I. VERDADES DEL ORDEN DIVINO

1 I. VERDADES DEL ORDEN DIVINO Por Ricardo Vivas Arroyo INTRODUCCIÓN El rey David intentó llevar el Arca del Pacto de Silo a Jerusalén, pero no le

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Verdades fundamentales
Verdades fundamentales UN ESTUDIO DE DOCTRINA BIBLICA por Floyd C. Woodworth con David D. Duncan Preparado en colaboración con el personal de Global

Mitos y verdades del genoma humano
EDITORIALES ISSN 0025-7680 379 EDITORIAL MEDICINA (Buenos Aires) 2013; 73: 379-383 Mitos y verdades del genoma humano Comenzaremos esta mini-revis

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I.

VERDADES DEL ORDEN DIVINO Por Ricardo Vivas Arroyo

INTRODUCCIÓN El rey David intentó llevar el Arca del Pacto de Silo a Jerusalén, pero no le resultó, y tuvo que dejarla en casa de Obed Edom por un tiempo, hasta entender, después de leer el instructivo de Dios, cual era la manera establecida para hacerlo, conformarse a ella, reiniciar el camino a Jerusalén, y lograr así su objetivo con el respaldo de Dios (1 Cr. 13 y 15). Muchos, como el rey David, quieren cumplir, el qué hacer, de la Gran Comisión, sin mirar que Dios también nos muestra en su Palabra, el cómo hacerlo. Antes de operar una nueva lavadora, o un nuevo modular se debe leer el instructivo, o es posible que se pierda la garantía si algo te falla. Todas las garantías se pierden por el uso inapropiado del artículo, mas si te apegas a las instrucciones, el fabricante está comprometido a responder por cada producto que lleva su marca. El manual del fabricante, tanto del universo, como de la nueva creación: la Iglesia, es la Biblia; su capítulo de instrucciones de como operar, cuidar y mantener su obra cumbre, es el libro de Los Hechos, porque en el Dios tuvo el cuidado de seleccionar los ejemplos prácticos de cómo hacer su voluntad; el sello de garantía es la Sangre de Cristo: Dios está comprometido por su Palabra cuando te apegas a ella, es la fe la manera de seguir al pie de la letra sus instrucciones, y entonces poder reclamar su cumplimiento. El técnico de servicio que la respalda es el Espíritu Santo, el cual está disponible las 24 horas de los 365 días de cada año, y la garantía que Dios ofrece no tiene caducidad. UN DIOS DE ORDEN Orden nos habla de que cada cosa está en su lugar, todas y cada una suceden en la secuencia establecida. El orden conjuga las cosas, las funciones, el lugar y el tiempo, concertando y armonizando todo con un propósito común. Cuando algo está en orden, no le falta ni le sobra nada, porque todo está en su lugar y funcionando como corresponde. ¿Es bueno que elaboremos un programa de actividades y que nos ciñamos a él? Eso es lo que hacen muchas iglesias: organizar es ordenar mediante un plan, y después trabajar para lograrlo; el problema surge cuando las iglesias no consideran el modelo de Dios y elaboran sus propios modelos para tratar de alcanzar las metas divinas. Muchos sinceros ministros elaboran su propio programa, es vez de pedir a Dios que les revele el suyo, como debe ser (Hch. 13:1-4). Los programas humanos bloquean el Orden Divino. Elaborando nuestros propios programas jamás coincidiremos con los planes de Dios, es por eso que los resultados son raquíticos en lo espiritual, aunque las estadísticas pudieran parecer buenas (Is. 55:89). Toda la creación se describe en el primer versículo de la Biblia: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra." Y en el versículo 2 se dice que todo estaba desordenado y vacío, por lo que los siete días denominados de la creación, son en realidad una obra de restauración, es decir, de restablecimiento del Orden Divino, a fin de recuperar el ambiente propicio para el hombre, como corona de su creación (Sal. 8:6). Dios tuvo que ordenar al mundo para que fuera habitado por el hombre (Job 34:13, Jr. 10:12, Is. 45:18), para eso creó y compuso (reordenó) la tierra. Fue con sabiduría que Dios ordenó todas las cosas, y de esa manera pudo deleitarse en su parte habitada (Pro. 8:26-31). Dios primero trazó su plan, y con base en él, creó y ordenó todas las cosas; proyectó la creación, previó y proveyó todo. Dios jamás improvisa, por lo tanto, los seis días de la creación describen, en forma simbólica, todo su plan para con el hombre, a fin de que, después de su caída, fuera restaurado hasta lograr en él la perfección, y entonces poder reposar el séptimo día.

2 La Biblia declara que mil años son para Dios como un día (2 P. 3:8, Sal. 90:4), y sabemos que de Adán a Cristo transcurrieron del orden de 4000 años, es decir, cuatro días para Dios, y fue en el cuarto día que Dios ordenó las dos luminarias en sus órbitas para enseñorearse del cielo: el sol y la luna (Gn. 1:14-19); esto simboliza el tiempo en que Cristo, el Sol de Justicia (Mal. 4:2), iba a venir para lograr una Esposa que pudiera ser su reflejo (Ef. 5:25-27). Él es luz (Jn. 8:12) y en la medida en que la iglesia se conforma a su modelo, es que se constituye también en luz, al reflejar la de Cristo, como la luna refleja al sol (Mt. 5:14-16), en la oscuridad moral y espiritual de la noche del mundo en pecado. Así fue como pasó, Cristo vino en el tiempo predeterminado por Dios desde el principio, para redimir a su Iglesia (Gá. 4:4-5). Así que cada día de la creación prefigura un paso de la restauración del Orden Divino, por lo que, si de Cristo a la fecha han transcurrido cerca de 2000 años, es claro que la segunda venida de Cristo está muy próxima, y con ella se iniciará el día de reposo, el séptimo día de mil años, denominado por la misma Palabra de Dios como el milenio (Ap. 20:1-6). Cristo dijo que el día y la hora ya están determinadas y en la sola potestad del Padre y que no podemos precisarlos. Los tiempos cronometrados de la Biblia únicamente nos permiten saber que estamos en el umbral de tal evento. Bueno, en otra ocasión detallaremos cada día de la creación, para comprender el restablecimiento del Orden Divino; por ahora limitémonos a mirar cómo, la Iglesia es la obra de Dios en la que está actualmente concentrando su poder, gracia, sabiduría y amor, a fin de que sea restaurada a su glorioso Orden, y pueda ser entronizada al lado de Cristo para disfrutar de su gloria y reino (Ap. 3:21). La Iglesia está siendo restaurada: Cuando una persona se ha arrepentido de su vida pecaminosa, y cree en Jesucristo como su Salvador, Dios la perdona, borra todos sus pecados y es constituida una nueva criatura; "las cosas viejas pasaron, y todas son hechas nuevas" (2 Co. 5:17). El texto no dice que fueron hechas, sino que son hechas; esto nos habla del cambio de naturaleza que Dios realizó primeramente en nuestro espíritu, con lo que nos hizo aptos para poder participar de las cosas nuevas de su reino en el presente, cada día (Col. 1:9-13), como algo progresivo para nuestra alma. Un desarrollo, un proceso de restauración, un reordenamiento, en la medida en que caminamos en novedad de vida (Ro. 6:4, Ef. 4:21-24, Col. 3:8-14). Repasemos algunos conceptos ya muy conocidos; a mí no me es molesto hacerlo y para ustedes es seguro (Fil. 3:1, 2 P. 1:12): La Justificación es la aplicación de la Justicia de Cristo a favor del creyente, al perdonarlo regenera su espíritu y lo hace perfecto (Col. 2:13), por lo tanto lo hace apto para el reino espiritual (Col. 1:12-14). Justificación puso en nuestro espíritu el modelo de Dios que es un Cristo perfecto. La Santificación, en cambio, es un proceso de transformación de nuestra alma hasta llevarnos a ser semejantes al Hijo de Dios, que ya está perfecto en nuestro espíritu, como el modelo a reproducir en el alma (2 Co. 3:18). Es la restauración que Dios está realizando en nosotros, el proceso mediante el cual restaura nuestra alma. Tu vida, como el primer día de la restauración, viene a Cristo desordenada y vacía, Dios llena tu espíritu del de Cristo, y con ello inicia el proceso de restauración de tu alma. Así cómo, lo primero que Dios hizo fue hablar que fuera la luz y con ella rasgó las tinieblas y las separó de la luz (Gn. 1:2-5), del mismo modo, Cristo resplandeció en nuestros corazones, iluminando con su gloria nuestro entendimiento (2 Co. 4:6). Poco a poco iremos conociendo estos siete aspectos, en la medida que avancemos en este estudio. Nuestra alma, con sus tres áreas principales: intelecto, voluntad y sentimientos, debe involucrarse en este proceso de restauración, por eso es que somos exhortados a caminar en esta vida nueva (1 Ts. 2:12, Gá. 5:25, Fil. 2:12). También somos amonestados, si es que no nos conformamos a tal exhortación (1 Ts. 5:14) y aun somos conminados a evitar a aquellos que de corazón se desvían de tal propósito (2 Ts. 3:6-7, 11-16). Los creyentes y las iglesias están sometidos a este proceso de restauración del Orden establecido por Dios (1 Co. 11:34). Lo que detiene a Cristo en el cielo, no es que no halla habido suficientes señales cumplidas; tales como guerras, terremotos y multiplicación de la maldad; Él no está sujeto a las señales, la realidad es

3 que la Iglesia aún no está totalmente restaurada, pero cuando esté lista, las señales que faltaren por cumplirse se sucederán una tras otra y entonces Él raptará a sus primicias por Esposa (Hch. 3:20-21). Una de las figuras de la Iglesia, es el Tabernáculo del Testimonio, San Pablo nos enseña que Moisés es figura de Cristo, el Tabernáculo de la iglesia y el modelo que recibió Moisés para construirlo, del Orden Divino (He. 3:1-6, 8:5, Ex. 25:40). Dios dio a Moisés más de tres mil detalles para edificar el Tabernáculo y sus muebles. ¿Ustedes creen que va a permitir que la Iglesia, su verdadero edificio, sea edificado como a nosotros se nos ocurra? ¡Claro que no! Moisés fue fiel al construir aquella tienda, para ser un testimonio de la manera en que Cristo iba a edificar su verdadera casa, la Iglesia. Éxodo 40, del verso 16 al final del capítulo, menciona ocho veces que Moisés todo lo hizo cómo Jehová se lo había mandado, y el resultado fue que la gloria de Dios llenó aquella tienda. El hecho de que nosotros, su verdadera casa, seamos restaurados al Orden Divino, nos asegura que Dios derramará también sobre nosotros su misma gloria. Moisés tenía el corazón correcto, era un verdadero siervo de Dios, su anhelo se manifestó claramente cuando le pidió a Dios ver su camino, para conocerlo más íntimamente (Ex. 33:13-14). Él era la persona que más lo conocía, por 40 años había sido entrenado como pastor bajo la autoridad del sacerdote Jetro y tenía una madurez de carácter como ningún otro, pero no estaba satisfecho (Nm. 12:3). La respuesta de Dios fue darle el modelo para edificar su tienda (Ex. 25:8-9), porque fue a través del Tabernáculo que Dios le respondió y le enseñó sus caminos (Sal. 68:24), que no conoció el pueblo, pues se conformaba sólo con ver sus obras (Sal. 103:7), al darle, insisto, un modelo material, figura del verdadero edificio espiritual que es la Iglesia (Ef. 3:20-21). El autor de la epístola a los Hebreos, asegura que el pueblo de Israel fue evangelizado como nosotros, pero no les aprovechó porque no mezclaron fe (He. 4:2). Si nosotros atendemos a su modelo, nos aprovechará, seremos conformados a su voluntad, y por lo tanto, llenos de la misma gloria que llenó el Tabernáculo de Moisés. San Pablo recibió los mismos planos de la Iglesia que recibió Moisés, a través de su vida ministerial, fue trabajando para establecer a las iglesias locales conforme a ese modelo divino (1 Co. 3:9-10). Después encomendó a Timoteo que caminara en fidelidad a ese modelo, cuando le dijo que retuviera, no sólo las palabras, sino la forma (modelo, esquema) de las sanas palabras que le había enseñado (2 Ti. 1:13), y que cuando trazara todos los detalles de la doctrina, lo hiciera fielmente, para que no tuviera de qué avergonzarse, como obrero encargado de la edificación de la casa de Dios (2 Ti. 2:15). Por ejemplo, en su primera epístola a Timoteo, el apóstol le enseña 48 principios divinos que van a asegurar el éxito de la iglesia local, estructuras que hacen de la Iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad (1 Ti. 3:15). De la misma manera, la estructura del Tabernáculo estaba constituida por 48 tablas de madera de acacia, forradas de oro y con sus bases de plata (Ex. 26:15-30); lo cual nos muestra que, tanto Moisés como San Pablo, trabajaron con los mismos planos. En el tiempo de Dios, estudiaremos también esos principios. Mediten sobre la importancia que puede tener este tema, y cómo puede repercutir en nuestro estilo de vida como creyentes y como iglesia. El apóstol Pablo rogó a la iglesia de Roma que reformara su molde humano y se conformara al modelo divino, renovando su actitud mental, a fin de que pudieran experimentar la perfecta y agradable voluntad de Dios (Ro. 12:1-2). Así también les exhorto a lo mismo, entendiendo que Orden Divino no es sólo conocer sus caminos, sino andar en ellos, para experimentar la gracia que cumple su voluntad, lo cual es su anhelo para con todos nosotros (Sal. 81:13-16). Esto nos calificará para servirle con eficacia (Sal. 101:2, 6). UNA REFLEXIÓN IMPORTANTE Te quiero recordar algunos casos en las Escrituras, que son muy extraños para nuestra mente, educada en las técnicas humanas: Saulo fue llamado para predicar, y sin embargo, dos veces le fue prohibido por el Espíritu Santo hacerlo en ciertos lugares (Hch. 16:6-10); ¿Qué acaso Dios no amaba a la gente de esos lugares? ¿Acaso no había sido enviado precisamente para propagar el evangelio?

