MARIPOSARIO
Gross, Sabrina Mariposario - 1a ed. La Plata : Sur Surreal, 2013. 64 p. ; 16x11 cm. ISBN 978-987-29792-0-1 1. Narrativa. 2.Novela. I. Título CDD 863
Fecha de catalogación: 29/07/2013
Diseño y diagramación: Ramiro Galeliano © 2013, Sabrina Gross
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Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina
Sabrina Gross MARIPOSARIO
2013
Indice Mariposario 9 Oscura tarde de Nepal 35
M ARIPOSARIO
Mariposario Estoy presa, montonero, porque escribo. Quizás si escribiera sobre estrellas y soles, estaría más a salvo. Quizás si escribiera sobre estrellas, soles y asteroides el cielo sería un mariposario abstracto. Y mi color, pintado por los otros con acuarela, tendría el color de otra bandera. Pero soy un alma negra en cuerpo blanco y celeste, Y en mis vuelos te busco porque soy tu compañera. Sé que me estás buscando, me buscaste durante muchos años. Soy la vida, erizada, piel caliente y vos entrando. Soy ese momento, en el que estás entrando en mí, como la historia. No puedo ser si no soy en vos, no puedo ser si no sos en mí. Vivo entre la humanidad de los hombres, Algo real, algo ideal, estado imperfecto de lo humano. Me impregno, me mezclo, me acuesto, Te doy mi cuerpo, me entrego. 9
Sabrina Gross
Caí en un mariposario falso, me cazaron, me atraparon cuando estaba acariciándote, dormida. No pude dormir desde entonces, no pude dormir por las noches, Viajé entonces a encontrarme con tu cuerpo astral, Para que me abrace allá, en el sueño. En el ensueño. El sueño, el lugar de los revolucionarios. Anoche no pude dormir y no estabas allí para abrazarme. Kármica, entré en circuito de tu eterno retorno. Pude escaparme, sólo porque encontré un espejo y vi reflejados otros mundos. Perfumes, cuerpos, flores, el mariposario ficcionario. Allí, me siento viva, un poco real, un poco ideal, un poco marginal. Da el sol en la casa, Da el sol en el campo, Da el sol en el cuarto, Donde anoche, nadie pudo abrazarme, Y yo sintiendo que el sol se apagaba como la música, La música se apagaba como el cuerpo después de entregarlo, Aquella fiebre, aquel amor físico, impulsivo, violento. Pasión, la de las mariposas en el mariposario, Latiendo con alas pintadas, expresionismo, art deco. Impulsivo el cuerpo entregado a tu cuerpo en aquel mágico lugar, desierto, abierto. 10
M ARIPOSARIO
No tengo más que pensar, si en tu pensar existo, Es el deseo de estar en tu cuerpo haciéndolo mío, Perteneciendo, Entregándote la intima y última de las memorias de mi cuerpo, El mensaje oculto de lo no dicho, Las políticas entregadas a una revolución silenciosa, La de ser tuya, Como una propiedad exclusiva de caudillos y montoneros. Me entrego a vos, tenés mi cuerpo. ¿Qué vas a hacerle ahora, a mi cuerpo, con tu pensamiento? ¿A dónde estás, montonero? Esquivé la rutina, te perdí, te encontré en otra instancia del deseo, Te perdí en el pasaje en que estabas en tu exilio, Temiendo que la fuga haya sido una trampa más del destino. Todo aquel que se fuga, que huye, que no se queda a pelear por la patria, La patria hecha por ideas y por paranoias, Tesoros del poder que nadie cuenta. Me casé, con vos, con la historia y nadie lo sabe. Es un matrimonio secreto. Mi cuerpo no entregado no tiene sentidos ni latidos, Mi cuerpo entregándose tiene vida, tiene hijos. No fantaseo, ingreso en tu fantasía todo el tiempo. 11
Sabrina Gross
Es el deseo atroz, que nadie me toque si no tu historia, Que nadie me domine sino tu espalda. No estabas allí para abrazarme, y yo no pude dormir en toda la noche. Cazada, en el mariposario falso, decoro. Mi cuerpo te llama. Idioma de los cuerpos comunicándose, la danza. La danza en el insomnio. Entré en tu imaginación como un virus, Devine fotografía, El detalle captado al instante, De eso que en blanco y negro se revela, Somos de otro tiempo, tenemos otra ropa, Vestimos para estar desnudos, Me ves en negativo, Negativizada, la revolución que encendiste en tu huida. Médicos atendiendo enfermos, dominados, Dominantes extremos, Territorios incendiados, Cuerpos anclados en un sitio, sin funerales, ni palabras de aliento. Maestros dando clases en la calle, predicando para la conciencia, Esa conciencia deviene de la inconsciencia de lo histórico. Pájaros que pican de la tierra, Aquellas semillas que plantamos para alimentarnos en un futuro. Futura huida del falso mariposario. 12
M ARIPOSARIO
Me entrego a la utopía, me entrego a este romance. Estoy acusada de violar correspondencia, montonero, Acusada de escribir, y de violar correspondencia. Me dan drogas cuando no te veo por un tiempo, Cuando creo un lenguaje para comunicarnos a lo lejos, azulejos, Nosotros mismos, azulejados, reflejados, inspirados. Poseerte no es propio de mi manía, es la consecuencia de mirarnos. Mi cuerpo está esperando de tus sales. Me angustia no tocarte, ni en mi cuerpo ni en mi ficción. Te toco en mi ficción como a un lago manso. Juego a sacarte de mí, para herirte un poco. El ego, ese dios que nos posee, también nos saca. Puedo reposar en tu espalda, Apoyar sutilmente mi cuerpo sobre el tuyo, Curando las heridas de un guerrero, Dándote mi calor también mí sangre. Irrumpo en esa historia, como irrumpe el mar en cada caso, No veo salida, es posesión, prisión eterna, La de los lazos amarrados intempestivamente, Tormenta de noche, tormenta de mar. Nada calma este vuelo si no el aire frío de la costa del sur, Sur surreal, sur siempre. Y en el sur siendo, jamás no existe, existe siempre. ¿Cómo explicarlo de otra forma? 13
Sabrina Gross
Tu pensamiento me posee y mi cuerpo se entrega. Imaginación, sutil poder para quien suda. Rebelión, alma, mar, Ritual, Bajo el cuerpo, las mariposas te devuelven a mis pies, te curan. Tu alma escondida descifrando códigos del amor prohibido, La sensualidad de la historia sinuosa, el cuerpo ardiendo, vuelve el calor El deseo, El temblor, Las visiones, los oráculos. Todo lo advierte, hay adversarios, en estas batallas de la física alguien pierde. Somos territorios extensos, los cuerpos amándose, entregados. Eros. Eros y tus imágenes desnudas. Nudismo histórico, cópulas, el deseo de poseer posesiones posibles, Y entro en tu juego para darte placer. No temo. Soy esclava, mujer esclava, posesa también por el mundo que se me revela, Respeta mi cuerpo tu poder humano. Te quiero adentro mío, historia, Revelación del tiempo. 14
M ARIPOSARIO
Éxtasis. El deseo de ser normal, una mariposa en la pared. Qué estúpido, qué estupidez. Noche impura, de pretensiones ciertas, Dios, ¿cuánto tiempo más puedo darte mi sentir? ¿Cuánto tiempo van a resistir nuestros cuerpos el sentir de la historia? Mi cuerpo en silencio te busca en la historia. ¿A dónde estás, montonero? Es historia que pesa, densa entra en mi, hace a mi cuerpo como hace en la arena, El lugar desierto, abierto del amor. Tus manos, me tocan. Cada vez que entrás en mi, mi intimidad te responde. Entrás en realidad. Entrás en ficcionalidad. Mi intimidad, siempre te responde. Te espera, te reconoce y te responde. Ideal, un abrir y cerrar de ojos. Me entrego. Entrego mi cuerpo, entrego mi vientre. Te doy mi vientre para que me des tus hijos. Guardaré tu sangre, cuidaré tu humanidad, te daré herencia. Haremos historia, no es un crimen amarse en silencio. No es un crimen amar la historia. Beso tu cuello, beso tu frente, beso tus ojos. Beso todo menos tus labios. 15
