He tenido un infarto. Primer día de septiembre de 2012

H e tenido un infarto 14-19 de septiembre de 2012 Hoy, día 27 de septiembre, comienzo -y espero terminar- a escribir esta memoria de los días que he

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Story Transcript

H

e tenido un infarto 14-19 de septiembre de 2012

Hoy, día 27 de septiembre, comienzo -y espero terminar- a escribir esta memoria de los días que he estado hospitalizado. Tenía que buscar un título para este documento y lo primero que se me vino a la cabeza fue: “He sufrido un infarto”. Es como se suele decir, todo el mundo lo dice así; pero cuando lo vi escrito pensé -no es verdad, yo no he sufrido un infarto, yo he tenido un infarto-.

Primer día El viernes, día 14, habíamos quedado Rosa y yo a cenar con Nieves y Miguel Ángel. Hacía mucho tiempo, algunos años, que cuando nos veíamos en el Encuentro de familias de verano, hacíamos propósitos de vernos durante el curso. Por fin había llegado el día. La visita tenía un doble objetivo porque iba a estar un sacerdote con el que queríamos hablar de Familias Invencibles para preparar el próximo Encuentro de invierno. En el camino hacia Madrid, Rosa me preguntó -¿te pasa algo, te noto raro?- Yo no supe explicarle, le dije que yo también me lo notaba, estaba desganado, desmotivado, apático… Llevaba unos días, incluso alguna semana así, pero yo no sabía por qué. A las 9 de la noche llegamos a casa de nuestros amigos.

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Mientras tomamos un aperitivo, el sacerdote se interesaba sobre Familias Invencibles y yo le contaba quienes éramos y qué hacíamos en Madrid. La conversación discurría de una manera muy informal en un ambiente distendido, pero a mí cada vez me costaba más hablar, me empezaba a encontrar mal. El sacerdote me preguntaba y la verdad es que no quería hablar, me costaba hacerlo. La presión que sentía en el pecho era muy molesta y constante. Me levantaba del sofá, daba algunos pasos, pero no se me pasaba. Comenzamos a cenar, yo no tenía ninguna gana, pero acepté comer un poco de pastel de atún; no quería dar la nota. Terminé de comerlo y me volví a levantar de la mesa. Empecé a tener sudores fríos, yo no sabía qué me estaba pasando. El problema era que el dolor no se iba, estaba exactamente igual. Cuando empezó, pensé en esperar un tiempo a ver si se me quitaba, pero había pasado más de una hora y todo seguía igual. Tampoco quería aguar la fiesta. Me costó decidirme, pero entré en la cocina donde se encontraba Miguel Ángel preparando el segundo plato y le dije: no me encuentro bien. Decidimos ir al Hospital Gregorio Marañón que está muy cerca de su casa. A las 23:15 ingresé en urgencias. Me hicieron un electrocardiograma, análisis,

me dieron algún medicamento y me pasaron a una sala donde habría unas 10 camas. No todas estaban ocupadas, estaríamos unas 6 personas. El médico dijo que no parecía que tuviera nada de corazón. El electro estaba bien y la analítica también; así que me dejaron en observación. Rosa y Miguel Ángel se fueron. Los dolores no se me quitan, de vez en cuando me tengo que incorporar de la cama porque la presión en el pecho es fuerte. Parece que el incorporarme me alivia un poco, pero al ratito otra vez. Bueno así va pasando la noche. De repente oigo tumulto en un pasillo y a una persona cantando con voz bastante fuerte: ♫♫ azul, azuuuuul, azul, azul, azul, lolai, lolaaaaaaaaai, alai, alai ♫ Era una persona mejicana, lo había traído la policía. Estaba atado a la cama, pero estaba feliz con su canto, cantaba con una sonrisa yo diría desmesurada (como la que nos pide Javier R. para cantar). Los médicos le pedían que no cantara tan alto, pero él no tenía problemas y cantaba, cantaba… Le pasaron a una habitación contigua en la que estaba él solo. Yo le podía ver a través de unas cristaleras. De repente alguien le dice: -mira que enfermera más guapa, mira que ojos verdes tiene tan bonitos-. Mi hermano mejicano, cambió inmediatamente la letra de su canción: ♫♫ verde, veeeerde, verde, verde, lolai, lolaaaaaaaaai, alai, alai ♫ En alguna ocasión, llegué a reírme. Así fue pasando la noche. Al cabo de un rato, traen a otro. Estaba bastante bebido. Se había peleado y le habían vendado un brazo.

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Estuvo durmiendo todo el rato. Al cabo de una hora se despertó y empezó a llamar: ¡señorita, señorita, cómo se llama! La enfermera se acercó. El hombre le dijo que quería fumar, ella le dijo que estaba en un hospital y que no se podía fumar. La enfermera se marchó. El hombre empezó a buscar en la bolsa donde habían puesto sus ropas. Yo pensaba -éste encuentra el tabaco y se pone a fumar aquí mismo-. El hombre no encontraba lo que quería. Vino el médico y le insistió en que quería fumar. El hombre decía: si no puedo fumar me dais el alta y me voy. El médico le decía que si se quería ir se podía ir. El hombre decía: es que me están echando. El médico se enfadaba… Bueno, he querido reflejar esto que viví desde el punto de vista de paciente, porque esa noche, mi noche, es una noche cualquiera en urgencias de cualquier hospital del mundo. Miles de personas, esta noche, pasarán la noche doliéndoles el pecho, buscando el tabaco para fumar, o cantando ♫♫ verde, veeeerde, verde, verde, lolai, lolaaaaaaaaai, alai, alai ♫ Todos, enfermos, borrachos, abandonados, idos, médicos,… somos y formamos el Pueblo de Dios. ¿Cómo vivo yo esa primera noche? Pues la verdad, muy tranquilo, quitando el dolor físico. En ningún momento sentí miedo, angustia, temor, incertidumbre, soledad... Nunca tuve ningún sentimiento malo en mi corazón. Tampoco imploraba a Dios, ni le pedí que no me abandonara, ni le llamé en ningún momento. Después de todo lo ocurrido, echando la vista atrás, a veces pienso, ¿cómo puede ser?, soy muy bestia. Solo me viene una respuesta, cuando estás con alguien no le llamas para que venga, ya estás. Dios, mi creador, estaba conmigo, me

tenía cogido; si no fuera así, ¿cómo es posible que yo estuviera tan tranquilo? El viernes, día de pasión, día también de mi pasión, era el día de la Exaltación de la Santa Cruz. Días después de mi infarto, hago memoria de ese día y me emociono. La cruz fue un madero precioso donde Jesús, todo Dios, sufre tanto que muere. Se clava en la cruz con todos mis pecados porque me quiere redimir y muere por mí. A día de hoy yo no sé si mi sufrimiento ha tenido algún sentido, pero no me importa, tampoco me interesa. Lo que sí sé es que cuando me miro a mí mismo en esa noche de viernes, los ojos se me van hacia Cristo y le veo sufrir, le oigo sufrir. Entiendo perfectamente su sufrimiento solo posible por el amor que me tiene, y me vuelvo a emocionar y me siento muy amado por mi Dios y le doy gracias y estoy a su lado y le comprendo y mi dolor ya no es mi dolor y le amo. ¡Bendito sea mi Señor, ahora y por siempre, que por su santa cruz, sana mi corazón y me invita a vivir una nueva vida!

