I GLESIA EVANGÉLICA NA CIONA L AMIGOS

- 52 - I GLESIA EVANGÉLICA NA CIONA L AMIGOS ón 2 Lecci Lecció CÓMO DAR FRUTO ón 2 trimestre 2 Lecci Lecció Para estudio: Lc. 8:5-8, 11; Jn. 15:1; M

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GLESIA EVANGÉLICA NA CIONA L AMIGOS

ón 2 Lecci Lecció CÓMO DAR FRUTO ón 2 trimestre 2 Lecci Lecció Para estudio: Lc. 8:5-8, 11; Jn. 15:1; Mt. 13:3; Gál. 5:22; 1 Co. 3:9. Lectura devocional: Lucas 13:6-9 Memorizar: Juan 15:5 ÓN: INTRODUCCI INTRODUCCIÓ El Señor se comparó con una vid, y nos enseñó que es fructífero en Sí mismo y tiene la capacidad para ha-cer fructíferos a los que se acercan a Él (Juan 15:1). Él habló comparativa-mente, indicando que Su palabra es una semilla, que produce frutos (Lc. 8:5-8, 11). La palabra fruto se traduce del vo-cablo griego karpos, que significa: fruto, el fruto de los árboles, fruto de los campos, de la tierra, fruto de des-cendencia, un efecto o utilidad. Para producir fruto, bíblicamente ha-blando, se debe implementar un pro-ceso laboral en el que actúan diver-sas personas y cosas. Veámoslas una por una: I. UN LABRADOR, QUE ES DIOS. (Jn. 15:1) Figurativamente, labrar es trabajar una cosa o algo, preparándola hasta un estado conveniente para ser usa-da. También significa arar, que es la acción de hacer surcos en la tierra para introducir una semilla y obtener el fruto deseado. El Padre es el Labrador quien ha tra-bajado constantemente en un plan eterno, para realizar una obra perfec-ta en nosotros. (Jn. 5:17; Fil. 1:6). Él espera ver el producto de Su trabajo, o el fruto de Su labor en la vida de cada uno que ha confesado a Jesu-cristo como Señor y Salvador, y un día reunirlos para que vivan con Él en gloria eternamente. II. UN SEMBRADOR, QUE ES EL HIJO. (Mt. 13:3) El Señor Jesús es el sembrador que siembra la buena semilla. Con Su muerte Él sembró la semilla de la salvación y la regeneración en el ser humano. El hecho de que la semilla sea de buena calidad, no implica que vaya a germinar y producir el fruto deseado en todos los terrenos. Pero Él Señor espera que nuestro ser sea buena tierra en donde se deposite la buena semilla y se obtenga el pro-ducto esperado.

III. LA SEMILLA, QUE ES LA PALA-BRA DE DIOS. (Lc. 8:11) La Palabra de Dios es la semilla que muchas personas desprecian, ¡aun muchos cristianos! ¡Sí, pues muchos son tan sólo oidores! Pero ella debe ser recibida seriamente y creída por todo aquel que profesa a Cristo en su corazón. Por esa razón, nuestra naturaleza sufre cambios positivos, porque no somos engendrados de una semilla corruptible, sino de una - 53 - Corazón y Vida incorruptible que es la Palabra del Señor, que es viva y permanece para siempre (1 P. 1:23). Ella es una semi-lla que germina, crece y produce fruto a través del Espíritu Santo. IV. UN PRODUCTOR DE FRUTO, QUE ES EL ESP ESPÍÍRITU SANTO. (Gál. 5:22) En términos agrícolas, un productor es alguien que se encarga de produ-cir, o que posee la virtud de ser pro-ductivo. En términos espirituales, un productor tiene la facultad de engen-drar, procrear o crear. El Espíritu San-to es el que nutre y da vida y poder al creyente para que sea fructífero en todo sentido. V. LA LABRANZA DE DIOS, QUE SOMOS NOSOTROS NOSOTROS. (1 Co. 3:9) Nosotros somos el campo de Dios. Esto significa, que Él Señor está tra-bajando en nosotros, y dependerá de nuestra obediencia el que produzca-mos frutos a ciento por uno. ¿Cuáles son los frutos que podemos dar según la Palabra de Dios? A. El fruto de la generosidad Damos fruto cuando Ayudamos con nuestras ofrendas. Las iglesias de Macedonia y de Aca-ya, cuando escucharon que vendría una gran hambre sobre la tierra, pre-pararon una ofrenda para los pobres de la iglesia de Jerusalén y la envia-ron por medio de Pablo, quien des-cribe esa ofrenda como un fruto (Ro. 15:26-28). En otra ocasión, cuando Pablo recibe una ofrenda de parte de los filipenses, les escribe que no busca las dádivas, sino fruto que abunde en su cuenta (Fil. 4:17). B. El fruto de las buenas obras. (Col. 1:10) Damos fruto cuando nos compadece-mos de las necesidades de nuestros semejantes, dejamos de pensar sólo en nosotros, y, como consecuencia, Dios nos bendice. C. El fruto de las primicias y los diezmos. (Lv. 27:30; Dt. 26:10-11) Producimos fruto cuando damos las primicias de nuestro producto y los diezmos a Dios. Él Señor nos proporciona el fruto de nuestro trabajo, y demostramos obe-diencia a Él

