Ígor Rodríguez Iglesias UNED. 1. Compárese el signo según Husserl, Saussure, Hjemslev y Bühler

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SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO ACERCAMIENTO AL CONCEPTO DE UNA LITERATURA INFANTO JUVENIL LATINOAMERICANA
SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO SIGNO ACERCAMIENTO AL CONCEPTO DE UNA LITERATURA INFANTO JUVENIL LATINOAMERICANA Luis Cabrera Delgado

Husserl y la fenomenología
Collatio 11 abr-jun 2012 CEMOrOc-Feusp / IJI - Univ. do Porto Husserl y la fenomenología Julián Marías1 (ed.: Jean Lauand) Resumen: El presente texto

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El signo según Husserl, Saussure, Hjemslev y Bühler. Ejemplo de relación sintagmática y paradigmática advirtiendo si hay alguna correlación intrínseca entre ellas (¿sostiene Saussure tal relación?). Relación entre acto intencional, la significación y la intuición complementadora. Aplicación de los conceptos sistemáticos de Hjelmslev y Bühler a un texto breve. Ígor Rodríguez Iglesias UNED 1. Compárese el signo según Husserl, Saussure, Hjemslev y Bühler. Vamos a poner en relación el signo (lingüístico) desde cuatro perspectivas diferentes, las de Edmund Husserl (1859-1938), Ferdinand de Saussure (1857-1913), Louis Hjelmslev (1899-1965) y Karl Bühler (1879-1963). Para Husserl, “todo signo es signo de algo, pero no todo signo tiene una significación, un «sentido», que esté «expresado» por el signo”. La concepción del filósofo moravo es más amplia de la que se maneja en lingüística e incluye las señales y los símbolos, que dentro del signo distinguirá este autor. La clave estará en la “función significativa”, que es la que nos interesará para dilucidar entre los distintos tipos de signos el lingüístico dentro de la concepción husserliana. Así, “los signos, en el sentido de indicaciones (señales, notas, distintivos, etc.), no expresan nada, a no ser que, además de la función indicativa, cumplan una función significativa” (1900: 233). De los signos indicativos o señalativos, dice Husserl, “distinguiremos los signos significativos, las expresiones”1. Si atendemos a lo que indica Husserl, “todo discurso y toda parte de discurso, así como todo signo, que esencialmente sea de la misma especie, es una expresión; sin que importe nada que el discurso sea verdaderamente hablado —esto es, enderezado a una persona con propósito comunicativo— o no” (1900: 238). La lingüística ha distinguido modernamente entre las unidades propias del hablar y las del sistema, de tal modo que las expresiones de Husserl, a la luz de lo expuesto, no se corresponden con la expresión que se suele usar hoy en la ciencia del lenguaje y las lenguas, ya que ésta es una unidad comunicativa a la que le subyace un esquema oracional (sintáctico y semántico), en términos 1 El subrayado (cursiva) es del propio Husserl, tanto en esta cita como en las que siguen. Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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de V. Báez San José (cf. 1990-91: 80-82), o, en los de Escandell Vidal, haciendo coincidir, por nuestra parte, enunciado y expresión: un enunciado es una “secuencia lingüística concreta, realizada por un emisor en una situación comunicativa”, una “unidad de discurso”, y una oración, “una entidad abstracta, teórica, no realizada”, una “unidad de la gramática”, en el sentido de sistemática (1996: 31). Pero el propio Husserl, que huirá una y otra vez de lo equívoco de muchos términos de uso común en la lingüística, es consciente de esta separación, cuando reconoce una expresión hic et nunc y una expresión in specie. La expresión (tanto la eventual como la intemporal, esto es, el enunciado y lo que le subyace abstracta, estática y no comunicativamente) mantiene, según explica Husserl, una relación de “idealidad” con la significación, donde también el autor diferencia lo eventual de lo intemporal: el juicio de valor, la vivencia de dar significación, el sentido unido a la expresión hic et nunc frente a la significación, el contenido, que para Husserl será lo mismo. En este punto, adviértase cómo significación es usado por E. Coseriu en el sentido de relación estructural entre los significados de los signos (). Lo importante es que se dilucida en Husserl lo que en Saussure se llamará explícitamente significante y significado, distinción terminológica ya en los estoicos griegos de época helenística (σημαῖυου y σημαινόμενον) y, aunque no con esas etiquetas, en el propio Aristóteles (τὰ ἐν τῇ φωνῇ y τὰ ἐν τῇ ψυχῇ, “lo que está en la voz” y “lo que está en el alma”, respectivamente) (Coseriu, 1981: 21). En Husserl también está explícita el πρᾶγμα (la cosa) de los estoicos: “Toda expresión no sólo dice algo, sino que también lo dice acerca de algo”, distinguiendo, pues, “entre lo que significa o «dice» y aquello acerca de lo cual lo dice” (1900: 249). Hay, por tanto, en Edmund Husserl una concepción triádica del signo: expresiónsignificación-cosa. Pero, adviértase, que “quienes entran en relación no son […] la palabra […y la cosa], sino las vivencias de actos”, donde “no hay […] ningún objeto, sino la percepción, un estado de conciencia determinado de tal o cual manera; luego el acto d conocimiento que hay en la vivencia está fundado sobre el acto de percepción” (1901: 616617). El libro que los alumnos de F. de Saussure publicaron tras la muerte del maestro ginebrino, el Curso de lingüística general, recoge las enseñanzas de tres cursos (1907-1908, 1908-1909 y 1910-1911). Nos interesa aquí la segunda lección del tercer curso. En ella, Saussure aborda el signo lingüístico tal y como hemos anticipado, distinguiendo entre dos elementos inherentes al mismo: el concepto y la imagen acústica, que el propio Saussure Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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sustituirá por los ya referidos de significado y significante (1916: 104), respectivamente, sólo por “una importante cuestión terminológica” (ibíd., p. 103). “El signo lingüístico es por tanto una entidad psíquica de dos caras”, dice el lingüista suizo, pero, advierte, “no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica” (ibíd., p. 102), elementos que “están íntimamente unidos y se requieren recíprocamente (ibíd., p. 103). Es interesante aquí el apunte del traductor de la edición española, Mauro Armiño (ibíd.), en nota a pie de página: “La definición saussureana de signo ha dado lugar a diversas polémicas, justificadas por la ambigüedad; en este pasaje, y según la referencia, signo parece querer aludir a la entidad más pequeña que la frase, el vocablo quizá. Para Godel, la definición va bien con toda entidad lingüística, monema, sintagma, proposición, frase; para Buyssens, el signo lingüístico (saussureano) sería el segmento más pequeño que, por la pronunciación o por la significación, permite dos operaciones complementarias: asociar frases diferentes y oponer frases semejantes”.

