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PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SANCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN EL HOMENAJE A DOÑA MARÍA CRISTINA SALMORÁN DE TAMAYO, ORGANIZADO POR LA BARRA MEXICANA COLEGIO DE ABOGADOS Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS DE LA UNAM, EL 22 DE ABRIL DE 2003, EN EL UNIVERSITY CLUB DE LA CIUDAD DE MÉXICO.

LA SUAVIZACIÓN DE LAS NEGATIVAS, EL ENCANTO DE LA DISCRECIÓN. Una breve semblanza de María Cristina Salmorán de Tamayo, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

˜™ “…si el nivel cultural se mide por el carácter pacífico, el rechazo de la violencia y la capacidad de entendimiento, entonces las mujeres son el sexo más civilizado. Podrá objetarse con Nietzsche que esas son las virtudes de los débiles, pero la civilización la hacen precisamente los débiles, que con la invención de los buenos modales obligan a los fuertes a no comportarse como neandertales.” Dietrich Swanitz .

Oaxaca es una Ciudad mágica; rodeada de naturaleza e historia, de arte y cultura. Si a ello agregamos que es lugar de nacimiento de hombres preclaros y próceres de la Patria, no es raro que Doña María Cristina Salmorán De Tamayo floreciera en el ámbito de nuestra historia como un ejemplo de tenacidad y constancia, de liderazgo, de fuerza, pero a la vez de suavidad, una suavidad que no siempre es fácil imponer. Y digo imponer, porque la suavidad se impone; se

impone a base de lucha, de esfuerzo, de tenacidad; pero sobre todo, se impone a base de autoridad y conocimiento. En este homenaje a una de las mujeres más importantes y tal vez menos reconocidas de nuestra historia reciente, he querido iniciar estas palabras hablando de la suavidad como cualidad. Porque dicen, quienes conocieron de cerca a Doña Cristina Salmorán, que de entre las muchas cualidades que de ella podrían destacarse, sin duda la firmeza de carácter sería una de las más importantes; pero que, sin embargo, esa firmeza era acompañada siempre por una suavidad delicada, que mesuraba hasta las más difíciles y duras negativas. Creo que destacar la cualidad a que me refiero, cuando se trata de homenajear a la primera mujer que ocupó la alta investidura de ser ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no es poco. Pues en los tiempos que se vivían en los años sesenta y setenta del siglo pasado, ser mujer era, tal vez más que en la actualidad, una labor difícil de desempeñar, una condición vista con recelo y escepticismo. Y ser mujer en una posición de poder, en un puesto político, era poco menos que increíble, algo decididamente insólito. ¿Cómo se podía ser firme y a la vez suave siendo Ministra de la Suprema Corte? María Cristina Salmorán De Tamayo nunca lo respondió con palabras; pero de esa cualidad que le permitía conciliar ambos opuestos hablan sus sentencias, sus escritos y discursos. De esa cualidad que da unidad a los contrarios, habla su trabajo por casi veinticinco años como Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la

Nación y, en varias ocasiones, como Presidenta de la Cuarta Sala de ese Tribunal, de esa cualidad estamos dando cuenta quienes hoy nos congregamos en este merecido homenaje. Si hubiera que destacar algo de lo mucho que ha aportado la mujer a la civilización, sin duda habría que hablar de la suavización de las maneras, de la cortesía, del respeto, de la rectitud de conducta, del ingenio y de la capacidad para cautivar con argumentos. Creo que todavía no hemos llegado a evaluar seriamente el como estas cualidades,

