Evangelización, novedad, permanencia

1 Evangelización, novedad, permanencia Cali, 17 – 20 de agosto de 2012 S.E. Mons. Octavio Ruiz Arenas Arzobispo emérito de Villavicencio Secretario d

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Evangelización, novedad, permanencia Cali, 17 – 20 de agosto de 2012 S.E. Mons. Octavio Ruiz Arenas Arzobispo emérito de Villavicencio Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

La Iglesia en América Latina se encuentra en “estado de misión permanente” a partir de la apremiante invitación que hicieran los obispos que participaron en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Aparecida en el 2007. Esta convocación no era otra cosa que tratar de renovar o poner en marcha en todo el continente la «nueva evangelización» que venía ya desarrollándose de múltiples maneras, unas incipientes, otras de gran compromiso y profundidad, a partir de la urgencia que había señalado el documento de Puebla en 1979 y la insistente convocatoria que hiciera el papa Juan Pablo II a toda América Latina. Bien pronto el SINE comenzó a buscar caminos que permitieran responder a esas llamadas, implantando un proceso, primero a nivel parroquial, luego también a nivel de diócesis enteras, como un método pastoral o como una válida estrategia para llegar sobre todo a los fieles de la Iglesia que se han alejado o son indiferentes en la vivencia de su fe cristiana, con el fin de anunciarles el mensaje de la Buena Nueva (kerigma), para que, encontrando a Jesucristo en su vida, logren la conversión y vivan la fraternidad cristiana dentro de la comunidad eclesial, en la que celebren festivamente su fe y reciban una sólida formación catequética. El Evangelio es siempre el nuevo anuncio de la salvación obrada por Cristo para hacer participar a la humanidad en el misterio de Dios y de su vida de amor y abrir a todos los hombres un futuro de esperanza segura y sólida. Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada a desarrollar una nueva evangelización, significa intensificar la acción misionera para responder plenamente al mandato del Señor.1

1. La apremiante invitación a un nuevo impulso misionero

El papa Juan Pablo II en su encíclica sobre la validez y urgencia del mandato misionero comienza con una afirmación contundente: «La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse»2. En efecto, no sólo todavía hay miles de millones de hombres y mujeres que no conocen el mensaje del Evangelio sino que, además, 1 2

Sínodo de los obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, Instrumentum laboris, 88 Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 1

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muchos de quienes han recibido el bautismo, no llevan una vida en coherencia con su fe. De ahí la llamada apremiante que hace el Papa para que la Iglesia no solo cumpla con la tarea del anuncio del Evangelio, sino que la cumpla teniendo siempre presente su índole misionera. Ahora bien, con el fin de encuadrar con claridad la actividad misionera, de tal manera que responda a las diversas circunstancias en las que se debe cumplir, Juan Pablo II distingue muy bien tres situaciones distintas que se presentan en la actualidad: en primer lugar está la que se llama misión ad gentes que consiste en el anuncio del Evangelio a aquellos pueblos o personas que no conocen a Cristo; luego viene la pastoral ordinaria de la Iglesia, cuya tarea fundamental radica en el acompañamiento permanente para el crecimiento de la fe, de aquellos que ya han recibido al anuncio de la Buena Nueva y han sido bautizados; y finalmente la nueva evangelización encaminada a aquellos grupos enteros de bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. 3 La actividad que pretende desarrollar la nueva evangelización se inscribe precisamente como respuesta a esa dolorosa situación de la Iglesia, en la que muchísimos bautizados son personas alejadas de la Iglesia o practicantes no comprometidos seriamente en su vida cristiana y eclesial y en cuya existencia no hay una coherencia entre lo que viven y lo que creen. Esta tarea evangelizadora, que están cumpliendo ya muchísimas realidades de la Iglesia, constituye una experiencia pastoral de tantísima importancia y urgencia en el momento actual, que el papa Benedicto XVI ha querido darle un gran impulso, lo cual nos hace ver que es conveniente profundizar cada vez más no sólo en lo que es la nueva evangelización, sino también en comprender en qué consiste su novedad y el por qué de ella. En efecto, Benedicto XVI, dando continuidad a cuanto ya expresaba el Beato Juan Pablo II, ha puesto todo su empeño en «la necesidad de ofrecer una respuesta particular al momento de crisis de la vida cristina que se está comprobando en muchos países, sobre todo de antigua tradición cristiana», 4 colocando la nueva evangelización en el primer puesto de la agenda de toda la Iglesia. En primer lugar ha creado el “Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización”, con la Carta apostólica Ubicumque et Semper del 21 de septiembre de 2010, para que estimule la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización y descubra y promueva las formas y los instrumentos adecuados para realizarla. 5 En segundo lugar, la Publicación de la Exhortación postsinodal Verbum Domini el 30 de septiembre de 2010, en la cual, además de reafirmar la urgencia de una nueva evangelización para responder a los problemas que se presentan hoy para la transmisión del Evangelio, el Papa recuerda con insistencia que hay que redescubrir el puesto central de la Palabra divina en la vida cristiana. 6 3

Ibid. , 33 Benedicto XVI, Discurso en la Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización (30 de mayo de 2011). 5 Cf. Benedicto XVI, Carta Apostólica Ubicumque et Semper, art. 1 § 2; art. 3 nn. 2-4 6 Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, nn. 96, 105 y 122 4

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En tercer lugar la convocación de la XIII Asamblea General del Sínodo de los obispos el 24 de octubre de 2010, cuya tema será precisamente “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” y que ha de realizarse en octubre de 2012. Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia a celebrar el “año de la fe”, para conmemorar los 50 años de la iniciación del Concilio Vaticano II y los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica 7. Para tal fin dirigió a toda la Iglesia la Carta Apostólica Porta Fidei, con la cual renueva el compromiso misionero de todos los cristianos e invita a todos los bautizados a redescubrir con plena conciencia e inmensa alegría los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y orada. 8 El por qué de la nueva evangelización Al percibir la situación de acelerada descristianización que se está dando en Europa y que comienza también a sentirse con fuerza en América Latina, el papa Juan Pablo II lanzó su persistente invitación para que se realizara una nueva evangelización. Más aún Juan Pablo II, en sus múltiples viajes a América Latina, constató asimismo el hecho de que muchos católicos en ese continente abandonaban la Iglesia para ir a buscar a Cristo y tratar de alimentarse de su Palabra en otras comunidades o grupos religiosos que también se profesan como cristianos. Por su parte, el papa Benedicto XVI, desde que inició su ministerio petrino, ha manifestado su honda preocupación por el secularismo que está corroyendo el sustrato cristiano de muchos países de antigua tradición cristiana y que han comenzado a vivir un indiferentismo religioso, desarrollando una mentalidad en la cual, de hecho, Dios está ausente de la existencia humana. Su preocupación, sin embargo, no se refiere de manera exclusiva a los países europeos, sino que su corazón de pastor lo ha llevado también a expresar su aflicción por lo que sucede en América Latina, la cual está viviendo un «cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudo religiosas»9.

