+ FRANCISCO CERRO CHAVES OBISPO DE CORIA-CÁCERES

+ FRANCISCO CERRO CHAVES OBISPO DE CORIA-CÁCERES DEDICATORIA A toA todos los arciprestazgos, las parroquias, las comunidades, instituciones, asociac

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La figura del obispo en el papa Francisco La figura del obispo en el papa Francisco Diego Fares, S. J. 343 En la apertura de la 68 Asamblea General

SR. OBISPO SALUDO DEL
Todo eso es algo que ayuda, indudablemente a situarnos en la puerta de entrada, de lo que debe ser vivir, desde la fe, la Semana Santa, pero es necesa

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+ FRANCISCO CERRO CHAVES OBISPO DE CORIA-CÁCERES

DEDICATORIA A toA todos los arciprestazgos, las parroquias, las comunidades, instituciones, asociaciones, hombres y mujeres cristianos de mi diócesis a los que con la Madre de Cristo y de su Iglesia están esperando la VISITA PASTORAL

Aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque Tú vas conmigo

TU VARA Y TU CAYADO ME S0SIEGAN (Salmo 22)

INTRODUCCIÓN Ante la Visita pastoral, como un acontecimiento de gracia, donde la llamada es a que toda la comunidad cristiana acoja y se renueve en su seguimiento de Jesús, quiero expresar en este comentario al Salmo del Buen Pastor todos mis deseos y anhelos.  Primero, que sea verdaderamente preparada para no dejar a la improvisación un momento de gracia para toda la Iglesia Diocesana. A través del Arciprestazgo, de la Parroquia y de las distintas comunidades, se trata de que verdaderamente suponga un momento de auténtica renovación y de encuentro con el Sucesor de los Apóstoles, el Obispo. Esta preparación con tiempo y sin prisas, debe ser el cauce de convocación y de sensibilización para todos aquellos que son invitados “en el nombre del Señor”. La preparación esmerada debe ir siempre acompañada de un estudio sobre la zona, el arciprestazgo, la parroquia. No se trata tan sólo de ”cumplir expediente” desde un “análisis de la realidad”, sino conocerla para poder mejor ayudar a los que van a recibir esta Visita Pastoral.  Segundo momento: La Visita propiamente realizada: Hay que cuidar todos los aspectos para que no sólo salga bien, que saldrá, sino para que dé el máximo fruto evangelizador, que es el primer y gran objetivo de toda Visita Pastoral. El encuentro con las fuerzas vivas de la parroquia, el énfasis en los momentos más claves de la celebración y evangelización, las visitas cuidadas a los enfermos e impedidos y a las instituciones que es necesario hacerse presente, darán a la Visita Pastoral lo que pretende nuestra Madre la Iglesia. Cuidar muy bien todas las celebraciones. Una liturgia cuidada, exquisita, fiel en todo a la Iglesia y a la vez participativa, harán verdaderamente que la Visita Pastoral transcurra y sea una gracia

para todos los fieles de la Diócesis, incluso para los que no se consideran de la comunidad cristiana.  Tercero, los frutos que deben permanecer después de la Visita se deben cuidar. No debe ser la Visita Pastoral unos fuegos artificiales muy hermosos, donde se cumple sólo con la normativa canónica, donde todo queda en la justa medida, pero no tiene un calado de frutos pastorales. Si verdaderamente es un encuentro del pastor con su rebaño, tiene que dar frutos de vida y santidad y la parroquia, el arciprestazgo o la zona tiene que verdaderamente haber tenido un momento de gracia para seguir construyendo “la civilización del amor”, que tiene a Cristo como Centro: El mismo ayer, hoy y siempre. Sería bueno continuar después de la Visita Pastoral con un seguimiento de si verdaderamente se están cumpliendo los acentos pastorales donde se hace hincapié en la Visita, y sobre todo el descubrimiento de nuestra misión de evangelizar, que es la misión de toda la Iglesia, que sólo existe para evangelizar, es decir, para anunciar a Jesús como Salvador de los hombres.

ANTE EL COMIENZO DE LA VISITA PASTORAL

Queridos sacerdotes, miembros de la vida consagrada, cristianos laicos de la Diócesis de Coria-Cáceres:

apostólico y mesiánico, de renovación y de ilusión, de gozo y de alegría que todos esperamos.

Al iniciar la Visita Pastoral en nuestra Diócesis de Coria-Cáceres, me ha parecido necesario y oportuno anunciaros con gozo este acontecimiento de gracia y de esperanza para todos, que significa y hace presente a Jesucristo, el Buen Pastor que visita a su Pueblo. En la Visita Pastoral, el Obispo aparece como el principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia Particular, formada a imagen de la Iglesia Universal. Con la Visita Pastoral es mi deseo mostraros el amor salvador de Jesucristo que actúa en la Iglesia por medio del Espíritu Santo.

Tengo una gran ilusión en visitaros y espero que esta Visita Pastoral sea el momento en el que compartamos el gozo de la fe, la firmeza de la esperanza y el servicio del amor con que Dios nos ha bendecido en su Hijo Amado y que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rm 5,5).

