Este texto supone un conjunto de reflexiones que sobre la multiculturalidad llevo investigando en la Alhambra. 1.- La confluencia de culturas

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Historia de una convivencia. La multiculturalidad en la Alhambra Mª Elena Díez Jorge . Dpto. Historia del arte Vice-rectora de Investigación. Universidad de Granada

Este texto supone un conjunto de reflexiones que sobre la multiculturalidad llevo investigando en la Alhambra. 1.- La confluencia de culturas Uno de los primeros puntos que debemos tratar es la confluencia de culturas. Tradicionalmente se ha visto como obstáculo aunque en realidad es una condición básica para su pleno desarrollo ya que la comparación entre ellas permite la revisión de los principios propios así como el reubicarse dentro de las realidades. Sin embargo, la historiografía occidental no ha destacado de la confluencia de culturas las relaciones y acercamientos sino que por lo general se ha centrado en las relaciones de violencia. En este sentido, la historia de la multiculturalidad se ha hecho desde la perspectiva de la aculturación y no de la interculturalidad y transculturación. Estas premisas las debemos tener en cuenta a la hora de estudiar el Mediterráneo, que más que un obstáculo ha sido una vía de comunicación.i Al-Andalus es un claro ejemplo de ello, un espacio donde confluyen y se acercan culturas de las distintas orillas. Cuando se habla de esta confluencia de culturas es inevitable hacer referencia a las mayorías y minorías. Es lógico que en un espacio haya un mayor número de personas que practiquen una lengua, una religión o una ideología, pero eso no debería ir en perjuicio de las minorías. Si se crean marcos normativos de equidad pero que a la vez contemplen las peculiaridades de las minorías no asistimos a una confluencia de culturas desequilibrada, sino al intento de asegurar la igualdad de oportunidades. Este aprendizaje lo aprendemos de espacios geopolíticos como el de al- Andalus. Uno de los debates permanentes en la historiografía sobre al-Andalus es si hubo coexistencia o bien convivencia. En realidad es uno de los aspectos que claramente ha diferenciado los estudios sobre el tema. Tenemos que partir de las definiciones que se dan a uno y otro término ya que tradicionalmente se ha entendido la coexistencia como la cercanía de diferentes grupos que no comparten espacios ni se acercan sino que se toleran unos a otros; frente a ello se ha idealizado la convivencia como si se tratase de una confraternización. En realidad, la coexistencia implica de por sí instancias de encuentro y acercamientos. Es difícil que entre dos o más grupos o culturas que comparten un mismo espacio no se produzcan encuentros, del mismo modo que en esa definición de convivencia es difícil que no surjan conflictos que vienen marcados por los diferentes intereses, otra cuestión es la regulación de esos conflictos. Las realidades son mucho más complejas por lo que hablar de coexistencia presupone una convivencia con sus diferencias y semejanzas, con sus conflictos…Es aquí donde tenemos la clave, la historia no es sólo una historia de desencuentros sino también de encuentros, ambas esferas forman parte de las realidades. Si estudiamos o enfatizamos una de ellas estamos falseando la historia. Se hace necesario analizar las relaciones violentas con las de regulación pacífica. En definitiva, interrelacionar la aculturación con el interculturalismo y la transculturación. Al haberse estudiado más las 1

