HISTORIA DEL BARRIO MOLINO POLANCO

HISTORIA DEL BARRIO MOLINO POLANCO HISTORIA DEL BARRIO MOLINO POLANCO Primera edición, noviembre 2010 Investigadora Cecilia Salazar Díaz Programa “Q

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HISTORIA DEL BARRIO MOLINO POLANCO

HISTORIA DEL BARRIO MOLINO POLANCO Primera edición, noviembre 2010 Investigadora Cecilia Salazar Díaz Programa “Quiero mi Barrio”. Ilustre Municipalidad de Valparaíso Diseño Juan Pablo Canales Hecho en Chile/Printed in Chile

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Minuta alcalde “quiero mi barrio” Valparaíso, la Capital Patrimonial de Chile, tiene en el sector Molino-Polanco un barrio con fuerte identidad local. El típico ascensor cuya torre asciende desde el subsuelo marca profundamente la innovación y la creatividad de este típico escenario de nuestro anfiteatro. El Programa “Quiero Mi Barrio” del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, ejecutado por la Ilustre Municipalidad de Valparaíso, nos ha permitido contar con importantes recursos para llevar a cabo proyectos de obras y proyectos sociales. En este barrio hay interesantes obras ejecutadas y en marcha. Trabajando en conjunto con la comunidad organizada a partir del entusiasmo y compromiso de los vecinos, hemos ido recuperando los barrios de nuestra ciudad. Es el caso de Molino-Polanco y el Proyecto de Historia Local, que ha logrado rescatar verdaderamente la historia del barrio desde las vivencias, anécdotas y experiencias de los propios vecinos. Es a partir del rescate y conocimiento de nuestros usos, valores, tradiciones y costumbres que podemos reafirmar nuestra identidad. Así podremos trabajar más unidos en la proyección de nuestro futuro; el desarrollo de nuestro barrio y por ende de nuestra ciudad. Jorge Castro Muñoz Alcalde I. Municipalidad de Valparaíso 3

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PALABRAS DEL SEREMI  

 La Historia de un Barrio guarda los acontecimientos, desafíos, leyendas y mitos de un sector. Es el Barrio, en donde compartimos nuestros primeros pasos, hicimos nuestros primeros amigos y forjamos esperanzas, es el lugar que nos acoge y nos cobija.   En este documento podemos encontrar la experiencia de algunos de los fundadores de los Barrios Molino y Polanco, sus anécdotas, trabajos, e inicios, situaciones que nos hacen rememorar tiempos pasados y nos entregan antecedentes de cómo se ha ido construyendo este barrio.   Es así que rescatando la idiosincrasia y la identidad de los diversos sectores, es que el Ministerio de Vivienda y la Secretaria Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo V región, a través del Programa Quiero mi Barrio, ha facilitado que los vecinos, puedan en este libro, plasmar su historia, entregándoles la oportunidad de rescatar el valor de vivir en comunidad, potenciando esos estrechos lazos que se forjan con el tiempo.   El Programa Quiero mi Barrio, busca recuperar, tanto social como urbanamente el sector, proporcionando a los vecinos la posibilidad de elegir cuáles son sus prioridades, situación que se hace patente a través de la participación de los talleres que dieron vida a esta edición. Finalmente queremos agradecer la participación de los dirigentes y de cada uno de los que compartieron su experiencia, e hicieron de este libro, de esta Historia, un aporte para la ciudad y su comunidad.   Matías Avsolomovich Falcon Secretario Regional Ministerial de Vivienda y Urbanismo V Región 4

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PRESENTACIÓN El Weupife se paraba largos años a los pies del historiador viejo, aprendía una a una las hazañas de los antiguos hombres de Arauco, cuidaba de imitar la entonación del relato, memorizaba nota a nota las canciones. Lloraba cuando había que llorar, se paraba y recitaba emocionado en los momentos en que los héroes hablaban al pueblo congregado1.

El Programa Quiero Mi Barrio, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) y la Ilustre Municipalidad de Valparaíso, llevó a cabo en el Barrio Molino Polanco un espacio de encuentro en la modalidad de “Taller de Historia Local”. Todo ello, en el contexto de Recuperación de la Identidad Local. Este espacio participativo, en el cual la comunidad fue la principal protagonista, contempló como producto final el presente libro: “HISTORIA DEL BARRIO MOLINO POLANCO”. El libro relata y describe las memorias del barrio, a partir del relato aportado por los habitantes de ambos cerros. A través de él, se busca reconocer y revalorar el aporte constructor de barrio y sociedad de quienes lo habitan y se reconocen como parte de la memoria del mismo. El acompañamiento de este taller, estuvo a cargo de ONG EKOSOL. Se efectuó mediante entrevistas (individuales y grupales), observación participante y revisión de archivos, textos y fotografías.

1. José Huilcaman a José Bengoa: en Historia del Pueblo Mapuche. ED. SUR, Santiago de Chile, 1996.

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Participar en la reconstrucción de una historia local constituye, hoy por hoy, no sólo una empresa educativa fecunda, donde concurren y se revalorizan las personas y los grupos sociales, generalmente excluidos por la historiografía tradicional, sino que también, una contribución cultural a una nueva manera de entender y practicar la historia social como disciplina y como metodología participativa en la acción comunitaria. En su versión más reciente, la historia ya no se ocupa de estudiar el pasado como meros hechos del pasado, sino que trabaja la continuidad entre el pasado, el presente y el futuro. Su objeto de preocupación es “la dinámica de las sociedades humanas”, en tanto que su análisis ayuda a enfrentar necesidades y desafíos de grupos sociales específicos. Este planteamiento fue revalidado hace algunos años por un grupo de historiadores chilenos cuando reconocieron en la historia la “capacidad de los ciudadanos y ciudadanas para producir por sí mismos la realidad futura que necesitan”2. En este nuevo contexto social y disciplinario surgió, hace algunas décadas en Chile, la práctica de las historias locales en grupos sociales y en profesionales con quehacer en el ámbito comunitario. Esta, se posicionó como una herramienta metodológica, orientada a recoger la histórica demanda de reconocimiento del aporte social de la base ciudadana. Para el historiador Mario Garcés, las historias locales “constituyen aquellos relatos que dan cuenta de las dinámicas diversas que se desarrollan en asentamientos urbanos o rurales, que tienen como referente, distintas expresiones de auto-reconocimiento que se suscitaron o emergieron en los procesos de poblamiento y socialización local, así como el impacto que produjeron en estos espacios las manifestaciones de la vida pública.”

2. “Manifiesto de Historiadores” I. Salazar, Gabriel y Grez, Sergio (compiladores). Ed. LOM, 1999.

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Las orientaciones y acciones posibles de los historiadores locales son múltiples y sus propósitos variados y relevantes. Entre otras: contribuir al conocimiento de grupos sociales distintos (pobladores, pescadores, mujeres, campesinos, comerciantes, obreros, pueblos originarios, etc.); animar dinámicas culturales, aportar antecedentes para una programación social, motivar expresiones artísticas, etc. En lo medular, ayuda a reconocer y revalorar la historia de los grupos y personas menos privilegiadas.

Orientaciones metodológicas Por su naturaleza ‘viva’, la historiografía social que sustenta teóricamente a las historias locales, no se rige necesariamente por los patrones metodológicos o expositivos de la historia académica tradicional. Es, sobre todo, una práctica científica que necesita - crear dentro de procesos dinámicos – sus propios patrones de investigación, exposición y de retroalimentación en el proceso histórico local. El quehacer historiográfico se plantea con cierto margen de flexibilidad, en la medida que se postula para responder a la realidad de grupos o comunidades específicas, que presentan situaciones concretas y necesidades de acción propias-particulares. Rigen como principios orientadores de las historias locales la concreción, la participación y la modificación, en vez de la ‘generalidad’, la ‘invariabilidad’ y la ‘formalidad’ académica. En razón de lo anterior, las decisiones metodológicas se enriquecen y/o complementan entre el grupo investigador y los grupos de pobladores participantes en la dinámica propia del terreno donde se lleva a cabo el proceso de historización local. Por lo mismo, si bien se propone un modo de acción específico para sacar adelante la tarea, en la práctica puede haber no uno, sino, distintos modos de realizar el proceso. La base material de trabajo de la metodología de la historia local, es la categoría ‘experiencia’ constituida por las vivencias particulares y los ‘hechos’ vividos ‘en común’.

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La ‘experiencia’ articula la identidad del sujeto, no como esencia abstracta, sino como dinámicas sociales específicas que se dan en escenarios históricos concretos. Por otra parte, es la recreación de la memoria la que tiende a integrar las distintas experiencias de vida que acuden a la construcción de la identidad local.

Formación y capacitación de agentes locales en historia de barrio Su objeto es transferir hacia los agentes locales los principios y orientaciones básicas de la metodología de la historia oral y el reconocimiento y manejo de algunas técnicas básicas de registro, elaboración y difusión de la historia local. La idea es potenciar la capacidad local para sostener en el tiempo el trabajo con la memoria local, como un recurso de educación comunitaria que contribuye a la integración social. El trabajo de recopilación y registro de información sobre historia del barrio, implica considerar distintas acciones de indagación y diversos procedimientos de aproximación a la historia local: a) Entrevistas individuales (testimonios) sobre el origen social y geográfico de los vecinos, el proceso inicial del asentamiento barrial, las dinámicas de socialización en los distintos periodos e hitos locales del poblamiento, relaciones con el entorno y con instancias externas (instituciones públicas y privadas), valoraciones de la vida en el barrio (lo favorable, lo desfavorable, lo modificable), perspectivas de vida en el barrio, participación comunitaria, preocupación por el espacio social de los distintos grupos (niños, jóvenes, mujeres, adultos, mayores), proyecciones, desafíos y expectativas a partir del programa Recuperación de Barrios. b) Registros colectivos. Se refiere a entrevistas temáticas (en instancias formales o informales) a grupos de habitantes de barrios. Estas acciones cumplen además, con el propósito de hacer devoluciones rápidas y dinámicas del proceso desarrollado y los contenidos hacia la comunidad. 8

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c) Recuperación de elementos gráficos, fotografías, recortes de prensa, herramientas y otros elementos que hacen parte significativa de la historia local. Su utilidad, además del registro, es que se pueden ocupar en instancias de motivación de la historia oral. Luis Vildosola Basualto

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AGRADECIMIENTOS 11

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Es necesario comenzar agradeciendo a todas las personas que estuvieron trabajando en la elaboración de este libro, a los/as entrevistados/as, informantes que confiaron en nosotros, que nos acogieron en la intimidad de sus hogares. Sin embargo, es necesario agradecer especialmente a la Señora Margarita Balladares, con quien compartimos horas y horas de hermosa conversación junto al té y al pancito hogareño. Ella, informante clave del barrio, nos mostró los lugares y las memorias escondidas, nos entregó los datos más relevantes desde donde se comenzó a investigar, pero sobre todo, junto a su familia, nos entregó amor. Junto con ella participaron activamente en este libro, aportando todo el material necesario para su concreción y por lo tanto merecen nuestro más grande respeto y agradecimiento: Juan Carlos Brito, Jonathan Ruiz, Genoveva Espinoza Ravez, Estelvina Aravena Flores, Luís Alberto González, Margarita Bustos Gómez, Zenobia Salinas, Miriam Frías, Margarita Riveros Bianco, Ximena Gaete Balladares, Pilar Rivereos Bianco, Paula Escudero, la señora Primitiva, Ina Césped Morales, Gioconda Ramos Jorquera, Rodolfo Segundo Cea Olavaria, Teresa Vilches Alvarado, Laura Barrios Villablanca, Adriana Germain Peirano, Jorge Williams, Nora Poblete Carvajal, Ruth Alicia Herrera Pérez, Ximena Soto, Lorena Aran y a todos los que nos entregaron sus aportes.

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ORÍGENES DE LOS CERROS MOLINO Y POLANCO 13

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ORIGEN DE LOS NOMBRES DEL CERRO MOLINO Y POLANCO Se dice, que el origen del nombre del Cerro Molino, se debe a que antiguamente existía un molino de viento (o varios) en dicho cerro. Cuentan algunos relatos que por el año 1830, un hecho de “repercuciones internacionales”3, por los cargos públicos de los hombres que en estos hechos se vieron involucrados, sucedieron en el Cerro Polanco y es mencionado un Molino, cercano a la vivenda de un ciudadano francés, que estaba en el cerro de al lado: “En el vecino Cerro Polanco se celebró un duelo entre el vizconde Espinville, vicecónsul en Chile, y M. de Saillard, vicecónsul en el Perú. Al llegar al lugar del duelo, se dieron cuenta que las balas que había preparado Jorge Lyon, uno de los padrinos, no eran del calibre adecuado…Pero otro de los padrinos, Agustín de Lamotte du Portail, comerciante asentado en Valparaíso, fue a casa de un francés que vivía cerca del Molino a pedirle otras armas”4. En el Diagnóstico Participativo, realizado el 2007 por el Equipo del “Quiero Mi Barrio”, los vecinos del Cerro Molino reconocen: “En relación al cerro Molino no hay claridad con sus orígenes, los adultos recuerdan mayormente a negocios clandestinos, específicamente a “La Estrella El Molino”5, negocio emblemático del sector y al cual muchos de los asistentes le otorgan la responsabilidad de que este cerro lleve el nombre de Molino. Sin embargo, al parecer el emblemático negocio, cuando llevaba el nombre de “La Estrella del Molino”, no era clandestino, como se verá más adelante, en los relatos de los vecinos. Asimismo, reconocen al cerro Molino como de origen

3. Saéz Godoy, L. Valparaíso. Guía histórico-cultural. Siglos XVI – XXI. Editorial Bach y Editorial PUNTAANGELES. 2004. Sin referencia de página. 4. Ídem. Sin referencia de página. 5. Diagnóstico Participativo Programa “Quiero Mi Barrio”. 2007.

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muy humilde, con la existencia de muchos conventillos, incluso algunos de ellos se convierten, hace 26 años atrás, en un complejo habitacional, aunque estas viviendas, realmente, pertenecen al Cerro Polanco. Sus orígenes humildes se basan en que, la mayoría de los vecinos siempre han sido de clase trabajadora, con viviendas precarias, y en sus inicios, no contaban con baños ni alcantarillado, por lo que recuerdan, en la calle Recreo (Cerro Polanco), una buena opción de realizar su baño semanal, en los antiguos Baños Públicos, hoy sitio eriazo perteneciente al Servicio de Salud6. El origen del Cerro Polanco dataria desde: “…comienzos del siglo XIX y se conserva hasta nuestros días. Coexistió con (el nombre) Cerro de las Fritis, hasta que se impuso definitivamente (el actual)”7. Esto concuerda con los registros históricos de Bejamín Vicuña Mackenna (1936), cuando señala que una de las propietarias de principos del siglo XVIII sería doña Magdalena Veas, cuyos descendientes llevaron el apellido Frites. Los antecedentes nos refieren a que en el sector del Cerro Polanco, habrían existido algunas quintas a las cuales asistía la alta sociedad porteña a relajarse: “Santiago Polanco fue regidor de Valparaíso (1817-1827). Era propietario de una de las mejores quintas de la zona, famosas por sus frutillas y por sus flores. La Quinta Polanco o Jardín de Polanco estaba muy cerca de la Avenida de Las Delicias y del Hospital Francés. Allí se realizaban fiestas con música y baile. Tenía amplios salones, un café y canchas de palitroques, tiro al blanco. Se hacían bailes de la alta sociedad y grandes banquetes para las colonias extranjeras. Se instaló un escenario de material ligero para representar obras teatrales”8.

6. Diagnóstico Participativo Programa “Quiero MI Barrio”. 2007. 7. Saéz Godoy, L. Valparaíso. Guía histórico-cultural. Siglos XVI – XXI. Editorial Bach y Editorial PUNTAANGELES. 2004. Sin referencia de páginas. 8. Ìdem. Sin referencia de páginas.

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En el diagnóstico participativo realizado por el equipo del Programa “Quiero Mi Barrio”, los vecinos señalan: “…que el Cerro Polanco tiene sus orígenes en inmigrantes (italianos e ingleses) y artistas quienes, luego de poblar el sector del cerro Concepción, decidieron establecerse al otro lado de Valparaíso hacia el sector El Almendral, por lo que reconocen en este barrio un fuerte componente artístico- cultural, que desde sus orígenes, en la “Quinta Polanco”, dio espacio a artistas y al resto de la comunidad que simpatizaba con estas corrientes”9.