Volveremos a Saussure y a Husserl. L. Hjelmslev centra ahora nuestra atención. El signo, dice el lingüista danés, “es una entidad generada por la conexión entre una expresión y un contenido” (1943: 73), elementos ya presentes en los autores señalados. En referencia a uno de ellos, a Saussure, Hjelmslev indica que a partir de éste “se ha afirmado con frecuencia la existencia de una interdependencia entre ciertos elementos dentro de una misma lengua”, reconociendo

por

parte

del

danés

dependencias

mutuas

(interdependencias:

solidaridad/complementaridad), unilaterales (determinaciones: selección/especificación) y otras de mayor libertad (constelaciones: combinaciones/autonomías) (cf. 1943: 41-43). El principio del análisis para Hjelmslev “será el reconocimiento de esas dependencias” (ibíd., p. 46), de tal suerte que “a la dependencia que satisface las condiciones del análisis la llamaremos función” y “a los terminales de una función los llamaremos funtivos, entendiendo por funtivo un objeto que tiene una función con otros objetos. De él se dice que contrae su función2” (ibíd., p. 55). Para el lingüista danés “parece más adecuado usar la palabra signo para designar la unidad que consta de forma de contenido y forma de expresión y que es establecida por la solidaridad que hemos llamado función del signo” (ibíd., p. 87). Esto es, “en virtud de la función de signo, y sólo en virtud de ella, existen sus dos funtivos, que pueden ahora designarse con precisión como forma del contenido y forma de la expresión” (ibíd., p. 85). Discutiendo a Saussure, cuando éste dice que “esta combinación produce una forma, no una sustancia” (1916: 161), Hjelmslev (op. cit., p. 76) observa que “en una ciencia que evita postulados innecesarios no hay base para afirmar gratuitamente que la 2 Al funtivo que no es función lo llama Hjelmslev entidad. Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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sustancia del contenido (pensamiento) o la sustancia de la expresión (cadena de sonidos) preceda a la lengua en el tiempo o en orden jerárquico, o viceversa. […] Resulta claro que la sustancia depende de la forma hasta el punto que vive exclusivamente a causa de ella y no puede en ningún sentido decirse que tenga existencia independiente”.

Así, y al hilo de lo que íbamos diciendo sobre la función de signo y sus dos funtivos, es Hjelmslev quien indica que, “en virtud de la forma del contenido y de la forma de la expresión, y sólo en virtud de ellas, existen respectivamente la sustancia del contenido y la sustancia de la expresión” (1943: 85), pero ya no estaremos en el plano de la lengua. Y he ahí una de las claves de la teoría del lingüista danés, pues, según explica, “la distinción entre expresión y contenido y su interacción en la función de signo es algo básico en la estructura de cualquier lengua”, cuyos signos “contienen en sí una forma de la expresión y una forma del contenido” (1943: 87). K. Bühler, por su parte, basándose en el organum de Platón, esto es el lenguaje, que sirve para comunicar uno a otro sobre las cosas, presenta su órganon. A raíz de esta consideración triádica del signo, en el que uno a otro platónico son el emisor y receptor en Bühler, las cosas serán los objetos y relaciones: “El hecho de que en un sistema de dos clases de los medios de representación del tipo del lenguaje pertenezcan también a las ordenaciones léxicas convenciones sintácticas, no hace sino ampliar el campo de las relaciones de ordenación que encontramos en él. Para responder a ello, en el lugar del esquema en que ponía «las cosas», escribimos ahora la doble denominación objetos y relaciones” (1934: 50).

Pero el modelo del órganon de Bühler no sólo supone la existencia de un emisor, un receptor y ordenación respecto de objetos y relaciones. Metodológicamente, Bühler presenta gráficamente entre estos tres elementos un circulo y un triángulo, con implicaciones muy importantes: por un lado, para la propia descripción del signo y, por otro, porque establece las bases de las funciones del hablar y los elementos de la comunicación:

“El círculo del centro simboliza el fenómeno acústico concreto. Tres momentos variables en él

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están llamados a elevarlo por tres veces distintas a la categoría de signo. Los lados del triángulo inserto simbolizan esos tres momentos. El triángulo comprende en un aspecto menos que el círculo (principio de la relevancia abstractiva). En otro sentido, a su vez, abarca más que el círculo, para indicar que lo dado de un modo sensible experimenta siempre un complemento perceptivo. Los grupos de líneas simbolizan las funciones semánticas del signo lingüítico (complejo)” (1934: 48).

