliales. Fibras elásticas: éstas se forman por la interacción de elastina y fibrilina, cuya función es conferir elasticidad a los tejidos y permitir la recuperación después del estiramiento. La elastina es una proteína hidrofóbica que se organiza en fibras y capas elásticas resistentes; es sintetizada por los fibroblastos (fibras celulares conjuntivas). La fibrilina, es una glucoproteína formadora de fibrillas, es el principal componente de las microfibrillas extracelulares que son constituyentes además de fibras elásticas y se cree que median en la adhesión entre distintos componentes de la matriz extra celular. Fibronectina: es una glucoproteína multifuncional, cuya importancia es la capacidad de adherirse a diferentes componentes tisulares, posee lugares de unión al colágeno y la heparina, así como moléculas de adhesión celular.

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Se denomina Epidermis al tejido vascular constituído por varias capas de células planas, cuyo espesor es variable siendo máximo en palmas y plantas. La epidermis está constituída por dos capas: 1. Capa germinativa, es la más profunda y está formada por estratos: Estrato basal, hilera de células que continuamente regenera la epidermis, se encuentran intercalados los melanocitos, caracterizados por producir un pigmento marrón amarillento (melanina). El conjunto de melanocitos origina el sistema pigmentario. Estrato espinoso, formado por 4-8 capas de células progresivamente más planas y en contacto entre sí por puentes intercelulares; el sistema de engranaje de este estrato le confiere a la epidermis estabilidad contra la distorsión mecánica. Estrato granuloso, rico en enzimas y está formado por dos capas de células aplanadas que no poseen capacidad de dividirse y se hallan exclusivamente dedicados a la síntesis de queratina. Producen sustancias oleaginosas que hace más dúctil las capas superiores y sirve como barrera para los líquidos corporales. 2. Capa córnea, compuesta por elementos amorfos en continua descamación, comprende dos estratos: El córneo, capa cutánea superior o más extensa. Formada por restos celulares epiteliales sin núcleo adheridos entre sí por queratina. Y el estrato lúcido, capa celular bajo la capa córnea, proporciona elasticidad, zonas sometidas a esfuerzos mecánicos (palma de la mano, planta de los pies), teniendo en estas localizaciones su grosor máximo. Esta capa regula la transferencia de sustancias químicas y agentes infecciosos hacia la dermis y previene

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la rápida pérdida de agua de la epidermis hacia el medio ambiente. La vitamina A regula la formación de la capa córnea y la falta de vitamina A conduce a su proliferación excesiva (hiperqueratosis). Lo expresado anteriormente fue a modo de introducción respecto a la constitución y funcionamiento tanto de la membrana basal como de las diferentes capas de la piel, ya que el grado de afectación y el nivel de formación ampollar determinaran el tipo de Epidermólisis Bullosa.

1.2 Clasificación de las Epidermólisis Bullosas 1.2.1 EB simplex (EBS): En esta forma de epidermolisis la separación o zona de formación de la ampolla se produce intra-epidérmicamente a nivel de la capa basal. Por lo general se hereda de forma autosómica dominante; y los genes que mutan son los que codifican las queratinas 5 y 14, por lo que se producen anomalías estructurales y bioquímicas en la formación de los tonofilamentos que conducen a la desestructuración de las células de la capa basal de la epidermis, encargadas de regenerar continuamente la epidermis. Dentro de éste tipo de E.B. encontramos diferentes subtipos, los cuales describiremos en orden decreciente según su severidad. Subtipo Dowling-Meara, clínicamente es el subtipo más severo de las E.B.S. Las ampollas se observan desde el nacimiento y se agrupan de forma herpetiforme; pueden ser hemorrágicas y muy dolorosas. Afectan a las mucosas oral, laríngea y esofágica. El mentón y el pliegue de flexión del codo son localizaciones típicas. Las uñas pueden desprenderse por localización subungueal (debajo de la uña) de la ampolla o bien dar lugar a onicodistrofia traumática. Aunque puede observarse

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sobre la zona cicatrizada algún quiste de milium, no hay tejido de granulación ni hiperpigmentación. Cuando la afectación palmo-plantar es muy intensa, puede dejar como secuela una hiperqueratosis dolorosa. Con la edad disminuye la intensidad de los síntomas. Subtipo de Köebner, el cual se caracteriza por ser menos severo que el subtipo anterior, las lesiones se manifiestan desde el nacimiento o desde la primera infancia. Además de las manos y pies, se pueden afectar otras zonas del cuerpo de intenso roce como codos, rodillas, piernas, brazos, tronco, etc. Subtipo de Weber-Cockayne, es el subtipo más común de E.B.S. y se caracteriza por ampollas limitadas a las áreas de fricción. En contraste con los otros subtipos de EBS, las ampollas no están presentes al nacer, aparecen durante la infancia o adolescencia. Ocurren tras traumatismos y, con mayor frecuencia, en la época estival. Las lesiones se localizan, típicamente, en palmas y plantas lo que, unido a una frecuente hiperhidrosis, a veces produce disfuncionalidad manual o para la marcha. La cicatrización de las lesiones es completa sin mostrar atrofia, quistes de milium o pigmentaciones. Pronóstico de la EBS En líneas generales, el pronóstico de la EBS es bueno, con evolución hacia la mejoría aunque, debido a la frecuente presencia de hiperqueratosis (engrosamiento de la piel) palmo-plantar, la marcha es dolorosa y dificulta el aprendizaje. Complicaciones de las EBS Las complicaciones suelen ser las más leves y vienen derivadas de la localización anatómica. Las ampollas se resuelven habitualmente sin cicatriz y no se afectan mucosas, dientes y uñas. Las palmas y plantas son las más afectadas, con la

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formación de ampollas serohemáticas (contienen un fluido seroso ligeramente manchado de sangre) que, aunque normalmente no dejan cicatriz, cuando aparecen muy precozmente, en los primeros meses de vida pueden observarse cicatrices atróficas residuales. Debe evitarse la sobreinfección bacteriana de las ampollas, ya que es ésta la principal complicación en estos pacientes, así como la coexistencia de hiperhidrosis, que predispone a la formación de nuevas lesiones bullosas. 1.2.2 EB de la unión (Junctional) (JEB): En la forma de la unión, las ampollas se forman dentro de la lámina lúcida de la membrana basal, que como hemos descripto, es la que proporciona elasticidad a las zonas sometidas a esfuerzos mecánicos, regulando la transformación de sustancias químicas. La proteína ausente o disfuncional en este caso corresponde generalmente a la laminina 5. Este tipo de EB tiene una herencia tipo autosómica recesiva. Muestra una amplia gama de fenotipos clínicos y en base a la severidad clínica se ha dividido tradicionalmente en el tipo Herlitz (JEB-H) y en una variedad de formas no-Herlitz (JEB-nH). La JEB-H es una forma severa clínicamente y con frecuencia mortal en los primeros años de vida; se caracteriza por formar ampollas entre la lámina lúcida y la membrana basal. Los estudios de microscopía electrónica han revelado ausencia de la proteína laminina 5. Aparecen desde el nacimiento, ampollas y erosiones generalizadas con afectación de mucosas, laringe, tracto digestivo y vías urinarias. El pronóstico es muy malo, produciéndose la muerte, en semanas o meses, en el 90% de casos, debido a sepsis y anemias intensas. El 10% de los niños que sobreviven presentan un importante retraso en el crecimiento y muestran cicatrices atróficas, vegetantes y granulomatosas alrededor de la nariz y de la boca, aunque también

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pueden afectarse las conjuntivas y la laringe. En ocasiones se produce la caída intraútero de las uñas dando un aspecto muy típico a los dedos de los recién nacidos que permite el diagnóstico de la enfermedad. También puede haber alteraciones dentarias y alopecia cicatricial En la JEB-nH, se han encontrado también mutaciones de laminina 5 sin embargo los tipos y las combinaciones de mutaciones presentan un fenotipo clínico de menor severidad, pero reconocible. Se debe a una alteración del gen de la BP180 (colágeno XVII). Se presenta como ampollas generalizadas desde el nacimiento que mejoran con la edad, dejando lesiones residuales de atrofia y pigmentación. Se observa una afectación importante de mucosas, incluyendo la anal, bucal, conjuntival y nasal. Aunque es raro, puede haber estenosis laríngea o esofágica. Los dientes presentan anomalías del esmalte y caries, las uñas pueden estar ausentes y observarse alopecia a partir de los 10 años de edad. Pronóstico de las EBJ El pronóstico de las epidermólisis bullosas junturales es diverso. La forma de Herlitz tiene un pronóstico muy malo, ocasionando la muerte a las pocas semanas de vida. En el otro subtipo, el pronóstico es considerablemente mejor, aunque se requerirán esmerados cuidados cutáneos y tratamientos multidisciplinares. Complicaciones de las EBJ En este grupo se encuentran formas graves (letales) como la EBJ tipo Herlitz, que conduce a la muerte en pocos meses, generalmente por infecciones respiratorias y septicemia. La principal complicación cutánea es la formación de un tejido de granulación desfigurante a nivel facial, sin tendencia a la formación de cicatrices, pero que suele resolverse con atrofia. La afectación de la piel de la región

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periungueal (borde de las uñas en su unión con la piel) conduce en pocas semanas a la aparición de dedos en palillo de tambor y pérdida de la uña. Otras formas junturales (EBJ no Herlitz) pueden conducir a alopecia universal, distrofia ungueal y grandes áreas de cicatrices atróficas. Se ha descrito asimismo el desarrollo de carcinoma epidermoide (tumor maligno de las células queratinizantes de la epidermis) sobre lesiones atróficas residuales.

1.2.3. EB Distrófica (DEB): En la Epidermólisis Bullosa Distrófica (DEB) se han encontrado anomalías en el gen responsable de la codificación del colágeno VII, que compone los haces de fibrillas de anclaje que unen la membrana basal a la dermis, por lo cual las ampollas se localizan por debajo de la membrana, debido a ello, ésta forma de E.B. se caracteriza por cicatrices de retracción. Según el tipo de mutación resultante y su localización en la cadena de colágeno, las fibrillas de anclaje estarían defectuosas, disminuidas en cantidad y/o calidad, o ausentes. La DEB puede ser heredada de forma autosómica dominante o recesiva y presenta una extensa variabilidad en el espectro clínico de su severidad. EB distrófica recesiva tipo de Hallopeau-Siemens (RDEB-HS) es una de las formas más severas. Presenta frecuentemente fusión de los dedos en las manos y los pies. Estos pacientes también desarrollan estenosis esofágica así como erosiones en las córneas. Su presentación clínica se complica por el desarrollo excepcionalmente agresivo de carcinomas espinocelulares, principalmente en las manos y pies, con alto riesgo de metástasis a edades tempranas. Es la forma más grave de todas las epidermólisis bullosas distróficas, debido a la extrema fragilidad cutánea. Desde el nacimiento aparecen lesiones bullosas

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generalizadas, más intensas en los sitios de roce, que pueden ser hemorrágicas; se rompe su techo, se erosionan y cicatrizan de forma distrófica; también se observa la presencia de quistes de milium. La cicatrización continua a nivel de las extremidades motiva la formación de contracturas y sindactilias que, posteriormente, por continua sobreinfección, se traducen en la pérdida de las falanges, motivando auténticos muñones sobre los cuales pueden desarrollarse, al igual que en otras cicatrices, carcinomas espinocelulares invasivos y destructores con capacidad metastásica a órganos nobles y muerte de los pacientes entre la cuarta y la quinta década de vida. La mucosa bucal está muy afectada, dando lugar a microstomía y anquiloglosia. También se afectan las mucosas esofágicas y anales, motivando estenosis con importante patología intestinal. La afectación de la mucosa conjuntival, da lugar a conjuntivitis, queratitis y úlceras corneales. Debido a las dificultades alimenticias y al enorme gasto proteico que presentan estos pacientes, aparecen intensas anemias ferropénicas que conducen a un retraso del crecimiento, por lo que la realización de una gastrostomía facilita la ingestión de proteínas y vitaminas, mejorando en parte, la sintomatología. Además, el síndrome inflamatorio crónico puede desencadenar una amiloidosis con afectación renal severa. EB

distrófica

recesiva

no

Hallopeau-Siemens

(RDEB-nHS)

y

dominantem (DDEB) son las formas menos severas de EBD. Muestran ampollas y erosiones significativas, sin embargo, presentan menos complicaciones que en los subtipos anteriores. La característica ultraestructural encontrada en las formas distróficas de EB es una anormalidad en las fibras de anclaje; que puede deberse a una anormalidad morfológica o numérica (por reducción o ausencia). Estas fibras están compuestas por

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colágeno tipo VII. Se observa un cuadro cutáneo similar al anterior pero sin contracturas ni sindactilias. Tampoco hay afectación de mucosas ni retraso en el crecimiento. EBD dominante Las ampollas se localizan, fundamentalmente, en las zonas de mayor roce y traumatismo (manos, codos, rodillas...) y no se produce sindactilia. La afectación de mucosas es muy infrecuente. Una forma especial sería la «albopapuloide» que se caracteriza por la presencia de lesiones papulosas blanquecinas en cualquier zona del tegumento. Complicaciones de las EBD recesivas Como se ha mencionado, son las formas más graves de EBD y de todas las EB en general, sólo superadas por la EBU letal. Su mortalidad es considerable, de hasta un 40%. La gravedad de la clínica cutánea y por lo tanto, de las complicaciones depende del grado de la mutación causante de la enfermedad. La ampollas aparecen en las áreas de mayor roce (manos, pies...), incluso de forma espontánea. Son lesiones hemorrágicas, costrosas y que se sobreinfectan frecuentemente, generalmente por bacterias. El prurito es constante, lo que favorece el rascado y la consiguiente aparición de nuevas ampollas, junto con la sobreinfección de las mismas. La afectación de las mucosas es constante y grave. Debemos vigilar de forma especial la región genital, frecuentemente olvidada y obviada en las exploraciones rutinarias. Pueden aparecer sinequias, adherencias, y sobreinfección secundaria. Las lesiones bullosas se resuelven formando cicatrices hipertróficas y atróficas y quistes de milium. Las sindactilias de manos y pies son la norma, y

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conducen a un grado de impotencia funcional extrema y deformidades estéticas muy difíciles de tolerar. También se asocian trastornos de la deambulación. Con todo, la complicación más temible y grave es la aparición de un carcinoma epidermoide sobre lesiones ulcerosas antiguas y de evolución tórpida. Asimismo, se ha descrito una mayor incidencia de nevus displásico y melanoma en estos pacientes, por lo que además se deben vigilar y estudiar las lesiones pigmentarias que presenten.

