II. EXPANSIÓN Y CONQUISTA (272 a.c- 27 d.c.) 1. Guerras Púnicas:

II. EXPANSIÓN Y CONQUISTA (272 a.C- 27 d.C.) 1. Guerras Púnicas: Hasta entonces las relaciones entre Roma y Cartago habían sido cordiales: Roma no era

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La aplicación del trabajo cooperativo en el aula mediante el programa didáctico CA/AC1 Resúmen La comunicación que presentamos forma parte de un proy

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II. EXPANSIÓN Y CONQUISTA (272 a.C- 27 d.C.) 1. Guerras Púnicas: Hasta entonces las relaciones entre Roma y Cartago habían sido cordiales: Roma no era una potencia ni naval ni comercial. Pero el dominio por parte de Roma de la parte peninsular de la Magna Grecia (Nápoles, Tarento...) cambió el panorama. Ahora, Roma y Cartago defendían sus intereses e inevitablemente tenían que chocar. 1.1. Primera guerra púnica (264- 241 a.C) El motivo de este enfrentamiento fue la posesión de Sicilia. Cartagineses – o púnicos- y romanos tenían intereses en ella: para Cartago, Sicilia era su lugar de abastecimiento de cereal más importante; para Roma primaba sobre todo la posición estratégica de la isla siciliana. La guerra fue larga, con victorias terrestres de los romanos y marítimas de los cartagineses. Roma empezó a ser superior a partir del momento en que se decidió a construir una flota. El triunfo de la flota romana en las islas Égates (241 a.C.) puso fin a este primer enfrentamiento. Su principal consecuencia fue la declaración de Sicilia como provincia romana. Un posterior tratado con Cartago posibilitó a Roma la anexión de Córcega y Cerdeña (238 a.C). Entre la primera y la segunda guerra púnica, Roma se había anexionado la Galia Cisalpina (221 a.C). Mientras tanto, Cartago había puesto sus ojos en Hispania, en un intento de compensar la pérdida de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Cartago ya tenía asentamientos en Hispania; la intención era ampliar éstos y fortalecer la influencia cartaginesa. Amilcar, general cartaginés, convenció al gobierno y fue enviado a Hispania. Prosiguió las conquistas hasta el río Ebro su yerno, Asdrubal quien fundó Carthago Nova. Tras la muerte de Amílcar, fue puesto al frente su hijo Aníbal. 1.2. Segunda guerra púnica (219- 201 a.C.) Esta guerra surge con motivo de la conquista, por Aníbal, de Sagunto, ciudad aliada de Roma. Aníbal parte desde Hispania a Italia por tierra, atraviesa los Pirineos y los Alpes e inflige a los romanos en tres años, cuatro terribles derrotas: las de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas. Esta última fue una obra maestra de táctica militar y la humillación más dolorosa soportada por Roma hasta entonces. Los romanos sintieron verdadera angustia, pues pensaban que Aníbal intentaría tomar la ciudad, pero se marchó a Capua donde el valor de su ejército se relajó. Entretanto, Roma decidió atacar en Hispania en un intento de cortar a Aníbal su línea de suministros, a manos de los Escipiones. Pero es Escipión el Africano quien conquista la Península Ibérica y luego pasa a África. El senado de Cartago hace venir a Aníbal desde Italia para defender la ciudad. Pero es derrotado definitivamente por Escipión en la batalla de Zama (202 a.C.). Roma es ya la única potencia del Mediterráneo Occidental. 1.3. Tercera guerra púnica (149-146 a.C.) Pese a las condiciones de paz impuestas a Cartago, muchos en Roma pensaban que seguía siendo peligrosa. La consigna era “Carthago delenda est” (Cartago tiene que ser destruida). Así pues, este tercer enfrentamiento se limitó al sitio de la ciudad de Cartago por un gran ejército romano hasta que la tomaron y la destruyeron. Con ello el norte de África se convirtió en provincia romana. Cartago dejó de existir, ya nunca sería una amenaza.

