Excmo. Sr. Presidente de la Real Academia de San Romualdo. En un encuentro que tuvimos en Ronda hace ya algunos meses el

1 DISCURSO DE EXALTACION DE LA NAVIDAD Teatro de las Cortes San Fernando 20 de Diciembre de 2009 Antonio Campos Muñoz Catedrático de la Universidad d
Author:  Luis Maestre Tebar

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1 DISCURSO DE EXALTACION DE LA NAVIDAD Teatro de las Cortes San Fernando 20 de Diciembre de 2009

Antonio Campos Muñoz Catedrático de la Universidad de Granada Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina Académico Correspondiente de la Real Academia de San Romualdo

Excmo. Sr. Alcalde, Excmo. Sr. Presidente de la Real Academia de San Romualdo Señoras y Señores Queridos amigos:

En un encuentro que tuvimos en Ronda hace ya algunos meses el Presidente de la Academia de San Romualdo me invito a pronunciar el discurso de exaltación de la Navidad que cada año, por estas fechas, se celebra de forma solemne en San Fernando como prologo y heraldo de las fiestas. Pensé que mi interlocutor estaba en un error y se había equivocado de persona porque asocie este acto de exaltación de la navidad más con un acto religioso que con un acto cívico. Para ambos tipos de actos siempre hubiera podido encontrar la Academia y la Ciudad un mejor candidato que yo para pronunciar este discurso, pero es evidente que ante esas dos posibilidades yo solo podía atreverme, y ya es una osadía por mi parte, con un acto que tuviese un carácter y un significado fundamentalmente civil.

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Bastaron por eso unas pocas palabras para darme cuenta de que en realidad , sin abdicar por supuesto de lo que de religioso, costumbrista y popular tiene la Navidad, el verdadero protagonista de este acto es la propia ciudad de San Fernando, es nuestra Isla, es su pueblo, es su gente y es, sobre todo, un espacio y un tiempo concreto de nuestro vivir –la Navidad- un espacio y un tiempo profundamente vinculado a nuestra cultura y a nuestros sentimientos, un espacio y un tiempo al que por estos lares, antes de que la publicidad y la televisión lo inundara todo, llamábamos simplemente la nochebuena A esta ciudad, a este pueblo, a ese espacio y a ese tiempo son a los que yo quiero exaltar en el acto que hoy aquí nos congrega. Y voy a hacerlo de la única forma que se hacerlo: reflexionando, pensando en voz alta, sobre lo que ese espacio y ese tiempo de navidad y de nochebuena, significan para mi y de cómo San Fernando y sus gentes, la ciudad y los personajes que conocí en mi infancia y juventud, han contribuido y siguen contribuyendo, desde el recuerdo y la vivencia, a impulsar y a potenciar, aún mas si cabe, la raíz y el fundamento de mi forma y mi modo de pensar

¿Qué es la Navidad? ¿Qué significan estas fechas mágicas que anteceden al tránsito de los años en el calendario, cuando el otoño ya se ha ido y el invierno todavía joven empieza a asomarse por las esquinas?

3 Para mí la Navidad significa un triple rescate: El rescate de un recuerdo, el rescate de una identidad y el rescate de una posibilidad. Permítanme que, con motivo del acto que hoy celebramos, comparta este triple rescate con todos y cada uno de ustedes

Mis recuerdos de la Navidad me aproximan a los años de mi niñez en San Fernando. En realidad la Navidad era siempre un horizonte, un horizonte que comenzaba cuando acabado el largo verano con sus días de playa y noches de cine de verano – el cine Madariaga, el Avenida, el Florida, el Marques de Varela- comenzaba el nuevo curso y con él toda la liturgia de actos que inexorablemente nos iban acercando a Diciembre a través de un otoño, con olor a castañas y con días de frío y viento cortante que se colaba por los rendicios de las bufandas y los guantes de lana. A comienzos de octubre llegaban por fin los libros a la librería y papelería García Bozano y, por fin, podíamos forrarlos con un papel azul oscuro que ya nos anunciaba el cielo del futuro nacimiento. Si sobraba algún rollo de papel quizá podríamos utilizarlo para tal fin y colocar sobre él las estrellas recortadas con el papel de plata de las tabletas de chocolate Elgorriaga que, con pan y carne de membrillo, alegraban nuestras meriendas. A finales de octubre la subida al Cerro provistos de nueces, castañas, pan de higo, granadas y membrillos era el anticipo de una abundancia que contrastaba con la frugalidad de cada día y que anunciaba la explosión de

