Historia interpretativa o historia cuantitativa?

Notas 1 Robert Darnton, La. gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987,26

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Notas 1 Robert Darnton, La. gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987,269 pp. Las citas de páginas en el texto corresponden a esta obra. 2 RobertDarnton, "Historia intelectual y cultural", Historias, núm. 19, pp. 41-56. 3 Pierre Chaunu, "Un nouveau champ pour l'histoire sérielle: le quantitatif au troisieme niveau", Mélanges en l'honneur de Femand Braudel, Toulouse, 1973, 2 vols., pp 105-25, vol. 1. • Robert Darnton, "Historia intelectual y cultural", p ..50. 5 Clifford, Geertz, La. interpretación de las culturas, México, Gedisa, 1987, p. 88. 6 Un eco de estas reevaluaciones críticas de la historia de las mentalités, serial y no serial, puede encontrarse en Roger Chartier, "Intellectual History or Sociocultural History? The French Trajectories", Modem European Intellectual History: Reappraisals and New Perspectives, ed. E. La Capra y S.L. Kaplan, Ithaca, N.Y., 1982, pp. 13-46; Y Roger Chartier, "Culture as Appropiation: Popular Cultural Uses in Early Modern France", Understanding Popular Culture: Europe from the Middle Ages to the Nineteenth Century, ed. S. Kaplan, Berlín, 1984, pp. 229-53. 7 Este texto fue publicado con introducción y notas, por G. Barber en Oxford Bibliographical Society Publications, n.s., vol. 20, Oxford, 1980. 8 Traducciones de Darnton, pp. 100-7. • Carla Ginzburg, "Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales', Crisis de la razón, México, Siglo XXI, 1983, pp. 55-99. También en Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Barcelona, Ed. Gedisa, 1989, pp. 138-175. Cario Ginzburg y C. Poni, "La micro-histoire", Le Débat, núm. 17, 1981, pp. 133-36.

¿Historia interpretativa o historia cuantitativa? Philip Benedict Tomado de Quaderni Stonci 58, abril 1985_ Traducción Francisco Pérez Arce.

En el mundito de los historiadores americanos que se ocupan de Francia, la publicación de The Great Cat Massacre and Other Episodes in French Cultural History, de Robert Darnton es un gran acontecimiento literario. En un país como los Estados Unidos, donde el abismo entre la investigación histórica académica y el público culto es quizá más grande que en cualquier otro lugar del mundo occidental, cuando las monografías de historia europea tienen gran éxito logran vender algunos miles de copias. The Great Cat Massacre recibió calurosas reseñas en revistas de gran difusión como The New York Times Book Reuiew y The New Republic (que reseñan sólo una pequeña parte de los libros de producción académica), agotó rápidamente los diez mil ejemplares de la primera edición y promete vender muchos más. El autor apareció en TV para discutir sus investigaciones -un hecho normal en Fran-

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Darnton crea una guÚl para una masa de lectores, elegantemente narrada y con elegancia de estilo, pero también hábilmente cercana al sentido común.

