Filosofía de la ciencia I

Filosofía de la ciencia I Dr. Miguel Angel Hernández Briseño Universidad de Guanajuato [email protected] http://mahbcv.wordpress.com/ División de Ci

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FILOSOFÍA DE LA CIENCIA E HISTORIA DE LA CIENCIA *
Quaderns de filosofia i ciència, 35, 2005, pp. 19-43. FILOSOFÍA DE LA CIENCIA E HISTORIA DE LA CIENCIA * Valeriano Iranzo Universitat de València A

Ciencia Orígenes de la ciencia Orígenes de la teoría científica
Ciencia (en latín scientia, de scire, ‘conocer’), término que en su sentido más amplio se emplea para referirse al conocimiento sistematizado en cualq

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Filosofía de la ciencia I Dr. Miguel Angel Hernández Briseño Universidad de Guanajuato [email protected]

http://mahbcv.wordpress.com/

División de Ciencias Sociales y Humanidades/ CAMPUS Guanajuato

Introducción

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Filosofía de la ciencia: ¿Qué es y para qué nos sirve?

Definición de Epistemología En el caso de una definición del concepto de epistemología es seguro que contiene de entrada un número variable de acepciones, esto es, que es un concepto polisémico. De tal suerte podemos atender a una definición usual de tal concepto sin que ello signifique una reducción de su posible carga semántica.

“El concepto de epistemología es de hecho empleado de diversas maneras: según el país y para lo que se use, sirve para designar una teoría general del conocimiento (de naturaleza filosófica), o bien para estudios más pormenorizados sobre la génesis y la estructura de las ciencias.”* * P. Thuillier; “La manipulación de la ciencia”; Fundamentos; Madrid; 1975; citado en: J . M. Mardones y N. Ursua; Filosofía de las ciencias humanas y sociales: materiales para una fundamentación científica; Fontamara; México DF; 1997; P. 41

Dos formas de comprender la epistemología Podemos encontrar que epistemología puede ser un sinónimo de teoría del conocimiento. En primer lugar está la acepción que señala al concepto de epistemología como teoría general del conocimiento. Se refiere básicamente a la reflexión sistematizada sobre lo que se puede conocer de la realidad exactamente, lo que puede ser calificado como conocimiento verdadero y certero. Tal reflexión tiene su punto de partida en el pensamiento griego y se mantiene como uno de los tópicos claves del discurso filosófico hasta nuestros días. Por supuesto es necesario aclarar que el desarrollo de la epistemología no es continuo y sin variaciones, es decir lineal. No en todas las épocas históricas de la filosofía el discurso epistemológico ha detentado la misma importancia, así como no ha significado lo mismo. La historia de la filosofía muestra que después de Grecia y el Helenismo el discurso epistemológico procedió a ser un tema de poca relevancia; lo fue sobre todo en la Edad Media frente al preponderante discurso teológico.

La misma historia muestra que en la Modernidad y con un fuerte impulso de la Revolución científica del siglo XVII, el discurso epistemológico cobró mucha importancia aunque su significado difería del producido por la Antigüedad. Surge en este período el discurso epistemológico propiamente dicho, el que siguiendo la dirección del idealismo consideraron que: “[...] el problema cuyo estudio es tema específico de la teoría del conocimiento es el de la realidad de las cosas o en general del ‘mundo externo’.”* Esta forma de discurso epistemológico fue ampliamente debatida por varios filósofos y fue un movimiento importante sobre todo en la filosofía alemana desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los primeros decenios del siglo XX

* Abbagnano, N.; Diccionario de Filosofía; FCE; 1998; México; P. 227-228.

El segundo significado del concepto de epistemología es el producido durante el siglo XX. Ese es el de interés para este trabajo. En el siglo pasado la acepción teoría del conocimiento del concepto de epistemología, fue desplazada por otras como epistemología analítica o más recientemente filosofía de las ciencias. Esta última noción, filosofía de las ciencias, coincide precisamente con la segunda acepción de la definición de epistemología citada con antelación en el sentido de ser un método eficaz para llevar a cabo estudios pormenorizados sobre la génesis y la estructura de la ciencia y el conocimiento en general. Esta otra perspectiva se refiere a estudios de la emergencia y desenvolvimiento de las ciencias. Pero en ocasiones llega a parecer que el discurso epistemológico contemporáneo lleva a cabo una sostenida discusión bizantina sobre los procedimientos de la ciencia, y en general del conocimiento.

