FORMATIVO: EL NOMBRE Y LA COSA

Crónicas materiales precolombinas. Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino – 35-48 1 FORMATIVO: EL NOMBRE Y LA COSA María Cristin

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THE COLONIAL THING / LA COSA COLONIAL CONTINUITIES AND DISRUPTIONS IN THE IBERIAN & LATIN AMERICAN WORLD UNIVERSITY OF NOTRE DAME ORGANIZERS: CARLOS

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Crónicas materiales precolombinas. Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino – 35-48

1 FORMATIVO: EL NOMBRE Y LA COSA María Cristina Scattolin “…no puedo saber sobre los nombres lo que es cierto y lo que no lo es.” Sócrates En Argentina, la palabra Formativo recorta un campo de estudios que congrega a especialistas interesados en ciertos temas del pasado prehispánico. Pero ¿cuáles? Su determinación depende de los investigadores implicados en su estudio más que del contenido intrínseco del propio concepto. O mejor dicho, la extensión del término –Formativo– no es independiente del conjunto de las personas que lo estudian. Es que resulta difícil encontrar una definición que satisfaga todas las posibles representaciones del Formativo. De allí que dar con una definición conforme a toda realidad estudiada sea una tarea interminable. Va cambiando en la medida en que cambia el personal de especialistas en su estudio. Por eso tiendo a pensar que el concepto de Formativo tiene, hoy día, un uso más social que científico. Bajo esa palabra clave fuimos convocados por Alejandra Korstanje y Marisa Lazzari con el propósito de “dar continuidad a la discusión sobre los procesos de construcción y deconstrucción del conocimiento arqueológico sobre un periodo particular, conocido en el área andina como ‘Formativo’”. El encuentro buscaba reunir a los investigadores de Argentina interesados en dar cuenta de las investigaciones sobre comunidades agropastoriles sedentarias que poblaron el área andina antes de la formación de estados y la fundación de ciudades. Ya sea que los autores de los capítulos de este libro efectuemos análisis de datos, presentemos resultados o propongamos ciertos modelos, el volumen resultante será la expresión dada por nuestro colectivo, el cual es heterogéneo y necesariamente parcial. La ausencia de ciertos autores y la presencia de otros –un hecho contingente, atribuible al azar– puede afectar el retrato de Formativo que surja de estas páginas. El planteo de la necesidad de una interpretación válida de ciertas categorías y la exigencia de consensos deriva en parte de nuestra tarea como docentes o divulgadores de la ciencia. La divulgación y la enseñanza exigen seguridades. ¿Qué es el Formativo? (Tenemos que enseñarlo.) ¿Cuánto tiempo abarca? ¿A qué se aplica? Son preguntas simples a las que los especialistas suelen dar respuestas imprecisas, variables, de compromiso, aunque las necesidades externas a la investigación exijan contestaciones firmes, y los estudiantes y el público lego no siempre distingan los conocimientos consensuados de los ciertos. Por otra parte, aún en el ámbito especializado, hay ocasiones en que se requiere el uso de conceptos, como el de Formativo, para aludir a sucesos y cosas que no pueden o no necesitan ser identificados con mayor precisión.

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El campo semántico del vocablo se ha mantenido, en lo esencial, cerca del significado dado por Willey y Phillips en 1955 y 1958, quienes se basaron en postulaciones previas de Steward (1948 y 1949) y Krieger (1953): “(D)efinimos el Formativo del Nuevo Mundo por la presencia de agricultura o cualquier otra economía de subsistencia de eficacia comparable, y por la integración exitosa de este tipo de economía en la vida bien establecida en aldeas sedentarias. Se trata de sociedades de cierta mínima complejidad y estabilidad, cuyos tamaños poblacionales y agregaciones de grupos han sido posibles gracias a específicas economías de subsistencia… La alfarería, los tejidos, la talla en piedra y una arquitectura ceremonial especializada se asocian generalmente con estas culturas formativas de América (Willey y Phillips 1958:146)… Las culturas del estadio Formativo… en América del Sur se esparcen por la Cordillera hasta el centro de Chile y hacia el este a lo largo de los drenajes de las tierras bajas del Amazonas y Orinoco. Su lapso cronológico parece extenderse desde el segundo milenio a.C. … En los Andes del Sur el umbral formativo puede ser tan tardío como el año 1000 d.C. (p. 147)… Las culturas prehistóricas del norte y centro de Chile y noroeste de Argentina presentan los patrones formativos peruanos en forma reducida. Muchas de las plantas alimenticias básicas, las técnicas agrícolas y los animales domesticados (Auchenia) son los mismos que en los Andes centrales… (p. 177) La [subsiguiente] Época Clásica en las culturas nativas del Nuevo Mundo marca el comienzo de urbanismo. Es el umbral de la civilización en la medida en que la ‘civilización’ se define como la vida de la ciudad (p. 182)… Las tendencias regionalistas del Formativo peruano cristalizaron en civilizaciones y estilos distintivos de la etapa Clásica (p. 189)… A lo largo de las tierras altas hay una fuerte tradición de la arquitectura de piedra. El templo de Pucará es un ejemplo clásico del escenario… El famoso recinto Calasasaya, la puerta monolítica, y la gran escalera en Tiahuanaco son aún más notables ejemplos…” (p. 190) Aparte de brindar esa noción general del concepto, Willey y Phillips opinaron sobre el nombre mismo: “We think that [the word] Formative is particularly apt, as it implies the ‘formation’ of the American village-agricultural pattern, and because this pattern is ‘formational’ to later and more advanced developments” (Willey y Phillips 1955:729). Desde el principio, era claro que los proponentes no aspiraban a usar el término con fines explicativos de los procesos y de la variabilidad arqueológica. Se trataba de una entre otras categorías que, en conjunto, organizaban los datos arqueológicos y permitían comparaciones generales. Por lo regular esta clase de categorías se aplicaba al examen histórico y cultural de grandes regiones, cuando no a continentes o subcontinentes. Willey y Phillips resumieron la gran cantidad de información disponible para el Formativo de las Américas en casi cuarenta páginas de su obra (1958) por lo que eran conscientes de que reunían una enorme variedad de sociedades del pasado bajo un único rótulo, que funciona como una abreviatura. Actualmente, el rótulo Formativo se emplea toda vez que se hace necesario indicar la ubicación cronológica de los sitios y artefactos estudiados en prospecciones de superficie, en catalogación de colecciones de museos y, en especial, cuando no se les puede asociar datos radiocarbónicos. Es común en contextos educativos, obras de síntesis, compendios y publicaciones de divulgación. En su mayoría, son situaciones de aplicación aproximativa