Sabrina Gross
Tus labios besan mi cuerpo astral. Hacés tuyo mi pecho, la imagen nos invita a tocarnos más. Pero es sólo una imagen, una fotografía. Violamos el tiempo y el espacio de una diapositiva violada. Es historia, aire. El lugar aún no está armado. Mi cuerpo reside en tu mente, tu cuerpo reside en mi cuerpo. El lugar físico, el mariposario nuestro, el mariposario salvaje, aún está cerrado para nosotros. El mariposario, el lugar a donde van a vivir las mariposas. A vivir y no a morir. Mientras tanto, vivís en mi escritura, abrazados a la ficción. La ficción nos encuentra abrazados en la ficción. Imagen poética, el cuerpo dentro de un abrazo. Vivís en la respiración de mi texto, en el aire. Y yo vivo en tus escenarios políticos. Todo se transforma, nada permanece. Vivo en la devastación de los campos, Vivo en las ideas que resucita la historia de día, Vivo en las caminatas de noche por las calles de la provincia. Vivo en tus clases. Vivo en tus imágenes. 16
M ARIPOSARIO
Vivo en las historias de las mujeres que dieron sus cuerpos a la revolución. Vivo en el deseo de lo revolucionario. Vivo en el seno de un discurso, Vivo en la escena de un lenguaje amatorio. Poder imprimir mi cuerpo en tu cuerpo cuando hablás sobre la historia. Romance, herencia. Amar violentamente es amar violentamente. Vivo amando revoluciones. La necesidad de vivir eternamente en la utopía. Aquel lugar que aún no se revela. Creer que mi cuerpo atraviesa la revolución de la tierra roja, En Misiones, los cuerpos transpiran. En la selva los cuerpos se aman, en la tierra roja. En el Chuy los cuerpos trafican drogas en los cuerpos. Drogas para no amar. Trafican y venden caminos para que escape, El revolucionario que debe huir. Que debe huir de su tierra, de su historia. Pero la tierra y la historia van con él a donde quiera que esté. La tierra, la mujer y la historia van con él. Como la revolución, eso que aún no sucedió pero que está latente. Hombre de militancia, montonero, hombre del cual escribo. 17
Sabrina Gross
Que escapa porque es perseguido. Perseguido por la historia. Y sube hasta el mato en el centro de Brasil, Escondido transpira, suda historia, extraño cuerpo. Pasa años en el mato, ardiendo. Mientras, en alguna secuencia del tiempo, Te encuentra mi ficción y te saca de ahí. Recupera el exilio, el lugar del exiliado, los caminos rojos, calientes de Sudamérica. Y vuelve el montonero a buscar a su mujer. A la mujer y al cuerpo. A la mujer, al cuerpo y a la historia. A la mujer, al cuerpo, a la historia y al verso. A la mujer, al cuerpo, a la historia, al verso y a la utopía. A la mujer, al cuerpo, a la historia, al verso, a la utopía y a su sangre. A la mujer, al cuerpo, a la historia, al verso, a la utopía, a su sangre y al lenguaje de los cuerpos. A la mujer, al cuerpo, a la historia, al verso, a la utopía, a la sangre, al lenguaje de los cuerpos, y al camino. A la mujer, al cuerpo, a la historia, al verso, a la utopía, a la sangre, al lenguaje de los cuerpos, al camino y al amor. A la mujer, al cuerpo, a la historia, al verso, a la utopía, a la sangre, al lenguaje de los cuerpos, al camino, al amor y a la revolución. Y encuentra todo, hipnotizado. Hechizado por la hipnosis de la nueva situación histórica. 18
M ARIPOSARIO
Las mariposas del mariposario son mariposas cazadas por un cazador. Deben esconder sus revoluciones diarias para no morir en las aceleraciones de sus vuelos. Mariposas eléctricas, domesticadas, visibles, de zoológico quieto. Y esas mariposas salvajes, que me dominan, que me dan naturaleza, ¿a dónde están? Vivo esperando que me liberen de este mariposario falso, Construido para que habitemos sin identificar los rasgos falsos de la organización de las mariposas. Ellas vuelan, todo el día, toda la noche. Vuelan de un lado a otro, enloqueciéndose, atrapadas en una injuria. La injuria de mostrarlas como mercancía tras un vidrio transparente. La injuria de encerrarlas como prisioneras premio de sacerdotes y liberales. La belleza nítida quebrada por la belleza inyectada, belleza mutilada. La belleza originaria raptada por la indulgencia de alguna dama bien de la sociedad patricia de La Rioja. Un falso mariposario, creado para la conquista. Y mi vuelo condicionado, redirigido, apropiado, por la mirada de los otros. La mirada del enemigo que acecha a la historia su bien más preciado. 19
Sabrina Gross
Mi cuerpo dado, entregado, tuyo. Mis hijos tuyos. Mis alas tuyas. Mariposario imitado, robado, digitalizado. Montonero, ¿a dónde estaban tus brazos para abrazarme, que anoche no pude dormir? ¿A dónde estaban tus brazos anoche para abrazarme que anoche mi cuerpo pedía tu cuerpo y no había nadie allí? El sueño, dentro mío, el sueño dentro tuyo agitaba mi pensamiento y agitaba mis alas. El cuerpo de la mujer que entrega su cuerpo. El texto del cuerpo en la piel ardiendo en tu piel ardiendo. Te entrega su lucha para sumarla a tu lucha. Incendios, necesidad de amar. Mi cuerpo necesita entregarse a tu cuerpo. Porque tu cuerpo me habita en el aire. Antes de dormir, te imagino, te pienso. Pienso en vos. Pienso en el lugar que no existe aún para nosotros. Nuestros vuelos se desatan en el aire cálido. Las fronteras de mi cuerpo se cruzan con las de mi pensamiento, y ahí te veo. Te miro durante horas, Paso horas estudiándote. Entrego mi tiempo real al tiempo ideal para acercarme. No hay presencias infinitas, sugiero que pensemos en entregarnos los dos. 20
M ARIPOSARIO
El mariposario ideal, el de las idealizaciones. Aire cálido de La Pampa. Las mariposas rugiendo, avisándonos que nos persiguen. Que ellos están ahí. Mariposas, tigres del aire. Leo los oráculos del aire en tus alas. Un pueblo amado, unido, rugiendo. Montonero, le dicen, “buscá a tu mujer, que no quiso entregarse y van a buscarla”. Mi cuerpo, es tuyo. Mi pensamiento, es tuyo. Mi liberación, es tuya. De nadie más. Buscan mis vuelos porque quieren atraparte, montonero. Buscan mi cuerpo porque quieren tomarlo, para atraparte, montonero. Quieren mi cuerpo para hacerlo civilizado, mariposa domesticada, quieta, perfecta, ideal. Y mi cuerpo es tuyo, salvaje, tuyo. Tu pensamiento me calma, tu mirar, tus manos. No puedo respirar si no es en la historia. Imposible respiración, aire, mariposa. Me entrego todos los días a tus días, montonero. Vivo de ese amor, violento, humano. Vivo de esa entrega, mi propia revolución. Todos los días, minutos, segundos. Qué importa la duración del encuentro, El amor no dura sino en la sucesión de encuentros. 21
Sabrina Gross
