III. Dos limusinas con chofer los esperaban y los condujeron raudamente al lujosísimo hotel donde solía hospedarse Alí el Cheikh

PRECIADA AZANCOT III La llegada, a la tarde del día siguiente, de Natalia a París, causó sensación entre los, sin embargo, blasés empleados y asiduos
Author:  Rafael Prado Nieto

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III La llegada, a la tarde del día siguiente, de Natalia a París, causó sensación entre los, sin embargo, blasés empleados y asiduos del aeropuerto Charles de Gaulle. Por cortesía de su amigo Alí el Cheikh, a quien ella no había querido de nuevo desairar, se veía flanqueada por los doce fornidos soldados de la guardia personal del jefe de las tribus nómadas del desierto magrebí, revestidos, todos ellos, con sus trajes de gala, cimitarra al cinto, burnuses blancos con capucha sobre inmaculados turbantes, botas de oloroso cuero repujado con sonoras espuelas de plata, amplios calzones negros y casacas también tintas. Afortunadamente los reglamentos de la Compañía Aérea Royal Air Maroc prohibían terminantemente que se admitieran animales y armas de fuego, con lo cual la camella adornada en la cual viajó hasta Marrakech, los doce briosos corceles blancos que montaran los soldados de Alí el Cheikh, así como sus escopetas prontas a disparar salvas de fantasía, habían sido retenidas en el aeropuerto de la ciudad imperial, rosada y amurallada, del reino hachemita. Balkis se había salvado de casualidad, porque aún era tan diminuta que viajaba en brazos de su ama. Dos limusinas con chofer los esperaban y los condujeron raudamente al lujosísimo hotel donde solía hospedarse Alí el Cheikh. Por la manera untuosa y reverenciosa en que fueron acogidos y el apelativo de Lala Natalia que le confirieron desde su llegada a la recepción, Natalia dedujo que la esplendidez y generosidad de las propinas que Alí el Cheikh solía otorgar, habían alcanzado el noble estatus de institución, que los franceses otorgaban tan parsimoniosamente a todo lo que es extraño a su propia cultura.

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La niña que hacía reír a Dios – The Little girl who made God laugh

Nathalie’s arrival in Paris the following afternoon caused a sensation among the otherwise blasé employees and frequent passengers of the Charles de Gaulle airport. Courtesy of her friend Sheikh Ali, whom she had not wanted to offend again, she was flanked by the twelve stalwart soldiers of the personal guard of the chief of the North African desert’s nomad tribes, all dressed in their ceremonial uniform, with a scimitar in the belt, white burnouses with hoods over immaculate turbans, boots of scented leather adorned with tinkling silver spurs, wide black trousers and also black jackets. Fortunately Royal Air Maroc regulations strictly prohibited the carriage of animals and firearms, which was why the decorated camel on which she had travelled to Marrakech, the twelve spirited white stallions ridden by Sheikh Ali’s soldiers, along with their shotguns ready to fire salvos of honour had been held back at the airport of the rose coloured and walled imperial city of the Hashemite kingdom. Balkis had been saved by pure luck, because she was still small enough to travel in her mistress’s arms. Two chauffeur-driven limousines were waiting for them and drove them rapidly to the super luxury hotel where Sheikh Ali would normally stay. From the deferential and reverential way in which they were received and the name of Lady Nathalie that she was conferred with from the moment that she arrived at reception, Nathalie deduced that the splendour and generosity of the tips that Sheikh Ali would usually give had reached the noble status of institution, which is what the French so parsimoniously grant to everything that is foreign to their own culture.

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Desde primeras horas de la mañana siguiente, comenzaron a llegar a la inmensa y exquisitamente amueblada suite que ocupaba enormes adornos florales, inmensas cestas de frutas confitadas, decenas de invitaciones impresas a almuerzos y meriendas, refinadas cajas de bombones trufados y de marrons glacés. Los amigos íntimos de Alí el Cheikh habían sido, por lo visto, avisados de la llegada de la huésped de honor del jefe de los soldados del desierto. Natalia pudo constatar, asimismo, que los diarios matutinos reproducían, con grandes fotos, su llegada al aeropuerto y que los titulares sembraban la más absoluta confusión sobre su identidad. Uno se refería a “la exquisita princesita del desierto”, otro a “un ángel caído para liberar a las tribus nómadas de los venenosos colmillos de la Serpiente Sagrada”, un tercero aludía a “un genio precoz de la filosofía” (pues recogían las respuestas que ella diera a los periodistas que la interrogaban “no sé quién soy, ni de dónde vengo ni adónde voy. Estoy aquí porque lo busco a Él por toda la tierra”), un cuarto se refería al lanzamiento de una película sobre la Reina Esther. -No creía que la capital de la cultura europea fuera más pequeña que el poblado nómada de Alí el Cheikh- exclamó Natalia asombrada mientras remojaba un segundo croissant en su taza de café con leche – , ahora, mi próxima misión será ver cómo me las apaño para volver a entrar en el anonimato – decidió la niña. Le tomó casi dos días conseguir su propósito. Entre todos los amigos de Alí el Cheikh, eligió a un caballero de avanzada edad, industrial retirado, de noble porte y aún más noble abolengo, de cara rectangular, sienes despobladas, cabello níveo que armonizaba exquisitamente con una cuidadísima barba poivre et sel, impecables modales y aún más distinguido vocabulario, que se ofreció encantado, para ser su anfitrión y su guía en la bella ciudad de las luces.

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From first thing in the morning on the following day, enormous floral displays had started to arrive at the vast and exquisitely furnished suite that she occupied along with massive baskets of glazed fruit, dozens of printed invitations to lunches and afternoon teas, elegant boxes of sweet truffles and glazed chestnuts. Sheikh Ali’s best friends had apparently been informed of the arrival of the guest of honour of the chief of the desert soldiers. Nathalie was likewise able to note how the daily newspapers reported her arrival at the airport with large photographs and headlines that sowed the most absolute confusion as to her identity. One referred to “the exquisite desert princess”, the other to “an angel fallen from heaven to free the nomad tribes from the Sacred Serpent’s poisonous fangs”, a third one alluded to “a precocious genius of philosophy” (since they reflected the answers that she gave to the reporters who interviewed her “I don’t know who I am, nor where I came from nor where I am going. I am here because I am looking for Him everywhere I go”), a fourth referred to the launching of a film about Queen Esther. “I didn’t think that Europe’s capital of culture was smaller than Sheikh Ali’s nomad settlement” exclaimed Nathalie, amazed as she dipped a second croissant in her cup of milky coffee. “My next mission will be to see how I can organise things so I can be anonymous again” the girl decided. It took her almost two days to achieve her objective. From all of Sheikh Ali’s friends she chose an elderly retired industrialist, a gentleman of noble bearing and even more noble ancestry, with a rectangular shaped face, smooth temples, snow white hair that harmonised exquisitely with a very carefully tendered salt and pepper beard, impeccable manners and an even more distinguished vocabulary, who delightedly offered himself to be her host and guide in the beautiful city of lights.