Situación de Europa Al final del II milenio Juan Pablo II de manera casi dramática muestra su preocupación por la situación de Europa, que de haber sido un continente en el que el cristianismo había impregnado la vida, no sólo religiosa, sino también social y cultural de los pueblos, a partir del Renacimiento con sus tendencias inmanentistas se dejó permear de un proceso de secularización que la ha llevado a separarse de la Iglesia y después de la fe 7

Convocación realizada durante la Santa Misa celebrada por el papa Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro el 16 de octubre de 2011 8 Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, n.7 9 Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, (Aparecida, 13 de mayo de 2007), N. 2

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cristiana, produciendo el crecimiento de nuevos modelos culturales que se declaran ajenos al cristianismo. Por esto le lanzaba una acuciante invitación a Europa: Yo, Obispo de Roma, y Pastor de la Iglesia universal, te lanzo, o vieja Europa,

un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Se tú misma. Descubre tus orígenes, reaviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu vida espiritual, en un clima de respeto con las demás religiones y con las genuinas libertades». 10 Europa se presenta ahora como un continente, no más mayoritariamente cristiano, sino pluralista, y en donde el número de personas indiferentes frente a la religión es muy alto. Así, pues, el anuncio del Evangelio hoy en Europa ya no es ante un mundo religioso, sino ante una sociedad “laica” y “científico técnica”, que quiere silenciar el cristianismo y rechaza la religión como superstición o como residuo de épocas pasadas que no han sido iluminadas por la razón, Por ello el Papa habla de la necesidad de una “segunda evangelización” de Europa. Ante esta realidad, ampliamente tenida en cuenta durante la II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, escribía Juan Pablo II: En varias partes de Europa se necesita un primer anuncio del Evangelio: crece el número de las personas no bautizadas, sea por la notable presencia de emigrantes pertenecientes a otras religiones, sea porque también los hijos de familias de tradición cristiana no han recibido el Bautismo, unas veces por la dominación comunista y otras por una indiferencia religiosa generalizada. De hecho, Europa ha pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente cristianos en los que, además de una nueva evangelización, se impone en ciertos casos una primera evangelización.11

La mayor preocupación tanto católica como protestante es enfrentar con fuerza el embate de la secularización, que poco a poco se ha ido transformando en secularismo, que pretende una separación radical de lo religioso, de tal modo que habría que concebir la fe como algo no solo irrelevante, sino algo que se coloque únicamente en el ámbito individual, sin que pueda tener incidencia alguna en la vida pública y en la sociedad. Más aún, el secularismo quiere llevar a pensar que el mundo es adulto y autónomo y por consiguiente no necesita de Dios. Centra todo en el hombre, y por lo tanto Dios resulta una hipótesis inútil y un opositor a la libertad humana que es necesario eliminar. 12 Con todo ello se va creando una mentalidad en la que Dios pasa a un segundo plano y de hecho está ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la conciencia humana, dando paso a una cultura del relativismo, que tiene como único principio el de la fuerza y el poder, y en donde se desarrolla una mentalidad hedonista y consumista y con predominio del individualismo.13 10

Juan Pablo II, Discurso en Santiago de Compostela (9 de noviembre de 1982). Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 46 12 Cf. Rino Fisichella, La nueva evangelización, (Sal Terrae, 2012), 32-37 13 Cf. Sínodo de los Obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, Lineamenta, n.6 § 1 11

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Situación de América Latina El Documento de Aparecida nos dice que América Latina se encuentra ante un cambio de época cuyo nivel más profundo es el cultural. Se está viendo cómo se ha desvanecido la concepción integral del hombre y su relación con el mundo y con Dios; también cómo se ha sobrevalorado la subjetividad individual, se han debilitado los vínculos comunitarios y se ha dejado de lado la preocupación por el bien común; se percibe una fuerte inestabilidad, la creación de nuevos y arbitrarios derechos individuales, el desmoronamiento de la familia, la banalización de la sexualidad, la creciente cultura de muerte. Se observa el temor de asumir compromisos duraderos y, en cambio, que todo resulta prácticamente desechable, se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Prevalece, además, el consumismo, en donde todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen un carácter eficaz, efímero y hasta mesiánico14. La Iglesia en América Latina se enfrenta en la actualidad a un contexto de fragmentación, en donde hay una gran pluralidad de posiciones, diversificación de lenguajes y de comportamientos que abren paso a un proceso de secularización cada vez más acentuado, en el que prácticamente se quiere construir el mundo “como si Dios no existiera”. Esta realidad, que en sí podría abrir muchos espacios a una maduración de la fe y a una presencia más activa de la Iglesia y a su acción evangelizadora, sin embargo se ve hoy cada vez más impedida porque la secularización se ha ido transformando también, como en un Europa, en un secularismo. La situación concreta de América Latina nos muestra que es urgente continuar y reforzar todo el trabajo que se está realizando para poner en marcha la nueva evangelización, pues aunque todavía la fe o la creencia en Dios sigue muy arraigada y existe una piedad popular bastante desarrollada, sin embargo ésta última tiene muchas expresiones ambiguas y el influjo del secularismo ha ido llevando a un creciente agnosticismo. Además, el continente latinoamericano, a pesar de que durante cinco siglos tuvo el catolicismo como la religión de las mayorías, ahora sufre el creciente aumento de grupos de corte pentecostal y la agresividad contra la Iglesia por parte de algunos movimientos religiosos. Este crecimiento de numerosas agrupaciones “cristianas” que acogen a muchos católicos, nos debe llevar a tomar conciencia de que la disminución de católicos en América Latina está revelando un problema cualitativo en su acción pastoral. En efecto, tenemos que ser conscientes de que un porcentaje (no indiferente) de católicos abandona la Iglesia, mientras otro sector importante se dice católico, pero no cree lo que la Iglesia profesa. Asimismo cada vez más crece el número de católicos que no tienen conciencia de pertenencia eclesial y viven su fe desde una perspectiva individual, no comunitaria. El problema que se descubre en todo esto es que no estamos sólo ante un rechazo de Dios, sino también ante un rechazo de la Iglesia, pues se va a buscar a Dios en otros grupos 14

Cf. Documento de Aparecida, 44-51

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religiosos. Ciertamente el problema es grave, pues si no logramos poner remedio y la situación religiosa sigue igual, se prospecta que en el año 2035, si continua el fenómeno de migración religiosa tal como se encuentra en la actualidad, habrá un 41% de católicos y otro 41% de evangélicos, mientras que los que dirán no profesar ninguna religión crecerán a un 16%. En el fondo no estamos tanto frente a un problema doctrinal en cuanto tal, sino a un problema vivencial, e incluso de tipo metodológico. 15 Frente a este problema de la deserción de muchos católicos, se tiene la tentación de pensar que lo primero que hay que hacer es ver cómo contraponerse a la proliferación y al proselitismo de las sectas, pero no se toma conciencia de que lo que hay que afrontar es preguntarse seriamente el por qué se van los fieles; interrogarse por qué dejan de asistir a la Iglesia, a los sacramentos. El documento de Aparecida ofrece una primera aproximación a esta grave inquietud: Según nuestra experiencia pastoral muchas veces la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan no sin serios peligros responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser, en la Iglesia. 16