9. Diagnóstico Participativo Programa “Quiero Mi Barrio”. 2007.

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Ascensor Polanco, visto desde el cerro Molino.

HISTORIAS DEL ASCENSOR POLANCO En el recuerdo de los vecinos del Barrio Molino Polanco, se encuentran una serie de anécdotas, historias o leyendas urbanas ligadas a uno de los principales medios de acceso a ambos cerros, el Ascensor Polanco. Construido en 1915, es parte de la vida de todos los vecinos. En su memoria, están los cambios, historias y tragedias, propios de casi un siglo de historia. Doña Primitiva, hoy de 83 años, llegó a vivir a los pies del Cerro Polanco aproximadamente en el año 1937: “Como llegué de 10 años a vivir al cerro, me hacía de amigas y jugábamos en el ascensor, corriendo de allá y para acá en el puente”. La señora Ina Céped recuerda de su adolescencia, ocurrida por los años 1960, al violinista que se situaba en el túnel de acceso del ascensor: “Yo subía al ascensor, pagábamos más barato en ese tiempo, y había un violinista que tocaba en el medio del ascensor, y cuando yo pasaba le pedía una canción llamada “Anto-

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fagasta” y nos la tocaba, hasta que subíamos el ascensor. Eso era una cosa bonita que tocaba en el ascensor. Cosas bien simples y bonitas”. Rodolfo Segundo Olea (Don Gundo) cuenta algunas historias picarescas10 de una infancia llena de recuerdos: “Y nosotros nos parábamos ahí al frente, en un negocio que había, porque las mujeres se paraban en el puente, a observar y no se daban cuenta que el viento le subía las polleras”. La estructura de la pasarela de la parte alta del ascensor, tiene historias y tragedias. En los recuerdos más lejanos de los vecinos11, se cuenta que era de madera. Hacia fines de los años mil novecientos setenta, el suelo era de cemento. Es en esa época, cuando ocurre el desplome de la pasarela, así lo recuerda la Señora Primitiva: “Se cayó. Venía la gente de la feria y estaban los pastelones trizados. Claro, una señora no más murió. De la altura cayó una no más, le cayó el cemento en la cabeza. Quedaron varias personas heridas esa vez, pero una sola fue la que murió. No me acuerdo mucho, pero vivía en la casa de arriba todavía. Más de 15, mucho más de 15 años debe ser”. Este terrible suceso llevó a que el ascensor funcionara hasta la estación intermedia durante varios años, momento en que es expropiado por el municipio de Valparaíso, procediéndose a la remodelación del mismo y su entorno. La coordinación de las obras estuvo a cargo del arquitecto Enrique Colombo12.

10. Rodolfo Segundo Olea. Entrevista realizada en junio del 2009. 11. Dentro de los vecinos que cuentan el accidente de la pasarela se encuentran: la Señora Gioconda Ramos, la señora Margarita Balladares, la señora Nora Pobrete, la señora Ina Césped, el señor Segundo Olea, etc. 12. http://chile.rotasturisticas.com. Extraído el 20 de septiembre del 2009.

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SUICIDIOS EN EL ASCENSOR POLANCO La reja que cubre la pasarela de la última estación, fue colocada a raíz de los numerosos suicidios ocurridos ahí. Don Gundo, (Rodolfo Segundo Olea Olavaria), vecino de la calle Valderrama, nos cuenta: “Se iban de un viaje para abajo. El último que se mató ahí fue el Bartolo, el padre tenía auto y lo mandaron a comprar, y en vez de ir a comprar, se vino para la pasarela. Murió al tiro. También se murió una chiquilla que andaba con el Juan…, uno que vive acá en las casas de al frente. Parece que la chiquilla quería caer sobre el Juan. Calculó mal la cabra, subió la escala y cuando se largó, el otro venía por la mitad de la escala”. La señora Gioconda, pariente cercana de uno de los protagonistas de la historia nos cuenta: “Mi primo conoció a una niña. Y mi primo la trajo para la casa, y le dijo a mi tía ‘que la quería, que era una niña buena’. Y esa niña era tan celosa, pero tan celosa, y un día viernes se subió al ascensor, había peleado con mi primo, y ella quería tirarse encima de mi primo para matarlo, y cayó al lado y se mató, se partió la cabeza. Murió en ese lado donde están las escalas, no las de arriba, sino que las que van abajo, por ahí cayó”. Don Gundo continúa su relato: “Hay una sola mujer que se libró de la muerte, vivía en la calle Fermín Vivaceta, se tiró porque estaba enferma, entonces al largarse se quedó enganchada, y llamaron a los bomberos que llegaron con la telescópica, y las mujeres le gritaban: ‘bájele los vestidos’, se le veían los calzones. Lo único que le pasó es que se zafó el brazo, es la única que se ha salvado, todos los demás se habían muerto. En ese tiempo llevaba 50 suicidios el ascensor, porque nosotros sacábamos las cuentas con La Piedra Feliz, ahí habían como 80 suicidios y el ascensor tenía 50, no más. ‘Tenemos que pillarla, tenemos que pillarla’- decíamos nosotros. En esos años como en los 1940 o 1950, había como 50 personas que se habían matado”.

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ORGANIZACIONES E INSTITUCIONES DE LOS CERROS MOLINO Y POLANCO 21

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Plano de la Escuela 77.

ESCUELA 77 Sin lugar a dudas, uno de los recuerdos más amorosos de los vecinos13 del barrio Molino-Polanco, es la antigua Escuela 77, hoy llamada Escuela de Oficios Manuel Rodríguez. Entrevistamos, para reconstruir la historia de este histórico lugar del barrio, a la señora Alicia Herrera Pérez, de 84 años. La señora Alicia fue alumna y más tarde profesora de este establecimiento, hasta 1973. Escuchemos a la Señora Ruth Herrera14 quien nos cuenta de esta situación: “por orden interna nos trasladaron por ser peligro público, porque habíamos estado tantos años y por nuestra filiación de izquierda, en tiempo de la Dictadura”. Esta destacada vecina del Barrio Molino-Polanco, no sólo nos relata la historia de la escuela, sino que también, sus recuerdos nos permiten recorrer, desde la vivencia, parte de la historia de la educación pública en Chile. El edificio de la escuela, pertenecía a un connotado vecino del cerro Polanco. Escuchemos el relato de la señora Ruth: “El propietario del edificio de la escuela (Colombo

13. El recuerdo está en los vecinos entrevistados. 14. Ruth Herrera Pérez. Entrevista realizada en mayo del 2009.

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Solari), era el dueño de todo el cerro, entonces él iba agrandando el local, haciendo pasillos, botando murallas, haciendo más salas para que nosotros pudiéramos tener los cursos que necesitábamos. Y después se fue agrandando hacia propiedades vecinas, hacia dos casas vecinas. El lugar fue creciendo pero en las propiedades de don Colombo Solari. Esa escuela llegó a ser completa, cobijando como mil niños. Según unos documentos que yo vi en un archivo, había estado en la calle Echeñó del cerro Barón. Y de la calle Echeñó del cerro Barón, la trajeron al cerro Polanco. Yo aprendí a leer en esa escuela. Ésta debe haberse fundado por 1928. Porque yo aprendí a leer a los cinco años, en el año 1931. Entonces nosotros nos vinimos a vivir a la calle Pintor Cicarrelli, el establecimiento estaba al lado, y como mi mamá era maestra hizo muy buena amistad con las profesoras que había allí y empezamos a ir, digamos, como entretención, a los cuatro años. Llegábamos a la escuela como a nuestra casa, porque mi mamá era amiga de las profesoras. En ese tiempo la directora era la señorita Elba Dovachin, y había hasta tercer año preparatoria15. Después, el establecimiento fue avanzando, llegó la señorita Lorenza Muente Herrera como directora, cuando la señorita Elba Dovachin jubiló. En ese tiempo nosotros debemos haber estado en segundo preparatoria, con mis hermanos, por el año 1933. En ese tiempo llegó otra profesora, Florencia. Después llegó como directora la señorita Josefina Morfino Ladrón de Guevara. Apareció otra profesora, la señorita Ana Froiler; y ahí, la escuela, llegó hasta cuarto año preparatoria.

15. El 26 de agosto de 1920, entra en vigencia la Ley que reemplaza a la Ley orgánica de 1860. En ella se establecen los cuatro primeros años de enseñanza primaria como obligatoria”. En Labarca, A. Historia de la Enseñanza en Chile. Editorial Universitaria. Extraído de http://www.memoriachilena.cl. el 25 de junio del 2009.

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La señorita Josefina Morfino, creó nuevos cursos, porque esa escuela era de tercera clase. Existía, en ese tiempo, establecimientos de primera, segunda, y tercera. Era por el número de alumnos, y número de cursos, porque la Escuela 77 llegaba hasta cuarto año preparatoria. Después, la señorita Josefina Morfino creó un quinto preparatoria, y de ahí fue progresando, hasta que llegó a sexto año preparatoria.

Escala de la Escuela 77.

Mi mamá trabajó también como maestra. Producto de las gestiones de mi mamá con la directora, se creó un sexto año de escuela. Llegaron otras profesoras; me acuerdo de Elvira Cisternas, la señora Ana Guzmán. Entonces la escuela fue avanzando en cursos y fueron agrandándose en número de alumnos y alumnas. Cuando apareció el séptimo y octavo, nosotros hicimos la gestión con el profesorado que había, la señora Violeta Espinosa, la señorita Teresa Herrera, y se creó el primer Kínder de la escuela, y la escuela fue creciendo, fueron aumentando los alumnos, hasta que llegamos a crear el séptimo y el octavo. Así la escuela llegó a tener casi mil niños. Porque llegaban de todo el sector: de los Cerros Molino, Polanco y Larraín. Así se fueron creando los cursos, hasta que tuvimos Escuela Completa, por lo tanto pasó a ser Escuela de Primera Clase.

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Fue tanta la matricula de niños, que hubo que hacer tres o cuatro primeros preparatorios. El Kínder se creó voluntariamente, la señora Josefina Morfino era muy adelantada a su época. Entonces ella dijo: “vamos a formar un kínder”. Buscó una persona que era hermana de una profesora y formó el curso, así no más, con sus niñitos, y después pidió la legalización de éste. Luego creo otro, había dos kínder. Había más o menos unos cuatro o cinco primeros años, que son los cursos más numerosos siempre. Había otros tres o cuatro segundos, otros tantos terceros. Yo creo que había dos cuartos, dos quintos, después hubo sexto, séptimo y octavo. Llegamos a tener dos séptimos y dos octavos. Había más o menos 30 ó 40 niños por curso, incluso, yo tuve cursos con 50 niños de primer año, que después se separaban. La señorita Josefina Morfino, fue agrandando la Escuela. La primera directora que yo conocí fue la señora Elba Domachin, después llegó la señorita Josefina Morfino Ladrón de Guevara, y después de la señorita Josefina, que estuvo más de 20 años, jubiló ahí en esta escuela, llegó la señora Alicia Díaz, como directora.

Antigua Casa Familiar de la Sra. Alicia Herrera en el Cerro Polanco.

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Después vino la Junta Militar, y se acabó todo, porque mi hermana y yo salimos disparadas a otra escuela. Nos trasladaron por orden interna por ser ‘peligro público’, porque habíamos estado tantos años y por nuestra filiación de izquierda, porque esa es la verdad, no se puede ocultar, todo el mundo sabe que llegando la Junta Militar nos trasladaron a mi hermana y a mí. Mi mamá ya había jubilado. O sea que llegamos a trabajar, mi madre: Sara Pérez Marchant, mi hermana: Olga Herrera Pérez y yo, en esa escuela. Decían que era la escuela de las Herrera, porque trabajaba toda la familia ahí”. La señora Alicia Herrera, nos explica el funcionamiento y la estructura del profesorado de aquélla época, en la cual los puestos de trabajo pertenecían a las profesoras: “Mi mamá llegó después a la escuela, porque mi mamá estuvo 10 años fuera de servi-

Antiguo Piano de la Escuela 77, aún hoy se conserva en el lugar.

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cio, ella había renunciado entonces se reincorporó. Estuvo trabajando en Reñaca, en el hogar, en la colonia escolar de Reñaca. Y después, ella consiguió el traslado para la Escuela 77, porque nosotros vivíamos aquí. Siempre hemos vivido en el cerro, entonces mi mamá se trasladó a la Escuela 77 y ahí jubiló mi mamá. Las maestras eran las de enseñanza básica. El verdadero nombre de las profesoras de las escuelas primarias era ‘maestra’, ese era el verdadero nombre. Y “profesoras” se llamaba a las de Liceo, a las pedagogas. A ellas se las conocían como profesoras y nosotras éramos maestras. Porque unas eran Normalistas y las otras de Universidad. En mis tiempos, cuando yo era pequeña y los primeros años de maestra, cuando mucho nos regalaban cuadernos. Cuando empezaron a regalar los textos de estudio fue en el gobierno de Frei Montalva (1966 – 1970). Entonces comenzaron a llegar textos que eran muy bonitos. Es que antes no se trabajaba con textos. El texto lo teníamos nosotros en nuestra casa, había unos libros guía. Nos llamaban a cursos de perfeccionamiento. Ahí nos daban la planificación, nos enseñaban a trabajar, nos enseñaban hacer clase de primer año de lecto-escritura en la cual yo me especialicé. A pesar de que nosotros no tenemos especialización, pero mi predilección siempre fue la lecto-escritura. Nos llamaban a cursos, en la Escuela Barros Luco, había maestros igual que nosotros, pero eran guías, por decir una palabra, instructores. Nos hacían clases, pero no nos daban ni un cartón, ni un diploma, si no que eran de perfeccionamiento. Éstos no eran voluntarios, teníamos que ir. Yo siempre tuve la especialidad de primer año, primero, segundo, tercero, y volvía a primero, porque me gustaba enseñar a leer y escribir y tenía buenos resultados con mi trabajo, porque me gustaba. En la Escuela 77 se tocaba piano. La señorita Laura Santander Romero, que era profesora de la escuela, tocaba este instrumento. Y mi mamá, dirigía el coro, enseñaba las marchas, en ese tiempo. Ya no me acuerdo de las marchas para preparar las fiestas del 18, las fiestas de las efemérides. Ese piano está ahí desde los tiempos que estaba la señorita Josefina Morfino Ladrón de Guevara. Después se murió la

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Antigua pizarra de la Escuela 77.

señorita Laura Santander. No alcanzó a jubilar, falleció. Pero el piano está en la escuela desde los tiempos de la señora Josefina Morfino Ladrón de Guevara. En el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1944), ya habíamos pasado al Liceo. Ya estábamos como en tercero, cuarto año de escuela. Entonces mis padres nos trasladaron, porque todos mis hermanos aprendieron en la Escuela 77, y mis nietos también, por lo menos a leer. Nos trasladaron al Liceo de Niñas, ahí terminamos nuestra enseñanza. Llegamos hasta cuarto año preparatoria, en la Escuela 77 y seguimos la educación en el Liceo, donde terminamos. Pedro Aguirre Cerda, le dio mucho impulso a la educación. Por ejemplo creó es-

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cuelas grandes, como la escuela Nº 3 que está ubicada en la Avenida Argentina. Antiguamente, las escuelas funcionaban en locales particulares16. Había gente que arrendaban los locales para este fin, que en ningún caso tenían las condiciones para ser escuela. Los dueños, los propietarios, acondicionaban el local, pero con Pedro Aguirre Cerda aparecen los edificios construidos especialmente para su labor de enseñanza. Porque antes, se arrendaba cualquier casa, por eso el edificio de la Escuela 77 era del señor Solari. Y en el cerro Barón, la Escuela 71 y la 69 también funcionaban, donde está ahora la cancha de deportes. Por un lado la de niña y, por otro lado la de hombres. Todas eran casas particulares. La Escuela 77 era mixta, a gran honra, porque en mi opinión lo mejor de la educación es el sistema co-educacional, la escuela mixta. Mire, yo encuentro que es lo mejor porque en la vida no va haber mujeres y hombres separados. En la vida está el hombre y la mujer integrados a los trabajos, a la vida y todo. Entonces, el niño debe formarse en esa comunidad de hombre y mujer, y se aprenden a respetar. Nosotros notábamos la diferencia, cuando venia un niño trasladado de un establecimiento de hombres, por ejemplo, se sentía mal con las niñas, cohibido. En cambio, la coeducación, hombre- mujer, no hace la diferencia, y se suaviza también el ambiente. Ya el niño, no tiene que ser tan brusco porque hay niñas. Ya que cuando un niño atropellaba a una niña, por ejemplo, en la Escuela 77, el chiquillo se asustaba, puesto que él sabía que había que tener cuidado con las niñas. Esta escuela tenía una característica que no tenía otra escuela en Sudamérica, a lo mejor en el mundo entero: los niños jugaban en la calle, ya que, el patio de la escuela era abajo en el subterráneo. Y el subterráneo era helado, no le daba el sol, tenía

16. En octubre de 1883, en el gobierno de Santa María, por ley, se autoriza al Presidente de la República la construcción de edificios para escuelas primarias, para que contrate profesores para las Escuelas Normales, para que se envíe maestros chilenos a estudiar al extranjero y se adquiera mobiliario, útiles de enseñanza y libros para las bibliotecas. En Labarca, A. Historia de la Enseñanza en Chile. Editorial Universitaria. http://www.memoriachilena.cl, extraído el 25 de junio del 2009.