4 El apóstol dejó otra puerta abierta en el Señor en Troas y no predicó, a pesar de que había muchos corazones dispuestos a recibir las buenas nuevas (2 Co. 1:12-13). Ya quisieran muchos tener alguna de esas oportunidades que él dejó pasar. ¿Por qué actuó así? Leamos en Marcos 1 los versos 34 al 38. Cristo también dejó una campaña con auditorio lleno y corazones anhelantes y se fue a otro lugar. Imagínate que el estadio Azteca está abarrotado de personas que quieren oírte predicar, y que en ese momento Dios te lo prohíba. Creo que algunos famosos de hoy en tales circunstancias, ayunan, oran y predican de todos modos. ¿Le ves sentido a eso? En cierta ocasión el Señor llegó a un lugar donde había más enfermos que en el Hospital General, pero sólo sanó a un enfermo y se fue (Jn. 5:1-3, 5-9, 14). Recordemos también cuando Lázaro estaba enfermo y le avisaron al Señor, en vez de acudir de inmediato al urgente llamado de sus muy amados amigos, se esperó dos días más y en ese lapso de tiempo Lázaro murió (Jn. 11:3-6). Todos pensaban que Jesús había fallado en atender aquella necesidad, sin embargo, no llegó tarde, pero tampoco se anticipó, llegó en el tiempo correcto, no se movió con la lógica humana, ni bajo la presión de la necesidad, sino en la perfecta voluntad de su Padre Celestial. Recuerda también aquella ocasión en que Felipe volteó de cabeza la ciudad de Samaria en una tremenda campaña de evangelización, y cuando la cosecha estaba en su apogeo, fue tomado de allí y llevado a un camino desierto para hablarle a un hombre solo (Hch. 8:5-8, 26-27). ¿Qué explicación darías a cada uno de estos casos bíblicos? No son cosas lógicas, no es la manera en que actuaríamos bajo nuestros esquemas, sin embargo, están en la Biblia para nuestra enseñanza. Medita en ello, y cuando quieras te diré el secreto que ellos tenían para actuar así, porque de él dependieron los magníficos resultados espirituales que tuvieron. Por ahora sólo te mencionaré que nos conviene abrir el corazón a la necesidad de reformar nuestro molde para poder asimilar el modelo divino. No se trata de no tener metas, programas, estrategias y evaluación de resultados; debemos tenerlos, pero los de Dios, y te pregunto: ¿Cómo entiendes que Cristo sea la cabeza de la Iglesia si no nos comunica lo que tiene planeado hacer? La cabeza debe guiarnos en todos los aspectos de su voluntad específica, tiene su programa, pues Él jamás improvisa, y su estrategia para llevarlo a cabo, y nosotros, como su cuerpo, debemos cumplirlo. El libro de Los Hechos nos narra cómo las iglesias y sus ministros se movían bajo la dirección del Espíritu Santo, y recibían de Dios un respaldo total para ejercer su voluntad agradable y perfecta. Cuando el joven David iba a pelear contra Goliat, intentó hacerlo con aquella armadura que le proporcionó Saúl (1 S. 17:38-50), mas no pudo ni moverse con ella, así que David (tipo de Cristo) se la quitó y con su onda (tipo del Espíritu Santo), cinco piedras de río, lisas de tanto ser rodadas por la corriente (tipo del ministerio quíntuple), y en el Nombre de Jehová de los Ejércitos (con el respaldo de su Palabra), venció al gigante (tipo de Satanás). ¡Qué difícil es moverse en el Espíritu con la armadura (molde) con qué nos quiere ceñir el hombre! (Col. 2:8, 22-23). Dios requiere que sean rotos los moldes establecidos por el hombre, a fin de restaurar el Orden Divino; en muchos casos se hace necesario el ministerio de destrucción de Jeremías, para edificar un edificio sólido de acuerdo al modelo divino, sin tener que apoyarse en las ruinas del antiguo edificio (Jr. 1:10, 17-19). La Biblia nos enseña que la unidad del Espíritu se dará sólo cuando se logre la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios (Ef. 4:3, 13-15), mediante sus maneras y con la ayuda ministerial que Él levante. ¡Qué difícil es discernir lo espiritual cuando nuestros patrones son humanos y nuestra mente opera en el nivel natural! (1 Co. 2:14-16).

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UNA VISIÓN PANORÁMICA DEL ORDEN DIVINO Por Ricardo Vivas Arroyo

Hay siete cosas mayores que se deben considerar para ser introducidos en la voluntad de Dios; las cuales están definidas en el Nuevo Testamento y que identificaremos como Las Verdades del Orden Divino, éstas son: Disciplina, Pureza, Edificación, Doctrina, Gobierno, Adoración y Gloria. Veamos el porqué: 1. La disciplina es indispensable para tener orden, evita las desviaciones del patrón establecido por Dios mediante su Palabra, la Palabra de Dios es la vara de medir y la vara de corrección (2 Ti. 3:16-17). La disciplina nos introduce personalmente en la voluntad de Dios y libera la gracia contenida en su Palabra; la disciplina logra la obediencia fiel de la Palabra de Dios mediante la fe, consiste en decidir lo correcto y perseverar en esa voluntad mediante la gracia, hasta lograr su pleno cumplimiento (1 P. 5:6-7). Los atletas mejoran las marcas y rompen los récords mediante disciplina; su alimentación, ejercicio y descanso son muy estrictos, pero se someten a ello por el anhelo de ganar preseas. El creyente, de manera similar, debe tener disciplina para aprovechar la gracia y cumplir la voluntad de Dios, para recibir las coronas y recompensas incorruptibles de gloria que Dios tiene preparadas para los vencedores (1 Co. 9:24-27). 2. La pureza es el resultado de la separación, es mediante la limpieza del corazón y de la mente que podremos ser útiles en la iglesia del Señor (2 Ti. 2:21-22). Cuando el corazón se contamina con cosas fuera de Dios y la mente se conforma a otros esquemas aparte de su Palabra, no se puede experimentar la agradable y perfecta voluntad de Dios (Ro. 12:1-2, Ef. 5:3, 1 P. 2:11-12, 1 Ti. 5:22, 1 Jn. 3:3, Mt. 5:8, He. 10:22, 12:14). 3. La sumisión es indispensable para edificar fielmente la casa de Dios. Los planos del edificio están en el Nuevo Testamento y sólo el obrero obediente podrá apegarse a ellos, en el qué, el cómo, el cuándo y el quién, para realizar una obra permanente que verdaderamente glorifique a Dios (1 Co. 14:26). Faltar a este importante aspecto, es lo que lleva a muchos ministros a la copia, adaptación o implementación de nuevas maneras de hacer, de escoger las ayudas y aun de hacer nuevas cosas que Dios no estableció en su Palabra; con sinceridad pero en ignorancia y sin la calidad que Dios espera. 4. La Sana Doctrina es mencionada siete veces en el Nuevo Testamento, y Dios sabe cómo conservar su enseñanza libre de herejías y con el balance necesario, no son verdades deshilvanadas, forman parte de un todo, es su mente que nos es revelada, su consejo que nos es ministrado por entero, para que se haga carne en nosotros (Hch. 20:26-27). Sin doctrina sana, no habrá firmeza, no habrá desarrollo, no se alcanzará la madurez deseada por Dios; de ahí la importancia de contar con las llaves para abrir los sellos y acceder a las verdades profundas que Dios quiere revelarnos, Dios tiene un orden para impartir la sana doctrina y garantizar así los buenos resultados. 5. El gobierno de la iglesia es de vital importancia, Cristo la cabeza, va a establecer al ministerio que le pueda representar para cumplir su voluntad en y a través de la iglesia. Tener seminarios y clases para enseñar es muy bueno, está en el plan de Dios; lo malo es que las iglesias forman instituciones que usurpan las funciones de Cristo, al ordenar como ministros a los alumnos que acreditan los conocimientos impartidos en sus aulas. Un ministro es mucho más que sólo información y habilidad, es vida. Ministrar en el Espíritu es impartir de Cristo por su gracia, para cumplir sus propósitos eternos (2 Co. 3:4-6, 1 Ti. 1:12). Los ministros llamados, elegidos y fieles, forman el gobierno que debe administrar fielmente la gracia de Dios, para alcanzar sus objetivos divinos (1 P. 4:10-11, 1 Co. 1:1, Gá. 1:1). 6. La adoración es el principal ministerio de la iglesia y de cada creyente, somos sacerdotes del Nuevo Testamento, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo (1 P. 2: 5) y debemos saber cómo hacerlo. Dios no busca predicadores, obreros o siervos; busca adoradores verdaderos, y es de ellos que levantará a aquellos que le servirán con eficacia (Jn. 4:23-24). 7. Para que la gloria de Dios pueda ser manifestada en esta tierra, es que Dios está edificando su casa, iglesias sin gloria están lejos de cumplir las expectativas divinas, Él ha dado a la Iglesia de su gloria

6 para rasgar la potestad de las tinieblas, extender su reino, alcanzar la madurez y mostrar su grandeza (Jn. 17:22-23). Debemos saber cómo traer y mantener la gloria de Dios en la iglesia local. Ahora bien, conociendo las siete relaciones básicas, vamos a comparar con ellas estos siete aspectos: 1. La disciplina es la manera correcta para relacionarnos con la Palabra de Dios y movernos en su potencia (Gá. 3:23-26), ya que la justicia se descubre por fe y se manifiesta en cada paso de obediencia que damos en lo que creímos (Ro. 1:16-17). 2. Es también ya conocido que la manera correcta de relacionarnos con el mundo es mediante la separación de sus maneras, para ser luz. Esto es pureza, es el contraste necesario con el mundo, que está lleno de hipocresía y aparente piedad (2 Co. 6:16-18, Is. 52:11). 3. Ceñirnos al modelo y métodos divinos requiere de sumisión, lo que nos permite tener una correcta relación con la autoridad, liberando así la gracia de Dios para la verdadera edificación de la Iglesia (2 Co. 13:10). Un siervo sumiso es más efectivo que el hábil y lo ideal es que tenga ambas cosas. 4. La relación con los tratos personales se va a dar correctamente, cuando hemos sido preparados para ello mediante la sana doctrina, Dios primero nos capacita, luego nos prueba, después nos aprueba y nos promueve en su reino; así que debemos ser enseñados en forma consistente, y cuando la Verdad nos ha sido revelada y pasa a ser parte de nosotros, sólo entonces tendremos las armas para salir airosos de cualquier tribulación, firmes en la fe (1 P. 5:9-11). Así fue como en el desierto el Señor Jesús venció toda tentación espiritual, mental y física; cuando respondió con la Verdad que Dios había revelado a su corazón (Mt. 4:1-11). 5. El gobierno de la iglesia establecido por Dios, es necesario para cumplir su plan cabalmente (Ef. 4:11-13, Col. 1:28-29), los cinco dedos de sus poderosas manos son para la obra del ministerio, para perfección de los santos, hasta llevarlos a la plenitud que Él planeó desde antes de la fundación del mundo, porque Dios no se conforma con menos. 6. Siendo Dios mismo el centro de la Iglesia, es la adoración verdadera, la manera correcta de relacionarse con Él; darle el primado es necesario para que pueda morar y manifestarse en medio de ella (Sal. 22:3). Nuestro sacerdocio espiritual es nuestro ministerio básico y permanente. 7. Y en séptimo lugar, Dios dio a la iglesia de su gloria, por lo que lo normal en sus reuniones debe ser sobrenatural. La gloria de Dios debe ser el contenido celestial de la Iglesia que a su vez derrame en esta tierra. Dios es glorificado por cada iglesia que conoce las maneras establecidas por Dios para traer y retener su gloria en sus cuatro manifestaciones. Volviendo a la figura del Tabernáculo de Moisés, éste nos va a ilustrar estas 7 verdades del Orden Divino, así que, dentro de esta panorámica, veamos la Tienda de Dios en medio de las tiendas israelitas, la morada de Dios entre los hombres. El Tabernáculo es figura de cuatro cosas: del cielo, como el lugar de habitación de Dios (He. 8:2, 9:21-24); de la encarnación de Cristo el Hijo de Dios (Jn. 1:14, 2:19-21, Ap. 21:3, 22); del creyente, como templo del Dios vivo (1 Co. 3:16, 6:19, 2 Co. 5:1-6, 2 P. 1:12-14), y de la Iglesia, su morada espiritual en la tierra (Ex. 25:8, Ef. 3:20-21, 1 P. 2:5). En este cuarto aspecto es que lo vamos a estudiar para ilustrar las Verdades del Orden Divino. El Tabernáculo estaba constituido por tres partes: el Atrio, el lugar Santo y el lugar Santísimo, así como la disposición de sus muebles, que por orden son los siguientes: Frente a la entrada del atrio, el Altar de los sacrificios, después la Fuente de bronce, en tercer lugar la Tienda cubierta; dentro de ella a mano derecha la Mesa de los panes de la proposición, frente a la Mesa del lado izquierdo el Candelero de oro, al fondo y al centro, el Altar del incienso, y finalmente, en el lugar Santísimo, se localizaba el Arca del Pacto con su precioso contenido y cubierta.

7 La descripción de cada uno de los muebles se da en las siguientes referencias, mostrando en primer lugar las instrucciones para que Moisés edificara, y en segundo lugar la descripción de lo que él hizo en conformidad a dichos modelos: MUEBLES DEL TABERNÁCULO, PREFIGURANDO EL ORDEN DIVINO PARA EL CREYENTE Y LA IGLESIA

MUEBLE

MODELO.

EDIFICACION

FIGURA.

Altar de bronce.

Ex. 27:1-8.

Ex 38:1-7...................Disciplina personal.

Fuente de bronce.

Ex 30:17-21.

Ex 38:8. .....................Limpieza de conducta ..................................y servicio.

Tienda cubierta.

Ex 26.

Ex 36.........................Edificación.

Mesa de los panes.

Ex 25:23-30.

Ex 37:10-16. ..............Impartir doctrina.

Candelero de oro.

Ex 25:31-40.

Ex 37:17-24. ..............Gobierno.

Altar del incienso.

Ex 30:1-10, 34-38.

Ex 37:25-29. ..............Culto a Dios.

Arca del pacto.

Ex 25:10-22.

Ex 37:1-8...................Gloria de Dios.

Sin entrar todavía en los detalles de cada mueble, veamos como ilustran cada una de las siete cosas que nos introducen en la voluntad de Dios: 1. El Altar de bronce en primer lugar, es una figura del Calvario, nos habla de Cristo como sacerdote y como ofrenda, presentada para satisfacer la justicia de Dios (He. 7:27); pero también tipifica al creyente, porque Dios espera de nuestro sacerdocio el sacrificio de nosotros mismos (Ro. 12:1, Ef. 5:1-2), lo cual se realiza cuando tomamos nuestra cruz cada día y caminamos en pos de Él (Mt. 10:3839). La cruz representa la autodisciplina que Dios ha diseñado para cada creyente (Ro. 6:9-14, 2 Co. 5:14-15). El Orden Divino para la disciplina individual va a ser ilustrada mediante los detalles de este mueble. 2. La Fuente de bronce era el lavacro para los sacerdotes. El día de su consagración eran bañados totalmente en ella, y después, deberían lavarse siempre las manos y los pies antes de ministrar, a fin de evitar la muerte. La pureza viene por medio del lavado, la primera vez totalmente para Salvación (Tit. 3:15). Las manos, tipificando lo que hacemos (el corazón), y los pies, tipificando el cómo nos conducimos (la mente), deben lavarse continuamente para que estén limpios y se pueda impartir vida al ministrar las cosas santas (Jn. 13:8, 10, Is. 52:11). Los detalles de este mueble nos van a ilustrar el Orden Divino para la limpieza de la conducta y el servicio. 3. En tercer lugar, la Tienda, con todas sus tablas, columnas, cortinas y cubiertas, nos va a ilustrar el Orden Divino para edificación de la casa de Dios. Todos los creyentes debemos ejercer primero nuestro sacerdocio ministrando en el Altar y en la Fuente de bronce, y después podremos ser edificadores de la iglesia que es morada de Dios en el Espíritu (Ef. 3:21, 4:15-16, 1 Co. 14:12, 26). 4. La Mesa de los panes de la proposición es figura preciosa del Orden de Dios para impartir la doctrina, ya que el pan es un símbolo de la Palabra de Dios (Jn. 6:51, 63). Los detalles de este mueble nos van a ilustrar la manera en que se debe ministrar la doctrina. Como ya lo mencionamos, en el Nuevo Testamento se hace referencia siete veces a la “sana doctrina”, dándonos en cada ocasión una característica diferente, que en conjunto, nos dan la pauta para conservarnos en la pureza de la fe una

8 vez dada a los santos. El apóstol Pedro también nos enseña que para crecer en salud debemos desear alimentarnos de doctrina no adulterada (1 P. 2:1-2). 5. El Candelero de oro con sus sesenta partes, ilustra el Orden Divino para el gobierno de la iglesia: El oro es tipo de lo divino, mostrando que Cristo es la cabeza de cada iglesia local, que va a gobernarla mediante su Palabra y su Espíritu. Tanto las siete lámparas, como el aceite, son figuras del Espíritu Santo, Él es el divino Administrador de la Iglesia (Hch. 10:38, Ap. 3:1, 4:5). El Espíritu Santo de parte de Jesucristo, llama, prepara, ordena y respalda a ministros fieles para encomendarles el cuidado de la iglesia (Hch. 20:28, Ef. 4:11). 6. En sexto lugar, el Altar del incienso con todos sus detalles, prefigura el Orden de Dios para la adoración verdadera, ya que el incienso, con su fórmula exclusiva y santa, representa el culto a Dios que como iglesia debemos levantar. Los detalles del altar ilustran los aspectos que Dios quiere que guardemos para rendirle un culto acepto (Ap. 5:8, 8:3-4, Lc. 1:10). 7. Por último, el Arca del Pacto, representa la gloria de Dios (1 S. 4:22, Sal. 26:8), y por lo tanto, el Arca con su contenido y todos sus detalles, ilustra el Orden Divino para traer y mantener la gloria de Dios en la iglesia. Cada iglesia local debe corresponder al modelo divino (Ef. 3:21).

