HISTORIA DE LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS EN BOLIVIA

Bolivia-TAPAS.indd 1 2/4/09 6:15:12 PM HISTORIA DE LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS EN BOLIVIA Relatos de Pioneros Néstor Curbelo ii Nota al lect

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HISTORIA DE LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS EN BOLIVIA Relatos de Pioneros

Néstor Curbelo

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Nota al lector:  Esta obra no es una publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Contiene el testimonio y los comentarios de hermanos y hermanas que han sido parte de la historia así como la opinión y observación del autor. Todo el contenido es responsabilidad de Néstor Curbelo.

Historia de los Santos de los Últimos Días en Bolivia Primera Edición: Año 2006 Reservados todos los derechos: Néstor Curbelo. ISBN Diseño de tapa e interior: [email protected]

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A los pioneros de Bolivia  

Quienes hicieron posible el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Tuvieron fe y perseverancia cuando no contaban con los recursos y facilidades de la actualidad, hicieron su parte y dejaron un legado. Seguramente la mayoría de sus nombres no aparecen en este libro, pero su contribución ha sido de valor extraordinario y el Señor hará memoria de cada uno de ellos por su devoción y fe. Néstor Curbelo

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ÍNDICE

1. Bendiciones y promesas.

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2. La Iglesia en Sudamérica.

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3. El comienzo en Bolivia.

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4. La Misión Andina Sur.

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5. Quiriza, historia y leyenda.

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6. Misiones y misioneros.

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7. Hacia toda ciudad y pueblo.

97

8. Por amor a Bolivia.

117

9. Las estacas.

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10. La casa del Señor.

145

11. El Templo de Cochabamba.

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12. La Iglesia bien fundada.

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Cronología

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Historias Orales

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Bibliografía

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Ca­pí­tu­lo Uno

BENDICIONES Y PROMESAS Bo­li­via, an­ti­gua­men­te lla­ma­da Al­to Pe­rú, es una tie­rra con una his­to­ria gran­dio­sa. To­mó su nom­bre del gran li­ber­ta­dor de Amé­ri­ca, Si­món Bo­lí­var. La zo­na del la­go Ti­ti­ca­ca y Ti­wa­na­ ku re­pre­sen­tan los orí­ge­nes y raí­ces de an­ti­guas cul­tu­ras de las Amé­ri­cas. La mayoría de la población de Bolivia desciende de pueblos autóctonos precolombinos y otra parte es una mezcla racial con los europeos. Pa­ra los San­tos de los Úl­ti­mos Días, el ori­gen del pue­ blo bo­li­via­no tie­ne es­pe­cial sig­ni­fi­ca­do; mu­chas pro­fe­cías y pro­me­sas anunciadas por los profetas se re­fie­ren a ellos en la épo­ca pre­sen­te. El es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia en Bo­li­via es el cum­pli­ mien­to de ben­di­cio­nes y pro­me­sas da­das a sus an­ces­tros. En el Li­bro de Mor­món, Ne­fi ha­bló acer­ca de sus des­cen­dien­tes: "Y en­ton­ces el res­to de nues­tra pos­te­ri­dad sa­brá acer­ca de no­so­tros: có­mo fue que sa­li­mos de Je­ru­sa­lén, y que ellos son des­cen­dien­tes de los ju­díos; y el evan­ge­lio de Je­su­cris­ to se­rá de­cla­ra­do en­tre ellos; por lo que les se­rá res­tau­ra­do el co­no­ci­mien­to de sus pa­dres, co­mo tam­bién el co­no­ci­mien­to de Je­su­cris­to que hu­bo en­tre sus pa­dres. Y en­ton­ces se re­go­ci­ja­rán; por­que sa­brán que es una ben­di­ción pa­ra ellos de la ma­no de Dios; y las es­ca­mas de ti­nie­blas em­pe­za­rán a caer de sus ojos; y

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an­tes que pa­sen mu­chas ge­ne­ra­cio­nes en­tre ellos, se con­ver­ti­rán en una gen­te pu­ra y de­lei­ta­ble."1 En Doc­tri­na y Con­ve­nios tam­bién en­con­tra­mos pro­me­ sas a los pue­blos la­ma­ni­tas: "Pe­ro an­tes que ven­ga el gran día del Se­ñor, Ja­cob pros­ pe­ra­rá en el de­sier­to, y los la­ma­ni­tas flo­re­ce­rán co­mo la ro­sa." 2 En una épo­ca más re­cien­te el Pre­si­den­te Spen­cer W. Kim­ball ex­pre­só: "El día del la­ma­ni­ta ha lle­ga­do y el evan­ge­lio les ofre­ce hoy gran­des opor­tu­ni­da­des. Mi­llo­nes es­tán de­di­cán­do­se hoy al cul­ti­vo de las es­car­pa­das la­de­ras de la cor­di­lle­ra de los An­des y lle­van­do sus pro­duc­tos al mer­ca­do en lla­mas y bu­rros. Ellos de­ben sa­ber que hay un evan­ge­lio de eman­ci­pa­ción. Mi­llo­ nes de la­ma­ni­tas en Ecua­dor, Chi­le y Bo­li­via se ga­nan la vi­da ha­cien­do tra­ba­jos ser­vi­les, ga­nan­do si aca­so el pan dia­rio con el su­dor de su fren­te. Ellos tie­nen que es­cu­char es­tas ur­gen­tes ver­da­des. Son mi­llo­nes tam­bién los que a lo lar­go del te­rri­to­rio de Nor­tea­mé­ri­ca se en­cuen­tran frus­tra­dos, des­pre­ve­ni­dos y no es­tán lo­gran­do lo que son ca­pa­ces de al­can­zar. Ne­ce­si­tan la luz que pro­por­cio­na el evan­ge­lio. Es­te rom­pe­rá las ca­de­nas que los atan, es­ti­mu­la­rá su am­bi­ción, am­plia­rá su vi­sión y les abri­rá las puer­tas a nue­vos mun­dos de opor­tu­ni­da­des. Su cau­ti­ve­rio ten­drá fin, –esa cau­ti­vi­dad cau­sa­da por sus con­cep­tos erró­neos, su anal­fa­be­tis­mo, sus su­pers­ti­cio­nes y te­mo­res. ‘Las nu­bes del error de­sa­pa­re­cen an­te los ra­yos de la ver­dad di­vi­na’. "Ya ama­ne­ce un día más lu­mi­no­so. El es­par­ci­mien­to ya ha te­ni­do lu­gar, la con­gre­ga­ción es­tá en pro­ce­so. Que el Se­ñor nos ben­di­ga al asu­mir nues­tro pa­pel de pa­dres no­dri­zos de esos 1- 2 Ne­fi 30 : 4-6 2- Doc­tri­na y Con­ve­nios 49:24

Bendiciones y Promesas

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nues­tros her­ma­nos la­ma­ni­tas y al ace­le­rar el cum­pli­mien­to de las gran­des pro­me­sas que les han si­do da­das." 3 To­das es­tas ben­di­cio­nes y pro­me­sas a los des­cen­dien­tes de los pue­blos del Li­bro de Mor­món es­tán li­ga­das a su rec­ti­tud y arre­pen­ti­mien­to del mal. Es­to fue muy cla­ra­men­te ex­pre­sa­do por el Pro­fe­ta Ne­fi: "Por­que nin­gu­na de es­tas ini­qui­da­des vie­ne del Se­ñor, por­que él ha­ce lo que es bue­no en­tre los hi­jos de los hom­bres; y na­da ha­ce que no sea cla­ro pa­ra los hi­jos de los hom­bres; y él in­vi­ta a to­dos ellos a que ven­gan a él y par­ti­ci­pen de su bon­dad; y a na­die de los que a él vie­nen de­se­cha, sean ne­gros o blan­cos, es­cla­vos o li­bres, va­ro­nes o mu­je­res; y to­dos son igua­les an­te Dios, tan­to los ju­díos co­mo los gen­ti­les". 4

3- Spen­cer W. Kim­ball, La fe pre­ce­de al mi­la­gro, pág. 355 4- 2 Ne­fi 26: 33

Ca­pí­tu­lo Dos

LA IGLE­SIA EN SU­DA­MÉ­RI­CA En 1833, cuan­do la Igle­sia aún no te­nía tres años de or­ga­ni­za­da, en una reu­nión en Kir­tland, el Pro­fe­ta Jo­sé Smith di­jo: “Us­te­des no com­pren­den. Es só­lo un pe­que­ño pu­ña­do de sa­cer­do­cio lo que ven aquí es­ta no­che, pe­ro es­ta Igle­sia lle­na­ rá Nor­te y Su­da­mé­ri­ca -lle­na­rá- el mun­do. Lle­na­rá las mon­ta­ñas Ro­co­sas. Ha­brá de­ce­nas de mi­les de San­tos de los Úl­ti­mos Días que se con­gre­ga­rán en las mon­ta­ñas Ro­co­sas y allí abri­rán las puer­tas pa­ra el es­ta­ble­ci­mien­to del evan­ge­lio en­tre los la­ma­ni­ tas.” 1 Desde esta primera época y a lo largo de la historia de la Iglesia, los profetas y apóstoles han reiterado el destino profético de las tierras de Sudamérica. La Tie­rra de Sión Otra de­cla­ra­ción pro­fé­ti­ca es que Su­da­mé­ri­ca es par­te de la Tie­rra de Sión, un lu­gar de con­gre­ga­ción y ben­di­ción pa­ra los fie­les en los úl­ti­mos días.

1- Mensaje de José Smith al Sacerdocio en Kirtland, Ohio en 1833, citado por Wilford Woodruff, Conference Report, abril de 1898, pág. 57

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En la Con­fe­ren­cia de abril de 1844 el Pro­fe­ta Jo­sé Smith ex­pre­só lo si­guien­te en su dis­cur­so: “Vo­so­tros sa­béis que ha ha­bi­do mu­chas dis­cu­sio­nes en cuan­to a Sión: dón­de es­tá y dón­de se­rá el re­co­gi­mien­to en es­ta dis­pen­sa­ción, y eso es lo que aho­ra os voy a de­cla­rar. Los pro­fe­tas han ha­bla­do y es­cri­to acer­ca de ello, pe­ro voy a ha­cer una pro­cla­ma­ción que se­rá más ex­ten­sa. To­das las Amé­ri­cas son Sión, de nor­te a sur, y los pro­fe­tas la des­cri­ben, de­cla­ran­do que es la Sión don­de se ha­lla­rá el mon­te del Se­ñor, y es­ta­rá en el cen­tro del país. Cuan­do los él­de­res bus­quen y es­cu­dri­ñen las pro­fe­cías an­ti­guas, en­ton­ces lo en­ten­de­rán.” 2 En 1961 el Él­der Ez­ra Taft Ben­son, mien­tras ha­cía una gi­ra por las mi­sio­nes de Su­da­mé­ri­ca, di­jo en uno de sus dis­cur­ sos: “Es­toy se­gu­ro, mis her­ma­nos y her­ma­nas, que lle­ga­rá el día en que ha­brá es­ta­cas de Sión en Amé­ri­ca La­ti­na, y cuan­do ­ten­dre­mos tem­plos en es­ta her­mo­sa tie­rra, pues al fin y al ca­bo es par­te de la tie­rra de Sión.” “El Pro­fe­ta Jo­sé Smith ex­pre­só con bas­tan­te cla­ri­dad que Nor­te y Su­da­mé­ri­ca son la tie­rra de Sión y es­toy se­gu­ro que es la vo­lun­tad de nues­tro Pa­dre Ce­les­tial que ten­gáis to­das las ben­di­cio­nes con­si­guien­tes del evan­ge­lio in­clu­so las ri­cas e ines­ti­ma­bles ben­di­cio­nes que vie­nen por me­dio de los tem­plos de Dios.” 3 Es­tas de­cla­ra­cio­nes mues­tran có­mo el Se­ñor ve las na­cio­nes de Su­da­mé­ri­ca y el rol o pa­pel que Él les ha asig­na­do en los úl­ti­mos días. 2- En­se­ñan­zas del Pro­fe­ta Jo­sé Smith, pá­gi­nas 249-250 3- Lia­ho­na, Fe­bre­ro de 1961, pá­gi­nas 40-42

La Iglesia en Sudamérica

El Pro­fe­ta Jo­sé Smith. Pin­tu­ra uti­li­za­da du­ran­te los años se­sen­ta en el fo­lle­to “His­to­ria de Jo­sé Smith”

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El establecimiento en Su­da­mé­ri­ca El co­mien­zo de la Igle­sia en Su­da­mé­ri­ca se re­mon­ta al año 1925, cuan­do la Pri­me­ra Pre­si­den­cia en­vió a tres mi­sio­ne­ ros a la ciu­dad de Bue­nos Ai­res pa­ra ini­ciar la pre­di­ca­ción del evan­ge­lio res­tau­ra­do en es­tos paí­ses. Los mi­sio­ne­ros en­via­dos fue­ron el Él­der Mel­vin J. Ba­llard del Quó­rum de los Do­ce Após­to­les y Ru­lon S. Wells y Rey L. Pratt de los Set­en­ta. Es­tos her­ma­nos lle­ga­ron a Bue­nos Ai­res el 6 de di­ciem­bre de 1925 e in­me­dia­ta­men­te co­men­za­ron a tra­ba­jar con al­gu­nas fa­mi­lias ale­ma­nas inmi­gran­tes que per­te­ ne­cían a la Igle­sia. En el día de Na­vi­dad de 1925 los tres mi­sio­ne­ros se tras­ la­da­ron al Par­que Tres de Fe­bre­ro de la ciu­dad de Bue­nos Ai­res y a las siete de la ma­ña­na rea­li­za­ron la reu­nión de de­di­ca­ción de la tie­rra de Su­da­mé­ri­ca pa­ra la pre­di­ca­ción del evan­ge­lio. El Él­der Mel­vin J. Ba­llard ofre­ció la ora­ción de­di­ca­to­ria. Más tar­de, el Él­der Wells, re­gre­só a los Es­ta­dos Uni­dos de­bi­do a una en­fer­me­dad es­to­ma­cal que le afec­ta­ba. En ju­lio de 1926 los el­de­res Ba­llard y Pratt tam­bién re­gre­san de­jan­do la Mi­sión Su­da­me­ri­ca­na con la pre­si­den­cia de Rein­hold Stoof. Pa­ra ese en­ton­ces tam­bién ha­bían si­do en­via­dos dos mi­sio­ne­ros más, los él­de­res Wal­do Izatt Stod­dard y Ja­mes Ver­non Sharp. Pos­te­rior­men­te lle­ga­ron otros mi­sio­ne­ros pa­ra au­men­tar la obra de pre­di­ca­ción y es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia. El Pre­si­den­te Rein­hold Stoof era ale­mán, así que en 1927 via­jó a Bra­sil en bus­ca de fa­mi­lias ale­ma­nas miem­bros de la I­gle­sia que ha­bían emi­gra­do a ese país en ese entonces. Al año si­guien­te, en 1928, nue­va­men­te via­jó a Bra­sil pa­ra es­ta­

La Iglesia en Sudamérica

El élder Melvin J. Ballard del Quórum de los Doce Apóstoles

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Élder Ballard junto a una de las estelas de Tiwanaku en 1926

Élder Rulon S. Wells y el Élder Melvin J. Ballard en el lugar de dedicación de Sudamérica en el Parque Tres de Febrero de la ciudad de Buenos Aires

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ble­cer la Igle­sia en for­ma de­fi­ni­ti­va. Ese año los mi­sio­ne­ros se establecieron organizándose la Ra­ma de Join­vi­lle y el 14 de abril de 1929 se efec­tu­ra­ron los pri­me­ros bau­tis­mos. La Igle­sia con­ti­nuó cre­cien­do lentamente en Ar­gen­ti­na y Bra­sil. En 1935 fi­na­lizó su mi­sión luego de nue­ve años el Pre­ si­den­te Rein­hold Stoof y re­gre­só con su fa­mi­lia a Utah. En ese mo­men­to con­clu­yó la Mi­sión Su­da­me­ri­ca­na y or­ga­ni­zándose la Mi­sión Ar­gen­ti­na con W. Er­nest Young co­mo pre­si­den­te y la Mi­sión Bra­si­le­ña con Ru­lon S. Howells co­mo pre­si­den­te. En el año 1947 se or­ga­ni­zó la Mi­sión Uru­gua­ya con se­de en Mon­te­vi­deo, pre­si­di­da por Fre­de­rick S. Wi­lliams. Ape­ nas tres años más tar­de, en 1950, fue­ron en­via­dos los mi­sio­ner­os a Asun­ción, y Pa­ra­guay que­dó in­te­gra­do a la Mi­sión Uru­ gua­ya has­ta 1977, cuan­do se for­mó la Mi­sión Pa­ra­guay Asun­ ción, in­de­pen­dien­te de la Mi­sión Uru­gua­ya. En 1956, ba­jo la di­rec­ción de la Mi­sión Ar­gen­ti­na, se en­via­ron los pri­me­ros mi­sio­ne­ros a San­tia­go de Chi­le don­de po­co des­pués se or­ga­ni­zó un dis­tri­to. Más tar­de en 1959 se or­ga­ ni­zó la Mi­sión An­di­na con se­de en Li­ma in­te­gra­da en su ini­cio por Pe­rú y Chi­le. Si­mul­tá­nea­men­te, en 1956, la Mi­sión Uru­gua­ya co­men­ zó la obra en Pe­rú en­vian­do mi­sio­ne­ros y abrien­do las ra­mas Li­ma, Are­qui­pa, Illo, Ta­cna y To­que­pa­la. En 1964 la Igle­sia se ex­ten­dió a Bo­li­via y Ecua­dor, y en 1966 a Co­lom­bia; ese mis­mo año fue­ron en­via­dos mi­sio­ne­ros des­de Cen­troamé­ri­ca a Ve­ne­zue­la pa­ra dar co­mien­zo a la obra en ese país. El úl­ti­mo país en ini­ciar la obra de la Igle­sia fue Gu­ya­na que co­men­zó en 1988.

La Iglesia en Sudamérica

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De es­ta ma­ne­ra, to­da la tie­rra de Su­da­mé­ri­ca fue cu­bier­ ta con el Evan­ge­lio Res­tau­ra­do de Je­su­cris­to. Mi­les de mi­sio­ ne­ros tra­ba­jan en pue­blos y ciu­da­des pro­cla­man­do las sen­ci­llas ver­da­des en­se­ña­das por el Sal­va­dor. Mi­les de ca­pi­llas han si­do cons­truí­das y apro­xi­ma­da­men­te 2,5 mi­llo­nes ­de San­tos de los Ul­ti­mos Días vi­ven en es­tas tie­rras en la actualidad re­pre­sen­tan­ do aproximadamente el 23% de la po­bla­ción to­tal de la Igle­sia en el mun­do. La cau­sa de la li­ber­tad Pa­ra que per­so­nas y pue­blos pue­dan re­ci­bir, com­pren­der y vi­vir el evan­ge­lio de Je­su­cris­to es in­dis­pen­sa­ble un am­bien­te de li­ber­tad. Ca­da per­so­na ten­drá que go­zar de la li­ber­tad de es­co­ger, el al­be­drío mo­ral pa­ra po­der aceptar el evan­ge­lio en su ple­ni­tud y apli­car­lo en sus vidas. El Se­ñor, quien tie­ne una per­cep­ción to­tal y an­ti­ci­pa­da de Su plan, im­pul­sa y guía a hom­bres ho­no­ra­bles y sa­bios pa­ra que es­ta­blez­can la cau­sa de la li­ber­tad a fin de ben­de­cir a las na­cio­nes con la ple­ni­tud del evan­ge­lio. La for­ma­ción de los Es­ta­dos Uni­dos se re­la­cio­na con la res­tau­ra­ción de La I­gle­sia de Je­su­cris­to de los Ul­ti­mos Días. Hom­ bres ho­no­ra­bles, com­pro­me­ti­dos con la li­ber­tad, pu­sie­ron las ba­ses me­dian­te sus vi­das, de­vo­ción, lu­cha y la pre­pa­ra­ción de la Car­ta Mag­na pa­ra el es­ta­ble­ci­mien­to de la Na­ción don­de se restauró la Igle­sia de Je­su­cris­to. Tex­tos de las Escrituras y los profetas vivientes con­fir­man es­te rol de la Na­ción Nor­tea­me­ri­ca­na. El evan­ge­lio de Je­su­cris­to es pa­ra to­dos los hi­jos de Dios, en to­do lu­gar. Sin em­bar­go, Él ha fi­ja­do “tiem­pos y es­ta­ cio­nes” pa­ra rea­li­zar es­ta obra. En la de­cla­ra­ción del Pro­fe­ta

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Jo­sé Smith que he­mos ci­ta­do di­ce que “ha­brá de­ce­nas de mi­les de San­tos de los Úl­ti­mos Días que se con­gre­ga­rán en las mon­ta­ñas Ro­ca­llo­sas y allí abri­rán las puer­tas pa­ra el es­ta­ble­ci­mien­to del evan­ge­lio en­tre los la­ma­ni­tas en áreas dentro de su entorno”. 4 Aun­que el Pro­fe­ta Jo­sé Smith, per­so­nal­men­te hi­zo gran­ des es­fuer­zos pa­ra pre­di­car el evan­ge­lio a los la­ma­ni­tas en áreas a su al­re­de­dor, no fue si­no has­ta que la Igle­sia lle­gó a Méxi­co, Cen­tro y Su­da­mé­ri­ca que mi­les de los des­cen­dien­tes de los pue­ blos del Li­bro de Mor­món se con­vir­tie­ron. A par­tir de 1830, al nor­te del con­ti­nen­te ame­ri­ca­no se va llevando a ca­bo la res­tau­ra­ción de la Igle­sia y el éxo­do ha­cia las mon­ta­ñas Rocallosas en el gran Va­lle del La­go Sa­la­do. En esa mis­ma épo­ca en las na­cio­nes su­da­me­ri­ca­nas se con­su­ma­ba la eman­ci­pa­ción del yu­go es­pa­ñol. Hom­bres ins­pi­ra­dos y com­ pro­me­ti­dos con la li­ber­tad lu­cha­ron pa­ra dar­nos un gran le­ga­ do. Cuan­do el Él­der Mel­vin J. Ba­llard ofre­ció la ora­ción de­di­ca­to­ria de Su­da­mé­ri­ca pa­ra la pre­di­ca­ción del evan­ge­lio en 1925 ins­pi­ra­da­men­te ex­pre­só: “Que la paz pue­da es­tar so­bre es­tas na­cio­nes que Tú has he­cho li­bres, me­dian­te Tus ben­di­cio­ nes so­bre los va­lien­tes li­ber­ta­do­res de es­tas tie­rras.” 5 Es­ta de­cla­ra­ción nos re­cuer­da el va­lor de las na­cio­nes su­da­me­ri­ca­nas a los ojos del Se­ñor y la gran­de­za e ins­pi­ra­ción de los hom­bres que las for­ma­ron. No es el pro­pó­si­to de es­te li­bro ana­li­zar y ex­po­ner la his­to­ria se­cu­lar de las na­cio­nes su­da­me­ri­ca­nas, si­no el es­ta­ble­ ci­mien­to y de­sa­rro­llo de la fe de los San­tos de los Úl­ti­mos Días.

4- Mensaje de José Smith al Sacerdocio en Kirtland, Ohio en 1833, citado por Wilford Woodruff, Conference Report, abril de 1898, pág. 57 5-Libro Histórico de la Misión Sudamericana, 25 de diciembre de 1925, oración dedicatoria del Élder Melvin J. Ballard, traducción libre

La Iglesia en Sudamérica

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Sin em­bar­go, pa­re­ce opor­tu­no men­cio­nar al­gu­nos he­chos que podemos interpretar, tienen alguna relación. Uno de los hom­bres más gran­des de nuestra his­to­ria ame­ri­ca­na es Si­món Bol­ív­ ar. Ve­ne­zo­la­no de ori­gen y for­ja­dor jun­to a An­to­nio Jo­sé de Su­cre de la Na­ción Bo­li­via­na. To­da su vi­da lu­chó con la idea de for­mar una gran na­ción li­bre con los pue­blos his­pa­nos de Amé­ri­ca. Hoy re­cor­da­mos dos ac­tos sen­ci­llos en la vi­da del gran li­ber­ta­dor que evi­den­cian su gran­ de­za. Cuan­do joven aún es­tu­dia­ba en Eu­ro­pa, su­bió al mon­te Aven­ti­no de Ro­ma y allí ju­ró lu­char por la li­ber­tad de Amé­ri­ca. Re­gre­só a Amé­ri­ca pa­ra in­vo­lu­crar­se por com­ple­to en la cau­sa de la li­ber­tad. Así que lo en­con­tra­mos en 1825 ha­bien­do cru­za­ do el De­sa­gua­de­ro, “las po­bla­cio­nes en ma­sa sa­lían a re­ci­bir­lo. El Li­ber­ta­dor se di­ri­gió a La Paz y de allí a Po­to­sí don­de cum­plió su pro­me­sa de su­bir al ce­rro pa­ra enar­bo­lar en él la ban­de­ra de la li­ber­tad. Así re­cor­da­ba la pro­me­sa he­cha en el mon­te Aven­ti­no de Ro­ma, de li­be­rar Amé­ri­ca.” 6

El libertador Simón Bolívar.

Mariscal Antonio José de Sucre.

6- His­to­ria de Bo­li­via, Edi­to­rial Gil­bert, quin­ta edi­ción, pá­g. 353

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El mon­te Ri­co de Po­to­sí y las minas de pla­ta que hay allí son, qui­zás, el má­xi­mo sím­bo­lo de la co­di­cia, opre­sión y cruel­dad de los con­quis­ta­do­res es­pa­ño­les. Allí mi­les de in­dios fue­ron es­cla­vi­za­dos y ex­plo­ta­dos en for­ma in­hu­ma­na. En ese lu­gar Si­món Bo­lí­var enar­bo­ló “el es­tan­dar­te de la li­ber­tad”. Otro co­men­ta­rio re­fe­ri­do a An­to­nio Jo­sé de Su­cre nos re­cuer­da tam­bién su idea­lismo y gran­de­za. “Lo más no­ta­ble de Su­cre es su ca­rác­ter. Fi­de­li­dad pa­ra los ami­gos, co­mo lo de­mos­ tró su ad­he­sión in­con­di­cio­nal a Si­món Bo­lívar, la ho­nes­ti­dad en el de­sem­pe­ño de sus fun­cio­nes y la fal­ta de am­bi­ción per­so­nal. La opi­nión de los his­to­ria­do­res so­bre Su­cre es uná­ni­me, fue un hom­bre in­co­rrup­ti­ble, fiel a sus idea­les...” 7 De­fi­ni­ti­va­men­te, las na­cio­nes su­da­me­ri­ca­nas han re­ci­bi­ do un va­lio­so le­ga­do de los hom­bres y mu­je­res que lu­cha­ron y die­ron sus vi­das por la cau­sa de la li­ber­tad. Los San­tos de los Úl­ti­mos Días re­co­no­cen que ese gran­dio­so le­ga­do de li­ber­tad hi­zo po­si­ble el es­ta­ble­ci­mien­to y de­sa­rro­llo de su fe y credos en es­tas na­cio­nes en un am­bien­te de res­pe­to a la di­ver­si­dad de creen­cias y re­li­gio­nes. Es­ta rea­li­dad es­tá en ar­mo­nía con uno de los pre­cep­tos bá­si­cos de la Igle­sia. El Pro­fe­ta Jo­sé Smith hizo una declaración de dogmas llamada Artículos de Fe, uno de estos artículos expresa: “Re­cla­ma­mos el de­re­cho de ado­rar a Dios To­do­po­de­ro­so con­for­me a los dic­ ta­dos de nues­tra pro­pia con­cien­cia, y con­ce­de­mos a to­dos los hom­bres el mis­mo pri­vi­le­gio: que ado­ren có­mo, dón­de o lo que de­seen”. 8

7- His­to­ria de Bo­li­via, Edi­to­rial Gil­bert, quin­ta edi­ción, pá­gi­na 355. 8- Jo­sé Smith, Ar­tí­cu­lo de Fe Nº 11 de La Igle­sia de Je­su­cris­to de los San­tos de los Úl­ti­mos Días

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Presidente James Vernon Sharp y su esposa Fawn Hansen Sharp. Misión Andina, Lima, 1959.

La Mi­sión An­di­na En el año 1959, la Pri­me­ra Pre­si­den­cia anun­ció la for­ma­ ción de tres nue­vas mi­sio­nes en el mun­do, fue­ron la Ale­ma­na del Sur, Bra­si­le­ña del Sur y la Mi­sión An­di­na. La Mi­sión An­di­na es­ta­ble­ció la se­de en la ciu­dad de Li­ma y com­pren­día Chi­le y Pe­rú. Fue lla­ma­do co­mo pre­si­den­te Ja­mes Ver­non Sharp quien lle­gó a Li­ma el 6 de oc­tu­bre de 1959 acom­pa­ña­do por su es­po­sa, Fawn Han­sen Sharp. El Pre­si­den­te Sharp na­ció el 18 de sep­tiem­bre de 1905 en Salt La­ke City y en su ju­ven­tud fue lla­ma­do a ser­vir co­mo mi­sio­ne­ro en Mé­xi­co. Po­co des­pués de ha­ber lle­ga­do a ese país, fue rea­sig­na­do y en­via­do a la Mi­sión Su­da­me­ri­ca­na en Bue­nos Ai­res. Jun­to al Él­der Wal­do I. Stod­dard fue­ron los dos pri­me­ros mi­sio­ne­ros jó­ve­nes en­via­dos a Su­da­mé­ri­ca. An­tes de ser lla­ma­

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do co­mo pre­si­den­te de mi­sión tu­vo di­fe­ren­tes car­gos de ba­rrio y es­ta­ca, presidiendo du­ran­te va­rios años la ra­ma me­xi­ca­na de Salt La­ke City. La vi­si­ta de al­gu­nos mi­sio­ne­ros Aun­que el co­mien­zo de la la­bor mi­sio­nal fue en el año 1964, va­rios mi­sio­ne­ros de la Mi­sión Su­da­me­ri­ca­na pa­sa­ron anteriormente por Bo­li­via en el ca­mi­no de re­gre­so a los Es­ta­dos Uni­dos. En esos via­jes pu­die­ron ob­ser­var las con­di­cio­nes del país y la receptividad de la gen­te al men­sa­je del evan­ge­lio. En­tre es­tos mi­sio­ne­ros se des­ta­ca la pre­sen­cia en Bo­li­ via del Él­der Mel­vin J. Ba­llard, a quien ve­mos en una fo­to­gra­fía jun­to a uno de los mo­nu­men­tos de Ti­wa­na­ku en 1926. (pág. 13) El Él­der Ja­mes Ver­non Sharp fi­na­li­zó su mi­sión en Ar­gen­ti­na en 1927 y re­gre­só a Es­ta­dos Uni­dos vía Bo­li­via y Pe­rú. En su dia­rio en­con­tra­mos un re­la­to de sus ex­pe­rien­cias pro­se­li­tis­tas en el ba­rrio Obra­jes de La Paz du­ran­te su es­ta­día en la ciu­dad, allí lee­mos: “Rea­li­cé pri­me­ros con­tac­tos du­ran­te va­rios días en esa zo­na de la ciu­dad y en­con­tré que la gen­te es­ta­ba tan in­te­re­sa­da allí co­mo en los otros dos lu­ga­res don­de tra­ba­jé”. 9 Él­der Sharp tam­bién vi­si­tó Ti­wa­na­ku y que­dó muy im­pre­sio­na­do por el lu­gar. Re­gis­tró en su dia­rio mu­chos co­men­ ta­rios e im­pre­sio­nes de la his­to­ria pre­co­lom­bi­na de Bo­li­via.

9- Li­fe His­tory of Ja­mes Ver­non Sharp, pá­gi­na 75.

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Tiwanaku, centro arqueológico pre-colombino cercano a La Paz, Bolivia (2004)

La denominada Puerta del Sol ubicada en Kalasansaya de Tiwanaku (2004)

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Los mis­te­rios de Ti­wa­na­ku La ar­queo­lo­gía ame­ri­ca­na pre-co­lom­bi­na tie­ne una es­pe­cial fas­ci­na­ción pa­ra los San­tos de los Úl­ti­mos Días. En ca­da lu­gar ar­queo­ló­gi­co de Amé­ri­ca nos pa­re­ce ver evi­den­cias de la his­to­ria del Li­bro de Mor­món. Sin em­bar­go, ob­ser­va­do­res, lec­to­res y es­cri­to­res in­de­pen­dien­tes que bus­can es­tas evi­den­cias de­be­rán ser muy cau­te­lo­sos. La Igle­sia a tra­vés de sus vo­ce­ros, que son los após­to­les y pro­fe­tas, no ha da­do ma­yo­res de­cla­ ra­cio­nes ni pre­ci­sio­nes en cuan­to a la geo­gra­fía del Li­bro de Mor­món. Por tan­to, es ne­ce­sa­rio apren­der a di­fe­ren­ciar teo­rías y opi­nio­nes so­bre ese te­ma y la po­si­ción de la Igle­sia so­bre el mis­mo. Du­ran­te mu­chos años ha cir­cu­la­do en­tre al­gu­nos miem­ bros de la Igle­sia en Su­da­mé­ri­ca una in­ter­pre­ta­ción de los gra­ba­ dos en la lla­ma­da Puer­ta del Sol en Ka­la­san­sa­ya de Ti­wa­na­ku, la cual le ha si­do atri­bui­da al Él­der Spen­cer W. Kim­ball en oca­ sión de una vi­si­ta a es­te cen­tro ar­queo­ló­gi­co cer­ca­no a La Paz. Te­nien­do co­no­ci­mien­to de es­ta ver­sión el Él­der Car­los Pe­dra­ja, en una reu­nión en la que par­ti­ci­pa­ba con el Él­der Kim­ ball en Salt La­ke City, le pre­gun­tó per­so­nal­men­te acer­ca de es­ta afi­rma­ción. El Él­der Kim­ball le res­pon­dió que ja­más osa­ría dar una ex­pli­ca­ción so­bre un te­ma co­mo lo es la in­ter­pre­ta­ción de fi­gu­ras ar­queo­ló­gi­cas pa­ra pro­bar el Li­bro de Mor­món. Ade­más agre­gó que nun­ca ha­bía es­ta­do en Ti­wa­na­ku. 10

10- Car­los Pe­dra­ja, His­to­rias Ora­les, La Paz, fe­bre­ro de 2004

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Las pri­me­ras ac­ti­vi­da­des La aper­tu­ra de la Mi­sión An­di­na en 1959 fue un pa­so im­por­tan­te pa­ra que la Igle­sia se es­ta­ble­cie­ra en Bo­li­via. En 1962 el her­ma­no Bur­ton Ho­ward ges­tio­na el per­mi­so ofi­cial pa­ra in­tro­du­cir la Igle­sia en el país. En ene­ro de 1964 se emi­te la Re­so­lu­ción Su­pre­ma nº 123.356 con la cual la Igle­sia ob­tie­ne per­so­ne­ría ju­rí­di­ca. En los años an­te­rio­res va­rias fa­mi­lias miem­bros de la Igle­sia se ha­bían ra­di­ca­do en La Paz y en Co­cha­bam­ba dan­do co­mien­zo a di­fe­ren­tes ac­ti­vi­da­des y reu­nio­nes que alen­ta­ron e im­pul­sa­ron el en­vío de los pri­me­ros mi­sio­ne­ros des­de la ca­be­ ce­ra de la Mi­sión An­di­na en Li­ma. En al­gu­nos re­gis­tros ma­nus­cri­tos apa­re­cen los nom­ bres de la her­ma­na Al­vi­na Hul­me, Nor­val Jes­per­son, Ma­ía Van Ge­me­ren a quien se la se­ña­la co­mo la pri­mera per­so­na bau­ti­ za­da en Bo­li­via. Tam­bién se mencionan las fa­mi­lias de Dua­ne Wil­cox, Tho­mas S. Du­be y Ne­well K. Jud­kins. Es­te gru­po de miem­bros en La Paz y en Co­cha­bam­ba de­sa­rro­lla­ron el am­bien­ te apro­pia­do pa­ra que la Igle­sia pu­die­se co­men­zar con éxi­to su la­bor. Ellos die­ron apo­yo a los pri­me­ros mi­sio­ne­ros que lle­ga­ ron al país y tu­vie­ron un rol des­ta­ca­do en las pri­me­ras ra­mas que se or­ga­ni­za­ron. Su­da­mé­ri­ca en los años se­sen­ta El co­mien­zo de la dé­ca­da de los se­sen­ta mar­can el ini­cio de una era de cre­ci­mien­to y ex­pan­sión mi­sio­nal de la Igle­sia en to­do el mun­do. El Pre­si­den­te Da­vid O. Mc­Kay en­se­ñó el prin­ ci­pio de que “ca­da miem­bro es un mi­sio­ne­ro”. Im­pul­sa­dos por es­tas en­se­ñan­zas los miem­bros co­men­za­ron a in­te­re­sar a sus ami­gos y relaciones en co­no­cer la Igle­sia; así les pre­sen­ta­ban a

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los mi­sio­ne­ros pa­ra que ellos les en­se­ña­ran el evan­ge­lio. Has­ta ese en­ton­ces es­ta ta­rea la rea­li­za­ban sólo los mi­sio­ne­ros, por tan­to sig­ni­fi­có un cam­bio muy gran­de en la pré­di­ca y ge­ne­ró es­te gran cre­ci­mien­to. ¿Qué sa­be us­ted de la Igle­sia Mor­mo­na­? ¿Le gus­ta­ría sa­ber más? Es­tas eran las pre­gun­tas de oro que lle­va­ron a mi­les de fa­mi­lias a te­ner con­tac­to con los mi­sio­ne­ros y lue­go a la con­ ver­sión. La dé­ca­da del se­sen­ta tam­bién sig­ni­fi­có el es­ta­ble­ci­ mien­to fir­me de la Igle­sia en to­da Su­da­mé­ri­ca y la co­lo­ca­ción de las ba­ses que die­ron lu­gar a la for­ta­le­za y cre­ci­mien­to de la ac­tua­li­dad.

