Fundador: I. ZUBIALDE JulJo-Sepbre

REVISTA MUSICAL : = Hispano-Americana ^ N.os i]-i8-i9.=n É p / Fundador: I. ZUBIALDE MADRID JulJo-Sepbre., 1915 : = It. -. •» I Año VII _;!

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REVISTA MUSICAL : =

Hispano-Americana

^ N.os i]-i8-i9.=n É p / Fundador: I. ZUBIALDE

MADRID

JulJo-Sepbre., 1915

: = It.

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I

Año VII

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Director: A. BARRADO

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Regeneración por cultura I

A continuada serie de triunfos, conquistados por la música mientos artísticos, que son oprobio y vergüenza, y para los española contemporánea, en los principales centros mu- cuales, van todas mis censuras y recriminaciones. Y este prosicales del mundo, nos da la impresión satisfactoria, de que blema si que es difícil de resolver. poco á poco, en esa lucha titánica de nuestros artistas, España, Todos sabemos, que nadi2 puede recetar, sin ser médico; va ocupando el lugar á que indudablemente tiene derecho, un hacer un plano de edificación, sin ser arquitecto, etc., y todo derecho indiscutible, conquistado por Pedrell, Albeniz, Bretón, el mundo, puede ser profesor de música, sin que haya nadie Manen, Del Campo, Villar, Turina, Falla y otros muchos. que se lo impida. El médico, trata de la salud física: de acuerLa creación de sociedades musicales «Filarmónicas» en do; pero el profesor, el verdadero profesor, ¿no trata de la casi todas las provincias de España, Sociedad Nacional, Or- salud, del bienestar espiritual? ¡Cuántos y cuantos ejemplos questas Sinfónicas, etc., vienen á demostrarnos más y más, se ven todos los días de verdaderas organizaciones artísticas, que España, atraviesa el momento definitivo, de su engrande- inutilizadas para siempre, por una profesora, ó profesor ineptos, que sólo se cuidan de ir tieiendo, sin pensar jamás en cimiento musical. Pues bien: en este momento definitivo, es cuando debemos las responsabilidades de su alta misión! de estimular nuestra masa profesional. De una parte, tenemos el desinterés, de no aprender más Sabido es, que España, desgraciadamente, es uno de los que aquello que creemos es necesario para nuestro instrumenpaíses, donde menos cultura general poseen los músicos. Sobre to. Un pianista, al acabar sus estudios oficiales, no sabe más, esto, se ha escrito y se escribe todos los días, sin ordenada que la técnica del piano, pero ignora en general «Historia de orientación, pero con laudable voluntad. ¿Valdrá la pena es- la Música», «Estética», ambiente, carácter, forma nacional de tudiar el problema en su principio? Creo que sí; veamos: las canciones populares, etc., etc , y hasta diré también, que Existen desde luego, dos formas de cultura necesarias á ignora la Historia de su propio instrumento, las condiciones toda criatura: la cultura profesional que tiene obligación de íntimas, el alma en fin, del colaborador a?, sus éxitos, ó sus poseer el médico, lo mismo que el militar, y el ingeniero, lo fracasos, pero colaborador eterno puesto que á él dedicó su mismo que el músico, y la cultura general ó social, que debe i vocación. de conocer, en la mayor amplitud individual, todos aquellos, Esto, puede llamarse en muchos casos, inconsciencia escoque dentro de la esfera de acción de su vida cotidiana, ten- lar, pero no en todos, pues hay detalles, que desconsuelan gan el interés noble, de ser útiles á sí mismos, y ser útiles á por la significación que tienen. Yo me acuerdo que cuando sus semejantes. Esto, que parece una infantilidad escolástica, estudiaba, (con muchísimo gusto por cierto), Historia de la es más importante, de lo que á primera vista parece. Música en la clase que el insgne Pedrell explicaba en el Con¿Por qué se encuentra tan abandonada nuestra cultura servatorio, me encontré un día en la calle del Arenal, á un profesional y general? ¿Son culpables los músicos, que todos profesor notable (que murió hace algunos años), el cual, me los días, nacen, llenos de ilusiones, á la vida artística, de no preguntó con interés adonde iba: poseer ese caudal imprescindible para su bienestar artístico—A clase de Historia —le respondí. social? —¿Y tú tienes paciencia para aguantar esa latal (!!) No: no son culpables, mas que en parte. Yo confieso, que me produjo un efecto horrible esa desLos verdaderos culpables, son generalmente los profesores. floradora palabra; y digo desflor adora, porque á esa edad-en Tenemos en España profesores notabilísimos, verdaderos que lleno de ilusiones y esperanzas, se estudia con aprovechay auténticos talentos de la pedagogía musical, honra y orgullo miento é interés noble de saber, una palabra torpe, pronunde nuestros Conservatorios, para los cuales, va toda mi admi- ciada por una persona que para nosotros tiene en esa época ración y mi respecto. Pero hay un sinnúmero de profesores, y algo de «aureola gloriosa» nos corrompe, nos arranca ó nos profesoras, indocumentados artísticamente, sin la más rudi- desflora en fin, esas divinas ilusiones de juventud, y pensamos mental orientación musical, sin los más primitivos conoci- después, como pensé yo aquel día, cuando llegué á clase y vf

