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II Jornadas Formativas de Prevención. Género y Educación Ayuntamiento de Olivares 29 de Octubre al 6 de Noviembre de 2009
HOMBRES Y MUJERES POR LA IGUALDAD REAL: COEDUQUEMOS EN IGUALDAD Mª Ángeles Rebollo 1. Presentación La primera cuestión que quiero introducir en mi presentación es la idea de que hombres y mujeres nacemos, crecemos y nos desarrollamos como personas en un sistema social que tiene asumidos unos códigos, normas y convenciones sobre las relaciones de género, de tal forma que cada persona construye su identidad social y personal como respuesta a estas “presiones” sociales. Todos y cada uno de nosotros ha adoptado en un grado u otro estas pautas y convenciones sociales para sobrevivir e integrarnos en la sociedad. Algunas autoras (West y Zimmerman, 1987; Crawford y Chaffin, 1997; Cala y De la Mata, 2006) han propuesto entender el género, más que como un rasgo o atributo de la persona, como algo que las personas hacemos. Por tanto, en lugar de mirar los rasgos y características de las personas, debemos fijar nuestra mirada en las acciones que realizamos para dar sentido y sustentar esta organización social, es decir, fijar nuestra atención en el sistema de significados que utilizamos para organizar nuestras interacciones y regular el acceso de las personas al poder y a los recursos. Esta visión del género como un sistema de organización social funciona en distintos planos, de tal forma que todas nuestras acciones en relación con el género están situadas y enmarcadas en estos planos. Basándonos en la propuesta de Crawford (2006), la figura I muestra los tres planos que definen la construcción de género.
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Plano Sociocultural
Plano Relacional
Plano Personal
Sistema de organización social
Modelos de relación entre hombres y mujeres
Identidad y actitudes personales
•Tradiciones •Costumbres •Valores •Leyes
•Discursos •Prácticas •Roles
•Creencias •Fantasías •Expectativas •Deseos
EL PODER COMO VALOR
FIGURA I. Modelo Sociocultural de Género En un plano sociocultural, el género es un sistema de organización social que otorga mayor poder y privilegios a los hombres y que se apoya en un conjunto de creencias que legitima y mantiene esta estructura social. Este modelo regula el acceso a los recursos y al poder. Los valores, costumbres, tradiciones, estereotipos sociales junto con las leyes de un país rigen el modelo de organización social. En un plano relacional, el género es un proceso dinámico de representación de lo que significa ser mujer u hombre en situaciones de la vida cotidiana, lo que se manifiesta en las diferencias en que hombres y mujeres se comportan y son tratados en las interacciones cotidianas. Los discursos, prácticas, roles de género sustentan los procesos de socialización y suponen los recursos sobre los que construimos nuestras relaciones de género. En un plano individual, el género es un aspecto de la identidad y de las actitudes personales, representando el conjunto de expectativas, intereses, fantasías y creencias que asume la persona como propios y que están asociadas a modelos más o menos aceptables de lo que significa ser un hombre masculino o una mujer femenina en una cultura concreta. Como afirma Crawford (2006), esta representación subjetiva del género no suele ser una decisión deliberada de la que somos conscientes, sino que en la práctica suele ser una respuesta más o menos automática a presiones sociales. Estos tres planos están interrelacionados entre sí y se nos presenta a las personas como un entramado social naturalizado, estable e inmutable. Un aspecto importante del sistema de género que atraviesa todos estos niveles es que está basado en el poder y la dominación como valor que define el modelo social y el sistema de relaciones en función del género. Diversas imágenes son ilustrativas de este modelo social basado en la dominación y subordinación de las mujeres (ver figura II).
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FIGURA II. Manifestaciones del modelo social de género El desigual acceso al poder y a los recursos y bienes de la comunidad por parte de hombres y mujeres se hace muy evidente en las diversas manifestaciones y altos índices de violencia contra chicas y mujeres (abuso sexual, secuestros y violaciones, tráfico de mujeres y prostitución, etc.). Esta visión dinámica del género como una característica de las acciones que realizamos nos ofrece una vía para el cambio. Todo este edificio social se puede y se debe cambiar. Esta actitud y sensibilidad para el cambio es necesaria si queremos conseguir una sociedad más justa, solidaria y equitativa con las personas. Esto implica que hombres y mujeres aprendamos a mirar y reconocer la desigualdad, aprendamos a creer que es posible alcanzar la igualdad y aprendamos a practicarla en múltiples contextos y situaciones. Estos aprendizajes y estas experiencias han de ser en gran medida compartidas, ya que esta historia conjunta entre personas, grupos, colectivos, instituciones, etc. hace más fuertes, sólidos y estables los cambios en materia de igualdad. 2. ¿Cómo aprendemos a ser hombres y mujeres? Los mandatos sociales Hace unos días me preguntaron sobre cuándo creía yo que comenzaba la socialización y el aprendizaje de género. Mi respuesta fue: antes de nacer. En nuestra sociedad, es habitual preguntar a una embarazada por el sexo de su bebé. ¿Por qué lo hacemos? Las expectativas sociales sobre género están presentes incluso antes de que nazcamos. Estas expectativas no sólo sirven para mostrar al recién llegado cuál es su lugar, cómo debe comportarse y sentirse, etc., sino también y sobre todo sirve para organizar las pautas de interacción que ha de mantener la comunidad con el nuevo miembro. El rosa y el azul son códigos con los que nos relacionamos desde muy pequeños, pero sobre todo son unas magníficas guías prácticas para que los demás sepan cómo comportarse con nosotros; estos códigos simbólicos median la relación de los demás con nosotros y viceversa. Las creencias sociales sobre el género configuran el modelo de organización social impregnando tradiciones, costumbres y relaciones de las personas. Por eso es tan complejo desmontar estos mandatos. Requiere no sólo una actitud vigilante y reflexiva (¿por qué hacemos lo que hacemos?) sino ir poco a poco transformando las prácticas y costumbres sociales hasta ir construyendo un nuevo bagaje cultural socialmente compartido (¿cambiamos algunas cosas?¿compartimos esos cambios?). Las leyes son potentes herramientas que ayudan a crear nuevos escenarios y oportunidades para la convivencia, pero la realidad social no cambia 3