En continuidad con los Obispos que me han precedido en esta Sede, y a los que conocí y a los que recuerdo ante el Señor con gratitud, D. Manuel Llopis Ivorra, D. Jesús Domínguez Gómez y D. Ciriaco Benavente Mateos, con el aliento del Espíritu Santo, ungido por la caridad pastoral y acompañado de vuestras plegarias, os visito y quiero hacerme presente en todas y cada una de las Parroquias y comunidades cristianas de la Diócesis, para ejercer mi ministerio apostólico del anuncio de la Palabra de Dios, de la Santificación y de la Caridad, servicio que el Señor me ha confiado para edificación de la Iglesia y para el bien de todos y de cada uno. Agradezco a Dios que permanezcáis fieles a Jesucristo, que os sintáis gozosamente hijos de la Iglesia y que os esforcéis en ayudar a todos, especialmente a los más necesitados. Contemplemos a san Pedro de Alcántara, ejemplo de santidad y de vida cristiana para todos. Os invito a que os unáis ya desde ahora a mi oración para que el Espíritu Santo la haga fecunda y provechosa para todos. Estoy convencido de que sin su ayuda misteriosa, pero real, esta Visita Pastoral no lograría los frutos de santidad y de vida, de dinamismo

Quiero y deseo vivamente estar con vosotros como el que sirve, encontrarme con todos los diocesanos con estos propósitos: • conoceros mejor y más evangélicamente; • escucharos con amor y dialogar con vosotros; • transmitiros la Palabra y la Salvación de Jesucristo; • compartir vuestras preocupaciones y dificultades, vuestros gozos y esperanzas; • llamaros a una renovación de la fe, vivida en comunidad y expresada en el apostolado; • animaros en vuestros trabajos pastorales; • orar y celebrar juntos los misterios de nuestra fe; • fortalecer la comunidad eclesial. Por ello, quiero ofrecer mi apoyo y consuelo a quienes están desesperanzados, fortalecer a quienes se sienten débiles, ofrecer la luz del Evangelio a quienes están desorientados, buscar al que se ha marchado, acoger con los brazos abiertos en nombre de la Iglesia a quienes buscan la reconciliación con Dios y con los hermanos. Quiero acercarme a todos: desde Las Hurdes hasta la Comarca de Valencia de Alcántara, desde la Comarca de Montánchez hasta las tierras de Granadilla, desde las tierras de

Montehermoso hasta las de Arroyo de la Luz, en Cáceres y en Coria. De manera especial quiero acercarme con las entrañas de Jesús a los pobres, enfermos, desvalidos y pecadores que somos todos, para mostrarles la misericordia de Dios y la solicitud maternal de la Iglesia, alentando así el servicio de la caridad de todas las Comunidades. La Visita Pastoral ayuda a todos: parroquias, comunidades, movimientos, institutos, asociaciones, cofradías, sacerdotes, religiosos y laicos, a comprender cada día mejor que formamos parte de esta Porción del Pueblo de Dios que camina por CoriaCáceres haciendo presente la salvación de Dios para todos. Pido a nuestras queridas hermanas de Vida íntegramente contemplativa a que oren al Señor por los frutos de esta Visita Pastoral que iniciaré pronto, si Dios quiere, en la próxima Pascua. También espero encontrarme con vosotras y así poder compartir la fe, la oración, la alabanza al Padre por Cristo en el Espíritu Santo. Confío esta Visita pastoral a la Santísima Virgen de Argeme, e invoco su intercesión maternal para que nos proteja y nos guarde siempre en el seguimiento fiel y amoroso de su Hijo Jesucristo. Os exhorto a todos a que participéis en los actos que se programen, sobre todo en la celebración de la Eucaristía, fuente y culmen de toda la vida cristiana, sacramento de unidad y vínculo de caridad, que nos hace ser la Iglesia de Jesucristo. “La Misa de hoy, que preside nuestro Obispo, tiene para nosotros una significación especial. Si la Eucaristía es siempre ocasión gozosa de encuentro para la familia cristiana, lo es hoy más que nunca, ya que va a ser presidida por aquel que es su Padre en Cristo, el Obispo. Al unirnos al Obispo en esta celebración afirmamos

nuestra pertenencia a la Iglesia, nuestra voluntad de ser en ella fieles a Jesucristo y de participar en su obra misionera. Ofrezcamos además esta Eucaristía por nuestro Prelado, para que Dios le guíe en la tarea de convertir a todos los fieles de la Diócesis, y más concretamente a los cristianos de esta parroquia, en una comunidad de unidad, en un pueblo unido que sigue fielmente a Jesucristo” (del Ritual de la Visita Pastoral). Os espero a todos, de modo especial a los jóvenes, y a todos los necesitados de los que he hecho preferencia especial en mi episcopado. Comenzaré, como hicieron los anteriores Obispos, por el arciprestazgo de Coria, a los que ya desde ahora me uno a sus intenciones y necesidades, y saludo especialmente a sus sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, cofradías, asociaciones, jóvenes, es decir, a todo el Pueblo de Dios que camina en ese Arciprestazgo. Que Dios os bendiga a todos y os haga bendición para el mundo. Con gozo y esperanza os espero. Cáceres, 2 de febrero de 2009 Presentación del Señor Jornada de la Vida Consagrada +Francisco Cerro Chaves Obispo de Coria-Cáceres