2. Otras conquistas hasta el final de la República. En los intervalos entre las guerras púnicas, Roma no cesa de extender sus dominios. Como hemos visto, entre la primera y la segunda se apodera de Córcega, Cerdeña y la Galia Cisalpina. Entre la segunda y la tercera, la expansión se realiza hacia oriente, donde Roma, en auxilio de Grecia, derrota a Filipo V de Macedonia y años más tarde, a su hijo Perseo. Igualmente derrota a Antíoco el Grande de Siria, que había enviado una armada contra las tropas romanas de Grecia. Con estas victorias Roma domina la cuenca oriental del Mediterráneo. La conquista de esta zona plantea muchos problemas a Roma, pues los pueblos conquistados poseían una cultura mayor que la suya; como hecho significativo hay que decir que Roma no logró imponer el latín en estas zonas orientales. Después de la tercera guerra púnica se detiene la expansión romana, pues surgen una serie de problemas internos a los que tiene que hacer frente y que se van enconando cada vez más hasta el final de la República. No obstante, a finales del siglo II a.C. hace frente a dos guerras importantes: una en el sur, contra Iugurta, rey de Numidia, región del norte de África, y otra en el norte, en Germania, contra los cimbros y los teutones. A ambas le pone fin un cónsul de familia plebeya con grandes cualidades militares: Mario. En el siglo I a.C. siguen las convulsiones interiores, con las guerras civiles que herirán ; de muerte al régimen republicano. Pero hay también dos guerras exteriores a destacar. Una en oriente, contra Mitrídates, rey del Ponto, que ha mandado degollar a ochenta mil ciudadanos romanos: todos los establecidos en Asia. Mitrídates, derrotado, firma la paz; pero promoverá otras dos guerras contra Roma, hasta que lo vence definitivamente Pompeyo. La otra, importante campaña expansiva, es la conquista de la Galia y de la Bretaña por Julio César, en una campaña que dura ocho años y que deja ya fijadas, casi definitivamente, las fronteras del imperio por el norte.

II. CAMBIOS POLÍTICOS Y SOCIALES (EN EL INTERIOR) (272 a.C- 27 d.C.) Paradójicamente, toda esta expansión territorial produjo en Roma una situación mucho peor que la de antes. La ciudad digería mal la inmensa riqueza y su mala distribución adquirida en tan pocos años. La razón es bastante simple: el trigo de Sicilia, Cerdeña, España y de África, volcado en sus mercados a bajo precio porque estaba producido a bajo costo con el trabajo gratuito de los esclavos (adquiridos como botín de guerra en ocasiones), estaba llevando a la ruina económica a los pequeños y medianos agricultores, que no pudiendo soportar la competencia, procedían a vendes sus modestas fincas que quedaban absorbidas en latifundios. Estos latifundios eran arrendados a un administrador que con el trabajo gratuito de los esclavos intentaba hacerlo producir lo más posible. A esta crisis económica hay que añadirle otra social y moral: la de una sociedad que , acostumbrada a basarse en sus pequeños y libres agricultores, ahora se iban confiando cada vez más en el saqueo en el exterior y en la esclavitud en el interior. El número de esclavos que cada día llegaba a Roma era impresionante, suministraban la mano de obra en talleres de artesanos, oficinas, bancos, en el campo, etc…condenando a la desocupación y a la indigencia a los ciudadanos que antes trabajaban en ellos. Pero sus condiciones eran ínfimas, especialmente en los latifundios, todo esto provocó las primeras rebeliones de los esclavos, la más importante la del 139 a.C., la que se adueñó de casi toda Sicilia, pero tras seis años de lucha fueron de nuevo aplastados. Los Graco En el año 133 a.C, Tiberio Graco (hijo de Sempronio Graco, famoso por sus conquistas en Hispania y su honradez, y de Cornelia, hija de Escisión el Africano, quien venció a Anibal) es elegido tribuno de la plebe y sensible ante las injusticias de aquella sociedad, a pesar de ser noble, y viendo que Italia corría a la ruina si su agricultura caía en manos de especuladores y esclavos, propuso a la Asamblea como único remedio una reforma agraria basada en el reparto de tierras a los más pobres, entre otras para evitar el latifundismo. Este proyecto de ley fue votado y aprobado por la Asamblea de manera fraudulenta, y le costó la vida a Tiberio Graco, pues iba en contra de los intereses de los senadores latifundistas. En el 123 a.C., es elegido Tribuno de la plebe su hermano Cayo. Durante esos nueve años que habían transcurrido, las leyes agrarias de Tiberio que el senado no se atrevió a derogar, habían dado sus frutos. Cayo llevó adelante con cautela la aplicación de las leyes de su hermano y consiguió algunos logros como nuevas colonias en Italia Meridional y en África, fijó el precio político para el trigo, la mitad del que regía en el mercado, propuso agregar 300 senadores más elegidos en la Asamblea y extender la ciudadanía a los hombres libres del Lacio y del resto de la península, pero esto le costó también la muerte. Los Graco no fueron revolucionarios pero chocaron con la intransigencia de los privilegiados. Tras su muerte pareció que los conservadores habían ganado y se esperaba una gran represión que nunca llegó. El senado archivó la reforma agraria y no modificó ni el precio del trigo ni se atrevió a nada. Pero con la excusa de favorecer aún más a los pequeños propietarios creados gracias a esas leyes agrarias, se les permitió vender las tierras, volviéndose a la anterior situación de latifundios y trabajo servil. Volvió a aumentar el número de pobres. Esta ruptura social entre pobres y ricos cristaliza en dos partidos políticos, los optimates (conservadores que dominan el senado ) y los populares(reformistas que controlan los comicios).