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Tras dar todas las garantías pertinentes a través de un complicado sistema de faxes y de briosos corceles que galopaban con sus mensajeros hasta la jaima de Alí el Cheikh, consiguió el consentimiento de su amigo para repatriar a la guardia de honor y para ser trasladada a la elegante residencia de Monsieur de Brie, pues así se llamaba su nuevo amigo. El jefe de la guardia insistió en ofrecerle, de parte de su amo, una extraña tarjeta dorada plastificada a nombre de Natalia el Cheikh, con la cual podía, según se le informó, comprar cualquier producto o servicio que necesitara a través del mundo, con solo colocar su propia firma en los volantes que le entregaran. Natalia, agradecida y aliviada, se despidió de la guardia de honor que le presentó armas antes de retirarse. El hotel Particulier, residencia de Monsieur De Brie, situado en la orilla izquierda del Sena, era un compendio de buen gusto, refinamiento, sobrio y costosísimo mobiliario de época, tapices d’Aubusson y galería de retratos de severos antepasados de su noble amigo. Balkis, debidamente amonestada por su amita, se portó a la altura de su nueva situación y acentuó su ya notable porte aristocrático, su exquisita pulcritud y su caminar felino y silencioso para ser admitida dentro del inmaculado hogar y no ser enviada a la perrera donde cuatro inmensos y ruidosos perros de guardia esperaban con impaciencia la noche para adueñarse del inmenso jardín que debían cuidar de toda invasión ajena. Dentro de la casa señorial vivían cuatro personas más: una gobernanta de mirada amorosa y maternal, un chofer–jardinero irónico y juguetón, una doncella uniformada eficaz y silenciosa y una cocinera risueña y bonachona que llamó poderosamente la atención de Natalia por su colorido atuendo, su piel color chocolate y que había sido traída desde Martinica por Monsieur De Brie.

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After providing all the relevant guarantees through a complicated system of faxes and spirited stallions that galloped with their messengers to Sheikh Ali’s tent, she managed to obtain her friend’s con-sent to repatriating the guard of honour and being transferred to the elegant residence of Monsieur de Brie, for that was her new friend’s name. The chief guard insisted on giving her, on his master’s behalf, a strange golden plastic card in the name of Sheikh Nathalie, with which, he told her, she could buy any product or service that she needed anywhere in the world, just by putting her own signature on the vouchers that would be presented. Nathalie, grateful and relieved, said goodbye to the guard of honour who presented arms before leaving. The Hotel Particulier, Monsieur De Brie’s residence, located on the left bank of the Seine, was a compendium of good taste, refinement, sober and extremely expensive period furniture, with d’Aubusson tapestries and a gallery of her noble friend’s stern ancestors. Balkis, duly warned by her little mistress, raised her behaviour to the level of her new situation and accentuated her already noticeable aristocratic bearing, her exquisite pulchritude and her silent and feline walk, so as to be admitted into the immaculate home and not be sent to the dog pound where four immense and noisy guard dogs impatiently awaited nightfall so as to take possession of the vast garden that they had to guard against any foreign invasion. Four more people lived in the lordly mansion: a governess with a loving and maternal look about her, an ironic and playful gardener cum chauffeur, an efficient and quiet uniformed maid and a jolly smiling cook who really caught Nathalie’s eye because of her colourful clothes and her chocolate coloured skin, who had been brought over from Martinique by Monsieur De Brie.

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Todos ellos celebraron la llegada de Natalia a su peculiar manera. Judith, la gobernanta, tomándola bajo su ala protectora y anticipándose a las más remotas e inconscientes necesidades de la niña. Paul, el jardinero-chofer, con una irónica aunque tierna declaración defensiva – “Ya era hora de que algún pie travieso pisase mis gladiolos” - dijo al verla; Elise, la doncella, con una sonrisa fugaz y chispeante y Dorothée, la cocinera, con una taza de humeante chocolate y media docena de brioches porque “la niña está demasiado delgada y al fin tendré alguien que no esté a dieta para acompañarme y valorar lo que es bueno”. A Balkis le encantaron los brioches de mantequilla normanda. Natalia y Balkis fueron instaladas en una preciosa habitación rosada, contigua a la verde manzana de Judith. El resto del personal ocupaba una casita situada en la parte trasera del jardín. Monsieur De Brie tenía sus aposentos en el ala derecha del primer piso reservado a los diez dormitorios de la casa. -¿Quién más vive aquí? – preguntó, entusiasmada, Natalia a Judith. -Nadie. En los diez años que vivo aquí, eres la primera persona que ocupa alguno de los dormitorios de la casa. Y me encanta que, al fin, esto haya ocurrido – le aseguró su, ahora se daba cuenta Natalia , preciosa amiga. Cuando, después de ser bañada, despojada de su caftán y vestida con la sencilla falda plisada color celeste y blusa blanca que traía del cielo, Natalia fue presentada ante Monsieur De Brie en la inmensa biblioteca de la residencia, su amigo retiró sus gafas, interrumpió su lectura, cerró cuidadosamente el libro encuadernado de piel color ocre con letras de oro, - como los miles de otros libros que cubrían las paredes de suelo a techo – observó Natalia y, tras carraspear, pronunció con esa voz suya pausada, fuerte y grave, tan característica:

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They each celebrated Nathalie’s arrival in their own particular way. Judith, the governess, took her under her protective wing, anticipating the girl’s most outlandish and unconscious needs. Paul, the gardener cum chauffeur, with an ironic although tender defensiveness declared on seeing her “It was about time a mischievous foot trod on my gladioli.” Elise, the maid, with a fleeting and sparkling smile, and Dorothy, the cook, with a mug of steaming chocolate and half a dozen brioches because “the girl is too thin and I will finally have somebody who is not on a diet to keep me company and appreciate what’s good”. Balkis loved the Normandy butter brioches. Nathalie and Balkis were installed in a charming pink room next to Judith’s apple green one. The rest of the employees lived in a little house situated in the rear part of the garden. Monsieur De Brie had his quarters in the right wing of the first floor reserved for the house’s ten bedrooms. “Who else lives here?” Nathalie asked Judith enthusiastically.

“In the ten years that I have been living here you are the first person to occupy one of the house’s guest bedrooms. And I am delighted that, at last, this has happened” she assured her, and Nathalie now realised she had a precious friend. When Nathalie, after being bathed, relieved of her kaftan and dressed in a simple sky blue pleated skirt and a white blouse that she had brought from heaven, was presented to Monsieur De Brie in the mansion’s vast library, her friend took off his glasses, stopped reading, carefully closed the ochre coloured leather bound book with gold letters, like the thousands of other books that covered the walls from floor to ceiling, as Nathalie observed, and after clearing his throat, pronounced in that so characteristic, strong, deep and measured voice:

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-¡Y bien! Mi pequeña y estimada amiga, esto es lo que haremos: dentro de quince minutos saldremos con Paul y nos dirigiremos al Faubourg Saint Honoré a comprarte un guardarropa apropiado. Después, iremos a almorzar a un lugar que te gustará, estoy seguro. Ya reservé la mesa para las doce treinta. A continuación nos dirigiremos al museo D’Orsay, pues tu educación debe iniciarse ya, y proseguir todos los días. Luego vendremos a merendar aquí y descansaremos antes de recibir a mis más íntimos amigos que desean conocerte. Después de la cena podrás excepcionalmente acompañarnos durante una hora antes de irte a dormir. Hoy, por ser el primer día, el programa está algo desordenado. Pero, a partir de mañana, dedicarás tus mañanas a estudiar. Ya confeccioné tu programa. A las 6: despertar, gimnasia y desayuno. A las 7:30: clase de Literatura. A las 8:30: Historia. A las 9:30: Matemáticas. Luego un breve descanso de un cuarto de hora. A las 10:45: Geografía, a las 11:45 y hasta las 12:30: Dibujo. Después almuerzo con Judith, y tras un pequeño descanso, te tomare cada día a cargo hasta la noche: Monumentos Históricos, Museos, Conciertos, Teatro Clásico, ya tengo todo previsto para las próximas dos semanas. Dentro de seis meses comienza el año escolar y entonces podrás tener una vida más disciplinada y normalizada, como una niña de tu edad y condición social. Te inscribiré en un colegio prestigioso que te permitirá, si te aplicas, como estoy seguro de que lo harás, inscribirte en una grande Ecole: L’E.N.A., Polytechnique, Centrale, la Sorbonne, para hacer una carrera brillante y ocupar el lugar que merezcas en la sociedad de las personas más útiles y reconocidas del país. Deseo ser un tutor conveniente y a la altura de esta gran responsabilidad que asumo hoy con entusiasmo y orgullo. Ya que no pude, en el pasado, por considerar que no estaba preparado y por no haber encontrado a la per-sona adecuada, tomar esa inmensa responsabilidad fundando mi propia familia, el destino hoy me ofrece el descomunal reto de hacerlo contigo, que bien podrías ser mi nieta. Y lo hago con orgullo, rogando a Dios que me permita estar a la altura de esta inesperada oportunidad que es también, y la asumo como tal, una prueba. Y ahora, no perdamos tiempo. ¡Judith, mi sombrero, mi bastón! Paul ya debe aguardar por nosotros. En marcha, pequeña, apúrate que llegamos tarde.

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“Right! My dear little friend, this is what we’ll do. In fifteen minutes we’ll leave with Paul and go to Faubourg Saint Honoré to buy you an appropriate wardrobe. After that we will have lunch at a place that I am sure you will like. I have already reserved a table for half past twelve. After lunch we will head to the D’Orsay museum since your education must start now and continue every day. Then we will come home for tea and rest before receiving my closest friends who wish to meet you. After dinner, as an exception, you can stay with us for an hour before going to bed. Today, because it’s the first day, the programme is somewhat disordered. But from tomorrow onwards, you will spend your mornings studying. I have already drawn up your programme. 0600: Wake up, exercise and breakfast; 0730: Literature lesson. 08:30: History. 0930: Mathematics, followed by a short 15 minute break. Then at 1045: Geography and from 11:45 until 12:30: Drawing. You will then have lunch with Judith and after a short rest I will take charge of you every day until night time: Historic Monuments, Concerts, Classical Theatre, I already have everything planned for the next two weeks. The school year starts within six months and then you will be able to lead a normal and disciplined life, like that of a girl of your age and social standing. I will enrol you at a prestigious college that will allow you, if you apply yourself, as I am sure you will, to study at a great institution: E.N.A., Polytechnique, Centrale, the Sorbonne. That will start you on a brilliant career so that you can occupy the place that you deserve in society, among the country’s most useful and celebrated people. I want to be a suitable tutor, up to this great responsibility that I assume today with pride and enthusiasm. Since in the past, because I considered that I was not ready and did not meet the right person, I was unable to take on this immense responsibility by founding my own family, fate today offers me the exceptional challenge of doing it with you, who could well be my granddaughter. And I do it with pride, asking God to allow me to be equal to this unexpected opportunity, which is also, and I assume it as such, a test. And now, let us not waste time. Judith, my hat, my cane! Paul will already be waiting for us. Let’s move little one, hurry up, we’ll be late!”

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Y, sin esperar respuesta, arrastró a Natalia, tras su decidido y firme caminar. Balkis no se hizo rogar para unirse al impetuoso dúo que, ya, se instalaba en los asientos traseros del Citroen D.S. Se situó de un brinco a los pies de Natalia y, sabiamente, no movió un pelo durante el trayecto. Natalia se dio cuenta de la afición de su amigo por los monólogos durante el resto del trayecto. Contrariamente a Alí el Cheikh que aspiraba a ayudar al prójimo pero siempre dudaba de sí mismo, su nuevo amigo ¡estaba seguro de no equivocarse jamás! Y por ello ni siquiera se molestaba en analizar, en observar, en indagar y, mucho menos en dejar participar al objeto de su atención. Al elegir, para sí y para los demás, lo establecido, lo reconocido, lo máximamente institucionalizado y admirado por la sociedad local, creía, con intensa buena fe y mejor aún buena conciencia, estar en, no solamente la mejor opción, sino en la ¡única opción! razonable. Como no daba cabida al diálogo y se sometía a la enseñanza de los gigantes reconocidos de la civilización, Natalia comprendió que era inútil entablar uno de esos debates a los cuales era tan aficionada, pues sus opiniones, creencias, gustos y comentarios serían inevitablemente descalificados como siendo “los de una niña” o, peor aún, “los de una pequeña salvaje” o, aún más radicalmente, como “los de una pequeña salvaje ingrata”. Por ello, optó por dos decisiones: la de escuchar atentamente y la de sólo abrir la boca para demostrar que era agradecida y, sobre todo, razonable. Pues en verdad, mientras observaba transcurrir la maravillosa ciudad ante los cristales de su portezuela y escuchaba las cultas, precisas y edificantes explicaciones históricas de Monsieur de Brie, sentía crecer hacia él un fuerte sentimiento de admiración, así como un cariño entrañable que la sorprendió, pues no era el amor de una niña por un padre o por un abuelo, sino el de una madre hacia un niño muy vulnerable y sensible que podía morir si lo herían en sus sentimientos, si se dudaba de su buena intención, o si se lastimaba su susceptibilidad. “Es frágil y pesado como un gran jarrón de porcelana o de cristal que hay que trasportar desde una mesita sin estabilidad hasta una gran superficie firme, sin romperlo en el camino”, se dijo la niña.

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And without waiting for a reply he dragged Nathalie away in the wake of his decisive and firm step. Balkis did not wait to be asked to join the impetuous duo, who were already making themselves comfortable in the back seat of the Citroen DS. In a single leap she placed herself at Nathalie’s feet, and wisely, didn’t move a muscle throughout the journey. During the rest of the drive, Nathalie realised that her friend was a fan of monologues. Unlike Sheikh Ali who aspired to help his neighbour but always doubted himself, her new friend was totally sure of never being wrong! And that is why he never bothered to analyse, observe or delve deeper, much less allow the object of his attention to participate. On choosing for himself and for everybody else what was established, recognised, admired and institutionalised to the nth degree by local society, he believed, with intense good faith and an even better conscience, that his was not only the best option but in fact, the only reasonable option! Because he left no room for dialogue and subscribed to the teachings of civilisation’s recognised giants, Nathalie understood that there was no point in initiating one of those debates that she was so fond of, since her opinions, beliefs, tastes and comments would inevitably be put down as “those of a girl” or even worse “those of a little savage” or, even more radically, “those of an ungrateful little savage”. This was why she made two decisions: to listen carefully and to only open her mouth to show that she was grateful, and above all reasonable. Because in fact, as she watched the marvellous city pass by through the car windows and listened to Monsieur de Brie’s cultured, precise and edifying historical explanations, she sensed a strong feeling of admiration growing inside her, as well as a tender affection that surprised her, because it was not the love of a small daughter for her father, or a grandfather, but that of a mother for a very vulnerable and sensitive son, who would die if his feelings were hurt, if his good intentions were questioned or his susceptibility were harmed. “He is fragile and heavy, like a large glass or porcelain jar that has to be moved from an unstable side table to a large firm surface, without breaking it on the way” the girl said to herself.

