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ISSN: 0124-4035 Universidad del Rosario

DIRECTIVOS RECTOR

Hans Peter Knudsen Quevedo VICERRECTOR

José Manuel Restrepo Abondano SÍNDICO

Carlos Dossman Morales SECRETARIO GENERAL

Luis Enrique Nieto Arango

DECANO FACULTADES DE CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO Y DE RELACIONES INTERNACIONALES

Eduardo Barajas Sandoval

EDICIÓN CEPI CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS E INTERNACIONALES EDITORA-DIRECTORA DE LA REVISTA María del Rosario García Flórez ASISTENTE EDITORIAL

Ana Sofía Alvarado Paniagua [email protected] [email protected]

CONSEJO EDITORIAL Eduardo Barajas, Universidad del Rosario; Stéphanie Lavaux, Universidad del Rosario; Beatriz Franco-Cuervo, Universidad del Rosario; Mauricio Romero, Universidad del Rosario; Rubén Sánchez, Universidad del Rosario; Adriana Serrano, Universidad del Rosario; Arlene Tickner, Universidad de Los Andes; María del Rosario García, Universidad del Rosario

CONSEJO CIENTÍFICO Ana María Bejarano, Universidad de Toronto, Canadá; Michael Gold-Biss, Universidad Nacional de Defensa, Washington, D. C., Estados Unidos; Bernard Labatut, Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, Francia; Staffan Löfving, Universidad de Estocolmo, Suecia; Kjell Åke Nordquist, Universidad de Uppsala, Suecia; Jenny Pearce, Universidad de Bradford, Reino Unido PREPARACIÓN EDITORIAL

Editorial Universidad del Rosario CORRECCIÓN DE ESTILO

Leonardo Holguín Rincón IMPRESIÓN

Servigraphic Ltda. DIAGRAMACIÓN

Margoth C. de Olivos

SUSCRIPCIONES E INFORMACIÓN Editorial Universidad del Rosario Tels. (57-1) 336 65 82/83 Correo electrónico: [email protected]

Las opiniones de los artículos sólo comprometen a los autores y en ningún caso al Consejo Editorial o a la Universidad del Rosario. Se prohíbe la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en esta Revista, salvo autorización previa de los autores.

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ISSN: 0124-4035

Número 15, semestre II de 2006

Contenido Editorial ........................................................................................... I.

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Relaciones internacionales Las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las nuevas tecnologías de información y comunicación en África ................................................................................... 12 Louis Valentín Mballa

Los países andinos en la perspectiva de la globalización ... 41 Edgard Moncayo Jiménez

La institucionalización y la formalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas .................. 90 Ángela Santamaría

II. Reflexiones sobre seguridad Seguridad nacional: el realismo y sus contradictores ........ 120 Rubén Sánchez David, Federmán Antonio Rodríguez Morales

Lo ambiental y lo social de la aspersión en Colombia. ¿Política ambiental o estrategia antinarcóticos? ................ 178 Nery Londoño Zapata

III. Gobierno y democracia Código de ética judicial en Argentina. ¿Una respuesta a las demandas de transparencia de la sociedad? .............. 237 Inés Malvina Calceglia Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-430, semestre II de 2006

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Desigualdad y polarización del PIB por habitante en Colombia ............................................................................. 257 Jorge E. Espitia Zamora

IV. Análisis de procesos históricos Scandalous Subjects ............................................................... 293 Saurabh Dube

Pensando la hispanidad. Estrategias para el estudio crítico de la historia del pensamiento filosófico-político hispánico ................................................................................... 341 Enver Joel Torregroza Lara

V.

Género e identidad En busca de una nueva sociedad. Los aportes de la teoría feminista a la reformulación del mundo moderno ................................................................ 371 Marta Ochman

VI. Semillero de investigadores Petróleo e indígenas en Colombia. Una mirada desde la seguridad humana .................................................... 389 Ana Cecilia Burgos González

V.

Reseñas Ordinary People in Extraordinary Times: The Citizenry and the Breakdown of Democracy by Nancy Bermeo ................................................................... 420 Elisa Tarnaala

Natalia Springer, Desactivar la guerra. Alternativas audaces para consolidar la paz ................................................... 427 Mauricio Romero Vidal

Los autores en este número por orden de aparición ......... 431

Curriculum vitae de los miembros de los consejos Editorial y Científico .................................................................... 436 Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-430, semestre II de 2006

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Curriculum vitae de los evaluadores externos .................... 440 Contenido de los números 1 al 14 ............................................. 444 Normas para la publicación de artículos en la Revista Desafíos .................................................................. 456 Publicaciones más relevantes de los investigadores del CEPI. II/2004 - I/2006 ........................................................ 458 Autorización para publicación.................................................. 467

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Editorial El compromiso constante de la Revista Desafíos ha sido responder a las necesidades de nuestro mundo cambiante, con análisis sólidos y sugestivos del más alto nivel. Este número busca satisfacer esas exigencias, incluyendo nuevos temas y puntos de vista. Acoge artículos de especialistas nacionales y extranjeros, junto con artículos producto de investigaciones desarrolladas en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario. La revista está dividida en cinco secciones: Relaciones Internacionales; Seguridad; Gobierno y Democracia; Análisis de Procesos Históricos; Identidad y Género. Estas secciones reflejan la gama de propuestas e intereses de las líneas de investigación del CEPI; al mismo tiempo, dan una idea de las diversas perspectivas abordadas y de las novedades temáticas de los artículos que hacen parte de ellas. En la sección Relaciones Internacionales se publican tres artículos que reflejan tres aproximaciones temáticas a la disciplina de las Relaciones Internacionales: desde la perspectiva económica, el artículo de Edgard Moncayo, “Los países andinos en la perspectiva de la globalización”, analiza los resultados de la globalización para los países andinos en lo que respecta al crecimiento económico, el comercio internacional, los flujos financieros, la inversión extranjera y la equidad social, valorando las oportunidades y los desafíos que deben afrontar los países de la región, para terminar con una propuesta de estrategia de inserción positiva en el mundo. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 6-10, semestre II de 2006

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Desde la perspectiva de la sociología de las relaciones internacionales, Ángela Santamaría, en su artículo “La institucionalización y la formalización de la ‘cuestión indígena’ en Naciones Unidas”, analiza las relaciones de poder y las jerarquías sociales a través del estudio del proceso de inclusión de la ‘cuestión indígena’ en la agenda de la ONU. El artículo constituye, sin lugar a dudas, un gran aporte a los estudios internacionales, ya que abre nuevas perspectivas de análisis del cada vez más complejo sistema internacional. A partir del tema de las tecnologías de información y comunicación (TIC), Louis Valentin Mballa, analiza el papel de las ONG y de otros actores del sistema internacional en la difusión de dichas tecnologías en África, llamando la atención sobre los obstáculos que se presentan. El artículo resalta la importancia de tener en cuenta las condiciones específicas africanas a la hora de implementar programas de TIC. Sobra anotar la importancia que tiene esta investigación, en la medida en que no solo es aplicable a otras áreas tecnológicas, sino también a otras regiones, a saber, América Latina. La segunda sección incluye dos artículos. Producto de la investigación ‘Relación entre seguridad y democracia’ de los profesores Rubén Sánchez y Federmán Rodríguez, el artículo “Seguridad nacional: el realismo y sus críticos” hace un análisis juicioso y una revisión teórica amplia del concepto de seguridad, abarcando teorías que van más allá del realismo clásico, para ampliar el espectro teórico en el cual se puede abordar el tema, constituyéndose así en un aporte a las reflexiones sobre seguridad. Con el mismo espíritu, que busca trascender los límites del concepto clásico de seguridad, Nery Londoño estudia las amenazas ocasionadas por las debilidades que presenta el Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato (PECIG) a la seguridad ambiental y social. Su artículo expone los resultados de una investigación que incluye un análisis y una evaluación detallados del Plan de Manejo Ambiental y de su implementación, concluyendo que las falencias en las consideraciones de los procedimientos y parámetros técnicos Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 6-10, semestre II de 2006

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y ambientales, así como en la delimitación de áreas objeto de aspersiones, están “generando elevados niveles de riesgo de afectación ambiental y social”. Los temas de la sección Gobierno y Democracia se analizan tradicionalmente desde una perspectiva puramente política. En este caso, se incluyen dos artículos que muestran los resultados de investigaciones relativas a aspectos cruciales para el análisis de la democracia desde dos perspectivas que enriquecen la reflexión sobre el tema: la jurídica y la económica. El primer aspecto es tratado en el artículo “Código de ética judicial en Argentina: ¿Una respuesta a las demandas de transparencia de la sociedad?”, donde la magistrada Inés Malvina Calceglia analiza el proyecto de Código de Ética Judicial, su relación con las condiciones políticas y culturales causantes de la crisis de diciembre de 2001 en Argentina, así como con las demandas que la sociedad tiene con la justicia. Este estudio de caso sirve de punto de partida para la reflexión sobre temas como la ética y la transparencia que también son fundamentales en nuestro país. El artículo de Jorge Espitia Zamora, “Desigualdad y polarización del PIB por habitante en Colombia”, profundiza la problemática de la desigualdad, fundamental para el Estado social de derecho, haciendo énfasis en la dimensión económica y valorando la variación en la polarización del PIB en los departamentos colombianos para el período 1984-2004. La nueva sección, Análisis de Problemas Históricos, incluye dos perspectivas que van más allá de los métodos y fundamentos teóricos clásicos del análisis histórico y cultural, y que abren nuevos caminos a la investigación y la reflexión histórica, política y antropológica. En el artículo Scandalous Subjects, el profesor Saurabh Dube, uno de los más importantes investigadores de los estudios de la subalternidad, hace una reflexión crítica sobre el pensamiento binario que tradicionalmente ha dominado a la academia y que se manifiesta en los trabajos históricos y antropológicos basados en las dicotomías colonial-poscolonial, Oriente-Occidente, identidaddiferencia, logrando conducir el análisis a espacios que superan la Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 6-10, semestre II de 2006

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dualidad y abren paso no solo a una nueva historia, una ‘historia sin garantía’, sino a un acercamiento alternativo al conocimiento del hombre. Por su parte, el artículo “Pensando la hispanidad”, del profesor Enver Torregroza, presenta una reseña crítica del debate en torno a la posibilidad de existencia de una filosofía hispánica, cuestionando la narración tradicional de la historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad que deja de lado el componente judío, musulmán y converso, determinante en el desarrollo del pensamiento y de la sociedad hispánicas. Esta perspectiva crítica del pensamiento hispánico sirve de plataforma de lanzamiento para la reflexión de lo que es la hispanidad o hispanidades y, por consiguiente, para el discernimiento de las raíces más profundas de la colombianidad. La sección Identidad y Género presenta un artículo de Marta Ochman, “En busca de una nueva sociedad: Los aportes de la teoría feminista a la reformulación del mundo moderno”, en el cual se evalúan los aportes de la teoría feminista a la teoría política actual, en particular, en lo que se refiere al reconocimiento de la diferencia y a la dicotomía público-privado. El artículo pone en evidencia la íntima relación entre feminismo y política, en la medida en que el feminismo es, en palabras de la autora, “un proceso de reflexión sobre la condición del ser humano, concreto en su sexualidad, pero universal en su derecho a que su identidad sea reconocida y sus necesidades sean satisfechas”. El artículo de Ana Cecilia Burgos, “Petróleo e indígenas en Colombia: una mirada desde la seguridad humana”, incluido en la sección Semillero de Investigadores, es una reflexión a partir de una revisión bibliográfica muy completa sobre la amenaza que representan la exploración, explotación, transporte y procesamiento de hidrocarburos para la seguridad de las comunidades indígenas, en la medida en que estas actividades afectan negativamente su cultura, su hábitat y, en el peor de los casos, su existencia misma. También aborda el tema de seguridad desde la perspectiva no convencional, lo que constituye un aporte a los análisis sobre seguridad. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 6-10, semestre II de 2006

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Por último, se presentan dos reseñas: la primera de Elisa Tarnaala sobre el libro de Nancy Bermeo, Ordinary people in Extraordinary Times: The Citizenry and the Breakdown of Democracy, que analiza el comportamiento político del ciudadano corriente en tiempos de crisis; la segunda de Mauricio Romero sobre el libro de Natalia Springer, Desactivar la Guerra. Alternativas audaces para consolidar la paz, que se centra en temas como la desmovilización, el desarme y la reinserción de combatientes, tan pertinentes hoy en Colombia. Cada vez que se amplían campos de investigación en ciencias políticas o en relaciones internacionales no solo se reconocen nuevos aspectos de viejos problemas, sino que además aprendemos a plantearlos de forma distinta, motivando la búsqueda de soluciones creativas que puedan generar un impacto positivo en la sociedad. Con este número se espera dar un significativo paso en tal dirección, ofreciendo material profundo y plural en sus ideas, que enriquezca nuestros horizontes de investigación.

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Las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las nuevas tecnologías de información y comunicación en África LOUIS VALENTÍN MBALLA [email protected] Artículo recibido 15/08/2006 Evaluación par externo 01/09/2006 Evaluación par interno 27/08/2006

Resumen

El auge de las organizaciones no gubernamentales (ONG) en el sector de las tecnologías de información y comunicación (TIC) en la sociedad africana se explica por su capacidad para entrecruzarse en sus dimensiones ideológica y pragmática, ya que mantienen la tensión entre convicción y responsabilidad, retórica y realidad, entre lo que es y lo que debe ser. Sin embargo, si bien la competencia entre las múltiples ONG representa una de las alternativas para promover el acceso a las TIC en África, siempre ha habido un gran segmento de la población africana cuyas necesidades no han sido satisfechas. Así mismo, el proceso de promoción de las TIC en África debe adaptarse a la realidad endógena del continente.

Palabras clave: acceso, nuevas tecnologías, realidad societal en África.

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Abstract

NGO’s peak in the Information and Communication Technologies (ICT) arena of the African society is explained by their ability to establish an ideological and pragmatic cross-dimensioning because of the balance kept between certainty and responsibility, rhetoric and reality, what is and what should be. Nevertheless, however the competence among multiple NGO’s represents one of the options to promote the access to ICT’s in Africa, there has been always a large segment of the African population whose necessities have not been met. In addition, this ICT promotion in Africa must be adapted to the endogenous reality of the continent.

Key words: acces, new technologies, societal reality in Africa.

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Introducción You probably do not see yourself and your family as part of the global community of NGOs, but most well-known local organizations have global links. If you attend a church, synagogue, or mosque; if you are in the trade union or a professional body; if you have joined a political party; if you attend a local family clinic; if you are in Scouts, Girl Guide or if you have joined an environmental, development, human rights, or women organization, you are very likely to be involved in the local branch of a global NGO that is represented at the United Nations. Peter Willets

La consideración de Peter Willets plantea implícitamente que al igual que el rasgo más impactante de nuestra época, la revolución científico-tecnológica y sus consecuencias para el sistema de producción, las organizaciones no gubernamentales (ONG), como forma de organización de la sociedad civil, constituyen una fuerza fundamental cada vez más importante en la vida internacional, que resulta de una participación a la vez consciente e inconsciente, voluntaria e involuntaria, de los individuos en la dinámica de las mismas. En realidad, el auge de las ONG se presenta como una reacción frente a las desigualdades causadas por la globalización, el liberalismo económico y la revolución científico-tecnológica, por su tendencia a marginar a las capas sociales débiles y desprovistas. Las ONG tienden a ubicar al hombre en un proceso de recuperación de la categoría de pastor, para que ya no sea pasivo en la dinámica cada vez más versátil del sistema internacional. En los últimos años las Naciones Unidas han reconocido que en gran parte de su compromiso con los pueblos de la sociedad internacional, ya sea en asuntos humanitarios, desarrollo económico y social, salud pública o promoción de los derechos humanos, las diversas aportaciones de las ONG han tenido un papel determinante. Por consiguiente, se han tomado varias medidas para que todos los organismos del sistema de Naciones Unidas se abran y trabajen en estrecho conDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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tacto con las organizaciones de la sociedad civil activas en sus respectivos sectores, y que faciliten un mayor proceso de consulta y cooperación entre las Naciones Unidas y esas organizaciones. En este sentido, el potencial de las tecnologías de información y comunicación (TIC) para transformar las perspectivas de desarrollo, actualmente recibe gran atención en todo el mundo. Utilizando el eslogan “colmando la división digital”, las organizaciones no gubernamentales, las empresas, los gobiernos nacionales y conglomerados mundiales están reuniendo recursos a fin de utilizar las TIC para mejorar las perspectivas de avance en varios países en desarrollo. Respecto a ello, en este artículo se examina el modo operativo de las ONG en el ámbito de las nuevas tecnologías de información y comunicación (NTIC) en África. Se intenta responder las siguientes preguntas: ¿cómo se ha promovido la introducción de las tecnologías de información y comunicación en África?, ¿cómo se han desarrollado los mecanismos de financiamientos de las NTIC en África?, ¿cuáles son los logros y dificultades de las ONG que actúan en el sector de las NTIC en África? En el sector de las NTIC, las ONG se han impuesto en África por su carácter militante y efectivo; además, disponen de un amplio apoyo económico y financiero que procede de varias fuentes. Su actividad propicia lazos de amistad, de solidaridad, de cooperación y permite los contactos y los acuerdos transfronterizos sin que los Gobiernos se vean involucrados explícitamente. Como lo menciona Manuel Castells, África se ha visto sujeta a una “Apartheid tecnológico” al ubicarse al margen de la revolución tecnológica de la información y la comunicación, ya que “la distancia entre las telecomunicaciones africanas y los parámetros mundiales de la actualidad es abismal”.1