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de conceptos, en las cuales se lo emplea por razones prácticas, en la premura de la acción (Bourdieu 1997). En circunstancias diferentes, de indagación conceptual y de examen analítico de significaciones, de reflexión teórica, tales nociones las reprobaríamos por vagas, imprecisas, cómodas pero pobres, subdeterminadas o, a veces, sobredeterminadas. A medida que la arqueología ha incorporado nuevos métodos y herramientas teóricas y la información sobre sitios, artefactos, fechas, contextos y secuencias se ha incrementado, la extensión de la definición de Formativo se ha movido, en el tiempo y el espacio, atribuyendo distintos contenidos, al ingresar algunos o quitar otros. En Argentina, de manera esporádica, se ha tomado una vía por la que hemos sido instados a buscar ciertos acuerdos sobre el concepto y alcanzar un punto de vista común que pueda ser transmitido a las generaciones como conocimiento aceptado. Viene a mi mente la mesa de discusión de julio de 2001 sobre “Arcaico y Formativo en las periodizaciones del Noroeste argentino” en el marco del VI Encuentro de Arqueología del Instituto de Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, luego de la cual los organizadores señalaron las necesidades afrontadas y los acuerdos alcanzados (Yacobaccio y Muscio 2001:248 y 249). De las distintas concepciones y aplicaciones del Formativo se han ocupado unas cuantas tesis doctorales que han tratado los asentamientos del Noroeste argentino entre el año 1000 a.C. y el 800 d.C. y que fueran presentadas en nuestras universidades en los últimos veinticinco años. Se puede recurrir a ellas y a artículos historiográficos y de reflexión crítica ya publicados (Olivera 2001, Korstanje 2005, Delfino et al. 2009, Franco Salvi et al. 2009, Muscio 2009, Salazar 2014) para conocer reseñas históricas, críticas y puestas al día de lo que Warren DeBoer llamó “the ‘F’ word” (2002:122). Un volumen sobre el Formativo de Sudamérica ofreció visiones de conjunto de más amplio alcance geográfico (LederbergerCrespo 1999). En vez de interesarnos por adscribir un conjunto de restos o de yacimientos al período Formativo o incluso definir con precisión y fijar los límites del Formativo como tal, en la actualidad nos preocupa más conocer asuntos tales como la trayectoria de cambios en la apropiación de recursos, la incorporación y transferencia de innovaciones técnicas, la estructura y organización de asentamientos, la construcción del paisaje, los procesos de intensificación agraria o de otras estrategias de subsistencia, la producción y reproducción de estructuras sociales, etc. Pero hubo momentos en que la definición correcta del Formativo era más relevante que en la actualidad. Dicha preocupación fue motivo de discusiones en ciertos momentos de la segunda mitad del siglo XX cuando la cronología ocupó un lugar importante en las investigaciones del Noroeste argentino. En ese lapso fue necesario reducir la ambigüedad de los exiguos esquemas cronológicos provistos durante la primera mitad. Recordemos que fue Max Uhle, en 1910, quien formuló la primera cronología para la etapa prehispánica en el Noroeste de Argentina (1912). El siguiente hito significativo fue el esquema de Wendell C. Bennett (Bennett et al. 1948), y en seguida vinieron las proposiciones de Alberto Rex González, la primera, de 1955 y las subsiguientes, que empezaron a contar con dataciones radiocarbónicas. Las periodizaciones del Noroeste argentino oscilaron entre dos modalidades, que podemos equiparar a “un reloj” y a “un retrato”. Miramos el reloj en la pared para saber la hora, para darnos cuenta del momento del día en que estamos, si todavía es temprano o si ya es tarde, si llegamos en hora, etc. En cambio miramos el cuadro en la pared, para saber a quién retrata o qué representa, para reconocer la imagen, para identificar el paisaje, para determi-