Complicaciones de las EBD dominantes Son las formas más leves de este grupo las complicaciones son las derivadas de la cicatrización y reparación de las ampollas. La afectación ungueal, que está presente hasta en un 80% de los casos y suele persistir toda la vida, puede ocasionar molestias de distinto calibre, generalmente ortopédicas. Las formas más localizadas, como la epidermólisis bullosa distrófica dominante pretibial y la pruriginosa, no presentan complicaciones específicas, salvo en el caso de la segunda, las derivadas del rascado (liquenificación, erosiones, costras, etc.). Pronóstico de las EBD El pronóstico de las epidermólisis bullosas distróficas depende del tipo. En las formas de Hallopeau-Siemens, el pronóstico es malo, ya que las diferentes complicaciones pueden conducir a la muerte en más o menos tiempo, dependiendo de la intensidad de éstas. Según lo explicitado y en relación a los diferentes tipos clínicos se puede decir que la E.B. es una enfermedad hereditaria adquirida en forma autosómica, ya sea dominante o recesiva.

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El factor determinante que las diferencia tipológicamente va a estar dado por la ubicación de las ampollas. Como principales zonas afectadas se pueden mencionar fundamentalmente las palmas de las manos y las plantas de los pies, así como también las zonas de roce: rodillas, piernas, brazos y tronco (como manifestación externa visible). A nivel orgánico, la enfermedad afecta las zonas de mucosa oral, laríngea, esofágica, tracto digestivo y urinario. Teniendo en cuenta las características de las diversas formas de la enfermedad y las variables porcentuales, en relación a la temática que abordará el trabajo, los tipos clínicos en los cuales estará basado el mismo, serán la forma Simple (52,5%) y Distrófica (46,5%) de E.B., puesto que las mismas se manifiestan desde el nacimiento y la expectativa de vida alcanza los 30/40 años a diferencia de las E.B. de la Unión (1%), cuya expectativa es de semanas o meses.

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CAPITULO SEGUNDO NACIMIENTO DEL NIÑO COMO RENACIMIENTO DEL NARCISISMO PARENTAL, AFRENTA AL MISMO Y ELABORACIÓN DE ELLO

Luego de haber realizado una aproximación biológica a la enfermedad que nos convoca, en éste capítulo iniciaremos el camino de interacción de aquellos aspectos con los psicológicos. Para ello abordaremos los acontecimientos cronológicamente, es decir desde antes de la concepción misma, haciendo referencia al deseo de los padres, hasta el nacimiento del niño propiamente dicho. Producido éste, cómo estos padres afrontarían el anoticiarse respecto de la enfermedad, como lo vivenciarían y elaborarían; para finalmente inferir si ello afectaría de algún modo la futura constitución yoica del pequeño. Cuando un niño se gesta, se produce su nacimiento en primera instancia a nivel no biológico, tiene existencia en el deseo de sus padres. Freud considera que en ese deseo estaría implícito un renacimiento y reproducción del narcisismo propio, y hace referencia a lo que representa y como está dado dicho vínculo. “La sobreestimación, marca inequívoca que apreciamos como estigma narcisista ya en el caso de la elección de objeto, gobierna como todos saben, este vínculo afectivo” (Freud, 1914, p. 87) En relación a lo mencionado, se puede argumentar que el vínculo madre-hijo es por sobreestimación, es decir, que dicha estimación en demasía es producto de una idealización, resultado de una marca, estigma narcisista, en el propio narcisismo que mediante el nacimiento del hijo reactivaría la marca que comenzó con la elección de objeto, es decir a la salida del complejo de Edipo.

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Freud (1924) sostiene que en dicha etapa y en lo que refiere a la niña, la renuncia al pene no se soportará sin un intento de resarcimiento. La muchacha se desliza a lo largo de una ecuación simbólica, diríamos del pene al hijo, su complejo de Edipo culmina en el deseo alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo. Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco porque este deseo no se cumple nunca. Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual. (p. 186) En relación a éste párrafo podemos decir que lo que determina la caída del Edipo es la desilusión frente a la imposibilidad del cumplimiento del deseo, ya que la misma es inherente a la cultura, el objeto deseado es abandonado por represión, a sabiendas que todo lo que es reprimido está condenado a retornar. La situación femenina se termina de constituir cuando recibe la promesa de un hijo, falo = hijo, el hijo vendría a compensar el falo faltante, con lo cual sería la primera posición del hijo. ¿Por qué constituye al hijo como un cuerpo erógeno? porque está en representación del falo faltante, y es necesario que sea así, si la mujer no estuviese bajo amenaza de castración, no habría lugar a ocupar por un hijo, si esto sobrevive, es porque para la mujer representa algo, esto se puede observar claramente cuando Freud (1905) sostiene que por regla general, la madre dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa, lo mece y claramente lo toma como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho. ¿Por qué Freud infiere esto? Podemos suponer que de este modo se vería vehiculizada la posibilidad de cumplimiento del deseo, aquella promesa abandonada por represión con el

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sepultamiento del complejo, alejada de la conciencia como mencionamos anteriormente, pero que permaneció inconsciente con una fuerte investidura, y sería reactivada porque ya en la elección habría de manera inconsciente una búsqueda del objeto sustituto que posibilite el cumplimiento del deseo. En relación a ello, Freud sostiene que existen dos tipos de elección de objeto, a saber: narcisista o por apuntalamiento, según el tipo narcisista, se ama: a lo que uno es, a lo que uno mismo fue, a lo que quería ser, y a la persona que fue parte del sí mismo; y según el tipo del apuntalamiento: a la mujer nutricia, y al hombre protector. Además sostiene que todo ser humano tiene dos objetos sexuales originarios: el mismo y la mujer que lo crió, por lo que presupone que el narcisismo primario puede expresarse de manera dominante en la elección de objeto: narcisista (el mismo) o por apuntalamiento (la mujer que lo crió). Freud (1914) señala que incluso en las mujeres narcisistas, las que permanecen frías hacia el hombre, habría un camino que la lleva al pleno amor de objeto, “en el hijo que dan a luz se les enfrenta una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño al que ahora pueden brindar, desde el narcisismo, el pleno amor de objeto” (p. 86), es decir que si bien no pueden expresar su amor objetal hacia un hombre, al ser el hijo una parte de sí misma, esto sería posible. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del Yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño. El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza. (Freud, 1914, p. 88)

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En relación a La inmortalidad del yo, se debe tener en cuenta que su desarrollo consistió en un distanciamiento respecto del narcisismo primario por un desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde fuera, y que en forma simultánea a éste desplazamiento, el yo emitió investiduras libidinosas de objeto, con lo cual se empobreció en favor de las mismas y del ideal de yo. ¿Cómo vuelve a enriquecerse? Mediante las satisfacciones de objeto y cumplimiento del ideal. Debido a que ese ideal es impuesto desde fuera la fuerza de la realidad asedia duramente el yo es puesto constantemente a prueba, pero éste gana seguridad refugiándose en el niño, es decir que el niño sería el posibilitador del cumplimiento del ideal, entendiéndose de éste modo que el niño es una proyección de sí mismo pero en estado de perfección. En relación a esto, Freud (1914) señala: “debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres” (p.88). Por lo cual se puede decir que el niño viene a ocupar el lugar de facilitador de la concreción de las propias carencias parentales, y esto es revelado según Freud en el amor que estos expresan, al manifestar lo infantil del mismo, hace referencia a la incondicionalidad a la que solo puede responder el amor infantil, ese amor es representativo de su propio yo trasladado al hijo, ahora éste colocado en el lugar del ideal de yo, por esto Freud hace referencia a que él mismo es el propio narcisismo transmutado en amor objetal hacia el hijo, evidenciando su naturaleza primitiva, si se tiene en cuenta la elección de objeto de tipo narcisista y las diferentes variables estaríamos haciendo referencia a lo que el mismo quería ser. Hasta aquí hemos descripto todo lo que se deposita en ese niño por venir, de modo que desde antes de su nacimiento biológico, ocupa un lugar en el deseo de los padres.

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Pero, ¿qué sucede cuando ese niño, objeto de perfección deseado, anhelado, esperado en el cual se depositaron todas esas expectativas no coincide con el hijo nacido? Podemos decir que en tanto inesperado y abrupto sería del orden de lo traumático, y este trauma podría reactualizar antiguos traumas, por lo cual inferiríamos que todo dependerá de la fortaleza yoica de esos padres y lo puesto en “juego” en el nacimiento del niño diferente al idealizado. De este modo un momento feliz en la vida de una familia como es el nacimiento de un niño, se ensombrece ante la perspectiva de una existencia de sufrimiento para el niño. Los padres se enfrentan a una enfermedad rara, desconocida para la inmensa mayoría de las familias, de origen genético y de mal pronóstico. Como ya dijimos, la epidermólisis bullosa define a un grupo de enfermedades genéticas de la piel, cuya característica es la formación de ampollas con el más mínimo roce o sin roce aparente. Al ser una familia de enfermedades, tiene diferentes grados de afección dependiendo de la variedad. Hay tipos en que la fragilidad de la piel se limita a zonas específicas y otras en las que se ve afectado todo el cuerpo. Ese hijo con un déficit es posible que remita y actualice lo deficiente de la historia de los padres, aquello que faltó o a lo que se renunció, en lugar de representar la posibilidad de reparación de la misma como mencionamos anteriormente. Lo expresado es representativo de una herida al narcisismo parental ante la dificultad de sostener su yo en la imagen que el niño devuelve, una imagen degradada, posiblemente devenga la negación como mecanismo de defensa para preservarlo; considerando que en el hijo se juega el propio narcisismo, tanto las

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diferencias y limitaciones que éste presente, como las miradas de exclusión que reciba, suelen ser vividas como dirigidas a su propia persona. Al tratarse de una enfermedad “rara”, existe un rechazo social no explícito que provoca una respuesta de evitación en la sociedad, ello es debido al aspecto de “quemados” que confieren a estos pacientes las curas por todo el cuerpo; la proteína que actúa como pegamento entre las capas de la piel no se produce o es insuficiente, causando que la piel se descarapele, dejando heridas de segundo grado, dando como resultado el aspecto referido. Si se tiene en cuenta el mecanismo mencionado, Freud (1925) sostiene que: La negación es un modo de tomar noticia de lo reprimido; en verdad, es ya una cancelación de la represión, aunque no, claro está, una aceptación de lo reprimido. Se ve como la función intelectual se separa aquí del proceso afectivo. Con ayuda de la negación es enderezada sólo una de las consecuencias del proceso represivo, a saber, la de que su contenido de representación no llegue a la conciencia. (p. 253) Lo reprimido, en este caso daría cuenta que el objeto vehiculizador de todo aquello cancelado del propio narcisismo y que se vería posibilitado en ese niño, al anoticiarse de las limitaciones propias de la enfermedad se vería nuevamente frustrado, con lo cual sería una nueva afrenta al propio narcisismo, por lo tanto, si bien toma noticia de lo reprimido, no es aceptado fácilmente puesto que sería un “golpe” al yo, e intentará por diferentes medios guarda salvarlo de ello. Por otro lado, Freud (1925) respecto de la negación, le adjudica a la función del juicio dos decisiones, a saber: atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa, y admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad. Esta última

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función, la que recae sobre la existencia real de una cosa de mundo representada, consiste en comprobar si algo presente como representación dentro del yo puede ser reencontrado también en la percepción. Esto sería posible pero por un determinado período de tiempo puesto que en un principio y a modo de preservar al yo, dicho mecanismo operaría satisfactoriamente, pero si se tiene en cuenta que el juicio debe admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad, dicha función ahora se traduce en la posibilidad de que algo presente como representación dentro del yo pueda ser reencontrado también en la percepción, es decir, si la representación de la imagen idealizada del niño, ahora coincide con el niño que se percibe. Con lo cual se puede argumentar que dicha negación, solo podrá sostenerse por un breve tiempo, ya que fracasará cuando deba comenzar a enfrentar la realidad de las heridas externas como internas que el niño presente, ya que se verán afectadas la piel y las mucosas con la formación de ampollas y vesículas tras mínimos traumatismos, con afectación variable de otros órganos. Al aceptar que la imagen representada no es coincidente, en tanto proyección idealizada, con lo percibido desde la realidad, y confirmado esto desde la ciencia, puesto que los familiares acudirán a consultas de médicos especialistas (como dermatólogos, gastroenterólogos, pediatras, etc.) con el fin de recabar una segunda opinión, el mecanismo de la negación, dejaría de operar como tal, con las correspondientes consecuencias. Será un proceso gradual, con duelos y aceptaciones parciales que implica un gran gasto de energía psíquica. Para poder llevar a cabo dicho proceso, una vez que el mecanismo de la negación dejó de operar, devendría la aceptación del niño, tal y como éste es, para