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EL ALTAR DE BRONCE TIPO DEL ORDEN DIVINO PARA LA DISCIPLINA INDIVIDUAL Por Ricardo Vivas Arroyo

Quiero mencionar, en primer lugar, que los materiales utilizados en la construcción de los muebles del Tabernáculo, y en general en la Biblia, simbolizan ciertas cosas, de las cuales las principales son:

MATERIAL.

SIGNIFICADO

Madera

Humanidad.

Oro

Divinidad.

Plata

Redención.

Bronce

Juicio.

Lino

Justicia.

Pan

Palabra (como alimento).

Agua

Palabra (como limpieza).

Aceite

Espíritu Santo.

Incienso

Adoración (culto a Dios).

Color púrpura (guinda)

Realeza.

Color jacinto (azul)

Celestial.

Color carmesí (rojo)

Sacrificio.

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El primer mueble a la puerta del Atrio era el Altar de bronce, el lugar de los sacrificios, que como ya dijimos, es figura del juicio del Calvario efectuado por Dios sobre el pecado (He. 9:11-14). En el libro de Levítico se describen siete tipos diferentes de sacrificios, los cuales prefiguran los diferentes sufrimientos de Cristo por nosotros y sus beneficios, ya que Él es el Sacerdote y a la vez la ofrenda por nuestros pecados (He. 9:14). Debemos entender además, que al ser crucificado, nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él (Ro. 6:2, 6, Col. 2:14). Así que, lo que pasó el Señor por nosotros, nosotros lo pasamos juntamente con Él, y debe ser parte de nuestra experiencia de muerte, sepultura y resurrección (Ro. 6:9-11). En cierta forma Cristo no sufrió para evitarnos el sufrimiento, sino para enseñarnos a soportarlo, porque Él sabe bien lo benéfico que es para el alma. El mismo, por lo que padeció aprendió la obediencia (He. 5:8). Hay doce cosas que podemos aprender tocante a la disciplina individual, que están ilustradas en el Altar de bronce: 1.- Lo primero es que el pecador se acercaba al altar para ofrecer un sacrificio, porque estaba arrepentido de su pecado. Nosotros, de igual manera, nos acercamos a Dios por medio del sacrificio de Cristo, reconociendo que somos pecadores y que nuestro pecado fue juzgado en Él. Comprenderlo, va a provocar en el pecador arrepentimiento; ese es el mensaje del Evangelio que debe oír el pecador (Mt. 4:17, Mr. 1:15, Lc. 3:3, 8, Hch. 2:36-38).

10 El arrepentimiento verdadero afecta las tres áreas del alma: En su mente toma conciencia de su proceder equivocado, en su corazón viene un dolor por causa de su ofensa a Dios y en su voluntad viene una reacción en sentido contrario, es decir, una decisión de dejar el pecado para caminar en la justicia. 2.- El pecador debía traer un animal para sacrificarlo como su sustituto (Lv. 4:24-30). En el Calvario el Señor Jesús fue castigado por nuestras obras, llevando nuestra condenación; Él fue molido por nuestros pecados (Is. 53:5). Se requiere ejercer fe en la obra expiatoria de Cristo para recibir el perdón; los textos leídos anteriormente mencionan que la fe en el sustituto es necesaria, debemos ver al Cordero de Dios inmolado por nosotros, que quita nuestro pecado. Creer y confesar que el sacrificio de Cristo fue para expiar nuestra culpa, nos salva personalmente, nos pasa de muerte a vida eterna (Jn. 3:16-18, 36, 6:40, Ro. 3:25-26). 3.- El Altar era de madera de acacia recubierta de bronce, por el interior tenía un enrejado de bronce a codo y medio de altura, justo a la mitad, el cual servía para sostener el sacrificio, de manera que era visible sólo desde arriba. Jesús el hombre fue como un árbol cuya raíz estaba en la tierra seca del desierto (Is. 53:2), pero que, sin embargo, se levantó como un renuevo delante de Dios (Is. 11:1-2). La humanidad de Cristo fue puesta en la cruz para juicio, prefigurado en la madera cubierta de bronce (He. 10:8-10). Nosotros sabemos que al haber creído en Cristo como nuestro Salvador, morimos juntamente con Él y nuestra vida está, a partir de ese momento, escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3). Negarnos a nosotros mismos para llevar su cruz y seguirle, es el verdadero discipulado (Mt. 16:24, 1 P. 2:21, He. 13:12-13). La disciplina de la cruz nos da seguridad. El enrejado en el interior del Altar, era visible sólo de cerca por el sacerdote; su elevación es de codo y medio, la misma altura del arca del pacto (Ex. 25:10), el cual prefigura a Cristo en su posición exaltada, y por consiguiente, corresponde a lo que el apóstol Juan nos enseña, que: "Como Él es en el cielo, así somos nosotros en este mundo" (1 Jn. 4:17) y al mismo tiempo nuestra posición espiritual que es estar sentados en lugares celestiales con Él (Ef. 1:20 con 2:6). 4.- Otro aspecto a considerar, es que todos los utensilios para el servicio del Altar eran de bronce (Ex. 27:3), y servían para la preparación y ejecución del sacrificio, y para la limpieza del Altar. Siendo el bronce un tipo de juicio, nos ilustra cómo, el creyente debe estar establecido en la gracia, y caminar bajo un continuo juicio personal y autodisciplina, a fin de conservarse sano en Cristo (2 Co. 13:5-6). Como ya lo mencionamos en ocasión anterior, la autodisciplina es necesaria para que la gracia fluya en la vida del creyente (1 Co. 9:24-27). Para aprovechar la gracia y así evitar el ser juzgados y disciplinado por Dios (1 Co. 11:28-32); aunque, si se llega el caso, será para su bien y por amor (He. 12:10-13). 5.- El Altar tenía cuatro cuernos de bronce, si el bronce simboliza juicio y los cuernos poder (Sal. 92:10, Sal. 132:17), entonces podemos entender que ilustran cómo, al mortificar la carne por el Espíritu, va a manifestarse en nosotros la vida abundante que Cristo nos prometió (Ro. 8:13). La autodisciplina no es legalismo ni esfuerzo propio, sino más bien, libertad y poder para cumplir el plan divino. Caminar bajo disciplina con conocimiento de su propósito, es la manera de no recibir en vano la gracia de Dios (1 Co. 9:26-27, 2 Co. 3:4-6, 6:1). Debemos tener visión clara del plan de Dios para saber utilizar su poder en llevarlo a cabo. La sangre del sacrificio siempre se ponía sobre los cuernos del Altar, es la Sangre de Cristo, su misma vida, la que testifica respaldando con su poder al creyente. Los animales del sacrificio eran atados con cuerdas a los cuernos del Altar (Sal. 118:27), simbolizando que la autodisciplina nos mantiene en la cruz, atados por las cuerdas del amor de Dios (Os. 11:4, 1 Jn. 4:19, Jn. 21:15), son cuerdas humanas que atan nuestra carne para liberar la vida del espíritu. Si nosotros morimos voluntariamente cada día y vivimos para Dios, el poder de la gracia se manifestará cada vez más en nosotros (Lc. 9:23, 2 Co. 4:10-11, 6:9-10, 1 Co. 15:31). Insisto en que el creyente debe evitar el legalismo en este proceso, ya que la gracia prescinde de las obras de la ley, es decir, la autodisciplina no tiene mérito delante de Dios (Ro. 11:6, Gá. 5:4), ya que

11 es sólo por la gracia que se puede cumplir cabalmente la ley de Cristo (Tit. 2:11-14, 1 Co. 9:21, 7:22). Las obras del creyente deben ser el fruto de la gracia de Dios y no el logro de su esfuerzo propio (Ef. 2:8-10). Es la autodisciplina la que nos ayudará a conservarnos bajo la gracia, desprovistos de todo orgullo espiritual (2 Co. 12:7-10). No es esfuerzo para hacer más cosas por Dios, sino para dejar de hacer nuestras obras y entrar en la vida abundante de las obras de Dios en nosotros (Fil. 1:11, Is. 26:12, 1 Co. 15:10, Fil. 2:12-13). 6.- Otro principio es ilustrado por el hecho de que el Altar tenía cuatro lados iguales, prefigurando con ello el Amor de Dios que circunda la disciplina de la cruz, porque el amor de Dios tiene cuatro dimensiones: anchura, longura, profundidad y altura. Conocer su amor excede y le da sentido a todo otro conocimiento (Ef. 3:17-19, 1 Co. 8:1-3). Cuando Dios nos disciplina es porque nos ama y quiere darnos lo mejor (He. 12:5-7, Ap. 3:19). La expresión y fuente de su amor es el Calvario (Ro. 5:8), al someternos a su disciplina reconocemos su Señorío de amor sobre nosotros (Ro. 14:7-9, He. 12:5). El amor nos lleva al entendimiento de que Dios debe ser más importante que todo lo demás y aun que nosotros mismos (Ef. 1:4 y 6). 7.- El Altar tenía dispuestos cuatro anillos de bronce, por los cuales cruzaban las dos varas de madera forradas de bronce que le permitían ser transportado por los Levitas sobre sus hombros. La disciplina debe ser llevada sobre los hombros, con las dos características que aprendemos de Cristo para llevar su yugo: La humildad y la mansedumbre, eso dará descanso a nuestras almas mientras cargamos nuestra cruz (Mt. 11:29-30). La humildad nos permite actuar con sabiduría, y la mansedumbre nos permite asimilar las presiones sin resistirlas; el manso es como una esponja que no se opone a que la comprimas, y aún está solícita a entregar su contenido. No se trata de cuánta fuerza tienes para llevar la carga, sino más bien de la manera en que la llevas (1 P. 2:21, Fil. 2:3-8). 8.- El sacerdote debía vigilar que el fuego del Altar siempre estuviera ardiendo (Lv. 6:12-13), debía colocar suficiente leña cada mañana, tipificando la obra del Espíritu Santo, tal como el fervor en el corazón del creyente, el cual nunca debe apagarse; lo que nos habla de consagración (1 Ts. 5:16-19, Ef. 4:30, Ro. 12:11). Dios quiere disponibilidad y no esfuerzo propio, diligencia y no apresuramiento, quiere fervor espiritual en vez de entusiasmo y emoción; amando y reconociendo a Dios en toda circunstancia. El fuego continuo del Altar es también figura de la prueba o disciplina purificadora, en medio de la cual debemos dar gracias a Dios por todo y reconocerle aun en la adversidad más intensa, lo que nos va a mantener libres de amargura (Ef. 5:20). La acción de gracias es la vacuna contra la rebelión. Cuando de tus labios ha salido una queja, termínala con gratitud, si ya dijiste ¡Ay!..., termina la expresión con "..¡leluya!", y síguete con abundante acción de gracias. 9.- El sacerdote debía remover las cenizas del Altar después del holocausto y llevarlas fuera del campamento (Lv. 6:11), y cuando éste se levantaba, también (Nm. 4:13), utilizando para ello los ceniceros de bronce, lo cual simboliza que Dios no quiere que vivamos de recuerdos de bendiciones o glorias ya recibidas, sino que mantengamos nuestra expectación por obras nuevas, quitando las cenizas de consagraciones pasadas, para que la leña siga ardiendo (He. 6:1-3, Fil. 3:13-16). No vivas de recuerdos, agradece lo recibido y vé por más. Sé un insatisfecho. Job fue librado de esa tentación mediante la disciplina y sólo así pudo ser más enriquecido (Job 42:10, 12). 10.- Otro aspecto importante es que la ofrenda debería ser sin defecto o no sería acepta (Lv. 1:2-5), lo cual tipifica que el egoísmo y el orgullo van a estorbar nuestro sacerdocio espiritual (1 P. 3:7-12). Antes de presentar tu ofrenda despójate de egoísmo y orgullo y entonces ven y ofrece tu presente y será acepto (Mt. 5:23-24). El sacrificio agradable a Dios es sólo en Cristo, es decir, de gracia, bajo la acción de la nueva criatura (Ef. 4:20-24). La ofrenda de Caín fue rechazada porque ofreció el producto de su esfuerzo, porque la tierra le daría su fruto con sudor (Gn. 3:19, 4:3). En cambio la ofrenda de Abel fue acepta, porque su corazón era recto y se acercó con sangre (Gn. 4:2-5). Acercarse a Dios

12 requiere de un corazón recto y en fe, o no logrará su propósito, ni obtendrá respuestas de Dios (He. 3:13, 1 Jn. 1:3-7). 11.- El sacrificio sobre el Altar era continuo, diariamente debería de hacerse el holocausto (Lv. 6:9), ilustrando lo que Dios requiere del creyente como sacerdote del Nuevo Testamento, cuando nos pide presentar un sacrificio vivo (espiritual), que es la ofrenda tanto de nuestro cuerpo como de nuestra alma (culto racional es la mente rendida Ro. 12:1-2). Debemos adorar a Dios siempre (1 P. 2:5) y sacrificar alabanza continua por medio de Cristo (He. 13:15). Esto renueva nuestro entendimiento y nos permite vivir para la voluntad de Dios (Ef. 4:22-24). 12.- Finalmente podemos notar que, cuando el campamento se levantaba, el Altar y sus utensilios de bronce eran cubiertos para ser transportados por los Levitas (Nm. 4:13-14), ilustrando con ello que, aunque la disciplina personal sea muy dura, no debe ostentarse como mérito personal, porque caería en religiosidad (Lc. 14:25-27, Mr. 10:17-27). La disciplina se debe llevar cubierta y con gozo, es decir, con discreción y modestia (Stg. 1:2-4). Parte de lo que hemos aprendido debe consolar y animar nuestro corazón. Dios deja venir la disciplina para cernir a aquellos que siempre quieren más, de los que se sienten contentos con tan sólo un buen nivel.

