IGUALES DERECHOS A LA PROPIEDAD: Y SI LAS MUJERES NO FUERAN POBRES?

TEXTO Y COMENTARIOS Artículo 17 IGUALES DERECHOS A LA PROPIEDAD: ¿Y SI LAS MUJERES NO FUERAN POBRES? Por Joan Williams Traducido del inglés por Paqu

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IGUALES DERECHOS A LA PROPIEDAD: ¿Y SI LAS MUJERES NO FUERAN POBRES? Por Joan Williams Traducido del inglés por Paquita Cruz

Cuando pensamos en iguales derechos a la propiedad, pensamos en las reglas que los asignan de manera desigual en las familias que tienen propiedades. En algunos países, éstas son realmente desiguales.1 Pero las mujeres continuarían siendo pobres aunque todas estas leyes fueran anuladas, porque las causas de su pobreza son más profundas, y los niveles de ella, mucho más altos de los que se puede explicar haciendo referencia a estas leyes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, las mujeres y la niñez comprenden el 80% de las personas pobres. 2 Según Naciones Unidas, las mujeres alrededor del mundo son propietarias de menos de una centésima parte de la propiedad mundial.3 ¿Porqué son pobres las mujeres? ¿Cómo tendría que cambiar el mundo para terminar con su pobreza? ¿Cómo cambiaría el mundo si las mujeres dejaran de ser desproporcionalmente pobres? Discutiré una pregunta a la vez. ¿POR QUÉ SON POBRES LAS MUJERES? Si salgo de mi casa hoy (en Santiago de Chile), encuentro una madre empobrecida sentada en las gradas del metro, con su bebé durmiendo 265

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sobre su regazo, vendiendo pañuelos desechables y goma de mascar al menudeo. Si entro a una tienda, encuentro una vendedora que busca con ansia un marido. A través de las Américas, las madres padecen de violencia doméstica, y contienen los pasos de sus hijas hacia su descubrimiento sexual. Las mismas madres obedecen los mandatos de abnegación, invisibilidad y altruismo que definen el rol materno, dentro de los confines del marianismo en Latinoamérica y los de la domesticidad más al norte. Todos estos fenómenos - no sólo la pobreza de las mujeres sino también el control de su sexualidad y su modo de entender el papel del maternazgo – tienen su origen en la relación de las mujeres con la propiedad. En las Américas, los hombres han dominado el acceso a la propiedad por medio de dos sistemas de género bien determinados. El primero es el sistema tradicional de jerarquía de género, en el cual el padre tiene el derecho a administrar, y quizá de poseer, toda la propiedad porque él es la «cabeza de familia». Bajo este sistema, los hombres se consideran los jefes de hogar naturales, y cualquier otro arreglo (incluida la igualdad de género) se percibe, no sólo como inconveniente, sino también como antinatural. A finales del siglo XVIII tuvo inicios un cambio irregular (que aún no se completa) en el cual el sistema tradicional de jerarquía de género se empezó a reemplazar con un segundo: la domesticidad. Bajo ésta, la relación de las mujeres con la propiedad se entiende como reflejo, no de una jerarquía natural, sino de las diferencias naturales entre hombres y mujeres: como las mujeres dan a luz y amamantan sus criaturas, «naturalmente» se les recarga su cuido. Un compromiso de nueve meses (para dar a luz) o de tres a doce meses adicionales (para amamantar) no es prueba de que las madres deberían de ser cargadas con el grueso del cuido infantil por veinte años a partir de ahí - pero la domesticidad como sistema de género muy cuidadosamente encubre este error/desliz de la lógica. Si la ideología del cuido materno es la primera característica de la domesticidad, las otras características que la definen son la forma como está diseñado el mercado laboral y los derechos de familia.4