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exclusivamente por la acción de una ley. Otros agentes sociales como la familia, la escuela, la religión, los medios de comunicación, la ciencia, etc. son potentes transmisores de valores, costumbres y tradiciones culturales propios de una sociedad y de una época. Estos agentes contribuyen a la creación y propagación de significados y valores socialmente compartidos y aceptados y, de ahí el importante papel que juegan. Hoy sabemos que la herencia cultural compartida –nuestro pasado- se ha construido sobre la idea de que una marca biológica como es el sexo sirve para asignar a las personas actividades, funciones, relaciones y poderes diferentes. Mientras las mujeres se han considerado naturalmente capacitadas para la vida privada, la maternidad y el cuidado de la familia, a los hombres se les ha considerado naturalmente dotados para el mando, el gobierno y la ambición. Esta diferenciación es una convención social, que nos permite organizar y distribuir funciones sociales para la convivencia. El problema de cualquier diferenciación social es cuando deviene en desigualdad y sirve para naturalizar y justificar prácticas sistemáticas de discriminación. Como sostienen Bosch, Ferrer y Alzadora (2006), esta socialización diferencial de género se sostiene en dos creencias: a) la creencia según la cual el hombre tiene poder y autoridad en todos los órdenes de la vida, incluida la privada, sobre la mujer y, b) está justificado aplicar diferentes formas de violencia contra aquellas mujeres que infringen estas creencias y atentan contra el modelo de organización social. Por ello, sustituir estas creencias por otras supone uno de los desafíos educativos más importantes en la actualidad. El sistema de creencias organiza nuestras acciones y nuestra forma de participar en la sociedad y, en muchas situaciones, actúan de manera invisible e irreflexiva. Estos modelos normativos de lo que es ser hombre masculino y mujer femenina actúan como marcos de referencia socialmente compartidos y se aprenden durante el proceso de socialización. Pero cuáles son estos mandatos y cómo afectan a la construcción de identidades y experiencias de hombres y mujeres (ver figura III).
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Sistema Sistema de de organización organización social social yy política política basado basado en en la la autoridad autoridad yy el el poder poder del del hombre. hombre. Orden Orden social social que que establece establece el el sexo sexo como como marca marca para para asignar asignar roles, roles, actividades, actividades, relaciones relaciones yy poderes. poderes. MANDATOS E IMPERATIVOS SOCIALES
HOMBRE
MUJER
Ser el centro de todas las cosas
Ser para otros
• • • •
• • • •
Cuidar del bienestar ajeno Entregarse incondicionalmente al amor Ser madre te hace mujer Ser bella
• Anteponer el cuidado de los demás al mío propio • Controlar el cuerpo y la sexualidad como signo de honor y respetabilidad
Tener poder y éxito Ser audaz y resolutivo Seguro y confiado en sí mismo No cuestionarse a sí mismo ni las normas
•Estar a la altura de la posición otorgada •El éxito como medida de mi hombría. •Dar la talla para merecer la admiración social.
FIGURA III. Mandatos Sociales de Género La socialización es el proceso por el cual las personas en interacción con otras aprendemos e interiorizamos unos valores, actitudes, expectativas y comportamientos socialmente aceptables. Las claves de la socialización de hombres y mujeres es la asignación diferencial de actividades y roles, segmentando claramente lo que es propio de los niños y lo que es propio de las niñas. Así de este modo, a los niños se les educa para dominar y progresar en lo público y mostrar sus logros, talentos y ambiciones como muestra de su valía personal, reprimiéndoles los afectos como signo de debilidad y de poca hombría. Los niños no lloran o no llores que eres un hombre es una de las expresiones más extendidas de esta creencia. A las niñas se les socializa para la reproducción y para permanecer en el ámbito privado y se las educa para la entrega y la renuncia como signos de su valía personal, reprimiéndoles los deseos de autonomía y realización personal. Quién te va a querer con lo rebelde que eres o calladita estás más guapa son expresiones populares de esta socialización. Esta diferente manera de educar a hombres y mujeres deriva en que se comporten de manera diferente y se desarrollen en ámbitos de actividad diferentes, reforzando la creencia de que son naturalmente diferentes y se comportan de forma diferente (Bosch, Ferrer y Alzadora, 2006). Estos mandatos producen enfermedades y malestares a hombres y a mujeres. Para una comprensión más profunda de cómo dañan estos mandatos la vida de hombres y mujeres recomiendo la lectura de Bonino (2000) y Rebollo (2006). En un estudio reciente (González-Piñal, Rebollo, García, Rodríguez-Díaz y Rodríguez-Vidales, 2009), hemos podido constatar hasta qué punto estos mandatos son asumidos por padres, madres, hijos e hijas en Andalucía. En este trabajo, hemos indagado sobre las actitudes y creencias de las familias en tres dimensiones (sociocultural, relacional e individual), planteando cuestiones relativas al modelo
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social, a las relaciones de género y a las expectativas y creencias personales. Las figuras IV y V presentan algunas de las cuestiones en las que las familias andaluzas han expresado sus opiniones y actitudes.