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unos inmensos pilares de ladrillo que sujetaban el edificio. Entonces a la directora, Doña Josefina Morfino, se le ocurrió la idea de que los niños jugaran en la calle, y empezó a sacar a los niños a la calle a jugar. Nuestros niños tenían el recreo en la calle. No se escapaban, claro que algunos, como mi hija, por ejemplo, venían a buscar pan a la casa y muchos niños se arrancaban a su casa, a tomar desayuno o a buscar pan. Por supuesto volvían, ningún niño se escapaba jamás. Era una jaula abierta. Por eso los vecinos la conocen y denominan como “La Escuela sin Patio”. Yo soy egresada del Liceo Nº 1 de Niñas. Hice un curso en la Escuela Normal José Abelardo Núñez17, en Santiago, como interina. Después hice un curso de propietaria, luego hice el curso de normalista.

17. José Abelardo Núñez, nació en Santiago en el seno de una familia de educadores, el año 1840, quedando huérfano a los 14 años. Estudió en el Instituto Nacional y posteriormente en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, donde se tituló de abogado en 1865. Desde joven desempeñó funciones diversas en el servicio público: fue intendente de la provincia de Ñuble, en 1869; al año siguiente se desempeñó como secretario de la Sociedad Nacional de Agricultura. Su vocación hacia los problemas educacionales se inclinó tempranamente. En 1866 fue nombrado director tesorero de la Sociedad de Instrucción Primaria; posteriormente vicepresidente de la Comisión Visitadora de Escuelas y, finalmente, director del Boletín de Educación. En reconocimiento de sus capacidades, el gobierno lo comisionó en 1878 para viajar a Europa y en Estados Unidos para conocer los sistemas de enseñanza básica y secundaria y los programas de formación docente, para su posible aplicación en Chile. A su regreso, en 1882, se lo designó visitador general de las escuelas normales con el objetivo de elaborar un informe de la situación nacional a este respecto. Debido a la realidad poco halagadora de la educación impulsó reformas legales con qué favorecer la renovación del espíritu del maestro. El tesón de Núñez colaboró positivamente en la elaboración de la importante Ley de Reforma de la Instrucción Primaria y Nacional, publicada el 11 de octubre de 1883. Autorizó la contratación de profesores europeos para mejorar la enseñanza de las escuelas normales y el envío de normalistas chilenos a perfeccionar sus estudios al extranjero. En 1888 fue designado inspector general de Instrucción Primaria y promovió la creación de escuelas primarias en todo el país y de las escuelas normales de Copiapó, La Serena, Chillán, Victoria y Valdivia. Además, fue fundador del Museo Pedagógico e impulsor de la dotación para las escuelas de mobiliario, material didáctico y biblioteca. Falleció producto de una bronconeumonía en agosto de 1910. En http://www.educar.cl. Extraído el 25 de junio del 2009.

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Yo era profesora interina. Interina, era que la podían despedir. Interina no más, como reemplazante, pero yo tenía curso. Tenía la cualidad, aunque no el título, la calidad de profesora. Siempre tuve curso, y después recibí mi título en propiedad, en la escuela normal Abelardo Núñez, con cursos de verano. En propiedad, significaba que ya tenía la propiedad del cargo18. Que ya no estaba interina que me podían sacar, tenía la propiedad del cargo y después yo saqué mi título de normalista. Entonces en ese tiempo nosotros éramos dueñas de nuestro cargo y dueñas de nuestro título, de nuestro grado. Después con la Junta Militar todo eso se perdió, porque hubo Estatuto Administrativo que cambió toda la situación, bueno no sólo del profesorado, de todos los chilenos. Entonces la gente empezó a quedar, digamos en el aire, porque si la querían destinar a cualquier parte la destinaban. Si la querían despedir, la despedían. Nosotros no, nosotros teníamos propiedad de nuestro cargo, y teníamos propiedad de nuestro título. Ahora, si había algún reclamo en contra nuestra, nosotros teníamos derecho a un sumario, no nos podían echar así no más. Teníamos por decreto derecho a sumario. Si el sumario salía negativo, bueno, ahí, se veía la sanción, pero no que nos movieran, nos echaran, como sucedió con nosotras. Yo trabajé veintitrés años en la Escuela 77, y mi hermana trabajó dieciocho años ahí, y con una orden interna nos hicieron salir. Eso no sucedía antes, porque teníamos la propiedad del cargo”. En aquella época, la relación de los apoderados con la escuela, era diferente a la actual, así nos cuenta la señora Alicia: “En ese tiempo las madres nos daban toda la confianza, ‘señorita castigue a este niño que se porta mal en la casa’19. Venían a

18. En 1879 la ley Orgánica que crea la carrera de profesor, ordenaba la mantención de los profesores en sus cargos. “El profesor, no podía ser destituido, sino en circunstancias expresas y con la aprobación del consejo...” En Labarca, A. Historia de la Enseñanza en Chile. Editorial Universitaria. http://www. memoriachilena.cl. extraído el 25 de junio del 2009. 19. El 26 de mayo de 1883, se promulgan varios decretos, en los cuales tiene una fuerte participación Don José Abelardo Núñez, entre los cuales se encuentra los de abolición del castigo físico. Éstos

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Señora Alicia Herrera Pérez.

Señora Gioconda Ramos Jorquera.

darnos toda la autoridad a nosotros para que corrigiéramos a los niños. Los niños eran buenos. No como ahora que dicen que le pegan a la profesora, que andan con cortaplumas. No, estos niños no. Y ahora yo los veo hombres ya, como sigo viviendo aquí. Así que yo voy a comprar, y me encuentro con los hombres que yo les enseñé a leer. Le enseñe a leer a todos. Antiguamente se les pegaba a los niños, se les daba sus palmazos, pero en la escuela los castigos no eran tantos. Sin embargo, en la escuela se le daba sus palmazos y en la casa también se les castigaba. Bueno ahora no se castiga, está prohibido, pero estamos viendo la juventud como está. Estamos viendo el resultado de la educación basada en la psicología.

se “reemplazan por estímulos psicológicos, como notas semanales y mensuales, inscripciones en el cuadro de honor para los mejores, privación de recreos, reconvenciones y expulsión para los recalcitrantes”. En Labarca, A. Historia de la Enseñanza en Chile. Editorial Universitaria. http://www. memoriachilena.cl. extraído el 25 de junio del 2009.

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Se habla mucho, pero la gente habla tantas cosas, por ejemplo de los Carabineros, que nosotros mandábamos los niños a los Carabineros, y que los Carabineros los tomaban presos. Falso, nosotros teníamos un Retén, aquí justamente. Todas las escuelas trabajaban con Carabineros en este sentido: faltaba mucho un niño, no venía la madre a justificar, no sabíamos que pasaba con el niño; entonces nosotros teníamos un cuaderno, que se lo pasábamos a Carabineros con los niños inasistentes por muchos días. Entonces, ellos iban a las casas a ver porque no venía el niño a la escuela. Enseguida nos pasaban el cuaderno con la explicación que la madre había dado; que estaba enfermo u otra justificación. Eran amigos nuestros. Después, esta escuela se la llevaron al Liceo Nº 1 de Niñas, aquí en la Avenida Argentina. Yo en realidad, ya no supe más de la escuela, porque como le digo se la llevaron para abajo, no sé dónde estará, en qué local. Pero esta escuela era muy vieja. Yo nací en 1926, en 1931 entré a estudiar, en la escuela. El edificio de esta escuela no se va a caer. Tiene abajo, en el subterráneo, unos pilares inmensos que yo creo que no se alcanzan abrazar. Unos inmensos pilares de ladrillo, que sujetan el edificio. Ha habido tanto terremoto y no se han caído. Todavía está parada la escuela”.20 La señora Gioconda Ramos Jorquera de 79 años, vecina del Cerro Polanco, alumna de la Escuela 77, también nos relata su experiencia como estudiante de ésta, donde los docentes, paradocentes y directivos podían mantener una relación personalizada con sus estudiantes: “Yo llegué hasta sexto primario en la Escuela 77. Nosotros hacíamos recreo en la calle. Abajo había un piano. Se tocaba el piano. Estudié yo, mis hijos, estudiaron mis nietos, era una buena escuela. Llegué hasta sexto año, porque yo trabajaba, me daban permiso todos los días para ir a dejar una viandas de comida que repartía. Yo ganaba cinco pesos por este

20. Para el terremoto del 27 de febrero del 2010, el edificio no sufrió problemas estructurales.

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trabajo. Las viandas, abajo tenían fueguito, después venia la cazuela, después el segundo y adelante la ensalada. Entonces, a las doce, la directora, que me tenía buena, me decía: -‘ya es hora’- y me daba permiso para salir antes de la hora. Iba a buscar las viandas, me las llenaban y después las repartía llenitas de comida. La directora se llamaba Josefina Morfeo. Entonces tenía doce o trece años, no me recuerdo bien. Eran buenos en la escuela, nos daban a nosotros un alimento rico, parecido al chocolate. Y como yo le barría la calle a la señora Margarita, que era la cuidadora del colegio, me regalaba pan. La única que comía pan era yo, porque mi mamá no estaba bien, con todos nosotros. Era viuda, mi padre se había muerto”.

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Patio de conventillo de 1900, de Harri Holt. Foto extraída de memoriachilena.cl

CONVENTILLOS DE LOS CERROS MOLINO Y POLANCO Valparaíso había crecido un 159% entre 1865 y 1920 producto de las migraciones campo ciudad de la zona central21. La problemática surgió en la habitación de esta población. Los cuartos redondos y el rancho constituían a fines del siglo XIX la habitación de los sectores populares. Alejandra Brito (1995) nos cuenta que los cuartos redondos eran habitaciones sin ventanas, ni ventilación, más que la que ingresaba por la puerta de entrada, donde vivían familias completas. Los cuartos redondos se diferenciaban de los conventillos en términos de la calidad de sus materiales. Los conventillos eran un número indeterminado de cuartos, los cuales estaban unidos por un pasillo o zaguán común, que servía de patio, y donde generalmente se practicaban diversos oficios. Según esta autora,

21. Torres. I. Los Conventillos. http://www.proletario.cl. Extraído en septiembre del 2009.

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las mujeres fueron las primeras en establecerse en los suburbios de la ciudad y: “Al radicarse no sólo reprodujeron la habitación campesina, sino también recrearon las formas de vida y modos de subsistencia que en ella se daban; en suma, un tipo de práctica social cotidiana”22. Los ranchos por otro lado, reproducían de manera deteriorada, la característica del rancho rural23. Los conventillos de Valparaíso, se repartieron por toda la zona urbana incluyendo cerros, pero carecían de las características típicas de los conventillos de las grandes ciudades, dada la topografía de Valparaíso. Actualmente, el más famoso de este tipo de viviendas es la llamada “Población Obrera” del Cerro Cordillera, la que fue adquirida y remodelada por Doña Juana Ross de Edwards, y donada a los obreros en 189024. De la vida en los conventillos en la ciudad de Valparaíso, se señala que: “…recibiendo en todas esa impresión que apena el alma y que mantiene a uno en el recuerdo por mucho tiempo. Allí están el hambre y la enfermedad en todo su apogeo, en toda su dolorosa desnudez. Niños que lloran, madres que piden pan para sus hijos, vidas consumidas en plena juventud por la falta de higiene y aseo…”25. Aunque en el común de las personas se tiende a igualar “conventillos” con “cités”, existen diferencias: los cités“…se diseñaron y edificaron con la intención de venderlos o arrendarlos como viviendas colectivas para obreros, y por lo tanto, su estructura, características arquitectónicas y su equipamiento son a propósito para el fin a que

22. BRITO, Alejandra. “Del rancho al conventillo. Transformaciones urbanas en la identidad popular femenina. Santiago de chile, 1850-1920”. [Artículo]. En Godoy, L. [et al.]. Disciplina y desacato. Construcción de identidad en Chile, siglos XIX y XX. Santiago de Chile: Coedición SUR/CEDEM, 1995; 1ª edición. Obtenido desde: http://www.sitiosur.cl.. Consultado el: 01/09/2009 23. Torres. I. “Los conventillos”. http://www.proletario.cl. Extraído el 01 de septiembre del 2009. 24. Toledo, D. “Juana Ross Edwards. El valor de la pobreza”. Ediciones Universitarias de Valparaíso. 2009. 25. “Como se vive en los conventillos”. Zig-Zag. Santiago: Zig-Zag, 1905-1964. 59 v., n° 691, (18 mayo 1918). http://www.memoriachilena.cl. Extraído el 01 de septiembre del 2009.

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se le destina y la cantidad de personas que se espera que allí habiten. En otras palabras, el cité fue concebido como solución habitacional en reemplazo de los conventillos insalubres y para esos efectos fue construido, resultando ser higiénicos”26. El año 1905 existían 1.619 conventillos en Valparaíso. Este tipo de viviendas pertenecían a personas adineradas, Instituciones de Caridad o a la Iglesia Católica, que arrendaban estas insalubres viviendas a precios altos y no invertían para que las condiciones de habitabilidad mejoraran (Urbina, M. 2002) . Es así como se informaba en 1895 a través de los diarios locales que “los conventillos del callejón del Castillo en el cerro Cordillera eran ‘toda gente con fortuna”27. Congregaciones como Los Mercedarios, el convento de San Francisco, instituciones bancarias como el Banco Valparaíso, la Junta de Beneficencia y la Sociedad de Beneficencia, poseían conventillos insalubres en toda la ciudad28, y otros, de dueños particulares como Marcelo Mena, Pellegrino Cariola y Bartolomé Solari29, por nombrar algunos. En 1886 aún no existían conventillos en el Cerro Polanco. Cabe suponer que el poblamiento más acelerado del cerro, probablemente, comience después del terremoto de 1906, lo que llevaría más tarde, en 1915, a la construcción de un ascensor para comodidad de sus habitantes. Los conventillos del Cerro Polanco que los vecinos recuerdan son: conventillo “El Hoyo”, ubicado frente a la casa de los Solari, en la calle Manuel Valledor, hoy parte

26. Urbina,M.. “Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920:Ppercepción de barrios y viviendas marginales”, en: Revista de Urbanismo, N°5, Santiago de Chile, publicación electrónica editada por el Departamento de Urbanismo, F.A.U. de la Universidad de Chile, enero de 2002, I.S.S.N. 0717-5051. http:// revistaurbanismo.uchile.cl. Extraído el 01 de septiembre del 2009. 27. URBINA. M. “LOS CONVENTILLOS DE VALPARAÍSO, 1880-1920: Fisonomía y PERCEPCIÓN DE UNA VIVIENDA POPULAR URBANA”. Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso. Valparaíso 2002. Pág. 97. 28. Ídem. 29. “Reconocido empresario y benefactor italiano”, según la noticia aparecida en el Apartado Familiar del diario el Mercurio del domingo 7 de diciembre del 2008. No sabemos si este señor Solari fuera pariente de los Solari del Cerro Polanco. Extraído el 01 de septiembre del 2009.