al traer lo que le perte-nece; en consecuencia, Dios nos bendice dándonos abundancia. (Mal. 3:10). Por otro lado, vemos lo que el profeta Hageo señala: que como consecuencia de que el pueblo no se ocupó de la casa de Dios, la tierra ya no les produjo frutos (Hag. 1:9-11). D. El fruto de la alabanza. (Heb. 13:15) Damos fruto cuando presentamos sacrificio de alabanza. Nuestra alabanza brota de lo más profundo de nuestro corazón al reco-nocer que Cristo es el Hijo de Dios, y al saber que nuestra vida está bajo el control de Su mano poderosa. (1 Jn. 4:15). - 54 - IGLESIA EVAN GÉLICA NA CIONA L AMIGOS La alabanza es una manera de proclamar que Jesucristo es el Señor, y que a Él pertenecen la honra, la glo-ria y el honor (Fil. 2:11). E. Damos fruto cuando morimos a nosotros mismos. (Jn. 12:24) Eso significa que debemos morir a nuestros deseos, gustos, proyectos y planes, negarnos a nosotros mismos y entregarnos a la voluntad de Dios (Lc. 9:23; 22:42). El Señor dijo que quien ama su vida la perderá; pero aquél que la aborre-ce por causa de Él, la hallará (Jn. 12:25). El apóstol Pablo, como fiel imitador de Cristo, murió a sí mismo, y nos invita a que lo imitemos. Si lo logramos, lle-garemos a ser un modelo para otros (Gál. 2:20). F. El fruto de permanecer en Cris-to. (Jn. 15:5) Damos fruto cuando permanecemos en Cristo. Para fructificar debemos permanecer en Él, manteniendo una relación san-ta en obediencia, con todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo (1 Tes. 5:23). G. Damos fruto por medio de las pruebas pruebas. (Jn. 15:2) El pámpano que da fruto es podado para que lleve más fruto (Jn. 15:6). El Señor lo abonará (Lc. 13:8-9). El infructuoso será separado de la vid verdadera, será cortado de raíz, se secará y será echado en el fuego (Mt. 3:10) Las pruebas son necesarias en nues-tra vida, ellas nos ayudan a perfec-cionar nuestro carácter para ser hom-bres útiles a Dios y a nuestros herma-nos. Un ejemplo de ello es José, el hijo de Jacob, quien fue sometido a un duro padecimiento para, finalmen-te, ejercer la función de ser un salva-dor de su pueblo. H. Damos fruto al oír, entender, re-cibir y retener la Palabra de Dios. (Mateo 13:23) La semilla fue sembrada, pero sola-mente dan fruto quienes tienen un corazón bueno y recto, y poseen el ánimo de llevar a la práctica la Pala-bra oída, entendida y recibida.

Ellos se han esforzado y han limpiado su corazón de piedras y espinas, los cuales representan los afanes de este siglo, el amor a las riquezas, los temores y las aflicciones. Veamos la parábola del sembrador en sus diferentes contextos: Mt. 13:23. Oír y entender la Palabra. Mr. 4:20. Oír y recibir la Palabra. Lc. 8:15. Oír y retener la Palabra. En resumen: Oír, entender, recibir y retener la Palabra. ÓN: Una vida fructífera es el producto de someternos a Dios (Sal. 1:1-3). CONCLUSI CONCLUSIÓ Para dar fruto debemos ejecutar en nuestra vida las instrucciones que Dios fielmente nos ha dado en Su Santa Palabra.

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