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ello deberán atravesar un período de duelo por la diferencia entre lo que se esperaba y lo que el niño es. “El duelo es por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces” (Freud, 1917, p.241). Según lo mencionado hasta aquí, y en relación a lo que Freud plantea, no estaríamos haciendo referencia a la pérdida física de una persona, si no a una abstracción de la misma, es decir al estado de “perfección” de ella. Al cuestionar ¿En qué consiste el trabajo que el duelo opera? Freud (1917) Sostiene que: “el examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto” (p. 242). Como señalamos en el párrafo anterior, lo que demuestra el examen de la realidad es que lo que no existe más es la imagen idealizada del objeto amado, pero el objeto en sí está presente, con lo cual el trabajo a realizar implica un gasto extra de energía psíquica, puesto que por un lado, el yo debe aceptar la “muerte” imaginaria del objeto perfecto, retirar la libido de él, que la misma vuelva al yo para fortalecerlo al mismo tiempo que éste acepte y elabore las diferencias entre el objeto deseado, anhelado, idealizado, y el que la realidad le presenta, para luego volver a investir dicho objeto en su estado “real”. Que atraviesen un duelo por “aquel” idealizado que posibilite que este niño deje de ser un ajeno y pueda ser inscripto como “hijo” en su deseo. Si el proceso de duelo necesario siguió un curso favorable, progresivamente, al renunciar al hijo soñado, se suele ir dando el reconocimiento de la realidad del nacido en relación a sus posibilidades y limitaciones, sabiendo que la enfermedad no implica una limitación de las funciones intelectuales, pero si en algunos casos, de las

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actividades físicas, sería cruel esperar que un niño con epidermólisis bullosa, con sus frágiles manos, sea capaz de hacer todo aquello que un niño sin ella haría. Sus pequeñas manos se dañan muy fácilmente, y podrían (dependiendo el tipo de E.B.) jamás ser capaces de hacer ni siquiera una fracción de las cosas que harían los niños sanos. Por lo tanto respecto a nuestro cuestionamiento al inicio del capítulo, según lo analizado a través del mismo y estableciendo un vínculo con nuestra pregunta de investigación, que la afectación biológica del niño posiblemente no influya directamente en su constitución yoica, pero todo nos hace suponer que el grado de incidencia se hallará en estrecha relación al proceso de elaboración parental, puesto que de ello dependerá que el niño sea inscripto como hijo en su deseo. Para finalizar acerca de lo argumentado supondremos que dicho proceso siguió el curso favorable, a los fines de continuar con el desarrollo de nuestro trabajo, pero nos vemos obligados a postular que otra de las posibilidades sería que el proceso de elaboración parental no siguiera el curso deseado, lo cual abriría un abanico de variables a investigar, que no serán desarrolladas en éste trabajo puesto que nos apartaría de nuestro objetivo principal.

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CAPITULO TERCERO LA FUNCIÓN MATERNA, MEDIATIZADORA PARA LA CONSTITUCIÓN DE LA PRIMERA VIVENCIA DE SATISFACCIÓN Y PROVEEDORA DEL “ALIMENTO” AFECTIVO QUE EL BEBÉ NECESITA.

Estableciendo un enlace cronológico con lo planteado en el capítulo anterior, una vez que el niño ha sido inscripto como hijo en el deseo de sus padres, luego de elaborar el duelo por el niño idealizado, aceptando sus posibilidades y limitaciones, pretendemos dilucidar en relación a nuestra pregunta de investigación, si su afectación biológica, Epidermólisis Bullosa (E.B.), incidirá de algún modo en los primeros “contactos” tan significativos en los tiempos iniciales por lo que en ellos está implícito, cómo se establecería el mismo con un otro significativo y como esa experiencia es vivenciada por la díada madre – hijo, para finalmente tratar de dar respuesta a nuestra pregunta inicial. Situándonos en la escena de la llegada de un recién nacido, podemos hacer mención al ambiente en el cual se encuentra; en relación a lo expresado, Winnicott (1945) en escritos de pediatría y psicoanálisis, hace referencia al ambiente facilitador ubicando dentro de éste a la madre o a quien cumpla dicha función, puesto que algunos fragmentos de la técnica de crianza, de las caras vistas, los sonidos oídos, los olores olidos, gradualmente serán reunidos en ese ser; y sostiene que la primitiva relación madre – hijo, resulta ser un tema de máxima importancia al principio. Siendo madura y físicamente capaz, la madre es la que debe ser tolerante y comprensiva, de manera que sea ella quien produzca una situación que con suerte puede convertirse en el primer lazo entre el pequeño y su objeto externo.

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Es especialmente al principio cuando su importancia es vital; y de hecho es tarea de ella proteger al niño de las complicaciones que éste todavía no es capaz de entender, así como de darle ininterrumpidamente el fragmento del mundo que el pequeño llegará a conocer a través de ella, que se tomará el trabajo de adecuarlo a las necesidades de éste. Sostiene que en la fase más precoz del niño se trata con un estado muy especial en la madre al que llama preocupación maternal primaria, el mismo se caracteriza por un estado de sensibilidad exaltada al que denomina “enfermedad normal” que le permite adaptarse delicada y sensiblemente a las necesidades del pequeño en el comienzo. Y solo si se halla en dicho estado podrá ponerse en el lugar del mismo y de este modo satisfacer sus necesidades. Para describir a esta dependencia propia de la primera infancia, Winnicott (1950) emplea el término madre suficientemente buena. Implica que en todos los casos los cimientos de la salud mental debe ponerlos la madre, quien, en caso de ser sana, la tiene como para atender a las necesidades de su bebé a cada minuto; lo que éste necesita, una adaptación suficientemente buena, que es parte integral de una relación viva en que la mente se identifica temporariamente con el bebé. Para poder hacerlo en el grado necesario, la madre necesita estar protegida de la realidad externa, de modo de poder gozar de un período de preocupación (materna primaria) siendo el bebé el objeto de la misma. Del mismo modo, Freud (1950 – [1850]) sostiene que: El organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de la alteración interior, que constituye una única descarga, cobrando una función secundaria, pues llama la

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atención del individuo auxiliador

sobre el estado anhelante y

menesteroso del niño, y a partir de entonces sirve al entendimiento siendo así incluida dentro de la acción específica. Si el individuo auxiliador ha operado el trabajo de la acción específica en el mundo exterior, en lugar del individuo, éste es capaz de consumar sin más en el interior de su cuerpo la operación requerida para cancelar el estímulo endógeno. El todo constituye entonces una vivencia de satisfacción, que tiene las más hondas consecuencias para el desarrollo de las funciones en el individuo. (p.362 – 363) La excitación impuesta por una necesidad interior buscará un drenaje en la motilidad, el niño hambriento llorará o pataleará, única señal a la que refiere la cita, pero la situación se mantendrá ya que la excitación actúa continuamente. Solo puede sobrevenir un cambio cuando, por algún camino experimenta la vivencia de satisfacción que cancela el estímulo, siendo el camino, como Freud indica en la cita anterior, el auxilio ajeno, desempeñado por la madre o quien cumpla dicha función. Al analizar la mencionada cita y tomar términos significativos como: acción específica y auxilio ajeno ante una única descarga (el llanto), que luego adquiere una función secundaria, en tanto llama la atención del auxiliador, sirve a su entendimiento y la incluye dentro de la acción específica; si tenemos en cuenta que de haber operado éste el trabajo de dicha acción en lugar del individuo, para que él consume la acción requerida y cancele el estímulo originario, y así constituya una vivencia de satisfacción; podemos establecer un paralelismo con la definición de la función que Winnicott (1950 citado en Jaimsky, 2008) denomina madre suficientemente buena, ella es quien tiene la capacidad para ponerse en el lugar del bebé y darse cuenta de lo

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que éste necesita, ya que al principio él depende por entero del modo en que se le aporta cada fragmento del mundo, es lo que al decir de Freud sería operar el trabajo de la acción específica en el mundo exterior para que el niño pueda cancelar el estímulo endógeno, constituyendo una vivencia de satisfacción, que tendrá las más hondas consecuencias para el desarrollo de sus funciones. Si se considera lo mencionado respecto a descarga de tensión, rastros mnémicos y asociaciones a hechos semejantes en un futuro, a fines explicativos es propicio citar lo que Freud (1896) argumenta en la carta 52 ya que en la misma hace referencia a su trabajo sobre el supuesto del funcionamiento del mecanismo psíquico, y lo descripto anteriormente da cuenta del mismo. Sostiene que éste se ha generado por estratificación sucesiva, explica que el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un ordenamiento según nuevos nexos, es decir, una restrascripción. Menciona que la memoria preexiste de manera múltiple, registrada en diversas variedades de signos, y señala la existencia de un mínimo de tres transcripciones. En el mecanismo al que alude, menciona un sistema P, en el cual se generan las percepciones al que se anuda conciencia, pero no conservan huella de lo acontecido. Luego hace referencia al sistema Ps al que le corresponden los signos de percepción y en el que se realiza la primera trascripción de las percepciones, insusceptible de conciencia y articulada por simultaneidad. La segunda transcripción se presenta en el sistema Ic, la misma es ordenada según otros nexos, tal vez causales, cuyas huellas Ic posiblemente correspondan a recuerdos de conceptos. Finalmente hace referencia al sistema Prc. (preconciencia) en el cual se realiza la tercera retrascripción ligada a representaciones – palabra. Desde esta Prc, las investiduras devienen concientes de acuerdo con ciertas reglas, sostiene que esta conciencia – pensar secundaria es de

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efecto posterior en el orden del tiempo, probablemente anudada a la reanimación alucinatoria de representaciones palabra. Un componente esencial de dicha vivencia, es la aparición de una percepción (en el caso mencionado, la nutrición) cuya imagen mnémica queda asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. Por lo tanto la próxima vez que ésta sobrevenga, merced al enlace establecido, se suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, restablecer la situación de la satisfacción primera. Una moción de esa índole es lo que Freud llama deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento de deseo y el camino más corto es el que lleva desde la excitación producida por la necesidad hasta la investidura de la percepción; desear terminará en un alucinar. Esta primera actividad psíquica apunta a una identidad perceptiva (algo perceptualmente idéntico a la “vivencia de satisfacción”) o sea a repetir aquella percepción que está enlazada con la satisfacción de la necesidad. En relación a lo desarrollado es propicio mencionar que: “el lactante con tal que agreguemos el cuidado materno, realiza casi el sistema psíquico” Freud (1911); teniendo en cuenta la función de la madre suficientemente buena, podríamos decir que este cuidado materno que Freud menciona, tiene una connotación que va más allá, que existe algo más en el cuidado que la simple satisfacción de impulsos, cuando Winnicott, sostiene que: por un lado, la madre se identifica, así comprende lo que su hijo necesita, y lo asiste con placer, este placer sería a lo que hace referencia el más allá de la simple satisfacción mencionada, que luego originaría el deseo en el niño.

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Del mismo modo, Spitz (1965) sostiene que los afectos de la madre, su gozo, sus propios actos, facilitarán los actos innumerables y variados del bebé. Consciente o inconscientemente, cada uno de los miembros de la pareja madre e hijo, perciben el afecto del otro y a su vez responden con afecto, en un intercambio recíproco, argumenta que la contrapartida de la capacidad materna para la empatía, es

la

percepción por el bebé de los humores de la madre, de los deseos conscientes como los inconscientes de ella, y hace referencia a que los afectos placenteros surgen en el transcurso de los tres primeros meses de vida, vinculándolo con la reciprocidad mencionada, la respuesta sonriente, sería su manifestación más notable. Si establecemos un paralelo con lo que postulamos respecto al entendimiento que Freud describe y teniendo en cuenta el intercambio recíproco referenciado por Spitz, se puede decir que el modo de respuesta del niño al entendimiento materno en el devenir del vínculo sería la respuesta sonriente. La respuesta sonriente es el indicador afectivo de la satisfacción que se espera de la necesidad, es el indicador de una descarga de tensión; en tanto el llanto, es el indicativo afectivo de una elevación de tensión. En ambos casos, los rastros mnémicos que el infante almacena pertenecen a lo que Freud hace referencia cuando menciona el aporte del “individuo auxiliador” asociados a los cambios de tensión, a los cambios de la economía impulsiva, reduciendo la tensión en el primer caso y aumentándola en el segundo. Estos rastros mnémicos servirán para reconocer la recurrencia de hechos dados semejantes en el futuro. Por lo que la experiencia investida afectivamente facilita y asegura el almacenamiento de los mismos. Si tenemos en cuenta lo mencionado hasta aquí, el cuidado materno y lo que éste implica es de vital importancia, puesto que aporta el alimento placer que el bebé

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necesita, de ahí la importancia que tiene el placer psíquico materno para que el infans pueda sentir sus propias experiencias de placer. En relación a ello, Aulagnier (1991 citada en Jaimsky, 2008) sostiene que la madre puede tener el mismo comportamiento gestual, la misma digitación, pero si no experimenta placer, si no hay circulación de una experiencia de placer común por la vía del cuerpo, la psique del infans no recibirá el alimento placer que necesita, en una forma apta para asimilarlo y metabolizarlo, esta “forma apta” es a lo que Winnicott (1948) se refiere cuando argumenta que es ella la que debe poseer ese estado de sensibilidad exaltada que le permite adaptarse delicada y sensiblemente a las necesidades del pequeño, se identifica con él comprendiendo lo que necesita y lo asiste con placer, aportando el fragmento del mundo que el bebé necesita a cada momento. Sin embargo, la autora, sostiene que habrá experiencia de placer, pues sin ésta energía vital el aparato psíquico no podría funcionar, pero su calidad y propiedades se traducirán en anomalías y ante todo en la resistencia que ofrece esta forma de energía para ponerse al servicio de las funciones relacionales del aparato. La relación de la madre con el cuerpo del infans implica de entrada una parte de placer erotizado, permitido y necesario, puesto que ella será la encargada de aportar el alimento placer que el bebé necesita para la construcción de su propia erogenidad. Ese cuerpito que ve, toca, alimenta, es para ella fuente de un placer en el que su propio cuerpo participa (…) la emoción se transmite de cuerpo a cuerpo; una mano que toca sin placer no provoca la misma sensación que una mano que siente placer al tocar. (Aulagnier, 1991, citada en Jaimsky, 2008, p.72)