Creencias sociales de gé género: Perfiles de riesgo Familia Lo mejor para la mujer es casarse y ser madre 60
Las mujeres se visten de forma provocativa para los hombres 80 60 40 20 0
45,7 49,8 34,4 32,3
40 19,9 17,9
20 0 Si
¿? Hombres
69,9 44,1
40,2 24,7
¿? Hombres
Mujeres
40
51,5
38,8 12,5 9,6
20 0 Si
¿? Hombres
29,4 26,3 15,1 18,4
20 0
No
Si
¿? Hombres
Mujeres
80 60 40 20 0
51,4
36,1
55,6 55,3
No Mujeres
Es obligación de la madre preparar la ropa de la familia
Las mujeres son/somos unas maniáticas de la limpieza 60
60 40
15,7 12,4
Si
No
Para regalar juguetes es importante saber el sexo
67,9 54,9 37,2 24,9 7,9 7,2
Si
No
¿? Hombres
Mujeres
No Mujeres
FIGURA IV. Creencias sociales de género de la familia Como puede observarse en la figura IV, en torno al 50-60% de padres y de madres considera que lo mejor para una mujer es casarse y ser madre así como que para regalar juguetes es importante saber el sexo. Estos aspectos se encuentran en la base de la educación que damos a nuestros hijos e hijas. Por un lado, las expectativas familiares siguen reproduciendo el estereotipo social sobre la mujer y, por otro, seguimos regalando juguetes marcados por el sexo diferenciando roles y actividades desde la infancia. En otras cuestiones se observan patrones de respuesta diferente en padres y madres y de ahí que los presente. La idea de que las mujeres se visten de forma provocativa para los hombres es rechazada por las madres en casi un 70% de los casos, sin embargo un 40,2% de los padres piensan que sí. Esto supone un ámbito de conflicto dentro de la familia, convirtiendo el cuerpo de la hija, su forma de vestir, etc. en objeto de discusión. Pero además, esta idea supone una lógica perversa de justificación social de la violencia contra las mujeres. Infinidad de investigaciones sobre violaciones en Estados Unidos han demostrado que los violadores sostienen la idea de que las mujeres les envían señales de atracción sexual por el hecho de ir con una determinada indumentaria, pasear por determinada zona o acudir a determinados locales.
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Creencias sociales de gé género: Perfiles de riesgo Alumnado Las mujeres hacen mejor las tareas domésticas
Lo mejor para la mujer es casarse y ser madre 60
52,2
40
21,8 21,5
20
26,1
¿? Hombres
60 33,3
28,4 21
20 0 ¿? Hombres
No Mujeres
¿? Hombres
Mujeres
51 38,3
Si
No
Es normal que los novios se venguen de sus novias si ellas...
Si
13,4 12,5
20 0
Si
28
34,2 37,5
40
33,8
0
40
52,4 50
60 44,7
Los chicos que ponen los cuernos son más machos 80 60 40 20 0
60,8 31,4
38,7
29,9
22
17,1
Si
¿? Hombres
Mujeres
No
No Mujeres
Es comprensible avergonzarse de amigos y hermanos homosexuales 80 60 40 20 0
62,2 40
31,7 20,5
17,2
Si
28,3
¿? Hombres
No Mujeres
FIGURA V. Creencias sociales de género de los y las adolescentes En cuanto a los hijos e hijas observamos igualmente que hacen suyos los estereotipos sociales en un 50-70%, lo que se observa en la creencia de que lo mejor para una mujer es casarse y ser madre así como en la creencia de que las mujeres hacemos mejor las tareas domésticas. En la dimensión referida a las relaciones entre hombres y mujeres, queremos destacar la gran diferencia que se observa en el patrón de respuesta de chicos y chicas. Mientras las chicas se posicionan firmemente hacia relaciones de igualdad (en torno a un 70%), nos encontramos con un porcentaje nada desdeñable de chicos que justifican la violencia contra mujeres y homosexuales. Estos datos nos indican que aún persisten estereotipos sociales de género y, por tanto, que los mandatos sociales de género tradicionales siguen reproduciéndose y marcando la educación en la infancia y adolescencia. Pero dónde observamos la mayor brecha para la igualdad de género. La figura VI muestra la brecha intergeneracional de género en las familias andaluzas.