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Mapa de Bolivia y las principales ciudades donde está establecida la Iglesia

Capítulo Tres

EL COMIENZO EN BOLIVIA Al igual que en tan­tos lu­ga­res, el co­mien­zo de la Igle­ sia en Bo­li­via si­guió un pa­trón o mo­de­lo muy co­mún. Al­gu­nos miem­bros re­si­den­tes ge­ne­ra­ron el am­bien­te y el apo­yo pa­ra que los mi­sio­ne­ros ini­cia­ran su la­bor. La mi­ra­da aten­ta de los pre­si­den­tes de mi­sión y la aprobación y guía de las Au­to­ri­da­des Ge­ne­ra­les hi­cie­ron po­si­ble los pri­me­ros pa­sos. La aper­tu­ra de Bo­li­via así co­mo de los otros paí­ses an­di­ nos se lle­vó a ca­bo du­ran­te la Pre­si­den­cia de Da­vid O. Mc­Kay, quien fue lla­ma­do en 1951 y fa­lle­ció en 1970. Los pre­si­den­tes de mi­sión que pre­pa­ra­ron el ca­mi­no fue­ron Frank D. Parry de la Mi­sión Uru­gua­ya, quien con­du­jo el co­mien­zo en Pe­rú en 1956, lue­go J. Ver­non Sharp, que fue el pri­mer pre­si­den­te de la Mi­sión An­di­na, más tar­de los pre­si­den­ tes Ster­ling Ni­co­lay­sen y J. Av­ril Jes­per­son. Fi­nal­men­te la obra se con­so­li­dó en Bo­li­via con la aper­tu­ra de la Mi­sión An­di­na Sur pre­si­di­da por Fran­klin Key Gib­son con ca­be­ce­ra en La Paz. Au­to­ri­da­des Ge­ne­ra­les en Su­da­mé­ri­ca A par­tir del 1º  de agos­to de 1965, la Igle­sia es­ta­ble­ció una nue­va ma­ne­ra de ad­mi­nis­tra­ción pa­ra las mi­sio­nes del mun­

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do. Es­tas fue­ron di­vi­di­das en 12 sec­to­res o zonas prin­ci­pa­les, ca­da una de las cua­les es­ta­ba a car­go de un miem­bro del Con­ se­jo de los Do­ce Após­to­les. Uno o más de los Ayu­dan­tes de los Do­ce o del Pri­mer Con­se­jo de los Se­ten­ta fun­cio­na­ba en ca­da re­gión co­mo su­per­vi­sor ba­jo la di­rec­ción de uno de los Do­ce. De es­ta ma­ne­ra, se hi­zo más efec­ti­va la di­rec­ción que los Após­ to­les ejer­cían so­bre las mi­sio­nes y la ex­pan­sión de la Igle­sia. Es­te en­fo­que es­ta­ba ba­sa­do en la de­fi­ni­ción que el Se­ñor ha­bía da­do res­pec­to a la fun­ción y rol de los Do­ce Após­to­les. “Los Do­ce conforman un Su­mo Con­se­jo Pre­si­den­te Via­ jan­te, pa­ra ofi­ciar en el nom­bre del Se­ñor ba­jo la di­rec­ción de la Pre­si­den­cia de la Igle­sia, de acuer­do con la ins­ti­tu­ción del cie­ lo; pa­ra edi­fi­car la Igle­sia y re­gu­lar to­dos los asun­tos de ella en to­das las na­cio­nes, pri­me­ro a los gen­ti­les y lue­go a los ju­díos”. “Los Se­ten­ta obra­rán en el nom­bre del Se­ñor ba­jo la di­rec­ción de los Do­ce, o sea, el Su­mo Con­se­jo Via­jan­te, edi­fi­ can­do la Igle­sia y re­gu­lan­do to­dos los asun­tos de ella en to­das las na­cio­nes...” 1 El Él­der Spen­cer W. Kim­ball fue el miem­bro de los Do­ce asig­na­do a Su­da­mé­ri­ca, acom­pa­ña­do por el Él­der Fran­ klin D. Ri­chards, Ayu­dan­te de los Do­ce que fun­cio­na­ba co­mo su­per­vi­sor. 2 Élder Spencer W. Kimball Pa­ra te­ner una per­cep­ción ade­cua­da de la función de los lí­de­res de la Igle­sia de­be­mos re­cor­dar que son lla­ma­dos por el Se­ñor a ser­vir, lle­gan­do a ser ins­tru­men­tos pa­ra lle­var a ca­bo

1- Doc­tri­na y Con­ve­nios 107: 33-34 2- Lia­ho­na, sep­tiem­bre de 1965, pá­g. 200 a 204

El comienzo en Bolivia

Élder Spencer W. Kimball del Quórum de los Doce Apóstoles

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Élder A. Theodore Tuttle del Primer Consejo de los Setenta

asig­na­cio­nes y res­pon­sa­bi­li­da­des. El Él­der Spen­cer W. Kim­ball fue uno de los gran­des hom­bres de la Igle­sia en los úl­ti­mos días, un “ins­tru­men­to es­co­gi­do” con una sen­si­bi­li­dad, per­cep­ción y amor por la gen­te ab­so­lu­ta­men­te re­mar­ca­ble. El Élder Kimball provenía de Thacher, Arizona, fue llamado al Quórum de los Doce en 1943. Se le denominó el Apóstol de los aborígenes por su extenso trabajo con los descendientes de los pueblos del Libro de Mormón. Poco después de haber sido llamado como presidente de la Iglesia en 1945, George Albert Smith le encomendó al Élder Kimball velar por las poblaciones indígenas, los indios en todo el mundo. Esta pasó a ser una responsabilidad importante durante toda su vida. 3

3- Spencer W. Kimball, Historia del Profeta, versión en español, pág. 266

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La Igle­sia en Su­da­mé­ri­ca ha­bía co­men­za­do en la cos­ta atlán­ti­ca, en Bue­nos Ai­res, San Pa­blo, Mon­te­vi­deo y es­pe­cial­ men­te en las co­mu­ni­da­des de as­cen­den­cia eu­ro­pea. Cuan­do el Él­der Kim­ball fue asig­na­do a vi­si­tar y su­per­vi­sar las mi­sio­nes de Su­da­mé­ri­ca se abrió un gran cam­po, inex­plo­ra­do hasta ese momento, pa­ra lle­var el evan­ge­lio a los paí­ses an­di­nos don­de exis­te una ex­ten­sa po­bla­ción de as­cen­den­cia aborigen. En 1959 el Él­der Kim­ball acom­pa­ña­do por su es­po­sa Ca­mi­la vi­si­tó Ar­gen­ti­na, Chi­le, Uru­guay, Pa­ra­guay, Pe­rú y Bra­ sil, lu­ga­res don­de se ha­bían abier­to mi­sio­nes. En 1964 lle­gó a Bo­li­via, en su his­to­ria lee­mos lo si­guien­te: “El gru­po par­tió pa­ra las al­tas ciu­da­des bo­li­via­nas con el pro­pó­si­to de in­ves­ti­gar si val­ dría la pe­na man­dar mi­sio­ne­ros a ese país. Una vez allí, el gru­po se reu­nió con va­rias fa­mi­lias de miem­bros que vi­vían en Bo­li­via. En La Paz y Co­cha­bam­ba, el ai­re le re­sul­ta­ba tan en­ra­re­ci­do que de no­che Spen­cer no po­día dor­mir a me­nos que se sen­ta­ra. Si­guie­ron el via­je, vi­si­ta­ron al­gu­nas ra­mas en Pe­rú y has­ta se reu­nie­ron bre­ve­men­te con el Pre­si­den­te de la Re­pú­bli­ca”. 4 Con la guía del Él­der Spen­cer W. Kim­ball y el ex­traor­ di­na­rio tra­ba­jo del Él­der Theo­do­re A. Tut­tle co­mo Di­rec­tor de las Mi­sio­nes de Su­da­mé­ri­ca re­si­den­te en Mon­te­vi­deo, se for­ta­ le­cie­ron las ba­ses y se pre­pa­ró el ca­mi­no pa­ra lle­var la Igle­sia a to­dos los paí­ses an­di­nos. Élder A. Theodore Tuttle El Élder Albert Theodore Tuttle ha sido una de las Autoridades Generales que junto al Élder Spencer W. Kimball más ha contribuído al establecimiento de la Iglesia

4- Spen­cer W. Kim­ball, his­to­ria del pro­fe­ta, pá­g. 293.

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en Sudamérica. Entre 1961 y 1965 fue llamado como Director de las Misiones de Sudamérica. Se radicó con su familia en Montevideo, Uruguay. Desde allí trabajó con los presidentes de las siete misiones que había en esa época en que comenzaba la expansión de la Iglesia a los países andinos. En 1964 la Iglesia se estableció en Bolivia y el Élder Tuttle estuvo detrás de ese comienzo. El historiador Mark Grover escribió lo siguiente: “Ecuador era un lugar que le interesaba al Presidente Tuttle, pero su principal desafío era introducir los misioneros en Bolivia. De hecho, Bolivia era de interés para la Iglesia desde hacía mucho tiempo. Los élderes Ballard y Pratt pasaron por Bolivia en el viaje de regreso a casa.” “Las Autoridades Generales en Salt Lake City estaban interesadas en Bolivia y sorprendieron al Presidente Sharp cuando fue asignado a Lima como Presidente de la nueva Misión Andina, indicándole que Bolivia era parte de su misión. Ellos le dijeron que debía ir a Bolivia”. “La primera visita del Élder Tuttle a La Paz fue en mayo de 1962, conoció a la hermana Alwina Hulme, una miembro que se había bautizado en Argentina. El Élder Tuttle disfrutó esta visita y se impresionó con la ciudad. ‘Facilmente podríamos poner seis misioneros allí con mucho para hacer. Será desafiante, pero la gente está allí y necesita del mensaje de la Obra, necesitaremos misioneros con buena salud.’ En marzo del año siguiente pasó por Bolivia mientras acompañaba a su hijo David a la misión en Perú. Inmediatamente observó la población nativa. ‘Hay lamanitas en todos lados, muy similar al Cuzco, el cual es muy parecido a La Paz y podrían considerarse ciudades gemelas.’ El Élder Tuttle finalmente estuvo complacido con el progreso de la obra. Alcanzó una de sus metas: abrir la obra misional en Bolivia. Con la actividad

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creciendo en Ecuador, él creía que finalmente las promesas a los hijos de los protagonistas del Libro de Mormón comenzaban a darse cumplimiento.”5 El liderazgo del Élder Tuttle estaba acompañado de sentimientos de amor y de respeto hacia la gente y los pueblos de Sudamérica, tanto de él como de toda su familia. Estos sentimientos se ahondaron con el transcurrir del tiempo y de nuevas experiencias para ellos.

La familia Tuttle en Sudamérica

Dos de los hijos, David y Robert, sirvieron como misioneros en Sudamérica, en la Misión Andina y Argentina Norte respectivamente. En 1984 Élder Tuttle y su esposa Marne regresaron nuevamente a Sudamérica para residir durante un año en Buenos Aires y presidir el Área Sudamérica Sur. Diane Tuttle Hoopes, una de las hijas acompañó a su esposo a presidir una misión en Chile y recientemente fueron 5- Mark Grover, “Elder A. Theodore Tuttle in South América: Establishing a land of promise and prophecy”, manuscrito, 2005, capitulo 8, pág. 16 a 18

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llamados a presidir el Templo de Venezuela. El hermano Mark Grover expresó lo siguiente: “El Presidente y la hermana Tuttle genuinamente amaban Sudamérica. En sus escritos e historias oficiales ellos expresaron admiración y amor por la región. En sus diarios personales ésta admiración no cambió. Hablaron en forma positiva acerca de la gente y genuinamente apreciaban los cambios que sucederían en Latinoamérica. El Élder Tuttle escribía una carta anual a la Primera Presidencia; en ellas siempre expresaba que estaría muy complacido en permanecer un año más. Estos sentimientos eran percibidos por los miembros quienes apreciaban el amor de los Tuttle por la región.”6 El amor y sentimientos de los Tuttle por la gente de Sudamérica fueron nuevamente reiterados por la hermana Marne Tuttle en la dedicación del Templo de Montevideo, ella dijo: “Después de casi cuarenta años he regresado al lugar donde comenzamos nuestro trabajo en Sudamérica. No sabíamos si alguna vez veríamos un templo aquí, pero ¡aquí estoy! ¡Que gloriosa vista, ver la bandera flameando sobre el Templo! Esto ha tocado mi corazón muy profundamente.” “Mi esposo dejó parte de su corazón aquí en Sudamérica. Él tenía un gran amor por todos los miembros de la Iglesia, no solo en Uruguay, SINO EN TODOS LADOS.”7 Los pri­me­ros mi­sio­ne­ros en Bo­li­via Los pri­me­ros pa­sos en Bo­li­via fue­ron da­dos ba­jo la di­rec­ción del Pre­si­den­te Ster­ling Ni­colay­sen de la Mi­sión An­di­ na.

6- IBID, Capítulo 1, Páginas 13, 14 7- Marne Whitaker Tuttle, entrevista por Néstor Curbelo, dedicación del Templo de Montevideo, Uruguay, 2000

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Élder Lester Lee Hayne (Estados Unidos)

Alicia Buela (Uruguay)

Élder Charles Vine Poll (Estados Unidos)

Élder Francisco Vitale (Paraguay)

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A fi­nes de no­viem­bre de 1964 lle­ga­ron a La Paz des­de Li­ma los él­de­res Do­nald Ha­ter­man y Way­ne John­son, mientras que Re­gi­nald Hu­gles, Dou­glas Fis­cher, Brent Hy­de y Stan­ley Dun­can fue­ron en­via­dos a Co­cha­bam­ba. En agos­to de 1965 fi­na­li­za su mi­sión el Pre­si­den­te Ni­co­ lay­sen y es reem­pla­za­do por J. Av­ril Jes­per­son. En oc­tu­bre se pro­du­ce la vi­si­ta a Bo­li­via del Él­der Spen­cer W. Kim­ball acom­ pa­ña­do por el Él­der Fran­klin D. Ri­chards y el Pre­si­den­te J. Av­ril Jes­per­son. Nora Reque de Concha Una de las hermanas pioneras de la Iglesia en La Paz es Nora Reque de Concha. En 1960 se había mudado con su esposo a San Pablo, Brasil, donde él tenía varios familiares que pertenecían a la Iglesia. Muy pronto se interesaron y comenzaron a recibir las charlas. La hermana Concha se bautizó el 29 de diciembre de 1962 en la rama Piñeiro de San Pablo. Ella recordó su comienzo en la Iglesia con este relato: “Me impresionó mucho la calidez y amabilidad de los miembros de la Iglesia y también que por sobre todo anteponían a Dios y a Jesucristo en todas sus cosas. Yo no comprendía bien el idioma, pero podía sentir el Espíritu en la congregación.” “Poco después retornamos a La Paz y comenzamos a asistir a la única rama que existía, estaba ubicada en la Av. 20 de Octubre 2015. Allí conocí a la hermana Hulme, a la familia Molina , a los esposos Wilcox y a los misioneros.” Cuando la familia Concha planeó regresar a Bolivia, ella estaba preocupada pues la Iglesia aún no había llegado,

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entonces resolvió hablar con el Élder A. Theodore Tuttle en una de sus visitas a Brasil. El Élder Tuttle le dijo que no se preocupara pues la Iglesia muy pronto llegaría a Bolivia y ella tendría donde asistir. En 1965 la hermana Concha fue llamada a trabajar como consejera y luego como presidenta de la Sociedad de Socorro de la rama de La Paz y así comenzó un servicio a la Iglesia que se continuó a través de los años en diferentes llamamientos y asignaciones hasta el presente. La hermana Concha recordó: “en noviembre de 1965 tuvimos la dicha de asistir a una conferencia con el Élder Spencer W. Kimball. Se llevó a cabo en la Unión Arabe de La Paz. Aunque yo estaba convaleciente, pues en septiembre había nacido mi hijo Robin, asistí con toda mi familia. Aprovechado la presencia del Élder Kimball le solicité que bendijera a mi hijito. Fue un momento significativo y emocionante para la familia y es un recuerdo que guardamos como un tesoro.” Han pa­sa­do más de cua­ren­ta años des­de que la her­ma­na Con­cha se bau­ti­zó en la Igle­sia y con­ti­nua fir­me en la fe, ella ex­pre­só: “Es­toy tan agra­de­ci­da por ser miem­bro de la Igle­sia de Je­su­cris­to. El evan­ge­lio guió mi vi­da y la de mi fa­mi­lia. Es­ta es la Igle­sia de Je­su­cris­to y por me­dio de las re­ve­la­cio­nes sus Pro­fe­tas nos guían, orien­tan y con­du­cen.” “El Salvador es un ser maravilloso, que vive. Admiro Su entrega al prójimo, admiro el respeto que tiene por el Padre, admiro el sacrificio que hizo por nosotros, Su humildad y sabiduría. Agradezco profundamente la oportunidad que nos da de resucitar y poder obtener la vida eterna”. 5

5- Nora Reque de Concha, Historias Orales, La Paz, febrero de 2004.

El comienzo en Bolivia

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Memorias de Rolando C. Molina El her­ma­no Ro­lan­do Cé­sar Mo­li­na era un ni­ño cuan­do su fa­mi­lia se in­te­re­só en la Igle­sia, él re­cor­dó lo si­guien­te: “Una bo­ni­ta tar­de de do­min­go, la her­ma­na Aí­da Con­cha, cu­ña­da de No­ra, nos in­vi­tó a una reu­nión sa­cra­men­tal que se lle­va­ba a ca­bo en el lo­cal de la Igle­sia en la ca­lle 20 de Oc­tu­bre. Fue un am­bien­ te muy her­mo­so, muy cá­li­do que yo pu­de per­ci­bir, aun­que so­lo te­nía 12 años. Asis­tían en­tre 15 y 20 per­so­nas, en su ma­yo­ría nor­tea­me­ri­ca­nos. En­tre ellos es­ta­ban los mi­sio­ne­ros que pa­ra no­so­tros son inol­vi­da­bles, Él­der Pri­ce y Él­der Hatch”. “El Él­der Hatch era un hom­bre al­to, for­ni­do, ¡con za­pa­ tos muy gran­des! Él­der Pri­ce era un po­co más re­ser­va­do al co­mien­zo pe­ro un hom­bre muy bue­no. Era un misionero to­tal­ men­te de­di­ca­do al Se­ñor. Po­día­mos ver la es­pi­ri­tua­li­dad en esos dos mi­sio­ne­ros que nos vi­si­ta­ban cons­tan­te­men­te. Cuan­do re­ci­ bi­mos las char­las fue­ron mo­men­tos muy agra­da­bles al co­no­cer co­sas nue­vas tan sa­gra­das. Aho­ra que han pa­sa­do tan­tos años

El hermano Rolando C. Molina frente a la casa donde funcionaba la primera rama de la Iglesia en La Paz, calle 20 de Octubre (2004)

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va­lo­ro aun más el tra­ba­jo tan pre­cia­do que nos de­ja­ron co­mo le­ga­do nues­tros mi­sio­ne­ros”. La fa­mi­lia Mo­li­na se bau­ti­zó el 31 de ene­ro de 1965, el pa­dre, Luis Oc­ta­vio Mo­li­na Me­dra­no fue or­de­na­do él­der el 8 de agos­to, lle­gan­do a ser el pri­mer her­ma­no en recibir el Sa­cer­do­cio de Mel­qui­se­dec en Bo­li­via. Es­ta fa­mi­lia ha da­do una gran con­tri­bu­ción al es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia sir­vien­do en di­fe­ren­tes lla­ma­mien­tos. Los pa­dres Luis Oc­ta­vio y Car­men cum­plie­ron mi­sio­nes en los tem­plos de Li­ma y Co­cha­bam­ba y Ro­lan­do, en­tre mu­chos otros lla­ma­mien­tos, sir­vió co­mo pre­ si­den­te de es­ta­ca. Se ca­só con Ana Ma­ría Aya­la y tie­nen tres hi­jos. Él re­cor­dó con par­ti­cu­lar sen­ti­mien­to sus pri­me­ras épo­cas en la Igle­sia: “En nues­tra fa­mi­lia co­men­za­mos a vi­vir con ma­yor uni­ dad, nues­tros pa­dres co­men­za­ron a en­se­ñar­nos los prin­ci­pios del evan­ge­lio en las no­ches de ho­gar, en ellas reía­mos y go­zá­ ba­mos. Ellos apren­die­ron mu­cho so­bre el evan­ge­lio en­se­ñan­do las lec­cio­nes en la no­che de ho­gar”. “Fue una épo­ca de mu­cha es­pi­ri­tua­li­dad, asis­tir a la Igle­sia era un pa­seo fa­mi­liar. Vi­vía­mos en la zo­na nor­te y pa­ra lle­gar a la ra­ma en la ca­lle 20 de Oc­tu­bre ca­mi­ná­ba­mos ca­si tres ho­ras; así que char­lá­ba­mos y nos di­ver­tía­mos du­ran­te el via­je”. 6

6- Ro­lan­do C. Mo­li­na, His­to­rias Ora­les, La Paz. fe­bre­ro de 2004.

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Nora Reque de Concha (La Paz, 2004)

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Rolando C. Molina (La Paz, 2004)

El Élder Spencer W. Kimball en La Paz con el bebé de la hermana Concha en sus brazos (1965)

Capítulo Cuatro

LA MISION ANDINA SUR La obra en Bo­li­via se for­ta­le­ció muy rá­pi­da­men­te, ape­ nas dos años des­pués de la lle­ga­da de los mi­sio­ne­ros la Mi­sión An­di­na se di­vi­dió for­mán­do­se la Mi­sión An­di­na Sur con se­de en La Paz. En 1966 la Pri­me­ra Pre­si­den­cia anun­ció la crea­ción de la nue­va mi­sión y lla­mó a pre­si­dir­la a John H. Me­yers. La ju­ris­ dic­ción de la Mi­sión abar­ca­ba Bo­li­via, la par­te nor­te de Chi­le y el sur de Pe­rú. La Mi­sión An­di­na con­ti­nuó ba­jo la pre­si­den­cia de J. Av­ril Jes­per­son y abar­ca­ba el cen­tro y nor­te de Pe­rú, Ecua­dor y Co­lom­bia. Po­co des­pués de su lle­ga­da a Bolivia el Pre­si­den­te John H. Me­yers tu­vo que re­gre­sar a los Es­ta­dos Uni­dos por ra­zo­nes de sa­lud. La Pri­me­ra Pre­si­den­cia lla­mó en­ton­ces co­mo pre­si­ den­te de la Mi­sión a Fran­klin Key Gib­son de Me­sa, Ari­zo­na. Co­cha­bam­ba Co­cha­bam­ba es una de las ciu­da­des más be­llas de Bo­li­ via, po­see un cli­ma muy agra­da­ble du­ran­te to­do el año. Es­tá

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Mapa de la división de la Misión Andina

Presidente John H. Meyers y su esposa (1966)

Presidente J. Avril Jesperson y su esposa (1966)

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muy bien ubi­ca­da, po­see bue­nas co­mu­ni­ca­cio­nes con otras ciu­ da­des y pun­tos del país. La Igle­sia se es­ta­ble­ció allí en 1964 y su cre­ci­mien­to y for­ta­le­za, en­tre otras ra­zo­nes, jus­ti­fi­có la cons­truc­ción del tem­ plo de Bo­li­via allí. Las pri­me­ras ac­ti­vi­da­des fue­ron im­pul­sa­das por un re­si­den­te nor­tea­me­ri­ca­no lla­ma­do Ne­wel K. Jud­kins y su fa­mi­lia. En oca­sión de la vi­si­ta del Pre­si­den­te Ster­ling Ni­co­ lay­sen de la Mi­sión An­di­na, al­qui­la­ron la pri­me­ra ca­sa pa­ra la ra­ma de Co­cha­bam­ba en la Ave­ni­da Ba­lli­vian es­qui­na Re­za. Los pri­me­ros mi­sio­ne­ros asig­na­dos a Co­cha­bam­ba fue­ron: Dou­ glas, Fis­cher, Brent Hy­de, Re­gi­nal Hug­hes y Stan­ley Dun­can. La conversión de los Pedraja La fa­mi­lia de Eli­zar­do y Cas­ta Pe­dra­ja es pio­ne­ra de la Igle­sia en la ciu­dad de Co­cha­bam­ba. Car­los era un jo­ven es­tu­dian­te en 1965 cuan­do lle­ga­ron los mi­sio­ne­ros a su ca­sa, él re­cor­dó aque­lla épo­ca es­pe­cial en es­te re­la­to: "El lu­gar don­de vi­vía­mos era una es­pe­cie de ca­lle­jón, siem­pre me he pre­gun­tan­do có­mo lle­ga­ron los mi­sio­ne­ros allí, to­ca­ron la puer­ta y mi pa­dre y mi ma­dre recibieron la pri­mera char­la. Lue­go yo es­cu­ché la pri­me­ra char­la y eso fue to­do pa­ra mí. La for­ma en que pre­sen­ta­ron la res­tau­ra­ción, la ora­ción y el Li­bro de Mor­món pa­ra mí fue su­fi­cien­te. Uno de los mi­sio­ne­ros fue muy in­ci­si­vo, to­mó el Li­bro de Mor­món y me di­jo: "Si no lo lee, ja­más po­drá sa­ber la ver­dad" y me de­jó al­go cla­va­do ahí en el co­ra­zón. Esa no­che abrí el Li­bro de Mor­món y en dos días y me­dio lo leí to­do. No lo en­ten­dí mu­cho, pe­ro el Es­pí­ri­tu es­ta­ba ahí y la pró­xi­ma vez que vi­nie­ron los mi­sio­ne­ros no te­nía na­da que ob­je­tar, ya es­ta­ba lis­to pa­ra mi bau­tis­mo. Mis pa­dres aún

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La familia Pedraja, pioneros de la Iglesia en Cochabamba

La familia Judkins, residentes norteamericanos en Cochabamba. El hermano Newel Judkins fue el primer presidente de la Rama Cochabamba

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no es­ta­ban de­ci­di­dos, tu­vo que pa­sar un año pa­ra que se bau­ti­ za­ran." "Mis pa­dres me acom­pa­ña­ron al bau­tis­mo, re­cuer­do que la pri­me­ra vez que asis­tí a la ra­ma fue una lec­ción pa­ra mí. Los mi­sio­ne­ros me di­je­ron "pue­de ir con no­so­tros a las sie­te a nues­tro lo­cal, ten­dre­mos una reu­nión". Fui a la ho­ra con­ve­ ni­da y mi­ré por la ven­ta­na y vi a unos mi­sio­ne­ros to­can­do el ór­ga­no y no ha­bía na­die más. Te­nía mie­do de en­trar a la Igle­sia por pri­me­ra vez y pen­sé "no hay na­die" y me fui a ca­mi­nar por la her­mo­sa ave­ni­da que ha­bía en­fren­te du­ran­te vein­te mi­nu­ tos. Re­gre­sé a la ra­ma, mi­ré por la ven­ta y el mi­sio­ne­ro se­guía to­can­do el ór­ga­no. Me­dia ho­ra más tar­de no lo vi y me di­je "qué suer­te, no hay na­die, me voy a ca­sa". Tem­pra­no a la ma­ña­na los mi­sio­ne­ros to­ca­ron mi puer­ta y me di­je­ron: "Lo es­pe­ra­mos ano­che, ¿Por qué no vi­no?" y en­ton­ces me di­je­ron al­go muy pro­fun­do pa­ra mí "qui­si­mos em­pe­zar una reu­nión es­pe­cial y di­ji­mos que lo ha­ría­mos aun­que fue­se con una so­la per­so­na y us­ted nos fa­lló". Des­de ese día ra­ra vez he fa­lta­do a la igle­sia, qui­zás al­gu­na vez por en­fer­me­dad. Al do­min­go si­guien­te asis­tí a la ra­ma don­de no ha­bían más de ocho per­so­nas pre­sen­tes". 1 Los Recuerdos de Ramiro Matos "En el mes de mayo de 1968 los élderes Sorensen y Suderland pasaron frente a nuestra casa y vieron a mi hermana Charito que estaba lavando ropa en el patio y se acercaron y le dijeron que les gustaría visitar a la familia para presentarles la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ella no era muy afecta a la religión, sin embargo, aceptó la invitación encantadísima. Ella ya estaba casada con Rolando Mercado, así que hizo los arreglos para que los misioneros pasaran 1- Car­los L. Pe­dra­ja. His­to­rias Ora­les, La Paz, 6 de fe­bre­ro de 2004

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cuando él estuviera en casa. Yo tenía dieciséis años y recibí la primera charla con ellos, luego me retiré pues no tenía interés de cambiar de religión; mi hermana y su esposo siguieron y se bautizaron en el mes de junio. Pero los misioneros no se dieron por vencidos, retomamos las charlas en agosto y con dos de mis hermanos nos bautizamos. Fuimos a la capilla y me impresionó la hermandad que existía. Fuimos bien recibidos y al poco tiempo notamos que éramos apreciados y eso fue fundamental en nuestra decisión de bautizarnos". "La rama estaba situada a unas siete u ocho cuadras de mi casa en lo que es el casco viejo de la ciudad. Estaba en una esquina, era una casa bastante grande con un patio. Cuando comenzamos a asistir conocimos a varias de las familias que ya se habían bautizado. Estaba Elizardo Pedraja y su familia, los Medina, Ariaga, Sardán, Vargas, todos ellos nos recibieron con las manos abiertas. También había muchos jóvenes. Recuerdo a Carlos Pedraja y Amalia Pinto quienes ahora son esposos". "El hermano Elizardo Pedraja se convirtió a la Iglesia siendo un hombre mayor, trabajaba en la Alcaldía y tenía una motocicleta asignada para su trabajo y llevaba a su esposa, la hermana Casta, como acompañante. Los dos eran excelentes y de buen corazón. Él era consejero del Presidente Judkins de la Rama. Trabajaba con mucho entusiasmo y se veía que ya tenía un testimonio firme". 2 Santa Cruz de la Sierra En la ac­tua­li­dad se han or­ga­ni­za­do seis es­ta­cas en la ciu­dad de San­ta Cruz de la Sie­rra con una po­bla­ción to­tal de 24.000 San­tos de los Úl­ti­mos Días. Es uno de los lu­ga­res de 2- Gerardo Ramiro Matos Salinas, Historias Orales, La Paz, 6 de febrero de 2004

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Bo­li­via don­de la Igle­sia más ha cre­ci­do. La Paz tie­ne cua­tro es­ta­cas, y dos en El Al­to con apro­xi­ma­da­men­te 22.300 miem­ bros, Co­cha­bam­ba tie­ne cua­tro es­ta­cas con 16.000 miem­bros. La obra de los mi­sio­ne­ros co­men­zó en es­tas tres ciu­da­des a me­dia­do de los años se­sen­ta, San­ta Cruz se ha dis­tin­gui­do por lo­grar un ma­yor cre­ci­mien­to. El her­ma­no Car­los L. Pe­dra­ja se­ña­ló en su his­to­ria que el 20 de fe­bre­ro de 1966 se abrió la ra­ma de San­ta Cruz en una ca­sa ubi­ca­da en la Ave­ni­da Ve­lar­de 735 e in­di­có que los pri­me­ros con­ver­sos fue­ron Dou­glas Ba­rrios Ro­drí­guez y su fa­mi­lia. 3 Al re­co­rrer en la me­mo­ria de al­gu­nos de los pri­me­ros miem­bros de la Igle­sia en San­ta Cruz, des­cu­bri­mos có­mo per­so­ nas sen­ci­llas y de po­ca ins­truc­ción for­mal se con­vir­tie­ron y per­ ma­ne­cie­ron ac­ti­vos has­ta trans­for­mar­se en pio­ne­ros y la ba­se de la for­ta­le­za y cre­ci­mien­to ac­tual. Oscar Steinhauf Campos El her­ma­no Stein­hauf na­ció en 1935 en San­ta Cruz, su ma­dre era cru­ce­ña y su pa­dre ale­mán. Sien­do muy jo­ven se in­cli­nó por apren­der un ofi­cio que le per­mi­tie­ra for­mar y sos­ te­ner una fa­mi­lia. Op­tó por ser re­lo­je­ro y aún sien­do sol­te­ro se mu­dó a Bra­sil en bus­ca de me­jo­res opor­tu­ni­da­des. En San Pa­blo tu­vo el pri­mer con­tac­to con los mi­sio­ne­ ros, que­dó muy im­pre­sio­na­do con la ma­ne­ra en que le ex­pli­ca­ ron acer­ca del ori­gen del in­dio ame­ri­ca­no y la res­tau­ra­ción de la Igle­sia. Re­ci­bió las char­las y se bau­ti­zó jun­to con un ami­go bo­li­via­no, lla­ma­do Jor­ge Ro­ca, el 4 de no­viem­bre de 1962.

3- His­to­ria de la Igle­sia en Bo­li­via, Car­los L. Pe­dra­ja, pá­g. 11

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La familia Steinhauf de Santa Cruz de la Sierra

Ramona Pantoja de Steinhauf

Oscar Steinhauf Campos

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Co­men­zó a asis­tir a las reu­nio­nes has­ta que un do­min­ go en­con­tró las puer­tas de la ra­ma ce­rra­das, fue informado entonces por los vecinos que la rama se había mudado sin saber ellos adónde. Per­dió el con­tac­to con la Igle­sia y con los mi­sio­ ne­ros. Os­car sa­bía que aque­lla era la Igle­sia ver­da­de­ra pe­ro no tu­vo opor­tu­ni­dad de ser en­se­ña­do y her­ma­na­do en su nue­va fe. Pa­sa­ron seis años cuan­do es­tan­do de re­gre­so en San­ta Cruz tu­vo un nue­vo con­tac­to que le per­mi­tió for­ta­le­cer su fe y per­ma­ne­cer has­ta el pre­sen­te. Re­cor­dó su reen­cuen­tro con la Igle­sia con es­te re­la­to: "En 1968 vol­ví de Bra­sil a mi tie­rra, acá a San­ta Cruz, y en una oca­sión me en­con­tré con un her­ma­no que era in­ves­ti­ ga­dor de la Igle­sia lla­ma­do Hans Ral­des Ko­be­lik. Me ha­bló de la Igle­sia y del Li­bro de Mor­món. Cuan­do vi es­te li­bro me sor­ pren­dí y le pre­gun­té ‘yo ten­go un li­bro igual, pe­ro lo he de­ja­do en San Pa­blo. Yo me bau­ti­cé en esa Igle­sia’. El her­ma­no Ral­des me di­jo ‘her­ma­no, ¿us­ted no asis­te a nin­gu­na par­te?’, ‘No asis­ to, por­que no sé na­da de la Igle­sia’, le di­je. En­ton­ces to­mó mi nom­bre y la di­rec­ción del lu­gar don­de yo tra­ba­ja­ba y me in­vi­tó a las reu­nio­nes." "Par­ti­ci­pan­do en las fies­tas de Car­na­val de 1968 su­frí un serio ac­ci­den­te con un ami­go. Es­to me hi­zo reac­cio­nar y bus­car la ra­ma pa­ra co­men­zar a asis­tir. Los mi­sio­ne­ros me die­ron las char­las nue­va­men­te y en­ton­ces de­ci­dí no ale­jar­me más de la Igle­sia. Yo de­sea­ba ser or­de­na­do y po­seer el sa­cer­do­cio, en­ton­ ces el pre­si­den­te de la mi­sión, Fran­klin K. Gib­son, me im­pu­so las ma­nos y me or­de­nó diá­co­no. Más tar­de, re­gre­sé a Bra­sil y allí fui or­de­na­do él­der". 4 Os­car re­gre­só nue­va­men­te a San­ta Cruz y se ca­só con Ra­mo­na Pan­to­ja, con quien tu­vo cua­tro hi­jos: Eli­za­beth, Os­car, Ju­dith y Geo­va­na. Du­ran­te mu­chos años ha ser­vi­do en la pre­si­ den­cia de ra­ma y dis­tri­to, obis­pa­do y su­mo con­se­jo. 4- Os­car Stein­hauf Cam­pos, His­to­rias Ora­les, San­ta Cruz, 10 de abril de 2004

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Hans Raldes Kobelik La his­to­ria del her­ma­no Ral­des tam­bién se re­la­cio­na con el co­mien­zo de la Igle­sia en San­ta Cruz. Las ex­pe­rien­cias y vi­ven­cias que él na­rró lo ha­cen una per­so­na muy es­pe­cial. Se­gui­da­men­te ci­ta­mos sus pa­la­bras: "En el año 1963 me en­con­ tra­ba en Tri­ni­dad, allí tu­ve con­tac­to con los Tes­ti­gos de Je­ho­vá y re­ci­bí una re­vis­ta que ellos pu­bli­can llamada ‘Ata­la­ya’. En ella en­con­tré co­men­ta­rios ad­ver­sos al Li­bro de Mor­món, de­cía co­sas que me pa­re­cie­ron que no po­dían ser par­tes de un li­bro re­li­gio­so. En­ton­ces; de­ci­dí leer El Li­bro de Mor­món, pe­ro no po­día en­con­trar nin­gu­no en nin­gu­na par­te. Co­men­cé a pre­gun­ tar­le a los lí­de­res de las di­fe­ren­tes igle­sias, ellos me res­pon­ dían ‘pe­ro só­lo de­be­mos creer en la Bi­blia que es la pa­la­bra de Dios’." "Con­ti­nué bus­can­do el li­bro, es­tan­do en San­ta Cruz y con­ver­san­do con un ami­go me di­jo que mi pri­mo, Brau­lio Ar­tea­ ga, se ha­bía con­ver­ti­do a una re­li­gión que re­cién ha­bía lle­ga­do a San­ta Cruz. Me di­jo tam­bién que no era una re­li­gión co­no­ci­da y que te­nían otra Bi­blia. Yo me ima­gi­né que se tra­ta­ba de los Mu­sul­ma­nes y que el li­bro se­ría el Co­rán. Co­mo era mi cos­tum­ bre in­ves­ti­gar to­das las re­li­gio­nes, tra­té de con­se­guir el li­bro de mi pri­mo". "Yo vi­vía en Por­ta­chue­lo y le pe­dí a una per­so­na que via­ ja­ba a San­ta Cruz que me tra­je­ra el li­bro de mi pri­mo, aun­que él no es­ta­ba en la ciu­dad. Era mi pri­mo, yo te­nía con­fian­za con él y lue­go se lo pa­ga­ría o de­vol­ve­ría. Es­ta per­so­na me tra­jo el li­bro y me lo en­tre­gó, lo de­sen­vol­ví y des­cu­brí que era, El Li­bro de Mor­món. Pa­ra mí fue una sor­pre­sa muy gran­de ver que ha­bía lle­ga­do a mis ma­nos el li­bro que ha­cía cin­co años que es­ta­ba bus­can­do. Co­men­cé a leer­lo y en una se­ma­na lo ter­mi­né. Es­ta­ba

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tan en­tu­sias­ma­do que de­ci­dí co­men­zar a pre­di­car con él. Vi­si­ té a mis ami­gos evan­ge­lis­tas, a sus pas­to­res con el li­bro en la ma­no y les de­cía que con­te­nía la ver­dad. Pe­ro le­jos de te­ner yo una res­pues­ta po­si­ti­va me de­cla­ra­ron en­de­mo­nia­do y le pro­hi­ bie­ron a la con­gre­ga­ción de evan­gé­li­cos re­ci­bir­me en sus ca­sas. Ellos de­cían ‘si es ne­ce­sa­rio échen­le agua por­que es­tá com­ple­ta­ men­te en­de­mo­nia­do y en­tre­ga­do al dia­blo’. Es­to me en­tris­te­ció mu­cho, pues si eran mis ami­gos me hu­bie­ran es­cu­cha­do". "De­ci­dí acer­car­me a otras per­so­nas de la fe ca­tó­li­ca y en­se­ñar­les en sus ca­sas y los de­sa­fia­ba a orar y pre­gun­tar­le a Dios. Así en­se­ña­ba yo tan­to en Mon­te­ro co­mo en Por­ta­chue­lo. Un día de llu­via lle­gó a la puer­ta de mi ca­sa un se­ñor con su mo­to­ci­cle­ta arrui­na­da, me pi­dió per­mi­so pa­ra de­jar la mo­to y yo le di­je que sí, lo hi­ce pa­sar y co­men­za­mos a char­lar. Yo es­ta­ba ner­vio­so pues que­ría ha­blar­le de mi nue­vo des­cu­bri­mien­to, El Li­bro de Mor­món. En­ton­ces le di­je ‘Se­ñor, ¿ha oí­do ha­blar de la Bi­blia? ¿ha leí­do la Bi­blia?’ y él me res­pon­dió ‘Sí, al­go sé de la Bi­blia’. Le con­tes­té ‘¿Ha oí­do ha­blar del Li­bro de Mor­món?’. Al es­cu­char la pre­gun­ta se que­dó ca­lla­do, no me con­tes­tó na­da. Yo abrí El Li­bro de Mor­món y co­men­cé a leer en 3 Ne­fi acer­ca de la lle­ga­da de Je­su­cris­to a las Amé­ri­cas. Un mo­men­to an­tes me ha­bía pe­di­do fós­fo­ros pa­ra en­cen­der un ci­ga­rri­llo, el hom­bre es­tru­jó entonces su ci­ga­rri­llo y lo bo­tó. Me di­jo que era miem­ bro de esa Igle­sia, y yo le contesté ‘¡qué sa­tis­fac­ción, us­ted me pue­de dar más co­no­ci­mien­to!’. " "Él me di­jo que se ha­bía bau­ti­za­do en San Pa­blo unos cuan­tos años atrás pe­ro que ha­bía per­di­do el con­tac­to con al Igle­sia, y que és­ta aun no ha­bía lle­ga­do a Bo­li­via. Me en­tre­gó su tar­je­ta y me di­jo ‘Yo soy Os­car Stein­hauf y tra­ba­jo en un es­tu­dio fo­to­grá­fi­co’. Yo guar­dé su tar­je­ta y le di­je ‘Ca­da vez que va­ya a San­ta Cruz lo voy a bus­car’."

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En esa épo­ca la fa­mi­lia Ral­des se mu­dó de Por­ta­chue­lo a Mon­te­ro y Hans con­ti­nuó pre­di­can­do aun más fer­vien­te­men­ te con El Li­bro de Mor­món. Más de diez per­so­nas de la fe evan­gé­li­ca se reu­nían ca­da do­min­go en la ca­sa de los Ral­des pa­ra es­tu­diar El Li­bro de Mor­món, en­tre ellos un pas­tor, quien su­gi­rió or­ga­ni­zar una mi­sión con un pre­si­den­te co­mo es cos­tum­ bre en­tre los evan­ge­lis­tas. El pas­tor le di­jo al her­ma­no Ral­des: "Co­mo tú has si­do el ini­cia­dor de es­te mo­vi­mien­to que­re­mos que tú seas nues­tro pre­si­den­te". El her­ma­no Ral­des acep­tó ese car­go y se trans­for­mó en el pre­si­den­te de los "evan­ge­lis­tas mor­mo­nes" de Mon­te­ro. Muy pron­to los miem­bros del gru­po le pi­die­ron ser bau­ti­za­dos pues ha­bían des­cu­bier­to la his­to­ria de Al­ma y los bau­tis­mos en las Aguas de Mor­món. En­ton­ces co­men­zaron en­tre ellos las du­das en cuan­to a la au­to­ri­dad, pues sa­bían tam­bién que Al­ma te­nía el Sa­cer­do­cio pa­ra ofi­ciar. Es­tan­do en San­ta Cruz el her­ma­no Ral­des se en­con­tró con Brau­lio, su pri­mo y due­ño del Li­bro de Mor­món que Hans te­nía. Le agra­de­ció por él y su pri­mo se lo ob­se­quió di­cién­ do­le que no te­nía tiem­po pa­ra la re­li­gión. Ese li­bro te­nía una de­di­ca­to­ria fir­ma­da por el Él­der Lee Hy­nie, así que le pre­gun­tó quién era y Brau­lio le in­for­mó que era un mi­sio­ne­ro y ade­más le co­men­tó que jus­ta­men­te al fren­te de don­de es­ta­ban vi­vían dos mi­sio­ne­ros de la mis­ma re­li­gión. Con an­sie­dad Hans Ral­des, acom­pa­ña­do por su pri­mo Brau­lio Ar­tea­ga se di­ri­gió a la ca­sa de los mi­sio­ne­ros. Él re­cor­ dó ese mo­men­to: "To­ca­mos el tim­bre y sa­lió un mi­sio­ne­ro, mi pri­mo le ha­bló en in­glés y le di­jo que yo es­ta­ba tra­ba­jan­do en Mon­te­ro y que era el pre­si­den­te de la mi­sión allí, que de­sea­ba co­no­cer­los, pues te­nía una car­ta pa­ra en­viar a Es­ta­dos Uni­dos. El mi­sio­ne­ro me mi­ró de pie a ca­be­za, lue­go mi­ró su re­loj y me di­jo ‘aho­ri­ta va­mos a al­mor­zar, vuel­va a las dos de la tar­de’ y

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ce­rró la puer­ta. Me fui a sen­tar en la pla­za y a las dos me­nos cin­co to­qué el tim­bre nue­va­men­te, sa­lió otro mi­sio­ne­ro y le in­for­mé que yo era el pre­si­den­te de los mor­mo­nes de Mon­te­ro, él di­jo: ‘Ah sí, pa­se que le va­mos a en­se­ñar la pri­me­ra char­la’, ‘No’, le di­je, ‘us­te­des tie­nen que es­cu­char de la or­ga­ni­za­ción que yo he for­ma­do y ya es­ta­mos lis­tos pa­ra bau­ti­zar­nos’. En­ton­ ces el mi­sio­ne­ro me rei­te­ró que te­nía que es­cu­char la pri­me­ra char­la, ellos no me de­ja­ban ha­blar ni yo a ellos. En­ton­ces uno di­jo: ‘¡A ver, ha­ble’ y en ese mo­men­to yo les di mi tes­ti­mo­nio de có­mo yo ha­bía con­se­gui­do El Li­bro de Mor­món y có­mo ha­bía pre­di­ca­do en Mon­te­ro y Por­ta­chue­lo; que te­nía­mos en­tre diez y quin­ce per­so­nas lis­tas pa­ra bau­ti­zar­se. Ellos con pa­cien­ cia me ex­pli­ca­ron que así no eran las co­sas, que el pre­si­den­te de la mi­sión es­ta­ba en La Paz, me die­ron la pri­me­ra char­la, me re­ga­la­ron el li­bro de Doc­tri­na y Con­ve­nios y me in­di­ca­ron el lu­gar de reu­nio­nes en San­ta Cruz pa­ra que pu­die­se asis­tir el do­min­go pró­xi­mo". "Re­ci­bí con gran go­zo to­do aque­llo, es­pe­cial­men­te la Doc­tri­na y Con­ve­nios, pues me ex­pli­ca­ron que eran es­cri­tu­ ras mo­der­nas y es­to me re­cor­dó del go­zo de Le­hi y su fa­mi­lia cuan­do sus hi­jos le tra­je­ron las plan­chas que le ha­bían qui­ta­do a La­bán". El comienzo en Montero "Regresé a Montero y en cuatro o cinco días había leído toda la Doctrina y Convenios y le dije a mis hermanos de Montero que tuviesen paciencia, que yo había encontrado la Iglesia en Santa Cruz y que los misioneros vendrían a enseñarnos en poco tiempo".