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nar qué es. La distinción se basa en la discriminación entre “unidades de tiempo” (también llamadas “unidades de contemporaneidad”) y “unidades de semejanza cultural” según la propuesta que hizo Rowe en 1962. “Si hay motivos para considerar a dos monumentos arqueológicos o a dos unidades cualesquiera como contemporáneos, debemos asignarlos al mismo período” (Rowe 1962:44, trad. tomada de Orquera 1974:175). “Se asignan a la misma etapa las unidades culturales que comparten uno o más rasgos que han sido seleccionados como diagnósticos para esa etapa, y que carecen de otros rasgos que han sido considerados como diagnósticos con referencia a otras etapas” (Rowe 1962:40, trad. tomada de Orquera 1974:175). La primera clase se ejemplifica con la cronología de Rowe (1962) que divide la historia prehispánica de los Andes Centrales en Períodos Inicial, Intermedio Temprano, Intermedio Tardío y Horizontes Chavín, Tiwanaco, Inka, fundándose en la secuencia cerámica del valle de Ica, que suministró el modelo cronométrico de base. A la segunda clase corresponde, por ejemplo, el esquema de Lumbreras (1969) que distingue las etapas por sus modos de producción: Recolectores: Lítico (15000-3000 a.C.), Arcaico (4000- 1200 a.C.); Agricultores Aldeanos: Formativo (1200 a.C.-100 d.C.), Desarrollos Regionales (100-800 d.C.); Industriales Urbanos: Viejo Imperio (800-1200 d.C.), Estados Regionales (12001470 d.C.), Imperio Tawantinsuyo (1430-1532 d.C.); pero puede haber otros esquemas que distingan esas etapas por sus tecnologías, por sus sistemas de subsistencia, por sus modos de vida, etc. según el marco teórico que se adopte. Las etapas –en el sentido de Rowe– constituyen unos conjuntos de rasgos culturales que se suceden en el tiempo en una región dada. Para DeBoer “the Formative is a rather vague evolutionary stage that can encompass early shell rings in Colombia and monumental architecture in Peru” (DeBoer 2002:122, énfasis mío). Desde ese punto de vista le comprenderían las generalidades de la ley: tendría las mismas limitaciones que otros tipos evolutivos, advertidas ya por varios analistas (Feinman y Neitzel 1984, Nielsen 1995). En la década de 1970 hubo en Argentina una polémica sobre periodizaciones que ilustra que aún los cuadros cronológicos suscitan análisis agudo. Había quienes abogaban a favor de que las categorías cronológicas –por períodos– y las culturales –por etapas– se mantuvieran independientes unas de las otras y creían que ambas eran necesarias (Orquera 1974:177). Es decir, periodización cronológica y periodización cultural constituirían dos ordenamientos conceptualmente distintos e indispensables. Para Orquera (apoyándose en Krieger 1953) la palabra “período” debería reservarse para lapsos temporales definidos, como en el “Período Temprano… del año 200 a.C. al 700 d.C.” (González 1963), mientras que la palabra “etapa” o “estadio” debería referir a determinados contenidos a lo largo de una secuencia evoluSeñalemos que en idioma inglés, la cronometría alude a la medición precisa del tiempo [“The science or technique of measuring time with extreme accuracy” (Collins)]; la cronología refiere a la determinación de la secuencia correcta de los eventos del pasado [“The determination of the proper sequence of past events” (Collins)]; y la periodización establece una segmentación de la historia en bloques designados con nombres para hacer el estudio, la comparación y el análisis más fáciles de transmitir [“The act or process of dividing history into periods” (Collins). “Periodization is the field of classifying universal history into named blocks to make the study and analysis of history easier to facilitate. The result is descriptive abstractions that provide convenient terms for periods of time with relatively stable characteristics. However, determining the precise beginning and ending to any ‘period’ is often arbitrary” (Wikipedia)]. 2 Cuyo artículo es recomendable releer. 3 Desde el primer hallazgo de cerámica hasta la primera aparición de cerámica con influencias de Tiwanaku. 1