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Brecha intergeneracional de gé género 45 44 43 42 41 40 39 38 37 36 35 34 33 32 31 30 29 28 27 26 25
Sociocultural
Hijas
Relacional
Hijos
Madres
Indiv idual
Padres
FIGURA VI. Brecha intergeneracional de género Una lectura rápida de los datos de la figura VI revela cómo las mujeres – madres e hijas- tienen posiciones y actitudes más firmes y activas hacia la igualdad, seguido de los padres y, a gran distancia por los hijos. Los datos más alarmantes son las bajas puntuaciones de los adolescentes hombres, lo que significa que adoptan en un porcentaje muy elevado actitudes, opiniones y conductas contrarias a la igualdad. ¿Qué implicaciones tienen estos datos para la educación? ¿Estamos educando a los niños y adolescentes hombres para la vida adulta, para la convivencia? La educación es fundamental para crear nuevos ideales y favorecer nuevas prácticas. En definitiva, la educación es clave para transformar el pensamiento y la acción. Para ello, es preciso aprender a ver y reconocer las situaciones y prácticas de discriminación y desigualdad que producen estas creencias y mandatos de género. Las costumbres, tradiciones y prácticas culturales están cargadas del contenido simbólico que históricamente han adoptado, es decir, en gran medida, están cargadas de sexismo. ¿Qué posicionamiento adoptamos respecto a estas prácticas y costumbres y lo que ellas significan? Bordieu (2000) afirma que una de las formas de violencia más feroz es la violencia simbólica, es decir, aquella que se ejerce a través de los caminos de la comunicación y del conocimiento, y que se hace invisible para las propias víctimas. La expresión “las cosas son como son” muestra esta perversa lógica social, según la cual personas que están en una situación de exclusión y vulnerabilidad asumen a nivel individual la lógica social y no se plantean la posibilidad del cambio. Todos los hombres y mujeres somos en mayor o menor medida víctimas de este sistema de organización social y hemos crecido pensando que esta forma de convivencia es “normal” y que “no se puede cambiar”. La educación formal tiene el propósito de que las personas aprendan a utilizar consciente y voluntariamente su experiencia previa de conocimiento de la
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cultura propia. La educación ofrece la oportunidad de vivir y experimentar la cultura desde otras miradas y desde otros códigos, favoreciendo el cambio personal y social. Pero para hacer propios estos nuevos recursos y códigos con los que entender el mundo y las relaciones entre hombres y mujeres es importante que éstos sean compartidos con otras personas. Cuando compartimos nuestras historias personales con otras personas y nos identificamos o tomamos parte en las historias de los demás, imaginamos escenarios futuros y redefinimos nuestras identidades. El feminismo ha generado todo un conjunto de conocimientos y de prácticas que en la actualidad se están integrando en el curriculum escolar y, que genera un cierto desconcierto y extrañamiento, e incluso, en muchas ocasiones, rechazo. Es importante entender qué aporta la perspectiva feminista de género a la educación. El feminismo no es lo contrario a machismo. Mientras el machismo supone una ideología basada en la dominación y subordinación de la mujer, el feminismo nace como un movimiento que reivindica la igualdad y la justicia social, es decir, que busca la eliminación de cualquier práctica de discriminación (por razón de sexo, clase social, raza, etc.). El análisis teórico profundo sobre la socialización diferencial de hombres y mujeres así como sobre los mandatos sociales de género que ha venido haciendo el feminismo ha permitido elaborar propuestas educativas muy interesantes para promover el cambio social hacia la igualdad y de ahí su incorporación en el sistema escolar. Estos planteamientos se entienden beneficiosos para chicos y chicas, al enseñarles competencias para la vida adulta y para la participación activa en distintos contextos.
Sistema Sistema de de organización organización social social yy política política basado basado en en la la igualdad igualdad yy el el respecto respecto entre entre hombres hombres yy mujeres. mujeres. Orden Orden social social definido definido por por igual igual acceso acceso yy reparto reparto de de recursos recursos yy poderes poderes sin sin distinción distinción de de sexo, sexo, nacionalidad, nacionalidad, etc. etc. NUEVOS MANDATOS E IMPERATIVOS SOCIALES
MUJER
HOMBRE
Protagonismo y participación pública
Protagonismo y participación privada
• Autonomía de la mujer. Espacios propios y compartidos. • Protagonismo social y público. • Aprender a estar solas • Disfrute del ocio y tiempo libre
• Corresponsabilidad en las tareas domésticas. • Educación de los afectos. Empatía. • Asumir responsabilidades familiares. • Aprender formas no violentas de relación.
FIGURA VII. Desafíos educativos de la igualdad. La perspectiva feminista Las expectativas y presiones sociales tradicionales sobre lo que es deseable en una mujer a menudo se traduce en la permanente presencia de los demás (padres, hijos, maridos, etc.) como centro de su vida, dejando sus propios deseos y
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realización personal en un segundo término. Por ello, el feminismo ha venido a afirmar que el primer no de la mujer a los otros es el primer sí a sí mismas (Lagarde, 2000; Freixas, 2001). La búsqueda de la soledad como espacio privado para pensar, dudar, descansar, etc., en definitiva, para mirarse y cuidarse a sí misma es clave para cambiar estos patrones. La búsqueda de una habitación propia, es decir, de un espacio propio para ser (aficiones, gustos, etc.) también se convierte en un modo de resistencia a estos mandatos. Por ello, el feminismo propone educar a las mujeres en la autonomía y el protagonismo como elemento nuclear para transformar el modelo social de género. Por su parte, los mandatos sociales respecto a la masculinidad colocan en primer plano de la educación masculina para la igualdad y, por tanto en el proyecto feminista, dos aspectos cruciales: la educación de los afectos y la corresponsabilidad. Ser hombre no es incompatible con la expresión y reconocimiento de los sentimientos propios y ajenos ni tampoco responsabilizarse, empatizar y atender las necesidades ajenas, pero suele estar ausente en los procesos de socialización primaria de los hombres. Esa forma de ser hombre es incompatible con la vida y la salud propia y de los demás (Bonino, 2000). La incorporación de estos contenidos en su educación formal se vuelve una estrategia clave para la transformación social. 3. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo educar para la igualdad real? Como hemos visto, aún persisten en nuestro entorno social creencias y costumbres que sustentan una socialización diferencial de chicos y chicas y, por tanto, la reproducción de prácticas poco favorables a la igualdad. La cuestión ahora es qué hacemos para educar hacia una igualdad real entre hombres y mujeres. Hay una creencia que paraliza cualquier proceso de cambio que es la idea de que no estoy preparado o preparada para hacerlo. Esto en muchas ocasiones funciona como un mecanismo de resistencia al cambio y debemos evitar a toda costa estos pensamientos tan poco proclives al cambio. En términos generales, la convicción de aprender y formarse no sólo es adecuada, sino deseable, pero debemos tener cuidado con utilizar este argumento como excusa para no cambiar. No aprendemos a nadar sin meternos en el agua. ¿Qué podemos hacer para empezar? Diversas estrategias pedagógicas favorecen la igualdad, pero no todas son del mismo calado ni están al mismo nivel. Es decir, esta variedad de estrategias forman parte de un proceso gradual de formación que incluye distintos peldaños (ver figura VIII).