De la concepción bifacial del signo por parte de F. de Saussure se ha predicado una simetría por parte algunos lingüistas (Saussure, 1916: 103, 168; Martinet, 1960: 22-23), que otros lingüistas negarán, como S. Karčevskij (1929: 88), cuando afirma que “le signe et la signification ne se recourent pas entièrement, leurs limites en coincident pas dans tous les points: un même signe a plusieurs fonctions, une même signification s'exprime par plusieurs signes”. En la lingüística posterior tendrá consecuencias, pues se negará o se afirmará la existencia de sinónimos absolutos (Casas, 2002: 99). Otra cuestión es la relativa a la arbitrariedad del signo, propugnada por Saussure (1916: 104), aunque la idea no es suya, como nos advierte Coseriu (1981: 25-26), pues aparece en Aristóteles (384 a. C.-322 a. C), Aulo Gelio (ca. 129-ca. 180 d.C), Boecio (ca. 480524) y la filosofía escolástica, Julio César Escalígero (1484-1558), Hobbes (1588-1679) y Schottel (1612-1676), entre otros. El caso es que la arbitrariedad es también defendida tanto por Husserl –cuando dice que “las palabras no pertenecen a la conexión objetiva que expresa, en este caso a la de la cosa física” (1901: 616)–, como por Hjmeslev (1943: 79): “Reconocemos […] en el contenido lingüístico, en su proceso, una forma específica, la forma del contenido, que es independiente del sentido y mantiene una relación arbitraria con el mismo, y que le da forma en una sustancia del contenido”. Para

Bühler

la

relación

también

es

arbitraria:

“Si

«hoy»

