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Incidencia ambiental de los incendios María Jesús Rodríguez de Sancho
DESCRIPTORES INCENDIOS FORESTALES DESASTRES NATURALES ESTADÍSTICA GENERAL CLIMA EFECTOS AMBIENTALES DAÑOS PRODUCIDOS
¿Son los incendios desastres naturales? Los desastres naturales se definen cono fenómenos de origen natural que ocurren en un espacio y tiempo limitados causando trastornos en los patrones normales de vida (Olcina y Ayala-Carcedo, 2002). La Asamblea General de Naciones Unidas declaró la década de los noventa como el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales. La idea, aún hoy vigente, de esta designación era, por un lado, los inaceptables niveles crecientes de pérdidas que los desastres naturales continúan produciendo, y por otro, la existencia de un considerable conocimiento científico y know how de ingeniería que podría ser utilizado de manera eficaz para reducir las pérdidas que producen estos desastres naturales. El objetivo general del decenio era reducir, mediante la acción concertada internacional, especialmente en los países en desarrollo, las pérdidas de vidas humanas, daños en las propiedades y en la economía causados por desastres naturales tales como terremotos, huracanes, tsunamis, inundaciones, avenidas, erupciones volcánicas, incendios y otras calamidades de origen natural, como plagas. En el contexto del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, los incendios forestales se definieron claramente como potenciales desastres naturales. Sin embargo, una encuesta global llevada a cabo entonces, mostró un interesante panorama. De 93 países que respondieron a la encuesta, 49 consideraban los incendios forestales como un riesgo relevante en su país; los restantes 44 no mencionaron los incendios forestales como una amenaza importante (World Conference in Natural Disasters Reduction. WCNDR Information Paper No. 2 April-94). En otra encuesta sobre los daños causados por los desastres naturales más importantes, los incendios no se identificaron claramente como significativos en cuanto a causantes de pérdidas de vidas humanas y económicas. En la introducción de la encuesta se consideró “desastre significativo” aquel que 60
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produjera unas pérdidas económicas iguales o superiores al uno por ciento del PIB, o que afectara al menos al uno por ciento de la población total, o que el número de víctimas fuera igual o superior a 100. Es evidente que solo algunos incendios forestales cumplen estos criterios para ser calificados como desastres significativos. No obstante, las estadísticas de incendios forestales de algunos países, como China, muestran que entre 1950 y 1990 murieron más de 100 personas anualmente en incendios forestales que recorrieron más de un millón de hectáreas por año (Ministry of Forestry, Fire Prevention Office, Beijing). A finales de los años ochenta, la conflagración denominada “el gran dragón negro”, afectó más de siete millones de hectáreas en la ex-URSS y China. Durante la pasada década, se han manifestado siniestros de grandes proporciones e impactos en California, Oregón, Washington, Utah, Montana, Nuevo México, Alaska y Arizona, en Australia, en España, y recordemos la continua destrucción de la Amazonia, por citar algunos casos. En 1998, se presentó la peor temporada de incendios forestales de la historia en México, afectando 849.632 hectáreas y causando la pérdida de 70 vidas humanas. En Estados Unidos, el informe del Centro Nacional de Datos del Clima (NCDC) relativo al período 1980-2004, describe 62 grandes desastres relacionados con el clima cuyas pérdidas superaron en cada caso los 1.000 millones de dólares. Seis de estos grandes desastres fueron incendios forestales, dando lugar a daños valorados en 13.000 millones de dólares y a 72 víctimas mortales. La magnitud de las cifras anuales del número de siniestros y las superficies recorridas por el fuego revelan que el problema de los incendios forestales afecta en mayor o menor medida a muchos países del mundo (Fig. 1). El fuego tiene en los montes mediterráneos y en numerosos lugares del mundo una presencia recurrente año tras año, con una intensidad que pa-
Fig. 1. Fuegos activos detectados en agosto de 2005, usando datos MODIS del satélite Terra.