Manuel Castells, “La era de la información”, citado por Camelia Nicoleta Tigau, Metadiscursoelicos de cinco organizaciones internacionales: un análisis forma y discursivo de sus sitios Web, tesis de Maestría en Comunicación, UNAM, 2004, p. 90. 1

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No obstante, las ONG africanas se han visto sometidas a algunas críticas respecto a su carácter “no gubernamental” y poco cooperativo, así como la estrechez de sus objetivos y la dimensión oculta de sus contabilidades. Todo ello hace muy interesante el debate acerca de ellas, pues se han convertido en actores determinantes no solo en la sociedad africana, sino también en el mundo. Introducción y financiación de las nuevas tecnologías de información y comunicación en África El marco teórico en el cual se integra progresivamente la promoción de las NTIC en África se inscribe en la lógica de la relación entre la comunicación y el desarrollo. Aquí, el desarrollo se concibe en términos del restablecimiento de la dignidad humana a las personas y comunidades afectadas por todo tipo de calamidades, como la injusticia social, el analfabetismo, las guerras, los conflictos, la violación a los derechos humanos, las catástrofes naturales, la pobreza y el subdesarrollo. En efecto, desde los años setenta en el continente africano la comunicación se percibía y se utilizaba como una herramienta capaz de generar y apoyar el desarrollo socioeconómico. Sin embargo, aunque algunas instituciones internacionales –como la Unesco y la FAO– hayan apoyado los esfuerzos emprendidos por los intelectuales, planificadores de desarrollo y políticos africanos para desarrollar este ámbito, “las comunicaciones en África han seguido careciendo de eficiencia”.2 Hoy en día, todas las técnicas de comunicación se han vuelto indispensables para el desarrollo multisectorial en África. Así mismo, después de la radio, la televisión, las imágenes digitales y los satélites, la Internet ha conquistado al continente africano, aunque sigue siendo un instrumento exclusivo para los “privilegiados”.3 La gráfica 1 ilustra Hamid Mowlana et Laurie J. Wilson, Communication, technologie, et développement, Unesco, Paris, 1990, p. 45. 3 “Privilegiados” en el sentido de que se necesita tener un computador; menos del 10% de la población activa en África tiene la capacidad económica de comprar uno. Además, se 2

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la poca capacidad de la población para utilizar la Internet en ciertos países africanos, debido a los costos elevados de ese servicio en 2002. Gráfica 1. Usuarios de Internet comparado con costos de acceso de 20 horas en algunos países del África subsahariana, 2002

Fuente: Indicadores Mundiales de Telecomunicaciones (UIT), 2003.

La financiación de las NTIC es considerada como un intento de mejorar las condiciones de apropiación de los instrumentos de comunicación en África. En efecto, una infraestructura débil en información y comunicación constituye un gran obstáculo para alcanzar mejores condiciones de apropiación de las TIC. Adicionalmente, para promover un círculo virtuoso, es necesario que los países africanos incrementen los mecanismos complementarios, como la formación y la investigación en el ámbito de las NTIC. Para eso se requiere una inversión considerable en los mecanismos de financiación de estas tecnologías, mediante la utilización de una serie de recursos y herramientas complementarias (entorno político favorable, implicación del sector privado, etcétera).

necesita conocimiento y dinero para conectarse en un cyber café, algo de lo que carece gran parte de la población. Del mismo modo, la Internet se vuelve un instrumento para una clase privilegiada de la población. La proliferación de centros para la formación en informática es una tendencia para alivianar el problema de conocimiento respecto a este instrumento de comunicación; sin embargo, la búsqueda de dicho conocimiento siempre se acompaña de gastos muy elevados. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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África cuenta con una historia relativamente larga en materia de financiación de las TIC, que se inscribe en la lógica de la solidaridad digital. Antes de 1990, el financiamiento del sector estaba centrado en el desarrollo de la infraestructura en telecomunicaciones. Los fondos provenientes de instituciones bilaterales y de bancos de desarrollo multilateral se gastaban en transferencia de tecnología y en la expansión de capacidades TIC de las instituciones públicas para recabar, almacenar, procesar y difundir información. Los donantes bilaterales y multilaterales suministraban apoyo a planes de desarrollo para una infraestructura nacional en telecomunicaciones, mientras que las fundaciones patrocinaban las iniciativas privadas para conectar a instituciones académicas y de investigación. El Banco Mundial y las agencias de las Naciones Unidas, incluyendo a la Unesco, la FAO y el PNUD, se contaban entre las instituciones que financiaron los primeros proyectos de TIC en África. A mediados de los años ochenta la financiación de estas agencias proporcionó más de la mitad del equipamiento y de la asistencia técnica en África.4 Históricamente, las contribuciones locales han sido muy pequeñas; es decir, en la mayoría de los Estados africanos, la inversión pública en materia de TIC fue muy limitada. A finales de los años ochenta, la Unesco y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) promovieron en África un modelo de Sistema Internacional de Información para las Ciencias del Desarrollo (DEVSIS). En colaboración con el PNUD, esta institución financió el establecimiento del Sistema Pan-Africano de Documentación e Información (PADIS), luego llamado Sistema Pan-Africano de Desarrollo de Información. Su objetivo fue desarrollar un nodo central africano con la contribución de instituciones nacionales y regionales que mantuvieran sus propias bases de datos e intercambiaran información con el sistema central de PADIS.5 4 Mayuri Odedra Straub, Is Information Technology Really Transferred to Africa?, in http:// www.straubodedra, de/Artikel/27%20-is%20infromation%20technology.pdf. 5 Nancy Hafkin, Kate Wild, “ICT in Africa: The Challenge to Donors in the Global Information Society”, in Rowing Upstream, http://www.piac.org/rowing_upstream/ chapter5/full_chapter_5.html.

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Hacia 1991, la Coopération Française, a través de su rama de investigación, Office de la Recherche Scientifique et Technique Outre-Mer (ORSTOM), inició su proyecto “Réseau Intertropical d’Ordinateurs” (RIO), que creó enlaces en Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, Madagascar, Mali, Níger y Senegal. En principio, los nodos RIO se instalaron para establecer una red electrónica de comunicaciones entre los investigadores de ORSTOM. En 1992 se decidió abrir la red a cualquiera que estuviera involucrado en el trabajo académico, en la investigación o en el desarrollo. Desde entonces, la red creció sustancialmente, estableciéndose nodos en 12 países de África francófona que servían a alrededor de 500 usuarios en 60 organizaciones. RIO pudo conectar a países remotos, como Madagascar y la República del Congo; también construyó varios lazos en África que contribuyeron a extender la conectividad completa a Internet al resto de la región de los Grandes Lagos. El Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) también apoyó las iniciativas sobre las TIC durante esa década. Luego de pilotear cinco proyectos separados entre 1989 y 1992,6 en 1993 el IDRC financió un proyecto de construcción de capacidad para una red electrónica de contactos en África, con el objetivo de conectar a 24 países. Un momento decisivo para la financiación de TIC con enfoque en la Internet comenzó en 1992, cuando el Programa Intergubernamental de Informática (PII) de la Unesco, a través de la financiación otorgada por el gobierno italiano, implementó la Red Regional de Informática para África (RINAF). RINAF tuvo un papel de significativa importancia en la difusión del protocolo Internet, al forjar enlaces

6 Los cinco proyectos IDRC eran: 1. NGONET, red de organizaciones no gubernamentales vinculadas; 2. ESANET, para conectar universidades en África Oriental incluyendo a Kenia, Uganda, Tanzania y Zimbabwe; 3. ARSONET, para conectar organizaciones de estándares regionales; 4. HEALTHNET, para conectar a profesionales de la medicina, y 5. PADISNET, para conectar centros de información nacionales y regionales que formaban parte del Sistema Pan-Africano de Desarrollo de Información en esa época. Véase Lishan Adam, “Financiamiento de las TIC para el desarrollo centrándose en la pobreza”, in WSISPapers.Choike.org.

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con la Sociedad Internet,7 que luego surgió como defensora clave de la diseminación de la Internet en África. Desde 1993 este proyecto contribuyó a acercar a varios conductores vanguardistas africanos no solo a los conceptos del Protocolo de Internet (PI), sino también en programación informática. Lo anterior se logró gracias a la colaboración conjunta de la agencia Network Start Up Resource Centre (NSRC) –con sede en Oregon, EE.UU.– y de la Sociedad Internet. El PNUD inició dos proyectos de TIC en los primeros años de la década de los noventa. El Programa de la Red de Desarrollo Sostenible (SDNP)8 fue puesto en ejecución en 1992, con el objetivo de promover la conectividad entre los usuarios y los proveedores de información que estuvieran directamente relacionados con el desarrollo ambiental y sostenible, con posterioridad a la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. La Red de Información de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDSNet)9 fue lanzada en 1994 con el fin de examinar la viabilidad de establecer una red electrónica que apoyara el desarrollo socioeconómico de los pequeños Estados insulares, como Cabo Verde, Comoros, Mauricio, Santo Tomé y Príncipe y las Islas Seychelles. El trabajo realizado a través de estos proyectos brindó un impulso para el ingreso de pequeños actores privados al mercado africano. El Simposio Africano sobre Telemática, celebrado en 1995, y la Conferencia sobre la Sociedad de la Información y el Desarrollo, que se llevó a cabo en Sudáfrica en 1996, contribuyeron a estimular cierta cantidad de programas de asociación entre organismos internacionales para el desarrollo y la coordinación de programas nacionales por parte de los países africanos. Se notó un gran entusiasmo y solidaridad en ese período con respecto a las nuevas tecnologías de información y comunicación en África. Varios organismos lanzaron más de 17 proyectos por valor de US$80 millones para 1996.10 La puesta en 7 Mike Jensen, “Evaluación del proyecto RINAF”, in http://unesdoc.unesco.org/images/ 0011/001137/113766eo.pdf. 8 http://www.sdnp.org/. 9 http://www.sidsnet.org/. 10 Adam Lishan, op. cit.

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marcha de la Iniciativa de la Sociedad de la Información Africana (AISI) en 1996, con la misión central de apoyar a los países africanos en la elaboración de políticas de TIC, respaldaba el diseño de un número de estrategias electrónicas. En 1999, diez países habían formulado sus estrategias electrónicas nacionales; hoy en día, más de 35 países africanos han desarrollado sus estrategias de TIC. A mediados de los años noventa se dio una consolidación de la financiación de las TIC en África, con una extensión a otras áreas, diferentes a las reformas del sector y la infraestructura. La United States Agency for International Development (USAID) financió un programa regional de reestructuración de telecomunicaciones en el sur de África y en 1996 lanzó la iniciativa Leland, con un enfoque en la creación de un entorno de política favorable, reforzando la infraestructura de las NTIC y el uso de la Internet para el desarrollo. El IDRC (International Development Research Centre, centro internacional de investigaciones para el desarrollo) lanzó la iniciativa Acacia, un programa multifacético dirigido a temas de política y tecnología, cuya capacidad y contenido tenían un fuerte enfoque en la investigación. Estos y otros programas impulsaron actividades muy valiosas, en lo que refiere a los frentes relacionados con políticas y regulación, en muchas áreas de aplicación. También se forjaron asociaciones, alianzas y solidaridades entre los diferentes actores. El sector privado aprovechó las oportunidades brindadas por la reforma de políticas públicas en varios Estados e invirtió en redes de valor agregado y mercados de telefonía móvil, en los servicios de Internet. Los inversionistas privados han desempeñado un rol fundamental en la expansión del paisaje móvil africano, en donde la penetración de los teléfonos celulares pasó por alto las líneas fijas desde finales de los años noventa. En efecto, África es el continente donde el mercado de teléfonos celulares conoció el crecimiento más rápido del mundo. Desde 1999 hasta 2004 el número de suscriptores de teléfonos móviles en África pasó a 76.8 millones, un aumento promedio anual del Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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58%.11 Sudáfrica representa una quinta parte de ese crecimiento. Uno de cada once africanos es ahora un suscriptor de telefonía móvil. La demanda de tiempo al aire fue tan fuerte en Nigeria que, desde finales de 2002 hasta principios de 2003, las operadoras se vieron forzadas a suspender la venta de tarjetas de módulo de identidad de suscriptor –o tarjetas SIM– que activan los aparatos, mientras fortalecían sus redes. Las operadoras de telefonía móvil erigen torres con bastante rapidez, no solo en mercados establecidos como Sudáfrica, que ya alberga a uno de cada cuatro suscriptores de telefonía móvil en África, sino también en naciones que apenas tienen electricidad. La gráfica 2 ilustra el auge de la telefonía celular con respecto a la telefonía fija en Uganda, fenómeno dado en casi todos los países africanos. Gráfica 2. Crecimiento de líneas fijas y móviles en Uganda

Fuente: Base de datos de indicadores mundiales de telecomunicaciones (UIT), 2003.

Hoy en día, existen pocos países africanos en donde operadoras exclusivamente estatales sistematizan la telefonía móvil. Entre los seis proveedores principales (MTN, Vodacom, Cetltel, Orange, Milcom y Orasom) sumaban 33 millones de suscriptores en 2003, con ingresos totales cercanos a los US$6.600 millones.12 Un avance Shafick, “Celulares catapultan a África al siglo XXI”, in http://news.bbc.co.uk/nol/ shared/spl/hi/pop_ups/04/business_building_africa0s_mobile_highway/img/1.jpg, septiembre de 2005. 12 Indicadores para Telecomunicaciones Africanas (UIT), 2004. 11

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similar se experimentó en la participación del sector privado en el mercado de los servicios de red de valor agregado, cubriendo aspectos como el de radiolocalización móvil de personas, conexiones privadas de voz y datos por satélite, teléfonos públicos, radiotelefonía móvil en grupo cerrado, usos del servicio digital y otros servicios de banda ancha. Una lección fundamental es que el problema de África, con respecto al desarrollo de las NTIC, sigue siendo multifacético, requieren de un enfoque mixto y de diversos mecanismos e instrumentos de financiación que implican el uso eficaz de los recursos existentes. Intervención de las ONG en el sector de las NTIC en África Aunque siempre haya existido una gran tradición asociativa en varios países africanos, se puede decir que esta tendencia conoció una dimensión internacional y un nuevo boom a partir de los años ochenta, como resultado de la implementación de los programas de ajuste estructural y de los discursos controvertidos sobre “la reducción del papel del Estado”.13 El hecho de que la intervención de las ONG en la gestión de la sociedad tenga un origen endógeno o exógeno encuentra una justificación pertinente, pues a menudo actúan como árbitros entre las estancias públicas y gran parte de la población. Por tal efecto, en la sociedad africana se admite que las ONG proceden del pueblo, conocen sus problemas, intereses y necesidades, lo que explica su eficiencia para resolver las carencias de dicho pueblo. Cabe mencionar que hasta la fecha las ONG africanas (ONGA) no han sido objeto de investigación seria, sencillamente porque se piensa, como lo afirmó M. Merlet, que las “ONG’s (sic) son un fenómeno exclusivamente europeo y accesoriamente norteamericano”.14 Tales afirmaciones ocultan la realidad existencial y operativa de las ONGA. La falta de interés en la investigación con S. Marcussen Henrick, “Les ONG et la construction de la société civile dans les pays en développement”, in J. P. Derler, et al., ONG et développement: société, économie, politique, Karthala, Paris, 1998, p. 67. 14 Pierre François Gonidec, Relations Internationales africaines, LGJP, Paris, 1996, p. 27. 13

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respecto a ellas se explica por la dificultad de recolectar información sobre dichas organizaciones. Las ONGA que actúan en el campo de las NTIC son de tres tipos: las que están especializadas en la promoción de dichos instrumentos tecnológicos; las que tienen otros objetivos, pero que pretenden apropiarse de esas tecnologías a fin de reforzar su acción en ese ámbito, y las que no están especializadas, pero que tienen programas estructurados y permanentes en materias de NTIC. Tres razones pueden explicar el auge de las ONG en el ámbito de las nuevas tecnologías de información y comunicación en África a principios de los años ochenta. Primero, se trata de la necesidad de trascender las dificultades y obstáculos planteados por los medios de comunicación tradicionales que en varios casos ya mostraban signos de deficiencia (falta de carreteras, servicios de correo deficiente, red de teléfono para una clase privilegiada de personas, etcétera); segundo, de las concertaciones y cooperación entre varias ONG, como las que disponían de una red organizada, con el apoyo de la Asociación para el Progreso de la Comunicación (APC), y que han participado activamente en la preparación de la Conferencia sobre el Desarrollo Sostenible, (Río, 1992); tercero, el intento de luchar contra las represiones sociopolíticas en África (apartheid en Sudáfrica,15 dictaduras en varios Estados, entre otras). Sin embargo, en el ámbito de las NTIC, las ONG iniciaron efectivamente su acción a mitad de la década de los noventa, período que coincidió con el inicio del uso de la Internet en África. La configuración en recursos humanos de las ONGA activas en las NTIC se caracterizó por la juventud de sus miembros y fundadores, principalmente estudiantes y/o técnicos de telecomunicación, empresarios, miembros de organismos internacionales y profesores de universidades. Anriette Esterhuysen, “Networking for purpose: African NGOs using ICT”, in Lisbeth A. Levey, Stacey Young (Dir.), Rowing upstream: snapshots of pioneers of the information age in Africa, PTY, Johannesburg, 2002, p. 98. 15

