hasta que me di cuenta de que la frontera entre la aceptación resignada y la intimidación abusiva no existía. Carlos fue menos permeable. Siempre estu

Carta a mi maestra Querida Carmen, te escribo esta carta ficticia en torpe compensación por tantas cartas verdaderas no escritas – ahora que lo piens

1 downloads 58 Views 70KB Size

Recommend Stories


Mi difunto pensamiento. Hoy desperté y sentí que moría. Pero al preguntarme por qué. No me supe responder. Fue cuando me di cuenta que
Mi difunto pensamiento Hoy desperté y sentí que moría Pero al preguntarme por qué No me supe responder. Fue cuando me di cuenta que Faltaba algo Eras

Los espanoles, siempre que fue posible, trataron
Arte de la Nueva Espana ^ Adriana Boggio-Harasymozvicz Los cambios en lo que respecta a la concepcion del mundo y a los esquemas simbolicos suelen p

Siempre me ha fascinado la
Páginas locales de la Iglesia en España Mensaje de la presidencia de área La segunda cosecha Por el élder Gérald Caussé S iempre me ha fascinado la

mismos. No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes? A menos que fracasen en la *prueba!
Tema: Probaos si estais en la fe Texto: 2 Corintios 13:5 - Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéi

Story Transcript

Carta a mi maestra

Querida Carmen, te escribo esta carta ficticia en torpe compensación por tantas cartas verdaderas no escritas – ahora que lo pienso, no recuerdo haberte dirigido nunca una carta personal verdaderamente a ti, algo que fuera más allá de postales cuando estaba de viaje, donde quedabas englobada como destinataria en un “querida familia” o algo parecido – y por tantas palabras nunca dichas o, aún peor quizá, mal dichas… malditas. Te la escribo ahora que aún te sigue gustando leer y quiero confesarte lo que pienso de ti, porque ninguno sabemos adónde se fue todo ni cómo se va yendo lo que nos queda… Recuerdo cuando me leías en voz alta – hace ya casi cuarenta años – aquellos cuentos en tu colegio que yo me aprendía de memoria para después fingir leerlos a mi vez en el libro infantil antes de haber aprendido siquiera las primeras letras. Con estas letras te voy a decir lo que nos debemos: Nunca entendiste en mí el afán que no admite demoras ni cortapisas por un libro, un disco o una película, como tampoco comprendías el entusiasmo que mostraba Carlos por el deporte, por la competición, por hacerlo cada vez mejor en cada actividad que acometía. Intentaste inocularnos tu disposición conformista y acomodaticia ante los abusos o atropellos que veíamos o sufríamos (“Bueno, ya pasó, ya está, calla, calla, tú no preguntes”), ante el paso del tiempo (“Bueno, ahí van las Navidades, ya están aquí los Carnavales… ya se le nota a los días, ¿verdad? Ya pronto viene el verano”), o ante nuestro crecimiento personal, nuestra formación educativa (“A mí lo único que me importa es que vayáis al colegio y me traigáis buenas notas”). Ese talante lo heredé yo durante bastante tiempo,

1

Carta a mi maestra hasta que me di cuenta de que la frontera entre la aceptación resignada y la intimidación abusiva no existía. Carlos fue menos permeable.

Siempre estuviste obsesionada por la imagen y las apariencias (“Pero, ¿Qué van a decir si te ven con ése? ¡¡Cómo se enteren nuestros vecinos!!” “A mí no me gusta ese niño. No me parece de buena familia” “Vi el otro día a tu compañero. Vaya por Dios, iba con unas pintas. ¿Y dices que saca buenas notas”?) demostrando muchas veces que el miedo, la ignorancia o la estrechez de miras se esconden bajo la máscara del buen sentido. Siempre estableciste una relación directa e inequívoca entre profesión y categoría humana (“¿Os habéis enterado? A Juan lo vieron borracho ayer de madrugada, gritando en la calle. No puede ser… ¡¡si es hijo de maestros!! … pero, ¿Cómo pudo ser tan maleducado… ¡¡si es todo un arquitecto!!”) evidenciando con toda claridad que una acreditación profesional o universitaria no garantiza necesariamente una buena educación, la que posibilita una superación ética de los instintos, la que con los mejores medios alcanza los fines más nobles, la que afronta los obstáculos con determinación y la que juzga a las personas por lo que hacen – y no por lo que dicen o parecen -. Mamá, ¿Por qué aún mantienes que fuiste una buena administradora? Eras, fuiste una tacaña pertinaz. Administradora es una persona que sabe gastar y sabe guardar. Tú guardabas todo. Los bancos y las cajas de ahorro debían haber tomado como logotipo – en vez de una ardilla o una hormiga – tu vivo retrato. Menos en los libros de texto – lo más prescindible – tuve que pelear cada peseta, discutir acaloradamente por un insignificante incremento en mi paga, me vi obligado a sisarte dinero de la cartera y renuncié a muchas