Al rato, el doctor vino de nuevo y me dijo que me iba a repetir la analítica. Así lo hizo. Entre tanto, Rosa me llamó para ver cómo iba todo. Le dije lo que me había dicho el médico y que le volvería a llamar. Regresó el médico con los resultados de la analítica y me dijo: -las pruebas han dado un giro radical, estás teniendo un infarto-. En ese momento yo pensé, menos mal que tengo algo y que me lo han visto; estos dolores tienen por fin su explicación. Rápidamente vino un cardiólogo con la máquina para hacerme un electro. Yo, mientras, llamé a Rosa para decirle que tenía un infarto y que viniera. Se activó todo el protocolo, me llevaron a una sala especial llamada ADA (Unidad de alta dependencia) y me empezaron a medicar. El cardiólogo me explicó que con esa medicación el dolor me tenía que remitir y que, si todo iba según sus planes, el lunes me harían un cateterismo para ver cómo está el corazón. Rosa llegó al ratito con Miguel Ángel. Supongo que quedaría un poco impresionada de lo que estaba pasando, pero yo la veía bien. El cardiólogo explicó todo a los dos. Miguel Ángel me trajo un rosario (de los de Cenácolo).

¡Glorificado sea mi Señor!

Segundo día Ya es sábado, día 15. Son las 7 de la mañana. Yo continúo con mis dolores. El médico me ha preguntado varias veces si me pasa y mi repuesta siempre era la misma: -igual, doctor, ni me va a más ni me va a menos-. El médico me dijo que pensaba que lo mío era un dolor de tipo osteo-muscular y que me iba a mandar a casa. Bueno, me mentalizaré de ello y ya se me pasará, pensé.

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Pasó aproximadamente 1 hora y me cambiaron de sala. Me llevaron a la Unidad Coronaria. Cuando llegué me dijeron, no te asustes, pero vendrá mucho personal médico a verte. Así fue, en cuestión de minutos, la habitación se llenó de gente: el que me ponía unos cables, el que me ponía una vía, el que me inyectaba no sé qué, el que conectaba no sé cuantos, el que me preguntaba cómo estaba, el que me preguntaba dónde me dolía. Aquí debe ser imposible morirse. Pasó un ratito y apareció el médico de urgencia que me había estado atendiendo durante la noche. Me dijo:

-Tú tienes que tener alguien allá arriba que te quiere mucho. A lo que le respondí: -No lo ponga en duda, doctor, estoy completamente convencido de que así es. -Lo digo para que no me agradezcas a mí nada -continuó el doctor- te iba a mandar a casa y te he repetido la analítica no sé por qué. ¿Sabéis lo que pienso? Pienso que ante Dios toda rodilla se dobla, incluso la de los médicos que se creen que lo saben todo. El día iba transcurriendo. ¿Cómo estás?, me preguntaban y yo siempre decía lo mismo: igual. El médico decía: en una escala del 1 al 10 cuánto te duele. Yo pensaba: y yo qué sé. Y le decía: cuatro, porque pensaba que tiene que haber dolores muchísimo más fuertes que el mío. Pasaba un rato y el médico me volvía a preguntar: ¿cómo estás? Yo decía: igual. - Dime en una escala del 1 al 10 cómo te duele. Yo pensaba, antes le dije 4, pero la verdad es que yo creo que me duele más que un 4; el problema es que si le digo 5 ó 6 va a pensar que me duele más que antes, pero si le digo 4 igual piensa que me duele muy poco y no me hace caso. ¿Qué hago, qué le digo? Y yo le decía al médico: eso de la escala es muy complicado para mí. Me duele como antes, ni más ni menos. Así, con mi escala de dolores, iba pasando el día. Ni bebí ni comí nada, no me encontraba bien; pensar en comida o en bebida me provocaba nauseas. Por la tarde, de 6 a 7 venían a visitarme. Me fatigaba mucho si hablaba, así que le dije a Rosa que hablara ella, que yo no podía.

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A las 7 terminaron las visitas. Al poco me trajeron la cena. Imposible, ni cené ni bebí absolutamente nada. Yo seguía con mis dolores. Ya iban a cumplirse 24 horas de mi ingreso. Los dolores no se me iban, pero yo estaba muy tranquilo; además, ya se sabía por qué los tenía y estaba rodeado de especialistas que sabían lo que tenían que hacer. Si la noche anterior estuve tranquilo, esta mucho más. Durante el día, cogía el rosario y rezaba algún Avemaría. No era capaz de rezar 10 seguidas. Estaba muy cansado e intentaba dormirme. Me quedé un poco traspuesto y de repente me di cuenta de que ya no me dolía nada. Eran las 10 de la noche del sábado día 15. Entonces pensé, aprovecha y descansa. Por la noche me desperté varias veces, pero era por el ruido y la entrada de las enfermeras para darme cosas. ¿Qué ruido?, pensareis puede haber en una unidad de coronarios. Pues mi hermana Antonia que estaba en una habitación contigua a la mía. Antonia tenía 84 años y la habían puesto un marcapasos. Esta buena mujer, de repente, pensó que estaba bien, se hartó de estar en la cama y decidió levantarse e irse a su casa. Casi se arranca la vía y todos los cables que tenía conectados. Todos los enfermeros la ayudaron, la volvieron a meter en la cama y decidieron atarla para que no volviera a pasar lo mismo. Era una viejecita enjuta y menuda, poca cosa, con pelo negro muy corto, pero tenía una voz increíble; grave y muy potente. De repente chillaba: ¡¡socorro, socorro!! Y todo el personal sanitario corriendo por el pasillo. No pasaba nada, simplemente se quería ir. Las enfermeras me contaron que es muy habitual que esto suceda en las

personas mayores, su principal problema es que se desubican, especialmente cuando es de noche y están solas, sin sus familiares.