¿Dos culturas filosóficas? Una segunda dicotomía que atraviesa nuestro problema es el debate entre ciencias naturales y ciencias sociales. Este punto es relevante dado que una caracterización de la filosofía en la actualidad debe tener en cuenta ese proceso. El punto nuclear aquí es el modo en el cual cada sector estructura su método para llegar al conocimiento verdadero, según su objeto de estudio. Para ello será necesario exponer brevemente el contexto histórico de tal debate.

Entre los siglos XV y XVII se consolidó una forma de pensar completamente novedosa, tal evento se ha denominado como revolución científica, fenómeno de amplias repercusiones no sólo epistemológicas sino culturales. Devenido de tal revolución, el naciente discurso científico desarrolló instrumentos conceptuales cada vez más refinados, que podrían englobarse en la noción de paradigma naturalista, “...Cuyas características son: la cosificación, el reduccionismo procedimental, la simplificación analítica, así como el determinismo causal”.* Tales instrumentos y sobre todo sus aplicaciones produjeron una forma de pensar la vida que se llamó cientificismo. El cientificismo como un ambiente ya no sólo teórico sino cultural impactó en la sociedad y posteriormente fue tomado como uno de los conceptos clave del pensamiento ilustrado del siglo XVIII. *

Cortes, R; “El debate de las ciencias sociales”, en revista Acta Universitaria; Universidad de Guanajuato; Vol. 12; No. 2; Mayo-Agosto 2002. P. 5-24.

Como reacción a este cientificismo del siglo de las Luces fue gestándose la necesidad por comprender el ámbito de lo social y el por qué de sus acciones. El factor detonante de tal proceso lo constituyo la revolución francesa. Sin embargo sería hasta el siglo XIX cuándo se cristalizó otra forma de conocimiento, en apariencia antagónica la ciencia natural. En ese siglo se acuñó la definición por parte de Wilhelm Dilthey de ciencias del espíritu. Ésta noción promovió el inicio de un intenso debate entre la forma consolidada del conocimiento, el científico natural, frente a las “nuevas ciencias”. Tal debate fue encabezado dentro del discurso filosófico principalmente por la corriente positivista frente a la hermenéutica. Las dos corrientes mantuvieron una relación discorde sobre diversos tópicos como la pertinencia del método científico y si éste era viable para el análisis de la sociedad industrial europea y norteamericana. Además, a mediados del siglo XIX y con los evidentes problemas sociales acarreados por la revolución industrial, ganó peso la justificación para disciplinas preocupadas por las contradicciones sociales generadas por el incipiente modo de vida técnico-industrial.

El mencionado debate se extendió a la primera mitad del siglo XX. Los participantes eran por una parte la corriente denominada neopositivismo o positivismo lógico, la cual estaba compuesta por una gran variedad de escuelas y pensadores que consideraban que la adhesión del discurso filosófico a los postulados de la ciencia natural repercutiría más adelante en un saldo benéfico para ella: “Ya en el siglo XX surge la moderna filosofía de la ciencia que, en contraposición a las interpretaciones psicologistas y mentalistas del conocimiento científico que predominaban en la tradición filosófica desde Hume y Kant, identifica la ciencia fundamentalmente con formulaciones lingüísticas en forma de conceptos y sistemas teóricos. Consecuentemente, el análisis conceptual y lógico pasó a considerarse como el único método filosófico válido para su estudio. Esta concepción lingüística tuvo sus inicios en el ámbito de las teorías matemáticas con Frege y Russell, pero luego se generalizó.”

En: Medina, M.; “Ciencia-Tecnología-Cultura del siglo XX al XXI”; en: et. al.; Ciencia, tecnología/naturaleza, cultura en el siglo XXI; Anthropos- UAM; España; 2000. P. 17-18. También debe consultarse para el caso a Wittgenstein, L.; Tractatus Lógico-Philosophicus; Alianza; 1998; México.

Por otra parte se encuentra la corriente que se denomina crítica al programa cientificista. Estos pensadores señalaban a sus colegas analíticos su bizarro descuido por el desarrollo de un método propio. Tal frente aglutinaba a filósofos de orientación marxista como la Escuela de Frankfurt, o a los epistémologos franceses como Gastón Bachelard y Georges Canguilheim

Hay que hacer memoria también de la situación convulsa por la que Europa pasaba en la primera mitad del siglo pasado, y que suspendió momentáneamente el citado debate para reiniciarlo después en otro terreno. Los Estados Unidos fueron el lugar ideal para albergar a las grandes mentes del viejo mundo que huían de Europa que se autodestruía. Llegaron así físicos, químicos, y por supuesto filósofos, a nutrir el pensamiento de un país que llegaría a convertirse en superpotencia al finalizar la guerra. Los Estados Unidos es un país que, filosóficamente hablando, tiene raíces en la filosofía pragmatista de J ohn Locke, Charles S. Pierce y William J ames. Es fácil inferir que debido a esas influencias varios pensadores del positivismo lógico y la epistemología analítica encontraron una bienvenida generosa en varias universidades. Posteriormente influyeron en la generación de la filosofía de la ciencia norteamericana. De ahí que varias de las ideas de estos filósofos fueran potenciadas y la filosofía de la ciencias difundida con interés y ahínco. Su visión del conocimiento sería también un elemento que a la postre intervendría no sólo el ámbito del conocimiento científico en ese país, sino que abarcaría espacios culturales y cotidianos.