2

Carta a mi maestra cosas que no sé si me educarían, pero seguramente me habrían hecho más dichoso, menos ansioso y hubieran facilitado en una importante medida mis relaciones sociales( hay determinados servicios que exigen como pago algo más que el simple encanto personal).¿Por qué – como yo quería- no me metisteis en un Instituto, y parte del dinero que pagabais por el Colegio – una pasta gansa – no me lo dabais en concepto de asignación mensual que cubriera todos mis gastos? Así aprendería a administrarlo, ¿no crees? Y posiblemente aprendiera más de los catedráticos que impartían en el Instituto que de los aprendices de profesores y aspirantes a instructores militares que sobrellevé en el Colegio. Ah, sí, claro… el control… las instalaciones… Y no me quiero olvidar de cuando iba a comprar ropa – contigo, claro -: Los pantalones debían ser crecederos (“Sí, ésos, ésos, los más largos, que le sirvan para varios años, ya los doblo yo por abajo… y ese tejido, sí… tiene un color muy sufrido… y los necesitas, claro que los necesitas… ¿cómo? ¿Ésos te gustan más? Bueno, más adelante ya miraremos”). Siempre fuiste fácil de conformar en los asuntos prácticos. Ante el plato dudoso de comida, ante la habitación mediocre del hotel, ante el banco con mala visibilidad en una iglesia o en una reunión, ante las inclemencias del tiempo o ante la falta de gratitud de las personas que se veían beneficiadas de tu ayuda, procurabas siempre conformarte (¡y conformarnos!) celebrando con resignación cristiana las excelencias imaginarias de lo que no las tenía reales. Nunca te interesó lo suntuoso ni lo refinado, ese énfasis ridículo en lo accesorio que desde entonces para mí siempre ha despertado sospechas de estrechez de alma. Siempre decías: “¡A mí nadie me enseña a vivir bien!” Soportas el buen gusto, pero no las ínfulas de quienes creen tenerlo.

3

Carta a mi maestra Preferiste lo confortable a lo exquisito, lo cordial a lo sublime, lo habitual y conocido a lo insólito y por descubrir, la rutina a la novedad, el “calla, calla… tú a lo tuyo” al “alza tu voz y lucha por lo que mereces” y sobre todo lo que hay “y de momento basta” al nuevo instrumento mágico que recomiendan los creadores de falsas necesidades. Durante años te vi sacrificarte y también rebelarte contra la necesidad de sacrificio. Tuviste una nómina de responsabilidades que seguramente algunas no deseabas: Tus padres, tres hijos – uno enfermo – y un marido, cuyos últimos seis años de vida, representaron un via crucis para ti. Todos estuvimos bajo tu tutela. No hay juventud ni madurez que resista tantas obligaciones, tantas renuncias a viajes y diversiones que pudieran apartarte demasiado tiempo de la trinchera donde debías combatir contra todas esas alarmas diferentes. Y sin embargo nunca llegué entonces a verte marchita, siempre me pareció que conservabas una animosa y hasta agresiva lozanía. Se notaba, sin embargo, que eras consciente de cada una de tus renuncias y por supuesto que no te gustaba renunciar. Creo que viviste la mayor parte de tu vida atrapada en tu deber y, sobre todo, prisionera de una concepción de la mujer que convierte demasiadas necesidades hospitalarias en tristes virtudes femeninas.

Nunca te gustó viajar – aunque tu siempre dijeras que ojalá tuvieras tiempo para hacerlo -. Decías que nadie volvía de un viaje sin estar físicamente peor, que la buena vida era la vida regular y metódica. Muchas veces pusiste como excusa el tener un hijo enfermo ( a los veinte años ingresó en una residencia) para no hacer un viaje. No mamá, siempre te aterró cualquier ruptura en tu rutina diaria. Y además, no sé por qué, tenías permanentemente

4

Carta a mi maestra en la cabeza la idea de que ir de vacaciones suponía una imperdonable renuncia a tus obligaciones familiares y que, caso de producirse una situación delicada, reforzaría tus injustificadamente precavidas tesis: “ Si ya lo decía yo…es que no nos podemos ir a ningún sitio… el niño… el niño”. Aceptaste la responsabilidad de pensar siempre en el día siguiente (“Bueno, ya está, ahí va el domingo. Mañana será otro día”), obviando la intensidad del presente y el hecho de que es inútil hacerse el esmerado y juicioso organizador cuando se está a punto de ser barrido por el mañana. Eres una persona diplomáticamente terca: puedes estar escuchando amablemente un planteamiento razonado y juicioso sobre alguna medida o gestión que debes tomar o llevar a cabo, que al final haces lo que a ti te sale del moño: “Sí, claro… bueno, bueno… ya se verá… dale tiempo al tiempo”. Crees que la experiencia y la sabiduría llegan automáticamente con los años, y no tiene por qué ser así. Es cierto que el vino mejora con el tiempo, pero sólo si las uvas eran buenas. En su librito El arte de amar, Erich Fromm comenta – al hablar del amor materno – la metáfora bíblica de la tierra que mana “leche y miel”. Y dice: “La leche es el símbolo del primer aspecto del amor, el de cuidado y afirmación. La miel simboliza la dulzura de la vida, el amor por ella y la felicidad de estar vivo”. La buena madre, como la mejor tierra prometida, es la que no sólo da leche a sus hijos, sino también miel. La que les contagia su amor a la vida y no sólo los protege o asegura sus subsistencia. Concluye Fromm: “Es posible distinguir, entre los niños – y los adultos – Los que sólo recibieron “leche” y los que recibieron “leche y miel”. Yo recibí “leche”, “buena leche”. Pero la “miel” me la procuré yo: La pasión y el entusiasmo por las manifestaciones artísticas, el cultivo de las aficiones, la claridad de mis objetivos, el amor por el