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Compromiso y participación en la construcción de una cultura de género basada en la igualdad
Sistema de creencias, opiniones y actitudes hacia la igualdad
Sensibilidad para ver y observar los obstáculos y sesgos discriminatorios en la sociedad
FIGURA VIII. Estrategias pedagógicas para la igualdad Fuente: elaboración propia El primer paso es desarrollar la capacidad para ver, para reconocer la desigualdad y discriminación de género en diferentes ámbitos y situaciones. Con frecuencia se ha utilizado el término “ceguera de género” para definir la incapacidad para percibir la desigualdad y las prácticas de discriminación. La naturalización de la desigualdad es uno de los efectos perversos de la socialización. Esto supone aprender a mirar cómo están repartidas las tareas y los roles entre hombres y mujeres y qué supone eso en sus vidas. Aportar pruebas y evidencias de la existencia de la desigualdad es una estrategia clave para favorecer los cambios. Algunos recursos son muy útiles. Las fotografías tienen un valor pedagógico enorme y recomiendo su utilización para hacer visible lo que permanece oculto. El segundo paso consiste en aprender a creer en la igualdad, es decir, desarrollar la capacidad de pensar y hablar en términos positivos y constructivos sobre igualdad. Hay muchas formas de influir en la personalidad de un hijo o hija. Yo suelo poner el ejemplo de mi padre que, como fumador, presentaba su situación ante mí como una adicción nada deseable, como una dependencia y, aunque finalmente dejó de fumar lo hizo cuando yo era más mayor. Esta forma de hablar sobre el tabaco y de mostrar siempre los aspectos más negativos de su conducta durante mi infancia y mi adolescencia, me influyeron positivamente. Es un ejercicio responsable como educadores y educadoras desarrollar un pensamiento crítico, es decir, tomar conciencia sobre la importancia de la igualdad y hablar sobre ello, porque estas posiciones tienen efectos transformadores y expansivos en los contextos sociales que habitamos. Es nuestra responsabilidad procurar no reproducir de forma automática e irreflexiva el machismo (ideas, comentarios, chistes, etc.), ya que no sólo corremos el riesgo de perpetuarlo, sino que también estamos dañando a los y las jóvenes ofreciendo unos modelos negativos e
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incompatibles con la vida y la convivencia. Dialogar y conversar sobre estas cuestiones ofrece oportunidades a los jóvenes de escuchar opiniones y argumentos a favor de la igualdad, lo que en última instancia suponen recursos para que ellos y ellas puedan pensar sobre estos temas. Lo que no se habla no existe y lo que no existe no se puede practicar. El tercer paso consiste en aprender a practicar la igualdad, es decir, en desarrollar capacidades para poner en marcha acciones, conductas y prácticas igualitarias. Modificar pautas de comportamiento que tenemos tan automatizadas puede resultar complejo, pero es importante tener la voluntad de introducir cambios sostenibles en el tiempo. El valor de los cambios en este nivel es su sostenibilidad. A veces nos proponemos empresas imposibles que nos agotan y acaban con nuestras energías y, por tanto, producimos efectos contrarios a los que deseábamos. Es decir, sin pretenderlo mostramos la inviabilidad del modelo que queremos, porque revelamos lo costoso, esforzado, complicado de llevarlo a la práctica. Este nivel supone repartir y distribuir espacios, tiempos, actividades y recursos de una forma más equitativa tanto en contextos públicos como privados. Como venía diciendo, hay muchas posibilidades y alternativas que tenemos para ayudar a cambiar el modelo social hacia uno más igualitario y, por tanto, ofrecer modelos más positivos a las nuevas generaciones. Si el aprendizaje se produce de muchas formas: por imitación, por ensayo y error, por reflexión, etc., igualmente los estímulos que podemos ofrecer también pueden ser variados, pero ¿cuáles son las dimensiones que debemos transformar? Educar en igualdad implica analizar y transformar diversos aspectos (ver figura IX)
Uso del espacio
Uso del tiempo
¿Qué lugares ocupamos? (salón, cocina, parques…) ¿Cómo los ocupamos? ¿invadimos el espacio? ¿Con qué actividades las ocupamos?