relaciones de violencia nos vemos obligados a tener que visualizar primeramente las esferas de paz para entonces interrelacionar ambas. 2.- Coexistencia o convivencia más allá de al- Andalus Este debate de la coexistencia y convivencia es el que ha estado presente en los estudios de al-Andalus, donde los márgenes han presentado una sociedad de continuados enfrentamientos, no sólo internos sino esencialmente con los reinos cristianos, o bien una idílica convivencia de las tres culturas. Las realidades en al-Andalus fueron mucho más complejas y variadas. Pensemos que hablamos de ocho siglos, con diferencias políticas y sociales muy importantes. En este sentido no se pueden ni deben hacer generalizaciones sobre al-Andalus. No vamos a entrar a esclarecer en pocas páginas su complejidad, simplemente vamos a indicar algunos pensamientos sobre un momento concreto como el que tuvo lugar a partir de la conquista cristiana del último reducto del poder político andalusí como fue la conquista del Reino de Granada. El período al que nos referimos se ha llamado por lo general mudéjar, en referencia a una importante población musulmana que tras la capitulación mantiene su religión pero en tierra bajo poder cristiano. La historia del período mudéjar me resulta realmente fascinante porque nos ayuda a entender algo más de las relaciones entre culturas: qué los diferenciaba y qué los acercaba, cómo se entendió la multiculturalidad.ii Dentro del mudéjar se han hecho diferencias, ya que insistimos en que estamos hablando de ocho siglos de historia. De hecho no es lo mismo el período mudéjar en Toledo que en Granada. En el caso de esta última hay un profundo arraigo del Islam andalusí y en un contexto en el que ya no había reinos en la Península Ibérica bajo el poder de los musulmanes. Estas diferencias no se han tenido en cuenta para algunos que hablan de una convivencia idílica en al-Andalus. No podemos falsear la historia en defensa de unos deseos políticos presentes. Este período mudéjar en Granada fue corto ya que en 1501-1502 se producían las conversiones forzosas, que a fin de cuentas suponían el más claro precedente del cambio de política para afrontar la multiculturalidad. Esta conversión forzosa, que ya desde su puesta en práctica fue criticada por algunos, fue un error que no pudo terminar más que en la triste expulsión a inicios del XVII de los moriscos (o aquellos mudéjares obligados a convertirse). Pues bien, incluso en esos momentos de dureza extrema encontramos la multiculturalidad y las relaciones interculturales, que nunca dejaron de estar presentes. Un símbolo nos lo recuerda diariamente a los que tenemos el privilegio de vivir en Granada: la Alhambra. 3.- La Alhambra, una historia tradicional Los monumentos no son hoy en día simples generadores de turismo y de ingresos económicos. Son símbolos de la memoria de un pueblo, de una cultura. Interpretarlos continuamente, renovando las claves para su lectura, integrando las inquietudes del presente, no está reñido con el más puro academicismo y cientifismo. Es más, es absolutamente necesario. Y esto ocurre con la Alhambra. Cuando me acerqué por primera vez con nuevas claves de interpretación al estudio de la Alhambra, pude sentir cierto temor ante los grandes estudiosos que habían escritos monografías casi consideradas por algunos como textos sagrados. Pero una acercamiento más 2