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LA FUENTE DE BRONCE TIPO DEL ORDEN DIVINO PARA LA LIMPIEZA Por Ricardo Vivas Arroyo

Ahora estudiaremos lo que simboliza la Fuente de Metal, el segundo mueble del Tabernáculo, ubicado en el Atrio, entre el Altar y la Tienda (Ex. 30:17-21). Vamos a considerar siete cosas que son ilustradas por las características de este mueble, que son necesarias para servir a Dios dando un fruto abundante: 1.- En primer lugar la Fuente fue construida con el bronce pulido de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del Tabernáculo del testimonio (Ex. 38:8). Aclaro que el Tabernáculo al cual se hace referencia en este texto, no es el mismo que edificó Moisés conforme al modelo divino, éste fue anterior y se montaba fuera del campamento. En aquel tiempo no se conocían los espejos de vidrio con sales de plata que ahora utilizamos, sino que se elaboraban de bronce y se pulían hasta conseguir la superficie plana y reflejante de espejo. Así que la Fuente era un mueble brillante, cuando el sacerdote se acercaba podía mirar su imagen en ella. Santiago nos recomienda mirar atentamente a la Palabra de Dios como cuando uno se mira en un espejo, para luego reproducir el modelo visto en la práctica, siendo hacedores de la Palabra y no tan sólo oidores olvidadizos (Stg. 1:23-25). El bronce pulido prefigura el juicio de la Palabra sobre el creyente; cuando éste la lee ella lo examina y le muestra tal cual es: le revela su verdadera condición delante de Dios (He. 4:12-13), y también le muestra el modelo perfecto de Cristo, para que sea transformado a su semejanza por su Espíritu Santo en manera cada vez más gloriosa (2 Co. 3:18). 2.- Su base también era de bronce, lo cual nos muestra que a través de esperar en su Palabra, Dios nos va a establecer, hasta que ésta se cumpla en nosotros. La Palabra de Dios nos va a probar para poder aprobarnos para oficiar nuestro sacerdocio acepto. José, el de la Biblia, fue probado por la Palabra de Dios (Sal. 105:17-19), fue templado por el rigor de Egipto antes de que Dios lo promoviera a ser el segundo hombre más poderoso de la tierra. Y todos somos probados en determinado momento. Debemos ser probados por su Palabra fiel para ser fundamentados en ella. Las circunstancias van a testificar diferente y aun contrario a la Palabra de Dios; el diablo, el mundo y las circunstancias nos van a tratar de avergonzar, pero tenemos una respuesta para nuestros avergonzadores: Qué en la Palabra de Dios hemos confiado (Sal. 119:41-42, 67, 71, 75-77). El juicio de su Palabra nos confirma, cuando por fin recibimos lo que hemos creído (Sal. 68:28, Sal. 66:10-14). Debemos saber que éste es un proceso de santificación necesario, que requiere que tomemos decisiones en fe y que sostengamos en paciencia, para que Dios pueda cumplir su propósito en nosotros (He. 6:12-15, 10:36). 3.- En tercer lugar, su posición entre el Altar y la Tienda, nos ilustra que antes de ser edificadores en la casa de Dios debemos ser sacerdotes, antes de ministrar a los hombres debemos ministrar a Dios; antes de ejercer autoridad debemos someternos a Él (1 P. 2:5), antes de anunciar sus virtudes debemos admirar su gloriosa luz (1 P. 2:9). Ofrecer sacrificios de justicia implica renunciar a nuestros propios deseos a fin de conformarnos a los de Dios (Sal. 4:5, Gá. 5:24-25). 4.- Un aspecto más, es que la Fuente era llena de agua limpia, y ésta también prefigura la Palabra de Dios. El lavacro del agua es por la Palabra (Ef. 5:26), es su obra santificadora necesaria para recibir y ministrar vida (Jn. 17:17). El ministerio a Dios requiere de pureza, la cual se logra por su Santa Palabra (Is. 52:11). 5.- El siguiente punto lo podemos entender al considerar el momento en que un sacerdote era consagrado: Antes de vestirse con sus santas vestiduras por primera ocasión, debía ser bañado totalmente en la Fuente, después era ungido con el aceite santo y por último vestido con las vestiduras sagradas (Ex. 29:4-8, 40:11-15, Lv. 8:6-12), lo cual es una figura del día en que fuimos salvos, porque en ese momento fuimos hechos sacerdotes de Dios por el lavacro de la regeneración (Tit. 3:4-6) y

14 fuimos vestidos de salvación (Sal. 132:16, Gá. 3:27), y una vez salvos, fuimos también ungidos con el aceite del Espíritu Santo, aunque por ignorancia o mala enseñanza no todos lo son (Jn. 14:17, Hch. 19:2). Desde que creímos somos reyes y sacerdotes para nuestro Dios (Ap. 1:6, 5:10) y está a nuestra disposición el bautismo con el Espíritu Santo, para que estemos equipados para cumplir los requerimientos de Dios, con el poder de su gracia por su Espíritu: limpios, ungidos y vestidos para ministrarle. Las vestiduras sacerdotales consistían en siete prendas, es muy importante entender su significado espiritual, ya que somos sacerdotes y requerimos presentarnos en la presencia de Dios y también ministrar a su pueblo con esa honrosa investidura. Con la ayuda de Dios y en su tiempo, podremos aprender sobre este tema e identificar en nuestro Señor Jesús y también en Pablo, como ministraban siempre en base a esos principios. 6.- En sexto lugar, después del día de su consagración, cada vez que los sacerdotes iban a ministrar en el Santuario, debían lavarse las manos y los pies en la Fuente (Ex. 30:20-21), para poder realizar su ministerio sacerdotal, de no hacerlo así, morirían al ministrar. Nosotros, como sacerdotes del Nuevo Testamento, debemos lavarnos también en el agua de la Palabra las manos y los pies: Las manos prefiguran lo que hacemos (Sal. 90:17). El corazón limpio es el origen de las obras justas (Sal. 24:3-5, Sal. 26:6, Lm. 3:40-41), así que necesitamos manos limpias para servir con libertad a Dios como sacerdotes santos (Is. 52:11, 1 Ti. 2:8). Cristo siempre sirvió a su Padre Celestial con manos limpias (Sal. 18:20, 24). Los pies prefiguran nuestra conducta, el cómo nos conducimos delante de Dios y de su pueblo. Nuestros pies se ensucian al transitar por el mundo, mas no requerimos volver a bañarnos, sino sólo lavarnos los pies (Jn. 13:5-10, 15:3), porque ya fuimos limpios una vez por la Palabra para Salvación. Así que, debemos conducirnos en santidad para conservar nuestra libertad (1 P. 1:17-19, 2:11-12). Esto tiene que ver con el mantener nuestra mente continuamente limpia por la Palabra de Dios (Ef. 3:23, Ro. 12:2, 1 P. 1:14-16). La muerte que venía, en el caso de no lavarse manos y pies en la Fuente antes de ministrar, representa la sequedad o esterilidad espiritual que viene por ministrar al nivel de una vida natural; la falta de Espíritu en lo que emprendemos, la carencia de gracia, la conducta religiosa e hipócrita del esfuerzo propio; nunca pueden impartir vida; pero si somos limpios continuamente de mente y corazón, serviremos a Dios con eficacia y nuestro servicio será un ministerio de vida abundante por su Espíritu (He. 12:27-28, Tit. 2:11-14, 1 P. 4:11). 7.- Finalmente, cuando el campamento se levantaba para seguir su peregrinar por el desierto, la Fuente era montada sobre unas parihuelas y cubierta con pieles de tejones de pelo áspero y resistente (Nm. 4:12). Como Dios no quiere que en nosotros se levante el orgullo espiritual, cuando hemos recibido la revelación de sus verdades a través de la experiencia, permitirá que la disciplina de su Palabra sea cubierta con humillación (2 Co. 12:6-10).

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LA TIENDA CUBIERTA FIGURA DEL ORDEN DE DIOS PARA EDIFICACIÓN Por Ricardo Vivas Arroyo

El Nuevo Testamento es la única interpretación válida del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento se nos dan las verdades que debemos conocer y practicar, y en el Antiguo Testamento se ilustran, es un material didáctico que nos ayuda a entender la doctrina, son figuras y símbolos que nos muestran con riqueza y sabiduría cómo es que desde el principio, el propósito de Dios ha prevalecido y se cumplirá plenamente. Por ejemplo, Israel es una figura de la Iglesia, y lo que a ellos les pasó, sirve de admonición a los creyentes en Cristo (1 Co. 10:6, 11); los sacrificios levíticos son figura del perfecto sacrificio de Cristo, que logró los diferentes motivos que tenía cada sacrificio (He. 7:23-25, 9:23-28). Pablo nos dice que las cosas que antes fueron escritas son para nuestra enseñanza y consolación (Ro. 15:4). Moisés es una figura de Cristo y el Tabernáculo que edificó fielmente, según el modelo que Dios le dio en el monte Sinaí, es una figura de la Iglesia, que es la casa de Dios (He. 3:1-6, Ex. 25:8, Ef. 2:2122). Si Moisés recibió más de tres mil detalles para edificar el Tabernáculo y todos sus muebles, siendo sólo una figura de la iglesia, ¿podríamos pensar que la edificación de la misma Iglesia la podremos realizar sin tomar en cuenta los planos que Dios nos da en su Palabra? ¿Podremos idear nuevas maneras para realizar la obra de Dios, que las que Dios ha establecido? Dios encargó a Moisés que fuera muy puntual para ceñirse al modelo que le fue dado en el monte (He. 8:5, Hch. 7:44, Ex. 25:40). De hecho, cuando Moisés pidió a Dios que le mostrara sus caminos para andar en ellos, fue el Tabernáculo el medio por el cual Dios le respondió y suplió ese anhelo, y con ello nos bendijo a nosotros (Ex. 33:12-14, Sal. 68:24) Deseo provocar una reflexión en ustedes, quiero que piensen si en situaciones similares a las que nos plantea la Biblia, procederían de la misma manera. Veamos: Mr. 1:32-38, Lo que el Señor Jesús hizo, equivale a que tú tuvieras la oportunidad de llenar un estadio con gente deseosa de escuchar de Dios, pero que decidieras no acudir y te fueras de allí a predicar en otro lugar. ¿Lo harías? Jn 5:1-3, 5-9, 14. Cristo tenía todo el amor y todo el poder, sin embargo, cuando llegó a aquel estanque, sólo sanó a un paralítico y se fue. Es como si tuvieras la oportunidad de ir al Centro Médico de La Raza y pudiendo ministrar a una multitud de enfermos que creían y esperaban en Dios, sólo sanaras a uno y te fueras. ¿Te suena lógico? Jn. 11:3-6. Si estando en la convención, de pronto te llegará un telegrama que te dijera: “El que amas está enfermo”. ¿Te quedarías dos días más? Ese aviso no significa que tiene un resfriado o algo simple, entonces, ¿por qué, si el Señor amaba a esa familia, no acudió a su llamado de inmediato? ¿Tú que harías? Hch. 8:5-8, 26-27. Si tuvieras el éxito que Felipe tuvo en Samaria, ¿te atreverías a dejar tu campaña en pleno apogeo para ir a ministrar a un solo hombre en un camino desierto? Hch. 16:6-10. Dios te llamó a predicar y estás en un lugar donde ves mucha necesidad, pero sientes que Dios te dice que no debes hacerlo, ¿orarías, ayunarías y predicarías?, o, ¿harías tus maletas para salir de esa ciudad? ¿Por qué Dios no querría que predicaras allí?, ¿acaso no ama al pecador y no hace acepción de personas? Tú sabes que si no lo haces muchos de allí se irán al infierno. 2 Co. 2:12-13. ¡Qué extraño! Pablo desaprovecha una puerta abierta en el Señor y se va de Troas, tan sólo porque Tito no llegó. Ya quisiéramos una puerta abierta como esa como para desperdiciar tan preciosa oportunidad. Este retiro es una puerta que Dios ha abierto, y tenemos mucha expectación por todo lo que Él nos pueda bendecir y edificar, pero siempre estuvimos dispuestos, hasta el último

16 momento, a parar, si Él así nos guiaba, entendiendo que hay principios que Dios ha establecido para que le sirvamos con eficacia. ¿Quieres conocerlos? Después del mensaje de esta noche, como tarea, volverás a cada caso que leímos, y aplicarás estos principios y entenderás la lógica de Dios, que no es como la nuestra. ¿Estás listo? Volvamos al tiempo de Moisés y la edificación del Tabernáculo e identifiquemos cuatro aspectos importantes: • ¿El tabernáculo fue idea de Moisés? No, fue de Dios. De Dios siempre viene la cosa correcta que debemos hacer (Ex. 25:8). • ¿Moisés tomó ideas de sus artesanos para ver cómo hacer una tienda agradable para Dios? No, Dios le dio los planos con todos los detalles y características a los que debían de apegarse estrictamente. Dios siempre nos muestra la manera correcta de llevar a cabo sus propósitos (Ex. 25:9, 40). • ¿Moisés escogió a los edificadores que llevarían a cabo la obra? No, fue Dios quien eligió quiénes la harían, y los dotó de sabiduría para que la realizaran (Ex. 31:1-11). Bezaleel significa “A la imagen de Dios”, prefigurando a Cristo, la imagen del Dios invisible, modelo perfecto, para que seamos edificados a su semejanza. Aholiab significa: “La tienda de mi padre”, prefigurando al Espíritu Santo, que con sabiduría nos transformará en la morada de Dios, el cuerpo de Cristo, para que continúe la obra que el Señor empezó cuando vino a la tierra, y lograr una iglesia perfecta que Él pueda llenar con su misma gloria (2 Co. 3:18, Ex. 40:32-38). Dios siempre levantará la ayuda correcta, llamando, capacitando y respaldando a aquellos que llevarán a cabo su voluntad. • ¿Moisés determinó cuándo edificar la tienda de Dios? No, Dios siempre provee los recursos para todo aquello que está en su voluntad y alinea las circunstancias para que sepamos cuando debemos hacerlo (Ex. 35:4-5, 36:3-7). Dios siempre determina el tiempo correcto para cada cosa. Esto no ha cambiado, los cuatro principios que podemos apreciar en la edificación del Tabernáculo de Moisés, fueron entendidos y practicados por el Señor, por los apóstoles, por Pablo, y deben serlo por todos aquellos que se precien de ser siervos de Dios. Conocerlos y aplicarlos los hará efectivos en su ministerio, y Dios pondrá su sello de gloria en todas sus obras: El Orden divino es hacer la cosa correcta, en la manera correcta, con la ayuda correcta y en el tiempo correcto. Pero preguntarás ¿Cómo puedo identificar estos cuatro principios en cada situación en que me encuentre? Pues bien, el qué y el cómo, los dos primeros principios, siempre emanarán de la Palabra de Dios; no sólo el qué, sino también la manera correcta, para eso Dios nos dejó en los Evangelios la manera en que Cristo cumplió la voluntad de su Padre, siendo nuestro modelo por excelencia, y en el libro de Los Hechos, instructivo práctico en el que están registradas todas aquellas cosas típicas o tipo que debemos tomar en cuenta para practicar el Evangelio en la manera correcta. Debemos conocer las estructuras de la Biblia, debemos recibir la sana doctrina que verdaderamente edifique nuestra fe y nos centre en Cristo (2 Ti. 3:15-17). El quién y el cuándo, los otros dos principios que nos permitirán caminar en el Orden de Dios, siempre nos serán revelados por el Espíritu Santo en cada caso (Hch. 13:1-4, 16:6-10). Hay dos textos en las epístolas de Pablo que algunos piensan que uno fue trascrito de una carta a la otra, pero juntos nos dan este balance perfecto de la voluntad de Dios, debemos llenarnos de la Palabra de Dios, para que more en nosotros en toda sabiduría, y llenarnos del Espíritu Santo, para que seamos entendidos de la voluntad de Dios (Col. 3:16, Ef. 5:18). Cuando Salomón edificó el templo de Jerusalén, conforme al modelo que Dios reveló a David, su padre, en su entrada edificó dos grandes columnas, a una le llamó Jachín y a la otra Boaz, que

17 significan respectivamente: “Fortaleza” y “Él afirma”, mostrando con ellos que las columnas que sostienen a la iglesia, son la fortaleza o poder del Espíritu Santo, y la firmeza de la Palabra de Dios, que en perfecta armonía, nos permiten edificar la casa de Dios como un edificio permanente donde Él more en esta tierra (1 Cr. 28:19, 2 Cr. 3:1, 17). Como dije antes, tienen como tarea identificar estos cuatro principios en los ejemplos leídos al inicio, pero antes de concluir, vamos a considerar un caso muy ilustrativo que seguramente todos conocen, cuando David quiso llevar el Arca del Pacto que estaba en Chiriath-jeraim, donde se había quedado cuando la devolvieron los filisteos, traspasada de Israel en el tiempo del sacerdote Elí, al lugar que le había preparado en Jerusalén. ¿Recuerdan que los filisteos la devolvieron en una carreta nueva, jaladas por dos vacas a las que nunca antes les habían puesto yugo y que solas la retornaron a Israel? (1 Sm. 6:7-12). David anhelaba en su corazón agradar a Dios y hacer las cosas bien (1 Cr. 13:1-3), así que conoció la cosa correcta, debía llevar el Arca a Jerusalén, e identificó que desde que Israel se hizo reino, era el tiempo correcto para que el nombre de Dios tuviera un solo lugar (Dt. 16:2, 5-6). David consultó con sus generales y capitanes, y tuvieron una brillante idea, muy moderna, un carro nuevo, dedicado en exclusiva a ese santo servicio (1 Cr. 13:4-14); pero no era una idea original, pues la copiaron de los filisteos. Todo parecía ir bien, pero cuando los bueyes aceleraron y el Arca se ladeó con riesgo de caerse, Uzza la trató de sostener y al tocarla cayó muerto. David temió y preguntó algo importante: ¿Cómo he de traer a mi casa el Arca de Dios? Dios había roto a Uzza porque la manera correcta no había sido aplicada, y algo más... En 1 Cr. 15:1-14, vemos que David reconoce sus errores, busca a Dios y encuentra que Dios había determinado la ayuda correcta, había elegido a los levitas para llevar el Arca, y a los sacerdotes para ofrecer los sacrificios; así que les pide santificarse para hacer su parte. En el verso 15, David rectifica en cuanto a la manera correcta, debía ser trasportada a la antigüita, cargada con sus varas puestas y sobre los hombros de los levitas. Cuando los cuatro principios del Orden divino se alinearon, el Arca, tipo de la gloria de Dios, llegó a Jerusalén para ser colocada en su tienda, tipo de la Iglesia que está en la voluntad de Dios (25-26, 16:1-2). Cuando nosotros aprendamos a caminar igual, veremos la gloria de Dios en cada cosa que hagamos.