4 dulces y manjares varios que, de pronto, llegaban a nuestras vidas en los días que precedían y rodeaban a la Navidad. Tras la romería del Cerro, apenas una semana después, llegaban las fiestas de los tosantos. Recuerdo la alegría de los mercados engalanados y los puestos adornados que visitábamos con nuestros mayores descubriendo, antes que en los dibujos animados de entonces, que los animales –pollo, gallos conejos- podían vestirse y disfrazarse y que las frutas y las verduras podían llegar a tener mas animación que una sesión infantil del cine Almirante. La imaginación era tan fértil entonces que los adornos y luces de los puestos del mercado nos hacia ya intuir la futura Navidad y la extensión de los mismos a los comercios de la calle Real, la calle Rosario y la calle San Rafael, donde para nuestra sorpresa, existía una tienda dedicada por completo a los juguetes. Entre los prólogos y heraldos de la Navidad estaba la lotería nacional con su continuo y repetitivo retintín de números y pesetas y las sabanas del diario de Cádiz de entonces que al día siguiente incrementaba sus ventas para dar o quitar la última esperanza de cambiar de suerte y de vida. En esos días que precedían a la Navidad las calles tenían nuevos invitados, eran los vendedores de zambombas y las piaras de pavos con su típico glugluteo, que recuerdo por las proximidades del Arqueño, y que por su triste y negro futuro nos causaban una pena y un respeto imponente. Tomo esta expresión de El Piyayo, un poema que por entonces sabíamos casi de memoria porque en el colegio de los Hermanos de la Salle, donde estudié la enseñanza primaria, entre otros con el Hermano Isaías, la recitaba con gran sensibilidad, en el teatro del

5 Colegio, un niño angelical, Ignacio Poch, que hacia llorar a todos los que lo oían En esos días de lotería, zambombas y pavos ya teníamos vacaciones y en las casas se preparaba el nacimiento, entonces raramente se llamaba Belén, y se tenia tiempo para jugar y, por supuesto, para hacer los mandados sin rechistar, como correspondía a los deberes de un hijo y, sin duda, al buen hacer y mandar de unos padres. En relación con el nacimiento nuestra obsesión era que el río llevara agua de verdad pero, como cada año, esa ilusión se tornaba imposible y al final había que conformarse con el río de papel de plata o con los trozos de un espejo bien camuflados entre el serrín y las figuras de barro. Si el agua natural no podía circular por el río los niños de mi tiempo buscábamos por lo menos un verde natural con el que decorar el nacimiento y por eso subíamos a las azoteas a recoger el verdín, así llamábamos al musgo, que con la humedad de las lluvias crecía en los rincones y las zonas de umbría. Eran esas azoteas de entonces lugares de aventuras y excursiones abiertas a nuestra imaginación y fantasía, que nos ayudaron no poco a ensanchar nuestros cortos y limitados horizontes Entre los mandados que teníamos que hacer esos días , inmersos ya en la Navidad, recuerdo el ir a comprar el cisco y el picón para encender el brasero, la copa se decía entonces, con el que calentar la mesa estufa alrededor de la cual los niños, en mi caso mi hermano y yo y los hermanos Valero, Tomás y Agustín, jugábamos al parchís o a los juegos reunidos Geyper o escribíamos con nuestra mejor caligrafía los llamados Christmas con los que felicitábamos la Navidad y el prospero año nuevo a

