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IDENTIFICACIONES CULTURALES EN UN FORO DE FANS
ISSN 1669-6581 Question – Vol. 1, N.° 35 (invierno 2012) IDENTIFICACIONES CULTURALES EN UN FORO DE FANS Magalí Daniela Pérez Riedel Universidad Naci

Story Transcript

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Moni

Liillyana Moni

Amélie. Jasiel Odair

Jadasa Jeyly Carstairs

Ivy Walker Jane' Ivy Walker

noenatale Andreeapaz Nickie

Vanessa Farrow Val_17 florbarbero

Marie.Ang noenatale Pau_07

Annie D Paltonika NnancyC

Adriana Tate Miry GPE Mary

Sandry itxi

Daniela Agrafojo Snow Q

Mary SammyD

Laurita PI Ana Avila Nikky Dannygonzal Kora Beatrix Anty

Jadasa *Andreina F* Janira Vane hearts NnancyC Annie D Agus Herondale

Vanessa Farrow florbarbero Miry GPE Jenni G. Pachi Reed15

Mery St. Clair

Snow Q.

Se llama a sí mismo el Caballero Mentor. El solo leer su anuncio me hace sentir más viva de lo que me he sentido en años. Él promete enseñarme el arte de la seducción… y mostrarme los placeres más pecaminosamente eróticos. Me va a ayudar a convertirme en la mujer confiada y sexy que los hombres no pueden ignorar. Seis lecciones… con el hombre más hermoso… que resulta ser un Dominante. El único problema es que… ahora que he experimentado su marca de deliciosa dominación, ¿podrá alguien más compararse con él? Ella es una cliente. Eso es todo. O debería serlo. Pero con cada lección, se está convirtiendo en algo más. Los secretos que estoy ocultando detrás de la imagen del Caballero Mentor hacen que el decirle la verdad —y tener algo real— sea imposible. La estoy entrenando para otro hombre, y ese hecho me destripa cada vez que lo pienso. Sé que no es mía… pero parte de mí no acepta eso. ¿Estoy dispuesto a arriesgar todo por tenerla? Lessons with the Dom, #1

Sinopsis

Capítulo 15

Capítulo 1

Capítulo 16

Capítulo 2

Capítulo 17

Capítulo 3

Capítulo 18

Capítulo 4

Capítulo 19

Capítulo 5

Capítulo 20

Capítulo 6

Capítulo 21

Capítulo 7

Capítulo 22

Capítulo 8

Capítulo 23

Capítulo 9

Capítulo 24

Capítulo 10

Capítulo 25

Capítulo 11

Capítulo 26

Capítulo 12

Epílogo

Capítulo 13

Sobre el Autor

Capítulo 14

Traducido por Liillyana Corregido por Sandry

Brielle Las chicas bonitas normales no hacen cosas como esta. No contratan a un hombre para que les dé lecciones de sexo y así ayudarles a seducir al chico que le gusta. ¿Qué hay de malo en mí? Tomo otro sorbo de chardonnay y me doy una bofetada mental en el trasero. Pon tu cara de póquer, Brie. Kirby y yo seríamos perfectos juntos, y lo sé. Entrecierro los ojos en la publicidad en línea que me encontré al navegar por los sitios de citas. Se titula "El Caballero Mentor", pero es el contenido del anuncio que hace que mi corazón se acelere con velocidad.

Apto, masculino, hombre educado, a finales de los 20. Discreto y próximo. Bajo mi dirección y orientación, las mujeres aprenden técnicas de seducción, la forma de alcanzar el clímax con y sin pareja, e xploran la gratificación física y más. Dominante, pero no te asustes, gatita, no me va el dolor. No te dejes engañar. Soy travesura pura. Pero soy el mejor tipo de problemas. Entonces, ¿qué dices? ¿Sientes que quieres ser traviesa? Si estás lista para llegar a nuevos niveles de placer, contáctame en @elcaballerodominante Solamente peticiones serias. El pulso me golpea en los oídos mientras el cursor se encuentra sobre el enlace del mensaje, dispuesto a hacer algo. Provocándome, burlándose de mí. No sé por qué es tan difícil para mí. Es un simple mensaje enviado desde la seguridad de mi propia casa. Sólo puedo lanzar la precaución al viento. Si él es un canalla o un idiota, lo que probablemente sea, puedo borrar el mensaje y fingir que esto nunca sucedió. Y seguir adelante con mi toda-demasiadadeprimente vida. Oh, alegría. Decidí hacer algo después de mi última cita desde el infierno. Soy el más patético ejemplo de las malas primeras citas. Lo que sea, lo he vivido. A partir de los desastres de citas online en el que el hombre que se presentó no era el chico de la foto, pero en su lugar era el abuelo de alguien, o un hombre cuya

esposa se presentó en nuestra cita y me lanzó una copa en la cara. Era una bebida de café, y estaba malditamente caliente. Estoy cansada de todos los juegos. Sobre todo porque Kirby y yo seríamos perfectos juntos, si él solamente consiguiera sacarse la cabeza de su culo. Después de mi última mala cita, me reuní con Kirby para un cóctel ya que él es mi mejor amigo. Escuchó mientras me quejé de los hombres, me suministró con martinis de chocolate y con su presencia reconfortante. Mi actitud de me importa todo una mierda, nació cuando Kirby, de quién había estado secretamente enamorada durante la mayor parte desde hace cinco años, me miró con solemnidad y me dijo—: Algún día voy a tener que encontrar una buena chica como tú, Brie, y asentarme de una vez por todas. Quería gritar, ¡Estoy justo aquí! En cambio, asentí y murmuré—: Ajá. Lo que me lleva a esta noche. He creado un perfil genérico específicamente para este propósito. Oportunamente, soy Bookworm92.

Estimado Caballero Mentor, Mientras escribo la primera línea, me doy cuenta que no me he sentido tan viva en meses. Hay algo emocionante y tabú acerca de esto, y al parecer, eso consigue que mi sangre bombee. Mis dedos vuelan sobre el teclado, escribiendo con rapidez, antes de que pueda cambiar de opinión. Es como si supieran algo que yo no sé. Estoy respondiendo a su anuncio para las lecciones de seducción. Me gustaría su ayuda para atraer a un hombre. Un poco sobre mí —tengo veintiséis años, actualmente soltera y trabajo como agente de bienes raíces. Me gusta la lectura, yoga y hornear. Creo que soy sólo una chica normal que necesita un poco de ayuda extra. Nunca he sido buena en todo el asunto de citas. —Cliente Potencial Con mi corazón latiendo fuera de mi pecho, mi dedo se cierne sobre el botón de Enviar. Tengo la boca seca, y mi pulso se disturba en mi garganta. Sé que este es un gran momento, pero no puedo explicar por qué. Hago clic en Enviar y tomo una profunda bocanada de aire. Apoyada en la montaña de almohadas apiladas en mi cabecera, me permito soñar despierta un poco. ¿Y si esto realmente funciona? Me imagino a mí misma con Kirby y una sonrisa cariñosa bailando en mis labios. El consejo de mis amigos es seguir adelante, encontrar otro hombre que sea tan apasionado acerca de mí como yo de él. Pero la cosa es, lo he intentado. He estado en cuarenta y tres primeras citas y sólo tres en una segunda cita. Mi trayectoria es horrible.

¿Cómo sabes siquiera si estás saliendo, de todos modos? Son todos los mensajes de texto y para reunirse para tomar una copa en terreno neutral y luego esperar, con la esperanza de que vaya a llamar. Es sexo casual y acostarte con borrachos que esperas llevar a más. Son perfiles de citas en línea donde tratas de ser ingeniosa y encantadora, e irresistiblemente sexy y linda. El logro de esa perfecta combinación de chica de al lado y la bomba. Y es agotador. No soy buena en ello. Nunca he sido agresiva o coqueta, o incluso muy buena para hacer una conversación. Soy aburrida. Un ratón de biblioteca. Una amiga y empleada dedicada y leal. Es por eso que necesito ayuda. Su ayuda. Miro mi dirección de correo nuevo y casi grito cuando veo su respuesta. Me siento más derecha y ajusto la pantalla de mi ordenador.

Bookworm92, Tu correo me aburre hasta las lágrimas. No me extraña que necesites ayuda para atraer a un hombre. Háblame de ti. No te contengas nada. Soy un hombre muy ocupado y exigente. Cava profundo. ¿Por qué eres realmente úni ca, y para qué me necesitas? Haz que me lo crea me y yo te daré la misma franqueza. —X Que idiota. Estoy a punto de eliminar su e-mail y olvidar todo el experimento fracasado cuando una pequeña voz susurra dentro de mí, él tiene razón. Mi correo era de un nivel aburrido y superficial. No le dije nada de mí, ni por qué debería trabajar conmigo, si él está tan ocupado como su correo sugiere que lo está. Voy a mi cocina, vierto un trago de vodka, y lo bajo en un solo trago ardiente. Maldita sea, quema. No soy una mujer débil que no sabe lo que quiere. Dejo que el fuego me alimente. Sintiéndome decidida, vuelvo a mi habitación, me pongo ordenador en las piernas, y escribo una respuesta.

Caballero Mentor, He tenido dos parejas sexuales. Ambos eran relaciones a largo plazo. Uno en la universidad, otro después. Jake tenía un pene pequeño y Drew era de buen tamaño, pero no sabía qué hacer con él. Así que supongo que se podría decir que mi experiencia sexual es deficiente. Soy de altura y peso proporcionado, y he practicado deportes toda mi vida, pero mis pechos pequeños y mi delgada estructura me hacen i nsegura. Yo nunca voy a ser descrita como voluptuosa o femenina. Me han dicho que soy bonita, pero nunca me he sentido sexy.

Hay un hombre que me interesa, un amigo mío a quien conozco desde hace cinco años. He tenido un flechazo con él todo e l tiempo, pero nunca he actuado. Patético, ¿eh? Pero supongo que soy anticuada al creer que un hombre debe dar el primer paso. He decidido ponerme en contacto con usted como un último esfuerzo. Es el momento para que mis sentimientos sean conocidos y proseguir, o segui r adelante para siempre. Cinco años es mucho tiempo, y no quiero perder más de mi vida. Y, si soy sincera, la idea de un mentor sexual, un hombre que sabe lo que está haciendo, me emociona. Digamos que podría utilizar la ayuda. Sería tranquilizador para perseguir a un hombre y en realidad saber lo que estoy haciendo cuando lleguemos a estar entre las sábanas. ¿Eso es lo suficientemente honesto para usted? Su turno... —Bookworm92 Su respuesta viene casi de inmediato, y contengo la respiración mientras la leo con la esperanza de haberlo complacido de alguna manera.

Bookworm92, Mucho mejor, mi pequeño ratón de biblioteca. Tu tipo de cuerpo es codiciado por muchos hombres. Eres llamada una ruleta. Una niña pequeña que se puede sentar en mi polla y utilizarte para mi gusto. Nunca debes sentirte acomplejada por eso. Creo que te podría ayudar con algunas cosas, la primera de las cuales es la auto-confianza. Dime lo que quieres. Es sólo a través de la comunicación abierta y la confianza de que puedo llevarte allí. —X Un escalofrío caliente me atraviesa. Su mensaje es tan contundente, que es casi arrogante. Pero la respuesta de mi cuerpo es aún más intrigante. Nunca un hombre ha sido tan directo conmigo antes, y estoy intrigada y un poco frustrada. No tengo ni idea de lo que viene después, pero quiero averiguarlo.

Caballero Mentor, No tengo ni idea de cómo funciona esto, y me siento loca, incluso por considerarlo. Pero necesito tu ayuda. Quiero ser mejor en todo esto, atrayendo a alguien, en todo el asunto de citas y sexo. Entonces, ¿qué pasa ahora? —Bookworm92 P.D. Me di cuenta de que tu anuncio dice que eres un dominante y, aunque no sé mucho al respecto, eso me pone un poco nerviosa. Además, no soy una sumisa, ¿así que...? Un pequeño ding señala su rápida respuesta.

Bookworm92,

No estás loca. Te felicito por tomar el primer paso para ponerte en contacto conmigo. Me muestra lo dedicada que eres. Estás demostrando tu voluntad de aprender y, a su vez, eso me demuestra tu dedicación para tener éxito. No estoy buscando un polvo de fin de semana. Puedo conseguirla en cualquier bar de la esquina. Me tomo mi trabajo muy en serio, y esperaría que tú hicieras lo mismo. En cuanto a mi naturaleza dominante —cuando me contratas para ser tu mentor, yo estoy a cargo. Decido tus lecciones, tus premios y tus castigos. No habrá negociación, que es por eso que es muy importante que aprendas tus metas, miedos, deseos y límites estrictos. Se necesita una cantidad increíble de coraje para someterse, y soy consciente de que estás poniendo tu fe en mí. A pesar de lo directo que todo esto pueda parecer, cumplo con la palabra "caballero" en mi correo. Estarás a salvo conmigo y tratada con firme respeto. Sin embargo, tus límites serán empujados, los límites a prueba, y la mujer que emerja sabrá más acerca de quién es y lo que puede ofrecer a un compañero. No puedes pensar que eres una sumisa, pero contactándote conmigo para obtener ayuda es bastante revelador, ¿no? Tú estás dispuesta a ponerte a un lado y dejar que yo tome la iniciativa. Eso es suficiente para mí. He hecho esto muchas veces, y probablemente puedo anticipar lo que algunas de tus preguntas podrían ser. Podemos cubrir aquellas en nuestra primera sesión. El siguiente paso es reunirse en persona y asegurarse de que esto va a funcionar para nosotros dos. Mientras tanto, dime una cosa de lo que tienes miedo, lo que piensas que te contiene. Y también tu horario. Estoy limpia mente abierto la próxima semana, estoy libre la noche del jueves y el domingo por la tarde. Hablamos pronto, —X Me quedo mirando fijamente su respuesta. Aunque aprecio su largo correo, el cual me ayuda a entender mucho más, tanto acerca de este proceso y lo de ser un Dom, la duda se apodera de mi mente. Sólo tengo una idea general de BDSM, y no es algo que nunca haya sentido el impulso de explorar. Honestamente, no sé si puedo hacer esto. He leído sus palabras de nuevo. Él va a explorar y aprender de mis miedos y deseos más profundos. Me está pidiendo demasiado y ni siquiera lo conozco, así que ¿cómo puedo esperar compartir estas partes más íntimas de mí? Una burbuja de risa se eleva hasta mi garganta ante la ironía. Voy a compartir un montón más de mis partes íntimas con él si persigo esto.

Cierro mi equipo y ando hacia mi dormitorio, dándome cuenta de que estoy estresada y ni siquiera he conocido al chico todavía. Tirando de una respiración profunda de mis pulmones, decido que voy a dormir. Voy a esperar un día o dos para responder, me dará tiempo para pensar en esto. Después de haber tomado esa pequeña decisión, inmediatamente me siento mejor. Me dirijo al cuarto de baño. Al girar la llave a caliente, dejo la bañera llenarse. Hundiéndome en el agua que es casi demasiado caliente, suspiro profundamente. Con los ojos cerrados y mi cuerpo en un estado de relajación, dejo que mi mente divague. Casi de inmediato, me imagino a Kirby. Con sus anchos hombros, el pelo rubio desordenado y llamativos ojos azules, él es mi calor. Mi manta de comodidad. Lo ha sido durante mucho tiempo. Ha sido una constante en mi vida, el hombre que me ha apoyado emocionalmente a través de muchos altibajos, mi préstamo de dinero después de la graduación, cuando el mercado inmobiliario se redujo, ayudándome a mudarme a mi primer apartamento, y enviarme mis flores favoritas, peonias, en mi cumpleaños cada año. Con un nuevo sentido de propósito, me levanto de la bañera, de repente sintiéndome tonta por cuestionarme a mí misma. No quiero perder mi única oportunidad de conseguir ayuda real. Este acuerdo con el Caballero Mentor, quienquiera que sea, puede ser poco convencional, pero podría ser justo lo que necesito para que me ayude a pasar de la zona de amigos a material de novia cuando se trata de Kirby. Y estaría mintiendo si no admitiera que el correo de ida y vuelta con mi mentor me ha intrigado y excitado un poco. Colocándome mi bata de algodón, me dirijo a mi ordenador y abro el correo electrónico. Echando un vistazo a su último mensaje, recuerdo que me pregunta lo que más me asusta, junto con mi horario. Me inquieto durante unos minutos antes de escribir una respuesta apresurada, dejando de lado la parte que no sé cómo responder.

Caballero Mentor, Preferiría conocerlo el jueves. Se supone que tengo que ir a casa de mis padres el domingo, y si me lo pierdo, no quiero que mi madre me esté preguntando por qué. ;) Pero, ¿puedo preguntarte algo? ¿Alguna vez una mujer se echó para atrás después de conocerte en persona? —Bookworm92

Bookworm92,

El jueves estaría bien. Y no, ninguna mujer nunca se ha echado para atrás después de conocerme. —X Leo su mensaje con una creciente sensación de confort. Es bueno saberlo. Quizás es simple curiosidad porque no tengo ni idea de cómo es, pero me temo que es poco atractivo. No he visto una foto después de todo. Sé que es terriblemente superficial, pero no podría llegar hasta el final si no estoy atraída por él. Otro pensamiento revolotea por mi cerebro y mis nervios regresan. Mi siguiente correo vuela de mis dedos.

¿Alguna vez has negado servicios después de conocer a una mujer? Su respuesta viene enseguida.

Bookworm92, Sí, dos veces. —X He leído su mensaje y me preocupa que él pudiera negarse si no le gusta lo que ve. No es un pensamiento reconfortante. Me muerdo el labio, sin saber qué escribir para contestarle, cuando otro mensaje llega. Es como si él supiera que estoy dudando y toma la decisión de mis manos.

Bookworm92, Nos reuniremos el jueves a las ocho de la tarde en el Dakota. Pedirás una bebida y me esperarás en el bar. Viste de negro, lleva algo sexy, y debajo, tus bragas y el sostén serán rojos. —X

Traducido por Moni Corregido por Itxi

Brielle —Me llamarás en cuanto hayas terminado, ¿verdad? —ruega mi mejor amiga, Julie, a través del teléfono. —Te llamaré. —Prometo por décimo séptima vez—. A menos que termine cortada en pedacitos y lanzada en la basura. En ese caso, escucharás sobre ello en las noticias de las once. —¿Pensé que se encontrarían en un lugar público? —pregunta con tono de preocupación. —Sí, lo haremos. Me dijo que lo encontrara en un lugar llamado Dakota. Pero una chica nunca puede ser demasiado cuidadosa. —¿El club de jazz de la ciudad? —Ese mismo. —Nunca había escuchado sobre él, así que busqué en línea—. Estoy llegando. Tengo que dejarte. —Llámame. Inmediatamente. Después —me ordena. Rodando mis ojos ante su tono demasiado entusiasta, se lo prometo de nuevo. —Al minuto en que termine. Me estaciono en el aparcamiento cerca de la entrada y apago el motor de mi práctico sedán. Mirando en el espejo retrovisor, encuentro mis ojos y me río. La emoción de Julie es totalmente justificada. Normalmente las dos somos muy calmadas y sensatas, esta es por mucho la cosa más loca que alguna de las dos ha hecho alguna vez. Estoy feliz de que ella esté compartiendo mi emoción sobre este plan. Pero también estoy feliz de tener mi sistema de amigas en su lugar —alguien lista para llamar a las autoridades si desaparezco. Aunque no es un pensamiento reconfortante, y mi estómago se tensa. Sin la radio o la voz de Julie en mi oído, el interior de mi auto es silencioso, todo excepto por mi palpitante corazón. Dios, esto realmente es loco, ¿no?

Bajo la visera para mirar mi cabello y maquillaje en el espejo. Tomé tiempo y cuidado de más esta mañana para alistarme, alisando mi cabello hasta que mi brillante cabellera castaña cayera en una larga línea recta por mi espalda. Escogí mí vestido negro con mangas largas y botas de tacón alto que llegan hasta las rodillas, con medias, usando todo de color negro justo como él me instruyó, y me apliqué maquillaje ligero. Pero ahora, son casi las seis en punto, y después de andar alrededor de las calles nevadas de Chicago mostrando apartamentos y casas a parejas emocionadas todo el día, me veo tan cansada como me siento. Froto ligeramente polvos bajo mis ojos, esperando iluminar mi cutis, y aplico de nuevo labial de color rosa claro. Una vez que termino, sonrío ante mi reflejo. Me veo ligeramente mejor. No puedo creer lo rápido que pasó esta semana, que de alguna manera ya es jueves. No tuve más comunicación con el Caballero Mentor en toda la semana, más que un correo electrónico que me envió anoche cuando confirmó nuestra cita y el lugar. Viendo que solo quedan cinco minutos para nuestra cita, tomo mi bolso y salgo del auto. Quiero estar dentro y sentada en la barra como me instruyó antes de que llegue. Caminando por el estacionamiento, noto que el cielo está pintado con tonos rosas y naranjas justo en ese punto antes de la puesta del sol. Es bonito y romántico, pienso, luego me corrijo a mí misma negando con la cabeza. Esto no es romántico. Son negocios. Tengo que tener mi mente clara.

Traducido por Ivy Walker Corregido por Laurita PI

Hale Cierta energía corre por mis venas la primera vez que conozco a un nuevo cliente. Esta noche no es diferente. Por fuera, parezco sereno y calmado, pero por dentro, me siento lleno de expectación. Nunca he traído a una mujer tan cerca de mi territorio, pero por supuesto mi pequeño ratón de biblioteca no tiene forma de saber que el club BDSM clandestino, Crave, del que poseo una membresía, se localiza directamente a la par del club de jazz donde ella debería arribar en cualquier momento. Prácticamente puedo oler el miedo y la excitación en su piel. Desde un sillón cerca de la chimenea, observo la escena que se desarrolla frente a mí; una mujer atada a un banco de cuero mientras una Domme la provoca, deslizando un flogger a lo largo de la parte posterior de sus muslos. Observo a la mujer con ligero interés. Floggers y látigos no son mi estilo. Prefiero mis propias manos. No hay nada tan satisfactorio como el sonido de mi carne contra la de ella, la sensación de calor que irradia la piel cálida. La veo retorcerse y tratar de mantenerse callada, aprecio la cantidad de coraje que precisa su sumisión pública. Desde el otro lado de la habitación veo a Reece, y por la mirada de satisfacción en su cara, supongo que regresa de uno de los cuartos privados. Es el dueño del club, pero es tan relajado, que la mayoría de las personas no lo sospecharían. He visitado un par de otros clubes, y el de Reece es por lejos el mejor. Los otros se sentían fríos y más como gimnasios, con equipamiento estéril y espacios abiertos, mientras este lugar se siente oscuro, temperamental y sensual. El espacio de juego está construido para escenas tranquilas y sensuales, dejando las más subidas de tono para los cuartos privados. Candelabros de pared proporcionan una iluminación tenue y el ritmo suave de un bajo suena en el fondo, creando un suave murmullo de anticipación. No hay duda de por qué se ha convertido en el club fetichista más grande en Chicago en tres cortos años.

Cuando Reece se acerca, ladeo la cabeza en un saludo silencioso. El gran hombre camina lentamente, entornando los ojos hacia mí con curiosidad. — Cameron Jodido Hale. No te he visto en, qué… ¿al menos un mes, hermano? —Es cierto. —Cruzo los brazos sobre mi pecho, sintiéndome extrañamente a la defensiva. Este estilo de vida es vivido de un modo diferente por cada persona, pero Reece no parece entenderlo. No comprende por qué no me encuentro aquí cada noche disfrutando de una sumisa diferente. En realidad, no me gusta eso de “conocer y follar”. Claro, lo he hecho antes, cuando la necesidad lo requiere, pero prefiero la exploración lenta y sensual de los deseos más perversos de una pareja, y luego aprovecharme como el infierno de ellas. Presionar a una mujer hasta sus límites es tan gratificante para mí como el alivio sexual en sí mismo. Reece se sienta a mi lado y contempla la habitación con el ojo alerta de un predador. Es un hombre de negocios y un Dom en todos los aspectos; cualidades que aprecio y con las que puedo identificarme. En silencio noto que la escena en frente de nosotros ha progresado a pinzas para pezones y cubos de hielo. Interesante. —Hombre, ¿dónde has estado? —pregunta—. He echado de menos ver tu bonita cara. Me encojo de hombros. —Trabajando. Manteniéndome ocupado. —Sabe que como asociado principal en el bufete de abogados, empeñado en volverme socio, trabajo demasiadas malditas horas. Se gira hacia mí con una sonrisa petulante. —¿Todavía trabajando para educar a las incivilizadas? —Sí, trabajo en ser mentor. Pero confía en mí, me siento muy satisfecho. Su sonrisa dice que no está tan seguro. —Sí, siempre fuiste de esa manera. Siempre intentando ayudar a los demás. Me gustan bien entrenadas y listas para jugar. Les haré saber mis preferencias, romperé cualquier mal hábito que sus previos Dom les enseñaron. Pero, mierda, no quiero comenzar de cero. Sé lo que quiere decir; una sumisa bien entrenada es hermosa. Aun así, algo me estimula sobre llevar a una mujer a ese lugar. El viaje es a veces más gratificante que el destino. —Es más divertido de lo que imaginas. —Mis pensamientos vagan a mi nueva conquista, y mi corazón se acelera un poco. Echo un vistazo a mi reloj, ahora son las seis. Es probable que mi nerviosa gatita se encuentre entrando al club vecino, con el corazón latiendo con fuerza y los ojos abiertos como platos. Imaginar el miedo y la inseguridad inundándola, me excita.

—¿Estás muy ocupado para que almorcemos la próxima semana? — pregunta Reece, sus ojos todavía en las mujeres delante de nosotros—. Ha pasado un largo tiempo. —Nunca demasiado ocupado para el almuerzo. Solo ven al centro, a mi oficina. —Me parece bien. —Me palmea una vez en la espalda. Reece, a pesar de no entender mis preferencias y gustos, es lo más cercano que tengo a un mejor amigo. Tengo conocidos del trabajo, amigos e incluso un compañero de cuarto, pero ninguno sabe sobre mi estilo de vida. Reece conoce todo acerca de mi pasado y me ha apoyado en el peor momento de mi vida. Es quien me introdujo a esta vida. —Tengo una cita a la que acudir —digo, poniéndome de pie—. Pero, ¿te veré la próxima semana? —Cuenta con eso. Necesitaré escuchar todo acerca de tu nuevo juguete. —Me da una extraña sonrisa. —De ninguna manera. Sabes que no beso y cuento, como tú. —O azotas y cuentas. —Sonríe de nuevo—. Diviértete esta noche. —Siempre lo hago —digo, inclinando la cabeza antes de dirigirme a la puerta. Luego de ingresar, de inmediato, me felicito por optar por Dakota. Es perfecto, inundado con de energía sexual. Un ambiente de jazz flota en el aire, y la luz tenue lanza sombras en todas las esquinas. Cuando la veo, mis pasos flaquean. Pero solo por un segundo. Santo maldito infierno. Cualquiera que me estuviera viendo no sabría que mi mundo entero acaba de salirse de eje. Por lo general no mantengo secretos, sin embargo en el momento que la veo, sé que debo hacerlo. Fijando una expresión serena en mi rostro, comienzo a avanzar de nuevo hacia ella. No me ha notado aún, así que tomo un momento para admirarla. Su cóctel se encuentra medio lleno, y su mano agarra la copa. Se siente nerviosa. Y dudando. Toma otro sorbo y sus hombros se relajan. Buena chica. Me aproximo desde el costado de la barra; y por su mirada clavada en la puerta principal, no es la dirección en la que me espera. —¿Ratón de biblioteca? —pregunto, no obstante, sé que es ella. Puedo oler el aroma a nerviosismo y deseo en ella.

Se gira para hacerme frente, su expresión un enigma. —Sí —dice con suavidad, después de varios momentos tensos. Me toma un minuto analizarla. Es menuda, tal como la imaginé. Morena. Grandes ojos azules cuya mirada se desliza entre los míos y el piso como si no supiera donde mirar. Debe existir algún maldito error, porque no hay modo que necesite ayuda para atraer a un hombre. Pero si es mi ayuda lo que quiere, no me rehusaré. —¿Puedo? —pregunto, sacando el asiento al lado de ella y moviéndome hacia ahí. Es tímida, y necesito recordar mis buenos modales. —Por favor —dice—. Soy Brielle. —Sin nombres. —Sin embargo, todo el mundo me dice Brie. —Retuerce las manos en su regazo. —¿Cariño? —digo, y su mirada se lanza a la mía—. Dije que sin nombres. —Oh. Lo siento. —Traga sus nervios—. Pero, ¿cómo debería llamarte? —Puedes llamarme Dom. Nuestras miradas conectan, y un destello de deseo se desliza por mi columna. Maldito infierno. Esto será interesante.

Traducido por Jane’ Corregido por Ana Avila

Brielle —Quieres ser follada duro. Tomada y adorada. ¿Tengo razón? — pregunta, sujetándome con esa sexy y oscura mirada. Es como si llegara a mi mente y determinara mis necesidades y deseos más sucios antes de que tenga la oportunidad de decirlos. Levanto la copa a mis labios antes de darme cuenta de que está vacía. Mierda. Él me dirigió una cabina situada en la esquina oscura del club en la que podrá verme a mí y a todas mis embarazosas reacciones a sus intrusivas preguntas sin interrupción. —Contéstame —dice. Su tono es firme, pero amable, y sus ojos no han dejado los míos ni por un segundo. Un caliente escalofrío me recorre. —S-sí —me las arreglo para decir. Mi primera impresión de él es que es alto. Mucho más alto que yo, con un lío de pelo oscuro y los más hermosos ojos color moca, con manchas de chocolate y caramelo. Su mandíbula cuadrada grita masculinidad, sin embargo, sus carnosos labios insinúan suavidad en él. Muy bien esculpidos músculos bajo un traje negro finamente a medida. Reloj caro. Barba de dos días en la mandíbula. Notas de fresca colonia me saludaron cuando se acercó, haciendo que mi corazón se agitara. Mi segunda impresión, por su tono mandón que exige atención y su carácter directo, es que le gusta tener control. Aunque, supongo que no es ninguna sorpresa. Noticia de última hora, Brie, ¡es un Dom! Es guapo, totalmente precioso, y estoy aliviada y nerviosa. Me pregunto qué piensa de mí. —Tus manos están temblando —dice—. Dime por qué. Las miro apoyadas sobre la mesa. Tiene razón. Puedo ver un ligero temblor en las puntas de mis dedos. —Creo que estoy un poco nerviosa. Nunca he hecho este tipo de cosas.

Asiente una vez, todavía escudriñándome. —¿Estás segura de que eso es todo? ¿Has comido? Abro la boca para responder cuando me doy cuenta de que realmente no lo he hecho. Tres tazas de café y un panecillo hace diez horas probablemente no cuentan. —N-no. —No me gusta cómo sigo tropezando con mis palabras, pero honestamente puedo decir que nunca he estado tan confundida en presencia de un hombre. Me encontraba demasiado nerviosa para comer el almuerzo y supuse que comería la cena cuando llegara a mi apartamento esta noche. Levanta la mano y hace señas a la camarera. Ella viene casi un segundo después con dos menús. Dom niega pero extiende uno hacia mí, entonces despide a la camarera. Me siento allí, sosteniendo la carta y sintiéndome como una idiota. —No voy a pedir y comer si tú no lo haces. —No soy el que tiembla por falta de comida. —No puedes estar hablando en serio. Estoy bien. —Pongo el menú sobre la mesa y coloco mis manos en mi regazo para que no pueda verlas. Se inclina más cerca, sus ojos clavados en los míos. —Lección uno. Es necesario que te pongas en primer lugar, Brielle. Es necesario que cuides mejor de ti misma si esperas que alguien más lo haga. Mi nombre en sus labios me sorprende. Dijo no nombres, sin embargo, no dudó en usarlo. —Me puedes llamar sólo Brie —le recuerdo—. Todo el mundo lo hace. —No soy como todos los demás. Y es un nombre hermoso. Mi piel se calienta ante su cumplido. —Es una combinación. Creo que fue el compromiso de mis padres entre Brianna y Gabrielle. Pero, sinceramente, no te preocupes, estoy bien —agrego, desestimando su preocupación. —Quiero que entiendas algo. Cuando estás bajo mi cuidado, soy responsable de ti. Necesito que confíes en mí para cuidarte. Y en este momento, me gustaría que comas algo. Asiento. Es abrupto y controlador, pero no puedo decir que sus intenciones no sean sinceras. Tomo el menú de nuevo y escaneo las páginas buscando algo que suene atractivo, pero la comida es la última cosa en mi mente. Veo una ensalada verde y cierro mi menú justo cuando la camarera se acerca otra vez. —Sí, la ensalada verde, por favor —digo con confianza. Quiero demostrarle que no soy una completa idiota. Puedo alimentarme, joder. Sus cejas se fruncen mientras me mira. —¿Eres vegetariana?

—No. Voltea hacia la camarera. —¿Puede añadir pollo o carne a la ensalada? —Sí, bien —dice ella, mirando entre ambos como si tratara de averiguar lo que está pasando. Se vuelve hacia mí una vez más. —Debes comer proteínas, Brielle. Te harán sentir mejor. Ahora que sabe mi nombre, parece que toma todas las oportunidades para usarlo. Hijo de puta. —Pollo, por favor —le digo a la mesera, mi humillación completa. —¿Te gustaría otra bebida? —Su voz es baja, como si estuviera tratando de ahorrarme la vergüenza. La preocupación en sus ojos es genuina. —Sí, por favor. —¿Qué tomarán? —pregunta la camarera. —Licor de melocotón con soda —digo. —Eso es todo —dice a la chica, tomando el menú de mis manos y entregándoselo. Cuando llega mi ensalada, me mira mientras como, su boca curvándose en una leve sonrisa cuando tomo un bocado de pollo. Este hombre es extraño. ¿Por qué le importa si como? Acabo de conocerlo. Y ciertamente no estoy en riesgo de morir de hambre. Al darme cuenta de que he comido casi cada bocado sin ofrecerle me hago consciente de mí misma. Hay un tomate maduro a la izquierda en el borde del plato. —¿Quieres un tomate? —pregunto. —No, no quiero tu tomate. Al menos, no en el sentido que estás ofreciendo —sonríe. Mis mejillas arden, pero finjo no darme cuenta de su comentario descarado. En cambio, como lo último de la ensalada, limpio mi boca con la servilleta, y lo miro. Estoy lista para ir al grano. —Si decidimos trabajar juntos, ¿cómo funcionará? —Tomo un sorbo de mi cóctel y espero a que responda. —Llegaremos a eso, pero primero no pudiste responder mi última pregunta en nuestro intercambio de correos. Parpadeo hacia él, fingiendo ignorancia. —¿A qué le tienes miedo? —dice recordándomelo.

Trago y tomo una profunda bocanada de aire. Me ha tomado varios días considerar su pregunta, de alguna manera sabiendo que no la dejaría pasar. —Mi mayor deseo es ser amada, y estoy más que asustada de no encontrarlo nunca —digo en voz baja. Suena tonto, demasiado romántico, e inmaduro cuando lo digo en voz alta, pero es la absoluta verdad. Sus siguientes palabras son perspicaces y contundentes—: No tengas miedo de lo que quieres. Te puedo convertir en una diosa del sexo que los hombres querrán follar, y puedo hacerte el ama de casa perfecta. Mi objetivo es enseñarte y ayudarte a alcanzar tus metas. —Sólo quiero un hombre que me note —digo en voz baja. —Entiendo. Miro el plato vacío delante de mí. Mi estómago está dando saltos mortales, y la ensalada que comí amenaza con volver. —Estás nerviosa. —Su voz es suave y controlada. —Sí —admito. —Y no estás segura acerca de cómo trabajar conmigo. —Necesito un poco de tiempo para pensar todo. Asiente una vez con comprensión. —La decisión es tuya. Tengo treinta de esos correos al día. Si no estás segura, si no puedes dedicarte a esto al cien por ciento, entonces me temo que yo tampoco. Soy un hombre muy ocupado, y sólo tengo tiempo para estudiantes serias, Brielle. Me tomo un momento para reflexionar sobre ello. Aunque necesito la ayuda, hay algo que todavía me confunde. —Esto de ser dominante... no estoy segura de eso ya que no soy sumisa. No sé cómo resultará. —Y realmente no veo cómo estar atada y azotada logre algo. —Si te dijera que fueras al baño y quitaras tus bragas en este momento... ¿te excitaría? Mi pulso late en mi cuello y mi vientre se mueve con mariposas. —Tal vez un poco. —Eso es lo que pensé. No te preocupes por las etiquetas. Soy tu guía, tu líder en este viaje. ¿Estás de acuerdo con eso? —Supongo que sí. —¿Sí o no, Brielle? —Sí. —Me las arreglo para decir. —Bien.

—¿Cómo empezamos? —Mi voz es débil, pero al menos soy capaz de mantener el contacto visual con el magnífico y dominante hombre frente a mí. —Nos reuniremos semanalmente a la hora y en el lugar que yo elija. Te he de emitir un desafío. Mientras tenga la oportunidad de conocerte y ver cómo reaccionas a mí, sabré en qué cosas necesitas ayuda. Mi tutoría se centraría en esas cuestiones. Tienes que entregarte a mí totalmente y confiar en este proceso para que funcione. Para ti, es probable que sea la autoconfianza, el arte de la seducción, y como has indicado, la conciencia sexual. Todo lo que ha acaba de describir es exactamente lo que quiero, lo que anhelo. Sólo hay algo que me incomoda... —En realidad, no esperas que te llame Dom, ¿verdad? Me mira con curiosidad. —Lo hago. Estoy desesperada por saber su nombre, y ni siquiera sé por qué. Tal vez debido a que esto no es un juego para mí. Es mi vida. Y si estoy confiando en este extraño con mi cuerpo —y mi cabeza— quiero saber más sobre quién es. —Ya sabes mi nombre. ¿Por qué no puedes decirme el tuyo? Deja escapar un profundo suspiro, y puedo decir que hay algo que no le gusta de mí interrogatorio. —He tenido dos incidentes desafortunados de mujeres enamorándose de mí y tratando de localizarme en mi vida personal. Mi nombre es poco común, y debido a lo que ha ocurrido en el pasado, no puedo correr el riesgo. O mejor dicho, no lo haré. Así que es Dom o nada. Tú decides. —¿Estás casado? —No. —¿Una novia? —No. —Su tono es firme, y aunque no sé si debo hacerlo, le creo. —Tendrás que firmar un acuerdo básico de no divulgación. Cualquier cosa que hagamos juntos no debe ser compartida o discutida en fiestas, es para protegernos a ambos. También insisto en que las clientas se hagan pruebas de ETS completas. Los resultados tardan alrededor de una semana, lo cual está bien. Nuestra primera reunión no será sexual. —¿No? —Odio el tono de decepción en mi voz. ¿De dónde diablos salió eso? —¿Es eso un problema? —Su boca se curva en una leve sonrisa, como si acabara de leer mi mente y le gustara lo que encontró. Me enderezo. —Por supuesto que no. —Para ti, y lo que esperamos lograr juntos, recomendaría seis sesiones. Es suficiente para darte el tiempo y la atención que te mereces, pero no tanto

tiempo juntos como para que... —Se calla, perdiendo algo de su confianza en sí mismo por primera vez esta noche. —¿No tanto tiempo juntos como para qué? —pregunto. —No me gusta hacer más sesiones que esas, porque las mujeres tienden a quedar atadas a mí. Me río a pesar de su expresión seria. No hay manera de que me quede atada a él. Todavía estoy tratando de aceptar cómo estar con un Dom va a funcionar, incluso por ese corto período de tiempo, y no tengo ningún interés en seguir ese estilo de vida a largo plazo. —Puedes tomarte algún tiempo para pensar en ello. Sé que para algunas es difícil… —Quiero hacerlo —digo abruptamente. —Está bien, entonces. Voy a enviarte por correo los documentos de confidencialidad, algunas clínicas locales que ofrecen pruebas de ETS, y la hoja de precios por mis servicios. —Entiendo. —Nada que valga la pena es gratis, y estoy dispuesta a pagar por su ayuda. Puedo decir, en base a nuestra única y corta conversación, que él es un verdadero negocio. Tan agradable como es tener una cuenta de ahorros, el dinero no me está haciendo ningún bien allí guardado. Esto es sobre mí tomando las riendas de mi vida e ir detrás de lo que quiero. Y ahora mismo, quiero que este descarado hombre me enseñe lo que sabe. —Quiero que hagas una lista de todas las cosas sexuales que has querido probar, pero que nunca has sido lo suficientemente valiente como para pedirlas. —Bien. —El pensar en esa tarea me pone un poco incómoda, pero tal vez esa es la idea. Estoy aquí para crecer. Aprender. —Tenemos que ahondar en tu pasado. Específicamente, ¿alguna vez te has dado placer a ti misma? Si es así, cómo, cuándo, la frecuencia, etcétera. Voy a necesitar que describas en detalle un par de fantasías. Quiero entender tus necesidades y deseos, Brielle. Es la única manera en que puedo ayudarle. Tomo una respiración profunda. Ahora entiendo, mirándolo, no sólo quiere estar dentro de mi cuerpo, quiere estar dentro de mi cabeza. Es un gran salto de fe de mi parte. —Muy bien —susurro. Se inclina más cerca, su boca retorciéndose con una sonrisa. —¿Te tocas a ti misma? La respiración se atora en mi garganta. ¿Quiere que le responda ahora? Pensé que quería decir más tarde, a través del anonimato del correo. —A-a veces.