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tiva o histórica, por ejemplo, Etapa de Agricultura Incipiente, Etapa o Estadio Formativo, o como en “Formativo Regional Surandino” (González y Pérez 1966). Esta práctica podría ser útil pero el consejo no se ha seguido de manera consecuente. Según Orquera, incluso “Willey y Phillips recogieron esta distinción pero no hicieron gran uso de ella… se inclinaron decididamente en favor de las etapas”, y en los esquemas cronológicos del Noroeste argentino ocurrió algo similar (Orquera 1974:175 y ss.). Desde el punto de vista opuesto se opinaba que la separación entre ambas clases no era adecuada ya que, en realidad, las segundas serían una elaboración más sofisticada que la primeras (Núñez Regueiro 1975) por adición de nuevos contenidos y mayor precisión teórica, es decir un mejor conocimiento. Si la última es una versión mejorada, volver a la primera sería un anacronismo. En consecuencia, Núñez Regueiro –en contestación a Orquera– no propugnaba el empleo de dos sistemas –de un lado la división en períodos cronometrados y de otro la periodización en estadios–, por el contrario, reprobaba el uso de una periodización cronológica por “abstracta”, neutra y carente de teoría y contenidos (Núñez Regueiro 1975). Entonces, inspirado en Lumbreras, empleó la palabra “período” como categoría representativa de niveles de desarrollo (op. cit. 1974:173-174). El rasgo de neutralidad era considerado negativo por Núñez Regueiro. Por el contrario, Rowe y sus seguidores resaltaron las ventajas de disponer de una periodización neutra, aliviada de supuestos históricos y antropológicos: “los períodos ofrecen una base más útil que las etapas para la interpretación cultural, siempre y cuando se definan con referencia a una sola secuencia local que se conozca con precisión” (Rowe 1962:40). El esquema de González de 1963 usa “unidades de tiempo”; es por lo tanto una periodización cronológica (Figura 1). Parece derivar de un modelo cronométrico que se inició con una seriación de tumbas y luego fue perfeccionado con fechados radiocarbónicos de sitios arqueológicos y estratigrafías del valle de Hualfín y alrededores (González y Cowgill 1975). No obstante, a juzgar por la práctica seguida a posteriori, la querella parece haber decantado a favor de las etapas. Así, la propuesta de González y Pérez (1966) encaja en lo que sería una segmentación en estadios; usa “unidades de semejanza cultural”. La mayor parte de los esquemas de periodización en el Noroeste argentino –sobre todo los más usados y citados– caen dentro de este segundo tipo. Se emplearon “unidades de semejanza cultural” –aunque sean llamados períodos– en el esquema de Núñez Regueiro de 1974 (Figura 2), quien aspiraba a fundarlos en modos y relaciones de producción; también en los de Raffino, basados en niveles de organización social –bandas, tribus, jefaturas, etc.– (1989) o en categorías históricas –floreciente, clásico, postclásico, etc.– (Raffino et al. 1982:33, Raffino 1994:46, Berberián y Raffino 1997). Inclusive unidades diferentes del Formativo, como el “Período de Integración Regional”, creado en 1990 (Pérez Gollán y Heredia 1990, Núñez Regueiro y Tartusi 1990, 2002, Pérez Gollán 1991), corresponde en realidad a la definición de etapa dada por Rowe-Krieger-Willey&Phillips. En la actualidad los modelos cronométricos pueden componerse usando datos radiocarbónicos mediante estadística bayesiana. Con anterioridad, los cuadros cronométricos establecían la posición de tipos de artefactos, rasgos y contextos en un ordenamiento temporal sin ayuda de la informática e inclusive sin dataciones radiométricas (según se ilustra en la Nota 3). 5 El trabajo de Nielsen (1997) en la Quebrada de Humahuaca ofrece un modelo cronométrico de cambios en atributos de cultura material, pero no es una periodización según la acepción dada en la Nota 1. 4

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Figura 1. Cuadro cronológico según González 1963. La mayoría de los rótulos son topónimos del Noroeste argentino, áreas geográficas e indicaciones secuenciales. Hay sólo una etiqueta de significado social: “Empire”.

Figura 2. Periodización de Núñez Regueiro 1974. Abundan los rótulos de significación socioeconómica e histórica. Nótese la unidad singular destinada al Formativo Medio-Aguada.

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Por otra parte, Olivera ha aplicado “el término Formativo no en referencia a un Período o Estadio cultural, sino para definir un tipo de sociedad que maneja un conjunto de estrategias adaptativas determinadas” (Olivera 2001:85). El autor le dio un destino que hasta el momento nadie le había otorgado; lo empleó para designar el modo en que una población cambia su sistema de actividades económicas en respuesta a tensiones ambientales naturales o sociales con el fin de satisfacer sus necesidades de sustento (Olivera 1992). Utilizó el rótulo en referencia a un sistema adaptativo particular, no a un momento histórico determinado ni a una región específica; una estrategia es “formativa” por el mecanismo de obtención de recursos. Sostuvo que “el concepto de Formativo, despojado de su contenido temporal, resulta aplicable a infinidad de sistemas culturales antiguos y contemporáneos” (Olivera 1988:83). Parece haber aquí entonces una tercera unidad analítica introducida en el Noroeste argentino –pero de aspiración universal– a la que se adiciona la etiqueta Formativo. Este uso, sin embargo, no se ha extendido mucho más que entre los investigadores de la región puneña de Antofagasta de la Sierra en Catamarca, donde inicialmente fue aplicado. En síntesis, con independencia de su contenido empírico y sustancial –que obviamente es variable– el término Formativo ha sido usado para denominar unidades de tiempo y unidades de semejanza cultural –incluidas unas estrategias adaptativas semejantes sin anclaje temporal–. De manera que cuando se adhiere el adjetivo “formativo” a un asentamiento, un objeto cerámico o lítico, un nivel estratigráfico, un sitio o cualquier otro elemento no podemos asegurar a qué clase de unidad se refiere si no se aclara desde qué ángulo estamos adjetivando el elemento. ¿Desde la perspectiva temporal, la cultural, la funcional? ¿Describe su ubicación en el tiempo, su nivel de desarrollo o su lugar/función en una determinada estrategia económica? Por ello, si quisiéramos reducir la ambigüedad en su empleo podría ser útil aplicar cierta vigilancia metodológica mediante la explicitación del sentido cada vez que aplicamos el rótulo. Así lo hace Yacobaccio cuando nos dice explícitamente: “El término Formativo en realidad ha sido tomado muchas veces como un atajo para resumir en una sola palabra la serie de elementos presentes en las sociedades surandinas entre los 3000 y 1000 años AP (por ejemplo, Olivera y Grant 2009:100-101). La connotación dada al mismo en este trabajo es totalmente cronológica y no resume rasgos culturales” (Yacobaccio 2012:32). Es decir, el autor, en este caso, se inclina por la orientación de Rowe que otorga primacía al contenido temporal del concepto. En la etapa inicial de mi investigación en el valle de Santa María traté de explicitar mi postura cuando, de manera provisional, me tomé “la libertad de hablar de ‘el primer milenio A.D.’ de una manera laxa en razón de la escasez de fechados para el lapso anterior a las ocupaciones santamarianas. De la misma manera, se considera al Período Formativo también en un sentido amplio, que abarca las ocupaciones o componentes arqueológicos agroalfareros anteriores al Período de Desarrollos Regionales o Período Tardío, cuyo comienzo se postula hacia