ORACIÓN POR LA VISITA PASTORAL CARÁCTER DE LA VISITA PASTORAL SEGÚN EL DIRECTORIO PARA LOS OBISPOS ¡Señor Jesucristo! Te rogamos nos concedas a los fieles cristianos de la Diócesis de Coria-Cáceres comprender y acoger la gracia y el don de la Visita Pastoral que nuestro Obispo D. Francisco, nuestro padre y pastor, se dispone a realizar en tu nombre y bajo la guía del Espíritu Santo para gloria del Padre. Te pedimos que esta Visita Pastoral nos ayude a asumir con nueva ilusión nuestra pertenencia a la Santa Iglesia Católica, a valorar cada día más nuestra dignidad de cristianos, a participar como miembros vivos y activos en la vida y misión de tu Iglesia, a escuchar tu voz en el clamor de los pobres, a construir la paz en el corazón de las personas, de las culturas y de los pueblos. Te suplicamos que nos ayudes a acoger tu llamada a la conversión y a la santidad siendo fieles a tu Evangelio, para ser así testigos tuyos en medio de los hombres, nuestros hermanos. ¡Santa María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia! ¡Virgen de Argeme! Bajo tu protección maternal ponemos la Visita Pastoral. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

“El Obispo tiene la obligación de visitar la diócesis cada año total o parcialmente, de modo que al menos cada cinco años visite la diócesis entera, personalmente, o si se encuentra legítimamente impedido, por medio del Obispo coadjutor, o del auxiliar, o del Vicario general o episcopal o de otro presbítero”1. La visita pastoral es una de las formas, confirmada por los siglos de experiencia, con la que el Obispo mantiene contactos personales con el clero y con los otros miembros del pueblo de Dios. Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa. La visita le permite, además, examinar la eficiencia de las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica. La visita pastoral es, por lo tanto, una acción apostólica que el Obispo debe cumplir animado por la caridad pastoral que lo presenta concretamente como principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular2. Para las comunidades y las instituciones que la reciben, la visita es un evento de gracia que refleja en cierta medida aquella especial visita con la que el “supremo pastor” (1P 5,4) y guardián de nuestras almas (cf. 1P 2,25), Jesucristo, ha visitado y redimido a su pueblo (cf. Lc 1,68)3. A la visita pastoral están sujetas “las personas, instituciones católicas, cosas y lugares sagrados que se encuentran en el ámbito de 1

Codex Iuris Can, can.396 $ 1. 2 Cf. CONC.ECUM.VAT.II. Constitución dogmática Lumen Gentium 23. 3 Cf. JUAN PABLO II: Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis 46.

la diócesis”4, incluidos los monasterios autónomos y las casas de los Institutos religiosos de derecho diocesano, teniendo en cuenta las limitaciones indicadas por las normas canónicas en lo referente a las iglesias y oratorios de los Institutos de derecho pontificio5.

ocasión de iniciativas culturales y deportivas; con los obreros, para compartir juntos, dialogar, etc. En la visita no se debe omitir, finalmente, el examen de la administración y conservación de la parroquia: lugares sagrados y ornamentos litúrgicos, libros parroquiales y otros bienes. Sin embargo, algunos aspectos de este examen pueden ser asignados a los vicarios foráneos o a otros clérigos idóneos6 para que sean realizados en los días precedentes o sucesivos a la visita, de manera que el Obispo pueda dedicar el tiempo de la visita sobre todo a los encuentros personales, como corresponde a su oficio de Pastor7.

FORMA DE REALIZACIÓN DE LA VISITA PASTORAL A LAS PARROQUIAS En las visitas a las parroquias, el Obispo tratará de realizar, según las posibilidades de tiempo y de lugar, los siguientes actos: a) celebrar la Santa Misa y predicar la Palabra de Dios; b) conferir solemnemente el Sacramento de la Confirmación, posiblemente durante la Misa; c) encontrarse con el párroco y con los otros clérigos que ayudan en las parroquias; d) reunirse con el Consejo Pastoral, o si no existe, con los fieles (clérigos, religiosos y miembros de las Sociedades de vida apostólica y laicos) que colaboran en los distintos apostolados y con las asociaciones de fieles; e) encontrarse con el Consejo para asuntos económicos; f) tener un encuentro con los niños y los jóvenes que realizan el camino de catequesis; g) visitar las escuelas y otras obras e instituciones católicas dependientes de la parroquia; h) visitar, si es posible, algunos enfermos de la parroquia. El Obispo puede también escoger otros modos para hacerse presente entre los fieles, considerando las costumbres del lugar y la conveniencia apostólica: con los jóvenes, por ejemplo, con

PREPARACIÓN DE LA VISITA PASTORAL La visita pastoral, programada con la debida anticipación, requiere una adecuada preparación de los fieles, mediante especiales ciclos de conferencias y predicaciones sobre los temas relacionados con la naturaleza de la Iglesia, la comunión jerárquica y el episcopado, etc. Se pueden también publicar opúsculos y utilizar otros medios de comunicación social. Para resaltar el aspecto espiritual y apostólico, la visita pude ser precedida por una serie de misiones populares8 que lleguen a todas las categorías sociales y a todas las personas, inclusive aquellas alejadas de la práctica religiosa. El Obispo debe prepararse adecuadamente para efectuar la visita, informándose con anticipación sobre la situación socioreligiosa de la parroquia: estos datos pueden serle útiles a él y a las secciones diocesanas interesadas, para tener un cuadro real del estado de la comunidad y tomar las oportunas medidas.