rece en crecimiento. Actualmente, se queman más de 1.000 millones de hectáreas al año, mayoritariamente en las sabanas tropicales, así como en los bosques tropicales y boreales. Las zonas mediterráneas y del sur de Europa son, igualmente, áreas con una alta incidencia de incendios (Fig. 2). Las estadísticas sobre incendios forestales son relativamente recientes en la mayoría de los países. En principio, podrían indicar que en los últimos 20 ó 30 años los fuegos forestales se han vuelto más frecuentes y más extensos. Esto ha causado preocupación en la sociedad y también en los científicos, quienes perciben el problema como si de hecho empeorara continuamente en comparación con un supuesto régimen de fuego en el pasado histórico reciente, generalmente considerado “más ligero”. Sin embargo, el fuego es un elemento de la naturaleza, los rayos han caído durante millones de años, condicionando la vegetación en las zonas donde había más concentración de descargas. Los volcanes han erupcionado en muchos lugares, contribuyendo a la selección de especies en su área de influencia. Las islas Canarias, en el Atlántico, son enormes conos volcánicos que emergen del mar y que hasta épocas históricas han estado arrojando lava. El Pinus canariensis, espontáneo en la falda de los volcanes de las islas Canarias, es uno de los pocos pinos que tiene la facultad de brotar de cepa después del fuego. Incluso los pinos más pequeños, de dos y tres años, brotan vigorosos después de los incendios. Es probable que un proceso milenario de selección produjera este endemismo resistente al fuego. Pero el fuego, además, ha sido una herramienta utilizada históricamente por el hombre para manejar el territorio abriendo nuevos espacios para la agricultura y la ganadería. El hombre ha alterado los ecosistemas, incluyendo sus regímenes píricos. Así, la gran mayoría de los incendios que ocurren en nuestro planeta son de origen humano, y la vegetación se ve sometida con una frecuencia mucho mayor a es-
Fig. 2. Superficies recorridas por el fuego anualmente (medias estimadas).
tos siniestros, rebasándose su tolerancia a tal factor, y degradándose. Con relación a los incendios, hemos alterado el equilibrio ecológico en dos formas: degradando o destruyendo secularmente los ecosistemas forestales con el fuego, y excluyendo este factor ecológico en otros casos. En algunos países desarrollados, como los Estados Unidos y Canadá, se ha adoptado la medida de dejar que los incendios de origen natural evolucionen por sí mismos, siempre que permanezcan dentro de una prescripción, y siempre y cuando no amenacen poblaciones o masas de especial interés comercial. De presentarse condiciones ambientales, topográficas y de combustibles que puedan favorecer el desarrollo de una conflagración, el incendio es controlado. Asimismo, se tienen programas de quemas prescritas, pero se previenen y combaten decididamente los incendios de origen humano. Con tal filosofía, se deja que sucedan los procesos naturales, como los incendios, y se procura reducir al mínimo la influencia destructora del hombre. Sean originados por el ser humano o por fuerzas naturales, no hay opción: siempre tendremos que convivir con el fuego. I.T. N.o 74. 2006
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Fig. 3. Evolución del número de incendios y superficies afectadas en España durante el período 1961-2005. Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente.
La situación de los incendios forestales en España Pocas noticias directas de los incendios se encuentran en el pasado. Sabemos de su existencia como algo dañino a través de la legislación. En el Fuero Juzgo (siglo VII) se establecían las precauciones que debían adoptarse al hacer hogueras para la comida o para calentarse en el campo, así como al quemar rastrojos. Los que causasen incendios por estos motivos deberían pagar lo que se hubiese quemado. En cualquier caso, el que quemara un monte estaba sometido a la pena de azotes. El rey Alfonso X, en el siglo XIII, estableció también penas a los que quemasen los montes, condenándoles a que “los echasen dentro del fuego” así como a reparar el daño con el doble de lo quemado. La información sobre incendios forestales en España, que se utiliza para planificar las acciones de prevención y extinción por las distintas Administraciones competentes, está contenida en la Estadística General de Incendios Forestales (EGIF), creada en el año 1968 como consecuencia de la aprobación de la Ley 85/1968 sobre incendios forestales. La base de datos contiene los Partes de Incendio Forestal remitidos al Ministerio de Medio Ambiente por los Servicios de Prevención y Extinción de las Comunidades Autónomas. Cada siniestro, independientemente de su tamaño, da lugar a un registro de la base de datos con los mismos campos de información para todos los incendios. En la base de datos solo se incluyen los siniestros que han afectado a terreno forestal. En España se producen una media de 20.000 incendios forestales al año, afectando en torno a 150.000 hectáreas. El mayor número de incendios se produjo en 2005, cuando se alcanzó la cifra de 26.261 siniestros. La mayor superficie afectada fue en 1994, en que 437.635 hectáreas fueron recorridas por el fuego. El análisis de la serie estadística iniciada en 1961 muestra una tendencia creciente en el número de incendios, especialmente a partir de la década de los noventa (Fig. 3). En lo que se refiere a superficies afectadas, sin embargo, hay una tendencia decreciente en los últimos años, aunque con algunos repuntes, lo que indica una mayor eficacia en los sistemas 62
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Fig. 4. Porcentaje de superficie afectada por grandes incendios respectoa la superficie forestal incendiada durante el período 1991-2004. Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente.