En época más reciente, quitando el adjetivo “adaptativo” habló de “un tipo de sistema de asentamiento y subsistencia que implica estrategias puntuales de organización socio-económica basadas en prácticas productoras y básicamente sedentarias” y dio una lista de los principales rasgos característicos del Formativo (Olivera y Grant 2008:102).

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‘fines del siglo IX’ (Tarragó et al. 1997:224). En el otro extremo, hasta el momento, el fechado más antiguo para un contexto presumiblemente Formativo en el valle Yocavil sería de unos 500 años a.C.” (Scattolin 2003:66) De esa manera buscaba restringirme al contenido temporal del término y despojarlo de sus rasgos culturales y evolutivos. Usar la frase “primer milenio d.C.” permite evocar el período Formativo sin tener que afiliarse a expresiones cargadas de supuestos teóricos implícitos o explícitos. Sospecho que quienes usan dicha fórmula buscan también apartarse de esquemas teóricos ajenos. Algunos de los supuestos que pesaban en mi investigación son los que sostienen la existencia de “el fenómeno Aguada” como la manifestación de una singularidad cultural (ver Figura 2), un motor de cambios en las esferas social, religiosa, artística y técnica en algunos valles de Catamarca, en la segunda parte del primer milenio d.C., que no se aprecia en el resto de las regiones vecinas, las cuales, por decirlo adrede de manera errada, “siguieron siendo formativas” –y esta expresión ya contiene una valoración evolutiva– en el sentido de que no alcanzaron los niveles de desarrollo de ese foco contemporáneo para el que se acuñó el nombre de Período de Integración Regional (Figura 3). En cambio, la expresión Período Medio, en el sentido dado por González en 1963, es más neutra. En cualquier caso, todavía no se ha investigado si durante esa segunda parte del primer milenio d.C. las diferencias entre los conjuntos materiales del valle del Cajón, valle de Santa María, valle de Tafí y La Candelaria son más acusadas que las diferencias que separan a los conjuntos materiales de Hualfín, Ambato, valle de Catamarca, Abaucán, etc., como para justificar que hubo una única “cultura Aguada” o un “fenómeno Aguada” –con tres variantes regionales– y que, por otro lado, hubo, durante esos siglos, las culturas restantes: una cultura Tafí, diferente de una cultura Candelaria, cada una diferente de otras tantas entidades culturales contemporáneas en Yocavil, en el Cajón, en Aconquija, en Calchaquí, etc. Además, se ignora cuál es la medida de integridad/fragmentación cultural que se toma en cuenta para determinar, por ejemplo, que las poblaciones de Tafí/Candelaria/ Yocavil/Cajón/Aconquija/ Calchaquí/ etc. se consideren desligadas, y que las de Hualfín/Ambato/valle de Catamarca califiquen como una integración jerárquica, una organización más compleja10. Creo que esta Actualmente el período de Desarrollos Regionales en mi área de estudio se hace comenzar un siglo después, según la propuesta de Greco para el valle de Santa María (2012), fecha con la cual acuerdo. 8 Se pone de manifiesto en una zona que comprende el centro y sur de Catamarca, La Rioja y el norte de San Juan, donde aparece cerámica de estilo Aguada en cantidades apreciables. 9 “… que pasaron a integrarse en una misma esfera supra-regional”… “cuya interrelación social, política, económica y cultural es un tema aún por dilucidar” (Laguens 2004:139). 10 Todavía prevalece la idea de que hacia mediados del primer milenio D.C. en el Noroeste argentino hubo un faro de desarrollo pionero, único y progresivo en el valle de Ambato desde el cual se produjo una integración jerárquica regional y la expansión del estilo artístico Aguada en múltiples direcciones (González 1998 y 1999, Núñez Regueiro et al. 2002, Pérez Gollán 2000) el cual amerita un nombre diferente de Formativo. Cito textual: “… en Ambato existieron sociedades que se ajustarían a la clasificación de Formativas, y un proceso de cambio que lleva a situaciones de mayor complejidad, desigualdad y heterogeneidad, caracterizadas bajo la denominación de Período de Integración Regional… aparecen nuevos tipos de sitios, con rasgos arquitectónicos de gran envergadura, con estructuras constructivas ceremoniales y grandes espacios públicos, como es el caso de la Iglesia de los Indios y las Piedras Blancas, en La Rinconada, o el Bordo de 7

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Figura 3. La periodización llevada a la práctica. Cartel autógrafo de José A. Pérez Gollán redactado para usar en la catalogación de las colecciones arqueológicas depositadas en el Museo Etnográfico. A esos fines prácticos, por exigencia de la acción, Candelaria y Tebenquiche no traspasan el 600 d.C. y sólo Aguada ocupa el lapso entre el 600 y el 1000 d.C. , lo cual es inconsistente con la evidencia empírica.