Mario En el año 112 a.C., en Numidia (África) Micipsa deja a Yugurta como regente de sus dos hijos legítimos. Este mata a uno de ellos y el otro pide ayuda a Roma. En su ayuda acude el cónsul Q. Metelo, junto con el recién elegido tribuno, Mario quien se pone a sus órdenes. Metelo tras conocer las pretensiones de Mario al consulado, se escandalizó pues era una aspiración fuera de lugar en la práctica para un campesino. Precisamente por esto, la Asamblea lo votó sin saber quién era. Y una vez elegido en el 107 a.C. , Mario reclamó el puesto de Metelo. La guerra tomó otro ritmo y en pocos meses, Yugurta se vio obligado a rendirse, no gracias a Mario realmente sino a un cuestor suyo, Sila. Pero el peligro exterior no había acabado con Yugurta, al contrario, adquirió más gravedad por la vuelta de los galos y de las invasiones germánicas(cimbros y teutones) en el 102-101 a.C.. Para ello, preparó un ejército que constituyó su verdadera gran revolución. Incorporó en el ejército a los pobres, algo “inconstitucional”, atrayéndolos con una buena paga y con la promesa de botín y de una generosa entrega de tierras. Tras la victoria, Mario tuvo una gran acogida en Roma, en señal de gratitud le regalaron todo el botín y fue elegido cónsul por sexta vez, hecho también en contra de las leyes. Como consecuencia del cumplimiento de sus promesas a los soldados se vio obligado a retirarse y partió hacia Oriente. Sublevación de los Italianos. En el 91 a.C.,Marco Livio Druso fue elegido tribuno y entre otras propone a la Asamblea la concesión de la ciudadanía a todos los italianos libres. Esta propuesta le costó la muerte. Inmediatamente después, toda la península se alzó en armas. Tras siglos de unión con Roma, seguía siendo tratada como una provincia conquistada, se la exprimía con impuestos, pero tan solo algunos ricos obtuvieron la ciudadanía romana. Esta rebelión pronto se extendió y a los rebeldes se unieron los esclavos, convirtiéndose no ya en la segunda guerra servil, sino en una guerra social. El pánico llegó a Roma, al pensar en la posible venganza de aquellos otrora oprimidos y pensaron de nuevo en Mario, quien armó un ejército y obtuvo la victoria y con ella una paz poco duradera. Sila En el año 88 a.C., poco después de la revolución servil y social aplastada por Mario, Lucio C. Sila fue elegido cónsul por el apoyo de los conservadores, no para hacer política sino para tener el mando del ejército que se estaba preparando contra Mitrídates, rey del Ponto en Asia Menor. Era un hombre aristócrata pero pobre que solo mostró interés por la guerra, por eso siguió a Mario en sus hazañas. El tribuno Sulpicio Rufo trató de invalidar su nombramiento, proponiendo a la Asamblea a Mario. Sila no era hombre de renuncias y marchó a Nola donde se estaba organizando el ejército contra Mitrídates, y en vez de embarcarlo para Asia Menor lo dirigió a Roma. Allí le esperaba Mario que había improvisado otro para resistirle. Sila venció fácilmente y Mario huyó a África. Después Sila se proclamó procónsul y permitió la elección de dos cónsules, Octavio y Cinna, para despachar en la patria mientras él luchaba en Asia Menor. Tras su marcha, a las disputas de ambos cónsules se unen las de los conservadores y los populares. La guerra social y servil de hacía dos años desemboca en una guerra civil. Mario regresa de África para unirse a Cinna, reúne un ejército principalmente de esclavos, y se dirige a Roma donde tiene lugar una gran matanza. Proscribe a todos sus enemigos y llega a nombrarse cónsul sin elección. Mario muere junto a Cinna, Flaco quien es enviado a Oriente para deponer a Sila, no solo renuncia a cumplir sus órdenes, sino que se puso bajo las de Sila. Tras ofrecerle una ventajosa paz a Mitrídates, Sila vuelve en el 83 a.C., pero el gobierno estaba en manos del hijo de Mario, Mario el