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En relación a la cita mencionada, si tenemos en cuenta el “tocar” como el contacto “cuerpo a cuerpo” de una madre con su bebé con E.B. debemos indefectiblemente hacer referencia a los especiales cuidados con los que ella debe contar al levantar al bebé, lo debe girar de lado colocando las manos detrás de la cabeza y debajo de las nalgas evitando provocar ampollas, nunca tomándolo por debajo de los brazos ya que cualquier tipo de roce le puede producir ampollas y pérdida de piel. Dichos cuidados pasan a formar parte de la preocupación materna primaria a la que Winnicott hace referencia, una madre de un niño con E.B. más que ninguna otra debe contar con ese estado de sensibilidad especial, que le posibilite comprender lo que el niño necesita, fundamentalmente experimentar el estado de empatía mencionado por el autor, que se evidenciará cuando la madre tenga que alimentarlo; si bien es fundamental tratar de mantener la lactancia materna exclusiva, a pesar de presentar lesiones peri e intraorales, ya que la lactancia materna mejora el vínculo madre-hijo, además de mejorar la absorción a nivel gastrointestinal. Será la madre quien en ese estado de empatía evalúe el nivel de daño que el bebé presente, ya que si la boca estuviese muy dañada, se deberá utilizar un alimentador especial recomendado para niños con el labio o el paladar partido que reduce la necesidad de realizar una fuerte succión y permite una buena administración de leche, recomendándose que la leche suministrada por el alimentador provenga de la propia madre. Igualmente, debe tenerse en cuenta que los bebés con grandes pérdidas de piel pueden necesitar el aporte de calorías adicionales para permitir una buena distribución de los nutrientes tanto para la curación como para el crecimiento. Para que el niño experimente la vivencia de satisfacción a la que hicimos mención, es de suma importancia el estado materno referido, en tanto el bebé con

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E.B. puede y desarrollará ampollas y tendrá heridas abiertas en la boca, garganta y esófago, haciendo el comer extremadamente doloroso. Ella deberá estar atenta a todo esto puesto que si bien esa primera vivencia de satisfacción, haya sido experimentada, habiéndose establecido el entendimiento mencionado ante el llamado del niño, esto puede modificarse en el tiempo, más allá de la acción eficiente lograda en un principio, puesto que estos bebés sufren demasiado dolor aún para comer y van a mostrarse hambrientos y seguirán perdiendo peso. En estas instancias es cuando un tubo gástrico es la salvación. El punto es no esperar a que el bebé esté “muriendo de hambre”. Si bien la madre podrá con ciertos recaudos, según las lesiones que el niño presente, tener ese contacto “cuerpo a cuerpo” mencionado por la autora, el alimento placer va a estar implícito en el procurar su bienestar en cuanto a mantenerlo libre o atenuarle el dolor en las curaciones que le realice y cómo el acto realizado sea investido complementariamente de un modo que va más allá del tacto implícito en el “cuerpo a cuerpo”. En el caso de presentar ampollas tensas, las mismas deberán ser abiertas con una aguja estéril, esto evitará que se extiendan por la piel sana, realizando un control adecuado del dolor local, para evitar la infección. El manejo se inicia con un aseo local del lecho de la herida con suero fisiológico estéril, para eliminar cuerpos extraños, exudado y reducir la colonización de gérmenes. En los casos de heridas extensas se realizan hidrocuraciones, mediante las cuales se introduce al bebé en una tina con agua tibia y se le van retirando los apósitos y gasas con la ayuda de una ducha de mano, retirad la totalidad de los mismos, se lo secará con apósitos o sabanillas con técnica de tocación, evitando la fricción, para luego continuar la curación.

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Será fundamental todo lo que al acto acompañe, el dar o retacear un gesto, una tensión postural, una relajación dispuesta, una mirada hostil, las entonaciones de la voz, entre otras manifestaciones implican, al decir de Aulagnier, que el bebé forma parte del escenario psíquico deseante de la madre. Si se tiene en cuenta que la enfermedad a la que nos estamos refiriendo afecta fundamentalmente a la piel, con la tendencia a formar ampollas, ulceras y heridas al mínimo traumatismo o golpe, tanto la voz como la mirada de la madre cumplirán un papel fundamental en esta fase de la vida psíquica. La voz es considerada como medio circulante entre ambos miembros de la díada. El modo en que se presente, será signo, marca sensorial que puede envolver, arrullar, dar sostén, pero también puede ser tenebroso o disruptivo. En esta fase de la vida psíquica, la voz materna puede producir placer o sufrimiento. Para que un fenómeno pueda cobrar y guardar existencia para el psiquismo, es necesario que ese encuentro esté acompañado de una experiencia de placer. Para finalizar abstraeremos una cita de

Levin (2007) que explicita la

importancia del vínculo madre-hijo, en los inicios y la importancia del “alimento” afectivo: Entre la madre y su hijo, no se repite sólo la acción de ver sino el acto de mirar; no se repite sólo el dar leche, sino el acto de amamantar; no se repite sólo la emisión del sonido, sino el acto de la palabra, no se repite sólo la acción de mover al niño, sino el gesto significante.

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No hay relación del niño con su cuerpo, si no está mediatizado por el deseo materno, lo que determina que el niño puede estar alimentado, pero a la vez insatisfecho. (p.32) En relación al recorrido realizado y a lo planteado en el inicio del capítulo podemos decir, que la enfermedad biológica del niño, no afectaría al menos en el inicio su constitución psíquica, puesto que los aportes para ello dependerá del vínculo que la madre o quien desempeñe dicha función establezca con éste, siendo en los inicios fundamental para que el aparato se constituya. Para finalizar diremos que la importancia del “plus” materno, será fundamental en la transformación de la cría humana en ser humano sexualizado. El origen de la sexualidad del cachorro humano se instaura en un trabajo de ligazón de la energía proveniente del accionar sexual materno, el alimento placer que el bebé necesita para la construcción de su propia erogeneidad, tema que abordaremos en el capítulo siguiente.

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CAPITULO CUARTO LA ORGANIZACIÓN SEXUAL EN LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO ERÓGENO, PRODUCTO Y REPRESENTANTE DE UNA RELACIÓN

En el presente capítulo se abordará el tema del origen de la sexualidad y la construcción del cuerpo erógeno. Para ello realizaremos un recorrido por las diferentes fases del desarrollo psicosexual, detallando como se va erogenizando el cuerpo en relación a la activación sexual de la zona erógena correspondiente a cada fase, y como las mismas se ven afectadas por la enfermedad; con la finalidad de dilucidar si la afectación de las mencionadas zonas incidirían en dicho desarrollo y si sus efectos condicionarían de algún modo la futura constitución yoica del niño. Para introducirnos en la temática indicada diremos que el origen de la sexualidad del cachorro humano se instaura en un trabajo de ligazón de energía proveniente del accionar sexual materno y que dicho accionar es el que dará cuenta de las transformaciones de la cría humana en ser humano sexualizado. Lo anterior queda explicitado en la siguiente cita: El cuerpo es el lugar de partida y llegada de la afectividad; en el mismo, determinados orificios o espacios de contacto resultan privilegiados. La boca, el ano y los genitales cobran en sí mismos valoración afectivo comunicacional, ya que son zonas estimuladas por la madre durante la misma asistencia corporal. Otras zonas que también se reconocen como importantes zonas de intercambio son el oído y la visión. (Klaus y Kenell, 1976, citado en Jaimsky, 2008, p.93)

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Por lo tanto a modo de enlace entre lo expresado y la cita referida, diremos que la transformación de la energía somática en energía psíquica sexual, denominada libido, se registra en las zonas erógenas. En lo antedicho, está implícita la diferenciación entre los estímulos externos y aquellos que provienen de fuentes interiores del organismo que emergen como fuerza constante incoercible por acciones de huída, a los que Freud (1915) define como pulsión. Si tenemos en cuenta que el sistema nervioso es un aparato al que le está deparada la función de liberarse de los estímulos que le llegan y rebajarlos al mínimo nivel posible, los estímulos que le llegan desde el exterior, plantean una única tarea, sustraerse de ellos y esto acontece mediante movimientos musculares. A diferencia de ello, los pulsionales, se generan en el interior del organismo y no pueden tramitarse mediante ese mecanismo; plantean exigencias más elevadas al sistema nervioso y lo mueven a actividades complejas, encadenadas entre sí, que modifican el mundo exterior lo suficiente para que satisfaga a la fuente interior del estímulo. Por lo tanto Freud (1915) inferirá que las pulsiones y no los estímulos exteriores, son los genuinos motores de los progresos que han llevado al sistema nervioso a su actual nivel de desarrollo. Al hacer referencia a la energía psíquica sexual, y en tanto Freud la define como la energía proveniente de la pulsión sexual, representante de una fuerza que ejerce un empuje, dándole el nombre de libido, se hace necesario realizar la caracterización de dichas pulsiones. Freud (1915) sostiene que son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas y la meta a la que aspira cada una de ellas es el logro del placer de órgano;

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al comienzo actúan con independencia unas de otras y solo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. En su primera aparición se apuntalan en las pulsiones de conservación, camino que también siguen en el hallazgo de objeto. Finalmente nos queda por definir zona erógena, la misma se caracteriza por ser un sector de la piel o de mucosa en el que estimulaciones de cierta clase, provocan una sensación placentera de determinada calidad. La propiedad erógena puede adherir prominentemente a ciertas partes del cuerpo; si bien existen zonas predestinadas, Freud argumenta que cualquier otro sector de piel o de mucosa puede prestar los servicios de una zona erógena, por ejemplo en la actividad de succión, la zona oral se halla fisiológicamente determinada a su función erógena; en la succión del pulgar, este último participa en la excitación sexual como una segunda zona erógena, aunque sea de menor valor; por consiguiente, para la producción de una sensación placentera, la cualidad del estímulo, en tanto este sea placentero o displacentero, es más importante que la estructura de las partes del cuerpo. Freud (1917) sostiene que la vida sexual, lo que llamamos la función libidinal, no emerge como algo acabado, sino que recorre una serie de fases sucesivas en un desarrollo retomado varias veces y que el punto de viraje del mismo es la subordinación de todas las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales y, con este, el sometimiento de la sexualidad a la función de la reproducción. Antes de que ello acontezca, la sexualidad infantil, carece de centramiento y organización, sus diversas pulsiones parciales tienen iguales derechos y cada una persigue por cuenta propia el logro de placer.

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En relación a ello, argumentará que es posible indicar la conformación de la vida sexual del niño antes de que se instaure el primado de los genitales La organización sexual se va desarrollando por fases, Freud denomina pregenitales a las primeras organizaciones de la vida sexual en que las zonas genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico. La primera organización sexual pregenital es la oral o canibalística; en esta fase, la actividad sexual no se ha separado de la nutrición ni se han diferenciado opuestos. El objeto de una es también de la otra y la meta sexual consiste en la incorporación del objeto. Al comienzo, la satisfacción de la zona erógena se asoció con la necesidad de alimentarse. El quehacer sexual, como mencionamos anteriormente, se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la conservación de la vida; por lo tanto, su primera actividad, el mamar del pecho materno (o de sus subrogados), lo familiariza con el placer, sus labios se comportan como una zona erógena, y la estimulación por el cálido aflujo de leche causa de la sensación placentera. Más tarde su quehacer se independiza de la necesidad de buscar alimento, pero busca repetir la satisfacción sexual. La meta de la pulsión infantil consiste en producir la satisfacción mediante la estimulación apropiada de la zona erógena, debe tenerse en cuenta que para que se cree la necesidad de repetirla, ésta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes, y que la misma se trasluce en dos cosas: un peculiar sentimiento de tensión que posee un carácter displacentero y una sensación de estímulo condicionada centralmente y proyectada sobre la zona erógena periférica, por ello Freud (1905) sostiene que la meta sexual procuraría sustituir la sensación de estímulo proyectada sobre la zona erógena, por aquél estímulo externo que la cancela al provocar la sensación de satisfacción.