¿En qué empleamos nuestro tiempo? Tareas domésticas, cuidado y educación hijos/as, ocio y disfrute, descanso y cuidado personal, etc. ¿quién se ocupa de…? Comprar la ropa, hacer regalos, tener atendida a la familia, hacer la colada, etc.
Uso del lenguaje
Qué transmitimos (expectativas sociales) ¿Cómo lo hacemos? (bromas, discursos, etc.) Es un cocinillas, es un calzonazos, los hombres no lloran Lleva al marido hecho un desastre No la saca a pasear, no van nunca juntos
Uso del dinero
¿En qué gastamos y cómo lo hacemos? Mantener el hogar, necesidades básicas de la familia (ropa, comida…), cuidado personal, ocio y amigos/as.
FIGURA IX. Dimensiones para el cambio Estas dimensiones organizan y regulan el modelo social, propiciando prácticas de discriminación y desigualdad en diferentes contextos. Investigaciones
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científicas han venido a demostrar el uso diferencial del espacio, el tiempo, el lenguaje y el dinero de hombres y mujeres, pero hasta qué punto estos usos se traducen en costumbres y prácticas abusivas y de explotación de las mujeres. Algunos autores (Bonino, 2005; Ferrer, Bosch, Navarro, Ramis y García-Buades, 2008) han analizado las estrategias que de manera sutil se utilizan para obstaculizar la autonomía de las mujeres en las interacciones cotidianas. Por ejemplo, ¿nos hemos parado a pensar qué espacios usamos, cómo lo hacemos y con qué tareas o actividades los ocupamos? ¿utilizamos el espacio compartido de forma conciliadora y respetuosa o, por el contrario, invadimos y dominamos el espacio, es decir, dejamos rastros de nuestro paso por él? ¿quién usa el mando, quién ocupa el sofá y durante cuánto tiempo? , etc. Es importante hacer visible estas prácticas para poder cambiarlas y, para ello, tendremos que desarrollar competencias para el diálogo, la negociación y el entendimiento. La incorporación de la perspectiva de género en la educación formal ha introducido una agenda educativa para potenciar y promover la igualdad real entre hombres y mujeres, señalando algunas facetas clave que afectan a la escuela y la familia (ver figura X)
Escuela Escuela
Familia Familia •• Reparto Repartode detareas tareasdomésticas. domésticas. •• Reparto del cuidado Reparto del cuidadoyyeducación educaciónde de hijos/as hijos/as
Uso Usoyydistribución distribuciónde deespacios. espacios. Reparto de responsabilidades. Reparto de responsabilidades. Recursos Recursoseducativos educativos(no (nosexistas). sexistas). Uso de un lenguaje coeducativo. Uso de un lenguaje coeducativo.
•• Regalos Regalos (juguetes, (juguetes, juegos, juegos, ropa, ropa, etc.). etc.).
Nuevos Nuevoscontenidos contenidoscurriculares. curriculares. Nuevas Nuevasactividades actividadesde deaprendizaje aprendizaje
•• Actividades Actividadesde deocio ocioyytiempo tiempolibre. libre. •• Gastos y uso del dinero Gastos y uso del dinero en en ellos ellos yy ellas. ellas.
FIGURA X. Agenda para el cambio
4. Recursos para la igualdad Con anterioridad he planteado la necesidad de no temer a los cambios y he animado a practicarlos, modificando o eliminando pequeñas pautas y normas de conducta personal, pero es importante para emprender estos cambios buscar contextos y grupos de personas que comparten este ideario y que nos puedan ofrecer oportunidades de aprender, así como entornos para intercambiar experiencias y recursos. Estos sirven de punto de encuentro y diálogo para atrevernos a cambiar (seminarios, asociaciones, instituciones, etc.) Este apartado ofrece algunos recursos útiles para ver y pensar la realidad social con perspectiva de género. Sin ánimo de ser exhaustiva, presento algunos recursos que pueden ayudar a ver, pensar y actuar a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Esta relación de recursos sirve para abrir los ojos y la mente a 13
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esta realidad, facilitando la toma de conciencia sobre el tema. El cine, la prensa, la música, etc. son recursos estupendos para hacer visible la desigualdad y movilizar conciencias. Todos ellos y otros muchos pueden consultarse en la Plataforma Virtual Teon XXI (www.teonxxi.es). Algunas películas de gran valor pedagógico que han tratado estas cuestiones son: - Las mujeres de verdad tienen curvas de Patricia Cardoso cuenta la historia de Ana, una joven de 18 años con un futuro brillante. Ana es la primera de su familia que puede atreverse a soñar con ir a la Universidad, pero su educación modesta de un barrio del Este de Los Angeles, y la lealtad que siente por su familia la retienen. Carmen, su madre, ha tenido una vida muy dura y pone todas sus esperanzas en Ana para que le de los nietos que ella cree merecer. Carmen tiene buenas intenciones, pero subestima el carácter de Ana y sus ganas de cambiar de vida. Esta película permite trabajar a fondo las creencias e ideología que perpetúan la desigualdad entre hombres y mujeres, el mito de la belleza, de la maternidad y del matrimonio. También sirve para reflexionar sobre la inmigración y la cultura de origen, los sentimientos de lealtad y traición. - Mi vida en rosa de Alain Berliner cuenta la historia de Ludovic, el hijo menor de una acomodada familia de clase media que sueña como todos los niños en convertir sus sueños en realidad. Pero su sueño deja perplejos a familiares, amigos, vecinos y compañeros de la escuela, porque Ludovic sólo quiere una cosa, convertirse en niña. No entiende la sorpresa que este deseo y