Centro de Investigaciones Económicas (CIE) Informe Económico Mensual. Mayo 2015
COMERCIO EXTERIOR: ARGENTINA Y EL MUNDO Es sabido que la última década y media ha tenido dos configuraciones macroeconómicas diferentes, que se han visto reflejadas en distintos desempeños del frente externo. La primera corresponde al período 2003-2007, caracterizada por el comienzo de una tendencia alcista en los precios de los productos primarios que Argentina exporta, un tipo de cambio real alto, un gran aumento de las exportaciones e importaciones, que directa e indirectamente ayudaron a mantener un crecimiento en el empleo, salario, y productividad, y un superávit fiscal que, dada la falta de financiamiento internacional, evitaba presionar sobre precios. Una configuración macroeconómica diferente se comenzó a establecerse desde 2007 en adelante, caracterizada por inflación, persistente emisión de circulante para financiar el déficit del Tesoro nacional, y en el último tramo incluso una caída en la demanda y precios internacionales. Entre otros factores, estos han traído nuevamente al centro de la atención el problema de la restricción externa. Es que una vez más el crecimiento de la economía argentina se ve interrumpido por la escasez de dólares. Con sus propias características, el escenario actual de estancamiento en el comercio exterior responde a una fase de ciclo bajista, en parte a razón de cambios en el escenario internacional, en parte, por la política económica interna.
ESTRUCTURA DEL INTERCAMBIO ARGENTINO En los últimos años, la República Popular China ha aumentado su participación en el comercio de todos los países de América Latina, y Argentina no es la excepción. Este país le ha quitado el tercer lugar a Estados Unidos dentro de los principales países orígenes de las importaciones nacionales, representando el 16% de estas al 2013, mientras la Unión Europea (UE) es fuente del 19% y los diversos países englobados en el ALADI del 36%, del cual más de la mitad está representado por Brasil. Por el lado de las exportaciones la participación de los socios es similar, los países de América Latina son el principal destino de las exportaciones nacionales (41%), mientras la UE (13%) y China (7%) se encuentran en segundo y tercer lugar respectivamente.
Cabe destacar que la participación de estos principales socios resulta en balances comerciales bilaterales que son deficitarios para Argentina. Así, el volumen de comercio parece estar estrechamente ligado a las necesidades argentinas de proveedores. Esto es particularmente evidente en el caso de China y EEUU, en cuyos casos, siguiendo los datos del 2013 del INDEC, el déficit comercial alcanza los 5.227 y 3.457 millones de dólares respectivamente, montos cercanos a la indemnización pagada a Repsol por la expropiación de YPF, o al volumen de dólar ahorro adquirido desde su puesta en marcha.
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Los socios menores, por contrapartida, son responsables del superávit comercial alcanzado por el país que, aunque minimizado desde la implementación del cepo cambiario, aún persiste en la balanza comercial global del país con el resto del mundo. Entre ellos se destacan África (exceptuando a Sudáfrica), con quién se consigue un superávit de 4.146 millones de dólares, junto a Chile (3.173 millones), y Venezuela (2.291 millones). En cuanto al rubro de los bienes exportados, las manufacturas de origen industrial (MOI) y las de origen agropecuario (MOA), con escaso contenido tecnológico en su mayoría, cubren la mayor parte de las ventas al exterior con un 35% de la participación cada uno, mientras el sector primario (sin ningún tipo de transformación o procesamiento) es el responsable del 23%.
Si la estructura se considera en términos de complejos exportadores, es decir de conglomerados productivos basados en algún producto o conjunto de productos particulares, con mayor o menor contenido tecnológico a lo largo de la cadena, se observa que el complejo oleaginoso (harina y aceite de soja en su mayoría) es el de mayor participación en las exportaciones, explicando más de un cuarto del total. Otros complejos relevantes son el automotriz (14%), el cerealero (11%), y el petroquímico (8%). En cuanto a la composición de las importaciones, en su mayor parte son bienes que se someterán luego a algún tipo de transformación, sea a bienes de capital o a bienes de consumo final. De todas maneras, la proporción de importaciones de bienes de consumo final no es despreciable (10%). La importación de bienes de capital, que constituye parte de la inversión, es de 16% de las importaciones totales y la de bienes intermedios, 27%. La producción de exportables se muestra así particularmente concentrada alrededor de unos pocos tipos de productos, en su mayor parte sin transformaciones tecnológicas significativas. Si
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se observa el destino de las exportaciones para cada uno de los complejos, resalta que solamente el complejo automotor es el que tiene como principal destino al MERCOSUR (particularmente Brasil). El complejo cerealero y oleaginoso, mayores en importancia y dinamismo, tienen mercados fuera de América Latina, e incluso de la Unión Europea y Estados Unidos, vendiendo particularmente a Asia. El escenario que configuran estos datos ya es conocido: Argentina exporta una gran cantidad de bienes con escaso (aunque no nulo) contenido tecnológico, provenientes en su mayoría del sector agropecuario, sobre todo a países industrializados desde donde importa bienes intermedios y de capital. En particular, este esquema se reproduce con distintos socios en diferentes áreas geográficas, con China en Asia y Brasil en América Latina. Los bienes de capital de mayor tecnología provienen, por otro lado, de la UE y EEUU, aunque crecientemente de China también, mientras la importación de bienes intermedios es más característica de Brasil. Esta especialización productiva se refleja en el saldo comercial por rubros, superavitario sobre todo en productos del reino vegetal y animal, así como en alimentos y bebidas; y deficitario sobre todo en maquinaria. Es decir que a la hora de considerar el balance comercial en su totalidad, hay un sector clave para la generación de las divisas, el agropecuario y agro-industrial, necesarias para el desarrollo de los sectores netamente deficitarios (industrias tradicionales).