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La numerosa familia Raldes de Santa Cruz, tres generaciones en la Iglesia

Hans Raldes Kobelik (derecha) en la época en que conoció la Iglesia

Hans Raldes Kobelik en Santa Cruz de la Sierra en la actualidad (2004)

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"A partir de esos días cada domingo viajaba de Montero a Santa Cruz para asistir a la rama. Había tres hermanos bautizados, Douglas Barrios, Luis Guardia y Oscar Steinhauf, de quien yo les informé entregándoles su tarjeta personal con la dirección del trabajo". "Los misioneros le habían informado al Presidente Franklin K. Gibson de mis ‘actividades misionales’ en Montero, así que quiso venir a conocerme personalmente. Los misioneros me presentaron y dijeron ‘él es Hans Raldes’, el presidente me miró y yo lo miré a él; sentí y lo vi como si fuera un ángel. Él me habló diciéndome: ‘Hermano Raldes, he escuchado hablar mucho de usted por boca de los misioneros, quisiera escucharlo dando un discurso. Así el presidente me invitó a discursar sin ser aún miembro de la Iglesia". "Poco después le expresé: ‘presidente, yo puedo ayudar a los misioneros de muchas formas, tengo un gran deseo de hacer la obra misional, pero esto me es muy difícil pues vivo a cincuenta kilómetros en Montero. Yo desearía que usted envíe los misioneros a Montero, y allí podrán bautizar a los que están preparados’. Él me dijo que cuando tuviese misioneros disponibles los enviaría. Viajó conmigo a Montero, conoció mi casa y luego reiteró su promesa de enviar los misioneros. Veinte días más tarde llegaron dos elderes norteamericanos, se pararon con sus maletas frente a mi puerta y me dijeron que venían para abrir la Rama de Montero". 5 Oruro Po­de­mos con­si­de­rar a Oru­ro co­mo la cuar­ta ciu­dad en im­por­tan­cia a la que lle­ga­ron los mi­sio­ne­ros en el co­mien­zo de 5- Hans Raldes Kobelik, Historias Orales, Santa Cruz, 9 de abril de 2004

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la obra en Bo­li­via; he­mos en­con­tra­do tres re­la­tos di­fe­ren­tes de los pri­me­ros pa­sos, y ellos son: la his­to­ria del Él­der Kim Jen­ kins, uno de los pri­me­ros mi­sio­ne­ros, el tex­to es­cri­to por Car­los L. Pe­dra­ja en la his­to­ria de la Igle­sia en Bo­li­via y por úl­ti­mo las me­mo­rias de Go­ver Ríos y su es­po­sa Ro­sa Ele­na, con­ver­sos de la pri­me­ra épo­ca. Los recuerdos del Élder Kim Jenkins "Yo dis­fru­té mu­cho La Paz, pe­ro muy pron­to re­ci­bi­mos otro te­le­gra­ma del Pre­si­den­te Jes­per­son di­cien­do que que­ría en­viar mi­sio­ne­ros a Oru­ro. Él me asig­nó co­mo com­pa­ñe­ro al Él­der Hubbs del sur de Ca­li­for­nia. Él es­ta­ba sir­vien­do en Co­cha­bam­ba, así que yo to­mé un vue­lo en un DC 3, ha­bía so­lo seis pa­sa­je­ros en el vue­lo y lle­va­ba ga­lli­nas y cer­dos en la par­te de atrás. Allí co­no­cí al Él­der Hubbs, ha­bía un dis­tri­to en Co­cha­ bam­ba, va­rios él­de­res que ha­bían es­ta­do allí va­rios me­ses. Ni yo ni el Él­der Hubbs sa­bía­mos al­go de Oru­ro, so­lo sa­bía­mos que era un pun­to en el ma­pa. To­ma­mos otro DC3 y vo­la­mos so­bre las mon­ta­ñas ha­cía Oru­ro. Ate­rri­za­mos en una pis­ta de tie­rra, ba­ja­mos del avión, vi­mos so­lo un au­to, era un ta­xi que había jun­to al úni­co edi­fi­cio que vimos, y los otros tres o cua­tro pa­sa­ je­ros to­ma­ron el ta­xi y vi­mos que no ha­bía otro pa­ra no­so­tros. Po­co des­pués vi­mos lle­gar otro ta­xi, lo to­ma­mos, car­ga­mos las va­li­jas y al­gu­nas ca­jas y co­men­za­mos a an­dar, el con­duc­tor nos pre­gun­tó a dón­de que­ría­mos ir y no­so­tros no te­nía­mos ni idea a dón­de. Él­der Hubbs co­men­zó a bus­car en sus bol­si­llos has­ ta que sa­có un pe­que­ño pe­da­zo de pa­pel que te­nia un nom­bre es­cri­to, ese nom­bre era "Ca­bre­ra" y una di­rec­ción. Le di­ji­mos que nos lle­va­ra a esa di­rec­ción y el ta­xis­ta nos con­du­jo por la pe­que­ña y be­lla ciu­dad has­ta ese lu­gar. Lle­ga­mos y ba­ja­mos nues­tro equi­pa­je, la ca­sa te­nía un por­tón gran­de an­tes de la

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puer­ta de en­tra­da. Mien­tras ba­já­ba­mos del ta­xi las per­so­nas de la ca­sa nos vie­ron y sa­lie­ron, era el se­ñor Ca­bre­ra y su es­po­sa que nos pre­gun­ta­ron quie­nes éra­mos. Le di­ji­mos que éra­mos mi­sio­ne­ros y que te­nía­mos su di­rec­ción y que que­ría­mos sa­ber si nos po­día­mos que­dar en su ca­sa. Él di­jo que ya te­nían un cuar­to pa­ra no­so­tros y que les gus­ta­ría que nos que­dá­ra­mos con ellos. Fue in­creí­ble la ma­ne­ra en que ob­tu­vi­mos el nom­bre y la di­rec­ción. Un año an­tes ellos ha­bían asis­ti­do a la ex­po­si­ ción mun­dial de Nue­va York y ha­bían de­ja­do sus nom­bres y di­rec­ción en un li­bro del Pa­be­llón de la Igle­sia. Fi­nal­men­te el nom­bre lle­gó a Bo­li­via y al bol­si­llo del Él­der Hubbs. Era el úni­co nom­bre que te­nía­mos en Oru­ro, Bo­li­via pa­ra co­men­zar la obra! Cuan­do la fa­mi­lia nos alo­jó en su ca­sa no sa­bían quie­nes éra­mos ni que ha­bía­mos re­ci­bi­do sus nom­bres de­bi­do a la vi­si­ta al pa­be­llón de la Igle­sia en la Fe­ria Mun­dial de Nue­va York". "El se­ñor Ca­bre­ra era muy pro­mi­nen­te en Oru­ro, te­nía dos ne­go­cios im­por­tan­tes, vi­vía­mos en su ca­sa mien­tras co­men­ zá­ba­mos la ra­ma, le en­se­ña­mos el evan­ge­lio pe­ro no se bau­ti­ zó. Él te­nía mu­chas re­la­cio­nes po­lí­ti­cas en la co­mu­ni­dad y si se bau­ti­za­ba sus ne­go­cios se ve­nían aba­jo. Sin em­bar­go, él nos pre­sen­tó do­ce­nas de per­so­nas que él co­no­cía, nos per­mi­tía co­lo­ car nues­tros fo­lle­tos en sus ne­go­cios, hi­zo los arre­glos pa­ra que pu­dié­ra­mos reu­nir­nos con el Al­cal­de de Oru­ro. Nos pre­sen­tó al Al­cal­de, nos to­ma­mos una fo­to con él y él la pu­bli­có en el dia­rio ex­pli­can­do nues­tra pre­sen­cia y al­gu­nas de nues­tras creen­cias. Le en­tre­ga­mos un Li­bro de Mor­món al Al­cal­de". "El her­ma­no Ca­bre­ra fue un ins­tru­men­to pa­ra ini­ciar la obra en Oru­ro, nun­ca su­pe si él se bau­ti­zó des­pués. Te­nía dos hi­jas que eran es­tu­dian­tes que sí se bau­ti­za­ron. De­bi­do a su in­fluen­cia la obra pro­gre­só in­me­dia­ta­men­te en Oru­ro, aun­que al co­mien­zo éra­mos so­lo dos él­de­res. Al día si­guien­te de nues­tra

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lle­ga­da, ya es­tá­ba­mos en­se­ñan­do a algunas per­so­nas. No te­nía­ mos un lu­gar de reu­nión así que al­qui­la­mos una ha­bi­ta­ción en un ho­tel y co­men­za­mos a rea­li­zar las reu­nio­nes allí. Du­ran­te al­gún tiem­po tu­vi­mos la reu­nión sa­cra­men­tal en esa ha­bi­ta­ción del ho­tel, Él­der Hubbs y yo pre­pa­rá­ba­mos la San­ta Ce­na, uno ben­de­cía el pan y el otro el agua y la im­par­tía­mos a al­gu­nos de los miem­bros que ya te­nía­mos. En las pri­me­ras reu­nio­nes éra­ mos Él­der Hubbs, yo y al­gu­nos vi­si­tan­tes que no par­ti­ci­pa­ban de los sa­cra­men­tos. Po­co des­pués bau­ti­za­mos al­gu­nas per­so­nas en el otro ex­tre­mo de la ciu­dad que te­nían una ca­sa gran­de de ado­be, allí tu­vi­mos las reu­nio­nes sa­cra­men­ta­les has­ta que lo­gra­ mos al­qui­lar una ca­sa me­jor pa­ra la ra­ma. Com­pra­mos ban­cos, un pia­no y otros ele­men­tos lo que nos to­mó co­mo tres me­ses. De­di­cá­ba­mos la mi­tad del tiem­po a la pre­di­ca­ción y la otra mi­tad a pre­pa­rar to­do lo ne­ce­sa­rio pa­ra la ra­ma". 6 Relato de Carlos L. Pedraja "Una re­fe­ren­cia de la fa­mi­lia Ca­bre­ra lle­va a los mi­sio­ ne­ros a bus­car a Fran­cis­co Mo­ra­les quien era de­ca­no de la Fa­cul­tad de Eco­no­mía en la Uni­ver­si­dad Téc­ni­ca de Oru­ro. El her­ma­no Mo­ra­les in­vi­ta a los mi­sio­ne­ros a be­ber whisky y ellos se re­hu­san, en­ton­ces los in­vi­ta con ca­fé y nue­va­men­te se re­hu­ san. In­tri­ga­do por la ne­ga­ti­va re­ci­be una bre­ve in­tro­duc­ción a la pa­la­bra de sa­bi­du­ría y se sien­te pro­fun­da­men­te im­pre­sio­na­do por el men­sa­je de es­tos bue­nos mi­sio­ne­ros. Se fi­ja en­ton­ces una char­la y se in­vi­ta a un gru­po de vein­te per­so­nas. Sin em­bar­go, más tar­de de ese nu­me­ro­so gru­po, so­lo la fa­mi­lia Mo­ra­les es­cu­ cha la ple­ni­tud del men­sa­je. El 17 de ma­yo de 1966 se di­ri­gen al Bal­nea­rio de Ca­pa­chos don­de re­ci­ben el bau­tis­mo, el her­ma­no Fran­cis­co y su es­po­sa El­vi­ra y su hi­ja Gi­na".

6- Kim Jen­kins, His­to­rias Ora­les, Las Ve­gas, Ne­va­da, 11 de ene­ro de 2004

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"El her­ma­no Mo­ra­les ayu­dó a ha­cer co­no­cer el evan­ ge­lio a sus fa­mi­lia­res y aso­cia­dos, ya que era una per­so­na res­pe­ta­da y muy co­no­ci­da, ha­bien­do si­do Al­cal­de de la ciu­dad de Oru­ro y pre­si­den­te de la Cá­ma­ra de Co­mer­cio. En su re­co­ no­ci­mien­to a su me­ri­to­ria la­bor, re­ci­bió la con­de­co­ra­ción del Cón­dor de Los An­des". "Otros miem­bros bau­ti­za­dos en esa pri­me­ra épo­ca en Oru­ ro son: Nor­man Va­ca­flor, Go­ver Ríos y su fa­mi­lia, Nancy Bil­bao la Vie­ja, la fa­mi­lia Von Ba­rrier, Pé­rez y mu­chos otros". 7 Memorias de Rosa Elena y Gover Ríos La fa­mi­lia Ríos es­tá in­te­gra­da por: los pa­dres, Ro­sa Ele­ na Apa­ri­cio y Go­ver Ríos y sus dos hi­jas, Gor­le­na y Dag­ne. Se bau­ti­za­ron el 18 de no­viem­bre de 1967 y los mi­sio­ne­ros que les en­se­ña­ron fue­ron Les­ter L. Hay­ne y Char­les Vi­ne Poll. Go­ver Ríos ha te­ni­do una lar­ga tra­yec­to­ria al ser­vi­cio de la Igle­sia. Tra­ba­jó en las or­ga­ni­za­cio­nes au­xi­lia­res, ha si­do pre­si­den­te de ra­ma y dis­tri­to, miem­bro del Su­mo Con­se­jo de la Es­ta­ca Oru­ro y pa­triar­ca. Lo que más se ha des­ta­ca­do en Go­ver es su per­se­ve­ran­cia en la fe. Él re­cor­dó el co­mien­zo así: "La ra­ma es­ta­ba ubi­ca­da en la ca­lle Mur­gia, al pa­sar por el lu­gar me im­pre­sio­nó el nom­bre de la Igle­sia que es­ta­ba es­cri­to en un car­ tel al fren­te. Pa­só el tiem­po y yo siem­pre me pre­gun­ta­ba "cuál se­rá la Igle­sia ver­da­de­ra". Un día dos mi­sio­ne­ros vi­si­ta­ron a mi es­po­sa y pro­me­tie­ron re­gre­sar cuan­do yo es­tu­vie­se en ca­sa. Los es­pe­ra­mos va­rios sá­ba­dos has­ta que un día apa­re­cie­ron dos grin­gui­tos nor­tea­me­ri­ca­nos y nos en­se­ña­ron. Muy pron­to es­tu­ vi­mos pre­pa­ra­dos, nos lle­va­ron al bal­nea­rio de aguas ter­ma­les Ca­pa­chos y nos bau­ti­za­mos allí". 7- Historias de la Iglesia en Bolivia, Car­los L. Pe­dra­ja, pág. 14

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"Las pri­me­ras per­so­nas que co­no­ci­mos en la ra­ma fue­ ron Fran­cis­co Ba­ral quien era un po­lí­ti­co y fi­nan­cis­ta y la fa­mi­ lia de Fran­cis­co Mo­ra­les Pé­rez quien era un hom­bre muy ins­trui­ do, una de las me­jo­res fa­mi­lias que te­nía­mos, de sen­ti­mien­tos muy no­bles". 8 La Sociedad de Socorro Es poco lo que hoy mencionamos acerca de la Sociedad de Socorro en la historia local de la Iglesia, sin embargo, esta organización auxiliar del Sacerdocio ha tenido un rol sobresaliente en la formación de las hermanas como Santos de los Últimos Días. La hermana Rosa Elena Aparicio de Ríos describió sus primeras experiencias en la Sociedad de Socorro con este relato: "Las primeras reuniones a las que me invitaron a asistir no me gustaban, no me gustaba ir pues yo me imaginaba que sería una reunión de señoras semejante a los clubes, todas vestidas de verde, azul o rojo. En esa época teníamos unos cursos de verano en la casa de la hermana Zoraida de Gómez para escuchar y aprender acerca de la música clásica. Nuevamente me invitaron para asistir a la semana siguiente, franca y sinceramente yo asistí de mala gana. Después, poco a poco comencé a entender la importancia de la Sociedad de Socorro. Con las lecciones empecé a entender el evangelio, aprendí a tejer, bordar, coser y a realizar muchas tareas manuales para la casa, también a cocinar y todo eso comenzó a llamarme la atención. En la Sociedad de Socorro me enseñaron mucho y descubrí lo mucho que me faltaba aprender, me ayudó en la crianza de mis dos niñas".

8- Go­ver Ríos, His­to­rias Ora­les, Oru­ro, 31 de ene­ro de 2004

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Rosa Elena y Gover Ríos (2004)

Capilla de Agua de Castilla en Oruro

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"Trabajé como presidenta de la Sociedad de Socorro en la rama y el distrito, había hermanas voluntariosas siempre dispuestas a aprender y a enseñar lo que sabían. Trabajábamos con fuerza, nuestro objetivo era visitar a las hermanas que estaban más débiles para poder enseñarles. Asistíamos a las ramas para realizar noches de talentos, especialmente en la rama Agua de Castilla que tenía un salón grande. Hacíamos comidas y las vendíamos y con eso comprábamos los elementos necesarios para la Sociedad de Socorro como ollas y platos. También ayudábamos a los enfermos con medicamentos que compramos con el dinero que recaudábamos, llevábamos un registro cuidadoso de todo lo obtenido y gastado. Cada año teníamos una cena de gala en el Club Oruro a la que invitábamos a los jóvenes. 9 La familia Morales La fa­mi­lia Mo­ra­les fue uno de los ba­luar­tes del co­mien­ zo de la Igle­sia en Oru­ro. El her­ma­no Fran­cis­co Mo­ra­les Pé­rez ha­bía si­do Pre­fec­to de la Ciu­dad de Oru­ro, era un hom­bre co­no­ ci­do y res­pe­ta­do. Su es­po­sa se lla­ma­ba El­vi­ra y te­nían cua­tro hi­jos, Hu­go, Gi­na, Mi­riam y Am­pa­ro. El her­ma­no Go­ver Ríos di­jo de ellos: "Es­ta fa­mi­lia nos ha de­ja­do mu­chos y gra­tos re­cuer­dos, han si­do gran­des ami­gos, gran­des her­ma­nos, to­dos en la ciu­dad sa­bían que eran miem­bros de la Igle­sia, siem­pre es­ta­ban dis­pues­tos a dar­lo a co­no­cer. Él de­cía ‘a mí no me gus­ta be­ber ni fu­mar; na­die me obli­ga, no lo ha­go por­que soy miem­ bro de la Igle­sia Mor­mo­na’." 10

9- Rosa Elena Aparicio de Ríos, Historias Orales, Oruro 31 enero de 2004. 10- Go­ver Ríos, His­to­rias Ora­les, Oru­ro, 31 de ene­ro de 2004

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El Élder Kimball en Oruro El Él­der Spen­cer W. Kim­ball te­nía la asig­na­ción de su­per­vi­sar las mi­sio­nes de Su­da­mé­ri­ca y em­pren­dió va­rias gi­ras por di­fe­ren­tes lu­ga­res pa­ra co­no­cer la mar­cha de la obra e im­pul­sar su cre­ci­mien­to. Po­dría­mos de­cir que fue él quien más tra­ba­jó y ayu­dó a que la Igle­sia se es­ta­ble­cie­ra y for­ta­le­cie­ra en los paí­ses an­di­nos. Su preo­cu­pa­ción e in­te­rés por los pue­blos la­ma­ni­tas fue ad­mi­ra­ble. El Él­der Kim Jen­kins re­cor­dó una de sus vi­si­tas con es­tas pa­la­bras: "Cuan­do ya es­ta­ba en Oru­ ro como misionero, el Él­der Kim­ball vi­si­tó la ciu­dad. Él te­nía mu­cho in­te­rés en la po­bla­ción aborigen. Vi­no con el Pre­si­den­te Jes­per­son y se alojaron en un ho­tel, pe­ro ve­nía a nues­tra ca­sa y de allí íba­mos con él a la ca­sa de los otros mi­sio­ne­ros que es­ta­ban en Oru­ro. Es­tá­ba­mos en la ca­sa de la her­ma­na Mon­ta­ ño, te­nía­mos nues­tra ora­ción de la ma­ña­na con Él­der Kim­ball y nos pe­día que lo lle­vá­ra­mos afue­ra pa­ra ver to­do y ha­blar con la gen­te. Íba­mos al mer­ca­do y allí le ha­bla­ba a la gen­te aborigen, ellos no en­ten­dían lo que les de­cía ni él lo que ellos de­cían, pe­ro que­ría es­tar con ellos, ver­los y sen­tir sus es­pí­ri­tus. Hi­zo eso ca­da día que es­tu­vo en Oru­ro. So­lo éra­mos cua­tro mi­sio­ne­ros así que es­tá­ba­mos con él to­do el tiem­po, ca­mi­ná­ba­mos por las ca­lles, nos pe­día ir acá o allá". "Él­der Kim­ball siem­pre en­se­ña­ba con mu­cha am­pli­tud, un día nos di­jo que no po­día­mos es­pe­rar te­ner un fuer­te tes­ti­mo­ nio ma­ña­na si no lo ali­men­ta­mos hoy; yo ano­té eso en mi dia­rio y ha si­do muy im­por­tan­te pa­ra mí. Siem­pre nos ha­bla­ba así; en una oca­sión es­tá­ba­mos en una reu­nión y uno de los él­de­res di­jo: "es­ta reu­nión es tan es­pi­ri­tual y sien­to tan­to amor por ca­da uno de us­te­des que da­ría mi vi­da por cual­quie­ra de us­te­des". El­der Kim­ball di­jo, "sería muy bue­no él­der que us­ted hiciera eso y yo sé que es sin­ce­ro, pe­ro to­do lo que les pi­do es so­la­men­te que tra­ba­jen to­da su vi­da pa­ra el be­ne­fi­cio de otros, sin te­ner que dar la vi­da".

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"Era tan ama­ble, es­ta­ba­mos to­dos sen­ta­dos en una reu­ nión y en­tró una her­ma­na y él fue el pri­me­ro en le­van­tar­se pa­ra ofre­cer­le su si­lla mien­tras to­dos no­so­tros nos que­da­mos sen­ta­dos. En­tre­vis­tó a ca­da mi­sio­ne­ro, nos pre­gun­tó acer­ca de nues­tro tes­ti­mo­nio, que­ría sa­ber cuán fuer­tes éra­mos. Es­ta­ba preo­cu­pa­do porque ha­blá­ra­mos bien el es­pa­ñol. Nos de­cía que no nos guiá­ra­mos só­lo por los li­bros, si tu­vié­se­mos que en­se­ ñar al­gu­na lec­ción adi­cio­nal so­bre otros te­mas, "sim­ple­men­te há­gan­lo, usen su crea­ti­vi­dad". Él no sabía mu­cho de los que­ chuas o ay­ma­rás, por eso nos ha­cía pre­gun­tas, que­ría co­no­cer to­do acer­ca de los la­ma­ni­tas. Nos de­cía en nues­tras reu­nio­nes que ellos eran los ele­gi­dos pa­ra re­ci­bir el evan­ge­lio. Que­ría que los mi­sio­ne­ros apren­die­ran la len­gua, pe­ro no ha­bía otros miem­bros pa­ra en­se­ñar­nos, así que íba­mos a los pue­blos pe­que­ ños tra­tan­do de apren­der". 11

11- Kim Jen­kin, His­to­rias Ora­les, Las Ve­gas, Ne­va­da, 11 de ene­ro de 2004

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Élder Gordon B. Hinckley con el Presidente Gibson y su esposa

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Ca­pí­tu­lo Cin­co

QUI­RI­ZA, HIS­TO­RIA Y LE­YEN­DA La ra­ma de Qui­ri­za es ca­si una le­yen­da en Bo­li­via, es­tá ubi­ca­da en un lu­gar le­ja­no en el sur, en­tre las mon­ta­ñas jun­to al río San Juan de Oro, en el de­par­ta­men­to de Po­to­sí. Allí fue cons­truí­da la pri­me­ra ca­pi­lla en el país. La Igle­sia ha­bía co­men­za­do en La Paz y Co­cha­bam­ba en 1964, ape­nas tres años más tar­de, en 1967 en­con­tra­mos a los mi­sio­ne­ros tra­ba­jan­do en Qui­ri­za. Con una ra­ma or­ga­ni­za­da y la ac­ti­vi­dad mi­sio­nal ex­ten­di­da a lo­ca­li­da­des cer­ca­nas co­mo Cha­co­pam­pa y Chi­flo­ca. Aho­ra mi­ra­mos ha­cia atrás y tra­ta­mos de en­ten­der la his­to­ria, las cau­sas y ra­zo­nes que ro­dean es­te he­cho sin­gu­lar. Qui­ri­za es real­men­te una his­to­ria de her­man­dad y amor de los mi­sio­ne­ros ha­cia un pue­blo de gen­te sen­ci­lla y sen­si­ble. Hay mu­cho que po­de­mos apren­der hoy acer­ca de los va­lo­res del evan­ge­lio con los mi­sio­ne­ros, los miem­bros y el pre­si­den­te de Mi­sión en Qui­ri­za. De­si­de­rio Ar­ce La his­to­ria de la Igle­sia en Qui­ri­za es­tá re­la­cio­na­da con la vi­da del her­ma­no De­si­de­rio Ar­ce, quien es ori­gi­na­rio de ese

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pue­blo. En su ni­ñez fue pas­tor de ove­jas y ca­bras; sien­do aún jó­ven se tras­la­dó a la ciu­dad de La Quia­ca en Ar­gen­ti­na don­de tra­ba­ja­ba, es­tu­dia­ba y se ini­cia­ba en el can­to fol­kló­ri­co. Bus­can­do me­jo­res opor­tu­ni­da­des más tar­de se mu­dó a la ciu­dad de Sal­ta, allí co­no­ció a Nelly, su es­po­sa, y po­co des­ pués se ca­sa­ron. En esa épo­ca los mi­sio­ne­ros lle­ga­ron al ho­gar de los Ar­ce y se con­vir­tie­ron a la Igle­sia. De­si­de­rio en­con­tró en El Li­bro de Mor­món un gran atrac­ti­vo de­bi­do a que se iden­ti­fi­ ca­ba con los la­ma­ni­tas por sus raí­ces abo­rí­ge­nes. Con las nue­vas pers­pec­ti­vas que le ge­ne­ró el evan­ge­lio, De­si­de­rio co­men­zó a pen­sar en lle­var la Igle­sia a sus fa­mi­lia­ res y a su pue­blo de Qui­ri­za. La in­quie­tud lle­gó al Pre­si­den­te de la Mi­sión Ro­nald Sto­ne, pe­ro fue su su­ce­sor, el Pre­si­den­te Ri­chard G. Scott quien lle­vó a ca­bo la idea. A fi­nes de 1965 el her­ma­no Ar­ce con­du­ce al Pre­si­den­te Scott y a los él­de­res Timothy Par­ker, Ro­bert To­ron­to y Ke­neth Wink­field en el lar­go y ac­ci­den­ta­do via­je a Qui­ri­za. El pue­blo te­nía una vi­da muy ac­ti­va de­bi­do a la ex­plo­ ta­ción mi­ne­ra en la zo­na, no ha­bía luz eléc­tri­ca, agua co­rrien­te o ser­vi­cios mé­di­cos per­ma­nen­tes. Muy pron­to los mi­sio­ne­ros en­con­tra­ron dos obs­tá­cu­los im­por­tan­tes, uno era que la gen­te no con­fia­ba en ellos por ser ex­tran­je­ros y se­gun­do no po­dían co­mu­ni­car­se muy bien de­bi­do a que la ma­yo­ría de la po­bla­ción ha­bla­ba el que­chua. El lla­ma­mien­to a la mi­sión Pa­ra 1967 De­si­de­rio ha­bía al­can­za­do su sue­ño de can­ tar fol­klo­re, in­te­gra­ndo el gru­po “Las vo­ces del Huay­ra”, de

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Desiderio Arce y su esposa Nelly (Salta, 2000)

La casa de Desiderio Arce en Quiriza donde se alojaron el Élder Kimball y el Presidente Scott durante sus visitas

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re­nom­bre na­cio­nal y ga­na­dor del fes­ti­val de Cos­quín en Cór­do­ ba, Ar­gen­ti­na. Es­ta era la opor­tu­ni­dad que ha­bía bus­ca­do to­da su vi­da. En esos días el Pre­si­den­te Ri­chard G. Scott le ex­ten­dió el lla­ ma­mien­to co­mo mi­sio­ne­ro con su fa­mi­lia pa­ra tra­ba­jar en Qui­ ri­za. De­si­de­rio re­la­tó lo si­guien­te: “Ha­blé con mis com­pa­ñe­ros del gru­po y les di­je que los acom­pa­ña­ría tres me­ses más y que lue­go, con mi es­po­sa nos iría­mos a Bo­li­via co­mo mi­sio­ne­ros. Ellos no cre­ye­ron que yo de­ja­ría de la­do las opor­tu­ni­da­des que se pre­sen­ta­ban en ese mo­men­to, una gi­ra por el país, di­ne­ro por con­tra­tos y es­pe­cial­men­te la opor­tu­ni­dad de con­se­guir pres­ti­gio y di­fu­sión.” Los Ar­ce acep­ta­ron el lla­ma­mien­to co­mo mi­sio­ne­ros y par­tie­ron de Sal­ta con sus tres hi­jos ha­cia Qui­ri­za; allí fue­ron una gran ayu­da pa­ra los otros mi­sio­ne­ros, con­tri­bu­ye­ron a que el pue­blo se abrie­ra a la Igle­sia y fa­ci­li­ta­ron la en­se­ñan­za en que­chua. Re­cor­dan­do una de las vi­si­tas del Pre­si­den­te Ri­chard G. Scott a Qui­ri­za, De­si­de­rio re­la­tó la si­guien­te ex­pe­rien­cia: “Tu­vi­ mos que ha­cer un via­je a ca­ba­llo a la ciu­dad de Tu­pi­za pa­ra ha­cer al­gu­nos arre­glos con las au­to­ri­da­des lo­ca­les de al­gu­nos asun­tos de la Igle­sia en Qui­ri­za. Sa­li­mos ca­bal­gan­do a las sie­te de la ma­ña­na y re­gre­sa­mos a la no­che. Re­cuer­do con gran sen­ti­ mien­to un co­men­ta­rio que me hi­zo el Pre­si­den­te Scott du­ran­te el via­je, ‘Él­der Ar­ce, yo soy in­ge­nie­ro nu­clear, he par­ti­ci­pa­do en el di­se­ño de la par­te eléc­tri­ca de los co­he­tes es­pa­cia­les, pe­ro nun­ca me sen­tí tan hu­mil­de y tan ben­de­ci­do co­mo hoy de po­der de­di­car­me a los asun­tos de los la­ma­ni­tas y de la Igle­sia, me sien­ to muy fe­liz, aun­que me due­le to­do el cuer­po’.” 1

1- Desiderio Arce, Historias Orales, Salta, 1998.

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Re­cuer­dos del él­der Scott Con es­tas pa­la­bras en la Con­fe­ren­cia Ge­ne­ral de abril de 2004, el Él­der Ri­chard G. Scott re­cor­dó su ex­pe­rien­cia en Qui­ri­za: “Una No­che­bue­na, ha­ce 37 años, ba­jo la luz de una lu­na lle­na, su­bí una pe­que­ña co­li­na de la apar­ta­da al­dea de Qui­ri­za, Bo­li­via. Cua­tro él­de­res jó­ve­nes y yo pa­sa­mos el día atra­ve­san­do un pa­so de mon­ta­ña por un pe­li­gro­so ca­mi­no. Des­ pués su­bi­mos pe­no­sa­men­te por el le­cho de un río pa­ra ver si las en­se­ñan­zas del Sal­va­dor ayu­dan a esa gen­te in­di­gen­te. Lo que vi­mos ese día fue de­sa­len­ta­dor: ni­ños des­nu­tri­dos, adul­tos sub­sis­tien­do con exi­guas co­se­chas, al­gu­nos de ellos con los ojos tur­bios co­mo con­se­cuen­cia de ha­ber bus­ca­do re­fu­gio en el al­co­hol y las dro­gas. Mi­ré ha­cia aba­jo, a la pe­que­ña y de­so­ la­da al­dea; un con­jun­to de ca­sas de ado­be con te­cho de pa­ja aba­ti­das por el in­hos­pi­ta­la­rio am­bien­te. La úni­ca evi­den­cia de vi­da eran un pe­rro la­dran­do en bus­ca de co­mi­da. Allí no ha­bía elec­tri­ci­dad, ni te­lé­fo­no, ni agua co­rrien­te, ni ca­mi­nos, ni sa­ni­ ta­rio apro­pia­do, ni mé­di­co. To­do pa­re­cía sin es­pe­ran­zas; sin em­bar­go, una ora­ción so­lem­ne con­fir­mó que de­bía­mos es­tar allí. En­con­tra­mos una gen­te hu­mil­de que acep­tó el evan­ge­lio res­tau­ra­do con la de­ter­mi­na­ción de vi­vir­lo. Lo hi­cie­ron ba­jo con­di­cio­nes di­fí­ci­les, don­de abun­da­ban la ex­tre­ma po­bre­za, el al­co­hol, las dro­gas, la bru­je­ría y la in­mo­ra­li­dad”. “Ba­jo la guía de mi­sio­ne­ros ex­cep­cio­na­les, la gen­te apren­dió a tra­ba­jar fuer­te pa­ra cul­ti­var los cam­pos; co­se­cha­ron ver­du­ras nu­tri­ti­vas y cria­ron co­ne­jos pa­ra ob­te­ner una pro­teí­na me­jor; pe­ro las me­jo­res lec­cio­nes las re­ci­bie­ron de los amo­ro­ sos mi­sio­ne­ros que les en­se­ña­ron de un Dios que los ama­ba, de un Sal­va­dor que dio Su vi­da pa­ra que ellos tu­vie­ran éxi­to.

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La capilla de Quiriza en la actualidad.

El interior de la capilla de Quiriza.

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La apa­rien­cia fí­si­ca de ellos co­men­zó a cam­biar y la luz de la ver­dad irra­dió de sus ros­tros fe­li­ces. Co­mo emi­sa­rios de­vo­tos y amo­ro­sos del Se­ñor, los mi­sio­ne­ros en­se­ña­ron con pa­cien­cia a una gen­te dis­pues­ta. Es­po­sas y esposos apren­die­ron a vi­vir en ar­mo­nía, a en­se­ñar la ver­dad a sus hi­jos, a orar y a sen­tir la guía del Es­pí­ri­tu. Vi a un pe­que­ño de seis años, que ha­bía ob­ser­va­do con aten­ción nues­tro pri­mer bau­tis­mo, re­pre­sen­tar con su pe­que­ ña her­ma­na lo que ha­bía vis­to. Con su­mo cui­da­do le aco­mo­dó las ma­nos, le­van­tó su bra­ci­to en es­cua­dra, mur­mu­ró al­gu­nas pa­la­bras y con gran cui­da­do la in­cli­nó ha­cia una de­pre­sión que ha­bía en la tie­rra en­du­re­ci­da por el sol; lue­go, la lle­vó has­ta una pie­dra don­de la con­fir­mó y fi­nal­men­te le dio la ma­no. Si se pu­do ha­cer en Qui­ri­za, Bo­li­via, se pue­de ha­cer en cual­quier la­do.” 2 La pri­me­ra ca­pi­lla En­tre dos­cien­tas y tres­cien­tas per­so­nas asis­tían a la igle­ sia en la pri­me­ra épo­ca de Qui­ri­za; muy pron­to los mi­sio­ne­ros co­men­za­ron a pen­sar en cons­truir una ca­pi­lla. La so­li­ci­tud de fon­dos fue pre­sen­ta­da en Salt La­ke City, pe­ro sien­do que aún no ha­bía miem­bros de la Igle­sia en el lu­gar, el pe­di­do fue ne­ga­do. Miem­bros y mi­sio­ne­ros si­guie­ron ade­lan­te con el pro­yec­to y co­men­za­ron a cons­truir la ca­pi­lla con los re­cur­sos lo­ca­les. Con mu­chos sa­cri­fi­cios y es­fuer­zos la pri­me­ra ca­pi­lla de Bo­li­via fue de­di­ca­da por el Pre­si­den­te Ri­chard G. Scott el 25 de ju­lio de 1969. Los mi­sio­ne­ros tra­ba­ja­ban en la cons­truc­ción y lue­go se de­di­ca­ban a la en­se­ña­za del evan­ge­lio a las fa­mi­lias. Du­ran­te la cons­truc­ción se pre­sen­ta­ron mu­chos de­sa­fíos; uno de ellos fue la co­lo­ca­ción de la vi­ga prin­ci­pal que sos­te­nía el te­cho. Ha­bían 2- Élder Richard G. Scott, Liahona, mayo de 2004, pág. 101.

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El Presidente Richard G. Scott y su familia de la Misión Argentina Norte (1967). Actualmente miembro del Quórum de los Doce Apóstoles

Los misioneros de Quiriza (1967)

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en­con­tra­do un ár­bol muy gran­de con cu­yo tron­co pre­pa­ra­ron la vi­ga que de­bía ser co­lo­ca­da en el pun­to más al­to del edi­fi­cio. El El­der Zwik, uno de los mi­sio­ne­ros re­la­tó lo si­guien­te: “La vi­ga es­ta­ba bien y pe­sa­ba bas­tan­te, co­lo­car­la en po­si­ción en el te­cho fue un gran de­sa­fío. No te­nía­mos una grúa o ma­qui­na­ria pa­ra ele­var­la, lo hi­ci­mos uti­li­zan­do la­zos de lla­ma. No te­nía­mos po­si­cio­nes so­bre la mu­ra­lla pa­ra po­der ele­var­la. Con unos 10 ó 12 la­zos lo­gra­mos ha­cer­lo y po­ner­la en po­si­ción, ¡eso fue un mi­la­gro! Mien­tras lo ha­cia­mos un la­zo que­dó suel­to y uno de los her­ma­nos ex­pre­só con to­da su fe ‘ese fue el la­zo del Se­ñor’.” 3 En 1999, ca­si cua­ren­ta años más tar­de del co­mien­zo de la Igle­sia en Qui­ri­za, la her­ma­na Isa­bel Mar­tí­nez con lá­gri­mas en sus ojos re­cor­dó aque­llas ex­pe­rien­cias: “Los mi­sio­ne­ros han tra­ba­ja­do y su­fri­do mu­cho en es­te pue­blo, re­cuer­do al her­ma­no De­si­de­rio quien hi­zo lle­gar la pa­la­bra del Se­ñor a es­te rin­cón. Re­cuer­do al Él­der Kim­ball y al Pre­si­den­te Scott. Nun­ca va­mos a ol­vi­dar lo que el Pre­si­den­te Scott ha he­cho, lo que ha tra­ba­ ja­do en es­te lu­gar. Los que es­ta­mos en es­te rin­cón siem­pre lo re­cor­da­mos en las ora­cio­nes”. “Los mi­sio­ne­ros nos pre­gun­ta­ban si que­ría­mos te­ner una ca­pi­lla y en­ton­ces nos de­cían que te­nía­mos que tra­ba­jar to­dos los días. Así que tra­ba­já­ba­mos has­ta el me­dio día aca­rrean­do adobes y agua y lue­go co­ci­ná­ba­mos pa­ra los mi­sio­ne­ros. Cuan­ do re­cuer­do esos mo­men­tos me vuelven mu­chos sen­ti­mien­tos que ten­go...”. 4 El her­ma­no Dió­ge­nes Mar­tí­nez, uno de los pri­me­ros con­ver­sos es qui­zás el sím­bo­lo de Qui­ri­za, al es­cu­char­lo se pue­de sen­tir la sen­ci­llez y fi­de­li­dad de un pio­ne­ro; él di­jo: “Mi bau­tis­mo fue una ex­pe­rien­cia muy her­mo­sa; yo me ha­bía arre­

3- Wi­lliams Craig Zwick, His­to­rias Ora­les, San­tia­go Chi­le, 1991. 4- Isa­bel Mar­tí­nez, His­to­rias Ora­les, Qui­ri­za, Bo­li­via, 1999.