—¿Con un juguete o con los dedos en tu coño? —Se inclina más cerca, tan cerca que puedo oler su cara colonia. Tuve un juguete, pero se rompió por el uso excesivo. De alguna manera, estoy segura de que sólo le haría reír. —Con mis dedos —le susurro. Llega a través de la mesa y levanta mi mano, estudiándola. Un jazz enternecedor flota en el aire, creando una presión atmosférica atractiva a nuestro alrededor mientras la voz de la hermosa cantante coquetea con nosotros en el cuarto. Caliente y molesta de una manera que nunca he experimentado, me doy cuenta de que estoy enrojecida y excitada de pies a cabeza. —Tienes dedos pequeños y delicados. —Su dedo se desliza a lo largo de mis dedos índice y medio, inspeccionándome y haciendo cosquillas en mi piel con su ligero toque—. Se sentirá muy diferente cuando te folle con mi mano, pero me dirás todo lo que te guste y cómo hacerte venir. ¿No, Brielle? Trago. —Sí. —Mi voz es un pequeño susurro, y sé que mis mejillas son de color rojo brillante. —¿Y qué acerca de los límites? ¿Hay algo que prefieras no intentar? Tiene razón; Tengo que tomar el control de mi vida, incluyendo mi vida sexual, si quiero tener éxito. Estoy decidida a tener confianza en este intercambio. Mis ojos se encuentran con los suyos. —Sexo oral. Hace un pequeño sonido de sorpresa en su garganta. —Dime por qué. —Mi reflejo nauseoso… —me detengo. No quiero sonar como una idiota ante alguien que es, obviamente, mucho más experimentado sexualmente que yo. No quiero que sepa que me atraganté y balbuceé como idiota la primera y última vez que lo intenté—. Es que no es algo que me guste. Se acerca, bajando la voz, y toda su presencia domina cada centímetro de mi espacio personal. Mis músculos internos se aprietan. —Te puedo enseñar cómo chupar una polla como una profesional. Cómo tragarla tan profundamente bien que ningún hombre jamás dejará tu cama. ¿Te gustaría eso, Brielle, mi pene enterrado profundamente en tu garganta mientras mi voz te guía? ¿Mi grueso eje bombeando dentro y fuera de tu boca mientras mis manos masajean tu garganta hasta que te relajes y me tomes? Incrementa la humedad entre mis piernas, y dejo caer mi mirada de la suya a la mesa. Es demasiado intenso entre nosotros. Dios, apenas nos conocemos. ¿Seguramente entiende que no puedo ir de cero a hablar sucio en treinta minutos? Lo mejor que puedo hacer es murmurar respuestas confusas. Asiento. —Podría intentarlo, si quieres que lo haga.

Su boca esboza en una sonrisa diabólica. —¿Estás mojada, melocotón? — pregunta, de la nada. Dios mío, es como si este hombre pudiera leer mi mente. Necesito una mejor cara de póquer si espero sobrevivir a mis encuentros con él. Al mirar hacia abajo, evitando sus ojos, le oigo reír en voz baja. Mi reticencia es la única respuesta que necesita.

Traducido por Ivy Walker Corregido por Nikky

Hale Sus respuestas han sido todas perfectas en su delicada sumisión. El ligero descenso de su barbilla, el bajar sus ojos, el rubor de color rosa en sus mejillas ante mi lenguaje vulgar. Las cosas van mejor de lo previsto y soy un hombre feliz en este momento, a pesar de que mi expresión se mantiene fría y neutral para no dejar ver nada. La presioné para tomar una decisión, le dije que tenía montones de mujeres esperando en fila, lo cual es cierto, pero aclararía mi agenda en un instante por la oportunidad de trabajar con ella. Hay algo en ella que me atrae, me hace querer una probada de la dulce sumisión que tiene dentro. —¿No vas a pedir una bebida? —pregunta, señalando el agua corriente en frente de mí. Rara vez bebo alcohol, no me gusta ceder el control. Pero esta hermosa criatura ante mí no necesita saber ese detalle tan personal. —Estoy bien. ¿Hay algo más que quieras saber? Asiente, un pequeño pliegue aparece entre sus cejas mientras piensa en lo que me va a preguntar. —¿Por qué haces esto? ¿Esta cosa de enseñar? —Quieres saber si soy un chico normal y que saco de esto, ¿verdad? Asiente. —Sí, básicamente. Inclino la cabeza hacia un lado, considerando su mirada incrédula. — Confía en mí, es una pregunta que recibo a menudo. Entiendo. Me tomo un momento, mirando alrededor, a nuestro entorno antes de responder. Incluso para los hombres que no participan en este estilo de vida, he encontrado que, en general, se sienten atraídos por mujeres que son capaces de ser sumisas. No mujeres débiles, tímidas sin opiniones y sin un pensamiento original. No, queremos una mujer fuerte que pueda igualar nuestro ingenio, intelecto y resistencia dentro y fuera de la habitación. Una mujer que tiene la suficiente confianza en sí misma y en su sexualidad que no tiene miedo de dejar su ego en la puerta y dejarme empujar todos sus límites. Una mujer que se

dejará caer de rodillas a mi disposición y confiará en mí para manejar todos los detalles. Eso me parece increíblemente sexy. Y ese es mi objetivo al enseñar a las mujeres que oriento. —Tengo un trabajo estresante y de alto poder en una corporación. Descubrí el BDSM hace unos años y me sentí como en casa. —No voy a hablarle de la tragedia personal que me llevó allí—. Muchos Doms tienen una sola sumisa, una compañera con quien explorar este estilo de vida y ya que todavía no he encontrado una que se ajuste bien, esta es mi manera de mantenerme activo en la comunidad. Y, sinceramente, me gusta la enseñanza. Es muy gratificante para mí ver a una mujer alcanzar su potencial, verla soltar todas sus inseguridades y aflorar bajo mi guía. Brielle me mira con una especie de asombro. —Eso es hermoso, en realidad —dice, sorprendiéndome bastante. No soy un santo; enseño a las mujeres a coger como estrellas porno para mi propio beneficio personal, así como el de ellas, pero asiento ante el cumplido. —Dime algo sobre este hombre que quieres conquistar. Una sonrisa transforma su cara, deja escapar un pequeño suspiro feliz. — Kirby es... —coloca una mano sobre su boca—. Lo siento. No nombres. Él ha sido mi mejor amigo hombre durante unos cinco años. Nos conocimos en la universidad y siempre hemos sido sólo amigos. Es dulce, atento y amable, todo lo que quiero en un hombre. —¿A qué se dedica? ¿Trabajo de tipo profesional, o algo con las manos? Ahoga una risa. —¿Kirby? ¿Hacer algo con sus manos? Dios, no. Es un abogado. Sintiéndome nauseabundo, asiento. —Entiendo. —No necesito saber mucho acerca de su príncipe azul, solo que es hombre y heterosexual. Después de que termine con ella, el imbécil no será capaz de resistírsele. —Dijiste que serías capaz de anticipar las preguntas que pudiera tener. Asiento. —Quiero ver lo bueno que eres. —Sonríe como si estuviera esperando a que la ilustre. —Soy el mejor. No dudes eso ni por un segundo. Se muerde el labio y deja que el silencio nos envuelva antes de continuar. Al verla, me doy cuenta de que hay algo que estoy disfrutando sobre sus reacciones y que no hay razón para apresurar esto. Voy a irme solo a una casa vacía después, o quizás me detendré y le haré una visita a Chrissy si estoy de humor.

—Te has estado preguntando qué tipo de mujeres por lo general vienen a mí en busca de ayuda. Sonríe. —Sí, en realidad. Asiento. Te lo dije, soy jodidamente el mejor. —Son mujeres regulares. Tus amigas, compañeras de trabajo y conocidas. Son mujeres que nunca alcanzaron el orgasmo. Mujeres cuyas parejas se han desviado y quieren aprender cómo satisfacer a sus hombres, mujeres que quieren tomar el control de sus vidas. Asiente mientras hablo, aparentemente encantada por mis palabras. Aunque ha habido un par de veces cuando una mujer ha solicitado mi ayuda para conquistar a un hombre al que ya conoce, como Brielle, pero no le digo eso. Nunca he visto este escenario lograrse con éxito. Si un hombre no se ha dado cuenta, hay una razón. Hay verdad en el viejo dicho No está interesado en ti. Si lo estuviera, no estarías en mi cama. Pero no voy a reventar su bonita y pequeña burbuja hoy. Porque algo me dice que será divertido verla montar mi polla y aprender a ser la seductora que veo al acecho en su interior.

Traducido por Marie.Ang Corregido por Dannygonzal

Brielle Me pierdo en sus ojos, en su profunda y atenta mirada, preguntándome qué sucederá a continuación. No tiene prisa por acelerar nuestra primera reunión, y aprecio eso. Todo esto es nuevo para mí; quiero absorber cada detalle. ―¿Hiciste lo que pedí? ―Su voz es suave y controlada. Es el tipo de voz que te inunda, haciéndote sentir cálida y atractiva. Podría escucharlo hablar por horas. ―¿A qué te refieres? ―Mi corazón empieza a latir con fuerza, como si supiera algo que yo no. Se inclina más cerca, y mi pulso retumba en mis oídos cuando se aproxima. Su mirada nunca se aleja. Nunca se aparta de la mía. Estar en su presencia es abrumante. Es tan fuerte y seguro, como supongo que es un dominante, pero no tenía idea de que se sentiría así. La temperatura en mi cuerpo se eleva cada vez más por él. Ni siquiera me ha tocado, no ha dicho una sola palabra. Simplemente me estudia desde el otro lado de la mesa, y es como si fuera mi dueño. Podría hacer lo que quisiera, y moldearme a sus deseos. Sus ojos permanecen en los míos, y aunque mi respuesta natural es apartar la vista, no lo hago. Esto es una prueba, y una que realmente quiero pasar. Es como si pudiera leerme con una simple mirada. Esos ojos cálidos, de color moca, me desarman como a una bomba. ―Tus bragas ―dice con frialdad tras varios minutos―. Ve al baño y quítatelas. Ponlas en tu bolso y tráemelas. ¿Dice que ahora? En su correo electrónico me pidió llevar bragas rojas, y fue un punto que discutí conmigo misma. No tenía un conjunto de bragas y sostén de ese color. Y sabía, que él nunca las vería, de todos modos esta sería la primera vez que nos

encontraríamos, y mi sentido general de modestia. Entonces, por qué, por el amor de Dios, anoche a última hora me apresuré a Victoria’s Secret y compré una tanga roja y un sostén con aumento, no puedo explicarlo. Quizás mi subconsciente se anticipó a este momento. ―No puedo simplemente quitarme las bragas en un baño público. ―Encuentro su mirada glaciar con la mía incrédula. Levanta la barbilla. ―La elección es tuya. Necesito saber que estás dedicada a esto. A mí. Aparentemente, esta es mi primera prueba. Y mi estúpida personalidad tipo A no solo quiere pasar, quiere lograrlo con éxito. Me levanto de la mesa con piernas temblorosas. Él me observa mientras tomo mi bolso del asiento junto a mí y salgo de la cabina. Me siento malvada y peligrosa, y suprimo una risita traviesa ante la idea. Me gusta este lado de mí que tan raramente sale a jugar. Esta sensación puede volverse adictiva. Cuando entro al cuarto de damas, miro el espejo para ver una sonrisa de suficiencia a través de mi rostro. Mis mejillas están manchadas de rosa, y hay un brillo travieso en mis ojos. Apenas hemos empezado a trabajar juntos, y ya me siento como una mujer diferente. Es gracioso cómo tomar el control de tu vida te hace esto. Sola en el baño, entro al primer cubículo y azoto la puerta detrás de mí. Un momento después, la puerta exterior se abre y dos pares de zapatos con tacón resuenan en el piso. ―¿Viste quién era ese? Estaba sentado con una mujer, pero ahora se encuentra solo ―dice la voz de una mujer. ―¿Cómo podría perdérmelo? Un sexy metro noventa con una poderosa mirada que incita a la cama es suficiente para embarazarte desde el otro lado de la habitación ―responde la segunda mujer, y comparten una ola de risas educadas. No puedo explicar cómo lo sé, pero estoy segura de que hablan de mi cita. Con la falda enrollada alrededor de mis caderas, espero y escucho. ―Es bueno verlo afuera. Fue tan triste lo que le sucedió. ―Fue devastador ―agrega la segunda mujer. El agua del grifo ahoga sus voces y no puedo entender las palabras, pero estoy temblando. Dijeron implícitamente que algo trágico le sucedió, y ahora que pienso en ello, tiene que haber algo más en su historia. Es un soltero guapo y exitoso. ¿Por qué está solo? ¿Por qué hace esto? La intranquilidad se agita dentro de mí. No estoy segura de si es sabio involucrarme en algo que no entiendo. Pero, ¿qué opción tengo? La idea de

regresar a mi existencia solitaria suena miserable. Esta noche es la cita más exitosa que he tenido en mucho tiempo. Claro, probablemente es porque le estoy pagando, pero aun así, se siente diferente. Más calmada, más elegante, en control. Cuando las mujeres salen del baño, me obligo a regresar al presente. No hay forma de rendirme ahora. Necesito ver lo que sucede a continuación. Meto los dedos en los hilos en mis caderas y bajo las bragas por mis piernas. Depositando el pequeño trozo de encaje rojo en mi bolso, salgo del cuarto de baño con los hombros cuadrados. En mi ausencia, la mesera quitó mi plato de ensalada y nuestras copas, y dejó la cuenta. Me deslizo de nuevo en mi lugar en la cabina, sentándome directamente frente a él. Su boca se tuerce con una sonrisa como si quisiera preguntarme cómo me fue, pero permanece callado y observa. Es como si supiera que estoy a momentos de tenderle la evidencia, y no necesitara llenar el silencio con una conversación sin sentido. Su confianza es adictiva. Igualo su postura segura y meto la mano dentro de mi pequeño bolso, haciendo una bola con las bragas dentro de mi puño. Tragando un repentino manojo de nervios, atravieso la mesa, extendiendo la mano hacia él. Discretamente, estira la suya y toma mi ofrecimiento, de inmediato mueve su mano hacia el bolsillo de su chaqueta y las pone a salvo en el interior. ¿Va a quedarse con ellas? Pensé que esto era una prueba, diseñada para asegurar que podía seguir instrucciones básicas. No imaginé que guardaría mi ropa interior para inspeccionarla más tarde. Jesús. ―Si no hay nada más, supongo que terminamos por esta noche ―dice, mirándome con frialdad. Mi cabeza está confusa por lo que escuché en el cuarto de baño y me encuentro desesperada por respuestas. Insegura de qué más hacer, asiento en consentimiento. Él se pone de pie y observa mientras agarro mi bolso y salgo de la cabina. Insistió en pagar la cuenta, lo que fue generoso, considerando que todo lo que tuvo fue agua, y yo cocteles así como una comida. Cuando llegamos a la parte frontal del club de jazz, sostiene la puerta y salgo a la noche. El frío otoño de Chicago demanda ser notado, y envuelvo los brazos a mí alrededor, preguntándome por qué no me puse un abrigo. ―¿Llegarás bien a casa? ―pregunta. ―Estaré bien. No vivo muy lejos. ―Apenas toqué mi segunda bebida, y el zumbido que había tenido se fue.

Llevando mi mano a su boca, presiona un beso en el dorso de ella. El gesto es tan inesperado, tan íntimo, que me encojo. Sus ojos van a los míos, notando mi desasosiego. ―Necesito que estés cómoda conmigo, Brielle ―dice en voz baja, su boca aún en mi mano. Asiento. ―Lo sé. Todo esto es muy nuevo para mí. ―¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuviste intimidad con un hombre? ―pregunta, estudiándome. Considero mentir, porque, maldición, la verdad es embarazosa. Pero él ha sido honesto conmigo en todo, al menos creo que así es, por lo que decido tratarlo con la misma cortesía. ―Cuatro años. Su garganta sube y baja, la única indicación de su sorpresa. ―Te prometo que haré que sea bueno para ti. No tienes de qué estar asustada. Decidiremos una palabra segura, y todos los juegos se detendrán cuando la uses. ¿Entiendes? ―Sí. ―Parpadeo hacia él, luchando contra el estremecimiento en mi espalda. ―¿Qué más te preocupa? Su habilidad para leerme como un libro es asombrosa, a pesar de apenas habernos conocido. ―Es sólo que no estoy acostumbrada a que un hombre me preste tanta atención, y tú eres uno muy atractivo, dijiste que las mujeres se te pegan, y no quiero que eso suceda. Oh Dios, estoy balbuceando. ¡Alguien que me calle¡ ¿Esa segunda bebida tenía suero de la verdad? Su boca se arrastra en una línea tensa. ―Esa sería una muy mala idea. Trago saliva y asiento. Se acerca más, y puedo oler la menta en su aliento. ―Sé qué piensas que esto es sobre Kirby, pero es sobre ti. Voy a ayudarte a ser la mujer que quieres ser. Una que ningún hombre pueda resistir. Tiene razón. Eso es lo que quiero, a pesar de lo que suceda con Kirby. Estoy cansada de salir con idiotas. Quiero una oportunidad con un buen chico, y si significa que no sea con Kirby, bueno, entonces al menos el Caballero Mentor me enseñará algunos trucos nuevos para ganarme a mi Sr. Correcto real. Merezco amor, y trabajaré duro para hacer que suceda. ―Tienes que confiar en mí. Confiar en este proceso. Será divertido, lo prometo. ―Me da un guiño coqueto y esa cegadora sonrisa blanca. Mareada, no estoy segura de cómo responder.

―¿Qué tienes que perder? ―Se inclina más cerca, su boca casi en mi cuello. Mi impulso es inclinarme hacia él, darle todo lo que quiere, pero eso no tiene sentido. Apenas lo conozco. Sus labios rozan mi garganta. Son cálidos y suaves, y puedo decir que se está conteniendo de presionarme más. Apartándose, endereza su chaqueta. ―Buenas noches, Brielle. ―Buenas noches ―murmuro, paralizada por su causa. Intento pensar en algo ingenioso que decir, algún comentario sobre mis bragas que aún se encuentran en el bolsillo de su chaqueta, pero estoy perdida. Él no dice nada más, casi como si quisiera que la anticipación se construya entre nosotros. Parece ser deliberado en todo lo que hace, y este momento no es la excepción. Espera mientras entro a mi auto antes de caminar hacia un lujoso sedan negro y subir.

Hale Eso fue malditamente interesante. Cuando entré y la vi, pensé que era un sueño. En ese momento prometí que la trataría como a cualquier otro cliente, porque si la verdad salía, arruinaría todo lo que he construido. La observo alejarse en su auto y espero hasta que sus faros desaparecen de vista. Entonces, alcanzo el bolsillo de mi chaqueta y saco la pieza de encaje rojo más pequeña que he visto. Estas bragas son una excusa dolorosa. Podría castigarla, azotar su lindo trasero por torturarme con el conocimiento de que todo el día a duras penas mantiene cubierto su coño mientras espera reunirse conmigo. ¿Trataba de burlarse de mí? No lo hará. No puedo dejar que piense que lleva la delantera. Necesito mostrarle quién está a cargo. Llevo la tela a mi nariz e inhalo profundamente. Una dulce excitación femenina me saluda. Jodido infierno. Mi polla se endurece y empuja mi cremallera. Bajo la mirada, maldición si no veo un pequeño punto húmedo en sus bragas. Algo me dice que mi pequeña nueva sumisa va a divertirse al jugar. Pero mientras tanto, enciendo el auto y me dirijo al departamento de Chrissy.

Traducido por noenatale Corregido por Kora

Brielle Ni siquiera puedo poner en palabras lo que acaba de pasar. Me comí la comida porque un hombre al que no conocía me lo había ordenado, le respondí mientras me acribillaba con preguntas eróticas y ahora no llevo bragas debajo de mi vestido. Me siento como si estuviera en medio de la niebla. Podría haber seis coches en fila detrás de mí, y yo cortésmente les habría sonreído y asentido y continuado con mis manos sosteniendo el volante. Aspira hondo, exhala hondo. Cuando mi teléfono comienza a sonar junto a mí, busco en mi bolso para cogerlo. He estado tan en shock desde que lo conocí que he pospuesto demasiado tiempo mi promesa de llamar a Julie. —¿Y bien? ¿Lo conociste? —me pregunta. —Sí, acabamos de terminar. Estoy conduciendo a casa. —¿Y? ¿Cómo fue? ¿Cómo era él? —Fue… interesante —dije, a falta de una mejor palabra. —¿Es un psicópata? —No, parecía completamente normal. Él es maravilloso, en realidad. —Entonces, ¿vas a hacerlo? —No lo sé. Es una locura, ¿no? —Mientras estoy sentada sola en mi coche, la duda comienza a abrirse camino dentro de mí. —Yo creo que es genial. Ir tras lo que quieres, aventurarte. Tú tienes pelotas de señora, y me encanta eso. —No sé nada de eso. —Me doy cuenta que fue inteligente de su parte decirme que ordenase una bebida. Quizás ahí es donde se vino abajo mi coraje. Mis pensamientos se fueron a la deriva, y la voz de Julie los trajo de vuelta al presente.

—Debes hacerlo, Brie. Dijiste que es maravilloso. En serio, ¿cuál es el problema? Si te sientes segura, ¿por qué demonios no? Mierda, quizás me apuntaré yo misma para una lección con él si esto funciona. La idea de Julie tocándolo, de él gruñéndole órdenes solo para sus oídos, no es placentera. Me golpea como una bofetada en la cara, y el impulso loco de quedármelo todo para mí estalla dentro de mí. Estaciono en mi lugar habitual y cojo mi bolso, saliendo del coche con mi teléfono aún presionado en mi oído. —Me alegra que seas comprensiva con esto —le digo—. Creía que ibas a pensar que estaba loca. —En realidad, había considerado no decirle a nadie lo que estaba haciendo, ni siquiera a Julie, pero entonces me di cuenta de que eso no era inteligente. Él podría ser en realidad un asesino en serie—. Creo que esto será bueno para mí. Estoy dispuesta a trabajar duro para conseguir lo que quiero. Sin embargo, créeme, la idea de acercarme a Dom no parece que sea un trabajo. Él es intrigante y sexy de una manera dominante. Nunca antes me había sentido atraída por un hombre como él, así que estoy segura de que esto era solo una casualidad. Mis novios en la universidad habían sido frikis con gafas, empollones, con zapatos deportivos de tenis blancos, del laboratorio de informática. Casi me rio cuando pienso en lo diferente que es él de los hombres a los que estoy acostumbrada. Es casi como comparar dos especies opuestas. Un león con una olomina. —Estoy orgullosa de ti —dice Julie—. ¿Cuándo lo verás de nuevo? Y sabes que voy a esperar más detalles, ¿no? Entrando dentro del ascensor, me rio y pulso el botón del sexto piso, donde se ubica mi apartamento. —Soy muy consciente.

Acostada en mi cama esa noche, no puedo evitar que mi mente dé vueltas, reproduciendo mi encuentro con Dom. Mientras abrazo mi almohada contra mi pecho y me meto bajo las sábanas, me doy cuenta de que él tomó el control incluso antes de conocernos, diciéndome cómo debía vestir, incluso mi elección de ropa interior, y yo obedecí con entusiasmo. Quizás tengo una naturaleza más sumisa de lo que creía.

Cuando pienso en él inspeccionado las bragas que se escondió en su bolsillo, una pequeña sonrisa aparece en mis labios. Mi vida podía ser pulcra y bien ordenada, pero las bragas que se asemejan más a hilo dental que a ropa interior deben indicarle que estoy abierta a una aventura sexual. Me siento traviesa y sin aliento, pero si él realmente puede ayudarme a conquistar a Kirby, mi decisión está hecha. Iré a por ello. Diablos, incluso podría ser divertido.

Traducido por Pau_07 Corregido por Beatrix

Hale Brielle siguió a través de todo como una buena sumisa. El jueves por la noche, me esperaba en mi bandeja de entrada el acuerdo de confidencialidad firmado. Puede que no tuviera validez en los tribunales, pero nos da a ambos la tranquilidad que necesitamos para seguir este asunto con discreción. Un segundo archivo adjunto contiene sus resultados de la prueba. Está completamente limpia. Y su nombre es Gertrude. Suprimo una risita. Le envío un correo electrónico, adjuntando mis propios resultados de las pruebas recientes. Mi nombre ha sido tachado, pero va a saber que tengo veintiocho años y nací en Chicago. Le digo que nos encontremos en un lugar tranquilo y elegante salón en el centro de Chicago el viernes por la noche. Nuestra primera lección comenzará entonces. El dominante en mí está sonriendo ante lo que tengo en la tienda para ella.

La veo inmediatamente. Sentada en un taburete de la barra con un vaso de vino blanco en frente de ella, Brielle es ajena a la atención de los hombres con los que actualmente está reunida. El vestido color ciruela atado alrededor de su cuello se sumerge bajo en la espalda, cayendo casi hasta el culo, me hace sentir extrañamente posesivo. Aprieto los puños a mis costados y tomo una respiración profunda. —¿Quién dijo que podías usar un vestido sin espalda? —susurro cerca de su oído mientras me deslizo detrás de ella. Brielle salta como si mi voz le

hubiera sorprendido. Ella no es mía, sólo es mía para entrenarla por las próximas seis semanas, sin embargo, algo acerca de los hombres a su alrededor siendo deleitados por la elegante curva de su columna vertebral, los hoyuelos en la parte baja de su espalda, me golpea duramente. Brielle se ve impresionante mientras se vuelve hacia mí con una expresión preocupada. Su boca forma un puchero, y su mirada recorre la longitud de mi cuerpo. Al salir tarde del trabajo significa que todavía estoy vestido con un traje, aunque aflojé la corbata y desabroché el cuello. —Yo… —comienza. —Te ves hermosa —le digo, mirándola directamente a los ojos. —Gracias —dice en voz baja, su postura relajada. Tomo el asiento a su lado y cuando el camarero se acerca, ordeno un agua con gas. Brielle me mira con curiosidad. —No bebes, ¿verdad? —pregunta arrugando la frente. —Nunca bebo cuando estoy trabajando, o cuando estoy jugando en una escena. Mantener la cabeza clara para que pueda centrarme en la mujer con la que estoy es mucho más atractivo que una borrachera barata. Asiente. —Eres muy controlado, ¿verdad? —Definitivamente. —¿Qué haces para divertirte? Sonrío. —¿Quieres saber acerca de mis pasatiempos? —¿Por qué no? —Sonríe, llevando la copa de vino a sus carnosos labios. Algo me dice que iluminarla sobre mis actividades en el club sólo hará que se ponga más nerviosa. Y tan divertido como sería ver su respuesta, la necesito relajada, abierta a sí misma y confiando en mí. Esta noche será nuestra primera vez juntos. Aun así, debería saber un poco sobre el hombre al que ha contratado. —Me gusta empujar a las mujeres a sus límites. Juegos de rol, bondage ligero, nalgadas. —Sonrío—. Y los domingos, llevo a mi nana a la iglesia. La boca de Brielle cae abierta. —Dime una cosa sobre ti misma que te gustaría cambiar —le digo, cambiando la conversación a ella. Piensa por un momento antes de responder, tomando otro sorbo de vino. —Me gustaría tener más confianza. Una de esas mujeres que pueden pavonearse en pelotas y sentirse como una diosa.

No conozco muchas mujeres así, pero sé que puedo ayudarla. Es como si un hombre nunca hubiera apreciado su cuerpo, mostrado todas las formas en que es hermosa y sorprendente. No voy a cometer el mismo error. —Y ¿qué pasa con las relaciones pasadas? —pregunto—. Indicaste que tuviste dos. Asiente. —Sí. —¿Cómo has sentido que no tuviste éxito en eso? —Probablemente era demasiado ansiosa, demasiado preparada para una relación estable y monógama, y el futuro que va junto con ello —admite—. La mayoría de los hombres no están interesados en eso. Ella merece monogamia y compromiso de un hombre. ¿Pero cuando le he dado alguna vez realmente eso a una mujer? Una vez, y casi acabó conmigo. —La lección de esta noche se centra en la seducción. Querías practicar atraer al sexo opuesto, coqueteando, ¿sí? Asiente, mordiéndose el labio inferior. —¿Ves a ese hombre al final de la barra? —El tipo está en sus treinta y tantos años, buen aspecto y vestido con un traje y corbata. Sin anillo, sosteniendo una botella de cerveza en frente de él. Básicamente, un blanco fácil. Asiente. —Quiero que termines tu vino. Camina por allí, ponte de pie cerca de él con tu copa vacío. Haz contacto visual, sólo brevemente, a continuación, mira hacia otro lado. Traga con dificultad, sus mejillas brillan. La idea de esto le intimida, pero de alguna manera sé que va a seguir adelante. —Bueno. ¿Y entonces qué? Acaricio su mejilla, fomentando su valentía. —Él va a iniciar una conversación contigo. Se cortés, pero no seas demasiado ansiosa. —Espera. —Levanta su mano—. ¿Cómo sabes que va a empezar una conversación conmigo? —Lo va a hacer. Y te va a ofrecer otra bebida. Piensa en ello, y luego acepta. No seas demasiado entusiasta. No lo necesitas. No necesitas un hombre en absoluto, ¿me entiendes? —Pero es por eso que vine a ti. Quiero… La detengo a su mitad de la frase. —Los hombres pueden oler la desesperación a un kilómetro de distancia. Si él cree que estás sufriendo por un anillo en el dedo y dos hijos y medio, va a desaparecer tan rápido que te hará girar tu cabeza.

Ella frunce el ceño, y sospecho que mi pequeña gatita demasiado ansiosa ha estado teniendo las cosas mal. Haciendo con valentía una conversación, riéndose de cada mala broma, asintiendo a lo largo y aceptando casi cualquier cosa. A la mierda eso. Ella es una exquisitez que se puede degustar. Quiero respirar en ella cada respiración, sentir su cálida piel bajo mis manos, y saber que sus gemidos de placer son por mi culpa. Y quiero trabajar jodidamente por ello. Todo está en la persecución. La sumisión es mucho más hermosa cuando tengo que trabajar para que ocurra. —Habla con él durante unos minutos, pero deja que tome la iniciativa. Él es el hombre, por el amor de Dios. Quiero que practiques el coqueteo. —No soy buena en el coqueteo —dice. Mis sonrisas traviesas le dicen que ese es el punto, y cuando lo entiende, Brielle entrecierra sus ojos. —Tu objetivo es dejarlo con ganas de más. ¿El viejo dicho acerca de regalar la leche de forma gratuita? Digamos que es del todo cierto. Déjalo duro y sin aliento. Confía en mí, estará con ganas de llamarte. Toma el resto de su vino de un solo trago. —Deséame suerte —dice poniéndose de pie. Es más alta de lo que recordaba, y bajo la mirada para ver sus pies elegantemente arqueados realzados por tacones negros. —No lo necesitas — murmuro. Brielle sonríe y deja que sus largas piernas la lleven hacia él, entonces lo hace del mismo modo que he instruido. Está de pie junto a él como si estuviera esperando a que el camarero notara su copa vacía, y como predije, el Sr. Alto, Oscuro y Despreciable ya la tiene en la mira. Está prácticamente jodidamente salivando. Le pide que se una a él, señalando el taburete vacío junto a él. Brielle, mi buena pequeña estudiante, toma un momento para pensar en ello en lugar de acordar de inmediato. Ella es una complaciente, y eso es su problema. Quiero enseñarle a pararse sobre sus propios pies, darse cuenta de su propio valor, y hacer que un hombre trabaje por su afecto. Ningún hombre quiere una presa fácil. Él quiere la profunda satisfacción que viene de conquistar lo que no ha sido conquistado antes. Después de unos minutos, tiene una bebida fresca en frente de ella, y está sonriendo mientras escucha algo que él dice. Es atenta y se interesa, pero sólo ligeramente. Él tiene que trabajar para ello, tal y como debería. Espero que los ojos de Brielle se encuentren de vez en cuando con los míos, buscando

aprobación, o simplemente para comprobar que estoy viendo, pero no mira ni una sola vez. Me molesta más de lo que debería. Pronto, ella se inclina más hacia él en la barra, riendo abiertamente. Cuando la veo interactuar, me encuentro deseando algo más fuerte que el agua con gas. Ella es sólo un cliente, por lo que mi reacción está fuera de lugar. Y a duras penas nos conocemos. Tal vez eso es todo lo que es, apenas hemos cimentado nuestra relación, por breve que sea, y ya está afuera tratando de complacer a otro hombre. Eso no va a pasar. Ni siquiera he llegado a probar los productos, y no hay de forma que este cretino vaya a hacerlo antes que yo. Tenemos un acuerdo. Ella es mía durante seis sesiones. Los veo impacientemente, a la espera de una excusa para transportar su culo fuera de allí. Sus ojos están fijos en él, y su mano está a su lado. Saca el teléfono celular de su bolso, y... ¿qué carajos? Está guardando su número en su teléfono. Me levanto y doy zancadas hacia ella, mi visión borrosa con la necesidad de estar a solas con ella. Mi mano en su espalda baja la sorprende, y salta ligeramente ante mi tacto. —Es hora de irnos, gatita —ladro. Ella traga y da un asentimiento apretado, lo que me permite guiarla desde el taburete. No dice una palabra al hombre a su lado, pero él nos ve alejarnos con la boca abierta. La arrastro hacia el pasillo de atrás y me detengo una vez que estamos acomodados en las sombras. Presionando su espalda contra la pared, la empujo con mis caderas. —¿Qué demonios fue eso? —gruño muy consciente de que acabo de arrastrarla al maldito pasillo como un hombre de las cavernas. Parpadea hacia mí con confusión, y jadea. —¡Sólo estaba haciendo lo que me pediste! Está frustrada. Bueno. Bienvenida al club, cariño. Tomo el teléfono de su mano y bajo la mirada a ella, dejando que la insatisfacción que siento irradie de mis características. —Guardaste su número. —¿Y? Me inclino más cerca de su rostro, tan cerca como me atrevo, por lo que puede sentir el lavado de mi aliento cálido y oler mi esencia. —Que el hombre sea el hombre. Él debe guardar tu número. Él debe llamar primero. Él debe planear la cita.

Su mirada cae al suelo entre nosotros cuando se da cuenta de su error. Siempre tengo tres escenarios en cuenta a la hora de entrar en una lección. Mi objetivo es empujar a un cliente fuera de su nivel de comodidad, pero dependiendo de cómo responda, tengo otras direcciones por las que pueda llevar las cosas. Esta noche, ninguno de esos escenarios representaba para mí el querer poner su culo desnudo sobre mi rodilla y enrojecer su piel hasta que su pequeño coño caliente esté húmedo, sin embargo, aquí estamos. Mi mano está con ganas de golpear la mejilla de su culo. Tomo una respiración profunda, tratando de recuperar el control que sentir deslizarse. —Tienes una decisión que tomar —le digo, levantando su barbilla para que su mirada se encuentre con la mía—. Decide ahora. Un hotel, algún lugar público, o tu lugar. El flash de entendimiento en sus ojos me dice que sabe que esta lección no ha terminado; que apenas acaba de jodidamente comenzar. —Mi lugar — dice ella, sorprendiéndome. La llevo hacia la entrada trasera donde mi coche está aparcado. Mi mano descansa en su espalda mientras la guío afuera en el helado aire. La necesidad de tenerla a solas y averiguar lo que le calienta, lo que le hace temblar, se prende dentro de mí. Y la mirada de tímida preocupación pintada sobre sus delicados rasgos sólo hace que la desee más.

Traducido por Amélie. & Jasiel Odair Corregido por Anty

Brielle ¿Qué estoy haciendo? Apenas conozco este hombre, y sin embargo, ya marqué mi dirección en el GPS de su lujoso coche. Ahora prácticamente tiemblo en el asiento de cuero mientras nos dirigimos a mi apartamento. Aparte de pedir mi dirección, no ha dicho una palabra, y su silencio es inquietante. Agarro mi teléfono y le envío un mensaje a Julie. Brielle: ¡Mierda! Lo invité a mi casa. ¡¡Convénceme que no!! Su respuesta es instantánea. Julie: ¡Chica, ve por ello! No son las palabras de advertencia que quería escuchar. Por otra parte, ella siempre me anima a tomar más riesgos, así que, ¿qué es lo que realmente esperaba? Tomo un respiro profundo y atrapo a Dom mirándome por el rabillo de su ojo. —¿Todo bien por allá? —pregunta, sacándome de mi momento de pánico. —Yo… Sí. —No me mientas, Brielle. Estás dudando de ti misma. Dejo caer mis manos en mi regazo y miro hacia adelante. —¿Por qué preguntas si ya sabías eso? —Dime por qué —dice, su voz firme y dominante. —No todos los días invito un hombre extraño a mi casa. —Seguro como el infierno espero que no. Pero le escribiste a tu amiga que me estás llevando a casa, que es exactamente lo que debes hacer. Solo relájate, ¿de acuerdo? Es inquietante cómo puede leerme tan bien. Por no hablar, que el cambio brusco en su estado de ánimo es inesperado. No puedo empezar a imaginar lo que pasa dentro de su cabeza.

—Pero pensé que estabas enojado conmigo sobre lo de antes... Pensé que me ibas a azotar —admito suavemente. —¿Quieres que te azote? Mi mirada va a sus grandes palmas envueltas alrededor del volante, y un escalofrío caliente de anticipación pulsa a través de mí. —No —digo, pero mi negación suena débil y vacía, incluso para mis oídos. Su boca se levanta en una perezosa sonrisa. Cuando llegamos a mi apartamento, estaciona paralelamente a la calle. Lo dirijo dentro, torpemente con mis llaves mientras desbloqueo la puerta de entrada del edificio. Dentro del ascensor, presiono el botón para el sexto piso y lo miro. Me inmoviliza con una de esas intensas miradas heladas, que puedo sentir muy dentro de mi cuerpo. —Este amigo tuyo, Kirby… ¿ustedes dos alguna vez han compartido una conexión de borrachos? —pregunta, sorprendiéndome por completo. —No. —¿Un beso? —pregunta, acercándose. —¿Importa? —Nunca he hecho nada remotamente sexual con Kirby, pero su insistencia por saber esos detalles parece demasiado íntimo, ya que no sé nada de su pasado. Él hace un sonido bajo en su garganta, cerrando la distancia entre nosotros, inclinando su cabeza para inhalar el olor de mi cuello. —Cuando hago una pregunta, espero una respuesta honesta. Permanece en mi cuello, y el calor de su aliento calienta mi piel. Por un momento, me preocupa que mi respiración pesada me delate. Su lado dominante es sexy como el pecado, y quiero ver más de él. —Nunca, ¿está bien? —susurro. Mis sentimientos y reacciones hacia él me confunden. El ascensor se detiene, y lo conduzco a mi apartamento. El momento en que la puerta se cierra detrás de nosotros, busco el interruptor de la luz, pero su mano atrapa mi muñeca. De alguna manera me encuentro apretada contra la pared, su forma grande me mantiene quieta con mis muñecas bloqueadas por encima de la cabeza. Mi corazón salta en mi garganta mientras me pregunto qué va a ocurrir a continuación. Cruda química sexual quema con pasión entre nosotros; no se puede negar la atracción. Y tengo la sensación de que las cosas se hallan a punto de ponerse reales.