EVOLUCIÓN RECIENTE DEL COMERCIO – ESTANCAMIENTO GLOBAL El escenario actual es de un fuerte freno en el comercio exterior, con leves recuperaciones globales y desaceleración de la caída en Argentina durante el primer trimestre de 2015. El retroceso es de entre 11 y 12 por ciento en importaciones y exportaciones respectivamente a lo largo del 2014. Durante la crisis internacional en 2008-2009 los valores exportados se redujeron rápidamente, se recuperaron luego en 2010 alcanzando nuevos máximos, pero desde el 2011 sufren un estancamiento marcado. La devaluación de enero de 2014 no tuvo un efecto positivo sobre las exportaciones, que viven un estancamiento explicado fundamentalmente por otros factores, y afectó negativamente a las importaciones. El saldo de comercio exterior ha disminuido así a poco más de 6 mil millones de dólares en 2014.
Intercambio Comercial Argentino 20.000
(1° trimestre- millones de dólares)
4.500
18.000
4.000
16.000
3.500
14.000
3.000
12.000
2.500
10.000 2.000
8.000
1.500
6.000 4.000
1.000
2.000
500
0
0 I 2001 I 2002 I 2003 I 2004 I 2005 I 2006 I 2007 I 2008 I 2009 I 2010 I 2011 I 2012 I 2013 I 2014 I 2015 Exportaciones
Importaciones
Saldo comercial (eje derecho)
Fuente: Invecq en base a INDEC
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En el gráfico anterior se representa la evolución del intercambio comercial en el primer trimestre de cada año. Se observa una fuerte desaceleración del intercambio así como del saldo comercial desde el año 2012. En el primer trimestre de 2015 casi todos los rubros de exportación fueron parte de esta retracción, particularmente productos primarios y manufacturas de origen industrial. Las exportaciones de combustibles también se han reducido, aunque este es un fenómeno de más larga data, asociado al congelamiento tarifario interno y el desincentivo a las inversiones en el sector. Solo las manufacturas de origen agropecuario mostraron variaciones positivas. En medio de este escenario que pone presión sobre el balance de pagos, cabe preguntarse a qué se debe este estancamiento del frente externo. Puede hacerse foco en distintos factores importantes: primeramente factores internacionales (caída en los precios y en la demanda internacional), y en segundo lugar, y no menos importante, a factores internos. Comenzando por estos últimos, los problemas más relevantes son la inflación, la apreciación real del tipo de cambio (al mantener un tipo de cambio nominal cuasi fijo) y la presión tributaria. Son todos elementos que atentan contra la competitividad del sector transable argentino frente a sus competidores y clientes en el resto del mundo. La persistente inflación hace aumentar los costos, hecho que no es compensado con una corrección adecuada del tipo de cambio. Por su parte, la elevada presión tributaria, que no era un obstáculo tan importante en años de mejores precios y tipo de cambio alto, comienza a tener un peso relevante sobre el sector. Para evaluar el efecto de la economía internacional en este estancamiento pueden observarse principalmente dos variables: los términos de intercambio (precios de los productos exportados respecto de los importados) y la demanda mundial. Los primeros muestran que desde el 2011 en los mercados internacionales se ha detenido (aunque no del todo revertido) una tendencia de precios internacionales que ha sido crecientemente beneficiosa para Argentina, el llamado viento de cola. La evolución de los términos de intercambio siguen la del comercio en general: pozo en la crisis 2008-2009, recuperación en 2010, y tendencia negativa desde el 2012. Particularmente en 2014 se produjo una caída de 12% en los precios de los bienes exportados. Es el año en que el barril de petróleo pasó de valer más de 100 dólares el barril a 45 dólares, y en que la tonelada de soja en Chicago cayó de 550 dólares a 350. Esto ubica a los términos de intercambio actuales en niveles similares a los del 2007. Claramente el viento de cola en los precios internacionales ha dejado de soplar e incluso ha tomado impulso contrario entre 2013 y 2014, aunque de todos modos hay que remarcar que los niveles de los términos de intercambio siguen siendo favorables y se encuentran más de un 25 % por encima del 2004 (año base).