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cia y en Italia, pero extraordinario en Estados Unidos para un especialista en la Francia del siglo XVIII. Continuamente encuentro amigos y conocidos que apenas terminaron de leerlo y se dicen entusiasmados. El encanto del libro es fácil de entender y su éxito lo tiene ampliamente merecido. Los seis capítulos, cada uno construido en tomo a la explicación de un episodio, texto o grupo de textos, llevan al lector de los cuentos narrados en las pobres casas campesinas, a la cultura de los artesanos y de los talleres en las ciudades, al reino de la historia intelectual, donde son indagadas las condiciones materiales de vida del escritor en l~ Francia del XVIII, la estrategia intelectual de la Enciclopédie y las relaciones entre Rousseau y sus lectores. Los episodios y los textos que Damton elige, le permiten discutir aspectos en tomo a los cuales, el trabajo de los historiadores en los últimos años (y el del mismo Damton), ha sido particularmente rico ~l mundo ritual de los obreros tipógrafos, por ejemplo, o el carácter de la estratificación social en el Ancien Régime- y de examinar problemas que son objeto de gran interés, incluso para estudiosos de campos diversos de la historia, en particular, el cómo se leía y la relación entre texto y lector. Pero el libro ciertamente es más que una colección de seis cuadros separados, como podría parecer a primera vista. El conjunto de los capítulos toca los principales niveles culturales en la Francia del XVIII Y algunos de los temas centrales de su historia intelectual. El libro puede, entonces, ser visto como un panorama de la cultura francesa de aquella época. Y la perspectiva que ofrece es sugestivamente diferente de la codificada en generaciones de volúmenes sobre la Ilustración; sea porque incluye la cultura popular (no todos los franceses del siglo XVIII eran philosophes), reconociéndole existencia y autonomía; sea porque el modo de presentar la documentación es novedoso e inteligente. Damton siempre ha sido un extraordinario estilista y The Great en ese sentido es un "tour de force" particular. La prosa está agradablemente salpicada de expresiones francesas y fluye con facilidad entre un vigoroso inglés coloquial y el argot específico de numerosas especialidades académicas. Darnton tiene un número de lectores fuera de lo común y logra lanzar hipótesis e ideas tratadas por disciplinas muy diversas como la psicología, el folklore y la crítica literaria; las presenta con claridad y las examina a fondo -a menudo quizá para refutarlas, porque el autor sigue siendo obstinadamente un historiador que siempre verifica estas hipótesis con las mejores pruebas de archivo. Como Il formaggio e i uermi de CarIo Ginzburg, un libro con el cual The Great tiene muchas cosas en común, éste es un trabajo en el que el lector percibe, con exactitud, el papel del autor/historiador en la organización y discusión del material. Damton crea, por sí mismo, una guía para una masa de lectores, elegantemente narrada y con elegancia de ' estilo, pero también hábilmente vecina al sentido común. Y se propone conducir a sus lectores a través de un reino desconocido de la mente humana, en un viaje al mismo tiempo estimulante y placentero.

El amplio éxito de The Great, también puede atribuirse al hecho de que está conscientemente escrito para todo el público culto en su conjunto. Una aÍlrmación como: "La mayoría de la gente tiende a pensar que la historia cultural interesa a la alta cultura, la cultura con C mayúscula" está hecha con descuido ... Cierto, es parte de los resultados del libro el hecho que estimule lecturas en niveles diversos: al mismo tiempo que mantiene su encanto para "l'homme moyen intelectuel", el libro ofrece también a los historiadores profesionales muchas cosas sObre las cuales reflexionar, porque quiere ser, nada menos, que un nuevo enfoque a la historia de las . mentalidades. "Historia en su tendencia etnográfica" es la definición que el autor da a su enfoque, que discute brevemente en la introducción y en la conclusión. Su premisa fundamental es, que cuando los documentos sean para nosotros particularmente oscuros, cuando no alcancemos a comprender el significado de un ritual o a encontrar el espíritu de una broma, esas son, precisamente, las ocasiones que ofrecen un camino fértil para penetrar las visiones del mundo que hemos perdido. Partiendo de tales documentos, "colocándolos en el mundo circundante de los significados, pasando del texto al contexto y viceversa" el historiador puede" abrir una calle a través de un mundo mental desconocido". El objetivo último del trabajo, para el historiador de la cultura, es el de descubrir cómo la gente da significado a su propio mundo. Darnton contrapone este enfoque, exquisitamente hermenéutico, a los métodos cuantitativos que han prevalecido en las investigaciones francesas recientes de historia de las mentalidades y que -afirma- han conducido este campo, alguna vez rico en promesas, hacia una esterilidad creciente. "A pesar de su vigoroso arranque de hace 15 años, la historia de las mentalidades parece haber perdido impulso en Francia. Si es así, la explicación puede encontrarse en un interés excesivo por la . cuantificación de la cultura y en un menosprecio del elemento simbólico en las relaciones sociales". Por otra parte, añade, con un juego de palabras: "no puede calcularse la media de los significados o reducir los símbolos a su mínimo común denominador". La reseña del libro en The New York Times es de una escritora de cuentos que ha juzgado estos enunciados metodológicos una intromisión ociosa y superflua en el volumen -"un discurso humosamente académico" son sus palabras textuales.! Pero son esenciales para explicar la atracción que el libro ejerce sobre el lector especialista; ¿qué provoca más al historiador profesional que la afirmación de que lo que está leyendo es el compendio de un nuevo enfoque de la historia? Todos los historiadores reconocerán la inteligencia del autor, su olfato, su dominio de la documentación. y se preguntarán incluso qué tanto hay de verdad en la afirmación del autor de que se trata de un nuevo y fructífero enfoque de la historia de la cultura. Las implicaciones de esta pregunta van más allá de este libro, porque el trabajo de Darnton está inscrito en una más vasta tendencia, presente en la literatura histórica americana reciente, que apunta a una historiografía sensible a las sugerencias de la antropología cultural. La influencia de Clifford Geertz se revela