—Voy a besarte. Esta es tu oportunidad para decir sí o no. —Su agarre es firme, aún así su voz es suave. La indecisión me llena. Debo decir que no; estamos trabajando juntos. No se trata de romance y flores. Pero quiero sus labios sobre los míos más que mi próximo aliento. —Sí. En el segundo en que la palabra deja mis labios, su boca se encuentra en la mía, dominándome con una avalancha de besos hambrientos. Sus labios se mueven contra los míos mientras su mano ajusta mi mandíbula hasta el ángulo correcto, y cuando lo encuentra, su lengua me recorre y lame la mía. Maldita sea, el hombre puede besar. Una debilidad me atraviesa y mis rodillas casi ceden. Cuando libera mis manos, agarro su chaqueta, deseando más. Su enorme, pesada erección presiona contra mi vientre, y mis músculos internos se aprietan en deliciosa anticipación. Sus manos se deslizan por mi cuerpo hasta que encuentran mi trasero. Lo agarra, una nalga en cada áspera palma, amasando y apretando mientras gime en mi boca. Mis bragas se mojan al instante. Cuando aleja su boca de la mía, jadeo por aire, sintiéndome desorientada como si acabara de correr una maratón. Y joder, eso fue solo un beso. —¿Ibas a dejar que ese hombre toque tu pequeño coño mojado? —Su voz es profunda y ligeramente sin aliento. —¡No! —suspiro. —Es verdad no lo harás. Él no hizo nada para ganarse ese privilegio. Y por las próximas seis semanas, este coño es mío. Dilo, Brielle. —Por las próximas seis semanas, soy tuya. —No lo suficientemente bueno. Dilo. —Mi coño es tuyo. —Mis músculos íntimos se aprietan mientras las palabras salen de mi boca. —Eso es correcto —dice, moviendo su mano sobre la parte delantera de mi vestido para ahuecar mi sexo a través de la tela—. Mío. —Cuando mis caderas involuntariamente empujan hacia su mano, encuentra mis ojos con una expresión seria—. Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así, melocotón? ¿Debería dejarte venir para que así estés concentrada en nuestra lección? Hago un débil, desesperado sonido en mi garganta, mi empañado cerebro por la lujuria lucha conmigo misma para mantenerme entera cuando... oh.

Sus manos se deslizan bajo el dobladillo de mi vestido y tira mis bragas por mis caderas. La tanga negra se desliza a mis tobillos, deteniéndose en mis talones. Debo ser todo un espectáculo, clavada contra la pared con mi ropa interior a mis pies. Él acaricia la línea de mi sexo, separándome, y cuando me encuentra resbaladiza, desliza sus dedos por mis pliegues y gime. Luego se lleva los dedos a la boca y los prueba. Mis mejillas se calientan y me hallo abrumada con una sensación extraña. ¿Reverencia? ¿Deseo? —Joder, sabes bien. Después de lamer sus dedos hasta limpiarlos, baja la mano y sumerge dos dedos muy dentro de mí, haciéndome gritar por la invasión repentina y muy agradable. —Tengo que conseguir que esté listo para mí. No quiero hacerte daño — gruñe, metiendo dos dedos dentro y fuera. Me aseguro a sus bíceps, colgando para salvar mi vida. Placer explota dentro de mí, y nunca nada se ha sentido tan bien. Mi cabeza golpea contra la pared cuando su pulgar frota entre mis muslos. Sus dedos se deslizan muy dentro, acariciando, complaciéndome como ningún hombre lo ha hecho antes. Cuando su boca baja a la mía de nuevo y muerde mi labio inferior, estallo, viniéndome intensamente, veo una explosión de luz blanca detrás de mis párpados. Jadeo por aire, mis ojos se abren para encontrar los suyos. —¿Siempre te vienes tan rápido, melocotón? —pregunta. No contesto. Simplemente me quedo ahí, aferrándome a él mientras lucho para recuperar el aliento. —Eres hermosa cuando te dejas ir. Libera su agarre en mí y lleva una mano a mi mejilla, donde utiliza la yema del pulgar para acariciar mi labio inferior con cuidado. Recuerdo cómo me mordió, me estremezco, pero lo besa alejando la picadura, murmurando una disculpa. Es vertiginoso cómo puede ser tan dominante y áspero en un momento, y luego dulce y tierno al siguiente. Se inclina acercándose, tan tranquilo y completo como siempre. —Ve a tu habitación, quítate el vestido, arrodíllate en el suelo, y espérame. A pesar de mi intensa liberación hace unos momentos, mi cuerpo tiene hambre de más. Más de todo. Esos besos hábiles, manos ásperas, y las palabras sucias destinadas a hacer que me someta. Me agacho para subir mi ropa interior de vuelta, cuando una mano firme sobre mi muñeca me detiene.

Niega con la cabeza. —¿Quién dijo que podías ponértelas de nuevo? — Me ayuda a salir de mi ropa interior y las cuelga de su dedo índice—. Mi pequeño melocotón sexy —murmura. Cuando se mete mis bragas en el bolsillo, sé que he sido despedida. Mis piernas temblorosas me llevan por el corto, oscuro pasillo a mi habitación. No estoy segura si debería encender la luz, pero decido hacer exactamente lo que me pidió. Con dedos temblorosos, desato las cuerdas en la parte trasera de mi cuello y dejo el vestido caer a mis pies, luego salgo de mis tacones y coloco todo junto a mi armario. Una vez que estoy completamente desnuda, me arrodillo en el centro de la habitación con la mirada entrenada en el suelo y espero. Mis latidos choca contra mis costillas, y me encuentro llena de una extraña sensación de anhelo y expectación. El sexo nunca es así. Siempre he estado en una cama, bajo las sábanas, sin hablar sucio y ordenes contundentes. Simple y sencillo. Sé que el sexo con mi Dom va a ser cualquier cosa menos ordinaria. Y eso es mucho más emocionante de lo que debería ser. Mientras me arrodillo en mi habitación a oscuras, desnuda y mojada entre mis piernas, el ruido en mi cerebro comienza a tranquilizarse. Me hallo singularmente centrada en él. Mi mirada no se aparta del enfoque en el suelo cerca de la puerta, en la franja de luz que viene de la sala. Mi ritmo cardíaco crece pesado con anticipación. Minutos pasan y oigo una puerta cerrarse. ¿Se fue? Peleo conmigo misma, con ganas de levantarme e ir a la ventana y ver si se fue, pero mi cuerpo me exige quedarme. Así que sigo esperando en mi lugar y varios minutos después, lo escucho. Pasos acercándose. Cuando entra en la habitación, lleva algún tipo de pequeña bolsa de cuero negro. Mi corazón se alborota en mi pecho. Cruza con calma la habitación, ignorándome, y coloca la bolsa en mi cama. No sé si debo mirar, pero no puedo evitar que mis ojos lo sigan. Se quita la chaqueta y prolijamente la pliega, colocándola sobre la mesa al lado de mi cama. Abre la cremallera de la bolsa y saca una tira de tela negra, y luego se vuelve hacia mí. —Esos pequeños ojos codiciosos quieren ver todo, para formar una opinión sobre todo esto, ¿no? No contesto. Mi respiración poco profunda crece a medida que continúo observándolo. —Lo único en lo que te quiero enfocada es en la sensación, sentimientos. ¿Entiendes?

—Sí. —Quiero mostrarte lo que eres capaz de hacer. ¿Confías en mí? —Sí —le digo de nuevo. No estoy segura de por qué, pero lo hago. Y confía en mí, soy consciente de que es absolutamente loco. Se pone de pie detrás de mí y sujeta la tela de seda sobre mis ojos, atándola detrás de mi cabeza. Bloquea mi visión por completo. Mi ritmo cardíaco aumenta a medida que la conciencia de que me encuentro en completa oscuridad me inunda. Oigo atentamente y lo escucho a caminar hacia la cama. Entonces percibo una cerilla encendiéndose, y todo mi cuerpo se pone rígido. Sus pasos cruzan la habitación, y estoy a punto de preguntarle lo que sucede cuando el ligero aroma de sándalo y grosella negra me saluda. Encendió una vela, me hallo bastante segura. Tal vez todo esto es parte de un ritual para él. Nada es apresurado, todo está calculado y planeado, y me gusta que haya tomado tanto tiempo y atención en la planificación de mis lecciones. Oigo un ruido sordo y luego otro. Se quitó los zapatos, creo. —Las manos detrás de la espalda —Se encuentra justo delante de mí ahora. Puedo sentir el calor que emana de su cuerpo. Hago lo que pide y encajo mis dedos en la parte baja de mi espalda. La nueva posición empuja mis pechos hacia adelante y hacia fuera. Me imagino lo que debo parecer desnuda, con los ojos vendados, y de rodillas en el suelo, bañada por el parpadeo suave de las velas. Bueno, esto es nuevo. —Esa es una bonita vista, melocotón. Mientras me acaricia la mejilla con el pulgar, me inclino hacia su tacto, sintiendo su aprobación en cada golpe de sus dedos. Sus manos siguen sus caricias suaves, arrastrándose por el cuello y por los largos mechones de mi cabello. Su tacto es suave, prudente, como si estuviera conteniéndose a sí mismo de nuevo. Por ahora, al menos. —Necesitamos hablar de tus límites. ¿Hay cosas con las que estás incómoda, Brielle? No estoy segura de cómo responder, porque si bien hay cosas que me ponen nerviosa, una pequeña voz dentro de mí me dice que eso es todo el punto. Quiero crecer en confianza y experiencia, y la única manera de crecer es empujarme fuera de mi zona de confort. Recuerdo la frase pegada en mi nevera: La vida comienza al final de tu zona de confort. Cuando arrastra su mano hacia abajo por mi espalda, me doy cuenta que no he respondido todavía. Mi trasero se encuentra expuesto en esta posición y

se aprovecha al máximo, pasando la yema de su pulgar sobre mi espalda y acariciándome allí. —¿Es esto valido? —pregunta, con voz áspera. Su cálido dedo en un lugar prohibido provoca pequeñas fracturas de calor irradiando por mi espalda, y las mariposas toman vuelo en mi vientre. Como no podría formar palabras en este momento si quisiera, me limité a asentir. —Mmm. Cosa traviesa —dice en voz baja. Saca su mano y levanta mi barbilla, a pesar de que el contacto visual es imposible con la venda en los ojos. Pero tal vez hay algo que tiene que ver en mi expresión, en mis reacciones a él. —Tienes que elegir una palabra de seguridad. Algo fácil de recordar. Si hago algo que no te gusta, lo utilizas y voy a parar. ¿Entiendes? —Sí —le susurro, la necesidad cada vez mayor dentro de mí. —Entonces, ¿qué va a ser? —No estoy segura. ¿Alguna sugerencia? —pregunto. —Tiene que ser algo fácil de recordar cuando te estén entregando tu culo, literalmente. —Puedo oír la sonrisa juguetona en su voz. La palabra se halla en mis labios antes de que tenga tiempo para procesarlo. —Melocotón. —Perfecto —dice con adoración. Oigo una cremallera abrirse lentamente. Un débil rastro de jabón me hace cosquillas en la nariz, junto con almizcle masculino. Todos mis sentidos se encuentran finamente sintonizados con lo que sucede un poco más allá de mi alcance. —Voy a mostrarte cómo complacer a un hombre con la boca, Brielle. ¿Te gustaría eso? El sonido del roce de piel envía mi mente a volar. Imagino que ha liberado su polla y su mano se desliza arriba y abajo. Su respiración se acelera, y puedo sentirme mojarme. Le dije en nuestro primer encuentro que el sexo oral me hace sentir incómoda, lo que es probablemente por qué está haciendo de esto nuestra primera lección. —S-sí, por favor. —No sé quién es esta mujer en el suelo pidiendo chuparle la polla, pero hay honestidad en mis reacciones a él. Parece que su naturaleza dominante despierta una parte de mí que no sabía que existía hasta este momento. —Ábrete para mí —dice. Abro la boca y espero.

—Más amplio, cariño. —Puedo oír un toque de humor negro en su voz. Fuerzo mi boca aún más amplia y siento su cabeza contundente acariciar mis labios. Mi lengua sale instintivamente a probar lo que ofrece. Un gruñido empuja más allá de sus labios mientras mi lengua se arremolina alrededor de su cabeza. Luego se desliza hacia adelante y llena mi boca. Todos los sentidos se agudizan con mi visión obstruida, y absorbo todos los detalles que pueda. La vena que corre a lo largo del lado de su longitud. El sabor ligeramente salado en la punta, el gran peso de sus testículos cuando mis exploraciones de lengua van más abajo. —Tómalo, cariño. Tómame profundo. Lo engullo, mi garganta cerrándose alrededor circunferencia, y gruñe. El orgullo surge a través de mí.

de

su

masiva

Cada vez que se desliza sobre mi labio inferior, me acuerdo donde me mordió antes. Se encuentra hinchado y dolorido, pero de la mejor manera posible. —Eso es —dice para animarme, su voz increíblemente tensa—. Un hombre quiere sentir cuán involucrada estás. Quiere saber que lo disfrutas también. Estoy en ello, más de lo que nunca he estado. Creo que la diferencia es este hombre dominante y mi necesidad de complacerle. Desatando mis dedos, agarro su impresionante longitud, acariciándolo mientras chupo. Sus manos se deslizan por mi pelo, y da un tirón firme. El aguijón del dolor es leve y se disipa rápidamente. —Las manos detrás de la espalda. Me retiro hacia atrás e instintivamente levanto la barbilla para mirarlo, aunque no lo puedo ver. —Quiero tocarte. —Me estás tocando. Tu boca se siente increíble, mascota. Me elevo por su cumplido y pongo mis manos detrás de mí una vez más para poder reanudar donde lo dejé, mi boca abierta lo busca en la oscuridad. Sus manos a cada lado de mi cara me guían hacia adelante y sus caderas comienzan a mecerse, empujando su gruesa polla dentro y fuera de mi boca. Soy un recipiente para su placer, y nada podría complacerme más. Mientras el aroma embriagador de la vela encendida llena la habitación, estoy consumida por él y por todas las sensaciones. Este hombre grande se cierne sobre mí, mi boca abierta tan ancha que me duele la mandíbula, y mi coño tan húmedo y codicioso, que aprieta cada vez que él empuja hacia adelante.

—Para. —Su voz es cruda, y saca su polla de mi boca con un sonido húmedo de succión. Gruñendo una maldición, me deja preguntándome lo que he hecho mal—. Me mentiste, Brielle. Me quita la venda y el parpadeo de las velas me saluda, iluminando el hecho de que estoy en mis rodillas con él de pie junto a mí. Su pene luce alto, brillando con mi saliva. Su cuerpo es suave en todas partes, esculpido en músculo duro como una piedra. Este hombre está construido para el sexo. —¿Qué hice? —le pregunto mientras mi cerebro se esfuerza por comprender en qué le he mentido. Mierda. ¿Qué he hecho? Se agarra la polla y aprieta, mirándome con desagrado. —Me hiciste creer que no eras buena chupando una polla. Y vas a hacer que me corra si sigues así. Orgullo se hincha dentro de mí, y me chupo mi labio en mi boca, en un esfuerzo para luchar contra una sonrisa. —¿Quieres acabar conmigo? ¿Sentir que pierdo el control en tu boca? — Inclina la cabeza y me estudia. —Sí —digo con confianza, mirándolo directamente a los ojos. —Agáchate. Coloca la frente sobre la alfombra y pon ese culo muy bonito en el aire. Hago lo que ha instruido, mi cuerpo ya hormigueando en previsión de lo que está por venir. Me encuentro completamente expuesta, y aunque normalmente me sentiría avergonzada e insegura con él, me siento viva. —Separa tus rodillas. Cuando separo mis rodillas, me hallo completamente abierta para él. Debería sentirme cohibida, pero con mi mejilla pegada al suelo, levanto la mirada y veo el deseo en sus ojos. Un rayo caliente me atraviesa. Me siento más deseable en este momento de lo que alguna vez recuerdo sentirme. —Y pensar que iba a tomar las cosas con calma contigo, hacer las cosas fáciles para ti esta noche. —Hace un sonido bajo de tsk-tsk. ¿Estoy siendo castigada? ¿Por qué eso me excita tanto? —Este culo necesita ser follado —murmura, agarrando una mejilla carnosa antes de tratarla con una palmada intensa. Libero un gruñido por el contacto inesperado. —Silencio. Y quédate quieta —dice, con voz desprovista de toda diversión y juegos.

Espero, mi trasero en una prominente exhibición mientras me pregunto qué va a ocurrir a continuación. Cuando se coloca de rodillas detrás de mí y presiona su rostro entre mis mejillas, salto y grito un poco. Él agarra mis caderas. —Tranquila. Y quédate en silencio —me recuerda. Trago y me acomodo en posición, sintiendo su boca en mi núcleo, una vez más. El calor de su lengua, mientras barre sobre mí, la fuerte línea de contacto de sus dientes rastrilla a través de mi hinchado clítoris, se siente increíble, y su habilidad en esto es suficiente para hacerme olvidar mi nombre. Pero no se centra en algún lugar por mucho tiempo, lame y me acaricia con su lengua, pero cada vez que estoy cerca del borde, cambia su ángulo y presiona, así que me quedo tambaleándome e insatisfecha. —Por favor —le ruego, necesitando mi liberación. Hunde dos dedos profundamente dentro de mí y centra toda su atención en mi clítoris hipersensible, enviándome a toda velocidad hacia el orgasmo en una carrera vertiginosa de emoción. —Sí, sí —ruego, justo en el borde. Su mano golpea mi culo de nuevo, un recordatorio de quedarme callada y quieta para él, pero gracias a Dios, no para de devorarme con esa boca malvada. Mi orgasmo se estrella contra mí, tirando un gemido de mi garganta y mis dedos intentan cavar en la alfombra, luchando por un agarre. —Eso es, melocotón —murmura contra mi trasero mientras quita lentamente los dedos. Todo mi mundo es sacudido. Me siento drenada y usada de la manera más hermosa. —Sobre tus rodillas, mascota. No podía elevarme sobre mis pies en este momento si lo exigía. Pero me ayuda hasta las rodillas y en cuanto me siento frente a él de nuevo, abro amplio, a la espera de que tome mi boca de nuevo. La admiración en su mirada hace que mi vientre de un vuelco. Sin aviso, empuja hacia adelante, empujando su enorme polla en mi garganta, y sostiene mi cabeza en su sitio, follando mi boca como le place. Me atraganto levemente y se retira; sus ojos fijos en los míos parpadean con algo oscuro. —No te detengas ahora —advierte. Niego con la cabeza; no voy a parar hasta que me diga. Quiero usar mis manos, y expresamente no lo ha prohibirlo esta vez, así que con esta polla moviéndose dentro y fuera de mi boca, pruebo las aguas, arrastrando mis uñas

sobre sus muslos sólidos. Cuando no me detiene, soy más audaz, envolviendo ambas manos firmemente alrededor de su generosa longitud y lo acaricio entre cada embestida. —Mierda. —La palabra retumba desde el fondo de su pecho, un sonido casi animal. Segundos después, sus puños se aprietan en mi pelo y un chorro caliente de capas de semen entra mi garganta. Lo trago y una vez que ha terminado, se inclina hacia adelante y presiona los labios sobre mi frente, y luego tira de sus calzoncillos bóxer negros. Mis miembros son pesados, y toda la sangre se ha estancado en mi mitad inferior por permanecer de rodillas durante tanto tiempo. Estoy temblando y débil. —Ven aquí —dice, recogiéndome en sus brazos y me lleva a la cama. Tira de la manta sobre mí y me mantengo en silencio. Después de varios minutos, inclina mi cabeza en alto como si me estuviera inspeccionando. Sus ojos son de color oscuro y tormentosos, y no entiendo por qué. —¿Estás bien? —Sí. —Mi voz sale ronca y áspera. —¿Quieres un poco de agua? —pregunta. Asiento. —Vuelvo enseguida. Simplemente quédate aquí y descansa. Se levanta de la cama, y veo su culo apretado mientras se dirige a mi cocina. En silencio, mi mirada se pasea a la vela que ha colocado en mi tocador, su llama bailando en la habitación de otro modo oscura. La satisfacción inicial se desvanece y una profunda vergüenza de lo que he hecho con un perfecto desconocido —un hombre al que he contratado— amenaza con abrumarme. Confundida por el cambio rápido en mis emociones, parpadeo con lágrimas. Descanso mis ojos por un momento y cuando los abro, él se encuentra de pie sobre mí vistiendo nada más que el bóxer que apenas contiene su generosa parte delantera. Sus ojos son conmovedores, y su aspecto es uno de preocupación. Trae un vaso de agua fresca a mis labios, y tomo un largo trago, agradecida por su compasión. —¿Estás bien con todo lo que pasó? —pregunta, al ver mi estado de ánimo serio. —Sí, estoy bien. —Fue sólo una mamada, por el amor de Dios. Pero creo que una parte de mí sabe que es solo la punta del iceberg. Sumisión. Vendas en los ojos. ¿Qué sigue? Antes de que tenga tiempo para reflexionar sobre eso, suena su teléfono celular.

Se disculpa mientras agarra sus pantalones del suelo y saca su teléfono del bolsillo. Cuando mira hacia la pantalla, frunce el ceño. —¿Te importa si contesto? Puede ser que sea algo importante. —Está bien. Cuando presiona un botón, el sonido de una voz femenina llorando irrumpe el silencio de la habitación sobresaltándonos. Por la oscuridad de la habitación, debe haber activado inadvertidamente el altavoz del teléfono. —¿Hale? —solloza, la voz frenética. Quita rápidamente el altavoz del teléfono y lo presiona a su oreja. —Sí, soy yo. Estoy aquí. —Su tono es calmante, preocupado. Hale... ¿Así se llama? ¿Qué clase de nombre es ese? Es sorprendentemente apropiado. Su asociación con el clima, contundente y da un poco de miedo, es como él. Me encanta. Me pregunto quién es la mujer, ¿una hermana? ¿Una amiga? Mi estómago se hunde cuando me doy cuenta de que podría ser otra cliente. Es imposible no escuchar, y él no hace ningún movimiento para salir de la habitación o impedirme oír. Quien sea la mujer, está llorando, y aunque no puedo entender lo que dice, él escucha con atención, en varias ocasiones diciéndole que todo va a estar bien en un tono solemne y reconfortante. Después de varios minutos de estímulos amables, le dice que no se encuentra solo, y que se tiene que ir. Termina la conversación diciéndole que tome un baño caliente y se haga una taza de té, e irá a ver cómo se encuentra después. Cuando cuelga, su postura es tan rígida que parece que podría aplastar el teléfono en la mano. Suelta un profundo suspiro. —Lo siento por eso. Por supuesto que quiero preguntar quién es la mujer misteriosa, pero recuerdo que hemos hecho un acuerdo de no ahondar en la vida personal de cada uno. —¿Ella... ella está bien? —¿Sabes qué es el cuidado posterior, Brielle? —No. —Chrissy es una sumisa en un club al que pertenezco. Fue sacudida después de una ruda escena con un Dom esta noche, y él se fue antes de que ella pudiera hablar con él sobre lo que acababa de experimentar. —¿Y confía en que hablarás con ella sobre eso? —Sí. —Pone su mano sobre la mía y se encuentra con mis ojos—. Siempre vamos a hablar de cómo te sientes después de una lección. No me iré hasta que sepa que estás bien. Y si tienes preguntas o emociones inesperadas aparecen después, puedes llamarme. Tengo un número de teléfono celular para los clientes que te voy a dar.

—Bueno. —Siento que la lección de esta noche se interrumpiera. No tenía la intención de que eso sucediera. —Está bien. Suena como que ella te necesita. Me pregunto lo que eso significa, una sumisa de un club al que pertenece. ¿Un club de sexo? ¿Juega con ella también? Una punzada de celos estalla dentro de mí, pero lo ignoro. Es un dominante contratado por decenas de mujeres para la instrucción sexual, aún así no se puede negar que es un compañero cariñoso. No estoy loca; estoy más curiosa que nada. —¿De cuántas mujeres eres mentor? Su mano se posa en mi hombro. —Tú eres la única que me preocupa. Su no-respuesta me alivia más de lo que debería. —Entonces, ¿qué implican por lo general los cuidados posteriores? Me entrega mi vaso de agua, animándome a beber más. —Puede ser la discusión sobre lo que acaba de suceder, abrazos, besos, o incluso relaciones de sexo vainilla si la escena no implicaba sexo. —Espera mientras considero todo lo que he aprendido esta noche, y mete la colcha apretada a mí alrededor—. ¿Alguna otra pregunta? Me encuentro con sus ojos y su sonrisa. —Ahora que sé tu nombre... ¿puedo llamarte Hale? Él se ríe y asiente. —Puedes.

Traducido por noenatale Corregido por Daniela Agrafojo

Hale Estoy esperando a que Reece llegue al bistró que acordamos para almorzar, pero todos mis pensamientos están en Brielle y en la noche que compartimos. Kirby debe ser un jodido idiota. Si no la ha notado a estas alturas, ese es su problema. Sé que me alejaré al final de esto, como siempre lo hago, pero disfrutaré cada una de mis sesiones con Brielle mientras tanto. Saco mi teléfono, decidiendo mandarle intercambiamos números antes de que me fuera.

un

mensaje.

Anoche

Hale: ¿Cómo te sientes hoy? Brielle: Bien. Hale: ¿No estás adolorida? Brielle: Un poco. Hale: Estoy almorzando con un viejo amigo, pero quería ver cómo te encontrabas. Pido disculpas porque nuestra sesión fuera interrumpida. Te prometo que no es una ocurrencia regular. Brielle: Está bien. Aprender tu nombre valió la pena ;) Me rio para mí mismo, gustándome su lado descarado. Hale: Una cosa más, mascota. No estoy libre hasta el viernes de esta semana. No tienes permitido masturbarte. Soy el único que toca ese dulce coño. ¿Está claro? Brielle: Sí, señor. Su uso de la palabra señor es inesperado y muy bienvenido. Inicialmente, se cuestionaba a sí misma, a mí, y todo este proceso. Pero resulta que con solo el más mínimo entrenamiento, se somete maravillosamente. ―¿Cómo está tu proyecto más nuevo? ―pregunta Reece mientras camina hacia mí.

―Ella es natural ―remarco, levantando la mirada de mi teléfono. No seré uno de esos idiotas pegados a su teléfono, no importa cuán entretenido encuentre a mi nuevo proyecto. Sacando la silla, Reece se sienta frente a mí. ―Una sumisa natural, ¿eh? ―Hace un profundo ruido de admiración en su garganta. Maldita sea. Mi pequeño melocotón es un deleite. Depende de mí el mostrarle cómo canalizar su energía. No necesita arrojarse a cada hombre que le dé una mirada al pasar, solo necesita someterse a su Dom cuando él lo exija. Hace que mi polla duela solo de pensarlo. Me he encontrado pensando en ella todo el día. Generalmente ese es el caso cuando trabajo con un cliente, pero más a menudo analizo mi propio desempeño, pensando en maneras de mejorar mi enseñanza. Pero además de la cagada de dejar mi teléfono encendido, no he pensado en mi lección ni una vez. He pensado en el dulce culo de Brielle en el aire, su coño rosado resbaladizo y húmedo solo por mis palabras, y el gemido sin aliento que hace cuando se viene. ―¿Por qué estás sonriendo, hermano? ―pregunta Recce, dándome una sonrisa. ―Por la mujer que estoy entrenando. Es… divertida. ―Sonrío de nuevo. ―Divertida. ―Se ríe, sus ojos en los míos―. ¿Vas a quedártela? Dado mi pasado, él sabe cuán rabioso me hacen sentir sus palabras. ―No ―Me ahogo―. La estoy entrenando para otro hombre. Asiente. ―Ya veo. ―Toma el menú y lo mira, pero puedo ver las ruedas girando―. No vas a tener dificultades para renunciar a ella, ¿no? ―Dios, no. ―Me estremezco. Después de lo que sucedió la última vez, esa no es una posibilidad para mí. Reece lo sabe tan bien como yo. Le damos nuestra orden a la joven mesera de la que Reece apenas puede apartar la mirada, y tenemos una pequeña charla sobre el trabajo. ―¿Cómo está Chrissy? ―pregunto entre bocados de mi sándwich de solomillo―. Me llamó anoche, angustiada. Necesitaba hablar para bajar del borde. Suena como si trabajara con alguien que no supiera que carajos estaba haciendo. Reece me llamaría maricón, pero el seguimiento siempre ha sido una de mis partes favoritas. Hablar acerca de lo que acabamos de experimentar juntos, sacarlo todo. Examinar y dejar que todos los sentimientos de lujuria, dolor y deseo se rehúsen a esconderse en las sombras. La sumisión es una cosa hermosa, y siempre estoy encantado de explorarla en palabras luego del acto en sí. Me asegura que mi compañera se sienta tan bien como yo lo hice. Además,

soy serio acerca de esta cosa del mentor. Y quiero saber muy bien si algo que hice causó dolor real, físico o emocional, y quiero aprender, crecer. Un Dominante es tan fuerte como lo es la comunicación que recibe de su compañera. Mueve su vaso de agua, pareciendo incómodo. ―Sí, tuvimos a un maldito idiota volando desde la ciudad de Nueva York el fin de semana. Se llamaba a sí mismo Dominic. ―Se burla―. Resulta que no era más que un aficionado. Pero ya conoces a Chrissy. Se encontraba ansiosa por liberación, poniéndose al frente y al centro, lista para ser usada de la manera que él quisiera. Maldita Chrissy. Inhalo profundamente, la frustración haciendo su camino en mi postura. Flexiono las manos. Mis nudillos apareciendo por el esfuerzo. Reece levanta una palma. ―Lo sé, hermano. Yo también estoy cabreado. Confía en mí. No cometeré ese error de nuevo. Ese hijo de puta y el tipo que respondió por él están expulsados de por vida. ―Bien. ―Un gruñido de una sola palabra, es toda la respuesta de la que soy capaz. Con ese disgusto fuera del camino, nos centramos en nuestra comida y nos ponemos al día con una pequeña charla como hacen los hombres generalmente. Deportes, política, y mujeres. Sigo esperando que Reece anuncie que ha atrapado una sumisa, que finalmente ha encontrado a su pareja, pero hasta ahora no ha sucedido. Él parece contento de incursionar en el estilo de vida, pero en el fondo, sé que está buscando algo más. Durante el almuerzo, me encuentro sonriendo, pensando en Brielle y planeando nuestra próxima lección. Balancear mi trabajo y mi calendario social con mi tutelaje es a menudo difícil, pero siempre lo he preferido de esa manera. Mantenerme ocupado evita que mi mente divague, lo que siempre es algo bueno. Entonces, ¿por qué estoy tan reacio a involucrarme con otra clienta en este momento? Tengo otras dos mujeres con las que acabo de concluir, pero anoche mientras escaneaba los correos electrónicos en el buzón del caballero mentor, no sabía si quería involucrarme con alguien más en este momento. Me digo que no es debido a Brielle, pero una parte de mi sabe que lo es.

Traducido por Adriana Tate & Andreeapaz Corregido por Snow Q

Brielle —Saquen el trasero y apoyen los talones en el suelo. Levanto la mirada hacia la instructora de yoga e imito su pose, acomodándome en una postura de perro cara abajo. Frustrada, miro a Julie a mi lado. Es tan alta y agraciada con sus largas extremidades y su perfecta postura, su postura de perro cara abajo, no se ve para nada como mi intento torpe y tembloroso. Aun así, semana tras semana, permito que me arrastre a este estudio de yoga y retuerzo mi cuerpo en formas para las que no está hecho, acompañando de una bebida de pasto de trigo que apenas puedo soportar, todo en nombre de la buena salud. Oh, genial. Miro el reloj y veo que sólo han pasado siete minutos. Mierda. Estoy jodida. —Todavía necesito los detalles acerca de la otra noche —sisea Julie. —Y todavía me traes hacer yoga, cosa que detesto. —Entrecierro los ojos. Estaría mucho más inclinada a darle todos los detalles jugosos, digamos que, con unas margaritas. —Es un país libre, Brie. No tenías que venir. Creo que secretamente te gusta. —Me guiña un ojo. Le frunzo el ceño y soplando, alejo un mechón de mi rostro. —Además, creo que ese Dominante tuyo va a apreciar lo flexible que eres —añade. —No es mío —le digo. Aparentemente, soy una de muchas. La llamada telefónica de anoche con Chrissy, aparece de nuevo en mi mente. El suave y calmado tono de su voz, la angustia en su rostro mientras hablaba con ella. Fue como echar un vistazo a un lado de él totalmente diferente, uno que nunca imaginé que existía.

—Y levántense en la postura del guerrero. Los brazos elegantemente extendidos lejos del cuerpo —dice la instructora, desde la parte delantera de la habitación—. Brielle, extiende tu columna, el mentón en alto. Bien. Ruedo los ojos e inhalo profundamente. Mi cerebro todavía gira en torno a mi cita con Hale. Espero estar haciendo lo correcto. Todo esto es por Kirby, me recuerdo. Puedo hacerlo.

Cuando llega el viernes, me encuentro distraída y nerviosa, no supe de Hale en toda la semana, sin mencionar su mensaje de texto de esta mañana. Hale: ¿Estás lista para tu lección de esta noche? Brielle: Por supuesto. ¿Nos vamos a reunir para tomarnos un trago de nuevo? Hale: No. No esta vez. Cuando te folle, te quiero completamente sobria y cien por ciento segura de que esto es lo que quieres. No hace falta decir que me quedo sin palabras y que todavía no le he respondido. Después de mi segunda taza de café, finalmente reúno el valor. Brielle: ¿Quieres que nos reunamos en mi casa? Hale: Sí. Estaré allí a las 7 p.m. Asegúrate de comer algo primero. Necesitarás energía. Cuando cae la noche, finalmente me obligo a dejar la oficina. Es viernes, lo que significa que todos mis compañeros de trabajo se marcharon temprano, entusiasmados por el fin de semana y me preguntaron si tenía algún plan. Solo murmuré algo superficial acerca de ver a un amigo. Si supieran la verdad, mi reputación profesional estaría en juego, y no puedo permitirlo. Puede que todavía sea nueva en mi carrera, pero soy una jodida buena agente inmobiliaria, y no voy a arriesgarlo. Alcanzo el bolso de mi portátil, mi cartera, y el resto del almuerzo, que estuve demasiado nerviosa para comer, luego me dirijo hacia el estacionamiento. Sabía que quedarme en la oficina y mantenerme ocupada con las bolsas de cotizaciones y los correos sería una mejor decisión que deambular por mi silencioso apartamento, esperando a Hale. La anticipación de verlo hace que mi estómago se revuelva. No tengo ni idea de lo que me tiene preparado para esta noche, aparte de su insinuación de que vamos a follar.

Cuando llego a casa, sólo tengo una hora antes de que Hale llegue. Aseguro mi cabello en un moño, me quito la ropa, y me ducho. Luego me detengo frente al tocador, revisando el cajón de la ropa interior. Las dos veces que hemos quedado, utilizaba tangas calientes, y las dos veces, conservó mis bragas como algún tipo de recuerdo íntimo. Mis ojos van hacia el par más sencillo de bragas blancas de algodón que tengo. Me pregunto qué dirá si uso esas. Un rayo de desafío se aviva dentro de mí y una sonrisa traviesa tuerce mi boca. Con la esperanza de obtener una reacción, agarro las bragas y me las pongo, luego me pongo un sujetador simple blanco, un par de vaqueros, y una camiseta cómoda de manga larga rosada. Nos vamos a quedar en casa, después de todo. ¿Qué sentido tiene arreglarme? Una vez que estoy lista, saboreo un puñado de pretzels a la vez que acomodo mi apartamento. Sé que Hale dijo que comiera, pero la idea de sentarme a comer una comida completa no es atractiva. Una copa de vino suena fantástica justo ahora, pero no voy a darme el gusto. Hale me quiere completamente sobria, y hay algo irónicamente excitante sobre eso. El zumbido del intercomunicador me atrapa desprevenida. Está aquí. Presiono el botón y le digo que suba. Minutos después, sintiéndome sin aliento y emocionada, abro la puerta para encontrar al hombre alto e impresionante que estoy comenzando a conocer como mi Dominante, de pie en el pasillo. Vestido esta noche, en un par de vaqueros desgatados oscuros y una camisa ajustada de color azul marino. —No hay corbata y saco esta noche —murmuro. —No. Salí de la oficina temprano y fui a casa, así que tuve tiempo para cambiarme. —Oh. —Sin haberlo visto en otra cosa que no fuera un traje, me quedo en silencio en el marco de la puerta, sorprendida por cómo sus pantalones vaqueros a la medida lo abrazan en todos los lugares correctos, y cómo la camisa resalta cuán intenso son sus ojos azules. —¿Puedo pasar, belleza? —pregunta con una expresión divertida como si supiera que me dejó allí perpleja. —Por supuesto. —Abro la puerta completamente y lo hago pasar. Es su segunda vez aquí, pero no le mostré la casa la primera. Prácticamente me atacó en la puerta principal y me llevó a la habitación después de nuestro encuentro sexualmente cargado en el bar. Esta noche los ánimos se sienten apacibles en contraste. Algo me dice que nos vamos a tomar

nuestro tiempo, explorar más las cosas esta vez. Ambos estamos nerviosos y emocionados. Dirijo el camino desde la entrada, deteniéndome en la cocina para preguntarle—: ¿Te gustaría algo de tomar? —Estoy bien. Gracias. Caminando a la sala de estar, noto que su mirada rebota alrededor de la habitación como si no sólo estuviera admirando el espacio, sino además descifrando mi personalidad. Vaga por las estanterías que cubren la pared en el fondo. Están repletas de libros de bolsillo de toda variedad y género. —Ratón de biblioteca, ¿eh? —Levanta mi copia autografiada del romance erótico más vendido de su altar. —Leo en mi iPad, pero también compro mis favoritos en edición de bolsillo —le explico. —Romance, misterio, paranormal. —Pasa sus dedos a los largo de sus lomos—. Te gusta de todo, ¿no es así? —No puedo evitar atrapar el tono coqueto en su comentario. —Sí, pero las historias de amor son mis favoritas. —¿Por qué? —Se da la vuelta para mirarme, su expresión se vuelve seria. —Porque sí. Es lo que todo el mundo quiere, ¿cierto? Una pareja. Alguien que te consuele al final de un día difícil. Alguien que te ame. Él me frunce el ceño. —No todo el mundo quiere eso. Quiero desafiarlo, probarle que está equivocado. Ni siquiera sé por qué, a pesar de mi creencia en que el amor lo es todo para mí, y voy a luchar para defenderla. —¿Entonces qué quieres? —Levanto mi mentón, intentando sacarle una respuesta. Estrecha los ojos, fijándose en los míos. —Yo estoy a cargo. No olvides eso. Si estuviera buscando amor, ¿no crees que tendría una novia? ¿Una esposa? —Por supuesto —tartamudeo, teniendo la clara sensación de que de alguna manera lo ofendí—. Eres atractivo, inteligente. Mi intención no fue sugerir… —Lo que quiero es a ti a gatas, con las tetas abajo, y el culo arriba. —Sus ojos se oscurecen, y puedo sentir el desafío irradiando de él. Me siento nerviosa y desconcertada. Su reacción a mi declaración de que seguramente todo el mundo debe estar en busca del amor fue recibida con el fuerte rechazo que sólo alguien a quien hirieron habría tenido. La sensación

inconfundible de que le han roto el corazón me invade. ¿Es por eso que hace todo esto? ¿Qué toma el control? ¿Qué enseña sin ataduras? Antes de que pueda indagar más en el asunto, sus manos encima de mis hombros me traen de vuelta al momento. Con una presión constante, me guía para ponerme de rodillas, sugiriendo que nuestra discusión ha terminado. Mirándolo, me hundo en la alfombra. Detesto que hiciera oídos sordos a la conversación, pero al evocar nuestra lección anterior, recuerdo la intensa mirada en sus ojos, la necesidad casi primitiva que pareció apoderarse de él. Al terminar, fue suave y dulce, y parecía mucho más dispuesto a participar en una conversación íntima. Así que, decido ser una buena sumisa durante mi lección, y luego, una vez que esté satisfecho y contento, intentaré sacarle un poco de información. Siento más que curiosidad por este hombre con el que accedí a trabajar. —¿Seguiste mi instrucción esta semana, Brielle? —me pregunta. Mi mirada vaga por la habitación mientras mi cerebro lucha por recordar qué se suponía que debía hacer esta semana. —No te tocaste, ¿verdad? —pregunta. Ah. —No, señor. Me rodea, de modo que se posiciona directamente delante de mí. Mis ojos están al nivel de su ingle, y no puedo evitar la sonrisa que tira de mis labios. —¿Qué sucede, cariño?—pregunta, ligeramente acariciando mi mejilla. —Nada. —Toso, para encubrir mi sonrisa. —Dime. —Su tono es firme, y sé que no hay manera de que vaya a desobedecer, a pesar de que la verdad es bastante vergonzosa. —Simplemente estaba recordando cuando yo… te la chupé. Levanta la barbilla, observando el techo brevemente, antes de mirarme de nuevo. —Disfrutaste eso, ¿cierto? —Sí. —Mis mejillas se sonrojan, pero es la cruda verdad. Sus dedos acarician mi garganta, pasándolos a lo largo de mí, y cada vívido detalle de tener su gruesa longitud en mi boca regresa. La pizca de incomodidad en mi mandíbula, ahogar las respiraciones temblorosas a través de mi nariz, su picante olor, los gemidos de placer que resonaban por su pecho. Ya me estoy poniendo húmeda. —Si te comportas esta noche, podría dejarte chupar mi polla de nuevo, pero primero, la lección de esta noche, ¿sí? —pregunta. Asiento, ansiosa por aprender todo lo que tiene para ofrecer.