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Por lo general, las ONGA consideran a las NTIC como un instrumento con efecto multiplicador, que puede reducir los costos y mejorar tanto la calidad como el nivel de ejecución en la infraestructura de los servicios básicos. Lo anterior ha permitido a muchos individuos, organizaciones no gubernamentales e iniciativas públicas y privadas mejorar la gestión de sus negocios, obtener recursos y disponer de comunicaciones mucho mejores con familiares, amigos, colegas y socios de todo el mundo. Puede verse que las ONGA activas en las NTIC se presentan esencialmente a través de redes formales o informales en las cuales están afiliadas, o a partir de las cuales han emergido. Aquí se hará énfasis en cuatro redes principales que, por su papel histórico, se han convertido en verdaderas ONG panafricanas en el ámbito de las TIC en África. Se trata de las redes Advisory Network for African Information Strategies (ANAIS), Fiesta Internet África (FIA), Southern African no Governmental Network (SANGONeT) y SchoolNet África (SNA). Red Network for African Information Strategies (ANAIS)

La historia de la red ANAIS se remonta a la conferencia “África y las nuevas Tecnologías de Información”, organizada por la Fundation du Devenir (FdD)16 en Ginebra, Suiza, desde el 17 hasta el 18 de octubre de 1996. Esta conferencia fue co-presidida por el entonces Presidente de Malí, Alpha Oumar Konaré, y Guy Olivier Segond, Presidente del Consejo de Estado de Suiza. En la declaración final de la conferencia se adoptó una red de consulta encargada de facilitar la formulación y la puesta en marcha de estrategias coherentes, con el fin de promover una utilización efectiva de las nuevas tecnologías de información y comunicación en África en beneficio de un gran número de personas. Esta red tuvo también el mandato de trabajar en estrecha colaboración con todos los socios implicados en el desarrollo de las TIC en África,17 principalmente en los sectores de la salud, el medio amLa Fondation du Devenir es una ONG suiza cuyo objetivo es trabajar para mejorar la calidad de vida de diferentes pueblos del mundo. Véase www.fdd.org. 17 Véase: “Déclaration finale”, in http://www.anais.org/REFERENCES/DOC71.HTML. 16

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biente, los derechos humanos, la economía y la educación. Así mismo, se crearon dos sedes para esta nueva red: una en Ginebra, en los locales de la FdD; la otra en Bamako, Mali. Esta red recibió el nombre de Network for African Information Strategies (ANAIS),18 con su sitio en la Internet: www.anais.org. Desde el 15 hasta el 19 de diciembre de 1997 se llevó a cabo la primera cumbre de la red ANAIS, en Bamako, para definir los objetivos, las metodologías de funcionamiento y la identificación de los recursos (humanos, financieros y físicos) susceptibles de participar en la red. Una veintena de participantes de diversos sectores acudieron (ONG; representantes de los Gobiernos de Francia, Suiza y ocho países africanos; investigadores, empresarios, etcétera). De igual forma, se dio inicio a la instalación de las antenas nacionales. El grupo europeo encabezado por la FdD (apoyado por las asociaciones francesas Globenet y Vecam) tenía como tarea esencial la búsqueda de la financiación y de otros socios internacionales, así como la coordinación de las acciones a escala internacional. El grupo africano, dirigido por Mali, tenía como objetivo promover la construcción de antenas en varios países africanos y la implementación de los objetivos de ANAIS en África, el más importante de ellos era la apropiación de las NTIC por el pueblo africano. Así mismo, a partir de 1998, además de ANAIS-Bamako, se construyeron antenas en Benin, Burkina Faso, Senegal, Guinea Conakry, Costa de Marfil, Ghana, Camerún, Mauritania, entre otros. La red ANAIS se convirtió en un verdadero actor para la promoción de las NTIC en África a través de sus antenas que aumentaban en todo el continente. ANAIS ha participado en la implementación de varias actividades para la apropiación de las TIC; entre otras, la formación de expertos en informática, la creación de fichas de experiencias locales; la creación de centros de formación; la organización de 18 Este nombre cambió en 1999 por Réseau consultatif sur les Stratégies d Information en Afrique et en Europe.

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conferencias, foros y talleres; la creación de centros de acceso a las NTIC. A nivel internacional, la red ha organizado el foro internacional “Bamako 2000: las pasarelas del desarrollo”, sobre la evolución de las NTIC en África, así como el encuentro preparatorio de la SMSI (Sommet Mondial de la Société de l´Information, cumbre mundial de la sociedad de la información) en Ginebra, 2003. La tabla 1 ilustra algunas actividades de la red ANAIS a nivel local. Tabla 1. Actividades de la red ANAIS ONG y país Asociación Oridev (Benin)

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Yam Puki (Burkina Faso)

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RIFOD (Burkina Faso)

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Toile du Sahel (Burkina Faso) OSIRIS (Senegal)

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Algunas actividades Coordinación y organización de varias ediciones de la Fiesta Internet en África Creación de un centro de de investigación y formación en materia de tecnología de información y comunicación Creación de un cybercentro (Cybercentre) para los jóvenes Organización de varios talleres sobre las TIC en Benin, elaboración de un boletín de información sobre las TIC Creación de más de seis centros de acceso y aprendizaje en informática e investigación sobre las TIC Organización de la Fiesta Internet; organización de foros electrónicos entre jóvenes de Suiza y de Burkina Faso Elaboración de los sitios www.burkina-ntics.org y www.faso.ong.org entre otros Investigación sobre el impacto y los efectos de las TIC en Burkina Faso Realización de un conjunto de elementos multimedia en la red Producción de CD-ROM, producciones audiovisuales Organización de un encuentro regional sobre la producción de contenidos audiovisuales (iniciativa DevNet), etcétera Realización y difusión del informe sobre la Cumbre Bamako 2000 Recolección de información e investigación sobre las TIC Lobbying y edición desde 1999 de un boletín electrónico que proporcione informaciones sobre las TIC en Senegal Organización de una caravana multimedia en Senegal Organización de varios talleres sobre las TIC en Senegal, etcétera Continúa

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ONG y país ISOCSenegal (Senegal)

Algunas actividades Organización de la Fiesta Internet en Senegal Organización de varios foros sobre las TIC en Senegal Creación de centros de formación en informática para jóvenes Participación a varios encuentros internacionales ISOC, etcétera Capacitación de los miembros de varias ONG Cyberpop 19 Creación de ocho centros de recursos comunitarios en (Senegal) seis distritos muy marginales de Dakar. Los centros suministran acceso a correo electrónico y a la Internet, así como apoyo y capacitación en procesador de texto, manejo de bases de datos y contabilidad ISOCCreación de varias unidades de investigación y Guinea formación sobre las TIC (Guinea) Organización de un taller internacional sobre la creación de los contenidos multimedia Recolección y difusión de informaciones sobre las TIC en Guinea, etcétera WAGNERecolección de información sobre las TIC en Camerún Internet Apertura de centros de formación sobre las TIC (Camerún) Creación de varios sitios de Internet para el aprendizaje de las TIC en Camerún ANAISOrganización de la Fiesta Internet Bamako Investigación y formación sobre las TIC (Mali) Creación del club ANAIS-Bamako Fuente: tabla elaborada por el autor a partir de varias fuentes. -

Puede decirse que la red ANAIS ha propiciado la creación de varias ONG auxiliares, ya que desde principios de 2001 ha dejado de funcionar como un colectivo. Hoy en día, las ONG derivadas de la red ANAIS a nivel local constituyen una fuerza notable para la promoción de las TIC en África. En efecto, la red ANAIS suscitó una gran dinámica, propiciando la puesta en marcha de varias iniciativas con miras a una apropiación efectiva de las TIC en África y, sobre todo, En Senegal, gracias a la extensión de la red ANAIS, se creó una ONG llamada ENDA; esta creó un sitio en la Internet llamado el Cyberpop que muestra cómo un grupo de barrios marginales de Senegal ha sido capaz de apropiarse directamente de las TIC para fortalecer su comunidad. Este sitio es el resultado de la iniciativa conjunta entre ENDA Tiers-Monde y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID-Acacia). recibió un premio en la categoría de usos sociales en “Internet: puentes hacia el desarrollo” en la conferencia internacional organizada por la Red ANAIS, para discutir los usos de las tecnologías de comunicación e información (ICT) para el desarrollo local. El jurado internacional consideró el contenido de Cyberpop como “particularmente importante para la promoción del desarrollo social”. Véase: www.enda.sn/cyberpop. 19

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en la región francófona. El papel que ha desempeñado la red ANAIS como catalizador hoy en día es incontestable, ya que cada una de las asociaciones se ha independizado, pero continúa con la misma perspectiva de promoción de las NTIC en África. Red Fiesta Internet África

La asociación Fiesta Internet África (FIA, www.f-i-a.org) es una institución de derecho gabonés con una vocación panafricana. Fue creada en 1998 después de la primera Fiesta Internet organizada en Gabón. Se trata de una manifestación internacional de vulgarización de la Internet, iniciada en Francia en 1998. Generalmente, todas las ONG afiliadas a la FIA se reúnen en marzo20 de cada año. Desde 1999, la FIA coordina múltiples iniciativas de organización e información sobre las NTIC en África. Colabora con varios actores en el ámbito de las TIC (asociaciones, particulares, otras ONG, etcétera) que ejercen dentro y fuera del continente. La FIA está implicada en varias actividades organizadas a nivel local sobre las NTIC, y algunas veces sirve de relevo a varios eventos que tienen lugar en África, proporcionando apoyo económico y logístico. Hoy en día, la FIA es un verdadero negociador ante las instituciones financieras internacionales cuando se requiere financiación para algún evento. Así mismo, gracias a la red FIA se ha dado una vulgarización eficiente de la Internet en todo el continente, de tal modo que en 2004, Mike Jensen subrayó que “hace cinco años sólo unos pocos países africanos tenían acceso local a Internet; actualmente, gracias a FIA, se tiene Internet en todas las capitales”.21 Entre las ONG que colaboran con la FIA, las más destacadas a la fecha son: la Asociación Cultura Medio Ambiente y Tecnología (ACET); FIA-Níger, FIA-Camerún, FIA-Benin, FIA-Guinea, etcétera; Les Amis du Futur (los amigos del futuro); la Asociación de los Estudiantes en Maestría en Informática y Estadísticas Aplicadas de www.f-i-a.org. Mike Jensen, Afribares, telecentros, cibercafés: Las TIC en África, in: http://www3.sn. apc.org/africa/partial.html. 20 21

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Madagascar (AEMISA) y la División de Recursos en Internet del Centro de Educación a Distancia de Costa de Marfil. En su modo operativo, la FIA propone una visibilidad y una plataforma colectiva a través de su sitio web http://www.f-i-a.org, e impone su notoriedad adquirida desde 1998. Siempre aporta su apoyo técnico y financiero a todas las ONG que ejercen en ese sector, así como a los particulares que emprenden iniciativas personales. La FIA está logrando que la Internet en el continente apoye varios sectores de desarrollo, como la educación, la salud, el medio ambiente, la cuestión de género, los derechos humanos y la agricultura. Por todo ello, la FIA se ha convertido en una verdadera ONG panafricana que cada vez más desempeña un papel determinante en el proceso de integración del continente. Red SchoolNet África

SchoolNet África (SNA) es una ONG africana que promueve la educación a través de la utilización de las tecnologías de información y de comunicación en las escuelas (segundarias, preparatorias y universidades). En noviembre de 2001 se inauguró oficialmente en Johannesburgo, Sudáfrica, en donde tiene su sede central. Durante el lanzamiento de esta ONG se hizo un llamado para el establecimiento de asociaciones con el sector privado y otras organizaciones internacionales dispuestas a apoyar esta iniciativa. Del mismo modo, SchoolNet África puso en marcha un número de proyectos con el lema “operación punto aprenda”.22 SchoolNet África trabaja en asociación con las redes nacionales de escuelas para realizar programas a nivel continental. Las redes nacionales de escuelas patrocinadas por SNA han establecido asociaciones con los ministerios de Educación y Telecomunicaciones, el sector privado y ONG a nivel nacional. Su comité directivo ha forjado asociaciones con importantes agencias donan-

22 Aida Opoku-Mensah, “SchoolNet Africa (SNA)-Africa”, in: The Communication Initiative, CI, Johannesburg, 2001, p. 69.

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tes y de desarrollo, como la Open Society Institute for Southern Africa; The International Development Research Centre; la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas y la Unesco Commonwealth of Learning (COL), Think Quest International. De manera específica, SchoolNet África busca: • Conectar a las escuelas africanas a la Internet. • Permitirle a las personas liderar y desarrollar redes escolares a nivel nacional. • Liderar el desarrollo de un currículo on-line. • Crear un depósito de conocimientos. • Promover el desarrollo de estudiantes de alto nivel, mediante la competencia Think Quest Africa. • Hacer cabildeo y abogar por un acceso barato a la Internet por parte de los colegios.23 SNA ha creado varios programas a fin de lograr sus principales objetivos: investigación sobre las NTIC en materia de educación; creación de una red virtual para los maestros y profesores africanos, cuya meta es reforzar su capacidad de apropiación y uso de las TIC (programa ATN –African Teachers Network), entre otros.24 Esto significa que SchoolNet África busca facilitar el crecimiento y desarrollo de redes escolares en todo el continente. Estas redes escolares son centros de tecnología que ofrecen las herramientas necesarias para mejorar el acceso de los niños a la tecnología. SNA sirve de cordón entre los sistemas educativos africanos y los diferentes programas internacionales que usan las TIC como herramienta fundamental para la educación. Se trata, por ejemplo, de Itrainonline,25 programa y plataforma de recursos para la formación en línea (web) sobre las nuevas tecnologías de información y Ibíd. Ken Lohento, Le Benin et l’Afrique dans la société de l’information, Iafric, Johannesburg, 2003, p. 6. 25 Véase http://www.itrainonline.org/itrainonline/french/. 23 24

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comunicación; y de Thinkquest África,26 que es la variante africana del programa internacional Thinkquest. Cabe mencionar que SNA también se interesa por los programas libres, ya que dispone de una conexión en más de 35 países africanos27 tanto francófonos como anglófonos. Sin embargo, hasta hoy las actividades de SNA se desarrollan más en los países anglófonos, principalmente en África austral, en donde esta ONG tiene su sede. Desde el 28 de abril hasta el 3 de mayo de 2003, SNA organizó un importante taller centrado en el tema “Las NTIC y las escuelas africanas”.28 La gran innovación de SNA es precisamente la traducción en lenguas africanas (como suahilí, árabe y wolof) de sus programas. Red Southern African No Governmental Network (SANGONeT)

SangoNet es una ONG afiliada a la red APC29 (Association for Progresive Comunication), aunque ya existía antes de la creación de esta última. En efecto, SangoNet fue creada en 1987 en Sudáfrica con el nombre WorkNet, en un contexto político económico dominado por el apartheid y la represión de la izquierda (el caso de Nelson Mandela y sus seguidores).30 Así mismo, las organizaciones sindicales sudafricanas en general, y en particular la Labour and Economic Research Center, crearon una red informática para poder comunicarse con toda discreción y seguridad entre ellas y con sus socios internacionales. En ese período pre-Internet, las comunicaciones electrónicas internacionales (envíos y recepciones de informaciones) por lo geVéase: http://www.thinkquestafrica.org/. Algunos ejemplos: en Namibia http://www.schoolnet.na/; en Zambia: http:// www.schoolnet.org.zm/; en Sudáfrica: http://www.school.za/; en Uganda: http:// www.schoolnetuganda.sc.ug/homepage.php. 28 Ken Lohento, Ibíd. 29 La red APC fue creada en 1990 por siete organizaciones internacionales: Institute for Global Comunications (Estados Unidos), GreenNet (Inglaterra), NordNet (Suecia), Web Networks (Canadá), Alternex/BASE (Brasil), Nicarao/CRIES (Nicaragua) y Pegasus (Australia). El objetivo de APC es poner las TIC al servicio de la justicia social y del desarrollo en todos los continentes. En África, APC se invierte en la formación de la ciudadanía en materia de las TIC mediante las ONG afiliadas. Véase: Association for Progressive Communication, in: APC Annual report 2000: looking back APC’s first decade 1990-2000, November 2000. 30 Anriette Esterhusen, op. cit. 26