No hay lugar, dijiste. No hay lugar para nosotros. Aún, no. ¿Y cómo es que no lo hay si no encuentro tiempo para todo lo demás? Mi cuerpo te necesita, tiembla. Temblores, taquicardia. Insomnio. Nos dan pastillas para dormir en soledad. Estados ilusorios del sexo, sexo abierto, prometido. Mi útero es la promesa de la historia. Vienen a buscarme para entregar mi cuerpo al enemigo. Y soy tu mujer. Y mi cuerpo se revela. No acepta condiciones, no se entrega a otros cuerpos. Imagino nuestro encuentro, en el aire, la selva, el mariposario salvaje. No pueden violar mi mente, estás en mi imaginación, allí te encuentro. Intentan penetrar, infiltrarse, educarme, disciplinarme, silenciarme. No pueden imaginar lo que existe en mi mente, allí te veo, montonero. Todos los días, mi amor, todas las noches. Y la música… todavía no conté que estamos en la música. Un tango de Piazzola que me envuelve. Me cubre. 22
M ARIPOSARIO
¿Dónde están tus brazos? Mi cuerpo necesita tu abrazo. Todavía no conté, porque no hablé, y me buscan para hablar. Miro en silencio las espaldas de los hombres que trabajan en las fábricas. Miro en silencio los brazos de los hombres que trabajan en las calles. Musculosos, obreros, albañiles. Miro en silencio a sus mujeres. Cuerpos entregados, sinuosos, latinos. Que caminan por la calle mirándose entre ellas. Con sus hijos detrás. Criaturas reales, mariposas en la tierra, mariposas de tierra. Mi cuerpo da forma y contenido a la súplica, liberen a mi marido, ruegan. Liberen a mis hijos de sus jaulas, maderas presas. No tolero no tenerte, montonero. No soporta mi cuerpo estar sin tu cuerpo. El mundo intelectual, civilizado, no me pertenece. No pertenezco a la idea de la revolución. Pertenezco a la revolución, directamente. Liberen a mi marido de las luchas ajenas. Liberen a mi marido de las ideas de otros. No es ese nuestro lugar. Nuestro lugar es el aire. Impregnancia, apareamiento, danza. 23
Sabrina Gross
Partículas del aire que respiro. Inspiro, inspiro. Soy inspiración. Tampoco hablé de la utopía. Tampoco hablé aunque mi cuerpo fue golpeado para que hable. No dije que nos encontramos en la utopía y hacemos el amor. No pueden encontrarnos en el mismo espacio. No hay lugar, dijiste, para nosotros dos. El camino del Altiplano, con las mujeres mascando coca, sembrando hijos. Pequeños Intis, ofrendas de los dioses, allá en los volcanes, allá en el norte. Somos maestros enseñando nuestro cuerpo humano a lo humano. Desnudos, carnales, somos sangre. El hombre civilizado no comprende mis reacciones. Soy pasión apasionada. Soy madre, soy sexo. Y el hombre civilizado pretende dominar mi mente, mi intelecto. Somos animales de alas amplias, sonoras. Cuando te amo, me entrego. Mariposario real, el de las reinas y diosas. Que protegen a sus hijos y protegen a sus hombres. Mi cuerpo late, mi cuerpo late, mi cuerpo late. Late el ala de la mariposa cruel. 24
M ARIPOSARIO
Mariposa embalsamada, premio de un español o de un inglés. Colección de mariposas cazadas que hablaron porque sus cuerpos no resistieron los embates de los otros. Les destrozaron las alas, las pusieron prisioneras. Prisión mental, mariposario falso. Alma negra la mía, en mi cuerpo pálido, y no descubrieron, no, montonero. Que mi cuerpo y el tuyo ya están unidos, casados, juntos. Que me estás dando tu líquido y yo te doy mi sangre. Temo que haya heridos, dijiste. Los hay, los habrá, si las mariposas no vuelan. Si las mariposas no vuelan, habrá heridos, habrá muerte. No poseo el control del tiempo. No poseo el control sobre el espacio. Sé, que la mariposa es leal a su instinto. Se pasea, maravillosa, por el cielo real. Habrá heridos, si las mariposas no encuentran su vuelo. Habrá heridos, si les negamos su lugar. Hagámoslo, abracémonos en el aire. Bailemos, mariposas, en el aire. Frente a todos. Frente a los conquistadores ciegos, conquistadores sordos. Vivo en el rugir de las alas del aire. Amo, montonero, tu cuerpo astral. Tu cuerpo histórico, tu lucha densa, Tormentoso cielo gris, el viento. 25
Sabrina Gross
Mariposario, ficcionario. Nuestro lugar en algún texto, me convierto. Soy mariposa de ficción, anotación al margen de la historia oficial. Esa mariposa que existe y que no tiene lugar en el centro del relato. No es argumento, no es elemento. No hace a la universalidad. Mariposa ficcionaria. A la que nadie le teme. Es la mariposa que siempre está, La que parece no tener sentido en el texto. La ficción animal. Y es de los servicios secretos de los dioses. La que es mensaje y escribe, montonero. Esa que no se ve, que no se tiene en cuenta, es la que escribe tu historia real. La real, y la ficcional. Estás en mi escritura, Estás en mi texto, Estás en la música, Estás en la utopía, En la revolución, En los hombres, Estás en los rugidos, En los vuelos, Estás en mi cuerpo, En mi hijo, En mi ficción. 26
M ARIPOSARIO
Dijiste que no había lugar para nosotros, y ¿qué lugar es todo esto? ¿A donde estabas anoche, mi amor, que no pude bajar de mi vuelo? Hace días que no duermo, prisionera de eros. Nada me calma. Es enfermo. Mi cuerpo ama tu sueño y es enfermo. Tengo marcas en la piel, cicatrices. Mariposa vieja, de vuelos altos y vuelos bajos, sedosa. Dejé mis huevos escondidos en los árboles altos. Tan altos que se enredan. Cúpulas de poder salvaje. Cópulas del poder real. Podemos escondernos en los árboles y desde allí dominar la luz y la sombra. Paso a paso, el sonido de la selva que relato tiene volumen, los otros escuchan. Soñé con vos. El cuerpo no amado padece el amor. La ansiedad del encuentro en un futuro. Futuro, lugar del insomnio. Nunca llega, el futuro, mi amor. Nos dan drogas, a las mariposas cazadas, para que hablemos bien de quien nos caza. Drogas para hablar bien y para pensar bien. La infiltración de lo extraño en mi cuerpo, mi amor, tampoco te revela, no nos delata. 27
Sabrina Gross
Puedo soportarlo, mariposa de mundos exóticos, de universos literarios. Liberame, fantasía, liberame en la ficción. Soy acción y reacción. Resistencia y principio. Los cuerpos atraídos como imanes por esa historia que tienen en común. La memoria en el recuerdo de esos hechos comunes. La historia común, el lenguaje. Expresada en arte, en locura, en vuelos. La bebida y la comida de la última cena juntos. Tu partida dejó un relámpago. Conciencia. Estás en la conciencia de la historia. Estás arraigado a la tierra. Mariposa de tierra roja. Estás en mi pensamiento. Cuando río, cuando despierto, cuando duermo, cuando no duermo. Cuando tu cuerpo me busca en mi fantasía. Cuando tu cuerpo me posee en mi fantasía. Mi cuerpo mío es tuyo en mi fantasía. Y nadie puede sucederte. Nadie puede robar mi cuerpo y tu cuerpo en mi fantasía. Pudieron, intentaron hacerlo en la realidad. Vos lejos y yo acá, atrapada por ellos. Sos el cuerpo de la historia. El sueño entrando en la historia. 28
M ARIPOSARIO
El sueño entrando en mi cuerpo. El sueño forjando tus brazos y tu espalda. Cuerpo de hombre, fuerza. Fuerza posesa, montonero en tu campo. Yo en la cama, haciéndote hombre. Yo en tu cama, montonero. Como toda mujer que en la lucha se da a su hombre. Como todo hombre que en la lucha encuentra a su mujer y la hace suya. Veo los mariposarios que nos inventan, paisajistas, de mariposas macho sin hembras. Mariposas macho sin hembras ni hijos. Mariposas macho que vuelan solas, para que imitemos ese vuelo individualista y solitario. Mariposas macho sin su hembra, es menos peligroso. Es el relato del cuerpo sin fuerza. Del hombre al que le robaron a su mujer. Que lo echaron de su tierra y le robaron a su mujer. Imágenes de las mariposas muertas. Implantan en nuestras visiones mariposas muertas. Mariposario, cementerio. Y yo volé en el norte sur y centro de Latinoamérica. Y los mariposarios son lugares de la vida. Las mariposas levantan los cuerpos muertos, les dan vida, les dan alas. Las mariposas, tiburones del aire levantarán tu cuerpo para curarlo. Me traerán tu cuerpo volando. 29