REVISTA al eminente Pedrell, heroico ea su constancia, grande en su noble ministerio: —¡Señor! ^Será verdad que todo lo que sabe este hombre, que todo lo que se ha escrito en tantos y tantos libros sea... una lata^... Y allá en mi interior, oía con profundo deleite, y como un eco, la voz cansada pero convincente del Maestro... «Señores; Los instrumentos autó/onos, pueden ser de sonidos determinados como las campanas... Y esto ocurría, hace relativamente pocos años, y á esa clase, que no era obligatoria, concurrían el primer mes, unos sesenta alumnos, y acababa el curso con .. tres!! ¡Cuántas veces fui yo sólo el único asistente ^verdad maestro? ¿Qué demuestra esto? Poco interés en la clase escolar, sin duda, pero si en aquella época (y en todas) los otros profesores hubiesen inculcado á sus alumnos (como á mí el mío) (i) el afán de saber, de ilustrarse, de cultivar su inteligencia, algo de esa semilla de propaganda, quedaría dentro de los cerebros juveniles, y mayor sería su cultura, al acabar su carrera. Sobre esto se podía escribir mucho y nunca sería bastante, pero... vamos á otro caso nocivo. Supongamos (y esto ocurre todos los días) que una señorita de buena familia y holgados bienes de fortuna, se dedica á estudiar un instrumento,/)or5'«s sejaba cuerdamente que estaría mucho mejor guardada en el Ate- quizás, desigual. Es, creemos, como la expresión de un deseo; no neo. ¿Cuántos años pasarán hasta que podamos leer esas partituras representa, empero, la realización perfecta, acabada, halladaya., en caídas en las anónimas manos del Estado? una palabra, de aquel deseo... Granados logra con su Dante revelarnos muy claramente un ADOLFO SALAZAR. nuevo aspecto de su personalidad. Hele ahí saliéndose de su habitual ambiente y trazando, de pronto, no ya notas íntimas ó de color, sino dos grandes y atrevidos frescos orquestales. Los cinco conciertos dados últimamente en el Palau de la MúY concluiré cuanto se refiere á los cinco conciertos de la Orsica, por la Orquesta Sinfónica de Madrid, despertaron, según questa Sinfónica, haciendo constar que el público del Palau procostumbre, el mayor interés y alcanzaron, como siempre, el éxito digó cada noche al maestro Arbós y á su disciplinada orquesta los más franco, más justo, más ruidoso. Con motivo de la nueva visita más calurosos aplausos y los más sentidos elogios. de la interesante entidad que nos ocupa, congrégase en la sala de Además de los conciertos efectuados en el Palau de la Música conciertos de nuestro Palau un público numerosísimo y extrema- por la Orquesta Sinfónica de Madrid, hánse verificado otros con^ damente distinguido. Y las cinco veladas que me propongo comen- ciertos en el propio Palau, en la Sala Mozart y en la Sala Granados. tar deslizáronse, en verdad, de manera gratísima. Hablaré de los principales. 14