consideramos

comparativamente el fonema y la cosa, no resulta ninguna «semejanza entre ambos»”. Esto hay que matizarlo, porque no sólo se está refiriendo a la relación entre las cosas y el signo, sino también a “la ordenación de los signos fonéticos” (1934: 49-50). Otra característica del signo es su carácter lineal, pero sólo en cuanto al significante. Este aspecto está muy relacionado con el ejercicio segundo que se plantea en la presente unidad temática. Referencias bibliográficas del primer apartado Báez San José, V. (1990-1991): “Oración y esquema oracional”, Anales de la Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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Universidad de Cádiz, Nº 7-8, 1, 1990-1991 (Ejemplar dedicado a: Homenaje a Antonio Holgado Redondo), pp. 69-86. Bühler, K. (1934): Teoría del lenguaje, Madrid: Alianza, 1985. Casas, M. (2002): Los niveles del significar, Cádiz: Universidad de Cádiz. Coseriu, E. (1981): Lecciones de lingüística general, Madrid: Gredos, 1999. Hjelmslev, L. (1943): Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid: Gredos, 1971. Husserl, E. (1900): Investigaciones lógicas. I, Madrid: Alianza Editorial, 1985. Husserl, E. (1901): Investigaciones lógicas. II, Madrid: Alianza Editorial, 1982. Karčevskij, S. (1929): “Du dualisme assymétrique du signe linguistique”, Travaux du Cercle Linguistique de Prague, I, pp. 88-93. Escandell Vidal, M. V. (1996): Introducción a la pragmática, Barcelona: Ariel, 2006. Martinet, A. (1960): Elementos de lingüística general, Madrid: Gredos. Saussure, F. (1916): Curso de lingüística general, Madrid: Akal, 2006. 2. Póngase un ejemplo de relación sintagmática y paradigmática advirtiendo si hay alguna correlación intrínseca entre ellas. ¿Sostiene Saussure tal relación? Un ejemplo de relación sintagmática es la que contraen las unidades léxicas de la frase La vida es bella entre sí, donde se combinan horizontalmente y en virtud de una asociación opositiva. Adviértase que esta asociación nada tiene que ver con la relación asociativa de Saussure, que es la que, en terminología de Hjelmslev (Coseriu, 1981: 139; cf. Hjelmslev, 1943: 62), quedará fijada en la lingüística posterior como paradigmática. Este otro tipo de relación operan de manera virtual las unidades de la misma clase que podrían ocupan un mismo lugar en el sintagma. Pero no cualquier unidad, pues la relación paradigmática (o en terminología de Hjelmslev, la correlación paradigmática; cf. 1943: 61) sólo podrá seleccionar aquellas unidades que puedan establecer una relación sintagmática. Por tanto, existe una correlación intrínseca entre ambos tipos de relaciones. Saussure no sólo sostiene esto, sino que forma parte de su edificio teórico, a pesar de que explícitamente sólo se dediquen en su Curso unas breves páginas. Para el profesor ginebrino, “en la lengua, todo se reduce a diferencias, pero todo se reduce también a agrupamientos” y es “la coordinación en el espacio [la que] contribuye a crear las coordinaciones asociativas, y éstas a su vez son necesarias para el análisis de las partes del sintagma” (1916: 179). De tal forma que “en esta operación que consiste en eliminar Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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mentalmente todo cuanto no conduce a la diferencia querida en el punto requerido, los agrupamientos asociativos y los tipos sintagmáticos están, los dos, en juego” (1916: 181). Se trata, pues, de una “operación mental doble” (1916: 182) con una determinación intrínseca entre la correlación y la relación, en terminología de Hjelmslev. Tal vez la definición de relación asociativa de Saussure, sin tener en cuenta las siguientes explicaciones acerca de la relación intrínseca entre ambos tipos de ejes, el sintagmático y el paradigmático, es el que puede llevar a una confusión acerca de este tipo de relación paradigmática, pues no nos podemos conformar sólo con aquello de que “la relación sintagmática es in praesentia; se apoya en dos o más términos igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la relación asociativa une términos in absentia en una serie mnemónica virtual” (Saussure, 1916: 173). La relación asociativa saussureana dará lugar al campo asociativo de Ch. Bally, al campo nocional de G. Matoré y al campo morfo-semántico de P. Guiraud (Coseriu, 1981: 160-163). Y nada tienen que ver con la estructura paradigmática, ya que, como hemos observado, se trata de “la relación entre un término elegido para una designación determinada y la clase de posibilidades de la lengua dentro de la que este término elige. Y un paradigma está constituido por el término presente y los términos que su presencia excluye de modo inmediato” (Coseriu, 1981: 167). Referencias bibliográficas del segundo apartado Hjelmslev, L. (1943): Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid: Gredos, 1971. Coseriu, E. (1981): Lecciones de lingüística general, Madrid: Gredos, 1999. Saussure, F. (1916): Curso de lingüística general, Madrid: Akal, 2006. 