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París le encantó, le fascinó. ¡Tanta armonía y belleza, tanto orden y tanta vida, tanta variedad sin distonías, tanta elegancia y fluidez! Natalia se prometió instalarse algún día en esta ciudad donde se sentía mujer, donde se sentía hermosa, donde todos los sueños podían convertirse en realidad, donde se sentía protegida y libre a la vez. Cuando lo encontrara a “Él”, cuando crecieran juntos, volverían aquí para vivir hasta el final de sus días. “Pero ahora no, aún no, yo debo seguir hasta encontrarlo a Él, a menos -pero sería demasiado belloque esté aquí”. Y comenzó a fijarse ansiosamente en los rostros de cada niño, adolescente y joven con quien se cruzara desde entonces. Logró frenar, en las boutiques del Faubourg Saint Honoré, templo de la elegancia, el entusiasmo de su amigo, y limitar las compras a dos faldas, cuatro blusas, un suéter, dos vestidos elegantes, dos pares de zapatos y el mínimo de ropa interior necesaria para vivir dos semanas pues era el tiempo que se había fijado Natalia para proseguir su viaje en busca del joven a quien su alma pertenecía o para encontrarlo, si estaba en París. Con su razonable actitud consiguió dos ventajas: aliviar su conciencia, que no le hubiera permitido vivir en paz ocasionando gastos innecesarios a su amigo, y ganar puntos con Monsieur de Brie quien comentó complacido que la niña manifestaba una excepcional cualidad en una mujer: el de no ser frívola al no dejarse deslumbrar por los irresistibles trajes y colifichets. En el bello restaurante, la Closerie des Lilas, tuvo que conformarse con el lenguado meunière acompañado de papas al vapor, zanahorias, y guisantes salteados en mantequilla y con la tarta de manzanas que Monsieur de Brie le encargara sin consultarla. El pescado era exquisito, pero hubiera preferido acompañar a su amigo en la degustación gourmet del canard a l’orange y del soufflé Grand Marnier. Mientras comían, Monsieur de Brie monologaba sobre los refinamientos de la cocina francesa y sobre todos los viajes gastronómicos recomendados por la guía Michelín que harían juntos cada año. Tanto oír hablar de comidas le quitó el apetito. Lo cual le valió una severa mirada de su amigo que tenía “como principio”, no dejar nada en el plato, pues había en el mundo niños que morían de hambre. “¿El que yo me atiborre disminuiría el hambre de esos niños?”, se preguntó Natalia.

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Paris enchanted her, fascinated her. So much harmony and beauty, so much order and life, so much variety without discord, so much elegance and flow. Nathalie promised herself that one day she would settle in this city where she felt like a woman, where she felt beautiful, where all dreams could come true, where she felt protected and free at the same time. When she found “Him”, when they grew up together, they would come back here to live until the end of their days. “But not now, not yet, I have to go on until I find Him, unless – but this would be too good to be true – He is here”. And she started to look hard and anxiously at the face of every young adolescent boy who crossed their path from that moment onwards. She managed to put a brake on her friend’s enthusiasm in the boutiques of Faubourg Saint Honoré, temple of elegance, and to limit the shopping to two skirts, four blouses, two elegant dresses, two pairs of shoes and the minimum underwear needed for living two weeks, since that was the period Nathalie had fixed for herself to pursue her journey in search of the young man to whom her soul belonged, or to find him, if He was in Paris. With her reasonable attitude she achieved two advantages: relieving her conscience, because it would not have let her live in peace if she caused unnecessary expense to her friend, and winning points with Monsieur de Brie who commented with pleasure that the girl showed an exceptional quality in a woman: not being frivolous and letting herself be dazzled by the irresistible outfits and trinkets. In the smart restaurant, la Closerie des Lilas, she had to settle for the sole meunière accompanied by steamed potatoes, carrots and peas sautéed in butter and the apple pie that Monsieur de Brie ordered for her without asking what she wanted. The fish was exquisite but she would have preferred to join her friend in the gourmet tastes of the ‘canard à l’orange’ and the Grand Marnier soufflé. While they were eating, Monsieur de Brie gave a monologue on the finer points of French cuisine and all the gastronomic trips recommended by the Michelin Guide that they would go on together every year. Listening to so much talk about food took away her appetite. This earned her a severe look from her friend who “as a matter of principle” never left anything on his plate, because there were children in the world who were dying of hunger. “Will those children’s hunger diminish if I stuff myself?” Nathalie asked herself.

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Pero no formuló su reflexión, primero porque Monsieur de Brie seguía haciéndose preguntas y respuestas sin interrupción, y también, porque hubiera podido parecer impertinente. Pero Natalia se preguntó si esos innumerables monólogos, que de hecho eran preguntas y respuestas, no serían, de casualidad, por esencia, algo parecido a los de Alí el Cheikh que “oía en su cabeza” la voz de la serpiente sagrada. La visita que siguió la dejó deslumbrada y triste. Los cuadros, sobre todo los del periodo post-impresionista, del museo d’Orsay, le hicieron volar el alma. Por ello, su deslumbramiento. Y triste, porque los monólogos de Monsieur de Brie que reproducían la valoración oficial y el análisis de los más aceptados críticos de arte, al contacto con la realidad de esas obras maestras, parecían negarlas, reducirlas, y hasta invertirlas. Por primera vez, sintió rabia contra las ideas de su amigo y, frente a un cuadro de Van Gogh que mostraba una catedral en la noche estrellada que le ensanchó el alma hasta límites de alegría que la hubieran hecho gritar de júbilo, cuando Monsieur de Brie comentaba que en este cuadro se podían percibir los signos incipientes de la esquizofrenia que terminaría con la vida del pintor genial, ella no pudo contenerse y exclamó: -¿Esquizofrenia? ¿Locura? ¡Oh! Pobre Monsieur de Brie, mi pobre amigo, usted jamás diría eso si hubiera escuchado también la risa de Dios. Y, por primera vez desde que salieran Monsieur de Brie cayó en un extraño, un interminable silencio que duró hasta la noche. De la cena, Natalia sólo retuvo el recuerdo de un enorme aburrimiento ante los diez monólogos paralelos que trató de escuchar por educación. Por ello, se quedó dormida justo después de las ostras.