Tercer día

Antonia, en otro momento de la noche, empezó a gritar: ¡¡que venga la encargada!! ¡¡encargada!!; se creía que estaba en el cine y quería saber cuándo empezaba la película.

Como todos los días, me han traído desayuno, pero hoy tengo apetito. Va a ser lo primero que coma y que beba desde que ingresé el viernes.

Así iba terminando el sábado y yo, con el paso de los días, reflexiono sobre mi sábado.

Me han traído un café descafeinado con leche, dos tostadas de pan sin sal y un melocotón. ¡Qué hambre! He devorado todo y me ha sentado de maravilla.

Ese sábado, el día 15 de septiembre, fue el día en que la Iglesia celebraba la Virgen de los Dolores. ¡Qué casualidad! La Madre de Dios, la que a los pies de la cruz estuvo sufriendo en silencio por su Hijo, ese sábado, sin yo darme cuenta, había estado conmigo sufriendo mi dolor, sin decir nada, como ella hace, casi imperceptible, sin querer quitar protagonismo a su Hijo. Ahora sé por qué yo estaba tan bien. María me tenía en su regazo y yo descansaba en ella. Tenía dolor, pero no me quejaba, se aguantaba perfectamente, no estaba preocupado por nada. Ahora empiezo a comprender algunas cosas; ¡gracias Madre mía! Yo había estado con dolores todo el sábado, pero también es verdad que a las 10 de la noche los dolores me desaparecieron. Ya sé por qué. El sábado por la noche, tal y como lo hace la Iglesia, yo empecé a vivir el domingo, día de resurrección, día de la luz, paso de la muerte a la vida; no hay tristeza, no hay dolor, es día de alegría y así quería Dios que viviera el domingo, alegre; por eso el dolor desapareció.

Hoy es domingo, 16 de septiembre.

Bueno, ya es domingo, no me duele nada, he desayunado y mañana me harán el cateterismo. Perfecto. Esta mañana, mi hermana Antonia estaba algo alterada. Pensaba que en el hospital había algo de brujería. Parece ser que su compañero de habitación, otro señor mayor, ayer se quejaba de que le habían puesto desnudo en la cama, sólo con un camisón. Esta mañana, Antonia ha visto cómo su compañero salía a pasear vestido con un pijama y le ha parecido extraño que, de repente, su compañero esté vestido. Decía que eran cosas de magia. ¡Qué bueno! Voy recordando todas estas anécdotas y me producen alegría. Recuerdo con cariño todas esas situaciones y a todas esas personas con las que de alguna manera he compartido unos momentos muy especiales de mi vida. Algunas personas que me atendían me han preguntado si era religioso. Yo decía que sí, pero claro, querían más explicaciones. Creo en Dios, soy cristiano, estoy casado y tengo dos hijos, les decía. Ninguno me dijo que era cristiano, lo que sí que me decían era: yo no soy cristiano, pero respeto mucho. La verdad es que la decoración de mi mesilla creo que les hacía sospechar: el

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rosario de Cenácolo que me trajo Miguel Ángel y el libro Magnificat que me trajo Rosa. Os voy a contar sobre mi compañera de habitación. El primer día estaba una señora, pero la verdad no sé ni cómo se llamaba ni recuerdo por qué estaba allí. Sé que venían sus hijos a verla y que eran un poco escandalosos, o al menos así me lo parecían. Hoy ha venido Pilar. Debe de tener unos 60-65 años, está soltera, no tiene hijos y vive con una chica en su casa que la ayuda. Pilar ha tenido obesidad mórbida. Hace tiempo fue operada del estómago, pero no le salió muy bien. Aun así adelgazó unos 40 kilos y ahora pesa unos 90. También padece del corazón. El domingo la operaron de una válvula y la dejaron puesto un marcapasos externo. Los médicos valorarán los datos que envía ese marcapasos y decidirán si hay que ponerle un marcapasos definitivo o no. Es una persona súper-educada aunque a veces se hace un poquito pesada con las enfermeras. Tiene un hermano médico (otorrino) que trabaja en el mismo hospital donde estamos; también tiene un hermano sacerdote y otros hermanos. Se ve una familia unida, los hermanos la quieren mucho y están muy pendientes de ella. Entre su cama y la mía hay una especie de biombo que no nos permite vernos. Mañana me van a hacer el cateterismo. A veces, pensaba en ello y me producía un cierto “cosquilleo” interno, pero se me pasaba muy rápido. Hoy era el primer día que me encontraba bien. Cogí el Magnificat y empecé a leer todas las lecturas desde el día que ingresé.

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Me empecé a emocionar y decidí dejar de leer; quizá no sea bueno tanta emoción. Pasados estos días, recuerdo ese domingo y quiero iluminarlo a través de la Palabra. Es el vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario y, en la Misa, el salmo dice: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida ». El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó. Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.” (Sa 114) Cada verso de este precioso salmo expresa perfectamente lo que yo hoy, domingo 16 de septiembre, estoy sintiendo. El Señor pone palabras en mi boca y en mi corazón debilitado incapaz de hacer una oración tan bella. Yo sigo alucinando. Según voy repasando cada día que he estado ingresado en el hospital, me doy cuenta de que el Señor, cada día, ha tenido un regalo para mí.

Por desgracia, me he acostumbrado a estos “detalles” de Dios y, a veces, no soy realmente consciente de estas gracias que recibo de Él. Pero hoy, doy muchas gracias a Dios por sus “caricias”, porque puedo sentirle más vivo que nunca hablándome directamente al corazón.

Yo no me atrevo a asegurar que esta situación que estoy viviendo es una prueba que me manda el Señor. Si así fuera, y sin querer ser presuntuoso, yo creo que he aprobado. De lo que sí estoy seguro es que quiero permanecer fiel a Él y de que esta tribulación de mi infarto me une y me afianza más a Él.

¡ALABADO SEA DIOS!