de detección y extinción de incendios, que en más del 64 % de los casos se quedan en conatos (< 1 ha). Esta situación de ningún modo puede considerarse satisfactoria, ya que tiene la preocupante particularidad de que para mantener el actual nivel de eficacia es necesario un incremento anual de las inversiones en prevención y extinción que puedan hacer frente al problema del constante crecimiento del número de incendios. Además esta tendencia va a estar muy condicionada en el futuro por los avances que se consigan en el combate de los llamados grandes incendios, de superficies superiores a las 500 hectáreas. Los grandes incendios son una de las mayores preocupaciones en todo el mundo por ser los responsables de las principales catástrofes. A pesar de que su número es reducido si se compara con la cifra total de incendios (entre un 0,5 y un 3 %), en algunas partes del mundo ocupan hasta la mitad de la superficie incendiada. En España en algunas zonas se supera con creces esta proporción (Fig. 4). La distribución geográfica y temporal del número de incendios es muy variable en las distintas Comunidades Autónomas, lo que refleja las diferencias y contrastes en las condicio-
nes físicas, climáticas y socioeconómicas de las zonas forestales en nuestro país (Fig. 5). En todo caso, los incendios forestales son un problema estructural ligado a la acumulación de combustible vegetal en el monte, la ocupación humana del territorio y el uso del fuego que realiza la sociedad. El peligro estructural latente se pone coyunturalmente de manifiesto con toda su virulencia bajo condiciones de sequía y/o meteorología adversas con dos tipos de situaciones que pueden desbordar la capacidad de los medios de extinción: los grandes incendios y la gran cantidad de incendios simultáneos (Tabla 1). Las causas de los incendios forestales en España son conocidas en un 80 por ciento de los casos. El análisis de las causas conocidas indica que en el 95 por ciento de los siniestros está detrás la actividad humana, ya sea intencionadamente o por accidentes o negligencias. Solamente en un cinco por ciento de los casos los incendios forestales en España se producen por causas naturales (rayo principalmente). Los incendios causados por accidentes o negligencias suponen el 17 por ciento, mientras que la intencionalidad ocurre en el 58 por ciento de los incendios, y de ellos tienen motivación conocida el 40 por ciento. Entre las motivaciones conocidas destacan la eliminación de matorral o restos agrícolas y la regeneración de pastos. Aunque estas quemas están reglamentadas y prohibidas en la época de peligro, es frecuente el incumplimiento de las normas existentes en casi todas las regiones. Seguimos sin saber la motivación de más de la mitad de los incendios intencionados que se producen en España, lo que impide establecer una relación estadística directa entre incendio y especulación (Fig. 6). Existe un paralelismo entre la situación española y la de los demás países mediterráneos de la Unión Europea, incluso hay coincidencia en los años en los que el fenómeno presenta singularidades por sus condiciones climáticas, si bien la tendencia en el crecimiento del número de incendios es mucho más marcada en España y Portugal. El gran problema actual en los países de clima mediterráneo se deriva de que los ciclos de recurrencia del fuego se acortan rápidamente y en numerosos sitios. Dos hechos básicos parecen influir en esta situación: por una parte, el incremento de la población supone una mayor presión sobre las tierras forestales por la demanda de suelo para otros usos, y por otra, las fluctuaciones climáticas hacen aparecer grandes sequías, que incrementan y extienden en el tiempo y en el espacio el peligro de incendios. El cambio climático añade un factor de inquietud. Si las condiciones meteorológicas en la cuenca mediterránea se vuelven más severas en los años próximos, ¿cómo repercutiría esto en los incendios forestales y la vegetación de esa región?
Fig. 5. Mapa de cuadrícula 10x10 km en el que se refleja la incidencia geográfica del número de incendios durante el período 1991-2004. Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. DGB-MMA.