Sabrina Gross
Lo dejarán en mis pies descalzos. Y te daré color, montonero. Te daré el color de la utopía que quisieron ocultarnos. Te daré el color del cuerpo que te ama, tu bandera. Te daré el color de tu hijo que te espera. Te daré el color de la lucha. Y pintaré a la mujer, con colores que son tuyos, caminando al lado tuyo, sin acuarelas. Carbonilla. Compañera leal. Pintaré a la mariposa hembra que fue expulsada de tu lado. Expulsada de la historia, arrestada. Alejada de tu cuerpo. De tu cuerpo, mi amor. La mujer fue robada del lado de su hombre. Y la mujer fue colocada en la sala de estar, como un adorno. En los mariposarios falsos sólo se observan mariposas macho débiles, Solos, abstraídos en ideas de otros, ideas de conquista de lo ajeno. Y las mariposas hembras sin color, blancas o negras, puristas. De la pureza insípida de la concepción de la conquista. Conquistadores que buscaban oro y encontraron mariposas, Y las cazaron, adornaron sus estantes y nunca las devolvieron a su tierra. 30
M ARIPOSARIO
Mi cuerpo que suspira. Mi cuerpo que se desvela. Mi cuerpo que vuela. Mi cuerpo que danza. Quiere venganza. ¿A dónde estás por las noches, mi amor, que mi cuerpo no encuentra tus brazos para calmarme, para devolverme el sueño, para darme calor? Ansias. Impulsos. Pulso. Fantasía. No pudieron entrar en mi fantasía, montonero. No pudieron tocar mi cuerpo astral. No pudieron jugar a nuestro juego. No pudieron robar mi ficción. No pudieron sacar la revolución de mi cuerpo. No pudieron encontrarte en mi escritura. No pudieron leer mi pensamiento. No pudieron acceder a mi karma. No pudieron sacarte de mí. No pudieron arrancarte de mi tierra. El aire caliente te trae, mi amor. Me desato todos los días de las ataduras que me atan. Mariposas atadas en el mural. Mariposas, usadas como hebillas de cabello de la mujer del blanco. Gusanos. Gusanos infiltrados en el mariposario real. 31
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Gusanos infiltrados en el mariposario ideal. Puedo cerrar mis ojos. Puedo cerrar mis puertas. Puedo cerrar mi cuerpo. Berimbau cerrado. Latido cerrado. Corazón cerrado. Pensamiento cerrado. Imaginación cerrada. Nadie puede abrirme. Misterios del cuerpo. Misterios del agua. Misterios de la tierra. Misterios del amor. Euforia del blanco que cree tenerme. Euforia del santo que cree poseerme. Euforia del soldado que cree violarme. Euforia de la historia que me cree vulnerable. Mi escritura te oculta y mi ficción te convierte, montonero. En una mariposa que vuela conmigo. Conmigo siempre. Nadie nos ve como peligro. Nadie nos anuncia como tormentas y remolinos. Inconsciencia de la historia, creer que no somos conciencia. Dos mariposas ficcionarias en el aire de un mariposario salvaje, 32
M ARIPOSARIO
De ideas, de ideario. Mariposas, dragones del cielo. De nuestro imaginario, Fiesta pagana, la de los cuerpos entregados. Misa sincrética, la de la mariposa en el aire. Poseída, mística, religiosa. Te veo, Te ataco, Te intimido, Te inquieto. Te poseo. Mariposas salvajes se encuentran, al fin salvajes, en el mariposario. Nuestro lugar, mi amor. El lugar, el templo, lo deseado, lo esperado. Y nos decimos cosas hermosas, susurrándonos al oído, Mi cuerpo mío, tuyo, mi amor. Mi sed mía, tuya, mi amor. Mi historia mía tuya. Mi cuerpo tuyo mío, mi amor. Mío tuyo, tuyo tuyo. Mío mío. Mío.
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O SCURA T ARDE DE N EPAL
Oscura tarde de Nepal “Río entre enredaderas, Diálogo solo del cielo Con los verdes” “El zorzal llama a los montes”.
“Otoño, todavía tierno, apenas amarillo, apenas un vapor” “Oh, esta soledad”
“Muchacha de ojos de flores y labios de flores” “El aguaribay florecido”
“Y el cielo, el cielo accesible como nunca, y a la vez ido como nunca, en los movimientos más imprevistos, pero tenues, de una música ebria…” “Las colinas” Juan L. Ortíz
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O SCURA T ARDE DE N EPAL
1968. Una joven leía los borradores de un libro que su amado escribía bajo un árbol, el gingko bilova. Años más tarde, el árbol sería contemplado como aquel que sobrevivió a la bomba atómica. Sería contemplado también como el árbol de la vida. La joven, por ese entonces militante frondizista y anti católica, decide tomar una decisión en su vida, que la cambiaría ciento por ciento. Será madre. Usará minifaldas. Escribirá. Esas actividades revolucionarias transformarían el mundo, años después, entre la Primavera de Praga, La noche de los bastones largos y el Mayo Francés. Las ideas tenían peso, en los años en que el peso devaluaba. Había mujeres que se involucraban en la problemática masculina de resolver violentamente los problemas del mundo. Mujeres que escribían para el viento y el mar y mujeres que escribían para el amor o para la patria. Algunas mujeres leían a la Storni, otras a las Ocampo otras intimidaban con versos al pie de la Orozco o escuchaban los delirios de la vida privada de Pizarnik. Había mujeres que recuperaban partes de sus historias. Esas mujeres que no sabían escribir ni leer o que de lecturas 37
Sabrina Gross
solo las novelas de caballeriza o las revistas Vea y Lea, y de escuchar, los radioteatros de Niní Marshall y la voz de Tita Merello. Mujeres que vivían de la vida y del recuerdo de Evita. Los discursos, las peleas, las anécdotas, los recuerdos, el voto. Mujeres que vivían en el anonimato pero que no eran silenciosas ni anónimas. Hilanderas que la acompañaron en las calles de Berisso, madres que recibieron de su mano la Singer, costureras que vistieron a las damas de la alta sociedad. Las mujeres organizaban las familias según esos referentes. Sus vidas, sus vestidos, sus atrevimientos, sus historias de amor. Las mujeres armaban los rituales de traspaso, sus ceremonias más íntimas, según las princesas, Grace Kelly, Marilyn o Jackie Kennedy. Las lecturas y los espacios para leer no eran muchos; entre los que conocíamos estaban las librerías de Colonia de Sacramento, la Calle Corrientes, algunas calles secretas del Río de la Plata. Podíamos leer libros que no se leían y que sí existían, eran la sangre de la futura generación. Mujeres hombres y mujeres princesa nacían en los rincones de las librerías clandestinas y las imprentas caseras o las radios familiares para narrar sus historias, para interpelar al mundo. Revolución de la mujer de la ciudad, los libros, los habanos, las ideas, los pantalones, juntando libertades para darle al mundo un nuevo brebaje. 38
O SCURA T ARDE DE N EPAL
El arte por el arte y el arte como parte de la vida sacudieron las estructuras del género. No era la liberación sexual porque sí, era por que allí estaba la raíz de todo lo que vendría después en nuestra historia. Nepal, 1968.