Cuarto día Hoy es lunes, 17 de septiembre. Es el día en el que me van a hacer el cateterismo. He dormido bien, quitando algún sobresalto motivado por algún grito de mi hermana Antonia y los ruidos que hace la máquina para respirar a la que está conectada mi hermana Pilar, compañera de habitación. Hoy no puedo desayunar ni beber nada. Estoy tranquilo, pero tengo ganas de que vengan a por mí. Esta mañana ha venido Javi. Ayer por la noche cogió un vuelo para poder estar hoy conmigo. Me ha alegrado mucho. Estamos ya la familia al completo, los cuatro. Me ha traído un crucifijo. Hemos hecho la oración de laudes Rosa, Javi y yo. La lectura es de Judit 8,21b-23 y dice así: “Recordad cómo fueron probados nuestros padres para ver si verdaderamente servían a su Dios. Recordad cómo fue probado Abrahán, nuestro padre; y, purificado por muchas tribulaciones, llegó a ser amigo de Dios. Del mismo modo, Isaac, Jacob, Moisés y todos los que agradaron a Dios, le permanecieron fieles en medio de muchos padecimientos.”

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Bueno, ya vienen a por mí. Dos personas van llevando mi cama y vamos atravesando varios pasillos. De repente me encuentro con mi familia (Rosa, Laura, Javi, mis padres, mi suegro, mi hermana Loli, mi hermano Nacho, creo que nadie más) que me dan ánimos y me acompañan hasta el ascensor. Estoy bien, no me encuentro nervioso, estoy tranquilo. Me están operando y yo me asombro de los avances de la ciencia. No siento dolor. En el quirófano tienen música, estoy hablando con la persona que me está operando y viendo las imágenes en una batería de 4 pantallas. Han encontrado dónde está el problema, hay una obstrucción en una arteria llamada circunfleja. Van a desobstruirla y a implantarme un stent para que no se vuelva a cerrar la arteria. Ya está. Han tardado como una hora y media. Me voy para mi habitación. El médico me ha dicho que todo ha ido fenomenal. Cuando recorro los pasillos para ir a mi habitación, vuelvo a ver a mi familia. Todos están expectantes. El médico les contó y se han quedado tranquilos. Tengo mucha hambre, pero todavía no me pueden dar de comer. Hay que esperar un poco. Sobre las 4, me traen un plato de

lentejas que devoro como si hiciera un mes que no como.

La luna que gobierna la noche: porque es eterna su misericordia.”

Más tarde comienza la hora de las visitas. Van entrando a verme turnándose de dos en dos. Por lo que me contó Rosa, estaba muy dicharachero. Ciertamente lo de la operación me había impresionado y lo contaba a todo el mundo.

Porque Él se apiadó de mí y nunca me dejó de su mano. ¡Aleluya!

Estaba contento porque empezaba a ver el final de esta historia y dentro de poco iba a estar en casa. Pasa el día, llega la noche y me dispongo a dormir. Otro regalo de Dios. En la oración de vísperas encuentro el salmo 135. Este salmo es un grandioso canto de acción de gracias y yo, posiblemente hoy más que nunca, necesito dar gracias a Dios por la misericordia que ha tenido conmigo. “Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia. Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia. Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia. Sólo él hizo grandes maravillas: porque es eterna su misericordia. Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia. Él afianzó sobre las aguas la tierra: porque es eterna su misericordia. Él hizo lumbreras gigantes: porque es eterna su misericordia. El sol que gobierna el día: porque es eterna su misericordia.

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TE DOY GRACIAS Y TE BENDIGO MI SEÑOR.

Quinto día Es martes, 18 de septiembre. He dormido bien. Todo va fenomenal. Me han dicho que hoy empezaré a caminar un poco por el pasillo. Estoy esperando el desayuno y entra una persona con bata blanca, vestido de “paisano” pero me da el tufillo de que es un sacerdote. Efectivamente, es el Padre Jesús, capellán del hospital. Rosa y Javier hablaron con él ayer y le pidieron que me visitara y que me diera la Comunión. El P. Jesús es un hombre mayor, tiene una cara supersonriente. Anda muy despacio. Cuando le he visto yo también he sonreído y me ha dicho: -sonríes mucho, eres feliz-. A lo que yo le respondí, sí soy feliz. He comulgado y he sentido mucha paz. Me he emocionado porque hoy ha venido Cristo a visitarme. Siempre soy yo el que voy a la Iglesia en busca de Jesús sacramentado, pero hoy, no me he movido de la cama. Ha venido Él. Me ha impresionado la cara de este sacerdote, especialmente su manera de mirar. Yo diría que es un hombre que no mira a los demás, se fija en ellos. “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10,24)

Me parece impresionante cómo ejercen el ministerio estos sacerdotes que “pasean” por los hospitales llevando a Dios en los bolsillos mirando con esa mirada que llega al corazón. Cuando se iba el P. Jesús, Pilar, mi compañera de habitación, le pregunto – padre, ¿puedo yo también?-, y comulgó. Yo creo que Pilar, a partir de ese momento, pensó que yo era de fiar y empezó a hablar conmigo (siempre a través del biombo). -¿Es usted sacerdote o religioso? -No, doña Pilar, estoy casado y tengo dos hijos. -¡Qué casualidad que haya venido el sacerdote!-. -No es casualidad, doña Pilar, es que mi mujer y mi hijo han hablado con el sacerdote para que me trajera la Comunión. -¡Qué bien!... Pues no sé si vendrá mañana porque no le hemos dicho nada. -No se preocupe, seguro que viene. Los sacerdotes de los hospitales toman buena nota de los enfermos que quieren comulgar y los visitan cada día. Verá como mañana viene. Como todos los días, hoy he recibido la visita de Rosa, Laura y Javi; también de mis padres y de algunos hermanos. Ya es por la tarde. Me han conectado los cables a una máquina portátil para que pueda a pasear. He salido de la habitación y he pasado por delante de la cama de Pilar, mi compañera. Por fin la he conocido.