Las cantidades exportadas han seguido de cerca la evolución de los términos de intercambio, mostrando un estancamiento desde 2011, y una caída en 2014. La evolución de las cantidades exportadas contrasta sin embargo con el desempeño general de la actividad económica. Si bien la economía está estancada y hasta cayendo unos puntos, ésta retracción no está cerca de parecerse a los niveles de caída de las cantidades exportadas (10 % en 2014). Sin lugar a dudas que los sectores vinculados al comercio exterior están mostrando una dinámica más negativa que el promedio de la economía argentina, liderada por la caída en las exportaciones provenientes de las economías regionales y las manufacturas industriales.
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Pero el impacto del escenario internacional sobre el comercio de Argentina no se da solamente a través de los términos de intercambio. La demanda mundial de bienes y servicios ha permanecido igualmente estancada desde el 2011. Los últimos datos del Banco Mundial muestran esta desaceleración e incluso caída, por lo menos hasta 2013. Es esperable que la subsiguiente recuperación de la economía norteamericana cambie este escenario, al igual que la recuperación europea (más tardía), aunque la evolución de las importaciones de China en particular es menos prometedoras en el corto plazo. Esto significa que las perspectivas de la demanda internacional de productos de Argentina son, al igual que los precios, menos promisorios, por lo menos hasta que exista un claro escenario de consolidación del crecimiento mundial.
Importaciones mundiales
20
(billones de dólares corrientes)
3,7
18 16
3,2
estancamiento en importaciones mundiales y de principales socios
2,7
14 12 10
2,2
8 1,7
6 4
1,2 2 0,7
0 2009
2010
China América Latina & Caribe Importaciones mundiales (der.)
2011
2012
2013
Estados Unidos Europa (principales importadores)
Fuente: Invecq en base a Bando Mundial
El resultado de esta evolución conjunta de precios y cantidades ha sido un deterioro en la capacidad de la cuenta comercial de generar un saldo positivo significativo. Según los últimos datos del INDEC el primer trimestre del presente año apenas alcanza a generar un saldo positivo. El desempeño del frente comercial es un elemento determinante de la evolución del saldo de cuenta corriente, y consecuentemente, de las necesidades de la economía de financiamiento externo, sea vía inversiones o a través de colocaciones de deuda.
NUEVAMENTE RESTRICCIÓN EXTERNA Este viejo problema vuelve a aparecer en el centro de las discusiones económicas. Después de 10 años de superávit, la cuenta corriente vuelve a tomar valores crecientemente deficitarios. Desde el año 2010 este déficit se ha intensificado progresivamente, dando como resultado una caída persistente en el nivel de reservas internacionales. Las cantidades importadas evolucionaron más velozmente que las cantidades exportadas, que son estructuralmente más fijas. Como se mencionó, la evolución de los términos de intercambio también afecta negativamente a los valores exportados. A esto se han sumado elementos internos, distorsiones de precios relativos, y en particular una persistente apreciación cambiaria. Como resultado, las reservas internacionales pasaron de más de 50 mil millones de dólares a principio de 2011, a menos de 30 mil millones en 2014. Pero la cuenta comercial no es la única responsable de este desempeño. Las principales cuentas que contribuyen a este desahorro nacional incluyen también el pago de utilidades y dividendos. Puede verse en la descomposición del balance de pagos que desde la salida de la convertibilidad el peso de este desembolso es creciente. En 2014 el pago de utilidades representó cerca de 8 mil millones de dólares, lo que equivale a un 10% del total exportado; cuando en 2004 fueron 2 mil millones (6% de las exportaciones totales). Este fenómeno se relaciona con cambios estructurales como el aumento de la extranjerización de la economía durante toda la década, y con elementos coyunturales: el pago de utilidades aumenta fuertemente en el año 2009, como respuesta de las empresas extranjeras a la crisis internacional, redirigiendo recursos hacia las matrices. Si bien los 8 mil millones de giro de utilidades en 2014 parece un número muy elevado, se estima que las utilidades que hay retenidas por efecto del cepo cambiario serían de una cantidad mucho mayor.