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Es decir, la acción de succión ejercida por el niño, se rige por la búsqueda del placer recordado. Así, en el caso más simple, la satisfacción se obtiene mamando rítmicamente un sector de la piel o de mucosa. De este modo, la actividad sexual desasida de la actividad de la alimentación, resigna el objeto ajeno, ya no se sirve de él para mamar, prefiere una parte de su propia piel, lo ha cambiado por uno situado en su propio cuerpo, ya que le resulta más cómodo y de este modo se independiza del mundo exterior. El hecho de que en ésta práctica sexual, la pulsión no esté dirigida a otra persona ya que se satisface en el propio cuerpo, es lo que le da el carácter de autoerótica. En relación a lo mencionado Freud (1915) argumenta que en el chupeteo o el mamar se pueden observar los tres caracteres esenciales de una exteriorización sexual infantil. En tanto que la misma nace apuntalándose en una de las funciones corporales importantes de la vida (la alimentación); todavía no conoce un objeto sexual, pues es autoerótica, y su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena (la boca). Si tenemos en cuenta las fuentes de la sexualidad infantil, el origen de la excitación sexual, en lo mencionado hasta aquí tendríamos ejemplificado uno de sus nacimientos, como dice Freud (1905) “como calco de una satisfacción vivenciada a raíz de otros procesos orgánicos” (p.182). La epidermólosis bullosa como hemos mencionado en el primer capítulo es una enfermedad que se caracteriza por afectar las zonas de la piel y mucosa. Para poder establecer una relación con la etapa del desarrollo descripta, primeramente haremos referencia a como la enfermedad afecta la zona erógena en cuestión. La mucosa oral, las formas más leves de EB, E.B.S. solo presenta ocasionalmente ampollas, siendo éstas vesículas pequeñas que sanan rápidamente sin

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dejar cicatriz y no alteran la vida del paciente. En las formas más severas. E.B.D., toda la mucosa se ve comprometida con la formación de ampollas severas y la subsiguiente formación de cicatrices, microstomía, y anquiloglosia. La restricción de la apertura de la boca, es secundaria a la cicatrización de las ampollas labiales y a la fibrosis sinequiante de la ampollas retrocomisurales y de las que aparecen en los fondos vestibulares de la boca. Si bien la forma simple de la enfermedad no presentaría mayores complicaciones, en la forma distrófica de la misma, la zona en cuestión estaría comprometida en varios aspectos, por los cuales la experiencia placentera no sería tal, con lo cual se nos plantea el siguiente interrogante: ¿qué sucede si la experiencia que sería tomada como calco, de una satisfacción vivenciada a través de otro proceso orgánico no es tal, sino por el contrario, es vivida como una experiencia traumática y dolorosa?. Recordemos que los niños con EB de cualquier tipo pueden y desarrollaran ampollas y tendrán heridas abiertas en la boca, garganta y esófago haciendo el comer extremadamente doloroso. Pese a presentar lesiones peri e intraorales, dentro de las indicaciones en el cuidado del lactante, se recomienda tratar de mantener la lactancia materna exclusiva, puesto que por un lado es fundamental en el establecimiento del vínculo madre-hijo, y por otro facilita la absorción a nivel gastrointestinal. Si ello no fuera posible, se requiere solicitar a la madre la extracción de leche y la administración de la misma al recién nacido, por medio de unas mamaderas especiales, o jeringas. A partir del interrogante planteado, estableceremos una relación con lo que Freud argumenta acerca del estado de deseo. Freud dirá, que dicho estado sigue una

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atracción hacia el objeto de deseo (en este caso el objeto sería el pecho materno), respecto de la huella mnémica y de este modo se constituiría la atracción primaria. De la vivencia de dolor menciona que resulta una repulsión, una desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil, de lo cual resulta la defensa primaria. Aduce que la explicación quizá resida en que a las vivencias primarias de dolor se les puso término mediante una defensa reflectoria, es decir, la emergencia de otro objeto en lugar del hostil, señal de que la vivencia de dolor había terminado, y el sistema intenta reproducir el estado que definió el cese del dolor. Por lo tanto si tenemos en cuenta ello, al reemplazar el niño el objeto hostil: pecho, en el caso de no poder succionar, por el aliviador: mamadera, podemos decir que dicho objeto aliviador siempre estaría vinculado con la madre o quien desempeñe dicha función, en tanto es ella la que acude en pos de procurar evitar el dolor en el niño por un lado, y procurar el cese del estímulo displacentero, hambre, por el otro; incluso podemos decir que la mamadera sería un subrogado del pecho mismo, conteniendo el producto de éste. Lo mencionado hasta aquí podríamos decir que la supuesta experiencia dolorosa sufrió una transformación por medio de la cual el sistema tendería a reproducir el último estado, es decir lo que definió el cese del dolor y por lo tanto podría convertirse en una vivencia de satisfacción del proceso orgánico en la que luego podría apuntalarse la pulsión erótica oral, con lo cual las lesiones de la mucosa oral no influirían en el desarrollo de esta primer fase. Cabe consignar que sería presuroso y ambicioso tomar dicho análisis como una conclusión fidedigna, por lo tanto la tomaremos como una posible respuesta a nuestro cuestionamiento con miras a refutarla o sustentarla en el transcurso del trabajo.

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Prosiguiendo con el desarrollo de la sexualidad nos encontramos con la segunda fase a la que Freud denominó organización sádico anal, aquí a diferencia de la fase anterior en la que no se ha desplegado la división en opuestos, activo-pasivo. La actividad es producida por la pulsión de apoderamiento a través de la musculatura y como órgano de meta sexual pasiva se constituye la mucosa erógena del intestino. A semejanza de la zona de los labios, la zona anal, es apta por su posición para proporcionar un apuntalamiento de la sexualidad en otras funciones corporales. Freud (1910) sostiene que, el valor erógeno de este sector del cuerpo es originariamente muy grande, y ello se debe

a que allí se asentarán futuras

manifestaciones de la vida sexual adulta. El modo en el que el niño estimula esta zona, reside en el hecho de retener las heces hasta que la acumulación de éstas provoque fuertes contracciones musculares que al pasar por el ano, puedan ejercer un poderoso estímulo sobre la mucosa, y de esa manera producir sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas. Por lo cual, uno de los signos anticipatorios a ello, es que el lactante se rehúse a vaciar el intestino por pedido de la persona encargada de su cuidado, reservando dicho acto para cuando él lo desee, procurando obtener la ganancia colateral de placer. A su vez, el contenido de los intestinos tiene para el lactante otros significados, en tanto lo trata como a una parte de su propio cuerpo, Freud (1915) sostiene que representa el primer regalo por medio del cual puede expresar tanto su obediencia, exteriorizándolo, como su desafío, rehusándolo. Por otro lado, Freud (1920) ahondando en la importancia del erotismo anal, señala que la primera prohibición que recibe el niño, la de ganar placer con la actividad anal y sus productos, es decisiva para todo su desarrollo; puesto que a raíz de ella, vislumbraría por primera vez la existencia de un medio hostil a sus mociones

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pulsionales, aprendería a separar su propio ser de ese otro extraño, y consumaría después la primera “represión” de sus posibilidades de placer. A partir de allí, lo “anal” permanecería como símbolo de todo lo que hay que desechar, segregar de la vida. Desarrollada la segunda fase de la organización sexual, si hacemos mención al origen de la excitación sexual de la misma, podemos decir que ésta puede proceder tanto del mismo origen de nacimiento que la fase anterior, como también del segundo postulado: “una apropiada estimulación periférica de zonas erógenas” (Freud,1905, p.182). Para poder establecer un vínculo entre la fase desarrollada, describiremos primeramente los daños que la E.B. produce en ella y cómo esta se ve afectada. Debemos decir en relación a ésta fase, que la E.B. afecta tanto la mucosa como la piel del orificio anal, por lo cual muchos niños aguantan constantemente ya que les da miedo que con la defecación, se les vaya a lastimar la misma, es decir, que la retención sería el producto de una sensación dolorosa experimentada con anterioridad. Debido a ello, la única manera en que irán al baño es si se les dan suficientes laxantes, a consecuencia de ello, no les quedará opción porque estará hecho básicamente líquido. Por otro lado, cabe consignar que los niños con RDEB son anémicos, motivo por el cual hay que suministrarles hierro, ello tampoco ayuda, ya que el hierro contribuye al estreñimiento, constituyéndose de este modo un círculo vicioso. Por lo tanto podemos deducir que en relación a las lesiones que estos niños presentan, el proceso retentivo, no estaría vinculado al placer, sino a la evitación del dolor.

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Si tenemos en cuenta lo expresado por Freud en cuanto al modo en que el niño estimula dicha zona, reteniendo las heces hasta que la acumulación de éstas provoque fuertes contracciones musculares, de modo que al pasar por el ano, ejerza un poderoso estímulo sobre la mucosa y de esa manera pueda producir sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas, podemos argumentar que en el proceso retentivo existiría esa ganancia previa de placer. Por el contrario, en el proceso expulsivo, el traspaso de las heces por el ano, a diferencia de lo que Freud expresa, respecto a las sensaciones voluptuosas junto con las dolorosa que produciría, podemos inferir que en el pasaje por el tracto anal, las sensaciones voluptuosas no serían tales, sino que se verían mitigadas, bajo el imperio de las dolorosas. Por lo tanto la vivencia no estaría vinculada al placer, sino al dolor, al menos en la segunda parte del proceso, que indirectamente también afectaría a la primera en tanto la excesiva retención dejaría de ser placentera para convertirse en su contrario debido a los espasmos generados por la retención misma. Al igual que en la fase anterior se nos plantea el mismo interrogante respecto a la experiencia placer – dolor, y de manera análoga que en la mencionada fase, el modo por medio del cual podríamos dar respuesta es mediante la transformación de la experiencia como lo detallamos anteriormente. Pero en éste caso no haríamos referencia a un cambio de objeto puesto que a diferencia de la fase oral, el acto debería ser ejercido por el niño mismo, deshacerse de sus propios productos. Por lo tanto podríamos decir que quien se encargue de que dicha tarea se lleve a cabo será nuevamente la madre o quien cumpla esa función que actuará como un otro facilitador, por medio del dar laxantes por ejemplo, contener al niño, hablarle, calmarlo, e incluso de un modo inconsciente solicitarle los “regalos”.

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En esta etapa al igual que en la anterior pudimos argumentar como se llevaría a cabo la transformación de la experiencia de dolor, de modo que la zona en cuestión pueda proporcionar

un apuntalamiento de la sexualidad en la función

corporal correspondiente, sin afectar el desarrollo de la fase llevándonos a mantener la respuesta a la cual hemos arribado. De igual manera podemos decir que la coincidencia es necesaria para poder sostener lo expresado, pero no suficiente para responder fehacientemente a nuestro interrogante, lo cual nos obliga a continuar en pos de una respuesta acorde a las expectativas que el trabajo requiere. Tras las dos organizaciones pre-genitales en el desarrollo del niño, Freud (1924) va a intercalar una tercera fase, a la que le da el nombre de fase genital, muestra un objeto sexual y cierto grado de convergencia de las aspiraciones sexuales sobre este objeto, diferenciándose en un punto esencial de la organización definitiva de la madurez genésica, puesto que no conoce más que una clase de genitales, los masculinos, dándole el nombre de estadio de organización fálico En relación a ello, Freud argumenta que entre las zonas erógenas del cuerpo infantil se encuentra una que no desempeña, el papel principal, ya que como mencionamos no conoce más que una clase de genitales, pero que está destinada a grandes cosas en el futuro, es decir cuando alcance la madurez definitiva; ésta es la zona correspondiente a la organización aludida; sostiene que tanto en los varones como en las niñas se relaciona con la micción (glande y clítoris), y que al estar en los primeros años dentro del saco de mucosa, no le faltará

la estimulación por

secreciones. Si tenemos en cuenta el modo en que dicha zona es activada, además de la indicada, debemos mencionar que por su situación anatómica, por el sobreaflujo de

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secreciones, por los lavados y frotaciones del cuidado corporal y por ciertas excitaciones accidentales, es inevitable que la sensación placentera que estas partes del cuerpo son capaces de proporcionar se haga notar al niño ya en su período de lactancia, despertándole la necesidad de repetirla. En relación a la activación de esta zona, Freud concluirá diciendo que mediante el onanismo del lactante, al que casi ningún individuo escapa, se establece el futuro primado de esta zona erógena para la actividad sexual. La acción que elimina el estímulo y desencadena la satisfacción consiste en un contacto de frotación con la mano o en una presión, sin duda prefigurada como un reflejo, ejercida por la mano o apretando los muslos. Por lo tanto podemos decir que la fuente en la que se origina la excitación nace al igual que la anterior en un primer momento como calco de una satisfacción vivenciada a raíz de un proceso orgánico, la micción; al mismo tiempo y de modo complementario a dicho nacimiento, la segunda fuente provendría de la apropiada estimulación periférica de la misma mediante lavados y frotaciones del cuidado corporal, proporcionada por otro, para luego repetirla por sí mismo mediante la frotación con la mano o ejerciendo la presión mencionada. Freud, concluye diciendo que las activaciones sexuales de esta zona erógena, que corresponde a las partes sexuales reales, son el comienzo de la posterior vida sexual “normal”. En relación a la importancia que amerita en un futuro la activación de ésta zona erógena, se hace imperioso describir como la misma es afectada por la E.B. Como hemos mencionado, la E.B. afecta las zonas de mucosa, pero en relación a esta zona la mayor afectación se presentaría en la piel de la región genital, que frecuentemente es olvidada y obviada en las exploraciones médicas rutinarias. Dicha zona debe ser vigilada de forma especial ya que pueden aparecer sinequias,

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adherencias y sobreinfecciones secundarias. Estas lesiones se resuelven formando cicatrices hipertróficas y atróficas y quistes de milium. Freud señala que a dicha zona en los primeros años no le faltará la estimulación por secreciones, y en relación a su situación anatómica, por los lavados y frotaciones del cuidado corporal y excitaciones accidentales, sería inevitable que el niño experimente la sensación placentera que éstas partes son capaces de proporcionar, ya en el período de lactancia, despertándole la necesidad de repetirla. Si tenemos en cuenta la fragilidad que presenta esta zona en el niño con E.B. junto a la experiencia de dolor, y en relación a lo que hemos observado en las fases precedentes del desarrollo, en ésta última podemos decir que se vería de un modo más explícito la forma en que la madre o quien realice los cuidados mencionados del niño, sea la que provea los primeros estímulos a la zona en cuestión. Al igual que en las dos fases anteriores la experiencia displacentera trasmutaría en experiencia placentera respecto al alivio del dolor sentido como displacer, la misma se evidencia en la curación de las heridas, propiciando el alivio mediante la pinchadura de las ampollas, la colocación de apósitos, cremas cicatrizantes y vendajes en caso de así requerirse, por lo cual es inevitable que, por un lado el aliviarle el dolor y por otro la estimulación indirecta de la cual está teñida la escena, sumado al baño sonoro que envuelve a la misma, en tanto la voz es considerada medio circulante entre ambos miembros de la díada, arrulla, envuelve y da sostén, no nos olvidemos que el oído es considerada una de las principales zonas de intercambio, provoque la activación de dicha zona. Realizada la descripción de la última etapa del desarrollo de la sexualidad infantil, en relación al modo en que las zonas involucradas se ven afectadas por la enfermedad y como de algún modo dichas zonas son activadas, podríamos inferir que