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¡Adiós, doña Pilar, me voy a pasear! Empiezo a pasear por el pasillo. Para mí es una experiencia impresionante. Primero porque estoy caminando por primera vez, pero también porque voy a conocer las instalaciones y a las personas que están en otras habitaciones. Tenía muchas ganas de conocer a Antonia. Es hoy cuando he conocido su cara, la que os describí hace unos días. Veo algunos que están bastante chungos, o al menos a mí me lo parece. Siento a Dios de una manera especial en esta área del hospital. Él se está ocupando de todo y eso me produce muchísima tranquilidad y mucha alegría. El paseo me está sentando fenomenal. Solo me siento un poco mareadillo cuando hago algún giro, pero voy despacio y todo va bien. Bueno, el día está acabando y tengo la sensación de que me van a mandar pronto para casa. Hoy el Señor ha querido hablarme a través de la cita del Apocalipsis de la oración de vísperas. “Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado. Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.” (Ap 4,11;5,9.10.12) Esta cita se titula HIMNO DE LOS REDIMIDOS y ¿qué soy yo si no un recién redimido, rescatado por Dios? Me produce un gozo enorme sentirme comprado por Dios y que haya sido valorado tan alto pues su sangre ha sido mi precio. Mi corazón, recién reparado, te ensalza, Dios mío, solo a ti porque solo Tú eres digno de alabar. Yo solo tengo un dueño que eres Tú. Te ensalzo y te alabo en esta noche, Dios mío, y desde esta cama de este hospital, te presento a todos mis hermanos que he visto hoy en mi paseo. Si alguno no te conoce, manifiéstate con toda tu fuerza para que te reconozca y acepte como dueño y señor de la vida. AMÉN.

Sexto día Hoy es miércoles 19 de septiembre. Después de desayunar, ha venido la doctora y me ha preguntado qué tal estaba. Al ir todo bien, han pensado darme el alta esta misma mañana. Ellos se ocuparán de avisar a Rosa para que me traiga ropa. Estoy contento, pero me siento como algo raro: ¿ya?, ¿tan pronto me voy? Bueno, yo lógicamente no tengo ningún interés en permanecer en el hospital, y si ellos me mandan para casa, por algo será. Al ratito viene el P. Jesús. Tanto yo como mi compañera Pilar comulgamos. -¿Lo ve, doña Pilar, ve como si venía? - Sí, sí; qué bien

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Hoy, en la oración de laudes, la lectura sigue recordándome “Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo.” (Dt 4,39-40ª) Dios tiene un especial interés en que no me despiste con mi mejoría, con el alta del hospital, con esta “nueva vida” que a lo mejor tengo que empezar. Jose, no te olvides de que Yo soy tu único Dios. Y yo digo: amén, no hay otro para mí. He decidido comer en el hospital para que Rosa no se tenga que preocupar de preparar de comer. Bastante lleva la pobre. Llega el momento; Rosa me ha traído ropa. Me he vestido y he salido de la habitación. ¡Qué emoción! He querido ir al puesto de control donde están los enfermeros y los médicos. Me he despedido de ellos y les he agradecido todas sus atenciones. Todos se han portado muy bien. El resto de mi familia (mis padres, mi suegro, algún hermano, incluso un tío mío) estaba esperándome en una sala. Todos nos hemos alegrado de vernos. Rosa, Laura, Javi y yo nos hemos ido a casa. Hemos entrado, ellos han comido y hemos tenido una sobremesa compartiendo sobre lo ocurrido. Yo me encontraba un poco aturullado, ya os lo comenté días atrás: me he comido un elefante y estoy empachado, tengo que digerir esto poco a poco. Según me venían cosas a la cabeza las iba comentando y yo mismo me sorprendía de lo que decía.

Conclusión Bueno, teóricamente, esta crónica o memoria o como lo queráis llamar, debería de acabar aquí. Han sido seis días, todo ha concluido bien, me encuentro en casa, ya todo pasó. Y yo, que sigo intentando sacar todo el jugo posible a esto, que me encuentro con los ojos y oídos más abiertos que nunca a la escucha de lo que Dios quiere y ha querido decirme con lo que me ha pasado, me pregunto: ¿y qué más? Y Dios sigue hablando. Cada día ha tenido su sentido. Ahora pienso, después del sexto día, viene el séptimo; e inmediatamente me viene a la cabeza: el séptimo descansó. Hermanos, ¡¡Qué casualidad!! Es que hace unos días, estaba preparando la charla que teníamos que dar en Valencia sobre LA FIESTA. Y preparando esta charla, veía que era necesario también hablar del descanso, por qué es necesario el descanso y qué enfoque darlo. Resulta que Dios descansa el séptimo día, pero el descanso de Dios no es como el que nosotros nos imaginamos en un buen sofá. El descanso de Dios es un momento de pausa para recrearse, complacerse con la creación, con todo lo que ha hecho. Es un contemplar, un llenarse de todo lo creado, de todo lo acontecido.

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Ahora yo estoy viviendo mi séptimo día, mi tiempo de descanso. No solo para reponerme o recuperarme, sino para recrearme con mi Dios de lo acontecido. Es el momento de empezar a hacer la digestión de ese “elefante” que me comí. Aún hoy me pregunto ¿y ahora qué? ¿Qué ha querido Dios con esto? ¿Qué quiere Dios que haga a partir de ahora? Humanamente Rosa y yo estamos de acuerdo en liberarnos de algunas responsabilidades para tratar de llevar una vida un poco más tranquila. Y aquí el discurso humano se acaba. Espiritualmente todo es mucho más complicado, sería como tratar de poner puertas al campo, ingenuo de mí si tratara de explicar a Dios mismo. Lo que es verdad es que uno aprende andando el camino y yo, en esta andadura, he aprendido que la vida es un don de Dios (frase muy manida que a veces decimos demasiado rápido); he aprendido y acepto aquello de “el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó” y, sobre todo, a confiar en Dios, a desapegarme de todo y a estar dispuesto a hacer de mi vida lo que Dios quiera. GRACIAS MI QUERIDO DIOS Gracias a mis hermanos, sus oraciones, su ayuda, su cercanía. Gracias a todos.

ADENDA Una semana después Hoy es viernes, día 21 de septiembre de 2012. Estaba tumbado en el sofá del salón y mis ojos se me van continuamente hacia el reloj del vídeo. Son las 19:00 horas. Yo pensaba: dentro de poco, hace una semana, estaba a punto de comenzar la historia de mi infarto. Esperaba con cierta “prisa” que las horas fueran avanzando. Es como si quisiera volver a recordar cada minuto pasado. ¿Seré tonto?, pues no lo sé, pero lo necesitaba, incluso lo ansiaba. Me he ido a la cocina a cenar y, después, he vuelto al salón e, irremediablemente, los ojos se me han “escapado” hacia el reloj. Son las 21:30; yo pensaba: posiblemente a esta hora empezaba a sentir mis primeros dolores. Las horas iban pasando y se acercaban las 23:17, hora en la que ingresé en el hospital, según consta en la pulsera que me pusieron y que me quise llevar a casa de recuerdo. A partir de esa hora empecé a revivir todo, pero con muchísima alegría. Me fui a dormir y Dios sabía que yo no quería dormirme y despertarme al día siguiente como cualquier otra noche. Era una noche especial; en cierto modo, también estaba celebrando y agradeciendo a Dios que, al cabo de una semana, yo estaba en mi casa con mi familia como si nada hubiera pasado. Y Dios me lo concedió. Estuve toda la noche despertándome cada poco tiempo; miraba la hora y me volvía a dormir. Fue una noche muy especial que disfruté

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muchísimo. Por cierto, al día siguiente me desperté como si hubiera estado durmiendo toda la noche. No estaba cansado y me encontraba fenomenal. Quienes habéis leído este testimonio teníais que saber esto que me ocurrió una semana después y, por eso, lo incluyo en esta adenda.