profundo te hace percibir que los que verdaderamente habían admirado y querido a la Alhambra, dejaban en sus páginas puertas abiertas a nuevas investigaciones y a la necesidad de seguir descubriendo sus significados, a la incertidumbre de intentar desvelar algunos de sus secretos. Y las inquietudes pueden más que los temores. Se alza ahí, sobre la colina de la Sabika, dominando la ciudad y recordándonos el pasado nazarí, pero y aquí es donde debemos introducir nuevas lecturas, también rememora que es un espacio de confluencia de culturas. Por qué estudiar la Alhambra nazarí por un lado y la cristiana por otro, por qué no interrelacionarlas las dos para verdaderamente tener una visón más integral y más cercana a la multiculturalidad que en ese espacio se vivió. Las piedras no están muertas si nosotros les damos vida, preguntémosles entonces por la confluencia de culturas. A partir de ahí las claves de interpretación se abren: qué percepción tenían los cristianos de los nazaríes de su arte y de sus espacios, ¿lo admiraron y respetaron?, qué era lo más desconocido, qué era lo que más les asemejaba. Y unas con otras se van interrelacionando con lo nazarí: qué espacios ocuparon los nazaríes y cuáles los cristianos, ¿un mismo espacio podía cubrir las necesidades de unos y otros?, ¿y las mujeres palatinas de la Alhambra y sus diferencias y similitudes con las relaciones de género cristianas?.iii A fin de cuentas de lo que estamos hablando es de la historia de una convivencia. No pretendemos con nuestros estudios sobre la Alhambra generalizar sobre al-Andalus o el período mudéjar, pero somos conscientes de que es un lugar de especial relevancia a la vez que se trata de una esfera de poder y esto lo hace aún más llamativo. Tradicionalmente se ha señalado que los matices en la convivencia difieren según la praxis social y la normativa, según se trate del poder o del pueblo. Y en cierta manera es así, normativas duras que sabemos que en la praxis social se saltaban, una mayor flexibilidad en el día a día. Por eso resulta interesante encontrar en las esferas de poder rasgos de interculturalidad y transculturalidad, deseos de una convivencia mejor o peor entendida. Sin embargo, las interpretaciones historiográficas no lo han recogido así. En primer lugar porque se han vertido estereotipos de una y otra cultura. Así, la Alhambra fue identificada tanto por los musulmanes como por los cristianos que la visitaron como un remanso de placer. La admiración que despertaron sus yeserías, sus techumbres, el uso del mármol en el pavimento así como el agua y los jardines, fueron formas creadas, según los visitantes de la época, para la búsqueda del placer. Este placer a través de la arquitectura no fue entendido bajo la misma percepción por musulmanes y cristianos. Si en las fuentes árabes fue frecuente la asociación de la arquitectura con la mujer, pero no cualquier mujer sino la doncella o virgen, la novia y la desposada o recién casada, en las fuentes cristianas se destacó el placer y la belleza en los palacios islámicos, pero describiéndose la búsqueda de un placer más corporal y material que espiritual. De este modo, entre las funciones y usos de la Alhambra nazarí, las fuentes cristianas destacaron de las estancias sus usos para fiestas y bailes, estando poco presente una función pública-política para determinados espacios. No es difícil encontrar que los autores cristianos señalasen la presencia de la poligamia en los palacios de la Alhambra conjuntamente con las formas despóticas atribuidas al poder político nazarí y que tienen su claro reflejo en la ausencia de tareas políticas frente al placer que se atribuyó a cada una de las estancias. Pero del mismo modo que hay unos valores historiográficos que interpretaron o consolidaron ciertos prejuicios sobre el Islam de al-Andalus, considerando a los musulmanes como infieles, despóticos y conflictivos y a los conquistadores cristianos como los que restauraron la paz y estabilidad en la Península Ibérica, especialmente en 3

la historiografía del XVII y XVIII, también dominaron valores donde se destacó la idea de los cristianos que no respetaron lo islámico. Es el caso de la interpretación del Palacio de Carlos V, considerado por la historiografía anglosajona del XVIII como el mayor símbolo de la intolerancia cristianan cuya construcción representó la destrucción de un palacio islámico. Hoy en día sabemos que la historia no fue así, y que en realidad la construcción del palacio renacentista destruyó en todo caso una galería sur del Palacio de Comares. Es más, podemos dar otras interpretaciones ya que, si bien el palacio de Carlos V vino a representar un símbolo de un nuevo poder también es cierto que se hizo representando e integrando en su mayor parte la antigua casa real nazarí. Los estudios del siglo XVIII y XIX fueron importantes y significaron los primeros acercamientos científicos a la Alhambra pero sin dudas cargados de estereotipos y desde una perspectiva en la que se destacó la incomprensión entre culturas. Sin embargo, hay otras realidades a tener en cuenta. 4.- Nuevas perspectivas en la confluencia de culturas de la Alhambra No podemos negar que el conocimiento de la Alhambra a nivel mundial se produjo gracias a los románticos. La literatura, los dibujos y las reflexiones que los románticos vertieron sobre este escenario de palacios contribuyeron a la construcción del mito de la Alhambra como un espacio de ensueño y de placer. Esa Alhambra imaginada, llena de exotismos y orientalismos propios de los hombres románticos del XIX, forma parte también del conocimiento del recinto monumental. Algunas de estas primeras reflexiones así como las leyendas fueron creando tópicos, algunos de los cuales perduran hoy en día. Pero de las leyendas de los románticos se pasará a la rigurosidad científica en los datos recogidos por diversos estudiosos especialmente a partir de finales del siglo XIX. Los trabajos de unos y otros descubrieron otra Alhambra donde a partir de entonces arabistas, arqueólogos, arquitectos, e historiadores del arte, entre otros, han volcado sus reflexiones de una manera científica sobre la Alhambra. En esta perspectiva crítica hemos de introducir nuevas claves de interpretación, entre la que podemos citar la de la interculturalidad y transculturación.iv 4.1.- El mantenimiento del legado islámico de la Alhambra En primer lugar hemos de partir del mantenimiento de la Alhambra nazarí. Este hecho claramente visible no ha sido analizado en toda su dimensión. Estamos d e acuerdo en que parte de su conservación puede responder a simbolizar un trofeo de la victoria de la Cristiandad sobre el Islam. Pero hay que añadir otra dimensión y es que el mantenimiento de la Alhambra también responde al respeto y admiración que causó el edificio y que, como recordara Doña Juana en un documento de 1515, había que conservar por la suntuosidad de su fábrica.v Esa admiración no respondía únicamente a un gusto por lo “exótico”. Dejemos las visiones románticas. Respondía más bien a la familiaridad de los reyes cristianos de los reinos peninsulares con la arquitectura de alAndalus. Recordemos que en la corte de los Trastámara esta estética era la dominante y la que distinguía a la corte de Castilla y León del resto de las europeas. El mantenimiento de la Alhambra parte además de su uso como residencia palatina. Residencia de la nueva corte cristiana en los palacios islámicos. Esta relación es vital no perderla de vista. Ya he mencionado en otros trabajos que el mantenimiento de la Alhambra en época cristiana implicó una inversión importante de dinero y de 4