ESQUEMA 1: ORDEN DIVINO PARA EDIFICACIÓN PALABRA DE DIOS BOAZ (FIRMEZA)

ESPÍRITU SANTO JACHÍN (FORTALEZA)

EL QUÉ (COSA CORRECTA)

EL QUIÉN (AYUDA CORRECTA).

EL CÓMO (MANERA CORRECTA)

EL CUÁNDO (TIEMPO CORRECTO)

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LA MESA DE LOS PANES FIGURA DEL ORDEN DIVINO PARA IMPARTIR LA DOCTRINA Por Ricardo Vivas Arroyo

Vamos a considerar el Orden Divino para impartir la doctrina, lo cual está prefigurado en la Mesa de los Panes de la Proposición. Veremos doce detalles: 1.- La Mesa era de madera de acacia recubierta de oro puro (Ex. 25:23-30), lo cual prefigura la humanidad de Jesús y la divinidad de Cristo. Él es la Palabra de Dios hecha carne y dada al mundo para Salvación (Jn. 1:1-2, 14). 2.- La Mesa tenía cuatro patas para sostenerse, lo cual ilustra que la revelación de Jesucristo se sostiene en los cuatro Evangelios, es una mesa de banquete sostenida por cuatro perspectivas del Redentor: El evangelio de San Mateo presenta su linaje, mostrando que el Señor Jesús era el Hijo de David y de Abraham (Mt. 1:1), Él era el Rey de los Judíos profetizado como el León de la tribu de Judá (Gn. 49:9-10) y manifestado por su encarnación, ministerio, muerte, resurrección, exaltación y segunda venida (Ap. 5:5). En el evangelio de San Marcos no se da genealogía del Señor, desde el principio muestra a Jesús como alguien que vino para servir, como una bestia de trabajo con fuerza para llenar los graneros de Dios (Pro. 14:4). El evangelio de San Lucas, en cambio, da muchos detalles de su nacimiento y genealogía, lo muestra como el Hijo de Adam, que fue de Dios (Lc. 3:38), es decir, demuestra que Jesús fue y es un hombre verdadero, es por eso que le llama el Hijo del Hombre. El evangelio de San Juan nos revela al Hijo de Dios hecho carne (Jn. 1:1-2), demuestra la divinidad del Cristo, el que era con Dios y era Dios desde el principio. Así que los cuatro evangelios son la revelación de Jesucristo como el Rey, el Siervo, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, prefigurado por los cuatro animales que vieron, tanto el profeta Ezequiel (Ez. 1:10), como el apóstol Juan (Ap. 4:6-8): Uno con cara de León, otro con cara de Buey, el tercero con cara de Hombre y el último como un Aguila volando. 3.- La Mesa tenía dos cornisas de oro, unidas por una moldura de oro de una mano de ancho todo alrededor (Ex. 25:24-25). Las cornisas eran bordes que coronaban y limitaban el contorno de la Mesa, y por lo tanto circundaban los panes que se colocaban sobre ella. Dios ha establecido que la sana doctrina siempre esté ceñida por la Palabra de Dios y por el Espíritu Santo que la respalda. Isaías declara: "A la ley y al testimonio" (Is. 8:19-20), la ley es la Palabra y el testimonio lo da el Espíritu Santo. El apóstol Pedro asegura que lo que nos permite glorificar a Dios por Jesucristo es que la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo respalden nuestras acciones (1 P. 4:11). Cuando se habla la Verdad, Dios la confirma por su Espíritu mediante las señales que la siguen (Mr. 16:20). Debe ser nuestra oración que Dios confirme siempre su Palabra por la obra de su Espíritu Santo, porque la estemos predicando en su Orden Divino (Hch. 4:29-31 con 5:12). Las interpretaciones particulares de la Biblia son mentales, la doctrina debe ser revelada por el Espíritu Santo (2 P. 1:20-21, 1 Co. 2:1316). 4.- La Mesa tenía cuatro anillos de oro en sus esquinas, a través de los cuales se ponían las dos varas de madera recubiertas de oro que servían para transportarla. Las dos varas prefiguran nuevamente la Palabra y el Espíritu, dos anillos para una vara nos prefiguran que la Palabra nos muestra dos aspectos: la cosa correcta y la manera correcta; y los dos anillos de la otra vara prefiguran que, el Espíritu determina las otras dos cosas: la ayuda correcta y el tiempo correcto. Sólo así se podrá llevar y establecer el evangelio del reino en todo el mundo.

19 5.- Todos los utensilios de la Mesa: Platos, cucharas, cubiertas y tazones, eran de oro puro; lo cual prefigura el amor de Dios, porque el conocimiento o ciencia de la Palabra sin amor es vano, mas con amor edifica (1 Co. 8:1-3, 2:9-10), cuando se cumple la Palabra de Dios (Ro. 13:10). 6.- Ahora bien, todos sabemos que el pan es tipo de la Palabra de Dios (Jn. 6:35, 63). En cuanto a él se dan las siguientes características (Lv. 24:5-9): Eran hechos con flor de harina sin levadura y amasados con aceite de oliva (Ex. 29:2, Lv. 2:11). La flor de harina era la harina de trigo pura y cernida, figura de la Palabra pura de Dios; amasada con el aceite del Espíritu Santo, la cual no debía mezclarse con levadura, figura de la doctrina humana que es vana (Mt. 16:5-6, 11-12, Mr. 8:13-21, Lc. 12:1). Un poco de levadura leuda toda la masa, un poco de tradición y de cultura religiosa contamina la Verdad y la convierte en herejía; da volumen al pan porque introduce vanidad; entretiene al que la come pero no lo alimenta (1 Co. 5:2, 6-8). Si no se tiene flor de harina sin levadura y con aceite, el creyente se hinchará con orgullo espiritual y religiosidad (1 Co. 4:6). No debemos tener doctrina de sabiduría humana bofa, sino aquella que es pura y eficaz para nuestra edificación (1 Co. 2:4-6). 7.- Eran doce panes, el doce en la Escritura es número de fundamento; la manera de ser establecidos en la Roca de la sana doctrina, es entregando a la iglesia todo el consejo de Dios (Mt. 4:4, Dt. 8:3, Hch. 20:18-20, 26-28). 8.- Las doce piezas eran puestas en orden de dos hileras de seis panes, lo que prefigura que además, la doctrina se debe de impartir en una manera ordenada, conforme al modelo apostólico y no como verdades sueltas o doctrinas deshilvanadas (Is. 28:9-10, 2 Ti. 1:13, 2:15). 9.- Los panes eran colocados calientes cada día de reposo (Lv. 24:8). La Palabra debe ser recibida fresca, por inspiración del Espíritu y no por interpretación mental o simple información (2 P. 1:19-21, 2 Ti. 3:16-17). El pan caliente nos habla también de impartir la doctrina de la misma manera que nos fue dada (1 P. 1:12, Gá. 1:11-12). 10.- Los panes debían permanecer toda la semana sobre la Mesa, cada día el sacerdote les debía poner incienso para que se conservaran suaves (Lv. 24:7). El incienso es figura de alabanza y adoración, y es la manera en que el corazón se prepara para recibir la Palabra viva (Col. 3:16-17). La alabanza es la expresión de la fe en su Palabra (Sal. 106:12). Los tiempos de alabanza en los cultos no son con el propósito de hacer tiempo para que lleguen los que siempre llegan tarde, sino que son la preparación necesaria del corazón para poder recibir la Palabra que será impartida. 11.- Los panes eran llamados literalmente Panes de la Proposición o de la Presencia (Ex. 25:30), porque debían permanecer los 7 días en la presencia de Dios antes de ser comidos. La doctrina debe impartir vida, debe venir de Dios (Jn. 6:63). La Palabra debe hacerse carne en nosotros, impartiéndonos la naturaleza de Cristo (2 Co. 3:3, 2 P. 1:3-4). No debemos recibir la letra que mata, sino la Palabra que imparte su presencia y vivifica (2 Co. 3:6, Ro. 7:6, He. 13:7). 12.- Los panes debían ser comidos por los sacerdotes en el lugar Santo el día de reposo (Lv. 24:9). El reposo de fe debe ser la manera de recibir la enseñanza, nosotros somos los sacerdotes del Nuevo Pacto y debemos saber que el día de reposo prefigura el cese de nuestro propio esfuerzo, a fin de poder ejercer fe en ella para que nos alimente, y así tener las fuerzas para caminar en obediencia (Ex. 31:13, Ro. 1:16, 1 Co. 1:18, 24). Su Palabra debe ser ingerida en reposo y ella nos santificará (Stg. 1:21, Hch. 20:32, Jn. 17:17), como el pan que nos dará fortaleza para perseverar en pos de Cristo (Mt. 15:32-38, Mr. 6:39-41). -----o-0-o-----

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EL CANDELERO DE ORO PREFIGURA EL ORDEN DIVINO PARA EL GOBIERNO DE LA IGLESIA Por Ricardo Vivas Arroyo

Para suplir la gran necesidad de ministros, las organizaciones religiosas han implementado los seminarios e institutos bíblicos. Estudiar no está mal, Dios no quiere neófitos en el ministerio, el problema consiste en que la institución faculta como ministros a sus egresados, tan sólo porque acreditaron sus estudios, aunque varios de los cuales, que tienen vocación al ministerio, no han adquirido la madurez para ejercerlo con el sólo hecho de tener conocimientos teológicos (Madurar toma un tiempo diferente para cada persona). De esa manera, también se da pie a que otros ejerzan el ministerio como una profesión, usando sus habilidades naturales, sin siquiera haber sido llamados por Dios, y les entregarán cargos y responsabilidades dentro de la organización, los ordenarán y los moverán según las necesidades, las circunstancias, sus planes de expansión y políticas de la organización. Un diploma no garantiza el respaldo divino, no son las habilidades naturales puestas al servicio de Dios lo que edifica a las iglesias, sino el llamado, capacitación de Dios, la fidelidad del que ha sido llamado para ser probado y aprobado por Dios, y el respaldo divino. La manifestación del fruto y la operación de los dones del Espíritu deben ir a la par del conocimiento de la doctrina: Gracia con conocimiento van a dar el crecimiento en el tiempo específico de Dios para cada uno (2 P. 3:18, 1 P. 4:10-11). Hay muchas variantes en la forma de gobierno de las diferentes organizaciones religiosas, el cual queda generalmente centralizado en una cabeza o concejo humanos, ubicado en la iglesia central o matriz, administrando a las iglesias como sucursales, lo que limita la relación de cada iglesia local como cuerpo con la cabeza que es Jesucristo: Hay monarquías hereditarias, dictaduras vitalicias, democracias, asambleas, convenciones, etc. Sin embargo, Dios tiene su modelo de gobierno y un Orden Divino para que se levante, establezca y funcione la Iglesia del Señor. Si el gobierno de una iglesia es humano, es decir, formado por personas hábiles y preparadas, pero no por aquellas genuinamente llamadas por Dios, no importará que en apariencia corresponda al modelo del Nuevo Testamento, será un gobierno centralizado ya sea en el pastor, o en el grupo de ancianos o diáconos de esa iglesia local, sustituyendo el Señorío de Cristo por el del hombre. La iglesia necesita también ser restaurada en esta área tan importante de su manifestación al mundo, que Cristo sea real y prácticamente la cabeza, y que el verdadero ministerio esté moviéndose como su mano poderosa para ejecutar su voluntad, cumpliendo plenamente los tres propósitos básicos de la Iglesia: Habitación, Revelación y Propagación. El Candelero de oro, localizado en el lugar Santo, nos va a ilustrar el Orden Divino para el gobierno de la Iglesia que Cristo mismo está levantando; vamos a considerar también doce características principales de este mueble: Leamos los siguientes pasajes: Ex. 25:31-40, 37:17-24 y Lv. 24:1-4. 1. El Candelero debería pesar un talento, pero es el único mueble del que no se dan dimensiones. Un talento nos muestra que Él está en plenitud en los cielos y a disposición de su Iglesia, pero sus dimensiones en cada iglesia local, dependerán de cuanto conocimiento se tenga de Cristo y su grandeza, mediante su Palabra, y de cuanto se someta su gobierno y cada miembro de la iglesia local al señorío de Cristo (Sal. 78:41, 1 Co. 15:34) La indiferencia, la ignorancia y la incredulidad, así como el deseo de controlar la vida de la iglesia de acuerdo a perspectivas humanas, limitan a Dios; en cambio, la expectación, el conocimiento, la fe y una dependencia humilde de Dios de su gobierno, van a engrandecer a Dios ante su Iglesia, y se manifestará cada vez en mayor medida (Jn. 16:12-15, 2 Co. 6:11-13).