TABLA 1 Días de mayor simultaneidad de incendios por Comunidades Autónomas, durante el período 1991-2005 Comunidad
Número de incendios
Fecha
País Vasco
26
8 de enero de 1992
Cataluña
31
4 de julio de 1994
483
3 de septiembre de 1995
Galicia Andalucía
46
6 de julio de 1994
Asturias
202
2 de febrero de 2002
Cantabria
56
30 de enero de 2002
La Rioja
8
10 de marzo de 2000
Murcia
10
2 de agosto de 2000
Comunidad Valenciana
31
13 de julio de 1991
Aragón
33
26 de agosto de 2000
Castilla La Mancha
46
15 de agosto de 2002
9
7 de septiembre de 2005
Navarra (*)
16
2 de febrero de 2002
Extremadura
48
25 de julio de 1995
Islas Baleares
8
5 de agosto de 1993
Madrid
13
21 de agosto de 1994
Castilla y León
75
18 de marzo de 2000
Total Nacional
577
3 de septiembre de 1995
Canarias
(*) Solo incluye datos del intervalo 1991-94. Resto del período sin datos. Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente.
Factores ambientales con incidencia en el fuego El comportamiento del fuego en un incendio forestal depende de las características del terreno, del ambiente de la zona que está siendo afectada y de las propiedades del material vegetal que está ardiendo, es decir, de la topografía, el tiempo atmosférico y el combustible vegetal, lo que se conoce como el triángulo del comportamiento del fuego.
Fig. 6. Motivaciones de los incendios intencionados durante el período 1991-2004. Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente. I.T. N.o 74. 2006
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La topografía es el más constante de los tres componentes y tiene gran influencia sobre los otros dos. La exposición es el factor determinante de las variaciones del tiempo atmosférico en el transcurso del día. Al cambiar la posición del sol varían la temperatura y la velocidad y dirección de los vientos locales, ascendentes por el día especialmente en laderas y descendentes durante la noche. La exposición influye también en el desarrollo de la vegetación y las especies que pueblan las laderas. La pendiente favorece la continuidad horizontal y vertical de los combustibles. El clima, en un concepto amplio, es el principal regulador de las temporadas de ocurrencia de incendios, de forma que, para cada región, las condiciones meteorológicas dominantes asociadas a las condiciones fisiológicas de la vegetación determinan qué períodos del año son más favorables que otros para la ocurrencia de incendios forestales. Normalmente se asocia la temporada de incendios forestales a la época del año en que mayor es la temperatura y el período seco es más prolongado, por ejemplo el verano en el clima mediterráneo, lo cual, aunque estadísticamente es cierto, no impide que en muchas regiones, generalmente montañosas, los fuegos puedan ocurrir también en invierno o primavera. Esto es posible debido a la resultante de una interacción de factores topográficos y meteorológicos con un estado vegetativo del combustible forestal y unas prácticas humanas del uso del fuego que favorecen la aparición de los incendios. Los valores de los factores meteorológicos son cambiantes, pero al contrario que los de combustible, no pueden ser alterados por el hombre. Sin embargo pueden ser objeto de predicción. De ahí la importancia de su conocimiento para poder prever situaciones críticas. Las variables meteorológicas que influyen en los incendios forestales pueden clasificarse en dos grupos: 1. Las que afectan a la posibilidad de inicio del fuego: radiación solar, precipitación, temperatura del aire y humedad relativa. La humedad relativa indica la proporción de vapor de agua de una masa de aire sobre el máximo que podría contener con su temperatura y es uno de los parámetros más importantes en el inicio y comportamiento del fuego. Valores de la humedad relativa por debajo del 30 % desencadenan condiciones muy favorables para el inicio y la propagación del incendio. La humedad del aire influye en la humedad de la vegetación pero también en la disponibilidad de oxígeno para el proceso de combustión. A una mayor humedad relativa del aire, menor disponibilidad de oxígeno en el ambiente, lo que significa un retardo en el proceso. 2. Las que inciden en la velocidad de propagación: Velocidad del viento: es un elemento decisivo en el comportamiento del fuego, siendo muchas veces responsable de que el incendio supere las barreras de defensa y de la formación de fuegos de copas que se manifiestan de forma virulenta y afectan a la seguridad de los combatientes. Dirección del viento: los vientos, dependiendo de la época del año, siguen unos patrones preestablecidos según la zona geográfica de que se trate. Así, en la Península Ibérica los vientos terrales en verano del Nordeste son típicos en Galicia, León, Asturias y valles del Pirineo; el cierzo del Nor64
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Fig. 7. Vientos terrales típicos en la Península Ibérica.