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neral, se realizaban por medio de Fidonet y GreenNet. WorkNet, transformada en SangoNet (Southern African Nongovernmental Organisation Network) en 1993, ofrecía a las ONG de África austral la posibilidad de comunicarse con el exterior para denunciar los abusos del régimen de apartheid vigente en aquel entonces en Sudáfrica. Hoy en día, SangoNet dispone de un portal de información sobre el desarrollo de ONG sudafricanas y ha fortalecido su capacidad institucional y de gestión, proporcionando a varias ONG acceso a la información y apoyo logístico y financiero. Es una red cuyos objetivos están orientados hacia la promoción del desarrollo, de la justicia social a través de comunicaciones electrónicas accesibles, de los servicios de publicación, de información y de formación. SangoNet recibe el respaldo de la Red de Información Comunitaria del Sur de África (CINSA), un proyecto de apoyo a las iniciativas comunitarias en la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC). El objetivo es generar una red de proyectos de TIC comunitarios sustentables en los 14 países miembros de la SADC –Angola, Botswana, Lesotho, Malawi, Mauricio, Mozambique, Namibia, República Democrática de Congo, Seychelles, Sudáfrica, Swazilandia, Tanzania, Zambia y Zimbabwe. SangoNet ha sido uno de los pioneros en proveer servicios de información y comunicación tecnológicas a organizaciones de la sociedad civil, no solo de Sudáfrica sino en toda África austral, incluyendo otras ONG, sindicatos y agencias de desarrollo. Las ONGA y las TIC en África: varios enigmas por resolver La mayoría de las ONGA (más de 1.500 en 2005) se dedican a la resolución de cuestiones prácticas: formación, acceso, sensibilización de la ciudadanía sobre las potencialidades de las NTIC. Muchas intentan adquirir la financiación de proyectos e invierten muy poco en cuestiones políticas y lobbying. En la misma perspectiva, existe muy poca retroalimentación entre las acciones asociativas vinculadas con las NTIC. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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Se puede decir que estas limitaciones se explican por la juventud de la ONGA y de sus miembros. Un número importante de las ONG tienen una identidad o personalidad jurídica incierta, lo que de alguna manera limita su acción. La mayoría de ellas fueron creadas en la segunda mitad de los años noventa y los primeros del siglo XXI, bajo sugerencias de los socios occidentales. Por lo anterior, cabe cuestionar si la convicción de sus miembros no se va ir disminuyendo conforme se reduce el apoyo financiero de dichos socios. Esta cuestión es de suma importancia, pues pocos Gobiernos están dispuestos a apoyar financieramente estas ONG, lo que de alguna manera las pone en una situación de incertidumbre respecto a su permanencia. Por otra parte, algunas ONG se limitan al suministro del servicio de Internet con sus accesorios, olvidando que tan solo es una de las tantas NTIC. En efecto, la Internet no es ni el primero ni el único medio de comunicación capaz de promover el desarrollo. Otros paradigmas de desarrollo podrían aparecer y la Internet dejaría de beneficiarse del apoyo de los socios internacionales. El principal problema en la esfera del desarrollo de los recursos humanos es que las reservas de conocimientos sobre las NTIC de la región son relativamente reducidas (en todos los niveles, desde la elaboración de normas y políticas hasta los usuarios finales), lo que contribuye al despliegue limitado de infraestructura y al alto precio del acceso a los servicios. Por lo general, las ONGA en TIC (sobre todo las menos especializadas) se enfrentan a problemas técnicos, en cuanto a la utilización de las NTIC, que están relacionados con el mantenimiento del dispositivo tecnológico (material, programas, etcétera) y con la poca capacidad en la utilización de dicho dispositivo. Estos problemas son complejos en un contexto caracterizado por la carencia de recursos de todo tipo. En algunas oportunidades, la capacitación del personal es muy costosa, lo que hace que dichas ONG permanezcan en un nivel de principiantes, sumado a la ausencia de un profesionalismo adecuado. En varios países africanos, muchas ONGA se quejan de la falta de apoyo por parte de los Gobiernos. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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Actualmente, la disponibilidad de capacitación de especialistas en cooperación e instalación de infraestructura es extremadamente limitada en el continente. En África existen únicamente dos centros regionales importantes de capacitación en telecomunicaciones: uno en Senegal, para los países francófonos, y otro en Kenya, para los países anglófonos. Mediante un programa de apoyo de la UIT, se espera que se transformen en centros de excelencia en administración de telecomunicaciones. Sin embargo, como ya se ha visto en este artículo, las ONGA reciben más apoyo de actores extra-africanos.31 Algunas ONG no africanas, o dirigidas por la diáspora africana, intervienen en África aportando su apoyo logístico y financiero, colaborando con los proyectos bilaterales o multilaterales, y facilitando el acceso al material y conocimiento informático. Si bien estos apoyos no son neutros,32 hay que reconocer que contribuyen a la implementación de la dinámica de apropiación de las TIC en el continente. En efecto, las relaciones con las organizaciones occidentales son muy ambiguas, ya que están cargadas de condescendencia y paternalismo. Es decir, en materia de NTIC, las ONGA tienden a acomodarse al gusto y voluntad de las occidentales por su “bondad”; por lo mismo, desgraciadamente las NTIC tienden a favorecer y a perennizar la difusión de la dependencia de África respecto a la sociedad occidental. En varios casos, las ONG occidentales consideran incompetentes a sus homólogas africanas, deficientes en materia de gestión. La gama de enigmas que plantea la apropiación de las NTIC por parte de las ONGA, las induce a desarrollar una cooperación entre sí. En efecto, pueden considerarse como un grupo de actores rela-

31 Por ejemplo, aquí se puede citar las fundaciones Ford (www.fordfound.org/) y Rockefeller (http://www.rockfound.org/); la ONG norteamericana Kabissa (www.kabissa.org) que está apoyando a más de 450 ONGA ubicadas en más de 30 países africanos, la mayoría anglófonos. 32 Véase: Ken Lohento, op. cit, p. 10.

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tivamente homogéneo con problemas similares respecto a la formación técnica, a las políticas de promoción de las NTIC, a las relaciones con los otros actores públicos y privados, a la búsqueda de financiación y a las modalidades de gestión para salvaguardar su carácter de ONG. Sin embargo, es posible darse cuenta de que, aunque existan cuadros de concertación entre dichas ONGA (durante las cumbres regionales o internacionales), sigue vigente alguna duda para emprender esquemas de cooperación estructurada o formal debido a una falta de confianza recíproca. Conclusión A pesar de la expansión del alcance de servicios y aplicaciones de las NTIC, tanto nuevas como básicas, en los países africanos, la mayoría de la población aún no tiene acceso a las herramientas necesarias para la apropiación de dichas tecnologías (servicio telefónico, computadores e Internet, por ejemplo). Por otra parte, hay una gran disparidad entre las categorías de desigualdad social, como el estatus socioeconómico, la edad, el género, la ubicación geográfica y la etnicidad. Las agencias bilaterales y multilaterales, los organismos de las Naciones Unidas, las fundaciones y sobre todo las ONG, han desempeñado un papel fundamental en el progreso referente a la expansión de las NTIC en África. Estos actores han propiciado el fomento de un entorno favorable para la participación del sector privado en el suministro de servicios referentes a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Sin embargo, a pesar del optimismo imperante acerca de la capacidad del sector privado y de la inversión directa extranjera en el sector de TIC, los resultados de la privatización y liberalización de dicho sector no han sido tan exitosos en África. Los grandes flujos de inversión privada se han concentrado en unos pocos países africanos, como Sudáfrica, Túnez, Egipto y Marruecos, donde la infraestructura se encuentra bien desarrollada. Sin embargo, la privatización y la financiación no condujeron a un aumento automático en el número de usuarios ni tampoco redujeron el costo de acceso a las NTIC; incluso, la liberalización y la imposiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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ción de una alternativa al libre mercado sobre las condiciones desiguales de acceso a las NTIC reforzaron un maligno statu quo y condujeron a la transformación de un monopolio público en uno privado. Las ONGA que actúan en ese ámbito navegan en ese entorno complejo. Si bien los mercados competitivos y las ONG (como se ha visto con SangoNet, ANAIS, SchoolNet y FIA) representan una de las alternativas para promover el acceso a las NTIC en África, existe un gran segmento de la población africana cuyas necesidades no han sido satisfechas. Para apoyar la actividad de las ONGA, los dos mecanismos alternativos de financiación más importantes, que se han considerado para acortar la brecha de acceso a las NTIC, son el Fondo de Solidaridad Digital y el marco de los Bienes Públicos Mundiales. La primera propuesta fue hecha por el Presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, durante la primera fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI); el fondo fue establecido como institución legal en Ginebra, Suiza, obteniendo contribuciones de Gobiernos locales. En tanto que el entusiasmo es alto, particularmente a nivel de organizaciones y algunos países clave, existe una creciente incertidumbre con respecto a una estrategia de largo plazo para el desarrollo de las NTIC. Por otra parte, el enfoque que considera a las NTIC como bienes públicos es otra alternativa emergente para la justificación de los mecanismos de financiación que se extienden más allá de los suministrados por el propio mercado. La hipótesis de estos dos enfoques alternativos es que la extensión del acceso a la sociedad de la información en los países en desarrollo es un bien público mundial que beneficia a todas las personas debido al valor de las externalidades de red.33 El valor de la red de información global aumenta a medida que se agregan más redes Véase Grupo de Trabajo sobre Mecanismos de Financiación (TFFM), Informe del Grupo de Trabajo sobre Mecanismos Financieros de TICD. Revisión de tendencias y análisis de las brechas y prácticas prometedoras, diciembre de 2004, en: http://www.itu.int/wsis/tffm/final-reportexecutive-summary.doc. 33

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nacionales, empresas y usuarios individuales. Dado que la economía mundial se maneja con base en las redes de información global para crear un mercado mundial, el sector privado en los países desarrollados es candidato a beneficiarse de la extensión de las NTIC en los países en vía de desarrollo. A fin de cuentas, la habilidad de absorber recursos e implementar programas constituye un gran desafío para las ONGA, en aras de culminar el proceso de acceso a las NTIC. Cuanto mayor es la falta de habilidad y/o coordinación de dichas ONG para desarrollar estrategias de apropiación de las NTIC, mayor es la dificultad para superar los obstáculos que encuentran. De igual modo, son necesarias las habilidades especializadas en materia de TIC y la planificación más genérica, como las de gestión e implementación de proyectos. Para ello, los países africanos pueden hacer avances significativos en las comunicaciones, adoptando nuevas técnicas, utilizando necesariamente estrategias distintas a las que han aplicado los países desarrollados que han suministrado gran parte de la financiación en este sector. El proceso en África debe adaptarse a condiciones específicas, como el nivel de ingresos, generalmente bajos; una limitada actividad formal de negocios; una mayor importancia de la población rural y los pequeños productores, y el uso compartido de recursos de comunicación, por ejemplo, los periódicos, las cuentas de Internet y los aparatos de televisión. Bibliografía Esterhuysen, Anriette, “Networking for purpose: African NGOs using ICT”, in Lisbeth A. Levey, Stacey Young (Dir.), Rowing upstream: snapshots of pioneers of the information age in Africa, PTY, Johannesburg, 2002. Gonidec, Pierre François, Relations Internationales africaines, LGJP, Paris, 1996. Hamid Mowlana & Laurie J. Wilson, Communication, technologie, et développement, Unesco, Paris, 1990. Lohento, Ken, Le Benin et l’Afrique dans la société de l’information, Iafric, Johannesburg, 2003. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 12-40, semestre II de 2006

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Los países andinos en la perspectiva de la globalización EDGARD MONCAYO JIMÉNEZ [email protected] Artículo recibido 05/09/2006 Evaluación par externo 08/09/2006 Evaluación par interno 15/09/2006

Resumen

La globalización es un fenómeno asimétrico y heterogéneo que ofrece oportunidades para algunas sociedades, pero que también tiene severos impactos negativos en otras. En este artículo se hace una evaluación empírica de los resultados que ha tenido su inserción en la economía global en los últimos dos decenios para los países andinos. Se examinan cuatro ejes temáticos: crecimiento, comercio internacional, flujos financieros y la inversión extranjera directa, y equidad social. Se concluye con una relación (no exhaustiva) de las políticas de desarrollo que los países andinos deberían adoptar (o profundizar) para mejorar la calidad de su inserción internacional.

Palabras clave: economía global, comercio internacional, flujos financieros, desarrollo.

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Abstract

The asymmetric and heterogeneous phenomenon of the globalization offers opportunities to some societies, but also impacts adversely others. This paper evaluates for the Andean countries on an empirical basis the outcome of their insertion in the global economy during the last two decades. To this end, four topical axes are examined: growth; international trade; financial flows and foreign direct investment; and social equity. It concludes with a –non-exhaustive– list of development policies that should be adopted (or furthered) by the Andean countries in order to improve the quality of their international insertion.

Key words: global economy, international trade, financial flows, development.

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Introducción Un estudio conjunto del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo y la Comisión de las Naciones Unidas sobre Ciencia y Tecnología describe bien los dos sistemas de valores antagónicos que luchan por apoderarse de la fase de globalización en curso: Uno es inclusivo, abierto y efectúa intentos consistentes para integrar a los débiles y desfavorecidos. El otro es excluyente, fracturado, restrictivo: un mundo darwiniano, de dientes y garras ensangrentados, dominado por el fuerte y poderoso en su propio beneficio, con concentraciones crecientes de tecnología, riqueza y poder, y escasa consideración para los que se quedan rezagados. La diferencia no es simplemente entre lo privado y lo público, sino más bien entre cooperación y explotación.1

La globalización da lugar a visiones contrapuestas porque en sí misma es un proceso desigual, heterogéneo, discontinuo, asincrónico e incompleto, que al tiempo que ofrece oportunidades para algunas sociedades puede llegar a confinar a un gran número de países y comunidades en la marginación y al atraso. Así, desde la perspectiva económica, si bien en algunos grupos de países se constata una aceleración del crecimiento, las brechas en los niveles de ingreso entre las economías avanzadas y las pobres son cada vez más pronunciadas; el comercio internacional se incrementa, pero en las redes integradas por un reducido número de participantes, y lo propio ocurre con los flujos financieros y de inversión extranjera directa. Por su parte, la segmentación social en función de los niveles educativos y de acceso a la tecnología de punta está aumentando a pasos agigantados. Frente a procesos tan contradictorios, a los Estados nacionales no les cabe adoptar una actitud pasiva o simplemente reactiva, sino que les corresponde articular conscientemente sus opciones de política para aprovechar estratégicamente las oportunidades y eludir o atenuar los impactos negativos. Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo y la Comisión de las Naciones Unidas sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, El desarrollo en la era de la información, Ottawa, 1998. Citado en: Ricardo A. Ferraro, La marcha de los locos, entre las nuevas tareas, los nuevos empleos y las empresas, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999, p. 7. 1

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En lo que sigue se tratará de situar a los países andinos en el contexto de la globalización, con el fin de apreciar cuáles aspectos de ella suponen estímulos positivos para su desarrollo y, por el contrario, cuáles representan amenazas para el mismo. Globalización y crecimiento El inicio de la segunda fase de la globalización en los años setenta2 se superpone con el fin de los “treinta años gloriosos”, es decir, de la larga onda expansiva que siguió a la segunda posguerra. Precisamente, en tal período la economía mundial alcanzó las tasas más altas de crecimiento del siglo XX y probablemente de toda la historia (con niveles del orden del 5%).3 En el último cuarto de dicho siglo toda la economía mundial se desaceleró sensiblemente.4 Desde entonces, los ritmos de desempeño económico han disminuido tanto a escala global como en la de cada grupo de países, a pesar de la aceleración de la globalización en los años noventa, entendida en este contexto como el creciente aumento en los flujos internacionales de comercio, capital e información (tabla 1). En particular, desde la década de los ochenta los países andinos han registrado un desempeño económico pobre, que incluso ha estado (específicamente en esa década) por debajo de los promedios mundiales consignados en la tabla siguiente.

Según diversos analistas, la primera fase tuvo lugar entre mediados del siglo XIX y 1914. En las tasas de crecimiento para los países avanzados que reporta Maddison desde 1820 hasta 1979, no hay ningún subperíodo con niveles superiores al 5%. véase Angus Maddison, Las fases del desarrollo capitalista, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, México D. F., 1986, p. 117. 4 Grzegorz Kolodko, “Globalization and Transformation: Illusions and Reality”, Working Paper num. 176, OECD Development Centre, Paris, 2001. 2 3

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4.1 5.0 3.1 3.2 2.3 2.8 4.1 2.3 2.4 1.7

2.8 3.1 1.6 1.5 1.2

Países desarrollados

4.4 5.1 3.4 3.2 2.6

Fuente: CEPAL, op. cit., 2004b, p. 24.