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la enfermedad no influiría en el desarrollo referido. Sin embargo carecemos de argumentos que sustenten si el modo en que se activan las zonas erógenas, en tanto la modificación de la experiencia dolorosa en su contrario, para poder establecerse la experiencia placentera, en la cual se apuntale la pulsión sexual, que luego el niño querrá revivir tendría incidencia es su desarrollo psicosexual. Por lo tanto nos vemos obligados a ahondar un poco más en la teoría a los fines de dilucidar el interrogante que se nos plantea. En relación a la vida sexual infantil, Freud dirá que a pesar del imperio que ejercen las zonas erógenas, se observan componentes que desde el comienzo envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales; son de esa índole son las pulsiones del placer de ver y de exhibir, y la crueldad. Sostiene que aparecen con cierta independencia respecto de las zonas erógenas, y sólo más tarde entran en estrechas relaciones con la vida genital. Si hacemos mención al igual que en las anteriores fases desarrolladas, respecto al origen, podríamos decir que estas pulsiones nacen de la tercera fuente a la que Freud hace menciona: como expresión de algunas “pulsiones” cuyo origen aún no es bien comprendido (ej. La pulsión de ver y la crueldad). Freud hace referencia a ellas y las denomina pulsiones parciales; sostiene que el niño pequeño carece de vergüenza y en los años tempranos, muestra complacencia en desnudar su cuerpo poniendo particular énfasis en sus genitales. Primero observará los propios y luego, desarrollará interés por los genitales de sus compañeros de juego, ello se hace manifiesto más avanzada la niñez cuando el sentimiento de vergüenza ya se ha desarrollado. La ocasión para satisfacer dicha curiosidad se presenta al satisfacer las dos necesidades excrementicias, esos niños se convierten en voyeurs, fervientes mirones

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de la micción y defecación de otros. Sobrevenida la represión de estas inclinaciones, la curiosidad de ver genitales de otras personas permanece como una presión martirizante. Por otro lado, aún con mayor independencia respecto de otras prácticas sexuales ligadas a las zonas erógenas, se desarrollan los componentes crueles de la pulsión sexual; la moción cruel proviene de la pulsión de apoderamiento y emerge en la vida sexual en una época en que los genitales no han asumido su papel futuro, por lo que es algo natural en el carácter infantil puesto que la inhibición en virtud de la cual la pulsión de apoderamiento se detiene ante el dolor del otro, la capacidad de compadecerse, se desarrolla relativamente tarde. El peligro de que el enlace establecido entre pulsiones crueles y erógenas resulte inescindible más tarde en la vida, precisamente, se debe a la ausencia de barrera de compasión. Para finalizar respecto de estas pulsiones parciales y en relación a su fuente, si bien en un principio Freud argumenta que el origen de las mismas no era bien comprendido. Luego

explicará que en el organismo, preexisten dispositivos a

consecuencia de los cuales, la excitación sexual se genera como efecto colateral, a raíz de una serie de procesos internos, para lo cual basta que la intensidad de estos rebase ciertos límites cuantitativos, concepto que ya hemos desarrollado en las diferentes fases, y que lo que ha llamado pulsiones parciales de la sexualidad, derivarían directamente de esas fuentes internas de la excitación sexual o se compondría de aportes de esas fuentes y de las zonas erógenas. El motivo por el cual hemos descripto a las pulsiones parciales, es que ellas se encuentra en estrecha relación con la siguiente cita, por lo cual, se hizo necesario introducirnos en la temática referida.

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Es preciso atribuir a todo individuo un erotismo oral, anal y uretral, y la comprobación de los complejos anímicos que les corresponden no implica juicio alguno sobre anormalidad o neurosis. Las diferencias que separan lo normal de lo anormal solo pueden residir en las intensidades relativas de los componentes singulares de la pulsión sexual y en el uso que reciben en el curso del desarrollo. (Freud, 1924, p.187) En dicha nota, Freud establece que todo individuo cuenta con un erotismo oral, anal y uretral, como pudimos dar cuenta en la descripción del desarrollo de cada una de las fases, pero que los complejos anímicos correspondientes a cada uno no implican juicio sobre la anormalidad o neurosis, con lo cual estaría dando respuesta a nuestro cuestionamiento y a la temprana conclusión a la que habíamos arribado Dirá que: lo que establece dicha diferencia residirá en las intensidades relativas de los componentes singulares de la pulsión sexual y en el uso que reciben en el curso del desarrollo; dichos componentes son los que hemos mencionado como pulsiones parciales, el placer de ver y exhibir y la crueldad, a lo que Freud se refiere con ello es que la anormalidad o neurosis estaría en estrecha relación a como el sujeto se posicione respecto a estas pulsiones en el transcurso del desarrollo. Si tenemos en cuenta que, en el placer de ver y de exhibirse, el ojo corresponde a una zona erógena, es preciso mencionar que según el tipo de E.B. puede afectarse la mucosa conjuntival, resultando de dicha afección conjuntivitis, queratitis y úlceras corneales. En el caso del dolor y la crueldad en cuanto componentes de la pulsión sexual, es la piel la que adopta el papel de zona erógena, al afectarse la piel por las ampollas, pudiéndose observar como secuela de la curación de las mismas, desde

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cicatrices hipertróficas hasta sinequias, indefectiblemente dicha zona se vería comprometida. Por otro lado y a modo de sustentar lo expuesto anteriormente Freud (1920) dirá que: entre los formadores de síntoma de las psiconeurosis desempeñan un papel sobresaliente las pulsiones parciales, que las más de las veces se presentan en pares de opuestos; la pulsión del placer de ver y de la exhibición, y la pulsión a la crueldad, configurada activa y pasivamente. Por lo tanto podemos inferir que a lo que Freud se refiere cuando hace mención a las intensidades de los componentes parciales de la pulsión sexual, es a como se posicione en el transcurso de su desarrollo sea activa o pasivamente en relación a estas pulsiones parciales. Si nos preguntamos ¿qué establecería dicho posicionamiento?, Freud menciona: “En las pulsiones autoeróticas es tan decisivo el papel del órgano fuente que, según una sugerente conjetura de Federn (1913) y Jekels (1913b), forma y función del órgano determinan la actividad o pasividad de la meta pulsional” (Freud, 1915, p.127). Si tenemos en cuenta los análisis que fuimos realizando al describir cada fase del desarrollo y observando las dificultades previas que se debieron sortear para que cada zona pueda experimentar una sensación placentera y de esa forma poder servir de apuntalamiento a la pulsión sexual posterior, siempre dependiendo de la asistencia del otro auxiliador, basándonos en lo referido por Freud, podríamos sugerir que existiría la posibilidad de un futuro posicionamiento pasivo; aunque esto podría cuestionarse en tanto que según la tipología de E.B., las afectaciones disminuyen con el crecimiento del niño. Lo que pudimos observar a través del recorrido realizado en este capítulo, es que el pasaje del cuerpo biológico al cuerpo erógeno está mediatizado por un otro

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auxiliador, que activa la zona en cuestión dando lugar a la erogenización de la misma para que el niño por sí mismo reedite la experiencia. Un otro que acude colaborando a transformar la experiencia inicial displacentera, convirtiéndose en el objeto que acudió para aliviar el dolor, instaurándose de este modo la experiencia placentera por medio de la cual el niño luego será capaz de reproducir el estado aquel que definió el cese del dolor por sí mismo, activando la zona erógena involucrada. Finalmente y a modo de concluir el presente capítulo, diremos que si bien las zonas erógenas se ven afectadas, ello no ejerce juicio alguno respecto de la anormalidad o neurosis, pero sí podría inferirse una tendencia a un posicionamiento pasivo en su posterior desarrollo. Cabe destacar que dicha respuesta la tomaremos como un supuesto, producto de un recorrido teórico que la experiencia podrá someterlo a prueba hasta que fracase o se corrobore.

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CAPITULO QUINTO DEL CUERPO ERÓGENO AL CUERPO SIMBÓLICO, SUSTRATO ESPACIAL DEL YO

En éste último capítulo se realizará un trabajo de enlace a los fines de argumentar como se constituye la transición del cuerpo erógeno, cuerpo del autoerotismo, hacia la adquisición de un cuerpo simbólico que le dará sustrato espacial al yo, y si la E.B. afectaría de algún modo la constitución del mismo. Para ello tomaremos como punto de partida lo observado en el capítulo anterior en el cual desarrollamos las distintas fases del desarrollo psicosexual. Diremos que allí las pulsiones eran satisfechas de forma autoerótica, en un cuerpo que aún no estaba constituido como una totalidad. Si bien es cierto que un cuerpo es más que un aparato con funciones biológicas, también debemos comprender que es una construcción representacional. No es un dato primario, sino el producto de un conjunto de marcas que el deseo haya impuesto sobre él. Es en principio la madre quien marca, erotiza, habla, con su propio deseo el cuerpo del niño. Solo a partir de allí, de esos deseos originarios de otro indispensable para la cría humana, se constituye un cuerpo erótico. En este tiempo autoerótico, se conjuga autonomía con dependencia del medio en tanto se produce un esfuerzo por encontrar la vivencia de satisfacción experimentada. También pudimos ver que mediante éste, el niño, intenta reeditar el placer generado en el contacto con el cuerpo materno. Ya que la constitución del cuerpo erógeno es producto y representante de una relación; es una construcción que surge de una experiencia vivida, experiencias que hemos mencionado en detalle en el capítulo anterior. Se trata de un cuerpo con una historia que narra la experiencia

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compartida con otro, que activa y estimula ciertas zonas predeterminadas, que necesitan de dicha interacción para su activación y despliegue. Por lo cual Freud va a hacer mención a un estado intermedio entre el autoerotismo del que veníamos hablando y el amor objetal. Le da el nombre de narcisismo y lo toma como una etapa dentro del desarrollo psicosexual infantil, la considera una fase indispensable para que se constituya algo que no está desde el nacimiento, el yo. Para continuar se nos hace imprescindible definir narcisismo: Conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena. (Freud, 1914, p.71) Freud (1914) se preguntará: “¿Qué relación guarda el narcisismo, de que ahora tratamos, con el autoerotismo que hemos descrito como un estado temprano de la libido?” (p. 74) Pregunta a la que dará la siguiente respuesta: Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya. (p.74) Por otro lado, dirá que el narcisismo es el complemento libidinoso inherente a la pulsión de autoconservación, y justificará la introducción del mismo como concepto de la teoría de la libido, de ello se deduce que si es el complemento

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libidinoso, la pulsión de autoconservación tendría un componente sexual. Debido a ello, a medida que descubre que en el narcisismo el yo adquiere estatuto de objeto libidinal, se le plantean dos cuestiones: por un lado, la primera clasificación de las pulsiones, pulsiones sexuales y pulsiones yoicas, con lo cual el dualismo entra en crisis, puesto que al investirse el yo libidinalmente, no habría lugar para la no sexualidad, para pulsiones no sexuales. Y por el otro: ¿Si el sujeto es todo sexual por qué no disfruta de ello? ¿Y si no fuese nada sexual como se explica el conflicto, la represión? Para sostener el dualismo, introduce los términos, libido yoica y libido objetal, argumentando que la separación de la libido en una que es propia del yo y otra endosada a los objetos, es la prolongación del primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y pulsiones yoicas. Igualmente sostendrá que lo antedicho será tomado como un supuesto que someterá a prueba. Por ello luego debió ampliar el concepto de libido, resignando su contenido sexual y hace coincidir libido con interés psíquico general. Por lo tanto diremos que la libido es una sola, y su definición es la de energía sexual,

que según el acento de ella recargue sobre los objetos o sobre el yo,

hablaremos de libido objetal o libido yoica respectivamente. Si bien hicimos una referencia a las modificaciones de la teoría pulsional solo fue a los fines de comprender conceptualmente estas primeras modificaciones que hacen al trabajo que estamos desarrollando, es preciso mencionarlo, puesto que dicha teoría fue modificada, e implicaría un desarrollo bastante más complejo de la mención acotada a la cual nos referimos. Freud (1914) supone en el niño un narcisismo primario que contiene una de las premisas de sus teorías sobre la libido y argumenta que su existencia podría

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comprobarse mediante una inferencia retrospectiva, hecha desde otro punto, con lo cual podemos decir que ello quedaría dilucidado en la siguiente cita: “El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo (resurgido, renacido) de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza”. (p.88) Si analizamos esta cita y la relacionamos con la definición de narcisismo en la cual el individuo da a su propio cuerpo el trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual, lo acaricia y lo mima, hasta alcanzar la satisfacción plena, podemos decir que de ese modo los padres tratan al niño, como en un primer tiempo trataron al propio yo, tratamiento que ahora es dado al niño transmutando ese amor narcisista en amor objetal, siendo el niño el objeto del mismo. Es decir, que por un lado reviven aquel estado al que Freud (1914) hace referencia cuando menciona, ”ser de nuevo el centro y núcleo de la creación. His majesty the baby, como alguna vez nos creímos” (p.88), asegurándose de este modo la inmortalidad de su propio yo, y quién sería el que garantizaría dicha inmortalidad y reavivaría ese estado de total omnipotencia, ni más ni menos que His majesty the baby. Del mismo modo, dirá que: prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones (para lo cual un observador desapasionado, no descubriría motivo alguno) y a encubrir y olvidar todos sus defectos (lo cual mantiene estrecha relación con la desmentida de la sexualidad infantil) (Freud, 1914, p.88). En relación a lo expresado por Freud, respecto a la primer parte, podría decirse que el niño sería un estado de perfección de sí mismo; pero en relación a la segunda parte de la cita cabría preguntarse por qué Freud señala dicha relación con la desmentida de la sexualidad infantil, a lo cual podemos responder diciendo que ello