El objetivo último del trabajo, para el historiador de la cultura, es el de descubrir Cómo la gente da significado asu propio mundo. .

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Los textos de los que Darnton parte son de un género que pocos historiadores han utilizado como fuentes primarias: el cuento, por ejemplo.

particularmente fuerte en este libro; y por lo demás Darnton ha estado muy ligado a Geertz: The Great es en realidad fruto de un curso universitario que impartieron juntos. Pero Geertz ha sido el "gurú" de toda una generación de jóvenes historiadores innovadores ---como William Sewell y Rhys Isaacs, y su visión del científico social como la de un estudioso cuya tarea principal es traducir sistemas de significado diversos al nuestro en términos comprensibles para nosotros-, y ése es quizá el estímulo más importante para la innovación metodológica en la actual historiografía americana. 2 Esta es, entonces, una ocasión para reflexionar soore las causas, y sobre las implicaciones, de tal fenómeno. Veamos más de cerca el libro. Los textos de los que Darnton parte son de un género que pocos historiadores han utilizado como fuentes primarias: el cuento, por ejemplo, o incluso episodios menores tratados por documentos poco notables. Entre éstos el relato de la masacre de algunos gatos por parte de los trabajadores en el taller del tipógrafo Jacques Vincent, narrado por Nicolás Contant en las" Anecdotes Typographiques ou l'on voit la description des coutumes, moeurs et usages singuliers des compagnons imprimeurs"; una descripción anónima de Montpellier en el 1768, publicada en el 1909 sobre" Archivos de la Villa Montpellier"; el fichero de los autores parisinos compilado por el inspector Joseph d'Héméry, ahora entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional; y finalmente la correspondencia entre un mercader de la Rochelle, Jean Ranson, y su exmaestro Frédéric-Samuel Ostervald en relación a la adquisición y la lectura de libros por parte del mismo Ranson (esta última fuente fue descubierta por Darnton en archivos que han provisto muchos materiales fascinantes, las cartas de la "Société Typographique de Neuchatel"). Son textos insólitos y cautivadores, pero el lector bien informado, familiarizado con el trabajo reciente sobre la historia del Anden Régime, no puede dejar de notar que, por cuanto Darnton inicia cada capítulo desde un punto de partida inusitado, gran parte del terreno que recorre, hasta el fin, resulta más bien conocido. El capítulo sobre la masacre de los gatos, por ejemplo, parte de este bizarro episodio para discutir la estructura de los talleres tipográficos y la naturaleza de las relaciones entre trabajadores y maestros en el siglo XVIII -un tema que el mismo Darnton ya ha tratado en algunas páginas memorables-,3 el ritual carnavalesco, el comercio y el "compagnonnage" --en torno al cual tanto se ha escrito recientementey, finalmente, el simbolismo de los gatos. Tómese en cambio el capítulo montado en torno a la descripción de Montpellier, "La ciudad como texto". El objetivo esencial de Darnton es mostrar que el anónimo autor inicia la descripción de su ciudad con un informe de la "minuta gerarchia" de la "dignitá", según la cual eran ordenados los cuerpos sociales de la ciudad. Pero después, en el curso de la descripción, cambia metáfora y comienza a dividir a los habitantes de la ciudad según el clásico esquema de los tres estados. Las ricas particularidades ofrecidas en las 426 páginas manuscritas, bien pronto se muestran demasiado complejas para ser adaptables a uno o a otro de estos esquemas:

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los niveles de riqueza no se sobreponen perfectamente a los status; el estilo de vida, los vestidos y los pasatiempos de ciertos miembros del tercer estado, son poco disímiles de los de la nobleza, mientras muchas cosas separan a estos burgueses respetables de la "canaiHe" bajo ellos. Darnton concluye: "Esta consideración nos enfrenta a nuestra pregunta original: ¿Qué significaba una ciudad para alguien situado en la clase media durante el Antiguo Régimen? La Description realmente ofrece tres interpretaciones. Presentaba a Montpellier como un desfile de dignatarios, después como un conjunto de estados y, finalmente, como el panorama de un estilo de vida. Cada una de estas tres versiones contenía contradicciones que se contradecían entre sí; éste es el atl"activo del documento, porque a través de sus inconsistencias se puede percibir una visión nueva de un mundo que luchaba por surgir". Los últimos 20 años han visto aparecer una vasta literatura sobre la estratificación social en el u Ancien Régime"; en ella la fusión de las élites durante el siglo XVIII y la utilidad y límites del concepto de sociedad de órdenes han sido temas particularmente importantes. La complejidad del orden social en la edad moderna y la falta de una coherencia perfecta entre las jerarquías diversas de riqueza, poder y status en sus valoraciones multiformes, son ahora claras para todos. A la luz de este trabajo se puede tener interés por los problemas afrontados por el burgués anónimo que buscaba describir su sociedad, pero es más difícil encontrar su situación realmente inesperada. Es cierto que las varias secciones de este libro representan incrementos significativos en nuestro conocimiento de la Europa Moderna. La lectura de Rousseau pOr Ranson es uno de los raros casos, que se puede poner junto al de Monocchio, de análisis de este tipo de documento: es un ejemplo de cómo los lectores ordinarios de aquel periodo reaccionaban a los textos que leían. El paso sobre el simbolismo de los gatos es una novedad, así como el perfil estadístico de los "hornmes de lettres" reconstruido a partir de las fichas de d'Héméry. Sin embargo en este libro no hay, para transformar la comprensión que los historiadores tienen del paisaje cultural del siglo XVIII, tanto como los imprevistos puntos de partida podían hacer esperar. Y es difícil escapar a la conclusión de que la obviedad de una parte del material aquí presentado, esté ligado al método del libro. Este método consiste sustancialmente en elavance y retroceso entre texto y contexto; es inevitable, entonces, que lP"an parte de aquello que se reclama para ayudar al lector en la comprensión de los textos tratados sea un contexto ya conocido por los historiadores. Ciertamente ha habido ocasiones extraordinarias en las cuales un método, en sustancia similar, ha ayudado a los historiadores a descubrir mundos enteros cuyas perspectivas mentales antes estaban ocultas. Un caso ejemplar es el trabajo de Frances Yates, cuyos intentos por aclarar el significado de autores oscuros como Giordano Bruno lo han conducido a lo profundo de los meandros del hermetismo y de la mnemónica del Renacimiento. Pero ¿cuántos son los textos que contienen esquemas de significado realmente oscuros? A juzgar por los ejemplos ofrecidos aquí, su número no puede ser muy grande.

Ha habidn ocasiones extraordinarias en las cuales un método ha ayudado a los historiadnres a descubrir mundns enteros cuyas perspectivas mentales antes estaban ocultas.

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Las técnicas cuantitativas han demostrado ser capaces de identificar y de colocar, en el espacio social, los cambios de modos de pensar.