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del terreno que ocupa la escuela “La Igualdad”. Siguiendo la misma calle al llegar a calle Luqueto, está el único conventillo que aún persiste, aunque su estructura corresponde a la de un cité. En calle Almirante Simpson al llegar a calle Miguel Campo, había tres conventillos de propiedad de Colombo Solari. En ellos coexistía una fábrica de zapatos y un almacén llamado Palermo, según datos entregados por Nora Pobrete Carvajal30. La señora Alicia Herrera cuenta que en tiempos del Presidente Salvador Allende (1970-1973)31, se quisieron tomar el conventillo: “Esos departamentos rojos no existían. Esa era una casona de Don Colombo Solari, una casona grande de dos o tres pisos y arrendaba departamentos. Eso después se desapareció, porque en los tiempos de la Unidad Popular hubo un movimiento de señoras. Entonces sacaron a la gente de las casas, las hicieron salir, fue un movimiento bien violento. Y sacaron a la gente de las piezas y rompieron la casona. Total que sacaron las cañerías, fue un motín bastante feo. Luego eso se demolió. Una constructora se la compró a Don Colombo Solari e hicieron toda esa población. Pero ahí era una casa antigua de esas que arrendaban por departamentos, había un almacén abajo”. En el Cerro Molino, en calle Fanor Velasco al llegar a calle Mazzey, estaba el conventillo “El Buque”, el mismo edificio que alguna vez cobijó a “La Estrella del Molino”, famo-

30. Nora Poblete Carvajal. Vecina entrevistada en Junio del 2009. Margarita Balladares, participante del Taller de Historia. 31. En una reñida elección a tres bandas, obtuvo la primera mayoría relativa de un 36,3%, siendo electo por el Congreso Nacional. De ese modo, se convirtió en el primer presidente marxista en el mundo que accedió democráticamente al poder. El gobierno de Allende, apoyado por la Unidad Popular (un conglomerado de partidos de izquierda), destacó tanto por el intento de establecer un camino alternativo hacia una sociedad socialista –la “vía chilena al socialismo”–, como por proyectos como la nacionalización del cobre, la polarización política en medio de la Guerra Fría y una grave crisis económica y financiera. Su gobierno, que alcanzaría a durar mil días, terminó abruptamente mediante un golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, en que participaron las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros, tres años antes del fin su mandato constitucional. Tras el fin de su gobierno se daría inicio al Régimen Militar, una dictadura encabezada por el General Augusto Pinochet, que duraría 17 años. Extraído de: http://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Allende. El 22 de agosto del 2010.

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sísimo restauran de la primera mitad del siglo XX llamada después, despectivamente, “El Gringo Pobre” o “La Gringa Pobre”, por los habitantes del cerro. Este edificio que tenía la forma de un buque y que poseía pequeñas ventanas redondas, se incendió en 1971 ó 1972. Nora Poblete, vecina nacida y criada en el Cerro Molino, habitante del conventillo “El Buque” nos cuenta: “Yo nací ahí, jugué ahí. El buque era un cité32, era de dos pisos, y abajo habían como unas seis familias, y arriba lo mismo, más o menos, estaba separado por el patio. Uno entraba, estaba el patio y después estaban las casas. Era baño y cocina común. Las personas a veces cocinaban afuera en el patio. Tenían su cocina. Adentro tenían el comedor no más y un dormitorio. Nosotros somos siete hermanos. Y todos vivíamos ahí hasta el año del terremoto de 1971. Se fueron algunas personas por el terremoto y después se incendió. De ahí salieron a albergues, a colegios. El incendio fue como el 1972 más o menos. Porque el 1971 fue el terremoto y después al poco tiempo fue el incendio. Las piezas del buque eran como de 4x4 cada una. Nosotros vivíamos a la entrada. Había varias camas en una sola pieza”. La señora Ina Césped, vecina del Cerro Molino que vive frente donde se asentaba el conventillo, nos describe el edificio: “Le decían ‘El Buque’, porque tenía como camarines. Tenía dos puertas aquí al frente, porque del otro lado tenía tres puertas. Una entraba para el primer piso, por la calle Fanor Velasco. Y por acá entraba para la escala del segundo piso. Pero yo no sé cómo era por dentro. Al otro lado tenía tres pisos”. El edificio estaba construido en los desniveles del cerro. La señora Ina Césped, nos cuenta que el día del incendio del conventillo “El Buque” era lunes: “Estaba yo pagando, y yo estoy pasando los sobre, porque nos mandaban de la oficina a pagarnos, cuando me dicen: -¡Ina, el cerro tuyo se está quemando, hay un incendio grande!-. Era muy grande, pasaron las bombas. -¡Uy! - dije - ¡se está quemando “El Buque”!, así que pagué rápido y salí. Era lunes. Siempre se veía que se iba a quemar “El Buque”, y yo llegué a la Plaza O’Higgins y miré. Lo ubicaba porque era como de tres pisos. -¡Hay, por Dios, frente a mi casa!-. Subía, subía lo más

32. La vecina lo nombra como cité, pero corresponde a la definición de conventillo.

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Actual complejo habitacional donde antiguamente se asentaba el Conventillo de Colombo Solari.

rápido. En mi casa, se trizaron todos los vidrios, y las llamas pasaron, ahí había una casa de dos pisos, y casi se quema la otra casa, porque había viento. Más allá al último, había una pieza que arrendaban, entonces sacaban toda la mugre para acá. Ahora, usted ve, este barrio se pegó un salto grande, pero se tuvo que quemar el conventillo, porque a la hora que el conventillo no se quema….todavía estaría aquí”. Margarita Balladares una vecina nacida y criada en el Cerro Molino nos cuenta: “Yo me llevé dos abuelitas a la casa. Ahí se murió la Rosita, la curadita”. Margarita Balladares cuenta que en calle José Moreno con calle Carlos Antúnez existía otro conventillo entrando hacia el Cerro Molino, actualmente los vecinos participantes del taller de Historia Local lo recuerdan como conventillo “El Incendio” porque también se quemó. Cuando aún existía lo denominaban “El Submarino”, pues se encontraba en una quebrada y según los relatos, era oscuro y húmedo. Otro conventillo estuvo en la calle Gamboli. 40

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Los conventillos empezaron a quemarse, se fueron consumiendo lentamente y vino “el golpe”33, hubo que pedir permiso para juntarse y las calles se vaciaron. “Si cuando vinieron de noche a buscar al hijo de la señora Olivia, la que vendía pan…todos lloraron… lo sacaron a patadas de la casa, estaba en calzoncillos y así medio desnudo continuó la paliza en la calle, su mamá se desmayó de ver cómo le pegaban con la culata de las metralletas (sic)…nadie pudo hacer nada…era un camión lleno de milicos (sic), todos armados, todos violentos, disparaban por nada…de noche en esos tiempos se escuchaban balazos que rebotaban en los cerros de Valparaíso, los carros de militares se tomaron las calles y retuvieron a los vecinos agazapados en sus casas, sapeando con temor a lo que pasaba afuera.. apretando los dientes, conteniendo la rabia, consumiéndose por el temor… el hijo de la Sra. Olivia, cuando lo soltaron, se fue a Francia, tenía 18 años y partió, junto con la vida desordenada, arriesgada, desprovista y sin tapujos que mantenía cerro Polanco y Molino…de ahí nunca fue lo mismo, se habla repoco de lo que era antes el barrio, algunos guardan silencio, otros se confunden y la memoria frágil hace trizas su historia; ahora se ven hombres y mujeres que parecen haber roto relaciones con su pasado… ‘si hasta formaron familias y se ven respetables’… cuando parecían que vivirían por siempre fuera de la ley, donde la vida se goza a concho, donde los compromisos son con la parranda, la bebida, el juego y los amigos están por sobretodo”34. Los conventillos desaparecieron, dando lugar a otras formas de habitar de los sectores populares. Se implementan políticas sociales para paliar el constante déficit de viviendas que nunca acaba.

33. Vecino entrevistado que prefiere mantener el anonimato. 34. Vecino entrevistado que desea mantener el anonimato.

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Funeral de Juan Vázquez. Socio del Club Chicharra. Quien falleció en un paseo del club, en Placilla. Gentileza de Lorena Aran.

CLUBES DEPORTIVOS DE LOS CERROS MOLINO Y POLANCO De las entretenciones y pasiones que cuentan los vecinos del barrio, está indudablemente el fútbol, como deporte popular. Antes de 1973, los clubes deportivos florecían y se diversificaban, dependiendo de la división a la que pertenecieran. “Clubes de Barrios, como el mejor del centro”35. Recorreremos, los recovecos del fútbol y de los clubes del Barrio Molino Polanco, de la mano histórica de un vecino, futbolero y tanguero, acompañados por uno de los dirigentes del barrio. Juan Carlos Brito, futbolero apasionado y dirigente social “jugado” del Barrio Molino Polanco, nos introduce en el tema: “Las divisiones son de cerro, asociación Alejo Barrios, asociación Barón, son varias asociaciones. Todos los que están en asociaciones son de primera, y de ahí pasa a tercera división del amateur, y de ahí van

35. Juan Carlos Brito. Dirigente social. Participante del Taller de Historia Local.

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subiendo escala, según si tienen recursos los equipos. Si tienen buen equipo, suben a segunda. Algunos, en esos tiempos, alcanzaron a primera. Un equipo de barrio está formado por: el primer equipo es la primera, que son los mejores jugadores en una asociación, después viene segunda, que ahí vienen los más o menos, cuando ya están pasando la edad los bajan a segunda, después tercera, es el tercer equipo el más malo. Después vienen los viejos tercios que son como los de 55 años, después vienen los de 45 a 50 años. Luego vienen los juveniles, infantil, y los más pequeñitos que también juegan. En los clubes de barrio, si eres bueno, te pasan directamente al primer equipo y los otros de más edad los van bajando. Pero juegan por ellos, para quedar bien en el equipo, porque de repente los club juegan por todas las divisiones para sacar campeón al club”. La primera asociación de futbol nació en Valparaíso (1895)36, “Por el único medio de transporte existente para conectar Europa con América, los barcos a vapor, atracaron en los puertos chilenos, las tripulaciones que dejaron una herencia tras sus horas de recreación luego de tan largos viajes mercantiles. Fue el ‘football’, que captó la atención de los habitantes que, rápidamente, imitaron la novedad. La mezcla de ingleses y chilenos estableció un orden para competir entre los clubes que estaban formándose, queriendo darle un carácter más oficial a los partidos. Entonces se reunieron el memorable 19 de Junio de 1895 en el Café Pacífico de Valparaíso para fundar la primera agrupación estable, a la cual se le dio el nombre de ‘Football Association of Chile’; actualmente, Asociación de Fútbol de Valparaíso”37. Por esto no es de extrañar que en nuestros cerros los clubes deportivos de “barrio” fueran muchos, según don Gundo, vecino del cerro Molino, futbolista y tanguero, por 1950 existían los siguientes clubes: “Estaba el Chicago, el Artigas, el Crucero. El Cenaro, y el Polanco, el Solari eran del Barrio O’Higgins, que lo dirigía un cojo que

36. http://www.anfanacional.cl. Extraído el 20 de octubre del 2009. 37. http://www.anfaregionbiobio.cl. Extraído el 20 de octubre del 2009.

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le faltaba una pierna, Ambrosio Rodríguez. Y el Artiga lo dirigía Sergio Orozco. En el Cenaro pasaron varios dirigentes, el primero que tuvimos fue Rifo, los que fundamos el club. No me acuerdo mucho de la fecha, como en 1950 más o menos, un poquito antes, lo fundamos aquí en la calle Cicarelli, ahí nos juntamos todos los del barrio éramos puros cabros. Jugábamos en “la cancha de los pacos” (sic), ahí abajito, jugábamos todos los días. Y de ahí fuimos saliendo varios para los clubes de la asociación O’Higgins”. Una de las canchas, donde se jugaba al fútbol, era en Santos Ossa. “Ahí armamos la cancha. El presidente me parece que fue el Tito Pastene, uno que era maquinista de trenes. De los jugadores me acuerdo del Esteban Aravena, estaba el Cabro Sánchez, así le decían a él, el Cabro Sánchez, porque tocaba la armónica, trabajaba en una carbonería, entonces cuando apagaban la vela, los palos de leña, hablaban adentro (de la carbonería), ahí se formó el Chicago. Yo en ese entonces tenía como 10 años”. Pero sobraban los motivos para formar clubes. En 1960 se forma un nuevo club, don Gundo nos cuenta: “…Ahí yo estaba grande, ya era bailarín (de tango). Tenía menos de 18 años, como 16 años. Al Artiga llegué a los 20 años, ya estaba formado. En el Cerro Polanco había un solo club, estaba allá arriba, el Deportivo Polanco se fundó como el año 30, jugaba en el Alejo Barrios. Pero yo tengo un recuerdo, que nunca se me olvida. Porque cuando yo principié jugando en “la cancha de los pacos” (sic), claro me creía bueno atajaba pelotas, ahí me vio el cojo Bruci y me dijo que me llevaba al Polanco, y me fui a jugar por el Polanco y el día domingo nos hicieron jugar contra el Caupolicán, y el Caupolicán nos metió once goles…seguí jugando, pero ahí dije que nunca más me iban a pasar tantos goles, era arquero. Si, era de los buenos arqueros, me buscaban. Gané plata cuando fui arquero, nos pagaban, siempre fue así. Porque nos llegaban a buscar aquí, a veces mi padre me llamaba: -‘Gundo te buscan, en qué andai metido’-, me decía. .’No en nada, le contestaba’-. Y de ahí lo hacía pasar para que hablara con mi papá, para que me diera permiso, para ir a jugar a tal y tal parte. Jugué también por la Radio, por la Radio Festival que es ahora, antes era la Radio Minería, jugaba junto con Yaneli, y Don Guillermo Cabrera,

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que era locutor. Él que me llevó a la radio. El Pato Quiroga, Claudio Rojas, que era de controles. Esos estaban en el Parque Cousiño. Ahí estaba la radio Minería. Jugué contra todas las radios de Valparaíso, si era buscado. Era buen atajador de penal, claro, en eso me llevaba allá arriba. Se cobraba 100 pesos por gol, tenía que pagar 100 pesos si me metían un gol, y si lo atajaba me tenían que pagar doscientos. Nunca jugué por menos, siempre por más. Y una vez jugamos por el Cenaro, en las canchas de telecomunicaciones, ahí en Las Salinas. Jugaban ellos contra los cabros de la Avenida Argentina, el Comercial, y claro yo estaba allá y me vinieron a buscar, les faltaba el arquero y me dijeron-‘ jugai rubio, juega poh’-, -‘no si no tengo equipo para jugar’-. Y me consiguieron zapatos (de fútbol) me consiguieron todo. Los cabros de aquí del barrio, me gritaban, -‘buena Cantinfla’-, porque parecía, cualquiera cosa menos arquero. Y empatamos a cero, más encima. Empatamos a cero. Una vez se jugaba una copa. Había un cabro, el Ramón Reyes, que jugaba por el Everton y a ese le pusieron a patear el penal. Y cómo habíamos jugado siempre juntos, yo sabía para donde los tiraba. Pero yo tenía una debilidad, que a la izquierda me tiraba pero no las alcanzaba (las pelotas). Y esa vez jugué, hice un paso, para despistarlo y cuando me la tiró, yo la pesqué. Y le ganamos por uno a cero, y aquí arriba (en el cerro) me buscaron para pegarme, porque había jugado contra ellos. -‘Jugaste contra el club’-, me gritaban. Pero no me pegaron. Sabían que era polvorita también, era bueno para los combos. Sabían que yo no aguantaba”. Pero los clubes deportivos, sin embargo, no sólo eran para jugar al fútbol. La fiesta, la celebración, estaban muy ligadas a toda la cultura deportiva y a la solidaridad del Barrio. Don Gundo nos relata: “Yo tengo muchos recuerdos. Una vez para el aniversario del club, como yo trabajaba en el casino, en el cabaret que le llamaban, yo trabajaba con las orquestas. Y hablaba, primero, con el administrador, y si él me autorizaba hablaba con el Maestro de la orquesta, y le decía: ‘el domingo yo tengo un baile en el club de fútbol donde yo vivo, que soy socio fundador’. ‘Ya, entonces en la noche a la hora de comida tú hablas con los músicos, si ellos dicen que sí, vamos’ me decía. Yo hablaba y siempre me decían que sí. Entonces, cuando había reunión,

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yo les ofrecía la orquesta, -‘lo único que necesito es transportarlos’-, y como en el club teníamos cabros que los padres tenían plata, tenían auto y todo, entonces con ellos nos arreglábamos. Lo único que pedía la orquesta era transporte”. Los clubes se financiaban a través de una cuota social según nos cuenta Don Gundo, pero: “Había una regla en el club, el que no pagaba la cuota, no entraba en el comité.” Pero las ganas de participar eran tantas, que generalmente todos se mantenían al día, más valía pagar unos pesos, que quedarse fuera de la cancha. Normalmente, los jugadores tienen que estar inscritos en un equipo, el que en general es el dueño del “pase” del futbolista. Juan Carlos Brito nos relata que Don Gundo no firmó nunca por un club: “Lo que pasa es que en ese tiempo, la persona firmaba por un club, y ya no puede jugar por otro club, Don Gundo podía participar en diferentes clubes, porque no estaba inscrito en ningún club. Por eso no le gustaba pertenecer a ni un club”. Don Gundo, amaba su libertad, no fue dirigente deportivo, a pesar de

Don Gundo, arquero del Cerro Molino.