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But she didn’t put her thought into words, firstly, because Monsieur de Brie continued to ask himself questions and to answer them without interruption and secondly, because it could have appeared impertinent. But Nathalie asked herself whether those innumerable monologues, which in fact were questions and answers, were not by chance, and essentially something similar to those of Sheikh Ali who “heard in his head” the sacred serpent’s voice. The visit that followed left her dazzled and sad. The paintings, above all those of the post-impressionist period in the D’Orsay Museum gave wings to her soul. Hence she was dazzled. And she was sad, because Monsieur de Brie’s monologues reproduced the official evaluation and the analysis of the most accepted art critics, which in contact with the reality of these masterpieces seemed to deny them, diminish them and even invert them. For the first time she felt rage against her friend’s ideas, and in front of a painting by Van Gogh that showed a cathedral by a starlit night that stretched her soul to the limits of happiness and that would have made her cry out loud in joy, when Monsieur de Brie commented that in this painting one could perceive the incipient signs of the schizophrenia that would end the genius artist’s life, she could not restrain herself and exclaimed: “Schizophrenia? Madness? Oh! Poor Monsieur de Brie, my poor friend, you would never say that if you had also heard God’s laughter.” And for the first time since they had left the house Monsieur de Brie fell into a strange, interminable silence that lasted until night time. All that Nathalie could remember of dinner was the deep boredom created by the ten parallel monologues that she tried to listen to through good manners. That was why she fell asleep just after the oysters.

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El almuerzo del día siguiente reservó a Monsieur de Brie una sorpresa que cuestionó su planificación semestral: los instructores de Natalia le comunicaron que pudieron comprobar con sus baterías de texto y sus cada vez más estupefactas preguntas a la niña, sus meticulosas verificaciones y hasta -¿por qué no confesarlo?- trampas, para verificar la veracidad de lo que estaban percibiendo con sus cinco sentidos, que su nueva alumna, no sólo no tenía que estudiar y esforzarse para ser inscrita en un colegio exigente para niñas de su edad, sino que, a más de dominar todos los idiomas de la tierra, tenía un nivel de inteligencia así como unos conocimientos naturales aunque extraños, debían confesar-, muy superiores y más profundos que los suyos propios. -¡Pero eso es imposible! – protestaba Monsieur de Brie-. Aunque fuese un genio, y Dios sabe que adoro la vida de los genios y que estudié la de varias docenas de ellos, podría tener una excepcional inteligencia pero no los conocimientos concretos secretos de diversas disciplinas, y ni, mucho menos, dominar todos los idiomas de la tierra. -Sin embargo – intervino respetuosamente Judith –, me pareció muy extraño que una niña importada de una tribu del Sahara dominara con tal fluidez y perfección el idioma francés. ¡Además! Su forma de mirar es tan peculiar, a mí me intimida y me diluye a la vez. Parece mirar adentro de uno y percibir cada oculto dolor. ¡Y hasta curarlo diría yo! ¡Me siento tan cambiada desde que llegó! Monsieur de Brie, acostumbrado como estaba a no fijarse en los demás, tuvo que hacerlo con su gobernanta: -Pues, efectivamente, está usted irreconocible, yo diría que ¡ejem! – carraspeó, ruborizándose-, irreconocible –añadió torpemente, ruborizándose de nuevo-.

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The following day’s lunch had reserved a surprise for Monsieur de Brie that questioned his weekly planning. Nathalie’s instructors reported to him that they had been able to check with their batteries of text books and ever more amazing questions that they put to the girl, and through their meticulous verifications and – why not admit it? – trick questions designed to confirm the truth of what they were perceiving with their five senses, that their new pupil not only did not need to study and make an effort to be enrolled in a demanding college for girls of her age, but also, in addition to speaking all the earth’s languages fluently, had an intelligence level as well as natural knowledge, although strange they had to admit, much higher and deeper than their own. “But that’s impossible!” Monsieur de Brie protested. “Even if she were a genius, and God knows that I adore the lives of the genii and have studied dozens of them, she could have exceptional intelligence but not the specific secret knowledge of diverse disciplines, and much less speak all the earth’s languages fluently.” “However” Judith intervened respectfully “it seems to me very strange that a young girl imported from a Saharan tribe could speak French with such a fluent and perfect accent. Moreover! Her gaze is so strange it actually intimidates me and melts me at the same time. She seems to be able to look inside you and perceive every little hidden pain. And I would say even cure it! I feel such a changed person ever since she arrived.” Monsieur De Brie, accustomed as he was to not paying attention to anybody else had to pay attention then to his governess. “Well yes, in fact, yes, you are unrecognisable, I would say ahem” - he muttered blushing – “unrecognisable” he added clumsily, blushing once again.

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Y es que, ahora, por primera vez en diez años, descubría en Judith, en su fiel Judith, una belleza tan intensa que le pareció abrumadora. Sus grandes ojos violetas refulgían, su rubio y largo cabello ondulado aureolaba su bellísimo rostro triangular, su boca era un perfecto arco de Cupido y pulposa manzana, su tez irradiaba vida y desmentía sus 50 años cumplidos, su cuerpo, aunque convencionalmente apresado en un elegante y estricto traje sastre gris, parecía moldeado por un ángel. Un ángel voluptuoso – pensó ruborizándose de nuevo. Sintió un extraño zumbido en los oídos - debe ser la cena de anoche que me subió la presión sanguínea-, decidió para tranquilizarse – y un galopar frenético en su pecho – deben ser las noticias sobre Natalia- dictaminó, alegremente. Durante unos segundos todo dio vueltas a su alrededor. Pero se recobró firmemente: -¡Sandeces! ¡Sandeces! – repitió para tranquilizarse –, soy un hombre razonable. Consultaré con especialistas autorizados y, es más, observaré a Natalia por mí mismo. Sería tal vez conveniente que usted, Madame Judith, nos acompañará siempre, durante un tiempo precisó-, parece que las mujeres perciben mejor que nosotros ciertas cosas… ejem... impalpables, diría yo. A continuación, y ante la sonrisa – enigmática, Judith, convocó a los empleados del hogar que respetuosamente ante él. Después de explicarles lo que especialistas sobre Natalia, les preguntó si ellos habían anormal o especial en la niña.

diría él -, de se alinearon afirmaban los percibido algo

-¿Pero qué tonterías son esas? – rezongó indignada Dorothée, la cocinera -. Natalia es una niña, sólo eso, una preciosa, luminosa y maravillosa niña que hace cantar el corazón. Le encanta el chocolate, los crêpes aux noix, los quesos de cabra y las ostras. Yo vuelvo a mis hornillos para que no se me queme la tarte tatin que le estoy preparando ¡Habráse visto! –rezongó.

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The fact was that now for the first time in ten years, he was discovering in Judith, his faithful Judith, a beauty so intense that it knocked him off his feet. Her large violet eyes shined at him, her wavy long blonde hair framed her gorgeous triangular face, her mouth was a perfect cupid’s bow and a fleshy apple, her skin radiated life and put the lie to her more than fifty years of age; her body although conventionally clothed in a severe elegant grey suit appeared to have been moulded by an angel. A voluptuous angel – he thought blushing again. He felt a strange buzzing in his ears – it must be last night’s dinner that has made my blood pressure go up – he decided so as to calm himself down – and then he felt a frantic thudding in his chest – it must be the news about Nathalie – he determined dismissively. For a few seconds everything seemed to spin around him but he suddenly firmly recovered control. “Poppycock! Nonsense!” he repeated to calm himself down. “I will consult authorised specialists and what is more I will observe Nathalie myself. Madame Judith, it could well be advisable that you always accompany us, only for a short period” - he specified -, “it seems that sometimes women perceive certain things better than we do … ahem… intangible things, might I say.” Immediately thereafter with Judith smiling, enigmatically he would have said, he summoned all the domestic staff who formed a respectful line in front of him. After explaining to them what the specialists had said about Nathalie, he asked them if they had noticed anything unusual or special in the girl. “But what sort of nonsense is this?” spluttered Dorothy, the cook, indignantly. “Nathalie is a little girl, that’s all, a precious, illuminated and marvellous little girl who makes my heart sing. She loves chocolate, she loves crêpes with nuts, and she loves goat’s cheese and oysters. I am going back to my ovens so that the apple pie I am making for her doesn’t get burnt. What a kafuffle!” she muttered.