—Esta noche se trata de que tú entiendas tu atractivo sexual. De practicar el arte de hacer el amor, sin ningún tipo de cohibición. De apreciar el verdadero efecto que tienes en un hombre, Brie. Me trago los nervios. —¿Te afecto? —susurro, mirándolo. —¿Esto responde a tu pregunta? —Su mano abandona mi mejilla, y agarra el bulto delante de su pantalón. Dios querido—. Ya me tienes duro, cariño. Con la idea nada más de follar tu apretado coño esta noche. Eres un premio, y soy afortunado de tenerte. Cualquier hombre sería afortunado de tenerte. Dilo. —Cualquier hombre sería afortunado de tenerme —murmuro. Su mano acaricia mi cabello. —Vamos a trabajar en lograr que en realidad creas eso, pero bien, por ahora. —Ofreciéndome su mano, me ayuda a levantarme. Su humor parece haberse suavizado, y todavía estoy intentando ponerme al día. Provocándome con un cálido e inesperado beso en la boca, Hale se inclina para susurrar cerca de mi oído—: Ve a tu habitación. Desvístete y espérame en la cama. Quiero ver qué tipo de bragas sexys has elegido para mí esta noche. Camino hacia mi oscura habitación y me desvisto, apenas recordando mis sencillas bragas blancas cuando me quito los vaqueros. Me quito todo menos las bragas y me acuesto en la cama. Pronto, Hale está de vuelta, cargando su bolso negro. Los nervios en mi estómago hacen un pequeño baile por la anticipación de lo que tiene dentro de ese misterioso bolso suyo. Colocando el bolso en el suelo, saca las velas y las enciende, dejándolas en mi tocador. Notas familiares de sándalo y grosella negra calientan la habitación, y mis nervios se disipan ligeramente. Tengo la sensación de que siempre asociaré este olor con él, y no sé cómo me siento al respecto. No estoy segura de si tengo permitido hacerle preguntas en este momento, pero me gana la curiosidad. —¿Qué hay con las velas, de todos modos? No es que no me guste el olor, simplemente tengo curiosidad. —Es otra forma para mí de crear una escena. Un Dominante, necesita tener el control en todo momento, de todas las cosas. Es un olor que hice a mi medida. Me da otra forma de asegurarme de que la sumisa que estoy entrenando esté usando los cinco sentidos en una forma que no lo ha hecho antes durante el acto sexual. —Ya veo. Espero para ver qué accesorios o dispositivo sacará del bolso ahora, pero se gira para mirarme, dejando que sus ojos vaguen por todo mi cuerpo.

—Lamento que no sean sexys —me disculpo, bajando la mirada hacia las bragas que elegí. Su sonrisa me dice que está a punto de mostrarme que me equivoco. — ¿Estás segura de eso, cariño? —Sentándose a mi lado, pasa su dedo pulgar a lo largo de mis bragas, trazando el lugar donde el borde se encuentra con mi muslo interior. Estoy ansiosa por sentir su toque entre mis muslos, a pesar de que disfruto la mirada de reverencia en sus ojos mientras me estudia. Mis ojos siguen su camino a la vez que su dedo pulgar se mueve sobre mis bragas, donde mis labios externos se sienten sensibles e hinchados, frota de arriba abajo, haciendo que mi clítoris cosquillee con cada barrida de su dedo. Puedo sentir como me humedezco, y sé que debe sentir la forma en que la tela mojada se me adhiere. —Quiero follarte con estas puestas —gruñe, demostrándome que todo lo que pensaba está mal. Me encuentra atractiva, incluso en mi estado más modesto, y la idea me emociona. —Lo que desees. Arquea una ceja. —¿Estás segura? El recuerdo de él diciéndome que quería tomarme, bueno, allí, todavía está fresco en mi mente. —Segura —digo, reuniendo el valor. Sé valiente. Este es el momento para aventurarme, para explorar. Se inclina para besarme una vez más, sabe a menta y a algo indiscutiblemente de Hale. Su lengua atraviesa mis labios separados y me abro para él, mi propia lengua desesperada por lamer la suya. Mis caderas se acercan más hacia su mano donde todavía está provocándome con ligeras caricias sobre mis bragas. Extiendo mi mano en busca de él, agarrando el duro bulto en sus pantalones, y libera un gruñido ahogado. —No todavía. —Alejando mi mano de su lugar feliz, la coloca a mi lado sobre la cama y entrelaza nuestros dedos, sosteniéndome mientras su otra mano continúa su magia. El saber que está duro y que me quiere tan desesperadamente como yo a él es algo poderoso. Es mucho más grande que cualquier hombre que alguna vez haya visto antes, y no puedo esperar para sentirlo dentro de mí. Mi cuerpo lo ansía. Sin embargo, está tan en control de todo, de mi placer y su propia resistencia. Lo quiero desnudo y encima de mí, pero parece que por ahora, quiere torturarme.

—Necesito que entiendas algo. Un concepto básico. —Con un solo beso justo debajo de mi oreja, retrocede, bajando la mirada hacia el lugar en el que sus dedos todavía me frotan—. Los hombres son criaturas visuales. Y a pesar de que pienses que estas simples bragas blancas no son sexys… hay una pequeña mancha húmeda que puedo ver justo allí. Frota con su dedo pulgar sobre mi clítoris de nuevo, y libero una respiración temblorosa. —Eso es jodidamente sexy. —Su voz suena áspera y excitada. —Hale… —gimo, cada vez más frustrada por sus dedos que me provocan entre los muslos. Sus pupilas se dilatan cuando gimo su nombre, y sólo cuando creo que no puedo soportar más su lenta tortura, aparta mis bragas a un lado. Deslizando los dedos a lo largo de mi sexo, me separa y hunde dos dedos profundamente dentro de mí. Mis caderas se levantan de la cama y un gemido de satisfacción sale de mi boca. —Sí, por favor —le ruego. —Incluso cuando no creas que eres sexy, muévete con confianza. Cuando te apropias de ello, cuando trabajas con lo que tienes, siempre será excitante. Entendiendo que esto es parte de su lección, mi cerebro eventualmente se pone al día con lo que está diciendo. —Entonces te refieres a que podría hacer esto… —Muevo mi mano entre mis piernas y mi dedo índice comienza lentamente a hacer círculos sobre mi clítoris mientras sus dedos se deslizan dentro y fuera de mi—, podría ser sexy. Hace un sonido hambriento en su garganta y mi pulso se acelera. — Mierda, sí, lo es. Muévete con confianza. Recuerda eso. Cierro los ojos y dejo caer mi cabeza en la almohada mientras me pierdo en las sensaciones. Empuja sus dedos hacía arriba, acariciando mi punto G, y empiezo a trepar hacia el orgasmo casi inmediatamente. Unos cuantos empujes más y me encuentro apretando sus dedos, en lo que un intenso orgasmo me atraviesa. Una cegadora luz blanca me rodea mientras saca sus dedos lentamente. —Guau. Eso fue… —Me esfuerzo por recuperar el aliento. Hale se inclina sobre mí y me besa un costado del cuello. —Parece que estás entendiendo mis lecciones bastante bien. —Mordisquea levemente la sensible piel de la base de mi garganta, y me doy cuenta que no está ni cerca de acabar conmigo—. ¿Necesitas un minuto para recuperarte? —Su mirada cambia desde mis pechos a mis ojos.

Niego con la cabeza, mientras asimilo la serenidad del momento. El parpadeo de la luz de las velas. El olor de mi excitación en el aire. Estoy perdida en él y en este instante, y quiero más. Hale se levanta de la cama y se saca la camisa. Los vaqueros y la ropa interior son los siguientes, se detiene delante de mí, completamente desnudo, luciendo como un dios musculoso y ardiente con abdominales, pectorales lisos y definidos, y su impresionante erección. Mis ojos son atraídos por ella, y ni siquiera intento no mirarlo. Mi codiciosa mirada lo aprecia. Está bien cuidado allí abajo, y su pene es largo, grueso y recto. En realidad, es perfecto, y nunca antes he pensado en un pene como perfecto. Su puño se cierra alrededor, y se acaricia a sí mismo una vez desde la base hasta la punta. —¿Quieres que te folle, dulzura? —susurra. Más que nada. —Sí —respondo, obedientemente. Sube a la cama, de rodillas en medio de mis piernas entreabiertas. No hay discusión sobre la protección, ya que ambos tenemos los resultados de los exámenes de salud, y también le mencioné que estoy con control de natalidad. Nunca antes estuve tan enloquecida por el deseo y la lujuria como para perder el control, pero él me hace sentir así. Detesto su compostura y contención trabajada. Lentamente, me desliza las bragas por las piernas y la desecha por un costado de la cama. Inclinándose sobre mí, Hale lleva mis manos por encima de mi cabeza, uniendo nuestros dedos y presionándome en la cama con firmeza. Su dura polla presiona mi centro, y quiero frotarme contra él, y utilizar el ángulo de mis caderas para forzarlo a entrar, pero no lo hago. Me besa profundamente y lo imito, cuando mis labios y mi lengua bailan contra la suya. Él es de lejos el mejor besador que he tenido el placer de besar. Sus labios son suaves, pero firmes, su lengua es caliente y llena de sutiles caricias que me dejan con ganas de más. Más de todo. Me imagino cómo se sentiría su lengua entre mis piernas. Incapaz de contenerme, me froto contra él y se queja—: Todavía no. — Aleja sus labios de los míos—. No quiero hacerte daño con esto. —Desliza su polla contra mi humedad—. Necesitamos asegurarnos de que estés lista, ¿de acuerdo? Me encuentro a un segundo de decirle que lo estoy, cuando su boca se posa en mis pechos y su lengua lame el camino de mi escote. —Quiero follar estos más tarde —murmura—, son magníficos.

Siempre he odiado que mis pechos sean un poco pequeños, pero por la forma que los adora Hale, hace que mi mente cambie. Me siento completa en su presencia. Sin contenerse, libera mis manos para presionar mis pechos juntos y lame el escote que se forma, chupando firmemente mis pezones hasta el punto que me hace gritar. Me extiendo entre nuestros cuerpos, y agarro su sólida polla, deslizando mi mano arriba y abajo por ella. Inhala y maldice en voz baja. —Es mejor que estés preparada para esto. —Lo estoy —jadeo, apretándolo. —Voy a decirte que hacer exactamente, ¿lo entiendes? Mi mirada se une a la suya y asiento. Tomando su gruesa polla en la mano, se acaricia nuevamente con lentitud. ¿Está haciendo eso para torturarme? —A un hombre le gusta cuando sabes cómo complacerlo. Vas a ser la chica sin la cual no puede vivir. La única chica que quiere follar, y punto. Lo miro, incrédula, preguntándome cómo es que voy a lograr eso exactamente. —Date la vuelta. Pon ese bonito culo tuyo en el aire. Igual que antes. Ruedo sobre mi estómago y levanto el culo, doblando las rodillas. Mi mejilla descansa sobre la almohada, y aunque no puedo ver mucho, puedo ver lo suficiente. Hale se coloca de rodillas a mi espalda y admirando la vista, se posiciona contra mí. Arrastra un dedo por mi espina, sin parar hasta que lo siento entre mis nalgas, tentándome con una caricia. —¿Te he dicho que quiero follarte aquí? — Le da una rápida cachetada a mi nalga y gruño. —S...sí. —No creo que lo haga esta noche, pero él siempre me mantiene en suspenso, así que quien sabe. Estoy totalmente a su merced, y estaría mintiendo si dijera que no me gusta. Acunando mis nalgas con sus grandes manos, alinea su polla contra mí y empuja. Mi coño se aprieta a su alrededor, no tan listo a la invasión como pensaba. Al instante, recuerdo que estuve sola por cuatro largos años. Se queda en el lugar sin moverse. —Relaja los músculos, ¿de acuerdo? — Su tono es sincero y suave, y estoy empezando a anhelar este lado tierno que solo muestra en ocasiones. Respiro hondo y cuando exhalo, empieza de nuevo a empujar contra mí, hundiéndose un poco más profundo cada vez. Dios mío. Me estira de forma maravillosa, entrando y retirándose con lentitud, con cuidado. La manera en la que se mueve habla de su experiencia con las mujeres, algo en lo que no quiero pensar en este momento.

—Maldita sea, eres apretada, cariño. —Su voz sale tensa y cruda. Con otro empuje largo y lento, finalmente se ha enterrado por completo en mi interior. Un gemido se escapa de mis labios. Desde nuestro primer encuentro, imaginaba como sería cuando él me follara. En ninguna de mis fantasías más sucias fue así de bueno. Entra y sale a un ritmo perfecto. Alternando entre embestidas duras y rápidas, y lentas y profundas, se detiene cuando está totalmente dentro de mí, como si disfrutara la sensación. La forma en que sus manos agarran mis caderas, tirando mi espalda firmemente contra él con cada embestida, me dice que voy a tener sus manos marcadas mañana. Y maldita sea si no me gusta la idea de que me marque. —Fóllame, cariño. Relájate y déjate llevar. Un hombre necesita saber que puede llevarte a tal necesidad que no tienes más remedio que empujar estas deliciosas caderas y tomar hasta la última pulgada de lo que te está dando. Los movimientos de Hale se paralizan, lo que me da la oportunidad de tomar la iniciativa. Me siento tan distinta, tan nueva, que por un momento, lucho por encontrar un ritmo que nos satisfaga, y mi cuerpo se detiene. —Estás pensando demasiado —dice, inclinándose sobre mí y presionando un beso entre mis omoplatos—. Solo siente. Deshazte de todas las voces en tu cabeza. Deja que todo se vaya y simplemente siente. Solo somos tú y yo, y podemos practicar durante todo el tiempo que necesites. Cierro los ojos y tomo una respiración profunda. Abrazando a mi gatita sexual interior, imagino cómo debe ser la vista que tiene de mí. En una posición de completa entrega, mi culo en el aire, su polla dentro, poseyéndome. Es un espectáculo erótico. Empujo mi culo atrás, deslizando su polla hasta que sus bolas me dan una bofetada, gruñe un sonido delicioso de puro placer. Intento con el mismo movimiento de nuevo, retirándome y meciéndome, meneando el trasero de una manera que espero sea tentadora. Pero creo que lo es, esta es una zona libre de juicios, y el solo pensarlo me da confianza. Es liberador saber que puedo probar cosas que nunca antes he sido lo suficientemente valiente para intentar. Coloca una mano en mi espalda baja, pero me deja hacer todo el trabajo, y practico como empujarlo dentro y fuera de mí. Se estremece, entonces susurra una maldición. —¿Cómo se siente? —pregunto, mirándolo, necesitando de repente cierta tranquilidad. —Uh, lo estás haciendo bien. —Su voz es increíblemente fuerte, y algo me dice que lo estoy haciendo mejor que bien. Una profunda satisfacción me invade y me dejo llevar, follándolo más rápido, presionando mi culo hacia atrás para tomarlo profundo una y otra vez.

Con la intención de no pensar tanto y simplemente sentir. Es increíble y pronto siento como mi orgasmo se forma. —Hale… —grito—, estoy cerca. De repente, sale de mí y mi cuerpo llora la pérdida, pero es sólo por un segundo. Antes de darme cuenta, estoy tirada en la cama, envuelta en sus firmes brazos y de nuevo sobre mi espalda. Entonces presiona la cabeza de su polla contra mi coño de nuevo, reclamándome. —Quiero verte cuando te corras. —Empuja hacia adelante y esta vez, no espero que lo diga; mis caderas se levantan de la cama y me encuentro con él en un empuje. Dios, somos todo un espectáculo. Su enorme y gruesa polla, me lleva, hundiéndose profundamente en mi tierna carne rosada. Mi pelvis sigue su movimiento. Con nuestras manos entrelazadas. Y nuestros ojos encontrándose. —Córrete en mi polla, nena. Sí, así —gruñe, con los ojos clavados en el lugar donde su cuerpo se une con el mío. Me desplomo, viniéndome casi inmediatamente, gimiendo su nombre en medio de jadeos enmudecidos. Su pecho se estremece y se deja ir, la calidez de su semen me marca por todo el abdomen y muslos cuando sale a último minuto y se frota a sí mismo en la manera más sensual. Momentos más tarde sale de la cama y oigo sus pasos por el pasillo. Regresa con un paño caliente, el cual utiliza para limpiarme. Me pregunto si todo esto es parte del servicio, pero la mirada en sus ojos es de adoración pura, y estoy perdida en él. Nunca he sido tan adorada, tomada y ahora su bondad se siente como demasiado. —Fue perfecto —dice, sin aliento, besándome en la sien, una vez más. Mil emociones me aplastan a la vez. Placer. Deseo. Miedo. Asco. Soy la definición de un lio caliente. Con el pelo aferrado a mi húmeda piel, y los pulmones todavía tratando de sobrevivir a mi poderosa liberación, me siento perdida y rota. Me encojo hacia un lado, odiando que esté a punto de verme llorar. Se supone que hago esto para salir con Kirby. En este momento, es en lo que menos estoy pensando, y no quiero nada más que Hale me tome en sus brazos y nunca me deje ir. —Oye, oye… —La suavidad de su voz me sobresalta—. ¿Qué pasa? — Me acaricia el pelo, pasando sus dedos contra mi cuero cabelludo y por las hebras.

No puedo responder al principio. Las lágrimas corren por mis mejillas por razones desconocidas, cuando los sentimientos de pesar y tristeza me sobrepasan. No tengo idea lo que me ha poseído. Hale se inclina sobre mí con una expresión de dolor, abriendo mis piernas e inspeccionándome cuidadosamente. —¿Te lastimé? —No. No, nada de eso. —Tomo una respiración profunda y limpio mis ojos—. Lo siento, es estúpido. —Dime lo que sientes en este momento. Me siento confundida y… ni siquiera sé cómo explicarlo. ¿Fue tan intenso para él como lo fue para mí? Probablemente no. Su cara no se aleja, y su calmada actitud me pone nerviosa, me siento inferior. No soy nada más que un cliente; esto es solo sexo para él. Para mí, fue algo más potente que eso, lo más increíble que he experimentado, pero para él no soy más que otra chica en su libro de citas. ¿Cómo le digo todo eso sin sonar realmente loca? —No estoy segura —digo. —El sexo entre nosotros fue intenso —dice como si sacara las palabras desde mi cerebro. —Sí. —Concuerdo. —Tan intenso que a veces puede llegar a confundirse con algo que no… algo más emotivo. Es algo poderoso, someterse de ese modo, entregarse de la forma que lo hiciste. ¿Has hecho algo como así antes con algún hombre? —No. Yo… Es la primera vez para mí. —Me sentí salvaje y desinhibida, y me dejé llevar delante de él como nunca lo he hecho antes. —Me lo imaginaba. —Me acaricia el pelo de nuevo, con una mirada de orgullo en sus ojos mientras comprendo que haría todo de nuevo, todo lo que pide y más—. Pero no podemos confundir lo que es esto —dice, trayéndome de vuelta al presente—, es algo solo físico. —La forma tensa como lo dice hace que me pregunte a quien trata de convencer, a mí o a sí mismo. Tira de mí y envuelve su cuerpo alrededor del mío mientras me dice que respire, y lo hago. Trato de controlar mis emociones, me sostiene y me asegura que es una reacción normal. —¿Recuerdas cuando hablamos de la atención posterior? —pregunta, todavía sosteniéndome. —Sí. —Nunca soñé que estaría en condiciones de necesitarla, al recordar lo histérica que se puso su amiga Chrissy, sollozando y sonando desesperada mientras él la tranquilizándola en medio de su crisis. Nunca me ocurrió esto después de tener sexo, pero se sintió como mucho más que sexo.

—No hablamos de lo que pasa después, pero creo que deberíamos. La sumisión puede ser una experiencia emocional. Después de una escena, tu adrenalina y todos los productos químicos que genera tú cuerpo naturalmente se encuentran al máximo. Cuando se estrellan, pueden hacer que te sientas triste, sola y confundida. Cuanto más intensa es la escena, más intensa será la caída que puedes tener. Al escucharlo hablar, me siento más aliviada. No son más que mis hormonas fuera de control y las emociones jugándome un truco. Me concentro en relajarme y despejar mi mente. Escucho el sonido de los latidos de su corazón, me gusta la forma que sus manos acarician mis músculos. Tengo que tomar una decisión. Puedo disfrutar cada minuto de su atención, cada don que tenga para ofrecer, o puedo hacerlo sola. ¿Por qué no iba a querer su ayuda? Me convenzo de relajarme, me siento cálida, relajada y empezando a sentir somnolienta. Todo va a estar bien. Creo. Murmura palabras alentadoras, me elogia por esta noche, y sigue acariciando mi pelo y mi piel. Lo he dejado completamente entrar, y odio no conocerlo mejor. —¿Me vas a contar algo acerca de tu Nana? —pregunto en voz baja, la curiosidad se va por el lado más suave de este hombre dominante que me ha deslumbrado. —¿Qué quieres saber? —Su tono está alerta como si no disfrutara de compartir detalles personales. Me encojo de hombros. —No lo sé. Supongo que tengo curiosidad. ¿Son cercanos? Asiente. —Aparte de mi hermana menor, ella es lo más parecido que tengo a una familia. Ha puesto un montón de cosas detrás por mí a lo largo de los años, y ahora tengo que cuidar de ella. —¿Cómo es ella? —Tratando de imaginar a Hale abrazando a un viejita, y fallo miserablemente. Sería más fácil imaginármelo en una mazmorra de BDSM, con cuero negro, y una sumisa atada con nudos confusos. —Tiene ochenta años, y hace la mejor tarta de arándanos de todo el maldito mundo, le gusta hacer suéteres horribles, y continuamente me pregunta cuando me voy a casar. Me rio, imaginando su ansiedad, porque realmente no me puedo imaginar a nadie cuestionándolo. —¿Y qué le dices? —Que nunca. —Su voz es plana, convenciéndome de que habla en serio. No tiene interés en el matrimonio o en la monogamia. Salta a mi cabeza el recuerdo de esas dos mujeres en el baño discutiendo su trágico pasado y me siento mal por él. Ese pensamiento me hace tener ganas de tomarlo en mis

brazos y mantenerlo apretado, pero de alguna manera sé que no me lo permitiría. Después de unos minutos, Hale se levanta, apaga la vela y se viste. Miro la forma en que los músculos de sus hombros amplios se mueven, tensándose y definiendo sus muslos cuando se pone los pantalones vaqueros. Realmente es muy hermoso. Un pensamiento hace que mi estómago se retuerza, y me doy cuenta que todo esto podría ser una terrible combinación. Su presencia masculina es abrumadora, mi necesidad desesperada de amor… ¿Me estoy dirigiendo directamente a un desastre?

Traducido por Nickie Corregido por Jadasa

Hale Es sábado, lo que significa que estoy sentado en la habitación con olor a humedad del asilo, con Nana. Aunque no importa cuánto lo intente, no puedo olvidar mi última sesión con Brielle, mi pequeño melocotón sexy. Cada detalle está grabado en mi memoria. Empujando contra mí su pequeño trasero tenso. Joder. Su cuerpo menudo pegado al mío, exprimiéndome hasta la última gota. Rápidamente podría convertirse en una adicción. Una, que por mucho que quisiera, no podía permitirme una sobredosis. Tenía un trabajo que hacer. Eso era todo. Nana me señala con su dedo índice. —Saca del armario mi bolso de tejido. Te hice algo. Tengo un armario lleno de espantosos suéteres, gorros de lana y bufandas deformes, cortesía de Nana. Si alguna vez me invitan una fiesta de un suéter-feo-de-Navidad, estoy bastante seguro de que podría ir vestido de pies a cabeza con lana colorida y que pica. Agarro el bolso y se lo entrego. Enseñándome un chaleco con cuello de tortuga de color púrpura, con una sonrisa orgullosa. —Guau. Es que…estoy sin palabras. Gracias, Nana. Dios mío, esta cosa necesita ser quemada. Pero infiernos, le da algo que hacer y un propósito a la cómoda en mi habitación de invitados. Todos ganan. —Póntelo. Necesito asegurarme de que te queda. Lo sostengo contra mi cuerpo. —Oh, lo hará. Tenía diecisiete cuando, durante su viaje de ensueño a Alaska, mis padres murieron en un accidente de avión. Era una pequeña avioneta, se utilizaba para la excursión de pesca de la que mi papá habló por meses. Nannette, Nana, era miembro de la iglesia a la que asistían. Yo solo iba en los días festivos y la había visto una o dos veces. Realmente no la conocía, y ella tampoco a mí. Pero se ofreció y reclamó mi custodia junto con la de mi hermana menor, Macey.

Con setenta años de edad y siendo una devota cristiana, con Nana éramos una dudosa combinación. Recuerdo la primera vez que posé mis ojos sobre ella en el funeral. Su piel era del color del café, su cabello trenzado una mezcla de sal y pimienta. Caminó directamente hacia mí, éramos los únicos dos que no lloraban, y cuando se paró a mi lado, se inclinó y me dijo en voz baja que el llanto no iba a traerlos de vuelta. Asentí en acuerdo y observé mientras sus ataúdes eran bajados al suelo. Me sentí entumecido. Vacío. Y sin lágrimas. A partir de ese momento, me agradó. Me gustaba su fuerza y carácter. Pero cuando solicitó que el estado le otorgara nuestra custodia, en vez de que tengamos que irnos a hogares de acogida, me conmocionó mucho. Se salió con la suya. Macey y yo vivimos con Nana toda la secundaria. Durante la universidad y luego en la escuela de derecho, siempre tuve un lugar con ella en las vacaciones y recesos. El año pasado fue trasladada a un asilo. Por muchos años cuidó de mí, y ahora cuidaba de ella. Es lo menos que puedo hacer. Ahora, ella es familia. La enfermera de la tarde, creo que se llama Trisha, entra con una bandeja con los medicamentos de Nana. Algo para su presión arterial, y algo para ayudarla a que vaya al baño. Está sana como un maldito caballo, gracias a Dios. Trisha se agacha para dejar la bandeja y empuja su amplio escote en mi cara. Hola allí. Una vez que se va. Nana pone sus ojos en blanco ante la enfermera excesivamente entusiasta. —Esa pícara necesita calmarse. Está sobre ti como el hedor de un simio. A un hombre le gusta perseguir a una mujer, no al revés. No quieres sofocarte, ¿verdad? —¿Por ella? —Sonrío torcidamente—. Quizás no sea tan malo. —Eres malvado. —En todos los mejores sentidos —le seguro. Se ríe, pero pronto su sonrisa se desvanece y su expresión se vuelve más seria. —¿Cuándo vas a sentar cabeza, Cameron? Me gustaría verte con una buena chica. No estaré por aquí para siempre. Este año cumpliré ochenta y uno, ¿sabes? Trago, odiando el hecho de que su edad es algo en lo que aún tenemos que pensar. Es todo lo que me queda. Junto con Macey, quien ahora que se mudó, no está lo suficientemente cerca. —Lo sé, Nana. Ya estoy planeando una enorme fiesta sorpresa. —No es una sorpresa si sé acerca de eso. —Arquea una ceja delineada. —No querría ser responsable de un ataque al corazón, o una falla de vejiga o lo que sea. —Le sonrío.

—Malvado —dice de nuevo. No estoy seguro de por cuánto tiempo puedo seguir esquivando sus preguntas sobre mi futuro, pero esperemos que sea por mucho, mucho tiempo.

Traducido por Miry GPE Corregido por *Andreina F*

Brielle ¿Cómo diablos se me ocurrió que esto era una buena idea? Nunca acepté sexo con un hombre bien parecido e inteligente, sin esperanza de que condujera a algo. Resulta que no puedo hacerlo. No puedo separar el sexo de los sentimientos. Durante todo el día en el trabajo, mi cuerpo se encuentra en automático, mostrando caras casas adosadas para parejas ansiosas, demostraciones de las características de los enormes closets y estufas eléctricas mientras mi mente corre rampante con pensamientos de él. Hale. Sus firmes manos en mis caderas, su cálida boca en la mía, la mirada oscura y hambrienta en sus ojos cuando me mira. En su presencia me siento viva y deseada, y cada vez es más adictivo. No sé cómo renunciaré a él en pocas semanas. Estos son los términos que acepté, así que, ¿por qué me siento como que soy dividida en dos? Mi celular sonando capta mi atención y lo saco de mi bolso. Es Kirby. Mi estómago se hunde. Antes de que tenga tiempo para analizar la reacción de mi cuerpo, contesto la llamada. —¿Hola? —¿Dónde te has escondido, mariquita? —pregunta con su risa juguetona que al instante me relaja. —Yo… no sé. —Comprendo que he pasado todo mi tiempo libre con Hale, y cuando no estoy con él, su imponente y masculina presencia domina mis pensamientos. Todo esto se supone que es sobre Kirby, y apenas le he dedicado algún pensamiento pasajero las últimas dos semanas. —Bueno, primero, tenemos que hacer planes para pasar el rato. Y segundo, estoy pensando comprar una casa. Necesito tu experiencia inmobiliaria. ¿Crees que podrías mostrarme algunos condominios?

—Eso es asombroso, Kirby. Por supuesto que te ayudaré. —Genial. ¿Este fin de semana te viene bien? —Um... —Vacilo, mi mente se dirige a Hale. No hemos arreglado nuestra próxima lección, pero a sabiendas de que, por lo general, ocurren en fin de semana, no quiero comprometerme a algún plan con Kirby todavía—. ¿Puedo responderte después sobre eso? —Claro —dice. Trato de encajar mis planes con Kirby alrededor de mi horario con Hale. Probablemente debería ser al revés, pero no me importa. Dios, ¿qué hay de malo en mí? Una noche de buen sexo no debería negar cinco años de amor no correspondido. No pensaba con claridad. Debe ser ese asunto de depresión post experiencia sumisa que Hale me explicó. Eso es todo. Tengo que disfrutar de este tiempo y mis clases con él. Surfear la ola, por así decirlo, y cualquier otra parte del cuerpo que él permita. Porque, querido Dios en el cielo, el hombre folla como un gato salvaje. —Sólo envíame un texto cuando sepas tu itinerario —dice Kirby, sacando mi mente de la cuneta. —Absolutamente —le digo. Cuelgo y compruebo la hora antes de guardar mi celular en mi bolso. Se espera que esté en un nuevo complejo de condominios en el corazón de la ciudad en menos de veinte minutos. Será un pequeño milagro si logro hacerlo a tiempo. De alguna manera lo hago justo a tiempo, utilizando el teclado digital en la puerta de entrada para entrar y enciendo todas las luces antes de que mis clientes lleguen. El Condominio City View es un nuevo edificio que aún se encuentra en construcción, pero su modelo está hermosamente terminado y decorado con mobiliario y arte elegante. Enciendo la lámpara en la sala de estar y enciendo la chimenea de gas. Satisfecha de que todo parece perfecto, saco el folleto de mi carpeta de archivos y espero a mis clientes. Sería increíble vender uno de estos condominios hoy. La comisión sobre una propiedad de medio millón de dólares haría feliz a mi cuenta bancaria. Un ligero golpe en la puerta indica su llegada. —Lo lograron, chicos —digo, abriendo la puerta de manera que espero sea invitadora—. Bienvenidos a City View. He trabajado con Mark y Sarah por cerca de tres semanas. Hemos recorrido apartamentos de alta gama y condominios de lujo por toda la ciudad,

pero este es, de lejos, el mejor lugar que les he mostrado. Está un poco arriba de su presupuesto, pero estoy bastante segura de que les va a encantar. Después de todo, me encanta. Me encantaría vivir aquí. —Guau, esto es magnífico —dice Sarah al entrar en la cocina y tomar nota de las encimeras de granito, pared posterior con azulejos de mosaico de vidrio y electrodomésticos de acero inoxidable. —Cada propietario es capaz de personalizar su unidad, elegir los pisos, encimeras y los colores de la pintura —les digo. Parecen impresionados mientras paseamos de habitación en habitación. Cuando entramos en el dormitorio principal, se paran frente a las ventanas de piso a techo, admirando las vistas de la ciudad por las que fue nombrado el edificio. Mi teléfono celular comienza a sonar y lo saco de mi bolso. Es Hale. Es probable que llame para organizar nuestra próxima lección, y una vez que me entere de la fecha, puedo enviarle un texto a Kirby. —Si me disculpan un momento —digo, sosteniendo mi celular como si fuera una llamada de negocios urgente. Entro en el amplio baño principal, ya que esto sólo debe tomar un minuto. —¿Hola? —Melocotón —dice, su voz grave retumbando a lo largo de mi piel como si estuviera aquí conmigo en la habitación. —Hola. —¿Dónde estás? —Le muestro a unos clientes el modelo en el Condominio City View. ¿Por qué? —Estoy de humor para la lección número tres. Mi vientre se tensa. —¿En qué momento quieres? —Me asomo hacia el dormitorio principal para ver que Mark y Sarah se han trasladado a inspeccionar el enorme closet con sus diferentes estantes, cajones y compartimentos. —Ahora mismo. ¿Recuerdas cuando te dije que te empujaría, que probaría tus límites? —Sí —digo, mi frente se arruga. Sin estar segura de lo que quiere. —Esta es una prueba, mi melocotón . Quiero que te toques, que tengas un orgasmo mientras escucho.

Mi boca se abre. No puede hablar en serio. —Estoy mostrándole una casa a clientes. Me escucharán. —No, si eres silenciosa. Hago una pausa, mirando al espejo. Esto es loco. Completamente insano. Así que, ¿por qué mi corazón late como un tambor y mi cuerpo vibra con gran expectación? Camino por la pequeña habitación de un extremo a otro, tratando de formar un argumento coherente sobre por qué esto es una mala idea. —Dime exactamente dónde te encuentras —dice Hale. —En un baño. —¿Hay espejo? —Sí. —Echo un vistazo y encuentro mi reflejo. Mi piel enrojecida se siente caliente, y mis pezones se endurecen bajo mi ajustada blusa de botones. —Bien. Quiero que deslices la mano por la parte delantera de tus bragas y me digas lo bien que se siente. —No puedo —digo en voz baja. —Brielle. —Su tono es firme, y una punzada de remordimiento me golpea. No me gusta decepcionar a este hombre—. ¿Ayudaría si sabes que tengo mi polla en mi mano, y está dura como una roca y adolorida? Todo en lo que puedo pensar es en tu ajustado pequeño coño apretándome. Mi cuerpo se tensa con sus palabras. No debería, pero la lujosa opulencia del baño es invitadora. Si Hale estuviera aquí, me colocaría sobre la encimera de mármol, subiría mi falda por los muslos y me follaría fuerte y rápido mientras me aferro a sus sólidos bíceps y hombros. Es un pensamiento tentador. —Extraño tu polla —admito suavemente. Hace un pequeño sonido de aprobación, y estoy animada. Esto es loco, travieso y muy malo, pero no me importa. Echo un vistazo afuera una última vez. Mis clientes admiran los armarios empotrados en la pared del fondo. —¿Brielle? —gime Hale, la necesidad es evidente en su voz. Quiero agradarle. Quiero la liberación que vendría con tocarme, pero en el último momento, la cordura se abre paso. No hay manera de que pueda hacer esto. Pero sé que negarme a él sería una mala idea. Enciendo mi voz más sensual y susurro—: Oh, eso se siente bien. Espero que no note que estoy fingiendo totalmente. Abro la puerta y miro hacia Matt y Sarah, y les doy la señal de pulgar arriba.

—Eres una buena chica —dice en voz baja, claramente satisfecho con mi interpretación—. Quiero que tomes una foto de tu coño mojado con tus dedos enterrados en él, y me la envíes por mensaje. —¿Cuáles son las cuotas mensuales de la asociación para este edificio? — pregunta Sarah, caminando cerca. —¿Qué demonios fue eso? —pregunta Hale, obviamente enojado con mi pequeña actuación. —Um, me tengo que ir —digo con voz tensa y cuelgo el teléfono. Con mi corazón golpeando de forma errática en contra de mis costillas y mi cara enrojecida, hago todo lo posible para completar el recorrido, mostrando todas las características de la unidad, luego cubriendo las características de la comunidad y los costos de la asociación. Su interés es evidente, y Sarah aprieta la mano de su marido por debajo de la mesa, como diciendo: este es el elegido. Un golpe en la puerta nos interrumpe y me excuso para abrirla, preguntándome si la agencia reservó una doble visita hoy. Cuando abro la puerta, Hale entra como si fuera el dueño del lugar, vestido con un traje azul marino, camisa impecable y corbata a rayas. —¿Casi terminas? —pregunta, deslizándose por delante de mí sin ni siquiera un hola o explicación. —Uh... sí —digo, caminando detrás de él tan rápido como mis tacones altos lo permiten. Se detiene en la mesa del comedor, donde se encuentran sentados mis clientes. —Gracias por venir hoy. Si pudieran retirarse, Brielle se pondrá en contacto esta tarde. Ellos comparten una mirada confusa, pero Sarah se encoge de hombros. —Está bien, hablaremos más tarde. Mi profesionalidad regresa, los sigo a la puerta, entregándoles el paquete de información que preparé. —Gracias por venir. Creo que City View tiene todo lo que ustedes han buscado. Estaré en contacto. Tan pronto como se cierra la puerta, giro sobre mis talones para enfrentarme a Hale, ira abrasadora crece dentro de mí. —¡Este es mi trabajo! No puedes aparecerte de esta manera. Se acerca acechante, su oscura mirada clavada en la mía, y no se detiene hasta que mi espalda es presionada contra la pared. —Teníamos un acuerdo. Te dije que te empujaría fuera de tu zona de confort, que te probaría y desafiaría. No obligué este acuerdo en ti. Estuviste de acuerdo, de todo corazón. Sólo sigo adelante con mi parte del trato.