21 2. El Candelero era de una sola pieza (Ex. 37:22, Nm. 8:4), lo cual nos habla de la unidad que da a cada iglesia un verdadero gobierno establecido por Dios. Unidad en el Espíritu y no mediante alianzas humanas y administrativas (Ef. 4:3-6). Dios quiere que la Iglesia sea consumadamente una cosa como el Hijo lo es con el Padre y con el Espíritu Santo (1 Jn. 5:7). Esta unidad se debe dar en la fe y conocimiento del Hijo de Dios y se logrará mediante el ministerio quíntuple moviéndose en armonía (Ef. 4:11-13). Esta verdadera unidad en Cristo será manifiesta al mundo, para que reconozca que Cristo es el Hijo de Dios y al creer muchos más sean integrados a ella en amor (Jn. 17:18-21, Col. 2:2). 3. Siendo el único mueble totalmente de oro puro, tipo de su divinidad, sin madera de acacia, tipo de su humanidad, en primer lugar nos muestra que Jesús jamás se movió en su ministerio terrenal dependiendo de su capacidad humana, sino en su Espíritu (Jn. 5:19-20, 30, 8:28, 12:49, 14:10), y siempre bajo la unción del Espíritu Santo, como el Cristo o Mesías, es decir, el Ungido de Dios, tipificado por el aceite de oliva que llenaba las 22 copas del Candelero (Lc. 4:1, Mt. 12:18, Hch. 10:38, Mt. 12:28). Jesucristo es real y exclusivamente la cabeza sobre cada iglesia local que se conforma a su modelo (Ef. 1:22-23, 4:15, 5:23, Col. 1:18). La autoridad de un ministro es en realidad la autoridad de Cristo que fluye a través de él cuando está sometido al su Señorío y camina en su espíritu regenerado (Ro. 1:9, 1 Co. 5:4, 1 Co. 14:14, 2 Co. 2:13, Fil. 3:3), y lleno del Espíritu Santo (Hch. 4:8, 6:5, 7:55, 8:29, 39-40, 11:24, 13:9), siendo fiel al llamamiento que le ha sido dado (Gá. 1:1, 10-12, Jn. 15:1-5). Cristo se manifiesta en su iglesia con toda su divinidad cuando no solamente los cinco ministerios, los ancianos y diáconos, sino todos los miembros del cuerpo de Cristo, están siendo gobernados directamente por Él. Los brazos del candelero como los pámpanos de la vid, prefiguran la gracia de Dios (el oro puro), que debe operar en cada iglesia local y en cada uno de sus miembros, dándoles la manera de servir como parte del cuerpo de Cristo, de acuerdo a los dones vocacionales de Romanos 12 (Ro. 12:3, 6, Ef. 4:7). Cristo y no los ministros, es el que debe dirigir a cada iglesia local mediante ellos. En el libro de Los Hechos se nos narran los hechos de los apóstoles y demás ministros, denotando claramente que todo lo hicieron llenos del Espíritu Santo. Es por lo tanto responsabilidad de todo ministro el enseñar a cada miembro de su iglesia a depender directamente de Cristo la cabeza, siendo sus autoridades sólo canales que ayudan a su fe sin enseñorearse de nadie (Col. 2:10, 1 Co. 4:1, 19-21, 2 Co. 1:24, 6:1, 1 P. 5:3). La autoridad delegada en ellos es en realidad la autoridad de Cristo fluyendo en el ministro rendido que se mueve con su espíritu en el Espíritu Santo, sin contribuciones personales (madera) (Gá. 5:16, 25-26), para edificación (Mt. 9:8, 10:1, Lc. 4:32, Mt. 28:18-19, 2 Co. 10:8, 13:10, 2 Ts. 3:9, Ap. 2:26). El administrador o mayordomo de la iglesia es el Espíritu Santo enviado del cielo, como el aceite que fluía desde la caña central hacia los brazos (Hch. 20:28, 13:24, 1 P. 1:12). Entenderlo nos permite ubicar al ministro en su posición de siervo con minúsculas: Un siervo fiel no tiene iniciativa propia, sino que es puntual en cumplir estrictamente las encomiendas de su Señor, como si Él mismo lo hiciera (2 P. 1:21, Ex. 39:4243). Cuando cada ministro funciona fielmente en su labor, Dios va a dar a la iglesia local y a sus miembros, un crecimiento balanceado (1 Co. 3:6). Los ministros son colaboradores de Dios, su poderosa mano, que ejecutan lo que la cabeza quiere (1 Co. 3:9-11, 1 P. 5:5-6). Así que el ministerio no es alguien que nos da lo mejor de sí mismo, sino aquel que, habiendo sido llamado, se ha vaciado de sí mismo, para ser lleno de la Palabra y el Espíritu (Ef. 5:17-19, Col. 3:16-17), y de esa manera poder dar a la iglesia lo que es de Cristo en amor (Ef. 4:14-15). Recordemos que en el tribunal de Cristo el fuego hará que el oro brille más, pero la madera se quemará, sólo será recompensado lo que la gracia de Dios obró, sin tomar en cuenta la habilidad humana (1 Co. 3:10-15).

22 4. El Candelero era labrado a martillo, así que imaginen, no un bloque de oro al que se le van desprendiendo pedazos con el cincel y el martillo, sino una lámina de oro que es conformada como un repujado, de modo que al ser labrado con el martillo, no se pierde un gramo de material (Nm. 8:4), y cada brazo es como un canal hueco por donde el aceite puede fluir por el interior del Candelero; lo cual prefigura, en cuarto lugar, que la madurez del ministerio, se dará en la medida en que los ministros se someten a los tratos personales de Dios para que sean hechos cada vez más semejantes a Cristo, tanto en carácter como en habilidad. Todos los brazos tienen las mismas características, pero no son idénticos, sino semejantes a la caña central; así cada ministro que se ha negado a sí mismo y crucificado vive sólo para Dios (Mt. 16:24, Gá. 2:20-21, 5:24, 2 Co. 5:15), llegará a ser una fase de Cristo que lo pueda representar, en la medida en que entregue de gracia todo lo que ha recibido de gracia (1 Ti. 4:10-16). En la medida que el ministerio madura, también debe ser visto como un modelo de lo que Dios puede hacer en cada creyente (1 P. 5:3, 1 Co. 4:6), de manera que imiten a Cristo al imitar a sus ministros en aquello en que han dado fruto, es decir, en lo que Dios les respalda porque es su obra en ellos (1 Co. 11:1, 1 Ts. 1:6-7, He. 13:7). El martillo va a transformar todo aquello que personalmente les estorbe para ser hechos a la semejanza de Cristo (2 Co. 12:7-10). 5. Contemos los componentes de este mueble: 1 base, 1 caña central, 6 brazos, 22 copas, 9 flores, 9 manzanas (adornos), 7 lámparas (candilejas), 2 platillos, 1 despabiladeras y 2 vasos de oro para servir el aceite (Nm. 4:9); en total 60 componentes, número de justicia. La autoridad del ministro emana de su obediencia a la Palabra de Dios, prefigurada también por el Candelero de oro puro, ya que Cristo es la Palabra viviente (Sal. 119:105, Pro. 6:23, Sal. 19:8, Jn. 1:1-3 (logos)). Así que el gobierno de la iglesia debe ceñirse totalmente a la autoridad de la Palabra de Dios en todo su contenido y debe ejercerla fielmente para que la perfecta voluntad de Dios se cumpla a través de él, por la acción de la gracia mediante los dones del Espíritu Santo y para llevar a cabo las operaciones del Padre o plan de Dios (1 Co. 12:4-6, 1 P. 4:10-11). Si el doce es número de gobierno y de fundamento y cinco es número de gracia, vemos que la justicia de la Palabra de Dios se va a establecer mediante su gobierno cuando éste se somete por entero a la gracia de Dios así como (12 x 5 = 60). 6. En sexto lugar, consideremos los diferentes motivos que Dios le pidió a Moisés que decoraran al Candelero: Las 22 copas en forma de flor de almendro, las 9 flores y las 9 manzanas: a.

Las 22 copas en forma de flor de almendra, 4 estaban en la caña central y 3 en cada brazo. En Palestina los almendros se visten de blancas flores antes de que termine el invierno, son por lo tanto símbolo de esperanza, de expectación gozosa, nos hablan de velar o estar alertas, del necesario espíritu de anticipación, que nos hace perseverar y procurar la pureza de Cristo (1 Jn. 3:3). La continua exhortación de la Biblia es velar con esperanza, lo cual es de capital importancia para alcanzar los propósitos de Dios (Hch. 20:31, 1 Co. 16:13, Mt. 24:42, 26:41). La expectación es necesaria para poder ser llenos de las 22 cosas que el Nuevo Testamento enseña que deben llenar la vida de los creyentes, empezando por los ministros. En otra ocasión estudiaremos esto al detalle y veremos que en efecto, el Nuevo Testamento nos menciona 22 cosas que nos deben llenar, formando 6 grupos de 3 cosas y 1 grupo de 4 cosas, tal y cómo están dispuestas las copas en el Candelero; como ejemplo sólo citaré que debemos ser llenos de: Amor, gozo, sabiduría, ciencia, consolación, Espíritu, paz, de toda la plenitud de Dios, etc. (Hch. 11:24, 6:5, 7:55, 13:8, 52, Ef. 3:19).

b.

Las 9 flores nos hablan de madurez, el aroma de Cristo debe ser exhalado de la vida de aquellos que le sirven (2 Co. 2:14-16), esto sólo se logra cuando el carácter de Cristo descrito en la epístola a los Gálatas (Gá.5:22-23), ha sido formado en sus siervos. Es el fruto y no los frutos del Espíritu, ya que se deben dar sus nueve manifestaciones en cada creyente. El carácter se define mediante la manifestación de tres aspectos: Sentimientos, Intelecto y Voluntad (Sentir, pensar y actuar).

23 Para saber cómo siente Cristo tenemos las tres primeras manifestaciones del Fruto del Espíritu, como cualidades espirituales que aparecerán en su alma: Amor, gozo y paz. El amor es la esencia de la naturaleza divina porque Dios es amor, y el nacido de Dios tiene ese amor que debe brotar como fruto (1 Jn. 4:7-12, 16). El gozo, de Dios también debe manifestarse en el creyente como fruto de la semilla que es Cristo en él (1 Ts. 5:16, Jn. 15:11, Jn. 17:13). La paz de Cristo es indispensable para mantenerse serenos en las circunstancias más adversas (Jn. 14:27, Ro. 16:20, 2 Co. 13:11, Fil. 4:7), Estas tres manifestaciones del carácter de Cristo nos muestran su corazón para con nosotros, y en la medida en que sentimos como Él, lo serviremos mejor. Cómo piensa Cristo nos lo enseñan los siguientes tres frutos: Longanimidad (paciencia), benignidad y bondad. La paciencia es una actitud mental o predisposición para soportar por largo tiempo y sin alteraciones que las cosas estén mal, hasta que cambien para bien. La benignidad es parte de la naturaleza de Dios que siempre piensa bien y no en función de la mala actitud de las personas (Sal. 92:5, Lc. 6:35, Ro. 2:4, 2 Sm. 22:36, 1 P. 2:3). La bondad es manifiesta cuando sus hijos le reconocen y le buscan, y en consecuencia sus pensamientos son siempre de bien para sus hijos de todas las edades espirituales (Sal. 139:17, Jr. 23:20, 29:11, 30:24, Ro. 11:22, 2 Co. 9:11, 2 Ts. 1:11). La mente de Cristo en el ministro le permitirá edificar y gobernar bien la casa de Dios. Cómo actúa Cristo lo comprenderemos al considerar los tres últimos: Fe, mansedumbre y templanza. Gracias a Dios que Él decide y actúa con base a la fe de Él operando en nosotros (Ef. 3:12, Hch: 3:16, Fil. 3:9, Stg. 2:1, 26). Si le fallamos nos trata con mansedumbre (2 Co. 10:1). Aún si nos endurecemos y resistimos su voluntad, nos tratará con misericordia porque tiene templanza (2 Ti. 1:7, 1 P. 1:13). Cuando la vida del ministro manifiesta estas nueve características del fruto del Espíritu, servirá a su Dios y a su pueblo con eficacia. c.

Los nueve adornos (no manzanas como dice la Biblia en español), prefiguran los 9 dones, en plural, del Espíritu Santo (1 Co. 12:8-10), que son indispensables para que el gobierno de la iglesia despliegue la habilidad de Cristo en el hacer las obras que Él hizo y aún mayores (Jn. 14:12-17 con 16:7). El Reino de Dios se confirma por los dones del Espíritu Santo (Ro. 1:11), son los adornos que enmarcarán la hermosura de la Esposa del Cordero (Gn. 24:53, 1 Co. 1:5-8). La belleza del evangelio se muestra por la operación de dichos dones, son los ornamentos celestiales de la Iglesia por la que Cristo viene. Aunque todos los dones son necesarios y cada iglesia local debe tener los nueve repartidos entre sus miembros, también podemos relacionarlos con los tres propósitos básicos de la iglesia, aunque podrán operar sin restricciones para los demás propósitos según el Espíritu Santo lo guíe: Para que se cumpla el propósito de habitación nos fueron dados principalmente los dones de profecía, géneros de lenguas e interpretación de lenguas, es por eso que sobre todos es necesario el procurar el don de profecía, para los creyentes, y los dones de lenguas e interpretación para los infieles, para que se manifieste la presencia de Dios (1 Co. 14:1, 22, 24-25, 5, 31). Para el propósito de revelación es importante que operen los dones de Palabra de ciencia, Palabra de sabiduría y discreción de espíritus, con los cuales Dios revelará a sus ministros la doctrina, pero además revelará el estado espiritual de la iglesia y sus miembros, así como los problemas y sus soluciones, manteniendo a la iglesia pura y segura. Para el propósito de propagación la iglesia es equipada con tres poderosos dones, como lo son fe, milagros y dones de sanidades, con los que se convencerá a la gente que es Dios quien les llama a la Salvación y les libera, sana y restaura en manera sobrenatural.

24 7. En séptimo lugar, consideraremos las lámparas del candelero, su función y la manera de transportar el mueble: a.

Las siete lámparas llenas de aceite de oliva, se prendían por la tarde para que alumbraran toda la noche (Ex. 27:20-21, 30:7-8). La noche prefigura el mundo en tinieblas y cada iglesia local debe ser luz en el Señor, mediante la unción poderosa del Espíritu Santo, alumbrando con sus buenas obras y su predicación, que traiga a los perdidos a la Salvación (Jn. 12:46, 2 Co. 4:6, Mt. 5:14-16, Lc. 8:16, 1 P. 2:9, Ef. 5:11). Cuando en la eternidad sea establecido el reino inmóvil, donde Cristo esté reinando sobre toda la creación para siempre desde la Nueva Jerusalén, ya no habrá noche (Ap. 21:25, 22:5); pero mientras no llegue ese día sin fin, la luz del candelero debe alumbrar continuamente desde cada iglesia local.

b.

Las siete lámparas dirigían su luz hacia delante, donde se encontraba la Mesa de los Panes de la Proposición (Ex.25:37, Nm. 8:1-3), lo cual prefigura la necesidad de depender del Espíritu Santo, para poder conocer las verdades espirituales de la sana doctrina, el Espíritu debe alumbrar los ojos de nuestro entendimiento para el conocimiento de Cristo (Ef. 1:17-18). La Palabra es un misterio, a menos que Dios la revele a y por medio de sus ministros llenos del Espíritu Santo (Ef. 3:2-5, 5:8, 18). El Espíritu Santo va a guiar a cada iglesia mediante la luz de sus siete lámparas (Ap. 4:5), que representan a los siete Espíritus de Dios que reposaron sobre Cristo cuando vino a la Tierra (Hch. 10:38, Is. 11:1-2), y que ahora van a desarrollar en cada iglesia local, tanto los siete ministerios básicos o dones vocacionales (Ro. 12:1-8), como al ministerio quíntuple, que son los dones de la resurrección de Cristo, constituidos por Él para edificación y perfección de los creyentes (Ef. 4:10-12).

c.

Las lámparas se aderezaban cada mañana, es decir, primero se limpiaban y luego se recargaban de aceite de oliva, tipo del Espíritu Santo (Ex. 30:7, 37:23, 27:20, Nm. 4:9). La limpieza se realizaba mediante unas despabiladeras de oro, que eran una especie de tijeras para cortar las mechas quemadas, a fin de que no echaran humo, las mechas se recibían en los platillos de oro. Usar estos utensilios de oro evitaba utilizar directamente los dedos en la limpieza del candelero. El gobierno de cada iglesia local debe corregir y disciplinar cuando es necesario, para evitar el humo de la carne (1 Ts. 2:5-12), pero no usando el legalismo de los dedos humanos, al utilizar las despabiladeras del amor, con misericordia y verdad (Pro. 16:6, 1 Co. 10:8-11, 2 Ti. 2:24-26). La autoridad con la que Dios opera a través de sus ministros no es para destruir, sino para edificar, manteniendo el estándar con disciplina y gracia a la vez (2 Co. 13:1,3, 10). La doble porción de los primogénitos (Dt. 21:15-17), misma que Eliseo anheló como doble porción del espíritu que había en Elías (2 Ry. 2:9-19), es prefigurado por los dos vasos de reservas de aceite, estos se usaban para reponer el aceite en las copas del candelero, que le permitieran arder de continuo toda la noche, y prefiguran las reuniones de oración y ayuno, con sus tiempos de alabanza y adoración, que mantienen a la iglesia y a sus ministros llenos del Espíritu Santo, para que no sirvan en su carne o capacidad natural, sino en el espíritu, como es la voluntad de Dios (Hch. 3:1, 12:5, 13:1, Mt. 25:1-10, 2 Ti. 2:20-21). Posiblemente los vasos de aceite permanecían llenos al lado del Candelero y los dos platillos los cubrían para evitar que algo lo contaminara.

d.