Joven quien fue derrotado. En el 81 a.C., el triunfo que la capital dispensó a Sila fue inmenso. Las venganzas de Sila, sus famosas proscripciones dejan pequeñas a las del partido de Mario. Se autoproclamó dictador y se mantuvo en el poder tres años, en los que gobernó como autócrata y sus reformas fueron verdaderamente una restauración aristocrática. Luego se retiró voluntariamente y diez años después de su muerte no quedaba nada de sus reformas políticas. Los patricios que se encontraban de nuevo con todo el poder en sus manos, en vez de usarlo para poner en orden en el Gobierno y en la sociedad, lo aprovecharon para robar, corromper y matar. Todo era cuestión de dinero. Comprar la elección de un cargo era algo normal, los militares se enriquecían en sus campañas, se compraba también a los jueces,…Puesto que todo dependía del dinero, éste se había convertido en la única preocupación. Rebelión de Espartaco. (73 a.C.) Tras la retirada del dictador Sila, el Senado recurrió a Pompeyo y a Craso, como favoritos de Sila, poniéndoles al frente respectivamente de sendos ejércitos para dominar las revueltas de España y de Italia; España se había rebelado ya varias veces contra las depredaciones de los gobernadores romanos. Pero más grave era la revuelta de Italia. En la escuela de gladiadores de Capua, frecuentada por los esclavos, un día doscientos de ellos intentaron huir, consiguiéndolo setenta y ocho, éstos saquearon los alrededores y eligieron como jefe a un tracio llamado Espartaco, hombre de notables cualidades, que lanzó un llamamiento a todos los esclavos de Italia, organizando en un ejército a unos setenta mil de ellos, sedientos de libertad y venganza, les enseñó a fabricarse sus armas y derrotó a los generales que hasta entonces el Senado le había mandado para reducirlo. Sabedor de que su lucha era a la larga inútil, se dirigió a los Alpes para disolver a su ejército, pero sus secuaces quisieron volver, y saqueando campos y ciudades, llegaron finalmente a la aterrada Roma. Entonces el mando romano fue entregado a Craso. Espartaco se retiró hacia el Sur, Craso le persiguió hasta darle muerte a él y a la mayor parte de sus hombres.

Craso y Pompeyo. Corría el año 71 a.C. y los dos victoriosos generales de retorno a Roma, no licenciaron sus ejércitos como marcaba la ley y el Senado, quien había negado el triunfo a Pompeyo y la distribución de tierras que él había prometido a los soldados. Ante tal hecho, ambos generales se aliaron y a ellos los populares que desde la muerte de Sila esperaban la ocasión para vengarse de la aristocracia. En el 70, Pompeyo y Craso fueron elegidos cónsules, aunque no eran populares pues pertenecían a la burguesía, pero el egoísmo de la aristocracia consiguió aproximar a la burguesía y al proletariado. Los dos cónsules adoptaron determinadas medidas tales como la restauración del poder de los tribunos, supresión del privilegio de los patricios para monopolizar los jurados en los tribunales. Pompeyo tendría el mando de las operaciones en Oriente, comprometiéndose a abrir los mercados orientales a las inversiones de los banqueros, aliados de Craso. El Senado se opuso a esta medida, pero la Asamblea la aprobó por unanimidad, persuadidos por el joven Cicerón, máximo exponente de las letras latinas. La victoria de la Asamblea y de Pompeyo marcó el fin de la supremacía patricia y de la restauración de Sila. Sólo un acontecimiento turbó aquel pacífico y progresivo retorno a la democracia:

La Conjuración de Catilina. (63 a.C.) Catilina, aunque era de ascendencia aristocrática, se pasó al grupo de los populares más radicales: reclamaba la abolición de todas las deudas para todos los ciudadanos. Se rumoreaba que había organizado una banda para matar a los cónsules, pero por el contrario presentó su candidatura democráticamente, esperando que la alta burguesía le apoyara como había hecho con Craso y Pompeyo, pero no fue así., Su rival y vencedor fue Cicerón que predicaba la concordia de los órdenes.