REVISTA MUSICAL La Cruz Roja Española organizó un concierto, en el Palau de la Música, en el cual tomaron parte la Sociedad Barcelonesa de Quintetos que dirige el maestro Goberna, la Sta. María de las Mercedes Plantada (soprano) y los Sres. Canalda (tenor). Morro (barítono), Cassadó (violoncelista) y Gibert Camins (pianista). La Sociedad Barcelonesa de Quintetos ejecutó el Quinteto en sol, de Mozart; el Aria en do, de Bach, y La flladora, de Goberna. Gaspar Cassado tocó un nocturno, de Chopín (aquel nocturno, lector, que todos los violoncelistas han tocado, tocan, ó tocarán fasalmente algún día), y la Tarantela, de Popper; la Sta. Plantada cantó algunos Heder de Brahms, Strauss, Wolf y Auber (que ofrecieron un singular contraste con las páginas de Donizetti y Leoncavallo que fueron brillantísimamente cantadas por los Sres. Morros y Canalda) y el señor Goberna, organista, ejecutó al órgano el Adagio de la Sonata Patética, de Beethoven (¿no hay, acaso, obras escritas para órgano?) y... Mireille, de Gounod. Programa, pues, marcadamente heteróclito que no debe, con todo, criticarse puesto que se trataba de un concierto dado, como queda dicho, por la Cruz Roja Española, á beneficio de los heridos de todas las naciones en guerra y de nuestra acción en Marruecos. El concierto efectuado en el Palau por la Junta de Damas Católicas catalanas, con la cooperación de la Asociación Catalana de Estudiantes, á beneficio del Templo de la Sagrada Familia (el originalísimo monumento arquitectónico que dirige nuestro genial Gaudi), resultó interesante. El número de este concierto que mayor interés ofreció á cierta parte del público, distinguidísimo, que á él asistió, fué el Intermezzo y el tercer acto de / Darmignac, la nueva ópera de Fervidal y de Ángel Bignotti cuyos fragmentos ya indicados estrenábanse precisamente aquella noche. La nueva hazaña musical del Sr. Fervidal (un seudónimo) fué escuchada con el mayor silencio y aplaudida con la mayor simpatía. Fervidal es, en realidad, un mondain distinguidísimo que se complace actualmente en dedicarse á escribir música. Acaricia, dícese, las más encumbradas ilusiones. Por nuestra parte, solo respeto nos merece (en este momento, precisamente, en que sólo la fuerza y los explosivos parecen interesar á la mayoría de los nacidos), aquel que, como el Sr. Fervidal, se permite aun soñar (la más dulce y, á buen seguro, la más grata de las ocupaciones) y trata a'demás, de dar bonitamente forma á sus ensueños. Además de los fragmentos ya indicados de la nueva ópera dei Sr. Fervidal, ejecutóse aun en el concierto que nos ocupa, el Carnaval Romano, de Berlioz; Francesca de Rimini, de Tschaikowsky; el concierto en re, para violoncelo, de Haydn; un concierto español, para violoncelo y orquesta, de Joaq. Cassadó, y un fragmento de Sansón é Dalila, de Saint Saens. La obra de Cassadó es interesante. Es, quizás, un tanto monocrómica. Pero es interesante, lo repito, y revela la mano experta de un excelente músico. La parte de violoncelo del Concierto Español, de Cassadó, fué admirablemente ejecutada por Gaspar Cassadó (quien toco, además el ya citado concierto en re, de Haydn). La Orquesta Sinfónica de Barcelona ejecutó con la mayor perfección las ya mencionadas páginas de Tschaikowsky y de Berlioz. He aquí el programa del último concierto organizado por la Asociación de Música da Camera: Sonata en do menor, op, 32, Saint Saens; Sonata en la menor, op. 40, Boellmann; Sonata e n / a , op. 6, Strauss. Fueron muy bien ejecutadas por Blai Net, pianista, y^or José Rabentós, violoncelista. Aurelia Sancristófol y Rosa Barella de Soler, han dado también dos recitales en la Sala Mozart. La Sra. Barella es una pianista discretísima. La Sta, Sancristófol es, en cambio, una violoncelista de grandes cualidades. Granados ha dado, en fin, en la lindísima salita de su Academia,