2. La evangelización, tarea fundamental de la Iglesia

Si los pueblos de Europa y, a través de ella, los de América Latina son cristianos es porque bajo la acción del Espíritu Santo, hubo hombres y mujeres que realizaron una seria labor misionera, que llevó a los habitantes de estos pueblos a conocer, amar, celebrar y seguir la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación. Por esta razón, antes de dar una palabra sobre la nueva evangelización, es oportuno recordar qué es evangelizar, ya que ésta es la razón propia de la Iglesia. La dinámica de la evangelización Hoy para nosotros no resulta extraño encontrarnos en medio de comunidades cristianas y oír hablar de Cristo prácticamente en todo el mundo. Sin embargo, ¿cómo fue el origen de esta fe? El cuarto evangelio nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron. Ellos escuchan a Juan el bautista que dice que Jesús es el Cordero de Dios y, llenos de curiosidad, van detrás de él. «Jesús, al 15

Cf. Norberto Strotmann, José Luis Pérez Guadalupe, La Iglesia después de ‘Aparecida’. Cifras y Proyecciones, p.199 16 Documento de Aparecida, 225

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ver que le seguían les pregunta: ¿qué buscan?» (Jn 1,38). Como ellos querían saber dónde vivía, a esa pregunta siguió la invitación a tener una gran experiencia: «vengan y lo verán» (Jn 1,39). Es tan impactante ese primer encuentro que Andrés va a buscar a su hermano Simón (Pedro) para comunicarle la noticia: «Hemos encontrado al Mesías» es decir a Cristo y de inmediato lo lleva hasta Jesús (cf. Jn 1,41s). La misión fundamental de la Iglesia se encuadra en esa misma dinámica, esto es, comunicar su experiencia viva y continua de Jesús. En otras palabras, su misión es la evangelización, la cual tiene como fin último el anuncio claro e inequívoco de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado que ofrece la salvación a todos los hombres. Este anuncio, una vez escuchado y asimilado, ha de llevar a una adhesión de corazón, a un seguimiento del Señor Jesús, para que acogiendo esa Palabra de vida, la persona se convierta en alguien que da testimonio y anuncia. 17 Así, pues, quien ha encontrado a Jesús vivo y ha sido evangelizado también debe evangelizar. Cabe muy bien recordar el ímpetu evangelizador de Pablo, que decía: «predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio» (1Co 9,16). El aspecto primordial de la evangelización es entonces lograr que la persona tenga un encuentro personal con Cristo vivo. Un encuentro que llene su existencia, que le dé sentido y profunda alegría a su vida, que le permita cumplir con gozo su vocación inicial y buscar continuamente ser mejor hombre o mejor mujer en medio de su familia, de su ámbito de trabajo, en la sociedad. El cristiano, al escuchar y seguir el Evangelio, ha de buscar ser cada vez mejor cristiano y estar lleno del espíritu de Cristo, pleno de amor, de solidaridad, de perdón y de misericordia, de tal manera que permita con su vida que se perciba en todos los ambientes el “buen olor de Cristo”, pues como dice San Pablo: «Porque nosotros somos el aroma de Cristo ofrecido a Dios, para los que se salvan y para los que se pierden» (2 Co 2,15). El encuentro con Cristo exige que lo sigamos, que tratemos de conocerlo y caminemos a su lado, pues, como decía el Papa en Madrid durante la JMJ, «cuando no se camina al lado Cristo, que nos guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí». 18 Más aún, decía el Papa; «Quien cede a la tentación de ir “por su cuenta” o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de él». 19 Así, pues, nuestro encuentro con Cristo no es algo hecho en solitario, no es una experiencia que se acomode a nuestros sentimientos y caprichos, sino un encuentro que debemos realizar al interior de una comunidad. Hemos recibido la fe en la comunidad cristiana y es en ella donde debemos igualmente transmitirla. Dice el Papa: «Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente para la de otros». 17

Cf. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 22-27 Benedicto XVI, JMJ Madrid 2011, Discurso a los Jóvenes de todos los continentes durante el encuentro con el Santo Padre (18 de agosto). 19 Benedicto XVI, JMJ Madrid 2011, Homilía de la Misa Conclusiva (21 de agosto). 18

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El objeto imprescindible de ese encuentro personal con el Señor ha de ser el de llevar a la convicción de que Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida, la cual da sentido a todo lo demás, pues no somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto del amor de Dios. 20

¿Reevangelización? El término “nueva evangelización” evoca la exigencia de una renovada modalidad de anuncio, sobre todo para aquellos que viven en un contexto, como el actual, en el cual el desarrollo de la secularización ha dejado fuertes huellas también en Países de tradición cristiana.21

La expresión nueva evangelización surgió como tal durante la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Puebla en el año 1979. Allí los obispos expresaron que existen «Situaciones nuevas (AG 6) que nacen de cambios socioculturales y requieren una nueva evangelización: emigrantes a otros países; grandes aglomeraciones urbanas en el propio país; masas de todo estrato social en precaria situación de fe; grupos expuestos al influjo de las sectas y de las ideologías que no respetan su identidad, confunden y provocan divisiones»22. La Iglesia al hablar de nueva evangelización hace hincapié en el hecho de que no se trata de una re-evangelización, como si la primera hubiera estado mal hecha o fuera incompleta. Tampoco se trata de anular la evangelización ya realizada y mucho menos de anunciar un “nuevo” evangelio. San Pablo advertía al respecto: «Si alguien viene y predica a otro Jesús diferente del que yo les prediqué y les propone recibir un Espíritu diferente del que recibieron y un Evangelio diferente del que abrazaron, ¿lo toleráis también?» (2 Cor 11,4). Más aún, el apóstol Pedro nos recuerda que «No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que podamos salvarnos» (Hch 4,12). Hablar de nueva evangelización quiere decir, entonces, que necesitamos tomar el gran tesoro del Evangelio y sacar de allí, del mismo tesoro de siempre, cosas nuevas. El mismo Jesús en uno de sus ejemplos didácticos explica esto diciendo: «un letrado que se ha hecho discípulo del reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mt 13,52). Con un renovado ímpetu misionero la Iglesia, entonces, debe hacer un esfuerzo para responder a los nuevos desafíos que presenta el mundo actual y concretizar la acción evangelizadora en la situación propia de la comunidad a la cual va dirigida, saliendo al encuentro de aquellos ambientes que aglomeran muchísimas personas pero cuya evangelización ha sido hasta cierto punto descuidada, como ocurre por ejemplo en los campos universitario, intelectual, político, empresarial, en las fábricas, en el entorno de la clase obrera, en el mundo de la comunicación social, en la cultura digital, etc. Para lograr 20

Cfr. Benedicto XVI, JMJ Madrid 2011, Homilía durante la Vigilia (20 de agosto). Sínodo de los obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, Instrumentum laboris, 44 22 Documento de Puebla, 366 21