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EL DISEÑO DEL MERCADO LABORAL Bajo la domesticidad, la definición del trabajador ideal es una persona que no toma permisos para parir ni para la crianza, y está disponible para trabajar tiempo completo y horas extra. Este ideal, por supuesto, no está desgenerizado (“ungendered”). Es androcéntrico ya que define al trabajador ideal en términos del cuerpo masculino (sin necesidad de permisos para partos) y patrones de vida (sin necesidad de permisos para crianza).5 Este diseño del mercado laboral requiere que los trabajadores ideales tengan el poder social que tienen los hombres de disponer de todo un flujo de trabajo familiar que apoya su capacidad de cumplir como trabajadores ideales. En una sociedad en la cual todavía las mujeres hacen aproximadamente el 80% del cuido infantil, este sistema coloca a las mujeres en clara desventaja.6 En breve, bajo el sistema de género de la domesticidad, las madres están sobrecargadas con el cuido infantil y el trabajador ideal es una persona que no tiene esa responsabilidad. Como resultado de este fenómeno y de otras formas de discriminación sexual, la mayoría de las madres permanecen marginadas hoy, aunque «la mayoría de las madres trabajan». En los Estados Unidos, dos tercios de las madres en edad fecunda no trabajan a tiempo completo todo el año. Un tercio está en el hogar, económicamente dependientes de sus maridos; otro tercio trabaja medio tiempo, recibiendo baja paga y poca promoción.7 Este análisis demuestra que, con el tiempo, las razones para la pobreza de las mujeres han cambiado. Bajo el sistema tradicional de jerarquía de género, las mujeres son pobres porque a los hombres se les define como los propietarios o los únicos administradores de la tierra y otras propiedades familiares. Hoy en día no es la propiedad de la tierra la que determina la situación económica de la mayoría; ésta deriva de su capital humano, su capacidad de ganar un buen salario. Hoy, la mayoría de las mujeres permanecen marginadas económicamente (si están casadas) o pobres (si no lo están), debido 267

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al diseño androcéntrico del mercado laboral - el cual incluye no solamente la norma del trabajador ideal, sino también muchas otras prácticas que constituyen la discriminación sexual, incluyendo el vínculo entre la mayoría de los buenos empleos (desde profesionales hasta operarios de fábrica) con las normas de masculinidad,8 el sacar a las mujeres de los empleos tradicionalmente masculinos por medio del hostigamiento sexual,9 y el “techo de cristal» (“glass ceiling”).10 EL DISEÑO DE LOS DERECHOS DENTRO DE LA FAMILIA. Aunque las mujeres son pobres porque las madres a menudo no pueden cumplir con nuestros ideales de trabajo, esa no es la única razón para ello. También lo son por la manera en la cual colocamos los derechos dentro de la familia. Bajo el antiguo sistema angloamericano de estado legal de una casada, los maridos se convertían en propietarios de toda la propiedad personal de sus esposas y tenían pleno derecho a administrar y controlar los bienes raíces de ellas, típicamente aún hasta después de su muerte.11 En América Latina, en teoría, las parejas poseían toda las propiedades en común de manera conjunta, pero la posesión de las mujeres no tenía importancia, porque el marido tenía derecho único de administrar o controlar la propiedad común. (En Chile todavía lo tiene, con algunas restricciones)12 Es digno de señalar que el régimen de la propiedad dentro de la familia no era igual al de fuera de ella bajo ninguno de los sistemas. La propiedad dentro de la familia ha sido siempre regido por un régimen legal separado. Este hecho es borrado por la domesticidad cuando presenta la propiedad de un hombre sobre «su» salario como resultado natural de su participación en el mercado laboral. Aún así, el hecho de que un hombre sea dueño de su salario con respecto a su empleador, no establece que debería de serlo con respecto a su esposa. la decisión de cómo distribuir los derechos sobre el salario del trabajador ideal debería de partir del hecho de que, en las familias en que hay prole, la única razón que le permite al padre desempeñarse como trabajador ideal es que la madre proporciona el flujo del trabajo 268

