Expansión agrícola y desarrollo económico: Una visión a través de la globalización

Expansión agrícola y desarrollo económico: Una visión a través de la globalización Prabhu Pingali Director de la Dirección de Economía Agrícola y del

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Expansión agrícola y desarrollo económico: Una visión a través de la globalización

Prabhu Pingali Director de la Dirección de Economía Agrícola y del Desarrollo de la FAO. Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Viale delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia. [email protected]

Discurso presidencial del XXVI Consejo de la Asociación Internacional de Economistas Agrícolas, Costa Dorada, Australia Del 12 al 18 de agosto de 2006

Copyright 2006 de la FAO. Todos los derechos reservados. Los lectores pueden realizar copias verbatim de este documento con propósito no comercial. Todas las copias deberán contener este copyright.

Expansión agrícola y desarrollo económico: Una visión a través de la globalización Prabhu Pingali1 Este documento revisa la teoría de que la expansión agrícola contribuye al desarrollo económico global y se pregunta si esta relación continúa existiendo en un mundo cada vez más globalizado. Esta propuesta cuenta con un abrumador respaldo empírico, de hecho, es difícil encontrar excepciones, excluyendo algunas ciudades-estado en las que el desarrollo de su economía sostenible no ha sido precedido por un fuerte crecimiento de la agricultura. Sin embargo, existen un gran número de países que no han vivido una expansión agrícola ni un desarrollo económico. Incluso en aquellos países en los que el crecimiento de la agricultura ha sido de gran relevancia, existen grandes diferencias entre las distintas regiones. Este documento evalúa los factores que fuerzan o que contribuyen al proceso de transformación de la agricultura. ¿El proceso de globalización y los consecuentes cambios en los sistemas agroalimentarios ofrecerán nuevas posibilidades de expansión guiada de la agricultura o contribuirán a la marginación de los países, regiones y grupos excluidos? Los factores que contribuyen a esta exclusión se analizan tanto en términos de fuerzas de globalización como en términos de carencias de política interior y del gobierno. Se analizan las intervenciones políticas que pretenden reducir los costes de la transición a un sistema globalizado de agricultura, incluyendo protecciones para aquellos que se queden atrás.

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Discurso presidencial del XXVI Consejo de la Asociación Internacional de Economistas Agrícolas. Costa

Dorada, Australia. Del 12 al 18 de agosto de 2006.

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Expansión agrícola y desarrollo económico Los economistas del desarrollo, en general, y los economistas agrícolas, en particular, se han centrado durante mucho tiempo en cómo puede contribuir, en mayor medida, la agricultura al crecimiento económico y a la modernización mundial. Muchos de los primeros analistas (Rosenstein-Rodan, 1943; Lewis, 1954; Scitovsky, 1954; Hirschman, 1958; Jorgenson, 1961; Fei y Ranis, 1961) realzaron la agricultura por su abundancia de recursos y su habilidad para transferir excedentes a un sector más relevante: la industria. El enfoque convencional acerca del papel que desempeña la agricultura en el desarrollo se concentró en los importantes vínculos de mercado de la agricultura que son: proporcionar trabajo para la mano de obra industrial urbana; producir alimentos para poblaciones en expansión con ingresos más altos; proporcionar capital para invertir en industria; ampliar mercados para la producción industrial; proporcionar ingresos de la exportación para pagar los bienes capitales importados, y producir materias primas para las industrias de tratamiento agrícola (Johnston y Mellor, 1961; Ranis et al., 1990; Delgado et al., 1994; Timmer, 2002). Existen importantes razones por las que estas primeras teorías se centraron en el papel económico de la agricultura como una vía de dirección única para el flujo de recursos hacia el sector industrial y los centros urbanos. En las sociedades agrícolas con escasas posibilidades de comercio, la mayor parte de los medios se destinan al aprovisionamiento de alimentos. A medida que aumentan los ingresos de un país, la demanda de alimentos crece más lentamente que la de otros bienes y servicios. Como resultado, el valor añadido del trabajo realizado en las plantaciones agrícolas, la tierra y el capital como parte del valor bruto de la producción agrícola descienden poco a poco. El incremento del uso de materias intermedias adquiridas y de servicios al margen de la actividad agrícola contribuyen al relativo declive de la producción del sector agrícola en términos de Producto Interior Bruto (en adelante, PIB) y empleo global (Timmer, 1988, 1997; Pingali, 1997). El rápido crecimiento de la productividad agrícola es un requisito para que los vínculos de mercado sean beneficiosos para ambas partes. El aumento de la productividad resultante de la investigación y desarrollo agrícola ha tenido un gran impacto en el suministro y en los precios de los alimentos, además del consecuente impacto positivo en la seguridad alimentaria y en la reducción de la pobreza (Hayami y Herdt, 1977; Pinstrup-Andersen et al., 1976; Binswanger, 1980; Hazell y Haggblade, 1993). “Dado que gran parte de los ingresos de los pobres se destina a la alimentación, los efectos de los cambios que la investigación produce en su abastecimiento tienen una mayor repercusión nutricional, especialmente, si dichos cambios resultan o son consecuencia de la tecnología enfocada a los productores más pobres.” (Alston et al., 1995, p. 85).

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La expansión de la producción agrícola también desencadena la generación de vínculos no mercantiles entre el sector agrícola y el resto de la economía. Entre ellos se encuentran las contribuciones indirectas de un sector agrícola vital o de máxima importancia para la seguridad alimenticia, la reducción de la pobreza y la protección, amortiguación y abastecimiento de servicios ambientales (FAO, 2004a). Mientras que las contribuciones agrícolas directas y privadas a los agricultores son tangibles, fáciles de comprender y de cuantificar, sus numerosos beneficios indirectos suelen pasar desapercibidos al evaluar las tasas de rendimiento. Al ignorar la gran cantidad de contribuciones económicas y sociales de la agricultura, se subestiman los datos de inversión en el sector (Valdés y Foster, 2005). Existen considerables evidencias empíricas sobre la relación positiva entre la expansión agrícola y el desarrollo económico (véase Valdés y Foster, 2005). La transformación de la agricultura, debida a un cambio tecnológico, desde sus raíces tradicionales de subsistencia a un sector agrícola moderno e industrializado, constituye un fenómeno que se puede observar en los países desarrollados. No obstante, existen también un gran número de países que se han quedado estancados en el proceso de transformación o que tienen que intensificar la actividad agrícola; casi siempre se trata de países clasificados entre los menos desarrollados. Incluso en países que están bien encaminados hacia la transformación agrícola, existen importantes diferencias entre las distintas regiones (por ejemplo, en la India oriental). He aquí algunos de los motivos del débil desarrollo de su agricultura: i) La escasa y rígida demanda de producción agrícola debida a la baja densidad de población y las pobres condiciones de acceso al mercado. ii) Escasez de buenas inversiones públicas en las áreas rurales. iii) Carencia de tecnología de investigación y desarrollo para las materias primas y los medios importantes para los más pobres. iv) Abundancia de medios agrícolas restringidos por las condiciones climáticas y agrarias. v) Barreras institucionales que limitan el aumento de la productividad. ¿Cambiará algo la globalización? ¿La integración en el mercado y el aumento de la interconexión mundial limitará o impedirá el proceso de transformación agrícola en los países que han tenido éxito utilizando la agricultura como su motor de crecimiento económico? ¿Y aquellos países que se encuentran a la cola del proceso de transformación...? Este documento pretende dar respuesta a estas preguntas.