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La hermana Isabel Martínez junto a su hija regresada de la misión (1999)

El hermano Diógenes Martínez con su nieto sobre uno de los cerros, al fondo el poblado de Quiriza el río San Juan de Oro (1999)

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pen­ti­do de mis pe­ca­dos y des­de en­ton­ces co­men­cé a ser­vir al Se­ñor has­ta es­te tiem­po en que he po­di­do asis­tir al Tem­plo del Pe­rú. Él me ha da­do la vi­da en este lu­gar y to­da­vía si­go en la Igle­sia”. 5 En su dis­cur­so de la Con­fe­ren­cia Ge­ne­ral de abril de 2004, el Él­der Ri­chard G. Scott ex­pre­só: “La ju­ven­tud apren­dió con más ra­pi­dez. Fue­ron obe­dien­tes an­te la luz de la ver­dad que les en­se­ña­ron los mi­sio­ne­ros y, me­dian­te la fe y la obe­dien­ cia, en una so­la ge­ne­ra­ción, al­gu­nos jó­ve­nes que se bau­ti­za­ron en una al­dea su­pe­ra­ron un fu­tu­ro que pa­re­cía sin es­pe­ran­za. Al­gu­nos fue­ron mi­sio­ne­ros, se gra­dua­ron de uni­ver­si­da­des y se se­lla­ron en el tem­plo, y por me­dio de la di­li­gen­cia y la obe­ dien­cia, en­con­tra­ron pro­pó­si­to y éxi­to en la vi­da a pe­sar de un am­bien­te que ha­bía si­do fí­si­ca­men­te du­ro y lle­no de mal­dad.” 6

El sig­ni­fi­ca­do de Qui­ri­za Con la de­sa­pa­ri­ción de la ac­ti­vi­dad mi­ne­ra gran par­te de la pa­bla­ción emi­gró, mu­chos miem­bros de la Igle­sia tam­bién lo hi­cie­ron. La ra­ma se fue des­po­blan­do con el trans­cur­so de los años, va­rias fa­mi­lias de Qui­ri­za per­ma­ne­cie­ron ac­ti­vos y fie­les en otros lu­ga­res. No en­con­tra­mos en la his­to­ria de es­ta ra­ma una gran pro­yec­ción de cre­ci­mien­to, no hay he­chos so­bre­sa­lien­tes pa­ra des­ta­car, aún si­gue sien­do una pe­que­ña uni­dad en un lu­gar apar­ ta­do. Sin em­bar­go, Qui­ri­za y su gen­te ha to­ca­do el co­ra­zón y la vi­da de mu­chas per­so­nas miem­bros lo­ca­les y mi­sio­ne­ros.

En la his­to­ria de la Igle­sia hay mu­chas “Qui­ri­za”, qui­zás

5- Dió­ge­nes Mar­tí­nez, Historias Orales, Qui­ri­za, Bo­li­via, 1999. 6- Lia­ho­na, ma­yo de 2004, pá­gi­na 102.

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po­dría­mos re­cor­dar el Cam­po de Sión cuan­do el Se­ñor man­dó a un gru­po de her­ma­nos en Kir­tland via­jar a Mi­ssou­ri pa­ra re­cu­ pe­rar los te­rre­nos usur­pa­dos a los miem­bros de la Igle­sia. Fue un via­je lle­no de di­fi­cul­ta­des, sa­cri­fi­cios y pe­nas y no al­can­za­ ron el pro­pó­si­to por el cual fue­ron en­via­dos. Sin em­bar­go, de ese gru­po sa­lie­ron mu­chos de los lí­de­res de la Igle­sia que más tar­de con­du­ci­rían el éxo­do al oes­te y pre­si­di­rían la Igle­sia; esa re­sul­tó ser una ex­pe­rien­cia pre­pa­ra­to­ria. La ra­ma de Qui­ri­za tra­jo el evan­ge­lio a mu­chas fa­mi­ lias la­ma­ni­tas que aún per­ma­ne­cen en la Igle­sia, pe­ro tam­bién los mi­sio­ne­ros que allí tra­ba­ja­ron con to­da su “al­ma, men­te y fuer­za” apren­die­ron a amar a las per­so­nas tal co­mo son, más allá de las di­fe­ren­cias cul­tu­ra­les, más allá de las co­mo­di­da­des que go­za­ban en sus ho­ga­res. Los la­zos afec­ti­vos que sur­gie­ron en­tre miem­bros y los mi­sio­ne­ros per­ma­ne­cen has­ta hoy, co­mo si cua­ren­ta años no hu­bie­sen pa­sa­do. Tres de los her­ma­nos que tra­ba­ja­ron en Qui­ri­za, años más tar­de, fue­ron lla­ma­dos a ser­vir co­mo Au­to­ri­da­des Ge­ne­ ra­les, ellos son el Él­der Ri­chard G. Scott del Con­se­jo de los Do­ce Após­to­les y los él­de­res Wi­lliam Craig Zwick y An­drew W. Pe­ter­son de los Quó­ru­mes de Se­ten­ta. Ellos apren­die­ron a co­no­cer la fe sim­ple de los cam­pe­si­ nos y los es­fuer­zos que ellos hicieron pa­ra in­cor­po­rar el evan­ge­ lio a sus vi­das. Apren­die­ron acer­ca de la po­bre­za, apren­die­ron a de­sa­rro­llar el amor pu­ro de Cris­to co­mo vín­cu­lo de her­man­dad. Qui­ri­za to­có el co­ra­zón de mu­chas per­so­nas y ha si­do una fuen­ te de ins­pi­ra­ción en sus vi­das.

Ca­pí­tu­lo Seis

MISIONES Y MISIONEROS En los paí­ses co­mo Bo­li­via don­de la Igle­sia se ha es­ta­ ble­ci­do ha­ce un tiempo re­la­ti­vamente cor­to, los mi­sio­ne­ros ocu­ pan un lu­gar pre­pon­de­ran­te en la me­mo­ria y los sen­ti­mien­tos de los miem­bros. La ma­yo­ría son con­ver­sos re­cien­tes; la pri­me­ra o la se­gun­da ge­ne­ra­ción en la Igle­sia, en al­gu­nos ca­sos son ter­ce­ ra o cuar­ta. Es­to sig­ni­fi­ca que la vi­da de la fa­mi­lia en la Igle­sia co­men­zó con la pre­di­ca­ción de dos mi­sio­ne­ros o dos her­ma­nas mi­sio­ne­ras y és­tos es­tán muy pre­sen­tes en sus re­cuer­dos. Ca­si no hay con­ver­so que no ha­ble con emo­ción y agra­ de­ci­mien­to de "sus mi­sio­ne­ros", mu­chos de ellos en­ter­ne­cen su co­ra­zón cuan­do re­cuer­dan aque­llos dias en que bus­ca­ban la ver­dad con la guía de dos mi­sio­ne­ros. Po­cas ve­ces ha­bla­mos de la re­la­ción en­tre mi­sio­ne­ros y con­ver­sos des­pués del bau­tis­mo. He­mos de re­co­no­cer que la obra de un mi­sio­ne­ro, con la guía del Es­pí­ri­tu San­to tie­ne una pro­yec­ción eter­na e in­me­nsurable. Po­dría­mos re­cor­dar un pa­sa­ je de las Es­cri­tu­ra que se re­fie­re a es­ta re­la­ción en­tre el mi­sio­ ne­ro y los con­ver­sos: "Así que, sois lla­ma­dos a pro­cla­mar el arre­pen­ti­mien­to a es­te pue­blo. Y si acon­te­cie­re que tra­ba­jáis to­dos vues­tros días pro­cla­man­do el evan­ge­lio a es­te pue­blo y me traéis aun­que fue­

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re una so­la al­ma, cuán gran­de se­rá vues­tro go­zo con ella en el Rei­no de mi Pa­dre". 1 Es­tas pa­la­bras nos re­cuer­dan que la re­la­ción que se crea en­tre el mi­sio­ne­ro y el con­ver­so, tras­cien­de es­ta vi­da y las po­de­ mos unir a lo que di­ce en Doc­tri­na y Con­ve­nios en la sec­ción 130, el se­gun­do ver­sí­cu­lo: "y la mis­ma so­cia­bi­li­dad que exis­te en­tre no­so­tros aquí, exis­ti­rá en­tre no­so­tros allá; pe­ro la acom­pa­ ña­ra una glo­ria eter­na que aho­ra no co­no­ce­mos". Mi­les de pá­gi­nas po­drían ser es­cri­tas con re­la­tos de mi­sio­ne­ros y con­ver­sos, to­das in­te­re­san­tes, to­das edi­fi­can­tes, sin embargo, solo to­ma­re­mos al­gu­nas de mi­sio­ne­ros en Bo­li­via co­mo sím­bo­lo de la gran obra de pre­di­ca­ción del evan­ge­lio en es­ta na­ción. El ori­gen de los mi­sio­ne­ros que han pre­di­ca­do en Bo­li­ via es muy di­ver­so; en los años se­sen­ta, o sea en el co­mien­zo, la ma­yo­ría eran nor­tea­me­ri­ca­nos que por­ta­ban to­da la ex­pe­rien­cia de ha­ber na­ci­do en la cu­na de la Igle­sia. Ya en esa épo­ca co­men­ za­ban a lle­gar tam­bién mi­sio­ne­ros de otros paí­ses de Su­da­mé­ri­ ca que apor­ta­ban una ma­yor com­pren­sión de la gen­te y cul­tu­ra lo­cal y tam­bién el en­tu­sias­mo de ser con­ver­sos re­cien­tes. A fi­nes de los se­ten­ta y co­mien­zo de los ochen­ta hu­bo un gran nú­me­ro de mi­sio­ne­ros bo­li­via­nos. La agi­ta­ción so­cial y po­lí­ti­ca ge­ne­ró in­se­gu­ri­dad y muy po­cos mi­sio­ne­ros nor­tea­me­ri­ca­nos eran lla­ma­dos a Bo­li­via, es­to con­tri­bu­yó al au­men­to del nú­me­ro de los mi­sio­ne­ros lo­ca­les. En­tre los que han pre­di­ca­do el evan­ge­lio en Bo­li­via, de­be­mos con­tar a los pre­si­den­tes de mi­sión, her­ma­nos con ex­pe­rien­cia en la Igle­sia, acom­pa­ña­dos por sus fa­mi­lias, lla­ma­ dos por tres años pa­ra di­ri­gir la obra mi­sio­nal. Tam­bién son 1- Doctrina y Convenios 18:14-15.

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per­so­nas ab­ne­ga­das y fie­les que du­ran­te tres años aban­do­na­ban por com­ple­to sus vi­das pri­va­das, ne­go­cios y pro­fe­sio­nes pa­ra ser­vir. La formación del liderazgo local En los pe­río­dos pre­vios a la or­ga­ni­za­ción de las es­ta­cas los pre­si­den­tes tie­nen un rol fun­da­men­tal en la for­ma­ción del li­de­raz­go lo­cal. El her­ma­no Jor­ge Lea­ño es un de los her­ma­ nos bo­li­via­nos con ma­yor ex­pe­rien­cia de li­de­raz­go; él ex­pre­só lo si­guien­te acer­ca de la in­fluen­cia de los otros lí­de­res en su vi­da: "Re­cuer­do muy bien la or­ga­ni­za­ción de las Me­sas Di­rec­ ti­vas de la Mi­sión, tan­to pa­ra la ju­ven­tud co­mo el Sa­cer­do­cio y la So­cie­dad de So­co­rro. Es­tas me­sas es­ta­ban in­te­gra­das por miem­bros bo­li­via­nos que via­já­ba­mos a las di­fe­ren­tes ciu­da­des, a ve­ces jun­to con la pre­si­den­cia de la Mi­sión, a ve­ces so­los. Así trans­mi­tía­mos los men­sa­jes y los pro­gra­mas y ac­ti­vi­da­des de la Mi­sión. Fue una épo­ca muy in­te­re­san­te pues no­so­tros los que tra­ba­já­ba­mos con esas me­sas, fui­mos los más be­ne­fi­cia­dos en apren­der y co­no­cer me­jor co­mo era el ma­ne­jo de la Igle­sia". "Una de las in­fluen­cias for­ma­do­ras más im­por­tan­tes que yo sen­tí fue me­dian­te la re­la­ción con los pre­si­den­tes de mi­sión y los re­pre­sen­tar­se re­gio­na­les y otros líde­res, que yo tu­ve; fue­ ron per­so­nas ex­ce­len­tes. Vie­ne a mi me­mo­ria el Pre­si­den­te Eu­ge­ne Hill quien fue pre­si­den­te de la Mi­sión Bo­li­via, La Paz. Era un hom­bre tan in­te­re­sa­do en la gen­te, siem­pre dis­pues­to a dar su tiem­po, sus ta­len­tos y to­do lo que él te­nía. Era un ejem­ plo pa­ra no­so­tros que to­da­vía no ha­bía­mos en­ten­di­do bien lo que sig­ni­fi­ca­ba ser un miem­bro con­ver­so de la Igle­sia. Apren­dí mu­cho del Pre­si­den­te Hill, por ejem­plo có­mo ha­cer una bue­na

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Jorge Leaño, uno de los hombres de mayor experiencia de liderazgo de la Iglesia en Bolivia

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en­tre­vis­ta, es­cu­char más que ha­blar, in­te­re­sar­me por ca­da uno de los de­ta­lles de lo que es­cu­chaba. Apren­dí es­tas co­sas sin que me las di­je­ra, si­no que me en­se­ña­ba la for­ma en que él me entrevistaba. Por ejem­plo, me pre­gun­tó si yo es­ta­ba le­yen­do las Es­cri­tu­ras y yo le di­je, ‘No, no ten­go un mé­to­do, no sé có­mo’ y él me di­jo ‘ma­ña­na mis­mo nos va­mos a reu­nir pa­ra es­tu­diar las Es­cri­tu­ras.’ A mí me pa­re­cía ex­traor­di­na­rio que un hom­bre tan ocu­pa­do se pu­die­se dar tiem­po pa­ra en­se­ñar­me a leer las Es­cri­ tu­ras. En­ton­ces, acu­dí a la ci­ta, nos reu­ni­mos a las sie­te de la ma­ña­na y estuvimos una ho­ra con­ver­san­do, le­yen­do las Es­cri­ tu­ras juntos; me en­se­ñó co­mo ha­cer­lo, era un gran es­tu­dio­so de las Es­cri­tu­ras." "Otros re­cuer­dos que ten­go de la in­fluen­cia del li­de­raz­ go en mi vi­da fue con el Él­der Spen­cer W. Kim­ball. Yo via­jé a Co­cha­bam­ba por al­gu­na ra­zón de mi trabajo y asis­tí a una reu­ nión en la ra­ma don­de el Él­der Kim­ball es­ta­ba pre­sen­te pa­ra dar un men­sa­je. No re­cuer­do bien lo que nos ha­bló en esa oca­sión. Sí re­cue­rdo que mos­tró su apre­cio en for­ma muy es­pe­cial ha­cia los miem­bros que re­cién se ha­bían bau­ti­za­do. Al tér­mi­no de la reu­nión me acer­qué pa­ra sa­lu­dar­lo y me pre­gun­tó mi nom­bre y cuán­do me ha­bía bau­ti­za­do. Le di­je que ha­cía dos me­ses. En ese mo­men­to me abra­zó, me abra­zó y ¡me le­van­tó en el ai­re! Fue al­go muy per­so­nal de par­te de él, me sor­pren­dió y me agra­ dó mu­cho; le­van­tar­me en el ai­re, só­lo por de­cir­le mi nom­bre y cuán­do me ha­bía bau­ti­za­do; ni si­quie­ra per­te­ne­cía a esa ra­ma." "Otra mues­tra de la in­fluen­cia del Pre­si­den­te Kim­ball la tu­ve mu­chos años más tar­de en una con­fe­ren­cia de Área en La Paz. Yo via­jé con mi es­po­sa des­de Va­lle­gran­de don­de vi­vía, fue una ex­pe­rien­cia ma­ra­vi­llo­sa. Aun­que el Pro­fe­ta no te­nía mu­cho tiem­po pi­dió po­der dar­le la ma­no a ca­da uno de los pre­sen­tes. Hi­ci­mos una lar­ga fi­la pa­ra po­der dar­le la ma­no, fue una ex­pe­rien­cia her­mo­sa, to­dos sa­li­mos se­gu­ros que ha­bía­

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mos es­ta­do con un pro­fe­ta. Fue no­ta­ble la ex­pe­rien­cia con mi her­ma­na quien no es miem­bro de la Igle­sia, ella nos acom­pa­ñó a la con­fe­ren­cia; cuan­do él in­gre­só al es­tra­do to­dos es­tá­ba­mos emo­cio­na­dos, vi a mi her­ma­na lle­var sus ma­nos a los ojos pa­ra se­car sus lá­gri­mas". 2 Carlos L. Pedraja, el primer misionero boliviano Car­los L. Pe­dra­ja es uno de los miem­bros de Bo­li­via que cre­ció jun­to con la Igle­sia, ha si­do tes­ti­go y par­ti­ci­pan­te de ca­si to­da su his­to­ria. Un hom­bre si­len­cio­so que ha te­ni­do la vir­tud de es­tar siem­pre dis­pues­to a ser­vir don­de y cuan­do fue­se lla­ ma­do. El re­cor­dó la épo­ca en que fue lla­ma­do co­mo mi­sio­ne­ro así: "Mi pre­si­den­te de ra­ma era el her­ma­no Ne­well K. Jud­kins y des­de el co­mien­zo me ha­bló de dos co­sas: sa­lir a la mi­sión y lue­go ca­sar­me al­gún día en el tem­plo. Así na­ció en mí la idea de ser un mi­sio­ne­ro. En esa épo­ca to­do el tiem­po sa­lía­mos con los mi­sio­ne­ros co­mo com­pa­ñe­ros lo­ca­les; te­nía­mos el es­pí­ri­tu mi­sio­nal. Sin em­bar­go, en un prin­ci­pio yo no pen­sa­ba que po­día sa­lir a la mi­sión, pues to­dos los que yo veía eran nor­tea­me­ri­ca­ nos, des­pués lle­gué a co­no­cer tres mi­sio­ne­ros la­ti­nos." "Un día el Pre­si­den­te Jud­kins me lla­mó y me di­jo: ‘va­mos a lle­nar los pa­pe­les’. Po­co des­pués vi­no de vi­si­ta el Él­der Spen­cer W. Kim­ball y el Pre­si­den­te Jud­kins le in­for­mó que me es­ta­ba pre­pa­ran­do pa­ra la mi­sión. El Él­der Kim­ball me en­tre­vis­tó y me di­jo que me pre­pa­ra­ra pues el Se­ñor que­ría que yo saliera a la mi­sión; eso fue una in­yec­ción fan­tás­ti­ca. El pre­ si­den­te Jud­kins en­vió mis pa­pe­les y pa­só un año y no tu­vi­mos más no­ti­cias. Cuan­do es­tá­ba­mos lle­gan­do al se­gun­do año de es­pe­ra co­men­cé a ha­cer pla­nes pa­ra ir­me a es­tu­diar a Co­lom­bia. Cuan­do le co­mu­ni­qué es­to al Pre­si­den­te Jud­kins él se preo­cu­pó 2- Jor­ge Lea­ño, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 5 de abril de 2004.

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Carlos L. Pedraja, el primer misionero boliviano (1968)

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mu­cho y me di­jo que no sa­bía la ra­zón de la de­mo­ra. Aun­que en esa épo­ca era to­tal­men­te inu­sual, lla­mó un día domingo por ra­dio a La­go Sa­la­do y cuan­do me­nos lo pen­sa­ba me lle­gó un te­le­gra­ma que de­cía "el jue­ves de­be pre­sen­tar­se en Are­qui­pa, Pe­rú". En el po­co tiem­po que te­nía con­se­guí unas ma­le­tas, y des­pués de una es­pe­ra de dos años, sa­lí a la mi­sión". "Pri­me­ra­men­te fui asig­na­do a Are­qui­pa en Pe­rú, lue­go me cam­bia­ron a Tac­na, lue­go Cuz­co por un cor­to tiem­po, des­ pués me en­via­ron a Ari­ca en Chi­le, fi­nal­men­te me pi­die­ron que re­gre­sa a La Paz, Bo­li­via". "En La Paz tu­ve una lin­da ex­pe­rien­cia for­man­do par­te de un cuar­te­to mu­si­cal de mi­sio­ne­ros. Con el cuar­te­to can­tá­ba­mos rock and rol y tam­bién fol­klo­re de Pe­rú, Chi­le y Bo­li­via. Aún no en­tien­do co­mo lo­grá­ba­mos com­bi­nar to­dos, pe­ro ac­tua­mos en to­da la mi­sión, con­tá­ba­mos chis­tes, con­tá­ba­mos anéc­do­tas, hacíamos un show y a la gen­te le gus­ta­ba. Ac­tuá­ba­mos en ca­da or­fa­na­to y hos­pi­tal, en ra­dios, si en la ciu­dad ha­bía un ca­nal, lo ha­cía­mos en te­le­vi­sión. Tam­bién ac­tuá­ba­mos en las ra­mas y los miem­bros ayu­da­ban re­par­tien­do fo­lle­tos. Gra­ba­mos un dis­co que fue ven­di­do co­mer­cial­men­te por el pro­duc­to, nues­tra par­te de las ga­nan­cias fue des­ti­na­da al fon­do pro-ca­pi­lla aun­que aún no te­nía­mos ni un te­rre­no ni un pro­yec­to de cons­ti­tu­ción en Bo­li­via. Hoy los mi­sio­ne­ros no rea­li­zan es­te ti­po de ac­ti­vi­da­des; ca­da épo­ca tie­ne su en­fo­que y tu­vi­mos mu­chí­si­mos bau­tis­mos a cau­sa del con­jun­to. Fi­na­li­zá­ba­mos mues­tras ac­tua­cio­nes con al­go es­pi­ri­tual can­tá­ba­mos "Soy un Hi­jo de Dios" con­tá­ba­mos Es­cri­tu­ras y la gen­te sen­tía un es­pí­ri­tu di­fe­ren­te". 3

3- Car­los L. Pe­dra­ja, His­to­rias Ora­les, La Paz, 6 de fe­bre­ro de 2004

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Los primeros misioneros locales Las cir­cuns­tan­cias y pro­ce­di­mien­tos me­dian­te los cua­les los pri­me­ros mi­sio­ne­ros sa­lie­ron a ser­vir son muy di­fe­ren­tes al pre­sen­te. En las pri­me­ras dé­ca­das de la Igle­sia en Bo­li­via eran muy po­cos los jó­ve­nes lla­ma­dos lo­cal­men­te. De he­cho, eran muy po­cos los que com­pren­dían la im­por­tan­cia de ser­vir co­mo mi­sio­ne­ros, aún los lí­de­res lo­ca­les no com­pren­dían la im­por­ tan­cia de que los jó­ve­nes se pre­pa­ra­ran pa­ra ser mi­sio­ne­ros. El im­pul­so y la mo­ti­va­ción pro­ve­nían de los mi­sio­ne­ros nor­tea­ me­ri­ca­nos que con su ejem­plo y pa­la­bra mo­ti­va­ban a al­gu­nos jó­ve­nes. Los pre­si­den­tes de mi­sión cuan­do iden­ti­fi­ca­ban a un jo­ven lo de­sa­fia­ban y pre­pa­ra­ban pa­ra ser mi­sio­ne­ros. De es­ta ma­ne­ra mu­chos jó­ve­nes que pos­te­rior­men­te ocu­pa­ron po­si­cio­ nes de li­de­raz­go nun­ca re­ci­bie­ron la in­vi­ta­ción de los líde­res a ser­vir co­mo mi­sio­ne­ros. El her­ma­no Re­né J. Ca­bre­ra tu­vo la opor­tu­ni­dad de ser­vir co­mo pre­si­den­te de Mi­sión en Li­ma, Pe­rú en­tre 1993 y 1996. Sin em­bar­go no fue lla­ma­do a ser­vir co­mo mi­sio­ne­ro en su ju­ven­tud, él ex­pre­só lo si­guien­te: "En esa par­te de mi vi­da yo te­nía un com­pro­mi­so con la uni­ver­si­dad y a su vez es­ta­ba abier­to a re­ci­bir la in­vi­ta­ción del Se­ñor pa­ra ser­vir una mi­sión, aun con­ta­ba con los me­dios pa­ra ha­cer­lo. Me pa­re­cía en aquel en­ton­ces que to­dos los mi­sio­ne­ros te­nían que ser nor­tea­me­ri­ca­ nos o que ha­bía al­gún ti­po de an­ti­güe­dad o re­qui­si­tos o pre­pa­ ra­ción que yo no te­nía. Aho­ra con el mo­des­to co­no­ci­mien­to que ten­go he de­ci­di­do que si el Se­ñor lo de­sea yo es­ta­ré dis­pues­to siem­pre. Con mi ama­da es­po­sa te­ne­mos la me­ta que cuan­do ya no ten­ga­mos res­pon­sa­bi­li­da­des di­rec­tas con nues­tras dos hi­jas y si el Se­ñor nos lla­ma sal­dre­mos a cum­plir una mi­sión de tiem­po com­ple­to". 4

4- Re­né Juan Ca­bre­ra Ba­lan­za, La Paz, His­to­rias Ora­les, La Paz, 5 de fe­bre­ro de 2004

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Los jó­ve­nes lo­ca­les que re­ci­bían un lla­ma­mien­to pa­ra sa­lir a la mi­sión te­nían mu­chos de­sa­fíos, es­pe­cial­men­te en la pre­pa­ra­ción es­pi­ri­tual y el apo­yo fa­mi­liar. Nin­gu­no ha­bía te­ni­do la opor­tu­ni­dad de asis­tir al Tem­plo pa­ra re­ci­bir las or­de­nan­zas, du­ran­te los años se­sen­ta y la pri­me­ra par­te de los se­ten­ta tam­ po­co ha­bían par­ti­ci­pa­do en Se­mi­na­rios e Ins­ti­tu­to pa­ra re­for­zar la pre­pa­ra­ción. A es­tos de­sa­fíos de­be­mos agre­gar­le que un buen nú­me­ro de ellos eran los úni­cos miem­bros de la Igle­sia en sus fa­mi­lias. Sin em­bar­go, mu­chos acep­ta­ron el lla­ma­mien­to de ser mi­sio­ne­ros. El her­ma­no Car­los L. Pe­dra­ja pre­pa­ró una lis­ta de los pri­me­ros mi­sio­ne­ros y hoy da­mos re­co­no­ci­mien­to y ho­nor a aque­llos jó­ve­nes. Primeros misioneros bolivianos Nombre

Rama

Fecha

Misión

Carlos L. Pedraja Enrique Mansilla Eduardo Sanabria Nory Ishigaki Martha Taborga Héctor Alarcón Luis García Raúl García Lilian Guzmán Luisa Vargas Mary Lizarazu Isidro Reynoso AbdonVargas Ángel Cosicanqui Guisela Terrazas Gloria Montaño Jamie Rex Juan C. Medrano

Cochabamba Cochabamba La Paz 9 Santa Cruz 2 Oruro La Paz 10 La Paz 1 La Paz 1 Camiri Cochabamba 1 Cochabamba 2 La Paz 10 Santa Cruz 2 La Paz 6 Santa Cruz 1 Vallegrande La Paz 11 La Paz 9

14 de agosto 1968 6 de septiembre 1968 13 de marzo 1970 3 de junio 1970 31 de agosto 1970 26 de septiembre 1970 26 de septiembre 1970 9 de octubre 1970 3 de febrero 1971 30 de marzo 1971 8 de mayo 1971 10 de mayo 1971 26 de mayo 1971 7 de junio 1971 30 de diciembre 1971 8 de marzo 1972 10 de marzo 1972 28 de diciembre 1972

Andina Sur Andina Andina Brasil Ecuador Chile Chile Perú Argentina Perú Perú Arg. Norte Arg. Norte Ecuador Brasil Centro Colombia España Colombia

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Martha Taborga, la primera hermana misionera Mart­ha Ta­bor­ga de la ciu­dad de Oru­ro fue la pri­me­ra her­ma­na bo­li­via­na lla­ma­da a ser­vir co­mo mi­sio­ne­ra en el ex­te­ rior. Se bau­ti­zó en fe­bre­ro de 1996 y sir­vió en la Mi­sión Ecua­ dor en­tre 1970 y 1972. La her­ma­na Ta­bor­ga hi­zo la si­guien­te des­crip­ción de su lla­ma­mien­to co­mo mi­sio­ne­ra: "En esa épo­ca ha­bía un gru­po de mi­sio­ne­ros muy co­no­ci­dos en Bo­li­via que se ves­tían con ro­pas tí­pi­cas del país y así lo­gra­ban atraer a las per­so­nas a co­no­cer la Igle­sia. Yo co­men­cé a ver la ne­ce­si­dad de que hu­bie­se más mi­sio­ne­ros lo­ca­les ya que to­dos eran nor­tea­me­ri­ca­nos, que so­lo co­no­cían las char­las y las Es­cri­tu­ras y no po­dían am­pliar los te­mas. En­ton­ces me pro­pu­se ser­vir co­mo mi­sio­ne­ra. Me ani­mé y ha­blé con el her­ma­no Go­ver Ríos, quien era el pre­si­den­te de la ra­ma, él tam­bién me dio áni­mo. Yo sa­bía que el pri­mer mi­sio­ ne­ro bo­li­via­no ha­bía si­do Car­los Pe­dra­ja y me en­tu­sias­ma­ba la idea de ser la pri­me­ra her­ma­na en sa­lir." "Des­pués que re­ci­bí el lla­ma­mien­to sen­tí la gran res­pon­ sa­bi­li­dad, pues sa­bía que si lo ha­cía bien, mu­chas her­ma­nas sal­drían tras de mí. Yo de­bía abrir ese ca­mi­no. En esa épo­ca pen­sá­ba­mos que la mi­sión era un pri­vi­le­gio de los va­ro­nes." La her­ma­na Ta­bor­ga sir­vió fiel­men­te en Ecua­dor; tra­ ba­jó en Qui­to, Ota­va­lo e Iba­rra en una épo­ca pio­ne­ra ya que la Igle­sia ha­bía co­men­za­do ha­cía ape­nas cua­tro años en ese país. Fue una mi­sio­ne­ra des­ta­ca­da por su fuer­za y ac­ti­vi­dad, una pe­que­ña anéc­do­ta re­fle­ja su ca­rác­ter y de­ci­sión: "Con mi com­ pa­ñe­ra asis­ti­mos a un ser­vi­cio re­li­gio­so de otra Igle­sia don­de el sa­cer­dor­te so­lía ha­blar muy mal de la Igle­sia. Co­men­zó a de­cir que ado­rá­ba­mos a Jo­sé Smith, que no creía­mos en Je­su­cris­to,

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Martha Taborga, misionera en Ecuador junto a una de sus compañeras, Berta Bakulsky (1972)

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que Mo­ro­ni era otro de nues­tros dio­ses y otras afir­ma­cio­nes fal­ sas. Me pu­se de pie y le di­je "si me per­mi­te, no­so­tros cree­mos en Dios, cree­mos en Je­su­cris­to, cree­mos que hoy hay pro­fe­tas que re­ci­ben re­ve­la­ción y ofre­cí mi tes­ti­mo­nio. El sa­cer­do­te se que­dó en si­len­cio y no­so­tras, pa­ra no ge­ne­rar una si­tua­ción ten­ sa nos re­ti­ra­mos de la reu­nión." 5 Des­pués de la mi­sión, Mart­ha se ca­só con Freddy Ter­ce­ ros Ver­ga­ra y tu­vie­ron cin­co hi­jos: Freddy, Mar­ce­la, Ale­jan­dra, Car­la y Pa­tri­cia. Con­ti­nuó sir­vien­do en la Igle­sia, en los años 70 fue pre­si­den­ta de la Pri­ma­ria del dis­tri­to y en los 90 pre­si­den­ta de la So­cie­dad de So­co­rro de la Es­ta­ca. Las misiones en Bolivia Bo­li­via for­mó par­te de la Mi­sión An­di­na des­de el co­mien­zo de la obra. En 1964, lue­go se for­mó la Mi­sión An­di­na Sur con se­de en La Paz y con pre­si­den­te Fran­klin Kay Gib­son. En 1969 se trans­for­mó en la Mi­sión Bo­li­via y el 20 de ju­nio de 1974 pa­só a lla­mar­se la Mi­sión Bo­li­via la Paz. El 1º de fe­bre­ro de 1982 fue trans­fe­ri­da a Co­cha­bam­ba pa­ra lla­mar­se Mi­sión Bo­li­via Co­cha­bam­ba. El 8 de ene­ro de 1988 fue reor­ga­ni­za­da co­mo Mi­sión Bo­li­via La Paz con la pre­si­den­cia de Ste­ve Rich Wright. La Mi­sión Bo­li­via San­ta Cruz fue or­ga­ni­za­da el 1 de ju­lio de 1977 con el pre­si­den­te De Ve­re R. McA­llis­ter. Más tar­ de, el 1º de fe­bre­ro de 1982 fue trans­fe­ri­da a la Mi­sión Bo­li­via Co­cha­bam­ba y el 1º de ju­lio de 1998 fue reor­ga­ni­za­da con la Pre­si­den­cia de Wil­ford Shum­way.

5- Martha Taborga, Historias Orales, Oruro, 1º de febrero de 2004

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El Presidente Franklin Key Gibson y su familia. Misión Andina Sur, 1966

El Presidente Carlos L. Pedraja y su esposa Amalia Pintos. Misión Argentina Salta, 1996

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La Mi­sión Co­cha­bam­ba se or­ga­ni­zó el 1º de fe­bre­ro de 1982 y ha con­ti­nua­do en for­ma inin­te­rrum­pi­da has­ta el pre­sen­te. Los presidentes de misión En la ac­tua­li­dad la ma­yo­ría de los miem­bros vi­ven en la ju­ris­dic­ción de una es­ta­ca y por tan­to no tie­nen con­tac­to per­ma­nen­te con los pre­si­den­tes de mi­sión. Sin em­bar­go, en la pri­me­ra épo­ca, an­tes de or­ga­ni­zar­se las es­ta­cas el pre­si­den­te de la mi­sión te­nía un rol cen­tral en la ac­ti­vi­dad de la Igle­sia. To­dos los asun­tos de la Igle­sia es­ta­ban ba­jo su res­pon­sa­bi­li­dad. Así los pri­me­ros pre­si­den­tes son re­cor­da­dos con mu­cho sen­ti­mien­to por los miem­bros de la pri­me­ra épo­ca. Sin em­bar­go, en to­das las épo­cas los pre­si­den­tes de misión con­du­jeron a los mi­sio­ne­ ros, y su obra tie­ne pro­yec­cio­nes de gran sig­ni­fi­ca­do eter­no. Hoy qui­zás no re­cor­de­mos a mu­chos de ellos, sin em­bar­go, su obra ins­pi­ra­da y si­len­cio­sa a afec­ta­do las vi­das de mi­les de per­ so­nas. Hoy los re­cor­da­mos y re­co­no­ce­mos co­mo ver­da­de­ros pre­cur­so­res de la obra de Dios en la na­ción de Bo­li­via y pio­ne­ ros de Igle­sia. Presidentes de Misión en Bolivia 6 Nombre Sterlyng Nicolaysen J. Avril Jesperson Richard G. Scott Franklin K. Gibson

Misión Andina Andina Argentina Norte Andina Sur

Años de servicio 1962-1965 1965-1968 1965-1969 1966-1969

6- Historia de la Iglesia en Bolivia, Carlos L. Pedraja

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Nombre N. Keith Roberts Keith R. Allred De Vere R. McAllister R. Chase Allred Eugene Hill George B. Allen John Maestas Alfredo Meijome Melvin A. Hammond Harrel A. Fallis Steven W. Right Joseph W. Cook Heber Omar Díaz Roberto Rubio Erwin Bimbaumer Thimoty Parker Antonio Rolando Oyoca Douglas W. Shumway Daniel A. Moreno Gordon Wilson Don R. Clarke Terrance Stephan Drake Terry Frank Calton

Misión Bolivia Bolivia Bolivia, Santa Cruz La Paz, Santa Cruz La Paz, Santa Cruz Santa Cruz La Paz Santa Cruz, Cochabamba Cochabamba Cochabamba La Paz Cochabamba La Paz Cochabamba La Paz Cochabamba La Paz Santa Cruz Cochabamba La Paz Santa Cruz La Paz Cochabamba

Años de servicio 1969-1972 1972-1975 1975-1978 1977-1980 1978-1981 1980-1981 1981-1982 1981-1984 1987-1990 1987-1990 1988-1990 1990-1993 1990-1993 1993-1996 1993-1996 1996-1999 1996-1999 1998-2001 1999-2002 1999-2002 2001-2004 2002-2005 2002-2005

Los presidentes locales La pre­pa­ra­ción y ma­du­ra­ción del li­de­raz­go lo­cal se pu­so de ma­ni­fies­to con la or­ga­ni­za­ción de las pri­me­ras es­ta­cas en 1979, sin em­bar­go la evi­den­cia de la con­fian­za del Se­ñor en los lí­de­res de la Igle­sia bo­li­via­nos se pue­de pal­par con el lla­ma­ mien­to de los pre­si­den­tes de mi­sión. Con­du­cir una mi­sión de

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di­ver­sas na­cio­na­li­da­des y cul­tu­ra no es ta­rea fá­cil. Cin­co her­ ma­nos y sus fa­mi­lias han si­do lla­ma­dos a pre­si­dir mi­sio­nes en Bo­li­via. Jorge Leaño Rodríguez Fue el pri­mer her­ma­no bo­li­via­no lla­ma­do a pre­si­dir una mi­sión. Na­ció el 8 de agos­to de 1936 en Po­to­sí y se bau­ti­ zó en sep­tiem­bre de 1965 en La Paz. Se ca­só con Zor­ka Fa­dic con quien han te­ni­do cua­tro hi­jos, Jor­ge, Ana­gra­ce, Pa­tri­cia, y Da­niel. La ex­pe­rien­cia del her­ma­no Lea­ño en la Igle­sia es muy am­plia, in­clu­ye ha­ber ser­vi­do co­mo pre­si­den­te de ra­ma, con­se­ je­ro de mi­sión, pa­triar­ca y Re­pre­sen­tan­te Re­gio­nal. En 1987 fue lla­ma­do a pre­si­dir la Mi­sión Co­lom­bia Ca­li. René Cabrera Balanza Na­ció el 28 de ma­yo de 1951 en Po­to­sí, co­no­ció la Igle­ sia sien­do un jo­ven es­tu­dian­te en La Paz en el año 1972 y se bau­ti­zó el 22 de ju­nio. Se ca­só con Te­re­sa Pe­ra­les Viz­ca­rra y tu­vie­ron dos hi­jas, Kat­he­ri­ne y Mó­ni­ca. Sir­vió en mu­chos lla­ma­mien­tos en la Igle­sia, en­tre ellos, Pre­si­den­te de Quó­rum de Él­de­res, miem­bro del Su­mo Con­se­jo, obis­po y con­se­je­ro en la pre­si­den­cia de la Mi­sión La Paz. En­tre 1993 y 1996 fue lla­ma­do a pre­si­dir la Mi­sión Li­ma Es­te. Erwin Bimbaumer Hofer Na­ció en la ciu­dad de Bre­genz, Aus­tria, se ca­só con Hor­ten­cia Ca­ve­ro Bal­de­rra­ma y tu­vo una ex­ten­sa ex­pe­rien­

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René Cabrera Balanza (La Paz, 2004)

Jorge Leaño y su esposa Zorka Fadic (Cochabamba, 2004)

cia en el li­de­raz­go de la Igle­sia en Bo­li­via. Fue con­se­je­ro de mi­sión, pre­si­den­te de es­ta­ca, con­se­je­ro de obis­pa­do y dis­tri­to y tra­ba­jó co­mo coor­di­na­dor del Sis­te­ma Edu­ca­ti­vo. Fue lla­ma­do a pre­si­dir la Mi­sión Bo­li­via La Paz en­tre 1993 y 1996. Rolando Antonio Oyola Suárez Otro de los her­ma­nos de ex­ten­sa ex­pe­rien­cia en el li­de­ raz­go; fue pre­si­den­te de la Es­ta­ca San­ta Cruz Equi­pe­trol y lue­go de San­ta Cruz Pi­ray. Su es­po­sa se lla­ma So­nia Ji­mé­nez Pi­men­tel y han te­ni­do hi­jos. Fue lla­ma­do a pre­si­dir la Mi­sión Bo­li­via La Paz en el pe­río­do 1996 a 1999.

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Carlos L. Pedraja de la Zerda Pio­ne­ro en Co­cha­bam­ba, el pri­me­ro en ser­vir una mi­sión, el pri­mer pre­si­den­te de es­ta­ca en su ciu­dad, el her­ma­ no Pe­dra­ja ha si­do un pi­lar de la Igle­sia en Bo­li­via. Na­ció el 4 de oc­tu­bre de 1945 y se bau­ti­zó el 30 de ma­yo de 1965. Se ca­só con Ama­lia Pin­tos con quien tu­vie­ron cua­tro hi­jas, Ca­ro­la, Ji­me­na, Ve­ró­ni­ca y San­dra. Fue lla­ma­do a pre­si­dir la Mi­sión Ar­gen­ti­na Sal­ta en­tre 1996 y 1999. Se retiran los misioneros A prin­ci­pio de la dé­ca­da del 90 la si­tua­ción so­cio po­lí­ti­ ca en Bo­li­via era ten­sa, la lu­cha y an­ta­go­nis­mo de los sin­di­ca­tos y cam­pe­si­nos con el go­bier­no au­men­tó y jun­to con ella la in­se­ gu­ri­dad. Y co­mo es fre­cuen­te en las so­cie­da­des de Su­da­mé­ri­ca, se identificó erróneamente a los mi­sio­ne­ros con los in­te­re­ses o ac­cio­nes del Go­bier­no de los Es­ta­dos Uni­dos. Dicho error tan ge­ne­ra­li­za­do puso en ries­go la se­gu­ri­dad per­so­nal de los mi­sio­ ne­ros y fue ne­ce­sa­rio, en los mo­men­tos de ten­sión, re­ti­rar­los del país. El Pre­si­den­te He­ber Omar Díaz, de la Mi­sión Bo­li­via La Paz fue res­pon­sa­ble de coor­di­nar la sa­li­da de los mi­sio­ne­ros nor­tea­me­ri­ca­nos; él ex­pre­só lo si­guien­te: "Nun­ca he po­di­do trans­mi­tir los sen­ti­mien­tos que tu­ve al ver a esos jóve­nes mi­sio­ne­ros en el ae­ro­puer­to de La Paz em­bar­cán­do­los en gru­pos, sacándo­los de la mi­sión abrup­ta­ men­te. To­dos es­tá­ba­mos con­mo­cio­na­dos, ellos y por su­pues­to no­so­tros. En un sen­ti­do ha­bía un sen­ti­mien­to de ali­vio ca­da vez que un avión des­pe­ga­ba lle­van­do a los mi­sio­ne­ros se­gu­ros de re­gre­so a sus ca­sas. En el otro sen­ti­do un sen­ti­mien­to frus­tran­te de que tu­vie­sen que aban­do­nar la mi­sión a la que ha­bían si­do lla­ma­dos, ese sen­ti­mien­to era que de al­gu­na ma­ne­ra la obra de Dios se re­tra­sa­ba." 7 7- He­ber Omar Díaz, His­to­rias Ora­les, Bue­nos Ai­res, 3 de oc­tu­bre de 2004.