4

Codex Iuris Canonici, ,can397 $ 1; 259$ 2 (acerca de la frecuencia de la visita al seminario); 305 $ 1(sobre la visita a las asociaciones), 683 $ 1 (sobre las visitas a las obras religiosas), 806 (sobre la visita a las escuelas católicas). 5 Codex Iuris Canonici, can 397 $2; 628 $2; 637 y 683.

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Codex Iuris Canonici, can 555 $ 4. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 46. 8 Codex Iuris Canonici, can770. 7

ACTITUDES DEL OBISPO DURANTE LA VISITA Durante la visita, como en cada uno de los actos del ejercicio de su ministerio, el Obispo se comportará con sencillez y amabilidad, dando ejemplo de piedad, caridad y pobreza: virtudes que, junto a la prudencia, distinguen al Pastor de la Iglesia. El Obispo considere la visita pastoral como quasi anima episcopalis regiminis, una expansión de su presencia espiritual entre sus fieles9. Teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor, se presente a los fieles no “con ostentación de elocuencia” (1Co 2,1), ni con demostraciones de eficientismo, sino revestido de humildad, bondad, interés por las personas, capaz de escuchar y hacerse entender. Durante la visita, el Obispo debe preocuparse de no gravar la parroquia o los parroquianos con gastos superfluos10. Esto no impide, sin embargo, las sencillas manifestaciones festivas, que son la natural consecuencia de la alegría cristiana y expresiones de afecto y veneración por el Pastor. CONCLUSIÓN DE LA VISITA Concluida la visita pastoral a las parroquias, es oportuno que el Obispo redacte un documento que testimonie la realización de la visita a cada parroquia, en el que se recuerde el desarrollo de la visita, se reconozcan los esfuerzos pastorales y se señalen los puntos para un camino más exigente de la comunidad, sin omitir las indicaciones sobre el estado de las estructuras físicas, de las obras pastorales y de otras eventuales instituciones pastorales

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JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 46. Cf. Codex Iuris Canonici, can 398.

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SALM0 22 El Señor es mi Pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque Tú vas conmigo, TU VARA Y TU CAYADO ME SOSIEGAN, me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

PREPARACIÓN ANTES DE LA VISITA Prepararse a la Visita Pastoral como Arciprestazgo, como Parroquia, como comunidad que espera al Pastor Diocesano, es siempre un acontecimiento de gracia. La preparación es siempre para acoger y celebrar los frutos que vendrán. Prepararse no significa ponerse nervioso. Es cuidar para que se le pueda sacar el provecho de la gracia que lleva consigo una visita “en nombre de Jesús”.

 El Señor es mi Pastor: En otros Salmos aparece siempre el deseo de Dios de apacentar a su pueblo. Ante la experiencia de tantos pastores que no sirven, sino que se sirven del rebaño encomendado, el Señor hace una promesa de “pastores según su Corazón”. Sólo en Jesús, Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, el Padre ha hecho realidad prometiendo, en este Salmo, ser Pastor de su pueblo. Vivir con la conciencia de que somos amados desde siempre y amados por el Buen Pastor es vivir en la paz y el gozo que nadie nos podrá quitar. La alegría del Amor de Dios es saber que el Señor es Pastor siempre. Él nunca nos dejará. Vive como Pastor al lado de sus ovejas. Siempre está cerca de nuestras dificultades y contrariedades. Podemos afirmar que al decir que el Señor es mi Pastor estamos también afirmando por la Encarnación del Verbo que “nos ha

visitado el Sol que nace de lo alto”. El Pastor cuida de sus ovejas y las visita con un entrañable cariño.

 Nada me falta: La traducción más exacta es “nada me puede faltar”. Porque si afirmamos que hoy nada me falta no significa que, por ejemplo, no me pueda faltar mañana. La clave de este Salmo es que si el Señor es mi Pastor, es que nada me puede faltar. Ni hoy, ni mañana. Esto nos hace crecer en una profunda confianza en su Corazón. Esto nos ayuda a descubrir que el Señor cuida de mí continuamente como Pastor Bueno. Esto sobre todo me dice que nunca me dejará en la estacada. Al descubrir a Cristo como Buen Pastor, nuestra vida se transforma. Es vivirlo todo desde otra dimensión. Brota una confianza de saber que su amor no falla nunca. En la medida en que descubro que nada me falta, también descubriré que nada me puede faltar. Es decir, que siempre puedo vivir con la confianza puesta en su Amor. Es estrenar cada día el gozo de sus cuidados. Es ver, en cada visita del Buen Pastor, que nos cuida con su amor para que lleguemos siempre a buen puerto.