5

Carta a mi maestra deporte, el gusto por lo sencillo. A lo mejor esa era mi tarea, pero no hubieran venido mal unos cuantos empujoncitos. De vez en cuando me dabas un poco de dinero (calculabas el valor de la moneda y el precio de las cosas de acuerdo con los baremos de la postguerra) para mis “insaciables” gastos en libros o tebeos, aunque asombrándote de que aún quisiera comprar más “con todos los que tienes ya”. Nunca entendiste mi pasión por la lectura. Con los libros de texto sí podía disponer de un cheque en blanco, pero los tebeos o las novelas- según tu criterio- sólo servían para matar el tiempo. Eres – como buena parte de la gente de tu generación – una persona recelosa hecha de autocomplacencia en lo retrógrado (“Mira, la vida es así, ya está”), desconfianza ante las novedades (“Las cosas como son. Esto a ti no te interesa…”), y en el fondo, complejo de inferioridad respecto a los que sí sabían y saben valorar y disfrutar la vida (“A mí nadie me enseña a vivir”). Esa mentalidad en la que yo crecí estaba ya totalmente carcomida desde mucho antes de que muriese Franco: era como una de esas momias perfectamente conservadas cuando se abre el sarcófago, pero a las que el primer soplo de aire fresco y renovador desmorona por completo irremediablemente. No te gustaban – ni a papá tampoco – los compromisos o reuniones sociales ni las aglomeraciones. Siempre que tenías que acudir a alguno de estos actos, ya estabas pensando en que se terminara (“Bueno, ya pasó. Todo ha salido muy bien. Vuelta a la vida normal”). Yo creo que te supero, les tengo auténtica tirria. En fin, mamá, ya voy resumiendo: Cumpliste escrupulosamente tu papel de madre y de intendente concienzudo, pero se te escapaban con

6

Carta a mi maestra frecuencia no tanto gritos de protesta como miradas y suspiros de impotencia y rebelión. Siempre he vigilado y comprendido tu ocasional descontento – aunque a veces utilizaste la enfermedad de Manolito para justificar conductas o decisiones que eran propias de tu naturaleza acomodaticia y estancada -. Incluso tu inconsciente rencor contra este obstáculo permanente e inevitable, que barnizabas con la desmejorada purpurina de la resignación cristiana. Mis ojos algo paganos leyeron tu ejemplo al revés, seguramente porque soy mucho peor que tú: decidí sólo sacrificarme por mi mujer y por mis hijos o por lo menos no confundir la excelencia con la renuncia, demasiadas veces inevitable para no incurrir en mera inhumanidad. Has hecho muy bien tus deberes, has hecho todo lo que has podido con lo que has tenido, según lo que has sabido y con tu concepción – equivocada o no – de lo que era más conveniente para tu familia. De eso no me cabe ninguna duda. En lo que sí tengo reservas, o mejor dicho, certezas, es que nunca hiciste el mínimo esfuerzo para ponerte en mi lugar. Ni intentaste comprender el mundo del adolescente (“Bueno, ya se le pasará…son cosas de la edad”) ni te planteaste que podías estar equivocada(“ Nosotros sabemos lo que te conviene… ya lo comprobarás cuando llegues a nuestra edad”) ni, por supuesto, has representado un necesario oráculo donde apagar mis inquietudes o resolver mis interrogantes(“No lo entiendo. Estás bien alimentado…bien vestido…no pasas necesidades…entonces,¿Por qué no estudias? ¿Te pasa algo? Esto es la televisión…”) Esto es la cerrazón mental de alguien que piensa que la vida son simples operaciones aritméticas. Has sido generosa con mucha gente, y sólo has recibido ingratitud o indiferencia. Pero puedes descansar tranquila, satisfecha y orgullosa de que si tú no lo hubieras hecho, la vida de esas personas desagradecidas no hubiera sido tan fácil. Eso también lo heredé de ti, pero yo aún tardaré un poco en

7

Carta a mi maestra olvidar ingratitudes y en mostrarme orgulloso de lo que hice. Nos has facilitado la vida en el aspecto doméstico, hay muchas horas de cocina, de colada, de planchado, de no hacer ruido para dejarnos descansar. Nos has dado tranquilidad- ocultándonos problemas y tensiones- para centrarnos en nuestros estudios, aficiones y ocupaciones sociales. Y, sobre todo, nos has dado seguridad y estabilidad, ejes sobre los que han discurrido unas existencias responsables, sensatas y equilibradas. Por muchos años, maestra. Con afecto y admiración de tu hijo Javier.

8

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.