esfuerzos humanos, y es que se llevó a cabo teniendo en cuenta el entorno, las formas y técnicas nazaríes. Para su conservación, y sin olvidar el carácter itinerante de la corte de los Reyes Católicos, se tenía claro que era importante la habitabilidad del espacio, tanto como casa real como para vecinos en el resto del recinto. En este sentido hemos de entender la construcción del gran aljibe por parte del Conde de Tendilla, su alcaide, o las intervenciones en la Torre del Agua, pensadas más para consolidar la habitabilidad de la Alhambra que para poder defenderse de un posible asedio. Pero el interés por la habitabilidad del recinto se corrobora además con las mercedes concedidas para ocupar algunos de los palacios y casas de la Alambra como un antiguo palacio nazarí, ubicado en la zona próxima al Partal, al alcaide de la Alhambra, el conde Tendilla, figura singular en la guerra con Granada nazarí pero a la vez clave para la diplomacia y acercamiento con los mudéjares y moriscos. Del mismo modo, el palacio del Generalife al comendador Juan de Hinestrosa, aunque luego pasó a manos de Pedro Venegas y sus descendientes, familia de nazaríes convertidos que demuestra el colaboracionismo y grado de integración de la época. Y así otros tantos palacios y casas de la Alhambra. Esta vecindad en la Alhambra iba paralela a la concentración de poderes. Tras la conquista se configuró como el centro del poder político, y por tanto tengamos presente el simbolismo de que ese nuevo poder cristiano se entendió a partir del centro político por excelencia de la Granada nazarí. Era un mensaje de que las cosas se pretendían dejar o mantener con respeto a los musulmanes, que en cierta manera era el espíritu de las capitulaciones. Pero además, la Alhambra fue el primer lugar consagrado al cristianismo, el primer lugar donde se instalaron los tribunales de justicia, donde primeramente se pensó en instalar un hospital… Es decir, claramente concentró parte de los nuevos poderes públicos. El traspaso de una ciudad políticamente nazarí a una cristiana se hizo con un cuidadoso programa cargado de una diversidad de símbolos: la reutilización de la Alhambra y su mezquita para el ámbito representativo del poder político regio, la reutilización de la Madraza como espacio del poder municipal, la Catedral iniciada con un lenguaje gótico, o a la manera francesa” como se diría en la época, para el principal edificio religioso, e innovaciones renacentistas para la arquitectura asistencial del Hospital Real. A estos símbolos se unieron las iglesias mudéjares como la de San Cristóbal y la de San Nicolás, y otras posteriores como la de San José y la de San Juan de los Reyes. No obstante, la sacralización del espacio a la religión cristiana constituyó la tarea más importante simbólicamente, especialmente la consagración de la mezquita mayor de la Alhambra a iglesia cristiana bajo la advocación a la Virgen. Sólo fue necesario bendecirla ya que el edificio nazarí se reutilizó físicamente como centro religioso cristiano. Los viajeros y el memorial de sus piezas cuando fue destruida, ya en la segunda mitad del siglo XVI, son datos que corroboran que, aunque bajo devoción cristiana, la apariencia formal era en gran manera islámica. Del mismo modo podemos indicar para uno de los palacios nazaríes de la Alhambra que pasa a ser convento franciscano tras una serie de adecuaciones, ya que en 1495 estaba funcionando como tal, reutilizándose la qubba islámica como presbiterio de la iglesia para dicho convento. Por tanto, en este proceso de sacralización se parte del legado islámico que no constituye ningún problema para ser reutilizado aunque claramente mantenga la estética del “infiel”. 4.2.- Confluencia de artesanos en la Alhambra 5