3. ¿Qué relación hay entre acto intencional, la significación y la intuición complementadora? Póngase ejemplos. Husserl indica que “las vivencias del significar son actos, y lo significativo de cada acto particular reside justamente en la vivencia de acto y no en el objeto, y reside en lo que hace de ella una vivencia intencional, «dirigida» a objetos.” (1901: 473). Por lo tanto, “el concepto de acto, en el sentido de vivencia intencional, define una importante unidad genérica en la esfera de las vivencias (tomadas en pureza fenomenológica) y que, por ende, la inclusión de las vivencias significativas en este género proporciona en realidad una valiosa característica de las mismas” (1901: 474). Es imprescindible que tengamos en cuenta que Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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“todo acto o es una representación o tiene por base representaciones” (1901: 474) o, como el mismo autor moravo reformula, “todo acto, o es de suyo una representación, o está fundado en una o varias representaciones” (1901: 556). Además, hemos de advertir para la clarificación del concepto de acto intencional que este adjetivo “indica el carácter esencial común a la clase de vivencias que se trata de definir, la propiedad intención, el referirse a algo objetivo en el modo de la representación o en cualquier modo análogo” (1901: 498). Este término, el de intención, “presenta la naturaleza propia de los actos bajo la imagen del apuntar hacia” (1901: 499). Por otra parte, “la idea de actividad debe quedar excluida en absoluto”, en lo que respecta a acto (ídem). ¿Qué relación hay entre el acto intencional y la significación? Ésta es el resultado de la “abstracción ideatoria” de la esencia significativa del acto, que es inherente al acto: “Siempre que se trate de actos, que funcionen o puedan funcionar como actos de prestar significación a las expresiones […] hablaremos […] de la esencia significativa del acto. Su abstracción ideatoria da por resultado la significación” (1901: 525). Lo significativo de los actos que prestan significación a las expresiones coincide con su esencia intencional y este hecho significativo es lo que conforma en tales actos el correlato fenomenológico real de la significación ideal (1901: 527). La presencia de la intuición, entonces, “tiene por efecto determinar ese elemento común de la significación, que es indeterminado en su abstracción”, de tal modo que “la intuición le da la determinación de la dirección objetiva y con ella su última diferencia. Esto, empero, no exige que resida en la intuición una parte de la significación misma” (1901: 612). Efectivamente, existe una “antítesis entre la intuición y la significación. La intuición como percepción o imaginación (lo mismo si es categorial que sensual, si es adecuada o inadecuada) es opuesta al mero pensamiento, como mero mentar significativo (1901: 745). La intuición, pues, es un elemento complementador de la significación en el caso de actos en los que la concretud está ausente en menor o mayor grado, satisfaciendo en su medida lo intencionado. Un nombre como ventana apunta hacia el objeto ventana y la significación nos proveerá de la abstracción ideatoria correspondiente, que subyace a toda esencia significativa inherete al acto mismo y que conforma el ideal de toda ventana. Al tratarse de un hecho concreto la intuición no complementa la significación. Pero si se tratase de una metáfora como ventana al pasado o ventana de conocimiento la intuición complementará, llenará, Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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saturará lo que la significación no puede por sí sola completar, dada la falta de concretud de tales asertos. Referencia bibliográfica del tercer apartado Husserl, E. (1901): Investigaciones lógicas. II, Madrid: Alianza Editorial, 1982. 4. Aplíquense los conceptos sistemáticos de Hjelmslev y Bühler a un texto breve. Dado el texto El alumno estudió Lingüística en Cádiz, aplicaremos los conceptos sistemáticos de Hjelmslev y Bühler: a) Conceptos sistemáticos de Hjelmslev aplicados (víd. 1947: 166-215): La estructura básica del lenguaje se compone de cinco rasgos fundamentales, que son inherentes a la estructura misma y además le son operativos al lingüista para dilucidar tal estructura y los elementos que componen el sistema y las relaciones que mantienen entre sí. El modelo de estructura lingüística de Hjelmslev contiene los siguientes rasgos: un contenido y una expresión, una sucesión y un sistema, conmutación, relaciones de combinación y régimen dentro de la sucesión del sistema y la “no-conformidad”. En primer lugar, para Hjelmslev, “el lenguaje sigue siendo una estructura doble, de dos lados, que implica contenido y expresión” (1947: 177). Así, “la distinción entre expresión y contenido y su interacción en la función de signo es algo básico en la estructura de cualquier lengua”, que “contiene en sí una forma de la expresión y una forma del contenido” (1943: 87). Como el autor danés, tomando el testigo de Saussure, distingue entre forma y sustancia (1943: 79, 82), y esta última no pertenece al sistema de la lengua para ninguno de los autores, diferenciaremos forma y sustancia tanto en el contenido como en la expresión, buscando la forma de ambos “lados”. En nuestro texto, este primer rasgo nos ofrece el siguiente esquema gráfico:

Forma del contenido Forma de la expresión

Lo que significa: Alguien, un alumno o estudiante determinado, hizo algo (estudiar algo (Lingüística)) en algún lugar (Cádiz) El alumno estudió Lingüística en Cádiz

El segundo rasgo común es la “correlación entre dos hechos más precisos, que denominaremos la sucesión y el sistema” (1947: 177). Hjelmslev explica que “en toda estructura lingüística […] hay un eje de sucesión […] y un eje de sistema” y “lo que nosotros Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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observamos de una manera inmediata no es un sistema, sino una sucesión”, es decir, un texto, por lo que “el análisis consistirá en dividir el texto en sus partes constituyentes; cada una de esas partes del texto, sea cual fuere su extensión, se llamará cadena” y “ya hemos visto que la primera división del texto debe ser la correspondiente a los dos lados: la cadena de contenido y la cadena de expresión” (1947: 178). Ambos planos deben ser ser analizados por separados, según explica el lingüista danés, “aunque prestando constante y debida atención a su interdependencia mutua”. Por su parte, “el sistema […] es sobre todo un sistema de posibilidades, aunque éstas tengan límites muy definidos” y “nos provee de algo que la sucesión por sí sola nunca lograría proporcionarnos […]: la facultad de predecir acontecimientos posibles” (1947: 194). Hay que advertir que “una vez que la sucesión ha sido sometida a un análisis de esta índole, estamos en disposición de confeccionar un inventario de sus partes componentes, y, además, de definir cada una de esas partes por las posiciones que puede ocupar en la cadena (lo que en realidad implica su poder combinante y su función en el régimen); ello conducirá a un reajuste del inventario según las categorías definidas por las posibilidades de posición, y esto es lo que resultaría ventajoso denomiar el sistema” (1947: 188).