insertadas

en

nuestras

sociedades,

provocan

transformaciones monumentales y como el papel de las mujeres mediante esta aportación ha logrado que el cultivarlas día con día haya logrado realizar algunos cambios que parecieran hechos de la noche a la mañana, pero que en realidad han sido hechos poco a poco. Tampoco, considero, hemos valorado en ese sentido el papel que jugó la Ministra Salmorán en la labor de transformar nuestras estructuras sociales y políticas. Me voy a tomar la libertad de remitirme un poco a su contexto histórico. Habían pasado apenas unos cuantos años desde que la mujer obtuviera el derecho al voto –primero municipal, con el presidente Miguel Alemán y, luego, como derecho ciudadano para alcanzar la igualdad de derechos políticos, en 1953 con el Presidente Ruiz Cortines– cuando, menos de 10 años después, en 1961, fue designada la primera mujer en ocupar el cargo de Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Doña Cristina Salmorán fue, desde siempre, una mujer consciente de su circunstancia histórica. Así lo hizo saber en su discurso de toma de posesión como Ministra, al señalar que el concurrir a la integración del más alto tribunal, acrecentaba en ella la satisfacción de servir a la patria, y que encaminaría todos sus esfuerzos a lograr ese objetivo; pero destacó que ella (porque hablaba a nombre de los ministros Alberto R. Vela y Manuel Yañez Ruiz designados para ocupar el cargo en la misma sesión) lo haría en su doble carácter de mujer y de abogada. Y debe haber sido a tal grado su influencia intelectual, su autoridad académica, que de entre los tres ministros designados en esa ocasión, fue ella quien tomó la palabra para contestar las palabras de el en aquél entonces presidente del máximo tribunal, Alfonso Guzmán Neyra, quien por cierto jamás mencionó la circunstancia de que se trataba de recibir por vez primera a una mujer en el máximo órgano de impartición de justicia nacional. Nombrar a Cristina Salmorán como Ministra de la Suprema Corte, fue reconocer esa trayectoria humana de tenacidad y entusiasmo por los más altos ideales del derecho. Porque dicen quienes tienen el privilegio de pertenecer al gremio de los laboralistas, que quien se dedica a esa rama del derecho tiene dos opciones: ponerse del lado de quienes creen en una justicia diversa, conmutativa, solidaria, equilibradora; o bien del lado de quienes ven en el trabajador un objeto, en el trabajo una mercancía y en el derecho un medio de imponer puntos de vista.

Cristina Salmorán eligió la primera de las opciones y por ello dedicó gran parte de su actividad a defender en distintos foros, nacionales e internacionales, la condición de la mujer y el trabajador, o la conjunción de ambos conceptos: la mujer trabajadora; a buscar su igualdad, a defender sus derechos fundamentales. Su tesis profesional, sobre la legislación protectora de la mujer; su trabajo en la junta de conciliación y arbitraje, del cual ha dado magnífico testimonio Don Mariano Piña Olaya y su presencia en los organismos internacionales del trabajo, son una pequeña muestra de su quehacer profesional a favor de esos sectores de siempre tan vulnerables. He dicho que no hemos calibrado el tamaño de su participación en la vida política del país, porque se dice comúnmente que detrás de un gran hombre hay una gran mujer; pero en el caso de la Ministra Salmorán, el refrán se invirtió, porque detrás de ella estuvieron no uno, sino muchos hombres, Don Mario De la Cueva, Don Salomón González Blanco o el mismo Presidente López Mateos. Todos ellos, hombres de gran talento, que supieron ver en Doña Cristina a una igual. Un mural en el edificio sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación da cuenta del lugar de la ministra Salmorán en esa institución: es la única ministra que aparece, rodeada de muchos colegas suyos, todos ilustres, que al igual que ella supieron ver en la magistratura constitucional una vocación de servicio. Por ello, esa labor de la María Cristina Salmorán, es impulso de muchas más que en el camino de seguirla estamos empeñando nuestro esfuerzo.

La condición de la mujer dista mucho de haber encontrado puerto seguro en relación a la defensa de sus derechos. Todavía se requiere continuar con el trabajo que iniciara Doña Cristina Salmorán y tratar de mejorarlo a diario. Pero el ejemplo que ha dejado no sólo como profesional, sino en lo familiar, nos hacen ver que es posible combinar ambos aspectos y lograr una vida equilibrada. Nos hacen ver que ser mujer no es impedimento para nada, nos hacen sensibles a la posibilidad de grandeza. “Por sus frutos los conoceréis”, dice el evangelio. Y los frutos de Doña María Cristina Salmorán de Tamayo están a la vista, son faro y guía de muchos de nosotros. Los frutos académicos, profesionales y laborales, son sin duda destacados; pero de la calidad de los frutos familiares acabamos de ser testigos. Ya sólo quisiera agradecer, primero, a la Barra Mexicana Colegio de Abogados y al Instituto de Investigaciones Jurídicas, por haber tenido el acierto de organizar este homenaje; a la Dra. Kurczyn el honor que me concedió para estar presente en él y poder dirigirles unas palabras; y como se dice por ahí, last, but not least, a Doña Cristina Salmorán, por sus frutos, su suavidad y su discreción. Muchas Gracias.

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