PIB total 1950-1960 1960-1973 1973-1980 1980-1990 1990-2003 PIB per cápita 1950-1960 1960-1973 1973-1980 1980-1990 1990-2003

Mundo

2.8 3.0 2.9 1.7 2.7

5.1 5.5 5.1 3.7 4.4

Países en desarrollo

2.2 3.3 2.4 -0.4 1.0

4.9 5.5 5.1 1.6 2.7

América Latina

2.0 2.5 0.3 0.1 0.4

4.5 5.0 3.5 2.6 2.8

África

3.6 2.9 4.3 5.1 4.5

5.7 5.2 6.2 7.0 6.0

Asia

2.9 4.8 1.4 -1.6 1.1

5.7 7.7 4.4 1.6 3.3

Medio Oriente

Tabla 1. Tasas de crecimiento anuales de la economía mundial, 1990-2003

8.2 5.5 3.7 1.7 -0.4

9.2 6.7 4.6 2.4 -0.3

Europa oriental

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El siglo XXI se inició con un ambiente recesivo en los países industrializados, que se ha recuperado en los últimos tres años, pero que comienza a mostrar nuevamente signos de deterioro. A continuación se analizarán dos dimensiones del crecimiento que son relevantes para los propósitos de este artículo: los ritmos diferenciales entre países y entre regiones de los países, y su estabilidad. ¿Convergencia o divergencia?

Los promedios presentados en la tabla 1 esconden grandes diferencias en las tasas de crecimiento entre los países, lo cual implica que la medida estadística de dispersión entre ellas ha aumentado notoriamente. Tal constatación ha suscitado un intenso debate académico respecto a si la globalización está produciendo mayor o menor desigualdad en los niveles de ingreso per cápita entre países.5 Las interpretaciones antagónicas son del siguiente tenor: Globalization probably mitigated rising inequality between participating nations. The nations that gained the most from globalization are those poor ones that changed their policies to exploit it, while the ones that gained the least did not, or were too isolated to do so... in any case, the net impact of globalization was far too small to explain the observed long run rise in word inequality.6 Versus La segunda ola de globalización post 1973 –de creciente intermediación financiera y políticas económicas promercados– ha sido acompañada por complejas disparidades regionales y un aumento en la desigualdad mundial.7 5 Para una completa revisión de las fuentes bibliográficas sobre este tema, véase: Edgard Moncayo, “El debate sobre la convergencia económica internacional e interregional: enfoques teóricos y evidencia empírica”, Revista EURE, 30(90), 2004. 6 Peter H. Lindert y Jeffrey G. Williamson, Does Globalization make the World more Unequal?, NBER Working Paper num. 8228, Cambridge Mass, Cambridge, 2001. Una tesis similar se presenta en Glenn Firebaugh, The New Geography of Global Income Inequality, Harvard University Press, Cambridge, 2003. 7 Andrés Solimano, The Evolution of World Income Inequality: Assessing the Impact of Globalization, Serie Macroeconomía del Desarrollo, núm. 11, CEPAL, Santiago de Chile, 2001.

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Detrás de tal contraposición de enfoques hay un issue teórico: la diferencia fundamental entre la ortodoxia neoclásica y las teorías del crecimiento endógeno.8 En efecto, una de las características centrales de los modelos neoclásicos es la hipótesis de convergencia: dados los supuestos de rendimientos decrecientes a escala de los factores (capital y trabajo) y de movilidad de los mismos, el capital tenderá a migrar desde donde es más abundante (países ricos) y tiene rendimientos decrecientes, hacia donde es escaso y puede obtener mejor remuneración (países pobres). Por su parte, el trabajo tenderá –por las mismas razones– a desplazarse en el sentido inverso. Lo anterior significa que si la única diferencia entre las economías en el mundo real fuese el stock de capital por trabajador, en las economías pobres se deberían observar unas tasas de crecimiento más altas que en las ricas. Es decir, en el largo plazo habría un proceso de convergencia entre los dos tipos de economías. A tal lectura optimista del desarrollo del capitalismo se oponen los enfoques del crecimiento endógeno, según los cuales el crecimiento tiende a beneficiar acumulativamente a las economías más avanzadas en detrimento de las más rezagadas. Esto es así porque en esta perspectiva teórica los rendimientos a escala del capital antes que ser decrecientes son crecientes, en virtud de las economías de aglomeración; por tanto, este factor tiende a seguir concentrándose donde ya es abundante. La inferencia lógica de la operación de estos mecanismos de causación circular acumulativa es que la acción de las fuerzas del mercado, antes que producir convergencia entre los países, conducen inexorablemente a la intensificación de las desigualdades entre ellos (polarización). La cuestión dista mucho de estar zanjada porque, dependiendo del período analizado y la muestra de países que se tome, se ha encontrado evidencia empírica para respaldar tanto la hipótesis de convergencia como la de polarización. 8 Para una buena exposición didáctica de los dos enfoques alternativos, véase: Charles Jones, Introduction to Economic Growth, W. W. Norton & Company, Inc., Nueva York, 1998.

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No obstante, los estudios que muestran convergencia se refieren a economías con parámetros tecnológicos, institucionales y legales similares, es decir, lo que en el lenguaje técnico se denomina “convergencia condicional”. Este caso, que también se conoce como convergencia de “clubes”, implica la existencia de una configuración bimodal, con unos “clubes” de países con altos niveles de renta que tienden a converger entre sí y a alejarse progresivamente de los “clubes” integrados por los países pobres. El grupo de las economías de nivel intermedio tiende a disminuir como proporción del total.9 Según Sachs y Warner,10 la manera en que un país puede asegurar su entrada al exclusivo “club de convergencia” de ingresos altos es siguiendo las políticas económicas “apropiadas”, esto es, las que para América Latina recomienda el “Consenso de Washington”; fórmula que no funcionó para los países andinos. Más allá de la “convergencia condicional” en ciertos grupos de países, el hecho irrefutable es que durante la actual fase de globalización, las brechas en los niveles de ingreso entre las regiones ricas y las pobres se han ensanchado significativamente (véase tabla 2). De hecho, esta es una tendencia inherente al proceso general de globalización desde la segunda mitad del siglo XIX, que solo cedió ligeramente en el período 1950-1973; es decir, en el mismo lapso en que, como anota la CEPAL,11 la mayoría de los países en desarrollo (incluidos los latinoamericanos) adoptaron una estrategia de crecimiento hacia adentro. 9 D. Quah, Twin Peaks:Growth and convergence in Models of Distribution Dynamics, Working Paper num. 280, Center for Economic Performance, London School of Economics, London, 1996. Sobre el fenómeno de convergencia entre países desarrollados, véase: Angus Maddison, The World Economy. A millennial Perspective, Centro de Estudios de Desarrollo, OCDE, París, 1991. 10 Estos autores encontraron que todos los países en desarrollo que han seguido tales políticas (especialmente la apertura internacional y la protección de derechos de propiedad privada) experimentaron tasas de crecimiento más altas que los desarrollados durante los años setenta y ochenta, y en consecuencia convergieron. Una notable excepción que los inquieta es China, que creció aceleradamente sin haber seguido las políticas “apropiadas”. Véase: Jeffrey Sachs, Andrew M. Warner, Economic Convergence and Economic Policies, Working Paper num. 5039, NBER, Cambridge Mass, Cambridge, 1995. 11 CEPAL, Globalización y Desarrollo, CEPAL, Santiago de Chile, 2002, p. 79.

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En la tabla 2 se puede apreciar una ligera mejora en la distancia de América Latina con respecto a los países de ingresos altos. Sin embargo, con relación al ingreso de los países de la OECD, la realidad es que la única región que acortó la brecha en la segunda mitad del siglo XX fue el Asia (oriental, pacífica y meridional), mientras que África divergió hacia abajo en forma pronunciada.12 Tabla 2. Comportamiento del PIB per cápita* en el mundo según niveles de ingreso Clasificación de países Ingresos bajos Ingresos medianos América Latina y El Caribe Ingresos altos Ingresos altos/ingresos bajos Ingresos altos/América Latina

1978

1982

1985

1990

1995

2002

2004

200

280

270

350

430

430

536

1.250

1.520

1.290

2.220

2.390

1.840

2.305

8.070

11.070

11.810

2.180 19.590

24.390

3.280 25.384

3.729 32.690

40

40

44

56

57

59

61

8

9

9

* En dólares corrientes. Fuente: Elaboración del autor con base en los Informes sobre Desarrollo del Banco Mundial (1978, 1984, 1987, 1992, 1997, 2004, 2006)

A escala mundial, la convergencia entre los años cincuenta y setenta y su posterior reversión hasta hoy es un hecho estilizado que también se verifica en América Latina, según los demuestran los trabajos de Elias13 y de Cáceres y Núñez.14 Por su parte, en la Comunidad Andina se estaría produciendo un proceso de acercamiento entre Venezuela y Bolivia, los países de ingreso per cápita más alto y más bajo respectivamente (tabla 3).

PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2001, Mundi Prensa Libros S.A., México D. F., 2001. 13 Víctor J. Elias, “Convergencia económica en América Latina: 1960-1995”, en: Tomás N. Mancha et al. (dirección y coordinación), Convergencia económica e integración. La experiencia en Europa y América Latina, Ediciones Pirámide, Madrid, 2001. 14 René Cáceres y Oscar Núñez, “Crecimiento económico y divergencia en América Latina”, en: El Trimestre Económico, vol. LXVI (4) núm. 264, México D. F., 1999. 12

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1978 1982 1985 1990 1995 2000 2002 2004 2005 Bolivia 510 570 470 630 800 941 938 953 973 Ecuador 880 1.350 1.160 980 1.390 1.682 1.776 1.878 1.906 Colombia 850 1.460 1.320 1.260 1.910 2.285 2.274 2.366 2.428 Perú 740 1.310 1.010 1.160 2.310 2.333 2.378 2.505 2.618 Venezuela 2.910 4.140 3.080 2.560 3.020 3.082 2.796 2.877 3.081 Promedio 1.178 1.766 1.408 1.318 1.886 2.065 2.032 2.116 2.201 Venezuela/Bolivia 5,7 7,3 6,6 4,1 3,8 3,3 3,0 3,0 3,2 Fuente: Elaboración del autor con base en reportes 1978, 1984, 1987, 1992 y 1995 del Banco Mundial y CEPAL (2004), Balance preliminar de América Latina 2004.

Tabla 3. Comportamiento del PNB per cápita en los países de la CAN (en dólares de 1995)

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A escala de las regiones de los países, en la que la similitud de los parámetros tecnológicos, institucionales y legales debería favorecer la convergencia, por el contrario se están presentando tendencias muy similares a las que se acaban de describir en el plano internacional. En efecto, investigaciones revelan que si bien en varios países hubo una fase de convergencia entre regiones subnacionales en el período de la posguerra y la década de los setenta, a partir de ese momento el proceso no solo se estancó, sino que se revirtió hacia la polarización. Tal fenómeno se ha comprobado en las regiones subnacionales de la Unión Europea,15 China16 e India,17 siendo los Estados Unidos una notable excepción.18 En las regiones internas de los países latinoamericanos también se cumple el patrón de convergencia 1950-1980 y su posterior polarización, como lo demuestran estudios realizados en México,19 Brasil20 y Colombia.21 Chile y Argentina parecen ser la excepción en el contexto latinoamericano, pues en ellos, según estudios a gran escala, ha operado un proceso de convergencia interregional.22 Juan Ramón Cuadrado R., Convergencia regional en la Unión Europea. De las hipótesis teóricas a las tendencias reales, en: Mancha, Tomás et al., 2001, op. cit. Stefano Magrini, “The Evolution of Income Disparities Among the Regions of the European Union”, Regional Science and Urban Economics (29), 1999. 16 Tianlun Jian, Jeffrey D. Sachs y Andrew M. Warner, “Trends in Regional Inequality in China”, NBER Working Paper num. 5402, Cambridge Mass, Cambridge, 1996. S. Demurger et al., “Geography”, Economic Policy and Regional Development, HIID Discussion Paper num. 1950, 2002. A. Rodríguez-Pose, G. Petrakos, “Integración económica y desequilibrios territoriales en la Unión Europea”, EURE, 29(89), 2004. 17 Jeffrey Sachs et al., (2002), “Understanding Regional Economic Growth in India”, CID, Working Paper num. 88, Cambridge Mass, Cambridge, 2002. 18 Gerlad A. Carlino, Leonard Mills, “Testing Neoclassical Convergence in Regional Incomes and Earnings”, Regional Science and Urban Economics, 20(6), 1990. 19 Gerardo Esquivel, “Convergencia regional en México 1940-1995”, El Trimestre Económico, 1999. 20 Carlos Alberto Azzoni, “Geography and Income Convergente Among Brazilian States”, BID Research Network, Working Paper R-395, 2000. 21 Jaime Bonet M., Adolfo Meisel R., “La convergencia regional en Colombia: una visión de largo plazo 1926-1995”, Coyuntura Económica, vol. XXIX (1), Fedesarrollo, Bogotá, 1999. 22 Gustavo Anríquez, Rodrigo Fuentes “Convergencia de producto e ingreso de las regiones de Chile: una interpretación”, en: Mancha, Tomás et al., 2001, op. cit. Adriana Marina, “Convergencia económica en Argentina ¿Qué nos dice la evidencia empírica?”, en: Mancha, Tomás et al., 2001, op. cit. 15

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Así las cosas, la tendencia hacia la desigualdad tanto entre países como ellos mismos, emerge como uno de los rasgos más característicos del ciclo globalizador en curso.23 Lant Pritchett24 –un economista del Banco Mundial y por tanto libre de la sospecha de padecer de “globalofobia”– lo expresa en estos términos: Al lado de la “globalización” y la “competitividad” el tema de la “convergencia” ha permeado las discusiones públicas sobre políticas y perspectivas para los países en desarrollo. Pues bien, olviden la convergencia: la abrumadora característica de la historia económica moderna es una divergencia masiva en ingresos per cápita entre países ricos y pobres, una brecha que sigue creciendo en la actualidad. Más aún, a menos que el futuro sea diferente al presente en muchos aspectos importantes, lo que se puede esperar es que esta brecha se amplíe todavía más.

Tal apreciación ha sido confirmada por un trabajo empírico de Bourguignon y Morrison,25 que muestra que la desigualdad aumentó persistentemente en los siglos XIX y XX. Ahora bien, las implicaciones de la discusión convergencia-divergencia trascienden al plano puramente teórico para entrar de lleno en el terreno político y normativo: si hay convergencia quiere decir que el mercado se está encargando de reducir automáticamente las disparidades; en cambio, la comprobación de la divergencia justifica diversas formas de intervención pública, tanto en el plano internacional como en el interno de los países. Al respecto, vale la pena tener muy presente la advertencia de Williamson:26 23 Branco Milanovic, World Income Inequality in the Second Half of the 20th Century, Banco Mundial, Washington D. C., 2001. 24 Lant Pritchett, “Forget Convergence: Divergence Past, Present and Future”, Finance and Development, IMF, Washington D.C., junio de 1996. 25 François Bourguignon, Christian Morrison, “Inequality Among World Citizens: 18201992”, American Economic Review, 92, 2002. 26 Jeffrey G. Williamson, Globalization and Inequality then and now: the Late 19th and late 20th Centuries Compared, NBER Working Paper num. 5491, Cambridge Mass, Cambridge, 1996, p. 20.

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Algunas cosas nunca cambian y este hecho implica una señal de alarma. La globalización y la convergencia se interrumpieron entre 1913 y 1950. Parece que las tendencias a la desigualdad que produce la globalización son, al menos parcialmente, responsables del retraimiento de la globalización por parte de los países industrializados, en el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. Este hecho debería hacernos mirar el próximo siglo con alguna ansiedad: ¿se retraerá de nuevo la economía mundial de su compromiso con la globalización?

Es decir, la globalización no es de manera alguna inevitable o irreversible. Inestabilidad del crecimiento

El aumento en la volatilidad de las tasas de crecimiento del PIB de los países andinos (con la excepción de Bolivia)en el período 19912005 es un fenómeno que no se circunscribió a este subconjunto de países ni a los de América Latina en general, sino que se extendió a todos los países en desarrollo27 (véase gráfica 1). Esto se explica principalmente por la mayor volatilidad de los mercados financieros internacionales y la integración de las economías nacionales a los mercados globales de capitales.28 La implicación es clara: una propagación más rápida de las crisis financieras internacionales y una mayor vulnerabilidad de los países en desarrollo a tales choques externos.

27 Lant Pritchett, “Patterns of Economic Growth. Hills, Plateaus, Mountains, and Plains”, Policy Research, Working Paper num. 1947, Banco Mundial, Washington D. C., 1998. 28 Paul Masson, Globalization: Facts and Figures, Policy Discussion Paper, IMF, Washington D. C., 2001. Este autor también hace énfasis en el papel que tienen las tecnologías de la información en la volatilidad de los flujos financieros.

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Gráfica 1. Tasas de crecimiento del PIB de los países andinos

Fuente: elaboración propia.