visión todavía carga con la antigua delimitación de culturas como entidades reales del pasado construida en el siglo XX. Usé entonces la expresión “primer milenio d.C.” para evitar predicar de las poblaciones que estudiaba conceptos y nominaciones que no están apropiadamente validados y que además acarrean valoraciones sociales –integración, fragmentación, igualitario, jerárquico, complejo, evolucionado, simple, etc.– (Scattolin 2006). Hay que señalar, por otra parte, que diversos investigadores del Noroeste argentino han declarado su insatisfacción con el concepto de Formativo, renunciando por completo a su uso al proponer formas singulares de descripción –como en el caso de Delfino Espiro y Díaz que aplican la noción de “Modo de vida comunitario agrocéntrico” (2009) a unidades arqueológicas de Laguna Blanca, Catamarca–; o redimiendo el empleo de “unidades de tiempo” estrictas, como en el caso de Muscio que recupera la categoría de “Período Agroalfarero Temprano” (2004, 2009), poco invocada en los últimos tiempos por los investigadores. No estamos solos en las discusiones por el Formativo: “el inicio del Horizonte Temprano [nuestro Formativo], es el lapso más conflictivo de la secuencia maestra” en los Andes los Indios en Los Talas” (Pérez Gollán et al.1996-7:119). Previamente habrían tenido lugar “sociedades con poca diferenciación entre las personas, que comparten una serie de elementos en común con otros grupos de zonas aledañas (usualmente englobados bajo la denominación de sociedades del Período Formativo)” (Laguens 2004:148).

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Centrales según un estudio historiográfico de la génesis de los esquemas de periodización actualmente utilizados en Perú (Joffré 2005). Las que he referido no son certezas sobre un nombre sino tan sólo algunas de las molestias que afectan al Formativo en el Noroeste argentino, otras seguramente saldrán a la luz a lo largo del presente volumen, pero no impiden aprovecharlo, en su uso social, como categoría en torno a la cual congregarnos otra vez. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bennett, Wendell C., E. F. Bleiler y Frank H. Sommer 1948 Northwest Argentine Archaeology. Yale University Publications in Anthropology, 38. New Haven. Bourdieu, Pierre 1997 Razones prácticas. Traducido por Thomas Kauf. Editorial Anagrama, Barcelona. DeBoer, Warren 2002 Review of Formativo Sudamericano, una revaluación: Ponencias presentadas en el Simposio Internacional de Arqueología Sudamericana, Cuenca-Ecuador, 13-17 de enero de 1992: Homenaje a Alberto Rex González y Betty J. Meggers by Paulina LederbergerCrespo. Latin American Antiquity 13(1)121-122. Delfino, Daniel D., Valeria E. Espiro y R. Alejandro Díaz 2009 Modos de vida situados: el Formativo en Laguna Blanca. Andes 20:111-134. Feinman, Gary y Jill Neitzel 1984 Too many types: An Overview of Sedentary Prestate Societies in the Americas. En Advances in Archaeological Method and Theory, editado por M. B. Schiffer, 7:39-102. Academic Press. New York. Franco Salvi, Valeria L., Julián Salazar y Eduardo E. Berberián 2009 Reflexión teórica acerca del Formativo y sus implicancias para el estudio del Valle de Tafí durante el primer milenio D.C. Andes 20:197-217. González, Alberto Rex 1955 Contextos culturales y cronología relativa en el área central del NO Argentino. Anales de Arqueología y Etnología 11:7-32. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo. Mendoza. 1963 Cultural Development in Northwest Argentina. En Aboriginal Cultural Development in Latin America: An Interpretative Review. Editado por Betty Meggers y Clifford Evans. Smithsonian Miscellaneous Collections 146 (1):103-117. Washington. 1998 Arte precolombino. Cultura La Aguada. Arqueología y Diseños. Filmediciones Valero, Buenos Aires. 1999 La cultura de la Aguada y el período Formativo. Evolución e historia en el proceso

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Crónicas materiales precolombinas Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino M. Alejandra Korstanje, Marisa Lazzari, Mara Basile, Fabiana Bugliani, Verónica Lema, Lucas Pereyra Domingorena y Marcos Quesada (editores)