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de la familia - las camisas limpias, las comidas y la prole atendida que apoya su capacidad de llenar el rol del trabajador ideal. Un activo que se produce en conjunto por dos personas dentro de la familia no debería ser otorgado solamente a una de ellas. Esto se reconoce en Latinoamérica (aunque no en la mayor parte de Norteamérica) por el sistema de propiedad comunal, pero ese sistema termina con el divorcio. Así, la propiedad comunal es de poca ayuda a las mujeres en la mayoría de las familias que se divorcian y que tienen muy pocos ahorros. En ellas, el principal bien familiar es el salario del trabajador ideal - el cual a través de las Américas se define, después del divorcio, como propiedad exclusiva del marido. Para resumir nuestras conclusiones de por qué las mujeres son pobres: bajo el sistema tradicional de jerarquías de género, los bienes de la familia se definen como propiedad de, o se ponen bajo control exclusivo de, el marido. Bajo el sistema de género de la domesticidad, a las mujeres se les empobrece al, primero, marginarlas del mercado de trabajo, y después, al excluirlas de los derechos basados en el trabajo dentro de la familia. ¿CÓMO DEBERIA EL MUNDO CAMBIAR PARA QUE LAS MUJERES NO SEAN POBRES? La eliminación de normas de trabajo androcéntricas, como la del trabajador ideal, y la invención de centros de trabajo flexibles, que establecen como premisa la noción radical de que la mayoría de las personas adultas son responsables del cuido de la niñez son pasos vitales para disminuir el vínculo tradicional entre mujeres y pobreza. Un lugar de trabajo que no castigue a las personas adultas que tienen como actividad principal el cuido, significaría carreras flexibles que no castigan a quienes toman permisos para la crianza infantil, horas de trabajo flexibles con variedad de horarios, sin castigos para quienes tienen horarios más cortos, que permita la telecomunicación como medio de relación dentro del trabajo, tiempo flexible, semanas laborales comprimidas y otros programas 269

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«favorecedores de la familia». Imaginar un lugar de trabajo que no castiga a las principales responsables del cuido debe complementarse con la visión de un mundo en el cual el cuido infantil, como en Francia, es de tan alta calidad que padres y madres luchan para que sus criaturas entren.13 Un segundo paso necesario es la reestructuración de los derechos familiares para establecer el principio de que, en cada familia con descendencia, la propiedad familiar - incluyendo salarios de padre y madre - debe tratarse como propiedad conjunta, tanto antes como después del divorcio. Esto es adecuado porque después, tanto como antes del divorcio, la capacidad del padre de desempeñarse como trabajador ideal depende del trabajo de su ex mujer en el cuido de las criaturas, y la propiedad de un activo generado por el trabajo de dos personas no debe ser otorgado unilateralmente a una de ellas. ¿Cómo cambiaría el mundo si las mujeres ya no fueran pobres? Si a las mujeres se les diera igualdad económica real, la mujer en el metro de Santiago estaría en su trabajo, mientras su bebé juega en una guardería subsidiada por el Estado, que le prepara para una mejor vida. La muchacha de la tienda no invertiría tanto tiempo y dinero en su apariencia, porque no consideraría el matrimonio con un hombre exitoso su única salida para salvarse de una vida con el cinturón apretado, como mujer soltera en un empleo aburrido y sin porvenir en una ocupación segregada por sexo. Las madres no se sentirían obligadas a permanecer con compañeros abusivos porque si se van no tienen como mantenerse ellas y a su familia; no necesitarían controlar la sexualidad de sus hijas por temor a que su exploración sexual las convierta en no aptas para el matrimonio, sin el marido necesario para criar infantes dentro de una seguridad económica. Las madres no tendrían que pensar tan poco en sí mismas - porque tendrían más derechos, tanto en un mercado laboral no marginado como aquellos basados en el trabajo familiar. Los derechos a la propiedad no sólo le darían a las mujeres independencia económica, con la dignidad que la propiedad trae; también las libraría de una sexualidad constreñida por la necesidad 270