 En verdes praderas me hace recostar: Nos conduce hacia las verdes praderas del Reino, donde nos trata con ternura el Amor del Buen Pastor. Nos hace recostar porque la vida a veces es muy dura. Nos cuida cuando necesitamos el alimento que nos haga mantenernos en pié. Solamente en la medida en que es su amor el que nos guía, sabemos descubrir las verdes praderas de su Amor que nos hacen recostar. Nada de vivir angustiados. Sabemos de quién nos hemos fiado, como decía san Pablo. Tenemos que comprobar una y otra vez que el Señor, como Buen Pastor, nos ha conducido siempre hacia los mejores prados que nos dan la vida: los mejores, cuando ha podido; los más fructíferos, siempre; y, sobre todo, ha sido “un derroche para con nosotros dándonos a conocer el misterio de su voluntad” (Ef 3). En la medida en que aceptamos el ser conducidos por el Señor, entonces experimentamos que Él nos hace recostar, que nos lleva como “águila” a sus polluelos para alimentarnos en las verdes praderas, donde nos hace recostar. Sólo tenemos que confiar y vivir en su Amor incondicional.

 Me conduce hacia fuentes tranquilas: El pueblo de Israel extenuado por la sed en el desierto pide de beber, murmura ante Moisés por una sed abrasadora. Al final, el Señor lo conduce hacia las fuentes donde apagar su sed, donde beber desde su profunda amargura. Aquí, el Buen Pastor nos conduce hacia fuentes tranquilas. Son las fuentes de donde mana el Agua Viva. Son las fuentes tranquilas. Que todos deseamos para beber, para repostar después del duro trabajo. Aquí se hace hincapié en una diferencia y es que aquí nos conduce Él. Es el Pastor Bueno el que nos lleva, el que nos conduce, el que nos guía hacia las fuentes tranquilas. No sólo nos sacia nuestra sed, para lo que nos podría llevar a beber cualquier cosa, sino que el Amor del Señor nos lleva, nos conduce a beber del Agua Viva que brota de su Corazón (Cfr. Jn 19). Este Salmo está lleno de un misterio que sólo se explica plenamente cuando el crucificado, como Buen Pastor, abre su Corazón y brota como fuente de Agua Viva de la Salvación. Con la fuente tranquila que llega de su Amor total. Son las fuentes tranquilas que llenan nuestro corazón de una paz y de una armonía que nos da el Buen Pastor.

 Y repara mis fuerzas: Las ovejas son casi siempre débiles y torpes. Les cuesta aprenderse el camino. Lo pierden con mucha facilidad, como nos recuerda la parábola de la oveja perdida (Cfr. Lc 15). Sin embargo, el Buen Pastor conduce y repara las fuerzas de las débiles, de las que caminan con dificultad, de las que están en un peligro inmediato. Es necesario saber descubrir que el Señor siempre repara nuestras fuerzas. Que nos dio la sed y nos dio el agua para saciarla. Quien nos hizo la herida nos dio la medicina para curarla. Es preciso reparar nuestras fuerzas. Aquí en esta parte del Salmo se está refiriendo a lo que hizo Jesús, que es el que verdaderamente repara nuestras fuerzas cuando dice: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso”. Reparar las fuerzas es beber y comer. Beber de la fuente de Agua Viva que brota de su costado abierto y comer de la Eucaristía, “pan partido” para la vida del mundo.

 Me guía por el sendero justo: El oficio del pastor es guiar el rebaño. La clave es siempre guiar y conducir por el sendero justo. Probablemente el Pastor se tendrá muchas veces que cerciorar si el camino por el que conduce a sus ovejas es el más indicado, el mejor, el sendero justo. No basta sólo la buena intención. Es necesario tener sabiduría para conducir el rebaño hacia donde el Señor quiere. Cuando esta realidad no se vive podemos tener pastores torpes, ingenuos, que por faltarles la sabiduría que brota del pastoreo según el Corazón de Dios no lleven a las almas por el sendero justo. Cuántas comunidades cristianas, parroquias a veces no son conducidas por un pastor que les debe conducir por el sendero justo. Aunque no haya nada malo, es mucha la responsabilidad de ser guías y conductores de los que nos ha encomendado el Señor. No es bueno vivir angustiados. Dios nos hace vivir en libertad. Es mucha la responsabilidad de lo que podemos hacer y que si nosotros no lo hacemos, quedará por hacer por toda la eternidad. Hay que guiar por senderos justos.

 Por el honor de tu nombre: El pastor debe vivir por las ovejas. Se santifica dando la vida por las ovejas. Sobre todo se acuerda de las más débiles y las más perdidas. ¿Qué significa “por el honor de tu nombre”? Que el Pastor cuida, pero no son suyas las ovejas, por eso el Único Pastor y Dueño es Dios, Cristo, el Buen Pastor que da la vida y que nos enseña a vivir “por el honor de su nombre”. Tenemos el peligro de no vivir al estilo de Jesús, de no hacer su voluntad, de no sembrar los caminos de la alegría del Evangelio y sobre todo de no hacer de nuestra vida un vivir “a mayor gloria y honor de Dios”. Es necesario cuidar mucho a las ovejas, volcarse en su salud, en su bienestar, en que no les falte nada de lo necesario. Esto no significa que no vayamos a tener dificultades y problemas. Donde hay vida siempre hay conflicto y ningún rebaño está exento de temores y dificultades. Pero la clave siempre será vivir “por el honor de su nombre”, siempre “a mayor gloria de Dios”.