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La globalización y la transformación de los sistemas alimenticios La globalización ha tenido como consecuencia el rápido crecimiento del comercio internacional, la internacionalización de la producción por parte de compañías multinacionales y el descenso de los gastos en información y comunicación. Los beneficios potenciales del mercado de la agricultura radican en tres factores: el primero de estos factores proviene de la posibilidad de aumentar la participación directa de la agricultura en la competitividad del mercado internacional, la habilidad de acceder a los mercados mundiales y especializarse en áreas de ventajas comparativas podría aportar grandes ingresos al sector; el segundo radica en los efectos indirectos del aumento del comercio internacional en el crecimiento de los sectores no agrícolas, cambiando la demanda nacional de bienes agrícolas de forma cuantitativa y cualitativa (Pingali y Khwaja, 2004). Y, respecto al tercer factor, podemos decir que una consecuencia de la globalización que no se suele reconocer es el cambio en la forma de vida, incluyendo dietas, especialmente en la clase media urbana, como resultado del aumento de la interconexión global a través de los viajes y los medios de comunicación. El cambio en la dieta se caracteriza por su diversidad, conveniencia y por romper con la tradición. Los consumidores en general, especialmente en los centros urbanos, están más expuestos a los alimentos no tradicionales como resultado de su acceso a los almacenes de venta al por menor y de las campañas de publicidad (Reardon, Timmer et al., 2003). Los grandes mercados urbanos crean la base para que se establezcan grandes cadenas de supermercados, además de atraer capital extranjero y publicidad de compañías de todo el mundo. Los alimentos no tradicionales son más accesibles como resultado de la liberalización del mercado y la reducción de los gastos de transporte y comunicación (Chopra, Galbraith y Darnton-Hill, 2002). Además, a medida que la mujer entra en el mercado laboral, se espera un aumento en el consumo de alimentos preparados, alimentos precocinados o que acorten la preparación de los platos tradicionales (Regmi y Dyck, 2001). Los comercios de alimentación en los países en vías de desarrollo están sufriendo profundos cambios agilizados por la rápida urbanización; la diversificación de la dieta; la integración mercantil, y la liberalización de la inversión extranjera directa en el sector alimenticio. Los cambios más habituales son: el aumento de la importación de alimentos, la integración vertical de la cadena de abastecimiento alimentario, y la comercialización y diversificación de los sistemas de producción nacionales. Aumento de la importación de alimentos

Los estudios de la FAO sobre la agricultura entre los años 2015 y 2030 indican que continuará

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la tendencia del mercado internacional de productos alimentarios a transformar exportadores netos de materias primas alimentarias en importadores netos, fenómeno que ya han experimentado los países en vías de desarrollo (FAO, 2002). Entre 1961 y 1963, los países en vías de desarrollo tenían un excedente del comercio agrícola de 6.700 millones de dólares, pero esta cantidad disminuyó gradualmente, de modo que, a finales de la década de los noventa, en términos generales, el comercio estaba equilibrado, tenía excedentes y su déficit se reducía periódicamente. En el caso de los países menos desarrollados, el déficit es mucho más pronunciado y, a finales de la década de los noventa, la importación de productos agrícolas superaba el doble de la exportación (FAO, 2004b). El pronóstico para 2030 sugiere que el déficit del mercado agrícola de los países en vías de desarrollo se ampliará considerablemente, alcanzando un importe neto total de 31 mil millones de dólares estadounidenses (FAO, 2002). Las importaciones netas de las principales materias primas que escasean en los países en vías de desarrollo (principalmente cereal y ganado) continuarán aumentando rápidamente. En cambio se espera que el excedente comercial neto en las exportaciones de agricultura tradicional (como bebidas tropicales, plátanos, azúcar, aceites vegetales y semillas oleaginosas) aumente más lentamente o disminuya (FAO, 2002). Durante las últimas tres décadas, la proporción de la importación bruta de alimentos en el PIB aumentó hasta superar el doble de su valor en un país medio en vías de desarrollo. Este aumento fue mucho más pronunciado en los países menos desarrollados, donde el valor de las importaciones de alimentos aumentó del 1% al 4% de PIB (FAO, 2004b). Durante los últimos treinta años, los países más vulnerables en cuanto a seguridad alimenticia, es decir, los menos desarrollados, han destinado, de media, una parte cada vez mayor de sus limitados ingresos en divisas extranjeras para la importación de alimentos (FAO, 2004b). El aumento de la importación de cereales y productos ganaderos por parte de los países en vías de desarrollo se debe al aumento de la demanda combinada con la baja competitividad de su agricultura nacional, aunque el peso de estos factores varía en función del país. La escasa competencia es, a menudo, resultado de una movilización insuficiente de recursos para realzar la competencia de las comunidades rurales pobres; el uso sostenible de los recursos naturales; la provisión de la infraestructura del mercado, y la investigación. El aumento de la importación de alimentos es, además, el resultado de la entrada de alimentos a precios más bajos procedentes de la agricultura subsidiaria de los países desarrollados. La rápida urbanización, especialmente el aumento de las grandes ciudades en la costa, ha añadido competitividad a la importación de alimentos y transporte de estos desde el interior del país. En lo referente a exportaciones agrícolas, los mercados de exportación tradicionales están, por lo general, saturados, pero existe la posibilidad de conseguir importantes ganancias

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ayudando al desarrollo de países si el tratamiento y la mercadotecnia de productos tropicales de valor añadido se lleva de los países consumidores a los países productores (FAO 2004b). Sin embargo, la falta de capacidad por parte de los exportadores y la subida de los aranceles en los países importadores contribuyen a la pérdida de los ingresos potenciales de la exportación. Las limitaciones son especialmente notables en los mercados cuyo acceso depende de unas medidas sanitarias y fitosanitarias cada vez más estrictas. Se ha dicho mucho acerca de que los países en vías de desarrollo responden a los mercados especializados, pero se trata de mercados pequeños, muy variables y sujetos a los caprichos de la cambiante demanda del consumidor.