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es la prueba de la sexualidad infantil, si no existe un deseo erógeno por parte del niño, deseo que es activado inicialmente por otro que a la vez que satisface libidiniza, no va a ser investido narcisisticamente por los padres. Freud advierte que para que ello suceda, es necesario que el sujeto sea investido por el narcisismo de los padres, que se vuelca sobre el pequeño ser a la espera que el mismo constituya el propio. Podríamos decir que en forma circular, si el niño primero no es erotizado por un otro que active dichas zonas para que él experimente luego por sí mismo aquella satisfacción aportada en un principio por otro, convirtiéndose de esta manera en un sujeto deseante, no podría ser investido narcisisticamente. Si nos preguntamos qué habilitará la reactivación del narcisismo de los padres transmutado en el niño como amor objetal, es que éste sea un sujeto deseante, deseo que debió haber sido activado en la etapa anterior (autoerótica), a la cual nos hemos referido detalladamente en el capítulo anterior. Finalmente diremos que el narcisismo primario es aportado por los padres, libido objetal puesta en el niño. Si nos preguntamos en qué lugar será introducido el narcisismo al cual nos hemos referido, Freud, había mencionado que un nuevo acto psíquico tiene que agregarse, siendo este nuevo acto el yo, espacio en el que el narcisismo se introduciría. Por lo tanto el narcisismo del que venimos hablando, existente y no perteneciente hasta ese momento al yo del sujeto, debe ser un narcisismo prestado o recibido pasivamente a la manera de una herencia volcada sobre el pequeño a la espera de que el mismo constituya el propio. Es decir que si ese narcisismo está

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presente, aunque no sea propio, será un narcisismo primario, y el que se introduce y queda integrado al nuevo acto psíquico será un narcisismo secundario. El mismo será colocado en una superestructura para la cual es necesaria la existencia de por lo menos dos elementos a los que hemos hecho referencia: un narcisismo primario, ligado a las pulsiones autoeróticas iniciales, y la constitución del yo, ese nuevo acto psíquico indispensable para que el narcisismo (secundario) se constituya. El yo se encontrará del lado del objeto, el primer objeto de amor es el yo, que se constituye en base a la imagen unificada en la cual la parcialidad se aúna, lo disgregado se unifica y las pulsiones caóticamente fragmentadas se unen en un objeto, implica que el yo en un primer momento es corporal, es el primer objeto investido por la libido. Respecto a lo elaborado en el desarrollo del capítulo y en relación a lo pretendido al comienzo del mismo, dilucidar si la E.B. afectaría de algún modo la constitución yoica del niño que la padece, podemos inferir que la misma no se vería afectada por la enfermedad. Para sustentar dicha inferencia, diremos que si las zonas erógenas, en la etapa anterior del desarrollo fueron activadas de modo que el niño desee revivir la experiencia por sí mismo procurando su satisfacción sin la asistencia de otro en un segundo momento, convirtiéndose de este modo en un sujeto deseante, condición para que sea investido narcisisticamente por los padres, originando el narcisismo primario, cedido por ellos a los fines de que el niño constituya el propio. Para ello será necesario el advenimiento del nuevo acto psíquico, yo, en el cual el narcisismo secundario será introducido.

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Por lo tanto y para concluir podemos argumentar que la transición del cuerpo erógeno al cuerpo simbólico, estará determinada por el vínculo parental, en un principio erotizando, y luego prestando su propio narcisismo, para que el niño pueda construir el suyo, operación que no sería posible si ellos no experimentaran primero el deseo hacia el niño, ya que no habría erogenización de las zonas, lo que imposibilitaría la constitución de un sujeto deseante, condición para que luego se produzca el investimiento narcisistico. Una discapacidad puede dificultar una función, pero en sí misma no impide la estructuración psíquica, […] de tal modo que no es del cuerpo biológico, sino de la simbolización del mismo que depende la estructuración subjetiva y del lugar que el niño ocupe en el deseo de los padres. Este lugar simbólico captura el cuerpo en un ordenamiento que nada tiene que ver con el biológico. (Fainblum, 2004, pp. 41-42)

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CONCLUSION

Al iniciar el recorrido de nuestra investigación tomamos como punto partida la gestación del niño, observamos que su nacimiento se producía en primera instancia a nivel no biológico, teniendo existencia en el deseo de sus padres. En ese deseo estos padres proyectaban sus sueños y deseos irrealizados en otros tiempos, y de ese modo garantizarían la inmortalidad de su propio yo en tanto posibilitador del cumplimiento del mismo, es decir, una proyección de sí mismo pero en estado de perfección, el niño sería el facilitador de la concreción de las carencias parentales. También en nuestro recorrido y en referencia a ello, nos preguntamos ¿qué sucedería cuando ese niño, objeto de perfección, deseado, anhelado, esperado en el cual se depositaron todas esas expectativas no coincidía con el hijo nacido? En relación a ello mencionamos que los padres debían enfrentarse a una enfermedad rara, desconocida para la inmensa mayoría de las familias, de origen genético y de mal pronóstico. Argumentamos que dependería de la fortaleza yoica de esos padres y lo puesto en “juego” en el nacimiento del niño diferente al idealizado, en tanto se trataba de algo inesperado y abrupto lo situamos en el orden de lo traumático; ya que existía la posibilidad de que la situación remitiera y actualizara lo deficiente de la historia de los padres, aquello que faltó o a lo que renunció, en lugar de representar la reparación de la misma, causando de este modo una herida al narcisismo parental ante la dificultad de sostener su yo en la imagen que el niño devolvía. Con lo cual si tenemos en cuenta todo lo proyectado en ese niño sería lógico suponer la posibilidad del advenimiento de la negación como mecanismo de defensa para preservarlo, puesto

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que el golpe al yo se viviría como una nueva afrenta al narcisismo e intentaría por diversos medios guarda salvarlo de ello. De igual manera mencionamos que dicha negación solo podría ser sostenida por un breve tiempo, ya que fracasaría cuando estos padres comenzaran a enfrentar la realidad de las heridas externas como internas que el niño presente. El mecanismo dejaría de operar como tal con las correspondientes consecuencias. Estos padres deberían atravesar un proceso gradual, con duelos y aceptaciones, respecto a la diferencia entre lo que se esperaba y lo que el niño fue. Un proceso de elaboración y aceptación de las diferencias entre el objeto deseado, anhelado, idealizado, y el que la realidad le presentaba. Si el proceso de duelo seguía un curso favorable, progresivamente, al renunciar al hijo soñado, se iría dando el reconocimiento de la realidad del nacido en relación a sus posibilidades y limitaciones, para ser inscripto luego como hijo en el deseo de sus padres. Atravesado dicho proceso y siguiendo un orden cronológico hicimos referencia por un lado al ambiente en el que el recién nacido fue ubicado, situando dentro de éste a la madre o a quien desempeñaba dicha función, destacamos que la primitiva relación madre-hijo resultaba ser de máxima importancia al principio, puesto que era ella el primer lazo entre el pequeño y su objeto externo. Hemos enfatizado en su función ya que la madre sería quien al identificarse temporariamente con el pequeño interpretaría y satisficiera las necesidades de éste. En este primer tiempo el cachorro humano necesitaría de un individuo auxiliador puesto que sería incapaz de llevar a cabo la acción específica por medio de la cual se procure la satisfacción de la necesidad. Con el aporte de dicho individuo, sobrevendría el cambio, experimentaría la vivencia de satisfacción, cuyo componente

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esencial sería la aparición de una percepción cuya imagen mnémica quedaría asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. Por lo tanto cuando sobrevenga la necesidad el niño buscaría restablecer la situación de la satisfacción primaria, mediante una moción psíquica se investiría la imagen mnémica de aquella percepción; de este modo de la reaparición de la misma devendría el cumplimiento de deseo. De ello derivamos la vital importancia del cuidado materno y lo que este implicaba, puesto que al aportar el alimento placer que el bebé necesita, de ahí la importancia que tiene el placer psíquico materno, que no podáa ser tal si primero no hubiera sido inscripto en el deseo de ella, para que el infans pudiera sentir sus propias experiencias de placer en la construcción de su erogeneidad. La madre se identificaría, de ese modo comprendería lo que su hijo necesitaba y lo asistía con placer, así cada uno de los miembros de la pareja madre e hijo, percibían el afecto del otro y a su vez responderían con afecto, en un intercambio recíproco. Hasta aquí si bien no habíamos llegado a responder nuestra pregunta de investigación, podíamos inferir la importancia del cuidado materno, de esa preocupación materna primaria que hemos desarrollado para que el cuerpo erógeno del niño, se vaya constituyendo, más allá de las heridas. La preocupación materna primaria a la que hicimos referencia, ese estado de sensibilidad con el que la madre de un niño con E.B. más que ninguna otra debía contar, en tanto el indispensable estado de empatía respecto al niño sería evidenciado cuando la madre tuviese que alimentarlo, sería ella la encargada de evaluar en ese estado de empatía o entendimiento el nivel de daño que el bebé presentaba, puesto

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que podría y desarrollaría ampollas y tendría heridas abiertas en la boca, garganta y esófago, haciendo del comer extremadamente doloroso. Respecto al contacto cuerpo a cuerpo al que hemos hecho referencia, el alimento placer estaría implícito en el procurar su bienestar en cuanto a mantenerlo libre o atenuarle el dolor en las curaciones que le realice y cómo el acto realizado sea investido complementariamente de un modo que va más allá del tacto implícito en el cuerpo a cuerpo. Si tenemos en cuenta que la enfermedad afecta fundamentalmente a la piel, con la tendencia a formar ampollas, úlceras y heridas al mínimo traumatismo o golpe, tanto la voz como la mirada de la madre, cumplirían un papel fundamental en esta fase de la vida psíquica siendo fundamental todo lo que al acto acompañe. Consideramos a la voz como medio circundante entre ambos miembros de la díada, aduciendo que el modo en que se presentara, sería signo, marca sensorial que podría envolver, arrullar o dar sostén, al igual que el dar o retacear un gesto, una tensión postural, una relajación dispuesta, entre otras manifestaciones, implicaría que el bebé formaría parte del escenario psíquico deseante de la madre. En esta fase de la vida psíquica, la voz materna podría producir placer o sufrimiento. Mencionamos también que para que un fenómeno pudiera cobrar y guardar existencia para el psiquismo, era necesario que ese encuentro estuviera acompañado de una experiencia de placer. En relación a lo expresado y llegados a éste punto pudimos inferir que la enfermedad biológica del niño, no afectaría al menos en el inicio su constitución psíquica, puesto que los aportes para ello dependerían del vínculo que la madre o quien desempeñe dicha función estableciera con este, siendo en los inicios fundamental para que el aparato se constituyera. En esta etapa la importancia del plus

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materno, sería fundamental en la transformación de la cría humana en ser humano sexualizado. El origen de la sexualidad del cachorro humano se instauría en un trabajo de ligazón de la energía proveniente del accionar sexual materno, alimento placer que el bebé necesitaba para la construcción de su propia erogeneidad. En la construcción del cuerpo erógeno el interrogante que se nos planteó fue dilucidar si la afectación de las mencionadas zonas incidiría en dicho desarrollo y si sus efectos condicionarían de algún modo la futura construcción yoica del niño. Dicho interrogante surgió, en tanto la relevancia que las zonas erógenas presentan en ésta construcción y al afectarse por la enfermedad, se hacía inevitable cuestionárnoslo. Definimos a las zonas erógenas como un sector de piel o mucosa en el que estimulaciones de cierta clase provocaban una sensación placentera de determinada calidad. Como hemos referenciado, la organización sexual es una construcción que se va desarrollando por fases, la primera que describimos fue la oral, cuya meta fue la incorporación del objeto, que al comienzo se asocia a la necesidad de alimentarse. Por lo tanto el quehacer sexual se apuntaló primero a esa función que sirvió para la conservación de la vida, luego la meta de la pulsión infantil consistió en producir la satisfacción mediante la estimulación apropiada de la zona erógena. También argumentamos que para que se cree la necesidad de repetirla, ésta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes. En esta primera fase, en el mamar observamos los tres caracteres esenciales de una exteriorización sexual infantil. En tanto que la misma nacía apuntalándose en una de las funciones corporales importantes de la vida (la alimentación); todavía no conocía un objeto sexual pues era autoerótica, y su meta sexual se encontraba bajo el imperio de una zona erógena (la boca) punto neurálgico de nuestra pregunta.