En la Alhambra mudéjar hubo una importante confluencia de artesanos de diversas tradiciones, y un especial interés por artesanos musulmanes, que luego se convirtieron al cristianismo. Nombres como del Maestre Avrán de las Maderas, después conocido como Maestre Fernando de las Maderas y encargado de las obras de la Alhambra en los primeros años tras la conquista. Jerónimo Palacios, antes Mahoma de Palacios, carpintero y albañil mudéjar, considerado como maestro de carpintería y albañilería de la reina y del que se tiene constancia de trabajar en la Alhambra a partir de 1495; Sebastián Palacios, albañil y carpintero, primo de Jerónimo Palacios, cuya actividad se documenta en la Alhambra a partir de 1501. Se trata de artesanos en los que se confía para la residencia palatina a la vez que se selecciona una forma de hacer, dentro de las tradiciones mudéjares, como la solicitud del rey Fernando de Aragón, el Católico, de varios musulmanes de Zaragoza, carpinteros y yeseros, que han de trabajar en la Alhambra de manera urgente y prioritaria.vi A la vez, trabajaron otros artesanos cristianos. Esta confluencia de personas procedentes de diversas tradiciones es de extrema riqueza bajo el reinado de Carlos V. Así, a la par que se pedía piedra labrada para cubrir espacios como la Capilla nueva, otros se cubrían con armaduras de lazo, o a la vez que se trabajaba en las yeserías de la Sala de Dos Hermanas se realizaban las formas decorativas romanas del Palacio de Carlos V. En el período carolino, coetáneamente al trabajo con formas nuevas se siguieron empleando las antiguas tradiciones, estableciéndose una dinámica excepcionalmente rica en la que los artesanos trabajan paralelamente en la “casa real nueva” y en la “vieja”. En estas relaciones, el flujo fue más intenso desde las nuevas formas que se introducen en las anteriores que viceversa ya que el lenguaje artístico nazarí no se tiene presente en el Palacio de Machuca y mínimamente en las estancias nuevas anexas al Palacio de los Leones. La confluencia de artesanos se traduce en una convergencia de formas artísticas, materiales y técnicas. Sin tener en cuenta el palacio renacentista de Carlos V, reconocer en la Alhambra las actuaciones tras la conquista cristiana no es en ocasiones fácil, especialmente en los casos en que se han imitado y recreado las formas islámicas. Hay que señalar que una de las maneras arquitectónicas y artísticas reconocidas a fines del siglo XV y a lo largo del XVI era la que en la época se denominaba Aa la morisca@, distinguiéndola de la manera romana y la manera francesa. A grandes rasgos, y con estas tres denominaciones, se distinguían maneras de hacer que hoy reconocemos como el gótico (manera francesa) o el renacimiento (manera romana). En el caso de la denominación Aa la morisca@ se englobaban tanto las formas nazaríes como las mudéjares. Quizás el ejemplo más claro eran todos aquellos trabajos con motivos de lazo que se reconocían bajo un mismo hacer Aa la morisca@, aunque hoy distinguimos que en ocasiones tras esas tramas geométricas y de lazo hay conceptos diferentes según el trabajo fuera nazarí o mudéjar. No obstante, existe tal mezcla o confusión cultural que ante ciertas techumbres, ante determinados zócalos de alicatado, o bien ante determinados trabajos de yesería, dudamos si se trata de una obra nazarí o bien de una obra cristiana. En otros casos constatamos que se trata de una obra nazarí con reparaciones cristianas, bien por la documentación escrita al respecto o bien analizando las técnicas utilizadas. A esta duda se une la de la procedencia de sus artesanos. Todo ello es resultado de la interculturalidad. 4.3.- La Alhambra multicultural