el hecho de vestirse de niña, provoca en los demás. Ludovic se convierte en un problema para la familia y sus padres se sienten desconcertados ante la tenacidad de su hijo y acorralados por el rechazo de los vecinos. Una historia realista que narra la vergüenza que a veces uno siente cuando es diferente. Esta película permite visualizar cómo toda nuestra vida y organización social está estructurada por prácticas sociales que excluyen y estigmatizan a grupos y personas en función de su identidad sexual y de género. Es ideal para analizar el viaje interior que todas las personas debemos hacer para reconocer, valorar, asumir y querer la diferencia y los cambios vitales personales y en el entorno que implica hacer. - Pisando fuerte, de Julian Jarrold, cuenta la historia de Charlie Prince, que tras la muerte repentina de su padre, tiene que hacerse cargo del negocio familiar: Prince and Sons. Pronto descubre que el negocio no marcha bien y que sin nuevos pedidos irán a la Bancarrota. Un encuentro casual con Lola, un travesti cuyo mundo gira en torno a una moda muy peculiar en la que resaltan las botas altas de plataforma, ofrecerá a Charlie un filón en el mercado del calzado. Esta película muestra hasta qué punto los prejuicios y estereotipos sexistas pueden condicionar nuestros proyectos profesionales y vitales. Algunas lecturas también ayudan a reconocer y tomar conciencia sobre la discriminación y la desigualdad, potenciando y reforzando la acción social positiva en este campo. He hecho una escueta selección para personas adultas con tres títulos bastante interesantes: - El Club de la Calceta, de María Reimondez editado por Algaida, cuenta la historia de seis mujeres muy diferentes entre sí que asisten a clases de calceta, un lugar donde convergen sus frustraciones pero donde, al mismo tiempo, toman conciencia de su situación y de la necesidad de superarla. A través de este espacio tan tradicionalmente femenino como la calceta, estas mujeres,
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desde sus diferencias, consiguen encontrar en la unión la fuerza necesaria para sobreponerse a un presente que las niega o menosprecia. Esta novela plantea una profunda reflexión y revisión sobre la condición femenina desde un multiperspectivismo que deshace los hilos de una sociedad machista. Permite visualizar cómo los estereotipos sociales encarcelan a las mujeres y no las dejan ser y vivir su propia identidad de forma autónoma y libre así como posibilita trabajar sobre el poder revolucionario y emancipador de los grupos de mujeres y los espacios compartidos. Los cambios en la vida de las mujeres de Clara Coria, Anna Freixas y Susana Covas y publicado por Paidós, es un libro que nos enseña una nueva mirada sobre cómo vivimos las mujeres los cambios en nuestra vida personal. Escrito de un modo sencillo y directo, el libro nos muestra los recursos, expectativas y estrategias que ponemos en juego las mujeres en momentos de crisis y transformaciones. Este libro nos permite reconocernos en las voces de otras mujeres y romper ciertos mitos y prejuicios sobre las mujeres en la edad media de la vida. El libro nos permite conocer el pensamiento bastante impactante y sugerente de las tres autoras y adentrarnos en otras lecturas (el dinero en la pareja, el amor no es como nos contaron, etc.). ¿Todos los hombres son iguales? coordinado por Carlos Lomas y publicado en Paidós es un libro monográfico que pretende desmontar el mito de que todos los hombres son iguales, son como son y no se puede hacer nada al respecto. El libro incluye un conjunto de trabajos que aportan recursos y estrategias para desmontar la idea de que todo está prefijado de antemano y que no se puede hacer nada para cambiar. A través de este libro podemos conocer el pensamiento de hombres muy destacados en el movimiento de hombres por la igualdad (Robert W. Connell, Luis Bonino, Carlos Lomas, Victor J. Seidler) así como recursos y estrategias muy útiles para repensar la masculinidad en la actualidad.
En la última década, se han editado una variedad de recursos coeducativos de gran valor e interés para sensibilizar y educar a niños, niñas y adolescentes. Algunos títulos y colecciones de interés son: - Diario Violeta de Carlota de Gemma Lienas. Editorial el Aleph. Es una guía subversiva que invita a reflexionar sobre la situación de la mujer en el mundo actual. Carlota, animada por el juego que le propone su abuela, observa el mundo con las "gafas violeta" y comprueba cómo situaciones que parecían incuestionables resultan injustas y discriminatorias. Este libro pertenece a la colección para adolescentes realizada por la autora inspirada en las peripecias de Carlota. Esta entrega es ideal para trabajar la “ceguera de género”. La nueva entrega Así es la vida Carlota se adentra en los procesos de separación y divorcio con una mirada de género. Este texto rompe con los estereotipos y convenciones sociales de que en los divorcios y separaciones los hijos deben permanecer con la madre. - Arturo y Clementina de Adela Turín. Editorial Lumen. El libro nos cuenta la historia de dos tortugas, Arturo y Clementina que deciden compartir su vida. Cuando Clementina se casa con Arturo, él le promete una vida llena de excitantes aventuras y grandes descubrimientos, pero en realidad su existencia será tranquila, monótona y sin sorpresas. Los deseos de Clementina se convierten en cargas que la aprisionan y encarcelan en una vida sin estímulos.