Mi familia y hermanos sufrientes No tengo mucha experiencia en esto, pero creo que es normal que la gente que está cerca del paciente sufra más que el propio paciente. Mis hermanos de Comunidad lo han debido de tener difícil porque, además, estaban a 600 kilómetros. Rosa me contaba los correos que se iba cruzando con ellos en los que se podía sentir la fuerte unión espiritual. Todos han rezado por mí y recibido respuestas de Dios. Pienso que mi infarto también ha debido de ser una oportunidad que el Señor ha concedido a mi familia y a mis hermanos de Comunidad para crecer espiritualmente, en amor y unidad. Por eso, después de haber concluido este documento, lo vuelvo a abrir con esta adenda para incluir sus oraciones y sus mensajes y así, este documento quedará perfectamente concluido.

Unidos en el sufrir, oramos en COMUNIÓN por Jose, pidiendo al Señor por su bien, por el cumplimiento de estos misteriosos designios de amor sobre él. "El sufrir es de todos. El saber sufrir es de pocos." (S. Pio de Pietrelcina) La Madre de los Dolores nos enseña el sentido de nuestro sufrimiento: "Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido por vosotros, y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal." (Col 1, 24) Del Común de la Santísima Virgen María. I Vísperas del domingo XXIV. Esta mañana al terminar la oración le pedía a Juan Pablo II que intercediese en comunión con nuestra Madre de los Dolores, María, por todas las personas que llevo en mi corazón que sufren la enfermedad, y siempre, en mi corazón, estáis todos mis hermanos de Comunidad. Jesús viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". (Jn19, 26) La Madre, María, al pie de la Cruz, al pie de nuestro lecho de dolor, de los que nos asusta o nos desconcierta o nos derriba y hunde... para enseñarnos el sentido de la angustia, del dolor, del sinsentido aparente; para enseñarnos el rostro luminoso de Jesucristo, su Hijo. He comenzado a leer un libro que me ha traído está mañana Inma de Egeria, "El soplo del Espíritu" de Raniero Cantalamessa. Acabo de parar hace un momento de leer y le pedía al Espíritu Santo que llenase está noche de vida el corazón de José Antonio, y me he ido al final del libro y me he encontrado esta cita: "¡Ánimo, pueblo todo de la tierra! pues yo estoy con vosotros según la palabra que

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pacté con vosotros a vuestra salida de Egipto, y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu: no temáis (Ag 2, 4b-5) Y el último párrafo del libro dice: ¡Ánimo, en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu!, dice el Señor. ¡Ánimo, José Antonio, Rosa! pues yo estoy con vosotros según la palabra que pacté con vosotros a vuestra salida de Egipto, y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu: no temáis. ¡Amén! Estamos orando en casa esta tarde y noche por la Familia Pérez Sánchez. Oremos por Javi y por Laura. En el día de Santa María de los Dolores, pongámoslos a los cuatro en su regazo. Ofrezcamos nuestro sufrimiento unido al de Cristo. ¡Buenos días José Antonio, Rosa!, cuando oraba está mañana y leía el Salmo de hoy me acordaba de vosotros, el Salmo dice: "Invoque el nombre del Señor: ¡Socorro, Señor, sálvame! Tierno y justo es el Señor, nuestro Dios es compasivo; El Señor guarda a los pequeños, estaba yo postrado y me salvó. ¡Vuelve a tu calma, alma mía, que el Señor te ha favorecido! Ha guardado mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminare en presencia del Señor en el mundo de los vivos. (Sal 114, 4-9) Un abrazo en el Señor Resucitado, el Señor de la Vida.

¡Domingo! El Señor, el Invencible, nos da la Victoria. Su brazo poderoso sostiene a José Antonio. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará. (Evangelio de hoy) Cantamos en el Aleluya: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo (Gál 6, 14) No han llamado del hospital, lo cual es bueno. A la 1.30 es la visita. Estoy en una iglesia para eucaristía a las 9:30. Me apoyo en Él y en vosotros mis hermanos. Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo. 2Tm 2, 8. 11-13 ¡La Victoria es de nuestro Dios y del Cordero! Seguimos unidos toda la Comunidad en la oración perseverante y el ofrecimiento de nuestras vidas a Dios, a su santa Voluntad. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne,

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ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Esta noche mi vida prende de un hilo, estoy más seguro de nada que nunca. Tengo miedo porque el mañana no está en mis manos. Dios, Padre, así vengo ante Ti: con el corazón herido porque alguna de sus vías de entrada o de salida está obstruida y no permite el fluir de tu amor, de tu perdón. Me siento débil, como nunca. Y todos creen que estoy dormido pero es que dentro de mí se está librando la mayor batalla entre vivir o seguir como hasta ahora. Me siento muy frágil, vulnerable. Y por eso no puede haber nadie conmigo en esta habitación, para que no me rompa. Pero, en realidad, es que tengo que descender a las profundidades de mi mismidad para ser rescatado de esta muerte. Arranca esta noche el corazón de piedra y, como arcilla en tus manos, transfórmame,

moldéame... que hoy nazca de nuevo a tu santidad. P.D: María, tú que tanto sufriste. María Madre de los dolores, deja que una de tus lágrimas caiga sobre mí mientras descanso en tu regazo. No pido más que tus brazos antes que la tempestad me tumbe y me haga pedazos. ¡Entra en mi alma al asalto; señorea mi levedad; apriétame en tu regazo! El Señor nos quiere cada vez más colgados de su amor y que aumente nuestra confianza en Él. En Él nuestra vida, en El nuestro corazón, en Él todo nuestro ser. Hemos orado en Vísperas con "nuestro" salmo 111: Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita. En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo. No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos. Tú, Señor, Sol, Luz y Vida de mi corazón