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haber sido socio fundador, de haber jugado 12 años por el Club Artigas, y quizá, por eso, a pesar de haber vivido toda su vida con la misma señora, no contrajo matrimonio: “No me casé nunca, tenía pareja pero no me case. Yo era bailarín, era tanguero. Me gustaba siempre el tango, esa es mi locura”. Su pasión por el tango era llevada a extremos, cuando adolescente se escapaba por el techo de su casa, pues no había permiso para salir de noche, él nos cuenta: “Una vez jugando por el Club Solari, me castigó mi padre, no me dejó salir, porque me había pillado cuando yo regresaba, en la madrugada de bailar, me pilló en el techo, entrando. Entonces yo hablé con el entrenador, y -le dije ‘yo no voy a venir a jugar el domingo. Hable con mi taita, lo encuentra a tal hora’-, y vino y habló con él. Mi padre le dijo -‘se va con usted y me lo trae usted, con esa condición, nada de dejarlo allá arriba’-. Terminó el partido, me bañé, me vestí y en el auto me trajo. Yo le pedía en el camino que me dejara allá arriba, no hubo caso”. Don Gundo recuerda que el club más destacado del barrio en aquella época era ‘El Crucero’: “salió campeón nacional de Solari-Sofía, jugaban 400 equipos. Ahí salió campeón, ahora se le llama campeón Regional. Venían a jugar de todas partes, de Casablanca de todos lados. Solari-Sofía, se llamaba la competencia, la financiaba el comercio. Esto sucedió como en 1946 más o menos. El Crucero era del Polanco, de calle Bilbao”. La fama, la competencia y la rivalidad también se vivían en aquella época, Don Gundo prosigue su relato: “un cabro que era de arriba, que era arquero igual que yo, le decían, ‘sapo’, por el ‘Sapo Livingston’38, arquero profesional en aquellos tiempos. Cuando yo me fui del club Artigas, se lo llevaron a él. Entonces yo le hacía sombra. Él no quería venir al Artiga porque estaba yo. Y yo le decía -yo vuelvo al Solari y tú te vienes al Artigas-Yo llevé al club a tercera división, fuimos campeones invictos. En la asociación O’Higgins, estuvimos en segunda y primera”. A sus más de 80 años

38. Sergio Livingstone.

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recuerda la gran alegría que sintió cuando jugó en ‘primera’: “Y cuando estaba en segunda, el arquero que estaba en segunda era un cabro que trabajaba en el hospital, entonces se hizo de rogar y no quiso venir. En aquel tiempo, me dijo Don Sergio,-‘ Gundo, anda a buscar los zapatos y ven a jugar’-. Y yo no le creía y jugué en primera. Jugué contra el Comercial y ganamos, con el Artigas. Era del Molino el Artigas. El Artigas ya no existe. En el Molino está el Chicago. El Artigas existe como un Club Social pero no como Club de Fútbol. Esto aconteció como en el 50, en el Artigas, de la asociación O’Higgins”. Don Gundo, relata que él también salió a jugar afuera: “Donde más lejos fui a jugar fue a Hospital, de verano, fui por el Deportivo Casino. A San Pedro (Quillota), ahí jugábamos con el club de un cura. Jugaba con sotana el cura. En San Felipe me decían el porteño, jugaba en el verano cuando iba para allá, yo los buscaba para entretenerme”.

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1 2 3 4

1.- Sector Cerro Molino. 2, 3, 4.- Sector Cerro Polanco.

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5 6 7 8

5,6,7,8.- Sesiones del Taller de Historia Local.

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9 10 11 12

9.- Sector Cerro Molino. 10.- Vista del ascensor Polanco desde el Cerro Molino. 11.- Actual fachada de la Escuela 77. 12.- Auditorio de la Escuela 77.

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13 14 15 16

13.- Placa Ascensor Polanco. 14.- Entrada Ascensor Polanco. 15.- Actual fallada del Comité Salle. 16.- Señora Margarita Balladares, informante clave en la investigación.

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Bar del Comité Salle. Gentileza de la señora Teresa Vilches.

SOCIEDAD MUTUALISTA: COMITÉ SALLE Probablemente uno de los lugares más recordados, del Barrio Molino-Polanco, es el Comité Salle, lugar de encuentro, esparcimiento y solidaridad. Teresa Vilches, ex-socia del comité, nos cuenta: “Eso era una Sociedad Mutualista39. En esos tiempos cuando yo iba, porque mi papá era tesorero, había más de 200 socios. Tenían un mausoleo

39. Así, en el Diccionario de Sociología, de P. Fairchild (México 1949) se la define «en su acepción económica estricta, movimiento cooperativo para formar sociedades de ayuda mutua» y en sentido lato, «reconocimiento de la interdependencia recíproca y de la tendencia a la ayuda mutua manifiestas en cualquier forma de colectivismo y de manera más particular, como sostienen los anarquistas filosóficos, rasgo innato del mundo orgánico». En su etimología, mutuo proviene del latín mutüus y «aplicase a lo que recíprocamente se hace entre dos o más personas, animales o cosas» (Diccionario de la RAE, ed. 1970). Mutual, es lo «mutuo, recíproco»; mutualidad, el «régimen de prestaciones mutuas que sirve de base a determinadas asociaciones» y mutualista, «perteneciente o relativo a la mutualidad». Extraído el 21 de agosto del 2010 de http://www.foro-ciudad.com/valladolid/megeces/mensaje-650250.html.

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en Playa Ancha. Y la Mutual fue muriendo con los malos dirigentes. Había pérgola, había reinados, recuerdos muy lindos. En la parte de abajo, se hacían las comidas, que incluso don Iván de la Maza40 participaba. En esa foto que tengo con mi papá, él (Don Iván) debería haber estado ahí porque estaba en la fiesta. Esa sociedad tenía mucha gente, muchos invitados, como era grande, ahí usted puede ver esa gente (la foto de la página anterior), claro la mayoría muertos. Aquí aparece la señora Margarita Estay, ella era la secretaria, ella es fallecida, la hija también. Ahí se hacían bailes, se arrendaba para uso de la comunidad. Si, ahí era un Club Social, pero bien activo. A nosotros nos dio harta pena que eso se haya terminado, porque la verdad entraba bastante dinero ahí. Yo no pude encontrar la libreta de socia, yo guardaba mi libreta. Nosotros pagamos cuota mortuoria y la mensualidad, y nos daba derecho a Mausoleo en el Cementerio de Playa Ancha. Estaba abierto cuando se arrendaba y para la sociedad misma, ellos hacían campeonato de Brisca, hacían actividades, pero no

40. Intendente de la región de Valparaíso (20062010)

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Hrnos. Paz: El mayor Tito, de pie; Flaco Paz a sus 4 años; en su coche, el Cuco. Año 1945. Gentileza de Lorena Aran.

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estaba todo el día abierto. Y se traspasó a la Junta de Vecinos, cuando ya estaba muriendo. Yo veía en la Sociedad maletas con dinero, porque toda la gente pagaba sus cuotas. Todos los sábados se hacían bailes. Venía la gente. Se hacían los bailes con ‘reservados’, con pasteles. ‘El reservado’ era que en la mitad del baile paraban el baile y el acompañante tenía que comprarle un pastel a la señorita. Yo no bailaba nada y llegaba a la casa con bandejas de pasteles, porque a mí me ha querido harto la gente. La sociedad la arruinó el último presidente. Como hace 15 años yo creo. Y nadie lo paró, mi papá cuando fue viendo cosas feas en él, ya ligerito se disculpó por enfermedad. Mi papá era un hombre muy delicado. Mi papá era tenedor de libros de la firma Gildemeister. También estuvo en la aduana, era el que llevaba las platas, de confianza de las firmas. Así que a mi papá no lo podía engañar, porque era su trabajo, él sabía todo eso. Incluso aquí un señor Olivares, le correspondía la cuota mortuoria, todavía funcionaba la mutual, y se la negaron. El señor Olivares era el cuidador de la sociedad con su señora. Vivía en la sede. Ahí tenía que vivir alguien, porque había muchos enseres, había radios, tenían buenos equipos, buenos mesas, la pérgola era preciosa con su parrón, sus altillos bonitos. Se llenaba. Antes los chiquillos eran respetuosos, nosotros nos poníamos los mejores trajes, viera usted como nos arreglábamos, esos cancanes dobles, mi papá nos arreglaba los zapatos, que se usaban de sueco de distintos colores, para los vestidos”. Según lo que nos cuenta Don Gundo el comité tenía aires de exclusivo: “Y entonces si uno no iba con corbata no lo dejaban entrar”. La señora Gioconda Ramos, vecina de toda la vida también recuerda la “Época de Oro” del Comité: “Se hacían bailes, se hacían cosas. Incluso un primo mío fue presidente de ahí. Rodolfo Castro, que fue el último presidente. Y ahí quedaron hartas cosas y todo se perdió, quedaron fondos, quedaron cocinas, equipos que se compraron. Aba-

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jo, había una pérgola, se bailaba ahí. Se bailaba tango, vals. Yo iba a mirar no más, pero no iba a bailar, me gustaba ir a mirar cuando tocaba la música el día sábado, me gustaba. Tocaban con banda. Había de esos acordeones, era bonito, porque se sentía toda la música para abajo del cerro”. Don Gundo también tiene hermosos recuerdos de esa época: “Hace como trece años que se cerró. Íbamos todos los sábados. Sábados y domingos. Y los días de semana que había fiesta, hacían bailes. Yo, vivía aquí arriba. A mí no me dejaban salir, porque eran estrictos en aquellos años. - A acostarse- nos decía mi papá. Y yo tenía una pieza que daba a la calle, le echaba el ojo que se acostaran y me salía por el techo y me bajaba por el palo poste, por ahí me bajaba. Éramos cuatro amigos: el Jorge González, Eugenio Olivares y José Pineda. Entonces ellos me esperaban abajo, abajo del palo poste. Y llegábamos en la mañana, como a las cuatro de la mañana, me subía por el poste, y me iba acostar. Una vez me estaba acostando y mi papá me estaba despertando, -levántate, ya-. Si, si me estoy levantando, y me estaba acostando recién”.

Frente del Comité Salle. Foto gentileza de Teresa Vilches.

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ANECDOTARIO DE LOS CERROS MOLINO Y POLANCO 57

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LOS CHOROS DEL PUERTO Autora: Lorena Aran. Vecina del Cerro Polanco.

El “Flaco Paz”, alimentaba su salamandra, mientras llena nuestro libro de anotaciones con frases, fechas y memorias… entre sus manos se destruían maderos que chisporroteaban al impactar en las llamas que inundaban de humo, con sabor a recuerdos, la habitación que nos protegía de la noche, del viento y de una calle ahora vacía… un barrio que descansa de las tantas vivencias que le dieron ese carácter de tolerancia, sabiduría e inmutabilidad ante lo que cualquiera se impacta...será porque ya las pasaron todas… será porque la capacidad de asombro se perdió en sus conventillos, jugando a la rayuela, a los dados… en el patio común donde se vaciaban las cantoras y se evidenciaba frente a todos, la pobreza, el abandono y la lucha por sobrevivir en un Puerto sin trabajo, sin oportunidades… El Buque, el Submarino y el Incendio41, fueron conventillos que albergaron por años a las familias y amigos, porque en esos años eran todos amigos, todos se conocían, todos sabían en qué andaba el otro y nadie se admiraba, nadie se reprochaba nada, todos eran cómplices, todos “andaban en la misma”. Todos los conventillos pertenecían a la misma dueña, la que fiaba vino a sus clientes y terminaba cobrándose con sus propiedades y pertenencias… la “Sía Isolina” se las traía. Al costado del ingreso a su restauran, estaba su dormitorio y allí se le veía “a la vieja guardando cosas” debajo de la cama, vivía apretujada llena de cachureos, coleccionando clientes morosos… “Siempre cagándoselos con el vicio”. Los conventillos eran verdaderos laberintos… y en sus pasillos convivían perros, chanchos, patos y familias de esfuerzo que postulaban al “sin sitio y sin casa” del gobierno de Frei Montalba, programa que les entre41. En las entrevistas realizadas, estos dos últimos nombres, aparecen como si fueran dos conventillos diferentes, sin embargo era el mismo conventillo, que fue llamado Submarino por los vecinos, pues estaba en una parte baja del cerro Molino, y luego que se incendiara, pasaron a denominarlo “El Incendio”.

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garía viviendas, poblando así, Rodelillo y otros sectores altos del Puerto. En la noche el barrio “prendía”, salían de las piezas las chiquillas arregladas, se veían “relindas”, iban todas a trabajar al Puerto, salían contentas, en grupos… los hombres se quedaban jugando en la esquina a la pelota, a los dados, a la rayuela, pichangueando, tocando guitarra, cantando, “todos cagaos de la risa”; los choros andaban a caballo, cargaban cuchillos y se alteraban por na’…llegaban ‘al Quita Pena’ y ahí bebían en chuicas, ahí merodeaban a diario “El Amarillo” que se embriagaba de a poco, “El Poqueque” siempre de mal ánimo, “El Carne Amarga” paseándose, “El Mono Ferrada” y “Cuchilla Larga” dejaba su oficio de zapatero para sumarse a los choros del cerro Molino, los que a diario terminaban trenzándose a golpes y a cortes para mantener su posición en el barrio…. también hubo disputas pasionales. “El Zanja” no respetó al “Yumbina” y “le comió la mina”… fue a parar debajo del muro, después que “El Yumbina” no le perdonó su falta y lo lanzó como si fuera basura “quebrá abajo”… todos corrieron a mirar, “el Zanja” sobrevivió a la vida, pero no a la burla… Don Gundo nos cuenta: “No, no fui nunca (choro), pero uno los conocía. El choro se define como guapo. Te pegan el combo al tiro, no te dejan alternativa a que uno se arregle. El más nombrado era el Sergio Avendaño, le decían “El Caca”. Y había otro que era de más arriba, ese sí que era guapo, trabajaba allá en el puerto y le decían “El Poto Podrido”, desde chico lo llamaban de ese modo. “El Juan Bistec”. “El Caca”, sí que era cosa seria, porque se enfrentaba a los pacos, y cuando andaban a caballo, los daba vuelta con caballo y todo, no sé como los agarraba del cogote y los torcía hasta que los botaba.

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LA PARTURIENTA

En homenaje a todas la mujeres del cerro Molino y del cerro Polanco que parieron en la calle. Y a todas las mujeres que compartieron cama en el Hospital Deformes, de Valparaíso. Pero sobre todo a la solidaridad de las pobladoras y pobladores de Chile. A la señora Nora Poblete, vecina del Polanco, que inspiró este escrito, a través de su historia de vida42.

Hervía la ropa ajena en un gran caldero a la puerta de la mediagua, del campamento, mientras el Ignacio corría detrás de las gallinas, que no paraban de cacarear. Esa madrugada, los marinos, habían allanado el campamento, era pura rutina para asustar a los cabros que aún le quedaban ganas de protestar contra el dictador. El olor a detergente hervido inundaba el campamento Santa Cecilia, mientras ella miraba el horizonte marino y ese azul brillante del mar en primavera, tan familiar y tan extraño, a la vez. Los pechos comenzaban a dolerle, ya era hora de darle teta a la María, pero debía sacar la última carga del caldero. Sintió como la leche comenzaba a mojar la blusa. La María es re apurona, estaba tan apurada por nacer.

42. En la Entrevista realizada a la señora Nora Pobrete en el living de su casa, en junio del 2009, ella contó su parto en la calle Valederrama. De esta entrevista elabora esta recreación. Además relató que su madre, la parió a ella frente a la casa de los Solari: “Mi mamá no alcanzó a llegar a la maternidad, porque iba bajando a pie, en la noche como a las cuatro de la mañana, en el año 1955, el castillo ya estaba. Al frente estaba las 3B, que era un conventillo, que era en bajada. Y la señora la fue a mirar mi mamá e incluso le dijo que si ella quería, podía ser mi madrina, la misia Benita. Mi mamá sola, pario. La misia Benita le ofreció ayuda, y si quería ayuda ella le podía dar cualquier clase de ayuda que quisiera”.