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Es un magnífico cuento para explicar y entender los mecanismos de dominación y la violencia sutil y psicológica. Es precioso y contiene una estupenda lección sobre la convivencia y las relaciones de pareja. Recomiendo también el título Rosa Caramelo de la misma autora y también publicado en Lumen nos cuenta cómo influyen de manera distinta las convenciones y mandatos sociales sobre la vida de hombres y mujeres. La colección en favor de todas las familias, de A Fortiori Editorial es una línea de cuentos cuyo propósito es promover y divulgar la diversidad familiar en su estructura, características, composición, etc. destacando que lo que las hace iguales a todas ellas es únicamente el amor que nos tenemos quienes la constituimos, independientemente del número de personas que la integramos, del sexo al que pertenecemos, de nuestra raza, del tipo de pareja que formamos, o de si somos hijos biológicos o adoptados. Esta colección trabaja especialmente la diversidad masculina y femenina. Diversos títulos son bastante interesantes (Piratas y Quesitos, El día de la Rana Roja, etc.). La cenicienta que no quería comer perdices, de Lunila López Salamero y con ilustraciones de Myriam Cameros, editado por Planeta, desmonta los mitos sobre el amor romántico y la idea socialmente extendida del “fueron felices y comieron perdices”. Este cuento comienza por este típico final, adentrándose en la vida de Cenicienta después de la boda. Cuenta el proceso personal de liberación y emancipación de Cenicienta. Este cuento es especialmente idóneo para enseñar a adolescentes y jóvenes sobre los efectos perniciosos del ideal de amor romántico en la vida de las mujeres y los peligros y riesgos que entraña. Se adentra en la problemática de la violencia contra las mujeres y las relaciones de maltrato.
Aunque en la actualidad disponemos de una variedad de recursos coeducativos (juegos, cuentos, juguetes, etc.) que sirven a los propósitos y fines de la igualdad y varias editoriales están haciendo un esfuerzo por publicar colecciones con este ideario, persisten aún importantes lagunas en las publicaciones y son aquellas que tienen que ver con formas diversas de masculinidad. No obstante, con todo, creo que el principal déficit se encuentra en la difusión y conocimiento de estos recursos por parte de las familias y el profesorado en las escuelas. Además de esta labor editorial es preciso realizar una labor más sistemática y contundente de sensibilización social sobre el uso de estos recursos. Bibliografía Bonino, L. (2000): Varones, género y salud mental: deconstruyendo la “normalidad” masculina. En M. Segarra y A. Carabí (Eds): Nuevas masculinidades (pp. 41-64). Icaria. Barcelona. Bonino, L. (2005). Las microviolencias y sus efectos: claves para su detección. En C. Ruiz-Jarabo y P. Blanco (Coords.). La violencia contra las mujeres: prevención y detección (pp. 83-102). Madrid: Díaz de Santos. Bosch, E. Ferrer, V.A. y Alzadora, A. (2006). El laberinto patriarcal. Reflexiones teórico-prácticas sobre la violencia contra las mujeres. Barcelona: Anthropos. Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.
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Cala, M.J. y De la Mata, M. (2006). Escenarios de actividad e identificación de género. En M.A. Rebollo (Coord.). Género e Interculturalidad: educar para la igualdad (pp. 245-266). Madrid: La Muralla. Crawford, M. (2006). Transformations. Women, Gender and Psychology. Boston: McGraw-Hill. Crawford, M. y Chaffin, R. (1997). The meanings of difference : cognition in social and cultural context. En P.J. Caplan, M. et al. (Eds.). Gender differences in human cognition. Oxford: Oxford University Press. Ferrer, V. Bosch, E. Navarro, C. Ramis, M.C. y García-Buades, M.E. (2008). Los micromachismos o microviolencias en la relación de pareja: una aproximación empírica. Anales de Psicología, 24(2), 341-352. Freixas, A. (2001). Entre el mandato y el deseo: la adquisición de la identidad sexual y de género. En C. Flecha y M. Núñez (Eds.). La educación de las mujeres: nuevas perspectivas (pp. 23-31). Sevilla: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. González-Piñal, R. Rebollo, M.A, García-Pérez, R., Rodríguez-Díaz, R. y Rodríguez-Vidales, E. (2009). Parents’ identities and attitudes toward a new gender culture. En 39th World Congress of the International Institute of Sociology. Armenia: Yerevan State University. Lagarde, M. (1996): Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Madrid, Horas y Horas. Lagarde, M. (2000). Claves feministas para la autoestima de las mujeres. Madrid: Horas y Horas. Rebollo, M.A. (2001). Género y educación: La construcción de identidades culturales. En T. Pozo, R. López, B. García y E.M. Olmedo (2001) (Coords.), Investigación Educativa: Diversidad y Escuela (pp. 61-71) Granada: Grupo Editorial Universitario. Rebollo, M.A. (2006). Emociones, género e identidad: la educación sentimental. En M.A. Rebollo (Coord.). Género e interculturalidad: educar para la igualdad. Madrid: La Muralla. Rebollo, M.A. (2008). Educar para una ciudadanía paritaria. En E. Soriano (Coord). Educar para una ciudadanía intercultural y democrática (pp. 311-334). Madrid: La Muralla. West, C. y Zimmerman, D. H. (1987). Doing Gender. Gender and Society, 1(2), 125151.
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