6 las personas a las que veíamos casi todos los días, esto es, a nuestros padres, a nuestros tíos, a nuestros amigos, etc. Otro mandado frecuente por Navidad era llevar algún que otro regalo, comprado generalmente en Vicente o en La Cita, tiendas de exuberantes y coloridos majares, a aquellas personas a las que la familia quería mostrar su gratitud. Lo hacíamos con gusto porque entonces era muy frecuente recibir el aguinaldo, un pequeño obsequio, casi siempre alguna moneda, que el portador del regalo recibía con gran satisfacción. El regalo era, y sigue siendo, algo consustancial con la navidad. Los agentes municipales subidos a una pequeña tarima cilíndrica se colocaban delante del cine almirante y los coches circulantes iban dejando al lado de la misma botellas de vino, cestas de navidad o algún que otro jamón. En esos días a decir del personal, el agente Bermejo parecía algo menos severo. En mi casa durante los días que precedían al 25 de diciembre llegaban muchos regalos que se acumulaban en el patio de entrada. Pollos, algún pavo, tarros de fruta, cajas de vino. Y es que mi buen padre era un médico especialmente generoso en su consulta. Lo recuerdo diciéndole a mi madre: - Como voy a cobrarle a fulanito si es del barrio del carmen y lo conozco de toda la vida. Y así un fulanito detrás de otro, un día detrás otro. Claro en Navidad la casa se llenaba de regalos y comenzaba el suplicio que suponía tener que matar al pollo o al pavo. Al final solía hacerlo mi abuela mientras el resto de la familia permanecía encerrada en un cuarto para no tener que oír ni el ruido ni el revoloteo del pobre animal. ¿es verdad

7 abuela que el pollo puede andar sin cabeza? Pues si, ha estado caminando sin cabeza un buen rato y ha dado la vuelta al patio. Y de nuevo la imaginación y la excitación revoloteaban en nuestras mentes. Aunque hoy cueste incluso trabajo imaginarlo han existido Navidades sin televisión. Éramos niños de radio, de Matilde Perico y Periquín, Amores decisivos, y Ustedes son formidables, de Alberto Oliveras, un programa que oíamos los jueves con nuestros padres y que era una invitación a ayudar solidariamente a los demás. La navidad servía también para darnos cuenta de la desigualdad que imperaba a nuestro alrededor. Como aquel niño del cuento de Navidad de Pedro Antonio de Alarcón que quedo impresionado por la fugacidad y la temporalidad de la vida cuando oyó cantar a su abuela la nochebuena se viene , la nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos mas, igual nosotros, oyendo aquellos programas o viendo en nuestras calles a algunos mendigos de carne y hueso, como por ejemplo a Gabrielo, que pululaba por la plaza de la iglesia y las calles aledañas, íbamos tomando conciencia de que el mundo no era un idílico estar en casa, y en la escuela, sino también un transitar por la necesidad, la marginación y la miseria. La televisión vino muy pronto a cambiar poco a poco las cosas y a hacer un mundo homogéneo, idéntico para todos, en la diversión y la indiferencia.

8 De la cena o almuerzo de navidad no llego a tener muchos recuerdos quizá porque un almuerzo, una cena, acaso algo rutinario en nuestras vidas, quedaba diluido en todo lo demás, en toda una atmósfera de sensaciones y vivencias que inundaba la vida entera de ese periodo. Solo la asistencia a la misa del gallo bajo la figura seria y solemne del padre Gaona, atraía nuestro interés por ser la única vez que los niños y adolescentes podíamos trasnochar y transgredir horarios en aquellos años de infancia y primera juventud. Pasado el día de Navidad el horizonte no era el año nuevo, eso vino después con la televisión y las fiestas de juventud en garajes y locales bastantes desalmados, el horizonte eran las inocentadas del 28 de diciembre , los reyes , las cartas a entregar a esos pajes o reyes de poca monta que se colocaban en la puerta de algunos establecimientos o en la plaza del Rey y era también la cabalgata, la noche de reyes y el día después, ese día, único, en el que , muy nerviosos, disponíamos de todos los juguetes; unos juguetes que inmediatamente arrumbábamos o que, con sigilo, arrumbaban nuestros padres ante el inminente regreso a la escuela. Si , la Navidad es para mi, cada año, el rescate de un recuerdo, un recuerdo asociado a mi años de infancia que me hace volver a un San Fernando ido que sin embargo hago presente en mi vida cuado se aproximan estas fechas. Recordar, queridos amigos,

viene de re-cordis, volver a pasar por el

corazón lo que en el corazón estuvo. Recordar es también como escribió Rafael Alberti, el retorno de lo vivo lejano. Pero recordar es, sobre todo,