2015

Crónicas materiales precolombinas: arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino / María Alejandra Korstanje ... [et al.] ; compilado por María Alejandra Korstanje ... [et al.]. 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Sociedad Argentina de Antropología, 2015. Libro digital, PDF - (Publicaciones de la Sociedad Argentina de Antropología / Luna, Leandro Hernán ) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-1280-27-8 1. Arqueología. I. Korstanje, María Alejandra II. Korstanje, María Alejandra, comp. CDD 930.1 Fecha de Catalogación: 1/12/2015 Publicaciones de la Sociedad Argentina de Antropología. Serie dirigida por el Dr. Leandro Luna (CONICET/Museo Etnográfico J.B. Ambrosetti) [email protected] Libro coeditado por M. Alejandra Korstanje, Marisa Lazzari, Mara Basile, Fabiana Bugliani, Verónica Lema, Lucas Pereyra Domingorena y Marcos Quesada. Comité Asesor: Lic. Carlos A. Aschero (CONICET/Instituto de Arqueología, Universidad de Tucumán) Dr. Billie R. Dewalt (Musical Instrument Museum) Dra. Dominique Legoupil (CNRS / Universidad de La Soborna). Dra. Lidia R. Nacuzzi (CONICET /Universidad de Buenos Aires). Dra. Mónica Quijada (CSI / Centro de Humanidades del Instituto de Historia Madrid). Dra. Alcira R. Ramos. (Departamento de Antropología, Universidad de Brasilia). Dra. Alejandra Siffredi (CONICET /Universidad de Buenos Aires). Dra. Myriam N. Tarragó (CONICET /Universidad de Buenos Aires). Dr. Hugo D. Yacobaccio (CONICET /Universidad de Buenos Aires). Diseño de Tapa en base a obras de Andrés Tríbulo. Diagramación: Beatriz Bellelli. ©2015, by Sociedad Argentina de Antropología Sociedad Argentina de Antropología Moreno 350. (1091) Buenos Aires. [email protected] ISBN 978-987-1280-27-8 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina- Printed in Argentina

Diseño de tapa en base a fragmentos de “Horco Molle”. Autor: Andrés Tríbulo, artista tucumano.

Diseño de separadores en base a: “Girasoles”. Autor: Andrés Tríbulo, artista tucumano.

Crónicas materiales precolombinas Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino M. Alejandra Korstanje, Marisa Lazzari, Mara Basile, Fabiana Bugliani, Verónica Lema, Lucas Pereyra Domingorena y Marcos Quesada (editores) – 2015 –

INDICE PREFACIO .......................................................................................................................... 19 Introducción ....................................................................................................... 25

1 FORMATIVO: EL NOMBRE Y LA COSA. María Cristina Scattolin ................................................................................................. 35 SECCION 1 – Cambios y continuidades en la arqueología del Período Formativo

2 CONTRIBUCIONES AL ESTUDIO DE SOCIEDADES ALDEANAS EN EL NOROESTE ARGENTINO: EL CASO DE LA QUEBRADA DE LOS CORRALES (EL INFIERNILLO, TUCUMÁN).

Nurit Oliszewski, Jorge Martínez, Eugenia Di Lullo, C. Matías Gramajo Bühler, Guillermo Arreguez, Hernán Cruz, Eduardo Mauri, Cecilia Mercuri, Ana Muntaner y M. Gabriela Srur ......................................................................................................... 51

3

PRODUCCIÓN Y REPRODUCCIÓN SOCIAL DURANTE EL PRIMER MILENIO EN EL VALLE DE TAFÍ.

Julián Salazar y Valeria Franco Salvi . .............................................................................. 81

4 PAISAJES Y PRÁCTICAS SOCIALES EN LAS SELVAS MERIDIONALES DE LA PROVINCIA DE TUCUMÁN (1° MILENIO D.C.).

Gabriel Eduardo Miguez y Mario Alejandro Caria ....................................................... 111 SECCION 2 – Paisajes, territorios y redes de interacción

5

LA OCUPACIÓN HUMANA DE LAS NACIENTES DE LA QUEBRADA DE HUMAHUACA EN EL RANGO 3.000-1.000 A.P.: EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS, DISCUSIÓN Y PERSPECTIVAS.

Juan B. Leoni y María Isabel Hernández Llosas ............................................................ 151

6 HACIA LOS PRIMEROS POBLADOS EN AZUL PAMPA, JUJUY. Lidia Clara García, Elvira Inés Baffi y Patricia Soledad Higa . ....................................... 183 7 LA GENTE Y SUS PRÁCTICAS EN LAS TIERRAS BAJAS Y ALTAS DEL OESTE TINOGASTEÑO EN LOS SIGLOS I A XIII D.C. (CATAMARCA, ARGENTINA).

Norma Ratto, Mara Basile, Anabel Feely, Irene Lantos, Luis Coll, Dolores Carniglia y Juan Pablo Miyano .................................................................................................... 215

8 TRAS LAS HUELLAS DEL FORMATIVO. NORTE DE LA PROVINCIA DE LA RIOJA.

Adriana Callegari, María Elena Gonaldi, Gisela Spengler, María Gabriela Rodríguez, María Eugenia Aciar, Roberto Pappalardo y María Lucia Wisnieski .............................. 247

9

UNA PUESTA AL DÍA SOBRE EL FORMATIVO DE LA QUEBRADA DEL TORO (SALTA, ARGENTINA).

María Eugenia De Feo . ................................................................................................ 277

10 REMODELANDO EL FORMATIVO. APORTES PARA UNA DISCUSIÓN DE LOS PROCESOS LOCALES EN LAS COMUNIDADES AGROPASTORILES TEMPRANAS DE ANTOFAGASTA DE LA SIERRA (CATAMARCA, ARGENTINA).

Sara M. L. López Campeny, Andrés S. Romano y Carlos A. Aschero . .......................... 313

11 ARQUEOLOGÍA EN ESPACIOS CONTRASTADOS EN LOS PIEDEMONTES ORIENTAL Y OCCIDENTAL DE CUMBRES CALCHAQUÍES (TUCUMÁNARGENTINA) DURANTE EL 1° Y 2° MILENIO DE NUESTRA ERA.