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No obs­tan­te es­te mo­men­to di­fí­cil en la his­to­ria de la Igle­sia en Bo­li­via, la obra de Dios con­ti­nuó ade­lan­te y pro­si­ guió con una gran ben­di­ción pa­ra la Igle­sia; mi­les de jó­ve­nes bo­li­via­nos acep­ta­ron ser­vir co­mo mi­sio­ne­ros y su­plir el gran nú­me­ro que ve­nía del ex­te­rior. El mis­mo Pre­si­den­te Díaz ex­pre­ só: "El fu­tu­ro de la Igle­sia en Bo­li­via es aus­pi­cio­so, el de­seo de los jó­ve­nes de ser­vir co­mo mi­sio­ne­ros era sig­ni­fi­ca­ti­vo. Con la sa­li­da de más mi­sio­ne­ros al cam­po la obra mi­sio­nal cre­ció. Al mis­mo tiem­po po­si­bi­li­tó la for­ma­ción de lí­de­res po­ten­cia­les, por eso no me ex­tra­ña la lle­ga­da del Tem­plo y el fu­tu­ro pro­mi­ so­rio que tie­ne la obra en Bo­li­via" 8 La obra ha de proseguir La si­tua­ción so­cial ha si­do ten­sa en mu­chas otras oca­ sio­nes en los úl­ti­mos años, los mi­sio­ne­ros han si­do cui­da­dos por los miem­bros y lí­de­res de la Igle­sia y tam­bién por mu­chas per­so­nas de bue­na fe en la co­mu­ni­dad que los aman y res­pe­ tan y co­no­cen la obra que ha­cen de pre­di­car el evan­ge­lio de Je­su­cris­to. El Pre­si­den­te He­ber Omar Díaz re­la­tó una pe­que­ña ex­pe­rien­cia que nos re­cuer­da la ins­pi­ra­ción y guía ne­ce­sa­ria del Es­pí­ri­tu en to­dos los asun­tos de la Igle­sia. "Una no­che que via­já­ba­mos con los Asis­ten­tes en­tre La Paz y Oru­ro, el ca­mi­no fue blo­quea­do por los mi­ne­ros; ha­bían co­lo­ca­do gran­des pie­dras sa­ca­das de los ce­rros a cor­ta dis­tan­cia una de la otra. Yo le pe­dí a los asis­ten­tes que ba­ja­ran y co­rrie­ran las pie­dras de ma­ne­ra que pu­dié­se­mos pa­sar, así avan­za­mos muy len­ta­men­te ha­cien­do zig­zag sin de­te­ner­nos. Des­de la os­cu­ri­dad sen­tía­mos los gri­tos hos­ti­les de los mi­ne­ros tra­tan­do de que no mo­vié­ra­mos las pie­dras y avan­zá­ra­mos. Fue un mo­men­to de ten­sión, a mí me preo­cu­pa­ba mu­cho la se­gu­ri­dad de los mi­sio­ ne­ros, siem­pre pen­sa­ba que los pa­dres es­ta­ban con­fia­dos en 8- He­ber Omar Díaz, His­to­rias Ora­les, Bue­nos Ai­res 3 de oc­tu­bre de 2004

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que un ma­tri­mo­nio pru­den­te cui­da­ba de sus hi­jos pa­ra que na­da les pa­sa­ra. Yo no me hubiera perdonado si al­go les su­ce­die­ra a los mi­sio­ne­ros, pe­ro a su vez sa­bía que la obra de­bía se­guir ade­lan­te." 9

Las tradiciones ancestrales Tal co­mo su­ce­de con los pue­blos en to­do el mun­do, al­gu­nas tra­di­cio­nes, prác­ti­cas y cos­tum­bres de la cul­tu­ra lo­cal no ar­mo­ni­zan con los prin­ci­pios del evan­ge­lio y esto re­quie­re un cam­bio, que mu­chas ve­ces to­ma tiem­po y en al­gu­nos ca­sos aún ge­ne­ra­cio­nes. En Bo­li­via mu­chas tra­di­cio­nes an­ces­tra­les co­mo lo es la par­ti­ci­pa­ción en las dan­zas de car­na­val y otras fes­ti­vi­da­des lo­ca­ les que in­clu­yen be­bi­das al­co­hó­li­cas tra­di­cio­na­les re­pre­sen­tan pun­tos de con­flic­to pa­ra los nue­vos con­ver­sos. Es im­por­tan­te re­co­no­cer que los San­tos de los Úl­ti­mos Días tie­nen un com­pro­mi­so y un res­pe­to por la cul­tu­ra lo­cal. Existe un de­seo de in­cor­po­ra­r y pre­ser­va­r to­dos aque­llos va­lo­ res y el le­ga­do an­ces­tral que ar­mo­ni­ce con las prác­ti­cas y prin­ ci­pios de la Igle­sia. Co­mo ejem­plo de es­tos pe­que­ños con­flic­tos cul­tu­ra­les ci­ta­mos el si­guien­te re­la­to del Pre­si­den­te He­ber Omar Díaz: "Es­tá­ba­mos vi­si­tan­do por pri­me­ra vez el Al­ti­pla­no y al par­ti­ci­par de las reu­nio­nes no­ta­mos al­go muy ex­tra­ño pa­ra mí. To­dos los her­ma­nos va­ro­nes es­ta­ban sen­ta­dos jun­tos en un la­do del sa­lón y las her­ma­nas del otro la­do; unas po­cas sen­ta­das en ban­cos y la ma­yo­ría sen­ta­das en el sue­lo. Es­to me sor­pren­dió 9- He­ber Omar Díaz, His­to­rias Ora­les, Bue­nos Ai­res, 3 de oc­tu­bre de 2004.

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bas­tan­te, así que más tar­de, pre­gun­té a los líde­res de la ra­ma cuál era la cau­sa de es­ta si­tua­ción. Ellos me ex­pli­ca­ron que así se acos­tum­bra­ba en ese lu­gar, que los va­ro­nes se sen­ta­ban jun­tos y que hacerlo con las es­po­sas se­ría vis­to co­mo una se­ñal de de­bi­li­dad y una pér­di­da de je­rar­quía fren­te a los de­más. Las mu­je­res sen­ta­das en el pi­so da­ban una se­ñal de ma­yor so­me­ti­ mien­to y di­fe­ren­cia." "In­me­dia­ta­men­te yo co­men­cé a pre­di­car que es­to no era así en la Igle­sia de Je­su­cris­to, que allí no es­tá­ba­mos en una reu­ nión de la co­mu­ni­dad, don­de aún se con­ser­va­ban las an­ti­guas tra­di­cio­nes. No era así en la Igle­sia del Se­ñor, don­de el hom­bre de­bía sen­tar­se con su fa­mi­lia, con su es­po­sa. No fue si­no has­ta que en­tre­vis­ta­mos a los lí­de­res lo­ca­les y los ins­trui­mos so­bre es­te asun­to que lo­gra­mos po­co a po­co un cam­bio de con­duc­ta." Los miem­bros de la Igle­sia en Bo­li­via, tie­nen mu­cho pa­ra to­mar e in­cor­po­rar a su propia identidad, su cultura ancestral conociendo más profundamente su propia historia y preservando sus lenguas tienen un campo ilimitado para transitar en el futuro, como líderes de un pueblo que está renaciendo por obra del Espíritu. En el cam­po de la cul­tu­ra, es mu­cho lo que los jó­ve­nes po­drán ha­cer con la mú­si­ca, la dan­za, el ar­te y otras ma­ni­fes­ta­ cio­nes tan ri­cas del pue­blo bo­li­via­no. Co­mo un an­te­ce­den­te o pun­to de re­fe­ren­cia re­cor­da­mos los ex­traor­di­na­rios lo­gros cul­ tu­ra­les del gru­po de mú­si­ca an­di­na "Ra­ma Nue­ve" de los años se­ten­ta.

Ca­pí­tu­lo Sie­te

HA­CIA TO­DA CIU­DAD Y PUE­BLO In­du­da­ble­men­te que la ex­pan­sión de la Igle­sia guar­da re­la­ción con la geo­gra­fía, vías de co­mu­ni­ca­ción, de­sa­rro­llo cul­ tu­ral, com­po­si­ción ét­ni­ca, eco­nó­mi­ca y otros fac­to­res. La la­bor de los mi­sio­ne­ros es­tá en­fo­ca­da en la po­bla­ción ur­ba­na, aún no se ha de­sa­rro­lla­do la ca­pa­ci­dad de lle­gar a los cam­pe­si­nos en las áreas ru­ra­les. Bo­li­via tie­ne zo­nas pro­fun­da­men­te mar­ca­das; el país es­tá ubi­ca­do en el cen­tro de Su­da­mé­ri­ca con lí­mi­te so­bre cin­co paí­ses, Bra­sil, Pa­ra­guay, Ar­gen­ti­na, Chi­le y Pe­rú. El te­rri­to­rio com­pren­de el al­ti­pla­no an­di­no en su sec­tor oc­ci­den­tal que des­ cien­de a tra­vés de los va­lles y las yun­cas ha­cia la pla­ni­cie ama­ zó­ni­ca y cha­que­ña en la zo­na orien­tal. Bo­li­via ac­tual­men­te po­see una po­bla­ción de po­co más de 8.000.000 de ha­bi­tan­tes. La po­bla­ción au­tóc­to­na ame­ri­ca­na re­pre­sen­ta el 42%, los mes­ti­zos sur­gi­dos de la unión de los eu­ro­ peos y los nativos son un 31% y la po­bla­ción blan­ca de ori­gen eu­ro­peo es el 27%. El gru­po an­di­no ha­bi­ta las tie­rras del al­ti­pla­no, la cor­di­ lle­ra y los va­lles. Com­pren­den que­chuas, ay­ma­rás, urus y chi­ pa­yas. El gru­po tu­pí-gua­ra­ní ha­bi­ta en el de­par­ta­men­to de San­ta Cruz y par­te de Ta­ri­ja. Las tri­bus prin­ci­pa­les son los chi­ri­gua­nos y los gua­ra­yos. El gru­po ara­wa­co ocu­pa el de­par­ta­men­to del Be­ni.

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Los he­re­de­ros de la cul­tu­ra de Tia­hua­na­co e In­ca son el gru­po an­di­no que ha­bla el que­chua y ay­ma­rá que equi­va­len a la mi­tad de la po­bla­ción de Bo­li­via. El pre­sen­te no es bri­llan­te co­mo lo fue el pa­sa­do, la po­bla­ción in­dí­ge­na se en­cuen­tra en la po­bre­za y no lo­gra mo­di­fi­car su en­tor­no. Los gran­des cen­tros ur­ba­nos co­mo La Paz, Co­cha­bam­ba y San­ta Cruz atraen un mo­vi­mien­to mi­gra­to­rio con­ti­nuo del cam­po a la ciu­dad. Los gran­des cen­tros ur­ba­nos ofre­cen opor­tu­ni­da­des edu­ ca­ti­vas y al­gu­nas opor­tu­ni­da­des la­bo­ra­les, pe­ro so­bre to­do ofre­ cen mu­chos be­ne­fi­cios de la vi­da mo­der­na y el con­fort que la po­bla­ción no en­cuen­tra en áreas co­mo el Al­ti­pla­no o el Be­ni. En es­te es­ce­na­rio, la obra de la Igle­sia se ha ex­ten­di­do a to­da la ciu­dad y pue­blo; los mi­sio­ne­ros han lle­ga­do a to­dos los rin­co­ nes de Bo­li­via, en el al­ti­pla­no, las mon­ta­ñas y la sel­va. He­mos vis­to co­mo la Igle­sia lle­gó a La Paz, Co­cha­bam­ ba, San­ta Cruz, Oru­ro y Qui­ri­za. Ha­cer re­fe­ren­cia a ca­da uno de los lu­ga­res de Bo­li­via don­de se ha es­ta­ble­ci­do es un re­to que de­be ser com­ple­ta­do en años fu­tu­ros. Se­gui­da­men­te pre­sen­ta­ mos al­gu­nas de las his­to­rias de lu­ga­res don­de he­mos en­con­tra­ do in­for­ma­ción oral o es­cri­ta. En 1965 el her­ma­no Jor­ge Lea­ño y su fa­mi­lia lo­gra­ron que fue­ran en­via­dos mi­sio­ne­ros a la ciu­dad de Va­llegran­de. Fue­ron los él­de­res All­red y Allen. En 1967 son en­via­dos pa­ra tra­ba­jar en Su­cre los el­de­res Allen y Gunt­her. En oc­tu­bre de 1967 se bau­ti­za el pri­mer con­ ver­so, un jo­ven es­tu­dian­te, Os­car La­ra. Lue­go se bau­ti­zan Víc­ tor Lea Pla­za y Ju­lio Lla­nos y su fa­mi­lia. En 1968 se bau­ti­za­ron Blan­ca y Au­gus­to Ca­be­zas Sal­gue­ro.

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Ta­ri­ja fue otra de las ciu­da­des abier­tas en es­ta épo­ca, fue­ron en­via­dos los él­de­res Puer­ta, Gra­ne, Vi­cent y Por­ter. La gen­te fue más re­cep­ti­va que en Su­cre y muy pron­to la obra dio sus fru­tos y lle­ga­ron los pri­me­ros con­ver­sos, en­tre ellos en­con­ tra­mos a Aída y Mil­ton Sán­chez Cas­tro, An­to­nio Men­do­za y su fa­mi­lia Teddy Cor­ne­jo, Al­ber­to Cas­tri­llo, Fé­lix Da­va­la y la fa­mi­lia de Jo­sé Lu­cas del Car­dio. 1 Po­to­sí Po­to­sí fue una de las ciu­da­des más im­por­tan­tes de la Amé­ri­ca co­lo­nial, al ca­mi­nar hoy por sus ca­lles nos trans­por­ta­ mos a esa épo­ca ob­ser­van­do edi­fi­cios, igle­sias y re­li­quias de ese entonces. La vis­ta de la ciu­dad es­tá do­mi­na­da por el ce­rro Ri­co, don­de du­ran­te más de 300 años se ha ex­traí­do pla­ta y otros mi­ne­ra­les. Des­de la épo­ca de los in­cas, pa­san­do por la co­lo­nia es­pa­ño­la has­ta el pre­sen­te, la mon­ta­ña de Po­to­sí ha si­do una fuen­te de ri­que­za inex­tin­gui­ble, y tam­bién un lu­gar de pa­de­ci­ mien­to y con­ta­mi­na­ción pa­ra el pue­blo. Po­to­sí ha te­ni­do una fuer­te tra­di­ción ca­tó­li­ca. Una mues­ tra de ello son las mu­chas igle­sias co­lo­nia­les, fes­ti­vi­da­des y prác­ti­cas que aún per­du­ran. Los pri­me­ros mi­sio­ne­ros mor­mo­nes fue­ron en­via­dos por el Pre­si­den­te Fran­klin K. Gib­son en el año 1967, ellos fue­ ron los él­de­res Ro­bert Hatch, Mark Tay­lor, Mark Ant­hony y Phi­llips South­wick. 2 La her­ma­na Mar­ga­ri­ta Ga­món de Dá­va­los es hoy pre­si­ den­ta de la So­cie­dad de So­co­rro de la Es­ta­ca Po­to­sí, aún vi­ve en la ca­sa don­de na­ció y se crió en la Av. Par­do y es una de las 1- Historia de la Iglesia en Bolivia, Carlos Pedraja, 2001. 2- IBID

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Portal histórico en la ciudad de Potosí y al fondo en el horizonte el cerro Rico

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pio­ne­ras de la Igle­sia. Se bau­ti­zó el 16 de no­viem­bre de 1969 cuan­do era una jo­ven­ci­ta de 13 años. Su me­mo­ria es la me­mo­ ria de la Igle­sia en Po­to­sí; ella re­la­tó lo si­guien­te: “Mi her­ma­no Jor­ge fue el pri­me­ro en co­no­cer a los mi­sio­ne­ros, ellos vi­vían muy cer­ca, en la ca­lle 10 de No­viem­bre es­qui­na Chayanta. Siem­pre pa­sa­ban fren­te a nues­tra ca­sa. En esa épo­ca mi her­ma­ no te­nía que via­jar a los Es­ta­dos Uni­dos y les pre­gun­tó si te­nían una es­cue­la de in­glés. Los él­de­res le in­for­ma­ron que no, pe­ro le ofre­cie­ron en­se­ñar­le. Mi her­ma­no nun­ca se bau­ti­zó pe­ro fue quien tra­jo los mi­sio­ne­ros a nues­tra ca­sa”. “Los mi­sio­ne­ros tu­vie­ron mu­cho tac­to al vi­si­tar­nos, no­so­tros éra­mos tres her­ma­nos va­ro­nes y dos mu­je­res y mis pa­dres. Al prin­ci­pio no nos ha­bla­ron del evan­ge­lio. En­se­ña­ban in­glés, char­la­ban con mi ma­má, la ayu­da­ban en la co­ci­na y ha­cían sus “pies” (pasteles). Tiem­po des­pués nos di­je­ron que per­te­ne­cían a una igle­sia y que eran cris­tia­nos y así po­co a po­co co­men­za­ron a ha­blar­nos del evan­ge­lio.” “Los mi­sio­ne­ros eran án­ge­les pa­ra no­so­tros, se lla­ma­ ban Ch­ris­to­fer Aa­ron y John Heavy, los con­si­de­rá­ba­mos par­te de la fa­mi­lia, co­mo si fue­ran nues­tros pro­pios her­ma­nos.” “Re­cuer­do nues­tro bau­tis­mo co­mo si hu­bie­se si­do en el día de ayer, fue en la ca­sa de la ca­lle Su­cre, donde se ha­bía cons­truí­do una pi­le­ta bau­tis­mal. Co­mo nues­tra fa­mi­lia era muy co­no­ci­da en Po­to­sí vi­no mu­cha gen­te, la ra­ma es­ta­ba to­tal­men­te lle­na. Nos bau­ti­za­mos cin­co miem­bros de la fa­mi­lia, fue al­go inol­vi­da­ble, los her­ma­nos nos die­ron una cor­dial bien­ve­ni­da y en la reu­nión de con­fir­ma­ción me lla­ma­ron a dar el tes­ti­mo­nio.” 3

3- Mar­ga­ri­ta Ga­món de Dá­va­los, His­to­rias Ora­les, Po­to­sí, 29 de enero de 2004

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Margarita Gamón de Dávalos

Janeth García Cejas

Primera capilla de Potosí

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Tu­pi­za Tu­pi­za es la ca­pi­tal de la pro­vin­cia Sud Chi­chas del de­par­ta­men­to de Po­to­sí; es­tá ubi­ca­da en la ca­be­ce­ra del va­lle. La se­rra­nía co­lo­ri­da la cir­cun­da y guar­da el eco de una vi­da apa­ci­ble y la épo­ca co­lo­nial apa­re­ce en mu­chos de sus lu­ga­res. La agri­cul­tu­ra es una de las ac­ti­vi­da­des prin­ci­pa­les en el va­lle. La be­lle­za del lu­gar y el buen cli­ma ha in­cre­men­ta­do el tu­ris­mo en los úl­ti­mos años. La Iglesia co­men­zó sus ac­ti­vi­da­des en Tu­pi­za a fi­nes de la dé­ca­da del se­sen­ta. Los mi­sio­ne­ros que ha­bían lle­ga­do a Qui­ri­za, dis­tan­te 25 ki­ló­me­tros, ha­cían fre­cuen­tes via­jes a Tu­pi­ za y rea­li­za­ron al­gu­nas ac­ti­vi­da­des mi­sio­na­les y reu­nio­nes. Los miem­bros an­ti­guos se­ña­lan la ca­sa don­de fun­cio­na­ba el Ho­tel Cri­llon co­mo el lu­gar don­de se alo­ja­ron los mi­sio­ne­ros y rea­li­ za­ron las pri­me­ras reu­nio­nes en la ciu­dad. Tu­pi­za ac­tual­men­te es la ca­be­ce­ra del dis­tri­to que abar­ ca tres ra­mas en la mis­ma ciu­dad, dos ra­mas en Vi­lla­zón y las ra­mas de Qui­ri­za, Ato­cha y Are­na­les. Pre­si­de el dis­tri­to el her­ ma­no Ce­les­ti­no Ore­lla­na Rey­na­ga, quien tra­ba­ja con ahín­co pen­san­do en el día que se or­ga­ni­ce la Es­ta­ca Tu­pi­za. El Pre­si­ den­te Ore­lla­na se­ña­la que el prin­ci­pal de­sa­fío de la Igle­sia en la zo­na es la emi­gra­ción de los jó­ve­nes en bus­ca de me­jo­res opor­tu­ni­da­des de tra­ba­jo y es­tu­dio. Tam­bién con­si­de­ra de­sa­ fian­te las dis­tan­cias a las di­fe­ren­tes uni­da­des, es­pe­cial­men­te a Vi­lla­zón, don­de un via­je en bus to­ma tres ho­ras por ca­mi­nos de tie­rra y cin­co ho­ras has­ta Ato­cha en el nor­te. No obs­tan­te las di­fi­cul­ta­des, mu­chos miem­bros y fa­mi­ lia­res ­per­ma­ne­cen fie­les y ac­ti­vos en la Igle­sia, se han cons­truí­ do dos ca­pi­llas en Tu­pi­za, una en Vi­lla­zón y una en Qui­ri­za.

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La ciudad de Tupiza (2004)

La capilla de Tupiza sobre la Av. Pedro Araya, fue construída en 1984

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En­tre los pri­me­ros miem­bros de la Igle­sia se en­cuen­tran Adol­fo Te­je­ri­na, Ol­ga Gue­rra, Li­dia Ga­llar­do Je­rez, Juan Co­ca, An­to­ nio Ri­cardy y Mil­ton Var­gas. Es­tas fa­mi­lias pio­ne­ras han si­do fie­les y de­di­ca­das a la obra y han con­tri­buí­do gran­de­men­te al es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia. La his­to­ria del her­ma­no Adol­fo Te­je­ri­na, ac­tual­men­te pa­dre de una fa­mi­lia nu­me­ro­sa, abo­ga­do y uno de los pri­me­ros her­ma­nos en ser­vir co­mo mi­sio­ne­ro en el sur de Bo­li­via, nos mues­tra la de­ter­mi­na­ción y fe que se re­quie­re pa­ra con­ver­tir­se a la Igle­sia en las pri­me­ras épo­cas. Él mis­mo es­cri­bió el re­la­to de su con­ver­sión. La con­ver­sión de Adol­fo Te­je­ri­na “Co­rría el mes de no­viem­bre de 1969. Una tar­de me en­con­tra­ba sen­ta­do en un pe­que­ño ce­rro cer­ca de la ca­sa de mi pa­dre, vi a la dis­tan­cia vi­nien­do a mi ami­go An­to­nio Ri­cardy. Lo lla­mé y se acer­có don­de yo es­ta­ba y me pi­dió que le pres­ta­ra al­gu­nos li­bros y él a cam­bio ha­bía traí­do uno pa­ra pres­tár­me­lo. To­mé el li­bro, era de co­lor azul y te­nía la es­ta­tua de Mo­ro­ni en la ta­pa, y den­tro una pin­tu­ra de Jo­sé Smith que lla­ma­ron mi aten­ción. Mien­tras lo ho­jea­ba le de­cía a mi ami­go que en lu­gar de se­guir crean­do igle­sias de­bían unir­las a to­das.” “Cuan­do lle­gué a la par­te in­tro­duc­toria que re­la­ta la vi­si­ta de Mo­ro­ni a Jo­sé Smith, leí un tro­zo que de­cía ‘No só­lo ­te­nía su tú­ni­ca es­ta blan­cu­ra sin­gu­lar, si­no que to­da su per­so­na bri­lla­ba más de lo que se pue­de des­cri­bir...’ Yo sen­tí que al­go pe­ne­tra­ba to­do mi­ ser y me hi­zo ex­pre­sar ‘es­to es de Dios, ¿de dón­de lo has sa­ca­do?’ a lo que mi ami­go res­pon­dió sor­pren­di­do ‘ha­ce un mo­men­to no que­rías sa­ber na­da de las igle­sias y aho­ra me di­ces que es­to es de Dios’.”

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“In­me­dia­ta­men­te ba­ja­mos a mi ca­sa y le en­tre­gué a mi ami­go un mon­tón de li­bros y yo me que­dé con El Li­bro de Mor­món. Empecé a leer­lo apro­xi­ma­da­men­te a las cua­tro y me­dia de la tar­de. Co­men­zó a in­va­dir­me un pro­fun­do sen­ti­mien­to de agra­ de­ci­mien­to por ca­da pá­gi­na que leía, lá­gri­mas co­rrían por mi ros­tro. Sen­tía go­zo y ale­gría, leí inin­te­rrum­pi­da­men­te has­ta la una de la ma­ña­na. Al ama­ne­cer to­mé nue­va­men­te el li­bro y lo de­jé pa­ra al­mor­zar, lue­go con­ti­nué le­yen­do has­ta que lo ter­mi­né cer­ca de­las cua­tro de la tar­de.” “Fui a la ca­sa de mi ami­go An­to­nio pa­ra sa­ber si te­nía al­go más pa­ra leer, se sor­pren­dió cuan­do le di­je que ha­bía leí­do to­do el li­bro. Tam­bién me in­for­mó que el li­bro era de su her­ma­ na, quien per­te­ne­cía la Igle­sia Mor­mo­na y que és­ta se en­con­tra­ ba en Qui­ri­za. Mi ami­go me en­tre­gó tres fo­lle­tos de la Igle­sia, ‘El tes­ti­mo­nio de Jo­sé Smith’, ‘El diez­mo’ y ‘Cuál Igle­sia es la ver­da­de­ra’. “Leí los fo­lle­tos y du­ran­te ese mes de di­ciem­bre de 1969 sen­tía que mi es­pí­ri­tu no es­ta­ba sa­tis­fe­cho, ne­ce­si­ta­ba más. Por lo que to­mé la de­ci­sión de via­jar a Qui­ri­za en bi­ci­cle­ta. Yo co­no­cía el pue­blo, pues ha­bía ido va­rias ve­ces con mi ami­go An­to­nio. Cuan­do lle­gué me en­con­tré con el abue­lo de mi ami­ go y le di­je que es­ta­ba bus­can­do a los pas­to­res de la Igle­sia. Él me in­for­mó que era un él­der y me se­ña­ló el lu­gar don­de es­ta­ba un mi­sio­ne­ro pre­pa­ran­do los ca­ba­llos. El mi­sio­ne­ro se acer­có, no ha­bla­ba ca­si na­da de es­pa­ñol, y me di­jo ‘yo, Él­der Kauer’, ca­mi­na­mos has­ta la ca­sa don­de vi­vían, allí vi una me­sa lle­na de fo­lle­tos, co­mo yo no te­nía di­ne­ro, ¡cuan­do el mi­sio­ne­ro no me veía me guar­dé va­rios den­tro de mi ca­mi­sa! Cuan­do el mi­sio­ ne­ro vol­vió le pre­gun­té por los fo­lle­tos y cuán­to cos­ta­ban y el me in­di­có que no se ven­dían, ¡que po­día lle­var to­dos los que qui­sie­ ra!"

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La familia Tejerina

Lidia Gallardo Jerez

Adolfo Tejerina

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“El com­pa­ñe­ro del Él­der Ka­uer se lla­ma­ba Él­der Le­wis y ha­bía via­ja­do a Tu­pi­za pa­ra com­prar ví­ve­res, y su­pe que él ha­bla­ba me­jor el es­pa­ñol. Re­gre­sé de Qui­ri­za y leí to­dos los fo­lle­tos que ha­bía re­ci­bi­do. Me en­te­ré por mi ami­go que los él­de­res ven­drían nue­va­men­te a Tu­pi­za. Los en­con­tré y les pe­dí que me bau­ti­za­ran, me in­for­ma­ron que de­bía es­pe­rar y ade­más que ellos es­ta­ban bus­can­do fa­mi­lias y no jó­ve­nes.” “La ne­ga­ti­va no me de­sa­ni­mó, pa­sa­ron los días hasta el día de año nue­vo, el primero de ene­ro de 1970, ha­bía llo­vi­do bas­tan­te. Cuan­do ce­só sa­lí a cami­nar y cer­ca de la Plaza del es­tu­dian­te vi ve­nir a dos el­de­res. Me acer­qué a ellos y en voz al­ta les di­je ‘cuán­do me van a bau­ti­zar’, y cuan­do es­cu­ché la res­pues­ta no po­día creer­lo: ‘cuan­do us­ted quie­ra’, ‘¿pue­de ser aho­ra mis­mo?’ y me res­pon­die­ron que sí.” “Fui a mi ca­sa a bus­car ro­pa, pues sa­bía que ha­bía que en­trar en el agua. Yo no ha­bía re­ci­bi­do nin­gu­na char­la, nin­gu­na ex­pli­ca­ción acer­ca de có­mo se ha­cía el bau­tis­mo. Yo só­lo sa­bía que és­ta era la Igle­sia ver­da­de­ra y mi de­seo de bau­ti­zar­me era muy gran­de. Bus­ca­mos un lu­gar en el río, las aguas es­ta­ban tur­bias de­bi­do a la llu­via. Los mi­sio­ne­ros me die­ron otra ro­pa, y cuan­do es­ta­ba pa­ra en­trar en el agua lle­ga­ron la her­ma­na de An­to­nio Ri­cardy y una ami­ga quie­nes pre­sen­cia­ron mi bau­tis­ mo.” “Des­pués de sa­lir del agua me en­te­ré que de­bía re­ci­bir la im­po­si­ción de ma­nos pa­ra ser con­fir­ma­do y re­ci­bir el Es­pí­ ri­tu San­to. Re­cuer­do que yo te­nía un gran de­seo de sa­ber si el Se­ñor per­do­na­ba mis pe­ca­dos. Los mi­sio­ne­ros me hi­cie­ron sen­ tar en un ár­bol se­co que es­ta­ba caí­do y me die­ron la be­ndi­ción. Al­go se apo­de­ró de mí, sen­tía que no to­ca­ba el pi­so, me sen­tía co­mo una plu­ma en el ai­re. Ja­más ha­bía sen­ti­do al­go así y me

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pre­gun­ta­ba qué me es­ta­ba pa­san­do, en­ton­ces me di cuen­ta que ahí es­ta­ba la res­pues­ta, sen­tía que el Se­ñor per­do­na­ba mis pe­ca­ dos.” “Esa no­che so­ñé que es­ta­ba ca­mi­nan­do y pre­di­can­do el evan­ge­lio con un com­pa­ñe­ro, las si­guien­tes dos no­ches so­ñé lo mis­mo pe­ro co­mo si fue­ra una se­cuen­cia.” “Así co­no­cí el evan­ge­lio de Je­su­cris­to, de­seo con­ti­nuar con el mis­mo has­ta el fi­nal de mi vi­da. Doy gra­cias al Se­ñor por ma­ni­fes­tar­me la ve­ra­ci­dad del Li­bro de Mor­món y si es­te li­bro es ver­da­de­ro, ¡to­do lo de­más es ver­da­de­ro!"4 En esta primera época la Iglesia no tenía una presencia física, no había capillas ni programas de enseñanza u otras actividades. Los con­ver­sos só­lo te­nían el tes­ti­mo­nio de los mi­sio­ne­ros y de El Li­bro de Mor­món. El mis­mo, fue lo su­fi­ cien­te­men­te gran­de co­mo pa­ra lle­gar a nues­tros días. El pri­ mer im­pac­to en un jo­ven fue fuer­te y sin duda en el orden espiritual. Vi­lla­zón Vi­lla­zón es una ciu­dad que es­tá ubi­ca­da en el sur de Bo­li­ via, en el de­par­ta­mento de Po­to­sí y so­bre la fron­te­ra con Ar­gen­ti­ na, a 3.400 me­tros de al­tu­ra so­bre el ni­vel del mar. Tie­ne un cli­ma ári­do y ri­gu­ro­so. La fal­ta de opor­tu­ni­da­des edu­ca­ti­vas y la­bo­ra­les en la zo­na ha­ce que la po­bla­ción sea muy cam­bian­te. La his­to­ria de la Igle­sia en Vi­lla­zón es­tá muy li­ga­da a la ciu­dad ve­ci­na de La Quia­ca en Ar­gen­ti­na. Am­bas ciu­da­des es­tán ale­ja­das de los cen­tros ad­mi­nis­tra­ti­vos de la Igle­sia, las 4- Adol­fo Tej­eri­na, his­to­rias ma­nus­cri­tas, Tu­pi­za, 8 de ene­ro de 2002.

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dis­tan­cias, las di­fi­cul­ta­des en las co­mu­ni­ca­cio­nes y el trans­ por­te ha li­mi­ta­do el pro­gre­so de la Igle­sia en es­tos lu­ga­res. Sin em­bar­go, la cons­tan­cia y fe de fa­mi­lias pio­ne­ras han he­cho po­si­ble el es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia. En el año 1972 se mu­dó a La Quia­ca la fa­mi­lia Me­dra­ no; se ha­bían bau­ti­za­do en Tu­cu­mán en 1971. La fa­mi­lia es­ta­ba in­te­gra­da por los pa­dres, Ar­tu­ro Me­dra­no y Pe­tro­na Soza de Me­dra­no y sus hi­jos Ar­tu­ro Er­nes­to, Fa­bián Luis, Bea­triz Vir­gi­ nia, Li­lia­na, Al­fon­si­na y Fi­del. La her­ma­na Pe­tro­na So­za de Me­dra­no re­cor­dó la pri­ me­ra épo­ca con es­tas pa­la­bras: “Cuan­do nos ra­di­ca­mos en La Quia­ca que­ría­mos asis­tir a la Igle­sia pe­ro aún no se ha­bía es­ta­ ble­ci­do en la zo­na. Era­mos los úni­cos miem­bros, te­nía­mos un pe­que­ño ne­go­cio. Un día lle­gó una se­ño­ra, co­men­za­mos a char­ lar y nos hi­ci­mos ami­gas, lue­go des­cu­bri­mos que era miem­bro de la Igle­sia. Se lla­ma­ba Ro­ber­ta Mu­ru­chi y se ha­bía bau­ti­za­do en Tu­pi­za.” “Mi es­po­so de­cía que te­nía­mos que te­ner una ra­ma, así que via­jó a Ju­juy pa­ra so­li­citar­le a los lí­de­res de la Igle­sia el co­mien­zo de una ra­ma, le in­for­ma­ron que es­to no se­ría po­si­ ble. Des­pués via­jó a La Paz y allí ha­bló con el pre­si­den­te de la Mi­sión so­li­ci­tán­do­le que abrie­ra una ra­ma en La Quia­ca o Vi­lla­zón.” “Pa­só mu­cho tiem­po y no su­ce­dió más na­da, pe­ro un buen día se pre­sen­ta­ron el Él­der Ro­bbins y el Él­der Nash, fue en los pri­me­ros días de mar­zo de 1978. Co­men­za­mos a rea­li­zar las pri­me­ras reu­nio­nes aquí en nues­tra ca­sa, en la ca­lle Bel­ gra­no 392 de La Quia­ca. Los mi­sio­ne­ros tra­ba­ja­ban prin­ci­pal­ men­te en Vi­lla­zón y ve­nían a te­ner las reu­nio­nes do­mi­ni­ca­les

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La casa de la familia Medrano en La Quiaca, primer lugar de reuniones de la Iglesia

Petrona Soza de Medrano (2004)

Alfonsina Medrano y su familia (2004)

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acá. Co­men­za­ron a asis­tir los in­ves­ti­ga­do­res, Ci­ría­co Ra­mos y su fa­mi­lia, las fa­mi­lias Quis­pe y Arro­yo, las her­ma­nas Jus­ta Bur­gos, Be­ni­ta viu­da de Po­lo y Cla­ra Ni­na Jua­nes. En el mes de ju­nio de ese mis­mo año al­qui­la­ron una ca­sa en Vi­lla­zón en la ca­lle Po­to­sí 747, y se es­ta­ble­ció la ra­ma. No­so­tros co­men­za­ mos a asis­tir allí, to­das las fa­mi­lias in­ves­ti­ga­do­ras se bau­ti­za­ron po­co des­pués.” 5 Ci­ría­co Ra­mos fue el pri­mer pre­si­den­te de la ra­ma de Vi­lla­zón. En 1989 el pre­si­den­te Fran­cis­co Vi­ñas de la Mi­sión Sal­ta en­vió a los él­de­res Ara­be­na y Tesh pa­ra abrir la ra­ma La Quia­ca. Po­co tiem­po des­pués su­ce­dió el ase­si­na­to de dos mi­sio­ne­ros en La Paz y se con­si­de­ró que la zo­na de La Quia­ca era muy in­se­gu­ra pa­ra los mi­sio­ne­ros, por lo que los mis­mos fue­ron re­ti­ra­dos y la ra­ma ce­rra­da. Los miem­bros de La Quia­ca vol­vie­ron a la ra­ma de Vi­lla­zón, que per­ma­ne­ció abier­ta. Es­ta si­tua­ción se man­tu­vo apro­xi­ma­da­men­te du­ran­te diez años, has­ ta que el pre­si­den­te Car­los Pe­dra­ja de la Mi­sión Sal­ta rea­brió La Quia­ca. Una ra­ma con miem­bros de dos na­cio­na­li­da­des con di­fe­ren­tes cos­tum­bres y cul­tu­ra es un de­sa­fío, mu­chas ve­ces se pro­du­cen de­sen­cuen­tros y fal­ta de her­man­dad. Sin em­bar­go, des­pués de su­pe­rar esas di­fi­cul­ta­des, la ra­ma de Vi­lla­zón ha si­do un ejem­plo de la her­man­dad y amor que de­be exis­tir en­tre los miem­bros de la Igle­sia, más allá de las di­fe­ren­cias na­cio­na­ les y cul­tu­ra­les. El her­ma­no Ar­tu­ro Er­nes­to Me­dra­no sir­vió una mi­sión en Ar­gen­ti­na, lue­go se ca­só y se ra­di­có con su fa­mi­lia en La Quia­ca. En 1984 fue lla­ma­do co­mo pre­si­den­te de la ra­ma de

5- Pe­tro­na So­za Me­dra­no, His­to­rias Ora­les, La Quia­ca, 26 de enero de 2004.

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La ciudad de Villazón, Departamento de Potosí

Benita, viuda de Polo

Clara Nina Juanes

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Vi­lla­zón y más tar­de con­se­je­ro en la pre­si­den­cia del dis­tri­to Tu­pi­za. El her­ma­no Me­dra­no re­cor­dó: “Asis­tir a Vi­lla­zón era un de­sa­fío, pues a ve­ces ha­cía mu­cho frío y te­nía­mos que ca­mi­nar más de 30 cua­dras. En ese en­ton­ces te­nía­mos tres hi­jos pe­que­ ños y de­bía­mos lle­gar a tiem­po pa­ra abrir la ca­pi­lla. En épo­cas de ve­ra­no cru­za­ba la fron­te­ra mu­cha gen­te, así que te­nía­mos que ha­cer fi­la y es­pe­rar, en al­gu­nas oca­sio­nes cru­zá­ba­mos por el río, el cual cual a ve­ces es­ta­ba cre­ci­do. To­do es­to nos pre­pa­ ró pa­ra que for­ta­le­cié­ra­mos nues­tros tes­ti­mo­nios y pu­dié­se­mos se­llar­nos co­mo fa­mi­lia en el tem­plo en sep­tiem­bre de 1997”. 6 La her­ma­na Al­fon­si­na Me­dra­no tra­ba­jó mu­chos años en la Pri­ma­ria, Mu­je­res Jó­ve­nes y co­mo maes­tra de Se­mi­na­rio en Vi­lla­zón, de allí fue lla­ma­da a la Mi­sión La Paz, Bo­li­via. Al re­cor­dar la épo­ca en que asis­tía a Vi­lla­zón se lle­na de emo­ción y ex­pre­sa: “En Vi­lla­zón yo apren­dí que no im­por­ta el país, apren­ dí a te­ner un amor más pu­ro, a ver a las per­so­nas co­mo hi­jos de Dios. El ob­je­ti­vo prin­ci­pal es vi­vir el evan­ge­lio. Cuan­do re­gre­sa­mos a la ra­ma de La Quia­ca me di cuen­ta cuán­to ama­ba a la ra­ma de Vi­lla­zón. Allí cre­ci­mos en el evan­ge­lio, apren­dí a va­lo­rar­me co­mo hi­ja de Dios y apren­dí a ver a los de­más de la mis­ma ma­ne­ra. Tra­ba­ja­mos y se cons­tru­yó una ca­pi­lla. Po­co des­pués vol­vi­mos a La Quia­ca pa­ra co­men­zar to­do nue­va­men­ te. Sé que Dios ama a to­dos Sus hi­jos”. 7 Pa­tri­cia Vi­via­na Fer­nan­dez Ocam­po de Fuer­tes es otra de las mu­je­res pio­ne­ras y la pri­me­ra mi­sio­ne­ra en sa­lir de la ra­ma de Vi­lla­zón. Se bau­ti­zó con su fa­mi­lia en el año 1982 en La Paz y en 1985 se mu­da­ron a Vi­lla­zón. Pa­tri­cia des­cri­bió esos días: “Cuan­do lle­ga­mos a la ciu­dad mi pa­dre bus­có la Igle­sia, ha­bía una pe­que­ña ra­ma, no era lo que ha­bía­mos co­no­ci­do en La Paz, no ha­bía or­ga­ ni­za­cio­nes, só­lo se rea­li­za­ba la reu­nión sa­cra­men­tal y lue­go to­dos nos iba­mos a nues­tras ca­sas. Mis pa­dres en­fren­ta­ron una se­pa­ra­ ción y de­ja­mos de asis­tir a la Igle­sia”. 6- Ar­tu­ro Er­nes­to Me­dra­no, his­to­ria ma­nus­cri­ta, La Quia­ca, 2004. 7- Al­fon­si­na Me­dra­no, His­to­rias Ora­les, La Quia­ca, 2004.