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Principales componentes del balance de pagos (millones de dólares)
7.000 5.000 3.000 1.000 (1.000) (3.000)
I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV Año 2003
Año 2004
Año 2005
Año 2006
Año 2007
Año 2008
Año 2009
Año 2010
Año 2011
Año 2012
Año 2013
Año 2014
(5.000) (7.000) Cuenta capital y financiera
Cuenta corriente
Variación de Reservas Internacionales
Fuente: Invecq en base a INDEC
Evolución del balance de pagos desagregado (millones de dólares) 8.000
3.000
I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV I II III (2.000)
Año 2003
Año 2004
Año 2005
Año 2006
Año 2007
Año 2008
Año 2009
Año 2010
Año 2011
Año 2012
Año 2013
Año 2014
(7.000)
(12.000)
Sector Privado No Financiero CK Sector Bancario CK Servicios CC Variación de Reservas Internacionales
Sector Público no Financiero CK Utilidades y Dividendos CC Mercancías CC
Fuente: Invecq en base a INDEC
La pérdida de reservas internacionales comenzó siendo atacada a través de restricciones al mercado cambiario, frenando la compra de dólares del sector privado a través del cepo cambiario, y luego controlando este flujo a través del dólar ahorro. También se decidió utilizar restricciones al comercio, impidiendo que ciertas actividades de importación pudieran realizar sus compras. El objetivo de estas políticas fue primariamente detener la caída en las reservas evitando una modificación brusca del tipo de cambio vía una devaluación. Lo logró solo en parte, en tanto los desequilibrios que incentivaban al sector privado a dolarizarse continuaron presentes (alta inflación), y el balance comercial no se volvió más superavitario sino todo lo contrario. Más aún, las restricciones han tenido un efecto nocivo sobre el nivel de actividad, interrumpiendo el flujo de importaciones de bienes intermedios y otros insumos necesarios para la producción interna y para la producción de muchos bienes que luego se destinan a la exportación. De esta manera, intentando restringir el gasto de divisas en importaciones se estaba afectando indirectamente a la generación de las mismas.
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A partir del 2014, después de la infructuosa devaluación de enero, la estrategia de política económica ha virado hacia una convalidación del desahorro nacional de la cuenta corriente, realizando sucesivas colocaciones de deuda que apuntan a acumular reservas a través del ingreso de divisas por la cuenta capital, compensando así el déficit de la primera: durante todo el 2014 el balance de pagos muestra que el sector público ha ingresado divisas por cerca de 12 mil millones de dólares. Esto a su vez ha funcionado como fuente de ingresos para el sector público compensando así los ahora “déficits gemelos”.
DEVALUACIÓN ¿SOLUCIÓN O PROBLEMAS? Es interesante observar cuál fue el papel del relativamente brusco cambio de precios relativos en enero de 2014, cuando el tipo de cambio pasó de 6,8 a 8 pesos. Esta devaluación de más del 20% en solo dos días elevó el tipo de cambio real y contrarrestó, solo momentáneamente, la fuerte tendencia a la apreciación cambiaria real que se observa desde 2006. Se hubiera esperado que después de la devaluación del 2014 un tipo de cambio más elevado generara competitividad vía precios, y que esto se reflejara en un aumento de las exportaciones y un mejoramiento del saldo de cuenta corriente del balance de pagos, motorizando un nuevo período de crecimiento.