En el caso de América Latina, las bruscas oscilaciones de la actividad económica en los últimos dos decenios han estado estrechamente vinculadas con los flujos de capital hacia la región. Así, desde la segunda mitad de los años setenta hasta principios de los ochenta hubo un flujo masivo de créditos externos cuya retracción a partir de 1982 produjo la profunda crisis generalizada de 1983. Entre 1991 y 1993 se presentó una nueva oleada de capitales, seguida de una contracción a finales de 1994 y principios de 1995 que afectó en especial a México y Argentina (este último país arrastró a Uruguay). A este bache le siguió un nuevo período de abundancia de capitales entre 1996 y 1997, que se vio interrumpido por la crisis que se originó en Asia en 1997, se trasladó a Rusia en 1998 y aterrizó en Brasil, produciendo una nueva caída del PIB regional.29 A diferencia de las anteriores, la crisis de 2001 fue de naturaleza verdaderamente global –desencadenada por una desaceleración de la economía estadounidense– y, por tanto, su transmisión se produjo principalmente por los canales del comercio. El efecto negativo de la crisis de ese año en el área andina fue considerable, lo cual se explica por la particular sensibilidad de estas economías frente al

29 CEPAL Crecer con estabilidad. El financiamiento del desarrollo en el nuevo contexto internacional, CEPAL, Santiago de Chile, 2000, p. 13.

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desempeño de la economía estadounidense. Al respecto, un estudio del FLAR30 dice: Se concluye que el grado de vulnerabilidad de las economías del FLAR es muy elevado frente a EEUU y en segunda instancia frente a los propios países miembros (…) así mismo, la elevada participación de bienes básicos dentro de las rentas externas de los países miembros contribuye a generar una mayor vulnerabilidad y volatilidad de los ingresos por exportaciones ante choques externos.

Globalización y comercio internacional La intensificación de los flujos comerciales y su crecimiento a tasas superiores a las de la producción mundial es uno de los elementos definitorios de la globalización (gráfica 2). Gráfica 2. Exportaciones y PIB mundiales 1951-2004

Fuente: OMC (2005). Estadísticas del Comercio Internacional, 2005.

Como se observa en la gráfica 2, el fenómeno en mención fue especialmente acentuado en la década de los noventa, pero en 2001 y 2002 sufrió una abrupta interrupción. Las tendencias generales arriba descritas también se verificaron en América Latina y en los países andinos (tabla 4).

Roberto Ayala, Evaluación del grado de vulnerabilidad a choques externos de las economías de los países miembros del FLAR, FLAR, Bogotá, 2003 (la membresía del FLAR incluye a Costa Rica). 30

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Tabla 4. Crecimiento del PIB*y las exportaciones por grupos de países 1990-2004 América del Norte Europa Occidental

PIB Exportaciones PIB Exportaciones PIB Exportaciones PIB Exportaciones PIB Exportaciones PIB Exportaciones PIB Exportaciones PIB Exportaciones

Asia Oriente Medio América Latina Países andinos Economías en transición África

1990-2003 3,1 4,6 2,0 3,3 6,9 4.4** 6,6 3,1 6,8 2,8 5,2 3,1 8,8 2,7 4,2

2001 0,8 -6,3 1,6 0,3 2,2 -9,2 2,5 -7,8 0,5 -3,5 0,3 -18,4 5,9 5,3 3,5 -6,2

2002 1,7 -4,5 1,2 6,4 2,6 8,0 3,6 2,2 -1,4 -0,2 -0,9 3,3 5,2 9,7 3,4 2,4

2003 2,6 5,3 1,0 17,5 3,8 17,3 5,2 18,6 2,1 8,7 1,9 13,6 7,6 27,8 4,5 22,8

2004 4,1 2,0 2,3 11,2 4,8 9,6 6,3 9,8 6,3 9,2 5,9 36,6 7,9 36,5 4,4 12,0

Fuente: OMC (2004). Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra y OMC (2005), Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra. * Crecimiento 1990-2004. ** Crecimiento 2000-2004.

La incapacidad de las exportaciones para jalonar un crecimiento del PIB más dinámico en el período 1991-2001 contrasta con el duro impacto que sobre la producción tuvo la caída de las exportaciones en el período 2001-2002. Esto sugiere que en la globalización en curso se presenta otra asimetría: el crecimiento no responde elásticamente al aumento de las exportaciones, pero sí se resiente de inmediato con su contracción. El asunto es que no solo hay razones –como las expuestas en el párrafo anterior– para cuestionar la asociación directa entre exportaciones y crecimiento, sino que está demostrado que en la primera fase de la globalización el crecimiento económico fue el motor de la expansión del comercio internacional y no a la inversa.31 A continuación se analizan algunas tendencias del comercio internacional en la actual fase de globalización, con base en el cuadro 1. 31 Paul Bairoch, Economics and World History: Myths and Paradoxes, University of Chicago Press, Chicago, 1993. Citado en CEPAL, 2002, op. cit., p. 30.

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La concentración del comercio mundial

La participación de los Estados Unidos en el comercio mundial pasó del 12.3% en 1973 a 9.8% en 2001, con una tendencia declinante que comenzó en la posguerra. También disminuyó la participación de Australia, Nueva Zelanda y América Latina (excluyendo a México). Tales contracciones fueron a favor de China y los países del sudeste asiático, que emergieron en el lapso en mención como los nuevos “global traders”. En 2004, los países industrializados más los del sudeste asiático y China concentraban el 80% de las exportaciones mundiales. Acuerdos regionales de integración y composición del comercio internacional

Además de la concentración en unos pocos países, el comercio internacional contemporáneo presenta dos características destacables. En primer lugar, se realiza crecientemente con acuerdos regionales de integración económica (ARIE), entre ellos los de mayor gravitación son la APEC, Unión Europea y TLCAN, en este orden (tabla 5). En segundo lugar, en la composición del comercio mundial, las manufacturas –especialmente las de mayor intensidad tecnológica– pesan cada vez más (tabla 6). A su turno, el comercio de manufacturas intensivas en mano de obra calificada y tecnología tiene dos características que vale la pena señalar. Por un lado, es un intercambio intraindustrial creciente –esto es, en las mismas ramas industriales– que obedece al aprovechamiento por parte de los países participantes en él, no de las ventajas comparativas, sino de las economías de especialización y de escala.32 Por el otro, el comercio de bienes de alta tecnología puede responder el surgimiento de nuevos sistemas de producción en los que los países se especializan en segmentos de una cadena de valor que se integra a escala internacional. El surgimiento de estos sistemas A diferencia del intercambio basado en ventajas comparativas, el comercio intraindustrial se origina en sectores en los que, dada la existencia de economías de escala, los países producen para el mercado internacional aún en ausencia de ventajas comparativas. Este es el campo de estudio de la nueva teoría del comercio internacional. 32

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6,5 1,7 2,7 13,1 1,2 1,5 1,3 3,2 2,7 68,7

7,3 2,0 2,0 13,6 0,9 0,4 2,2 3,7 3,0 60,4

100,0 28,3 21,7 11,4 2,0 2,8 31,5

58,0

72,8

5,7 1,5 3,2 12,4 1,3 3,5 1,0 2,4 2,4

1963 Exportaciones Valor 84,0 157,0 Parte 100,0 100,0 24,9 19,9 18,8 14,9 9,8 6,3 1,8 0,9 1,3 0,9 34,9 41,4

1953

81,8

4,8 1,0 4,1 14,9 1,0 6,4 0,5 2,1 3,4

100,0 17,3 12,3 4,3 1,1 0,6 45,4

579,0

1973

Fuente: Tomado de OMC (2005). Estadísticas Mundiales del Comercio. Ginebra. Cuadro ii.2.

Mundo América del Norte Estados Unidos América del Sur y Central Brasil Argentina Europa Comunidad de Estados Independientes (CEI) a África Sudáfrica b Oriente Medio Asia China Japón India Australia y Nueva Zelandia Seis naciones comerciales de Asia Pro memoria Miembros del GATT/OMC c

Mundo

1948

76,5

4,5 1,0 6,8 19,1 1,2 8,0 0,5 1,4 5,8

100,0 16,8 11,2 4,4 1,2 0,4 43,5

1,838,0

1983

94,3

2,7 2,4 0,5 4,1 26,1 6,0 6,4 0,8 1,2 9,4

1,5 2,5 0,7 3,4 26,1 2,5 9,9 0,6 1,5 9,7 89,5

100,0 15,8 9,9 2,9 1,0 0,4 46,1

7,342,0

2003

100,0 18,0 12,7 3,0 1,1 0,4 45,4

3,670,0

1993

Cuadro 1. Comercio mundial de mercancías, por regiones y determinadas economías (Miles de millones de dólares y porcentajes)

93,7

3,0 2,6 0,5 4,4 26,8 6,7 6,4 0,8 1,2 9,7

100,0 14,9 9,2 3,1 1,1 0,4 45,3

8,907,0

2004

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internacionales de producción está muy ligado a las operaciones intrafirma de las empresas transnacionales. A este proceso contribuyen las políticas comerciales de los países industriales, tras conceder acceso preferencial a sus mercados de productos fabricados en plantas de montaje en el extranjero de sus ETN, así como productos que contienen insumos originarios de esos mismos países. Lo expuesto hasta aquí sobre las tendencias del comercio internacional indica que el aprovechamiento de sus vertientes más dinámicas es accesible sólo a los países que están conduciendo su patrón de especialización y, por consiguiente, su oferta exportable hacia la industria manufacturera de alta tecnología. Este es el caso emblemático de los países del sudeste asiático, que comienza a ser imitado por China y, en el contexto latinoamericano, por México y Costa Rica (véase tabla 7). Tabla 5. Exportaciones intrarregionales (Miles de millones de dólares y porcentaje)

APEC (21) UE (15) TLCAN ASEAN (10) AELC MERCOSUR (4) CAN (5)

Valor en 2003 3.136 2.266 2.901 1.795 1.162 651 451 105 211 29 106 13 53 5

Valor en 2004

3.714 2.510 1.324 740 552 128

136 17 73 7

Participación en las exportaciones totales 1990 1995 2000 2003 2004 100,0 100,0 100,0 100,0 100.0 67,5 73,1 71,8 72,3 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 64,9 64,0 61,9 61,9 67,6 100.0 100,0 100,0 100,0 100,0 42,6 46,1 55,5 56,1 55,9 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 20,1 25,5 23,5 23,3 23,2 100,0 100,0 100,0 14,5 12,4 13,6 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 8,9 20,5 17,4 11,9 12,5 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 4,2 12,2 11,2 9,4 9,6

Fuente: OMC (2003) Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra; y OMC (2005) Estadísticas Mundiales de Comercio, Ginebra.

En lo que concierne a los países andinos, si bien la mayoría (la excepción es Venezuela) logró aumentar la participación de las manufacturas en las exportaciones totales durante la década pasada, otros indicadores de la calidad de su inserción internacional han Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006

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desmejorado. Especialmente, el índice de especialización en sectores dinámicos se deterioró (véase tabla 8), con el agravante de que, como las importaciones crecieron más rápido que las exportaciones, los saldos negativos de la balanza comercial aumentaron. En síntesis, la expansión del comercio internacional, inherente a la globalización, no constituye por sí misma un estímulo suficiente para el crecimiento y la mejora de la inserción internacional de los países en desarrollo. En este sentido, se requieren políticas activas de transformación productiva y de posicionamiento en los mercados internacionales entre las cuales, en el caso de los países andinos, está la profundización de la integración económica en el marco de la CAN. Tabla 6. Estructura de las exportaciones* por categorías de productos según la intensidad de los factores de producción (En porcentaje) Proporción de las exportaciones mundiales 1980 1998 2002 2004 25,7 14,8 9,3 8,8 71,4 82,4 78,2 77,0

Categoría de productos Productos básicos Manufacturas Intensivas en mano de obra y 14,7 15,0 12,5 13,3 basadas en recursos naturales Baja intensidad de mano de 10,1 7,6 5,7 5,1 obra calificada y tecnología Mediana intensidad de mano de 26,4 29,6 19,5 19,6 obra calificada y tecnología Alta intensidad de mano de obra 20,2 30,2 40,6 39,0 calificada y tecnología * Excluidos los combustibles. Fuente: Tomado de UNCTAD (2003), Informe sobre comercio y el desarrollo, 2002, Ginebra, p. 82 y para 2002 y 2004 OMC (2005) International Trade Statistics, 2005. Tabla A.10. p. 212.

“A wild reflection”: ¿volver la mirada al relegado mercado interno? Al respecto, la UNCTAD dice: En el caso de muchos países, una política de rápida reconversión a la fabricación de productos dinámicos en relación con el mercado y la oferta, junto con una mayor proyección hacia los mercados internos, les ofrecería una estrategia de expansión de la actividad industrial más viable que ampliar el actual patrón de producción y comercio.33 33

Op. cit., 2002, p. 105. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006

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Estados Unidos Unión Europea Japón América Latina y el Caribe MERCOSUR Argentina Brasil Paraguay Uruguay Chile CAN Bolivia Colombia Ecuador Perú

Países / Regiones

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7.7 6.1 0.4 27.3 33.7 47.5 26.3 68.5 39.2 36.0 58.8 59.8 56.3 76.1 43.3

9.5 0.4 49.4 39.0 52.8 34.3 81.1 42.8 38.7 60.6 80.0 73.5 83.3 49.8

99-01

15.6

85-87

Productos primarios

23.8 25.4 23.9 14.7 11.2 57.1 61.6 18.3 13.5 15.7 35.4

24.5

6.0

21.1

15.0

Manufacturas basadas en RRNN 85-87

24.7 23.4 25.6 18.2 20.9 53.6 26.8 20.6 15.2 16.5 38.4

17.5

7.7

18.6

12.6

99-01

14.7 10.1 15.2 4.0 37.8 1.2 4.6 1.1 7.6 0.4 11.2

9.0

11.4

18.5

6.2

85-87

11.3 8.6 11.9 11.2 26.2 3.3 6.4 11.8 12.0 3.3 14.5

12.2

7.8

15.9

10.6

99-01

Manufacturas de baja tecnología

19.1 9.5 22.6 0.1 7.3 2.5 3.1 0.5 4.8 0.4 3.4

13.6

59.2

38.0

34.8

21.7 17.6 24.6 1.1 12.0 6.3 7.0 5.9 13.9 3.2 3.0

26.1

52.4

38.0

36.0

Manufacturas de tecnología intermedia 85-87 99-01

Tabla 7. Estructura exportadora por categorías de intensidad tecnológica (Porcentaje de las exportaciones totales)

3.5 2.2 4.0 0.0 0.8 0.4 0.2 0.0 0.6 0.2 0.2

3.4

23.0

13.0

28.3

85-87

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Continúa

8.6 3.2 11.6 0.9 1.7 0.7 1.1 1.8 2.7 0.8 0.8

16.9

31.6

21.5

33.1

99-01

Manufacturas de alta tecnología

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Productos primarios

Manufacturas basadas en RRNN 41.6 12.0 9.9 7.5 7.5 12.6 12.8 6.8 11.0 37.8

Manufacturas de baja tecnología

Manufacturas de tecnología intermedia 3.1 5.2 21.5 38.3 3.7 11.3 5.7 11.8 4.0 13.1 4.4 12.4 0.7 6.2 1.4 3.6 1.2 1.7 6.7 14.1

Manufacturas de alta tecnología

Venezuela 52.1 60.0 32.0 3.2 2.3 0.1 0.4 México 52.8 11.5 6.1 6.6 15.6 7.1 28.5 MCC 76.4 36.3 16.1 7.1 15.4 3.0 20.9 Costa Rica 72.3 26.1 11.1 11.7 14..5 2.8 36.5 El Salvador 75.4 24.4 26.6 7.9 29.6 5.1 6.2 Guatemala 71.7 47.0 21.6 6.5 14.9 4.8 4.0 Honduras 83.6 70.1 14.5 2.7 8.4 0.1 0.8 Nicaragua 89.8 72.1 20.4 1.7 3.5 0.3 0.4 Panamá 79.0 63.5 23.7 7.7 8.9 1.1 2.2 CARICOM 42.2 38.8 37.9 8.2 8.1 5.2 1.1 República 57.2 52.9 19.3 21.9 12.0 5.9 10.7 18.6 0.8 0.7 Dominicana República de 3.8 1.3 8.1 12.3 42.0 17.4 31.1 34.9 15.0 34.0 Corea China 41.7 6.2 13.4 9.9 31.2 41.8 10.8 19.4 3.0 22.7 Taiwan 4.6 1.3 8.4 5.6 49.1 24.4 20.7 24.9 17.2 43.9 Indonesia 70.6 33.4 21.5 22.3 5.3 22.3 2.1 11.9 0.5 10.1 Filipinas 24.9 3.4 37.4 6.2 19.4 11.7 8.3 10.6 9.9 68.1 Singapur 8.6 1.5 32.5 15.0 9.2 6.7 22.3 17.4 27.4 59.4 Tailandia 39.1 12.3 21.8 16.6 23.7 19.4 9.9 20.7 5.5 30.9 Fuente: Mikio Kuwuayama y José Durán, La calidad de la inserción internacional de América Latina y el Caribe en el comercio mundial, CEPAL, Santiago de Chile, 2003.