oeste, en Aragón; la tramontana, del Norte, en Cataluña y Menorca; el poniente, del Oeste, en Valencia y Murcia; terral del Norte en Málaga y Costa del Sol; el levante, del Este, en Cádiz y Valle del Guadalquivir. En primavera son típicos los vientos del sur en Asturias, Cantabria y País Vasco (Fig. 7). Grado de estabilidad atmosférica: La estabilidad atmosférica es la resistencia presente en el perfil vertical al movimiento del aire. Una atmósfera inestable favorece el crecimiento del incendio, al facilitar el ascenso de los gases de la combustión y la entrada de aire desde los laterales del incendio aportando oxígeno al mismo. Bajo estas condiciones, los fuegos pueden desarrollarse con violencia y tener un comportamiento errático. Dos factores meteorológicos de gran importancia en los incendios forestales son los rayos y la sequía. El rayo es el responsable directo de la mayoría de los incendios del oeste de Estados Unidos y Canadá. En España, los incendios causados por rayos en el Sistema Ibérico y la Serranía de Cuenca superan algunos años el 80 % de los siniestros ocurridos en estas zonas. Las condiciones de oscuridad y fuertes vientos reinantes durante la tormenta impiden la movilización de medios aéreos de primera intervención, por lo que el rayo suele ser causa de grandes incendios. Otra característica importante de los incendios causados por rayo es que pueden manifestarse muchas horas o incluso días después de que se produzca la descarga. De los 25 mayores incendios en España en el período 1991-2005, siete fueron originados por rayos, dando lugar a superficies quemadas de grandes dimensiones (Tabla 2). La importancia del rayo en muchas partes del mundo ha hecho que se desarrollen tecnologías capaces de detectarlos y localizarlos. Estados Unidos dispone de una red de detección de rayos formada por más de 37 sensores localizados cerca de aeropuertos en la zona centro y oeste del país. Esta información es enviada por vía cable hasta un sistema informático donde por triangulación se obtienen mapas de rayos que son distribuidos a las oficinas de movilización de medios. Durante una sola tormenta pueden registrarse miles de descargas eléctricas. Canadá posee un sistema similar y en España empezó a operar en 1997 un dispositivo del Instituto Nacional de Meteorología que transmite a los servicios de extinción la cantidad y localización de los rayos producidos durante las
TABLA 2 Veinticinco mayores incendios durante el período 1991-2005 Superficies (ha) Provincia
Término municipal origen
Fecha Fecha Fecha Año detección control extinción Arbolada
No arbolada Total No Leñosa Herbácea forestal forestal
Causa
Huelva-Sevilla
Minas de Riotinto
2004
27 julio
3 agosto
4 agosto
25.928,00
2.529,00
1.410,00
29.867,00
79,00
Teruel-Castellón
Villarluengo
1994
2 julio
6 julio
8 julio
17.832,80
8.604,50
1.776,00
28.213,30
0,00
Intencionado
Murcia-Albacete
Moratalla
1994
4 julio
7 julio
8 julio
16.826,00
8.753,00
0,00
25.579,00
2.818,00
Valencia
Millares
1994
4-julio
10 julio
12 julio
11.835,00
13.545,00
50,00
25.430,00
500,00
Rayo Fumadores
Rayo Líneas eléctricas
Valencia
Requena
1994
5 julio
10 julio
12 julio
16.373,00
7.691,00
0,00
24.064,00
705,90
Castellón
Espadilla
1994
2 julio
9 julio
15 julio
14.651,00
4.658,00
0,00
19.309,00
0,00
Rayo
Valencia
Fontanars dels Aforins
1994
4 julio
9 julio
12 julio
11.774,80
6.532,50
110,00
18.417,30
0,00
Quema de basura
Cuenca
San Martín de Boniches
1994
17 julio
22 julio
28 julio
16.075,70
1.783,00
0,00
17.858,70
507,00
Barcelona
Montmajor
1994
4 julio
11 julio
20 julio
14.546,50
1.896,10
0,00
16.442,60
8.925,70
Valencia
Yátova
1991
28 julio
sin datos
4 agosto
6.330,00
9.070,00
0,00
15.400,00
2.015,00
Rayo
Barcelona
Sant Mateu de Bagés
1994
4 julio
8 julio
11 julio
11.927,30
1.396,00
0,00
13.323,30
3.977,20
Desconocida Intencionado
Rayo Líneas eléctricas
Albacete
Yeste
1994
7 agosto
14 agosto
19 agosto
11.685,00
1.210,00
0,00
12.895,00
1.330,00
Guadalajara
Riba de Saelices
2005
16 julio
21 julio
2 agosto
10.352,57
2.380,16
0,00
12.732,73
154,64
Barcelona-Lleida
Aguilar de Segarra
1998
18 julio
22 julio
30 julio
8.630,56