Un lazo atado. Hippies, hijos hippies de la historia libre. Y nos besamos, como cuando nos miramos, en el Siempreahí del ‘68. Cuarenta años después sobre la tierra nace el recuerdo y la libertad. Respiro desde el viento, tu perfume. Respiramos desde el viento, nuestra historia. Oscura tarde en el amor. Un lazo atado en el dedo meñique blanco atado en el dedo meñique negro, unidos en la historia de la liberación de un pueblo.
Sobre el crepúsculo cae el agua. Y dice, “sobre el crepúsculo cae el agua”. Y una forma poética del amor, llama. Suena el teléfono. Eloísa atiende. Es la voz del esclavo del agua, el hombre que 39
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se baña varias veces al día, y que de tanto bañarse es un hombre aguado. No es una lágrima ni es una gota. De tanto bañarse es un hombre aguado. Eloísa, que tiene su historia de minifaldas, discursos y pantalones, de habanos, ideas y solfeos, atiende el teléfono. El hombre aguado la saluda. Ella lo reconoce, la voz del pasado tiene la misma música, es la sonoridad del agua de aquellos eventos, hechos históricos de hacer el amor y mirarse al mismo tiempo, de no callar, aquel Mayo Francés, aquel tiempo en Nepal. Había ideas, además de idas y venidas. Había dobles apellidos y libros que se abrían a las calles, como agua en el monte. Momentos crepusculares los de la revolución del agua. Toda la maternidad a flor de piel. Un hombre amando a una mujer y la mujer amando que ese hombre está abriendo la historia. Idílico. Una historia de amor prohibida por las distancias y los momentos. Graffittis, allí en París, donde Marie, Luc y Pizarnik hacían lo suyo, poesías, formas de revelarse contra el sistema. El punk, el rock n´roll y la herencia de los ‘50. Cerca de las ciudades la vida era diferente, todo eso sucedía sí, pero con menos información y mayor romance. Eloísa atiende. El Hombreagua, cuarenta años después recuerda que le debía un llamado. Ella lo estaba esperando. Sólo que no sabía si alguna vez iba a acontecer. Cuando la realidad supera la ficción la Primavera de Praga aparece como excusa para olvidar un llamado cuarenta años atrás. Teníamos padres poetas, lectores, escritores, amantes de la música, la vida del jazz y la noche, 40
O SCURA T ARDE DE N EPAL
cerca de ser el estado del día, la noche, cerca de ser el ser en sí de cada uno de nosotros, impregnaba partículas de vida en cada uno. Hoy todo esto es una película que ve una y otra vez Eloísa, que va de telón de fondo de su vida como configurando la esencia de aquella historia de amor. Eloísa atiende y como si fuera a nacer otra vez, agradece el llamado latente durante tantos años. Sé esperar, dice, y recuerda que en el Siempreahí del ‘68 sólo era una niña que leía el mundo clandestino. Posiblemente se haya dado cuenta que el Hombreagua necesitaba de ella como del aire. Recordar un momento tan pequeño y chiquito, un detalle, un pasaje tiempo atrás, una promesa, la de volver a llamar a la mujer que entre todas las mujeres lo eligió para ser el padre de su hija, que hoy sabe que su padre nació en los graffittis de la Primavera de Praga, vivió en los panfletos del Mayo Francés, predicó en Nepal y anduvo buscando un teléfono durante todos estos años, el teléfono indicado, el teléfono correcto, para presentarse. Un encuentro crepuscular, mi padre, el Hombreagua, mi madre Eloísa que espera y atiende y yo, hija del ambiente de fines de los años ‘60, de libros sagrados no por religión sino por prédica, del mundo clandestino a las miradas ocultas y heredera de la historia de amor de dos sujetos de colores brillantes, poéticos, figuras retóricas que empapelaron mi infancia de guerrilla, y revolución. Eloísa atiende, mi padre habla. Un reencuentro en un café. 41
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Kimono. Eloísa dejó una carta sobre la mesa. Era una carta para Hombreagua. Ella estaba esperándolo hacía tiempo pero no tenía en claro qué podía pasar una vez que se encontraran. Los dos pertenecían ya a especies distintas. El, vinculado a las fuerzas naturales divagaba amplio por las habitaciones del mundo y ella, madre, poeta, trabajadora cotidiana hacía de sus historias diarias el narrar de su mundo. La vida era su hija, ya no las ideas, sino que las ideas como parte de la vida de su hija también. Ante la sorpresa, Eloísa colocó la carta sobre la mesa. Y fue a la biblioteca a buscar unos libros. Ojeó letras de Orozco, ojeó a Marosa, ojeó “El árbol de Diana” de Pizarnik. Un baño de poesía ante tanta verdad, protección del mundo, consuelo, kimono. Dejó la carta sobre la mesa y busco refugio otra vez en aquel 1968, cuando el amor no dolía ni las ideas ardían como amantes escondidos en la poesía y la ficción. Hombreagua, Eloísa te espera, te escucha, te lee. Podrías acercarte, volver a tu forma de los años ‘60 y ser aquel de los años ‘60 y no dejar lugar a dudas, amaste a Eloísa como ella a vos, y luego, elegiste la vida de las ideas sublimes y las luchas neurálgicas. 1968, estaban en Nepal, me contó ella. El Nepal que hoy está construido por el recuerdo y tu ausencia. La presencia del recuerdo de Eloísa vale como el color de sus ojos en flor. ¿Cómo perder el amor por la vida si había vida en su propio cuerpo? La 42
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vida por un lado, las ideas por el otro y canciones de amor lejano llegan a tus pies, Hombre que de tanto bañarse se hizo agua, el amor no se escurre, es difícil de olvidar, Hombre que de tanto bañarse se hizo agua, se hizo pena. Eloísa, luego de atender el teléfono y arreglar un encuentro, dejó una carta sobre la mesa, fue a la biblioteca a leer un poco, envuelta en recuerdos que la acarician para que pueda apoyar la cabeza en un hombro y llorar.