9 como decía Ortega y Gasset ese paso atrás que hay que dar para tomar impulso hacia delante. Al recordar, en estos días, mi navidad en San Fernando traigo a mi corazón, traigo a mi vivir próximo, a todos aquellos maravillosos seres que formaron parte de mi vida, traigo su paisaje y su sentir y los proyecto sobre mi vida presente para que sigan impulsando mi futuro con todo el amor, la ilusión y la magia que en su día supieron transmitirme. Este es queridos amigos el sentido y el significado último de este primer rescate que cada año intento en Navidad: hacer de mi recuerdo impulso y no nostalgia, hacer de mis recuerdos en San Fernando y en Navidad un poderoso viento de futuro y no una vieja foto del pasado

Pero les decía al comienzo de este discurso que la navidad es también para mí el rescate de una identidad. La identidad constituye, sin duda, uno de los rasgos fundamentales sobre los que va a gravitar la historia y la vida en el siglo XXI. La identidad esta relacionada con el conjunto de creencias, convicciones y sentimientos con los que el ser humano identifica su presencia y su vivencia en el mundo. Por eso la perdida de la identidad o su suplantación genera tensiones personales y sociales de gran calado. No es por supuesto la identidad algo inmóvil que mantener en una burbuja. Es al contrario un proceso sumatorio, unido a la lentitud y la asimilación, que es prioritario defender so pena de caer en el precipicio del desarraigo o lo que es peor del sometimiento a otras identidades.

10 Permitidme que os comente algunos rasgos de esa identidad que rescato cada año en estas fechas y que dan profundidad y sentido a mí forma ser y estar en la historia y que creo lo dan también al conjunto de nuestra sociedad. Se trata de una identidad telúrica, artística y de ideas que esta sustentada en la cultura occidental; algo de lo que hoy parece no querer hablarse y que sin embargo constituye para mi uno de los mayores logros del ser humano en su ya viejo transitar sobre la tierra. Una identidad que se manifiesta en lo que llega a nuestro cerebro a través de los sentidos – lo que entra por el gusto, la vista, el oído, el olfato o el tacto y que se manifiesta también en lo que nuestro cerebro elabora cuando pone en contacto esas distintas sensaciones que recibimos con la tradición y el conocimiento adquiridos por el aprendizaje y la experiencia. Cuenta Federico García Lorca que el alfajor, la torta Alajú o el mantecado de Laujar dicen tanto de Granada como el alicatado o el arco morisco. Mientras que una catedral, añade permanece anclada en su época sin poder dan un paso hacia adelante, una canción -un alimento- puede saltar de una época a otra para estar tan presente en nuestro vivir diario como en su día lo estuvo en la vida de nuestros antepasados. La tortas de navidad, el turrón, los polvorones y mantecados traen a nuestro paladar y nuestro olfato sabores y aromas que evocan una cultura del aceite, de la harina, de la manteca de cerdo, la almendra o la canela que nuestros antepasados tuvieron la inteligencia de sumar sin exclusiones y que hoy atravesando los años y los siglos podemos disfrutar en nuestras mesas.

