Los juguetes invaden el Museo de la Ciudad Exposición octubre 2011 / febrero 2012
La inventiva creó más de un juguete, que fue transmitido a través de generaciones. La pelota de trapo, el carrito hecho con un
Los juguetes invaden el Museo de la Ciudad
cajón en desuso y rulemanes, el teléfono fabricado con dos latitas de conserva y un hilo encerado.
El Museo de la Ciudad ha logrado reunir a través de los años una amplia colección de juguetes que expresa no solamente un aspecto fundamental de la vida de los porteños, sino que también permite una lectura particular de la historia de la ciudad. Ya que el patrimonio cultural de una comunidad es, obviamente, aquel que la expresa, el mundo de los juguetes encierra además de su intrínseco carácter lúdico, una visión del medio social y económico en el que se desarrolla. Los juguetes entendidos incluso como vehículos para expresar las fantasías de los niños, su aprendizaje y la vinculación con el mundo, no escaparon de las pautas culturales del momento en que fueron hechos. A través de los años, también los niños de Buenos Aries tuvieron juguetes que, supuestamente, definían su rol: las niñas, su vínculo con la casa y la vida familiar, y los varones, su relación con un mundo más amplio y heterogéneo. Por suerte, la rebeldía del espíritu infantil hizo más difusa esa división, y los juegos y los juguetes fueron compartidos por todos.
También la inventiva creó más de un juguete, que fue transmitido a través de generaciones. La pelota de trapo, el carrito hecho con un cajón en desuso y rulemanes, el teléfono fabricado con dos latitas de conserva y un hilo encerado, etcétera, son solamente algunos de los muchos ejemplos. Mientras que lo que sería la Argentina estuvo bajo la dominación española, e inclusive mucho tiempo después de producida la Independencia en 1816, los juguetes tuvieron una procedencia europea; por lo tanto, los chicos de Buenos Aires, como los de otras ciudades del país, usaron los mismos juguetes que sus congéneres ultramarinos. En el siglo XVIII y a principios del siglo XIX, los juguetes eran escasos, y el acceso a los mismos no era sencillo. Evidentemente, su falta se suplantaba con aquellos de confección casera, de trapo o de madera, y aquellos que el ingenio popular inventaba. Con el avance del siglo XIX, la institucionalización del país y la
transformación de Buenos Aires en una ciudad cosmopolita, la importación fue la principal fuente de acceso a los productos de todo tipo que los países de Europa, en plena Segunda Revolución Industrial, producían y necesitaban vender. Inglaterra, Alemania, Checoslovaquia y, más tarde, Japón, fueron los principales exportadores de juguetes. Sus productos tuvieron una amplia difusión hasta finales del siglo XIX. Para ese entonces, las casas de importación y de venta se multiplicaban en Buenos Aires, según se desprende de la información que nos dan las guías comerciales de la época, en las que es posible encontrar los establecimientos dedicados a ese rubro. La Argentina de los años ’80 del siglo XIX era rica y, por lo tanto, constituía un excelente mercado. Según nos cuenta el coleccionista Roberto Mackintosh, la Casa Marblin fabricaba barcos con el nombre de buques argentinos, y la firma Henriksen de Nüremberg, Alemania, fabricó en 1910 una batalla de soldados argentinos y
Motociclista policía de hojalata, a cuerda. Década de 1940.
Los muñecos de paño Lenci tuvieron no solo el rol de juguetes sino también el de decoración, sentados en sillones o recostados en la cama, y fueron moda en las décadas del ’20 y del ’30 del siglo XX.