La integración vertical de la cadena de abastecimiento alimentario

El cambio en la demanda urbana de alimentos ha ido acompañado, casi simultáneamente, por la consolidación de la venta al por menor. El resultado es un impresionante aumento en el volumen de mercadotecnia de los alimentos que manejan los supermercados, además de importantes cambios en la organización y las instituciones de la cadena de marketing (Dolan y Humphrey, 2001). Dichos cambios incluyen el establecimiento de estándares particulares para la calidad y la seguridad de los alimentos y la adopción de contratos entre compradores y vendedores en varios puntos de la cadena de marketing de los alimentos.2 La subcontratación de productos con la calidad y los rasgos especificados previamente parece proliferar como forma de interacción entre las cadenas alimenticias de venta al por menor y los productores. Si las regiones donde la venta al por menor en supermercados está más extendida (como en Latinoamérica), son precursoras de lo que ocurrirá en el resto del mundo: los supermercados y la distribución a gran escala dominarán progresivamente la cadena de marketing de los alimentos en las áreas urbanas. Las cadenas de abastecimiento que están integradas verticalmente se han centrado en el mercado de exportación. Existen numerosos ejemplos de sistemas integrados de abastecimiento alimentario que se dirigen desde la explotación agrícola hasta el plato del consumidor (Reardon y Berdegué, 2002a; Reardon et al., 2002, 2003). Sin embargo, la concentración del mercado alimentario en manos de unos cuantos minoristas y una larga lista de intermediarios comerciales amenaza la existencia de los pequeños comerciantes, los pequeños negocios, los puntos de venta de alimentos y las tiendas de barrio. En cuanto a la producción, estas tendencias pueden significar la desaparición gradual de los pequeños propietarios, que no pueden alcanzar los estándares particulares de salubridad y seguridad fijados por los grandes minoristas y los grandes compradores, al igual que las tiendas de barrio y los puntos de venta al por mayor (Dolan y Humphrey, 2001; Reardon y Berdegué, 2

Véase Reardon y Berdegué (2002a) y Reardon et al. (2002, 2003) para obtener una información más

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exhaustiva de los temas relacionados con la proliferación de los supermercados.

2002b). Las perspectivas de futuro de los pequeños propietarios agrícolas se discuten en la siguiente sección. Cambio de sistemas de producción agrícola

En este campo se tratan cinco aspectos. En primer lugar, se espera un aumento de la orientación comercial de los sistemas de producción debido, entre otros motivos, al rápido incremento de la demanda alimentaria, que ha cambiado los patrones de consumo, y a la creciente integración de mercados nacionales e internacionales de productos agrícolas. Algunos de los cambios resultantes incluyen explotaciones agrícolas más grandes, una dependencia reducida de factores de producción no adquiridos y un aumento de la especialización en los sistemas agrícolas. A pesar de que la rapidez de esta transformación varía sustancialmente entre países, todos siguen el mismo camino (Pingali, 1997). A medida que crecen las economías, los datos de los sistemas de producción intensiva, que requiere mucho trabajo por parte de los agricultores, son, en general, más bajos que los de aquellos sistemas que dependen exclusivamente de los factores de producción adquiridos. El esperado aumento de tamaño de las explotaciones agrícolas provoca la reducción de la capacidad de los propietarios para suministrar las cantidades adecuadas de factores de producción no adquiridos. Las principales actividades para las que se usan factores de producción no adquiridos en las sociedades de subsistencia son la energía (mano de obra), el mantenimiento de la fertilidad del suelo y el cuidado del cultivo. Con el aumento de los costes de sustitución, el trabajo familiar se utilizará más para la gestión y supervisión de la explotación que como mano de obra. Las decisiones que se adoptan sobre temas agrícolas dependen cada vez más del mercado nacional e internacional que de las prácticas tradicionales. Mientras que a nivel regional y subregional se observa una tendencia a la diversificación del cultivo de cereales frente a los sistemas de monocultivo, en las explotaciones agrícolas individuales se tiende más a la especialización. En China, por ejemplo, la producción de ganado era, tradicionalmente, una actividad complementaria a las explotaciones agrícolas. Sin embargo, en la actualidad, cada vez más explotaciones se especializan en la ganadería. Los explotadores chinos especializados en ganadería han acabado siendo el 15% de la producción nacional de ganado en 2000 (Fuller, Tuan, y Wailes). En segundo lugar, en el proceso de comercialización, se observa un rápido aumento de las escalas de producción, especialmente en el sector ganadero, como intento de abastecer a los mercados emergentes de carne, leche y huevos. Tanto los análisis generales como el estudio de los casos concretos de cada país (llevados a cabo por la FAO en Brasil, India,

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Tailandia y Filipinas) confirman que el avance de la tecnología aplicada a la cría y a la alimentación parece ser vital para la producción aviar mundial y es probable que, con el tiempo, ocurra lo mismo con el ganado porcino. Gran parte de esta tecnología parece ser transferible, pero sólo en operaciones a una escala relativamente grande, al menos para la producción aviar. Por ello, se cree que la tecnología, por sí misma, constituye un factor principal del paso al sector ganadero por parte de los pequeños explotadores. En condiciones iguales, los productores a pequeña escala obtienen menos beneficios económicos por unidad de producción que los productores a gran escala. Esto indica que, a no ser que se haga algo por evitarlo, los productores a pequeña escala acabarán siendo sustituidos por los productores a gran escala al no poder competir con ellos, teniendo en cuenta que los mejores productores serán los que incrementen su mercado (De Haen et al., 2003). En tercer lugar, la relación negativa entre el tamaño de la explotación agrícola y la productividad puede dejar de existir a medida que los sistemas agrícolas se integran verticalmente. Existe un gran número de obras que prueban la eficiencia de la producción de las pequeñas explotaciones (para más información, véase Eastwood et al. 2005). Por tanto, las pequeñas explotaciones tienden a ser más productivas que las grandes explotaciones agrícolas cuando logran superar ciertas limitaciones. El motivo más destacado para estos altos niveles de eficiencia es la alta productividad del trabajo agrícola familiar y los bajos costes en supervisión en comparación con las grandes explotaciones. Sin embargo, a menudo, esta eficiencia radica en el cultivo intensivo tradicional de cereales en el que el coste de sustitución del trabajo familiar es bajo. Es poco probable que las pequeñas explotaciones agrícolas puedan mantener esta ventaja en un sistema vertical integrado de abastecimiento alimentario debido a los costes de transacción que implica. Además, el aumento de salarios y la disminución de la importancia de los sistemas tradicionales reducen las ventajas de los pequeños explotadores. En cuarto lugar, con el aumento de la integración de los mercados alimentarios mundiales, cabe esperar la reducción de la competitividad de los terrenos poco rentables. La baja rentabilidad podría ser una consecuencia de la lejanía de las zonas de demanda, como las grandes ciudades, o de condiciones agrarias y climáticas inadecuadas, tales como entornos propensos a la sequía. La integración mundial de los mercados alimentarios posibilita, especialmente en las ciudades costeras, una importación de alimentos más barata que si se importasen del interior. Además, la baja productividad y la falta de tecnología de los terrenos poco rentables dificultan su competición en el mercado con aquellos entornos más adecuados para la agricultura. En quinto lugar, supone un gran reto preservar los recursos naturales. Las políticas para fomentar la seguridad alimentaria que promueven los sistemas intensivos de producción