Estoy a punto de preguntarle cómo sabía dónde estaba, y entonces recuerdo que se lo dije cuando llamó. Mi enojo baja sólo una fracción. Casi terminaba con mi reunión de todos modos, y basada en la reacción de mis clientes al ver al magnífico hombre de muerte frente de mí, no hizo ningún daño real. —Necesitas ser castigada por ese pequeño truco que hiciste antes. Poner mi polla dura e hinchada de esa manera... —Hace un gruñido de desaprobación, y mi pulso se dispara. Puedo leer la necesidad escrita sobre todas sus características, en su postura firme. La necesidad de castigarme llamea en su interior, y eso me excita demasiado. ¿Qué me pasa? —Lo siento, señor. —Parpadeo hacia él, mi mirada comunica mi propia necesidad. —¿Qué debemos hacer para resolver esto? —Sus manos firmes se asientan en mi cintura, por lo que mi vientre se retuerce por los nervios. Audazmente, llevo mi mano entre nosotros, rodeando el peso de su eje, que incluso suave, es pesado en mi mano. —Podría hacerme cargo de esto — ofrezco. Sus ojos se cierran con fuerza por un momento, y lo siento comenzar a endurecerse contra mi palma. Cuando abre los ojos de nuevo, su perfecto control está de vuelta. —¿Te gustaría eso, mascota? Asiento. —Sí. —La idea de colocarme de rodillas ante él y tomar su pesada polla en mi boca hace que me ponga húmeda. Sacude la cabeza, diciéndome que he dicho algo incorrecto, ido demasiado lejos. —No esta vez —dice, y luego lleva sus manos a mi garganta. Curvando ligeramente sus dedos alrededor de mi cuello, sus labios rozan los míos. Con sus manos en la garganta, me sostiene en el lugar, tiene toda mi atención, lo cual creo que es el punto entero. Su pulgar acaricia a lo largo de la columna de mi cuello, y sonríe levemente cuando siente la insistente vibración de mi pulso. —Estar en problemas te excita. Chica traviesa —remarca. Suelto un pequeño gemido cuando la necesidad por tocarlo, besarlo, surge dentro de mí. El olor masculino de su piel, la forma en que se cierne sobre mí, incluso en mis zapatos de tacón alto, la mirada devastadora que dice: le pertenecerás a mi polla. Todo es demasiado. —¿Cuánto tiempo tengo antes de que tenga que devolverte? —pregunta. Puedo ver a la cocina, al reloj en la pared. —Tengo cuarenta y cinco minutos antes de mi próxima cita.

—Perfecto. —Coloca un beso en la base de mi garganta, Hale da un paso atrás y comienza a quitarse la corbata mientras observo con hambrienta anticipación la forma en que desliza el nudo y la saca de su cuello—. Gírate. Me doy la vuelta, así que miro a la pared, Hale toma cada una de mis muñecas, uniéndolas con firmeza con su corbata de seda. Se encuentra en silencio, y ni siquiera puedo empezar a adivinar sus emociones. Una vez que estoy asegurada, me guía por los hombros adentrándonos en el condominio, mis pies me llevan ciegamente por el pasillo. Me lleva al baño principal donde estaba antes, y nos coloca de frente al espejo, con él de pie detrás de mí. Su ruda mandíbula luce una sombra de las cinco, y se ve devastadoramente guapo. Podría pasar perfectamente por una estrella de cine en la portada de la revista People en la edición “El hombre vivo más sexy”. Su mirada se encuentra pegada a mí, al igual que la mía en él. Miro al espejo mientras sus hábiles dedos hacen el rápido trabajo de desabrochar mi blusa, dejando al descubierto el sujetador de encaje blanco debajo. —Tal como pensé. —Pasa sus pulgares sobre mis pezones ya endurecidos. Están hinchados y ultra-sensibles con el roce del encaje entre nosotros. Mi respiración se atrapa en mi garganta, y gimo en voz baja mientras las sensaciones me recorren. Después de abrir el broche frontal de mi sujetador para permitir que mis pechos queden libres, Hale me levanta y me coloca sobre la encimera, tal como fantaseé antes. Lleva su boca a un pecho, succiona con fuerza mi pezón en su boca caliente, haciéndome gritar. Quiero tocarlo, acariciarlo, pero con las manos atadas a la espalda, lo único que puedo hacer es sentarme frente a él, tomando cada gramo de placer que él tan expertamente me proporciona. Se mueve de un pecho al otro, lamiendo y chupando hasta que estoy empapada y a punto de explotar por la necesidad. Cuando se eleva en toda su estatura ante mí, sus labios se encuentran suaves y húmedos por su ataque de besos traviesos, y no quiero nada más que esos labios sobre los míos. Pero Hale mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca un pequeño vibrador plateado en forma de bala. Con un giro en el extremo, tararea a la vida, y las mariposas toman vuelo en mi estómago. Hale mira hacia el juguete zumbando en su mano y luego de vuelta hacia mí con un destello retorcido en su mirada. —Ahora, ¿qué debemos hacer con esto? Prácticamente me retuerzo sobre la encimera. Me puede leer como un libro. Sabe que quiero sentir el zumbido del juguete contra mí. Pero trato de

mantener la compostura, incluso con las manos atadas en la espalda y mis pechos desnudos expuestos, levanto mi barbilla. —¿Siempre llevas un vibrador en tu chaqueta de traje por todos lados? —¿Cuándo trabajo con pequeñas chicas malas que necesitan ser folladas? Sí. Mis cejas se elevan mientras mi bravuconería se desvanece. —Parece que has pensado en todo. —Te dije que soy el mejor. Su tono es confiado, seguro y directo. Se encuentra en su máxima belleza cuando es así. Alto. Al mando. A cargo. Me gusta mucho más de lo que jamás soñé que lo haría. —¿Alguna vez has utilizado un juguete como este, Brielle? He usado un vibrador antes; no soy tan inocente. —Sí —murmuro. Su mandíbula se contrae. —¿Pero lo has usado aquí? Coloca el juguete contra mi pezón, el cual se endurece al instante mientras inesperadas descargas de placer me recorren. La sensación no es como nada que he sentido. Cálido y delicioso calor se acumula mientras el juguete vibra contra mi piel sensible. Circunda un pezón, luego el otro, viendo como mi pecho se ondula. Deseo golpea fuertemente dentro de mí, y mi cuerpo grita en silencio por liberación. —¿Cómo se siente, mascota? —pregunta en tono bajo y sensual, su mirada pegada a mis pechos. —B-bien —digo con dificultad. —Umm. ¿Sólo bien? Me encuentro con su intensa mirada, observando, esperando a ver lo que hará a continuación. Su mano junto con el juguete desaparece debajo de mi falda, y segundos después siento la vibración en contra de mis bragas. Mueve el juguete de un lado a otro sobre mí, y los pulsos cálidos empujan mi placer a su límite. Mis caderas se mueven por su cuenta, se retuercen, meciéndose para acercarse. —¿Y qué hay de esto? —Oh, Dios —gimo. Presiona el juguete directamente contra mi clítoris, e inmediatamente me acerco al clímax. —No te vengas. ¿Me entiendes? —dice Hale.

Gimo, un pequeño grito burbujea en mi garganta. No hay manera de que pueda contenerme, pero asiento. —Buena chica. Con su mano libre, se desabrocha el cinturón, mete su mano dentro de sus pantalones, y saca su ya erecta polla. Mientras sigue estimulándome, se acaricia de arriba abajo el largo eje. Mi mirada está pegada a él. Es tan abierto, tan libre con su cuerpo, tan confiado sexualmente. Es una gran excitación. El zumbido entre mis muslos me empuja más y más cerca de la liberación, y muerdo mi labio inferior, gritando con una mezcla de placer y dolor para sostenerlo. —Hale. —Jadeo, desesperada por más. Apaga el juguete y me ayuda a bajar de la encimera. Me siento aturdida por nuestro encuentro y luchando para procesar lo que viene a continuación. Pronto, me encuentro en el suelo entre sus pies, mirándolo cuando comprendo que la puerta principal aún está desbloqueada, alguien podría venir en cualquier momento. La secreta emoción de ser descubiertos sólo me excita más. Mi respiración se vuelve jadeos irregulares; estoy tan necesitada y desesperada por más. Hale abre mi blusa, luego la desliza junto con mi sujetador por mis hombros para que mi pecho esté totalmente expuesto. Acuna mis pechos en sus manos, empujándolos juntos para crear un amplio escote. El pequeño juguete desapareció de nuevo en su bolsillo, y lloro su pérdida. Pasa su polla a lo largo del valle de mis pechos, y su pecho se estremece con una inhalación aguda. —Mierda. Sin lubricante. Supongo que no pensé en todo. —Sostiene su mano delante de mi boca—. Escupe —manda. Lo hago, mojando su palma con saliva. Cubre su polla con la humedad y luego la desliza entre mis pechos. Se mueve con impulsos controlados, su polla, dura como piedra, se sumerge en el espacio entre mis pechos. Es altamente erótico el mirarlo, y estoy paralizada. Si no es por el tic en su mandíbula y el pulso acelerado de su cuello, nunca sabría que se encuentra a punto de perder el control. —Jodido infierno —gime y toma su polla en la mano. Después de unos pocos trazos irregulares, su cálida venida decora mis pechos, goteando en mis pezones y cubriendo mi pecho. Gime mi nombre y mi coño se tensa, contrayéndose mientras un torrente de endorfinas golpea mi sistema. Nunca he hecho nada ni remotamente parecido a esto —un jugueteo al mediodía en una casa modelo— donde cualquiera podía venir a bailar el vals.

Pero parece que con este hombre, no soy yo misma. Ya no soy la aburrida, adicta al trabajo, ratón de biblioteca Brie. Soy alguien sexy, lasciva, atrevida y espontánea. Jodidamente amo eso. Hale me ayuda a ponerme de pie y abre el grifo del agua, calentándola antes de limpiarme con un puñado de papel higiénico. Desata mis muñecas y estiro los brazos, la pérdida de flujo sanguíneo hace que mis manos hormigueen y sean frías al tacto. Levanta cada una a su boca, presionando suaves besos en mis palmas y la parte inferior de cada muñeca, inspeccionando cada mano con cuidado. Su oscura mirada se fija con la mía. —¿Estás bien? Asiento. —Estoy bien. Un poco frustrada sexualmente, pero sobreviviré. —Sonrío, tratando de transmitir que mis muñecas realmente están bien. —Hoy fue sobre enseñarte una lección. —Lo sé —digo recatadamente. —Lo hiciste muy bien. —Besa mis labios una vez, suave, e inmediatamente me inclino hacia él, con ganas de más. Se ríe contra mi boca—. La próxima vez —promete. La próxima vez. Qué hermosas palabras. Ya lo anticipo mucho más de lo que debería.

Traducido por Moni Corregido por Janira

Hale Mi encuentro de antes con Brielle aún zumba en mi mente. ¿Qué mierda estaba pensando? ¿Marcarla de esa manera? Ella no es mía. Sin embargo, me cogí sus tetas, me dejé ir completamente, y me vine justo sobre su palpitante corazón. Todo lo que puede hacer fue limpiarla y huir de ese departamento antes de atarla a una cama y follarla por horas. Todo esto va a derrumbarse a mí alrededor cuando hayamos terminado. Lo sé, y sin embargo, me siento incapaz de terminarlo. Más tarde, me encuentro en la tienda de abarrotes, caminando por los pasillos, tirando cosas a mi canasta distraídamente. Le doy tres vueltas a la tienda, olvidando la razón por la que vine, cuando me quedo mirando sin expresión el mostrador con melocotones. No puedo evitar pensar en la suave y blanca piel de Brielle, la manera impaciente en la que me miró, lista para complacerme, el placer que sentí al llevarla a nuevas alturas. Verla abrirse para mí es como presenciar un hermoso despertar. Es malditamente adictivo. Este no es su mundo, y sin embargo, está tan dispuesta a ir en este viaje conmigo. Por mí. Odié el retener su orgasmo antes, y no es solo porque se ve muy hermosa cuando se viene. Nunca antes me había importado, nunca sentí la profunda angustia que viene después, nunca me sentí tan incompleto al separarme de una clienta antes. Negar un orgasmo es un castigo bastante común. Sin embargo, al usarlo con Brielle sentí como si una parte de mí hubiera muerto. Esa es una mierda muy enfermiza. Me encuentro seguro que si Reece escuchara todos estos pensamientos internos, me castraría de inmediato. Se supone que soy quien le enseña, pero siento que soy yo quien aprende todo tipo de cosas nuevas sobre mí mismo. Tomando un melocotón maduro y regordete lo llevo hasta mi nariz e inhalo. La dulce y suculenta fruta no se halla ni cerca de ser tan dulce como Brielle, pero la añado a mi canasta, de todos modos.

La estoy preparando para Kirby. Repito el mantra en mi cabeza mientras me dirijo a la caja registradora. Después, le doy una visita sorpresa a Nana, quien me ve con ojos cautelosos, proclamando que hay algo diferente en mí. Lo sabe, yo lo sé, aun así, ninguno de los dos sabe qué es exactamente. —¿Hay una mujer en tu vida? —pregunta mientras me pongo la chaqueta para irme a casa. La beso en la cabeza y le doy el melocotón. —Buenas noches, Nana.

Traducido por Annie D Corregido por Vane hearts

Brielle ¿Alguna vez has estado cerca de alguien donde la química era tan poderosa que físicamente tenías que restringirte? Fácilmente podría perderme en la mirada de Hale, en sus comentarios seductores, y masculina confianza. Podría pasar horas mirando fijamente en las profundidades de sus oscuros ojos. Podría entregar mi corazón, mi cuerpo, y dejar que tome la iniciativa. Pero sé que al hacerlo, me perdería por completo. Y después de mi reunión del mediodía con Hale, estoy más confundida que nunca. Las cosas que siento cuando estoy con él van mucho más allá de lo que una relación estudiante-maestro debería. Decidiendo que necesito un poco de tiempo de chica para despejar mi cabeza, al igual que una gran margarita, le marco a Julie. Pronto estamos en The Lettuce Leaf, un lugar para cenar de nuestros favoritos. Aquí hacen las más increíblemente asombrosas margaritas orgánicas de melocotón, y Julie me está preguntando sobre Hale. Por supuesto, no le he dicho su nombre; no me parece bien compartir esa pieza de información. —Tienes que darme más que eso —dice, poniéndome los ojos en blanco. —Tuvimos sexo, ¿de acuerdo? —susurro. Se sintió mucho más que sólo sexo, pero no sé cómo poner en palabras lo que experimenté el pasado sábado por la noche. O de nuevo hoy, durante la casa modelo. Estoy aprendiendo muchas cosas sobre mí misma, sobre el sexo. El sexo en sí es agradable, pero emparéjalo con una poderosa conexión, y varios intensos orgasmos, y se convierte en un cambio de vida. —¿Y? ¿Cómo fue? ¿Valió la pena el dinero? Me estremezco. Lo hace sonar como que he contratado a un prostituto, lo que básicamente hice, pero shhhh, no es algo que quiero que me recuerden. Él es un mentor sexual; hay una diferencia. La expresión de Julie se vuelve avergonzada cuando echo un vistazo alrededor de las personas sentadas cerca de nosotras. —Lo siento.

—Estuvo... él fue... —Muerdo mi labio. Él estuvo increíble, pero aquí está la cosa —por supuesto que lo estuvo. Lo contraté como guía sexual y maestro, y lo cumplió. Es tan simple como eso. Es pagado bastante bien para hacer lo que hace; no se debió a alguna conexión inexplicable que compartimos. —Fue exactamente como debería ser, supongo. Revelador y vale hasta el último centavo. Sonríe, satisfecha. —Esa es mi chica. —Levanta su vaso de margarita, tintineándolo con el mío. No me siento como la chica de nadie. Siento que ahogo mis penas en licor barato y tomo decisiones de las que me arrepentiré en la mañana. —¿Qué vamos a hacer después de esto? —digo con la boca llena de guacamole—. Tengo ganas de bailar. Julie sonríe. —Eso se puede arreglar. Vamos a ir a ese nuevo club nocturno, Dazzle. Después de una parada a mi apartamento donde nos arreglamos, volvemos a aplicar nuestro maquillaje, y buscamos en mi armario el atuendo más pequeño que podemos encontrar, nos ponemos en marcha para Dazzle. Tres cócteles de vodka de arándano más tarde y estoy en la pista de baile, sacudiendo lo que mi madre me dio. Me siento libre y sin preocupaciones. ¿Hale quién? Decidida a sacar de mi mente todos los pensamientos de él y nuestro acuerdo, reboto al ritmo de hip-hop, balanceando las caderas y moviendo el culo al ritmo de la música. Julie está charlando con un hombre mayor en el bar, y no queriendo nada que ver con los hombres esta noche, me expongo sola en la búsqueda de un ritmo ensordecedor para borrar todo pensamiento racional. Mi teléfono vibra contra mi cadera, y lo saco para ver un texto de Kirby. Lo dejé esperando sobre este fin de semana. Ups. Supongo que he estado más distraída de lo que creía. Kirby: ¿Cuándo pasaremos el rato? Necesito una dosis de Brie. Firmó su texto con un guiño, y mi corazón se ensancha con sus palabras. Tal vez hay esperanza para nosotros todavía. Respondo con una carita feliz. Brielle: ¿Qué tal este fin de semana? Estoy en Dazzle emborrachándome ahora mismo. Kirby: ¿Semana larga? Brielle: Algo así.

Kirby: Pasemos el rato pronto. Prometo animarte. Brielle: Suena bien. De repente, me siento mejor y más en control. Si Hale me ha enseñado algo, es dejar de lado mi autoconciencia e ir con la corriente. Y en este momento, lo único que quiero es otro cóctel, y que el DJ toque esa canción de hip-hop que me encanta. Levantando el cabello de mi cuello en un intento de refrescarme, me acerco a la barra y le hago señas al camarero para otro vodka de arándano. Al poco tiempo, estoy metiendo un dólar en el tarro de propina y me trago el amargo líquido rosado en un largo trago. Cuando siento una mano en mi cintura, me doy la vuelta para encontrar a un hombre con cabello oscuro desordenado y amistosos ojos azules sonriéndome. —Te ofrecería una bebida, pero veo que ya tienes una. Levanto la copa. —Sí, estoy toda lista. —¿Qué tal un baile, entonces? Abro la boca para negarme, pero luego la canción que he esperado escuchar toda la noche comienza, y una oleada de imprudencia burbujea dentro de mí. Agarro su mano, tirando de él hacia la pista de baile. Mirando hacia atrás, lo veo sonreír y colocar su cerveza en una mesa a medida que pasamos. Cuando llegamos al centro de la pista de baile, lanzo las manos al aire y muevo mi cuerpo, bailando de espaldas a su frente, moviéndome contra su ingle y amando la forma en que sus manos aferradas a mis caderas me hacen sentir sexy y viva. Mi misteriosa pareja de baile y yo mantenemos nuestro ritmo a través de tres o cuatro canciones, hasta que mi vejiga demanda vaciarse. Me inclino cerca de su oído, la intimidad de nuestro baile durante los últimos quince minutos haciendo que sienta una falsa sensación de comodidad cerca de él. Justo cuando estoy a punto de susurrar-gritar que tengo que ir al baño, un casual y firme apretón se engancha a mi muñeca y me tira de regreso a un amplio pecho masculino. Grosella negra y sándalo. Mi cuerpo responde al instante, mis pezones endureciéndose en mi sujetador, y escalofríos rompen a lo largo de mi nuca. Me doy vuelta y me encuentro cara a cara con Hale, notando que sus facciones se fruncen. Está molesto, pero no tengo idea por qué. —¿Qué estás haciendo aquí? —grito por encima de la música, sin entender cómo sabía dónde estaba esta noche. O tal vez no es nada más que una

coincidencia, pero un destello de conciencia se aferra en el fondo de mi mente hasta que el alcohol y el hombre enojado delante me superan. Él curva una mano alrededor de la mía y me jala de la pista de baile. Nos dirigimos hacia la entrada trasera y los baños, gracias a Dios, así que no protesto. Hale sigue jalándome por el pasillo poco iluminado, más allá de los baños y armarios de suministro, hasta que estamos de pie cerca de la salida de incendios. Abro la boca para preguntarle qué pasa, cuando su boca se cierra caliente y hambrienta sobre la mía. Me ataca con besos apasionados, y todas las preguntas mueren en mis labios. Nada importa en este momento, excepto su toque. Sus manos se deslizan por debajo del borde de mi camisa, haciéndole cosquillas a la piel de mi estómago, deteniéndose justo debajo del encaje de mi sujetador. Inmediatamente me transporto a más temprano hoy cuando retuvo mi orgasmo. Mi cuerpo, preparado y listo, se flexiona hacia el suyo, mis caderas empujando hacia adelante hasta que siento su gruesa erección. Muerde mi labio inferior, apenas suficiente para que duela, y no puedo evitar el gemido que escapa ante su rudo contacto. Luego me clava a la pared — duro— y el aliento sale de mis pulmones en un jadeo. —¿Qué demonios crees que estás haciendo? —pregunta, quitando su boca de la mía. ¿Yo? Él es el único que se presentó aquí actuando como un Neandertal. —¿Qué quieres decir? —pregunto, sin aliento. —Negué tu liberación más temprano, y ahora estás afuera emborrachándote en un club nocturno, bailando con un hombre que felizmente te llevaría a casa y te follaría. ¿Qué se supone que debo pensar? Sus ojos están ardiendo sobre mí y su cabello está desordenado y fuera de lugar, ambas indicaciones que está fuera de control en una manera que nunca antes lo he visto. No sé si me encanta o lo detesto. Mi cerebro llega a la comprensión cuando todas las piezas del rompecabezas caen en su lugar. —¿Estás celoso? Su mano agarra el costado de mi cadera, y aprieta. —Se supone que debes ser mía por las próximas seis semanas. —Soy tuya. —Las palabras tienen una verdad innegable que me hace sentir con ganas de llorar. Dios, ¿cómo me permití estar tan envuelta en un hombre que nunca puedo tener? —Entonces déjame preguntarte de nuevo, Brielle. ¿Qué carajo crees que estás haciendo?

—Estoy tratando de emborracharme y soltarme. Lamento si fallaste en darte cuenta pero esto es jodidamente confuso. —Gesticulo entre él y yo. El licor ha aflojado mi lengua, y no me importa. De pronto, quiero que Hale se sienta igual de confundido y fuera de control como yo. Se acerca más, sus caderas rozándose con las mías mientras pregunta—: ¿Qué hay de confuso al respecto? —Su boca está a meros centímetros de la mía, su cálido aliento ligero sobre mis labios. —¿Por qué preguntaste para besarme esa primera noche? —susurro. Está en silencio un momento mientras observa mis ojos como si estuviera contemplando cómo responder. —Necesitaba ver cómo besabas. Necesitaba saber si era una habilidad que teníamos que trabajar juntos. —Su voz es calmada y confiada. Pero el pulso latiendo en su garganta, y la forma en que sus ojos se desviaron de los míos cuando respondió... algo se siente extraño. —No te creo. —¿Por qué crees que te besé, Brielle? —Debido a que querías. Porque estás tan atraído hacia mí como yo lo estoy a ti. —¿Eso importa? —pregunta. Mi corazón está golpeando contra mis costillas, con la esperanza de que estoy a punto de descubrir que él tiene sentimientos secretos hacia mí como yo los tengo por él. —Los dos sabemos que esto no se dirige a ninguna parte. Nos gusta follar entre sí. Es un valor añadido a nuestras lecciones juntos. No veas algo que no está allí. —Su voz es un suave susurro, y sus ojos están suplicándole a los míos. No tengo más remedio que creerle. Joder. La abrumadora necesidad de llorar está de vuelta en toda fuerza. Quiero entender por qué no he pensado en Kirby una sola vez desde Hale llegó a mi vida. Quiero saber por qué Hale coloca una pared. Quiero saber donde trabaja, lo que le gusta para el desayuno, y si ronca cuando duerme. Quiero verlo con su abuela. La imagen de él ayudando a una anciana frágil en las escaleras de la iglesia me pone los ojos llorosos. Y, sobre todo, quiero entender cómo he llegado a estar tan desesperadamente apegada a él en tan poco tiempo. —Tengo que hacer pis —digo, alejándome de él y caminando hacia el baño. Una vez que cierro la puerta del baño y cubro el asiento del inodoro con papel, me siento y vacío mi vejiga. Tomando una respiración profunda, hago una bola de papel higiénico en mi puño.

Mis sesiones con Hale vienen a mi mente. La primera vez post-sexo me hizo cuestionar todo. Esa fue la mejor y más intensa experiencia que he tenido con un hombre. Kirby estaba lo más alejado de mi mente. E incluso en mi estado ebrio, me pregunto si puedo manejar tres sesiones más. Pero, ¿cómo puedo decirle que no a la cosa más bellamente brutal que he sentido? Con absoluta claridad, me doy cuenta de que enamorarme de Hale es una posibilidad muy real y aterradora. Y, ¿qué voy a hacer entonces? Desde luego, no estaré bien con él asesorando y follando a más no poder a las mujeres de todo Chicago. Además, ha dejado muy claro que él y yo no tenemos un futuro así que, ¿por qué estoy sentada aquí soñando con cosas que nunca serán? Sintiéndome triste y rota, termino en el baño, tomando unos momentos para reponerme antes de irme a encontrar Hale. Me está esperando fuera de baño de mujeres, luciendo serio. —¿Te puedo llevar a casa? —pregunta, su tono exigente. Mis grandes planes que incluían alcohol, baile, y arrepentimiento de repente parecen infantiles. —Sí. Saco el teléfono de mi bolso para escribirle a Julie y decirle que me voy, cuando veo que me envió un mensaje hace quince minutos para decirme que se iba a casa con el hombre mayor que conoció en el bar. Está bien, entonces. —¿Tienes una cuenta que cerrar? —No. Estoy lista. Su mano en mi espalda baja me guía a la salida, y lo dejo ayudarme a entrar al coche. Ambos estamos callados en la viaje a mi casa. El alcohol está empezando a desaparecer, y estoy vagamente consciente de que debería estar avergonzada de que prácticamente admití que sentía más por él de lo que debería. —¿Puedo entrar? —pregunta, deteniendo el coche en la calle fuera de mi edificio. Debería rechazarlo. Eso sería lo lógico. Mi estado emocional actual y mis sentimientos aumentando deberían indicar que necesito un respiro de él —al menos por la noche. Mirando hacia él en el interior del coche iluminado por la luna, veo el fantasma de una sonrisa formándose en sus labios cuando dice—: Te dejé esperando antes. Puedo encargarme de eso por ti. No sé si esto es una lección o una follada de misericordia, pero también sé que no lo rechazaré. —Está bien —digo, mi voz plana.

Toma mi barbilla en su mano y gira mi cabeza para mirarlo a los ojos. — Necesito una respuesta afirmativa o negativa. ¿Me quieres esta noche? —Sí, te quiero. —Hay mucha verdad en mis palabras que duele. Fuerzo una sonrisa en mis labios. Una vez que estamos dentro, me levanta en sus brazos y me lleva a mi dormitorio. Con cuidado, me coloca en el centro de la cama, luego me quita los tacones altos, besando la cima de cada pie desnudo. Sus labios son cálidos y suaves, y envían un hormigueo a lo largo de mi piel. Está siendo tan tierno, tan dulce, no sé qué se le ha metido. Lentamente, metódicamente, quita cada capa de ropa de mi cuerpo, besándome suavemente desde la cabeza a los pies. Nunca ha sido tan atento y cuidadoso así conmigo antes. Mi cabeza da vueltas con preguntas, y siento como si me estuviera ahogando en este gran hermoso hombre. Lo observo a la luz de la luna, deleitándome en la sensación áspera de su barba de tres días contra mi cuello, aspirando su olor hasta que me siento tan llena de él que podría estallar. Me mira como si yo fuera el principio y el final de todo. —Sólo siente —susurra contra mi muslo. Quiero preguntarle de que se trata la lección de esta noche, pero no quiero romper el placentero hechizo que ha echado sobre mí. Así que cierro los ojos y dejo que los exquisitos besos que está colocando justo debajo de mi ombligo aparten todos los otros ruidos en mi cerebro. Pronto, él aparta mis muslos, y dejo caer las rodillas para concederle el acceso que exige. No hay timidez, ni inseguridad con él. Quiero esto tanto que puedo saborearlo. Quiero que me lleve a donde sólo él puede —donde nada existe solo placer sin sentido, a ese espacio donde apago mi cerebro y simplemente siento, como él ha ordenado. Es un sentimiento que he aprendido a desear. Besos cálidos y húmedos son delicadamente colocados entre mis muslos haciéndome jadear en voz alta y tirar de su cabello. Se detiene y se aleja, una sonrisa en sus labios, y luego va a mi armario y busca en el cajón superior mientras lo observo, curiosa acerca de lo que podría estar buscando. Cuando lo encuentra, camina de regreso hacia mí con confianza y utiliza las medias negras que ha encontrado para atar juntas mis muñecas por encima de mi cabeza. Me pregunto si he estado jalando de su cabello demasiado, o quizás simplemente le gusta verme atada. Se quita la camisa, y soy recompensada con los lisos y musculares planos de su pecho desnudo.

Antes de que pueda reflexionar sobre sus preferencias sexuales, baja la boca a mi núcleo una vez más y continúa el ritmo castigador con su lengua que sé va a hacerme acabar mucho más rápido de lo que es propio de una dama. Mis caderas se mueven y mi cuerpo tiembla, lloriqueos desgarran su camino hasta mi garganta, y él todavía no cede. Una poderosa liberación me hunde, y después de lo que parece una eternidad, emerjo, sin aliento y desorientada. —Santo infierno —murmuro, cerrando los ojos y dejando caer la cabeza sobre la almohada. Hale se pone en pie. —No estoy ni cerca de terminar contigo todavía. — Sus manos se mueven a su cinturón, desenganchando el cierre, y se quita los vaqueros y bóxer. De pie ante mí completamente desnudo, me deja observar toda la vista. Y es una malditamente increíble vista. El hombre tiene músculos en lugares que no sabía que uno podría tener músculos. Su polla gruesa está erguida, con una vena a lo largo de la longitud de la misma, y una gota de humedad brilla en la parte superior. Gimo y me retuerzo en la cama, ansiosa de probarlo. Una sonrisa tira de su boca mientras su mano encuentra su polla. — ¿Quieres montar esto de nuevo, melocotón? —gruñe. —Joder, sí —digo, la confianza surgiendo a través de mí. Todos mis modales han volado por la ventana, junto con mi sensibilidad. Él creó esta mujer ansiosa que no se contiene, y ahora va a tener que lidiar con las consecuencias. Su mano se queda quieta mientras me observa luchar en contra de mis limitaciones. —No te he mostrado mi posición favorita todavía. A pesar de que tú con tu culo hacia arriba, montando contra mí, es un maldito segundo puesto. Grandiosos recuerdos parpadean a través de mi cerebro... mi trasero en el aire, tomándolo arbitrariamente por detrás. —Te ves bien en cuatro —reflexiona, recordando lo mismo que yo, me parece. Ya nada de lo que dice me impresiona. He llegado a amar su sucia boca, y mi cuerpo se enciende como un árbol de Navidad ante sus palabras. A pesar de mi poderosa liberación, estoy mojada y hambrienta de más. Desata mis manos, inspeccionando cuidadosamente antes de colocar un tierno beso en la parte inferior de cada muñeca. Luego desliza una almohada debajo de mi culo, forzando mis caderas hacia arriba de la cama varios

centímetros, y se arrodilla entre mis piernas separadas, inclinando su polla hacia mí. —¿Has tenido un orgasmo con el punto G antes, Brielle? ¿Un qué? —No. Levanta una de mis piernas pierna por encima de su hombro y besa mi tobillo. —Bien. Otra primera cosa que llego a tener. —Coloca la amplia cabeza de su polla en mi contra y empuja, con cuidado al principio, dejando que me adapte a él. Abro la boca para preguntarle qué tiene de especial el punto G, cuando comienza a mover sus caderas, bombeando dentro y fuera en un ritmo constante, y mi cuerpo se contrae violentamente contra él. —No acabes todavía, cariño. —Se ríe—. Déjame follarte correctamente en primer lugar. Con mi tobillo apoyado en su hombro, se mece hacia atrás y delante, masajeando ese punto sensible dentro de mí, y pronto estoy arañando su espalda, rogándole que me deje acabar. —Todavía no, melocotón. Quiero que sientas todo lo que te estoy dando. —Sus oscuros y hambrientos ojos se traban con los míos y todo lo demás se desvanece en la noche. Su sentido de control es tan sencillo y directo que puedo completamente desconectar el otro ruido en mi cerebro, las muchas cosas sin sentido que uno piensa diariamente. ¿Apagué la cafetera? Debería ir al gimnasio después. Necesito devolver esos pantalones que no me quedan. Entregarle toda la responsabilidad a este muy capaz hombre me hace sentir libre. Todas mis inseguridades desaparecen. Su toque me obliga a permanecer en el momento y no deja que mi mente distraída divague. Controla todo sobre mi experiencia. Su dominio absoluto despeja mi cerebro de todas las tonterías que normalmente corren sin parar. Es una dicha. —Hale... —grito, agarrando su trasero. Sujetando mis manos en la cama, me mantiene allí. Sus dientes mordisquean la delicada piel de mi tobillo, y se hunde más profundo dentro de mí. Con cada embestida, afirma su propiedad sobre mí. Sólo se suponía que fueran seis semanas. Entonces, ¿por qué se siente que cada beso, cada dulce palabra murmurada significa más? ¿Realmente va a dejarme al final de esto? —Tan jodidamente perfecto... —gime, su cuerpo temblando mientras trata de contener su propio orgasmo—. El coño más apretado que he follado.

Viendo su expresión cambiar de oscura seducción a una de completa entrega casi me deshace. Sabiendo que soy la responsable de hacer temblar el cuerpo de este gran y poderoso hombre provoca una oleada de orgullo que rompe a través de mí. Cuando libero mis manos, para poder tocarlo, no me detiene. Está tan consumido por nuestra unión como yo. Presionando las uñas en su culo, cedo y mi segundo orgasmo de la noche se hace cargo, arrastrándome a ese placentero lugar donde nada existe solo su cuerpo enterrado en el mío. Un momento después, se deja ir y me marca por segunda vez hoy. Con el corazón latiendo en mi pecho, lo jalo encima de mí, sosteniéndolo, no preocupándome por el cálido y pegajoso desastre entre nosotros. Siento su corazón golpeteando contra el mío, y es dicha. Así es como la felicidad se siente. Este momento es perfecto, y nunca quiero dejarlo ir. Un terapeuta tendría un día de campo analizando por qué elijo pasar mi tiempo con Hale en lugar de enfrentar mi futuro con Kirby .

Traducido por Mary Corregido por NnancyC

Hale Un terapeuta tendría un día de campo analizando mi trabajo como mentor de mujeres necesitadas. Sin embargo, esta noche fue algo más. Lo que acabo de compartir con Brielle no se parece a nada que he hecho antes. No actuaba sólo como su mentor; fue más. Me pierdo cuando estoy con ella, y eso me asusta hasta la mierda. Me refriego la cara con mis manos, sentándome en la cama. Después de que tuvimos sexo, me quedé dormido con Brielle envuelta en mí. Cuando me levanto, el conocimiento arde en mi interior ya que nunca he dormido en la casa de una clienta. Usualmente no puedo largarme lo suficientemente rápido, deseando una ducha caliente y el confort de mi propia cama. No obstante, en este instante, aún puedo oler el aroma de Brielle en mis dedos, y ni siquiera quiero lavar mis malditas manos. Ella me ha marcado, y sé que no es algo que pueda simplemente lavar para que desaparezca. Mis manos, colgando flojas a mis lados, ya extrañan la sensación de ella, y mi boca anhela su sabor. Mi pulso retumba en mis orejas mientras trato de entender que significa todo esto. Ella se incorpora, tirando las sábanas para cubrir sus senos. —¿Te vas? Asiento, forzando algo de compostura en mi boca. —Vuelve a dormir. Hablaremos pronto. Estira una mano hacia mí. —Todavía no. Quédate… sólo un poco más. Por un momento creo que iba pedirme que me quedara por la noche, pero ambos sabemos que eso no puede pasar. Me quedo quieto, de pie en su cuarto oscuro, tratando de averiguar qué demonios estoy haciendo. Debería irme. Agarrar mis pantalones, mi billetera, mis llaves, e ir a mi casa. Pero no lo hago. Dejo salir un suspiro pesado, y cuando Brielle sonríe y se estira por mí, tomo su mano y le dejo atraerme de vuelta a la cama. —¿Qué quieres? —susurro.

—Más. —¿Estás segura? —Muy —dice, su tono descarado y su boca tira en una sonrisa. Mi mano se desliza entre sus piernas, y sus rodillas automáticamente se abren para mí. Ha aprendido a aceptar su sexualidad, y el conocimiento de que yo fui el que la llevo allí… es muy satisfactorio. Pero es la mirada en sus ojos que casi me deshace. Total confianza. Confianza que no merezco, pero me la otorga… libremente. Mientras mis emociones se agitan en mi interior, me esfuerzo para mitigarlas. No puedo mostrarle todo ahora mismo; no quiero hacerlo. En su lugar, quiero saborear todo esto, guardar algunas cosas que pueda mostrarle después así habrá algo nuevo para descubrir en los años que vendrán a partir de ahora. De donde carajos vino ese pensamiento, no lo sé, pero es la pura verdad de Dios. Hacemos el amor. Lentamente. Mi boca se fusiona con la de ella, capturando cada aliento, cada gemido a medida que mi cuerpo se mueve íntimamente sobre ella. Cuando susurra en la oscuridad preguntándome que lección es esta, la callo con otro beso. Mi silencio es respuesta suficiente.

Es de madrugada, oscuro y frío afuera. Cuando finalmente me levanto para irme, Brielle ni siquiera se mueve. Me deslizo en mi coche y el motor ruge a la vida. Todo el camino a casa, no puedo detener las imágenes de Brielle reproduciéndose en mi mente. La forma en cómo se veía extendida y abierta ante mí, la forma en que su coño caliente me apretó cuando se venía. Santo Dios, está tan cerca de la perfección como puedes conseguir. Por supuesto, ella no ve eso, que es la razón por la que me contrató. Cristo, fui contratado para hacer un trabajo, y mi cerebro sigue olvidando eso, maldita sea. Ya que esta noche… No hubo una lección. Fue sólo mi cuerpo uniéndose con el suyo en una avalancha ansiosa de energía en bruto y emoción.