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“Pa­só el tiem­po, yo me iden­ti­fi­ca­ba co­mo miem­bro de la Igle­sia con mis com­pa­ñe­ros del co­le­gio, pe­ro só­lo re­cor­da­ba al­gu­nas co­sas que ha­bía apren­di­do en la Pri­ma­ria. En nues­tra ca­sa no que­ría­mos re­ci­bir a las per­so­nas de la Igle­sia que nos vi­si­ta­ban, siem­pre po­nía­mos ex­cu­sas. Una tar­de lle­ga­ron dos mi­sio­ne­ros, el Él­der Bus­tos y el Él­der Vi­lla­roel y co­men­za­ron a ha­blar con­mi­go en la puer­ta. Yo que­ría que se mar­cha­ran, pe­ro me ha­bla­ron con tan­to ca­ri­ño, con tan­ta es­pe­ran­za, que me hi­cie­ron sen­tir que yo era va­lio­sa pa­ra Dios, que no im­por­ta­ba el tiem­po que ha­bía pa­sa­do. Las pa­la­bras de los mi­sio­ne­ros abrie­ron mi co­ra­zón, les pe­dí que re­gre­sa­ran y con­ven­cí a mi fa­mi­lia que ella tam­bién es­cu­cha­ra.” “Mi fa­mi­lia re­gre­só a la Igle­sia pe­ro yo te­nía te­mor de ha­cer­lo, así que me ha­bló el pre­si­den­te de la ra­ma, Ar­tu­ro Er­nes­ to Me­dra­no. Él me hi­zo no­tar que yo era una hi­ja de Dios, que Él te­nía al­go es­pe­cial pre­pa­ra­do pa­ra mí. Me hi­zo ver lo que el mun­do no ve, en esos años yo só­lo ha­bla­ba de qué ha­cer, qué es­tu­diar y so­bre co­sas ma­te­ria­les. El pre­si­den­te Me­dra­no me ayu­dó a ver un fu­tu­ro ver­da­de­ra­men­te gran­de, co­sas que yo no es­pe­ra­ba. Me ha­bló de ser­vir co­mo mi­sio­ne­ra, me di­jo que ha­bía gen­te es­pe­rán­do­me, que yo po­día pre­pa­rar­me pa­ra ayu­dar y tam­bién gol­pear sus puer­tas. Tam­bién me ha­bló del ma­tri­mo­nio, de pre­pa­rar­me pa­ra mis hi­jos, pa­ra apo­yar a mi es­po­so. To­do ese mun­do que yo es­ta­ba des­cu­brien­do me dio tan­tos de­seos de vi­vir el evan­ge­lio.” 8 Pa­tri­cia sir­vió co­mo mi­sio­ne­ra en Bo­li­via, re­gre­só a su ra­ma de Vi­lla­zón y allí re­ci­bió to­das las ben­di­cio­nes que ha­bía an­he­la­do des­de que ha­bló con los mi­sio­ne­ros y el pre­si­den­te Me­dra­no. Se ca­só con Mar­ce­lo Fuer­tes, han te­ni­do tres hi­jos y cons­ti­tu­yen una de las fa­mi­lias fie­les de la Igle­sia en es­ta ciu­dad tan le­ja­na. 8- Pa­tri­cia Vi­via­na Fer­nan­dez Ocam­po de Fuer­tes, His­to­rias Ora­les, Vi­lla­zón, 27 de Enero de 2004

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El bautismo de Marcelo Fuertes

La hermana Patricia Viviana Fernandez Ocampo de Fuertes con sus tres hijos (2004)

Ca­pí­tu­lo Ocho

POR AMOR A BOLIVIA La Igle­sia se ha es­ta­ble­ci­do en paí­ses de los cin­co con­ ti­nen­tes. Al co­men­zar el si­glo XX, el men­sa­je que por­ta­ban los mi­sio­ne­ros ya no in­cluía la in­vi­ta­ción de los pri­me­ros tiem­ pos de tras­la­dar­se a Sión en las mon­ta­ñas Ro­ca­llo­sas, si­no de con­gre­gar­se en las pro­pias na­cio­nes de los con­ver­sos. Hoy los San­tos de los Ul­ti­mos Días cons­ti­tu­yen una her­man­dad in­ter­na­ cio­nal con di­ver­si­dad de idio­mas y cul­tu­ras. En Bo­li­via, co­mo en las otras na­cio­nes, los miem­bros de la Igle­sia aman y res­pe­tan su país, pre­ser­van y for­ta­le­cen la cul­tu­ra lo­cal, eli­mi­nan­do so­lo aque­llas prác­ti­cas y cos­tum­bres que pue­dan ser opues­tas a los prin­ci­pios del evan­ge­lio. Hay mu­chas his­to­rias que re­fle­jan es­te amor y her­man­ dad al país y su gen­te, al­gu­nas son de miem­bros lo­ca­les y otras de ex­tran­je­ros; se­gui­da­men­te in­clui­mos al­gu­nas de ellas. No hay mayor amor que quien da la vida El 24 de ma­yo de 1989 fue­ron ase­si­na­dos en La Paz dos mi­sio­ne­ros, los él­de­res Todd Ray Wil­son y Jef­frey Brent Ball. Un gru­po gue­rri­lle­ro pla­neó y eje­cu­tó el aten­ta­do. El ata­que se pro­du­jo cer­ca de las 10:00 de la no­che, en mo­men­tos en que los

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mi­sio­ne­ros fi­na­li­za­ban la la­bor del día y se dis­po­nían a in­gre­sar al de­par­ta­men­to don­de vi­vían en la ca­lle Jo­sé Ma­ría Acha en el ba­rrio 14 de Sep­tiem­bre. Tres gue­rri­lle­ros en­ca­pu­cha­dos en un co­che se acer­ca­ron y dis­pa­ra­ron rá­fa­gas de ame­tra­lla­do­ras, ma­tan­do ins­tan­tá­nea­men­te al Él­der Ball e hi­rien­do de muer­te al Él­der Wil­son. Han pa­sa­do 15 años de es­te tris­te epi­so­dio y al re­vi­vir­ lo, los fa­mi­lia­res de aque­llos mi­sio­ne­ros, los miem­bros de la Igle­sia y per­so­nas con un sen­ti­mien­to hu­ma­ni­ta­rio nos con­mo­ ve­mos. An­tes de re­me­mo­rar he­chos y sen­ti­mien­tos de per­so­nas que es­ta­ban aso­cia­dos a ellos en aque­llos días, re­cor­da­re­mos dos es­ce­nas en la vi­da del Sal­va­dor en las que en­se­ñó ver­da­des que ins­pi­ran y es­cla­re­cen la men­te y los sen­ti­mien­tos en es­tas oca­sio­nes trájicas. Lá­za­ro, un ami­go del Se­ñor ha­bía muer­to, sus dos her­ ma­nas es­pe­ra­ban la lle­ga­da de Él. Mar­ta sa­lió a su en­cuen­tro y le di­jo: "Se­ñor, si hu­bie­ses es­ta­do aquí, mi her­ma­no no ha­bría muer­to", lue­go el Se­ñor le res­pon­dió "Tu her­ma­no re­su­ci­ta­rá", "Yo soy la re­su­rrec­ción y la vi­da; el que cree en mí, aun­que es­té muer­to vi­vi­rá".1 Es­ta ver­dad nos per­mi­te hoy ver aque­llos he­chos en paz y se­re­ni­dad de es­pí­ri­tu. Otro mo­men­to ins­pi­ra­dor es la oca­sión en que el Sal­va­ dor es­tá en­se­ñan­do a los dis­cí­pu­los y po­co an­tes de ser en­tre­ga­ do les di­ce: "Na­die tie­ne ma­yor amor que es­te, que uno pon­ga su vi­da por sus ami­gos." 2 Él­der Wil­son y Él­der Ball de­ja­ron sus ho­ga­res y vi­nie­ ron a Bo­li­via a pre­di­car el evan­ge­lio de paz a sus ami­gos por amor a ellos y allí en­tre­ga­ron sus vi­das.

1- Juan 11:25. 2- Juan 15:13.

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Un crimen siniestro To­dos los que co­no­ce­mos en pro­fun­di­dad la ac­ti­vi­dad y los pro­pó­si­tos de La Igle­sia de Je­su­cris­to de los San­tos de los Úl­ti­mos Días sa­be­mos, con to­tal cer­te­za, que no hay in­ten­ción po­lí­ti­ca o in­je­ren­cia en los asun­tos de cada na­ción. Que ja­más los mi­sio­ne­ros u otros re­pre­sen­tan­tes de la Igle­sia in­ter­vie­nen, en­se­ñan o in­flu­yen pú­bli­ca o pri­va­da­men­te en asun­tos po­lí­ti­cos. La muer­te de es­tos dos mi­sio­ne­ros tam­po­co se re­la­cio­na con an­ta­go­nis­mo o per­se­cu­ción re­li­gio­sa en for­ma al­gu­na, si­no del error cri­mi­nal de iden­ti­fi­car a los re­pre­sen­tan­tes de la Igle­sia de Je­su­cris­to con la po­lí­ti­ca o los in­te­re­ses del Go­bier­no de los Es­ta­dos Uni­dos. De es­ta for­ma, dos jó­ve­nes dedicados a cau­sas jus­tas y no­bles fue­ron bru­tal­men­te ase­si­na­dos en la ca­lle por el me­ro he­cho de ha­ber na­ci­do y ser ciu­da­da­nos de otro país. El recuerdo de aquellos misioneros El her­ma­no Luis Eduar­do Bo­zo era un jo­ven sol­te­ro en 1989 y re­cor­dó al Él­der Ball así: "Yo ten­go tres her­ma­nos en mi fa­mi­lia y el Él­der Ball era un her­ma­no más pa­ra mí, era un án­gel en la tie­rra que sa­bía dar amor. Era un hom­bre atlé­ti­co, le gus­ta­ban los de­por­tes. Siem­pre co­mía en ca­sa, mi ma­dre les pre­pa­ra­ba el al­muer­zo y la ce­na. Re­cuer­do al Él­der Ball con mu­cho amor, nun­ca lo he­mos ol­vi­da­do, siem­pre es­tá en nues­tra men­te." 3 Nelly Mo­ra­les Allia­ga aún no era miem­bro de la Igle­ sia, era la ad­mi­nis­tra­do­ra del edi­fi­cio de de­par­ta­men­tos don­de vi­vían, ella des­cri­bió a los mi­sio­ne­ros: "Eran muy es­pi­ri­tua­les, me die­ron al­gu­nas char­las. Tam­bién eran muy ju­gue­to­nes, al Él­der Ball le gus­ta­ba to­car la flau­ta y ha­cía el in­ten­to de apren­ 3- Luis Eduar­do Bo­zo, His­to­rias Ora­les, San­ta Cruz, 11 de abril 2004.

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der a to­car bien, les gus­ta­ba com­pe­ne­trar­se de nues­tras cos­tum­ bres". 4 La her­ma­na Fe­li­pa Flo­res Gua­ra­chi co­no­ció al El­der Ball en Oru­ro, ella re­la­tó lo si­guien­te: "Él era un mi­sio­ne­ro muy es­pe­cial, era un hom­bre sen­ci­llo. En esa épo­ca yo es­ta­ba ale­ja­da de la Igle­sia, y los mi­sio­ne­ros me en­se­ña­ron las char­las nue­va­men­te y re­gre­sé a la Igle­sia pa­ra po­der go­zar de los lla­ma­ mien­tos que aho­ra ten­go de ser­vir en el tem­plo y en la his­to­ria fa­mi­liar. Yo sé que el Él­der Ball es­tá pre­di­can­do el evan­ge­lio en el mun­do de los es­pí­ri­tus con mu­cha más ve­he­men­cia. Me sien­to in­fi­ni­ta­men­te agra­de­ci­da por el tra­ba­jo que hi­zo pa­ra que yo re­gre­sa­ra a la Igle­sia." 5 Dos mujeres valientes Nelly Mo­ra­les Allia­ga y su so­bri­na Lucy Eli­za­beth Pa­che­co Mo­ra­les fue­ron las dos per­so­nas que asis­tie­ron a los mi­sio­ne­ros se­gun­dos des­pués de re­ci­bir el ata­que mor­tal. Es­tas dos her­ma­nas de la Igle­sia re­la­ta­ron con sen­ti­mien­tos pro­fun­ dos y lá­gri­mas en sus ojos aque­llas tris­tes ex­pe­rien­cias. El Él­der Wil­son y el Él­der Ball es­tán siem­pre en sus me­mo­rias y ha­blan de ellos co­mo si se tra­ta­ra de sus hi­jos o her­ma­nos de san­gre. Es­te es el re­la­to de Lucy Eli­za­beth Pa­che­co Mo­ra­les: "No­so­tros vi­vía­mos en La Paz en una ca­sa gran­de di­vi­di­da en de­par­ta­men­tos con un pa­tio cen­tral de co­ne­xión con sa­li­da a la ca­lle. Du­ran­te ca­si diez años se ha­bían alo­ja­do mi­sio­ne­ros en al­gu­nos de los de­par­ta­men­tos." "Yo soy ofi­cial de en­fer­me­ría y en esa épo­ca tra­ba­ja­ba en el hos­pi­tal en el tur­no de la tar­de; ese día me re­ti­ré a las 8:00 4- Nelly Mo­ra­les Allia­ga, His­to­rias Ora­les, La Paz, 7 de fe­bre­ro de 2004. 5- Fe­li­pa Flo­res Gua­ra­chi, his­to­ria ma­nus­cri­ta, La Paz, fe­bre­ro de 2004.

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en pun­to y me fui al en­tre­na­mien­to de vo­lei­bol y lue­go re­gre­sé a mi ca­sa po­co an­tes de las 10 de la no­che. Mi abue­la vi­vía con­mi­ go en el mis­mo de­par­ta­men­to, cuan­do me apres­ta­ba a des­can­sar es­cu­ché rá­fa­gas de ame­tra­lla­do­ra, co­sa que era fre­cuen­te en esa épo­ca de agi­ta­ción so­cial. Sin pen­sar­lo me le­van­té de la ca­ma pa­ra aso­mar­me por la ven­ta­na. La abue­la me aler­tó, ‘no va­yas, cui­da­do que sea la gue­rra, no va­yas a la ven­ta­na’. Al abrir la ven­ta­na vi que to­dos ha­bían de­sa­pa­re­ci­do de la ca­lle, so­lo vi a los mi­sio­ne­ros y uno de ellos ten­di­do en el pi­so. Ba­jé co­rrien­do y abrí la puer­ta, el Él­der Wil­son es­ta­ba vi­vo to­da­vía y se aba­ lan­zó ha­cia mí di­cien­do ‘help, help me’. Fue al­go ho­rri­ble, no sa­bía qué ha­cer, ca­yó a mis pies, no pu­de sos­te­ner­lo. En­ton­ces co­men­cé a gri­tar, to­do era con­fu­sión, en mi men­te pa­re­cía que aque­llo no me es­ta­ba su­ce­dien­do a mí. ‘¿Por qué han he­cho es­to?, ellos no ha­cen da­ño, só­lo pre­di­can el evan­ge­lio, ¡por qué han he­cho es­to!, son gen­te bue­na!’. “Yo en mi ino­cen­cia creí que po­dían es­cu­char­me, no re­cuer­do exac­ta­men­te las co­sas que gri­té pe­ro los ata­can­tes ya se ha­bían ido. La ca­lle que siem­pre era muy con­cu­rri­da es­ta­ba de­sier­ta y en si­len­cio to­tal. En ese mo­men­to sa­lió mi tía Nelly quien tra­ta­ba de en­con­trar au­xi­lio; dos ta­xis se ne­ga­ron a de­te­ ner­se has­ta que lle­gó un pa­tru­lle­ro." "Con el po­li­cía al­za­mos al Él­der Wil­son, él lo to­mó de los hom­bros y yo por los pies y los car­ga­mos en el pa­tru­lle­ro, el po­li­cía so­li­ci­tó un fa­mi­liar pa­ra tras­la­dar­lo y le di­je ‘No tie­ne fa­mi­lia­res, yo voy con él’. Con mu­cha di­fi­cul­tad lo ubi­ca­mos en la par­te de atrás, la ca­be­za so­bre el po­li­cía y los pies do­bla­dos so­bre mi fal­da. Mien­tras nos tras­la­dá­ba­mos al hos­pi­tal re­cuer­ do que ora­ba, ora­ba mu­cho, ‘¡Pa­dre, que vi­va por fa­vor! ¡No le qui­tes la vi­da! Y llo­ra­ba den­tro de mí, pe­ro, al lle­gar al hos­pi­tal el Él­der Wil­son ha­bía muer­to."

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Hermana Nelly Morales Alliaga (La Paz, 2004)

Hermana Lucy Elizabeth Pacheco de Bozo (Santa Cruz, 2004)

La hermana Nelly Morales Alliaga con familiares frente a la puerta donde fueron atacados los misioneros. Calle José María Acha en el barrio 14 de Septiembre de La Paz

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"Des­pués re­gre­sé a ca­sa en el mis­mo pa­tru­lle­ro, las ca­lles es­ta­ban acor­do­na­das, ha­bía una gran con­mo­ción. En­ton­ ces co­men­zó en mí otro ti­po de sen­ti­mien­tos, co­men­cé a sen­tir un mie­do que nun­ca an­tes ha­bía sen­ti­do, un te­mor des­co­no­ci­do, un sen­ti­mien­to de do­lor e im­po­ten­cia, co­mo un man­to ne­gro que me cu­bría. No era el te­mor de que me ma­ten, era el te­mor a lo des­co­no­ci­do. El te­mor in­va­dió to­da la ca­sa, al gra­do que du­ran­te va­rias se­ma­nas dor­mía­mos to­dos en una mis­ma ha­bi­ta­ ción al fon­do. Mu­chos de los in­qui­li­nos de los de­par­ta­men­tos se mu­da­ron a otros lu­ga­res." 6 Du­ran­te bas­tan­te tiem­po la fa­mi­lia en­te­ra su­frió te­mor y de­pre­sión que se au­men­ta­ron con las lla­ma­das te­le­fó­ni­cas de ame­na­zas e in­ti­mi­da­ción que re­ci­bie­ron. Eli­za­beth era una jo­ven sol­te­ra de 23 años y to­do lo vi­vi­do fue una ex­pe­rien­cia ex­tre­ma­da­men­te trau­má­ti­ca pa­ra ella. Co­mo to­da ex­pe­rien­cia nue­va, el li­de­raz­go de la Igle­sia no es­ta­ba pre­pa­ra­do pa­ra en­fren­tar­la y por tan­to es muy po­co lo que fue he­cho pa­ra dar apo­yo emo­cio­nal y psi­co­ló­gi­co a Eli­za­ beth y sus fa­mi­lia­res. Des­pués de vi­vir mu­cho tiem­po ate­rro­ri­ za­da por el re­cuer­do de las es­ce­nas de los mi­sio­ne­ros ase­si­na­ dos de­ci­dió ha­blar con el pre­si­den­te de la Mi­sión, quien le dio un sa­bio con­se­jo y Eli­za­beth de­ci­dió ser­vir co­mo mi­sio­ne­ra en el Tem­plo de Li­ma. Fue allí don­de en­con­tró la paz y el so­sie­go en el es­pí­ri­tu y pu­do su­pe­rar las sen­sa­cio­nes de te­mor y tris­te­za que la em­bar­ga­ban. Los efec­tos de es­te cri­men so­bre la Igle­sia fue­ron di­ver­ sos. En esa épo­ca mu­chas ca­pi­llas fue­ron ata­ca­das y pin­ta­das y se efec­tua­ron di­fe­ren­tes ac­tos de hos­ti­ga­mien­to. Al­gu­nos miem­ bros se ate­mo­ri­za­ron y de­ja­ron de asis­tir a la Igle­sia, pa­dres te­mían en­viar a sus hi­jos, la obra mi­sio­nal se hi­zo más di­fí­cil. 6- Lucy Eli­za­beth Pa­che­co Mo­ra­les de Bo­zo, His­to­rias Ora­les, San­ta Cruz, 11 de abril de 2004

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Pe­ro en con­tra­par­ti­da el li­de­raz­go com­pren­dió que de­bía es­tar más fuer­te y pre­pa­ra­do, la her­man­dad se for­ta­le­ció y mu­chos jó­ve­nes bo­li­via­nos sa­lie­ron a la mi­sión en los años sub­si­guien­ tes. La obra no se de­tu­vo, si­no por el con­tra­rio se in­cre­men­tó al gra­do que el país fue ben­de­ci­do con un tem­plo del Se­ñor una dé­ca­da y me­dia más tar­de. Él­der Wil­son y Él­der Ball sir­vie­ron con amor pre­di­cán­ do­le el evan­ge­lio a la gen­te en Bo­li­via; allí de­ja­ron sus vi­das, su san­gre re­gó las ca­lles de La Paz co­mo sím­bo­lo de la fir­me­za de sus creen­cias y tes­ti­mo­nio. Hoy sus fa­mi­lia­res, Eli­za­beth y Nelly y to­dos los San­tos de los Úl­ti­mos Días sen­ti­mos paz y so­sie­go que con el re­cuer­do de aque­llos que­ri­dos mi­sio­ne­ros, esa paz y so­sie­go pro­vie­nen de las eter­nas ver­da­des del evan­ ge­lio que co­no­ce­mos y que ellos pre­di­caron. Ni fa­mi­lia­res ni miem­bros de la Igle­sia hoy guar­dan odio ha­cia quie­nes per­pe­ tua­ron el crimen, la jus­ti­cia di­vi­na sa­na­rá to­do do­lor y to­da pe­na en el trans­cu­rrir del tiem­po. Pascua en Quiriza El Él­der An­drew W. Pe­ter­sen, quien fue miem­bro del Pri­mer Quó­rum de los Se­ten­ta, sir­vió co­mo mi­sio­ne­ro en la Mi­sión Ar­gen­ti­na Nor­te a fi­nes de la dé­ca­da del se­sen­ta. Fue uno de los mi­sio­ne­ros en­via­dos por el Pre­si­den­te Ri­chard G. Scott a Qui­ri­za. Él re­cor­dó sus ex­pe­rien­cias y amor por el pue­ blo bo­li­via­no en un dis­cur­so pro­nun­cia­do en la Con­fe­ren­cia Ge­ne­ral de la Igle­sia en abril de 1995. "En es­pe­cial, hay una Pas­cua que re­cuer­do ví­vi­da­men­te, de ha­ce vein­ti­sie­te años, mientras me en­con­tra­ba co­mo mi­sio­ne­ ro en la Mi­sión Ar­gen­ti­na Nor­te. Nues­tra mi­sión en­via­ba mi­sio­

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ne­ros a la zo­na sur de Bo­li­via, y ese do­min­go de Pas­cua de 1968 lo pa­sé en Qui­ri­za, una pe­que­ña al­dea si­tua­da en el Al­ti­pla­no bo­li­via­no. Re­cuer­do los pre­pa­ra­ti­vos que los al­dea­nos hi­cie­ron pa­ra Pas­cua. El áni­mo, la mú­si­ca y el es­pí­ri­tu del mo­men­to to­da­ vía per­ma­ne­cen gra­ba­dos en mi me­mo­ria". "Tem­pra­no por la ma­ña­na aquel do­min­go de Pas­cua, el Él­der Ar­ce me pre­gun­tó si que­ría acom­pa­ñar­lo a vi­si­tar a una fa­mi­lia que es­ta­ba in­ves­ti­gan­do la Igle­sia. Po­co des­pués, ca­mi­ná­ ba­mos por las ca­lles de tie­rra de la pe­que­ña al­dea, con sus ca­sas de ado­be a am­bos la­dos. Ha­bla­mos con la fa­mi­lia de in­ves­ti­ga­ do­res acer­ca de im­por­tan­tes pre­gun­tas ta­les co­mo: ¿de dón­de ve­ni­mos?, ¿por qué es­ta­mos aquí? y ¿a dón­de va­mos? So­bre el pi­so de tie­rra hi­ci­mos di­bu­jos con los de­dos; el Es­pí­ri­tu es­ta­ba pre­sen­te. Des­pués los in­vi­ta­mos a bau­ti­zar­se y ellos acep­ta­ron. Esa mis­ma tar­de se lle­vó a ca­bo un her­mo­so ser­vi­cio bau­tis­mal en las fan­go­sas aguas del cer­ca­no río San Juan de Oro". "Los que se iban a bau­ti­zar de­sa­pa­re­cie­ron de­trás de una enor­me par­va de maíz re­cién cor­ta­do, pa­ra rea­pa­re­cer ves­ti­ dos con in­ma­cu­la­da ro­pa bau­tis­mal. Su piel mo­re­na, su ca­be­llo ne­gro y sus ra­dian­tes son­ri­sas to­da­vía per­ma­ne­cen gra­ba­das en mi me­mo­ria, y el Es­pí­ri­tu que sen­ti­mos ese do­min­go de Pas­cua aún ha­ce que se me lle­nen los ojos de lá­gri­mas al pen­sar que la in­vi­ta­ción de Cris­to de ve­nir a Él se ex­tien­de a to­do el mun­do". "An­tes de mar­char­nos de Qui­ri­za, Bo­li­via, pa­ra vol­ver a Ar­gen­ti­na, ofre­ci­mos una ora­ción es­pe­cial. Jun­to con mi que­ ri­do com­pa­ñe­ro de mi­sión, arro­di­lla­dos los dos en una can­cha de fút­bol ba­jo las es­tre­llas, nos tur­na­mos pa­ra vol­car los fer­ vien­tes de­seos de nues­tro co­ra­zón a nues­tro Pa­dre Ce­les­tial. Hu­bo ex­pre­sio­nes de amor y gra­ti­tud por la gen­te, por nues­tro pre­si­den­te de mi­sión y por el pri­vi­le­gio de ser mi­sio­ne­ro, y le pro­me­ti­mos ayu­dar a los de­más".

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"Los años pos­te­rio­res a mi mi­sión me han pro­por­cio­na­ do opor­tu­ni­da­des de cum­plir esas pro­me­sas mi­sio­na­les. Vol­ví a ca­sa pa­ra ca­sar­me con Ch­ris­ti­ne Swen­sen, mi no­vie­ci­ta de la es­cue­la se­cun­da­ria. Ella es una com­pa­ñe­ra ma­ra­vi­llo­sa y la quie­ ro mu­cho". "Se apro­xi­ma­ba el tiem­po de ter­mi­nar mis es­tu­dios y nues­tro sex­to ani­ver­sa­rio de bo­das, y to­da­vía no te­nía­mos hi­jos. En­ton­ces se abrió una puer­ta y se nos pre­sen­tó la opor­tu­ni­dad de que Ash­ley vi­nie­ra a for­mar par­te de nues­tra vi­da". "Un año más tar­de, via­ja­mos a Bo­li­via pa­ra traer a Jos­ hua de un or­fa­na­to; te­nía dos años y to­da­vía re­cuer­do cuan­do ese her­mo­so pe­que­ñi­to co­rrió ha­cia mí con los bra­ci­tos ex­ten­di­ dos, gri­tan­do: "¡Pa­pá, Pa­pá!" "Lue­go vi­no Me­gan, que ni si­quie­ra te­nía vein­ti­cua­tro ho­ras de na­ci­da cuan­do la lle­va­mos a ca­sa. Des­pués, vol­vi­mos a Bo­li­via pa­ra traer a Da­niel, que te­nía cin­co me­ses cuan­do lo tu­vi­mos en los bra­zos por pri­me­ra vez". 7 Donde nacieron mis antepasados Ge­rar­do Ra­mi­ro Ma­tos Sa­li­nas ha sido con­se­je­ro en la pre­si­den­cia de la Es­ta­ca La Paz So­po­ca­chi, es­tá ca­sa­do con Hel­ga Strauss y tie­nen tres hi­jos, Ma­ra, Sa­bri­na y Ja­vier. Ra­mi­ ro es geó­lo­go y pro­fe­sor en la uni­ver­si­dad. Se bau­ti­zó en la Igle­sia en Co­cha­bam­ba. La con­di­ción eco­nó­mi­ca de su fa­mi­lia era po­bre, su ma­dre hi­zo gran­des es­fuer­zos pa­ra que él pu­die­ra ter­mi­nar el co­le­gio se­cun­da­rio. Hel­ga se bau­ti­zó con su fa­mi­lia en 1970 en la Ra­ma Uno de La Paz aun­que vi­vía en la zo­na de Bo­log­na. 7- Él­der An­drew W. Pe­ter­sen, Lia­ho­na de ju­lio de 1995, pág. 90-91.

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La his­to­ria de la fa­mi­lia Ma­tos es de amor a Bo­li­via, Ra­mi­ro es­tu­dió su ca­rre­ra en Bue­nos Ai­res don­de per­ma­ne­ció du­ran­te do­ce años, lue­go tu­vo la opor­tu­ni­dad de ir­se a es­tu­diar a Bru­se­las, Bél­gi­ca, don­de per­ma­ne­ció cua­tro años. Los pa­dres y her­ma­nos de Hel­ga emi­gra­ron a Es­ta­dos Uni­dos, otros fa­mi­ lia­res de Ra­mi­ro, tam­bién se fue­ron al ex­te­rior, pe­ro ellos de­ci­ die­ron per­ma­ne­cer en Bo­li­via. Ra­mi­ro re­la­tó sus ex­pe­rien­cias y sen­ti­mien­tos así: "Bo­li­via es el país don­de na­cí, es el si­tio don­de he cre­ci­do, es don­de na­cie­ron mis an­te­pa­sa­dos. Me sien­to muy bo­li­via­no, amo el país, lo co­noz­co mu­cho por que he te­ni­do la opor­tu­ni­dad de via­jar por sus ce­rros, siem­pre es­toy pen­san­do que de­bo con­tri­buir con mi gra­ni­to de are­na al co­no­ci­mien­to geo­ló­gi­co de mi país." "Una vez que ha­bía ter­mi­na­do la ca­rre­ra te­nía po­si­bi­li­ da­des de que­dar­me en la Ar­gen­ti­na, pe­ro real­men­te ama­ba a mi país y con­si­de­ra­ba que co­mo geó­lo­go po­día ha­cer un apor­te mu­cho ma­yor en Bo­li­via que en Ar­gen­ti­na y por eso re­gre­sé de­fi­ni­ti­va­men­te en 1983. Yo igual­men­te es­ta­ba li­ga­do a la Igle­ sia en Bo­li­via, pues siem­pre ve­nía en las va­ca­cio­nes. Cuan­do me es­ta­ble­cí nue­va­men­te, to­da la ex­pe­rien­cia en la Igle­sia que ha­bía acu­mu­la­do en Bue­nos Ai­res me fue de mu­cho va­lor. Yo co­no­cía los pro­gra­mas del Sa­cer­do­cio, el fun­cio­na­mien­to de los Quó­ru­mes co­sa que aún no era bien com­pren­di­do en Bo­li­via y pre­sen­cié có­mo los ba­rrios acá fue­ron asi­mi­lan­do los pro­gra­ mas ajus­tán­do­se a lo que de­cían los ma­nua­les y así pu­de brin­dar mi apor­te al de­sen­vol­vi­mien­to de la Igle­sia". "El Li­bro de Mor­món es mi li­bro pre­fe­ri­do por­que ha­bla de mis raí­ces. Yo pa­rez­co un po­co blan­co, pe­ro mi san­gre es mes­ti­za y cuan­do leo El Li­bro de Mor­món lo aso­cio con mis

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Helga Strauss y Ramiro Matos (La Paz, 2004)

Familia Campero (Santa Cruz, 2004)

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an­te­pa­sa­dos y real­men­te for­ma par­te de mi san­gre. Ten­go más de mil qui­nien­tos nom­bres re­gis­tra­dos en mi his­to­ria fa­mi­liar y he re­co­rri­do mi país bus­can­do mis an­te­pa­sa­dos por to­dos los rin­co­nes que he po­di­do, me he en­tre­vis­ta­do con ellos y he te­ni­ do gran go­zo al en­con­trar­los y aho­ra ten­go un gran le­ga­do pa­ra de­jar­le a mis hi­jos." 8 El regreso veinticinco años más tarde Vla­di­mi­r Je­sús Cam­pe­ro Ne­gre­te es ac­tual­men­te el pre­ si­den­te de la es­ta­ca San­ta Cruz Equi­pe­trol, su es­po­sa se lla­ma El­sa Car­do­so Mon­te­ro y han te­ni­do cin­co hi­jos, Na­ta­lia, Ro­dri­ go, Ana Ka­ri­na, Ge­rar­do y Ne­ti. La his­to­ria de la fa­mi­lia Cam­pe­ro re­fle­ja un par­ti­cu­lar amor a Bo­li­via. Vla­di­mi­ro na­ció en Oru­ro en 1946, sien­do jo­ven cur­só sus estudios en el Co­le­gio Si­món Bo­lí­var; allí se in­cli­nó a las ma­te­rias téc­ni­cas y lle­gó a ser el me­jor alum­no del co­le­gio. Lue­go tu­vo la opor­tu­ni­dad de ga­nar una be­ca pa­ra es­tu­ diar en Mos­cú, Ru­sia. Allí per­ma­ne­ció du­ran­te seis años y ob­tu­ vo el tí­tu­lo de In­ge­nie­ro Me­cá­ni­co. Re­gre­só a Bo­li­via y po­co des­pués se ca­só con El­sa; tiem­po des­pués de­ci­die­ron emi­grar a Mel­bour­ne, Aus­tra­lia. En su ju­ven­tud Vla­di­mi­r pro­fe­sa­ba la fe ca­tó­li­ca, lue­go rea­li­zó es­tu­dios bí­bli­cos con la Igle­sia Ad­ven­tis­ta del Sép­ti­mo Día. En Ru­sia pa­só por un pe­río­do de ale­ja­mien­to de los te­mas re­li­gio­sos ocu­pa­do por sus es­tu­dios y el pen­sa­mien­to ar­tís­ti­co pre­do­mi­nan­te. Al re­gre­sar a Bo­li­via re­na­ció con él, la in­cli­ na­ción a te­mas es­pi­ri­tua­les y es­tan­do ya ra­di­ca­do en Aus­tralia tu­vie­ron el con­tac­to con los mi­sio­ne­ros. El re­cor­dó: "Yo me con­si­de­ra­ba un cris­tia­no li­bre pen­sa­dor. En Aus­tra­lia no asis­ti­ 8- Hel­ga y Ra­mi­ro Ma­tos, His­to­rias Ora­les, La Paz, 6 de fe­bre­ro de 2004.

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mos a nin­gu­na Igle­sia. Un día mi es­po­sa me co­men­tó que dos jó­ve­nes ha­bían to­ca­do la puer­ta pre­di­can­do, pe­ro no ha­bían en­tra­do por­que yo no es­ta­ba en ca­sa, pe­ro que iban a re­gre­sar. El sá­ba­do a la tar­de vol­vie­ron di­cien­do que de­sea­ban com­par­tir su tes­ti­mo­nio con no­so­tros, ha­bía­mos es­ta­do de pic­nic y es­ta­ ba­mos can­sa­dos así que les pe­di­mos que vi­nie­ran otro día. Des­ pués que ellos se fue­ron le di­je a mi es­po­sa: "¿Qué me pue­den en­se­ñar a mí es­tos dos jó­ve­nes?" yo ve­nía de una en­se­ñan­za ca­tó­li­ca, lue­go ad­ven­tis­ta, más tar­de ag­nós­ti­co y fi­nal­men­te ca­si ateo." 9 Los mi­sio­ne­ros re­gre­sa­ron, Vla­di­mir les ha­cía mu­chas pre­gun­tas di­fí­ci­les y mu­chas de ellas las res­pon­dían a la si­guien­ te reu­nión. Fi­nal­men­te com­pren­dió que la ver­dad de Dios se pue­de co­no­cer con hu­mil­dad y ora­ción. "Yo de­jé la arro­gan­cia ini­cial y en­ton­ces mu­chas res­pues­tas vi­nie­ron y así co­men­zó la ver­da­de­ra re­li­gión en nues­tra vi­da". El­sa fue la pri­me­ra en acep­ tar la in­vi­ta­ción de bau­ti­zar­se y lue­go él. Vla­di­mir vi­vió seis años en Ru­sia, lue­go con su fa­mi­lia nue­ve años en Aus­tra­lia y más tar­de diez años en Bue­nos Ai­res, es­to es vein­ti­cin­co años ale­ja­dos de su país y su gen­te. Con el tiem­po to­da la fa­mi­lia co­men­zó a de­sa­rro­llar el sen­ti­mien­to de re­gre­sar a Bo­li­via. "La ra­zón de vol­ver era que aquí vi­vían nues­ tros pa­dres, nues­tras raí­ces es­ta­ban aquí, es el país que nos vio na­cer. He­mos acep­ta­do el de­sa­fío aho­ra de tra­ba­jar con gen­te hu­mil­de y con me­nos po­si­bi­li­da­des". Ha­ce po­cos años atrás la fa­mi­lia Cam­pe­ro per­dió a su hi­ja ma­yor, Na­ta­lia, quien fa­lle­ció. To­dos los otros hi­jos han ser­ vi­do co­mo mi­sio­ne­ros. Ro­dri­go sir­vió en San An­to­nio, Te­xas, Ge­rar­do en Ca­ro­li­na del Sur, Ana Ka­ri­na en Hi­ros­hi­ma, Ja­pón y Ne­ti en Okland, Nue­va Ze­lan­da. 9- Vla­di­mir Je­sús Campero Ne­gre­te, His­to­rias Ora­les, La Paz, 10 de abril de 2004

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Vla­di­mir re­co­no­ce hoy mu­chas ben­di­cio­nes en su vi­da y ha­ce hin­ca­pié en que sus lo­gros pro­fe­sio­na­les y que sus hi­jos ha­yan sa­li­do co­mo mi­sio­ne­ros se ba­sa en el apo­yo de su es­po­sa, "el pri­mer pa­so lo di­mos no­so­tros acep­tan­do el evan­ge­lio y lue­ go per­se­ve­ran­do, acep­tan­do y cum­plien­do los lla­ma­mien­tos que re­ci­bía­mos. Por ra­zo­nes de mi tra­ba­jo he es­ta­do mu­cho tiem­po fue­ra de ca­sa; el tra­ba­jo y el apo­yo de mi es­po­sa fue fun­da­men­ tal. Nun­ca me re­cla­mó el porqué es­ta­ba fue­ra de ca­sa, me dió un apo­yo si­len­cio­so e in­con­di­cio­nal."10

10- Vla­di­mir Je­sús Campero Ne­gre­te, His­to­rias Ora­les, La Paz, 10 de abril de 2004

Ca­pí­tu­lo Nueve

LAS ESTACAS En la ac­tua­li­dad hay 22 es­ta­cas or­ga­ni­za­das en Bo­li­via y la ma­yo­ría de los miem­bros per­te­ne­cen a una es­ta­ca de Sión. A fi­nes de la dé­ca­da del 70 es­to no era así, los miem­bros de la Igle­sia en ge­ne­ral no per­ci­bían la di­fe­ren­cia en­tre ser par­te de una ra­ma y un dis­tri­to de la mi­sión o per­te­ne­cer a una es­ta­ca. De­be­mos re­cor­dar que una es­ta­ca re­pre­sen­ta un au­tén­ti­ co es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia, un dis­tri­to de la mi­sión tie­ne una de­pen­den­cia del li­de­raz­go del pre­si­den­te de mi­sión y en cier­to gra­do de los mi­sio­ne­ros que re­pre­sen­ta­ban un li­de­raz­go fir­me, pe­ro con una corta permanencia en un mismo lugar. La es­ta­ca se ba­sa to­tal­men­te en el li­de­raz­go lo­cal, de he­cho al pre­ si­den­te de la es­ta­ca se le con­fie­ren las lla­ves de la pre­si­den­cia y to­da la ad­mi­nis­tra­ción de la Igle­sia que­da en sus ma­nos me­dian­ te los con­se­jos que él pre­si­de. La or­ga­ni­za­ción de la es­ta­ca es el gran pa­so en el es­ta­ble­ci­mien­to de la Igle­sia y se­ña­la un cre­ ci­mien­to, for­ta­le­za y ma­du­rez. El Él­der Bru­ce R. Mc­Con­kie de­fi­nió la es­ta­ca así: "Sión es una gran tien­da su­je­ta por cuer­das ase­gu­ra­das a es­ta­cas. De es­ta ma­ne­ra Isaías, vien­do la glo­ria de Is­rael en los úl­ti­mos días, reu­ni­da en su Sión res­tau­ra­da, pro­cla­mó: ‘En­san­cha el si­tio de tu tien­da, y las cor­ti­nas de tus ha­bi­ta­cio­nes sean ex­ten­di­das; no seas es­ca­sa; alar­ga tus cuer­das, y re­fuer­za tus es­ta­cas.’1 De 1- Isaías 54:2.