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agrícola, como los sistemas asiáticos de irrigación para el cultivo del arroz, han tenido importantes costes medioambientales y, por tanto, una productividad limitada. El problema no fue la intensificación en sí misma, sino los limitados incentivos para que los agricultores utilizasen, de forma sensata y eficiente, elementos de producción como fertilizantes, pesticidas y agua (Pingali, 1998). Además, los gastos asociados con la pérdida de bienes y servicios ambientales no se reflejaron en los precios de los factores de producción y del producto. La intensificación y el crecimiento de la cosecha se ven limitadas por la fisiología de las plantas, pero, también, por el estrés ambiental asociado con el tipo de cultivo seleccionado, el uso inadecuado de los elementos de producción y la mala gestión (Pingali et al., 1997; Murgai et al., 2001). En el África subsahariana, especialmente en los cultivos intensivos de maíz, también se pueden hallar ejemplos de que la intensificación agrícola produce una degradación de los recursos del entorno (Dixon et al., 2001). El aumento del coste de sustitución del trabajo puede llevar al aumento del uso de herbicidas como sustituto del deshierbe manual en los sistemas de los cultivos básicos. Además, en los lugares en que los derechos de la propiedad no están claramente establecidos, la producción de los cultivos de mayor valor en zonas geográficamente elevadas conlleva un mayor riesgo de erosión y degradación del suelo. ¿Implicará el aumento de la liberación del mercado una mejora de los incentivos para un uso sostenible de los recursos? Sí, en la medida en que la integración a los mercados internacionales aumenta la presión y la necesidad de tener en consideración los valores ambientales en la gestión de los recursos naturales y, siempre que las reformas de la política interior, especialmente la supresión de subvenciones para elementos de producción, impliquen un uso más eficiente de los elementos de producción. Además, la necesidad de reducir los costes del producto para favorecer la competitividad de la agricultura nacional contribuye a que se realice un uso eficiente de los elementos de producción. Esta lucha por mantener la competitividad podría contribuir a la sostenibilidad del entorno. Sin embargo, la mejora de las tecnologías requiere un profundo conocimiento de la materia y mucho tiempo, por lo que, en las economías de rápido crecimiento, el aumento del coste de sustitución del trabajo podría jugar en contra de su implantación. Finalmente, mientras que, en todo el mundo, el rápido crecimiento de la economía disminuye la población del sector agrícola, el hecho de que las tierras poco rentables de la agricultura de baja productividad queden exentas de esta actividad económica, puede contribuir a aumentar el abastecimiento de los servicios del ecosistema, tales como la eliminación del carbono y la conservación de la biodiversidad (Lipper et al., 2006).

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Impactos de la globalización en el sector agrícola

El hecho de que los países, las regiones de cada país y las sociedades, en particular, ganen o pierdan en el proceso de la globalización depende de la fase en la que se encuentren en el proceso de transformación agrícola y de hasta qué punto puedan adaptarse. Existen tres categorías de países: los que se encuentran a la cola del proceso de transformación agrícola, los que están en el proceso de modernización agrícola y los que se encuentran a la cabeza del proceso de transformación. Países a la cola del proceso de transformación agrícola

Los países que pertenecen a esta categoría tienen, invariablemente, una renta baja, son los países menos desarrollados y la mayoría de ellos se encuentran en el África subsahariana. La mayor parte están en la mitad inferior del Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Se considera que sus posibilidades de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducir el hambre y la pobreza son muy escasas. Básicamente, estos países pierden en el proceso de globalización porque sus sistemas agrícolas de baja productividad no pueden competir con el creciente mercado alimentario integrado mundial. A pesar de que algunos pueden beneficiarse de las exportaciones a mercados especializados, los volúmenes tienden a ser reducidos y variables. Además, sus predicciones para el mercado de alimentos básicos son cada vez más negativas (FAO, 2004b). Sus posibilidades de provocar un cambio en la agricultura están limitadas por obstáculos permanentes como la baja demanda, un entorno climático y agrario poco favorables y la escasez de instituciones. Igualmente, la historia de predisposición urbana en la política macroeconómica y en la inversión de los bienes públicos tiende a mermar los alicientes para fomentar el crecimiento de la productividad agrícola. La política de adaptación estructural de finales de la década de los ochenta y noventa ha corregido, en cierta manera, las objeciones macroeconómicas, incluyendo tipos de cambio sobrevalorados. Sin embargo, los prejuicios contra el sector rural, fruto de una discriminación histórica en la inversión de bienes públicos, no se han corregido. El fácil acceso a alimentos más baratos en el mercado mundial hace que sea poco probable que se produzcan futuras inversiones agrícolas masivas, especialmente cuando los centros urbanos se encuentran en las zonas costeras. Países en proceso de modernización agrícola

Los países que pertenecen a esta categoría han utilizado la agricultura como motor del crecimiento total con éxito y están experimentando una reducción constante de la agricultura en el PIB, así como su aportación a la población activa. El rápido crecimiento de las economías asiáticas y latinoamericanas, especialmente en el nivel medio de ingresos, los

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convierte en ejemplos de países que pertenecen a esta categoría. Las pequeñas explotaciones agrícolas lideraron el crecimiento de la producción de alimentos básicos, como arroz y trigo, y estuvieron a la cabeza del proceso de transformación agrícola. El aumento de la productividad del sector agrícola también ha estimulado el crecimiento de los demás sectores mediante vínculos bidireccionales. Estos países sufren los impactos de la globalización, tanto positivos como negativos. Debido a las inversiones en infraestructuras rurales, a la tecnología creada para mejorar la productividad, así como a las instituciones de mercado, estas sociedades se ven más influenciadas por las variaciones del mercado mundial. La globalización y la integración del mercado han conducido tanto a un ascenso de la competitividad en el sector de los alimentos básicos como a una diversificación de dichos alimentos básicos. La reducción del coste del producto gracias a una mayor eficacia es el principal medio de los sistemas de alimentos básicos para mantener su competitividad. Por ejemplo, el cambio a la agricultura de conservación redujo los costes de producción un 30% por tonelada de trigo y soja en Argentina y Brasil (Ekboir, 2003). Al mismo tiempo, el sector de la alimentación básica se reorienta hacia el abastecimiento de las diversas dietas urbanas y hacia las exportaciones de valor elevado. Sin embargo, los datos de la diversificación dependen de las inversiones en las tecnologías utilizadas después de la cosecha para el tratamiento, la calidad y la seguridad de los alimentos. Los beneficios de una orientación mundial del sector agrícola pueden ser favorables para los pobres si la producción y las actividades después de la cosecha siguen requiriendo mucho trabajo. Sin embargo, también tiene aspectos negativos. Cabe destacar que existen grandes diferencias entre las distintas regiones, en términos de productividad agrícola y respuesta a las variaciones del mercado urbano y mundial, incluso entre países que van bien encaminados hacia la transformación agrícola. India oriental, el Este de China, y el Noroeste de Brasil son ejemplos de regiones que se han quedado atrás, aunque estos países hayan tenido un rápido proceso económico. En estas regiones todavía persisten niveles de pobreza e insalubridad alimenticia relativamente altos. Los entornos de producción marginal se enfrentan a un declive de la competitividad, siendo la emigración a las áreas urbanas o a regiones de mayor productividad agrícola (como el Punjabi) una de las pocas opciones viables para los pequeños agricultores y la población que no posee tierras. Las perspectivas de futuro de los pequeños explotadores agrícolas dependen de hasta qué punto la producción de alimentos básicos pueda seguir siendo competitiva y en qué medida puedan participar en el mercado de productos de valor elevado. Los pequeños explotadores, incluso en entornos con características adecuadas, pueden salir perdiendo en el proceso de integración a las cadenas de abastecimiento de productos caros que se sirven