Aprieto mi agarre en el volante, completamente más allá de mí. Nunca olvido la lección cuando estoy con una mujer. Nunca. Todo lo que hago, cada toque, cada caricia, cada orden significa una enseñanza. Pero cuando hoy encontré a Brielle en ese club, presionada contra algún tipo que no era yo, lo perdí. La arrastré a su casa como un maldito cavernícola y la reclamé. Fue únicamente sobre su placer. Todas las cosas perversas que pude mostrarle a su cuerpo para probarle que ella era mía. El sexo no es sólo bueno, es alucinante, es lo mejor del mundo; para ambos. Y no sé cómo manejar esa información. Mi mundo literalmente fue sacudido y arrojado fuera de su eje. Una clienta nunca ha llegado a mí de esta manera. Apenas puedo mantener mi compostura e instruirla. Ella es mi dueña. Y no es sólo porque tenga el coño más apretado que he tenido. Ella me afecta en formas que ni siquiera puedo explicar. Su total sumisión a todos mis caprichos, su plena confianza y fe en mí, este proceso... es asombroso. Esta noche vi su pecho subir y bajar, sentí la energía nerviosa corriendo a través de ella mientras esperaba para ver lo que haría después, de que forma la tomaría, sabiendo que me permitiría todo. Mi polla se endurece de nuevo sólo de pensarlo. La verdad es que he empezado a notar pequeñas cosas sobre Brielle a las que nunca había prestado atención antes. Cosas que la hacen una persona real y no una clienta, cosas que difuminan la línea de nuestro contrato. La forma en que pausadamente se extiende en la cama después que hemos intimado, como va de puntillas al baño cuando tiene que orinar, la forma en que su risa ilumina toda su cara. Como un amo, es mi responsabilidad entender lo que mi sumisa necesita. Brielle dice que quiere a Kirby, pero sé que lo que realmente necesita es ser amada. Servir a un hombre, y a su vez sentir el placer maravilloso que viene de una profunda conexión compartida. Algo tan poderoso, que es casi sagrado. Puedo sentir los cimientos de esa conexión formándose entre nosotros, y eso me asusta hasta la mierda. No acabará bien para ninguno de nosotros. No puedo proveerle de las cosas que desea. He tratado esa ruta antes y he fallado miserablemente. Reece me advirtió sobre involucrarme emocionalmente a una sumisa que estoy entrenando, y siempre me había mostrado reticente ante su consejo. Nunca pareció dentro de lo posible. Sin embargo, dentro de unas pocas semanas, Brielle me ha llevado al borde. Mi estómago se agita cuando me doy cuenta de lo que esto significa. Tengo que cancelar el resto de sus sesiones. La sensación es como una pesa colocada en mi pecho. Caminando en la oscuridad de mi apartamento, pateo la puerta para cerrarla detrás de mí, encendiendo la luz. Estoy dispuesto a cualquier cosa esta noche, tan deprimente como eso suena. Mi compañero de cuarto no está en

casa, y no siento ganas de estar solo ahora. No me gusta la quietud de la noche; todavía no me he acostumbrado a eso. Las noches son cuando me siento más solo. Y estar solo suscita recuerdos que prefiero no pensar. Para eso se suponía que fuera mi labor como mentor, una chica diferente cada semana para mantener mis pensamientos a raya, y ocupar mi tiempo. Excepto que sólo existe Brielle. Otra cosa que no me importa que permanezca. Miro alrededor de mi cuarto. Una desastrosa cama deshecha, una nevera sin comida, aunque nada me apetece de cualquier forma. Tal vez debería llamar a Reece e ir al club. Darle una visita a Chrissy. Aunque esa no es la respuesta tampoco. Estoy tenso. E insatisfecho. Frustrado, agarro una botella de cerveza de la nevera y me lanzo al sofá, mi mente en Brielle una vez más. Incluso esa primera noche que mi mano descansó en la parte baja de su espalda, guiándola, debí haberlo visto. Las pistas de que empezaba a sentirme territorial sobre ella. Mi cuerpo lo sabía antes que mi mente. Tomando un largo trago de cerveza, cierro los ojos y respiro. Incluso si contara lo de esta noche con Brielle como una lección —lo que ambos sabemos no lo fue— sólo llevamos cuatro sesiones. Cómo diablos esta mujer pudo prácticamente destruirme en cuatro reuniones, no tengo ni idea. Cambiando mis pensamientos a la cerveza, la coloco abajo y agarro mi teléfono para marcarle a Reece. Cuando responde, hay voces y música baja en el fondo. —Cameron Hale, es bueno oír de ti, hermano. —Hola, hombre. ¿Algo pasando esta noche? —Me conoce bien. El tono de mi voz y el hecho de que le estoy llamando a las dos de la mañana son una buena indicación de que no es buena idea para que yo esté solo en estos momentos. —Siempre hay algo pasando —dice—. ¿Por qué no vienes? —Sí, estoy pensando en ello. ¿Chrissy está allí? —Está aquí. ¿Debería decirle que espere por ti? Esté buscando tener una escena con alguien esta noche. —Sí. Necesito ducharme, y estaré allí. Sabiendo que Chrissy está esperando por mí y mi liberación está a la vista, apresuradamente me baño y me visto. Entonces estoy de vuelta en mi coche, rugiendo por la I-94 hacia el centro de Chicago, y Crave se encuentra a quince minutos.

Cuando pienso en liberar a Brielle de su contrato, decido que la representación de esta noche no es como quiero que terminen las cosas. Vino a mí por una razón, y tendrá que alejarse de nuestro trato con más confianza y habilidades de las que tuvo antes. Una lección más, eso es lo mejor que puedo ofrecer. Sólo necesito colocar mi mente de vuelta en el lugar correcto. Y no hay nada como una sumisa dispuesta, amordazada con una bola y asegurada en una mesa para poner tu mente en foco. Chrissy lleva la típica lencería negra de época que prefiere: medias de seda con costuras corriendo por la parte posterior de sus piernas, un liguero asegurado sobre su cintura alta en encaje negro, un sujetador push-up que oculta su pecho, no obstante, alude a sus amplias curvas. Sus labios están pintados de rojo sangre, y se hallan actualmente abiertos alrededor de una mordaza, una pelota de goma negra. Se estremece por la fuerza bruta de la fusta cuando la azoto contra la parte posterior de sus muslos. —Respira a través de ello —la animo, pero mi voz suena débil, incluso a mis oídos. Los ojos de Chrissy parpadean a los míos. No hemos jugado juntos en semanas, no desde que empecé a ver a Brielle, y se siente extraño, como si de alguna manera estuviera oxidado. Hace resonar sus dedos contra el lado de la mesa y entonces desabrocho la mordaza, quitándola de su boca. —¿Señor? —pregunta, parpadeando hacia mí. —¿Sí? —¿Estoy haciendo algo mal? ¿Algo que no le gusta? Puedo darle todo lo que permita esta noche, señor. —Sus palabras están llenas de matices sugerentes. Nunca he follado a Chrissy, aunque estoy muy seguro que Reece sí. Su marca de perversión es más intensa que la mía, y en base a las historias que he oído, a menudo termina en sexo hambriento y enloquecido. Soy mucho más controlado en una escena. O por lo menos, solía serlo. Esta noche no soy yo mismo, y no sé por qué. —Lo estás haciendo bien. Soy yo, es que…

—La chica nueva con la que has estado ocupado —ofrece. Mi mirada encuentra la suya de nuevo. —Sí. —¿Quiere hablar de ello? Ya es casi de día. Podríamos ir a desayunar en ese lugar que te gusta. Toda la adrenalina en la que he estado funcionando durante las últimas horas estalla, y de repente me siento cansado. Y nada interesado en terminar la escena que hemos empezado. —No esta noche. La libero de sus ataduras y dejo el cuarto aún más confundido que cuando llegué.

Traducido por Paltonika Corregido por Annie D

Brielle Para el domingo, me sentía completamente recuperada de mi noche con Hale, por lo que fui al apartamento de Kirby. Cuando llego, me besa en la mejilla y me hace entrar. —Solo tengo que ver el final del juego. No te importa quedarte un ratito más, ¿verdad? —Sus ojos se desvían hacia el televisor sin esperar mi respuesta. —Por supuesto —miento, a pesar de que acomodé toda una tarde de citas y si llegamos tarde, arruinará todo el día. Nos sentamos en el sofá, y Kirby aprieta mi muslo. —Me alegro de que estés aquí hoy. Has estado muy ocupada últimamente. —Si —le digo sin ahondar en el por qué, o más bien qué fue lo que me mantuvo ocupada. No puedo contarle a Kirby sobre Hale. No lo entendería. Cuando pasan comerciales durante el juego, Kirby se dirige a la cocina y hurga entre los gabinetes. —¿Quieres comer algo? ¿Una cerveza? —grita. —No, estoy bien —le grito mientras observo el gran apartamento que comparte con un compañero de piso. Por todas partes grita apartamento de soltero. No hay ningún toque personal, nada que lo haga sentir hogareño. Sé que su compañero es un abogado en el bufete donde trabaja Kirby, y eso es todo. Kirby regresa con una cerveza y una bolsa de papas fritas, que come felizmente mientras cae nuevamente a mi lado. No puedo dejar de notar la manera en que mastica con la boca abierta y luego limpia las migajas de los dedos en sus pantalones. —¿Todo va bien con tu compañero de piso? —Sí, ¿por qué? —pregunta. —Porque quieres mudarte. Se encoge de hombros. —No, él es genial. Honestamente, nunca está en casa. Simplemente estoy listo para conseguir mi propio lugar.

Asiento, entendiendo completamente. Después de tener compañeros a lo largo de toda la universidad, chicas que eran desordenadas y tomaban “prestada” mi ropa sin preguntar, me sentía más que lista para tener mi propio lugar. —Nunca lo conociste, ¿verdad? —pregunta. —¿A tu compañero? No. —Cada vez que he estado aquí, su compañero está desaparecido u ocupado. Kirby levanta la barbilla, en dirección al pasillo que conduce a las habitaciones. —Cameron, trae tu culo para acá. Quiero que conozcas a alguien —grita. Su alegato es respondido con silencio, y se encoge de hombros. —¿Siquiera está en la casa? —pregunto. —Sí. Lo escuché entrar como a las cuatro de la mañana, pero todavía podría estar durmiendo. —¿No crees que es extraño que nunca he conocido a tu compañero de cuarto? Se encoje de hombros otra vez. —Es un chico misterioso. No sé dónde está la mitad del tiempo. —Baja la bolsa de papas fritas, limpia sus manos y se gira hacía mi—. Nunca te dije por qué se mudó aquí, ¿verdad? Niego con la cabeza. —Es por una mierda triste —dice, bajando el tono de su voz—. Sus padres murieron el último año de la escuela secundaria, y naturalmente él era un desastre. Se fue a la universidad, y el primer año conoció a una chica llamada Tara. Ella llenó de esperanza y amor, y toda esa mierda que busca la gente. Salieron durante toda la universidad, durante toda la facultad de derecho. Era su roca. Kirby toma su cerveza y bebe un largo trago antes de continuar. —De hecho la conocí una vez, en una fiesta navideña de la firma, su primer año en el bufete de abogados. Era tranquila y amable, si me preguntas, pero para él, Dios, podías ver el amor que sentía por ella irradiando de su mirada. Era todo lo que tenía. Su todo. Se le propuso con un enorme diamante, para el cual ahorró durante todo el año. Te juro, las ganancias de su primer año fueron a dar directamente a ese anillo. Mientras que todos los otros de primer año trataban de arreglárselas para salir de la montaña de deudas por los préstamos estudiantiles, Cameron guardaba y ahorraba para ella. —¿Qué pasó? —Mis manos se cerraron alrededor de un cojín. Lo llevé a mi pecho, anticipando lo peor, que ella fue de alguna manera arrancada de él demasiado pronto.

—Un día, llegó temprano del trabajo… había ganado un gran caso, de hecho el que lo llevó a ser promovido desde junior asociado a asociado y quería celebrar. Cuando llegó a su apartamento, ella se encontraba sobre sus manos y de rodillas mientras era tomada por el culo por uno de sus mejores amigos. Mi mano vuela a mi boca. —Es horrible. Asiente. —Malditamente trágico. Ella era todo para él. Después de eso, podías ver como la luz de sus ojos se tornó sombría. Perdió la fe en todo ese día. Perdió el último pedacito de él. Anduvo jodidamente deprimido durante meses. Se mudó aquí solo con una bolsa de lona y un montón de trajes. Ya han pasado dos años y finalmente está volviendo así mismo. —Esto es muy triste —me quejo, completamente absorta en su historia. Me duele el corazón por el compañero de piso de Kirby, y me doy cuenta que su situación es aún más difícil que la mía, el de querer a alguien que no puedes tener. —Lo sé. Cada vez que pienso en querer tener una relación, recuerdo los meses que estuvo roto y de mal humor, y decido que, simplemente, poner mucha confianza en otra persona no es algo que quiero hacer. —¿Estás seguro de que mudarte es una buena idea, Kirby? Has pintado una imagen sobre él que no tiene a nadie en su vida. Se ríe. —Confía en mí, estará bien. Estoy bastante seguro que ha estado afuera, follando a una chica diferente cada noche para compensar a esa puta perra de su ex novia. Está bien, entonces. —Será mejor que nos vayamos —le digo, mirando la hora en mi celular—. No quiero que lleguemos tarde a todas las citas que he arreglado. —Un par de minutos más, mariquita. —Me aprieta la rodilla otra vez, y regresa la mirada al televisor. Mientras observo a Kirby ver su juego, estoy teniendo problemas para recordar lo que he visto en él. Hurguetea entre sus dientes, mastica con la boca abierta, hace caso omiso a una llamada telefónica de su madre, y le grita al televisor. Y lo peor de todo es que apenas nota mi presencia. Cuanto más tiempo estoy sentada aquí, más me doy cuenta que soy mejor que eso. No quiero un hombre al que tenga que convencer. Quiero a alguien que me quiera por como soy. Mi mente vaga a Hale. Siempre me hace sentir deseada. Una sonrisa se asoma en mis labios mientras miro fijamente el televisor, preguntándome dónde está y que está haciendo hoy. Mi celular suena dentro de mi cartera y lo saco, preguntándome quién me está escribiendo. Es probable que sea Julie.

Cuando veo que se trata de Hale, mi corazón se agita en mi pecho, sabiendo que él pensaba en mi exactamente en el mismo momento en que pensaba en él. Hale: ¿Qué estás haciendo? Sonrío mientras escribo mi respuesta. Brielle: Pasando el rato con Kirby. Una vez que he escrito, un frío temor cae sobre mí. ¿Qué pasa si me desafía a algo atrevido…como seducir a Kirby? Hale: ¿Es tan encantador como lo recordabas? Brielle: Por supuesto. Las palabras se sienten falsas, pero es lo que se supone que diga. La razón por la que Hale me está ayudando es debido a mi interés en Kirby. Justo en ese momento, resuena música heavy metal fuertemente desde el pasillo, o más específicamente, desde la habitación de su compañero de piso. Le doy una mirada a Kirby, mis tímpanos están protestando por el molesto ruido. —¿Tiene una obsesión con el heavy metal? Se encoge de hombros. —Normalmente no. Bajo la mirada hacia mi teléfono para ver un nuevo mensaje de Hale. Hale: Esta noche. Eres mía. Mi vientre se aprieta con nerviosa anticipación. Cuando comenzamos nuestra relación de trabajo, tuve la impresión de que nos encontraríamos una vez a la semana durante seis semanas. Acabábamos de vernos anoche, pero no iba a objetar de mi parte. Las cosas han comenzado a sentirse más íntimas entre nosotros. Hale no es mi novio, pero al infierno si mi cerebro lo sabe. La intimidad que compartimos anoche, Dios, no puedo siquiera pensar en eso sin que mi cara se caliente. Y estoy bastante segura de que la segunda vez anoche, cuando busqué su mano y lo insté a volver a la cama, no fue parte de ninguna lección. Solo fueron dos almas perdidas buscando consuelo juntas. Le respondo, sintiendo ya el repiqueteo constante de mi corazón acelerándose. Brielle: ¿Cuándo y dónde? Hale: Ya lo verás. Su respuesta es simple y reservada, pero antes de que pueda preguntar a qué se refiere, Kirby se levanta del sofá y apaga el televisor. —¿Estás lista?

—Claro. —Meto mi teléfono en la cartera, ya excitada con anticipación por esta noche.

Después de recorrer por varias horas los condominios en los mejores edificios alrededor de la cuidad, finalmente voy camino a casa. Hay una gran caja negra con una cinta roja esperándome fuera de mi puerta. De alguna manera, sé que es de Hale. La tomo y llevo adentro, ansiosa de ver lo que contiene. Me dirijo a mi habitación y coloco la caja en mi cama. Es bastante pesada, y no tengo idea lo que podría ser. Levanto la tapa, y veo el papel blanco que reviste el interior y una tarjeta cuadrada ubicada en la parte superior. Saco la tarjeta de su envoltorio, apreciando cómo se siente en mis dedos el grosor de la tarjeta. El mensaje es breve, escrito a mano pulcramente con tinta negra. Espérame en la esquina de la calle Lakeshore y Gran Avenida. Siete p.m. H. Quitando el papel de seda, descubro el contenido de la caja misteriosa. Una tanga de encaje blanco y sujetador de media copa a juego, junto con un abrigo hasta la rodilla de lana gruesa en el rojo más brillante y vibrante. El abrigo es precioso. De alguna manera sé que estoy destinada a usar nada más que el abrigo y la ropa interior cuando me encuentre con él esta noche. La idea envía una pequeña emoción corriendo a través de mí. Dejo todo sobre mi cama y luego voy directo a la ducha. Mientras me preparo, mi celular vibra constantemente con pequeños y dulces mensajes de texto de él. Uno para confirmar que recibí el paquete, otro diciéndome que está entusiasmado por esta noche y un tercero que dice que no puede esperar para verme. Nunca he tenido un hombre que me haga sentir especial antes, o que coloque tanto interés en una cita. Para el momento en que deslizo el abrigo sobre mi sujetador y bragas a juego, me siento deseable y lista para un poco de traviesa diversión.

Traducido por NnancyC & Jadasa Corregido por Agus Herodale

Hale Esto es todo. Mi última lección con Brielle. Toda la mañana, luché por perspectiva y fallé. Después de las celebraciones de esta noche, voy a decirle que está lista. Que ha aprendido todo lo que puedo enseñarle. No sé cómo tomará la noticia. ¿Yo? Estoy tan confundido y frustrado que siento ganas de golpear algo ante el pensamiento de no verla de nuevo después de esto. Estoy vestido en un traje y corbata, le dije que me espere en la esquina de Lakeshore y Grand. Echo un vistazo al reloj y veo que voy justo a tiempo. Observando desde la ventanilla tintada de la limusina, le veo. Mira alrededor y luego revisa su teléfono. Está usando un abrigo de lana roja con un cinturón bien ajustado y sostiene un pequeño bolso adornado con joyería. El invierno en Chicago lo hace necesario, pero no puedo esperar a sacarle el abrigo de su cuerpo y ver que tiene debajo. Ver si supo seguir mi sutil instrucción. Ante mi indicación, el conductor se detiene en la esquina al lado de ella, y los ojos de Brielle se iluminan. Salgo y la saludo, atrayendo su cuerpo al mío y besándola intensamente. No duda; su boca se abre contra mí, su lengua haciendo pequeños círculos con la mía. Es el maldito paraíso. Huele ligeramente a perfume y jabón, su cabello está suelto, en rizos largos que se agitan con el viento. —Vamos a calentarte —susurro cerca de su oído. Asiente y me deja que tome su mano para ayudarle a entrar a la limo en espera, la cual es blanca como solicité. Puedo no ser un noble caballero en un corcel blanco, pero ella merece uno y esto es lo mejor que puedo hacer. —Guau. ¿Una limo? ¿Qué hay en la agenda de esta noche? —Sus ojos destellan mientras ve todo, deslizándose por el asiento de cuero con una sonrisa feliz. Y de repente todo el problema que atravesé planeando esta noche de inmediato vale la pena. —Ya verás —digo. No lo sabe aún, pero voy a presionarla más lejos de lo que jamás he hecho antes. Mi polla se contrae ante el pensamiento. Nos probaré a ambos que

esto no es algún puto cuento de hadas. Tengo necesidades que ella posiblemente no puede satisfacer, y merece una ternura que posiblemente yo no puedo proporcionar. Todo será decidido después de esta noche. Y la despediré, lista para usar todas sus técnicas para ganar a la persona que quiere, el hombre que es una elección segura para ella. Quitando la botella de champaña de su hielera, libero el corcho. Brielle sonríe por el sonido de apertura. Nos sirvo a cada uno un trago en las copas de flauta y las chocamos. —Salud. Por Kirby —digo con frialdad. Su rostro se desmorona, sus cejas juntándose. —Pensé que dijiste sin nombres. —Parece un poco inútil cuando ya lo sé, ¿no, Brielle? Muerde su labio inferior y se encoge de hombros. —Supongo que sí. —Por Kirby —repito, llevando mi copa a la suya de nuevo—. Un suertudo hijo de puta. Esto consigue sacarle una sonrisa, y los dos bebemos nuestra champaña. —¿Tu tiempo con él fue bien hoy? —pregunto, intentando mitigar mi curiosidad. Su mirada vaga por la ventana y toma otro trago antes de contestar. —Por supuesto. Mientras bebemos la champaña en silencio, deseo poder saber lo que está pensando. Necesito mantener la cordura. Puedo sentir que me transformo y Brielle me está observando con una mirada curiosa. Maldito infierno. ¿Cuándo mi vida se puso tan malditamente complicada? Esta completa aventura se suponía que fuera sobre diversión fácil, explorar las fantasías sexuales de las mujeres y un alivio para mi lado dominante. En su lugar, se ha vuelto un juego que no pienso que pueda ganar. Uno que va a dejarme viejo y solo, sin nada después de todos mis esfuerzos, como teme Nana. Echo mi cabeza hacia atrás, tragando el resto de mi champaña y dejo la copa. Es hora del juego.

Cuando llegamos a la suite del hotel que he Brielle camina de un cuarto a otro, revisando el demasiado para nuestros usos. Planeo follarla tantas como sea posible, y sin embargo, sé que ni siquiera mitad de los cuartos.

reservado para la noche, lugar. Es opulento, casi veces y en tantos lugares llegaremos a entrar en la

Cuando regresa a la sala de estar, donde la espero al lado del carrito de bebidas, le sonrío cálidamente. —Sácate el abrigo. Quédate un rato. Su sonrisa en respuesta ilumina su cara. —Te gustaría eso, ¿no, señor? —Mierda, sí, me encantaría. Lentamente libera el cinturón, dejándome atrapar un destello del descenso en su vientre suave, el encaje blanco en la cima de sus bragas. Mi erección se presiona incómodamente contra el frente de mis pantalones. Pero que se joda, para ahora ya sabe lo que me hace. No hay necesidad de fingir un sentido de control que no poseo. Espero a que deje caer el abrigo de sus hombros, pero se detiene, sus ojos levantándose a los míos. —¿Vamos a salir? ¿O cuál es el plan? Fuerzo una respiración en mis pulmones, intentando calmarme, maldita sea. Tenemos toda la noche. No hay necesidad de abalanzarme sobre ella como el dulce sabroso que es dentro en los dos minutos de entrar a la suite. —Nos vamos a quedar aquí. —¿Toda la noche? —pregunta, su nariz arrugándose en una forma que luce jodidamente lindo. Sabemos que es un gran maldito paso. Nunca pasamos la noche juntos. —Sí. ¿Eso está bien, Brielle? Su mirada se mueve lejos de la mía, notando el carrito con tragos con varias botellas y varios refrescos para mezclar con alcohol junto con una hielera, sobre la mesa del comedor dónde bocadillos recargados, entremeses y postres están hábilmente acomodados. Luego de vuelta al pasillo que lleva al dormitorio principal. Su sonrisa flaquea, las esquinas de su boca se contraen.

Esto es muy real, muy íntimo y ella lo sabe. Sus ojos azules inquisitivos lo ven todo. Todas mis motivaciones están al descubierto; no necesito decir una palabra. Ella esperaba algo loco, pero todo lo que ha conseguido es a mí. Quiero fingir que es mía por una última noche antes de tener que liberarla. Cruzo la habitación y me paro directamente en frente de ella, metiendo una mano dentro de su saco para colocarla firmemente en su cintura y arrastrarla más cerca. —Es solo nosotros esta noche —susurro, luchando con el impulso de besar su boca. —¿Dónde están las cuerdas? ¿Los látigos? ¿Las cadenas? —¿Quieres cuerdas? —pregunto, mi tono hueco. Tal vez después de todo no puedo darle lo que ella necesita. —No entiendo —dice suavemente. —El BDSM no es siempre sobre las cuerdas y los implementos, Brielle. Claro, me gustan los juguetes en mi bolso, y me gustan incluso más cuando los estoy usando para provocarte y darte placer, pero muy en el fondo, es sobre la conexión entre dos personas. Asiente ligeramente. Mis palabras tienen sentido, en la superficie al menos. Pero ¿por qué estamos aquí, compartiendo un encuentro que profundizará nuestra conexión cuando ella ni siquiera es mía? Sí, esa es la pregunta del millón de dólares. Nunca en mi vida he gastado dinero de este modo en una cita con un cliente. Cien dólares por la lencería, seiscientos por el abrigo que le encaja de maravilla y resalta el color rosa en sus mejillas, un par de cientos por la limusina y miles de dólares por la suite de lujo. Ella vale todo esto y más. El dinero no importa. Simplemente quería que nuestra última noche juntos fuera perfecta, una que yo podría recordar por los futuros años. Porque algo me dice que mi cabeza y mi corazón no serán los mismos después de esto. —¿Te gustaría un trago? ¿Algo que comer? —pregunto, mi voz baja. Todo lo que quiero es a ella, pero supongo que debería ser educado y atender sus necesidades primero. Asiente. —Sí, gracias. Deslizando mi mano de su cintura, ajusto el cinturón de nuevo, dándome cuenta que probablemente le hará frío al usar nada, excepto las diminutas bragas y sostén. —Ven a sentarte. Voy a servirte esta noche.

Sus ojos se lanzan a los míos mientras su boca se curva en una sorprendida sonrisa de suficiencia. —¿Qué se te ha metido? Me encojo de hombros. La verdad es que desearía saberlo. —Un hombre verdadero cuida de las necesidades de su dama antes de sus propias. No olvides, todo es una lección. Una vez que te suelte de vuelta al mundo de las citas, quiero que recuerdes todo esto y no sientes cabeza por nada menos de lo que mereces. Asiente, luego toma asiento en una de las sillas tapizadas enormes en el borde del comedor, sacándose los tacones y curvando las piernas debajo de ella. —Además, mi madre siempre solía decir que “los buenos modales hacen el hombre”. —Eso es lindo —dice. —El yo de quince años no pensó así. No vi por qué los modales eran algo en lo que tuviera que pensar cuando a mis amigos no les importaba y las chicas en la escuela parecían ir por los chicos que las trataban como si fueran desechables. Brielle permanece en silencio, pero puedo notar que está escuchando atentamente cada una de mis palabras. Raramente hablo de mi pasado y nunca he compartido con ella algo sobre mi madre. —Cuando le pregunté, mi madre dijo que actuar como un caballero haría que las mujeres inteligentes y hermosas se fijen en mí y hombres importantes quieran darme un trabajo. —¿Y tenía razón? —pregunta Brielle, una sonrisa colándose en su voz. —Debería decir que sí. —Le guiño un ojo por sobre mi hombro. No puedo resistir mezclarle el mismo cóctel que ordenó esa primera noche. El tímido porte de sus hombros y las mejillas sonrojadas tenían mi polla endureciéndose incluso entonces. Sentada a la barra sola, silenciosamente bebiendo este trago mientras esperaba a que yo cambie su mundo entero. Estoy actuando bien en este momento, pero la sensación de vacío en mis entrañas me recuerda que esta noche es algo de una sola vez. Se supone que le esté mostrando cada cosa perversa en mi libro de jugadas, reafirmando su decisión de que el hombre que realmente quiere no es yo. Veremos si puedo demostrar eso. Porque, demonios, estoy malditamente aterrorizado de que cambiaría mi vida entera si ella me lo pidiera. Concentrándome en mi fachada, le entrego un vaso de cristal lleno con licor de durazno, hielo y soda club con gas. Trae sus labios al vaso y sonríe cuando lo saborea.

—Lo recordaste. —Por supuesto. Es mi trabajo recordar los gustos y aversiones de mis clientes. Su sonrisa se desvanece en la palabra cliente. Tengo la sensación de que ambos sabemos que ella es muchísimo más para mí. Todo el esfuerzo que he puesto en esta noche debería probar eso. Después de que hemos tomado nuestra segunda ronda de tragos y nuestros platos están vacíos, el humor se vuelve pesado alrededor de nosotros. La mirada de Brielle flota sobre mi bolso negro que todavía está colocado al lado de la puerta. Elevo una ceja ante la sonrisa lenta que florece en sus labios. —Pareces ansiosa. —Dijiste que sin cuerdas, látigos o cadenas, ¿entonces por qué debería estar excitada? —Solo porque no voy a atarte o azotarte no significa que esta noche no estarás a mi merced. Sufrí de un lapsus verbal y dije esta noche, pero lo que realmente quise decir era algún día. Esto es todo y necesito recordarlo. Brielle luce meditabunda y me pregunto cuándo va a honrarme con los pensamientos latentes en su mente. Solo toma un par de tragos más de su cóctel. —¿Cuál es la partida final aquí? —¿La partida final? —Diablos, ahora siento mucha curiosidad. Gira el trago en su vaso. —Solo tengo curiosidad. Es obvio que tienes un trabajo bien pagado. Usas trajes para trabajar y puedes permitirte pagar lugares como este —Hace un gesto a la suite elegante—, y sé que no estás buscando una compañera. Así que, ¿por qué hacerlo? —Cubrimos esto antes, Brielle. Me gusta instruir. Me gusta llevar una mujer donde nunca se atrevió a ir antes. Me gusta ser el que le abra los ojos a algo más. Muerde su labio, insatisfecha con mi respuesta. —¿Piensas que algún día abandonarás esto? Sus preguntas se han puesto muy personales. Podría ponerle un alto ahora mismo con una orden vociferada, pero no lo haré. Quiere fisgonear en mi cabeza, pero dudo que le vaya a gustar lo que encuentre.

—No planeo hacerlo. —Entonces, ¿incluso si encontraras la sumisa perfecta, alguien con quien fueras compatible dentro y fuera del dormitorio, no dejarías de ver clientes? Eso tomaría un gran salto de fe de mi parte y la confianza es algo con lo que tengo un tiempo difícil, dado mi pasado. Las heridas todavía están frescas. En carne viva. No puedo desnudarme tan completamente con ella, no mientras todavía esté interesada en Kirby. Poniéndome de pie, me dirijo a la puerta para recuperar el bolso. —Ve al dormitorio, sácate el abrigo y espera por mí. Sin pronunciar palabra, obedece, sus suaves pisadas en la alfombra desvaneciéndose al avanzar por el pasillo. Agarro un par de cubitos de hielo de la barra antes de ir en esa dirección. Cuando entro en el dormitorio, está parada cerca de la cómoda en el gran cuarto, pasando sus dedos a lo largo de los jarrones de cristal que se encuentran allí. La curva de su culo en el tanga tiene mi polla hinchándose. Me paro detrás de ella y bajo mi boca a su oreja. —Date la vuelta y déjame verte. Se gira lentamente, dejándome apreciar el efecto completo de sus curvas llenando la lencería delicada. Jesús. Mierda. Deslizo un cubo de hielo en su boca. —Chupa. Sus ojos se amplían y se centran en los míos. Amo como mi orden más simple la sorprende. Sus labios se cierran alrededor del hielo, y sus ojos aletean hasta cerrarse. Con el otro cubito de hielo, hago un círculo en su ombligo, y su vientre salta en sorpresa. —Eres mía esta noche. Mi juguete. Para hacer contigo lo que desee. ¿Entiendes? Asiente lentamente. —Contéstame, mascota. —Sí, señor. Su piel comienza a erizarse mientras muevo el hielo sobre el hueso de su cadera y abajo hacia sus bragas. Aspira un aliento y lo sostiene. Caigo a mis rodillas, mi boca siguiendo el camino del hielo derritiéndose, mi lengua lamiendo el escozor que causa el frío.

La provoco con mi boca sobre el frente de sus bragas hasta que está retorciéndose por acercarse más. Sin embargo, no es claro a cuál de nosotros estoy provocando, porque todo lo quiero es saborear su dulce coño. Aún estamos de pie frente al espejo y le doy la vuelta para mirarlo. Su pecho está sonrojado y sus ojos se nublan con la excitación. Si esta noche realmente es nuestra última lección, mi lado sentimental, que tan pocas veces sale, necesita asegurarse de que está lista. —Quiero que te mires y me digas lo que ves —susurro cerca de su oreja, dejando que mis labios rocen su piel. Se agita, colocando sus manos sobre su vientre, como si la inspeccionarse en el espejo es demasiado invasivo a pesar de todas las cosas que hemos compartido. Después de un momento, sus ojos se levantan a los míos y sonríe. —Veo a un hombre guapo que me hace sentir deseable. Sacudiendo mi cabeza, la corrijo. —No, dime lo que ves cuando te miras a ti. Una quietud tranquila se asienta nuestro alrededor mientras se estudia en el espejo. Su cabello es largo y brillante, sus pechos son pequeños pero coquetos, la unión entre sus muslos está cubierta de encaje blanco, pero tengo la esperanza de que sepa su valor más allá de los rasgos físicos. —No sé cómo hacer esto. Lo siento. —Con un tono derrotado, agacha su cabeza, bajando su mentón hacia su pecho. Joder. No quería hacerla sentir incómoda y cohibida. Pero las mujeres no vienen con un manual, por lo que a veces incluso yo, tropiezo. —¿Puedo decirte lo que veo? Mirando mi reflejo en el espejo, asiente. —Veo una mujer hermosa e inteligente, que tuvo el coraje de seguir sus metas, quien ha demostrado su fuerza en cada acto de sumisión. —Mis nudillos trazan sus costados, esbozando sobre sus costillas—. Veo a alguien feroz, leal y valiente. Alguien dispuesta a sacrificar su zona de confort en la búsqueda del amor. Alguien que está dando y siendo amable en el dormitorio. —Mis labios permanecen al lado de su cuello—. Eres la perfección, melocotón. —En todos los sentidos. Lágrimas brillan en sus ojos y muerde su labio mientras parpadea para contenerlas. No estoy seguro de por qué, pero quería que supiera lo que siento por ella. Incluso si pudiera retirar lo dicho, no lo haría. Necesitando cambiar el estado de ánimo, la libero.

—Acuéstate en la cama. Asiente y rápidamente se dirige a la cama grande, acomodándose en un lado de la misma. Saco la vela del interior de la bolsa y la enciendo sobre la cómoda. Proyecta un brillo sutil en la habitación, dándole a todo una sensación romántica de ensueño. Llena el aire la intensa y cálida fragancia. Esta vela, la cual estaba destinada para establecer la escena y relajarla, se ha convertido en mucho más. Ahora es un olor que siempre asociaré solo con Brielle. Lenta y metódicamente, le saco el sujetador y bragas. Bajo mi mirada hacia ella, anhelando memorizar su piel sin defectos, el ascenso y descenso de su pecho, la manera en que sus pezones se convierten en guijarro anticipándose a mi boca. Sus ojos están sobre los míos. —¿Cómo me deseas? Niego con mi cabeza. —Justo así. —Me quito mi camisa, dejo caer mis pantalones y bóxers al suelo antes de unírmele en la cama de nuevo. Moviendo mi cuerpo sobre el suyo, la beso profundamente, saboreando cada pizca de su lengua como si fuera un hombre moribundo disfrutando de su última comida. Cuando extiende su mano hacia abajo y me agarra, no la detengo. Curva su puño a mí alrededor y gruño. —En mi interior, por favor —musita contra mi boca. Cuando la toco y siento que está empapada, me alineo contra ella. —Quédate quieta, ¿de acuerdo? Asiente su consentimiento. Levanto sus piernas, así su pelvis se inclina hacia arriba y coloco sus tobillos sobre mis hombros. —Quiero que me sientas mañana. Brielle, siempre confiada, parpadea levantando su mirada hacia mí. —Ojos aquí abajo, niña bonita. Observa. —Con mi pulgar, separo sus pliegues y empujo la cabeza de mi polla justo adentro. Su coño ya me está apretando, y me endurezco aún más. Me aseguro de que sus ojos aún están en la acción y cuando veo que es así, empujo de nuevo hacia delante. Se deslizan en el interior dos centímetros más. Joder. Gime, su voz ronca y llena de necesidad. —Más, Hale. Más duro —suplica.

Quiere que batee hasta home y la folle hasta que se venga. Pero esta noche es sobre el control. —Paciencia —gruño, empujando dentro de su calor hasta que estoy a mitad de camino enterrado. Uñas afiladas se clavan en las mejillas de mi trasero y lanza su cabeza contra la almohada. —Ojos, cariño —le recuerdo—. Mantenlos sobre mi polla. Quiero que puedas observar cómo te follo. —La verdad es que quiero arruinarla para el resto de los hombres. Deseo que entienda que mi polla es la única que puede hacerla sentir de esta manera. Abre sus ojos y su mirada se aparta de la mía, bajando por mi pecho y abdominales para posarse sobre mi palpitante erección. Buena chica. Empujando, me muevo lentamente, permitiéndole a su cuerpo estirarse para acomodarme. Le doy hasta mi último centímetro y una vez que estoy enterrado en su calor apretado, siseo dejando escapar un suspiro. Nos movemos juntos, nuestros cuerpos volviéndose más resbaladizos por el sudor, mis manos se hunden en sus caderas mientras la jalo más cerca. Sus músculos internos se tensan y tiemblan, me inclino cerca de su oreja, animándola a dejarse ir, ralentizando mis movimientos para dejarla montar la ola de placer que su orgasmo proporciona. No puedo aguantar más. Empujo con fuerza, vencido con placer en la manera en que su cuerpo aprieta el mío. Mi liberación me golpea fuerte y rápidamente, anulando todo mi control. Tiro a Brielle cerca, sosteniéndola firmemente mientras nuestros corazones laten juntos. Finalmente, me levanto de la cama, mi cuerpo extrañando su calor a mi lado. Voy al baño para conseguirle un paño caliente, y cuando regreso, la encuentro acurrucada en el centro de la cama, sus mejillas húmedas con lágrimas. —¿Brielle? —Mi pecho se tensa y un sentimiento de pavor cae sobre mí. Me uno a ella en la cama y la levanto en mi regazo—. Dime por qué estás llorando —susurro cerca de su sien. Quiero calmar sus temores, hago lo mejor, pero sé que no puedo. —Esto nunca se suponía que sucediera —solloza—. Me advertiste, pero es tan abrumador. La acerco, colocando un beso sobre su frente. —Lo sé, mascota, lo sé. Pasará. Te lo dije, es solo la avalancha de endorfinas causando estragos en tu sistema. —Me odio por decir estas palabras.

Me estoy enamorando de ella y quiero que todas sus emociones abrumadoras sean solo para mí. Pero asiente, aceptando mi explicación. La sostengo mientras llora y finalmente, una vez que está tranquila, nos acostamos en la enorme cama de hotel, acurrucados juntos mientras vemos una vieja película en blanco y negro. —¿Mañana vas a ver a Kirby? —susurro. No estoy seguro de por qué, pero la curiosidad me está matando. —No. Mañana trabajo. Asiento, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza. Incluso si no lo ve mañana, sé que pronto va a ganarlo y es un pensamiento profundamente inquietante. Nuestra última noche juntos se siente cargado de significado. Si se trata de mis últimos minutos con ella, estoy feliz de pasar escuchando sus sonidos al dormir y disfrutando de la calidez de su cuerpo acurrucado contra el mío.

Por la mañana, mi sentido de propósito se renueva. Me visto mientras Brielle todavía está dormida y me deslizo fuera de la habitación del hotel. Es mejor que tener que escucharla decir adiós. Anoche tomé cosas que no eran mías, nos volvimos más cercanos de lo que deberíamos y no quiero ver la expresión de pesar que probablemente tendrá en sus ojos esta mañana. Con Brielle somos dos personas diferentes. Ya no poseo ese mismo optimismo esperanzado de que el amor lo conquista todo. Cuando conocí a Tara, se convirtió en todo mi mundo. Me enamoré fuerte y rápidamente, nunca dudé ni por un segundo que estaría a mi lado cuando ambos estuviéramos viejos y con el cabello gris. Y durante años, las cosas fueron geniales. Deseando hacerla mi esposa, le compré el mejor anillo que el dinero podría comprar. Se lo merecía después de verme salir adelante a través de la escuela de derecho y vivir conmigo en baratas viviendas para estudiantes. Mientras yacíamos acurrucados en la noche sobre nuestro colchón lleno de bultos, solía susurrarle cómo le daría el mundo si pudiera. Sin embargo, todo mi amor, promesas y sacrificio no fueron suficientes para ella, porque un día llegué a casa temprano la encontré follando a mi mejor amigo, Troy. Era un

buen amigo y aunque dolía saber que me traicionó, fue su infidelidad lo que me destruyó. Había estado dispuesto a dedicarle mi vida. Después de eso, Reece demostró lo que es un buen amigo sacando a Troy de su vida completamente. Sintió la traición casi tan profundamente como yo. Fue entonces cuando empecé a explorar el estilo de vida BDSM al que Reece es tan aficionado e inmediatamente me sentí como en casa. Control. Disciplina. Nunca acercándome demasiado. Era el único tipo de relación que me veía tener con una mujer. El intercambio de poder era exactamente lo que anhelaba. Después de que Tara me dejó por otro hombre, me convertí en otra persona, así que nunca tenía que sentir de nuevo ese tipo de dolor, por lo que nunca podía quedarme de nuevo. No involucro mi corazón, y nunca me entregaría por completo en estas interacciones. Es por eso que nunca les digo mi nombre. Porque no existiré cuando hayamos terminado. Es esta manera de pensar la que trato de convocar mientras me dirijo al encuentro con Chrissy. Empujo los pensamientos de Brielle que me aquejan lo más lejos posible. Hoy se trata de Chrissy y el futuro que siempre ha soñado. En mi camino a los suburbios, le envió un mensaje de texto a Brielle.