Dice el Evangelio de hoy. "Una vez concluidas todas esta palabras al pueblo, entró en Cafarnaún. Se encontraba enfermo y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste... (Lc 7, 110) Hoy, cada uno de nosotros somos el centurión que se dirige a Jesús, presentándole a nuestro "siervo" querido José Antonio, y le decimos a Jesús en Fe, "Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero con una Palabra tuya bastará para sanarle". Jesús, Eucaristía, ¡gracias! Esta tarde, nuestra ALABANZA fue con esta ESCRITURA SANTA: Él es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. Aquel día diréis: «Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: "Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel"» Is 12, 2-6 Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu izquierda contra la ira de mi enemigo, y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. (Sal 137) Vísperas de hoy

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Una nueva armonía los elementos se adaptaron de una manera nueva entre sí, como cambian la naturaleza del ritmo los sonidos en un salterio sin que cambie por ello su tonalidad, cosa que se puede deducir claramente examinando lo sucedido. Seres terrestres se tornaban en acuáticos, y los que nadan pasaban a caminar sobre la tira. El fuego aumentaba en el agua su fuerza natural y el agua olvidaba su poder de apagar. (.............) En verdad, Señor, que en todo engrandeciste a tu pueblo y le glorificaste, y no te descuidaste en asistirle en todo tiempo y en todo lugar. Sabiduría 19, 18-22 Un abrazo grande por estos cuidados de Dios, en medio de la tormenta, El la apacigua y nos cuida. Dios nos da la sabiduría para reconocer su presencia en todo, todo, todo lo que vivimos!!!! Él siempre es. Nos alegramos mucho de vivir estos momentos unidos a vosotros. La Palabra del Señor, en las Laudes de esta mañana, para la Familia Pérez Sánchez: Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios, que mantiene su fidelidad perpetuamente. (Sal 145) Querida familia, sabéis que todos estamos cerca (quisiéramos estar más) de vosotros en los momentos de prueba. Por los acontecimientos, parece que el “susto” que todos hemos tenido va remitiendo. Gracias a Dios. Hemos puesto a Jose y a cada uno de vosotros (Rosa, Javi, Laura,…) en las manos del Padre, pero cuando “toca cerca”

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todo nuestro interior se tambalea y miramos casi con incredulidad al Señor. El Señor últimamente está permitiendo lo que permitió a Job: Respondiendo Satanás, dijo a Dios: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Dios dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. Vemos a nuestro alrededor como la comunidad esta siendo tocada por la enfermedad, la familia, las tentaciones etc. No sé si todo lo que ocurre viene del mal, pero si sé que las últimas palabras de Dios al demonio, se cumplen: Guarda sus vidas. Creo que es tiempo de purificación para todos y tenemos que estar cada vez más cerca del Señor y de María, para que no nos tambaleemos por la vida. Doy gracias a Dios porque en medio de la comunidad, nuestro Dios nos da la fortaleza para cuidar unos de otros. Es un gran don, no estoy solo y aunque nos basta con su Gracia, necesitamos unos de otros. Te damos gracias por todos aquellos que pones a nuestro lado y nos ayudan a seguir agarrados a Ti. Bendito seas nuestro Dios y Señor por todos los hermanos que en este momento están/estamos sufriendo enfermedad, dolor, preocupaciones, en definitiva nuestra debilidad. Desde aquí Señor te vuelvo a pedir que en medio de nuestra debilidad Tú seas nuestra fortaleza. Me alegran estas últimas noticias que me hacéis llegar sobre Jose. Yo le he encomendado estos días en los que el Señor nos decía que no desea de nosotros que nos quedemos postrados en camillas. Nos pide que nos pongamos en pie, sea cual sea nuestra situación, y que alabemos,

demos gracias y proclamemos siempre su grandeza. Un fuerte abrazo a todos. Sigamos unidos en la oración.

Dios quiere hacer morada, casa, en la Comunidad, Dios quiere nuestra debilidad, la ama y nos la pide, ¡démosla! es de Él, no es nuestra.

Acaba de llamar Javi, desde Majadahonda: "Tengo enfrente a mi padre, estamos todos en casa". ¡Aleluya! Nos unimos en alabanza al Padre por hacernos saborear un anticipo del Cielo. La vida familiar de los Pérez Sánchez es, ahora mismo, eso: disfrutar de la presencia mutua con Dios en medio.

No tenéis, porque no lo pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal.

¡La Victoria es de Nuestro Dios!!! y del Cordero!, y del Cordero! Celebramos esta noticia y esta alegría y damos gracias a Dios por estos días tan intensos de vivencias y oraciones. Que el misterio de la enfermedad y el dolor nos unan inseparablemente a Nuestro Señor y Salvador en su Cruz y Resurrección. Seguimos unidos en comunión. “La morada de Dios es nuestra debilidad”, eso nos ha dicho hoy el sacerdote en la Eucaristía, nada más oírlo me he acordado de José Antonio, de Montse y de las situaciones de debilidad tanto por enfermedad como por otras circunstancias que estamos viviendo en la Comunidad. “La morada de Dios es nuestra debilidad”, creo que estamos viviendo un tiempo de Gracia de Dios, pienso en los compromisos de la Comunidad a lo largo de este ya inminente curso y veo las situaciones de cada uno de nosotros y creo que no va ser nuestra fortaleza humana la que saque el curso, sino la fortaleza de Dios en nuestra debilidad, “nuestra debilidad se va convertir en Gloria de Dios”. Es un tiempo de darle gracias a Dios en la enfermedad, en los miedos, en el trabajo, en el no trabajo, en la economía, en los hijos…

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Este versículo de Santiago de la 2º lectura de hoy me ha tocado especialmente en relación a la Comunidad. Creo que el Señor nos llama a más firmeza, confianza y audacia en nuestra fe. Mi (nuestro) acomodamiento, inercia, mediocridad... me hace incapaz de acoger y recibir lo que Dios quiere darme, que es siempre incomparablemente mejor, maravilloso y misterioso. Yo creo FIRMEMENTE que lo que Dios tiene pensado para mí (nosotros) es incomparablemente mejor, maravillosos y misterioso que lo que yo (nosotros) pido. En esta confianza comienzo este curso, poniendo empeño en abandonar mi acomodamiento, inercia y mediocridad. ¡Amén! ¡Ven, Espíritu Santo! "Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea contra los que me hacen guerra, empuña el escudo y la adarga, levántate y ven en mi auxilio; di a mi alma: "Yo soy tu victoria." Y yo me alegraré con el Señor, gozando de su victoria; todo mi ser proclamará: "Señor, ¿quién como tú, que defiendes al débil del poderoso, al pobre y humilde del explotador?" Se presentaban testigos violentos; me acusaban de cosas que ni sabía, me pagaban mal por bien, dejándome desamparado.