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acuer­do con es­te sim­bo­lis­mo, las zo­nas gran­des, fuer­tes y de mu­chos miem­bros que apo­yan y sos­tie­nen la Sión res­tau­ra­da, se lla­man es­ta­cas. Son los pun­tos de reu­nión y cen­tros de re­co­ gi­mien­to de los re­ma­nen­tes es­par­ci­dos de Is­rael". 2 Una gran conferencia La pre­pa­ra­ción pa­ra or­ga­ni­zar es­ta­cas es un lar­go ca­mi­ no a re­co­rrer que in­clu­ye un tra­ba­jo per­se­ve­ran­te en una di­rec­ ción co­rrec­ta. En 1977, dos años an­tes de or­ga­ni­zar­se la pri­me­ra es­ta­ca, tu­vo lu­gar una con­fe­ren­cia de área en Bo­li­via. Apro­xi­ ma­da­men­te 6.500 san­tos bo­li­via­nos se reu­nie­ron pa­ra es­cu­char al Pro­fe­ta. Vi­nie­ron a La Paz el Pre­si­den­te Spen­cer W. Kim­ball y uno de sus con­se­je­ros, el Él­der Ma­rion G. Rom­ney, los el­de­res Bru­ce R. Mc­Con­kie y L. Tom Perry de los Do­ce y Ro­bert D. Ha­le y A. Thed­do­re Tut­tle de los Se­ten­ta. Es­te fue un even­to so­bre­sa­lien­te en la his­to­ria de la Igle­ sia en Bo­li­via por la pre­sen­cia de las Au­to­ri­da­des Ge­ne­ra­les y el es­fuer­zo de los miem­bros pa­ra lle­gar a La Paz. Mu­chas co­sas fue­ron en­se­ña­das du­ran­te la con­fe­ren­cia que se­ña­la­ron el ca­mi­ no al cre­ci­mien­to y for­ta­le­ci­mien­to en los años si­guien­tes. El her­ma­no Her­nán Ma­rio Sainz, en ese en­ton­ces pre­ si­den­te del Dis­tri­to Cen­tral de La Paz en su dis­cur­so en la Se­sión Ge­ne­ral de la Con­fe­ren­cia hi­zo el si­guien­te re­su­men del pro­gre­so de la Igle­sia en Bo­li­via: "En no­viem­bre de 1966, ha­bía 210 miem­bros bo­li­via­nos y una mi­sión or­ga­ni­za­da in­de­ pen­dien­te­men­te, En el mes de ene­ro de 1972 ha­bía cin­co mil miem­bros y el núme­ro de mi­sio­ne­ros au­men­tó de 2 a 135, de 2- Doc­tri­na Mor­mo­na, Bru­ce R. Mc­Con­kie, pág. 265, edi­ción en es­pa­ñol 1993

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los cua­les vein­ti­cin­co, con ape­nas dos me­ses de ca­pa­ci­ta­ción, se des­pla­za­ron a otros lu­ga­res del país pa­ra en­se­ñar el evan­ge­lio de Je­su­cris­to en los idio­mas que­chua y ay­ma­rá. En el año 1975, te­nía­mos 9.211 miem­bros, y ac­tual­men­te lle­ga­mos a los 11.000 y con­ta­mos con la im­por­tan­te ci­fra de 300 bau­ti­z­mos por mes. Te­ne­mos 9 dis­tri­tos or­ga­ni­za­dos, 64 ra­mas in­de­pen­dien­tes y muy pron­to ten­dre­mos otras 15 más. En to­do el país tra­ba­ja­ban 191 mi­sio­ne­ros, de los cua­les 29 son bo­li­via­nos". 3 Al­gu­nos de los con­cep­tos prin­ci­pa­les ex­pre­sa­dos por el Pre­si­den­te Kim­ball son los si­guien­tes: "Qui­sie­ra re­cor­da­ros que vo­so­tros sois res­pon­sa­bles de ver que ca­da uno de vues­tros hi­jos se bau­ti­ce cuan­do lle­gue a la edad de ocho años". "El Se­ñor de­sea que ca­da hom­bre y mu­jer pue­da ir al tem­plo pa­ra se­llar­se por la eter­ni­dad. Nos da­mos cuen­ta de que os cos­ta­rá mu­cho ir al Tem­plo de San Pa­blo a se­lla­ros, pe­ro es­to es po­si­ble". "Es­ta­mos di­ri­gien­do gran­des es­fuer­zos ha­cia el cum­ pli­mien­to del pro­gra­ma de orien­ta­ción fa­mi­liar. Tam­bién os pe­di­mos que de­di­quéis ca­da lu­nes por la no­che a reu­nio­nes con vues­tras fa­mi­lias, de ma­ne­ra que los pa­dres po­dáis en­se­ñar a vues­tros hi­jos to­das las co­sas que ellos ne­ce­si­tan sa­ber, acer­ca de sus años de de­sa­rro­llo, de la fe­li­ci­dad que de­ben te­ner, de la pu­re­za es­pi­ri­tual que se es­pe­ra de ellos, de to­da la ve­ra­ci­dad y hon­ra­dez que de­ben po­ner en prác­ti­ca dia­ria­men­te". "La ju­ven­tud no de­be pos­ter­gar la épo­ca de con­traer ma­tri­mo­nio. El Se­ñor ha pro­vis­to los me­dios pa­ra que los jó­ve­ nes ma­du­ren; no es ne­ce­sa­rio que es­pe­ren a ter­mi­nar sus es­tu­ dios, a te­ner más di­ne­ro o a me­jo­rar tra­ba­jos, si­no que de­ben ca­sar­se y jun­tos tra­tar de sa­lir ade­lan­te". 3- Con­fe­ren­cia de Área en Ciu­dad de la Paz, Lia­ho­na, ma­yo y ju­nio de 1977, pá­g. 70

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"To­dos los jó­ve­nes de­ben ir a una mi­sión y tam­bién mu­chas pa­re­jas pue­den ha­cer­lo. Pe­ro no po­drán ir si no son dig­ nos; pa­ra ello, de­ben vi­vir los man­da­mien­tos y lle­var una vi­da lim­pia y vir­tuo­sa". "Qui­sie­ra aho­ra de­cir unas pa­la­bras acer­ca de la Igle­sia. Es­ta cre­cien­do en una for­ma in­creí­ble; qui­zás nin­gu­na igle­sia es­te pro­gre­san­do en la mis­ma for­ma que la nues­tra y vo­so­tros, her­ma­nos, ha­béis si­do res­pon­sa­bles por tal cre­ci­mien­to. Nos sen­ti­mos muy or­gu­llo­sos de ello, pe­ro no po­dre­mos ser to­tal­ men­te fe­li­ces y es­tar sa­tis­fe­chos, has­ta que to­dos los ma­ra­vi­llo­ sos la­ma­ni­tas de es­tas re­gio­nes se sien­tan fe­li­ces en la Igle­sia. No se­re­mos fe­li­ces has­ta que to­dos vues­tros pa­rien­tes y ami­gos se unan a la Igle­sia, has­ta que en vez de on­ce mil ten­ga­mos cien­ to on­ce mil o qui­zás on­ce mi­llo­nes. Que­ri­dos her­ma­nos, to­da­ vía no he ha­bla­do de to­do lo que qui­sie­ra de­ci­ros. Es­pe­ro que ha­yáis to­ma­do no­tas y ten­gáis es­tas co­sas guar­da­das en vues­tro co­ra­zón. To­das las co­sas ma­ra­vi­llo­sas que ha­béis es­cu­cha­do de los her­ma­nos en es­ta con­fe­ren­cia, nun­ca ol­vi­da­réis. An­tes de ter­mi­nar, per­mi­tid­me de­ci­ros que os amo a to­dos. Que ama­mos a los la­ma­ni­tas; el Se­ñor tam­bién os ama a to­dos vo­so­tros, y El os ben­de­ci­rá". 4 Pa­ra te­ner es­ta­cas son ne­ce­sa­rias fa­mi­lias fir­mes, jó­ve­ nes en la mi­sión, no­ches de ho­gar, y orien­ta­ción fa­mi­liar. Des­ pués de es­ta ex­traor­di­na­ria con­fe­ren­cia de área en La Paz si­guió la pre­pa­ra­ción pa­ra la or­ga­ni­za­ción de la es­ta­ca en Bo­li­via en el año 1979. Sin du­da que el li­de­raz­go y la mem­bre­sía de Bo­li­via res­pon­die­ron a las pa­la­bras que los pro­fe­tas de­cla­ra­ron en su pro­pia tie­rra. Pues la Igle­sia cre­ció en for­ma ad­mi­ra­ble en los años si­guien­tes.

4- Con­fe­ren­cia de Área en la Ciu­dad de La Paz, Lia­ho­na de ma­yo y ju­nio de 1977, pá­gi­nas 69 a 87.

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Distritos de la Misión Bolivia (1977)

Dis­tri­to La Paz Cen­tral La Paz Ca­la­co­to La Paz Al­to Li­ma La Paz Mi­ra­flo­res Co­cha­bam­ba Oru­ro San­ta Cruz

Pre­si­den­te Her­nán Sainz Mer­ca­do Saúl Mon­ta­ño Six­to Quis­pe He­rre­ra Ro­ber­to Ca­bre­jos Car­los L. Pe­dra­ja J. Adrián Ve­laz­co Os­car Stein­hauf Cam­pos

Las pri­me­ras es­ta­cas se or­ga­ni­za­ron en 1979, lo que sig­ ni­fi­ca que to­mó 16 años a la Igle­sia en Bo­li­via es­tar pre­pa­ra­da. Las pri­me­ras es­ta­cas en Su­da­mé­ri­ca se or­ga­ni­za­ron en 1966 y le to­mó 41 años a Ar­gen­ti­na y 38 años a Bra­sil de pre­pa­ra­ción. Las primeras estacas La pri­me­ra es­ta­ca or­ga­ni­za­da fue Bo­li­via San­ta Cruz el 14 de ene­ro de 1979 y fue lla­ma­do pre­si­den­te el her­ma­no No­ri­hau Is­hi­ga­ki Ha­ra­gui­chi. Ape­nas dos me­ses más tar­de, el 11 de mar­zo el Él­der Ge­ne R. Cook or­ga­ni­zó la Es­ta­ca Bo­li­via La Paz con Jor­ge Lea­ño co­mo pre­si­den­te. El 11 de sep­tiem­bre del mis­mo año el Él­der Da­vid Height or­ga­ni­zó la Es­ta­ca Bo­li­via Co­cha­bam­ba y lla­mó a Car­los L. Pe­dra­ja co­mo pre­si­den­te. En 1980 se or­ga­ni­za­ron dos nue­vas es­ta­cas, Bo­li­via La Paz Oes­te con Víc­tor Hu­go Sa­ra­via co­mo pre­si­den­te y la es­ta­ca Bo­li­via Oru­ro don­de fue lla­ma­do a pre­si­dir J. Adrián Ve­laz­co.

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El relato de Jorge Leaño "Re­cuer­do el en­tu­sias­mo con el que to­dos los miem­ bros es­pe­rá­ba­mos esa opor­tu­ni­dad. La pre­pa­ra­ción fue muy bien he­cha por el pre­si­den­te de la Mi­sión Eu­ge­ne Hill y tam­ bién to­ma­ron par­te dos Re­pre­sen­tan­tes Re­gio­na­les, los él­de­res Midd­le­ton y Ol­sen." "En pri­mer lu­gar pa­ra mí fue una sor­pre­sa ser lla­ma­ do co­mo pre­si­den­te de es­ta­ca, no te­nía la me­nor idea que es­to po­día su­ce­der; yo pen­sa­ba que con se­gu­ri­dad ha­bía otros her­ma­ nos que po­dían ser lla­ma­dos y que es­ta­ban muy pre­pa­ra­dos." "El Él­der Ge­ne R. Cook vi­no a La Paz pa­ra or­ga­ni­zar la es­ta­ca, se hi­cie­ron las en­tre­vis­tas y fi­nal­men­te que­dó or­ga­ ni­za­da. Mis dos con­se­je­ros fue­ron Jus­ti­no Mar­tí­nez y Ma­rio Aya­bi­ri. Las Au­to­ri­da­des par­tie­ron, se fue­ron y nos de­ja­ron con la gran ta­rea de di­ri­gir la nue­va es­ta­ca" “El pri­mer de­sa­fío fue for­ta­le­cer los ba­rrios, al lla­mar tan­tos her­ma­nos y her­ma­nas a la es­ta­ca, ha­bían que­da­do de­bi­ li­ta­dos. Te­nía­mos sie­te ba­rrios y cua­tro ra­mas y te­nía­mos que tra­ba­jar mu­cho pa­ra for­ta­le­cer­los. So­lo te­nía­mos diez miem­bros del su­mo con­se­jo y ha­bía si­do lla­ma­do co­mo pa­triar­ca el her­ ma­no Her­nán Sainz Mer­ca­do". "El her­ma­no Jus­ti­no Mar­tí­nez, ha­bía tra­ba­ja­do en las mi­nas, era un di­ri­gen­te mi­ne­ro, de esos ague­rri­dos, muy ape­ ga­do al tro­kis­mo, tan de mo­da en aque­lla épo­ca, pe­ro lue­go se con­vir­tió al evan­ge­lio. De­bi­do a su mi­li­tan­cia po­lí­ti­ca te­nía una gran ha­bi­li­dad en la ora­to­ria, se co­mu­ni­ca­ba muy bien con la gen­te. Era un hom­bre con mu­chas ha­bi­li­da­des ma­nua­les, co­no­ cía de car­pin­te­ría, elec­tri­ci­dad, me­cá­ni­ca con am­pli­tud; es­to le

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La Presidencia de la Estaca Cochabamba, Mario Eduar Guzmán, Calos L. Pedraja y Carlos Ferrari

Presidencia de la Estaca La Paz Sopocachi (2004)

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per­mi­tió ayu­dar a mu­chos de los miem­bros de la Igle­sia a me­jo­ rar sus ha­bi­li­da­des tam­bién". "El her­ma­no Ma­rio Aya­bi­ri era in­ge­nie­ro ci­vil, era un her­ma­no re­fle­xi­vo, muy es­tu­dio­so, siem­pre te­nía en la men­te la so­lu­ción a los pro­ble­mas. Se co­mu­ni­ca­ba muy bien con la gen­ te. Mis con­se­je­ros fue­ron ma­ra­vi­llo­sos, ellos te­nían lo que a mí me fal­ta­ba". 5 Recuerdos de Carlos Pedraja "Fui­mos dis­tri­to por va­rios años; cuan­do se for­mó la es­ta­ca vi­no el Él­der Da­vid Haight, la con­fe­ren­cia fue en un tea­tro que se lle­nó. Mis con­se­je­ros fue­ron los her­ma­nos Ma­rio Eduardo Guz­mán y Car­los Fe­rra­ri. La pre­pa­ra­ción de la es­ta­ca fue di­ri­gi­da por el her­ma­no Eu­ge­nio Ol­sen quien nos ayu­dó a que fun­cio­ná­ra­mos co­mo si fué­ra­mos una es­ta­ca aún sien­do un dis­tri­to. En aque­llos días nos pa­re­cía que era im­por­tan­te lo que pa­sa­ba en la ciu­dad, to­dos tra­ba­já­ba­mos y es­tá­ba­mos lis­tos pa­ra se­guir ade­lan­te sin im­por­tar a qué pues­to éra­mos lla­ma­dos". "Nues­tro pri­mer de­sa­fío fue que no ha­bía ma­ne­ra rá­pi­ da de co­mu­ni­ca­ción, no exis­tía la pre­si­den­cia de Área a quien lle­var los pro­ble­mas. Los pre­si­den­tes de es­ta­cas nos que­da­mos tra­ba­jan­do so­los, de vez en cuan­do te­nía­mos al­gu­nos con­tac­tos con el pre­si­den­te de mi­sión so­bre al­gu­nos te­mas. Es­ta si­tua­ción fue po­si­ti­va pues nos ayu­dó a for­ta­le­cer­nos y a apren­der a tra­ ba­jar so­los." 6 Des­pués de or­ga­ni­za­das las pri­me­ras es­ta­cas el ca­mi­no fue abier­to pa­ra lo­grar un ma­yor cre­ci­mien­to y pro­si­guió la or­ga­ni­za­ción de otras es­ta­cas. 5- Jor­ge Lea­ño, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 5 de abril de 2004. 6- Car­los L. Pe­dra­ja, His­to­rias Ora­les, La Paz, 6 de fe­bre­ro de 2004.

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Las estacas de Bolivia San­ta Cruz 14 de ene­ro, 1979 La Paz 11 de mar­zo, 1979 Co­cha­bam­ba 11 de sep­tiem­bre, 1979 La Paz Oes­te 24 de fe­bre­ro, 1980 Oru­ro 10 de di­ciem­bre, 1980 La Paz el Al­to 18 de ene­ro, 1981 La Paz Mi­ra­flo­res 18 de ene­ro, 1981 San­ta Cruz Ca­ño­to 15 de fe­bre­ro, 1981 San­ta Cruz Pa­raí­so 15 de fe­bre­ro, 1981 Co­cha­bam­ba Co­bi­ja 19 de fe­bre­ro, 1984 Co­cha­bam­ba Uni­ver­si­dad 19 de fe­bre­ro, 1984 La Paz So­po­ca­chi 17 de ene­ro, 1988 San­ta Cruz Equi­pe­trol 2 de di­ciem­bre, 1990 El Al­to 24 de no­viem­bre, 1991 El Al­to Sa­té­li­te 6 de mar­zo, 1992 Co­cha­bam­ba Los Ala­mos 16 de ma­yo, 1993 San­ta Cruz Pi­ray 19 de ju­nio, 1994 Po­to­sí 18 de ene­ro, 1995 Mon­te­ro 12 de no­viem­bre, 1995 Co­cha­bam­ba Jai­huay­co 10 de di­ciem­bre, 1995 Su­cre 24 de abril, 1996 Ta­ri­ja 24 de ma­yo, 1996 La Paz el Al­to San Pe­dro 30 de no­viem­bre, 1996 Oru­ro Agua de Cas­ti­lla 24 de no­viem­bre, 1996 San­ta Cruz El Ba­jio 1º de fe­bre­ro, 1998 Tri­ni­dad

No­ri­ha­ru Is­hi­ga­ki Ha­ra­gui­chi Jor­ge Lea­ño Car­los L. Pe­dra­ja Víc­tor Hu­go Sa­ra­via J. Adrián Ve­laz­co Víc­tor Hu­go Sa­ra­via

Er­win Bim­bau­mer Gui­ller­mo Ri­ve­ro Paz Sol­dan Eduar­do Ga­bar­det Ro­lan­do An­to­nio Oyo­la Sua­rez Ed­mun­do Cha­vez Váz­quez Jo­sé Ru­ben Ri­ve­ro Ze­ba­llos Ro­lan­do An­to­nio Oyo­la Sua­rez Ed­gar Me­dar­do Ló­pez Loay­za Hu­go Wal­ter San­do­val Pi­no Ivan Jor­ge Gu­tié­rrez Es­te­ban Por­ti­llo Ríos Juan Gar­cía Var­gas Juan Car­los Mo­gro­ve­jo Ro­ca­ba­ do Johnny Cham­bi Joa­ni­qui­na Jo­sé Mar­tín Te­llez

Recuerdos de la familia Gavarret La fa­mi­lia Ga­va­rret es ori­gi­na­ria de Mon­te­vi­deo, Uru­ guay. Por ra­zo­nes de tra­ba­jo ha­bían es­ta­do re­si­diendo en Asun­

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Presidencia de estaca Santa Cruz Equipetrol. Presidente Vladimir Campero con sus consejeros Martín Peralta y Orlando Vásquez

Organización de la Estaca Santa Cruz, élder Ezra Taft Benson y élder Gene Cook, presidente Noriharu Ishigaki Haraguichi (1979)

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ción, Pa­ra­guay y luego se tras­la­da­ron a La Paz, Bo­li­via; allí vi­vie­ron apro­xi­ma­da­men­te cin­co años y tu­vie­ron ex­pe­rien­cias muy es­pe­cia­les con la Igle­sia. Ellos re­la­ta­ron lo si­guien­te: "Lle­ga­mos a La Paz en 1987 y asis­ti­mos a las reu­nio­nes en el Ba­rrio 6 de Agos­to de la Es­ta­ca Mi­ra­flo­res. Nues­tra lle­ga­ da fue muy in­te­re­san­te. Nos sen­ta­mos en los úl­ti­mos asien­tos pa­ra ob­ser­var todo nuestro entorno. Al tér­mi­no de la reu­nión se acer­ca­ron dos jó­ve­nes pa­ra dar­no­s la bien­ve­nida, uno era el hi­jo del Obis­po As­toich y el otro el se­cre­ta­rio del ba­rrio, el her­ma­ no Aya­bi­ri. A la tar­de fue a vi­si­tar­nos a nues­tro de­par­ta­men­to la pre­si­den­ta de la So­cie­dad de So­co­rro. Con esa bien­ve­ni­da nues­tra de­ci­sión fue ‘aquí nos que­da­mos en es­ta uni­dad’. Al do­min­go si­guien­te nos en­tre­vis­tó el Obis­po pa­ra co­no­cer­nos." "A los seis me­ses de ha­ber lle­ga­do se lle­vó a ca­bo el pro­ce­so de or­ga­ni­za­ción de una nue­va es­ta­ca, la es­ta­ca So­po­ca­ chi sur­gió de la di­vi­sión de la es­ta­ca Mi­ra­flo­res y pa­ra mi sor­ pre­sa fui lla­ma­do co­mo pre­si­den­te. Mi preo­cu­pa­ción era co­mo ser­vir me­jor sien­do tan nue­vo en el lu­gar, con un nue­vo tra­ba­jo y muy po­co tiem­po dis­po­ni­ble." "Nos ayu­dó mu­chísi­mo tra­ba­jar uni­dos en la pre­si­ den­cia, tra­ba­jar con el su­mo con­se­jo dán­do­les asig­na­cio­nes y so­li­ci­tán­do­les informes y lue­go de­jar que el Es­pí­ri­tu los guia­ra. Es­to nos ayu­dó a cre­cer y de­jar la es­ta­ca pre­pa­ra­da pa­ra una di­vi­sión que su­ce­di­ó más ade­lan­te cuando se organizó la Es­ta­ca Al­to San Pe­dro." "A mí me lla­ma­ban mu­cho la aten­ción la de­di­ca­ción y com­pro­mi­so de los her­ma­nos an­di­nos, el tra­ba­jo que rea­li­za­ban y el cum­pli­mien­to de las asig­na­cio­nes. Eran hu­mil­des, acep­ta­ ban los con­se­jos y cum­plían su par­te lo me­jor que po­dían."

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"Te­ne­mos sen­ti­mien­tos muy es­pe­cia­les por los her­ma­ nos de Bo­li­via, re­cor­da­mos las her­mosas ex­pe­rien­cias que tu­vi­ mos tra­ba­jan­do con las fa­mi­lias pa­ra pre­pa­ra­se pa­ra asis­tir al tem­plo y lue­go la pre­pa­ra­ción pa­ra el tem­plo de Co­cha­bam­ba. He­mos vis­to el cre­ci­mien­to de sus lí­de­res co­mo el Pre­si­den­te Oyol­a y el Pre­si­den­te An­te­lo. He­mos vis­ta la ma­du­rez que han lo­gra­do, he­mos vis­to también a los jo­ve­nes sa­lien­do a la mi­sión y comprobamos la for­ma­ción de fa­mi­lias. Es­tos son sa­tis­fac­cio­ nes que da el ser­vi­cio a tra­vés del tiem­po." La her­ma­na Norma Ga­va­rret ex­pre­só lo si­guien­te acer­ca de las her­ma­nas de la So­cie­dad de So­co­rro: "Es­ta­ban siem­pre dis­pues­tas a apren­der y a com­par­tir y po­seían una ex­traor­di­na­ ria ha­bi­li­dad ma­nual. Me en­can­ta­ba su ma­ne­ra de can­tar, es una ha­bi­li­dad in­na­ta. He vis­to co­mo cam­bia­ron sus cos­tum­bres a cau­sa del evan­ge­lio. Las her­ma­nas eran muy tra­ba­ja­do­ras. Aque­llos fue­ron años ma­ra­vi­llo­sos, me sen­tía par­te de ellas, me sen­tía ama­da, te­nía­mos mu­chos ami­gos, mu­chos la­zos que son in­di­so­lu­bles. Aun­que per­te­ne­cía­mos a pue­blos di­fe­ren­tes te­nía­ mos las raí­ces co­mu­nes del evan­ge­lio." 7

7- Norma y Eduar­do Ga­va­rret, His­to­rias Ora­les, Asun­ción, agos­to de 2004

Ca­pí­tu­lo Diez

LA CASA DEL SEÑOR La edi­fi­ca­ción de un tem­plo sig­ni­fi­ca el ple­no es­ta­ble­ci­ mien­to de Sión en una na­ción. Evi­den­cia de que la Igle­sia tie­ne raí­ces y fir­me­za. Es la ma­ni­fes­ta­ción del amor y el re­co­no­ci­ mien­to del Se­ñor a las vir­tu­des y dig­ni­dad de los San­tos de los Úl­ti­mos Días de esa na­ción. El Tem­plo de Co­cha­bam­ba es una de las ben­di­cio­nes pro­me­ti­das a la des­cen­den­cia de Sa­ríah y Le­hi, que se­rían res­ tau­ra­dos al co­no­ci­mien­to de Dios. Es tam­bién el fru­to del tra­ba­ jo ab­ne­ga­do de mi­les de mi­sio­ne­ros guiados por los pre­si­den­tes de mi­sión, que an­du­vie­ron por las ca­lles y ca­mi­nos de Bo­li­via en bus­ca de los pu­ros de co­ra­zón du­ran­te trein­ta y dos años. La Igle­sia en Bo­li­via vi­vió tiem­pos di­fí­ci­les, dos mi­sio­ ne­ros fue­ron ase­si­na­dos en 1989, produciendose al­gu­nos ata­ ques a ca­pi­llas y cri­ti­cas pú­bli­cas. La ma­yo­ría de los mi­sio­ne­ros pro­cedentes de los Es­ta­dos Uni­dos fue­ron re­ti­ra­dos del país a prin­ci­pios de los años no­ven­ta a cau­sa de la agi­ta­ción so­cial e in­se­gu­ri­dad exis­ten­te. Sin em­bar­go, los san­tos bo­li­via­nos y su li­de­raz­go per­ma­ne­cie­ron fir­mes, cre­cie­ron y ma­du­ra­ron, mi­les de jó­ve­nes acep­ta­ron el lla­ma­mien­to de ser mi­sio­ne­ros en su pro­pio país y en­tre su pro­pia gen­te. Po­co des­pués, lle­ga­ron mi­sio­ne­ros pro­ve­nien­tes de paí­ses cer­ca­nos y la Igle­sia con­ ti­nuó cre­cien­do. Ape­nas quin­ce años más tar­de de es­ta épo­ca

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Templo de San Pablo

La casa del Señor

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de­sa­fian­te el Se­ñor man­dó a le­van­tar un tem­plo en la tie­rra de Bo­li­via pa­ra ben­di­ción de to­da la na­ción y mu­chas ge­ne­ra­cio­ nes. Los santos bolivianos y el templo En la épo­ca de las pri­me­ras ra­mas y dis­tri­tos eran muy po­cos los miem­bros que cap­ta­ban la im­por­tan­cia de la obra en el tem­plo. Las po­si­bi­li­da­des y re­cur­sos dis­po­ni­bles pa­ra rea­li­ zar una in­ves­ti­ga­ción ge­nea­ló­gi­ca que per­mi­tie­ra avan­zar va­rias ge­ne­ra­cio­nes atrás, eran es­ca­sos. Lue­go de ob­te­ner la in­for­ ma­ción era ne­ce­sa­rio en­viar­la a un tem­plo de Es­ta­dos Uni­dos pa­ra rea­li­zar las or­de­nan­zas. To­do es­te pro­ce­so era com­pli­ca­do y muy po­cos lo­gra­ban ha­cer­lo con éxi­to. Con el co­mien­zo del Tem­plo en San Pa­blo y el ad­ve­ni­mien­to de las pri­me­ras es­ta­cas en Bo­li­via se pro­du­jo un ver­da­de­ro des­per­tar. Las fa­mi­lias fie­ les que se ha­bían bau­ti­za­do a par­tir de la dé­ca­da de los se­sen­ta pu­die­ron asis­tir al Tem­plo de San Pa­blo por pri­me­ra vez. Este tem­plo fue lla­ma­do el "Tem­plo de Su­da­mé­ri­ca", fue de­di­ca­do por el Pre­si­den­te Spen­cer W. Kim­ball el 30 de oc­tu­bre de 1978 y du­ran­te cin­co años sir­vió a to­dos los paí­ses de Su­da­mé­ri­ca. El él­der Ma­rio Eduar Guz­mán des­cri­bió aque­lla épo­ca con es­tas pa­la­bras: "El Tem­plo de San Pa­blo ha si­do la pie­dra an­gu­lar de la Igle­sia en Su­da­mé­ri­ca. Los miem­bros de la Igle­ sia en Bo­li­via he­mos tra­ta­do de ir por cual­quier me­dio. Allí he po­di­do ha­cer la obra vi­ca­ria por mis an­ces­tros y los de mi es­po­ sa. Los her­ma­nos de Bra­sil fue­ron muy hos­pi­ta­la­rios, abrie­ron sus co­ra­zo­nes y fue­ron muy ge­ne­ro­sos". 1 An­tes del tem­plo de San Pa­blo la úni­ca po­si­bi­li­dad era asis­tir a un tem­plo en los Es­ta­dos Uni­dos. Las con­di­cio­nes eco­ 1- Ma­rio Eduar Guz­mán, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 6 de abril de 2004

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Templo de Lima

Templo de Buenos Aires

La casa del Señor

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nó­mi­cas de la ma­yo­ría de los miem­bros de la Igle­sia ha­cían prác­ti­ca­men­te im­po­si­ble un via­je de es­tas ca­rac­te­rís­ti­cas pa­ra fa­mi­lias com­ple­tas. La fa­mi­lia Guz­mán tu­vo la opor­tu­ni­dad de ser se­lla­da en el Tem­plo de Pro­vo y lue­go en­trar a otros más en los Es­ta­ dos Uni­dos. Es­to es­ti­mu­ló su in­te­rés por la obra del tem­plo y de sus an­ces­tros y así co­men­za­ron a en­se­ñar so­bre el tem­plo. El her­ma­no Guz­mán re­cor­dó lo si­guien­te: "Cuan­do era miem­bro de la pre­si­den­cia de la Es­ta­ca Co­cha­bam­ba, con el pre­si­den­te Car­los Pe­dra­ja nos pre­gun­tá­ba­mos cuán­tos de nues­tros miem­ bros po­drían via­jar a los Es­ta­dos Uni­dos pa­ra en­trar al tem­plo y cuan­do ten­dría­mos un tem­plo en Su­da­mé­ri­ca. En­ton­ces fue anun­cia­do la cons­truc­ción del Tem­plo de San Pa­blo ca­si co­mo una res­pues­ta a nues­tras pre­gun­tas". "Los miem­bros de Bo­li­via re­ci­bi­mos la me­ta de con­tri­ buir pa­ra la cons­truc­ción del Tem­plo de San Pa­blo que pa­re­cía muy ele­va­da. En la es­ta­ca Co­cha­bam­ba el Pre­si­den­te Pe­dra­ja me asig­nó a mí pa­ra que im­pul­sa­ra la ob­ten­ción de las do­na­cio­ nes. To­dos apor­ta­ron, ca­da miem­bro de la fa­mi­lia po­nía su par­te. De 1984 a 1985 el apor­te so­li­ci­ta­do era muy al­to, sin em­bar­go, fue al­go ex­traor­di­na­rio porque lo­gra­mos reu­nir el di­ne­ro muy rá­pi­da­men­te. So­lo nos aven­ta­jó la Es­ta­ca San­ta Cruz, pues allí un fiel her­ma­no ven­dió sus tie­rras y do­nó una gran can­ti­dad de di­ne­ro. En Bo­li­via so­bre­pa­sá­ba­mos el lí­mi­te que se nos ha­bía fi­ja­do y así su­pi­mos que el co­ra­zón de los miem­bros de la Igle­ sia es­ta­ba dis­pues­to para el tem­plo". 2 El 15 de sep­tiem­bre de 1983 fue de­di­ca­do el Tem­plo de San­tia­go, Chi­le. Miem­bros y fa­mi­lias de Bo­li­via co­men­za­ron a asis­tir a ese tem­plo debido a las fa­ci­li­da­des que ofre­cía el via­je con res­pec­to a San Pa­blo. El 10 de ene­ro en Li­ma y el 17 de 2- Ma­rio Eduar Guz­mán, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 6 de abril de 2004

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ene­ro de 1986 en Bue­nos Ai­res se de­di­ca­ron dos nue­vos tem­ plos. El Tem­plo de Li­ma fa­ci­li­tó la asis­ten­cia a la ma­yo­ría de las es­ta­cas de Bo­li­via y el de Bue­nos Ai­res fue más ac­ce­si­ble pa­ra los miem­bros del sur del país. La con­tri­bu­ción mo­ne­ta­ria pa­ra la cons­truc­ción del Tem­ plo de San Pa­blo y los es­fuer­zos pos­te­rio­res pa­ra asis­tir en fa­mi­ lia; en mu­chos ca­sos por la falta de recursos, y el pro­gre­so en la pre­pa­ra­ción de re­gis­tros de his­to­ria fa­mi­liar, fue­ron la pre­pa­ ra­ción pa­ra ser ben­de­ci­dos con un tem­plo en su pro­pia tie­rra.

Ca­pí­tu­lo Once

EL TEMPLO DE COCHABAMBA El 13 de ene­ro de 1995 la Pri­me­ra Pre­si­den­cia de la Igle­sia anun­ció la cons­truc­ción del Tem­plo de Co­cha­bam­ba, Bo­li­via, trans­for­mán­do­se en el nu­me­ro sie­te de Su­da­mé­ri­ca. La no­ti­cia fue un gran im­pac­to en­tre los miem­bros de la Igle­ sia, el Él­der Ma­rio E. Guz­mán re­cor­dó su pro­pia ex­pe­rien­cia con es­tas pa­la­bras: "En ese en­ton­ces yo era Re­pre­sen­tan­te Re­gio­nal, el pre­si­den­te del Área, Él­der Ju­lio Dá­vi­la nos in­vi­tó a una reu­nión con el pre­si­den­te de la mi­sión pa­ra ha­blar acer­ca de al­gu­nos te­mas im­por­tan­tes. Nos reu­ni­mos en la ca­sa de la mi­sión y el Él­der Dá­vi­la nos in­for­mó que pri­me­ra­men­te de­bía ha­cer un lla­ma­do a La­go Sa­la­do, co­sa que hi­zo y nos que­da­mos a la es­pe­ra de una res­pues­ta por fax. No­so­tros no te­nía­mos la me­nor idea para que nos ha­bía reu­ni­do. Des­pués que re­ci­bió el fax nos pi­dió ofre­cer una ora­ción pa­ra co­men­zar, lue­go nos di­jo que te­nía una no­ti­cia pa­ra co­mu­ni­car­nos y co­men­zó a llo­ rar, en­ton­ces nos di­ce que ha­bía si­do anun­cia­da la cons­truc­ción del tem­plo de Bo­li­via en la ciu­dad de Co­cha­bam­ba. No­so­tros nos que­da­mos pa­ra­li­za­dos, so­lo pu­di­mos de­rra­mar lá­gri­mas, no te­nía­mos pa­la­bras ni co­sa que de­cir." 1

1- Ma­rio Eduar Guz­mán Pa­di­lla, Co­cha­bam­ba, 6 de abril de 2004

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El sitio del templo El tem­po de Co­cha­bam­ba fue ubi­ca­do en un lu­gar al­to y do­mi­nan­te al nor­te de la ciu­dad so­bre la ca­lle Mel­chor Ur­qui­di. El her­ma­no Jor­ge Lea­ño re­la­tó lo si­guien­te: "Tu­ve el pri­vi­le­gio de par­ti­ci­par en la elec­ción del si­tio, jun­to con el Él­der Jay E. Jen­sen; des­pués de vi­si­tar va­rios lu­ga­res, fi­nal­men­te lle­ga­mos aquí. Ya ha­bía­mos in­da­ga­do con los due­ños si era po­si­ble com­ prar es­e te­rre­no, ellos te­nían ya ela­bo­ra­do un pro­yec­to pa­ra cons­truir vi­vien­das mul­ti­fa­mi­lia­res y te­nían he­cha la in­frac­truc­ tu­ra de las al­can­ta­ri­llas. La ra­zón por la que no ha­bían co­men­ za­do a cons­truir no la sa­bía­mos. Des­pués de re­co­rrer el te­rre­no con Él­der Jen­sen nos re­fu­gia­mos en una pe­que­ña ca­su­cha de­ba­ jo de unas ca­la­mi­nas de­bi­do a la llu­via. Allí ora­mos; él ofre­ció una ora­ción muy her­mo­sa en la que le pi­dió al Se­ñor sa­ber si aquel era el lu­gar ele­gi­do pa­ra lue­go po­der in­for­mar a la Pri­me­ ra Pre­si­den­cia. Des­pués de la ora­ción, sin de­cir pa­la­bra sa­li­mos pe­ro los dos sa­bía­mos que ese era el lu­gar del tem­plo. Lo más ad­mi­ra­ble es que los due­ños de­se­cha­ron el pro­yec­to que te­nían y nos ven­die­ron el te­rre­no. Un lu­gar tan gran­de en un área ur­ba­ ni­za­da, ha­bía per­ma­ne­ci­do li­bre de cons­truc­cio­nes du­ran­te más de cin­cuen­ta años. Pa­ra mí, es­to fue un mi­la­gro, al­go que so­lo se pue­de ex­pli­car en tér­mi­nos de la vo­lun­tad de Dios". 2 La Palada Inicial Des­pués del anun­cio de la cons­truc­ción del tem­plo se di­vi­de el Área Su­da­mé­ri­ca Nor­te y se or­ga­ni­za el Área Su­da­ mé­ri­ca Es­te con se­de en la ciu­dad de Li­ma, Pe­rú. El Él­der Jay E. Jen­sen es lla­ma­do co­mo pre­si­den­te de Área y pa­sa a ser el pre­si­den­te del co­mi­té del Tem­plo de Co­cha­bam­ba, co­mo di­rec­ tor lo­cal del co­mi­té es lla­ma­do el Él­der Ma­rio Eduar Guz­mán Pa­dilla, jun­to con otros her­ma­nos. 2- Jor­ge Lea­ños, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 5 de abril de 2004

El Templo de Cochabamba

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El Presidente Gordon B. Hinckley en la Palada Inicial del Templo de Cochabamba

Escena de la Palada Inicial

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El 10 de no­viem­bre de 1996 el Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley de­di­ca el te­rre­no del tem­plo. Los her­ma­nos de Co­cha­ bam­ba tra­ba­ja­ron ar­dua­men­te pa­ra lim­piar, ali­sar y pre­pa­rar el lu­gar pa­ra la ce­re­mo­nia. En la ma­dru­ga­da de ese día se de­sa­tó una llu­via to­rren­cial. To­do el te­rre­no se trans­for­mó en un lo­da­zal, la ta­ri­ma don­de es­ta­ría el co­ro se ca­yó y la llu­via per­sis­tió. Más de cin­co mil per­so­nas se reu­nie­ron. El Pre­si­den­te Hinc­kley fue acom­pa­ña­do por el Él­der Jay Jen­sen. Fal­ta­ban unos po­cos mi­nu­ tos pa­ra co­men­zar y aún no ha­bía elec­tri­ci­dad pa­ra el sis­te­ma de au­dio de­bi­do a la llu­via; fi­nal­men­te ésta fue reestablecida y dio co­mien­zo la reu­nión. Cuan­do el Pre­si­den­te Hinc­kley co­men­zó a ha­blar di­jo "bien­ve­ni­dos san­tos mo­ja­dos". Fue ofre­ci­da la ora­ ción de­di­ca­to­ria y los san­tos bo­li­via­nos vislumbraron con gozo el cum­pli­mien­to de la pro­me­sa de te­ner la ca­sa del Se­ñor en su pro­pia tie­rra. Memorias del Élder Jensen El Él­der Jen­sen com­par­tió no­tas de su dia­rio que nos re­cuer­dan al­gu­nos mo­men­tos trans­cen­den­tes en la his­to­ria del tem­plo de Co­cha­bam­ba. "Mar­tes 29 de fe­bre­ro de 1993. Tu­ve la im­pre­sión de que de­bía­mos ofre­cer una ora­ción en el lu­gar. El her­ma­no Lea­ño y yo nos pa­ra­mos re­ve­ren­tes y yo fui el por­ta­voz en la ora­ción, pi­dien­do en par­ti­cu­lar que si aquel iba a ser el si­tio del tem­plo fue­ra pro­te­gi­do, de usur­pa­ción y to­da ma­la in­fluen­cia. Tam­bién pe­dí que los líde­res y ofi­cia­les de la ciu­dad re­ci­bie­ran nues­tra so­li­ci­tud en for­ma fa­vo­ra­ble." "Lu­nes 16 de ene­ro de 1995. Co­mo pre­si­den­cia de Área no ha­bía­mos te­ni­do nin­gún an­ti­ci­po del anun­cio del Tem­plo de

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Co­cha­bam­ba. Es­pi­ri­tual­men­te ha­blan­do me sen­tí im­pul­sa­do, ca­da vez que es­ta­ba en Bo­li­via y me po­nía de pie a ha­blar acer­ ca de los tem­plos y que el Se­ñor los ben­de­ci­ría con un tem­plo muy pron­to." "Do­min­go 10 de no­viem­bre de 1996. Fui­mos in­vi­ta­dos pa­ra acom­pa­ñar al gru­po que via­ja­ba de Li­ma a Co­cha­bam­ba, Bo­li­via pa­ra par­ti­ci­par de la pri­me­ra pa­la­da del tem­plo. Lle­ga­ mos al­re­de­dor de las 3 de la tar­de en me­dio de la tor­men­ta más gran­de de los úl­ti­mos diez años. Esa llu­via era la con­tes­ta­ción a mu­cha ora­ción y ayu­no de­bi­do a una gran se­quía. Co­men­zó a llo­ver a las 03.00 de la ma­ña­na del do­min­go y no pa­ró com­ple­ ta­men­te has­ta el do­min­go a las 8.00 de la no­che. Es­to pro­du­jo al­gu­nos in­con­ve­nien­tes du­ran­te el ser­vi­cio de la pri­me­ra pa­la­da. De­bi­do a la llu­via to­do es­ta­ba inun­da­do." "El co­mi­té lo­cal obró mi­la­gros pa­ra co­lo­car una pla­ta­ for­ma y el ros­trum con una car­pa cu­brién­do­nos. Tam­bién los ve­hí­cu­los ca­si que­dan em­pan­ta­na­dos de­bi­do al ba­rro. A cau­sa de la llu­via per­sis­ten­te y el frío tu­vi­mos una ce­re­mo­nia cor­ta. Yo di­ri­gí y el Pre­si­den­te Hinc­kley ha­bló y de­di­có el te­rre­no. Un her­mo­so co­ro can­tó co­mo án­ge­les. Vi­nie­ron san­tos de to­das par­tes de Bo­li­via, co­mo Vi­lla­zón, Ber­me­jo, Ta­ri­ja, Po­to­sí, San­ta Cruz, La Paz, Tu­pi­za, Qui­ri­za, y otras ciu­da­des." 3 La Casa Abierta Trans­cu­rrió el tiem­po de la cons­truc­ción, en abril del año 2000 to­do es­ta­ba lis­to pa­ra la de­di­ca­ción del tem­plo, nue­va­men­te ven­dría el Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley a pre­si­dir. En esos días su­ce­de una gran con­vul­sión so­cial en to­da Bo­li­via. Co­cha­ bam­ba y otras ciu­da­des son blo­quea­das por los obre­ros y cam­ pe­si­nos y los lí­de­res de la Igle­sia pien­san que qui­zás de­ba ser 3- Él­der Jay E. Jen­sen, car­ta al au­tor, 14 de oc­tu­bre de 2004

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El templo en construcción

El templo en construcción

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sus­pen­di­da la ca­sa abier­ta del tem­plo de­bi­do al con­flic­to. Sin em­bar­go, los pla­nes con­ti­núan y se lle­va a ca­bo la ca­sa abier­ta du­ran­te tres días. Más de cin­cuen­ta y nue­ve mil per­so­nas pa­sa­ ron por el tem­plo. Du­ran­te la cons­truc­ción ha­bía mu­chos co­men­ta­rios ne­ga­ti­vos en la ciu­dad, de­cían que se tra­ta­ba de un bun­ker o for­ta­le­za de los mor­mo­nes nor­tea­me­ri­ca­nos. Los lí­de­res de la co­mu­ni­dad, la pren­sa y el pú­bli­co vi­si­ta­ron el tem­plo y la opi­nión pu­bli­ca cam­bió por com­ple­to y co­men­za­ron a mos­trar ad­mi­ra­ción y res­pe­to por lo que en­con­tra­ron y vie­ron. El Él­der Guz­mán re­la­tó: "el al­cal­de de Co­cha­bam­ ba Man­fred Rey Vi­lla, per­dió a su hi­ja en un ac­ci­den­te automovilístico dos días an­tes de la ca­sa abier­ta y no pu­do asis­ tir co­mo es­ta­ba pre­vis­to. Más tar­de or­ga­ni­za­mos una vi­si­ta só­lo pa­ra él, su es­po­sa y sus alle­ga­dos. ¡Fue una reu­nión ma­ra­vi­llo­ sa!; él es­ta­ba muy afec­ta­do por la pér­di­da de su hi­ja. La vi­si­ta al tem­plo fue un bál­sa­mo de tran­qui­li­dad pa­ra él y su fa­mi­lia, sa­lió del tem­plo con lá­gri­mas en los ojos". 4 Dedidación del templo El do­min­go 30 de abril de 2000 el Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley de­di­có la ca­sa del Se­ñor en Co­cha­bam­ba Bo­li­via. Fue acom­pa­ña­do por el Él­der Ri­chard G. Scott del Quó­rum de los Do­ce y los el­de­res Ri­chard J. May­nes y Ma­rio E. Guz­mán de los Se­ten­ta. Miem­bros de la Igle­sia de to­do Bo­li­via lle­ga­ron pa­ra par­ti­ci­par de las so­lem­nes cua­tro se­sio­nes dedicatorias. La pri­me­ra se­sión co­men­zó a las 9:00 de la mañana e in­clu­yó el ac­to de la pie­dra an­gu­lar. El Pre­si­den­te Hinc­kley 4- Ma­rio Eduar Guz­mán Pa­di­lla, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 6 de abril de 2004.