Países / Regiones

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1.17 1.09 0.93

1990-1993 1.09 0.63 0.33 1.04 0.68 1.19 0.32 2.31 1.35

1.27

0.47 1.63

1996-1999 1.30 0.44 0.19 0.77 0.39 0.53

0.65

0.62 2.02

1.27

0.876 0.97

1.20

0.86 0.66

América en desarrollo Período 1990-1993 1993-1996 1996-1999 0.87 0.97 0.82 0.98 0.96 0.79 0.57 0.81 0.54 1.52 1.04 1.14 1.10 0.88 0.52 0.97 1.26 0.26

Fuente: tomado de CEPAL (2002), Panorama de Comercio Internacional. Op. Cit., p. 91, Cuadro III. 2. Nota: el indicador expresa la cuota de mercado que ostenta un país en un rubro determinado como proporción de su cuota de mercado global. Si un país tiene una ventaja comparativa revelada global –es decir, en el conjunto de rubros que exporta– superior a 1, el país tiene un posicionamiento favorable en los rubros de demanda dinámica en el mercado respectivo. Por su parte, la demanda por un producto creció más que el promedio del total de importaciones en determinado mercado y período de tiempo.

México Mercosur CAN MCCA CARICOM Bahamas Otros Chile Haití República Dominicana

Mundo Período 1993-1996 1.09 0.96 0.55 0.76 0.54 0.34

Tabla 8. América Latina. Índice de especialización en sectores dinámicos

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Globalización y financiamiento del desarrollo El casino se ha vuelto loco… ¿Por qué loco? Porque a mi parecer fue, y es “disparatado e imprudente” (sinónimo de loco, según el diccionario); dejar a los mercados financieros ir tan lejos, mucho más allá del control del Estado y de las autoridades internacionales. Susan Strange34

Según David Held:35 Desde la década de 1970 se ha dado un crecimiento exponencial en las finanzas globales, hasta el grado de que el alcance, la extensión, la intensidad, la velocidad y el efecto de los flujos financieros y de las redes globales en gran parte no tienen precedente. Los mercados financieros nacionales y los centros financieros clave del planeta están cada vez más arraigados dentro de un sistema financiero global. Ha ocurrido un proceso de profundización financiera, de manera que muy pocas economías pueden aislarse de las operaciones cotidianas de los mercados financieros mundiales. En este aspecto la volatilidad de los mercados financieros globales puede tener consecuencias económicas domésticas, al mismo tiempo que las condiciones financieras tienen una repercusión casi instantánea sobre los mercados financieros nacionales en todo el planeta.

Con tales implicaciones, la obicua expansión de los flujos financieros internacionales es la característica quintaesencial del ciclo globalizador que se ha venido comentando. Si como se vio en la sección anterior, en el marco de la globalización el crecimiento del comercio ha sido mayor que el de la producción, el de los movimientos de capital ha sobrepasado el del comercio. Así, mientras el PIB y el comercio mundial crecieron entre los períodos 1980-1988 y 1996-1998, en un 60% y 186% respectivamente, los flujos de capital lo hicieron en un 1.114%. 34 Susan Strange, Dinero loco. El descontrol del sistema financiero global, Paidós, Barcelona, 1999, p. 13. 35 David Held et al., Transformaciones globales: política, economía y cultura, Oxford University Press, México D. F., 2002, p. 274. Traducido de la primera edición en inglés: David Held, et al., Global Transformations. Politics, Economics and Culture, Polity Press y Blackwell Publishers Ltd., 1999.

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En lo que concierne a los países en desarrollo (incluyendo los de Europa oriental y Asia central), el Banco Mundial calcula que los flujos netos de capital pasaron de US$10.800 millones en 1970 a un pico de US$344.300 millones en 1997, antes de caer a US $264.900 millones en 1999 a raíz de la crisis asiática. Es decir, un aumento del 3.000% entre los años extremos (tabla 9). En tal contexto, entre 1999 y 2000 América Latina captó un promedio de US$90.500 millones, lo cual equivale al 32% del correspondiente al promedio de los países en desarrollo en el mismo período (US$280.000 millones) (véase tabla 10). A continuación se analiza en qué medida tal volumen masivo de recursos de financiamiento ha contribuido efectivamente a sus fines últimos, esto es, el crecimiento, la estabilidad macroeconómica y la equidad, no sin antes invocar a Bagwati, un destacado teórico que defiende la globalización: Un ejemplo drástico de la mala gestión de la globalización (…) es la imprudente y acelerada liberalización de los flujos de capital que con toda seguridad precipitó la crisis económica y financiera asiática iniciada en 1997.36

36 Jagdish Bhagwati, En defensa de la globalización. El rostro humano de un mundo global, Debate, Barcelona, 2005, p. 65.

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Tipo de Flujo 1970 1980 1990 1997 1999 2000 Flujos oficiales 5400 33900 55700 40500 45700 37600 1 Préstamos multilaterales 800 7700 15000 21200 18900 10400 Préstamos bilaterales 2600 13100 12400 -6800 -2000 -2400 Donaciones 2000 13100 28200 26100 28800 29600 Flujos privados 5500 40700 43600 299800 219200 257200 Mercados internacionales de capital 3600 36300 19400 127200 33700 79200 Flujos de deuda 3600 36300 15600 97000 -700 31300 Préstamos bancarios 2400 28900 3200 45200 -24000 700 Bonos 0 1100 1200 49000 25400 30300 Otros 1200 6300 11300 2700 -1800 300 Inversión en acciones 0 3700 30300 34500 47900 Inversión extranjera directa 1900 4400 24300 172600 185400 178000 TOTAL 10800 74500 99300 340300 264900 294800 1 Excluye préstamos del FMI. Fuente: Banco Mundial, Global Development Finance, 2001, versión en CD-ROM. Adaptado y traducido de Barbara Stallings, Globalization and Liberalization: The Impact on Developing Countries, Serie Macroeconomía del desarrollo, núm. 4, CEPAL, Santiago de Chile, 2001, tabla 12, p. 14.

Tabla 9. Flujos financieros de largo plazo y transferencias a países en desarrollo 1970-2000 (Millones de dólares)

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1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 A. Deuda Oficial 7988 8581 5403 6423 2388 -390 -3562 2031 9155 6367 12857 -7757 -8650 Bonos 101 4283 4738 20510 14971 11346 32441 11044 17269 19050 5285 3467 4518 Bancos comerciales 11927 9713 17787 20353 17365 29273 15865 22731 11974 -9299 5701 -10625 -11808 B. Inversión Directa 6758 11065 12506 10359 24383 25789 40279 56969 60576 79577 67792 68654 38986 Accionaria 2545 7653 8198 24524 17927 4771 12186 1327 -2095 -3625 -379 2258 1000 C. Donaciones 2350 4166 2622 2909 2645 3363 3209 2784 3268 2967 2547 3229 3230 D. Fondos compensatorios 21525 11187 7694 -2011 5451 31313 -2649 -2932 8890 -347 -7712 17192 24479 Fuente: José Antonio Ocampo, y Juan Martin (coord.), América Latina y el Caribe en la era global, CEPAL - Alfaomega Editores S.A. Bogotá, 2004, cuadro 2.1, p. 49.

Tabla 10. América Latina y el Caribe: fuentes de financiamiento externo 1990-2002 (Flujos netos en millones de dólares)

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Flujos financieros y crecimiento

En principio, la disponibilidad de recursos de financiamiento externo puede impulsar eficazmente el crecimiento, estimulando la inversión a través de dos canales que están relacionados con el modelo clásico de “dos brechas”. Por un lado, el capital externo contribuye a cerrar la brecha de un ahorro interno que generalmente es insuficiente para financiar los niveles requeridos de inversión y, por otro, a equilibrar la balanza comercial con el fin de obtener las divisas necesarias para importar materias primas y bienes de capital. Lamentablemente, en el caso de América Latina y de los países andinos en particular, el voluminoso influjo de financiamiento externo de los últimos decenios, antes que haber estimulado el crecimiento, ha sido un factor perturbador del mismo, porque en las crisis de 1984, 1995 y 1999 el ingrediente financiero tuvo un papel determinante.37 Así, después de que en los años setenta la expansión del crédito internacional permitió a las economías crecer a tasas elevadas, pero acumulando una deuda insostenible, la retracción de financiamiento externo que siguió a la crisis de 1984 se tradujo en una “década perdida” en términos de desarrollo económico. En los años noventa, el renovado pero volátil acceso a los flujos internacionales de capitales permitió ciclos breves de crecimiento, interrumpidos por períodos de desaceleración o franca recesión en algunos países. El resultado neto ha sido un crecimiento regional y subregional andino inestable y mediocre entre 1990 y 2005 (gráfica 3).

37 Ricardo French-Davis, “Financial Globalization and Development in Latin American Economies”, ponencia presentada en el seminario: Economic Growth with Equity: Challenges for Latin America, CEPAL, Santiago de Chile, septiembre 1-2 de 2005. Para una perspectiva desde el Norte, que insiste en encontrar beneficiosos los flujos financieros para los países en desarrollo, véase: Marcelo Soto, “Capital Flows and Growth in Developing Countries: Recent Empirical Evidence”, OECD, Working Paper num. 160, Paris, 2000.

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Gráfica 3. América Latina: Transferencia neta de recursos según componentes (En porcentajes del PIB expresado en dólares a precios corrientes)

Transferencia neta de recursos locales b/ Transferencia neta de recursos de corrientes de inversión directa c/ Transferencia neta de recursos de corrientes financieras d/

Fuente: Tomado de CEPAL (2005). Estudio económico de América Latina y el Caribe 2004-2005, p. 59, Gráfica II. 17. Santiago de Chile.

A su turno, la volatilidad de los flujos financieros se origina en los cambios en la composición de los mismos. Mientras que en los años setenta la principal fuente de recursos eran los fondos públicos (bilaterales y multilaterales), en los noventa el financiamiento fue en su mayoría de origen privado, canalizado a través de créditos comerciales de corto plazo, colocación de bonos y, en especial, de inversión extranjera directa (véase tabla 11). El problema con las dos primeras modalidades es que son abiertamente procíclicas, esto es, fluyen en abundancia en períodos de auge de la actividad económica y se retraen al menor síntoma de debilitamiento del clima de inversión, con el agravante de que los fondos privados tienen unas condiciones de plazos y tasas de interés más onerosas que las aplicadas por los prestamistas públicos. En cuanto a la inversión extranjera directa (IED), que en los últimos años ha llegado a representar las dos terceras partes de los flujos privados, a primera vista parecería que es mejor tener “socios” y no “acreedores”, sobre todo cuando tal tipo de inversión puede aportar mercados externos y tecnología a los países receptores, dos elementos básicos para competir en la globalización. En este sentido, la percepción que actualmente se tiene de la IED es muy distinta a la que prevalecía en los años setenta, cuando se queDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 41-89, semestre II de 2006

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rían reservar los beneficios de la ampliación de los mercados internos protegidos exclusivamente a los inversionistas nacionales y se consideraba la IED innecesaria y costosa en términos del impacto en la balanza de pagos de la remesa de utilidades. En el caso de los países andinos, el problema radica en que la mayor parte de la IED se ha orientado hacia la adquisición de activos existentes (a través de las operaciones de privatización), los servicios no transables (electricidad, gas y agua) y el sector minero-petrolero, que no contribuyen directamente ni a la transformación productiva ni a la competitividad internacional. En síntesis, los efectos de la globalización financiera sobre el crecimiento son resumidos por la CEPAL así: La volatilidad de los flujos de capitales característica de la tercera fase de globalización se ha reflejado en América Latina y el Caribe en una marcada inestabilidad del crecimiento económico. Por tanto, las autoridades han tenido problemas para garantizar la estabilidad real de las economías frente a las acentuadas variaciones de la liquidez internacional. Esto obedece no sólo a problemas propios del manejo macroeconómico procíclico que se ha tendido a generalizar en la región, sino también a la ausencia de una institucionalidad financiera internacional apropiada (…).38

Por suerte, entre las fortalezas del proceso de integración andino está la cooperación financiera que se hace a través del Fondo Latinoamericano de Reservas y muy especialmente a través de la CAF. El objetivo de la primera de estas instituciones (que tiene a Costa Rica como socio extra-subregional) es apoyar a los países en materia de balanza de pagos; el de la segunda, servir de banco de desarrollo, función con la que logró decuplicar sus operaciones entre 1990 y 2001 (US$540 millones y US$5.100 millones respectivamente). Los dos organismos aplican tratamientos diferenciales para los países de menor desarrollo relativo, sin distinguir en cuanto a su capacidad de voto en los órganos de dirección.39 Op. cit., p. 45. Secretaría General de la CAN, La vulnerabilidad financiera de la subregión andina y la cooperación financiera, Documento Informativo núm. 451, Lima, 2002. 38 39

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Flujos financieros y equidad

El análisis de la distribución geográfica de las corrientes internacionales de financiamiento sugiere que refuerzan los patrones de concentración del crecimiento y del comercio que se presentaron en las dos primeras partes de este artículo. En efecto, los flujos de IED que constituyen el componente principal de la financiación internacional se produjeron mayoritariamente entre los países desarrollados (72% en promedio durante el período 1995-2003) (véase tabla 11). En cuanto a las corrientes de IED hacia los países en desarrollo, los de Asia y el Pacífico (incluyendo a China) captan en promedio –para el período en referencia– el 54% del total, del cual le corresponde a América Latina el 37.7% y a África el 9.0% (véase tabla 11). Continuando el descenso en la escala geográfica, en América Latina el subconjunto Abramex recibió –en el período mencionado– un promedio del 74% del total. Más aún, en cada país latinoamericano, como ya se ha anotado, la IED está concentrada en unos pocos sectores. Por su parte, los mercados privados de capital (bancos, inversionistas institucionales, como compañías de seguros, fondos de pensiones y fondos mutuos) tienen una preferencia todavía más marcada por los países en desarrollo más avanzados que la de los inversionistas directos, fenómeno que comúnmente se conocen como “mercados emergentes”. Así las cosas, no sorprende que Stallings concluya que: La globalización y la liberalización parecen haber incrementado la desigualdad de los ahorros externos tanto a través de las regiones como de los países individuales. Adicionalmente, estos dos procesos también han contribuido a aumentar la desigualdad al interior de los países.40

40 Barbara Stallings, “Globalization and Liberalization: The Impact on Development Economies”, Serie Macroeconomía del Desarrollo, núm. 4, Santiago de Chile, 2001, p. 25.

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1991-1996 Total mundial 254,3 Países desarrollados 154,3 Estados Unidos 46,8 Japón 0,9 Unión Europea 87,6 Otros 19,3 Países en desarrollo 91,5 África 4,8 América Latina y el 27,2 Caribe Asia y el Pacífico 59,5 Economía en transición 8,2 Fuente: Tomado de CEPAL (2004, op. cit., p. 33, 142,1 25,1

100,1

109,1 19,0 22,5 Cuadro 1.3).

1999 1.079,0 824,6 283,4 12,7 475,5 98,0 229,3 8,5 95,5

1998 686,1 472,3 174,4 3,2 249,9 44,8 191,3 9,0 82,2

1997 481,9 269,7 103,4 3,2 127,9 35,2 193,2 10,7 73,4

72

26,4

142,1

2000 1.393,0 1.120,5 314,0 8,3 683,9 114,3 246,1 8,5 95,5

25,0

106,8

2001 823,8 589,4 144,0 6,2 389,4 49,8 209,4 18,8 83,8

28,7

95,0

2002 651,1 460,3 30,0 9,3 674,4 46,6 162,1 11,0 56,1

30,3

99,0

2003 653,0 467,3 86,6 7,5 341,8 31,1 155,7 14,4 42,3

Tabla 11. Distribución regional de las entradas netas de inversión extranjera mundial (Miles de millones de dólares)

25,3

108,7

1997-2003 824,0 600,5 162,3 7,2 420,4 60,0 198,2 12,1 77,4

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Globalización y equidad social La globalización expande las oportunidades de un avance humano sin precedentes para algunos, pero contrae esas oportunidades para otros y erosiona la seguridad humana… la globalización en esta era deja por fuera metas de equidad, erradicación de la pobreza y mejoramiento de la seguridad humana. PNUD41

Con algunas excepciones puntuales, en los países andinos es evidente una tendencia hacia el deterioro de los indicadores de desarrollo social: desempleo, pobreza, distribución del ingreso y capital humano. El propósito de esta sección es confrontar tales tendencias con las “tensiones” que sobre las mismas variables está produciendo la globalización. Globalización y desempleo

Mientras que en los países del norte se analizan con preocupación los posibles vínculos de la globalización con el deterioro que ha sufrido la remuneración y la estabilidad de los trabajadores menos calificados,42 en lo que respecta a los países en desarrollo se ha establecido que la globalización y las políticas que la han acompañado tienen un impacto negativo de más amplio espectro. En particular, en América Latina la propia debilidad del crecimiento económico en los años noventa no solo impidió la generación de empleo, sino que el desempleo alcanzó niveles superiores a los prevalecientes durante la crisis de la deuda en los ochenta;43 con el agravante de que la volatilidad del crecimiento indujo inestabilidad de los empleos e ingresos. Tampoco se cumplieron las expectativas respecto a la evolución sectorial del empleo, ya que la modernizaPNUD, Human Security Report 1999, Oxford University Press Inc., Nueva York, 1999, pp. 43-44. 42 Véase: Dani Rodrik, Has Globalization Gone Too Far?, Institute for International Economics, Washington D. C., 1997. 43 Este párrafo y los dos siguientes se basan en: Jürgen Weller, “Tendencias del empleo en los años noventa en América Latina y el Caribe”, Revista de la CEPAL, 72, Santiago de Chile, 2000. 41