El poder combinante y el régimen definen las posiciones en el texto (1947: 185), que para nada tienen que ver con una sucesión espacio-temporal, sino más bien lógica (1947: 184). Muy vinculado a este segundo rasgo está un tercero: la conmutación, que “consiste en una relación entre las relaciones del contenido y relaciones de la expresión” (1947: 210). No olvidemos que para Hjelmslev “la totalidad no consta de cosas sino de relaciones, y de que no es la sustancia sino sus relaciones internas y externas quienes tienen existencia científica” (1943: 41), por lo que “el principio del análisis será el reconocimiento de esas dependencias” (1943: 46) de las que nos da cuenta en sus Prolegómenos (1943: 42-43): relaciones en las que un término presupone al otro y viceversa (mutuas: interdependencias), otras en las que un término presupone el otro pero no viceversa (unilaterales: determinaciones) y otras en las que dos términos son compatibles pero ninguno presupone al otro (constelaciones). Además, el lingüista danés añade a estas dependencias “designaciones especiales” (ibíd.), según se produzcan en un proceso o en un sistema: en la interdependencia, solidaridad o complementariedad, respectivamente; en la determinación, selección o especificación; y en las constelaciones, combinaciones o autonomías, respectivamente. Es obvio que el cuarto rasgo del que nos da cuenta en una de sus conferencias (1947), al advertir “la existencia de relaciones definidas entre unidades lingüísticas”, está más que vinculado a esto: “Caber Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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enunciar esas relaciones en términos de combinación y de régimen” (1947: 210). La selección es el tipo de relación que tradicionalmente se ha llamado rección (1943: 44). Hay que señalar que “para nuestra investigación presente, que se ocupa del análisis textual, es el proceso y no el sistema el que ofrece interés” (1943: 44). En nuestro breve texto, El alumno estudió Lingüística en Cádiz, si partimos de que el verbo es el núcleo de la predicación y que mantiene una relación predicativa con el resto de miembros de este enunciado, el verbo mantiene una relación de determinación con Lingüística, pues está claro que el que estudia estudia algo. Podría decirse que también hay una determinación entre el verbo y el alumno, el actor de la acción, pues también está claro que estudiar implica que alguien lo hace. Sin embargo, el alumno no es un objeto pasivo, pues la propia existencia de alguien que hace algo implica una relación de interdependencia entre el propio actor y el acto de realización, por lo que podría también enunciarse que hay una relación de interdependencia entre el alumno y estudió. Como se observa, estamos usando un condicional, porque entendemos que hay una discusión muy interesante al respecto detrás de esta cuestión. Por razones obvias, de espacio y de objetivos respecto de esta actividad, no nos detendremos aquí y optaremos en nuestro análisis por la relación de determinación del verbo al llamado sujeto. En cuanto al lugar, en Cádiz, se trata de una constelación. En cuanto a los conceptos de Bühler aplicados a nuestro breve texto, hemos de indicar lo siguiente. Nosotros estamos considerando que la oración que subyace al enunciado del que partimos en el análisis es un signo (oracional). De tal modo, que al aplicar los conceptos de Bühler tenemos lo siguiente ante nuestros ojos: el texto como tal, que es una unidad comunicativa presupone en la realidad de la comunicación un emisor y un receptor. Es el emisor el que actualiza las funciones semánticas del signo, cuyas relaciones de “referencias de sentido” se conceptualizarán en el modelo