PARA ORAR Y COMPARTIR EN GRUPO 1) ¿Cuál es mi actitud y mi preparación ante la próxima Visita de nuestro Obispo? 2) ¿En qué aspectos deberíamos hacer hincapié para que la visita sea una gracia para toda la comunidad? 3) Aspectos prácticos para que la visita cumpla su misión.

2.- REALIZACIÓN DE LA VISITA PASTORAL Es un momento de gracia para toda la comunidad. Es siempre el paso de Dios por nuestra vida. Cuando se ha preparado, todo lo que se realiza es para edificar la comunidad y para que crezcan en ella cristianos comprometidos y constructores de la “cultura del amor y de la vida”.

 Aunque camine por cañadas oscuras: El Pastor según el Corazón de Cristo conduce siempre por la Luz y hacia la Luz que brota de su Amor Incondicional. Por eso, aunque camine por cañadas oscuras, experiencia que tiene el pueblo de Israel de haber caminado por cañadas oscuras, por el desierto, por tantos lugares inhóspitos, siempre el Señor le ha conducido. Nunca ha tenido experiencia de orfandad, a pesar de su pecado, pues sabía que el Amor de Dios le conducía en medio de todas las oscuridades y le llevaba hacia rincones de Paz. Sólo en la medida en que en nuestra vida nos sentimos conducidos por su Amor, en esa medida nuestra vida es siempre luminosa. No tenemos que tener miedo de pasar por cañadas oscuras si la Luz de Cristo ilumina nuestra vida. En la medida en que vamos caminando como peregrinos sabemos que el Buen Pastor va a la cabeza. No importan los senderos difíciles. No importan las cañadas oscuras. No importan los peligros. No importan los salteadores de camino. El Pastor nos conduce, siempre va delante, aunque camine por cañadas oscuras.

 Nada temo: El verdadero amor expulsa todo temor. Es normal y hasta de inteligentes el que experimentemos en nuestra vida un miedo inmenso. Es humano sentir temor, lo que es siempre de madurez espiritual, de profundo cristiano es atravesar el miedo porque “sabemos de quién nos hemos fiado”. En la medida en que seguimos al Pastor, puede surgir el miedo a perderlo y a perdernos, pero de pronto brota la convicción de que su Amor es mucho más fuerte que todos nuestros temores. La confianza total en el Señor, Pastor que conduce al rebaño, del que sabemos que su Amor vence todos nuestros miedos. Es preciso desterrar el miedo, no por razones humanas que son siempre poco concretas, sino por el convencimiento que brota del Amor de Dios y de que la Fuerza y el Poder me vienen del Señor. El pueblo de Israel en su peregrinaje en la historia experimentó muchas veces la noche, el miedo, el temor, la oscuridad, la guerra, las tensiones, y siempre que recurrió al Señor, Pastor de las ovejas le fue muy bien. ¿Por qué no hacerlo nosotros?

 Porque Tú vas conmigo: Siempre que descubrimos que camina a nuestro lado, que el Pastor va conmigo, vivimos en el gozo y en la alegría de que ante la adversidad y el peligro, ante la irrupción de los lobos rapaces, nada tememos porque Tú vas conmigo, caminas con nosotros. La convicción que experimenta el Salmista de ser acompañado siempre, es fundamental en nuestra vida espiritual. La soledad y el sentirse demasiado solo siempre es mal consejera. Es necesario descubrir que “Tú vas conmigo”. Aunque sea de una manera siempre invisible y a veces poco perceptible, sin embargo la realidad es y ha sido que “Tú vas conmigo”. Vas conmigo, no detrás porque siempre existe el peligro de desanimarse al no verte, ni tampoco muy adelante porque siempre existe el peligro de no poder seguirte y que el ritmo que me marques parece que supera mis fuerzas. Es preciso descubrirte que “Tú vas conmigo” a las duras y a las maduras. Que Tú te acercas siempre a mi vida para llenar el corazón de esperanza, que nunca estás lejos, que siempre vas conmigo porque tu Amor es más fuerte que el pecado, el dolor, la muerte. Caminas a mi lado, junto a mí, ni delante, ni detrás, sino al ritmo de mis pies cansados.

 Me unges la cabeza con perfume: En toda visita del Pastor, se da ese encuentro con el Amor de Dios, que nos unge la cabeza con el perfume del Espíritu Santo, que siempre nos hace descubrir “ el buen olor de Cristo”. Me unges la cabeza, en el fondo es saber que a través de esa unción que en la vida cristiana se llama Bautismo, Confirmación, Unción de enfermos, Orden Sacerdotal, se nos unge con el óleo de la alegría. El ungir la cabeza siempre es un signo de amor, de predilección, de bendición de Dios. Él siempre está y actúa en nuestro favor. No es bueno “tirar la toalla” pensando que el Pastor no camina a nuestro lado. Está presente en nuestra vida, a veces demasiado silencioso, pero es preciso descubrir que camina con nosotros y sobre todo “nos unge la cabeza con perfume”. Esto siempre aparece en el Antiguo Testamento como signo de consagración, de pertenencia, de realeza. Se ungía a los reyes. Ahora se nos unge a nosotros, dándonos a Cristo, que la verdadera unción, el verdadero aceite perfumado son los Sacramentos, signos visibles que dan la gracia, expresión de que a través de ellos nos comunican la vida resucitada de Cristo, Buen Pastor.