Cuando la nube se levantaba y el campamento tenía que recogerse, vemos que el Candelero se transportaba poniendo sobre él una doble cubierta, una de paño cárdeno (azul) y sobre ella otra de piel de tejones, de pobre apariencia pero muy resistente (Nm. 4:9-10). Jesucristo, siendo el mismo resplandor de la gloria de Dios, cuando se humanó para mostrar la presencia de Dios con los hombres y para servir y morir por su iglesia; se cubrió con el paño cárdeno, tipo de lo celestial, cuando fue lleno del Espíritu Santo, que le dotó del poder para cumplir la voluntad de su Padre Dios (Hch. 10:38). Pero también se cubrió de la piel de tejones de la mansedumbre, para servir a su pueblo sin atractivo

25 exterior, pero con gran resistencia, para soportar los embates del enemigo hasta la muerte de cruz, y así cubrirnos para salvarnos y darnos completa seguridad (Is. 53:2). La gloria de Cristo, prefigurada por el candelero de oro, es depositada en la iglesia, con su belleza y riqueza sin par, pero al ser manifestada en personas, su exterior no debe ser atractivo (Is. 53:2, 2 Co. 4:7); es decir, los ministros de Jesucristo, llamados a ser el gobierno de la iglesia deben también cubrirse por el Espíritu Santo, y por la mansedumbre de Cristo, para proteger a la iglesia de la intemperie, que tipifica los embates del diablo, del mundo y de la carne, como Moisés o Pablo y en general todos los verdaderos ministros, a quienes el pueblo temía y obedecía, porque sabía que no eran ellos sino Dios quien los respaldaba (Nm. 12:3-8, 2 Co. 10:1, Gá. 6:1, 2 Ti. 2:21, 25). De esta manera la iglesia caminará llevando por todas partes la presencia de Dios, segura bajo la protección de un ministerio competente (1 Co. 4:9-16, 2 Co. 3:4-6, 4:7-12, 6:4-10). Las parihuelas sobre las que se colocaba el candelero cubierto, ilustran al Espíritu Santo, y los hombros de los levitas que lo cargaban, nos muestran que el principado o gobierno debe reposar sobre el hombro de Cristo (Is. 9:6, 22:22).Los ministros deben aprender a servir con mucho temor y temblor, es decir, con una total disposición reverente y alegre para servir, dependiendo por entero de Cristo mediante su Palabra y el Espíritu Santo (Sal. 2:11, 1 Co. 2:3, 2 Co. 7:15, Ef. 6:5, Fil. 2:12). Finalmente, debemos reconocer que el Señor se pasea entre los Candeleros de las iglesias locales (Ap. 1:12-13, 20) cuyos pastores están representados por las estrellas, siendo Cristo mismo la Estrella de la Mañana (Ap. 2:28, 22:16), el príncipe de los pastores (1 P. 5:4). El Señor advierte que quitará el Candelero de la iglesia que deje su primer amor y por lo tanto desconozca a Cristo como su cabeza (Ap. 2:1, 5), profanando su gobierno divino (Col. 2:16-21), es decir, un grupo o grupos cristianos que no reconozcan y se conformen al modelo de Dios para el gobierno de la iglesia, será una imitación de iglesia, una organización y no un organismo vivo cuya cabeza es Cristo.

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EL ALTAR DE ORO PARA EN INCIENSO TIPO DEL ORDEN DIVINO PARA EL CULTO A DIOS Por Ricardo Vivas Arroyo

Ahora nos toca considerar las Verdades del Orden divino para el culto. El servicio que la Iglesia debe dar a Dios, incluye: la oración, la intercesión, la adoración, la alabanza, la acción de gracias, el ayuno y las ofrendas. El mueble del Tabernáculo que corresponde e ilustra estas verdades es el Altar del Incienso, veremos también doce aspectos relevantes. Leamos Éxodo 30:1-10, luego los versos 34 al 38, y después en el capítulo 37 los versos 25 al 29. Al igual que la Mesa, el Altar del incienso era de madera de acacia recubierta de oro, y como el incienso prefigura adoración, podemos entender que el Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es la base para ofrecer la adoración acepta al Padre (Ef. 3:21, 1:6, 12), es exclusivamente por medio de Él que podemos adorar a Dios. Es privilegio de los redimidos por Cristo, poder ejercer el sacerdocio que ofrece sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Cristo (1 P. 2:5). 1.- El Altar de oro era cuadrado como el Altar de los sacrificios, así que sus cuatro lados iguales nos hablan también del corazón de Dios; de la manera en que su amor, con sus cuatro dimensiones, va a ser expresado en la adoración, para que seamos llenos de su plenitud (Ef. 3:17-19). 2.- Su altura de 2 codos, era mayor que la de los demás muebles de la tienda, mostrando con ello que la adoración consiste en exaltar a Dios, ponerlo en alto en nuestro corazón, a fin de que su temor santo nos permita caminar en todo tiempo delante de Él (Sal. 5:7, 132:7, Jn. 3:30); esa es la manera de conducirnos en la tierra conscientes del cielo (1 P. 1:17, He. 12:28-29). 3.- En tercer lugar el Altar tenía una corona de oro que circundaba al incensario, ilustrando con esto, cómo la adoración verdadera es protección, es decir, cuando adoramos nos estamos sometiendo a Dios reconociendo su Señorío, es por eso que Él nos rodea de protección (Sal. 32:7, Sal. 95:6-7). Dios da autoridad a los verdaderos adoradores, porque adorar significa doblar la servís, es engrandecerlo en total sumisión. 4.- El Altar tenía cuernos de madera recubiertos de oro, lo cual nos habla de cómo la adoración es una manera de liberar el poder de Dios en nosotros. Si estás en aprietos, en vez de quejarte o lamentarte, adora, alaba y da gracias a Dios y Él va a mostrar su poder para contigo y a través de ti (Mt. 14:25-31, 9:18-19, 25). San Pablo sabía acerca de lo que significaban los cuernos del Altar de la adoración, así que oró y adoró a la media noche en aquella cárcel de Filipos; dolorido, incómodo por los cepos, y con la amenaza de un día peor; pero la cárcel tembló, porque el poder de Dios fue liberado al adorar y reconocer al Señor (Hch. 16:25-26). 5.- El Altar tenía cuatro anillos de oro en sus esquinas, a través de los cuales se ponían las dos varas de madera recubiertas de oro que servían para transportarlo. Las dos varas prefiguran nuevamente la Palabra y el Espíritu Santo, por un lado la vara de la Palabra sostenida mediante dos anillos que simbolizan la cosa correcta y la manera correcta de dar culto a Dios, y por el otro, la vara del Espíritu con sus dos anillos, que representan la ayuda correcta y el tiempo correcto. El culto es una de las siete cosas que Dios dio en custodia al pueblo de Israel (Ro. 9:4, He. 9:1, 6), podemos citar ciertas maneras de expresión que Dios autorizó para rendirle culto, tales como cantar, confesar, gritar, palmear, alzar las manos, arrodillarse, estar de pie, danzar, correr, reír, llorar; utilizar instrumentos de viento, de cuerdas, y de percusión, estar en silencio, etc; y evitar aquellas maneras que puedan parecer atractivas, como las tradiciones solemnes1 de cultos especiales de Navidad o Semana Santa, porque modifican o adicionan cosas nuevas a las establecidas por Dios en su Palabra, y balancear por medio del Espíritu, el cual nos inspirará para adorar en las maneras específicas que cumplirán el propósito de Dios en cada ocasión, es decir, habrá cultos en los que Dios quiera que 1

.- Tema tratado ampliamente en la parte IV del volumen I de Testigos de la Verdad.

27 dancemos y habrá otras ocasiones en nos guíe a cantar coros de reflexión que nos lleven a un recogimiento con Él. En sexto lugar veremos tres características en cuanto al incienso: 6.- En primer lugar su fórmula era exclusiva, santísima; no podía prepararse para agrado personal, tampoco era posible quemar en el Altar otro incienso diferente (Ex. 30:9). En este punto quedará pendiente que estudiemos el significado de los diferentes elementos de la fórmula, lo cual es también muy precioso e importante; hoy sólo nos concretaremos a considerar la exclusividad de la adoración: No es para gusto o satisfacción personal porque es el perfume santo a Dios; ni tampoco podemos usar música del mundo y ponerle letra cristiana para su culto. El Espíritu Santo debe inspirar todo aquello que sea nuestra ofrenda a Dios (Sal. 87:7), porque Él no recibe la gloria que los hombres le puedan dar (Jn. 5:41). La adoración es santísima para Dios, siempre debemos tener cuidado para que no venga esterilidad espiritual a la iglesia por esta causa (Lv. 10:1-2). 7.- Un segundo aspecto es que para que el incienso seco y pulverizado soltara su perfume, debía ser puesto sobre las brasas encendidas del Altar (Ex. 30:34-38). El incienso prefigura la Verdad y las brasas, que liberan su grato aroma para la nariz de Dios, prefiguran la obra del Espíritu Santo, que va a probar la verdad de la Palabra en la experiencia del creyente. Esas son las dos características de la verdadera adoración (Jn. 4:23-24), Dios no busca predicadores, busca adoradores verdaderos, sus ministros son levantados del sacerdocio; primero es servir a Dios, luego servir a su pueblo; primero es la adoración, luego, y como consecuencia de ello, será el servicio acepto a su Iglesia. 8.- Un tercer aspecto del incienso, es que el sacerdote lo ponía por las noches al aderezar las lámparas y por las mañanas al despabilarlas (Ex. 30:7-8); lo cual ilustra el cómo la adoración debe acompañar tanto nuestros momentos de prueba (Hch. 12:5), como nuestro testimonio acerca de Cristo (Hch. 4:2431), porque es a Él a quien servimos. 9.- Un aspecto más, muy interesante de comentar, es el hecho de que el Altar estaba localizado en el lugar Santo, sin embargo pertenecía al lugar Santísimo, es decir, su posición era en el lugar Santo, mas su posesión era el lugar Santísimo (Ex. 30:6, He. 9:4) donde estaba el Arca del pacto, figura del Señor glorificado, lo que prefigura que cuando nosotros adoramos a Dios en Espíritu y en Verdad desde la tierra, las cosas de Cristo en nuestro espíritu son reveladas en nuestra alma por el Espíritu Santo (Jn. 16:13-15, 2 Ts. 1:12, Ap. 5:7-14). 10.- En el día de las expiaciones el incensario era tomado del Altar e introducido por el sumo sacerdote al lugar Santísimo, quien llevaba los puños llenos del incienso molido, y lo quemaba sobre el propiciatorio, antes de rociarlo con la sangre del sacrificio (Lv. 16:12-14). Debemos tener la seguridad que nuestra adoración llega a Dios porque el Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, entró a los mismos cielos para expiar nuestros pecados (He. 9:24), y fue su ofrenda y sacrificio un perfume grato delante de Él (Ef. 5:1-2). El incensario es así una figura del corazón rendido, basado en la expiación hecha por Cristo. En cierta ocasión, cuando el pueblo pecó en el desierto y Dios trajo juicio de muerte, el sumo sacerdote corrió y tomó el incensario del Altar y se puso entre los vivos y los muertos para expiación, y cesó la mortandad (Nm. 16:46-50). Así también vemos en el Apocalipsis que antes de que tocaran las siete trompetas que anunciaban los juicios de Dios, el incienso subió para hacer separación entre los creyentes y los impíos (Ap. 8:1-5). Nuestra oración intercesora puede remitir, puede atar y desatar en los cielos lo que nosotros oramos desde la tierra (Mt. 18:18-20, Jn. 20:22-23). La oración y la intercesión de la iglesia se elevan hasta los mismos cielos por Jesucristo y para que los propósitos de Dios se cumplan en la tierra. El camino al lugar Santísimo está franco a nosotros a través de la Sangre del sacrificio de la Cruz, y debemos llegarnos en fe, ofreciendo el incienso de la oración en el Espíritu (He. 10:19-23, Ef. 6:18-19). 11- En ese día de las expiaciones, después de que el sumo sacerdote salía del lugar Santísimo, santificaba en especial el altar de oro y sus cuernos rociándolos con la sangre (Lv. 16:18-20, Ex. 30:10); de la misma manera podemos estar seguros que desde que somos salvos podemos oficiar nuestra adoración a través de Cristo, porque hemos sido santificados para adorarle (Ef. 1:5-7, 12, 14; 1

28 P. 1:2). Ese es nuestro principal ministerio, es lo que nos llena de Él para después poder dar a los demás de gracia lo que hemos recibido de gracia. 12.- Finalmente, también el Altar de oro era cubierto para ser transportado por los Levitas (Nm. 4:11), así la vida de adoración debe ser, no una exhibición, sino algo íntimo y personal, aun y cuando se haga en forma colectiva (Mt. 6:2-4, 5-8, 16-18). Lo que Dios recibe en secreto lo recompensará en público, con las respuestas y ministerio que se desarrollen en su nombre; esperando y recibiendo el reconocimiento de Dios y no de los hombres, lo cual es participar de su misma gloria (2 Co. 5:12, 10:17-18, Ro. 2:29). Nos falta por estudiar el Orden Divino para la gloria de Dios, espero que vayamos practicando lo que vamos aprendiendo, para que podamos disfrutar de todo aquello que forma parte de la provisión de Dios, para que la Iglesia cumpla su misión a plenitud en esta tierra.

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EL ARCA DEL PACTO TIPO DEL ORDEN DIVINO PARA OBTENER Y MANTENER LA GLORIA DE DIOS EN LA IGLESIA Por Ricardo Vivas Arroyo

Siempre que el diablo interviene en contra de un creyente o de una iglesia en la que Cristo es la cabeza, lo único que provoca es que, disfrutando de su posición en los lugares celestiales junto a su Señor, lo derrote, y con ello, Dios sea glorificado. Las tinieblas sólo hacen que se aprecie más la luz que las rasga (Jn. 1:5). Las dificultades nos fortalecen. El diablo es el "botones" de Dios, no se cansa de intervenir intentando siempre hurtar, matar y destruir; pero lo que consigue es que la iglesia siempre disfrute de la victoria de Cristo, porque lucha contra un enemigo vencido; es por eso que somos más que vencedores por medio de nuestro amoroso Señor Jesucristo. Recuerdo cuando el hermano Costa Deir nos platicó de cuando era boxeador, como se entrenaba intensamente antes de un combate, y luego, durante la pelea, daba y recibía muchos golpes; cuando lograba noquear a su adversario y le levantaban el guante para declararlo vencedor, sentía la satisfacción de haber ganado; luego le daban el cheque de la victoria y llegaba con su esposa, que lo aguardaba sentada en una butaca, ella entonces extendía la mano y recibía el cheque. El hermano Costa explicaba: “Yo era un vencedor, mas mi esposa era más que vencedora”. Así nosotros, Cristo derrotó al diablo en la Cruz del Calvario, él es el Vencedor, nosotros en Él, más que vencedores. Estamos por concluir una etapa en el estudio del Orden Divino, aun nos falta mucho por aprender al respecto; las vestiduras sacerdotales son un material didáctico de Dios muy rico para ilustrar el Orden de Dios para ministrar, tanto a Él como a la iglesia. También hay un Orden de Dios para la familia, y en fin, para todo Dios ha establecido un Orden. Vamos a ver cómo es que podemos obtener y mantener la gloria de Dios en nuestra iglesia local. Veremos siete cosas importantes ilustradas por el Arca del Pacto, que era el único mueble que estaba en el lugar Santísimo: El Arca del Pacto se describe en Éxodo 25:10-22, Éxodo 37:1-9; otras citas relacionadas son: Ex. 16:33-34, Nm. 17:10, Dt. 10:4-5 y Lv. 16:2. San Pablo también la menciona en Hebreos 9:4. Como los demás muebles del lugar Santo, el Arca era de madera de acacia recubierta de oro por dentro y por fuera. la madera nos habla de la humanidad de Cristo y el oro de su divinidad. 1. El Arca era llamada literalmente Arca de la Alianza, del Pacto, o del Testimonio (Nm. 7:8-9, 1 Cr. 13:6, 2 Sm. 6:2, 1 Sm. 4:4), porque era símbolo del compromiso que Dios hizo con su