3.880,24
0,00
12.510,80
5.164,38
Líneas eléctricas
Almería
Cancanyar
1991
21 agosto
22 agosto
22 agosto
6.291,00
4.055,00
0,00
10.346,00
1.978,00
Intencionado
Cáceres-Badajoz
Portugal-Valencia de Alcántara
2003
2agosto
5 agosto
12 agosto
5.260,50
3.735,42
754,08
9.750,00
3.942,50
Málaga
Parauta
1991
7 agosto
11 agosto
14 agosto
7.049,00
870,00
0,00
7.919,00
0,00
Intencionado
Almería
Lijar
1994
5 julio
7 julio
7 julio
786,00
800,00
5.873,00
7.459,00
2.327,00
Intencionado
Jaén
Aldeaquemada
2004
26 agosto
27 agosto
30 agosto
2.729,50
3.269,90
1.137,20
7.136,60
187,00
Intencionado
Cáceres
Torrecilla de los Ángeles
1991
15 agosto
18 agosto
19 agosto
4.840,00
2.280,00
0,00
7.120,00
200,00
Intencionado
Castellón
Castillo de Villamalefa
1994
2 abril
4 abril
7 abril
6.120,00
1.000,00
0,00
7.120,00
1.000,00
Hogueras
Rayo
Hogueras
Zamora
Figueruela de Arriba
1991
28 julio
sin datos
2 agosto
4.184,00
2.600,00
0,00
6.784,00
0,00
Zaragoza
Uncastillo
1994
16 julio
sin datos
24 julio
4.849,00
1.740,00
0,00
6.589,00
2.049,00
Desconocida Rayo
Cáceres
Pinofranqueado
2003
13 agosto
17 agosto
23 agosto
5.312,00
905,70
148,00
6.365,70
2.711,30
Quema agrícola
Ávila
La Solana de Ávila
2003
3 agosto
6 agosto
17 agosto
1.333,00
4.942,00
0,00
6.275,00
0,00
Intencionado
Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente.
tormentas. La búsqueda de los lugares de caída de rayos que pueden producir incendios durmientes que se manifiesten horas después es una práctica de obligado cumplimiento. El primer factor meteorológico que puede elevar considerablemente el peligro de incendios es la sequía. Los períodos largos de sequía se caracterizan por producir un fuerte estrés hídrico en la vegetación. En los años muy secos, el crecimiento de combustibles herbáceos es muy escaso, lo que no favorece la propagación de los incendios por falta de continuidad horizontal del combustible. Sin embargo, gran cantidad de combustibles vivos pasan a ser combustibles muertos, los que mejor arden, que se acumulan originando un peligro potencial muy elevado. Los períodos húmedos provocan un gran crecimiento de los combustibles herbáceos, de forma que mientras se mantienen vivos limitan la propagación de los incendios. Si después de este período se inicia una estación seca prolongada, la vegetación herbácea se seca rápidamente dejando a disposición del fuego grandes cargas de combustible con gran continuidad horizontal que favorecen la propagación del fuego. De esta forma, la combinación de años de sequía seguidos de primaveras lluviosas a las que suceden veranos secos origina que las formaciones vegetales se encuentren en situación muy favorable para que el fuego las recorra con facilidad.
Impacto del cambio climático sobre el riesgo de incendios forestales La relación entre cambio climático e incendios forestales ha sido estrecha, de manera que han sido más frecuentes en los períodos cálidos que en los fríos. Aunque es común encontrar referencias históricas sobre los incendios forestales, o sobre normativas relacionadas con los mismos, la reconstrucción del régimen de incendios de España a partir de datos históricos no ha sido posible, y menos aún de su cambio con el clima. Por otro lado, la falta de masas arbóreas viejas ha dificultado poder descifrar el grado de recurrencia de los incendios. La datación de las cicatrices de Pinus pinaster en Sierra Bermeja (véase la figura 8 en la página siguiente) muestra que los incendios de superficie ocurrieron durante la última parte del siglo XIX y la primera del XX con elevada frecuencia (recurrencias de 11-35 años), y probablemente estuvieron ligados al pastoreo. El peligro de incendio es una medida de la probabilidad de que ocurra un incendio forestal y se basa en la temperatura, la humedad relativa, la velocidad del viento y su dirección y la sequedad de los combustibles. Por lo tanto, los índices de peligro son medidas útiles para representar la probabilidad de un incendio en el tiempo y espacio. I.T. N.o 74. 2006
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Fig. 8. Resistencia al fuego de un Pino pinaster de Sierra Bermeja (Málaga) (1992).