He sentido esta Palabra para ti en este presente de tu vida. Es el momento de sentir que Cristo es tu victoria. Tu debilidad ya no es una "entelequia"; algo que a veces decimos pero, cuando todavía nos quedan fuerzas. Tu debilidad es algo tan real que tienes que orar al Señor pidiéndole que pelee Él. Di a mi alma, anima tú mi ser. Tú, Señor, vas a tener que hacer en mí, porque estoy desamparado. Tú, Señor, vas a actuar en mi debilidad. Tú, Señor, mueves mi corazón, ¿quién sino? "Y vi que manaba agua del costado derecho del Templo. Allí donde llegue la corriente habrá vida..." (Cf Ez 47) ¡La Paz de Jesús el Señor en esta mañana de Luz! Ángeles, alrededor, cantan con nosotros: ¡Alabanza y gloria a nuestro Dios, que nos ha visitado para iluminar estas sombras de muerte y guiarnos por su camino de Paz! Dejémonos inundar por la corriente que mana del costado del Templo. Que el río de agua viva nos lleve donde nosotros nos resistimos a ir. Porque no sabemos pedir lo que nos conviene, el Espíritu intercede por nosotros y nos conduce por el camino que lleva a la Paz. Muy pronto, José Antonio nos compartirá su profunda experiencia de todo esto... ¡Dejemos a Dios ser Dios; démosle, cada vez más plenamente, el control amoroso de nuestra vida! Hola Rosa y José Antonio, ¡todo está bien, estáis/estamos en las manos del Señor!, dices: "hemos sido tocados en todo o casi todo". Hoy contemplamos en la primera Lectura del día como Job es tocado en todo, excepto en su vida, Job, responde: "Desnudo salí del seno materno y desnudo volveré a él". Dios me lo ha dado y Dios me

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lo ha quitado. Bendito sea el nombre del Señor. (Job 1, 21) Estamos blindados en Él. Nosotros también nos unimos a todos vosotros. Con agradecimiento a Dios que nos hace gustar de “trocitos de cielo”. Cada día vamos descubriendo que pocas cosas son importantes en nuestra vida, en cambio donde todo adquiere sentido es ante la presencia de nuestro Dios. La invitación continua es: “Dejad todo en mí”. Cada uno de nosotros necesitamos cada día dejarlo todo en Él. ¡Y es tan difícil!, al menos para mí. Pero en la confianza de saber que estoy ahora donde Dios quiere, le doy Gracias “Porque nada imposible hay para Dios”. Lucas 1:37 Oré por todos, presentando las dolencias que conozco. Cuando estaba pidiendo por alguien ocurrió en varias ocasiones que el P. Kelly tuvo palabra de conocimiento y coincidía con mi oración. Si el tiempo confirma esto, os ruego deis testimonio para Gloria de Dios. José Antonio cuando oraba por ti él dijo: se está sanando un hombre del corazón. ¡ Loado seas mi Señor! por los que aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación: ¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación! Nos unimos a nuestro super santo de Asis para alabar a nuestro Dios, por esta obra tan grande que podemos compartir y vivir en unidad. ¡QUIERO TENER UN INFARTO! Después de tu “infarto”, Jose; me entró, una gran curiosidad por saber qué era un

infarto y, entonces aprovechando que tengo la respuesta en casa, le pase la pregunta a Laura. ¡Laura! ¿Qué es un infarto? Ella, me dio una respuesta sencilla; es una falta de oxigeno en el corazón y cuando esto se produce mueren y no se recuperan un cierto número de células. A través de tu crónica del día a día, del “infarto”, ¡está claro! que se te han muerto un número determinado de células, que tú, las puedes poner su nombre correspondiente como por ejemplo: orgullo... y otros más. Vuelvo otra vez a tú crónica del “infarto” y a la respuesta de Laura y, me doy cuenta de que las células que han muerto, lógicamente no deben de volver a vivir y... ¿quién las sustituye?, y vuelvo a leer tú crónica del “infarto” y está claro, por lo que nos cuentas, la “Gracia y Misericordia de Dios”. Pues, querido hermano, que envidia, pues hoy, tu corazón, es un corazón más puro, más limpio, más sencillo y sobre todo más libre de “células no sanas” y más lleno y pleno de la Gracia y Misericordia de Dios. ¡Yo quiero tener un corazón con “células vivas”! que digan: “Los ojos se me van a Cristo y le veo sufrir, y le oigo sufrir” “¡Bendito sea mi Señor, ahora y por siempre, que por su Santa Cruz, sana mi corazón y me invita a vivir una vida nueva!” “María me tenía en su regazo y yo descansaba en ella” “Caminaré en presencia del Señor en el país de la Vida” (Sal 114, 9) “El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvo” (Sal 114, 14)

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“Dad gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su Misericordia” (Sal 135, 1) ¡¡¡Yo quiero tener un infarto, un infarto de AMOR!!!

TE DOY GRACIAS, MI SEÑOR POR MI FAMILIA; POR MI ESPOSA QUE SE SANTIFICA CONMIGO, POR MIS HIJOS QUE TANTO ME QUIEREN, POR TANTA GRACIA QUE HAS DERRAMADO EN ELLA GRACIAS A LA CUAL MI FAMILIA SE MANTIENE UNIDA PUDIENDO COMPARTIR Y VIVIR EN COMUNIÓN ESTOS MOMENTOS APARENTEMENTE DIFÍCILES QUE NOS REGALAS. TAMBIÉN TE DOY GRACIAS, MI DIOS, POR EL REGALO DE MI COMUNIDAD. POR EL REGALO DE LA FRATERNIDAD, POR HABER TOCADO EL CORAZÓN DE CADA HERMANO HACIENDO POSIBLE ESTE AMOR FRATERNO QUE SUPERA NUESTRAS LIMITACIONES. TE DOY GRACIAS PORQUE PUEDO DESCUBRIRTE EN CADA UNO DE MIS HERMANOS Y PORQUE EN LA COMUNIDAD TAMBIÉN ME SIENTO UN POCO MÁS FUERTE. LOADO SEA MI SEÑOR AMÉN * * * * * *

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