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a los mercados nacionales e internacionales. Los pequeños agricultores se encuentran con una estructura del sistema alimentario cada vez más complicada, enfrentándose, de un lado, con un número cada vez más reducido de grandes compañías y minoristas alimentarios; del otro, con que, en lo que se refiere al abastecimiento de elementos de producción a los agricultores, las grandes compañías químicas y de semillas están creando sistemas patentados de abastecimiento de elementos de producción que son controlados por un número pequeño de empresas, como la compañía genética Monsanto-Dekalb/Delta & Pine Land, DuPont y Pioneer HiBred (Napier, 2001). Al toparse con esta estructura, los pequeños productores agrícolas se encuentran cada vez con más dificultades para negociar unos términos favorables de contrato. Por tanto, para los pequeños agricultores, el acceso al sistema alimentario de forma competitiva supone un problema, debido a las inversiones físicas que se necesitan para esta entrada, pero, también, por los costes de transacción asociados con el nuevo mercado agrícola (Pingali et al., 2006). El aumento de la nula relación entre el sistema moderno de alimentación, las redes sociales establecidas y las instituciones tradicionales tiende a elevar los gastos de la participación en el mercado. Los agricultores no entrarán en el mercado si el coste de su participación en él se ve sobrecargado con los gastos de realizar las transacciones (Sadoulet y de Janvry, 1995). Países al final del proceso de transformación

Son, en su mayoría, países con unos ingresos elevados y con una población rural relativamente pequeña. Su sector agrícola está muy integrado verticalmente, orientado a la comercialización y al mercado mundial. Para estos países, será un gran reto crear nuevas posibilidades de ingresos del sector rural mientras se liberaliza el mercado. En este contexto, los aspectos de la agricultura no relacionados con las materias primas, tales como la conservación de la biodiversidad, el turismo rural o la eliminación del carbono, constituyen posibles mercados emergentes. La preservación de las sociedades y paisajes rurales es importante, no sólo por razones políticas y nostálgicas, sino también económicas. De hecho, podría convertirse en una tendencia cada vez más importante en los países de renta media a medida que se acercan al final del proceso de transformación. La política nacional necesita crear un entorno adecuado para los mercados emergentes de servicios ambientales. El apoyo directo estatal a los aspectos de la agricultura no relacionados con las materias primas sólo sería necesario en caso de que el mercado entrase en crisis. Afortunadamente, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (en adelante, OCDE) poseen el capital necesario para afrontar esta subvención, en caso de que fuese necesario.

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Gestión pública para la transición agrícola El diseño de la política agrícola y alimentaria es mucho más complicado en un mundo globalizado de lo que era en las economías alimentarias relativamente cerradas. Mientras que el hambre y la pobreza crónicas siguen causando problemas en gran parte del mundo desarrollado, la globalización acarrea nuevos retos políticos tanto para los países en avanzado proceso de transformación agrícola como para los que se encuentran a la cola de este proceso. Se necesita rediseñar la agenda de la política tradicional para promover el crecimiento agrícola y el desarrollo económico y adaptarla a las nuevas realidades de una economía mundial cada vez más conectada entre sí. A continuación, se plasman algunas de las áreas de concentración y reorientación política. Énfasis continuado en promover la seguridad alimentaria y reducir la pobreza

Durante las últimas décadas, se han logrado importantes progresos en la reducción de la pobreza y el hambre. La FAO (2006) calcula que el objetivo contra el hambre (que figura entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio) de reducir a la mitad la desnutrición en 2015, se alcanzará a nivel mundial en todas las regiones excepto en el África Subsahariana. Los cálculos presuponen continuas inversiones altas de capital y un compromiso político para mejorar la seguridad alimentaria. Mientras las predicciones de reducción del hambre son alentadoras, la disminución del número total de personas hambrientas será mucho más lenta y su reducción a la mitad en todas las regiones del mundo para 2015 es un objetivo inalcanzable, excepto en el Este de Asia3. El “goteo” del aumento de ingresos provocado por la globalización puede, en cierta medida, ayudar a reducir la pobreza y la inseguridad alimentaria, pero no servirá si no se realizan esfuerzos coordinados y orientados a las poblaciones que más lo necesiten. Para aquellos países que se encuentran al principio del proceso de transformación, esta acción conjunta para fomentar la seguridad alimentaria, especialmente a través del aumento de la productividad agrícola, es crucial en su lucha por aumentar los ingresos y el desarrollo económico. Lo mismo ocurre con las regiones de baja productividad en países que se encuentran en el proceso de modernización agrícola. La reducción del hambre y de la pobreza requiere una propuesta de doble enfoque que combine intervenciones directas e inversiones sociales para encargarse de las necesidades inmediatas de los pobres y hambrientos (protección social, transferencias condicionales o incondicionales, mediación sanitaria y programas alimentarios y nutricionales); programas de 3

En la Cumbre Mundial sobre Alimentación de la FAO en 1996 y en la Cumbre del Milenio de 2002, la

comunidad internacional del desarrollo estableció una ambiciosa agenda para reducir el hambre y la pobreza. Los miembros de ambas cumbres fijaron objetivos para 2015 utilizando 1990 como punto de referencia. En la Cumbre del Milenio se acordó que uno de los objetivos incluye, a su vez, otras dos metas: reducir a la mitad la población desnutrida y la población sumida en la pobreza. El objetivo de la Cumbre Mundial sobre Alimentación

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es reducir a la mitad los datos de desnutrición en un periodo de 25 años. Este último, es un proyecto más ambicioso debido al aumento de la población en los países en vías de desarrollo.

desarrollo a largo plazo que fomenten la mejora de los sectores productivos (especialmente la agricultura y el desarrollo rural) y la creación de empleo, así como el aumento del valor de los recursos que poseen los pobres (físicos, humanos y financieros). La compenetración de las políticas e inversiones que se realizan para aumentar la productividad y la efectividad económica con aquellas que se encargan del sector social fomentan el éxito de ambas (Pingali et al., 2006). También se necesita la coherencia entre la política agrícola y de mercado para lograr un balance adecuado entre la importación de alimentos y el crecimiento de la productividad nacional. Algunos afirman que es fácil beneficiarse de los bajos precios de los alimentos mediante el comercio y las inversiones en la agricultura nacional (Sachs, 1997). Esta afirmación ignora la fuerte conexión histórica entre la producción nacional de alimentos y el consumo, debido a la dificultad y los gastos que suponen el transporte y la venta de los alimentos básicos en las áreas rurales, lejos de puertos y vías de transporte adecuados (Timmer, 2002). “Por razones tanto microeconómicas como macroeconómicas, ningún país ha logrado nunca un rápido proceso de crecimiento económico sin resolver primero el problema de seguridad alimentaria” (Timmer, 2002). El fomento de la seguridad alimentaria en las áreas rurales implica el incremento de la productividad de la agricultura en las pequeñas explotaciones. En primer lugar, la mejora del abastecimiento alimentario local contribuye a una nutrición adecuada en los hogares y, por tanto, a la mejora del trabajo. A largo plazo, esto implica un mayor crecimiento económico derivado del comercio. La promoción de un uso sostenible de los recursos naturales, el refuerzo de la infraestructura, la investigación y las comunicaciones rurales, que facilitan el funcionamiento de los mercados y fomentan las instituciones rurales, constituyen partes fundamentales de la estrategia. El crecimiento agrícola orientado hacia la productividad tiene un mayor impacto en las áreas rurales al reforzar las actividades no relacionadas con la agricultura, el empleo rural y los salarios. Por tanto, de esta manera, la sociedad, la región y el país se dirigen a una transformación agrícola. Reorientación de la investigación agrícola y las prioridades del desarrollo