un concierto notabilísimo. Ejecutó la Sonata op. 2, n.° 3, de Beethoven; Nocturno op. 1, vals op. 64, n.° 2; Berceuse, Gran Polonesa, op. 22, de Chopin, y las siguientes composiciones suyas: Los requiebros (!.• parte de losMajos enamorados), El amor y la muerte (2." parte de los Majos enamorados). El Pelele (Escena goyesca). Estrenóse en el Liceo, La Fanciulla del West, de Puccini. No gustó. F. LLIURAT.

SANSEBüSTinN La temporada musical veraniega. El que se proponga asistir, durante la temporada de verano en San Sebastián, á todos los conciertos clásicos y artísticos del Gran Casino, sin faltar á uno siquiera, ha de ser forzosamente, ó rentista, ó veraneante. No estoy en ninguno de los dos casos, y por eso me he visto obligado á declinar el cargo de corresponsal con que me quiso honrar la Revista. Mis ocupaciones profesionales no me permiten, por desgracia, acudir á todos los mencionados conciertos, teniéndome que contentar con oír los principales. Soy, pues, cronista accidental y nada más, hasta que la Revista designe uno definitivo á la altura de su importancia. Tampoco basta disponer justamente de las horas en que se dan las sesiones musicales. La afluencia de gente á las mismas es tal, que precisa ir á la sala con mucha anticipación, so pena de no encontrar asiento y de tener, por tanto, que estar de pie, con la consiguiente fatiga, nada propia pan saborear debidamente las bellezas de las obras. En los primeros años del Casino, nos lamentábamos de la escasísima concurrencia á las fiestas clásicas. Hoy, como acabo de indicar, la sala resulta pequeña y sofocada. ¿Es afición verdadera, ó es snoobismo lo que lleva á las gentes al Casino, los días deconciertos escogidos? De todo habrá seguramente, pero, sea de ello lo que fuere, preferible es la afluencia á esas fiestas del arte, que á aquellas otras en que se contemplan los intestinos de pobres caballos, esparcidos por el suelo y se vé el martirio de nobles animales, para fomento sin duda, de instintos crueles. Un adelanto positivo en el público del Gran Casino, es el silencio perfecto mientras se tocan las obras. Ha costado imponerlo, dero se ha conseguido. Mi modesto s.'ncero aplauso al cn\to publico. Este año, la dirección artística del Casino, ha tenido el acuerdo, á mi juicio excelente, de hacernos O'r toda la obra orquestal de Brahms, con la única excepción del concierto de piano en si b y de las dos serenatas, obras de juventud del autor. ¡Qué hermosa, qué digna y qué noble es la música del gran maestro! No se busquen en ella efectismos de receta, ni sonoridades orquestales de gusto dudoso, ni tópicos de ningún género. Brahms fué un músico honrado que jamás mendigó el aplauso de la Prensa, ni buscó el del pública, empleando los procedimientos al uso. Por eso precisamente ha tardado tanto en ser debidamente comprendido y admirado. El caso no es nuevo. Beethoven no comen.'^ó á ser universalmente conocido hasta unos treinta años después de su muerte. La sobriedad orquestal de Brahms recuerda la de Beethoven. Se diferencia, sin embargo, de aquella, como no puede menos de suceder, por el manejo más completo y mejor entendido del metal, amén de otras cosas. El adelanto no es tanto de Brahms, como de los constructores de instrumentos. Muchos músicos que encuendan duro y seco el metal en determinados pasages de Beethoven, no saben que éste y sus contemporáneos no disponían más que de trompas y trompetas cuya escala no era completa, viéndose obligados á hacer algo parecido á lo que ocurre con los directores de músicas militares, cuando se les obliga ó incita á componer pasos-dobles con refuerzo de cornetas, que no disponen más que de las notas de la octava. 15