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esto, se hace necesario la evangelización de la cultura, o mejor de los forjadores de la cultura actual, y de manera especial una nueva evangelización, que comience a nivel de las persona, de la familia y de la parroquia, para afrontar el amplio fenómeno de la secularización. Se trata entonces de una evangelización, cuyo contenido es el mismo de siempre, pero que debe ser novedosa en el modo como se realice para que llegue al corazón del hombre de hoy. Así, pues, en éste nuestro mundo, frecuentemente dominado por una cultura secularizada que fomenta y propone modelos de vida sin Dios, urge un anuncio fuerte y una sólida y profunda formación cristiana. Un anuncio que lleve una palabra viva, porque encierra a Cristo en ella, pero también una palabra hecha vida a través del testimonio. Necesitamos cristianos convencidos de su bautismo y conscientes de su misión en la Iglesia y en el mundo. Hombres y mujeres creyentes que también en comunidad hagan ver que la Iglesia es una familia, una comunidad viva. Por lo tanto, el proceso al que está invitando la Iglesia conlleva a que todo bautizado descubra la importancia de conocer lo más profundamente posible la persona de Cristo y los contenidos de la fe para hacer llegar la palabra del Evangelio a la sociedad y a la cultura contemporáneas. … la nueva evangelización es la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo renovado la propia experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas.23

Así, pues, ésta tiene como punto de partida la certeza que ha tenido la Iglesia desde el comienzo: que en Cristo hay una riqueza insondable (Ef 3,8), porque él es nuestra salvación, lo cual constituye su más firme convicción. De ahí que la novedad de esta acción evangelizadora no tiene que ver con el contenido, en cuanto tal, pues Cristo siempre es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13,8), sino que se refiere en gran parte a la condición de los destinatarios a la cual va dirigida, pues la acción evangelizadora debe tener muy en cuenta su situación y la cultura en la cual están inmersos. La novedad afecta por consiguiente la actitud: el modo como debemos anunciar el Evangelio. Si Jesús vino a salvarnos, a dar sentido a nuestra existencia e indicarnos el camino para llegar a la Verdad y la Vida, tenemos que mostrar al mundo la alegría que produce nuestra fe. El anuncio entonces debe ser realizado de manera atrayente, acogedora, gozosa: «La nueva evangelización se realiza con una sonrisa, no con el ceño fruncido. La misión ad gentes es, básicamente, un sí a todo aquello que hay de decente, bueno, verdadero, bello y noble en la persona humana. ¡La Iglesia es básicamente un sí, ¡no un no! »24 Es necesario, entonces, como nos dice san Pablo, que nuestro uniforme sea: “la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión” (Col 3,12), y tener por lo tanto una actitud de respeto hacia los otros, de escucha y de cercanía. Por otra parte, la novedad se refiere también al estilo. Hoy tenemos que volver a un estilo eminentemente misionero en el modo de anunciar el Evangelio, en el que la Palabra 23

Instrumentum laboris, 47 Ponencia del cardenal Timothy Dolan, en el Día de reflexión y oración del Colegio de Cardenales (20 de febrero de 2012, “Re-evangelizar allí donde la sal del Evangelio ha perdido su valor” 24

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de Dios tenga un puesto preeminente y se tenga plena confianza en su eficacia, para hacer redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo.25 Quien hace el anuncio ha de ser una persona consciente de estar interpelada por la palabra y el mandato de Jesús y, por consiguiente, se deje guiar por el Espíritu para responder a su vocación en la Iglesia. 26 Pero al mismo tiempo, como en los comienzos del cristianismo, es necesario “dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza” (1 Pe 3,15), para mostrar con entusiasmo que el mensaje evangélico es un acontecimiento fundamental que da sentido pleno a la existencia humana y ofrece las claves para descifrar el misterio del hombre y responder a sus problemas más profundos. El estilo misionero debe llevar a afrontar la gran tarea de la evangelización con profundo amor y espíritu de comunión, y con una «acción misionera confiada, emprendedora y creativa». 27 Esa acción emprendedora y creativa reviste también una novedad que se refiere, además, al esfuerzo que hay que realizar, pues la nueva evangelización no es simplemente la transmisión de un mensaje, de unas verdades, sino que es primordialmente «el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». 28 De ahí el esfuerzo para transmitir de manera vivencial el deseo de acoger a Cristo enteramente, de abrir de par en par las puertas del corazón para acogerlo, sin miedos ni temores. Es pues el empeño de ayudar a derrotar el egoísmo y la ceguera que invade a muchas personas ya que temen que al recibir a Cristo puedan perder su libertad, lo cual, bien sabemos, es todo lo contrario. 29 Todo lo anterior exige una programación del anuncio que parta de un verdadero proceso de evangelización, que comience con el primer anuncio, basado en el kerigma, que en cuanto cimiento de la vida cristiana constituye una realidad imprescindible y una prioridad en la tarea de la Iglesia. 30 Cuando el Papa estuvo en Santo Domingo en 1984 como preparación a la celebración del quinto centenario de la evangelización de América Latina afirmó que esa conmemoración debía llamar a una nueva evangelización «que despliegue con mayor vigor –como la de los orígenes- a un potencial de santidad, un gran impulso misionero, una vasta creatividad catequética, una manifestación fecunda de colegialidad y comunión, un combate evangélico para dar dignidad al hombre, para generar [...] un gran futuro de esperanza». 31 Ahora bien, hay que tener en cuenta que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI son muy conscientes de que al hablar de nueva evangelización no se puede pensar en una fórmula única para toda la Iglesia pero, a su vez, ponen de relieve que toda ella está 25

Cf. Exhortación apostólica post-sinodal Verbum Domini, 96 Cf. Lineamenta n. 16 27 Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 41 28 Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, 1 29 Cf. Benedicto XVI, Homilía del solemne inicio de su ministerio petrino, (Roma, 24 de abril de 2005). 30 Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 44. 31 Cf. Juan Pablo II, Homilía en el estadio olímpico de Santo Domingo, República Dominicana, 12 de octubre de 1984 26

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necesitada de un renovado impulso misionero, en el que haya una apertura al don de la gracia, se proclame de modo fecundo la Palabra del Señor y se busque una profunda experiencia de Dios. 3. La “novedad” de la nueva evangelización El adjetivo “nueva” hace referencia al cambio del contexto cultural y evoca la necesidad que tiene la Iglesia de recuperar energías, voluntad, frescura e ingenio en su modo de vivir la fe y de transmitirla. 32