El aprovechamiento de los mayores descubrimientos científicos y tecnológicos es crucial para dotar a la agricultura de las herramientas necesarias para enfrentarse a los retos de un sector cada vez más comercializado y globalizado. El principal objetivo de la investigación es generar nuevas tecnologías y aumentar la productividad y los ingresos de los agricultores. Los

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gobiernos tienen la difícil tarea de, por una parte, asegurar una continuada alimentación de calidad a las poblaciones en aumento; por otra, la misión de invertir en infraestructura e investigación para la diversificación de los principales alimentos básicos. En respuesta a las tendencias de diversificación, la investigación no debería cambiar de forma brusca y exclusiva de un grupo de materias primas a otro. La investigación debe proporcionar flexibilidad a los agricultores para elegir el cultivo y debe permitirles cambiar, de manera relativamente sencilla, de un tipo de cultivo a otro (Pingali y Rosegrant, 1995). Tanto la investigación de los cultivos específicos como la de los sistemas agrícolas debe proporcionar libertad en la selección del tipo de cultivo que eligen los agricultores. La investigación de un tipo específico de cultivo provoca un posible incremento de la cosecha, una reducción del tiempo de cultivo, una mayor calidad del producto y una mayor tolerancia a las plagas. La investigación del sistema agrícola incluye la gestión de la tierra, los sistemas de cultivo que permiten realizar cambios en el tipo de cosecha según los incentivos, así como un sistema de gestión del agua en la explotación agrícola que permita la adaptación a distintos tipos de cultivo según la estación del año. En este tipo de investigación, también es importante el estudio de los efectos de la gestión y los elementos de producción en las cosechas. Por ejemplo, el uso elevado de insecticidas y herbicidas, los efectos de la intensificación de la agricultura en el uso prolongado y exhaustivo del agua, la aparición y exterminación de plagas agrícolas en las cosechas, el rápido agotamiento de los micronutrientes del suelo o los cambios de la materia orgánica del suelo que pueden reducir, a largo plazo, la productividad en los sistemas de monocultivo de arroz (Pingali et al., 1997). La ciencia moderna puede, por tanto, ofrecer la posibilidad de aumentar la eficiencia de los elementos de producción para desarrollar sistemas de producción más sostenibles. La ciencia y la tecnología modernas también pueden ayudar a dar un empujón en la solución de antiguos problemas para la mejora de la cosecha, la variabilidad de la producción y la seguridad alimentaria en las poblaciones que viven en entornos de producción marginal. A pesar de que los beneficios reales y potenciales de la ciencia y la tecnología son evidentes, también es necesario considerar el hecho de que el desarrollo de la investigación y la tecnología son, cada vez más, de dominio privado. Claro ejemplo de ello es la biotecnología. La biotecnología promete un gran futuro, pero puede implicar nuevos riesgos. La mayor parte de los países, no tienen una base científica, política, económica o institucional adecuada para proporcionar las garantías necesarias para el desarrollo y la aplicación de la biotecnología y para cosechar todos sus posibles beneficios (FAO, 2004c). Igualmente, la evolución de la cadena alimenticia se ha visto influenciada enormemente por el sector privado, con claros beneficios en la calidad, la seguridad y la reducción de los precios de los alimentos. Sin embargo, también ha habido pérdidas, ya que algunas empresas y agricultores han

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quedado marginados. Los países a la cola del proceso de transformación agrícola han logrado muy pocos de los desarrollos mencionados anteriormente. En este caso, la cuestión es si existen soluciones técnicas y modelos financieros que puedan favorecer el compromiso de estos países y grupos marginados. Creación y preparación del entorno para la transformación de los pequeños agricultores

Los retos a los que se enfrentan los pequeños agricultores deberían verse en el contexto de las tendencias generales que influyen en la estructura de la producción agrícola. La transformación de las dietas y el aumento de la competencia debido a las importaciones contribuyen al aumento de la comercialización del sector de los pequeños agricultores. Los gobiernos deben ayudar a crear y preparar el entorno para la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas a través de la inversión en infraestructuras y de la reforma institucional. Las inversiones en infraestructura rural desempeñan un papel crucial para inducir a los agricultores a la adaptación al sistema agrícola comercial. Se debería hacer mayor hincapié en las inversiones estatales para mejorar el transporte general, las comunicaciones y la infraestructura del mercado, aunque se permita al sector privado invertir en el tratamiento de materias primas específicas, el almacenamiento y los establecimientos comerciales. Los sistemas de comunicación accesibles y con buena relación entre efectividad y precio, como los teléfonos móviles, pueden ayudar a la comunicación y a otros servicios relacionados con el mercado. La explosión de Internet y otras tecnologías relacionadas han reducido considerablemente los gastos de intercambio y búsqueda en muchos países miembros de la OCDE y pueden ser especialmente indicativos de potenciales beneficios para países en vías de desarrollo (Bussolo y Whalley, 2002). Para alcanzar el crecimiento agrícola, son imprescindibles: eficiencia en el mercado de la propiedad y seguridad en los derechos de la misma (Binswanger et. al., 1993). Si los derechos de la propiedad son fiables, los agricultores tendrán un mayor incentivo para invertir en mejoras para su terreno. Además, la propiedad del terreno constituye una garantía importante que puede mejorar la cuenta de crédito de los agricultores, facilitando la inversión en elementos de producción y demás (Feder et al., 1988). Los agricultores y las explotaciones individuales necesitan que se les aseguren otros recursos como el agua mediante un compromiso estable. Los derechos sobre el uso del agua son lo suficientemente flexibles como para suponer una ventaja en la comparación del cultivo de alimentos básicos y en las ganancias de los cultivos. Estos derechos deben estar relacionados con el acceso al crédito y la financiación rural y la expansión de la tecnología y la buena práctica en el uso del agua (De Haen et al., 2003).