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La noche del parto, cuando los dolores apenas comenzaban, se decidió a bajar el cerro. Eran cerca de la una de la madrugada cuando comenzaron a tranquear por Simpson, pero llegando a Valderrama a la cría se le ocurrió que ya era la hora, -mire que no esperar llegar hasta el hospital, si quedaban apenas unas cuadras-. Y ahora comienza a llorar como loca por la teta, sin pensar que tengo que sacar esta carga para terminar el lavado de la misia Joaquina antes del mediodía. -Ignacio, no te vayas tan cerca de la quebrada, mira el caldero, mientras le doy la teta a tu hermana. Y ya deja de corretear a las gallinas de la vecina, que después me viene a reclamar a mí porque no le ponen huevos-. Entró a la casa. Eran dos piezas, una hacía de comedor y la otra de dormitorio, pero adentro estaba todo bien limpio y ordenado, como le había enseñado su madre. Cuando sintió que el agua de la fuente le corría por las piernas se sentó en la escalinata, mientras su hermano bajaba corriendo a buscar un auto. - Y que hacemos Mila- le dijo su marido. - Na’ po’, que vamos hacer, hay que ayudar a nacer a la guagua no ma’, así que hazte el valiente y ayúdame- le contestó mientras se quitaba los calzones. El Ignacio, su marido, no sabía nada de críos, si apenas los sabía hacer. Se había ido con él cuando apenas tenía 15 años, se casaron cuando el Ignacio chico tenía cuatro meses, y luego casi al tiro vino la segunda y, ahora, ésta. Estaba por cumplir los 17 ese año y ya era madre de tres críos. Lo más jodido era esto de los milicos, porque antes del golpe, habían estado a punto de darle su casita, pero ya después todo quedó en nada. Los dolores se hacían más frecuentes y el Ignacio mantenía las manos juntas esperando que la guagua apareciera por entre las piernas. Ella trataba de no pensar 61

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que estaba pariendo en la calle. Era tan extraño, cada vez que había escuchado a su madre y a la Chavela contar cómo habían parido en la calle, camino al hospital Deformes, ella pensaba que era puro descuido no más. Cómo iba a ser que no alcanzaran a llegar al hospital. Y ahora ahí estaba ella, tratando de recordar los detalles de las viejas para, además de pujar, darle las instrucciones al Ignacio, que ya estaba que se desmayaba. Una profunda sensación de alivio le arrancó el primer llanto de su hija, y sendas lágrimas escurrieron por sus mejillas cuando su marido le gritó:-Es una hembrita, es una hembrita, le vamos a poner María, para que la virgen la proteja-. Ella no se opuso, respiró tranquila y deseó que el Taxi llegara pronto. -Después de todo, a lo mejor la virgencita le protegía a la niña- pensó. Habían pasado unos veinte minutos, cuando volvió a sentir los dolores de parto. -Ignacio, que viene otro, pásame a la María- La niña aún estaba enlazada con su madre por el cordón umbilical, ninguno de los dos sabía como se cortaba y prefirieron esperar a llegar al hospital. Pero ahora que venía otro no sabía cómo lo iba hacer. Al cabo de un rato alumbró la placenta. La pareja echo a reír histéricamente y luego se abrazaron llorando. -Si Dios nos mandaba dos juntos estaba bien- dijo Ignacio,-pero debo confesarte que estaba muy asustado, cómo lo hace uno con dos guaguas, si la plata apenas alcanza para una-. El ruido de un auto bajando por Valderrama les contuvo la respiración. -Ya llega tu hermano con la ayuda- le comentó Ignacio, mientras se ponía de pie y se asomaba a la calle para ver las luces. Cuando el chofer, del auto, vio que la cría ya estaba afuera se puso pálido, Mila jamás ha olvidado la cara de espanto del caballero.

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- Ah no, si ya parió no la puedo llevar en el auto, no ve que los pacos me pueden joder- Mila se echo a llorar. Y el corazón del chofer se ablandó. -Espere aquí señora voy por la ambulancia- y salió corriendo. El chofer alcanzó a escuchar cuando la mujer le decía: - No se preocupe de aquí no me muevoEra fines del año 1974 y el toque de queda estaba en pleno apogeo. Las patrullas de marinos que rondaban por Avenida Argentina, disparaban a todo lo que se movía, así que se sacó la camiseta blanca que llevaba debajo de la camisa y la colgó en la antena de su Peugeot 404. A la altura del pasaje Quillota se encontró con la patrulla de marinos, disminuyó la velocidad hasta parar y se bajó con las manos en alto, justo al momento en que los marinos disparaban al aire. -Por favor no disparen, hay una Señora recién paria en Simpson con Valderrama, voy en busca de una ambulancia- les explicó. Un grupo de marinos lo rodearon pidiéndole detalles. Luego, una patrulla partió hacia el cerro, mientras los otros lo arrojaron al suelo revisando el auto. Un ruido de motor volvió a sentirse por la calle Valderrama. María respiró hondo nuevamente, mientras arropaba a su hija en su pecho. La patrulla de marinos bajó rápidamente, apuntándolos con las ametralladoras. Los dos hombres sólo atinaron a levantar los brazos. Luego de una rápida inspección la subieron al camión, junto con los dos hombres, y partieron raudamente al hospital. Entró a urgencias cerca de las tres de la mañana, los médicos cortaron el cordón umbilical y se llevaron a la niña, ella pasó a la sala de parturientas. No había camas disponibles. En esa época era común que el hospital no tuviera camas. Para remediar la situación, las parturientas solían compartir las camas. A una se la ponía del lado de la cabecera

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y a la otra hacia los pies. A Mila le tocó el lado de los pies. Sin embargo, estaba tan cansada que se durmió inmediatamente, a pesar de los quejidos de las otras mujeres. Sólo pudo ver a su hija al mediodía siguiente. A la hora de las visitas, llegó Ignacio. Los esposos se abrazaron con una alegría que les hizo brotar las lágrimas. La niña dormía plácidamente en su cuna. Cuando Ignacio se fue, Mila le dijo: -No te olvides de ir a darle las gracias al señor del auto-.

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EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL Uno de los primeros relatos con los que nos encontramos en la recopilación de la historia del Barrio Molino-Polanco, es del matrimonio homosexual. Se supone, acontecido a mediados de los años 1960, en el Cerro Molino. Ante la consulta por este acontecimiento, los más prefieren guardar silencio, otros lo comentan con morbo, otros con curiosidad. Sin embargo, y aunque se dice que salió publicado en varios diarios locales y nacionales, no se encontró rastro de la noticia. Nadie sabe exactamente el año. Se comenta que algunos vecinos del Cerro Molino estuvieron presentes, no obstante, no se encuentra ninguna fuente directa. Se dice que había personajes de la política de ese entonces involucrados, que “la novia” luego llegó a ser Ministro de Estado. Nada está confirmado. Al parecer quien estuvo a cargo de la redada fue el famoso Sargento del Retén del Polanco, apodado “El Cachorro”. Según cuenta un vecino que prefiere mantener el anonimato, “el “Flaco Paz”, socio del Club Deportivo Chicharra, tuvo la misión de manipular el tocadiscos que animaría la celebración del casamiento gay…el equipo se arrendó para el evento y el “Flaco Paz” cuando llegó con el aparato y los discos se enteró de todo…, él no sabía que era un matrimonio homosexual. Era invierno, corría la década de los ’60 del siglo XX, y los invitados eran personajes de la alta sociedad del Puerto y de Santiago, los vecinos miraban y no dijeron nada, las parejas homosexuales eran vistas a diario sin provocar ningún comentario, sin prejuicios, sin sanción…todos se conocían, todos eran amigos…claro que cuando uno decía que vivía en Molino, la gente de inmediato respondía ‘ah! el cerro de los maricones’… hubo sapeo y llegaron los ratis (sic), la ceremonia quedó sin terminar, quedó la arrancadera y algunos invitados huyeron por los techos… el “Flaco Paz”, a sus 18 años, tomó el tocadiscos del Club y corrió… cuentan que después el matrimonio se celebró sin interrupciones en Limache. Han existido otros matrimonios, pero no se hacen comentarios, si no hay nada que comentar… son sólo dos personas que se aman y quieren estar juntos”. La hija de la señora Gioconda Ramos nos dice: “el Molino era famoso, porque había homosexuales”. 65

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LOS ALMACENES Antiguamente el comercio minorista local florecía en los cerros. Así, en el barrio Molino Polanco, nos encontramos con el recuerdo de varios de ellos, quizá el más importante el del vecino de origen italiano, Amadeo Arrata. Llegar al nombre de este negocio no es fácil, algunos vecinos lo recuerdan como “21 de mayo”, sin embargo otras versiones nos dicen que el almacén “21 de mayo” se encontraba en la Avenida Argentina y que éste se llamaba “Arturo Prat”. Es posible la equivocación, por la conexión de los nombres. La señora Primitiva, una de las más antiguas vecinas que hace referencia a este almacén nos cuenta: “en toda la esquina arriba, saliendo del ascensor, al frente, había un almacén que se llamaba “21 de mayo” era de un Italiano, el señor Amadeo Arrata. Eso era un almacén a la antigua, porque yo me acuerdo de eso, vendía genero por rollos. Yo creo que muchos años atrás funcionaron todos esos almacenes. Porque había loza, vendían ollas, era bien surtido. Quedaba frente al ascensor, en la estación intermedia antes de subir. A la mitad del cerro. A la entrada tenía las telas por rollo. De todo tenía. Mi hermano pasaba ahí no más, y él aprendió hablar el italiano con ese caballero. Y mi hermano le hablaba en italiano igual que hubiera estudiado mucho y conversaba de Italia y no había ido nunca. Don Amadeo lo quería harto. Si cuando se perdía, le decía -Lazcano por qué no has venido-. Le ayudaba a vender”. “Don Gundo” nos relata: “Sí, el de la esquina, aquí, Valderrama, con Simpson, frente al ascensor, ese era “El Arturo Prat”. Vendía de todo, el dueño era un italiano. Don Amadeo”. Este vecino, nos señala que el almacén no se habría llamado así, pero que lo nombraban de esa forma, pues el señor. Amadeo era calvo y guardaba un parecido con el héroe nacional: “El Almacén ‘Arturo Prat’ estaba debajo del ascensor, le decíamos así por la calvicie de don Amadeo”. Al frente de Don Amadeo estaba la señora Iluminada. La señora Primitiva cuenta que tenía: “un negocito, vendía dulce, vendía pan”. Muy cercana a ella existía una peluquería 66

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“Don Camilo”. Un poco más arriba de ellos, en una esquina estaba el negocio de don Justo Olivares, que era una pescadería y una frutería43. Frente al conventillo “El Hoyo”, más abajo, existió otro almacén, recordado con el nombre de “Las tres B” cuyo propietario también habría sido un italiano. En la esquina de calle Simpson con calle Recreo, durante años, funcionó una carnicería, según señala la Señora Primitiva, bastante grande, donde se vendía chancho: “Así que el día viernes, cuando una venía de vuelta del trabajo, en la puerta, estaba hirviendo donde estaban sacando los arrollados de chancho, los perniles, es que esto es muy grande. Este lugar es grande. Y toda la gente compraba aquí. Yo siempre llegaba, porque a nosotros nos pagaban los días viernes. Llegábamos con pernil o arrollado a la casa. El dueño era de apellido Villacura. Después este caballero se casó con otra señora, cerró la carnicería y abrieron un restauran, más hacia la Avenida Argentina, por Simpson, “El Restauran del Tío”. Después la gente se fue, quedo todo esto desocupado”. Hoy en día, en el local de la carnicería funciona una tienda de artesanías y souvenir, en vista de los turistas que visitan el ascensor Polanco.

Actual Entrada del negocio del señor Villacura. Hoy tienda de artesanías y souvenir. 43. Señora Primitiva. Entrevistada en noviembre del 2008.

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RECUERDOS DE LA CALLE SIMPSON 69

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La calle Almirante Simpson es la puerta de entrada a los cerros Molino y Polanco. Por ella se accede al ascensor Polanco44, que es uno de los accesos principales a dichos cerros. Esta calle ya existía en 1910, según referencias del Archivo Municipal de Valparaíso en Volumen 173, 190945.

LA LECHERÍA Señora Primitiva, Vecina del Cerro Polanco.

Antiguos vecinos y vecinas de los cerros Molino y Polanco, recuerdan la Lechería que existía donde hoy se encuentra la Escuela La Igualdad, en el primer tramo de la calle Almirante Simpson. Doña Primitiva, vecina del cerro Polanco nos cuenta: “Ahí había un espacio que era de don Tomas Eastman, que traían las vacas para sacar las leche ahí”. En aquella época doña Primitiva debe haber tenido 15 años, corría el año de 1945. Luego de esa época doña Primitiva dice no haber visto más las vacas llegar. Se supone que el lugar de pastoreo de las vacas habría sido el sector de Santos Ossa, donde aún no

44. Monumento Nacional desde el 21 de Diciembre de 1976. 45. En Rubio, G. “Testimonios para una Memoria Social. Valparaíso 1870-1917”. Editorial Puntángeles. Universidad de Paya Ancha. Pág. 107.

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existía la carretera de entrada a Valparaíso, y pasaban por el camino “El Piño”. Escuchemos a Doña Primitiva: “Llegaban las vacas y ahí las ordeñaban, las llevaban a pastar para la Subida Santos Ossa. Ahí hay una plazuela. Para allá había pasto, así que para allá iban a pastar, eran hartas vacas. La lechería estaba a la salida del ascensor. Los dueños eran don Tomas Eastman y los otros no los conozco, no me acuerdo”. Los Eastman, antigua familia de la zona, cuentan con una zaga de ‘Tomas Eastman’. Uno de los primeros que se tiene noticia, fue Tomás Eastman Quiroga – Diputado, nació en Ovalle, el 17 de junio de 1841, quién además, fue primer alcalde de Valparaíso. Entre otros existen un Tomas Eastman Cox y un Tomas Eastman Montt. Pero la lechería continuaba vendiendo su producto en aquella zona en los años 1970, Don Gundo recuerda haber ido a comprar la leche en botella, pero en esos años, perteneciente a la desaparecida ULA (Union Lechera Aconcagua). En la actualidad conviven dos escuelas, donde antaño estuvo la recordada lechería y el conventillo “El Hoyo”.

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EL COMERCIO DE LA CALLE SIMPSON A mediados del siglo XX, la calle Simpson, se presentaba como una calle con comercio ambulante establecido, denominados “kioscos” o “casuchas”. Costumbre que se daba desde fines del siglo XIX en las calles que accedían a los cerros: “Una política clara de eliminación de éstos (los puestos de frutas, carnes y pescado ambulantes) en la parte plana de la ciudad, generó un aumento no antes visto, de los puestos ubicados en las subidas de los cerros”46. Para subsanar esta situación, que iba en desmedro de los ingresos del municipio47, a principios de la década del 90 del siglo XIX, se había introducido, por la municipalidad la venta de estos productos en “kioscos” o “casuchas”, que vendían diversos artículos. Durante muchos años, el gobierno local, mantuvo una relación ambigua con estos comerciantes, más regido por necesidades de incrementar las arcas municipales que por el bienestar de las personas que trabajaban las “casuchas”: “Desde 1906, la Municipalidad comenzó hacer valer sus prerrogativas establecidas en el convenio con los kiosqueros, es decir a comportarse como un socio activo. En 1908 con un objetivo no muy claro el que incluía el deseo de expulsar indirectamente a los arrendadores y al mismo tiempo aumentar sus ganancias, decretó un alza indiscriminada del arriendo que se elevó desde los 40 ctvs. diarios a 1 peso, provocando con ello un duro golpe al comercio callejero…Los kiosqueros reaparecerían en 1912, pero no tendrían la misma fuerza ni el protagonismo público y social de los años precedentes”48. Según las investigaciones de Rubio, G (2007), en 1909 a los

46. Rubio, G. “Testimonios para una Memoria Social. Valparaíso 1870-1917”. Editorial Puntángeles. Universidad de Paya Ancha. Pág. 87. 47. “Esta medida concilia todos los intereses legítimos, incrementa las rentas del municipio i está en estricta conformidad con la ordenanza de abastos…”. Archivo de la Intendencia de Valparaíso, Vol. 261-31 de Enero de 1897. En Rubio, G. “Testimonios para una Memoria Social. Valparaíso 1870-1917”. Editorial Puntángeles. Universidad de Paya Ancha. Pág. 89. 48. Ídem, pág. 97.