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Darnton se ha visto empujado hacia un enfoque antropológico de la cultura por la desconfianza en el enfoque cuantitativo seguido por muchos historiadores de la sociedad y la cultura en Francia. El origen de esta desconfianza es fácil de entender, puesto que ciertos trabajos recientes en ese ámbito, no son otra cosa que áridas colecciones de tablas. Sin embargo, Darnton sólo dedica un párrafo a criticar directamente el enfoque cuantitativo; y es uno de los más flojos. Las curvas estadísticas construidas por estudiosos como Michel Vovelle, que ha contado las misas de "requiem", son -afirma- puros síntomas y lo unívoco de su sentido es artificialmente producido por los historiadores mismos. Estas estadísticas pueden haber sido -y son- interpretadas de maneras diversas. "A diferencia de las estadísticas sobre precios de la economía, las estadísticas sobre la vida en la demografía, y las categorías profesionales (más problemáticas) en la historia social, los objetos culturales no son fabricados por el historiador, sino por la gente a la que estudia. Les dan significado. Necesitan ser interpretados, no contados. " A propósito de este discurso pueden hacerse muchas observaciones: en el texto arriba citado Darnton mezcla dos cosas distintas. La primera parte se refiere a las series estadísticas producidas por los historiadores examinando un amplio número de hechos o de individuos específicos; en la segunda parte habla de los objetos reales. Es cierto que los objetos culturales no son producidos por los historiadores sino por la gente estudiada; pero la misma cosa se puede decir para las transacciones mercantiles o para los nacimientos. No es posible comprender cómo la relación entre una curva que representa el porcentaje de testamentos que contienen legados para misas, en el tiempo, y los testamentos reales, sea diferente de la de una curva de la fertilidad conyugal, por grupos de edad, respecto a los nacimientos sobre los que está construida. En segundo lugar, esta parte del libro de Darnton es de alguna manera una batalla contra los molinos de viento. ¿Alguna vez existió un historiador que dijera que contar los libros es lo mismo que leerlos? Ciertamente se han escrito monografías sobre la difusión de libros entre una cierta población, sin que hubiera indicios de que el autor hubiera leído los libros de los que hablaba. Pero estos estudios sobre la popularidad de diversos autores, evidentemente eran tesis que se integraban a otras de corte más tradicional, cuyo objetivo era entender los textos de que se trataba, no de sustituirlos. Esto nos conduce a un tercer punto: la complementariedad sustancial de las técnicas y de los enfoques que Darnton nos pinta como si fueran contrapuestas. Los historiadores de la cultura recurren a técnicas cuantitativas por dos razones: principalmente para establecer si las creencias y actitudes -que por mucho tiempo habían sido tesis muy difundidas simplemente porque habían sido testimoniados en los documentos literarios más notables del periodo-- eran verdaderamente compartidas por amplios sectores de la población; y, en segundo lugar, porque las técnicas cuantitativas han demostrado ser capaces de identificar y de colocar, en el espectro social, los cambios de modos de pensar que no pueden percibirse claramente sin recurrir a la cuantificación. El