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Tras lo cual, bamboleándose.

volvió

su

inmensa

anatomía

y

se

retiró,

Paul, el jardinero-chofer, ostentó su sardónica sonrisa de titi parisien, y masculló, casi con la boca cerrada: -Le gusta vivir y es traviesa, está llena de orgullosa seguridad, no quiere dejarse desnortar. Le encantan las flores. Los pájaros comen en su manita. Es un encanto y no me molesta jamás. Nos reímos mucho juntos. Es una camarada”. Pidió permiso para retirarse y así hizo, sin esperar respuesta, con caminar felino. La precisa y meticulosa Elise, doncella profesional, esperó a ser interrogada y observó: -Si el señor me permite, yo diría que Natalia evidencia una precoz, aunque continuadamente equilibrada, inteligencia y madurez. Es considerada y discreta. La hace sentir a una más inteligente porque sabe preguntar sobre temas esenciales. Por lo demás sólo contesta a las preguntas que se le hace. A propósito de ello, no entiendo por qué el señor toma tan a pecho un problema, el de la educación de la pequeña - a eso me refiero concretamente –, que solo va a durar quince días. Si me permite una sugerencia, y me autoriza a formularla porque tuve buen cuidado en preguntar a la pequeña, creo que lo más sensato sería ofrecerle unas buenas vacaciones antes de su partida a Nueva York. Todos quedaron estupefactos ante las revelaciones de Elise, quien, tras saludar rígida y tímidamente, se retiró a sus quehaceres. Monsieur de Brie, tras despedir a los desorientado a Judith, quien, sonriendo, propuso:

pedagogos,

miró

-Creo que me atrevería a recomendar que rompamos el protocolo y nos reconfortemos con una copita de Oporto.

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After this performance she moved her immense anatomy and rolled out of the room huffily. Paul, the gardener cum chauffeur, displayed his sardonic, Parisian smile and mumbled with his mouth practically closed: “She enjoys life and she is a bit mischievous, she is proudly self-confident, she doesn’t want to let herself be disorientated. She loves flowers. The birds eat from her hand. She is a delight and she never bothers me. We laugh a lot together. She is a pal.” He asked for permission to leave and left with a feline gait, without waiting for a reply. The precise and meticulous Elise, the professional maid, waited to be asked and then observed: “With your permission sir, I would say that Nathalie shows a precocious yet continually balanced intelligence and maturity. She is considerate and discrete. She makes a person feel more intelligent because she knows how to ask about essential matters. Where everything else is concerned she only answers the questions that are put to her. In this regard, I don’t understand why sir takes this problem so personally – I mean the question of the girl’s education – which is only going to last fifteen days. If you allow me a suggestion and in fact I take the liberty to propose it because I was very careful to ask the little girl in this respect I think that the most sensible thing to do would be to offer her a nice holiday before she sets off for New York.” Everybody was left open mouthed by Elise’s revelations, who after a rigid but timid curtsy retired from the room to go about her business. Monsieur De Brie, after saying goodbye to the teachers looked at Judith bewilderedly and Judith smiling proposed: “I think that I dare to recommend that we break protocol and why don’t we comfort ourselves with a small glass of port.”

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Su pálido y desorientado patrón se derrumbó en su sillón preferido. - Me siento abochornado – balbuceó Monsieur de Brie-, realmente abochornado. Estuve más tiempo que nadie con Natalia y ni siquiera la miré, ni siquiera la escuché, ni siquiera le pregunté que planes tenía, ni quien era, ni qué deseaba de mí. Estaba tan seguro de mi superioridad, de estar haciendo lo mejor del mundo por ella, de estar enseñándole lo más útil e importante de la cultura nacional… bueno, al menos, eso creí hasta escuchar su lección sobre Van Gogh-. Y contó el episodio del museo a Judith quien lloró de emoción - ¡Y ahora se va! Por culpa mía, por mi sola culpa. ¡Oh Dios! Como pude ser tan brutal y desconsiderado con una niña tan delicada, con un alma superior. Judith, con dulce y luminosa sonrisa observó: - No creo que Natalia haya decidido irse por su causa. Al contrario, esta mañana, al abrazarme, dijo que aquí ¡se sentía tan feliz!. -¿En verdad dijo eso? Y entonces ¿por qué desea abandonarnos? -¿No cree que Elise tiene razón cuando afirma que Natalia responde a todas las preguntas que se le hacen? ¿Por qué no escucharla? ¿Por qué seguir especulando y culpabilizándonos cuando tal vez la niña tenga su propia familia en Nueva York? ¿Por qué no disfrutar de estos maravillosos trece días de vacaciones que Dios nos otorga en compañía de un ángel caído del cielo? Monsieur de Brie bajó la cabeza, aún más abatido. El se había hecho a la idea de adoptar a Natalia, nombrarla su heredera, darle su augusto apellido. Ahora, todo su universo se tambaleaba a causa de una niña desconocida de dos palmos de altura que había irrumpido en su reposada y ordenada vida, como un ciclón.

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Her pale and disorientated master collapsed into his favourite armchair. “I feel embarrassed,” babbled Monsieur De Brie, “really embarrassed. I spent more time than anybody with Nathalie and I didn’t even look at her, I didn’t even listen to her, I didn’t even ask her what plans she had nor who she was nor what she wanted from me. I was so sure of my superiority, that I was doing the best thing in the world for her, that I was teaching her the most useful and important things that form part of our national culture. Well, at least that is what I thought until I heard her lesson on Van Gogh.” Then he recounted the episode in the museum to Judith who started crying with emotion. “And now she is leaving! Through my fault, only my fault. Oh my God! How could I have been so brutal and inconsiderate with such a delicate girl, with a superior soul?” With a sweet and radiant smile Judith observed: “I don’t think that Nathalie has decided to leave because of you. On the contrary, this morning, when she hugged me, she said that she felt so happy here.” us?”

“Did she really say that? And if so, why does she want to leave

“Don’t you think that Elise is right when she says that Nathalie answers all the questions that are put to her? Why don’t you listen to her? Why do you continue to speculate making us feel guilty when maybe the girl has her own family in New York? Why don’t you just enjoy these marvellous thirteen days of holidays that God has granted us in the company of an angel fallen out of the sky?” Monsieur De Brie lowered his head, even more downcast. He had got it into his head that he could adopt Nathalie, name her his heiress, give her his distinguished surname and now his whole universe was teetering because of an unknown child, a slip of a girl who had burst in to his tranquil and ordered life like a hurricane.