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Reducción de los costes de transacción de las pequeñas explotaciones agrícolas

La participación de pequeños explotadores agrícolas en los mercados comerciales e integrados verticalmente ha adquirido una mayor relevancia, especialmente en países con sistemas rápidos de modernización agrícola. Los costes de transacción varían entre explotadores y empresas y materias primas y regiones, por lo que no existe una única innovación o intervención, pública o privada, que pueda reducirlos. Sin embargo, hay algunas formas de que los pequeños agricultores puedan entrar en el mercado. Entre ellas, se incluye la agricultura por contrato, el desarrollo de organizaciones agrícolas para la comercialización, el desarrollo de una cadena de abastecimiento para exportaciones de gran valor producidas por pequeños agricultores mezclando, en su justa medida, iniciativas públicas y privadas, además de facilitar el suministro de información de mercado del sector privado a través de las renovadas telecomunicaciones (Kydd et al., 2000). El papel del gobierno es crucial en la creación de los derechos de la propiedad y la validación de contratos para promover la especialización y reducción de los costes de intercambio del mercado (North, 2000). Además, la política del gobierno necesita crear incentivos y enviar señales que garanticen la participación del sector privado en el desarrollo de las economías rurales. Antes de afirmar que los costes de transacción son el remedio que puede aumentar la participación de los pequeños agricultores, debemos tener en cuenta dos puntos. En primer lugar, a pesar de que una reducción de los costes de transacción, en un principio, debería facilitar la entrada en el mercado de un mayor número de agricultores, la posibilidad de entrar no implica su permanencia en el mercado (Pingali et al., 2006). Se trata de una cuestión que depende de otros factores además de los costes de transacción. Por tanto, es necesario que el precio y la eficacia de las intervenciones estén equilibrados. El dinero público no debería invertirse en sectores no competitivos o en declive. En segundo lugar, los costes de transacción varían constantemente y dependen de la propiedad, de la materia prima y del lugar. Las intervenciones orientadas a reducciones de costes concretos no deberían ser de dominio público. Las intervenciones del sector público deben dejarse para asegurar un buen suministro público y para reformas institucionales que corrijan la ausencia de mercado o sus carencias. La reducción de los costes de transacción asociados con las peculiaridades del sistema alimentario debe dejarse en manos del sector privado. Búsqueda de la complementariedad entre el mercado y la política interior

La liberalización del mercado puede ser una poderosa herramienta para promover el crecimiento económico. Sin embargo, para beneficiarse de la reforma del mercado, los países con una renta baja necesitarán fomentar la competitividad nacional mediante una reforma política e institucional (FAO, 2005). La liberalización de los mercados nacionales a través de la supresión de restricciones cuantitativas del mercado y la apertura de la

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economía a posibilidades internas de mercado son, a menudo, un paso clave en el comienzo o la aceleración del proceso de comercialización. Sin embargo, la apertura de mercados también expone a los productores a mayores riesgos, debido a la mayor volatilidad de los precios a corto plazo. Históricamente, los gobiernos han intervenido enérgicamente en los mercados nacionales para proteger y estabilizar los precios de las materias primas agrícolas, por lo que los precios de los productores nacionales han variado considerablemente menos que los precios internacionales. La relación entre diversificación y riesgo es, por tanto, fundamental en el contexto del comercio y de la reforma macroeconómica diseñada para alinear los precios nacionales con los internacionales. Muchos mercados que manejan poco volumen de mercancía están asociados con una alta volatilidad de los precios. Además, es demasiado frecuente que se produzca el fenómeno emergente de la diversificación: altos precios que se mantienen durante temporadas y llevan a un abastecimiento excesivo y a un consecuente colapso de los precios. Este fenómeno puede contrarrestarse con medidas de expansión del mercado mediante la reducción de los costes de transacción, mejorando los vínculos externos y proporcionando tecnología para el almacenamiento y el tratamiento de los productos. La existencia de instituciones rurales efectivas también ayuda a paliar este riesgo y a que los beneficios de la comercialización lleguen más allá de esa comunidad o región. Finalmente, en vista de las continuas distorsiones de los mercados mundiales, debe garantizarse más espacio político a los países menos desarrollados para reducir la pobreza y el hambre mediante el desarrollo de las áreas rurales y de la agricultura. La liberalización del mercado debería ir de la mano con el apoyo estatal para aumentar la productividad de la agricultura. Fijación de estándares y normativas de seguridad

La globalización aumenta la demanda de alimentos sanos y seguros. Deben cumplirse los requisitos gubernamentales para certificar la calidad y la seguridad de los alimentos, según la normativa estatal. Estos requisitos son importantes para el consumo nacional y la seguridad alimentaria, pero aún son más trascendentales si un país quiere acceder a mercados extranjeros. Si un país quiere exportar, es necesario que una institución independiente garantice que el producto se ajuste a los estándares de calidad y seguridad requeridos 4 (De Haen et al., 2003). Sin embargo, los sistemas estatales que garantizan la calidad y seguridad alimentaria carecen de fondos adecuados y de organización. Dado que 4

La Comisión del Codex Alimentarius, creada conjuntamente por la FAO y la Organización Mundial de la

Salud, tiene la responsabilidad de desarrollar un código alimentario. Sus recomendaciones se basan en el principio de evidencias y análisis científicos sólidos que implican la publicación de información muy relevante. Los estándares alimentarios internacionales del Codex se desarrollan para proteger la salud de los consumidores y asegurar las prácticas lícitas del mercado alimentario. El Acuerdo SPS de la Organización Mundial del Comercio

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cita los estándares, directrices y recomendaciones del Codex como las medidas internacionales preferidas para la facilitación del mercado internacional de alimentos. La principal función del Codex es hacerse cargo del cambiante sistema alimentario mundial.

los gobiernos de los países en vías de desarrollo no han impuesto estándares internacionales, se aplican los estándares privados de los principales minoristas y tratantes de alimentos (Reardon y Farina, 2002). Fomento de incentivos para el uso de recursos sostenibles

La política estatal puede desempeñar un papel importante en la promoción del uso sostenible de los recursos naturales. En primer lugar, corrigiendo las políticas de distorsión de incentivos que fomenta el uso insostenible de los recursos. En segundo lugar, identificando los instrumentos comerciales para el fomento del suministro de servicios ambientales a través de los cambios necesarios en los sistemas de producción agrícolas y en el uso del suelo. Las intervenciones del gobierno en el mercado de los cereales, especialmente mediante ayudas en el precio de la producción y subvenciones de los elementos de producción, proporcionó incentivos a los agricultores durante un largo periodo de tiempo, con el fin de aumentar la productividad del cultivo de cereales, principalmente en el sistema de monocultivo de arroz y en el sistema de producción de arroz y trigo en Asia (Pingali, 2001). Las subvenciones de los elementos de producción que mantienen bajos sus precios afectan, directamente, a la gestión del cultivo por parte del agricultor. Por este motivo se reducen los incentivos del agricultor para que se realice un mejor uso de los elementos de producción, que, a menudo, requiere una inversión por parte del agricultor para aprender a utilizar la tecnología de la forma más productiva. Estas políticas han contribuido a la importante degradación de los recursos agrícolas al provocar desequilibrios en la fertilidad del suelo, interrupciones en la ecología plaga-depredador; salinidad, problemas de inundaciones y una mayor incidencia en de erosión del suelo. También se documentan adecuadamente los gastos de la sanidad de los hombres, asociada con el uso de pesticidas (Rola y Pingali, 1993; Antle y Pingali, 1994). Con la progresión hacia la integración mundial, la competitividad de la agricultura nacional de cereales sólo puede sostenerse mediante reducciones bruscas de los costes de producción de cada unidad. Se dispone de tecnologías destinadas al uso efectivo de fertilizantes, pesticidas y agua. Podría valer la pena el uso de dichas tecnologías para eliminar las variaciones de precio. El aumento de la eficiencia en el uso de elementos de producción también contribuye significativamente a la sostenibilidad a largo plazo de la producción de cultivos intensivos de alimentos y ayuda a frenar muchos de los problemas de degradación mencionados anteriormente. Además de la política de corrección, el gobierno puede desempeñar un importante papel