Los escenarios que se dibujan cara a la ocurrencia de incendios forestales están caracterizados por un incremento generalizado de los índices de peligro, una mayor duración de la temporada de incendios y una mayor frecuencia de situaciones extremas y de más larga duración. A esto se une la tendencia hacia un cambio en la vegetación, con mayor abundancia de especies arbustivas, más sensibles al estrés hídrico. Consecuentemente, cabe esperar que los incendios sean más frecuentes, extensos e intensos. Estas tendencias generales variarán de un punto a otro de la geografía, pero acentuarán las tendencias actuales. Las previsiones negativas cara a la ocurrencia de incendios conforme discurre el cambio climático pueden verse contrarrestadas por mejoras en la predicción meteorológica, el conocimiento del estado de los combustibles y las estrategias de prevención y vigilancia. La predicción meteorológica actual permite conocer con anticipación de pocos días la posible existencia de situaciones de peligro. Es probable que con el paso del tiempo la mejora en la capacidad predictiva meteorológica pueda alcanzar plazos más largos. Una mejora en la capacidad de predicción del peligro puede permitir planificar mejor los recursos y, particularmente, la puesta en marcha de acciones preventivas en aquellos sitios de mayor peligrosidad.
Efectos de los incendios forestales El fuego, como cualquier otra perturbación, va seguido de una serie de cambios estructurales y funcionales en el ecosistema. En los ecosistemas mediterráneos, el fuego constituye un factor ecológico de primera importancia. En nuestro entorno, como se ha señalado, existen especies con síndromes adaptativos aparentemente ligados al fuego. Este es el caso del alcornoque (Quercus súber), cuya densa corteza le permite sobrevivir al fuego y rebrotar prontamente de yemas situadas en sus partes aéreas. No obstante, la capacidad de respuesta de las plantas al fuego puede verse afectada por el momento del año en que se produzca el incendio. Las variaciones estacionales en las condiciones climáticas después del incendio pueden suponer importantes diferencias en cuanto a una mayor disponibilidad de agua en el suelo y diferentes temperaturas que pueden afectar a las plantas rebrotadoras. 66
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Además estas especies también pueden ser sensibles a la estacionalidad del incendio debido a variaciones anuales en su estado fisiológico, tales como su estado de hidratación o el contenido de reservas de carbohidratos que han de servirlas para rebrotar. También puede variar la cantidad y situación de las semillas disponibles en el suelo. Asimismo, el tamaño de la planta puede ser determinante para su supervivencia. Por otro lado, el tiempo transcurrido hasta que un nuevo incendio ocurra (intervalo de recurrencia) puede tener una gran importancia en la capacidad de la vegetación para volver a regenerarse. Un posible aumento en la incidencia de incendios puede conllevar un dominio de vegetación pionera y una menor diversidad vegetal. La homogeneización de las zonas quemadas de forma recurrente disminuirá la diversidad animal y puede alterar la interacción entre especies. Por tanto, los incendios pueden causar pérdida de hábitats y especies. Uno de los efectos más importantes e inmediatos de los incendios es el cambio del régimen de agua del sitio quemado, tal como un aumento de la escorrentía superficial, que puede causar un aumento de la erosión, inundaciones, aterramiento de embalses, turbidez y contaminación de ríos. Después de los incendios, el suelo queda sin protección. La germinación o rebrote de nuevas plantas será lenta al principio, precisamente por la sequía que, en las zonas áridas, terminará con las lluvias de otoño. Cuando éstas lleguen, el suelo estará aún desprotegido casi totalmente contra la erosión. Los fuegos producen repelencia superficial al agua hasta una profundidad máxima de 20 centímetros. Este efecto es más intenso en suelos secos que en suelos húmedos. Asimismo la pendiente también influye de modo notable. Otro factor que determina la pérdida de suelo es el índice de erosión pluvial, directamente proporcional a la energía del aguacero y la intensidad de las precipitaciones. Las regiones mediterráneas presentan típicamente aguaceros otoñales. Con cierta periodicidad, los meses de septiembre y octubre presentan lluvias excepcionales, a veces con consecuencias catastróficas. En octubre de 1957 fue la gran riada de la ciudad de Valencia; en septiembre de 1962, en las comarcas del Vallés y Maresme se produjo una gran catástrofe hidrológica; en 1973 fueron las grandes riadas en Almería y Granada; en octubre de 1982 tuvieron lugar las grandes inundaciones en Alicante y Valencia. En estos temporales de lluvia se registran valores máximos de intensidad de precipitación. Las zonas mediterráneas y Canarias, que comprenden las regiones áridas típicas, son las que muestran un mayor incremento en la agresividad de la lluvia inmediatamente después del verano. Es decir, la sucesión fuego-erosión es un acontecimiento de alta probabilidad. Los incendios forestales también producen emisiones a la atmósfera. Se estima que la emisión de CO2 es como promedio del orden del 20 % en volumen de la biomasa existente, ya que generalmente solo se consumen los combustibles ligeros (hojarasca, ramillas, follaje), quedando carbonizados los combustibles pesados, que retienen la mayor parte del carbono. Las principales emisiones durante la combustión son dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), metano (CH4), óxidos de nitrógeno (NO, NO2), amoníaco (NH4), ozono (O3)
TABLA 3 Pérdidas por incendios forestales de difícil valoración o pérdidas intangibles
Fig. 9. Nube de humo causada por el incendio que compromete la intervención de los medios aéreos de extinción.