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Como era de natural lento y necesitaba rumiar para digerir las impresiones y sensaciones novedosas, Monsieur de Brie decidió confiar Natalia al cuidado de la bella Judith y “retirarse a meditar sobre todo aquello” hasta volver a recobrar su cordura y su ecuanimidad. Para ello, se encerró en sus habitaciones hasta la mañana siguiente. Cuando, más tarde de lo que acostumbraba, Monsieur de Brie descendió al comedor para desayunar, creyó estar teniendo una alucinación auditiva: una clara, cálida y fuerte voz de mujer cantaba a pleno pulmón una extraña melodía en idioma extranjero. Apresuró el paso y pudo constatar, boquiabierto y algo intimidado, es cierto, que Judith, la bella, discreta y silenciosa Judith, entonaba aquella bárbara melodía mientras componía, con gestos seguros y entusiastas, un bellísimo ramo de flores recién cortadas del jardín. Y lo más alarmante del caso es que ella no se paralizó, no se ruborizó, no presentó sus disculpas al verlo, sino que lo saludó con la mano, mientras seguía cantando, alegre como una golondrina. -No conocía sus aficiones por el Bel Canto – exclamó sardónico Monsieur de Brie. -No es Bel Canto, es un bolero. -Ravel jamás escribió tan extraña melodía. -Hay más boleros que los de Ravel. Natalia me lo enseñó y tiene bellas palabras en español. Se llama “Contigo en la distancia”. ¿Quiere que se lo traduzca? -No gracias, preferiría un café con leche y un croissant, si no le importa –respondió sonriéndose él, e irritándose al verse sonreír.

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Because he was naturally slow and needed to ruminate in order to digest novel impressions and sensations, Monsieur De Brie decided to entrust Nathalie to the care of the beautiful Judith and “to go away and think about it all” until he could recover his composure. With this objective he locked himself in his quarters until the following morning. When Monsieur De Brie went down to the dining room the next day, later than normal, to have his breakfast, he thought he was hearing things: a clear, warm and strong woman’s voice was singing at full lung power, a strange melody in a foreign language. He hurried towards the dining room, his jaw dropped and he saw somewhat intimidated, that Judith, the beautiful, discreet and quiet Judith was singing that foreign melody while she arranged a beautiful assembly of recently cut flowers from the garden with sure and enthusiastic movements. And the most alarming thing about the situation was that she did not stop, she did not even blush, she did not apologise upon seeing him. She simply waved her hand at him while she carried on singing, happy as a skylark. “I did not know that you were a fan of Bel Canto,” exclaimed Monsieur De Brie, sardonically. “That is not Bel Canto, it is a bolero.” “Ravel never composed such a strange melody.” “Ravel was not the only person who wrote boleros. Nathalie taught it to me and it has beautiful words in Spanish. It is called ‘Contigo en la Distancia’. Do you want me to translate it for you?” “No thank you, I would prefer a milky coffee and a croissant, if you don’t mind,” he replied with a smile, becoming irritated when he saw her smile back.

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Tras desayunar, salió al jardín donde le dijeron que podía encontrar a la causa de todos estos alborotos en su ¡ay! ya no tan plácida vida. Otra escena, aún más insólita, lo dejó plantado en medio del jardín: Balkis y los cuatro perros de guardia, sueltos en pleno día y que ni se molestaron en prestarle la más mínima atención, estaban sentados boquiabiertos de admiración, formando corro ante una aún más diminuta Natalia, que conversaba, ¡sí, conversaba!, con un mirlo negro encaramado sobre el dedo índice de su manita derecha. Silbidos iban, trinos respondían. Y él sentía su corazón fundirse como nieve al sol con cada trinar. -Saluda a Monsieur de Brie- dijo la niña al pájaro sin voltearse a mirarlo. El mirlo obedeció y voló hasta su hombro donde se posó, picoteándole la barba. -Tiene usted la risa más bella del mundo – aseguró Natalia a su amigo después de esperar que cesara la bellísima, clara y estruendosa carcajada que asustó al mirlo, quien voló a ponerse a buen resguardo en la copa del más alto árbol circundante. -Lo ignoraba – carraspeó Monsieur de Brie –, y bien, jovencita, ¿dónde quiere que la lleve hoy? -¿Para qué buscar lo que se tiene tan cerca? – respondió risueña la pequeña –, el universo entero está en este jardín. Mire, ¿qué ve aquí? -Una margarita – respondió divertido Monsieur de Brie.

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After breakfast he went out to the garden where they told him he could find the cause of all this upheaval in his ‘oh dear’ no longer so placid life. Another even more unusual scene left him rooted to the spot in the middle of the garden: Balkis and the four guard dogs were loose and off their leads in the middle of the day, not even taking the trouble to pay him the least attention, seated with their mouths open in admiration, forming a little circle in front of an even smaller Nathalie who was conversing, yes conversing! with a blackbird that was perched on the index finger of her little right hand. Whistles went out and whistles replied and he felt his heart melting with every trill like snow in the sunshine. “Say hello to Monsieur De Brie,” said the little girl to the blackbird, without turning round to look at him. The blackbird obeyed and flew towards Monsieur De Brie, landed on his shoulder and started pecking at his beard. “You have the most beautiful laugh in the world,” Nathalie assured her friend, after waiting for the clearest, loudest and most beautiful laugh to finish, the one that frightened the blackbird, which flew off to a safe place, right at the top of the highest nearby tree. “I didn’t know that,” coughed Monsieur De Brie. “Anyway, young lady, where would you like me to take you today?” “Why go out to look for what we have here so close to hand?” she replied cheerfully. “The whole universe is in this garden. Look, what do you see here?” “A daisy,” replied Monsieur De Brie, in an amused fashion.

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-Ella ignora que los humanos la llaman así, ella no se ve como una margarita y no lo es. Mire, ella es un árbol para esta hormiguita que trepa sobre su tallo. Ella es una sombrilla para estas tiernas hierbas que crecen a su pie. Ella es una novia vestida de blanco y de cabello rubio para esta abeja que viene a traerle el polen de su amado. Ella es esencia de la dulce miel para aquella otra abeja que recoge su polen para sus hermanas de colmena. Ella es parte de un cuadro de Renoir cuando adorna un sombrero de mujer. Ella ES, y ESTÁ en la vida, feliz de ser y de estar, rodeada de sus hermanas y de todos los seres que pueblan este pequeño universo que es el suyo. ¿Ve usted? Es más alta que las demás flores de su especie, pero nadie parece molestarse por ello, nadie parece inclinarse ante ella por ello, nadie busca en un libro conceptos estrafalarios para explicar su altura. Y ¿ve usted? Tal vez esta tarde alguien decida cortarla, triturarla o deshojarla, pero tampoco eso parece preocuparla porque está viva, ¡oh, tan viva! Y eso es lo que importa. Cuando se seque, otras surgirán en su lugar. Tampoco parece entristecerla que otras ocupen ese lugar o que sencillamente la olviden. Mientras ella no se olvide de sí, mientras siga siendo todo lo que nació para ser, será inmortal. No necesita un monumento para recordarnos lo que es. Y tampoco un museo. Ella está en el mundo porque lo ama. Ese es su secreto: su solidaridad con la creación. Y después del discurso más largo que pronunciara en presencia de Monsieur de Brie, Natalia lo miró, asustada, temerosa de haber podido molestarlo con un sermón como los que él ofrecía al mundo con tono doctoral. Pero Monsieur de Brie no estaba molesto. Monsieur de Brie brindaba al mundo y a los asustados pájaros otra de sus estruendosas carcajadas. Tranquilizada, Natalia le cogió la mano y lo arrastró tras ella hasta un banco donde él se sentó y ella se instaló sobre sus rodillas. La niña se estrechó contra su noble corazón y se puso a llorar.