Como ya hemos indicado, no se trata de un mensaje nuevo, distinto al de siempre, pues predicamos el mismo Jesucristo de ayer, hoy y siempre, ni tampoco de nuevas estrategias o métodos novedosos y llamativos para atraer a la gente. En realidad hay que volver al “amor primero” del que nos habla el libro del Apocalipsis, cuando reprocha a la Iglesia de Éfeso diciéndole «pues tengo algo contra ti, pues has abandonado tu amor del principio» (Ap 2 ,4). La nueva evangelización está encaminada a hacer posible que el hombre y la mujer de esta sociedad secularizada vuelva a sentir la alegría de la presencia, de la cercanía, del amor de Dios en sus vidas. Descubrir nuevamente la frescura misma del Evangelio para dejarse sorprender y maravillar por la palabra misma de Jesús, como sucedió cuando él inició su vida pública. La gente que lo escuchaba se preguntaba: «Qué es esto? Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!» y se maravillaban de los gestos que hacía Jesús (Cf. Mc 1,27). Las palabras de Jesús resultaban no solo nuevas sino además eficaces. Pero, no eran solo su modo de decir, o de hacer, lo que marcaba la novedad, era la persona misma de Jesús: el Verbo de Dios hecho carne, la irrupción de Dios en nuestra existencia. Es él mismo el que siempre permanece nuevo para toda la humanidad y que por la gracia del Espíritu Santo sus palabras son siempre actuales. Elementos internos de la novedad Las Iglesias de antigua cristiandad, por ejemplo, ante la dramática tarea de la nueva evangelización, comprenden mejor que no pueden ser misioneras respecto a los no cristianos de otros países o continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa33

Por consiguiente, la novedad tenemos que buscarla en el Evangelio mismo que se anuncia: es la “Buena Nueva”, es la proclamación llena alegría de «la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras» 34. Por eso al nacer Jesús en el humilde pesebre de Belén, el ángel les dijo a los pastores: «No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor» (Lc, 2,10-11). La Buena Nueva es entonces el anuncio del

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Instrumentum laboris, 49 Redemptoris mission, 34; Instrumentum laboris, 76 34 Constitución dogmática Lumen Gentium, 5 33

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misterio Pascual de Cristo, de su muerte y resurrección, que desde la era apostólica la Iglesia ha venido anunciando con fidelidad a todo el mundo. 35 La nueva evangelización consecuentemente debe estar encaminada hacia una renovada escucha de la Palabra de Dios, para hacer irradiar la frescura, la novedad perenne, podríamos decir, la fascinación del Evangelio. La novedad, entonces, no significa algo desde el punto de vista temporal, como aquello que surge o aparece por primera vez, sino más bien en el sentido cualitativo, como algo novedoso en cuanto se presenta de manera atrayente, maravillosa, llena de vida. Evangelización “nueva” en el sentido de mostrar el verdadero camino para encontrar a Cristo que viene a dar respuesta a las inquietudes más profundas del ser humano, y a indicar cuál es el verdadero sentido de nuestra existencia, más aún, como lo expresaba el Card. Ratzinger, se trata de entregar a Cristo mismo, puesto que Él es el Camino (Jn 14,6) y el único capaz de destruir la pobreza más profunda que puede tener el hombre, que consiste en la incapacidad de alegría, en el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. 36. Pero por otra parte, esa novedad debe estar profundamente arraigada en el corazón de quien lo anuncia. Para realizar la nueva evangelización tenemos que dejarnos impregnar por Cristo, tenemos que tener ese “corazón nuevo y espíritu nuevo” del que hablaba el profeta Ezequiel (Ez 36, 25-28). Ese espíritu nuevo no es algo distinto al Espíritu de Dios mismo, que se nos da en el bautismo, para que podamos nacer a una nueva existencia, en la que dejemos atrás la obstinación al mal, la indiferencia, la soberbia, el individualismo y lleguemos a despojarnos del hombre viejo con sus obras y revestirnos del “hombre nuevo” (cf. Col 3, 9-10), con un corazón nuevo, un corazón de carne que, animado por el Espíritu Santo, nos impulse a actuar por amor (cf. Rm, 5,5). Sólo así se hace realidad la invitación que Jesús hacía a Nicodemo -y que nos hace a todos nosotros- de “nacer de nuevo” (cf. Jn 3,1-8), es decir, de abrirnos a la acción del Espíritu Santo, de convertirnos, de renunciar al pecado y a la lejanía de Dios y de entrar en una relación de amistad y de amor filial con Dios. Si logramos ese cambio radical, lograremos llenarnos del gozo de la cercanía de Dios en nuestra vida, descubriremos la presencia de Cristo a nuestro lado, y nos llenaremos de una alegría incontenible, que nos debe llevar a compartirla con los demás. De ahí, por ende, que para hacer nueva evangelización, la persona ha de estar enteramente enamorada del Señor, alguien que ha saciado su sed de Dios, con la Palabra de Cristo, como lo hizo la mujer samaritana. En ese episodio vemos que ciertamente Cristo no viene jamás a quitarnos algo, sino a darnos el don de Dios, a envolvernos en su amor. Cristo es el que está sediento por colmar nuestra sed; y si lo aceptamos nos saciaremos de su Espíritu, y como la samaritana saldremos a proclamar su mensaje (Cf. Jn 4,29). ). «Qué importante es descubrir en la actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser humano».37 35

Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 571. Cf. Joseph Ratzinger, La «nueva evangelización», Conferencia pronunciada en el Congreso de catequistas y profesores de religión, Roma, 10 de diciembre de 2000 37 Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 23 36

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Ahora bien, la Palabra de Dios muestra su novedad permanente también por el hecho de que, al dirigirse a cada uno de nosotros, tiene en cuenta el carácter histórico de nuestra realidad y continúa encarnándose en el hoy de la historia, por lo cual nos llama a escuchar el clamor de las personas, con sus gozos y esperanzas, y a estar atentos a las nuevas realidades en las que vivimos, a discernir y responder a los nuevos signos de los tiempos y a mirar con atención la cultura en la que estamos inmersos, para poder inculturar el Evangelio. De esta manera la nueva evangelización debe conducir de nuevo a un diálogo entre fe y cultura, para buscar respuesta a las nuevas situaciones que vivimos y ofrecerles la fe como un elemento iluminador. Evangelización nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones El Papa Juan Pablo II, para explicar los parámetros en los cuales se enmarca la nueva evangelización acuñó unas expresiones que se tornaron clásicas al referirse al nuevo impulso misionero que debe tener la tarea evangelizadora: «nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión». 38 Nueva en su ardor: se trata del vigor y la convicción con los que se debe anunciar el Evangelio. La clave está en que quien hace el anuncio de Cristo sea un “hombre nuevo”, alguien que haya aceptado la conversión y esté profundamente unido a él para lograr la santidad. Este nuevo ardor es volver a predicar como lo hicieron los primeros discípulos, que siendo hombres muy sencillos, transformaron el mundo, es decir, con lo que el lenguaje neotestamentario llama la “parresia” (Hch 5, 28-29): la valentía para no callar la verdad, la audacia para ir hacia aquellos que hasta el momento no quieren escuchar, el obrar impulsados por el fuego del amor divino, como lo hicieron el apóstol Pablo y los mártires del inicio de la Iglesia, que no se acobardaron ante los azotes, la cárcel o la muerte misma. Ese nuevo ardor hace referencia también al entusiasmo y la alegría para dar testimonio de la presencia de Cristo en la vida del evangelizador, es decir, algo similar a lo que experimentaron los discípulos de Emaús, quienes después de escuchar a Jesús en el camino y después de reconocerlo, en el partir el pan, hizo que se preguntaran: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24,32) y presurosos regresaron a Jerusalén para comunicar lo acaecido. Los obispos en Aparecida decían: «Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo».39 Nueva en sus métodos: se trata de una verdadera renovación pastoral, para dejar de lado los métodos ya caducos, para buscar la calidad y la profundidad en el modo de anunciar el Evangelio, poniendo en marcha verdaderos procesos evangelizadores, como lo hizo Jesús con sus discípulos, pero utilizando las herramientas de comunicación de la actualidad. Nuevos métodos, significa igualmente poner todo lo que esté a nuestro alcance 38 39

Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del CELAM, Haití, 9 de marzo de 1983 Documento de Aparecida, 14

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para pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera, que salga al encuentro de los alejados y, en fidelidad al Espíritu Santo, busque responder con valentía y audacia a los desafíos que se presentan para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. De ahí la necesidad de gran una creatividad y, como dice el documento de Aparecida, de una “conversión pastoral”, que tenga muy en cuenta el contexto histórico en el que vive la Iglesia, lo cual debe llevar a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación, en la que se dé amplio espacio al dinamismo de los laicos para que ejerzan su liderazgo y su responsabilidad eclesial, lo mismo que los jóvenes. 40 Hacer que los seglares en general se sientan involucrados en la labor misionera de la Iglesia es un aspecto que la Iglesia ha recalcado en sus últimos documentos y que forma parte del dinamismo renovado de sus métodos. En efecto, los fieles laicos, en comunión con sus obispos, han de convertir su vida diaria en un testimonio luminoso y convincente del Evangelio, haciendo de la familia una auténtica “comunidad evangelizadora”, para demostrar cómo la fe cristiana constituye la única respuesta válida a los problemas y esperanzas que la vida presenta a cada persona y sociedad. 41 El poner en marcha nuevos métodos exige, por consiguiente, humildad para evaluar con gran atención el modo como se está llevando la acción pastoral y analizar si las estructuras actuales responden a las exigencias y desafíos del presente. En la era digital en la que nos encontramos hay que tener en cuenta, como nos dice Benedicto XVI, que «las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión». En este sentido es necesario que la Iglesia comience a saber utilizar esos medios de comunicación y las redes sociales, a través de los cuales puede y debe dar testimonio de la fe, encontrar muchas personas, debatir, opinar, informar y cumplir una tarea evangelizadora, puesto que es en ellos donde hoy en día se encuentra la gente, particularmente los jóvenes, para entablar relaciones y comunicarse. Sin embargo esto no significa que haya que poner exclusivamente contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, «sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia». 42 Nueva en su expresión: se trata de buscar un lenguaje que, sin traicionar el sentido profundo de los misterios de nuestra fe, sea comprensible al mundo presente y se adapte a las diversas situaciones y a las diversas culturas. Esto exige revitalizar los lenguajes tradicionales que se han utilizado en la catequesis, en la liturgia y en los demás medios de comunicación de la fe. La Iglesia debe entrar en diálogo con la cultura actual para romper 40

Cf. Documento de Aparecida, 365-372 Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles laici, 34. 51 42 Benedicto XVI, Mensaje para La XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 de enero de 2011 41

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las distancias que separan al hombre de hoy de las riquezas del Evangelio y hacerle sentir la cercanía y deseo de solidaridad y comunión que inspira la catolicidad de la Iglesia. Iglesia y cultura actual se necesitan mutuamente. Al respecto el Card. Dulles dice que ahí donde la cultura permanece cerrada y hostil al Evangelio, la fe no puede expresarse plenamente, como tampoco la cultura puede alcanzar su potencial pleno. Para superar estas dificultades la Iglesia debe buscar métodos para proponer el Evangelio que sean efectivos en la cultura existente.43 La nueva expresión exige, por consiguiente, que sea algo vivencial y, por lo tanto, es muy necesario que quien evangeliza dé testimonio con su vida y sea coherente con la fe que profesa. En los comienzos de la Iglesia los primeros cristianos convencieron por su testimonio de vida y por el servicio desinteresado a los demás y por el amor que se tenían y así fue creciendo la comunidad (Hch, 2,42-47). El Card. Ratzinger afirmaba: «La nueva evangelización, que tanta falta nos hace hoy, no la realizamos con teorías astutamente pensadas: la catastrófica falta de éxito de la catequesis moderna es demasiado evidente. Solo la relación entre una verdad consecuente consigo misma y la garantía en la vida de esta verdad, puede hacer brillar aquella evidencia de la fe esperada por el corazón humano; sólo a través de esta puerta entrará el Espíritu en el mundo». 44 Estas nuevas expresiones no se refieren exclusivamente a las palabras que se utilizan para comunicar verbalmente, sino que hacen referencia también al lenguaje que brota del “mandamiento nuevo”, del mandamiento del amor, que convoca al diálogo, al servicio, a la solidaridad, a la búsqueda de la justicia, de la igualdad y de la promoción humana. La nueva evangelización, recordaba Juan Pablo II, debe incluir, por lo tanto, entre sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina social de la Iglesia, que sirve para indicar el recto camino a la hora de dar respuesta a los grandes desafíos de la edad contemporánea. 45 A lo largo del último siglo se ha hecho cada vez más claro que una auténtica conversión incluye un compromiso con el bien común. El Sínodo de los Obispos de 1971 afirmaba que «La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva».46 La Iglesia, por lo tanto, está llamada a transmitir la “novedad” siempre actual del Evangelio, “novedad” antigua y perennemente nueva, esa novedad que parte de la persona misma de Jesús y de su anuncio de la llegada del Reino en medio de nosotros. Se trata de presentarla con alegría y entusiasmo, pues la Palabra que se anuncia ha de encarnarse en nuestra cultura y ha de llenar de entusiasmo y esperanza a quien la escucha.

43

Cf. Avery Dulles, Evangelization for the Third Millennium, Paulist Press, New York, 2009, p. 36 Joseph Ratzinger, Mirar a Cristo, EDICEP 1990, p. 38 45 Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Centesimus annus, 5 46 II Asamblea del Sínodo de los obispos (1971), Justicia en el mundo, Introducción 44

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4. Requisitos para la nueva evangelización