11 Igual sucede con el pavo, que Hernán Cortes trajo de Méjico en el primer tercio del siglo XVI y que se ha convertido en uno de los manjares mas universales de la cocina y la navidad de occidente. Y algo semejante ocurre, por ejemplo, con la música que desde los anónimos villancicos populares nacidos en la edad Media hasta obras tan señaladas como el Mesías de Haendel, la opera “Noche de Navidad” de Rimski-Korsakov, el himno Adeste Fideles -atribuido al rey Joao IV de Portugal- o canciones como Noche de paz o Jingle bells , difundidas profusamente a través del cine y la televisión , nos evocan un mundo sonoro, un contexto de notas musicales y de voces, nosotros,

cultural

y

afectivamente,

nos

sentimos

al que todos profundamente

vinculados. La iconografía de la navidad nos lleva a imágenes que vimos por primera vez en los antiguos libros del bachillerato o en reproducciones de cuadros, en estampas y almanaques y que, ya de mayores, hemos podido contemplar en los Uffizi de Florencia, en el museo del Prado o en la ciudad de Toledo. Se trata, por ejemplo, de la “Sagrada Familia” de artistas como Miguel Angel, el Greco o Goya o de “La adoración de los Magos” de pintores como El Bosco, Rubens o Velázquez.

Son parte

también de esa iconografía las figuras del nacimiento – de barro cocido unas o de exquisita artesanía otras- que nos evocan un mundo rural ya desaparecido pero con el que nos identificamos fácilmente tras siglos y siglos de vinculación al campo y sus labores. Son asimismo estas figuras y estos nacimientos los que nos evocan el fecundo intercambio de

12 España con Italia, de donde llego la tradición belenística, tras siglos y siglos de pugna, convivencia y creatividad compartida.

La literatura, y más recientemente el cine, ha construido también la iconografía imaginativa y argumental de nuestras navidades. Son a veces cuentos como los de la Pardo Bazan, Galdós, Pereda , Pedro Antonio de Alarcón, Andersen o Ray Bradbury, relatos o novelas como los de Dickens, Dostoievsky, Carmen Martín Gaite o el mismo Truman Capote, poemas como los de San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Amado Nervo o películas como “que bello es vivir” o “ blancas navidades” de Frank Capra

y Michael Curtiz.

Con ellos, con sus

historias, con sus versos, con sus secuencias, hemos ido decorando durante generaciones nuestras navidades y hemos ido esculpiendo un friso sin cuyos relieves difícilmente podríamos siquiera imaginarlas y reconocerlas.

Y junto al alimento, la música, la pintura, los libros y el cine llego también a nuestra sociedad, con sacrificio, lucha y a veces sangre, la libertad , la igualdad de derechos y deberes, la protección y el bienestar social, la critica y la tolerancia. Esa es queridos amigos la identidad que culturalmente nos caracteriza y a la que muy esquemáticamente he hecho alusión tomando como referencia algunos simples signos externos que la navidad nos ofrece.

13 La navidad viene a ser como una lente que, como si de un microscopio se tratase, aumenta nuestra percepción y nuestro sentido de identidad. Por eso la Navidad significa también para mi el recate de esa identidad, la constatación de una forma de ser y estar en el mundo y en la historia. Una identidad que fueron labrando nuestros antepasados con amor, sacrificio, creatividad y lucha, una identidad de la que me honro y de la que no pienso abdicar en modo alguno. La navidad ayuda por tanto, y lo hace de un modo extraordinario, a concentrar simbólicamente nuestra identidad, a amplificarla y a mostrarla. Ese es también para mi su sentido y su significado y esa la causa de este segundo rescate que intento cada año por navidad, un rescate que me sirve para regar mis raíces, para asentar mi identidad cultural y afectiva y, sobre todo, para tomar conciencia de que sin ella no podría ser el que soy ni como persona, ni como isleño, ni como español, ni como europeo ni como ser humano sobre la tierra.

Les decía al comienzo de esta intervención que la navidad supone también para mí el rescate de una posibilidad. Cuenta Gabriel García Márquez que los seres humanos no nacemos para siempre el día en que nuestras madres nos alumbran, sino que la vida nos obliga a parirnos a nosotros mismos una y otra vez. La navidad es el regalo que cada año nos proporciona el calendario para renacer, para parirnos a algo nuevo, para intentar ser y hacer lo que nunca hemos sido o hemos hecho o, acaso, lo que hemos sido o hemos hecho de un modo insuficiente.