Catilina al ser vencido, se puso a organizar la famosa conjuración, reuniendo en secreto algunos millares de partidarios, desde esclavos a senadores. Y arropado por esta fuerza volvió a presentarse a las elecciones y para asegurarse el triunfo, tramó el asesinato de su rival y de Cicerón. Pero fue derrotado de nuevo. Cicerón consiguió una orden de detención y condena a muerte para algunos de los conspiradores, pero Catilina ya había abandonado Roma. Solo una voz se alzó a favor de los detenidos, la del joven César, abogado fiel de los populares que también tuvo que huir. Cicerón se dirigía a la cárcel para hacer cumplir la sentencia y mientras el otro cónsul, Marco Antonio, partía con un ejército para aniquilar a Catilina. Después del asunto de Catilina, la carrera política de Cicerón comenzó a declinar, aunque con algún resplandor en época de César, de quien fue en unas ocasiones amigo y en otras enemigo. CÉSAR Procedía de familia aristócrata pobre, de hecho vivía en un barrio de baja reputación de Roma, tuvo como preceptor a un galo del que aprendió entre otras cosas, el carácter de sus compatriotas. Era un hombre de mundo, galante, elegante, lleno de humor que a pesar de su fealdad fue muy afortunado con las mujeres. Tuvo cuatro mujeres y un gran número de amantes, de hecho, se dice que los aristócratas le odiaban porque seducía a sus mujeres. Tal fue el caso de Cicerón, pero César se hizo perdonar entregándole a una hija suya. Cuando este joven arrogante y disoluto llegó a Roma en el 68, estaba ya cargado de deudas que había adquirido con Craso. Ese dinero lo empleó para comprarlos votos con los que fue elegido, tuvo una gobernación y un mando militar en España y volvió a Roma con fama de buen soldado. Al año siguiente volvió a presentarse y fue elegido edil, y poco después propretor en España. Pero sus acreedores pidieron al Gobierno que no le dejaran marchar hasta que saldara sus deudas. De nuevo Craso le prestó el dinero, marchándose a España donde

sometió a los iberos y trajo a Roma un botín tal que el Senado le otorgó el triunfo, quizás porque sabía de su intención de presentarse al Consulado y según la ley, se impedía al triunfador la entrada en Roma antes de la ceremonia. Pero César acudió, dejando al ejército fuera de la ciudad, sin licenciar.

Los conservadores detestaban a César, ya que había defendido a Catilina y podían muy bien impedirle el éxito oponiéndole a un hombre del prestigio de Pompeyo, pero celosos de sus victorias y riquezas (hasta tal punto que poseía un ejército propio con el que elegirse dictador por la fuerza) y con la idea de no necesitar nada de nadie tras la caída de Catilina, no lo apoyaron en su nueva candidatura, ni tampoco el Senado , que tras licenciar a su ejército a su vuelta de Asia Menor, no repartió a los soldados las tierras que Pompeyo les había prometido, hecho que aprovechó César para atraerle de su parte y de Craso.

1. Primer Triunvirato. Esta maniobra diplomática se vio consolidada con un acuerdo tripartito: el primer triunvirato. Pompeyo y Craso ponían su influencia y riquezas que eran inmensas para que César fuera elegido cónsul. Una vez elegido éste distribuiría las tierras a los soldados de Pompeyo y concedería a Craso las contratas a las que aspiraba. Y así lo hizo, pero con la oposición del Senado y al igual que los Graco, tuvo que llevarlos a la Asamblea donde fueron aprobados por mayoría. De época de los triunviros fue la famosa cita “panem et circenses”, pues magníficos eran los espectáculos del Circo. Entre aquel favor popular le fue fácil a César llevar a cabo sus reformas económicas y sociales que eran las de los Graco.