Sin embargo, en un contexto de ya elevada inflación, la devaluación alteró el precio de los insumos importados, expandiendo luego esta suba al resto de la economía. El aumento de precios de las importaciones ha funcionado en igual sentido que las restricciones cambiaras, reforzando el estancamiento en el nivel de actividad durante 2014, sin reflejarse en un repunte de las exportaciones. En parte, esto hace necesaria la distinción entre devaluación solo como cambio momentáneo en los precios relativos, y el mantenimiento de un tipo de cambio devaluado (como en el período 2003-2007). Esto es relevante porque permite distinguir por qué la devaluación del año 2014 no produjo una mejora en el frente externo ni en el nivel de actividad. La distinción surge de una observación simple: el tipo de cambio real que se alcanzó luego del ajuste del verano de 2014 fue rápidamente erosionado por una aceleración de la inflación, y agravada por una apreciación internacional del dólar. Un año después, el tipo de cambio real vuelve a encontrarse en valores apenas por encima a los de fines de 1990. El único efecto de la devaluación sobre el frente externo fue el de encarecer las importaciones, reduciendo las cantidades importadas. Por supuesto, el encarecimiento de importaciones afecta la provisión de insumos e interrumpe el nivel de actividad, y a su vez disminuye el salario real en dólares. Todo esto se reflejó en 2014 en un estancamiento del PIB (+0,5% según INDEC), caída del consumo privado (-1%), la inversión (-6%), del salario real (entre -5% y -10%), y del comercio (entre -10% y -12% en valores). Más aún, los últimos datos incluso mostrando una recuperación en el consumo, marcan una profundización en la caída del comercio: el intercambio comercial argentino del INDEC muestra que en el acumulado enero-marzo tanto las exportaciones como las importaciones se retraen al 16% interanual. Y es que la devaluación de 2014 no fue un cambio dirigido a establecer nuevos precios relativos estables sino sólo una estrategia de urgencia para detener la demanda de dólares por parte de los privados. Por el contrario, tuvo los peores resultados que podía tener debido a que no se han atacado paralelamente otros problemas estructurales como la extranjerización, la diversificación de las exportaciones, etc., ni los problemas coyunturales, que erosionaron rápidamente sus posibles efectos positivos sobre el comercio: déficit fiscal, inflación, caída en los precios internacionales. Sin un plan integral, era sólo cuestión de tiempo para que el tipo de cambio real vuelva a sus niveles previos.
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CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS En el presente informe se ha hecho un breve resumen del estado del frente externo argentino, repasando sus condiciones estructurales y la situación coyuntural. Las primeras muestran una economía con alto predominio de bienes con poca transformación tecnológica, particularmente del complejo oleaginoso, el primero en importancia en el comercio exterior. Se ha visto que China ocupa un lugar crecientemente desequilibrado en la balanza comercial, tomando mayor parte en las importaciones que en las exportaciones y dando como resultado un saldo comercial bilateral crecientemente negativo, que alcanzó más de 6 mil millones durante el 2014. Esta situación de déficit se reproduce con todos los principales socios comerciales, tanto Brasil como Estados Unidos y la Unión Europea. Otro elemento a tener en cuenta entre los factores estructurales que han presionado al balance de pagos y exacerbado la restricción externa es la creciente presencia de empresas internacionales entre las más grandes del país. Un análisis serio de política económica deberá balancear los beneficios que esto supone contra el creciente peso de los pagos de utilidades y dividendos en las cuentas internacionales. En cuanto a la situación coyuntural, se observa que la disminución en los términos de intercambio durante el 2014 fue significativa debido a la caída en los precios internacionales de muchos productos exportados por Argentina. A su vez, el comercio internacional tampoco se expande como a principios de la década, la demanda de China ha dejado de crecer, y la demanda mundial aún no recupera una tendencia creciente. El viento de cola para Argentina ha dejado de soplar, y dependerá de su propia capacidad para encontrar nuevos mercados, diversificando su producción. Un aumento en la competitividad sistémica, no por un abaratamiento de los productos nacionales a través de un peso devaluado, sino de aumentos sostenidos en la productividad, debe ser una prioridad en la agenda de la política comercial. Por otro lado, las volatilidad de precios relativos internos (en particular del tipo de cambio), son también nocivos para generar competitividad sistémica, y eso se ha reflejado en una correlación estrecha entre superávits de cuenta corriente y tipo de cambio reales estables. Se ha señalado como la devaluación de enero de 2014, en su carácter aislado, ha solamente exacerbado la puja salarial, impuesto un mayor piso inercial de inflación, y resentido la actividad durante ese año a través de un encarecimiento de importaciones. Una corrección de precios relativos que sea productiva para el frente externo debe necesariamente incorporar una política antiinflacionaria eficiente, y sanear las cuentas públicas. El actual retorno a los mercados internacionales, con una aceleración en las colocaciones de deuda a tasas elevadas, puede postergar una corrección en precios, aumentando el stock de deuda. Esto permite evitar sobresaltos en el mercado cambiario, y detener la sangría de dólares del BCRA, incluso ayudar a bajar la inflación usando el tipo de cambio nominal como ancla de precios; pero, como la experiencia de la década de 1990 lo ha probado, mantener un tipo de cambio apreciado y aumentar indefinidamente el stock de deuda puede ser una combinación explosiva en el mediano plazo. Quizás la mayor falla de la gestión económica haya sido la imprevisibilidad o la excesiva confianza en que las condiciones internacionales sería favorables para el país ad infinitum. Por el contrario, lo correcto hubiera sido prever que en algún momento la situación tendería a revertirse y haber ahorrado en los buenos tiempos para afrontar los no tan buenos.
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