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Élder Mario Eduar Guzmán y su esposa Graciela Antezana

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ex­pli­có el gran sig­ni­fi­ca­do de la pie­dra an­gu­lar. Re­cor­dó que en los pri­me­ros tem­plos de es­ta dis­pen­sa­ción las cua­tro pie­dras an­gu­la­res eran muy im­por­tan­tes en la ci­men­ta­ción del edi­fi­cio cuan­do no se usa­ba con­cre­to. Se­ña­ló que era cos­tum­bre co­lo­car de­ba­jo de la pie­dra an­gu­lar su­des­te una ca­ja de objetos y es­cri­ tos de la épo­ca y así pa­sa­ba a ser la "pie­dra an­gu­lar del tem­plo". Lue­go ex­pli­có el gran sim­bo­lis­mo de esa pie­dra an­gu­lar ci­tan­do los ver­sí­cu­los 19 a 21 del se­gun­do ca­pítu­lo de la car­ta de Pa­blo a los Efe­sios: "Así que ya no sois ex­tran­je­ros ni ad­ve­ne­di­zos, si­no con­ ciu­da­da­nos de los san­tos y miem­bros de la fa­mi­lia de Dios, edi­ fi­ca­dos so­bre el fun­da­men­to de los após­to­les y pro­fe­tas sien­do la prin­ci­pal pie­dra del án­gu­lo Je­su­cris­to mis­mo, en quien to­do el edi­fi­cio, bien coor­di­na­do, va cre­cien­do pa­ra ser un tem­plo San­to del Se­ñor". El Pre­si­den­te Hinc­kley se­ña­ló que "Él es la pie­dra an­gu­ lar de Su gran obra en la tie­rra", so­bre la cual es­tá fun­da­da la Igle­sia y Rei­no de Dios. Lue­go re­mar­có que en la ac­tua­li­dad no co­lo­ca­mos pie­dras an­gu­la­res por una ne­ce­si­dad es­truc­tu­ral de los edi­fi­cios si­no co­mo una re­cor­da­ción de la pie­dra an­gu­lar so­bre la cual se fun­da to­da la obra de la Igle­sia. La oración dedicatoria La ora­ción de­di­ca­to­ria del tem­plo fue ofre­ci­da en la pri­me­ra se­sión por el Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley y lue­go rei­te­ra­da en ca­da una de las si­guien­tes se­sio­nes. Se­gui­da­men­te ci­ta­mos al­gu­nos pá­rra­fos de es­ta ins­pi­ra­da ora­ción: "Su­pli­ca­mos que es­te tem­plo, jun­to con sus es­truc­tu­ras au­xi­lia­res, se com­bi­nen to­dos ellos en un pre­dio sa­gra­do, edi­fi­

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ca­do pa­ra con­tri­buir a ex­ten­der Tu obra en es­ta gran Na­ción de Bo­li­via." "A es­te país le die­ron su nom­bre por Si­món Bo­lí­var, el gran li­ber­ta­dor de gran par­te de Su­da­mé­ri­ca, que fa­lle­ció el año en que se or­ga­ni­zó la Igle­sia Res­tau­ra­da. Im­plo­ra­mos que el prin­ci­pio in­com­pa­ra­ble de la de­mo­cra­cia se con­ser­ve pa­ra siem­pre en es­ta Re­pú­bli­ca. Ben­di­ce es­te país y a su gen­ te. Ro­ga­mos que tu obra crez­ca y pros­pe­re en es­ta par­te de Tu vi­ña." "Re­cor­da­mos an­te Ti a los hi­jos e hi­jas del pa­dre Le­hi. Te ro­ga­mos que guar­des tus an­ti­guas pro­me­sas en be­ne­fi­cio de ellos. Qui­ta de sus hom­bros las car­gas de la po­bre­za y haz que las ba­rre­ras de ti­nie­blas cai­gan de sus ojos. Que ellos se ele­ven a las glo­rias del pa­sa­do. Su­pli­ca­mos que re­co­noz­can a Su Re­den­tor y sean fie­les y lea­les San­tos del Al­tí­si­mo. Que bus­quen co­no­ci­ mien­to de los me­jo­res li­bros. Ro­ga­mos que la luz de la edu­ca­ción trai­ga nue­vas y mag­ni­fi­cas opor­tu­ni­da­des a sus vi­das." 5 Un día de revelación y profecía La de­di­ca­ción del tem­plo y lo so­lem­ne y sa­gra­do que allí su­ce­de es una opor­tu­ni­dad es­pe­cial pa­ra que la re­ve­la­ción de los cie­los flu­ya ha­cia los San­tos pa­ra am­pliar su vi­sión es­pi­ ri­tual de la obra de Dios y au­men­tar su fe y tes­ti­mo­nio. Ade­más de la gran ins­pi­ra­ción que sur­ge de la ora­ción de­di­ca­to­ria, las pa­la­bras y los tes­ti­mo­nios de los dis­cur­san­tes au­men­ta­ron el cau­dal de ins­pi­ra­ción que fue de­rra­ma­do por los San­tos en esa es­pe­cial oca­sión.

To­ma­ron la pa­la­bra en di­fe­ren­tes se­sio­nes los si­guien­

5- O­ra­ción De­di­ca­to­ria del Tem­plo de Co­cha­bam­ba, Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley, do­min­go 30 de abril de 2000, tra­duc­ción en es­pa­ñol

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tes her­ma­nos y her­ma­nas: Mary Be­re­ni­ce Bing­ham, Ver­non Bing­ham, Par­ley K. Full­mer, Él­der Ma­rio E. Guz­mán, Clark B. Hinc­kley, Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley, Jerry Earl Johns­ton, Él­der Ri­chard J. My­nes, Char­les K. Pul­sip­her, Twi­la W. Pul­sip­ her, Re­gi­nal R. Rom­ney y Él­der Ri­chard G. Scott. El Pre­si­den­te Hinc­kley se re­fi­rió al edi­fi­cio di­cien­do: "Ayer a la tar­de tu­vi­mos la opor­tu­ni­dad de re­co­rrer el in­te­rior de es­te her­mo­so edi­fi­cio. Qué mag­ní­fi­co y her­mo­so tem­plo es és­te. Creo que es uno de los me­jo­res edi­fi­cios de to­do Bo­li­via, y mas allá de eso, es la Ca­sa del Se­ñor." Lue­go el Pre­si­den­te Hinc­kley re­cor­dó a los san­tos arro­ di­llar­se y agra­de­cer al Se­ñor por el her­mo­so tem­plo y es­pe­cial­ men­te por que ya no se­ría ne­ce­sa­rio em­pren­der lar­gos via­jes al Tem­plo de Li­ma, a un lu­gar tan le­ja­no via­jan­do en omnibuses vie­jos. Él re­cor­dó una oca­sión en que es­ta­ba en el Tem­plo de Li­ma y un gru­po de san­tos de Bo­li­via lle­gó. Ha­bían he­cho un lar­go via­je por tie­rra, y es­ta­ban can­sa­dos y pol­vo­rien­tos. "Lo pen­sé pa­ra mí, ‘te­ne­mos un tem­plo en Pe­rú, al­gún día te­ne­mos que te­ner un tem­plo en Bo­li­via’ ". La ins­pi­rada idea de dedicar un templo en Bolivia, lle­va a los pen­sa­mien­tos hacia los pio­ne­ros que pu­sie­ron los fun­da­ men­tos de la Igle­sia en Bo­li­via y tam­bién a los an­ti­guos pro­fe­ tas; el Pre­si­den­te Gor­don B. Hinc­kley di­jo: "Creo que el pa­dre Le­hi nos ve y llo­ra en es­te día e igual­men­te Sa­ríah. Creo que ellos de­ben llo­rar al ver­nos y di­rán "Fi­nal­men­te, el gran y úl­ti­mo día de sal­va­ción y exal­ta­ción lle­ gó a nues­tros hi­jos."

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El Presidente Gordon B. Hinckley anunció la construcción, dedicó el terreno y luego el Templo de Cochabamba.

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Lue­go re­cor­dó su pri­mera vi­si­ta a Bo­li­via, "la pri­me­ra vez que vi­ne aquí ha­bía una pe­que­ña ra­ma en un lo­cal al­qui­ la­do y aho­ra, co­mo el her­ma­no May­nes les ha di­cho, te­ne­mos 132 ca­pi­llas, 21 es­ta­cas, 10 dis­tri­tos y es­to es so­lo el co­mien­zo, mis her­ma­nos y her­ma­nas. Aho­ra te­ne­mos es­ta her­mo­sa ca­sa del Se­ñor co­mo una jo­ya de co­ro­na­ción de to­do nues­tro tra­ba­jo aquí."1 El Él­der Ri­chard G. Scott del Quó­rum de los Do­ce Após­to­les ex­pre­só sen­ti­mien­tos muy es­pe­cia­les du­ran­te la de­di­ ca­ción, "es un día de tras­cen­den­tal im­por­tan­cia pa­ra la gen­te de Bo­li­via la de­di­ca­ción de es­te tem­plo. Me gus­ta­ría ex­pli­car­les porqué di­go es­to. Ten­go un amor pro­fun­do por la gen­te de es­ta tie­rra por los miem­bros que he co­no­ci­do por tan­tos años. La her­ma­na y el her­ma­no Mar­tí­nez de Qui­riza, Bo­li­via, quie­nes es­tán co­mo en­tre los pri­me­ros miem­bros de la Igle­sia aquí en Bo­li­via, yo he apren­di­do mu­cho de es­ta gen­te, por me­dio de los su­su­rros del Es­pí­ri­tu." "Los amo y sé que us­te­des pue­den lo­grar­lo. Cuan­do es­cu­chen las pa­la­bras de la ora­ción de­di­ca­to­ria, tó­men­las co­mo una guía en sus pro­pias vi­das. Cuan­do us­te­des mi­ren es­te her­ mo­so tem­plo há­gan­lo un sím­bo­lo de la res­tau­ra­ción del evan­ ge­lio. De la cer­te­za de una vi­da fu­tu­ra, que Cris­to el Sal­va­dor, quien vino al mun­do, tam­bién le en­se­ñó a sus an­ces­tros; sean fie­les a Él tes­ti­fi­quen de Él."2 El Él­der Ri­chard J. Ma­yers, dijo: "Du­ran­te los úl­ti­mos seis me­ses sir­vien­do en la pre­si­den­cia de Área, he­mos re­ci­bi­ do mu­chas car­tas de miem­bros de la Igle­sia aquí en Bo­li­via. Es­tas car­tas con­ta­ban las his­to­rias de fa­mi­lias y los sa­cri­fi­cios que mu­chas de ellas han he­cho pa­ra asis­tir al tem­plo, ya sea a Li­ma, San­tia­go, Bue­nos Ai­res o San Pa­blo. Ellas ha­bla­ban de 1-Presidente Gordon B. Hinckley, dedicación del Templo de Cochabamba, 30 de abril de 2000, traducción libre 2- Élder Richard G. Scott, dedicación del Templo de Cochabamba, 30 de abril de 2000, traducción libre

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los sa­cri­fi­cios que hi­cie­ron. Al­gu­nos ven­die­ron sus mue­bles pa­ra po­der via­jar y en­trar al tem­plo pa­ra re­ci­bir las sa­gra­das or­de­nan­zas que son tan im­por­tan­tes. Así ha si­do la his­to­ria de la Igle­sia des­de sus co­mien­zos." "Yo los amo y res­pe­to. Ha si­do una opor­tu­ni­dad ma­ra­vi­ llo­sa pa­ra la her­ma­na May­ers y yo tra­ba­jar en­tre us­te­des. Qui­ zás és­ta sea nues­tra úl­ti­ma vi­si­ta a Co­cha­bam­ba y quie­ro que to­dos us­te­des se­pan y sien­tan el amor que te­ne­mos por us­te­des. Que po­de­mos un día vi­vir jun­tos co­mo en el Rei­no Ce­les­tial." Mu­chas ver­da­des y sen­ti­mien­tos fue­ron ex­pre­sa­dos en la de­di­ ca­ción del Tem­plo. Los san­tos bo­li­via­nos han guar­da­do en sus men­te y en sus co­ra­zo­nes mu­chas de aque­llas pa­la­bras”3.

Así al fi­na­li­zar el pre­si­den­te Hinc­kley ex­pre­só:

"Yo creo con to­do mi co­ra­zón que si us­te­des, co­mo un pe­que­ño nú­cleo del pe­que­ño cuer­po de miem­bros de la Igle­sia, re­la­ti­va­men­te pe­que­ño en re­la­ción a la gran po­bla­ción de es­te y otros paí­ses, vi­ven el evan­ge­lio y son fie­les y ve­rí­di­cos, se­rán re­cor­da­dos an­te el Se­ñor y es­ta obra flo­re­ce­rá y cre­ce­rá en una for­ma ma­ra­vi­llo­sa y mi­la­gro­sa en es­ta gran Na­ción de Su­da­mé­ ri­ca."4

3- Élder Richard J. Mayers, dedicación del Templo de Cochabamba, 30 de abril de 2000, traducción libre 4- IBID, Presidente Gordon B. Hinckley, traducción libre

Ca­pí­tu­lo Doce

LA IGLE­SIA BIEN FUNDADA En el año 2004, cuan­do la investigación fue con­clui­ da, se cum­plie­ron 40 años de la lle­ga­da de la Igle­sia a Bo­li­via. En ese mo­men­to se ha­bían or­ga­ni­za­do 22 es­ta­cas, 3 mi­sio­nes. Ha­bía más de 100.000 miem­bros, va­rios mi­les de jó­ve­nes que han ser­vi­do co­mo mi­sio­ne­ros, han cons­trui­do más de cien ca­pi­llas en to­do el país y un tem­plo del Se­ñor en la ciu­dad de Co­cha­bam­ba. Al re­co­rrer la his­to­ria de la Igle­sia en Bo­li­via y co­no­cer el va­lor y el tra­ba­jo de mi­sio­ne­ros, pio­ne­ros y pre­cur­so­res de la obra de Dios, reconocemos que grandes cosas están por delante. La obra de Dios afectará la vida de miles de personas y será una influencia benéfica a toda la nación. Las Presidencias de Área El cre­ci­mien­to cons­ti­tu­ye uno de los gran­des re­tos de la Igle­sia, es­to re­quie­re per­ma­nen­tes ajus­tes y adap­ta­cio­nes en la or­ga­ni­za­ción. A fin de res­pon­der a las ne­ce­si­da­des lo­ca­les y man­te­ner a la mem­bre­sía en es­tre­cho con­tac­to con el li­de­raz­go de la Igle­sia en 1984 se crea­ron las Pre­si­den­cias de Área. Ini­ cial­men­te se or­ga­ni­za­ron 13 en el mun­do pre­si­di­das por Au­to­ri­ da­des Ge­ne­ra­les re­si­den­tes tem­po­rales en ellas.

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Su­da­mé­ri­ca fue di­vi­di­da en dos Áreas, Su­da­mé­ri­ca Nor­te in­te­gra­da por: Bra­sil, Bo­li­via, Pe­rú, Ecua­dor, Co­lom­bia, Ve­ne­zue­la y Gu­ya­na y Su­da­mé­ri­ca Sur con: Ar­gen­ti­na, Uru­ guay, Pa­ra­guay y Chi­le. El Área Su­da­mé­ri­ca Nor­te fue pre­si­di­da por el Él­der Char­les Di­dier con Ro­bert E. Wells y F. Bur­ton Ho­ward co­mo con­se­je­ros. Pos­te­rior­men­te Bra­sil sa­lió del Área Su­da­mé­ri­ca Nor­te pa­ra or­ga­ni­zar­se co­mo Área Bra­sil. En 1997 se di­vi­dió el Área Su­da­mé­ri­ca Nor­te al crear­se el Área Su­da­mé­ri­ca Oes­te con se­de en Li­ma e in­te­gra­das por los paí­ses de Pe­rú y Bo­li­via. Des­de el co­mien­zo en 1984 han pre­si­di­do el Área las si­guien­tes Au­to­ ri­da­des Ge­ne­ra­les: él­deres Char­les Di­dier, F. Bur­ton Ho­ward, Wi­lliam Brad­ford, Jay E. Jen­sen, Fran­cis­co J. Vi­ñas, Ri­chard J. Ma­yers, Da­vid R. Sto­ne y Car­los H. Ama­do. Pa­ra los San­tos de los Úl­ti­mos Días, la re­ve­la­ción con­ ti­nua y los pro­fe­tas vi­vien­tes son de im­por­tan­cia vi­tal. Con las pre­si­den­cias de Área la co­mu­ni­ca­ción en­tre la Pri­me­ra Pre­si­ den­cia y el Con­se­jo de los Do­ce, con la or­ga­ni­za­ción lo­cal y los miem­bros se ha he­cho más só­li­da y más ágil. Es­te im­por­tan­te rol de los Quó­rum de Se­ten­ta fue des­cri­pto en la sec­ción 107 de Doc­tri­na y Con­ve­nios: "Los Se­ten­ta obra­rán en el nom­bre del Se­ñor ba­jo la di­rec­ción de los Do­ce, o sea, el Su­mo Con­se­jo via­jan­te, edi­fi­ can­do la igle­sia y re­gu­lan­do to­dos los asun­tos de ella en to­das las na­cio­nes, pri­me­ro a los gen­ti­les y lue­go a los ju­díos" 1 La or­ga­ni­za­ción de las pre­si­den­cias de Área se lle­vó a ca­bo ca­si en la mis­ma épo­ca que co­men­za­ron a cons­truir­se tem­ plos en Su­da­mé­ri­ca. To­do es­to sig­ni­fi­có un ver­da­de­ro pro­gre­so y for­ta­le­ci­mien­to de la Igle­sia. 1- Doc­tri­na y Con­ve­nios 107: 34

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En las pri­me­ras dé­ca­das ca­da tres o cua­tro años una Au­to­ri­dad Ge­ne­ral ve­nía de vi­si­ta a Bo­li­via du­ran­te al­gu­nos días y ese era to­do el con­tac­to que existía. Des­pués del es­ta­ ble­ci­mien­to de las pre­si­den­cias de Área sus lí­de­res vi­si­tan y mi­nis­tran en las es­ta­cas y mi­sio­nes so­bre una ba­se re­gu­lar y fre­cuen­te, ase­gu­ran­do una di­rec­ción firme y segura de la obra. La inspiración de un profeta En 1977 el Pre­si­den­te Spen­cer W. Kim­ball ex­pre­só en la con­fe­ren­cia de área lo si­guien­te: "Nos com­pla­ce en­con­trar aquí en La Paz y en sus al­re­ de­do­res, a mu­chos miem­bros ai­ma­raes, des­cen­dien­tes de Le­hi. En la Igle­sia hay ca­si 250.000 miem­bros que tie­nen san­gre la­ma­ni­ta a quie­nes ama­mos mu­cho, y he­mos ve­ni­do aquí a mos­trar­le nues­tra gra­ti­tud y ani­mar­les pa­ra que si­gan ade­lan­te y a que vi­van los man­da­mien­tos de Je­su­cris­to". "Hay se­sen­ta mi­llo­nes de la­ma­ni­tas que vi­ven des­de el nor­te de Alas­ka has­ta la par­te aus­tral de Su­da­mé­ri­ca, a quie­nes in­vi­ta­mos, así co­mo a to­dos los de­más, a que se unan a nues­tra Igle­sia." "Ha­ce más o me­nos me­dio si­glo, el her­ma­no Mel­vin J. Ba­llard, uno de los Do­ce Após­to­les, vi­no a Su­da­mé­ri­ca y de­di­có es­ta tie­rra pa­ra la pre­di­ca­ción del evan­ge­lio. Ya he­mos he­cho un tra­ba­jo con­si­de­ra­ble al res­pec­to, pe­ro es­pe­ra­mos un gran ade­ lan­to de es­ta obra en­tre los la­ma­ni­tas de to­do el mun­do. Ha si­do un pri­vi­le­gio es­pe­cial pa­ra mí ha­ber par­ti­ci­pa­do en es­ta obra. He es­ta­do mu­chas ve­ces en Bo­li­via y en otros paí­ses de Su­da­ mé­ri­ca, tra­yen­do es­te tes­ti­mo­nio a ca­da ha­bi­tan­te de es­ta tie­rra.

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Je­su­cris­to vi­ve y ha vuel­to a la tie­rra y con­ti­nua­rá ben­di­cien­do la tie­rra con su pre­sen­cia cuan­do lo con­si­de­re ne­ce­sa­rio". 2 Vein­ti­trés años más tar­de, el Él­der Ri­chard G. Scott ex­pre­ só lo si­guien­te en la de­di­ca­ción del tem­plo de Co­cha­bam­ba: "Que­ri­dos her­ma­nos y her­ma­nas La­ma­ni­tas, da­do que us­te­des son de la Ca­sa de Is­rael, tie­nen la res­pon­sa­bi­li­dad de lle­var a ca­bo el cum­pli­mien­to de es­ta pro­fe­cía en­tre su pro­pio pue­blo." "Cuan­do ha­blo de los la­ma­ni­tas, mu­chos pien­san en las co­sas erró­neas que al­gu­nos de ellos hi­cie­ron. Me re­fie­ro a sus pa­rien­tes, aque­llos que rea­li­za­ron mi­la­gros de en­se­ñan­za. Al­gu­nos la­ma­ni­tas fue­ron en­tre las per­so­nas más di­fí­ci­les y de­sa­fi­antes pa­ra en­se­ñar el evan­ge­lio. Por ejem­plo, en el Li­bro de He­la­mán lee­mos de un gru­po que fue en­tre los la­dro­nes de Ga­dian­ton ‘y pre­di­ca­ron la pa­la­bra de Dios en­tre la par­te más ini­cua de ellos, de mo­do que es­ta ban­da de la­dro­nes que­dó en­te­ra­men­te des­trui­da en­tre los la­ma­ni­tas’ 3 Esa es la ha­bi­li­dad que el Se­ñor les ha da­do a us­te­des." "Por mu­chos años, Él pro­fe­ti­zó a los gen­ti­les que les ayu­ da­ría, los nu­tri­ría, los guia­ría a com­pren­der la pa­la­bra de Dios. Aho­ra es el mo­men­to de co­men­zar a cum­plir la pro­me­sa da­da Abraham y su hi­jo, Ja­cob, a quien lla­ma­mos Is­rael. Us­te­des son un re­ma­nen­te de la Ca­sa de Is­rael. No han rea­li­za­do la gran obra mi­sio­nal de la que son ca­pa­ces en­tre su pue­blo. Con la de­di­ca­ ción de es­te tem­plo, es­pe­ro ver gran pro­gre­so, una in­ten­si­dad de en­se­ñan­za en­tre el pue­blo tal co­mo nun­ca an­tes ha­ya­mos vis­to en Bo­li­via." 4 2- Con­fe­ren­cia de Área, La Paz, Spen­cer W. Kim­ball, Lia­ho­na de ma­yo, ju­nio 1977, pá­gi­nas 69 a 87. 3- He­la­mán 6:37. 4- Elder Richard G. Scott, dedicación del Templo de Cochabamba, 30 de abril de 2000, traducción libre.

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Una visión futura Al fi­nal de es­ta his­to­ria de la fe de los pio­ne­ros de la Igle­sia en Bo­li­via he­mos re­cor­da­do las pa­la­bras ins­pi­ra­do­ras del pre­si­den­te Spen­cer W. Kim­ball y el El­der Ri­chard G. Scott. Con­clui­mos con un pen­sa­mien­to y la vi­sión de Jor­ge Lea­ño en re­pre­sen­ta­ción de los san­tos bo­li­via­nos: "Yo veo el fu­tu­ro de la Igle­sia en Bo­li­via co­mo al­go gran­dio­so. En pri­mer lu­gar, Bo­li­via es un país con una ma­yo­ ría de gen­te la­ma­ni­ta. Es­ta­mos es­pe­ran­do an­sio­sa­men­te que el pue­blo la­ma­ni­ta se le­van­te y se ele­ve de su si­tua­ción ac­tual. Pro­ba­ble­men­te ha de trans­cu­rrir un tiem­po gran­de an­tes de que es­to ocu­rra pe­ro va a pasar y cuan­do su­ce­da la Igle­sia va a es­tar más fuer­te y va a ha­ber mu­chos líde­res que van a en­se­ñar y a for­ta­le­cer­la. Y co­mo una vez di­jo el Él­der Brad­ford ‘lle­ga­rá el tiem­po en que las per­so­nas que no son miem­bros de la Igle­sia van a ve­nir a no­so­tros por mi­les pa­ra de­cir­nos más o me­nos es­to: ‘No co­no­ce­mos mu­cho su re­li­gión pe­ro nos gus­ta­ía que nos en­se­ñen’. Es­te es el fu­tu­ro de la Igle­sia que yo veo en Bo­li­ via, ha­brá una gran con­ver­sión de gen­te a cau­sa de la fi­de­li­dad de los miem­bros de la Igle­sia". "El tiem­po lle­ga­rá, es una cues­tión de pa­cien­cia, de cui­ da­do, de amor, de­di­ca­ción y en­tre­ga a es­ta obra, pe­ro lle­ga­rá el tiem­po en que los la­ma­ni­tas van a florecer co­mo la ro­sa pa­ra ser una na­ción gran­de en es­ta par­te de la vi­ña del Se­ñor". 5

5- Jor­ge L. Lea­ño, His­to­rias Ora­les, Co­cha­bam­ba, 5 de abril de 2004.

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CRONOLOGÍA 1961 El presidente de la Misión Andina Vernon Sharp y su esposa Fawn visitan La Paz investigando las posibilidades de establecer la Iglesia. 1962 Norval Jesperson se establece en Cochabamba como Director del Centro Americano-Boliviano. Elder A. Theodore Tuttle visita Bolivia. Se bautiza la hermana María Van Gemeren. 1964 20 de octubre Llega a Bolivia el Presidente de la Misión Andina Sterling Nicolaysen. 22 de noviembre Con 19 personas presentes se realiza la primera reunión de la Rama Cochabamba. 24 de noviembre Llegan a La Paz los primeros misioneros de la Misión Andina. 24 de diciembre Se bautiza en Cochabamba Víctor Walter Vallejos. 1965 31 de enero Se bautiza en La Paz Rolando César Molina Valdez. 12 de febrero Elder A. Theodore Tuttle visita La Paz. 30 de mayo Se bautiza en Cochabamba Carlos Pedraja. 8 de agosto Es ordenado Elder el hermano Luis Octavio Molina Medrano. septiembre Se bautiza en Vallegrande Jorge Leaños Rodríguez y su esposa Zorka Fadic. 25 de diciembre El presidente de la Misión Argentina Norte Richard G. Scott organiza las ramas de Quiriza, Chacopampa y Chifloca. 1966 13 de febrero En Cochabamba es ordenado Elder Carlos Pedraja de la Zerda.

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20 de febrero Se organiza la Rama Santa Cruz. 10 de abril Primera clase de seminario por Burdell Merrell. 17 de mayo Se bautiza en Santa Cruz Francisco Morales. 6 de septiembre Se reune con el Presidente de Bolivia René Barrientos Ortuño el Elder Spencer W. Kimball y el Presidente de la Misión Andina J. Avril Jesperson. 23 de septiembre Se organiza la Rama Vallegrande presidida por Jorge Leaños Rodríguez. 14 de noviembre Llega a La Paz el nuevo presidente de misión, Franklin K. Gibson. 22 de noviembre Se organiza la Misión Andina Sur. 18 de diciembre Se bautiza en Santa Cruz Douglas Barrios. 1967 25 de abril Son llamados a servir como matrimonio misionero en Quiriza Desiderio y Sergia Arce. 1 de junio Spencer W. Kimball ofrece la oración dedicatoria de Bolivia. 1 de agosto Se organiza la rama Sucre con el Elder Jeffrey D. Stokes como presidente.. 12 de agosto Se dedica el terreno de la capilla de Quiriza. 22 de octubre Se bautiza en Sucre Oscar Lara. 19 de noviembre Se bautiza en Oruro Gover Ríos Rodriguez y su familia. 1968 9 de febrero Se bautiza en Oruro Martha Taborga Coca. 10 de marzo Se bautiza en Potosí Carmen Méndez y su hija Marcela. 30 de marzo Se bautiza en Tarija Milton Sanchez Castro y su esposa Aída.

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12 de abril Se organiza la Rama Trinidad. 24 de mayo Se bautiza en Cochabamba Rosario Matos y Rolando Mercado. 27 de mayo Se bautiza en Santa Cruz Juan Hans Raldes Kobelik. 7 de julio El Presidente de Bolivia René Barrientos Ortuño visita Utah. 14 de agosto Sale a la misión Carlos Pedraja de la Zerda. 31 de agosto Se bautiza en Cochabamba Gerardo Ramiro Matos. 1969 16 de abril Elder Gordon B. Hinckley visita Bolivia. 12 de julio Llega el nuevo presidente de misión, N. Keith Roberts. 25 de julio El Presidente Richard G. Scott dedica la capilla Quiriza. 16 de noviembre Se bautiza en Potosí Margarita Gamón de Dávalos. 1 de diciembre Se organiza la Misión Bolivia. 1970 1 de enero Se bautiza en Tupiza Adolfo Tejerina Aguilar. 16 de febrero Elder Theodore Tuttle visita Bolivia. 31 de agosto Es llamada a servir como misionera en Ecuador Martha Taborga Coca. 1972 1 de febrero El hermano John Harris presenta en Bolivia el programa de Seminarios e Institutos. 1 de marzo Elder Howard W. Hunter visita Bolivia. 16 de abril Augusto Cabezas Salguero es llamado presidente de la Rama Sucre.

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3 de agosto 21 de agosto 31 de diciembre 1973 6 de enero 1974 1 de noviembre 1975 1 de marzo 16 de marzo 1977 16 de enero 3 de marzo 1 de julio 1978 9 de junio 29 de junio 30 de octubre 1979 12 de enero

Keith R. Allred es el nuevo presidente de misión. Es llamado a presidir la Rama Trinidad Jesús Manuel Rodriguez. Bolivia tiene 5.600 miembros. Elder Angel Abrea visita Montero. Comienza la traducción del Libro de Mormón al idioma Aymará. Se anuncia la construcción del Templo de San Pablo, Brasil. De Vere Mc Alister es el nuevo presidente de misión. Se organiza el distrito Altiplano con Sixto Quispe Herrera como presidente. Se realiza una Conferencia General de Area en La Paz con el Presidente Spencer W. Kimball y una asistencia de 4.300. El Presidente Spencer W. Kimball se reune con el Presidente de Bolivia Hugo Banzer Suarez. Se organiza la Misión Bolivia Santa Cruz. La Primera Presidencia anuncia la revelación donde el Sacerdocio se le confiere a todo varón digno. Eugene Hill y R. Chase Allred son los nuevos presidentes de misión. El Presidente Spencer W. Kimball dedica el Templo de San Pablo, Brasil. El Elder Ezra Taft Benson rededica la tierra de Bolivia.

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14 de enero Se organiza en Santa Cruz la primera estaca de Bolivia, es llamado a presidir Noriharu Ishigaki Haraguichi. 6 de marzo El Elder Gene R. Cook organiza la Estaca La Paz presidida por Jorge Leaños. 11 de septiembre El Elder David B. Height organiza la Estaca Cochabamba presidida por Carlos L. Pedraja de la Zerda. 1980 24 de febrero Elder J. Thomas Fyans organiza la estaca La Paz Oeste presidida por Víctor Hugo Saravia. 1 de diciembre Se organiza la Estaca Oruro presidida por J. Adrián Velazco C. 1981 18 de enero Se organiza la Estaca La Paz El Alto presidida por Víctor Hugo Saravia; la estaca La Paz Constitución y La Paz Miraflores. 15 de febrero Se organiza la Estaca Santa Cruz Canoto y Santa Cruz Paraíso presidida por Erwin Bimbaumer. 1984 19 de febrero Se organiza la Estaca Cobija presidida por Guillermo Rivero Paz Soldán y Cochabamba Universidad. 1 de julio Se crean 13 áreas administrativas de la Iglesia en el mundo presididas por Autoridades Generales. Bolivia integra el área Sudamérica Norte con cabecera en San Pablo. 1986 10 de enero El Presidente Gordon B. Hinckley dedica el Templo de Lima, Perú. 1988 17 de enero Se organiza la Estaca La Paz Sopocachi pre- sidida por Eduardo Gabarret. 16 de junio Es llamado a presidir la Misión Colombia Cali el hermano Jorge Leaños Rodríguez.

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1989 24 de mayo Son asesinados en La Paz los Elderes Jeffrey Ball y Todd Wilson. 1990 2 de diciembre Se organiza la Estaca Santa Cruz Equipetrol presidida por Antonio Rolando Oyola. 1991 24 de noviembre Se organiza la Estaca El Alto presidida por Ed mundo Chavez Vazquez. 1992 6 de mayo Se organiza la Estaca El Alto Satélite. 1993 16 de mayo Se organiza la Estaca Cochabamba Los Alamos presidida por José Rubén Riveros Zeballos. 1994 19 de junio Se organiza la Estaca Santa Cruz Piray presidida por Rolando A. Oyola Suarez. 1995 13 de enero Se anuncia la construcción del Templo de Cochabamba. 15 de enero Se completa la construcción de la capilla número cien en Bolivia. 18 de junio Se organiza la Estaca Potosí presidida por Edgar Medardo López Loayza. 12 de noviembre Se organiza la Estaca Montero presidida por Hugo Walter Sandoval Pinto. 10 de diciembre Se organiza la Estaca Cochabamba Jaihuayco presidida por Ivan Jorge Gutierrez. 1996 28 de abril Se organiza la Estaca Sucre presidida por Esteban Portillo Ríos. 24 de marzo Se organiza la Estaca Tarija presidida por Juan García Vargas 30 de junio Se organiza la Estaca El Alto San Pedro presidida por Juan Carlos Mogrovejo Rocabado.

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10 de noviembre Ceremonia de la Primera Palada y dedicación del terreno del Templo de Cochabamba por el Presidente Gordon B. Hinckley. 1998 10 de febrero Se organiza la Estaca Santa Cruz El Bajío presidida por José Martín Tellez. 2000 30 de abril Dedicación del Templo de Cochabamba por el Presidente Gordon B. Hinckley. 2001 7 de septiembre Se organiza la estaca Santa Cruz La Merced presidida por Ricardo Villarroel Suarez. 2003 27 de abril Se organiza la estaca Trinidad presidida por Jorge Romero Soria. 2006 14 de octubre Se organiza la estaca Santa Cruz La Pampa presidida por Alcides Carlos Sabath Flores. 2007 9 de junio Se organiza la estaca El Alto Los Andes presidida por Javier Lazo Mamani.

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HISTORIAS ORALES "His­to­ria de los Mor­mo­nes en Bo­li­via" está basada en las his­to­rias ora­les gra­ba­das en vi­deo cas­set­tes por el au­tor. Estas filmaciones han sido trans­crip­tas y do­na­das al De­par­ta­men­to de His­to­ria e His­to­ria Fa­mi­liar de la Iglesia y a los ar­chi­vos de la Uni­ver­si­dad de Brig­ham Young. 1. 2. 3. 4. 5.

James Avril Jesperson (Inglés) Provo Kim V. Jenkins (Inglés) Las Vegas Petrona Sosa de Medrano La Quiaca Clara Nina Juanes Villazón Patricia Viviana Fernández Fuertes Villazón 6. Benita Polo Villazón 7. Adolfo Tejerina Aguilar Tupiza 8. Lidia Gallardo Jerez Tupiza 9. Celestino Orellana Reynaga Tupiza 10. Margarita Gamón Dávalos Potosí 11. Janeth García Cejas Potosí 12. José Santiago Cejas Miranda Potosí 13. Gover Ríos Rodríguez Oruro 14. Rosa Elena Aparicio Rivera de Ríos Oruro 15. Martha Taborga viuda de Terceros Oruro 16. Jaime Bernardo Encinas Ponce Oruro 17. René Juan Cabrera Balanza La Paz 18. Carlos L. Pedraja de la Zerda La Paz 19. Helga Evelin Strauss Cárdenas La Paz 20. Gerardo Ramiro Matos Salinas La Paz 21. Nelly Morales Aliaga La Paz 22. Elsa Lucía Cabrera de Martínez La Paz

Julio Enero 26 de enero 27 de enero

2003 2004 2004 2004

27 de enero 27 de enero 28 de enero 28 de enero 28 de enero 29 de enero 29 de enero 29 de enero 31 de enero

2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004

31 de enero

2004

1º de febrero 1 de febrero 5 de febrero 6 de febrero 6 de febrero 6 de febrero 7 de febrero

2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004

8 de febrero

2004

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23. Nora Reque de Concha La Paz 24. Arminda Encarnación del Carpio La Paz 25. Felipa Flores Guarachi La Paz 26. Rolando Cesar Molina Valdéz La Paz 27. Jorge Leaño Cochabamba 28. Mario Eduar Guzmán Padilla Cochabamba 29. Juan Hans Raldes Kobelik Santa Cruz 30. Doris Diez Alvis de Raldes Santa Cruz 31. Oscar Steinhauf Campos Santa Cruz 32. Vladimiro Jesús Campero Santa Cruz 33. Lucy Elizabeth Pacheco de Bozo Santa Cruz 34. Angel Luis Cusicanqui Altamirano Santa Cruz

8 de febrero

2004

8 de febrero 8 de febrero 9 de febrero 5 de abril 6 de abril 9 de abril 9 de abril 10 de abril 10 de abril

2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004 2004

11 de abril

2004

11 de abril

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BIBLIOGRAFÍA 1. Revista Liahona. 2. Revista Ensign. 3. Historia manuscrita de la Misión Sudamérica. 4. Historia de Vernon Sharp. 5. Conference Report. 6. Church News – Desert News. 7. “Elementos de la Historia de la Iglesia” de José Fielding Smith. 8. "Melvin J. Ballard, Crusaders for Righteusness." 9. "From acorn to a tree", de Frederick S. Williams. 10. "Autobiography Parley P. Pratt". 11. "Historia del mormonismo en México" de Agricol Lozano. 12. "Los mormones en Chile" de Rodolfo Acevedo. 13. "Church almanac 2005" Desert News. 14. "Nuestro legado" Publicación de la Iglesia. 15. "La verdad restaurada" Gordon B. Hinckley. 16. "Los mormones en México" Lamon Tullis. 17. "Tiwanaku" Dr. Carlos Ponce Sangines. 18. Historia de Bolivia, Editorial Gisbert.

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