El Senado hizo oposición a todas a través del otro cónsul, Bíbulo, pero la Asamblea se reía de él. En el 58, César se hizo sustituir en el cargo por Gabino y Pisón con cuya hija Calpurnia se casó tras divorciarse de su tercera mujer, acusada de haber introducido a su amante Clodio en un recinto sagrado. César puso en movimiento a Craso para que comprar a los jueces y Clodio fue absuelto. En el momento de dejar el cargo se autonombró procónsul por cinco años de la Galia Cisalpina y Narbonense. La ley prohibía estacionar tropas de los Apeninos hacia abajo, y quien tenía el mando de estos montes hacia arriba, era el dueño prácticamente de la península. Sabía que el Senado trataría de impedírselo, pero ya había demostrado que sin él también se podía gobernar, haciendo aprobar directamente las leyes por la Asamblea. Además impuso que todos los debates del Senado fueran registrados y publicados día a día, sometiéndolo así a la opinión pública. Con su suegro Pisón y su amigo Gabino como cónsules, con un deudor como Clodio al frente de la plebe, con la amistad de Pompeyo y el apoyo financiero de Craso y con el Senado obligado a rendir cuentas , César podía incluso alejarse de Roma para procurarse lo que le faltaba: la gloria militar y un ejército fiel. 2. La Conquista de las Galias. Cuando César llegó a la Galia en el 58, los romanos solo conocían las provincias del Sur, sometidas para asegurarse la comunicación con España. El Norte estaba habitado por tribus de celtas diseminadas que estaban en continua lucha entre sí. César tenía cierta simpatía hacia los galos, pues uno de ellos había sido su preceptor y además eran celtas como los del Piamonte y Lombardía, ya sometidos y que constituían su mejor infantería. Si lograba someter a toda la Galia, encontraría una mina inagotable para sus ejércitos. César no contaba con fuerza suficiente para una guerra de conquista. Pero en aquel momento los helvecios y los germanos amenazaban anegarla y aterrada toda la Galia pidió ayuda a César, quien sin consultar al Senado, a sus expensas alistó a más soldados e inició la batalla. Fueron dos campañas temerarias y fulgurantes a pesar de la inferioridad numérica. El depravado y endeudado mujeriego se revelaba en el campo de batalla como un excelente militar. La Galia quedaba sometida. El pueblo de Roma se regocijó y la Asamblea, pero no el Senado. Desde que César había dejado el Consulado, Roma sufría una situación interna insostenible por la cantidad de desórdenes y revueltas callejeras. Funcionaban dos bandas de “incontrolados”: la de Milón (partido de los optimates o conservadores) y la de Clodio (populares). Ante tal situación los triunviros se reunieron y decidieron que Craso y Pompeyo se presentarían de nuevo al Consulado y César sería confirmado como gobernador de la Galia otros cinco años. Expirado el plazo, Craso obtendría Siria y Pompeyo, España. Así entre los tres serían dueños de todo el ejército.

El plan funcionó porque con las riquezas de los tres compraron una mayoría suficiente. César volvió a la Galia donde los germanos atacaban de nuevo y los aniquiló. Siguió con sus conquistas hacia Inglaterra, pero tuvo que regresar porque había una revuelta en la Galia más seria de lo que él pensaba. Toda la Galia se le había revelado bajo el mando de Vercingetorix. César se vio solo en un país hostil y a punto estuvo de perder, a no ser por su resistencia e insistencia. Permaneció aún aquel año en la Galia para aplastar los restos de la revuelta con suma severidad, convirtiendo a los galos de nuevo en un pueblo respetuoso y fiel a Roma. La conquista de la Galia le llevó ocho años e incorporó a Roma los territorios de Francia, Bélgica y Suiza. Craso después del Consulado, tal como acordaron, partió para Siria donde declaró la guerra a los partos y allí fue derrotado y asesinado. Pompeyo, en cambio, que había conseguido un ejército para marchar a España, se quedó con él en Italia, algo que no presagiaba nada bueno. Además se había puesto de acuerdo con los conservadores y ya los acaudillaba. Acuarteló su ejército en Roma, a la sombra del cual tuvo la Asamblea sus sesiones y los tribunales sus procesos. Y volvió a proponer la ley que exigía la presencia en la ciudad para concurrir al Consulado. La Asamblea, guarnecida por sus tropas, la aprobó. Era la exclusión de César, que no podía volver antes del día fijado para el triunfo, corría el año 49. Es el fin del triunvirato.

3. La Guerra Civil. César habría aceptado cualquier acuerdo con tal de evitar un enfrentamiento entre romanos, pero cuando el Senado le contestó impidiéndole concurrir al Consulado, sólo le quedaba dispersar al ejército, quedándose así inerme, o ser declarado enemigo público. Ante tal situación, tomó la decisión de pasar el Rubicón, riachuelo que servía de frontera entre la Galia Cisalpina y la verdadera Italia, donde le estaba vedado entrar sin licenciar al ejército. Y con una inferioridad numérica con respecto a Pompeyo que también avanzaba pero hacia el Sur, comenzó una marcha sobre Roma, con la esperanza siempre de llegar a un acuerdo.