españoles, cuyo destino fue, evidentemente, Buenos Aires. Cuando nos referimos a los distintos juguetes, si hablamos de muñecas, las reinas fueron las francesas y las alemanas. Las de cabeza de porcelana y “boca abierta”, ojos de vidrio, cabellera de pelo natural, con brazos y piernas articulados, eran la atracción. Los muñecos de celuloide llamados “Kewpie” fueron famosos y, según rezaba la publicidad de la época, traían buena suerte a quien los tuviera. El celuloide, material hecho a partir de la celulosa, fue muy usado en juguetería. Los muñecos de paño Lenci tuvieron no solo el rol de juguetes sino también el de decoración, sentados en sillones o recostados en la cama, y fueron moda en las décadas del ’20 y del ’30 del siglo XX; su origen era principalmente Francia e Italia. Los llamados “malcriados”, regordetes bebés con extremidades articuladas y la característica mano con los dedos medio y anular recogidos, llegaron a Buenos Aires a principios de la década del ’40 pero ya en el siglo XX. Por su parte, los trenes, especialmente producidos bajo la marca “MECCANO”, ofrecieron todo el mundo ferroviario a los niños y, aunque su costo impidió la venta masiva, fueron muy populares. Luego de la Segunda Guerra Mundial, distintas fábricas de juguetes se abrieron en el país. Contábile Matarazzo, italiano de origen, montó una empresa de vasto alcance popular en la década de 1940. Los juguetes de hojalata estampados con ricos colores estuvieron en las casas de todos los chicos; auto, trenes,
baldes de plaza, cocinitas, etcétera, fueron algunos de ellos. Entre las fábricas argentinas podemos citar a Malcon, bicicletas, triciclos, rifles, etcétera; también a Vispa, que adaptó el famoso “Jeep Loco” americano. También San Mauricio, Saxo, Galgo y Duravit con sus autos y camiones de caucho que soportaron los juegos más rigurosos sin romperse. En aquellos lejanos años ’50, los varones ambicionaban tener los automóviles a pedal de la Casa Broadway que todas las semanas embelesaban a los lectores desde las revistas Billiken y Mundo Infantil. Los juegos de azar o de ingenio, como el “Royal Ludo”, el “Juego de la Oca”, los rompecabezas de cubos ilustrados, el Diábolo (artefacto de madera cuya forma, dos conos unidos por sus vértices, permitía pruebas y malabares mediante el uso de un hilo que los niños manipulaban con ingenio) y los soldaditos de plomo, fueron muy difundidos. Un lugar especial ocupa la muñeca “Marilú”, con su cabello natural y su vestuario particular, que fue la ambición de muchas niñas, especialmente en la década del ’40 y en la siguiente. En esta última década, aparecieron las competidoras, como la “Mariquita Pérez”, que además podía caminar, y “Linda Miranda, la muñeca que camina y anda”, como decía la publicidad. Para los varones, los más pedidos eran las bolitas, las figuritas, el balero, las carreras de autos, los trenes (como ya dijimos), y las pelotas de fútbol. Y para despertar el ingenio de todos, “El Cerebro Mágico” que con rudimentaria tecnología probaba nuestros conocimientos.
Aviones y personajes de historieta. Década de 1970.
Además, los libros de cuentos y de aventuras colmaron la imaginación de varias generaciones de porteños.”La Cabaña del Tío Tom”, las apasionantes peripecias de los personajes de Julio Verne, las batallas de indios y vaqueros, las princesas y los príncipes encantados, eran frecuentes en nuestras bibliotecas infantiles, suplantadas hoy por la televisión o la computadora. Con el correr de los años, los juguetes fueron cambiando, muchos al seguir las costumbres de la época o por la aparición de nuevas tecnologías y materiales. La difusión del plástico y la facilidad de la producción los hizo más accesibles. Especialmente a partir de la segunda mitad del siglo pasado, muñecas, pelotas, autos, trenes, etcétera, se realizaron con este material. Los juegos de piezas de encastre como “Mis Ladrillos”, “Rasty”, “Playmóvil” y “Lego”, la muñeca “Barbie”, que curiosamente cambió el jugar a la muñeca porque las niñas ya no fueron las mamás sino las señoritas que ambicionaban vestirse y actuar como la espigada muñeca, los personajes de historietas, los relacionados con héroes y naves espaciales, se continúan produciendo impulsados por el cine o la televisión. El mundo del juego está presente en el Museo de la Ciudad. Para concluir este prólogo, nos parece oportuno citar un párrafo de otro prólogo que el Arqto. Peña escribió al inaugurarse la sala de juguetes en el año 2001: “Los juguetes en nuestras vidas tienen una connotación especial; es imposible separarlos de la relación familiar, del afecto de un
mayor hacia un niño, del despertar de la imaginación y de determinados lugares familiares. Puede ser uno de ellos el propio cuarto, como lo fue la vidriera de la juguetería. No importa si esta juguetería fue una gran tienda como Gath&Chaves o la más humilde del barrio; el desencadenante fue siempre, y lo será, el asombro o la proyección de un deseo. Como siempre, nuestra intención es que el visitante se integre a la exposición, lo podrá lograr dejando volar su ensueño a los recuerdos o cantando en coro ‘arroz con leche, me quiero casar…’, ‘yo soy la viudita del barrio del rey…’, ‘a la lata, al latero…’ o tantas otras, simpáticas, inocentes y contagiosas. (…) La idea es comprender que alguna vez se comenzó a jugar, que más tarde, de manera diferente, se siguió jugando, y que esta buena y saludable costumbre no debe olvidarse. Quien haya dejado de hacerlo, debe retomarlo, pues sin duda alguna, ayuda a vivir. De cualquier manera, sonría, que es jugar a ser feliz”. Eduardo Vázquez Director del Museo de la Ciudad Octubre de 2011
“MECCANO”, Lotería y “El Cerebro Mágico”. Décadas de 1940 y 1950.
Los juguetes invaden el Museo de la Ciudad Inauguración: 18 de octubre 2011 Cierre: 5 de febrero 2012
Museo de la Ciudad Defensa 219 | 223. Alsina 412 Ciudad Autónoma de Buenos Aires 4331.9855 | 4331.4442 | 4343.2123
[email protected] Lunes a domingos y feriados de 11.00 a 19.00 www.museodelaciudad.buenosaires.gob.ar