y partículas sólidas. El CO2 y el CH4 son gases de efecto invernadero que pueden contribuir al calentamiento global. El CO, el CH4 y los NOX contribuyen a la producción fotoquímica de O3 en la troposfera. El O3 es un contaminante que puede ser irritante e incluso tóxico. El NH4 genera en la troposfera ácido nítrico (HNO3) y contribuye a la lluvia ácida. Las partículas sólidas (humo, hollín) se difunden por la atmósfera, absorbiendo y reflejando los rayos solares, con impacto en el clima más o menos amplio, según la difusión que alcancen (Fig. 9). También pueden producir problemas respiratorios si su concentración es muy elevada. La cuantificación de las emisiones no es fácil y obliga a hacer hipótesis muy generales sobre la cantidad de biomasa disponible y sobre la eficiencia de la combustión. Una estimación global realizada por el equipo de M. Andreae (Cambridge, 1991) daba la cifra promedio anual de 3.940 millones de toneladas de carbono emitido a causa de los incendios forestales. Esta cifra duplica ampliamente la cantidad asignada a España de emisiones de gases de efecto invernadero computadas en términos de toneladas equivalentes de dióxido de carbono (CO2-e) para el período de compromiso 2008-2012 del Protocolo de Kioto. Evaluar los impactos de un incendio forestal es difícil, pues conlleva la estimación de los rendimientos de los bosques, que incluyen valores vagamente definidos, tanto actuales como futuros, con o sin valor comercial (Tabla 3). Muchos de los bienes y servicios asociados con el bosque no son vendidos en mercados organizados, por lo tanto no hay mecanismo para asociar el
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Alarma social
Generan contaminación ambiental
Calentamiento atmosférico
Reducción de la belleza paisajística y de su valor recreativo
Se propicia erosión hídrica y eólica
Aterramiento de embalses y reducción de la capacidad de infiltración de agua
Daños a la fauna silvestre y alteración a su hábitat
Reducción de recursos genéticos
Reducen el potencial comercial con la pérdida de productos forestales
Generan costos de protección
Se predispone a las masas forestales al ataque de plagas y enfermedades
Dañan la regeneración y a la reforestación
Se reduce la cobertura arbórea del terreno
Se afecta el crecimiento de los árboles
Favorecen la invasión de especies indeseables
Cuando son muy intensos, dañan las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos
Se pierde la inversión aplicada a las reforestaciones
Se degradan los pastizales reduciendo su palatabilidad para el ganado y fauna silvestre
Posibilitan lesiones y fallecimiento de los combatientes
Coadyuvan a la deforestación y degradación de las áreas forestales
En algunos casos el humo reduce la visibilidad para los vehículos aéreos
Fig. 10. Pérdidas económicas estimadas por incendios forestales en España durante el período 1991-1994. Fuente: Estadística General de Incendios Forestales. Dirección General para la Biodiversidad. Ministerio de Medio Ambiente.
valor de los servicios a valor de reposición del activo perdido. Sin embargo, si los efectos del incendio sobre esos recursos sin mercado no son incorporados en el sistema de evaluación de daño de incendio, la estimación total de daño se infravalora. Desde 1990 se incluye en los partes de incendios un método para la estimación del impacto ambiental al que se han ido introduciendo nuevas modificaciones metodológicas para perfeccionar los sistemas utilizados hasta ahora. En 2004 la estimación del valor medio de la pérdida de beneficios ambientales por hectárea forestal quemada, se situaba en torno a los 2.200 euros (Fig. 10). Esta estimación no incluye la doble pérdida (emisión y absorción) por efecto sumidero. ■ María Jesús Rodríguez de Sancho Ingeniero de Montes Subdirectora General de Política Forestal y Desertificación Ministerio de Medio Ambiente
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