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“She doesn’t know that human beings call her that. She does not see herself as a daisy and she is not one. Look, for this little ant that is climbing up her stalk, she is a tree. She is a sunshade for these shoots of grass that are growing at her feet. She is a bride dressed in white with blond hair for this bee that has comes to bring her the pollen of her loved one. She is the essence of sweet honey for that other bee that collects her pollen for her sisters in the hive. She is part of a Renoir painting when she adorns a woman’s hat. SHE EXISTS and SHE IS in her place in life, happy to exist and to be in her place, surrounded by her sisters and by all the beings that populate this small universe that is hers. Do you see? She is taller than all the other flowers of her type but nobody appears to be bothered by this, nobody appears to bow down before her because of this, nobody goes looking for outlandish explanations for her height in a book. And do you see? Maybe this afternoon somebody will decide to cut her, pull her petals off, trample on her but this doesn’t seem to bother her either, because she is alive, oh so alive! And that is what matters. When she wilts others will appear in her place. Equally it does not seem to sadden her that others may take her place or simply that they may forget her. As long as she does not forget herself, as long as she continues to be everything that she was born to be, she will be immortal. She does not need a monument to remind us what she is, or a museum. She is in this world because she loves it. That is her secret: her solidarity with creation. And after the longest discourse that Nathalie was ever to give in Monsieur de Brie’s presence, Nathalie looked at him, frightened, fearful of having upset him with a sermon like those that he offered to the world in a lecturing tone. But Monsieur de Brie was not upset. Monsieur de Brie gave out to the world and to the frightened birds another of his thundering roars of laughter. Nathalie, now tranquil, took his hand and led him to a bench where he sat down and she sat herself on his knees. The girl snuggled up against his noble heart and started to cry.

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-Es que ¡tenía tanto miedo de haberlo herido sin querer! respondió la pequeña sonándose las narices en el inmaculado pañuelo que él le ofreciera-. No entendí por qué ayer se enfadó conmigo y se encerró en su habitación sin cenar. -No estaba enfadado contigo, pequeña – dijo emocionado Monsieur de Brie-. Estaba enfadado conmigo, por haber sido tan tonto, tan ciego. ¿Cómo iba a estar enfadado contigo, preciosa niña, que inundó de sol un frío mausoleo que transformaste en hogar? Hasta tengo ganas de cantar bolero, como Judith, mi bellísima Judith – murmuró, y suspiró-. ¡Ay!, Natalia, ¿Por qué no llegaste hace diez años, cuando aún era tiempo para que pensara en atreverme a fundar un hogar? -Ahora es el mejor de sus momentos – respondió Natalia. -¡No seas lisonjera!- suspiró de nuevo Monsieur de Brie –, ambos estamos ya muy maduros para fundar una familia. -Pero no para tener ocho nietos. Ocho no, ¡nueve! -¿Quiere decir esto que te quedarás? – se entusiasmó Monsieur de Brie y retiró, empujándola suavemente, la cabeza de la niña para mirarla mejor. -No, yo debo irme, “El no está aquí, ni vendrá”, pero ustedes dos pueden, deben, ser muy felices ahora que usted encontró la llave de su propio tesoro y que tiene ojos para, además de leer – dijo pícara -, ver, mirar. -¿Qué tesoro? -Su alegría, su maravilloso sentido de la risa, su capacidad de ser una margarita, como lo es Judith.

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“I was so scared of having hurt you without meaning to” the little girl said, blowing her nose on the immaculate handkerchief that he offered her. “I didn’t understand why you were angry with me yesterday and locked yourself in your room without dining.” “I wasn’t angry with you, little one” said Monsieur de Brie, emotionally, “I was angry with myself for having been so stupid, so blind. How could I be angry with you, my precious girl, you who have flooded a cold mausoleum with sunshine and turned it into a home? I even feel like singing a bolero, like Judith, my gorgeous Judith” he murmured and sighed. “Ah! Nathalie, why didn’t you come ten years ago, when there was still time for me to consider daring to found a home?” “Now is your best time of all” answered Nathalie. “Don’t flatter me” sighed Monsieur de Brie again, “we’re both already too old to found a family.” “But not to have eight grandchildren. Not eight, nine!” “Does that mean that you will stay?” Monsieur de Brie asked enthusiastically, gently pushing away the girl’s head so that he could look at her better. “No, I must go. He is not here, nor will he come, but you two can, must be very happy now that you have found the key to your own treasure and that you have eyes for, as well as reading,” she said naughtily, “seeing and looking.” “What treasure?” “Your happiness, your marvellous way of laughing, your ability to be a daisy like Judith is.”

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-¿Y quién me hará abuelo? -¡Oh, yo puedo encargarme de enviarle nietos en mis viajes por el mundo! Los escogeré muy bien, se lo prometo. ¿Qué le parece si fuéramos ahora al Faubourg Saint Honoré? -¿Mi princesita enternecido.

desea

un

vestido?



preguntó

su

amigo

-No, sí, es decir, ayer vimos un maravilloso vestido de novia. ¡Ella es tan insegura! Creo que sería una manera muy romántica de pedirle que sea la abuela de sus nietos. ¿No cree? – Y, mirando al rostro asustado e ilusionado de su amigo, añadió – ella dirá que si. ¿No ve cómo aprendió el bolero de amor? “Contigo en la distancia” Era el abismo que usted creaba entre los dos. Monsieur de Brie la volvió a estrechar en sus brazos. Temblaba, lloraba y reía a la vez. “¡Está vivo!” pensó Natalia, jubilosa. Balkis, celosa, intentó trepar también sobre las rodillas de Monsieur de Brie que rió, rió, rió. Y Natalia, sobrecogida, reconoció la risa de Dios, hoy encarnada en los labios de su joven viejo amigo.

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“And who will make me a grandfather?” “Oh, I can take charge of sending you grandchildren in the course of my journeys throughout the world. I will choose them very well, I promise. What do you think if we were to go to Faubourg Saint Honoré now?” “My little princess wants a new dress?” asked her friend tenderly. “No, yes, I mean yesterday we saw a marvellous bridal gown. She is so insecure! I think that it would be a very romantic way of asking her to be your grandchildren’s grandmother, don’t you think? And looking at her friend’s frightened and hopeful face, she added “she will say yes. Don’t you see how she learned that love bolero ‘Contigo en la Distancia’? That was the gulf that you created between the two of you.” Monsieur De Brie took her in his arms again. He was trembling. He was crying and laughing at the same time. “He is alive!” thought Nathalie, jubilantly. Balkis, jealous, also tried to climb up on Monsieur De Brie’s knees, who laughed, and laughed, and laughed. And Nathalie, overcome, recognised incarnated in the lips of her young, old friend.

God’s

laughter,

now

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