REVISTA MUSICAL La misma excelente artista tocó el concierto en la menor, junMe aparto de mi carácter de cíonista. Las digresiones y desviatamente con el violoncellista Hekking. La primera vez que oí este ciones constituyen defecto personil mío, incurable según veo. Las hermosas sinfonías de Brahms desfilaron sucesivamente en concierto me hizo, á pesar de sus muchas é indiscutibles bellezas, cuatro conciertos; cerrando la serie el quinto con su admirable el efecto de un pugilato inútil entre el violín y el violoncello. La sonoridad extraordinaria que el muy notable artista (era el mismo Réquiem alemán. Hekking) produce en su instrumento, aplastaba al pobre violín, á La labor de la orquesta, dirigida por el maestro Arbós, es digna del más sincero aplauso. Sea por el estado de mi ánimo, sea porque pesar de los esfuerzos de quien lo tocaba (no recuerdo ahora su no habiendo oído este año las admirables orquestas alemanas, nombre) para no quedar anonadado por los formidables golpes de carezco de términos de comparacián, ó sea porque en realidad hay arco de su contendiente. adelanto en la del Casino, ello es ^ue ésta me ha parecido mejor Esta vez he tenido suerte. Mientras las notas del violín, llegaban ajustada, mejor ponderada en sus diversos elementos, mas suave y hasta mí, sin tropiezo alguno en su trayectoria, oía las del violonpastosa. Todavía chillan algo los violines primeros, en los fuertes cello algo amortiguadas, debido á que las vibraciones pasaban por agudos, pero ya no tanto como en campañas anteriores. ¿Se iva, entre los listones verticales de madera, que forman parte de la esencalleciendo mi oído? Creo que no. pecie de pulpito dentro del cual se coloca el maestro Arbós, y que le Otra pregunta. ^'Cabe aún progreso en la ejecución é interpreta- sirve de defensa para no caer inopinadamente sobre butacas, en ción de las composiciones? Si se tritase de una orquesta de segundo cualquiera de sus entusiastas movimientos ultra-nei viosos. No ten orden, contestaría negativamente, pero refiriéndome á la orquesta go necesidad de aplaudir ni á la Sta. Cousin, ni á Hekking; son dos de Arbós, me veo precisado á dec:r que hay bastante camino que excelentes artistas de la buena cepa. recorrer en las vías del progreso. Muchos números de las obras de Cuando deseo tener noticias verdaderamente dignas de fe, refeBrahms, han pasado un tanto á la ligera, sin el estudio de detalle rentes á los artistas, recurro á indagar la opinión de las personas minucioso que exigen los clásicos, flojos y deslabazados. que constituyen para mí autoridad en la materia, ó cuyo recto y buen juicio me es conocido. La culpa no es ni de la orquesta, ni de su director, sino de la Esas personas han tenido la fortuna de oir á Rubinstein, en labor de trabajos forzados á que se les somete. Ensayo por la mañana, conciertos diarios por la taide y por la noche, quedándose conciertos de los llamados artísticos. Afirman que el joven pianista es una notabilidad de primera una sección para el baile, hasta la madrugada; estudio de nuevas obras importantes para el concieno clásico y los dos artísticos de fuerza. Me complazco en trasladar esa opinión á estas cuartillas. Las mismas personas hacen también elogios de la pianista, señocada semana, es tarea imposible ds realizar, si se pretende la perfección, ó algo que se le aproxime. No puede ser. Los deseos son ñorita Tagliaferro. No me ha sido posible oírla como tal. En cambio, cantó deliciosamente, con estilo purísimo, afinada voz, y gusto inmejorables y en fin de cuentas debemos