Ojos de flores. Recordó Eloísa, aquella mirada de los ojos de flores, que miraban las flores, de la primavera, en aquel graffitti que decía “podrán cortar todas las flores pero jamás detendrán la primavera.” Recordó también que mientras el Hombreagua no estuvo, ella escribió nuevas formas poéticas para amarse a la distancia, con el pensamiento o el inconsciente no siempre alcanza, pensando entonces en la materialidad del amor, hijos, libros, árboles, poemas, fotografías, murales, inciensos, misterios, personajes, crímenes perfectos, años de lecturas y relecturas, de escrituras y reescrituras, tanto amor para decir te amo. Ojos de flores. Nepal. Y sin darse cuenta estaba empezando a contar una nueva historia: la de Ojos de Flores, Kimono y Hombreagua, 43
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padre madre hija en un nuevo Siempreahí, intercambiando pareceres en relación a su propia historia original en Nepal. Nepal, nueva historia de ese lugar en el mundo, aquel lugar de las utopías, aquel lugar de los sueños.
El sabor de los días. Eloísa y Hombreagua, duermen enredados en la cama. Kimono los espía desde la puerta. ¿Qué están haciendo? Al dormir, el sabor de los días es otro. Es tan especial como el sabor de los cuerpos, enroscados para encontrarse juntos en un nuevo lugar, Nepal. Kimono suelta risas, para despertarlos, para hacerse notar. Es una niña espiando a sus padres a través de la puerta. La puerta, el lugar de los misterios develados, cuando se abre hacia la habitación. En esa relación, de dos, llegó Kimono riéndose. Pero Hombreagua no es el que la nota, es Eloísa, que la invita a irse, a volver a su cuarto para seguir durmiendo. Kimono sonríe, sonrió. Eloísa hizo un movimiento con las manos, como diciéndole “andá”, andá despacito caminando por las calles de Nepal que hoy pueden ser los adoquines de San Telmo, los adoquines que Kimono cruza en la gran ciudad y le llegan a la cabeza los recuerdos del sabor de los días, deliciosos, especiales. 44
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Kimono respiraba mariposas. Kimono respiraba mariposas mientras en la vida real, Eloísa pensaba cómo hacer para ganar dinero para darle de comer a su hija. Hombreagua, lleno de ideas, deshojaba libros para alimentarse por que su dinero fue a la causa, Eloísa lo entendió, pero Kimono, que respiraba mariposas, tenía que comer. Los pasos del Nepal neurálgico al centro del San Telmo tanguero y lumpen. La poesía y la bohemia, la búsqueda, el mundo de la incertidumbre y los desaciertos, el Siempreahí de los ‘60.
Fauna. De Nepal a San Telmo había una carta de distancia. Y del año 1968 al 2008, cuarenta años. Eloísa tenía dieciocho años cuando en el ‘68 amó al Hombreagua, y fue madre de Kimono, el mismo año, en que la mujer liberaba escenarios del mundo. La carta se mantuvo cerrada durante cuarenta años, fauna rara transitó y atravesó la historia personal de cada uno. Fauna rarísima la mantuvo en secreto. Años de rock n’ roll, y algo de folclore, fauna rara revelada desde la democracia del año 83´. Ideas nuevas, peinados nuevos, criar a 45
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una hija entre Nepal y San Telmo, no fue sencillo pero tampoco ilusorio. Kimono sabía que parte de su identidad estaba en esa carta y que otra parte de su identidad estaba en ese encuentro.
Mujer. Kimono tenía necesidad de instalarse en los ‘60 para ser mujer de esa década y comprender al Hombreagua. Líder político de una resistencia, su padre había maravillado con sus palabras a la izquierda pero había maravillado con sus planteos políticos y estrategias económicas al centro derecha. Difícil de abarcar como todo recuerdo el recuerdo contextualizado de aquel maestro. El Hombreagua, era originalmente maestro de escuelas. Rol ocupado por las mujeres, reivindicó la labor de las maestras que actuaban no solo dentro del aula sino fuera de ella, como parte de una obra de arte, de un ejercicio diario, cotidiano, de una forma de practicar día a día el pensamiento, las ideas, el amor. Mujer atada entre pensamientos, Kinomo miró a Eloísa con deseos de encontrar veracidad en sus ojos. Eloísa esquivó la mirada. Voy a hipnotizarte, parece decir esa mirada. Kimono, voy a hipnotizarte si seguís buscando veracidad en mis ojos. Eloísa, voy a buscar veracidad 46
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en el Siempreahí de tu historia, aunque solo encuentre sones de discursos y amor político y rebelión. Eloísa jamás pudo desprenderse del romanticismo de la épica de la revolución. Jamás pudo esconder eso y Kimono lo sufre como una tortura en los ‘90, tan lejanos de los ‘60 en ideas y búsquedas.
En el fin de la noche, halos del sol. Kimono se acercaba al fin de la noche desde la oscura tarde, halos del sol entrando tibios por la ventana. Y el sentir, de amar, de llorar por amar, y la pérdida del amor, y todo eso, que Kimono vio en Eloísa. Todo eso que era la gran historia de amor de su vida, la única historia de amor, la de las mariposas y las flores, la de las primaveras en el hacer de los días, una vida enamorada de un solo hombre, y a la espera en el espacio de todas las promesas por cumplir. Y el borde de la noche se asoma para escuchar las lágrimas de la noche entera, siempre digna de ser la que amó, Siempreahí. Kimono escucha a Eloísa detrás de la puesta del sol, la puerta de su habitación. Lágrimas que en los ‘60 tenían valor y en los ‘90 esas lágrimas que perduran son de pesos específicos. Todo el amor desvalorizado por la fría mañana de agosto, invierno previo a la oscura tarde en Nepal. Centro esfera y centro dulce, el amor como islote de toda una vida. 47
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Hombreagua, porque se baña todo el día, debo conocerte como padre. De ducha en ducha, de baño en baño, bañándolo, de ideas aguándose en la historia, como todo oculto hombre que juega para diferentes lados, padre único, debo conocerte como agua.
Flora. Kimono regresa de hacer las compras. En las bolsas hay frutas y verduras, manzanas, tomates, naranjas, kiwis, jengibre, sukinis, berenjenas, repollo, limón. Del supermercado, azúcar y edulcorante, sales marina y gruesa, pimienta pimentón, condimento para el arroz, arroz, comino, fideos, lentejas. Un pollo, masa fila. Kimono preparaba todo para la cena. En su casa, había lecturas prohibidas, aquellas que de a poco van entrando como transformadoras del devenir histórico, utopías. Esa es la flora que se mezcla con la fauna en los ‘90. Los días impregnados de aromas sin sentidos, esgrima entre privados besos y públicas escenas de sexo explícito. El amor marcado como el dólar. La secuencia de las tortugas caminando en el jardín. Tortugas que tienen cerca de cuarenta años, las que respiran a través del caparazón, y mastican lechuga. No tomábamos champagne por elección pero podíamos hacerlo si se nos antojaba. 48
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La forma de hacer el amor cambió, mutó y los de los ‘60, ‘70, ‘80, ‘90 quedan marginados ante tanto Nirvana. ¿Por qué? Por que debo conocer a mi padre. Inhalo sahumerios, respiro mariposas y aquellos destinos exóticos se hacen posibles, puedo viajar ya sin temor y las cartas de lápices de colores son hoy la tinta que era sangre. Y en los ojos de mi madre veo madreselvas, laten las madreselvas que intentan mostrarse como latidos serios, fuertes, reales, verdaderos. ¿Qué quieren dejar en mí aquellos ‘60? De niña, las luces parecían ser más fuertes que ahora. Uso el jengibre para tomar té rojo. Te rojo en hebras con jengibre. Raíz de jengibre. Tomo cada una de las frutas, agrego nueces y avellanas al arroz, comida asiática el chop souey, condimentos claros, los que empezaban a introducirse en la cultura de Kimono. Hablo como Eloísa. Me tiemblan las manos al cortar la raíz del jengibre. Pienso que solo puedo ser Kimono de niña cuando conozca al Hombreagua. No hay tortugas en la escena. Hay torturas. Nuestros padres sabían que estaban una y otra vez marcados por la condición de querer salvar al mundo de alguna tragedia. Tragedia que indefectiblemente sucedió. ¿Los orígenes de ese mundo eran especulaciones como la de que estábamos posados en el caparazón de tortugas? No lo sé. Orígenes y plagas, de desiertos y mares, intentando abrir la oscuridad y el desprecio por lo desconocido. Cada una de las palabras de los ‘60, tuvo coletazos en los ‘70, solo que Eloísa ya con una niña de 49
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diez años, cobró otro tipo de relevancia. Un matrimonio conformado por promesas, no, por promesas en plural, no, por promesa, una. Una verdad, una promesa. Pienso tanto en mi madre que me sofoca, y quisiera sentir el agua con la que se bañaba aquel Hombreagua, en aquella época, no ya. Conocer a mi padre, como conocer Nepal. Tomo flora, como los ojos de mi madre, que se abren y se cierran con velocidad. Quizás esté esperando que le diga que acepto conocer a mi padre, solo que en su relato o solo que en su silencio. Kimono, es la media tarde y está oscuro.