“Aunque al principio se estructuró en la Europa central de los años veinte y treinta en torno al Círculo de Viena, fue, sin embargo, en EE. UU. Donde la filosofía analítica de la ciencia había de institucionalizarse con más fuerza, al fundarse la Philosophy of Science Association en 1934. A este país emigraron varios de sus más significativos promotores europeos, como Carnap o Hempel, huyendo del régimen nazi. El asentamiento de la concepción analítica de la ciencia en la primera mitad del siglo fue de la mano con su fijación a la física como el modelo universal de toda ciencia. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la física moderna se había consolidado como la estrella de las ciencias, sobre todo después del éxito en EE. UU., del proyecto Manhattan para la construcción de la bomba atómica. Con ello se hizo patente la importancia industrial, política y militar de la emergente tecnociencia y la filosofía analítica de la ciencia supo participar, de algún modo, de los reflejos de su aureola científica.” En: Medina, M.; “Ciencia-Tecnología-Cultura del siglo XX al XXI”; en: et. al.; Ciencia, tecnología/naturaleza, cultura en el siglo XXI; Anthropos- UAM; España; 2000. P.18

Mientras en Nueva York miembros de la Escuela de Frankfurt como Max Horkheimer y Th. W. Adorno pondrían en marcha una nueva etapa del Instituto para la investigación social, en la cual los de Frankfurt desarrollaron su “programa” con relación a las nuevas circunstancias de su entorno. La crítica a la ciencia y su devenir fue material para uno de los libros más famosos de estos hombres Dialéctica del Iluminismo, de 1947. Al término de la guerra estos pensadores regresarían para reconstruir la escena intelectual de Alemania. En otra órbita la “filosofía continental” presentaría con el renacimiento contemporáneo de la hermenéutica y el surgimiento del estructuralismo y del posmodernismo, algunos de sus frentes orientados a ofrecer programas alternativos de paradigma metodológico para las ciencias sociales.

Por ahora sólo habrá que resumir la existencia de dos clases de conocimiento de los fenómenos de la realidad en el mundo contemporáneo. El primero es de las ciencias naturales, mientras que el segundo es el de las ciencias sociales. Ambos comportan intereses y procedimientos distintos: uno es conocimiento para servicio del hombre, el otro es conocimiento del hombre mismo. En razón de su constitución misma el paradigma que más se acopla a las exigencias económicas del mundo contemporáneo es aquel conocimiento para servir al hombre, dado que es materialmente comprobable y económicamente redituable. Es posible sostener que la controversia descrita claramente ha influido en el discurso filosófico. Cabe por el modo en que tal división afecta la actividad filosófica, al grado de poder sugerir la existencia de alguna clase “culturas”en la misma.Al respecto hay que considerar los argumentos que señalan la necesidad de integración en ambos tipos de conocimiento. Quizás las palabras de N. Luhmann sean las indicadas para el caso:

“Ha sido norma en el pasado insistir en la diferencia entre las ciencias y las humanidades, o ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu. Esto es, en parte, una reacción a los éxitos maravillosos de las “ciencias reales”. Si las humanidades no pueden mostrar resultados similares, entonces se asume que esto es porque tienen una identidad diferente. La famosa fórmula de las “dos culturas” –similar a la de las “dos naciones” de los capitalistas y los trabajadores del siglo XIX- se ha convertido en un hábito del pensamiento, apoyado por un respeto similar al que se tiene hacia aquellas cosas que uno no comprende. También existe, por supuesto, un movimiento unificador de la ciencia, pero se trata de una reacción a la división previa del campo intelectual, y por el mero hecho de ser sólo una reacción, la unidad sigue siendo más débil que la división. Vivimos instalados en la diferencia, no en la unidad”. En: Medina, M.; “Ciencia-Tecnología-Cultura del siglo XX al XXI”; en: et. al.; Ciencia, tecnología/naturaleza, cultura en el siglo XXI; Anthropos- UAM; España; 2000. P.18

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