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Actual comercio de la calle Simpson.

pies del cerro Polanco en la calle Simpson existía un kiosco, situación que debe haber aumentando hacia mediados del siglo XX. La inauguración del ascensor Polanco en 1915, debe haber contribuido al aumento de puestos o kioscos, con el alza del tránsito peatonal en el sector. Adriana Germain Peirano, pariente de los Solari Peirano nos comenta: “La calle Simpson era una calle bien entretenida, tenia puestos a todo lo largo. Puestos como los de la feria pero bonitos, uno tras otro, se vendía pescado, frutas. Entonces una se venía comiendo cosas en toda la subida, después te ibas con un cartucho de fruta para arriba mientras subías la escala, súper agradable, era muy bonita la calle Simpson. La calle en sí misma era muy agradable, muy entretenida, era como una 73

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fiesta subir ahí, era como la feria permanente pero buena. Siempre subíamos comprando todo. Los puestos eran permanentes, en ese tiempo vendían atún, un atún precioso, pescada, sierra, qué se yo. La calle siempre estuvo pavimentada. Ahora, siempre cae agua cuando llueve, sin duda, y se junta tierra, estaba bastante menos rota que ahora, no recuerdo que haya estado tan mala como ahora”. Por otro lado, la señora Nora vecina del cerro Polanco cuenta: “Mi papá también tuvo un puesto en calle Simpson. Desde donde está el garaje de los Salesianos hacia arriba. Cerca de los murales. Mi papá tenía el puesto al ladito. Él tenía un kiosco en la calle”. Este tipo de comercio o similar se mantuvo hasta el terremoto de 1985 en que se derrumban gran parte de las edificaciones antiguas de esta calle.

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FORMAS DE DIVERSIÓN EN EL BARRIO MOLINO POLANCO 75

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Las cambiantes formas de diversión de cada época, generalmente son influidas por factores externos. En el caso de la llamada “Bohemia Porteña”. Algunos estudios coinciden en señalar que el fin de la “Bohemia” se produjo producto del Golpe Militar y el toque de queda implantado en esa época”49. …cabe destacar que la bohemia porteña, propiamente tal ya extinta desde 1973, se ha transformado en un mito…”50. En el caso del Bario Molino-Polanco los vecinos lo corroboran: “Cuando murieron los clubes deportivos, cuando murieron los cites, después del golpe militar, empieza a morir la vida de barrio, no podías andar en la calle”51. Poco o nada se ha escrito sobre las formas específicas de diversión, en los diferentes cerros de Valparaíso, que coincidían muchas veces con las formas propias de los sujetos populares que allí habitaban. En el caso del llamado Barrio Molino-Polanco, que está constituido por los respectivos cerros, coexistieron diferentes formas de “bohemia”, ligada a la cultura popular. “Todo transcurría acá, el colegio, las fiestas, sólo los hombres salían a trabajar al plan”. Pues, si bien es cierto, en el Diagnóstico Participativo52 los vecinos reconocen que el “barrio” fue habitado principalmente por inmigrantes italianos y personajes ligados a las artes, en las entrevistas realizadas, aparece un origen de clase más popular, ligado a las formas de socialización, de las que habla Gabriel Salazar para el llamado “bajo pueblo”53. “Para vivir en un cuartito chiquitito, que cabía una cama, tenía que ser gente muy pobre, un baño, un baño

49. Chandia, M. “La cuadra: pasión, vino y se fue…cultura, memoria, lugar y sujetos populares en el bario puerto de Valparaíso”. Impresión El Mercurio de Valparaíso. 2004. 50. Delgado E. “El vals peruano y el bolero en el estilo de vida de los habitantes del barrio puerto de Valparaíso”. Tesis para optar al Título Profesional de Sociólogo. Universidad Arcis Valparaíso. 2008. 51. Nora Poblete. Vecina entrevistada el………del 2009. 52. Diagnóstico Participativo Programa “Quiero MI Barrio”. 2007. 53. Y no pocas veces se reservó la palabra ‘pueblo’ para designar las masas indigentes del país, es decir, lo que los patricios de 1830 habían llamado “el bajo pueblo”. SALAZAR, Gabriel. Labradores, peones y proletarios (Siglo XIX). [Libro]. Colección Estudios Históricos. Santiago de Chile : Ediciones SUR, 1989; 2ª edición. Pág. 10.

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tenían ahí para todo el conventillo, no tenían ducha tampoco. Cocinaban en la misma pieza” (Ina Césped). No cabe duda, sin embargo, que la heterogeneidad de clases subsistía en el barrio, por un lado había gente acomodada como los Solarí, comerciantes, personas que tenían puestos en la feria libre de Avenida Argentina, personas que desempeñaban oficios independientes, obreros de la construcción, gente que trabajaba en el Puerto y algunos que subsistían de las formas más inimaginables. “Tenían distintos trabajos, en la construcción, en la feria. Eran diversos trabajos. Yo trabajé en la feria vendiendo conejos. Yo iba a lavar a las casas ajenas, porque yo trabajaba” (Gioconda Ramos). “Eran obreros, de la Armada, municipales” (Ina Césped). “Mi papá tenía un camión, un camión de la época, porque ahora yo le digo camión y usted ve esos camiones. Un camión del año 29, y con ese camión él hacía fletes, en eso trabajaba él. Mi abuelo por parte de padre, era marino, era músico de la marina, del buque escuela General Baquedano. La abuela Belardina era dueña de casa, era la dueña de su casita” (Alicia Herrera). “Mi mamá era modista, mi abuelo era constructor, mi taita era la misma profesión. Construyó el Hotel Lebel, entre Brasil y Yungay, el edificio que hay ahí, ese era el Hotel” (Segundo Olea). “Mi mamá me conversaba, me decía que cuando ella estaba soltera iba a vender challa a las fondas en la calle. Debajo de la sede, frente al club Chicago” (Nora Pobrete) “Mi papá era exportador de frutas, porque había una galería en mi casa, como el largo de la casa. Yo lo veía que ponía hileras de cajones de peras, con los dibujos de las peras tan bonitas, manzanas, entonces llegaban camiones y los dejaban y después venían camiones y se lo llevaba. Mi mamá era dueña de casa. La abuela paterna tenia frutería, era comerciante, todos los familiares de parte de nosotros eran comerciantes” (Laura Barrios). “Ahora vive gente profesional. Hay otra niña que es doctora también. Ha salido harta gente profesional. Mi hermano es magíster en historia. El “Chamelo” entró al Registro Civil, pero el que estudió ingeniería es el Rosamel Araya. Si, ha ido progresando la gente, si usted empieza a contar toda las casas tienen gente profesional, ahora” (Ina Césped). Lo cierto es que con su heterogeneidad de clases sociales, con sus propias formas de esparcimiento y diversión, con su transitar diario por las mismas calles y escaleras,

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los habitantes del hoy llamado Barrio Molino-Polanco, poseían formas de sociabilidad propias, que han desaparecido por completo. Y aunque este barrio no está dentro del “Patrimonio de la Humanidad”, salvo por el área colindante con el ascensor Polanco, se podría decir que: “es un testimonio único, o por lo menos excepcional, de una tradición cultural o de una civilización viva o desaparecida”54. Porque diversos elementos se conjugaron en este espacio, de características especiales al tener como principal acceso55, durante muchos años, la calle Almirante Simpson y el ascensor Polanco. Estos elementos son los que Marco Chandía (2002; 24) señala como: “la fiesta, la comida, la bebida, así como el amor, son los elementos sobre los que se construye esta cultura popular”. Y son los elementos que hoy las personas que habitan este barrio recuerdan.

54. “Uno de los seis criterios que deben ser considerados como cumplidos por el comité de Patrimonio Mundial”. En Delgado E. “El vals peruano y el bolero en el estilo de vida de los habitantes del Barrio Puerto de Valparaíso”. Tesis para optar al Título Profesional de Sociólogo. Universidad Arcis Valparaíso. 2008. 55. Los colectivos, micros u otros comenzaron a transitar después de la segunda mitad de los años 60 del siglo XX, pues es en esa época cuando se pavimentan las calles.

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la estrella del molino Uno de los lugares más recordados es el famoso local del Cerro Molino llamado “La Estrella del Molino” o también “El Gringo Pobre”. Los relatos de los vecinos señalan que ahí se “mataba la noche” y que todos los cantantes famosos que venían a Valparaíso pasaron por “La Estrella del Molino”, pues en este local había un piano y se había convertido en leyenda el pasar por ese lugar cuando se venía al Puerto: “Cuando cerró el “Gringo Pobre” se puso como conventillo. El edificio por un lado era de tres pisos y por este lado de acá era de dos pisos, y tenía subterráneo. Vivía gente de bien poca categoría, curadita. Delincuentes no. Era gente pobre. En una ocasión me vino a visitar una amiga mía. Una amiga de mi mamá, era pianista. Y en su familia eran todos músicos. Entonces me contó del “El Gringo Pobre” se llamaba (antiguamente) “La Estrella del Cerro Molino”, y me contó: que, en esa época, hubo una recesión, y los músicos no tenían trabajo, y venían aquí a trabajar. Me Dijo:- ‘no hubo músico bueno que no estuvo tocando aquí en “La Estrella del Molino’-. Ella en ese tiempo era niña, y tocaba piano y cantaba en los locales. La novedad era que era niña jovencita, en ese tiempo: entonces me contó: -‘Aquí no hubo persona, hasta yo estuve tocando’-. Se llamaba Nina, lo único que me acuerdo” (Ina Césped). Desde los relatos de los vecinos se puede realizar algunas suposiciones sobre las etapas de “La Estrella del Molino”, aunque el tema de las fechas es incierto: Su primer momento fue a principios del primer tercio del siglo XX, donde era “La Estrella del Molino”, época en la que “no hubo músico bueno que no estuvo tocando aquí” (Margarita Balladares). La segunda, debe haber comenzado a fines de la década del 1940 o principios del 1950, es cuando se cierra “La Estrella del Molino” y el edificio se convierte en conventillo, hasta 1972 fecha en que el edificio se quema y, una tercera fase, que empieza con este siniestro y dura hasta la actualidad: el del mito de “La Estrella del Molino” o “El gringo Pobre” o “El conventillo el Buque”, en que los vecinos lo recuerdan sin hacer diferenciaciones. “‘El Gringo Pobre’, pero ese no era salón de 79

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baile. Sino que vendía la señora “la gringa pobre”, era dueña de hartas casas, la mitad era de Colombo, la otra mitad era “la gringa pobre”. Ella vendía vino. Puro vino. Todos la conocían. Vendía así al escape”. “Los Herreras es otra familia antigua, la abuela de los Herreras era dueña de las casitas para allá, ella era dueña de un local que le llamaban “El Gringo Pobre”, porque era muy pobre el local, lo pasaba muy bien la gente, porque tenían un piano. Yo de chica fui a copuchar, porque fui a buscar un vecino que no había llegado, bien rasquita el local, pero la gente mayor lo pasaba bien, llegaban los mejores cantantes, todos los que venían al Puerto, se quemó después” (Vecino que quiere guardar el anonimato). Otro de los lugares de la bohemia del Cerro Molino era el local de “La Mireya”: “donde se tomaba mucho era donde la Mireya…pero ahí se tomaba y se comía no más. Donde la Pascualita, se bailaba, se tomaba, se jugaba billar, en calle Nicanor Rojas, ahí iban los rotocitos. La Mikey, ubicado en calle Valderrama, se bailaba, se tomaba”, cuenta don Gundo. No es fácil diferenciar todos los lugares de bohemias de los cerros, pues los testimonios orales de los vecinos, único “archivo” que queda son contradictorios, como el recuerdo de este vecino que asegura que “El Gringo Pobre” y “La Mikel” serían el mismo lugar: “Ahí había un negocio que se llamaba “La Mikel”, vendían vino, sándwiches, bailaban. Todavía le quedan familiares a esa señora. La señora estaba enferma en la cama y vendía vino en la cama y a mí me mandaban a comprar de mis familiares, que tenían fiestita, me mandaban a mí y a mi hermano. Ese estaba en Valderrama, ahí justo en una esquina. Y se llamaba “La Mikel”. También lo llamaban “El Gringo Pobre” (Vecino que quiere guardar el anonimato). Sin embargo otros vecinos distinguen claramente el famoso “Gringo Pobre” de “La Mikey”: “Y el otro que había era uno que estaba subiendo el ascensor, en la mitad hay una calle dando una vuelta, arriba hay una casa de dos pisos, esa se llamaba “La Mikey” era Salón de Baile, también” (Gioconda Ramos).

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Don Gundo, antiguo vecino del Molino y dirigente deportivo por años nos cuenta: “y a veces venían los cabros de la feria, que trabajaban ahí, y pasaban a tomarse un pencazo y subían al segundo piso, ahí los admitían, entonces se iban a bailar allá. Y allá los famosos reservados, que paraban la orquesta, y había que hacer una fila para sacar el reservado, ahí lo hacían con pescado frito. Ese era el reservado, una presa de pescado frito, que había que regalarle a la pareja, o una empanada, claro que en esos años no eran empanadas, eran las calduas que le decíamos nosotros. Son igual que la empanada, y un vaso de vino y se iba pa’ dentro a bailar, andaban a pata pela, con la camisa afuera, por eso le decían el “Gringo Pobre”, y ella era la dueña de todo el cerro, la Isolina. Ese local se llamaba “La Estrella del Molino”. La señora Teresa Vilches, vecina de toda la vida, cuyo padre fue dirigente del comité Salle nos dice: “y al lado del culto evangélico estaba “La Mireya”, que le llamaban, y ahí era donde tomaban. “La Mireya” hacía comida y ahí tomaban todos, era la hilera de esposas que venían a sacar a los caballeros dueños de casa. Ahora llegó el caballero de Canadá, y yo le dije, vos soy igual a tu papá (por lo físico), y el me dijo “si pero no soy curadito”. Te acuerdas que a tu papá la “abueli”, tenía que venirlo a buscar donde “La Mireya”. Era el show, y vendía el trago, y todos ahí”. Otro negocio que no aparece con frecuencia en los relatos es la “Pascualita”, Margarita Balladares, connotada vecina, nos cuenta: “En la casa de los Vilches, había un negocio, “La Pascualita”, donde se iba a jugar, y a bailar. En esa casa todavía están las bateas, donde tomaban agua los caballos. Y la parte de arriba, donde estaban los caballos, todavía está”. Después de la fiesta, ya de amanecida venia el remate, Ximena Soto, entusiasta vecina, nos cuenta: “cuando ya cerraban todos los lugares, esa picá estaba abierta hasta las 10 de la mañana. Donde la señora Nena, a los pies del Polanco, por Avenida Argentina. Le llamábamos los negocios pichiruches por lo pobre. Pero la atención era bien buena. Esos restaurantes tenían algo bien típico de la bohemia, ahí llegaba

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pura gente mayor. En el remate bailábamos. Bailamos, con los chiquillos del barrio Polanco, nos mandaban trago para la mesa. Se comía pollo a la cacerola, paila de huevo, pescado frito y, su jarro de vino tinto”. Lo cierto es que esa bohemia, típica de los cerros Molino y Polanco, desapareció después del “Golpe Militar” (sic) (1973)56. La vida de barrio, característica de ese entonces se acabó y hoy sólo queda la anécdota, la leyenda y el mito urbano.

56. Uno de los vecinos que señala este hecho es Don Gundo

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EL RESERVADO Una de las tradiciones populares, a las cuales se refieren los vecinos del Barrio Molino-Polanco es el “Reservado”. Tradición practicada durante los bailes y fiestas de la localidad. La vecina Nora Carvajal nos explica esta usanza: “Cuando iba a terminar el baile, decían ¡reservado! En la pista donde ponían la música, los tocadiscos eran de mano, entonces gritaban ¡reservado! Todos se paraban de bailar y el hombre tenía que pagarle a la mujer, una comida. En el Comité Salle, era de pasteles. La hermana del Cipriano, bailaba con tacos agujas, y ella siempre tenía la mesa llena de pasteles. Y en “El Gringo Pobre”, los reservados eran de pescado. “El Dávila”, a mí me conversó, que cuando mi papá se escapaba al “Gringo Pobre”, mi mamá lo pillaba porque se le manchaba el vestón con aceite en cualquier parte, pues allí se hacía el reservado con pescado frito” (Margarita Balladares).