14 El origen de este empezar de nuevo, de este renacer, está en las antiguas culturas y en los mitos según nos cuenta el antropólogo James Frazer en su clásico libro “la rama dorada”. El 25 de Diciembre se celebraba el nacimiento del sol y se celebraba por las culturas paganas haciendo luminarias como símbolo de un renacer a la luz que el sol proporcionaba La celebración el 25 de Diciembre de la natividad del Señor, fue instituida por la iglesia en el siglo IV y desde entonces esta presente en la vida del occidente y el oriente cristiano. La fiesta es la celebración de un nacimiento, es también la posibilidad de un renacer, de un abordar la vida con un nuevo propósito. Cuando San Agustín exhorta a los cristianos a celebrar no el nacimiento del sol sino el del que hizo el sol, está enlazando la antigua historia humana con la nueva aportación cristiana pero está haciendo algo mas, esta dando un carácter “divino”, digámoslo así entre comillas, a esa necesidad ancestral de los seres humanos que es huir del destino y atreverse a surcar un nuevo rumbo. Las costumbres de estas fechas están llenas de estos propósitos de cambio: quemar un muñeco hecho de ropa vieja o un mueble viejo en el hogar, tirar un mueble por la ventana como hacen en Italia, poner las maletas en la puerta de la casa para buscar nuevos horizontes o poner, por ejemplo, dinero en los zapatos para augurar un buen futuro. Y en lo que a propósitos personales se refiere quien no se ha propuesto en estas fechas aprender finalmente inglés, hacer ejercicio, perder peso, dejar de fumar o ser más agradable con nuestros vecinos. El periódico Newsday de Nueva York

cifraba hace unos años en un 23% el número de

15 americanos que, coincidiendo con el cambio de año, querían aprender un idioma. En Europa la cifra es aún mucho más alta. Si en esa ventana universal que es Google escribimos “propósitos de año nuevo” aparecen casi 4 millones de entradas. Pues bien de la anécdota a la categoría. Lo importante de lo que acabo de decir es que la Navidad representa y significa también para mí y pienso que para muchos de nosotros, un aldabonazo anual al conformismo y la rutina con la que solemos acompañar la vida. En mí libro Manual de reflexiones urgentes he escrito que la falta de nuevos propósitos nos conduce inexorablemente al aburrimiento y al tedio. La Navidad nos ayuda cada año, precisamente, a rescatar la posibilidad de un cambio para nuestro vivir futuro. Sencillo, modesto o egregio el cambio va a depender de nuestra imaginación, de nuestra ambición y, sobre todo, de nuestra voluntad. Permítanme para finalizar proponerles esta mañana soleada, transito entre el otoño y el invierno isleño, el propósito que oí un día a José Saramago en un acto que tuvo lugar en el paraninfo de la universidad de Granada. Quiero ser, decía el Nobel portugués, el que yo podría ser si lo intentase. No se me ocurre desearles mejor propósito de cambio para este año nuevo de 2010, tan simbólico en la historia de nuestra tierra. Y no solo para todos ustedes, que tan amablemente han seguido este discurso, sino también y, por supuesto, para nuestro querido San Fernando, tan vivo en mi en la distancia y tan presente en mi en la memoria. Que San Fernando sea en el futuro, lo que San Fernando podría ser si lo intentase

16 Queridos amigos Llega el día después de Reyes, se guardan los juguetes, acaso se toma un purgante, la gran lente de la navidad se cierra

y ya solo queda

esperar. Muy pronto, al menos antiguamente, los niños comenzábamos a recortar papelillos para a el carnaval, muy pronto comienzan también a oírse los ensayos de las chirigotas y de las bandas de cornetas y tambores que anuncian la Semana Santa. Y entonces, cuando esta finalmente llegue, se abrirá otra nueva lente para amplificar el mundo, pero esa, queridos amigos, es ya otra historia, otra historia que, con la generosidad y la paciencia de todos ustedes, quizá me atreva contarles otro día Muchas gracias.

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