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en la promoción de la conservación del ecosistema (realizando pagos, si fuese necesario) mediante cambios en el sistema de producción agrícola que complementen la producción de alimentos y fibra. La labranza, la agrosilvicultura y los sistemas silvopastorales son algunos de los muchos ejemplos de sistemas de producción agrícola que pueden producir beneficios ambientales como la eliminación de carbono, la conservación de la biodiversidad y la protección de las líneas divisorias de las aguas. Los beneficios de combinar pagos para el abastecimiento de bienes ambientales públicos, como la eliminación del carbono o la protección de las líneas divisorias de las aguas para usos agrícolas que puedan dar lugar a un aumento de la productividad agrícola, son muy tentadores. Sin embargo, en algunos casos, la inserción del nuevo uso agrícola podría llevar a un descenso de los ingresos de la agricultura; en cuyo caso, el pago por los bienes públicos deberá ser suficiente, como mínimo, para compensar dichas pérdidas (Lippper et al., 2006). Los gobiernos deben encargarse también de estimular un uso deseable del suelo. En el proceso de desarrollo económico, a medida que la población agrícola desciende y aumentan los sectores no agrícolas, crece la posibilidad de reservar terrenos para usos no agrícolas. La transformación de terrenos agrícolas marginales en bosques contribuye a la eliminación de carbono, a la protección de las líneas divisorias de las aguas y a la conservación de la biodiversidad. Los países de la OCDE están realizando un cambio en el uso del suelo ayudados por políticas estatales como el Programa de Conservación de Reservas (CRP, siglas en inglés) de Estados Unidos. En los países en vías de desarrollo con características similares en el sector agrícola, la política interior e internacional apoya el cambio del uso del suelo, que genera bienes y servicios ambientales a nivel mundial y puede ser una buena vía para lograr el uso sostenible de los recursos. También se garantiza que la política estatal debe estimular el cambio de las prácticas en el uso del suelo si los costes ambientales de la producción agrícola superan los beneficios. Por ejemplo, el gobierno chino se ha propuesto convertir 14,6 millones de hectáreas de cultivo de terrenos en pendiente en bosques para reducir la erosión del suelo que ha tenido un gran impacto económico sobre el uso eficiente del terreno y el agua (Lipper et. al. 2006). Sin embargo, el éxito de la incorporación de servicios ambientales en la vida de los pobres mediante cambios, tanto en los sistemas de producción agrícola como en el uso del terreno, depende de que existan condiciones adecuadas como derechos de la propiedad, seguridad alimentaria y bajos costes de transacción, además del reconocimiento local y mundial y la buena voluntad de pagar por los bienes y servicios ambientales. Favorecimiento de la diversificación de ingresos y sustento

Es importante comenzar admitiendo que las propiedades rurales, en cualquier fase de desarrollo, dependen de un gran número de formas no agrícolas de conseguir ingresos y de mantener la seguridad alimentaria y el sustento. En el medio rural, la alta productividad

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agrícola ha contribuido al crecimiento de maneras no relacionadas con la agricultura de lograr

ingresos

mediante

vínculos

bidireccionales.

Las

investigaciones

sobre

la

documentación no agrícola de las zonas rurales indican que la renta de las actividades no agrícolas representa una media del 42% de la media del ámbito rural en África; el 32% en Asia; el 40% en América Latina, y el 44% en Europa del Este y los países miembros de la Comunidad de Estados Independientes (Davis, 2004; FAO, 1998). La diversidad de las actividades que generan ingresos en las áreas rurales exige una política con mayor impacto como contraposición a la política orientada a sectores específicos. Las infraestructuras rurales y educativas, como comunicaciones, carreteras y redes eléctricas, tendrán efectos beneficiosos para un amplio abanico de actividades rurales (Winters et al., 2006). Las inversiones

públicas

deben

ir

acompañadas

de

una

política

que

promueva

la

complementariedad de inversiones del sector privado. ¿Tiene la integración vertical del sector alimentario un impacto negativo en las posibilidades de empleo no agrícola? A pesar de que aún no existen pruebas empíricas al respecto, se puede afirmar que, sin duda, habrá un cambio en la variedad de actividades. Podría haber una caída del tratamiento de productos agrarios a pequeña escala y un incremento de los servicios y el comercio. Finalmente, las inversiones estatales para crear un entorno adecuado para empleos no agrícolas también son útiles en la preparación de la población para su partida de las zonas rurales a medida que avanza el desarrollo económico.

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Conclusiones

Históricamente, el crecimiento agrícola ha desempeñado un papel importante en el proceso de desarrollo económico. Al observar los países industrializados y los que, en la actualidad, sufren un rápido desarrollo, se demuestra que la agricultura fue el motor que contribuyó al crecimiento de los sectores no agrícolas y al bienestar de la economía mundial. La expansión económica derivada de la agricultura puede tener un impacto especialmente importante en la reducción de la pobreza y el hambre. El incremento del empleo y de la renta en la agricultura fomenta la demanda de bienes y servicios no agrícolas, suponiendo, además, un estímulo para los ingresos rurales no agrícolas. La liberalización del mercado y la conexión mundial implica nuevas posibilidades y retos para el desarrollo de los países. Los países a la cabeza del proceso de transformación y los que están en proceso de modernización agrícola se beneficiarán de la influencia de las tendencias de la globalización. Las inversiones anteriores en infraestructura rural, tecnologías que fomentan la productividad e instituciones de mercado hacen que estos países sean más receptivos a las señales del mercado mundial. La transición favorece a los pobres en la medida en que las actividades de producción y las actividades posteriores a la cosecha siguen exigiendo una gran cantidad de trabajo; además, habrá una expansión de las oportunidades de empleo no relacionado con la agricultura. El proceso de transición no es, en absoluto, sencillo. La política estatal debe prestar atención a las diferencias regionales y sociales, especialmente en las predicciones para la participación de los pequeños agricultores en el mercado. Además, la absorción de los pobres de las áreas rurales en el sector servicios y en el industrial supone afrontar importantes desplazamientos familiares y costes de aprendizaje de nuevas destrezas. Los países que se encuentran a la cola del proceso de transformación tienden a salir perdiendo en la globalización porque sus sistemas de baja productividad agrícola no pueden competir con el sistema alimentario integrado mundial. Estas sociedades, la mayoría con inseguridad alimentaria, se enfrentan a obstáculos físicos, infraestructurales e institucionales desalentadores en su lucha por la transformación agrícola. El aumento y la implantación de suministros locales de alimentos continúan siendo las principales vías para fomentar la seguridad alimentaria y, por tanto, contribuir a la productividad del trabajo y a la participación en el mercado actual. En los países que tienen una renta baja, una proporción elevada de población rural y pocas posibilidades al margen del sector agrícola, si la agricultura no puede ser el motor que promueva la expansión económica, ¿qué puede serlo?

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