Mario Alejandro Caria y Julián Patricio Gómez Augier ................................................ 355

12 PRÁCTICAS SOCIALES EN EL PASADO Y PRESENTE DE LAGUNA BLANCA (DPTO. BELÉN, CATAMARCA): REFLEXIONES EN TORNO AL MODO DE VIDA COMUNITARIO AGROCÉNTRICO.

Daniel D. Delfino, Valeria E. Espiro y Alejandro R. Díaz . ........................................... 385

13

HABITAR, CIRCULAR, HACER. EL PUNTO DE VISTA DE LA QUEBRADA.

María Cristina Scattolin, María Fabiana Bugliani, Lucas Pereyra Domingorena, Leticia Inés Cortés, Marisa Lazzari, Andrés Darío Izeta y Cristina Marilin Calo ........... 427

14 CAMBIOS DEL PAISAJE DURANTE EL FORMATIVO EN LA REGIÓN ANDINA DEL NOA Y CHACO.

Julio Kulemeyer, Ricardo Cortés y Liliana Lupo ........................................................... 465

SECCION 3 – Tiempo y vivencia cultural: artefactos, arquitectura, representaciones

15 ENTRE MUROS Y VASIJAS: ENTIERROS Y MEMORIA EN SORIA 2, VALLE DE YOCAVIL.

Romina Spano, M. Solange Grimoldi, Valeria Palamarczuk y Alina Álvarez Larrain ..... 485

16 A LA LUZ DEL HOGAR: VESTIGIOS DE LA COMUNIDAD DOMÉSTICA FORMATIVA EN EL SITIO SORIA 2, VALLE DE YOCAVIL (CATAMARCA).

Liliana J. Baigorria Di Scala, Carlos R. Belotti de Medina, Juan P. Carbonelli y Erico G. Gaál ............................................................................................................... 519

17 LA VARIABILIDAD DE UN ESTILO: AVANCES Y DISCUSIONES EN TORNO A LA CERÁMICA VAQUERÍAS DEL NOROESTE ARGENTINO.

Lucas Pereyra Domingorena, María Eugenia De Feo y María Fabiana Bugliani............. 549

18 EL FORMATIVO EN EL VALLE DE HUALFÍN, UNA REVISIÓN CRÍTICA DESDE LA FUNEBRIA.

Bárbara Balesta, Nora Zagorodny y Federico Wynveldt................................................. 575

19 IMÁGENES Y MEMORIA: LAS PRESENCIAS ANCESTRALES EN EL FORMATIVO. Marisa Lazzari, Jorgelina Garcia Azcarate y Cristina Scattolin........................................ 603 20

EL ABANDONO EN LAS SOCIEDADES FORMATIVAS DEL NOROESTE ARGENTINO. CASOS Y DISCUSIÓN.

Inés Gordillo y Diego Leiton . ...................................................................................... 635

21 EL FORMATIVO EN LA PUNA MERIDIONAL: DE LA OPCIÓN PRODUCTIVA A LAS SOCIEDADES AGROPASTORILES PLENAS.

Daniel Olivera, Patricia Escola, Alejandra Elías, Susana Pérez, Pablo Tchilinguirian, Pedro Salminci, Martina Pérez, Lorena Grana, Jennifer Grant, Aixa Vidal, Violeta Killian Galván y Paula Miranda . ...................................................................... 663

SECCION 4 – Ámbitos de producción y extracción: habitar y crear terrenos

22 PENSANDO AL FORMATIVO DESDE LA REGIÓN PEDEMONTANA DE LAS YUNGAS DE JUJUY.

Gabriela Ortiz, Cecilia Heit Lanart, Luis Nieva, Facundo Zamora, Natalia Batallanos y Fernanda Chapur ...................................................................................................... 695

23 GENTE, TIERRA, AGUA Y CULTIVOS: LOS PRIMEROS PAISAJES AGRARIOS DEL NOROESTE ARGENTINO.

M. Alejandra Korstanje, Marcos Quesada, Valeria Franco Salvi, Verónica Lema y Mariana Maloberti ....................................................................................................... 721

EPÍLOGO . .................................................................................................................. 751

EVALUADORES

Evaluadores que participaron del Taller: Carlos Aschero, Carlos Belotti, Leticia Cortés, Patricia Cuenya, María Eugenia De Feo, Daniel Delfino, Valeria Franco Salvi, Jorgelina García Azcárate, Inés Gordillo, Marisa López Campeny, Jorge Martínez, Pablo Mercolli, Nurit Oliszewski, Garbriela Ortiz, Daniel Olivera, Clara Rivolta, Valeria Palamarzuk, Norma Ratto, Cristina Scattolin, Constanza Taboada, Federico Wynveldt, María Isabel Hernández Llosa, Juan Leoni. Evaluadores externos al Taller: María Ester Albeck, Victoria Castro, Beatriz Cremonte, Francisco Gallardo, Marco Giovannetti, Rossana Ledesma, Gabriel Lopez, Mariel López, Ana María Lorandi, Bárbara Manasse, Bernarda Marconetto, Enrique Moreno, Hernán Muscio, Verónica Puente, Paola Ramundo, Claudio Revuelta, Mario Rivera, Marina Sprovieri, Paul Tchilinguirian, Andrés Troncoso, Simón Urbina, José María Vaquer, Verónica Williams, Hugo Yacobaccio, Amalia Zaburlín.

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