Primero que todo es necesario, como dice Juan Pablo II, dar primacía a la gracia (NMi, 38), es decir tenemos que ser conscientes de que es el Espíritu Santo quien obra en la Iglesia. No podemos caer en la tentación de pensar que son nuestras obras y nuestros programas los que producen los resultados, la conversión. Si así procediéramos, sería reducir la nueva evangelización a una mera puesta en práctica de nuevas estrategias. El no dar primacía a la acción de Dios, nos podría llevar a algo similar a lo que le sucedió al Profeta Jonás: es él el profeta que permite ver con nitidez la eficacia de la Palabra del Señor, pues habla en nombre de Dios y logra que se convierta toda la ciudad de Nínive, pero al mismo tiempo es el prototipo del hombre que se rebela a la acción divina que se realiza a través suyo. Al respecto el Card. Ratzinger comenta que desde un principio Jonás siente temor del éxito de su predicación y de que no se vaya a cumplir el castigo que anuncia; por consiguiente él quisiera que sobre los habitantes recayera la sentencia divina y no la gracia y la misericordia de Dios. Más aún Jonás no es capaz de reconocer que el Señor primero lo salvó a él del peligro, para luego salvar por él a una ciudad que no pertenecía al pueblo elegido. La reacción de Jonás es muy desconcertante frente a la conversión del pueblo y al hecho de que Dios haya perdonado a sus habitantes, pues se enoja terriblemente contra Dios, ya que considera que su seriedad profética ha quedado mal parada y pide a Dios que le quite la vida (Jon 4,1-4). Para que podamos realizar la nueva evangelización es indispensable la oración. Es importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración. Vivimos con gran agitación y continuo movimiento, lo cual desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del «hacer por hacer». Tenemos que resistir a esta tentación, buscando «ser» antes que «hacer». Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: « Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria » (Lc 10,41-42). El anuncio del Evangelio debe estar precedido, acompañado y seguido de la oración. Benedicto XVI nos dice que para cumplir esta tarea necesitamos establecer una íntima relación con Cristo, en una intensa vida de oración. «El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios». Si la nueva evangelización pretende conducir al cristiano hacia un encuentro personal con Cristo y que logre una plena inserción en Él, entonces tenemos que poner nuestra mirada en la Eucaristía, la cual encierra en sí misma el núcleo del misterio de la Iglesia y constituye la fuente y cima de toda la vida cristiana. En ella se celebra con gozo el misterio de la fe, ya que hace presente el acontecimiento central de nuestra salvación y realiza la obra de nuestra redención, actualizando siempre en el tiempo el sacrificio redentor de Cristo. La Eucaristía, por consiguiente, es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda evangelización, ya que en ella se realizan las tres grandes dimensiones de la misión de la Iglesia: anuncia el mensaje, sirve con amor a la humanidad y celebra con gozo la fe. La exigencia de una nueva evangelización, ha de ser confirmada sin temor, con la certeza de la eficacia de la Palabra divina. La Iglesia, segura de la fidelidad de su Señor, no se cansa de anunciar la Buena Nueva del Evangelio e invita a todos los cristianos a

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redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo. Para ello urge a tener una confianza y familiaridad con la Sagrada Escritura, para que sea como una brújula que indica la vía a seguir, con la ayuda de testigos y maestros, que caminen con ellos y los lleven a amar y a comunicar a su vez el Evangelio, especialmente a sus coetáneos, convirtiéndose ellos mismos en auténticos y creíbles anunciadores. En este sentido es bueno familiarizarnos con el método de lectura orante de la Sagrada Escritura, por medio de la lectio divina.47 Es necesario, además, vivir como auténticos discípulos misioneros. El discipulado es una realidad que no se puede vivir de manera aislada, individual, sino que hay que vivirla en comunidad. El Señor fue escogiendo y llamando a sus discípulos. Hoy también nos llama a cada uno de nosotros y nos da una misión. Tenemos que vivir el gozo de sentirnos llamados y amados por el Señor. Por tanto hay que sentarse a los pies del Maestro para profundizar en su conocimiento y en su doctrina. Pero no lo podemos hacer solos, sino acompañados de nuestros hermanos, en profunda comunión. Base insustituible de la sociedad es la familia, en donde se han de aprender los valores básicos para una recta convivencia humana. Asimismo la familia ha sido, a lo largo de dos milenios, el principal canal de transmisión de la fe cristiana. Hoy, ante los embates del secularismo, del individualismo y del hedonismo, se quiere abrir paso para otras formas alternativas que destruyen no solo el sentido profundo de la familia, sino que se convierten en un obstáculo enorme para que los padres cumplan con su deber de ser los primeros evangelizadores de sus hijos y den testimonio de vida cristiana. Para realizar la nueva evangelización, por consiguiente, se ha de tener una especial atención a la familia, para que vuelva a tomar conciencia de ser “iglesia doméstica” y con gran alegría abra las puertas del hogar a Cristo y se convierta en uno de los principales y fundamentales protagonistas de la nueva evangelización. En la tarea de la nueva evangelización es necesario abrir un amplio espacio de acción a los laicos, los cuales están invitados por el Señor a participar de la misión de la Iglesia, a partir del momento mismo en que han recibido el sacramento del Bautismo. Como en los primeros tiempos de la Iglesia, a imitación de Aquila y Priscila (cf. Hch 18; Rm 16, 3s), hay que dar la posibilidad para que muchos laicos colaboren activa y eficazmente en la labor evangelizadora, preocupándose por ofrecerles una buena formación para que haya un laicado maduro y responsable. 48 Por otra parte, hay que tener gran generosidad. Durante el hermoso viacrucis que se realizó en Madrid durante la reciente JMJ, Benedicto XVI decía: «Vosotros que sois sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer». Puesto que la nueva evangelización quiere responder a los grandes desafíos que presenta el mundo de hoy a la misión de la Iglesia, es urgente que se haga el esfuerzo por conocer muy bien el contexto socio cultural y religioso en el que están insertadas aquellas 47 48

Cf. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini, 82-87 Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici, 35

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personas a las cuales va dirigido ese “primer anuncio”, que introduce toda la tarea de nueva evangelización y que ha de dar mucho relieve a todo el proceso de iniciación cristiana, con el fin de que la Buena Nueva llegue a tocar profundamente el corazón de esas personas. Ahora bien, sabemos por la tradición de la Iglesia que la comprensión de lo que corresponde a su misión, no se reduce al anuncio y a la celebración de la Buena Nueva. Éstos constituyen una parte, fundamental e importantísima, de la misión eclesial. Pero como bien lo expresaba el papa Pablo VI “para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites”. Así, pues, toda la actividad de la Iglesia debe ser una expresión de amor y de servicio, que ha de buscar el bien integral del ser humano. Más aún, en muchas circunstancias ese amor habla por sí solo y se constituye en una forma de evangelizar, pues a través de su actuación –así como por su hablar, su silencio, su ejemplo- hacemos creíble lo que anunciamos y lo que celebramos. 49 Durante la JMJ en Madrid el Papa decía que, además de la oración y meditación de la Palabra de Dios, para el crecimiento de la amistad con Cristo es fundamental la importancia de una gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía cada domingo y la recepción frecuente del sacramento del perdón.