cuadro del cambio de la sensibilidad religiosa, puesto en claro por Vovelle en su estudio de los testamentos provenzales, es quizá el mejor ejemplo de este segundo punto. Obviamente no es posible aclarar, con el uso exclusivo de técnicas cuantitativas, el significado de cambios tales como la disminuida frecuencia con la que la gente pedía misas para su propia alma en el purgatorio en los años sucesivos al 1750. Puede ser reconstruido sólo con una cuidadosa atención al contexto en el cual la gente pedía ~ rehusaba pedirlas misas, a lo que decía a propósito de esta elección en el momento en el que la tomaba y a qué sabemos en tomo al clima religioso más en general: en otras palabras, adoptando precisamente la técnica de pasar del texto al contexto y viceversa que Damton propone. Pero la cuantificación puede ayudar en este proCeso, incluso aportando indicaciones sobre la cronología de cierta creencia o de la adopciÓn de cierta práctica y aclarando qué tipo de personas la adoptaban o la rechazaban. La cuantificación no debe estar en el polo opuesto de una investigación de significados: son puntos de vista cuya utilidad aparece más claramente si los consideramos parte del mismo proceso de reconstrucción del mundo cultural del pasado. También un segundo enunciado metodológico hecho por Dam.ton requiere algunas observaciones, porque es característico de una posición teórica ampliamente difundida entre semióticos y estudiosos de la literatura y está influyendo cada vez más, también, a los historiadores. Antes de presentar el cuadro de Montpellier contenido en la Description anónima, Darnton echa Una mirada sobre Montpellier y sobre su economía, basado en numerosos estudios tradicionales, es decir, sobre fuentes secundarias. Pero se apresura a añadir que la discreción del desconocido autor del manuscrito "no debe contraponerse con nuestro intento de comparar los hechos por una parte (el Montpellier de la historia) con la interpretación de los hechos por la otra (el Montpellier de la Description), porque nunca podremos separar la interpretación y los hechos, ni abrimos paso en el texto para encontrar una realidad inflexible" . Obviamente los historiadores deben cuidarse de no caer en una concepción ingenua de los hechos; pero ésta no es sino una recomendación dirigida hacia la mejor interpretación de las pruebas documentales disponibles, la cual puede estar sujeta a revisión en cualquier momento. No veo por qué esto signifique que no podemos distinguir entre la "realidad" de la Montpellier del XVIII (reconstruida con base en toda la documentación disponible excluido este documento) y la particular interpretación de esta sociedad que el documento expresa. Sólo el escéptico más radical podría negar que, en el siglo XVIII, existía una Montpellier y que era la arena de ciertas formas de relaciones sociales. Es más, si rehuimos admitir una diferencia entre la "realidad" de esta sociedad y esta particular representación de ella, no podremos nunca comenzar a responder al problema más interesante y ala pregunta más importante que debemos plantear en tomo a esta específica descripción; esto es, por qué el autor representaba su sociedad de ese modo particular. La respuesta a este problema, sugerida en el capítulo,

La cuantificación no debé estar en el polo opuesto de una investigación de significados.

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El método de Darnton resulta mucho menos innovativo de lo que su vestimenta lo hace parecer a primera vista.

es que ciertos cambios en las relaciones sociales ya habían sucedido en la Montpellier del XVIII, por lo que, cuando nuestro autor desconocido busca describir su ciudad, el viejo idioma de estados y dignidades no servía a su objetivo; así, se vio obligado a andar a tientas hacia nuevas categorías; en otras palabras, las realidades sociales en proceso de transfonnación, suscitaban un cambio de percepciones. Una explicación de este género -como también una completamente opuesta que subrayara la resistencia de las categorías ideológicas respecto a la capacidad de la realidad para cambiarlas- no puede tampoco ser concebida sin alguna distinción entre este texto y la realidad más allá de él. Negar que podemos comprender, más allá de un documento, la realidad del pasado, quiere decir, al mismo tiempo, cerrarse caminos ricos en posibilidades para la investigación y refutar las bases mismas del método histórico. Planteando la descodificación del significado como una alternativa a la cuantificación de los fenómenos culturales, Darnton retoma una dicotomía que -como Raymond Williams subrayaha recorrido por siglos la historia de la cultura. 4 Por una parte está la tradición que sostiene que la esencia de las "scienze umane está en la comprensión simpatética de las formas culturales, el proceso del "verstehon n. Esta corriente puede ser seguida hacia atrás hasta Vico y Herder, y ha encontrado quizá su exponente más importante, desde el punto de vista metodológico, en Dilthey. Además está la tradición que pone el acento sobre métodos de investigación más "objetivos", tomando como modelo a las ciencias naturales. Esta corriente nace desde los primeros aritméticos políticos (primi aritmetici politici) y pasa por Compte. La historia del debate metodológico en el ámbito de las ciencias sociales está en gran parte señalada por la oposición entre estas dos tradiciones y no sorprende que The Great retome una vez más esta contraposición. Una profunda vena de positivismo comptiano corre a través de la historiografía francesa contemporánea, mientras que es evidente la deuda de la aportación teórica de Geertz hacia grandes figuras de la tradición del "verstehen n como Weber y Collingwood. Sin embargo, sería una pena que pennaneciéramos rígidamente firmes en uno de los polos de este viejo "Methodenstreit", en lugar de reconocer los límites de ambos y su complementariedad sustancial. Ya que muchos de los supuestos implícito~ de la antropología cultural derivan en línea directa de una tradición que, por largo tiempo, ha influenciado la historia intelectual, el método de Darnton resulta en realidad mucho menos innovativo de lo que su vestimenta lo hace parecer a primera vista. Pero él mismo parece consciente de ello: al igual que para el antropólogo, escribe, "debemos tener presente la otredad. Traducido esto a la tenninologia del historiador, la otredad parece un recurso familiar para evitar el anacronismo". Y de hecho lo es. Si bien una vena interpretativa de la historia como historia del progreso domina gran parte de la historia de la cultura, mucho de lo mejor del trabajo en este campo ha estado enfocado, desde siempre, a reconstruir y comprender sistemas filosóficos y visiones del mundo ajenos. Pero no ha sido ésta su única preocupación: también se ha ocupado de enn