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LA FIESTA DE LA CHALLA Un recuerdo de la época de barrio de los cerros Molino y Polanco, son las fiestas de Carnavales o Fiesta de la Challa: “Y todo el paseo Taiva lo cerraban para las fiestas primaverales, porque hacían challas y se reventaban estos huevos de esperma, adentro le ponían colonia, y otros le ponían meao (risas) se hacían esos globitos y se los reventaban”57. Margarita Balladares, quien contribuyó a la recuperación de la historia de los barios nos cuenta: “Porque en fiestas primaverales, arriba en un lugar que se llama Paseo Taiva, eso era bonito, porque tocaban música, la gente se paseaba, la juventud, todo eso cambió, porque abajo había una cancha. Ahora hay pura basura. Había una cancha abajo y arriba era un paseo, y en fiestas primaverales tiraban ‘challas’, tocando música, pero todo así sano, cosas como esas se terminaron”. La señora Gioconda Ramos nos cuenta sobre la misma fiesta y el ocaso de ella: “La plaza arriba la cerraban, y tenia agüita y tenia pescaditos y ahí jugábamos a ‘la challa’, a ‘la serpentina’, yo tenía como 8 años, 1938, 1940, como dos años más porque después dejaron en la ruina la plaza, y después se secó la fuente, después se puso fea, después le echaron tierra y no le echaron más agüita”. Los vecinos recuerdan sobre la fiesta de ‘La Challa’: “Se tiraban serpentinas, todo, para los carnavales. Y la gente se disfrazaba, nosotros nos disfrazábamos de gitana, era bonito, lindo. Y cerraban aquí en el Paseo Taiva, porque en ese tiempo no había micros. En ese tiempo casi no había autos, y los Carabineros abrían las dos puertas

57. Margarita Balladares. Participante del Taller de Historia Local.

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del Retén y contentos se asomaban ahí. No había peleas, no había nada. Los reinados todos los veranos en la Plaza Santa Margarita, en el cerro Larraín. Yo fui madrina de una reina, pero nos trampearon el reinado, porque el papá era el presidente y mi reina era más linda, con motivo de la fiesta de la primavera, Don Luis Guastavino (Intendente de Valparaíso en los años 2003-2006) era padrino de nosotros. Vivió aquí un tiempo”58. Las formas de participación e involucramiento, el los cerros Molino-Polanco, variaban, pero lo que se encontraba a la base, de estas reuniones y fiestas, era la posibilidad de compartir y divertirse con los vecinos y vecinas: “estuve en un club deportivo, yo fui tesorera. Fui tesorera del club deportivo Linacos, en la plaza Santa Margarita, donde hacíamos los carnavales en la placita”. Estos recuerdos están cargados de historia que terminan convirtiéndose en mitos urbanos: “Los carnavales eran preciosos, d 1960. Se hacían en el verano, cerrábamos las calles en verano, con el permiso de la Municipalidad, viernes, sábado y domingo. Los veranos casi enteros, no puedo encontrar fotos. Nosotros trajimos cuando se hincaron a la Palmenia Pizarro, Firulete, Los Cuatro Duendes, Los Tigres”59.

58. Teresa Herrera. Vecina entrevistada. 59. Teresa Herrera. Vecina entrevistada.

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LOS CIRCOS Junto con los primeros días primaverales llegaban, a los cerros de Valparaíso, los circos: Margarita Balladares, vecina del cerro Molino, nos dice que muchos circos comenzaron en el Barrio Molino Polanco. Don Jorge Williams, actor circense de aquella época, nos explicó este fenómeno: “En esos años, el circo era un medio de entretención, pero la gente no le daba el valor. Es como en este momento, tú tienes un juguete y no le das la importancia, porque lo tienes, pero si no lo tuvieses lo echarías de menos, eso ocurría mucho en esa época. Después de eso, viene que la gente se entretenía mucho con nosotros, incluso a nosotros nos daban muchas facilidades, los dueños del cerro, del sitio donde nos instalábamos, porque nos querían mucho, porque éramos personas educadas, gente decente. Entonces, nosotros le pedíamos permiso a la Junta de Vecinos, o cuando teníamos un terreno que nos gustaba hablamos con el dueño del local o si no tenía dueño y era municipal, nosotros íbamos a la Municipalidad y presentábamos la solicitud, ‘que necesitábamos ocupar un sitio ubicado frente al número tanto, ubicado en el cerro tanto’. A nosotros nos cobraban un permiso y nosotros podíamos trabajar. Estamos hablando del año 1959, 60, 61… si, de esos años. Esa era la forma de trabajar de los circos. En el circo siempre ha habido cómicos, y también ha habido cantantes, como en el caso mío. Yo fui uno de los primeros cantantes que recorrió los cerros de Valparaíso, en los circos, por ahí en los años 1958, 55, 56. Yo empecé a cantar en año 1952, a los 7 años. Llegábamos a los cerros, porque era un circo de barrio, no era el circo grande que llegaba a la ciudad”. Don Jorge llegó a trabajar al Barrio Molino Polanco cerca del año 1958, por primera vez: “Nosotros nos poníamos en una escalinata, bien amplia. Cerca del comité. Yo no sabría como especificarte, claro que ya está todo copado con casas y todo eso, ya no está el sitio ese, pero era en el Polanco”. Don Jorge recuerda el Polanco de esa época como un cerro: “dónde había gente de trabajo, de sacrificio. Sólo algunas calles eran pavimentadas. Ahora ha llegado mucho el modernismo”.

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Pero no sólo pasó el circo’ Noly’ por el Molino Polanco. Se recuerdan nombres como: circo ‘El Pololo’, ‘Timoteo’, ‘Marconi’. Los lugares de ubicación eran diferentes: “En el Molino llegaron siempre en la calle Abasolo. Y después de ahí llegó el otro circo, el Marconi, el del tío Jorge, que se ponía acá en Colina. Primero llego el pololo y después el Timoteo”60. Los circos de Barrio, eran una distracción para los vecinos y la delicia de los niños y niñas: “A una la entretenía harto el circo. Todas las noches se llenaba. El tío Noli decía si no tienen plata pasen no más. El Marconi venia con animales. En el circo se vendían turrones y manzanas confitadas. Los circos se ubicaban en la calle Abasolo. Después cuando se fueron del Molino, se pusieron en la cancha de los pacos, en el Polanco”61.

60. Margarita Balladares. Vecina entrevistada. 61. Ídem.

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PERSONAJES DEL CERRO MOLINO 89

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En el proceso de recopilación histórica, aparecen variados personajes, con diversas connotaciones. Desde los benefactores del Barrio Molino Polanco, hasta algunos que caen dentro de los personajes anecdóticos, con visos de mito urbano. A continuación los damos a conocer. El tata Froilan, trabajaba en la maestranza del Barón. Asiduo parroquiano del “Gringo Pobre”. Se cuenta que cuando llegaba al lugar, las mujeres le mostraban el calzón. Y el calzón que más le gustaba con ese se quedaba. El tata era un hombre buen mozo, tenía los ojos color cielo, era un hombre alto y fornido62. Era famosa la señora Isolina, la dueña del “Gringo Pobre”. Si había una pelea no llamaban a los carabineros, aunque en el Cerro Polanco, a la salida del ascensor existía un Retén. Cuando se armaba la pelea, cuenta Margarita Balladares, llamaban a la señora Isolina, y ella venia corriendo y decía “-qué pasa aquí mierda, ya se fueron cada uno para su pieza. Ya, ¡hasta cuándo!”. Eran formas comunitarias de solucionar los problemas. También cuenta la señora Margarita Balladares, que la señora Isolina era la dueña de la mitad de las casas del cerro. Dueña del conventillo “El Buque”, se dice que les daba luz a sus inquilinos hasta las doce de la noche. Cuando llegaba la hora les gritaba a sus arrendatarios “-Prendan vela porque voy a cortar la luz-”63. Otro de los personajes era “El Cachorro” el sargento del Retén del Polanco, con fama de malo. Se cuenta que a los niños les pegaba. Así lo relata un vecino que prefiere guardar el anonimato. “A mí me pegó hartas veces, porque aquí antes que hicieran el empedrado, era estos antiguos, adoquines, pero unos que otros, y nosotros hacíamos unas tablas. Yo le sacaba la tabla de planchar a mi mamá, y nos tirábamos varios ahí, por la cuesta. Que pasaba, que con la esperma de vela que aplicábamos a las tablas, para que se deslizaran, quedaban resbalosas las piedras, entonces

62. Margarita Balladares. 63. Ídem.

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“El Cachorro” nos perseguía por eso. Y un día nos pescó,y a mí me saco la cresta. Entonces, después de eso, yo lo agarraba a piedrazos. Yo tenía entre ocho a doce años, y yo lo perseguía a piedrazos. “El Cachorro” era el terror de aquí del Polanco, porque pilló a un montón de cuatreros que había en el Molino. Se cuenta, además que persiguió a los homosexuales del cerro. En su época de adulto mayor se echó al copete y andaba enamorado de la señora Inés, eternamente enamorado, ella tenía un restauran, y vendía alcohol, y él no le pasaba los partes”. El mismo vecino nos cuenta: “Nunca tuvieron relaciones, porque después que murió mi mamá, ella me daba comida ahí, yo le trabajaba a ella, pero nunca pasó más allá”.

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DON COLOMBO SOLARI Si la leyenda cuenta que Doña Isolina era la dueña de la mitad de las propiedades del barrio Molino Polanco, la otra mitad le pertenecían a Don Colombo Solari. Este señor debe haber nacido entre 1890 o 1892, según relata su sobrina nieta, Adriana Germain. “Don Colombo era alto, gordo, pelado, media como un metro noventa. Los ojos entre café y verde; pardos, frentón, de mandíbulas inferiores grandes”. Don Colombo murió como a los 100 años, según relatan los vecinos (Vecino que guarda anonimato). Parte de la vida de Don Colombo, la escuchamos de su sobrina nieta, Adriana Germain: “… mi tío Colombo, no era abogado, fue juez de paz, y después se dedicó a los animales a criar todo tipo de bichos, palomas, pavos, chanchos. Tenía todo tipo de crianza, en distintas casas que se hacía a lo largo de Valparaíso. Tenía una casa en el barrio que era una Quinta espectacular, en la subida Rocuant, donde terminaba el cerro, donde se subía a Washington, hasta arriba. Después vivió en varias casas en el Polanco. Cuando llegaba a una de ellas, le hacia un gran ventanal que miraba al mar, entonces todas las casas donde él vivió, tienen esa característica, una gran ventana al mar. Mi tío era una persona muy dada a participar con la gente del barrio, organizaba paseos, fiestas qué se yo, era muy dado a eso. Heredó de su madre la vocación de beneficencia. Claro, mi tío dejó una parte a la familia, la otra a los hospitales, al Servicio de Salud, por eso el Servicio de Salud es propietario en el cerro, porque mi tío le dejó para que se financiaran los hospitales, ahí hay un claro ejemplo que él tenia estas intenciones de beneficencia. Sé que había muchos que estaban viviendo en las casas gratis por él. Mi abuela, la madre de Colombo, fue una persona muy en el estilo de Juana Ross, yo diría muy en el estilo de mi tío, ella ayudaba mucho a la gente, muchísimo. Según me contaba una empleada que tuvo desde chica. La Angelita, creció prácticamente

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en la casa, y ella me contaba que la abuela le decía -Angelita lleve sencillo- significaba que había que darle a todos los que le pidieran en el transcurso del camino, -Tu abuela- me decía- era una gran señora, porque ella era un corazón abierto-. Ella instituyó un sistema, que tal vez mi tío lo copió después: ella recibía a la gente que no tenia plata, le recibía en prenda de ropa, después se la lavaba, se la planchaba, se las arreglaba, se las zurcía, entonces tenía una especie de fondo de ayuda, así, en ese sentido. Y eso era en la casa antigua, que parece que tenía un gran patio, porque mi tío decía, que de chico, les tocaba el piano a todas las personas que trabajaban ahí. Tenían una especie de lavandería, lugar para arreglar ropa, no sé. Entonces, él se crío con ese espíritu. Vivían en un lugar que se llamaba “La Quinta el Mono”, que no sé dónde está, nunca supe. Creo que era del paseo Taiva para arriba. Polanco era un cerro donde llegaba bastante italiano”. En 1988, Don Colombo Solari tenía más de noventa años. Por lo menos 10 años estuvo enfermo, no se podía mover, y según su sobrina después le dio una demencia senil. Todos los balcones terrazas de la calle Vivaceta bajando hacía Fontecilla, los hizo el señor Solari, El heredó esa actividad, el gusto por hacer cosas, de su padre, que era constructor. La rutina de Don Colombo Solari, según cuenta su sobrina, “consistía en dedicarse en las mañanas a las cosas más urbanas, después se iba a su casa y se dedicaba a estar con la gente, con los animales, cosas de ese tipo, y cambiaba de un lugar a otro. Era muy cambiante de lugar, le gustaba tener casas nuevas, siempre estaba construyendo algo”.

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MISIA BENITA Misia Benita Solari, hermana de Don Colombo, nació aproximadamente en 1888 y ella era la tercera hermana de la saga de los Solari. Amaba el cerro por sobre todas las cosas y Valparaíso, según relata su sobrina Adriana. Vivió toda su vida ahí. Sus padres vinieron de Italia en 1860, y se instalaron en el cerro Polanco. Al principio vivían cerca del paseo Taiva, en un lugar que se llamaba “La Quinta del Mono”. Después del terremoto de 1906, construyeron la casa de abajo, a la cual, los actuales vecinos, denominan “el castillo”. Su padre, Juan Alberto Solari, era constructor de viviendas, el dirigió las obras de la construcción del “castillo”. Misia Benita tenía un perro gran danés, muy grande, que hacia estragos en el cerro (Señora Adriana Germain). Los recuerdos de la señora Adriana Germain, nos relatan sobre la vida y el carácter de Misia Benita: “Mi tía Benita, que era una mujer de mucho esfuerzo, de mucho interés cultural, ella se dedicó siempre a mantener lo que sus padres habían hecho, tratar de mantenerlo en su mejor forma, entonces siempre estaba arreglando cosas, construyendo cosas, apoyando cosas, en distintas formas. Y una de las cosas que ella hizo, me acuerdo cuando yo era chica, organizaba la fiesta de Santa Rosa (30 de agosto), cuando existía todavía el conventillo arriba al lado del Retén. Ella organizaba una gran fiesta para el día de Santa Rosa, con reparto de dulces, helados, regalos para los cabros chicos. Me acuerdo de haberla acompañado varias veces en eso, es una de las memorias que tengo de chica, era una fiesta muy bonita Santa Rosa, en memoria de su madre que se llamaba Rosa. Además, ella era la madrina de varios niños y niñas en el cerro. Mi tía tenía un taller de fotografía ahí, en la casa, ella sacaba fotografías y rebelaba fotos. Ella era un espíritu muy inquieto, entonces se metió en muchas cosas, aprendió de todo lo que pudo, tenía una biblioteca espectacular, muy buena. Tocaba

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piano, hacia todo lo que podía hacer. Además de ocuparse de las casas, de llevar las cosas…. Ella criaba palomas para comer. Tenían un patio de luz y tenían los cajones de las palomas al lado de las ventanas. Entonces criaba pichones de palomas, nosotros comíamos pichones de palomas con tallarines, la muerte. Exquisitos”.

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Palabras finales 97

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Los hombres y mujeres que nos aportaron con la Historia del Barrio Molino Polanco, son parte de la construcción del habitar urbano del Valparaíso Patrimonial, verdaderos Tesoros Humanos, que valoran su espacio, que desean que se mantenga con hermosura, pero sienten que vivieron tiempos pasados, que son recordados con la nostalgia de un “tiempo mejor”, donde la vida transcurría de forma más calida, más amorosa. A través del presente trabajo nos fue posible encontrarnos con los cambios en el habitar de las personas del Barrio. Un cambio marcado por perdidas de lugares de socialización, de identidad, de sentirse parte de un lugar. Nos fue posible descubrir, como en el segundo tercio del siglo pasado, en estos cerros en particular, y probablemente en muchos cerros de Valparaíso, la vida de barrio se desarrollaba en sus calles y veredas, con lugares propios de esparcimiento, ocio y estudio. Son en parte estos lugares perdidos los que desarticulan la identidad barrial, la vida del cara a cara diario. La iniciativa del Programa Quiero Mi Barrio, logra unir ciertos hilos de la memoria barrial, que pueden dar como resultado la reconstrucción del tejido social, que antaño fue la base de la vida de estos cerros. Este programa consigue articular iniciativas nuevas basadas en la memoria de los/as habitantes del barrio. Y en este sentido, se valora como un aporte a esta reconstrucción.

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