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En definitiva, la Alhambra es uno de los mejores ejemplos de cómo el patrimonio histórico preserva las memorias contribuyendo al proceso de socialización. Es un documento vivo de una larga historia y los historiadores debemos intentar ser rigurosos y objetivos con las interpretaciones de sus valores históricos y estéticos ya que juegan un papel importante en la aceptación de las diferentes cosmovisiones culturales. Tras la conquista de la Alhambra por parte de los Reyes Católicos, los poderes cristianos decidieron mantener la ciudad palatina. Su ubicación en la colina de la Sabika hacía de ella un lugar idóneo e idílico donde el simbolismo del poder político-religioso de los sultanes nazaríes la habían transformado no sólo en imagen del poder sobre lo súbditos sino a la vez en un referente visual y simbólico similar al de un paraíso, un lugar de paz, placer y bienestar. Estas características singulares fueron bien percibidas y admiradas por los reyes cristianos, quienes mantuvieron una parte importante del legado andalusí a pesar de su empresa de conquistar los reinos islámicos de al-Andalus. La Alhambra no fue ninguna excepción. El poder simbólico que implicaba su mantenimiento era importante ante una ciudad que, aún con la conquista cristiana, estaba todavía densamente poblada de musulmanes, ahora denominados mudéjares. La Alhambra era útil simbólica y espacialmente, )qué sentido hubiera tenido destruirla? La admiración que las maravillas de su interior despertaron en los nuevos ocupantes cristianos fueron suficientes para que durante todo el siglo XVI la Alhambra siguiera aspirando a ser la ciudad palatina por excelencia. Las transformaciones cristianas son un capítulo interesante en la historia de la ciudad palatina. Esta confluencia de culturas, esencialmente islámica y cristiana, nos muestra en primer lugar que hubo un claro y manifiesto interés por mantener los palacios, conservando gran parte de su estructura y decoración islámicas. Se ha querido ver en esta actitud una intención de convertir la Alhambra en un trofeo de la victoria de la Cristiandad sobre el Islam. Pero, como ya hemos señalado, esta no es la única causa que explica el costoso mantenimiento de la Alhambra. Por un lado, su validez como residencia ya que tanto Fernando de Aragón como Isabel de Castilla estaban habituados a residir en edificios islámicos y mudéjares. Por otro lado, la admiración por la grandiosidad de la obra. A estas causas, debemos sumar una más: si el proyecto político de las capitulaciones defendía una situación de respeto a los musulmanes, qué mayor corroboración de estas capitulaciones que no destruir el símbolo arquitectónico que en cierta manera lo garantizaba. Una de las mayores transformaciones cristianas en la Alhambra, y que aún sigue llamando la atención, es la elevación del Palacio de Carlos V. Aunque la historiografía lo interpretó como un icono del dominio cristiano sobre el Islam, y un claro ejemplo de aculturación que destruyó un supuesto palacio similar al de los Leones, hoy podemos afirmar que en realidad el Palacio de Carlos V, sin duda símbolo triunfante del poder cristiano, se diseñó como una gran fachada del nuevo Aimperio del césar@ Carlos V. Pero un nuevo imperio y una nueva fachada que integraban parte de la cultura de alAndalus y gran parte de los palacios nazaríes, a partir de entonces conocidos como Casa Real Vieja. Como algunos han señalado, un nuevo Ara Pacis. La desdicha de esta gran construcción renacentista fue que nunca estuvo habitada por los reyes cristianos, preámbulo, quizás, de una etapa a partir de los siglos XVII y XVIII donde, perdido el interés de la capitalidad en Granada, la Alhambra entraba en una historia de abandono y desinterés por parte de los diferentes poderes políticos. Fueron los románticos los encargados de despertar nuevamente el hechizo por la Alhambra.vii Les aventures du dernier Abencérage de François-René de Chateaubriand 7