Sobre el silencio la sombra. Y dice, “sobre el silencio, la sombra”. Y el peso de la sombra como forma extraña en todo el juego de esconderse del pasado, esconderse en el pasado y salir por allí, en el Siempreahí, a la deriva.
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Fuego en las luces. Todo el mar en la oscuridad de Nepal que es la misma oscuridad que la de Eloísa y la de Kimono. Todo el mar, con reminiscencias acuáticas, del Hombreagua, que se baña en la ducha, en los charcos, en la bañera, en el río, en el mar. Hombre que sin el agua se diluye y con el agua se conforma, teme al fuego y aleja de las luces a las décadas del amor fugado. El fuego en las luces y las chispas del que nace para ser fuego y el que nace para ser agua, y el que nace para ser tierra y el que nace para ser aire. Viento y lluvias en Nepal. Décadas de vientos tormentas y lluvias, la capacidad del aire y del agua de aparearse. El miedo a que la historia vuelva a repetirse.
Kimono besa. Sobre los labios, habla Kimono de su padre, el Hombreagua, y dice que su madre lo amó todos los días de su vida sin temer a la soledad. De soleros, de calores, besa el fruto de la verdad, lo besa bien y descubre que sí, que se puede amar a un hombre líquido toda una vida, bebiendo de a ratos las aguas de la boca que nos queda en el recuerdo, tragando saliva, posándose en los labios como pañuelos de seda marfil. 51
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Adoraciones. Amar a un hombre en silencio, durante toda una vida, Eloísa. Leer un libro, como lee Kimono, que solo ama también a la esencia de lo único amado. Adoré el agua. Adoré, adoré, adoraciones.
Kimono baila. Hijos de la historia de amor, hija de la historia, que baila, a los pies de una cama, como una mujer que se saca una flor de su esencia y la regala, al hombre que le dará agua, para bailar, Hombreagua, en la historia no oficial. Los secretos de mi madre son más fuertes que los de la historia. Voy día a día a colocarle una flor al Hombreagua, allá en su escuela, una flor blanca, al hombre negro, para que exista el recuerdo de los vivos y el de los muertos. Los que llegaron después de la tarea, a comprender y completar las palabras inciertas, todo parece ser efímero menos su vida. La presencia del Hombreagua, entre asientos, haciendo permanente el susurro y el correr del agua y de las ideas, estoy admirando lo que hizo mi padre, eso que se desconoce de la tarea de lo humano. Las palabras que dijo, las ideas que pensó, qué supuso allí donde nadie suponía nada. 52
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Reconstrucciones de Hombreagua, para encontrar mi historia en la suya. Tan simple como decir que extraño aquel tiempo en que mi madre en silencio parecía feliz. Porque Kimono bailaba. Kimono baila.
El agua y el llanto. Todo eso que estaba escrito en el destino, siempre escrito ahí en el Siempreahí, no estaba dicho en ninguna conversación. Como un guionado histórico, el relato, de la carta, parecía de tiempos largos, de encuentros que se daban entre períodos largos y el medio, entre ellos, pasaba la historia no oficial y la oficial. Kimono miraba la carta, miraba el libro, miraba el gingko bilova: el Hombreagua licuándose entre las hojas además entre sus hijos otros hijos de la vida, hijos de las historias no contadas. El Hombreagua hecho de llanto, de agua y de llanto, características propias, según Eloísa de un dios extraño que habita el Siempreahí.
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La tierra y el barro. Como un espacio quieto, de donde aferrarse a las historias, la tierra ofrece colores varios. Sólo que donde descansa el Hombreagua ese espacio deviene barro. Y las historias comienzan a desmenuzarse, modificarse, transformarse lentamente en otras historias. Veo como Eloísa es cómplice de su amor, leal a su amor, centro de su vida, y no comprendo la anestesia de Kimono, que desespera por palabras del Hombreagua y éste ya, en esta década, no tiene lugar donde ver crecer su filosofía. Las tardes de Kimono son ciertas, pero existe también alguna que otra incierta. Esas tardes inciertas son las que seducen al autor a indagar en medio de una historia familiar de personas inciertas. Había amor escrito en una carta, carta que de papel devino aire.