 TU VARA Y TU CAYADO ME SOSIEGAN: La vara y el cayado del Pastor están llamados a producir en la comunidad y en el corazón humano el sosiego y la paz. A veces, en las comunidades surgen problemas, tensiones, dificultades; en el fondo el Pastor hace lo que decía el profeta que desea el Señor con su pueblo: “Consolad, consolad a mi pueblo”. Es siempre el deseo del Amor de Dios, que como Pastor solícito visita a su pueblo con la paz, no es una visita para amenazar, aún menos para juzgar con dureza de corazón. Es la visita de “la vara y el cayado que sosiegan”. Porque por una parte nos habla de que Dios no es duro nunca, pero por otra parte nos habla de la exigencia del Amor de Dios con su pueblo, para que se viva en las claves del Amor. Nada de vivir en la intranquilidad ni en desasosiego de quien parece que “no ha conocido el Amor”, pero sí vivir con la exigencia y con la sana tensión de saber que tenemos que vivir cumpliendo los mandamientos y sobre todo con la convicción de que “tu vara y tu cayado me sosiegan”.

 Y mi copa rebosa: Siempre la copa, cuando el Señor la alza en la última Cena, es un brindis por la vida. Una vida entregada “a muerte”. Una vida que nos hace descubrir que lo que da autenticidad al Amor es la capacidad que tenemos de sacrificarnos por lo que amamos. Mi copa rebosa, nos habla del Pastor de los pastores, del Amor de los amores, que ha entregado su sangre para la redención del mundo. Nos ha dado la vida “para que la tengamos en abundancia”. Es preciso descubrir que sólo en la medida en que cuando nuestro amor como copa rebosa es cuando vivimos el “derroche” del que habla san Pablo y que nos recuerda el inmenso amor Redentor del Señor. Es preciso volver una y otra vez a descubrir que el Amor de Dios es siempre un amor que como copa de bodas, como brindis de amor, se entrega, para que descubramos que “nos ha visitado el Sol que nace de lo alto”. Es preciso vivir la vida como una copa que rebosa de amor ofrecido y entregado a todos, como un brindis por la vida.

PARA ORAR Y COMPARTIR EN GRUPO 1) ¿Cómo podemos cuidar personalmente y entre todos para que la realización de la visita sea un momento de gracia? 2) Sería bueno un encuentro con todos los que están implicados en la visita para motivar y preparar exquisitamente la visita. No dejar nada a la improvisación. 3) ¿Qué nos sugiere en esta visita: “Bendito el que viene en nombre del Señor”?

3.- EL DESPUÉS DE LA VISITA PASTORAL El fruto es siempre una comunidad renovada por la presencia del Espíritu Santo y del Señor que camina siempre en su Iglesia. El fruto debe ser una vida llena de los frutos del Espíritu Santo: amor, paz, bondad, alegría. Una comunidad de la que se pueda decir “mirad cómo se aman”. La caridad es siempre nuestro deseo y nuestra asignatura pendiente.

 Tu bondad y tu misericordia me acompañan: El Buen Pastor es siempre Buena Noticia para el rebaño. Buena Noticia porque me acompaña su Bondad y Misericordia. Esta es la alegría permanente del corazón humano, de la comunidad que reconoce en el Buen Pastor, la bondad y la misericordia del Señor. Es siempre buena noticia la cercanía, la amabilidad, el corazón manso y humilde. Se acerca con las armas de su Amor incondicional. No viene buscando otros intereses. No es el mercenario que sólo le interesa su propio yo y nunca la vida de sus ovejas, de tal manera que cuando se pone en peligro su vida el mercenario huye y deja solo al rebaño. Es necesario descubrir siempre que la Bondad y la Misericordia del Señor me acompañan todos los días de mi vida. Si recordamos la historia de nuestra vida, si recorremos todos los momentos, incluso aquellos que nos resultaron complicados, dolorosos y difíciles, no podemos menos que descubrir que el Amor del Señor ha sido y es el protagonista central y último de nuestra vida.

 Todos los días de mi vida: Absolutamente todos los días, el Señor me acorrala y me seduce con su bondad y su misericordia. No existe ningún día que no nos visite con el sello de su Bondad. Que no pueda descubrir el latido de su Amor hacia mí. Siempre ha sido y es su Amor el guía triunfador con su Bondad en todas mis rutinas y cansancios diarios. Es preciso descubrir una y otra vez el Amor del Señor, para que podamos vivir en el convencimiento de que su Amor es siempre nuestra fuerza y nuestro poder. Es preciso descubrir todos los días de mi vida su Bondad y su Misericordia. Es necesario ver detrás de todos los acontecimientos buenos y menos buenos una declaración de su Amor. Siempre que el Señor nos visita es para decirnos que nos ama de una u otra manera, es siempre un bien. Nos viene siempre su amor incondicional, aunque lo haga disfrazado de contrariedad y de sufrimiento, pero es necesario descubrir que su bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida.