Hale: Melocotón, surgió algo. Lamento el cambio de planes, pero la sesión de anoche será la última. Su respuesta es simple.

Brielle: Está bien.

No estoy seguro de qué esperaba. ¿Una discusión? ¿Exigiendo una explicación? De repente, deseo habérselo dicho en persona así podría ver su rostro, observar su cambio de expresión. ¿Sería alivio, indiferencia, o decepción lo que vi reflejado en sus bonitos rasgos? No saberlo me está volviendo loco. Cuando llego a la dirección que Chrissy me envió, salgo del coche para saludarla. Está de pie en la entrada, inspeccionando su alrededor. Cuando se da la vuelta hacia mí, siseo dejando escapar un suspiro. Joder. —¿Chrissy? —La alcanzo—. ¿Qué mierda pasó? —Levantando su mentón con dos dedos, le obligo a que me mire a los ojos. Cierra sus ojos con fuerza y gime. Hay moretones de punta de dedos alrededor de su cuello y una marca oscura bajo un solo ojo que su maquillaje no cubre. Su labio inferior está hinchado y rojo con marcas de mordidas.

—¿Chrissy? Respóndeme. —No —me suplica. Sabe que no voy a dejarlo hasta que el hijo de puta pague por tratarla duramente. La presiono más cerca, mis pulgares acariciando sus mejillas mientras sostengo su cara cerca del mío. —Maldición. ¿Quién hizo esto? Niega con su cabeza. —No fue nada que no pedí. Vamos, el agente de bienes raíces está aquí. Vamos a entrar. Sus palabras me envían a un frenesí. ¿Pidió esta mierda? —Por favor, Hale —suplica. Joder. Hoy se supone que es un día feliz, así que tomo la mano de Chrissy y me doy la vuelta hacia el pequeño bungaló que le estoy ayudando a comprar, pero un grito en voz alta nos sobresalta. Brielle. Está de pie a varios metros de distancia, observándome interactuar con Chrissy. Usando su abrigo rojo, se ve tan hermosa y frágil, quiero llorar. Sus ojos se llenan de lágrimas, parpadea para contenerlas. Quiero ir junto a ella, quiero decirle que no es lo que parece, pero el cliché de una mentira muere en mis labios. La atenta mirada de Brielle no se pierda nada. Ni los moretones que decoran el cuello de Chrissy, o la manera en que tiene un apretón de muerte en mi mano. Está escrito en toda la cara de Brielle un profundo dolor y traición. Sintiendo el tenso enfrentamiento que sucede entre Brielle y yo, Chrissy se mueve a mi lado. —¿Está todo bien? —Bien —miento. Brielle contiene una respiración profunda y endereza sus hombros. Sé que está herida, pero finge que está bien. Finge que no acabamos de follarnos hasta el cerebro anoche, que no tenemos una conexión que ninguno de nosotros puede explicar. —¿Están listos para ver la casa? Creo que les va a encantar. —Se las arregla, levantando su voz con un ligero temblor. Maldición.

Tengo ganas de tomarla entre mis brazos y abrazarla, tranquilizar todos sus miedos, contarle todo, exponerme y suplicar su perdón. En vez de eso, simplemente me quedo aquí. No voy a exponer a Brielle como una de mis clientes. Ambos firmamos ese acuerdo de no divulgación y lo tomó en serio. Podría afectar su reputación profesional si se corriera la voz; no es que Chrissy diría algo, pero aún así, no la pondría en riesgo. Le toma a Brielle varios intentos conseguir abrir, sus manos están temblando mucho. Cuando extiendo mi mano hacia la suya, la aleja como si fuera veneno. Quizás lo soy. —Ya lo tengo —dice bruscamente, entonces se da cuenta de su error y le da una sonrisa a Chrissy—. ¿Ves? Entremos. —Empuja abriendo la puerta principal y nos hace señas para entrar del frío. La casa es una de dos dormitorios, dos baños estilo bungaló de los cincuenta, como es común en esta área. Los pisos de madera crujen cuando caminamos de habitación en habitación, explorando. Los baños necesitan una reforma, pero la cocina fue renovada recientemente, las paredes y alfombras son frescas y neutras. Chrissy ha hecho un buen trabajo. Ha estado ahorrando durante tres años para comprarse un lugar propio, salir de esa caja de zapatos que llama apartamento. Cuando le dije que la ayudaría con el pago inicial, aceleró el proceso significativamente. Chrissy se detiene para mirarme en la sala de estar, donde una pintoresca chimenea de piedra se encuentra debajo de una rústica repisa de madera. Brielle nunca está fuera de la vista y puedo sentir su presencia como si arrojara una sombra sobre mí. —¿Qué te parece? —pregunta Chrissy. —Creo que es genial. Pero más importante, ¿qué te parece a ti? —Será la que tendrá a su nombre la hipoteca por treinta años, no yo. —Me encanta. Me siento como si ya estuviera en casa. El fuego se enciende allí mismo —señala la chimenea—, y un pequeño jardín en el patio trasero... —Hablando más bajo y sus ojos brillan. —Feliz Navidad —le susurro, y envuelve sus brazos a mí alrededor, apretando mi cintura. Me mira a los ojos y limpia los suyos. —Eres increíble, ¿lo sabes? Fuerzo una sonrisa, consciente de que Brielle está observando todo este intercambio.

Antes de que pueda procesar lo que sucede, estoy de pie en la acera, observando a Brielle entrar en su coche y alejarse rápidamente. Maldición. Nunca me he sentido tan fuera de control. Es momento de comenzar a aceptar clientes de nuevo. Detener esta fantasía de mierda antes de que se desarrolle a mayor profundidad.

Traducido por Moni Corregido por Mary

Brielle Mi visión es borrosa cuando lloro enormes lágrimas horribles en todo el camino a casa. Llego en tiempo récord y me apresuro a través de mi apartamento. Lo primero que hago es quitarme mi nuevo traje rojo y lanzarlo en la basura. Surgió algo, decía su mensaje. Sí, maldita sea, ¡algo surgió! Aparentemente está comprando una casa con una mujer, una mujer que parece que ha sido usada como un saco de boxeo, lo cual solo puedo asumir fue durante una sesión de sexo salvaje. Ni siquiera estoy enojada; estoy rota. Destrozada. El hombre del que me había enamorado completamente no es lo que yo pensaba que era. Todo era un juego. Le pagué generosamente por sus servicios y eso era todo para él. Un pago anticipado para su futuro con otra mujer. La dolorosa verdad de que no signifiqué nada para él me golpea, y me siento débil. Tomando mi laptop, borro mi perfil del sitio de citas, borro cada mensaje estúpido que guardé. Borro sus mensajes, y luego su número de mi teléfono. Es como si nunca hubiera existido. Si tan solo mi corazón adolorido pudiera reflejar ese sentimiento. Me dejo caer en el sofá y dejo que las lágrimas fluyan. Considero llamar a Julie, pero la idea de admitir lo tonta que he sido no me atrae. Por supuesto que sabía que era mejor no enamorarme de él, pero aun así lo hice. Me entregué a él completamente, en todo el sentido de la palabra, pero fue todo para nada. Ahora ya él terminó conmigo, y me siento perdida. No sé qué pasará ahora.

Por más doloroso que sea, no puedo dejar de reproducir en mi cerebro el recuerdo de verlo con esa mujer maltratada y magullada. Recuerdo la manera cuidadosa en la que él la trataba, la manera en que su mano danzaba en su espalda baja, y ella lo miró con adoración a los ojos mientras hablaban en voz baja. No sólo mintió sobre tener una novia, él no es para nada lo que pensé que era. Él es violento. Brutal. Para nada el hombre que soñé que era. Varias horas después, ya he bebido dos copas de vino y estoy en la bañera cuando mi teléfono suena. Es Kirby. Considero dejar que vaya al correo de voz; no quiero hablar con nadie ahora. Pero entonces recuerdo para qué era todo este experimento. Hacerme cargo de mi futuro. Reuniendo un poco de entusiasmo, respondo. —Hola tú —le digo, forzando un tono neutral. —Hola, mariquita. Necesito un favor. —Te escucho…

Traducido por Jadasa Corregido por SammyD

Hale Llego a casa del gimnasio cuando Kirby me acorrala en la cocina. Últimamente, en un esfuerzo por seguir adelante, he estado yendo mucho al gimnasio, pero lo único que logro es frustrarme. —Esta noche vas a la fiesta de Navidad de la empresa, ¿verdad? — pregunta, pasándome una botella de agua. Cristo, con todo lo que ha pasado en los últimos días, se me olvidó. —Por supuesto. ¿Llevarás a alguien? Kirby se encoge de hombros. —Sí, llamé a mi compañera de follar, le pedí que me encontrará ahí. Asiento. —Genial. Probablemente vaya solo. Es una novedad para mí el hecho de que Kirby ha estado durmiendo con alguien. Debe irse a su casa, ya que al menos los últimos meses, no ha traído a casa a nadie. Como la invitación dice de etiqueta, me baño y visto un esmoquin. Justo lo que quiero hacer en mi sábado, después de usar toda la semana un traje por el trabajo. Cuando estoy listo, me encuentro con Kirby vestido de manera similar y de pie en la cocina, abriendo una botella de whisky. Hay dos vasos sobre el mostrador delante de él. —¿Un brindis antes de irnos? —pregunta. —Por qué no. —Acepto el vaso de licor ámbar y lo choco con el borde del suyo. —Qué el próximo año sea jodidamente mejor —dice, sonriendo como si me conociera. Hago un ruido en mi garganta en señal de afirmación y trago el líquido, apreciando el sabor ahumado que recibe mi lengua. —¿Te gustó alguno de los lugares que Brielle te mostró?

Su mirada sorprendida se encuentra con la mía. —No sabía que te encontrabas al tanto de que mi agente de bienes raíces era Brielle. Joder. Me encojo de hombros. —Sí, lo mencionaste de pasada. Sacude su cabeza como si no lo recordara, pero no va a discutir. —Sí. Hay una casa en el pueblo en la que quiero poner una oferta. Voy a pedirle a Brielle que renuncie a su comisión por la venta, ya sabes, como un favor, así puedo pagar un poco más. Frunzo el ceño. ¿No la ha jodido lo suficiente? Ha desperdiciado cinco años de su vida suspirando por él, y ahora va a quitarle varios miles de dólares que ganaría por hacer su trabajo. Puto imbécil. No es lo suficientemente bueno para ella. Un hecho que siempre he sabido, pero que ahora es más claro que nunca. Kirby mira el reloj de la cocina. —Deberíamos irnos. —Claro. Salimos y nos paramos en la esquina, esperando que se detenga un taxi. —Oh, mi cita canceló en el último minuto, pero llamé a Brielle. Sabía que no tendría nada que hacer esta noche. Parece que finalmente vas a conocerla. Mi boca se seca y el trago de alcohol se revuelve en mi estómago. Considero dar una excusa y regresar solo al apartamento, pero decido, a la mierda. Deja que me vea como lo que realmente soy. Hora de irnos.

Traducido por Jeyly Carstairs Corregido por Vanessa Farrow

Brielle No tengo idea de por qué estuve de acuerdo con esto. Miro con nostalgia por la ventana de la cabina, viendo como parejas vestidas con largos vestidos de noche y esmóquines se abren camino al interior del histórico hotel. —¿Señora? ¿Saldrá? Echo un vistazo al conductor del taxi y suspiro. —Sí. Lo siento. Aquí tiene, guarde el cambio. —Le entrego un billete de veinte y abro la puerta al aire helado. Un viento frío levanta mi cabello mientras me arrastro dentro de las puertas giratorias lo más rápido que puedo en mi vestido negro y zapatos de tacón y agarro el teléfono de mi bolso. Esperaba ver un texto de Kirby, pero no hay nada. Con un suspiro, decido ir al salón de baile para ver si puedo localizarlo. O a un bar. Una bebida suena fabulosa en este momento. Estuve de acuerdo en ser su cita esta noche, no porque estuviera delirando lo suficiente para pensar que esto era una cita real —era una fiesta de su trabajo— sino porque mi objetivo desde el principio ha sido ver si existe la posibilidad de una chispa entre nosotros. No podía decir que no, a pesar de lo mucho que quería esconderme en mi apartamento y enfurruñarme durante al menos otra semana. Un encargado junto a las puertas dobles pregunta mi nombre y se lo doy, añadiendo que me voy a encontrar con Kirby Norton aquí. Asiente —Él está justo allí. —Señala al bar, y mis nervios se calman cuando veo a Kirby. Se encuentra apoyado contra la barra con una botella de cerveza en la mano, riéndose de algo que el hombre junto a él está diciendo. Cruzo la habitación, dirigiéndome directamente hacia él. No estoy de humor para hacer una pequeña charla, o reír cortésmente de chistes en este

momento. De hecho, tal vez pueda convencer a Kirby de irnos temprano y llevarme a ese lugar tailandés que me gusta. Kirby me ve acercarme. —Mariquita —dice y me atrapa en un abrazo—. Te ves… hermosa esta noche —dice. —Gracias —susurro. Hice un esfuerzo. Después de pasar los últimos días en pantalones de yoga con lágrimas marcando mi rostro, esta noche me consentí con un largo baño, aplicándome maquillaje, y estoy vistiendo un largo vestido negro sin tirantes, con joyas en mi garganta. Me presenta al hombre a su lado —Brielle, este es mi jefe, el Señor Goldstein. Brielle es una vieja amiga. Sacudo la mano del hombre, mi mente girando sobre la forma en que dijo una vieja amiga. —Déjame conseguirte algo de beber —ofrece Kirby—. ¿Cuál es esa cosita de ciruela que te gusta? —Es de melocotón, no ciruela. —Mi cara se calienta con el conocimiento secreto de que mi afinidad con el licor de melocotón fue lo que inspiró mi palabra de seguridad. —Bien —dice, haciéndole señas al camarero. El señor Goldstein se inclina para susurrar—: Es un bar abierto. Espero que no estés cayendo por su acto. Me rio, asegurándole que soy muy consciente de la baratuja de Kirby. Una vez que tenemos nuestras bebidas, dejo que Kirby me dirija a otro lugar y me presente a varios hombres y mujeres con los que trabaja. Mi habilidad para hacer charla es inexistente. Apenas soy capaz de asentir y dar respuestas de una sola palabra. El viejo yo habría estado entregando tarjetas de presentación y utilizando la tarde como una herramienta para crear contactos. Simplemente no estoy de humor para socializar, y estoy empezando a pensar que fue una terrible idea salir esta noche. Llevo a Kirby a un lado en su tercer viaje al bar. —Lo siento, pero voy irme temprano. —¿En serio? ¿Ya? Asiento. —Sí, lo siento. No estoy de humor para conocer a un montón de gente nueva esta noche. Asiente, pareciendo entenderlo. —Bueno. Te llamaré un taxi.

—Gracias. —Me alegro de que no intentará convencerme de quedarme. —Solo hay una persona más que quiero que conozcas. Estoy a punto de negarme cuando mis ojos se encuentran con los de Hale. Sus ojos oscuros están fijos en mí. Escalofríos recorren mi cuerpo. ¡Santa mierda! ¿Cómo sabía que estaba aquí? Kirby coloca una mano posesiva sobre mi hombro. —Brielle, este es mi compañero de piso, Cameron. Todo mi mundo se derrumba debajo de mí. Hale —o Cameron, o quienquiera que sea— camina hasta mi como si fuera mi dueño. Se ve devastadoramente guapo en su costoso esmoquin negro, una camisa blanca y un perfectamente arreglado corbatín de seda negro. Un lazo, que si lo conozco en lo más mínimo, es probablemente lo que usará más tarde para atar las manos de alguna pobre chica. Mis rodillas se sienten débiles, y el licor que consumí se agita violentamente en mi vientre. —Melocotón. —Levanta mi mano a su boca y besa la parte posterior de ella. Cuando sus carnosos y cálidos labios tocan mi piel, mi cuerpo se rebela y retiro mi mano. —No. —Le advierto, mi tono venenoso. —¿Ustedes dos se conocen? —pregunta Kirby, su confusión palpable. —Bastante bien. No es así, ¿Brielle? Hale está borracho. Nunca lo he visto beber antes, pero sus pupilas están dilatadas y el ligero arrastre de su voz es un claro indicativo. —No me digas que es una de las misteriosas chicas con las que has estado follando. —La conmoción dibujada en el normalmente relajado rostro de Kirby es casi dolorosa. Realmente me siento mal por él. Hale no lo niega, y mi cara se vuelve de color rojo brillante. No voy a tener esta conversación delante de Kirby. La mirada en los ojos de Hale dice que le importa una mierda lo que piense Kirby. Pero a mí todavía me importa. Kirby aprieta los puños a sus costados, luchando por mantener la compostura ya que estamos en un entorno de trabajo profesional. —Eres un maldito idiota. Puedes elegir a cualquiera de las mujeres en Chicago, menos a Brielle. Ella es como una hermanita para mí. Ay. La mirada de Hale se mueve hacia mí. —La verdad duele. ¿No? —dice, su voz suave con un rastro de compasión.

Bueno, que se joda, no necesito su compasión. Me alejo hecha una furia de los dos hombres, con la intención de salir como el infierno de aquí. En mi camino hacia la salida, la mano de Hale se cierra alrededor de la mía y me jala hacia un pasillo justo después de la recepción del hotel. De un tirón libero la mano de su agarre y me giro para enfrentarlo. —¿Lo supiste todo el tiempo? —Mi corazón late con fuerza, me siento enferma y mareada. —Sí. —Vives con Kirby. Trabajas con él. Y me escuchaste lloriquear por él durante el último mes. ¿Por qué? —Esa primera noche que te vi. Maldición. —Libera una gran exhalación y arrastra las manos por su cabello—. Te reconocí de inmediato de una fotografía en la habitación de Kirby. Consideré largarme en ese momento. Nunca había trabajado con una clienta que tuviera algún vínculo con mi vida personal. Pero decidí escuchar lo que tenías que decir. Tú eras hermosa. Tímida. Nerviosa. Y quería ayudarte. Hale agarra mi brazo, pero cuando bajo la mirada con furia hacia su mano, la quita. —Una vez que hablamos, supe que esto nunca fue sobre Kirby. Te dije eso al principio. Esto era sobre ti. Quería ayudarte a construir tu confianza y a entender tus deseos y necesidades. Eso era todo. Luego me alejaría. Lo dejaría tenerte, si eso es lo que realmente querías. Sus palabras no tiene sentido. —¿Por qué mentiste sobre tu nombre? —No lo hice. Es Cameron Hale. Mis amigos más cercanos me llaman Hale, y cuando asumiste que era mi nombre, no te corregí. —¿Y la mujer con la que estás comprando una casa? Es ella tu… —Las palabras mueren en mi garganta. —Chrissy es una amiga. Eso es todo. Hemos compartido escenario juntos en el club, pero nunca hubo contacto sexual entre nosotros. —¿Le hiciste eso a ella? ¿Los moretones? —Maldito infierno. ¡No! —ruge. —Realmente no te conozco. ¿Cómo sabría de lo que eres capaz? — Colocando las manos en mis caderas, encuentro sus ojos oscuros y tormentosos. —El hecho que creas que podría lastimar a una mujer de esa manera… — Su voz se quiebra, y no continúa. —¿Cómo se supone que sepa que pensar?

—Tú sabes más de lo que crees. —¿Qué significa eso? —Recuerdo la historia susurrada que escuché en el baño de mujeres, y lo que Kirby me conto sobre la prometida de Hale. Cameron, me recuerdo a mí misma. Va a ser difícil llamarlo Cameron después de pensar en él como Hale durante tanto tiempo. Mis sospechas sobre él eran correctas desde el principio. Tenía el corazón destrozado, y es por eso que mantiene su distancia. —De todos modos lo de nosotros está terminado, así que ¿Qué importa? —dice, su tono de voz bajo, derrotado. —Tú terminaste nuestro acuerdo. No yo —desafío. Dios, esa última noche que pasamos juntos quedaría siempre grabada en mi cerebro. La manera dulce y tierna en que hicimos el amor, el cuidado detrás de cada gesto que hizo, la mirada hambrienta en sus ojos cuando me estudió en el espejo y me llenó de elogios. En cuatro semanas, llegó a significar tanto para mí, y esa noche que pasamos juntos lo solidificó todo. —¿Sabes porque lo hice? —gruñe. —Ilumíname. —Nunca consideraste terminar todo este juego, admitiendo que Kirby no era el hombre para ti. —Hace una pausa y espero a que continúe, pero no lo hace. Simplemente me sostiene con esa mirada fría, desafiándome a estar en desacuerdo. Está enojado —conmigo— y la injusticia de eso me enciende. —No importa ahora. Me mentiste. Me mentiste sobre todo. Tú supiste quien era yo todo el tiempo. Como puedo confiar… —Sacudo la cabeza—. Estas follando mujeres por toda la ciudad de Chicago. Nada de eso importa. Veo eso con claridad por primera vez. Maldiciéndome, me doy cuenta de que nunca debí darle mi corazón. Me siento como una tonta por considerar siquiera por un segundo que podríamos hacerlo funcionar. Hale se queda mirando el suelo, viéndose cada vez menos como el hombre dominante que pensé que conocía. Aun sin mirarme a los ojos, dice—: No he aceptado ninguna clienta desde que comenzamos a vernos. Mi corazón se estrella contra mis costillas como si este momento significara todo para mí. —¿Me estás diciendo que no había nadie más? —Solo tú —susurra. Lágrimas salen de mis ojos. Tengo que salir de aquí. —No puedo — susurro—. Simplemente no puedo.

Agarrando mi cartera, dejo que mis tacones me lleven de nuevo al salón de baile. Sé que le debo una explicación a Kirby. Estaba realmente sorprendido, al saber que he estado durmiendo con su compañero de piso. Lo localizo inmediatamente. Está en el mismo bar donde lo dejé, pero parece que ha cambiado la cerveza por algo más fuerte. Cuando me acerco, escucho una conversación que no era para mis oídos. —¿Sin cita esta noche? —pregunta el hombre junto a Kirby. Kirby sacude la cabeza. —No, mi cita canceló porque tiene gripe, así que invité a mi amiga Brie. Ella siempre está libre en el último minuto. Ira y decepción me atraviesan y me detengo en seco como si hubiera sido golpeada físicamente. No quiero ser la segunda opción de alguien. He perdido cinco años de mi vida y de repente todo es muy claro, Kirby nunca me verá más que como una amiga. E incluso ¿Quiero que lo haga? Lagrimas brotan de mis ojos, y hago mi camino hacia el baño de mujeres. Lo último que quiero es que alguien me vea llorar. Agradecida de encontrar el baño vacío, tomo un montón de pañuelos justo cuando un sollozo escapa de mi garganta. Solo necesito calmarme lo suficiente para llamar un taxi y terminar esta desastrosa noche. Mientras sollozo, me doy cuenta que de alguna manera estoy llorando por lo que nunca sucederá con Kirby y lo que no puedo tener con Hale. La puerta del baño se abre y cuando miro hacia el espejo, veo a Hale. Bloquea la puerta del baño detrás de él. Mi corazón late a un ritmo constante mientras lo veo moverse con confianza hacia mí. Aplico toquecitos a mis mejillas con los pañuelos y tomo una respiración profunda, tratando de recuperar la compostura. —Ven aquí —susurra y me envuelve en sus brazos. No lucho, ni siquiera dudo. Simplemente voy hacia él, moldeándome a su pecho firme y dejándolo sostenerme. Su olor se arrastra sobre mí —una mezcla de colonia fresca y calidez masculina— y recuerdo todas las noches que pasé en sus brazos. A su merced. Obedeciendo sus órdenes. Un sollozo desesperado se me escapa y lo empujo lejos. —No puedo hacer esto ahora. —Dime que pasó. ¿Por qué estás aquí llorando? Pensé que estarías en un taxi camino a casa a estas alturas. Esa habría sido la elección más inteligente. En cambio, fui a buscar a Kirby y tranquilizar su mente sobre mi relación con su compañero de piso. —Tenías razón sobre Kirby. Es un idiota desconsiderado y no me merece.

La boca de Hale se eleva en una triste sonrisa. —Supiste eso todo el tiempo, ¿No? Se encoje de hombros. —No tenía manera de saber lo que pasaría, pero si, tenía mis suposiciones. —¿Por qué no me dijiste? —¿Habrías escuchado? Tiene razón. Esto era algo que tenía que descubrir por mí misma. Da un paso más cerca, levantando mi barbilla para que encuentre su atenta mirada. —¿Estás bien? Sacudo la cabeza lentamente. —No. Pero voy a estarlo. —Soy más fuerte de lo que era antes. Incluso si no me siento fuerte en este momento, sé que es verdad. —Dime como solucionar este problema. —Mueve el pulgar suavemente a través de mi mejilla, sus ojos permaneciendo en los míos. Abro la boca para decirle que no hay nada que pueda hacer, cuando baja la suya y me besa. Suavemente al principio, pero cuando mi lengua encuentra la suya, sus labios se estrellan sobre los míos, sus manos aterrizan en mis caderas, y me sujeta con fuerza contra él. Sabe a whisky y a Hale, y solo han pasado unos pocos días, pero Dios, como lo extrañaba. Mi atracción por este hombre es fuera de serie. Estoy enojada con él por ocultar su identidad todo este tiempo, y sé que no quiere continuar algo real, pero no puedo negar la respuesta de mi cuerpo. Acerca sus caderas, y siento su enorme polla endurecerse bajo los pantalones del esmoquin. Gimo en su boca y me presiono más cerca, queriendo sentir cada dura cresta. Me empuja contra la pared y luego sus manos están bajo mi vestido, tirando mis bragas a un lado y moviendo sus dedos a través de mi centro húmedo. —Espera… —digo en voz baja. —¿Qué? —Ni siquiera sé cómo llamarte. —Llámame Hale, como siempre lo haces. Sus labios se estrellan de nuevo con los míos, y la intimidad de saber finalmente su nombre completo es intoxicante. Un dedo y luego dos se empujan

lentamente en mi interior, y grito, débil tanto por la excitación como por la confusión de lo que siento. —No puedo mantenerme alejado de ti, ¿Entiendes eso? —murmura, presionando su dura polla contra mi vientre mientras sus dedos siguen entrando y saliendo. Conoce mi cuerpo tan bien que en cuestión de minutos, siento que pierdo el control. Su muestra de dominación es abrumadora. Saber que es incapaz de controlar que su lado dominante salga a jugar, me tiene empapada y al borde del orgasmo casi de inmediato. —Hale… —susurro contra su boca. Estoy tan cerca. Muerde mi labio inferior y al mismo tiempo, presiona su pulgar contra mi clítoris. Me vengo, violentamente, gritando y aferrándome a él por apoyo. Retira sus dedos de mí y los lleva a su boca, chupando mis jugos de ellos. —Tan jodidamente bueno —gruñe, acercando su boca a la mía de nuevo. Me está devorando, y lo estoy dejando. Siento sus manos moviéndose entre nosotros, y el sonido metálico de la hebilla de su cinturón mientras suelta sus pantalones. Lo quiero más que a nada, pero una parte de mi cerebro está gritándome para que detenga esto. —Nunca ha sido así antes —susurra. Mis piernas están temblando y mi cerebro se siente como lodo. Estoy tan confundida. Mis sentimientos cuando estoy cerca de él son intensos, consumiendo todo, y calientes. Justo cuando siento la caliente carne de su erección, algo encaja en su lugar. Siempre ha sido sobre sexo entre nosotros. Y mira donde me ha llevado. Mi vida está fuera de control. He sido rechazada no por uno, sino por dos hombres esta noche. Kirby, por quien en secreto he albergado sentimientos por años, y otro quien recientemente robó mi corazón pero que no quiere tener nada que ver con el compromiso o la monogamia. —P… para —tartamudeo, mirando sus oscuros y tormentosos ojos ardiendo con su excitación. —Nos merecemos esto. Este placer. Esta conexión —dice, acariciando mi mejilla con el pulgar. No hay manera de que pueda entregarme a él, no con el millón de dudas y emociones arremolinándose en mi cabeza. Se lo que tengo que hacer. Mirándolo fijamente a los ojos, deliberadamente digo—: Melocotón.

Ante mi tono firme, se retira de inmediato, su mandíbula apretada. — ¿Por qué? —Su expresión es rota, confundida. Nunca había usado mi palabra de seguridad en todas las veces que estuvimos juntos. —Tú me enseñaste a defenderme, a exigir más, que el sexo era una experiencia intensa para ser compartida entre dos personas. Pero sobre todo, me enseñaste que valgo más que esto. —Señalando nuestro entorno, un baño público—. Me merezco más. Asiente, su rostro solemne, pero su expresión ilegible. Estirándome bajo mi vestido, arreglo mis bragas, entonces agarro mi bolso del mostrador del baño. Lo dejo con su polla en la mano y una mirada de confusión atravesando su rostro.

Traducido por Vanessa Farrow Corregido por florbarbero

Brielle —¿Brielle? —El sonido de mi nombre en su familiar voz baja de inmediato envía un hormigueo por mi espalda. Cerrando los ojos en shock por un segundo, me detengo bruscamente en la acera de la ciudad, tratando de respirar, pero encontrando mi pecho apretado, oprimido. —Hale... —Él es todo en lo que he pensado esta última semana desde la fiesta. Lo he visto en mis sueños, oído su voz en mi cabeza, y ahora está aquí. Me vuelvo hacia él y veo que no está solo. Una mujer anciana negra está colgando en su bíceps. Lleva un sombrero púrpura flexible y una bufanda de color verde brillante. Sus labios están pintados de rojo sangre, y de alguna manera sé que esta es la mujer descarada de la que me ha hablado. Su nana. Sus ojos buscan mi rostro, y su boca se curva en una sonrisa. —Te ves bien... feliz. —Lo estoy. —Por una vez en mi vida adulta, realmente lo estoy. Llevo una caja de pizza grande de tocino y champiñones, mi favorita, y un ramo de flores de colores que me compré porque sí. Me gustaría poder decir lo mismo de él. Parece cansado, pálido y sin vida. Hay círculos oscuros debajo de sus ojos y la sombra de una barba sobre su mandíbula. —Nana, esta es Brielle —dice a la mujer a su lado. Echo un vistazo a Nana y veo una expresión divertida en su rostro. —Tú eres la que lo tiene todo mareado —dice ella. No es una pregunta, e incluso si lo fuera, no sabría qué responder. —No estoy mareado —dice. —Él no es el mismo —me dice, inclinándose más cerca como si fuéramos dos viejas amigas intercambiando recetas. —Es complicado —le digo.

Asiente, su sombrero sacudiéndose con el movimiento. —Siempre lo es. —Se acerca y toma mi mano, apretándola entre las suyas—. Es un hombre difícil, pero tiene un corazón hermoso. Tengo que practicar el respirar profundamente para evitar las lágrimas amenazando con brotar de mis ojos. —Feliz Navidad —murmuro. —Es víspera de Navidad, no deberías estar sola —dice. Desde nuestras actividades en los baños, no hemos tenido ninguna conexión en absoluto, y he luchado conmigo misma sobre la necesidad de seguir adelante. Pero ahora que está de pie delante de mí, todo masculino y magnífico, sé que he estado luchando una batalla perdida. Mi atracción hacia él, a su corazón, no se ha desvanecido en absoluto. Su nana tiene razón. Es un hombre difícil con un corazón hermoso. Si simplemente me hubiera dejado entrar, las cosas podrían haber sido diferentes. Recordando su pregunta, niego con la cabeza. —No estoy sola. Julie va a venir esta noche a cenar. —Mi mirada cae a la caja de pizza—. Alguien tiene que ayudarme con esto. Y luego, en la mañana, voy a conducir a la casa de mis padres para pasar el día de Navidad con ellos y mis tías, tíos y primos. Él asiente. —Vamos rumbo al servicio de la iglesia. —Encantado de conocerte, Nana. —Asiento hacia ella. —Es bueno verte, Brielle —dice. Me trago el nudo enorme que está alojado en mi garganta y continuo por la acera antes de que haga algo completamente absurdo, como arrojarme hacia él.

Para el momento que llega Julie, he reunido los platos y servilletas, servido dos copas de vino, y puesto la comedia de Navidad que me encanta. Si tan sólo mi estado de ánimo combinara con el ambiente festivo. Me siento con ganas de acurrucarme en mi cama y llorar, pero teniendo en cuenta que es todo lo que he hecho durante la última semana, sé que necesito por lo menos tratar de ser social nuevo. Cuando dejo entrar a Julie, llega con un montón de regalos.

—Puedes colocarlos allí. —Señalo mi arbolito de mesa en el comedor. También hay un par de regalos envueltos para ella. Un esmalte de uñas azul por el que ella me halagó y tarjetas de regalo para sus tiendas favoritas. He estado demasiado distraída para comprar mucho. Espero que a mi familia no le importe cuando me presente mañana, armada con una tarjeta de regalo de Target para todos. Nos sentamos con nuestra pizza y el vino, y estoy agradecida de que ella no me ha bombardeado con preguntas acerca de Hale. Me conoce lo suficientemente bien por ahora para entender que voy a hablar cuando esté lista, no antes. —Guacala. Hongos —dice, sacándolos de su pizza. —Me olvidé de que no te gustaban. Lo siento. —Simplemente muestra cuán distraída he estado. —Aquí, puedes tener más. —Amontona los hongos desechados en mi plato—. Tú y tu fetiche hongo. —No tengo ningún fetiche. —De repente esto me llama la atención—. Tal vez ese es el problema. —¿Eh? —Toma un sorbo de su vino, esperando a que continúe. —Él era un dominante, ¿verdad? Yo no encajaba en su mundo. Y probablemente sabía que nunca lo haría. Nunca tuvimos una verdadera oportunidad —le digo distraídamente, hablando más para mí que para ella en este momento. Arruga su frente. —No creo eso ni por un segundo. Si las cosas entre ustedes eran la mitad de intensas que me dijiste que eran, eso significa algo, Brie. Deja de menospreciarte. No eres una sumisa entrenada, pero desempeñaste el papel. Esto está en él. Tendría que haber sido honesto contigo desde el principio. Tomo una respiración profunda. —Tienes razón. Me merezco más que un hombre que no puede ver lo que valgo. Le di todo lo que tenía en nuestras sesiones. Incluso le di mi corazón, a pesar de que eso nunca se suponía que pasara. Me da una mirada simpática mientras vierte más vino en mi copa. Estoy empezando a ver nuestra ruptura con más claridad que nunca. Además, si tenía la intención de continuar como el Señor Mentor, no hay un futuro para nosotros de todos modos. Dijo que no había aceptado ningún cliente nuevo, pero eso no estaba ni de cerca al nivel de compromiso que necesito para entregarme totalmente a él como requiere.

He aprendido mucho, crecido demasiado en estas últimas semanas. Sólo tengo que recordarme eso y ser fuerte.

Traducido por Val_17 Corregido por Miry GPE

Brielle Ahora que las fiestas terminaron y las cosas han vuelto a ser seminormales, sé que le debo una explicación a Kirby. Ansiosa por tener un cierre de este capítulo de mi vida, le pido que nos reunamos para tomar un café cerca de mi casa. No puedo correr el riesgo de encontrarme con Hale en su apartamento. Una vez que estamos sentados con bebidas humeantes frente a nosotros, Kirby me mira expectante. Respiro hondo y abruptamente digo—: Te he amado desde hace mucho tiempo. Su rostro se suaviza, y sonríe. —También te amo, Brie. Resisto el impulso de rodar mis ojos. Dejo al hombre estar totalmente desorientado, sin idea de lo que hablo. —No, Kirby, esperaba un futuro contigo. Soñaba con que hubiera más entre nosotros. Se aclara la garganta, su mirada alejándose brevemente de la mía. Bueno, esto es incómodo. —Yo… no sé qué decir —dice finalmente—. Nunca te he visto de esa manera. —Su voz es suave, como si tratara de darme la noticia gentilmente. —Lo sé. Y estoy feliz de decir que finalmente me di cuenta de eso y seguí adelante. Quería contarte sobre Cameron. No quería que lo escucharas de alguien más. Asiente, con la mandíbula tensa. Es evidente que está enojado con nosotros por ocultarle esto. —Nos conocimos en un sitio de citas en línea. Dormí con él durante el mes pasado, pero no tenía idea que era tu compañero de cuarto. —Guau. Supongo que me siento un poco aturdido. ¿Ustedes salen? Niego con la cabeza. —No. Tuvimos una relación física, y esperaba que se convirtiera en algo más. Pero fue una tontería pensar en eso, supongo.

Asiente como si algo acabara de hacer clic en su lugar. —Él ha sido miserable desde esa noche en la fiesta del despacho de abogados. ¿Terminaron las cosas? Asiento. —Sí. No lo he visto desde entonces. Bueno, aparte de ese breve encuentro en la acera donde pensé que mi corazón explotaría. Verlo sostener la frágil mano de su nana en el hueco de su brazo mientras la conducía por la calle, inclinándose para escuchar lo que decía la pequeña mujer… todo fue muy adorable. Siempre pensé que nana era sólo una expresión de cariño para una abuela biológica. Saber que él la reclamó como suya era aún más conmovedor. —No me extraña que esté siendo un imbécil —dice Kirby, sacudiendo la cabeza como si esto lo explicara todo. Quiero preguntar más, interrogarlo y descubrir lo que sucede con Hale, pero algo me dice que sólo hará más difícil esto. Necesito seguir adelante. —¿Estás bien con todo? —pregunto—. Sólo quiero asegurarme de que estamos bien. —Por supuesto que lo estamos, mariquita. —Toma mi mano y la aprieta. El papel que Kirby ha llenado en mi vida llega a su fin. Siempre seremos amigos, pero no lo necesito; ya no anhelo su amor y su aprobación como una vez lo hice. Experimenté lo real con Hale. Y quiero descubrir qué sigue para mí.

Una tarde un par de días más tarde, mi intercomunicador suena, y dado que no espero compañía, tengo curiosidad acerca de quién podría ser. Cuando abro la puerta delantera, no hay nadie allí, pero mi mirada es atraída hacia abajo. Un enorme melocotón maduro se encuentra sobre una carpeta. Echando un vistazo por el pasillo, veo que no hay nadie, pero sé que debe ser Hale. Recojo la fruta y la llevo hacia mi nariz, entonces inhalo. El aroma es fragante y maravilloso. Después de agarrar la carpeta, entro a mi apartamento, cerrando la puerta detrás de mí. Pongo el melocotón en la mesa y saco la pila de documentos de la carpeta, extendiéndolos ante mí mientras mi mente trabaja para darle sentido a lo que veo.