agradecimiento sincero á cuantos intervienen en la labor musical del Casino, pero siempre exquisito, sin efectismos, ni desplantes, cuatro admirables Heder me ha parecido conveniente no exagerar los aplausos, hasta tocar del maestro, en i.t sesión. en el límite de lo ridiculo. La críti;a sana y desapasionada hace un En esta misma sesión tuve la fortuna de oir la rapsodia sobre favor á los artistas cuando les recuerda siquiera que hay siempre un fragmentos de la poesía de Goethe, titulada Harzreise im Winter más allá; que toda obra humana tisne sus defectos y que el artista, (viaje por el Haiz en invierno) hermosa y noble composición en su como hombre, debe aspirar á ir adelantando y mejorando constan- sobrio, serio y arquitectural desarrollo. temente en su profesión. La Srta. Chary, que posee poderosa y bien timbrada voz de El joven pianista Rubinstein, ce glorioso apellido, tocó con- contralto, cuyo único defecto sea acaso el registro un tanto demacienzudamente el concierto de piano en re menor. Sé de antemano siado varonil de los graves, recitó de modo magistral la declamaque mi calificativo ha de parecer muy poca cosa á las gentes acos- ción lírica que constituye la esencia de la obra, y que por su magtumbradas á leer los ditirambos pomposos de la Prensa y sin em- nificencia recuerda á Gluck. Muy bien la orquesta, siempre contenida dentro de los límites serios impuestos por el caráter de la rapbargo, me obstino en creer que la palabra concienzudamente es la aplicable al caso. Kn efecto, el piano no está tratado por Brahms, sodia. Hacia el final, el coro de hombres, en piano, contribuye á realzar el carácter de noble severidad del conjunto. en la forma acostumbrada. No está escrito con relieve y de tal modo que la orquesta aparezca como su servidora humilde y modesta. El Mi aplauso al Orfeón donostiarra. Deploro no haberle oído una piano en el concierto en re menor, es un instrumento más de la vez más el Réquiem, obra que domina por completo. No dudo esorquesta, está empotrado en ella, como el violín, la flauta ó el cla- taría, como siempre, á la envidiable altura que ha alcanzado. rinete. De ahí que el pianista no pueda lucir sus facultades como F. GÁSCUE. en otros conciertos, ni dar gallarda prueba de su mecanismo y de (Se continuará en el número próximo). su gusto artístico. San Sebastián, 18 Septiembre 1915. Pudo, sin embargo, el Sr. Rubinstein haber hecho ostentación pública de lo mucho que vale, soltándonos una cadencia kilométrica de las horriblemente antiartísticas que se usan por ahí. Tuvo el excelente acuerdo, que nunca aplaudiré bastante, de no hacerlo así, en el primer número y de contentarse con una breve, discreta y muy en carácter, al finalizar la obra. No he visto la partitura, quizás esa cadencia sea del mismo Brahms. En cambio la Sta. Noela Cousin, excelente violinista, que tocó é interpretó correcta, delicada y artísticamente el concierto en re, descompuso por completo la hermosa arquitectura musical del •primer número, con interminable y fea cadencia. ¡Qué de subir y bajar, qué arpegiados hacia arriba y hacia abajo, y dobles cuerdas y pizzicatos y habilidades de todo género absolutamente inmotivadas! Hago constar, como fiel cronista, que al público entusiasmó aquel maremagnun de notas sin sentido. La causa de que esos errores perduren, consiste en la falta lastimosa de una verdadera y seria labor crítica de quienes tienen autoridad para hacerla. Imp. J. F. -Arias—Carrera de San Francisco, i.—Madrid

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