Siempreahí, el destino que parece pájaro azul. Un ave en el cielo, ve Kimono, es Siempreahí, el pájaro azul. Entonces recuerda cuando ella estaba escuchando en la calle, aquellas ideas que levantaban a la gente e invitaban a pensar. Siempreahí, el único interlocutor válido del amor por las ideas y aquello clandestino, 54
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prohibido, aquel que dice lo que nadie dice, lo que nadie se atreve a decir, y marca pasos a prueba de fuego, con zapatos a prueba de fuego, por los incendios que pretenden quemar ideas, incendiar voces, callarlas. Kimono, hija de Eloísa que amó a su padre, Hombreagua, padre lleno de ideas, de pasado, de profundidades. Siempreahí, el destino que parece pájaro azul deposita su mirada en Kimono, también, y ya no es una carta, ya no es ella sola, es Eloísa que entiende que su hija no repetirá la historia. Kimono mira al Siempreahí y el Siempreahí encuentra en Kimono silencios llenos de mañanas, mañanas que se encuentran en una esquina. Siempreahí tuvo que ver con Hombreagua, solo que ambos tenían nombres reales y no significaban para la historia real lo profundo que significa para esas escenas de la microhistoria nacional. ¿Qué sería el Siempreahí si no hubieran existido en la historia las palabras escritas por Hombreagua? Hubiera sido discípulo de sus ideales. Sólo que es destino, que trabaja en el armado cotidiano de realidades reales. Millones de letras ocultas, las de Eloísa que también hace silencio para dejar de ser el origen de la historia de Kimono. Inspiración pura, la bohemia del destino que parece un pájaro azul, lleno de rencillas y discusiones, historia de las historias de un pueblo hablándole a la realidad convenciéndola que se trata de una ficción. Es cuestión de imaginación. 55
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El Hombreagua. Entra a la sala con la cabeza hacia abajo. Ve que lo están fotografiando, sus ideas radiografías de un país, de una forma de hacer historia, hacer historia, transmitir historias. Eloísa, allí, embarazada, ante la gente, saben que los pueden fusilar en cualquier momento. Leen lo que no deben leer, dan clases y cátedra de lo prohibido. Aplausos y cantos al Hombreagua, que es pasión pura entre las ideas, una idea lleva a la otra, discursos, discursivamente va captando la atención del público, enamora. La época, el aire, el viento, se respiraba revolución. Las ideas de igualdad, de lucha, la lucha política, las nuevas generaciones, las juventudes abrazadas a causas, los franceses apoyando movimientos de liberación. El Hombreagua crece así, crece y se hace gigante, un globo, un hombre gigante a quien escuchar, a quien seguir. Kimono le acerca un papel. Es la copia del mensaje que tiene que dar a su gente. ¿Es que es el mensaje que debe dar a su gente? ¿Es su gente la que lo necesita allí? Kimono lo hace respirar, inhalar y exhalar. ¿Las revoluciones causan amor o el amor causa revoluciones? Eloísa tiene escondites claros. En el caso de que persigan a Hombreagua ella sabría dónde esconderlo, ahí, en el Siempreahí de la historia. La mirada de Eloísa sobre los hombres revolucionarios es clara: nunca van a estar solos, siempre van a estar con sus ideas, aunque tengan hijos de la política, hijos de la vida, hijos del amor, hijos de la lucha. 56
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Pájaro azul, Siempreahí, hombres del fuego nacidos para el fuego, y aquello que aqueja al mundo que no es rojo. No querer revolucionarios es no querer que el mundo gire. La vida está plagada de ideas, cómo se aceptan o no, cómo se acercan o no, todo tiene su secreto. Kimono, encuentra a su padre, que fue militante en los ‘60. Eloísa, le da una carta donde le muestra todo el amor que alimentó ese vínculo durante 30 años. Estamos a fines de los ‘90. No hay líderes políticos. Juventudes encerradas buscando en los ‘60 y ‘70 sentidos por los cuales vivir y luchar. Entonces Kimono entiende de Eloísa que el amor se transmite a través de las ideas, el Hombreagua tiene su presencia y superficie en el Siempreahí, los dos, la constituyen como histórica. Eloísa es el vehículo de su amor histórico. Los vínculos se descubren a medida que se van dando. Se deshojan como pétalos de rosa. Se desnudan como modelos de fotografía, ver el rostro del ser amado envuelto en llamaradas de ideas, irradiando calor, irradiando color, sembrándose. Tanto amor escondido en una carta. Cinco o seis palabras alcanzan para saber que están de un lado y del otro escuchándose entendiéndose leyéndose Siempreahí, el gran animal destino histórico que le da sentido a la historia de amor que está abrigada por la historia de los padres de la historia y sólo una mujer tiene la capacidad de entrar a aquella historia para descubrirla y desarmarla. Kimono sabe de su madre que era alumna de la universidad en los ‘60 y escribía. Sabe de su padre que 57
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era profesor de la universidad y fuera de ella en los ‘60. Historia de amor del tercer mundo. Y nacer de una historia de amor, no de un matrimonio marca las diferencias entre lo reconciliable de una búsqueda o la búsqueda de una familia o la búsqueda de aquello que hizo concebir todo. El amor que unió a esas dos personas, el amor que se vivía en la época, y el amor histórico que enlazó dos cuerpos y los hizo uno. Faltaban héroes en los ‘90, la fábrica de voces históricas estaba cerrada, y hoy se encuentran como fábricas de voces recuperadas, la de los intelectuales de los ‘60 y ‘70 de diferentes períodos, voces cegadas por el hambre, las hambrunas generalizadas por el neoliberalismo, la globalización latiendo como dragón, el dragón de fuego que escupe furia, porque las ideas quemadas ya no se encuentran vivas, se encuentran en cartas, se encuentran en diálogos de diálogos de diálogos y en notas al pie.
La de los Ojos de Flores. Eloísa, la de los Ojos de Flores, que crió a Kimono entre ideales, se encontró en el café con Hombreagua y Kimono estaba allí en el Siempreahí. Siempreahí mutable y eje del amor de todas las historias de amor de todos los hombres y mujeres en cada década. Línea, choque, cruce, 58
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no importa qué, Siempreahí, pájaro azul, ermitaño o conversador, siempre ahí, uniendo destinos. Hombreagua, que venía de la lucha de los ‘60 y ‘70, pidió disculpas por no haber llegado a tiempo a leer la carta que Eloísa dejó sobre la mesa. Kimono, que estaba luchando por recuperar la lucha en los ‘90, abrió la carta en un impulso. Decía, simplemente, sos padre de una revolución. Hombreagua miró a Kimono, la revolución. Y Kimono miró a Eloísa que a la vez intentó que Siempreahí volviera el tiempo atrás y que en vez de una carta leída a destiempo la historia de su vida hubiera sido una carta leída a tiempo. Siempreahí, el destino, eligió retirarse momentáneamente de la escena. No todo es destino, el de las revoluciones tardías. Contempló lo que ocurría. Un hombre entrado en palabras, discursos, militancia y otras armas tenía en el tiempo una hija perdida. Kimono, queriendo revolucionar los ‘90 con las palabras de su padre y el ejemplo de su madre, que más que palabras y ejemplos son colores que brillan ante el hambre. Hombreagua, que ve en los ‘90 el fin de la historia y debe ver a los ojos a su hija, la hija de la de los ojos de flores, para encontrar en los ‘60 el por qué de su lucha, la herencia transmitida en la sangre y en los colores de una historia de luchas no contada, silenciada, fragmentada, cae, la flor de los ojos de la de los ojos de flores, y se abren los secretos para que nadie llore. Lucha de colores, que se mezclan como se mezclan en los ojos, el hombre negro y la mujer blanca, y se mezclan en la cama las gamas de la recuperación de 59
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un mundo de ideales perdidos y toda la violencia de los hombres que golpean con puño y letra a la historia para que no vuelva a repetirse la sangre esclava. Somos hijos de la esclavitud y nos liberan nuestras alas. Kimono, sos la hija de Eloísa, la que fue en los ‘60 una nueva mujer de mundo, y ahora, que conoce su revolución real, del Hombreagua que de tanto llanto, treinta años después de Nepal, inundó la historia. Eloísa guardó una servilleta escrita por Hombreagua, mi hija dice, es mi revolución. Y guarda en la memoria una frase de Kimono, “por mi padre será mi lucha”. Siempreahí, el pájaro azul, regresa, destino, con un círculo cerrado. La música que sale del encuentro, queda impregnada en el espacio.
El aire y el fuego. Por las calles se huele en el aire el fuego de las ideas que trascienden la historia de amor. ¿Por qué en esta historia de amor el amor nace del mestizaje del fuego y el aire? ¿Por qué esta historia de amor se huele en las calles y no dentro de las casas? La intimidad del cruce, aquel encuentro, no ocupa un lugar físico solamente sino que encuentra en el Siempreahí, que es aquel lugar que siempre 60
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estuvo ahí, siempre, y despierta de la siesta con besos y palabras mágicas para volver a las luchas, con palabras mágicas. ¿Por qué el amor es tan indescriptible? Como un lazo que se anuda en un dedo meñique entre el aire y el fuego una tarde oscura de lluvia.
Hojas del libro del gingko bilova. Las hojas del gingko bilova, hojas del libro que leía de su amado, están escritas en crayón. Quedaron guardadas en un cajón con toda una lucha, de toda una vida. La revolución quedó oculta en Nepal, en 1968.
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Esta edición de 200 ejemplares se terminó de imprimir en septiembre de 2013, en La Imprenta Ya, Av. Mitre 4031, Munro, Provincia de Buenos Aires, Argentina. www.laimprentaya.com