Hay una nota escrita a mano en la parte superior de la primera página. Este soy yo. Cameron Alexander Hale me ocultó su nombre e identidad, y parece que ahora es un libro abierto. Su currículum muestra el nombre del despacho de abogados para el que trabaja, junto con el lugar donde hizo la práctica y su alma mater. Lo siguiente son estados bancarios que muestran una cuenta corriente modesta y una cuenta de ahorro considerable. Sus registros de vacunación, lo que demuestra que está al día con todas sus vacunas y que consigue una contra la gripe cada año. Las evaluaciones de desempeño de sus últimos tres años de trabajo. Asombrada, sigo hojeando las páginas, preguntándome cuánto tiempo y esfuerzo le tomó hacer esto. Me detengo cuando mis dedos tocan la brillante fotografía de una mujer. Su ex-prometida, Tara, dice la nota. Miro sus ojos color marrón oscuro, odiando que ella sea la responsable de dañar a este hombre, haciéndolo sentir la necesidad de protegerse tan completamente. Respirando hondo, pongo la foto a un lado. No se trata de ella. Esto es sobre Hale queriendo compartir un pedazo de sí mismo conmigo, sin importar lo aterrador que podría ser para él. Hay un desgastado ejemplar en papel de Una Nueva Tierra de Eckhart Tolle, el cual supongo es uno de sus libros favoritos debido a lo gastado que se ve. Lo abro y veo que algunas frases han sido destacadas con marcador azul. “El pasado no tiene poder sobre el momento presente”. “Sólo la verdad de quién eres, si te das cuenta, te liberará”. Abrumada, me hundo en la silla mientras las palabras en todas las páginas ante mí comienzan a ponerse borrosas. Hay un obituario en el periódico de su ciudad natal que habla sobre sus padres en tiempo pasado. Imagino que esta fue la parte más dolorosa que incluyó de su historia. Se armó de valor y confianza para dejarme este paquete, al igual que me armé de valor y confianza para someterme a él. Hay páginas y páginas que examino con cuidado, y en la parte inferior, un sobre lleno de dinero. Una nota escondida en el interior dice que devuelve el dinero que pagué por sus servicios. Insegura de qué hacer con toda esta información, recuerdo una conversación susurrada entre él y Chrissy, la mujer a la que le vendí la casa. —¿Ella es alguien a la que conoces de Crave? —le preguntó Chrissy. —No, nada de eso. —Él se burló de la idea. En ese momento, me encontraba tan abrumada por la confusión y la angustia que lo descarté. Pero ahora tengo curiosidad sobre lo que es Crave, y

pronto me encuentro buscando en internet “Chicago + Crave” y me desplazo por los resultados de la búsqueda. Lo sé al momento en que lo he encontrado. Crave es un exclusivo club de BDSM en el corazón de Chicago. Hago clic para visitar su sitio web y descubro que no puedo apartar la vista de mi pantalla.

Traducido por Vanessa Farrow Corregido por Jenni G.

Brielle Se ha ido la chica insegura y tímida que conoció a Hale en el club de jazz esa noche. No se me ha olvidado que la primera vez que nos encontramos, me llevo muy cerca de su club, pero me mantuvo muy lejos de su vida todo el tiempo. Irradiando confianza desde mis tacones de aguja a mis copas de sujetador de encaje, tomo una respiración profunda y enderezo los hombros. He elegido una minifalda de cuero negro y una blusa de seda en el color más hermoso de melocotón suave. Me siento bella y tranquila. —Te ves muy bonita esta noche —dice Kirby, admirándome con cariño. —Gracias. —¿Estás segura de que estas lista para esto? —Por supuesto. Hale no tiene idea de que voy a ir esta noche. Ni siquiera puedo empezar a imaginar cuál será su reacción cuando me vea. Cuando investigué a Crave en línea, vi que esta noche van a tener una fiesta de Año Nuevo. El club rara vez está abierto para los invitados, por lo que me pareció una señal de que estaba destinada a venir aquí. Después de que el portero compruebe nuestros documentos de identidad y de pagar una cuota de entrada elevada, Kirby y yo entramos a una habitación grande con sillas y sofás esparcidos alrededor de una chimenea y una zona de bar para conversar. No estoy segura de por qué, pero me esperaba algo más siniestro. Es más como un salón con música oscuramente sensual, y la iluminación diseñada para que te sientas oculto en las sombras. Hay dos mujeres desarrollando una escena en el espacio de juego totalmente abierto en el centro de la habitación. Supongo que por cada exhibicionista, hay un voyerista. Algo me dice que eso es sólo la punta del iceberg de lo que podría ver esta noche. Paralizada, veo como la mujer que sostiene una vela roja encendida la inclina y deja que un rastro de cera gotee sobre el escote de su pareja. Me recuerda a la vela

perfumada y la hermosa fragancia que flotaba alrededor de Hale y yo mientras él empujaba mis limites una y otra vez. —¿Brie? —pregunta Kirby, devolviéndome hasta el momento—. ¿Todo está bien? —Claro. Es sólo un poco abrumador. Asiente, sus ojos se abren cuando una mujer rubia impresionante, vestida sólo con un tanga azul y botas hasta la rodilla se pavonea al pasar, sus pechos turgentes rebotando mientras nos pasa. Es hermosa y parece saber exactamente a donde se dirige, moviéndose con propósito hacia un destino desconocido. Mi estómago se hunde cuando me doy cuenta por primera vez de que Hale puede estar aquí acompañado. Es una sensación que me persigue mientras Kirby toma mi mano y me lleva hacia la barra. Antes de que podamos hacer nuestro pedido, veo a Chrissy, mi cliente y amiga de Hale. Ella se dirige directamente hacia nosotros. —Nunca esperé verte aquí —dice, saludándome calurosamente con un abrazo. —Nos decidimos por una noche de aventura. Este es mi amigo Kirby. Mientras se dan la mano, escondo mi sonrisa cuando Kirby lucha por evitar que sus ojos se dirijan al sur. Chrissy está vestida con lencería vintage magnífica, un camisón negro de encaje, medias, ligas, y guantes de satén negro. —¿Estás disfrutando de tu nuevo hogar? —pregunto. —Me encanta. Hice mi primera cena de Navidad allí e invité la mitad del club ahí. Me pregunto si Hale pasó la Navidad allí, y si lo hizo, eso me pondría celosa. Decido que no importa. Además, de alguna manera lo imagino pasando las fiestas con su nana. Probablemente desenvolviendo cajas de bufandas y suéteres de punto sólo para él. —¿Qué piensas del club? —pregunta. —Está… bien. Hasta el momento, quiero decir, no hemos visto mucho todavía. Mi mirada se posa de nuevo sobre la exhibición pública de dominación y sumisión femenina, que ha avanzado hasta que la Dominadora aplica una pinza de pezón a un pecho mientras lame el otro con la lengua. Mi corazón se acelera viéndolo. Me giró hacia Chrissy, ansiosa por saber si está aquí o no. No quiero que este experimento audaz sea todo para nada. —¿Está Hale aquí?

Asiente, pero su expresión no dice nada. —Está con Reece. En la sala — Apunta hacia una puerta de arco que conduce a otra habitación con poca luz. No me importa lo que sea la sala, sólo quiero saber quién demonios es Reece y qué coño está haciendo con mi hombre. Expulso una profunda bocanada de aire y enderezo los hombros. —Kirby, ¿te gustaría hacer un recorrido personalizado? —pregunta Chrissy. Se vuelve hacia mí. —¿Estarás bien, mariquita? Asiento. —Sí, ve. Diviértete. Avanzan en dirección al otro extremo de la sala, y todos mis pensamientos de pedir una bebida se han ido. Ahora lo único que importa es entrar en la sala para ver con mis propios ojos lo que está tramando. Los tacones de aguja sobre mis pies me llevan cada vez más cerca, el sonido de clic coincide con el golpeteo fuerte y rápido de mi corazón. Me detengo en la entrada, mis ojos luchan por adaptarse. La habitación es incluso más oscura que el área principal de la que vengo. La música sensual y baja resuena suavemente en el fondo. Hay algunas parejas y grupos pequeños sentados juntos, hablando en voz baja y tomando bebidas, pero Hale no está en ninguno de ellos. Entonces veo a dos hombres sentados en un rincón de la habitación, con la cabeza inclinada hacia abajo como si estuvieran hablando de algo serio. Instintivamente, a pesar de que no puedo distinguir ninguno de sus rasgos, sé que el hombre de la izquierda es Hale. Mi dulce, hombre perdido. Sólo cuando estoy de pie justo delante de ellos me doy cuenta de que es de mala educación por mi parte interrumpirlos así. —Brielle... —Hale se pone de pie de repente, sus ojos destellando con confusión—. ¿Qué estás haciendo aquí? Sabía que el verme en su club BDSM sería una sorpresa. Sólo espero que sea una sorpresa agradable y no una inoportuna. —Kirby me trajo. Su expresión amargada. —Ya veo —Abro la boca para explicar que no es en absoluto así cuando gesticula hacia al hombre a su lado—. Este es Reece. Es el dueño del club. Reece se pone en pie, y Dios mío, este hombre es enorme. Como mínimo mide dos metros de altura, con los hombros tan anchos que podría pasar perfectamente por un jugador de la NFL. A medida que se eleva sobre mí, su oscura e imponente belleza me deja momentáneamente sin habla. —Eres impresionante, ángel. ¿Has venido a jugar?

—Vete a la mierda, Reece —gruñe Hale. No puedo evitar el ataque rosa manchando mis mejillas. Aunque no estoy interesada en Reece, su atención es halagadora. —Bienvenida a Crave —dice Reece, levantando mi mano hacia su boca y dándole un beso en el centro—. Espero que encuentres lo que estás buscando. —Yo también. —Mis ojos se dirigen hacia Hale, y una oleada de calor hormiguea bajo en mi vientre. —Mierda. —Reece presiona el auricular de su oreja, obviamente escuchando malas noticias—. Hay una mujer en la puerta diciendo que me conoce. Hale se encoge de hombros. —¿Cuál es el problema? Muchas mujeres en esta ciudad te conocen. —Sí, pero dice que crecimos juntos, y tengo un mal presentimiento acerca de quién podría ser. —Vamos a ver, hermano. ¿Me necesitas? —pregunta Hale. Me da la sensación inequívoca de que quiere alejarse de mí tanto como le sea posible. ¿Y quién puede culparlo? Acabo de decirle que estoy aquí con otro hombre. Pero todo lo que necesito es un par de segundos para explicar... —No —dice Reece, sus ojos vagan a los míos y su expresión se suaviza—. Quédate aquí y entretén a tu amiga —Reece se apresura afuera, pero lo escucho diciendo me la pido, a lo que Hale murmura una maldición en voz baja. Es muy interesante ver este lado de él en su club, con su amigo masculino. Simplemente estoy aquí, observándolo todo y tratando de reconstruir todo. Hale finalmente se vuelve para mirarme de nuevo. —No sé qué decir, Brielle. No entiendo por qué estás aquí. —Tengo el archivo que me dejaste. —¿Y qué... simplemente apareces aquí? Ninguna llamada, ningún mensaje, nada por días. —Quería mostrarte que estoy aquí. Tú, este estilo de vida, no me asusta. Asiente una vez, su expresión es severa. —¿Y Kirby? —Le dije todo. Sobre nosotros. Acerca de los sentimientos que tenía por él. Coge un vaso de whisky de la mesa y se traga el resto de su bebida. —Le dije que una vez deseé un futuro con él, pero ya no. He crecido. He cambiado, y ahora quiero cosas diferentes.

—¿Qué tipo de cosas? Me encojo de hombros, jugando a la inocente. —Las cosas que un Dominante exige de su sumisa. —He estado bebiendo, Brielle —advierte, en un tono bajo. —No me importa —Hago un gesto hacia las sillas que él y Reece dejaron vacantes—. ¿Podemos sentarnos un minuto y hablar? Toma mi mano y me guía hacia el sillón de cuero de lujo, sentándose frente a mí. —¿Por qué me mostraste todo eso? —le pregunto. —Porque eso soy yo. Eso era todo. Mi pasado, las pérdidas y el dolor que he experimentado, me hizo el hombre que soy, y no comparto eso con la gente, pero estaba preocupado de que te hubieses enamorado del Caballero Mentor. Ya ha sucedido antes —añade con una mirada distante en sus ojos, y sé que hay una historia ahí que investigaré más adelante. —Necesitaba que vieras el verdadero yo —dice—, con todos sus defectos, y decidieras si era lo que querías. Quiero tenerte para mí, dejar toda esa mierda, lo del mentor atrás. Te quiero. Pero no estaba seguro de que supieras aun lo que querías. Sostuviste esa fantasía de ti y Kirby durante tanto tiempo que… —Sacude la cabeza, mirando su vaso vacío. Pongo mi mano en su rodilla. Nunca he visto a Hale así. Esta vulnerable y expuesto de una manera que nunca ha estado antes, y me da miedo, pero me gusta. —No me enamoré del Caballero Mentor. Me enamoré de ti. Me enamoré de la forma cuidadosa que levantabas mi cabello de mi cuello para besar ese punto sensible bajo mi oído. La sensación de tus labios en mi sien, las cosas dulces y retorcidas que me susurrabas para darme la confianza que necesitaba para elevarme. Me enamoré por el control disciplinado y sexy que mantuviste, la manera dulce en la que eres con tu nana, todas las cosas reales que te hacen tú. Su mirada se suaviza y se engancha en la mía. —No era tan bueno como pensaba en esconderme de ti. Me encojo de hombros. —Ni siquiera un poco —Nos quedamos en silencio durante unos minutos, felices de empaparnos en la presencia del otro— . No tienes que devolver el dinero —añado finalmente. —No me siento bien teniéndolo. —Se inclina más cerca—. ¿Te gustaría un recorrido por el club? Con entusiasmo, asiento. —A menos que vayamos a toparnos con cualquiera de tus antiguas novias.

—No he salido con alguien en años, Brielle. Pensé que lo sabías. —Creo que todavía hay mucho sobre las que estoy confusa. —Permíteme aclararte algunas cosas. Ven conmigo. —Se levanta de un salto y me ofrece su mano. Mientras salimos de la sala por la parte trasera, agarro una copa de champán de un camarero que pasaba, sabiendo muy bien que puedo necesitar una dosis de coraje líquido.

Traducido por Val_17 & florbarbero Corregido por Itxi

Hale Tener a Brielle dentro de Crave me hace sentir posesivo y territorial de una manera que nunca he experimentado antes. Mientras subimos las escaleras hacia el segundo nivel, Doms la admiran abiertamente. Incluso algunas sumisas levantan sus ojos para inspeccionarla, deseando silenciosamente lucir la mitad de preparadas y hermosas que ella esta noche. Hace que me sienta orgulloso tenerla en mi brazo, pero parte de mí quiere encerrarla en una habitación privada, lejos de los ojos lujuriosos que nos siguen. Me salto el recorrido por el primer piso, porque en su mayoría solo es un salón y un bar destinado a mezclarse, además de una zona de juegos pública, la cual estoy seguro que vio cuando entró. La segunda planta es donde la verdadera acción se realiza. —¿Dónde dejaste a Kirby? —pregunto, recordando de pronto que dijo que vino con él. —Con Chrissy. Asiento. —Él estará bien entonces. —Chrissy sólo juega con Doms reales, y dado que Kirby ni siquiera se acerca a ese papel, probablemente sólo van a tomar una bebida—. Ven aquí, quiero mostrarte algo. Llegamos a la primera habitación, y me detengo en el pasillo para mirarla. —Si alguna cosa de lo que ves te molesta, simplemente aprieta mi mano, ¿de acuerdo? Asiente, y empujo la pesada puerta de acero que da hacia la sala de juegos inspirada en un calabozo. Hay ganchos en el suelo, en las paredes, y en el techo. Una banca acolchada y una cruz de hierro con restricciones proveen esta área, y ambas están actualmente ocupadas. Teniendo en cuenta que la Víspera de Año Nuevo es una de las noches más importantes de las fiestas, el club está repleto de muchas personas vestidas con disfraces de fetiche. Los ojos de Brielle se amplían mientras observa todo. Se

encuentra tranquila y casi contemplativa por lo que está viendo, pero ni una sola vez me aprieta la mano mientras la guío de una habitación a otra. Sólo recorremos brevemente la estéril habitación con temática de hospital donde un hombre usa una vara violeta en su paciente. Brielle se estremece cuando salta una chispa de electricidad desde el extremo de la varita hacia el coño desnudo de la mujer. —¿Qué es eso? —La varita produce una estimulación eléctrica erótica. Proporciona una sensación cálida de hormigueo, pero se utiliza en un nivel bajo, no tiene el poder de producir dolor real. Brielle se relaja a mi lado, pero puedo notar que esto se encuentra fuera de su zona de confort. También de la mía, si soy honesto. Se necesita mucha habilidad y moderación para que un Dom aprenda a utilizar adecuadamente la herramienta. Una vez que estamos de vuelta en el pasillo, me inclino para susurrar cerca de su oído. —¿Cómo estás? Me da un firme asentimiento. —Es todo muy… esclarecedor. Asiento, estando de acuerdo. —¿Has visto suficiente? —Esta escena fue un poco abrumadora, incluso para un Dom experimentado como yo. Tiendo a optar por la privacidad y escenas sensuales, no los juegos públicos y extremos que ocurren dentro de esas habitaciones esta noche. —¿Cuál es tu habitación favorita? La idea de tenerla a solas y fuera de esa minifalda hace que mi polla se endurezca. —Por aquí. Damos vuelta en la esquina hacia una zona menos concurrida del club. Las habitaciones Pandora son muy íntimas, se pueden utilizar para las escenas privadas. Encuentro una puerta con la luz verde, lo que significa que está disponible para su uso, y me giro para mirar a Brielle. —¿Estás segura que quieres hacer todo esto? —Sólo hay una cosa que quiero. —¿Qué es? —Las otras veces que estuvimos juntos fue todo sobre mí. Me enseñaste a ser confiada y me hiciste sentir deseable, pero esta noche quiero ver lo que te gusta a ti. —Me gusta todo lo que te implica desnuda, cariño.

Niega con la cabeza, frunciéndome el ceño. —Hablo en serio. No más ir lento conmigo. De verdad. —¿Y estás segura de que eso es lo que he estado haciendo? —Algo acerca de verla en este ambiente me divierte. Estoy casi jodidamente mareado, y no puedo evitar bromear un poco con ella. —Sí. Yo… creo que sí —dice—. Quiero aprender tus preferencias. Por favor. Respiro hondo, mi polla una vez más presionándose contra mi cremallera. —¿Estás segura de que es lo que quieres? —Absolutamente. —Muy bien. —Es como si hubiera encendido un interruptor dentro de mí—. Necesito que estés segura. —Lo estoy. —Endereza sus hombros, negándose a dar marcha atrás. —¿Y recuerdas tu palabra de seguridad? —Melocotón. —Buena chica. —Señalo la puerta en frente de la que nos encontramos—. Esta es una habitación privada, tiene una puerta con cerradura. —Así que, ¿solo seremos nosotros? —Si eso es lo que quieres. Traga, su garganta moviéndose con el esfuerzo. —Confío en ti. —¿Sabes lo que significa si te pido que te presentes? Su mirada desconcertada me responde. —No, señor —admite después de un latido. Asiento hacia la puerta. —Debes entrar y desvestirte por completo. Entonces quiero que te arrodilles con la frente en el suelo, así tu culo y coño estarán descubiertos para mí. ¿Entendido? —Sí, señor. —Nunca hemos establecido completamente tus límites. —Confío en ti. Puedo ver el pulso martilleando casi violentamente en su cuello. Por mucho que me duela, con el fin de empujar realmente a Brielle esta noche, necesito llamar algún respaldo. Vi su reacción a Reece antes, y la voy a usar para mi máximo provecho. Quiere saber lo que me gusta, y lo que realmente disfruto es hacer que una sumisa esté tan fuera de sí que sea totalmente dependiente de mí. Quiero

empujarla para que esté más allá del borde de su zona de confort. Solo entonces se habrá entregado completamente a mí. Y necesito sentir eso de ella esta noche. Necesito saber que es realmente mía; es la única manera de dejarla entrar por completo. Abro la puerta, encendiendo la luz roja cuando Brielle entra. Las habitaciones privadas son muy agradables, pero esta es una de mis favoritas. Es una enorme habitación con una cama con dosel cubierta solo por una sábana blanca. La única luz en la habitación proviene de media docena de velas que arden en chispeantes platos de cristal a través del cuarto. Es un hermoso entorno, hecho aún más espectacular por la hermosa mujer que entró en la habitación. Cierro la puerta suavemente detrás de ella, dándonos un momento para preparar lo que estoy seguro será la escena más intensa que hemos compartido. Después de varios minutos, estoy listo, y prácticamente puedo sentir la anticipación y la energía nerviosa fluyendo desde Brielle, incluso a través de la puerta cerrada. Abro la puerta y la encuentro exactamente como le instruí. Está de rodillas sobre la suave alfombra de lana en el centro de la habitación. Su frente descansa en la alfombra, su culo levantado hacia mí, por lo que mi vista abarca su perfecto coño y su pequeño culo rosa. Mi polla salta a la vida mientras toda la sangre en mi cuerpo bombea hacia el sur, duro y rápido. —Te has presentado muy bien —digo, para que sepa que soy yo quien acaba de entrar en la habitación. —Gracias, señor —murmura. —Te he traído una sorpresa. ¿Estás lista para él? —¿Él? —chilla, todos los músculos en su cuerpo tensándose. He llamado a Reece para que me ayude con esta escena. —¿Eso está bien? —pregunto. Después de varios momentos, escucho su pequeña voz de nuevo. — Confío en ti, señor. —Eres una buena chica. Abro la puerta y la observo mientras su respiración se pone superficial ante el sonido distintivo de pasos masculinos por todo el piso. Ni siquiera puedo empezar a imaginar el espacio en la mente de Brielle en este momento, pero la he empujado más lejos que nunca, y hasta ahora está aceptándolo. No dejaré que Reece ponga una mano sobre ella, y él lo sabe, pero algo en su reacción anterior, tanto a él como a las parejas en el espectáculo público, me dice que este es el tipo de cosa para empujarla al siguiente nivel.

—¿Te gustaría mirar lo bonita que es, Reece? Es la primera vez que he dicho su nombre, y mi uso es deliberado. Quiero que ella tenga la imagen de dos altos y poderosos Doms sobre su cuerpo desnudo, ambos duros como rocas. Ella tiene todo el poder, y por la forma en que se relaja y empuja su culo sólo una fracción más, me dice que sabe eso. —Ella es jodidamente hermosa. —La voz de Reece es ronca y baja. Podría ser un Dom experimentado, pero incluso él puede ver lo hermosa y única que es esta mujer en toda su gloria desnuda. —Y está aprendiendo a ser una buena sumisa. Presentando su pequeño culo apretado y su coño para nosotros de esa manera. —Tengo que luchar para mantener la compostura en mi voz, esta escena me está afectando mucho. La sangre zumba por mis venas, y estoy intoxicado por ella. —Se ve lo suficientemente buena para comerla —comenta. Le echo un vistazo, y cuando veo la oscura mirada hambrienta en sus ojos, le disparo una mirada mordaz. En tus sueños, hijo de puta. Me acerco a Brielle, inclinándome a su lado para acariciar suavemente su espalda con la punta de mis dedos. —Lo estás haciendo muy bien —susurro. Normalmente no repartiría cumplidos todavía, pero este no es su mundo. Esto es totalmente nuevo para ella, y podría pasar fácilmente por una profesional con lo bien que lo está manejando. —Dime cómo te sientes. —Nerviosa —admite y luego añade en voz baja—: Viva. —Eso es perfecto. —Mis dedos siguen la elegante curva de su columna, hasta su culo—. Abre sólo un poco más. Separa tus rodillas. Lo hace, y cuando bajo los dedos a su sexo, la encuentro empapada. Empujo un dedo dentro, amando la sensación de sus estrechas paredes aferrándose a mí. —Maldita sea, nena. Este pequeño coño está mojado a la perfección. ¿Te gusta tener a dos Doms duros y adoloridos por la mera visión de ti? Hace un pequeño ruido de placer y empuja su culo hacia atrás para tomar mi dedo más profundo. —Cosita codiciosa. —Quito la mano y azoto su culo, dándole una palmada fuerte. Brielle gime por el contacto, pero ni siquiera se estremece. Tomó tan bien las nalgadas, que la recompenso con dos dedos profundamente en su interior.

Miro a Reece, quien luce más allá de impresionado por lo bien que ella lo está haciendo. Le dije que entrenarlas era la parte divertida. Algo me dice que tal vez ahora, me creerá. —Jodido infierno, ella se ve apretada —gruñe. El orgullo florece dentro de mí. —Lo es. El coño más apretado que he sentido. —Se ajusta perfectamente a mí alrededor mientras bombeo dentro y fuera, y su coño caliente succiona mis dedos. Pequeños gemidos se le escapan como si estuviera tratando de quedarse tranquila pero no puede contenerse. —Hmm. ¿Debería dejarlo tener una probada? Brielle chilla con sorpresa, su cuerpo estremeciéndose. —¿Necesitas usar tu palabra de seguridad, Brielle? —Yo… —Ella duda, respirando con dificultad—. Sólo tú. Por favor. Por supuesto que seré el único saboreándola. Si realmente quería que otro hombre lamiera su coño mientras yo miraba, no sé si podría negárselo, pero me agrada enormemente oírla decir que estamos en la misma página. Seremos sólo nosotros esta noche. Así es exactamente como debe ser. Sigo moviéndome contra ella, y puedo sentirla acercándose. Conociendo su cuerpo, así como lo hago, puedo leer todos sus signos. —Cuando te vengas, va a ser para mí solamente —le digo. —Sí, señor —dice, refregando su culo contra mí de nuevo. Traviesa. Ella está tratando de burlarse de mí delante de Reece. Y maldita sea si no me tiene envuelto alrededor de su dedo meñique. No quiero nada más que hacerla explotar con mi mano, pero me obligo a parar y me pongo de pie. —Creo que es el momento de ponerse a trabajar. De pie, melocotón. Brielle se coloca de rodillas primero y me mira. Apenas hemos comenzado nuestra escena, y sus ojos ya tienen esa mirada vidriosa y lejana. Ella se pone de pie y se nos presenta, completamente desnuda y sin vergüenza. No hay temblor en su postura, y su mentón se eleva alto. Sabiendo que tiene todo el poder en este intercambio, está confiada y tranquila. Dios, ha crecido mucho desde que empezamos. Es increíble. Su mirada cae a la parte delantera de mis pantalones y luego se mueve a los de Reece. Sí, has vuelto loco a dos grandes hombres. ¿Feliz, cariño? —Es hora de que te vayas, Reece —le digo. Necesitaba empujar a Brielle completamente fuera de su zona de confort esta noche, y después de ver la forma en que reaccionó a los demás en el club, sabía que se encontraba

intrigada con la idea de ser observada. Pero mi intención nunca fue que participara en realidad. Su perfección está reservada sólo para mí. Reece realiza un asentimiento, con los ojos fijos en Brielle. —Estás jodiendo a un magnífico ángel. Disfruten el resto de su noche en el club. Si puedo ayudarlos, por favor, háganmelo saber. Reece se va, y entonces quedamos solo nosotros dos. —¿Estuvo bien eso, melocotón? —Fue audaz de mi parte, preguntarle a mitad de escena. Necesito saber que está bien antes de continuar. —Nunca lo esperé. Fue... diferente. —¿Estás lista para continuar? —Sí. —No hay ninguna duda, ni vacilación. —Bien. Ven aquí y saca mi polla. Brielle camina más cerca, sus pechos balanceándose mientras se mueve. Puedo sentir al líquido preseminal fugarse desde mi polla. Si no consigo su boca sobre mí pronto, voy a explotar. Libera mi botón, tira hacia abajo la cremallera, y luego sus manos están dentro de mi bóxer, sus delicados dedos curvándose alrededor de mi eje. Me quejo y sofoco una maldición. —¿Cómo, señor? —pregunta, sus ojos ardiendo. —De rodillas, mascota. Quiero estar en tu boca. Se coloca de rodillas y me libera completamente bajando mis pantalones, hasta los tobillos. Luego planta su mano en la base y trae sus labios a mi punta, lamiendo la cabeza ligeramente. Escalofríos de placer se disparan hacia mis testículos. —Profundo —gruño. Abre y me sumerge en la calidez de su boca, chupando y haciendo ruidos que resuenan en el silencio que nos rodea. Su mano me acaricia de arriba a abajo, siguiendo el camino de su lengua. Me succiona profundo en su garganta, y estoy a segundos de venirme cuando me libera. —Mierda. —Tiro su cabello, y luego lo acomodo de nuevo detrás de sus orejas. Mi pene está tan duro y preparado, que duele, pero quiero estar dentro de ella cuando me venga. Ella sonríe, sus labios hinchados y húmedos.

—Ven aquí, hermosa. —La levanto en mis brazos y nos acerco a la cómoda. La siento en la parte superior, la altura perfecta para encontrarnos—. No puedo esperar más. Separo sus rodillas y doy un paso entre ellas, besándola profundamente mientras mi pulgar acaricia su clítoris. Ella gime en mi boca, su lengua enredándose con la mía. Justo cuando está a punto de llegar al orgasmo, empujo dentro en un impulso rápido. Brielle se deshace, arañando mis hombros y gritando en voz alta. Mi pulgar no deja de acariciar su clítoris hinchado cuando sus paredes se cierran de golpe a mí alrededor. —Eso es todo, melocotón. Córrete. Solo déjalo ir. Sigo meciéndome dentro y fuera de ella, y cuando miro hacia abajo entre nosotros, veo mi polla recubierta en su calor resbaladizo. Su respiración se vuelve dura y rápida, y sus ojos están vidriosos por la lujuria. Me libero y la llevo a la cama, bajándola suavemente. Me preocupa haberla empujado demasiado lejos esta noche. Estar aquí, dentro de este club, invitar a otro hombre a la habitación, podría haber sido demasiado. Está temblando, y agarro un manta del gabinete, tapándola, levantándola y abrazándola a mi pecho. Una vez que su respiración se tranquiliza, parpadea hacia mí. —¿Por qué no acabaste? —Mira hacia abajo a mi todavía semi-dura erección. —Tu bienestar es lo más importante. Temblabas como una hoja. Me da una mirada tímida. —Acabo de correrme más duro de lo que había hecho en mi vida. Eso no significa que tuvieras que parar. Alcanza y acaricia mi polla. Estoy totalmente duro de nuevo en un instante. —¿Segura de que no necesitas un minuto? —gruño. —Positivo. La beso profundamente cuando la sensación inequívoca de que esta mujer fue hecha para mí se estrella a través de mí. —Además, se supone que me mostrarías lo que te gusta, ¿recuerdas? —¿Estás segura de eso? —Sé exactamente lo que quiero. Ella asiente. —Entonces da la vuelta.

Con una mirada burlona en sus delicados rasgos, se gira sobre su estómago. Agarro una almohada y la levanto, colocándola debajo de sus caderas, a continuación, agarro mi bolsa de juguetes al lado de la puerta. No tengo nuestra vela porque no esperaba verla esta noche, pero un Dominante nunca sale de casa sin su bolsa. Soy como un Boy Scout. Nunca se sabe cuándo puedes necesitarlos para instruir a un compañero Dominante en el uso adecuado de una fusta doble. Cuando regreso a la cama, Brielle está descansando con la mejilla en el colchón, mirándome de cerca. —¿Q-qué vas a hacer? —Sólo trata de relajarte para mí, ¿de acuerdo? —Pienso en vendarle los ojos, pero luego decido que estoy introduciéndola en una cantidad suficiente de nuevas sensaciones por esta noche; no necesito lanzar eso a la mezcla también. Además, quiero ver sus ojos y su expresión cuando la tome. Agarro un poco de lubricante de mi bolsa y lo pongo en la cama junto a mí. —¿Recuerdas esto? —Es el vibrador que utilicé en ella en el apartamento que mostraba a unos clientes. —Cariñosamente —dice. Lo meto de nuevo dentro de su estuche y lo coloco en la bolsa. —Lástima que no vamos a usarlo entonces. —Sonrío—. Vamos a tratar con éste. —Es un Jimmy Jane Form Two. Un dispositivo de doble punta, uno de mis favoritos, ya que produce un orgasmo casi inmediato. Será perfecto para burlarme de ella y poner a prueba su control. —¿Es un tapón anal? —pregunta, señalando el pequeño juguete en mi mano, su extremo suave y la base ensanchada. No necesito explicárselo. Mi pene es grande; y su culo es apretado. Es mecánica simple. —Va a ayudar a asegurarnos de que estés lista para mí. Me mira con curiosidad, pero no dice nada. —Abre las rodillas un poquito para mí, cariño. Me concede el acceso que deseo, su trasero levantándose ligeramente fuera de la cama. Coloco el vibrador bajo su pelvis y lo enciendo. Todo su cuerpo se sacude en sorpresa. —¡Mierda! Levanto una ceja. —¿Todo bien ahí abajo? —¿Qué es esto? —Se queda sin aliento, sus manos arañando las sábanas.

—Sólo un pequeño juguete para asegurarme de que estés lista para mí. De pie en el borde de la cama, me tomo mi tiempo para desnudarme por completo, mientras Brielle me mira, sus ojos revoloteando con el zumbido de placer contra su clítoris. Gime, y su cuerpo tiembla. Su coño es brillante, y toma todo lo que tengo contenerme. —No te corras sin mí, cariño —advierto. —Hale... —jadea, ya acercándose al borde del orgasmo. Tal vez sobrestimé su auto-control. Una vez que estoy totalmente desnudo, tomo mi polla en mi mano y empiezo a acariciarme lentamente desde la base hasta la punta. Los ojos de Brielle se nublan con lujuria mientras su mirada se centra en mis movimientos, y todo su cuerpo se estremece. —Voy a correrme... —gime. —No te atrevas. —¡Hale! —grita, sus muslos temblando por el esfuerzo de contenerse. Alcanzo el vibrador debajo de ella y lo ajusto a una frecuencia más baja, mientras Brielle lucha para recuperar el aliento. —Chica traviesa. Debería castigarte, pero en lugar de eso voy a follarte el culo, porque no puedo esperar más. Tomo el tapón, lo caliento en mis manos y añado un poco de lubricante antes de colocarlo al ras de su abertura trasera. —¿Cuál es tu palabra de seguridad, Brielle? —pregunto en voz baja, inclinándome sobre ella para besar el lóbulo de su oreja. —Melocotón. —¿Y cuándo debes usarla? —Cuando quiera que el juego se detenga —contesta, todavía sin aliento. —Buena chica. Coloco el vibrador de nuevo en su lugar mágico, el murmullo apenas audible. —¿Eso es más manejable? —pregunto. —Sí —gime. —Bien. Ahora sólo respira y relájate para mí. Empujo el tapón dentro de ella, sintiendo su fuerte inhalación ante el contacto exterior. Pero Brielle no lucha contra él, no se aleja. Se ve hermosa con

mi tapón en el culo, y admiro su valentía. Después de que le he dado la oportunidad de acostumbrarse al estiramiento, lo quito, y luego me cubro a mí mismo con más lubricante, deseando que esto sea lo más cómodo posible para ella. Pronto, estoy agarrando las dos mejillas de su culo y lentamente, muy lentamente, me hundo en su interior, cada delicioso centímetro. Es tan cálida y encaja muy cómodamente alrededor de mi polla, por lo que inmediatamente quiero explotar. —Mierda. Sé que tengo que ser suave con ella, pero el sudor estalla a través de mi espalda y cuello, por el esfuerzo de contenerme mientras se ajusta. —¿Estás bien, cariño? —pregunto, necesitando oír sus palabras. —Sí, es... diferente, y me siento llena, pero me gusta. Brielle yace inmóvil, inhalando y exhalando profundamente, como le dije. Su presentación es tan hermosa, que me calienta. —Eso es todo, lo estás haciendo muy bien. —Bajo mi mano a su espalda y establezco un ritmo fácil. Estamos conectados, puedo sentir las pequeñas vibraciones tarareando a través de ella. —Hale... —gime. Creo que va a decirme que se va a correr de nuevo, pero lo que sale de su boca me conmociona totalmente. —¿Sí? —Quiero... quiero hacerme cargo, como me enseñaste. Jodido infierno. —Hazlo, nena. —Todavía me muevo, dejando que cumpla su palabra. Y pronto, está jodiéndome, empalándose en mi polla una y otra vez mientras sacude su redondo trasero contra mí. Me agacho y aprieto la base de mi polla, intentando no correrme todavía, pero no puedo durar. Su coño está empapado, y puedo sentir su calor derramándose en mis bolas. —¿Estás cerca, melocotón? —Sí... estoy allí —gime, sus movimientos volviéndose erráticos. Gracias. Me dejo llevar, corrientes calientes de semen chorreando de mí justo cuando da un grito fuerte y se derrumba en la cama, completamente agotada.

Traducido por florbarbero Corregido por Daniela Agrafojo

Brielle Después de que hicimos el amor, Hale se aseguró de que estuviera bien, dándome pequeños sorbos de una botella de agua y cubriéndome con mantas. Pero ahora, mientras descanso en la cama, sintiéndome saciada y feliz, sus rasgos se retuercen con confusión. ―Si esta noche fue demasiado, si soy demasiado... joder ―maldice. Pongo mi mano sobre su corazón. Puedo leer todo sobre él. Está cuestionándose si me empujó demasiado lejos, si su naturaleza dominante es demasiado para mí. ―No tienes que cambiar por mí. ―No tienes que hacerme amarte, porque ya lo hago. Espero que mi mirada le comunique todo lo que necesito, porque mis palabras me están fallando. ―Eres increíble ―dice, mirándome pensativamente―. Nunca pensé que querría esto de nuevo. Y lo hago. Te quiero. Para siempre. Sé que esto es absolutamente enorme para él. Después de que su prometida arrasara su confianza, el que abra su corazón a un futuro conmigo es... indescriptible. Hay un millón de cosas que quiero decirle, pero no me deja. ―Eres todo para mí; te metiste bajo mi piel desde nuestra primera lección y nunca te fuiste. Y después de ver lo bien que respondiste esta noche... ―Hace un bajo sonido apreciación ―. Eres todo lo que siempre he querido y más, cariño. ―Hale, yo... ―Estoy tratando de poner en palabras todo lo que significa para mí mientras las lágrimas brotan de mis ojos. ―Shh. Déjame terminar. Me preguntaste que quería esta noche. Y ahora solo hay una cosa que quiero. Pone su mano en mi mejilla, y su pulgar acaricia mi piel. El apetito sexual de este hombre es insaciable, y estoy empezando a cuestionarme la forma en que voy a mantener el ritmo, cuando se acerca y presiona sus labios con los míos. ―Quiero tu corazón ―susurra.

Beso sus labios llenos y suaves, mi corazón elevándose con felicidad. ―Ya lo tienes ―susurro en respuesta. ―Para siempre ―dice. ―¿Lo prometes? ―No creo que esté jugando conmigo, pero no puedo soportar la idea de perderlo de nuevo. ―Me perteneces. Ambos lo sentimos desde el primer día, y luchamos contra eso, cada uno por diferentes razones. Pero se terminó. No más lucha. Sólo quiero amarte. Una lágrima se desliza desde mi ojo, y su pulgar la atrapa en mi mejilla. ―También quiero eso. ―Puede que no sea el camino que pensé que quería, pero estar con Hale, someterme a él, dejar de lado todo, es un amor más profundo de lo que jamás imaginé. Se necesita más confianza y coraje del que nunca supe que tendría. Me siento bendecida, y no quiero ni pensar en lo que sería mi vida si no hubiera tomado ese loco primer paso, enviándole un correo electrónico. ―Ahora vamos a casa ―dice―. Quiero abrazarte toda la noche y despertar contigo en la mañana. Eso suena perfecto para mí. Es algo que me negó durante nuestras lecciones. Nos vestimos rápidamente y salimos del club, parando por un breve pero apasionado beso cuando el reloj marca la medianoche y el confeti llueve sobre nosotros. Estoy tan superada por la emoción de la promesa de este nuevo año y este nuevo comienzo, que Hale tiene que ayudarme a salir del lugar y entrar a su auto.

Traducido por Moni Corregido por Pachi Reed15

Para: Brielle @bookworm92 De: Cameron Hale @ elcaballerodominante Asunto: Melocotón

Hombre. Veintitantos. Dominante. Obstinado, pero adorable. Llevable. Folla como una maldita estrella porno. Busca una esposa. ¿Qué dices melocotón? ¿Serás mía para siempre? xx, Hale

Para: Cameron Hale @elcaballerodominante De: Brielle @bookworm92 Asunto: RE: Melocotón

¡¡¡¡Sí!!!! Por supuesto que sí, chico tonto. Me quedaré contigo para siempre.

Kendall Ryan es la autora de las novelas románticas eróticas bestselling Unravel me y Make me yours. Es adicta a la lectura y escribe novelas románticas llenas de tensión angustiosa, besos y machos alfa. Vive en Minnesota con un marido adorable y dos cachorros traviesos, uno de los cuales puede ser parte mono. Está trabajando duro en su próxima novela, Resisting her, que saldrá a la venta en de 2013. Puedes encontrar en línea a Kendall en: www.KendallRyanBooks.com o en Twitter como @KendallRyan1.

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