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de complacer a los hombres por interés de una seguridad económica, y de la tradición de una maternidad que alaba a las madres por una abnegación que es solamente necesaria porque ellas se encuentran sistemáticamente marginadas y desempoderadas. El último cambio del mundo, si las mujeres tuvieran igual acceso a la riqueza y la propiedad, es quizá el más interesante, dado el alegato que comunmente se esgrime de que la niñez inevitablemente sufre en un régimen de igualdad de derechos para las mujeres. El análisis presentado aquí sugiere que nuestro actual sistema de género sistemáticamente empobrece no sólo a las mujeres, sino también a la niñez que depende de ellas. ¿Cómo usarían las mujeres la riqueza si no fueran sistemáticamente empobrecidas por la asignación de los derechos de propiedad en la familia y el mercado? Economistas del desarrollo sugieren que la mejor manera de asegurarse de que los recursos lleguen a la niñez es dárselos a las mujeres. La Organización Internacional del Trabajo informa que, en Guatemala, es necesario quince veces más desembolso para lograr un nivel similar de nutrición infantil cuando los ingresos los gana el padre que cuando los gana la madre; se han señalado tendencias similares en Chile, Jamaica, Kenya y Malawi.14 La niñez estaría entre las principales beneficiarias de un régimen de iguales derechos de propiedad para las mujeres - por la simple razón de que la niñez es la víctima más conmovedora de la actual organización del mercado de trabajo y los derechos familiares. La igualdad de género, lejos de maltratar la perspectiva de vida de la niñez, la ayudaría a salir del empobrecimiento sistemático que experimenta tan a menudo bajo el actual sistema.

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NOTAS: 1.

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3.

4. 5. 6. 7. 8.

9.

10. 11.

12. 13. 14.

Por ejemplo, bajo el Shari’a, ley del Islam, a una mujer se le garantiza la mitad de la porción de la herencia que le corresponde a un varón con igual grado de relación con la persona fallecida. Abdullahi Ahmed An-Na’im, THE RIGHTS OF WOMEN AND INTERNATIONAL LAW IN THE MUSLIM CONTEXT, 9 Whittier L.Rev. 491, 494 (1987), cita de Qur’an 4:11 y 176. .Joan Williams, UNBENDING GENDER: WHY FAMILY AND WORK CONFLICT AND WHAT TO DO ABOUT IT 118 (por salir en noviembre 1999). Naciones Unidas, Oficina de Información Pública, Década de la Mujer de Naciones Unidas 1976-1985, Really Only a Begginning, 22 UN Chron., julioagosto 1985 en ii. Joan Williams, nota supra 2, en 51. Id. en 159. Id. en 8. Id. en 6-7. DONALD TOMASKOVIC-DEVEY, GENDER & RACIAL INEQUALITY AT WORK; THE SOURCES & AND CONSEQUENCES OF JOB SEGREGATION 3 (1993). La prevalencia del hostigamiento sexual en el trabajo no tradicional obrero produce altos índices de cambio de empleo entre las mujeres. Esta es la razón por la cual la segregación por sexo en estos empleos ha disminuído apenas un poco. Elvia R. Arriola, «What’s the Big Deal?» Women in the New York City Construction Industry and Sexual Harassment Law, 19701985, 22 Colum. HumRts. L. Rev. 21 (1990), Vicki Schultz, Reconceptualizing Sexual Harassment, 107 YLE L.J.1683 (1998) Ver Cynthia Fuchs Epstein, et al., Glass Ceilings and Open Doors: Women’s Advancement in the Legal Proffession, 64FORDHAM L. Rev. 291 (1995). Cuando acontecía un nacimiento (un niño que había «llorado entre cuatro paredes») calificada para heredar la fortuna de la madre, el control del marido sobre las propiedades de su esposa continuaba mientras él viviera. CURTIS J. BERGER & JOAN WILLIAMS, PROPERTY: LAND OWNERSHIP AND USE 443 (1977). CALEB FOOTE, ROBERT J: LEVY &FRANK SANDER, CASES AND MATERIALS ON FAMILY LAW 613 (1985). ALDA FACIO, CUANDO EL GENERO SUENA CAMBIOS TRAE (1996); Joan Williams, nota supra 2 en 107. .INTERNATIONAL LABOUR ORGANIZATION, The Feminization of Poverty, en ALL WOMEN ARE WORKING WOMEN: 4th WORLD CONFERENCE ON WOMEN, Beijing (1995).

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