César entró en Roma el 16 de marzo, dejando al ejército fuera de la ciudad. Se había rebelado contra el Estado pero respetaba sus reglamentos. Pidió el título de dictador, pero el Senado se lo negó. Entretanto los conservadores, fuera de Roma, preparaban tres ejércitos: el de Pompeyo en Albania, el de Catón en Sicilia y otro en España. Contaban con la rendición de César y de Italia por hambre, pero por el contrario venció en Sicilia y España, librando así al pueblo de la escasez de trigo y de la hambruna. El Senado le otorgó el título de dictador, pero él lo rehusó, le bastaba el de cónsul que le dieron los electores. Con rapidez puso en orden los asuntos internos del Estado y reunió un ejército y marchó hacia Albania tras la huella de Pompeyo. En su apoyo acudió su lugarteniente Marco Antonio con hombres y abastecimiento. Antes de atacar, César envió otra proposición de paz a Pompeyo, pero éste salió por el contrario en su busca y lo encontró en la llanura de Farsalia. Allí tuvo lugar la obra maestra de César, la batalla de Farsalia. Pompeyo huyó con su séquito de aristócratas holgazanes, entre los cuales se encontraban Casio y Bruto (hijo de César y de una de sus amantes), en dirección a Egipto, estado vasallo de Roma administrado por Tolomeo XII y su visir Potino, quien conocedor de lo de Farsalia, intentó ponerse de lado del vencedor matando a Pompeyo.

4. Los Idus de Marzo César ya era el único dueño de Roma, pero antes de regresar quiso poner orden en Egipto, donde Tolomeo debería haber compartido el trono con su hermana Cleopatra, después de desposarla tal como ordenaba el testamento de su padre. César los puso de acuerdo y les devolvió el poder a ambos. Desgraciadamente hubo una revuelta en la ciudad contra César a la que se unió la guarnición romana. César pidió un mensajero en busca de ayuda a Asia Menor, pero Tolomeo, creyéndose perdidos, se unió a los rebeldes y nunca más se supo de él. Por el contrario, Cleopatra permaneció con César y tras la llegada de refuerzos, dispersó a los egipcios y la repuso en el trono. César permaneció con Cleopatra en Egipto el tiempo de traer un hijo común al mundo llamado Cesarión. Entretanto Roma era de nuevo presa de las cuadrillas de Milón. César volvió llevando consigo a Cleopatra. La situación era ínfima: el trigo ya no llegaba de España ni de África, cundía el caos en el interior, pues entre otras se había ordenado la cancelación total de las deudas. Acudió en primer lugar a luchar a África y después a España. Finalmente pudo dedicarse a la obra de reorganizar el Estado. Ya tenía los poderes para ello pues el Senado le había otorgado el título de dictador vitalicio. Esto era ya más parecido a una monarquía que a una república. Para su gran reforma contaba con la ayuda de algunos amigos, con la Asamblea y al Senado, tras incrementar su número de miembros considerablemente, lo redujo a órgano meramente consultivo. Además sabía que lo bueno radicaba en las provincias y con ellos se proponía llevar a cabo sus reformas, que no eran otras que las de los Graco: el reparto de tierras al pueblo y la concesión de derechos a los provincianos. Pero César también era consciente de que se conspiraba contra él, e infravaloraba a sus enemigos y soñaba con nuevas empresas: vengar a Craso contra los partos y extender el Imperio. En febrero del 48, Casio se puso a la cabeza de una conspiración y procuró atraerse a Bruto (hijo bastardo de César). El complot iba arropado de nobles ideales: su propósito era dar muerte a un tirano que aspiraba a la corona de rey para compartirla con Cleopatra y dejarla en herencia al bastardo Cesarión, trasladando la capital a Egipto.