del Órganon de Bühler como expresión, apelación y representación, respecto del emisor, receptor y los objetos y las relaciones, respectivamente. De esto se desprende que el núcleo predicativo –del que decíamos con Hjelmslev que mantenía una relación de predicación con el resto de componentes de la oración que subyace al texto analizado– mantiene una relación de representación con los objetos. Sin embargo, hemos de advertir que dentro de esta representación también está incluyendo Bühler la predicación, en tanto que relación entre los objetos, ya no de la realidad, sino como representados en el propio signo: “Objetos y relaciones”, nos dice (1934: 48-51). Para Bühler, pues, “los fenómenos lingüísticos son íntegramente del carácter del Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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signo”. Considerando cada unidad léxica por separado (“palabra” dirá Bühler), el autor indica que está compuesta de fonemas, “que funcionan como notae3” y que “son los signos distintivos de la forma sonora” (1934: 53). Hay que advertir que el adjetivo distintivo no se usa con el valor del término en la fonología de Trubeztkoy (1938) y, por tanto, en la lingüística posterior y la actual. Cada uno de estas unidades es un “signo de objeto”, en el caso de los signos que “representa[n] una cosa o una clase (especie) de cosas”. Los “signos conceptuales lingüísticos” también son signos. Cada “palabra” tiene “en el contexto un valor de posición”, que Bühler llama “en general los valores de campo que puede recibir una palabra en el contexto sinsemántico” (1934: 53). Para Bühler, “el conocimiento de […] las relaciones semánticas constituyen […] el objeto «lengua»” (1934: 77). Y expone que “allí donde los lingüistas establecen un simple esquema estructural […] se trata en última instancia de sistemas de formas lingüísticas. El núcleo de todo lo importante […] es la teoría de las formas” (1934: 78) y, precisamente, es lo que ocupa casi todo el libro Teoría del lenguaje de K. Bühler: “Las formas lingüísticas son palabras y frases”, nos dice (1934: 89). “Ambos son conexos y sólo pueden definirse correlativamente” (ibíd.). Así, pues, “un sistema del tipo del lenguaje se funda […] en dos clases (por lo menos) de estipulaciones (convenciones) y contiene, por consiguiente, dos clases de formas lingüísticas”: palabras y frases. Esta última “atiende a proporcionar los medios de carácter de signos para un construcción a fondo del mismo mundo (del que ha de representarlo), según relaciones” (1934: 92). Nuestro texto está compuesto de “palabras”, algunas de las cuales forman parte de los signos que representan objetos del mundo exterior al lenguaje (alumno, estudiar, Lingüística, Cádiz) y otros signos de otra naturaleza que sirven a las propias relaciones (el, en). En función de estas relaciones se construye la frase, inseparable de las palabras, pues “ambas son momentos correlativos en uno y el mismo estado (acaso avanzado) del lenguaje humano” (1934: 93). Referencias bibliográficas del cuarto apartado Bühler, K. (1934): Teoría del lenguaje, Madrid: Alianza, 1985. Hjelmslev, L. (1943): Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid: Gredos, 1971. Hjelmslev, L. (1947): “La estructura básica del lenguaje”, en Louis Hjelmslev, 3 “Notas fonéticas (fonemas) de la forma sonora”, dirá más adelante (1934: 54). Máster en Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica // UNED // Profesor: Dr. Antonio Domínguez Rey

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Ensayos Lingüísticos, 1987, Madrid: Gredos. Trubetzkoy, N. S. (1938), Principios de Fonología, Madrid, Cincel, 1973.

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