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Describimos como la zona erógena se hallaba afectada por la E.B.; como la mucosa oral, como mencionamos, en las formas más leves de E.B. solo presenta ocasionalmente ampollas, siendo éstas vesículas pequeñas que sanan rápidamente sin dejar cicatriz y no alteran la vida del paciente; en las formas más severas, E.B.D., toda la mucosa se ve comprometida con la formación de ampollas severas y la subsiguiente formación de cicatrices, microstomía y anquiloglosia. La restricción de la apertura de la boca, secundaria a la cicatrización de las ampollas labiales y a la fibrosis sinequiante de las ampollas retrocomisurales y de las que aparecen en los fondos vestibulares de la boca. Hicimos referencia a que en su forma simple la enfermedad no presentaría mayores complicaciones, a diferencia de la forma distrófica en que la zona en cuestión, estaría comprometida en varios aspectos, por los cuales la experiencia placentera no sería tal. Se nos planteó un nuevo interrogante: ¿qué sucedería si la experiencia que sería tomada como calco, de una satisfacción vivenciada a través de otro proceso orgánico no es tal, sino por el contrario, es vivida como una experiencia traumática y dolorosa? Para responder a la misma, establecimos la relación respecto de lo que Freud argumentó acerca del estado de deseo, dicho estado seguiría una atracción hacia el objeto de deseo (pecho materno), respecto de la huella mnémica y de este modo se constituiría la atracción primaria. De la vivencia de dolor, resultaría una repulsión, una desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil, de lo cual resultaría la defensa primaria, a las vivencias primarias de dolor se les pondría término mediante una defensa reflectoria, por la emergencia de otro objeto en lugar del hostil, señal de que la vivencia de dolor había terminado, por lo cual el sistema

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intentaría reproducir el estado que definió el cese del dolor. Respecto a ello, establecimos la siguiente relación, al reemplazar el niño el objeto hostil: pecho, en el caso de no poder succionar, por el aliviador: alimentador especial recomendado para niños con el labio o paladar partido, podemos decir que dicho objeto aliviador siempre estaría vinculado con la madre o quien desempeñe dicha función, en tanto sería ella la que acudiría en pos de evitar el dolor en el niño por un lado, y por el otro, procurar el cese del estímulo displacentero, hambre; incluso postulamos a la mamadera como subrogado del pecho mismo, conteniendo el producto de éste. Pudimos argumentar que la supuesta experiencia dolorosa sufrió una transformación por medio de la cual el sistema tendería a producir el estado último, el que definió el cese del dolor y por lo tanto podría convertirse en una vivencia de satisfacción del proceso orgánico en la que luego podría apuntalarse la pulsión erótica oral con lo cual las lesiones de la mucosa oral no influirían en el desarrollo de esta primera fase. Si bien en un principio tomamos esta respuesta con miras a refutarla o corroborarla en el transcurso del trabajo, al observar en las siguientes fases: anal y genital, la misma posibilidad de modificación de la experiencia dolorosa en su opuesta, en relación al modo en que las zonas involucradas se ven afectadas por la enfermedad y como de algún modo dichas zonas eran activadas, nos hizo suponer que la enfermedad no influiría en el desarrollo referido. Sin embargo no teníamos un sustento que argumentara si el modo en que las zonas erógenas fueron activadas, en tanto la modificación de la experiencia dolorosa en su contrario, para poder establecerse la experiencia placentera, en la cual se apuntale la pulsión sexual, que luego el niño querría revivir tendría incidencia en su desarrollo psicosexual. Lo cual

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nos obligó a ahondar en la teoría a los fines de poder dar respuesta a nuestro interrogante. Avanzada la investigación, pudimos constatar que todo individuo contaba con un erotismo oral, anal y uretral, y que los complejos anímicos correspondientes a cada uno no implicaban juicio sobre la anormalidad o neurosis, sino que éste estaría vinculado al posicionamiento del sujeto en el transcurso del desarrollo respecto a los componentes singulares de las pulsiones sexuales, el placer de ver y exhibir y la crueldad. Consecuentemente con esto, pudimos ver que entre los formadores de síntoma de las psiconeurosis desempeñaban un papel sobresaliente las pulsiones parciales, presentadas en pares de opuestos; la pulsión del placer de ver y de la exhibición, y la pulsión a la crueldad, configurada activa o pasivamente. En relación a dichos componentes pudimos referenciar respecto al placer de ver y exhibirse, que el ojo correspondía a una zona erógena y que según el tipo de E.B. la mucosa conjuntival, se vería afectada; del mismo modo, en el caso del dolor y la crueldad, la piel era la que adoptaba el papel de zona erógena, que al afectarse por las ampollas, dejaba como secuela de su curación, desde cicatrices hipertróficas hasta sinequias, indefectiblemente dicha zona se vería comprometida. Es decir que los componentes sexuales de las pulsiones parciales también se encontrarían afectados. Por ello pudimos inferir que a lo que Freud se refería cuando hacía mención a las intensidades de los componentes parciales de la pulsión sexual, era a como se posicionaría en el transcurso del desarrollo, activa o pasivamente en relación a estas pulsiones parciales. Respecto a lo analizado en lo referido en las sucesivas fases del desarrollo psicosexual, el pasaje de la sensación displacentera a la placentera, para poder servir de apuntalamiento a la pulsión sexual posterior, siempre dependiendo de

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la asistencia del otro auxiliador, sugerimos la posible existencia de un futuro posicionamiento pasivo; aunque ello sería cuestionable ya que según la E.B., las afectaciones disminuyen con el crecimiento del niño, por lo tanto fue tomado como un supuesto, sujeto a modificación según la experiencia lo corrobore o refute. Lo que pudimos observar una vez más fue la presencia de otro auxiliador, el pasaje del cuerpo biológico al cuerpo erógeno estaba mediatizado por otro que activaba la zona en cuestión dando lugar a la erogenización de la misma para que el niño por sí mismo reeditara luego la experiencia. Una vez constituido el cuerpo erógeno se nos hacía necesario ir más allá situándonos en el pasaje de ese cuerpo autoerótico hacia la adquisición del cuerpo simbólico, que le dará sustrato espacial al yo, nuestro objetivo de investigación. Hablamos del cuerpo como una construcción representacional, en la cual la madre era en un principio la encargada de marcar, hablar, erotizar con su propio deseo el cuerpo del niño; a partir de allí de esos deseos originarios de otro indispensable para la cría humana, observamos cómo se constituyó el cuerpo erótico. Mediante éste, el niño intentaría reeditar el placer generado en el contacto con el cuerpo materno, ya que la constitución del cuerpo erógeno sería el producto y representante de esa relación. Hemos descripto también la existencia del narcisismo como un estado intermedio entre el autoerotismo y el amor objetal, tomándolo como una etapa del desarrollo psicosexual infantil, considerándolo como una fase indispensable para que se constituya algo que no estaba desde el nacimiento, que tenía que agregarse al autoerotismo: una nueva acción psíquica.

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En dicho estado el individuo da a su propio cuerpo un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual, lo acaricia y lo mima hasta alcanzar su satisfacción plena. En el análisis realizado argumentamos que para que ello suceda, el niño debió en un principio ser tratado así por otro, es decir por los padres, quienes reviviendo su propio narcisismo pero transmutado en amor objetal, trata al niño como en un principio fue tratado su propio yo. Para que el niño pueda ser investido por ese narcisismo parental, era necesario que primero existiera en él un deseo erógeno, que en un principio debió haber sido activado por ese otro que a la vez que satisfacía libidinizaba, para que luego el niño por sí mismo experimentara aquella satisfacción aportada en un principio por otro convirtiéndose de ésta manera en sujeto deseante. Esto es lo que habilitó la reactivación del narcisismo de los padres transmutado en el niño como amor objetal, prestado por ellos y recibido pasivamente por el niño a la espera de que él constituyera el propio. Por lo tanto el narcisismo que se introduciría y quedaría adherido al nuevo acto psíquico indispensable para que éste se introduzca, puesto que en él debe introducirse será el narcisismo secundario. Este nuevo acto psíquico, el yo, se constituyó en base a la imagen unificada en la cual la parcialidad se aunó y las pulsiones caoticamente fragmentadas se unieron en ese objeto (yo) que en un primer momento fue corporal en tanto primer objeto investido por la libido. Por lo tanto en relación al recorrido realizado podemos inferir que más allá del modo en que fueron activadas las zonas erógenas, lo importante es que de dicha activación devenga el cuerpo erógeno, que convierta al niño en sujeto deseante, de modo que los padres puedan transmutar su propio narcisismo en el de él para que

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luego el niño pueda constituir el propio. Con lo cual volveríamos al origen, a su nacimiento en primera instancia a nivel no biológico, a la existencia en el deseo de los padres, en tanto ese deseo sea transmutado luego libidinizando al niño activando sus propias zonas erógenas para que él por sí mismo desee revivir la experiencia, convirtiéndose de éste modo en sujeto deseante, condición para que pueda ser investido narcisisticamente por los padres en la etapa posterior fundamental para que advenga el yo del niño en el cual se instalará el narcisismo secundario, condición para que se comience a tomar como objeto libidinal. Es decir que en relación al análisis realizado y en respuesta a nuestra pregunta inicial, podemos inferir que la enfermedad a la que nos hemos referido caracterizada por la excesiva afección de la piel y mucosas, no afectaría la construcción yoica del niño, puesto que como hemos mencionado sintéticamente en ésta conclusión y exhaustivamente a lo largo de los diferentes capítulos, la enfermedad biológica no influiría en la estructuración psíquica, puesto que no es del cuerpo biológico sino de la simbolización del mismo y el lugar que el niño ocupe en el deseo de los padres, de lo que ello dependerá. Para finalizar haremos mención a lo planteado en la introducción respecto a la cita vinculada a nuestra pregunta de investigación. En ella se expresaba que la piel era lo más profundo del individuo en la cual se hallaba la base primordial del psiquismo humano y en el contacto la forma más sencilla de llegar a lo más íntimo del otro. A través del trabajo realizado, diremos que en relación a la característica principal de la enfermedad en cuestión: una piel tan frágil como el cristal o como las alas de una mariposa, en el preservar esa piel que puede generar ampollas o perderse al mínimo roce, en el quehacer que la madre con sus cuidados le brinde al niño en

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pos de aliviarle el dolor producido por las ampollas, incluso pinchándolas para que no se propaguen, provocando un dolor inmenso en ella misma al tener que realizar tal tarea, anteponerse a ese sentimiento para no quebrase ella como el cristal, para no mostrarse débil ante un hijo que no soporta más el dolor, todo lo que acompañe a la escena, los sonidos amorosos que ella emita, los gestos, las miradas y las mínimas caricias que puedan llegar recibir, va haciendo huella en el psiquismo del niño, construyendo esa base primordial por lo tanto concordamos con lo referenciado en la primer parte de la cita en la piel está la base primordial del psiquismo humano. Respecto a la segunda parte debemos decir que en relación al contacto con un niño con epidermólisis bullosa, diferimos en cuanto a la forma más sencilla de llegar a lo más íntimo del otro. Es decir que a través de la dificultad que el contacto presenta en tanto sea tomado literalmente en cuanto al tacto, se vería inmensamente afectado, por lo cual el contacto tomado simbólicamente como lo hemos hecho a lo largo de nuestro trabajo implica una relación que no se caracteriza por la sencillez, sino que implica un más allá del contacto mismo, pero coincidimos respecto al modo de llegar a lo más íntimo del otro, en cuanto es algo más profundo que la simple llegada táctil, que sí sería lo más sencillo, pero al verse ello imposibilitado se requieren otros modos de acceso a esa profundidad. Puesto que aquello que es dado a ver, no está a la vista, se constituye en el estado de empatía y entendimiento materno al cual nos hemos referido, que solo una madre en estado de preocupación maternal primaria será capaz de interpretar al niño desde su piel de cristal.

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DESDE MI PIEL DE CRISTAL No me abraces, si no quieres que sangre… No me insistas, si ves que no como… No me apures, si ves que no camino… Sólo mírame, mírame al fondo de mis ojos… Allí podrás saber todo mi dolor, toda mi angustia, toda mi espera, Podrás saber todo lo que soy, lo que fui, lo que puedo y quiero llegar a ser… Solo ayúdame a transitar la vida, con mis frágiles alas… Podré volar a otros mundos… Podré soñar con un mañana… Podré olvidar el ayer… Y vivir el hoy como si fuera mi último día… Y mi fragilidad hacer mi espíritu indoblegable… Y mis ayes de dolor convertirse en dulce melodía a tus oídos… Y mis manos lastimadas transformarse en un manto de seda sobre tu piel… Y hasta mis pies lacerados transitar caminos de espinas… para llegar a verte. Y elevarnos juntos al misterio de la vida y la muerte… Allí donde el amor no tiene fronteras… Donde existir no duele… y se existe de veras… Donde perpetuaré por siempre en tu corazón y tu piel… Desde mi frágil Piel de Cristal…

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ANEXO

GLOSARIO Anquiloglosia: ocurre cuando el tejido que está por debajo de la parte frontal de la lengua se encuentra demasiado corrido hacia adelante en la lengua, dificultando el movimiento de ésta. Cicatrices atróficas: cicatriz causada por la formación excesiva de tejido nuevo en la curación de una herida. Tiene el aspecto de un queloide duro, similar a un tumor. Estenosis: estrechamiento de un conducto u orificio. Gastrostomía: comunicación entre el estómago y el exterior que se realiza por medio de endoscopia sin abrir la cavidad abdominal y que tiene como fin conectar un dispositivo de alimentación al estómago sin utilizar el esófago habitualmente dañado en los niños con EB. Genodermatosis: dermatosis de causa genética en cuyo origen no influyen factores ambientales. Microstomía: boca pequeña. Queratitis: inflamación que afecta a la córnea. Región periungueal: borde de las uñas en su unión con la piel. Sindactilias: dedos fusionados. Sinequias: adherencias retráctiles de las mucosas.

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Onicodistrofia: trastorno caracterizado por la coloración anormal o malformación de las uñas de los dedos de las manos o pies. Sinequia vulvar: es la unión del borde del interior de los labios menores por su borde libre, formando una cicatriz más o menos gruesa.

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