 Y habitaré en la casa del Señor: “Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes”. Este Salmo complementa lo que nos dice aquí de que “habitaré en la casa del Señor”. Su Amor es siempre nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestro Templo donde celebrar la verdadera vida. En la medida en que nuestra vida esté llena de esperanza y nos abramos al Amor de Dios habitaremos en la Casa del Padre, que es el Corazón de Cristo. Habita uno allí donde tiene puesto su corazón. El descubrimiento del Amor del Señor es siempre para nosotros un motivo nuevo de alegría y de gozo. Es necesario el saber vivir en su Casa, habitar en su Corazón, gozarnos en su Presencia, celebrar y vivir la Eucaristía es habitar en la casa del Señor. Es vida. Es, sobre todo, descubrir el gozo de su Amor incondicional. El Señor nos bendice con su ternura, con su Bondad, con su Misericordia, y esto nos ayuda a vivir en su casa, en el Templo de su Corazón abierto.

 Por años sin término: Su presencia, su visita de Pastor Bueno, de Corazón ilimitadamente bueno, hace de nuestra vida una celebración el gozo de vivir. Sin el Señor, sin su Amor, la vida poco a poco va perdiendo su encanto. Nos sentimos lejos de lo que somos llamados a vivir y a ser “santos e irreprochables ante Él por el Amor”, y esto por años sin término. El descubrimiento del Amor del Señor, que siempre nos visita y siempre nos habla, es para decirnos y para manifestarnos su Amor. Dar a nuestra vida el paso y la convicción de que nada ni nadie me podrá quitar el Amor de Dios. Esto es lo que tiene que dejar el paso del Señor por nuestras vidas, como dejó en san Pablo la conciencia de que ni muerte, ni pecado, ni sufrimiento, ni nada nos podrá quitar el Amor de Jesús (Cfr. Rm 8). Y esto vivirlo por años sin término, es decir, no se acaba. Cuando uno ha conocido el Amor de Dios que nos ha visitado, es una fiesta que no tiene final.

PARA ORAR Y COMPARTIR EN GRUPO 1) ¿En qué tendríamos que poner el acento después de la visita del Obispo? 2) Recoger todo lo que nos ha dicho y todo lo que el Obispo de una u otra manera ha manifestado en sus intervenciones. 3) ¿Cómo dar cauce a que todas las personas vivan y asuman lo que debe ser el fruto de la visita y una vida cristiana renovada?

CONCLUSIÓN Una visita pastoral del sucesor de los Apóstoles, del Obispo, sobre todo tiene que dar como fruto una confirmación en la fe. La visita debe producir el gozo de que hemos sido alentados, animados, reconfortados con la presencia del Pastor de la Iglesia Diocesana, que en nombre de Jesús nos ayuda a vivir la realidad salvífica, el Evangelio. Una visita pastoral, con todo lo que lleva, debe ayudarnos a vivir lo que nos ofrece la Iglesia, y es -sobre todo- una oportunidad para crecer juntos, para celebrar la fe que nos mueva a vivir en santidad y en generosidad delante de Dios y en comunión con nuestros hermanos. El fruto que debemos pedir, porque no podemos por nuestras propias fuerzas, es una gracia que tenemos que desear, es la de vivir el Bautismo. Una visita pastoral tiene que ser para toda la comunidad parroquial y para todas las comunidades un vivir el Bautismo. Es vivir desde Jesús el “nacer de nuevo” (Cfr. Jn 3), y sobre todo el vivir la caridad que debe ser el fundamento de nuestra vida cristiana. La visita pastoral debe dar el fruto de una renovación en la fe. Es decir, el procurar que la comunidad, a veces envejecida y otras veces cansada por el peso del tiempo, vuelva a plantearse con nuevo ardor, con nuevos métodos, con nuevos planteamientos la nueva evangelización que no se podrá realizar si todos juntos no miramos al Dios de la Vida y vivimos con “los sentimientos de Cristo”. Sólo en la medida en que nuestras comunidades se renueven y beban de la fuente de Agua Viva, es como nuestras parroquias y comunidades aunque desde

“signos pobres”, se lanzan a la evangelización, como la vocación de la Iglesia que está llamada toda ella a proclamar, a anunciar y a vivir de Cristo. Por último, la visita pastoral no puede ser más que un momento fuerte en el engranaje de todo lo que la Diócesis con su Pastor a la cabeza, ofrece para que verdaderamente vivamos el Evangelio de la Vida y surjan en todos los lugares hombres y mujeres que vivan la santidad, que vivan entregando la vida por Amor a Cristo y a los hermanos. La visita pastoral no puede estar separada de un antes y un después. No puede ser un hecho aislado. Debe haber tenido una preparación, una realización y una continuidad. El Pastor seguirá después con los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, revisando cómo se van desarrollando los frutos que debe dar una visita pastoral. Saber cuidar hasta el final el fruto, es siempre apostar para que las visitas pastorales cumplan en la Iglesia la misión para la cual surgieron y que tiene mucho que ver con el planteamiento y fidelidad a la misma Iglesia que nos acompaña y nos ayuda para vivir a Cristo como CAMINO, VERDAD Y VIDA.

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