publicada en 1826, así como Tales of the Alhambra de Washington Irving, crearon una imagen de la Alhambra dentro del orientalismo y exotismo que suscitaban Las mil y unas noches. A partir de entonces, es amplia la lista de románticos que la escogen como escenario para sus cuentos, leyendas y dibujos, citando en primer lugar a Henry Swinburne que pondrá de moda la Alhambra en Inglaterra y Francia, y como continuadores a David Roberts, John Frederick Levis, Richard Ford y Théophile Gautier entre otros. Pero sin duda, tres obras inmortalizaron la Alhambra en esta época: la obra de James Cavanah Murphy, la de Girault de Prangey y la que realizaran Owen Jones y Jule Goury. Todos estos románticos, cuyos matices van desde los más científicos hasta los más imaginativos, construyeron una Alhambra ilusionada que forma parte también de la historia y la realidad del recinto monumental. Huríes, esclavas, bailes y zambras llenaban las salas, pero también es cierto que a los románticos debemos que se reconstruyera el interés por la Alhambra. En el periodo romántico tuvo lugar otro momento de Atransformación- interpretación@ importante en los palacios nazaríes pero ya con un espíritu diferente. Todas estas actuaciones forman parte de su historia: de cómo se percibía el arte islámico, de cómo se entendía el arte y la arquitectura... Todas las transformaciones se entienden a partir de su relación con el legado islámico. Y es que, a fin de cuentas, la Alhambra es una larga historia de las percepciones de las diversas culturas y contextos geopolíticos sobre un legado islámico que a su vez forma parte de la realidad multicultural de al-Andalus. Con sus aciertos y con sus errores, con sus conflictos y sus regulaciones, se erige como un libro vivo de historia. Por eso, la Alhambra es un lugar del que podemos aprender modelos, conductas y valores con los que seamos capaces de convivir hoy día. i

Véase al respecto diferentes casos de comunicación en el Mediterráneo en PÉREZ BELTRÁN, Carmelo y MUÑOZ, Francisco A. (eds.). Experiencias de Paz en el Mediterráneo. Granada. Universidad, 2003. ii

DÍEZ JORGE, M0 Elena. El arte mudéjar: expresión estética de una convivencia. GranadaTeruel, Universidad de Granada y Diputación Provincial de Teruel (IET), 2001. iii

El tema de las mujeres en la Alhambra y las relaciones de género es otro de los nuevos interrogantes en los que investigo. El primer trabajo sobre el tema fue DÍEZ JORGE, Mª Elena. Reflexiones sobre la estética de los espacios femeninos en la Alhambra. Arenal, vol. 5, nº2, (1998), pp. 341-359. Más actualizado, DÍEZ JORGE, Mª Elena. El espacio doméstico: lo femenino lo masculino en la ciudad palatina de la Alhambra. Cuadernos de la Alhambra, nº 38 (2002), pp. 151-181. Así mismo, DÍEZ JORGE, Mª Elena. La mujer y su participación en el ámbito artesanal. Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, nº 29 (1998), pp. 173-181, donde se rescatan las noticias de Isabel de Robles, a quien se encargan azulejos para la Alhambra y que estaba casada con un morisco. iv

En este sentido se enmarca DÍEZ JORGE, Mª Elena. El palacio islámico de la Alhambra. Propuestas para una lectura multicultural. Granada, Universidad, 1998. v

Archivo de la Alhambra, L-1-7.

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Sobre estos maestros, DOMÍNGUEZ CASAS, Rafael. Arte y etiqueta de los Reyes Católicos. Madrid, Alpuerto, 1993 vii

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GALERA ANDREU, Pedro. La imagen romántica de la Alhambra. Madrid, Ediciones el Viso, 1992.

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