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tender las condiciones en las cuales las ideas cambian y se generan nuevos esquemas de conocimiento (mucha de la actual historia de la ciencia en particular es prueba viviente de la riqueza de esta actitud). Y otra preocupación ha sido la de indagar el modo en el cual las ideas son acogidas y cómo ejercen su influencia. No es sencillo ver cómo este género de intereses pueda ser interpretado coherentemente en el programa que aquí he tratado: en realidad el cuadro de la cultura francesa del XVIII que The Great nos propone es más bien estático, como una.fotografía de niveles culturales diversos o una serie de cuadros separados, más que un relato de su estrecha y mutua interacción. Como observa Williams, el método del "vestehen" ha estado generalmente poco interesado en la explicación o, como sea, se ha replegado tendencialmente al círculo vicioso del "espíritu que da forma",5 asumiéndolo a menudo como explicación. Es una manera vieja de afrontar los problemas históricos, disfrazada con las ropas de la antropología más reciente y, al mismo tiempo, un acercamiento que, en potencia, contiene la amenaza de restringir -más que de ampliar- el campo de la cultura. Darnton es un historiador demasiado bueno para permitir que sus enunciados metodológicos interfieran excesivamente con el modo en que construye sus demostraciones. Así, más allá de su cavilosa afirmación de que no se puede calcular la media de los significados y de su aparente adhesión a lo excepcional y lo inusitado, a menudo reconoce el no pequeño honor de demostrar que los episodios que está discutiendo revelan actitudes ampliamente difundidas y no solamente caprichos casuales. Todo ello es particularmente evidente en uno de los mejores y más importantes capítulos del libro, aquel sobre el modo en el cual Ranson leía a Rousseau: aquí, la prueba cuantitativa del número de ediciones de La Nouvelle Héloise es utilizada para demostrar que la pasión de Ranson por las obras del ginebrino era todo menos excepcional. Sin un interés similar, la historia podría degenerar fácilmente en una serie de agradables relatos de sucesos particulares, sin contribuir en nada a una comprensión más plena de alguno de los principales procesos históricos. En la práctica, en suma, Darnton reconoce la complementariedad con aquellos enfoques cuyos enunciados teóricos tiende a negar.

El método del ·vestehen" se ha replegado tender¡cialmente al círculo vicioso del -espíritu que da forma", asumiéndolo a menudo como explicación.

La moda actual de la antropología cultural entre los historiadores americanos no es difícil de entender. Para los historiadores de las ideas, un grupo que en un tiempo fue de los más prestigiados en nuestro oficio, pero que ha decaído ante el público, y que ha perdido fe en sí mismo, frente al crecimiento de la historia social en los años setentas, el referir nombres como Geertz o Turner autoriza a vestir la prestigiosa capa de las ciencias sociales y seguir razonando del mismo envejecido modo sobre las mismas fuentes documentales. Para un historiador que rechaza el carácter impersonal y mecánico de una gran parte ·de la historia cuantitativa, la antropología cultural ofrece un camino diferente para escribir "la historia desde abajo", un camino libre de los supuestos materialistas que caracterizan una parte de la historia, y más respetuosa de la individua-

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The Great es el libro perfecto para recomendar a los amigos que no Bon historiadores.

lida

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