29 pueblo en el monte Sinaí, era como la firma de Dios, su Nombre empeñado con su pueblo (Ex. 25:22, 29:43-46, 40:21). Dios muchas veces perdonó al pueblo de sus faltas y aun cumplió su pacto a pesar de la infidelidad de Israel a causa de su Nombre (Nm. 14:13-20, Is. 48:11, Sal. 115:1). Cristo es ahora para nosotros la garantía del Nuevo Pacto (2 Ti. 2:13), nos da completa seguridad en Él. Además su Nombre nos ha sido dado para hacer las obras de Dios (Mr. 16:17-18), lo que significa que está siendo representado por las iglesias que están sujetas a Él como cabeza. La voluntad creativa de Dios es manifestada por medio de su pueblo, cuando éste hace sus obras; porque Dios se ha comprometido con todo su poder, para obrar mostrando la gloria de su Nombre (Jn. 14:11-14). Por esa seguridad es que los apóstoles Pedro y Juan sanaron al cojo de la puerta del templo "La Hermosa" (Hch. 3:16). Ese fue el motivo de oración cuando los discípulos tenían problemas con los religiosos de su tiempo (Hch. 4:29-30), oración que Dios contestó en manera gloriosa (Hch. 5:12-16). Esa debe ser nuestra manera de obrar, no usando su Nombre como una fórmula mágica, sino como verdaderos embajadores que usan la carta poder que Dios les dio (Hch. 19:11-17) y que les faculta para mostrar la luz gloriosa de Cristo a este mundo en tinieblas (Col. 3:17). Esta es la gloria de lo que Dios hace. 2. El Arca era como un cofre donde Dios guardaba sus tesoros más preciosos reservados para su pueblo, prefigurando el corazón de Dios (Mt. 6:21, 12:35). Dios mandó a Moisés poner dentro del Arca: Primero una urna con Maná (Ex. 16:14-15, 32-34), en segundo lugar las tablas de la ley (Ex. 25:16, 21, 40:20-21, Dt. 4:13, 10:1-5) y en tercer lugar la vara de Aarón que reverdeció (Nm. 17:10, He. 9:4). Este precioso contenido del Arca prefigura la gloria de su Palabra, es decir, la gloria de lo que Dios tiene, la provisión divina que tenemos en Cristo dentro de nosotros, nuestra bendita herencia. Cristo está representado por los tesoros de la sabiduría y conocimiento de Dios (Col. 2:2-3). Cuando heredamos las promesas y principios de su Palabra, experimentamos la Voluntad justa de Dios respaldando su estándar. 3. El propiciatorio con sus dos querubines hecho de una sola pieza, rociado con la sangre del sacrificio el día de la expiación, nos muestran que la sangre de Cristo fue rociada en nosotros, en nuestro espíritu, impartiéndonos su vida (Gn. 9:4, Hch. 20:28), por lo que ilustran la gloria de la vida de Cristo dentro del creyente, es decir, la gloria de lo que Dios es en nosotros, manifestada a todos aquellos que quieren conocer más de Él, para que el creyente pueda gloriarse en el cumplimiento de la Voluntad Específica que Dios tiene para cada uno. Cada creyente es un canal en el que Cristo manifestará en manera particular una fase de él. 4. La Chekinna o columna de fuego que iluminaba sobrenaturalmente el lugar Santísimo (Ex. 40:34-38, Lv. 16:2, Ex. 25:22). Dios mismo habitaba entre los querubines y desde allí hablaba con Moisés declarándole su voluntad (Ex. 25:22, Nm. 7:89). El lugar Santísimo prefigura el tercer cielo, el trono de Dios, y ésta majestuosa luz entre los querubines, su gloriosa presencia. La gloria de su Presencia, nos muestra lo que Dios es con nosotros. Cristo prometió que Él estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:20). Así como Enoc caminó con Dios y Dios lo traspuso sin ver muerte, habiendo tenido antes testimonio de haber agradado a Dios (Gn. 5:24, He. 11:5). Enoc es un tipo claro de la Iglesia que será arrebatada sin ver muerte (1 Ts. 4:15-17, 1 Co. 15:51-54, Fil. 3:20-21), porque camina con Dios, disfrutando de la gloria de su presencia, esas serán las primicias, los que siguen al Cordero por donde quiera que va (Ap. 14:4-5). La nube de la presencia de Dios que se levantaba desde la tienda sobre todo el campamento, que los guiaba y desde la cual descendía el Maná, es figura del Espíritu Santo guiándonos en la voluntad final de Dios (Jn. 14:26, 16:13-15). SU CONTENIDO Y LA CUBIERTA DE ORO, en su conjunto, también tipifican lo que Cristo fue hecho por Dios en nosotros: Sabiduría, Justificación, Santificación y Redención (1 Co. 1:30-31), mostrando de la misma manera las cuatro glorias de Dios:

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La urna con Maná tipifica la Sabiduría escondida. Maná quiere decir: "Qué es esto" (Ex. 16:15), y cuando el corazón no entiende y pregunta: ¿Qué es esto?, Dios tiene una revelación de Cristo, ya que Él es la Sabiduría de Dios que está en nuestro espíritu, como el pan vivo que descendió del cielo (Jn. 6:47-51, 63). La urna de oro que lo contenía prefigura el amor divino, como la manera de poder recibir revelación mediante el Espíritu Santo (1 Co. 2:7-10, 1 P. 1:12). Cuando Dios derramó sobre su Iglesia naciente el bautismo con el Espíritu Santo, también la gente preguntó lo mismo: ¿Qué es esto? (Hch. 2:12), y la respuesta de Dios fue, que el Maná escondido a la mente natural, la Sabiduría de lo alto, es revelada por el Espíritu Santo, cuando nosotros hablamos la sabiduría oculta en lenguas desconocidas (1 Co. 14:2, con 2:1116), pues así es como nosotros recibimos la mente de Cristo. Siendo la sabiduría de lo alto la que nos permite obrar correctamente o practicar la voluntad de Dios, corresponde a la Gloria de su Nombre.



La Justificación es Cristo también en nuestro espíritu, Dios nos declaró justos en Él, y con ello puso en nuestro espíritu su justicia prefigurada por las tablas de la ley, su estándar, su perfecta ley (He. 8:10, 10:16-18). Cristo nos hizo perfectos en nuestro espíritu por su justicia, puso su ley en nuestros corazones (justificación), ya no en tablas de piedra fuera, de nosotros, sino en las tablas de carne de nuestro corazón regenerado (2 Co. 3:2-3); y cada día está copiándola a nuestras almas, en la medida en que obedecemos en fe su Palabra justa (santificación). Experimentar la fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas nos mostrará la gloria de su Palabra.



La provisión de Santificación también fue puesta en nuestro espíritu para conformar nuestra alma a la semejanza de Cristo (2 Co. 3:18). La cubierta del Arca o Propiciatorio, era una plancha de oro macizo, circundada por una cornisa de oro y los dos querubines de oro puro, tipo de la divinidad de Cristo, labrada toda a martillo en una sola pieza. Los querubines tenían sus alas extendidas cubriendo el propiciatorio y sus rostros hacia él, era uno como el reflejo del otro (Ex. 25:18-21). Los querubines eran llamados literalmente los querubines de gloria (He. 9:5). Siendo de oro puro representan que Cristo es Dios (Ro. 9:5, Tit. 2:10, 13); por lo que tenemos en nuestro ser su naturaleza divina y somos uno con Él (1 Co. 6:17, Ef. 4:3-4), por lo tanto, al tenerlo en nuestro espíritu tenemos Vida eterna (1 Jn. 5:11-12). El día de las expiaciones, el sumo sacerdote ponía el incensario con incienso molido sobre sus brasas, en medio de los querubines y rociaba la sangre del sacrificio siete veces sobre él (Lv. 16:12-14); sangre que clamaba misericordia y que es figura de la Sangre de Cristo, que nos redimió con su Vida misma, porque la vida está en la sangre (Lv. 17:14), y por lo tanto, la Redención que obtuvo es eterna. La Santificación la manifestación de su vida en nosotros (Ro. 6:22). Es la gloria de su vida haciéndose carne en nosotros, impartiéndonos su naturaleza santa como el fruto del Espíritu de Cristo (Gá. 5:22-23, Ef. 5:9-10). Hay provisión en Cristo desde nuestro espíritu para vivir una vida agradable a Dios, llena de frutos de justicia que son para su gloria y loor (Fil. 1:9-11).



La provisión de Redención para poder disfrutar la posesión adquirida por Él para la alabanza de su gloria (Ef. 1:14, Gá. 6:8-9, Col. 3:24), está prefigurada por aquella vara de almendro de Aarón, el sumo sacerdote, que reverdeció y fructificó en una noche, testimonio a los rebeldes para que temieran a Dios que moraba entre su pueblo. Siendo además un tipo de la resurrección de Cristo, prefigura también nuestra propia resurrección, es decir, nos muestra que Él permanece con nosotros ahora, pero que en aquel día disfrutaremos plenamente de la gloria de su presencia (Mt. 28:20, Col. 3:4). Es por eso que la gloria de su presencia consiste en que Él es ahora en nosotros la esperanza de una gloria mayor en aquel día (Col. 1:27).

5. El Arca estaba ubicada en el lugar Santísimo, y como su nombre lo indica, era un lugar reservado e inaccesible, el lugar de su gloria (Ex. 40:20-21, 34-35). Dios es celoso de su gloria (Is. 42:8); y siendo el lugar Santísimo una figura del cielo (He. 9:24) y también de nuestro espíritu; el Arca representa al Señor Jesucristo glorificado, colocado a la gloria del Padre

31 como cabeza de la iglesia (Fil. 2:9-11, Ef. 1:20-23), pero también morando en el espíritu del creyente. Él es ahora un Dios-Hombre glorificado (Jn. 17:1), que tiene el primado de todas las cosas (Col. 1:18-19), y en la tienda, que es su Iglesia, la gloria es para Él (Ef. 3:21, 1:6, 10, 12 y 14). Nadie puede honrar a Dios sino a través de Cristo (Jn. 5:22-23, 1 Jn. 2:22-25, 5:9-12, Jn. 15:23, 16:27). Recordemos cómo el Arca fue llevada al campo de batalla en cierta ocasión en que Israel iba a pelear en contra de los Filisteos, y cómo el pueblo levantó tal algarabía que la tierra tembló y los Filisteos tuvieron miedo (1 S. 4:1-7), pero Israel fue derrotado y el Arca fue robada (versos 10-11). Cuando el sacerdote Elí recibió la noticia, se cayó, se desnucó y murió, y al mismo tiempo su nuera dio a luz un niño al cual le pusieron por nombre Ichabod, que quiere decir: "Sin gloria", por cuanto el Arca de Dios había sido robada. En algunos lugares este nombre debiera estar en sus portadas, porque están sin gloria de Dios y sólo brilla el esplendor de lo que puede hacer el hombre para Dios. Dios es celoso de su gloria, es algo muy santo que las iglesias deben anhelar. Las iglesias sin gloria son un pueblo en confusión religiosa, en legalismo y en humanismo. 6. Las dos varas que eran de madera recubiertas de oro, permanecían siempre puestas en el Arca, a diferencia de los otros muebles, mostrando con ello cómo la gloria de Dios es inseparable de las dos varas que la soportan: La Palabra y el Espíritu. Por ejemplo, los Corintios estaban inclinados totalmente hacia la obra del Espíritu, pero habían dejado de lado la Palabra de Dios, estaban llenos de unción y con los nueve dones del Espíritu en operación (1 Co. 1:4-7), pero eran ignorantes de la doctrina sólida que lleva a la madurez, y por lo tanto, no disfrutaban de la gloria de Dios en plenitud (1 Co. 3:1-3). Muchas veces el apóstol Pablo se refiere a su ignorancia acerca de aspectos doctrinales, lo que estaba estorbando a la gloria de Dios. Hoy día hay grupos carismáticos y con bautismo en el Espíritu Santo en los cuales hay herejías, porque no han dejado sus tradiciones y les dan la categoría de sagradas, siendo que no tienen base bíblica. Los Gálatas, por el contrario, eran perfeccionistas en la letra, pero habían dejado de lado la acción del Espíritu (Gá. 3:1-5). Así hoy en día hay grupos que se jactan de estudiar las Escrituras en sus idiomas originales, y no obstante están interpretando la Palabra en vez de recibir su revelación por el Espíritu. Es bueno conocer el hebreo y el griego, pero sin el Espíritu, la mente natural sacará conclusiones equivocadas (1 Co. 2:10-16). Las dos varas son inseparables de la gloria de Dios. La vara del Espíritu debe ser llevada por los coatitas “consagración” y “manifestación”, es decir, por ministros con una vida consagrada en la que el fruto del Espíritu sostiene la gloria de Dios; y los dones del Espíritu bajo la unción, se manifiestan continuamente (2 Ti. 2:21, 1 Co. 14:12, 26). La vara de la Palabra debe ser llevada por los coatitas “conocedores” y “obradores” de la Palabra, es decir, ministros que tracen bien la Palabra de Verdad, pero que también experimenten su poder al obedecerla fielmente (2 Ti. 2:2, 15, Stg. 1:22-25). Estos cuatro coatitas llevaban el Arca en perfecto equilibrio, necesario para que la gloria de Dios resplandezca continuamente en la iglesia (1 P. 4:10-11, 2 Ts. 2:13-14). 7. Para transportarse, el Arca era cubierta con el velo de la tienda, que separaba el lugar Santo del Santísimo, luego con las pieles de tejones, y encima el paño cárdeno (azul) (Nm 4:4-6), tres cubiertas sobre lo que representaba la gloria de Dios. Dios estableció que sobre toda gloria habría cobertura (Is. 4:5), prefigurando con ello que no debemos ostentar como nuestra, la gloria que resulte de un servicio acepto a Dios, sino servirlo considerándolo como un privilegio que Dios nos concede (1 P. 4:11, 1 Co. 10:31, 15:10, Jd. 24-25).

32 "Al Dios sólo sabio, nuestro Salvador, sea gloria y magnificencia, imperio y potencia, ahora y en todos los siglos. Amén."

LAS GLORIAS DE DIOS LA GLORIA DE: SU NOMBRE

TIPIFICADA POR: ARCA DEL PACTO

SU PALABRA

SU CONTENIDO

SU VIDA

PROPICIATORIO Y LA SANGRE

SU PRESENCIA

LA CHEKINNA ENTRE LOS QUERUBINES

CRISTO EN NOSOTROS: URNA CON MANÁ (SABIDURÍA) TABLAS DE LA LEY (JUSTIFICACIÓN) PROPICIATORIO Y LA SANGRE (SANTIFICACIÓN) LA VARA DE AARÓN (REDENCIÓN)

VOLUNTAD DE DIOS: CREATIVA JUSTA ESPECÍFICA

FINAL

FRONTERAS DE: LO QUE DIOS HACE LO QUE DIOS TIENE LO QUE DIOS ES EN NOSOTROS LO QUE DIOS ES CON NOSOTROS

-------o-0-o------El orden de Dios es Sabiduría, porque la sabiduría consiste en saber elegir lo mejor; cuando se tienen las prioridades correctas se elegirá lo que está en la voluntad de Dios; estas son las tres prioridades principales: Dios tiene el primer lugar (Lc. 14:26, Mt. 22:37, Col. 1:18), entendiendo que aborrecer significa amar menos; es decir, a Dios hay que amarlo por sobre todos y todo. El segundo lugar lo ocupa la familia (1 Ti. 5:8), el cuidado de la casa es nuestra responsabilidad más importante en esta tierra. El tercer lugar lo ocupa la iglesia, incluyendo el ministerio (1 Ti. 3:1, 4-5, 12-13; Tit. 1:5-6). Invertir este Orden Divino traerá dolor a la familia y a la iglesia. Así que a veces es necesario detenernos para ir al paso que Dios nos marque y nos permita caminar en su Orden; entendiendo que toda aparente demora, será a la postre mayor seguridad y fruto más abundante para la gloria de Dios. El Orden de Dios es más lento que lo que el hombre quiere, pero es la única manera de poder caminar en seguridad con Dios y cada vez a mayor gloria. ¡Dios te bendiga abundantemente!

RVA

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