Así, a primeros de marzo Casio advertía a Bruto de que en los próximos Idus, o sea el 15, César daría el gran golpe, que su lugarteniente propondría a la Asamblea, decidida ya a aprobarlo, proclamar rey al dictador, pues la Sibila había vaticinado que solo un rey vencería a los partos, contra los que el ejército se preparaba. Evidentemente el Senado también lo respaldaría, pues con la reciente reforma, la mayoría era cesariana. Por tanto, no quedaba más opción que el puñal. Y así fue: apenas entró en la sala los conjurados se abalanzaron sobre él y cayó al suelo cosido a puñaladas. Y el único que lo podía defender, Marco Antonio, había sido retenido en la antesala. Fuera, la muchedumbre se apiñaba inquieta y amenazadora. Atemorizados los conjurados intentaron justificar el asesinato como un triunfo de la libertad, pero no convencieron al pueblo y tuvieron que refugiarse en el Capitolio y pedir ayuda a Marco Antonio para salir de allí con vida, quien paradójicamente les prometió una gobernación para alejarse de Roma. Los funerales fueron los más solemnes que jamás se habían visto en Roma. Con la lectura del testamento Marco Antonio esperaba ser el sucesor, pero “sorprendentemente” César dejaba de su fortuna privada algo a todo ciudadano romano, sus jardines al municipio para parques públicos y el resto a sus tres sobrinos: especialmente a uno, Cayo Octavio, al que adoptaba como hijo y lo hacía su sucesor. El segundo triunvirato Nadie prácticamente conocía a C.Octavio, a partir de ahora C.Julio César Octavio. El muchacho era nieto de Julia, hermana de César, había recibido una disciplina espartana y estudiado con provecho. César, al no tener hijos legítimos, se encaprichó de él, siendo niño se lo llevó a su casa y le tomó afecto. Incluso en el 45, se lo llevó a España y observó que a pesar de su mala salud, afrontaba al enemigo con el más frío valor y que no tomaba las decisiones a la ligera.

Octavio Augusto

A la muerte de César, volvió a Roma y se entrevistó con Antonio para preguntarle si había hecho el pago a los ciudadanos y a los soldados tal como ordenaba el testamento. Evidentemente Antonio no lo había hecho y entonces se hizo prestar dinero y lo distribuyó. Este hecho irritó mucho a Antonio quien dijo que había sido víctima de un atentado organizado por Octavio. Éste reunió a su ejército de Iliria y lo unió al de los

cónsules existentes y marchó contra Antonio. El Senado lo respaldó, pues se dieron cuenta de la prepotencia de Antonio, quien defraudado por la sucesión de César, trataba de tomarla por la fuerza y erróneamente creyeron que el joven haría menos sombra. El encuentro de los dos ejércitos se produjo cerca de Módena y la suerte favoreció a Octavio. Antonio por primera vez en vida, huyó. Octavio volvió a Roma al frente de todas las tropas, fue al Senado, impuso su propio nombramiento como cónsul, la anulación de la amnistía a los conspiradores de los Idus de marzo y su condena a muerte. Convocó a otro lugarteniente de César, Lépido, le mandó como embajador de paz a Antonio y estableció con los dos el segundo triunvirato, demostrando así haber sacado provecho de las lecciones de su tío. Y la venganza comenzó. Este triunvirato fue instituido por el Senado como magistratura oficial por un periodo de cinco años(después, en el año 37, lo renovó de nuevo por otros cinco años más). Ahora quedaban por castigar a los dos principales culpables, Bruto y Casio, gobernadores de Macedonia y Siria respectivamente, que habían unido sus fuerzas y formado el último ejército de la Roma republicana. El encuentro tuvo lugar en Filipos (Tracia). Tras esto, los vencedores hicieron el reparto del Imperio: a Octavio le tocó Occidente, a Lépido África, y a Antonio Grecia y Oriente Medio .Cada uno de estos tres hombres sabía que el arreglo era provisional. Mientras Lépido iba quedando un poco desplazado del triunvirato, un nuevo incidente dificulto las relaciones entre Octavio y Antonio, pues éste repudió a su esposa, hermana de Octavio, y se casó con Cleopatra, conducta que se granjeó la antipatía de la opinión pública romana y de Octavio. El 1 enero del 32 cesaban los poderes de los triunviros; en ese día el Senado otorgó a Octavio el mando sobre todas las tropas. La contienda final entre Octavio y Antonio tuvo lugar en Actium el 2 septiembre del 31, fecha en que la tropa romana derrotó a los egipcios. Antonio y Cleopatra huyeron a Egipto, donde se suicidaron. En el año 29 a. de C., Octavio regresa a Roma en medio de un gran triunfo y el 28 es elegido cónsul junto con Agripa. Pero en el 27 se dirige al Senado para anunciar que la República ha sido restaurada y que ha decidido no continuar. El Senado respondió abdicando a su vez y remitiéndole a él todos los poderes, suplicándole que los asumiera y confiriéndole aquel apelativo de Augusto, con el que ha pasado a la Historia.

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