5. Recomendaciones Pastorales propuestas por los obispos en Aparecida

El Documento de Aparecida hace, por consiguiente, las siguientes recomendaciones pastorales para reforzar en la Iglesia cuatro ejes fundamentales (DA 226), de las cuales podemos señalar algunos aspectos importantes: a) La experiencia religiosa. En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral. En otras palabras se trata no de transmitir un contenido doctrinal, sino de hacer descubrir que Jesucristo, el mismo que vivió hace dos mil años, es un Dios vivo y actual, que sigue en medio de nosotros, para acompañarnos, interpelarnos y asegurar nuestra salvación. Hacer descubrir a un Dios que nos ama y que nos invita a que participemos de su amor, amándolo a Él y amándonos entre nosotros como hermanos. b) La vivencia comunitaria. Nuestros fieles buscan comunidades cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente y se sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una comunidad eclesial y sean corresponsables en su desarrollo. Eso permitirá un mayor compromiso y entrega en y por la Iglesia. 49

Cf. Benedicto XVI, Deus caritas est, 31 c); Caritas in veritate, 15 § 3

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Aquí juega un papel muy importante el seguimiento y acompañamiento a quien ha dado ya el primer paso, el cual espera sentirse integrado en su comunidad, sentirse miembro de ella, valorado y con una responsabilidad. Esto solo lo podrá lograr a través de una pequeña comunidad, en donde se viva la fraternidad, como elemento esencial de la vida cristiana plena. 50 Bien dice el Santo Padre que estamos «llamados a buscar nuevos caminos de evangelización, caminos que podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios». 51 De ahí la insistencia en que la parroquia sea de verdad, una “comunidad de comunidades”. Si la comunidad no le permite que adquiera un sentido de pertenencia, menos logrará que tenga un sentido de identidad en la Iglesia. c) La formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única manera de madurar su experiencia religiosa. En este camino acentuadamente vivencial y comunitario, la formación doctrinal no se experimenta como un conocimiento teórico y frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria en el crecimiento espiritual, personal y comunitario. A partir de una primera evangelización de tipo kerigmático y bíblico, se debe continuar con una catequesis de profundización que haga comprender muy bien lo que significa ese encuentro con el Señor, por consiguiente con una catequesis que permita un mayor conocimiento de la persona de Jesucristo y de su Iglesia, con el fin de que no se quede todo en un momento fuerte de emoción, pasado el cual se continúe sin cambio alguno. Esta formación ha de reforzar su compromiso vivencial y comunitario en la Iglesia. d) El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los alejados, se interesa por su situación, a fin de re-encantarlos con la Iglesia e invitarlos a volver a ella. Pero ese volver a la Iglesia ha de llevarlos a hacerlos sentir importantes en lo relativo a su misión. Este aspecto es muy necesario, pues en la Iglesia nadie puede ser pasivo, puesto simplemente para escuchar o seguir órdenes, sino que debe haber un compromiso evangelizador. Aparecida entonces nos habla de que todo discípulo tiene que ser misionero. 6. Realidades que deben estar presentes en la Nueva Evangelización en América

Latina En América Latina se observa un deseo profundo de búsqueda de sentido de la vida y de la trascendencia, una capacidad de interrogarse y de compartir las inquietudes; un deseo de experimentar y de vivir realidades nuevas; un intercambio cultural y una gran movilidad humana (cf. DA, 52-55), todo lo cual abra nuevos horizontes a la acción eclesial.

50

Cf. Red Nacional de Nueva Evangelización, Todos y todo en comunidad, p. 4 Benedicto XVI, Discurso a los miembros del Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK), Friburgo, 24 de septiembre de 2011. 51

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Además de estas características de los pueblos latinoamericanos es necesario indicar dos realidades muy positivas que hay que tener en cuenta para la Nueva Evangelización y que constituyen como lugares privilegiados para tratar de responder a los desafíos que se presentan a la acción evangelizadora de la Iglesia. Por una parte es la presencia de la piedad popular y por otra el acendrado amor y respeto a la Santísima Virgen. Dos realidades que van íntimamente ligadas y que, como lo expresaba Juan Pablo II, no se trata de «un sentimiento vago, carente de sólida base doctrinal, como una forma inferior de manifestación religiosa», sino que, por el contrario, viene a ser «como la expresión verdadera del alma de un pueblo, en cuanto tocada por la gracia y forjada por el encuentro feliz entre la obra de evangelización y la cultura local». 52 América Latina es un continente mariano. La Santísima Virgen ocupa un lugar muy importante en la expresión viva de su fe y se recurre a ella con devoción y cariño. Hay que tener en cuenta que desde la evangelización que se inició hace más de quinientos años, la labor misionera se desarrolló en nombre de Jesús y de María. Ella ha sido la “estrella de la primera evangelización”, que ha de guiarnos en la Nueva Evangelización en la que estamos empeñados. Ahora bien, ella no solo ha estado presente en los acontecimientos religiosos y pastorales, sino también en la cultura de nuestros pueblos y en sus grandes luchas, como fue en los años de la independencia de nuestras naciones, durante los cuales se invocaba a María en busca de ayuda, protección y nuevo impulso. 53 Puebla recordaba que María es un elemento cualificador e intrínseco de la genuina piedad de la Iglesia y del culto cristiano (DP 71) y el papa Juan Pablo II, en la homilía ya citada, subrayaba que la devoción mariana es una experiencia vital e histórica en América Latina que pertenece a la identidad propia de estos pueblos. Aparecida dice al respecto: María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió junto al humilde Juan Diego el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces son incontables las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana (DA 269).

52

Homilía en el santuario de Nuestra Señora de Zapopán, Guadalajara, 30 de enero de 1979 Cf. Card. Norberto Rivera Carrera, “La importancia evangelizadora de la piedad mariana en América Latina”, en: Pontificia Comisión para América Latina, La Piedad Popular en el proceso de evangelización de América Latina, (Vaticano, 2011) 63-80. 53

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Epílogo Todos en la Iglesia, ustedes y yo estamos llamados a ser los nuevos evangelizadores. El Señor es el que nos llama y nos envía. Tenemos que mirar el futuro, del cual ustedes tienen una gran responsabilidad. Pero se trata de un futuro que hay que contemplar con realismo, pero también con optimismo. Juan Pablo II nos decía: ¡Duc in Altum!, hay que remar mar adentro, y para ello es necesario recordar el pasado con gratitud, pues Jesucristo ha muerto de una vez para siempre, para que todos podamos vivir por siempre para Dios. Asimismo hay que vivir el presente con entusiasmo, porque Cristo ha resucitado y se ha quedado entre nosotros, en nuestros corazones, en nuestros tabernáculos, en el rostro de los pobres, hasta el final de los tiempos. También hay que mirar el futuro con confianza, porque Cristo vendrá otra vez en gloria para darnos la bienvenida a su reino donde no habrá fin. 54 Tenemos que suscitar, a partir de las experiencias vividas, un dinamismo nuevo, con gran creatividad, buscando iniciativas concretas. No podemos volver la espalda a nuestro compromiso. Jesús mismo nos lo advierte: « Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no sirve para el Reino de Dios » (Lc 9,62). En la causa del Reino no hay tiempo para mirar para atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza. Hoy, más que nunca, nos corresponde a todos ser evangelizadores de los demás: de su familia, de sus amigos y compañeros y de todos aquellos cuya fe es débil o tienen miedo de entregarse al Señor. El compromiso que ustedes han adquirido al implementar y desarrollar el SINE, como estrategia evangelizadora dentro de los planes diocesanos o parroquiales de pastoral, constituyen una realidad de enorme importancia para colaborar en el desarrollo de la Misión Continental y para dar solidez a la formación de auténticas comunidades cristianas, evangelizadas y evangelizadora. Su compromiso misionero, su entrega generosa en favor de la evangelización y su testimonio de vida cristiana, hace de ustedes en verdad unos auténticos protagonistas de la Nueva Evangelización.

54

Cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 1

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