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ción productiva de las empresas en muchos rubros, así como la reestructuración a favor de las actividades terciarias, determinaron una mayor segmentación del mercado de trabajo. Es decir, las personas con menos instrucción formal tuvieron menos acceso al empleo asalariado y se amplió la diferencia de salarios entre los trabajos calificados y los no calificados (véase tabla 12). La ampliación de la brecha social contradijo las previsiones según las cuales en países con abundancia relativa de mano de obra no calificada, la liberación comercial se traduciría en un aumento de la demanda por trabajo y, por ende, de los ingresos relativos de los trabajadores. Entretanto, también aumentaban las diferencias en función del tamaño de las empresas y, en el contexto de una precarización de las relaciones laborales, los indicadores de calidad del empleo (como la magnitud del trabajo informal) tendieron a empeorar. La única excepción a las tendencias de polarización observadas en los mercados de trabajo de la región fue la reducción de la brecha de salarios de las mujeres. En síntesis, como señalan Klein y Tokman,44 los efectos positivos de la globalización han beneficiado a los relativamente más ricos y los negativos (precarización, terciarización e informalización) se han concentrado en los segmentos de la población que ya eran relativamente más pobres. De esta forma, las diferencias han aumentado, con un estrato medio que también ve reducidos sus niveles de bienestar. Las tendencias anteriores están en la base del fenómeno de “inseguridad económica” que está al alza en América Latina.45

Emilio Klein, Victor Tokman, “La estratificación social bajo tensión en la era de la globalización”, Revista de la CEPAL, 72, Santiago de Chile, 2000, p. 28. 45 Dani Rodrik, 2001, op. cit. 44

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México

Honduras

Guatemala

Ecuador (zonas urbanas) El Salvador (zonas urbanas)

Costa Rica

Colombia

Chile

Brasil

Argentina (Gran Buenos Aires) Bolivia (zonas urbanas)

1990 1999 1989 1999 1993 1999 1990 1998 1991 1999 1990 1999 1990 1999 1990 1999 1989 1998 1990 1999 1989 1998

Año



2.57 4.12 2.53 2.89 2.39 2.97 2.92 3.46 3.13 3.92 4.05 3.24



5.67 5.42





Total de asalariados (públicos y privados) 2.14 2.47 3.46 2.90 6.58 5.46 4.05 4.87 2.59 3.82 2.46 2.53 2.85 3.72 3.79 3.60 3.79 4.45 5.13 3.34 2.19 3.32

Total 2.19 2.55 2.66 2.67 8.40 6.22 4.86 5.51 2.69 4.85 1.94 2.68 2.74 3.42 4.20 4.77 3.77 4.73 4.30 3.10 2.57 3.25

Bienes y servicios transables 2.15 2.49 3.73 2.89 5.58 5.25 3.97 4.70 2.63 3.76 2.71 2.50 2.90 3.85 3.65 3.29 3.74 4.32 5.56 3.55 2.07 3.35

Continúa

Bienes y servicios no transables

Número de asalariados privados

Tabla 12. América Latina: evolución de las brechas salariales en los años noventa

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1993 1998 1989 Panamá 1999 Paraguay (Asunción y 1990 Departamento Central) 1999 1990 Uruguay (zonas urbanas) 1999 1990 Venezuela 1999 Fuente: Ocampo y Martin, 2004, op. cit., p. 226.

Nicaragua

Año

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2.83 3.12 2.64 3.22 2.27 2.73 2.01 2.87



Total de asalariados (públicos y privados) 2.53 2.76 2.93 3.14 2.75 3.72 2.45 3.14 2.12 3.32

Total 3.03 3.24 2.70 3.39 1.80 3.45 3.33 3.83 2.47 4.71

Bienes y servicios transables 2.47 2.59 3.17 3.09 2.79 3.46 2.28 2.96 2.01 2.94

Bienes y servicios no transables

Número de asalariados privados

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Globalización; distribución del ingreso y pobreza América Latina ha tenido desde hace mucho tiempo la peor distribución del ingreso del mundo...pero las reformas globalizadoras de los noventa no redujeron la desigualdad y antes bien en algunos casos la empeoraron Samuel Morley46

En conexión con lo que se dijo en la segunda parte de este artículo, uno de los aspectos más controversiales de la globalización está relacionado con sus efectos sobre la desigualdad. Mientras que el PNUD47 y la CEPAL48 hacen hincapié en las tendencias a la desigualdad distributiva de las últimas décadas tanto entre países como en ellos mismos, los enfoques ortodoxos del Banco Mundial insisten en que: No hay relación sistemática alguna entre los indicadores de globalización y cambios en la desigualdad del ingreso. Algunos países abren su economía y la desigualdad aumenta; en otros, por el contrario, disminuye. En general, mientras más rápido crezcan los países como consecuencia de su integración a la economía global, en mayor medida disminuye la pobreza.49

Además, que: La globalización generalmente reduce la pobreza porque economías más integradas tienden a crecer más rápido y este crecimiento se difunde ampliamente.50

En materia de pobreza, la clave de la discusión está en el crecimiento: si este aumenta, la pobreza cede; en cambio, se ha estimado que por cada punto porcentual de disminución en el crecimiento, Samuel Morley, “Distribution and Growth in Latin America in an Era of Structural Reform: The Impact of Globalization”, OECD, Working Paper num. 184, Paris, 2001. 47 PNUD, 1999, op. cit. 48 CEPAL, 2002, op. cit., cap. 3. 49 David Dollar, Globalization, Inequality, and Poverty since 1980, Development Group, Banco Mundial, 2001. 50 Banco Mundial, Globalización, crecimiento y pobreza, Alfaomega, Bogotá, 2002. 46

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la pobreza aumenta más que proporcionalmente.51 El desempeño de la actividad económica incide en los niveles de pobreza por dos vías principales: el empleo y la capacidad del Gobierno para hacer gastos de transferencia y de protección social a favor de los segmentos de la población relativamente más pobres. En el caso de los países andinos, con tasas de crecimiento declinantes en los años ochenta y noventa, así como aumento en las tasas de desempleo, el resultado no podía ser otro que el incremento de la pobreza en la mayoría de los países. Por el contrario, el hecho de que en Colombia y Ecuador haya disminuido, sugiere que existen algunos márgenes de maniobra. En todo caso, el crecimiento es una condición necesaria, pero no suficiente, para la reducción de la pobreza, porque además se requiere que esté distribuido equitativamente. En este sentido, la circunstancia de que la distribución del ingreso en América esté entre las peores del mundo y tienda a deteriorarse aún más, ciertamente constituye un lastre mayor no solo para la superación de la pobreza en la región, sino para el propio crecimiento.52 A su turno, la pobreza y la distribución del ingreso están ligadas al empleo y este al crecimiento (también con la educación, como se verá adelante). Es un círculo vicioso que es necesario romper mediante políticas activas de redistribución del ingreso primario (impuestos y transferencias).53 En el plano global, dado que el 70% de los pobres del mundo se halla en el sector rural de los países en desarrollo y los productos agrícolas que estos podrían vender enfrentan las barreras del proteccionismo de los países industrializados, una de las formas más 51 Nora Lustig, Macroeconomía con responsabilidad social, Fondo de Cultura Económica, México D. F., 2002, p. 129. 52 Robert Barro, Inequality, Growth and Investment, NBER Working Paper 7938, Cambridge Mass, Cambridge, 1999. 53 Albert Berry, “Respuestas de política a los problemas de pobreza y desigualdad en el mundo en desarrollo”, Revista de la CEPAL, 79, Santiago de Chile, 2003.

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efectivas para disminuir la pobreza sería la reducción de dichas barreras.54 No obstante, los países grandes no solo mantienen sino que refuerzan progresivamente sus prácticas proteccionistas para la agricultura. Globalización y desarrollo humano

En la fase actual de la globalización, un factor decisivo para acelerar la modernización de las estructuras productivas, reducir las desigualdades y superar la reproducción intergeneracional de la pobreza es el desarrollo humano, representado principalmente en educación. En los países andinos, como en el resto de los latinoamericanos, la educación ha experimentado significativos avances en cuanto a cobertura, pero presenta rezagos pronunciados en cuanto a calidad (especialmente de la pública) y a la “sintonía”con la evolución del sistema productivo.55 El claro reconocimiento de la importancia estratégica del capital humano en el desarrollo ha conducido, en buena hora, a todos los países andinos ha aumentar el gasto social (como proporción del PIB) en educación.56 Resta, desde luego, consolidar las reformas educativas que están en curso en todos los países. Pensando en respuestas a la globalización, indiscutiblemente una de las más eficaces es la educación: Construir y reconstruir la sociedad del saber y de la cultura; prolongar, y no reducir, la formación; desligarla o separarla de puestos de trabajo y oficios concretos. El hecho de orientar los procesos educativos hacia cualificaciones clave que respondan en esa pers-

54 Alberto Aldo Guadagui, Jorge Kaufman, “Comercio internacional y pobreza mundial”, Revista de la CEPAL, 84, Santiago de Chile, 2005. 55 Para una visión muy crítica de los efectos de la globalización en la educación y otros indicadores sociales de los países en desarrollo, véase: Mark Weisbrot et al., “The Scorecard on Globalization 1980-2000: Twenty Years of Diminished Progress”, Center for Economic and Policy Research, Briefing Paper 2001, disponible en www.cepr.net. 56 CEPAL, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, CEPAL, Santiago de Chile, 2004, p. 315.

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pectiva no se ha de concebir sólo como “flexibilidad” ni como “formación continuada” sino que también representa situar la formación en contextos de competencia social, capacidad de dirección, habilidad ante conflictos, comprensión cultural, mentalidad de relación y acceso a las inseguridades y paradojas de la segunda modernidad.57

Conclusiones De la exposición presentada en este artículo puede colegirse que para los países andinos la globalización representa oportunidades y desafíos, pero hasta ahora más los segundos que las primeras. En primer lugar, en materia de crecimiento, en las últimas décadas ha presentado tendencias hacia tasas bajas, concentración en un reducido número de países y alta inestabilidad. Los países andinos todavía no hacen parte del club de las economías “globalizadoras” que, según los enfoques ortodoxos, están sacando buen partido de la globalización. En segundo lugar, el comercio internacional, que había estado en expansión durante los años noventa, a principios de este siglo sufrió una contracción originada en los Estados Unidos, que ha representado una nueva crisis en los países andinos, así como en el resto de los latinoamericanos. Por lo demás, el comercio mundial también está concentrado en un reducido número de países y en el sector de las manufacturas y los servicios intensivos en trabajo calificado y alta tecnología, que son terreno vedado para los países andinos, dada la estructura de su oferta exportable todavía centrada en productos básicos. En tercer lugar, para los países miembros de la CAN el financiamiento externo ha sido “un paraguas que se abre cuando el sol es radiante y se cierra en cuanto comienza a llover”; por tanto, antes que paliar ha agudizado las oscilaciones de la actividad económica. Por su parte, la IED se ha orientado hacia la minería, el petróleo y los 57 Ulrich Beck, ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo respuestas a la globalización, Paidós, Barcelona, 1997, p. 191.

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servicios no transables, que no contribuyen de manera alguna a mejorar la calidad de la inserción internacional de estos países. En cuarto lugar, y como consecuencia de las tasas de crecimiento bajas e inestables y de la mayor vulnerabilidad a los choques externos, la situación social de la subregión andina ha desmejorado notablemente en términos de empleo, pobreza y distribución del ingreso. Por último, la globalización no solo es asimétrica, sino incompleta, en el sentido de que supone la liberalización de los mercados de bienes, servicios y capitales, mientras se siguen aplicando estrictas restricciones a la movilidad internacional del trabajo.58 Una regulación internacional racional de las migraciones podría atenuar las presiones distributivas en los países en desarrollo y evitar la dañina práctica del tráfico de trabajadores. La globalización no es pues la panacea para los problemas del desarrollo andino, pero tampoco es realista satanizarla, puesto que es una poderosa –aunque no irreversible– realidad. Es poderosa, porque detrás de ella están los países dominantes del planeta y también una ideología triunfante; pero no es irreversible, porque la historia enseña que la globalización es un proceso que no solo puede detenerse, sino incluso involucionar, como ocurrió en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. De hecho, las tensiones e inequidades de la actual ola de globalización ya han dado lugar a activos movimientos antiglobalizadores.59 Lo que corresponde entonces a nuestros países es superar la actitud pasiva frente a la globalización y pasar a construir una estrategia deliberada que contemple políticas activas para aprovechar ventajas, mecanismos de defensa frente a los influjos nocivos y también 58 Un buen análisis de las migraciones internacionales en el contexto de la globalización se encuentra en Andrés Solimano, Internacional Migration, Capital Flows and the Global Economy: A Long Run View, Serie Macroeconomía del Desarrollo, núm. 35, CEPAL, Santiago de Chile, 2005. 59 Véase Jaime Pastor, ¿Qué son los movimientos antiglobalización?, Última Hora/Integral, Barcelona, 2002.

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–¿por qué no?– repliegues selectivos frente a procesos que no convengan a los intereses nacionales (selective delinking). Sin espacio para reflexionar sobre tal estrategia y a riesgo de hacer unos planteamientos muy generales, en la tabla 13 se señalan algunos elementos en la dirección indicada en el párrafo anterior. Tabla 13. Elementos para una estrategia de participación activa en la globalización Problema

Crecimiento bajo e inestable

Comercio internacional concentrado por países y sectores

Financiamiento internacional

Desarrollo social

Políticas Macroeconomía del crecimiento (no solo de estabilización) • Manejo fiscal anticíclico • Ampliación del horizonte temporal de las intervenciones Desarrollo productivo secto-territorial (con sectores prioritarios y localizaciones apropiadas) Protección selectiva del mercado interno Competitividad sistémica • Innovación tecnológica • Transformación productiva • Infraestructura (No usar la competitividad internacional como pretexto de reformas domésticas que de todas maneras se requieren) Fortalecimiento de la integración regional y subregional Fortalecimiento de los sistemas nacionales de financiamiento Prevención de los efectos desestabilizadores de los capitales de corto plazo Fortalecimiento de las instituciones financieras regionales (FLAR) Atracción selectiva de IED para sectores con capacidad de inducir cambio estructural Gasto social eficiente Políticas activas de redistribución del ingreso primario (impuestos y transferencias) Reforma educativa Reforma pensional Redes de protección

Fuente: elaboración del autor con base en las propuestas de la CEPAL, PNUD y otros autores.

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Navegar por las aguas procelosas de la globalización requiere, además de políticas nacionales como las enunciadas en la tabla, lo que ha dado en llamarse “bienes públicos globales”, de carácter macroeconómico, ambiental, tecnológico y social, cuya provisión es responsabilidad de la comunidad internacional y sus instituciones. Esto es lo que el PNUD denomina la “arquitectura global requerida para el siglo XXI”.60 Bibliografía Anríquez, Gustavo y Rodrigo Fuentes,“Convergencia de producto e ingreso de las regiones de Chile: una interpretación”, en: Mancha, Tomás et al. (dirección y coordinación), Convergencia económica e integración. La experiencia en Europa y América Latina, Ediciones Pirámide, Madrid, 2001. Ayala, Roberto, Evaluación del grado de vulnerabilidad a choques externos de las economías de los países miembros del FLAR, FLAR, Bogotá, 2003. Azzoni, Carlos Alberto, “Geography and Income Convergente Among Brazilian States”, BID Research Network, Working Paper R-395, 2000. Bairoch, Paul, Economics and World History: Myths and Paradoxes, University of Chicago Press, Chicago, 1993. Banco Mundial, Globalización, crecimiento y pobreza, Alfaomega, Bogotá, 2002. Barro, Robert, Inequality, Growth and Investment, NBER Working Paper num. 7938, Cambridge Mass, Cambridge, 1999. Beck, Ulrico, ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Paidós, Barcelona, 1997. Berry, Albert, “Respuestas de política a los problemas de pobreza y desigualdad en el mundo en desarrollo”, Revista de la CEPAL, 79, Santiago de Chile, 2003.

60

PNUD, 1999, op. cit.

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La institucionalización y la formalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas ÁNGELA SANTAMARÍA [email protected] Artículo recibido 08/09/2006 Evaluación par externo 10/09/2006 Evaluación par interno 12/09/2006

Resumen

Este artículo busca presentar algunos elementos de reflexión para el análisis de la construcción de los sistemas internacionales a partir de un estudio de caso: el Grupo de Trabajo sobre las Poblaciones Indígenas, (GTPI) de Naciones Unidas. En este sentido, analiza los discursos y capitales movilizados en el marco de las interacciones sociales entre los múltiples participantes de este grupo especializado. Para ello, parte de un análisis etnográfico para llevar posteriormente a cabo reflexiones de orden macro social, tomando como base teórica la sociología de la globalización de Yves Dezalay y Bryanth Garth. El objetivo principal es presentar a la comunidad académica algunos materiales que hacen parte de un trabajo más extenso, para reflexionar sobre las especificidades de una “etnografía de los sistemas internacionales”.

Palabras clave: sociología de las relaciones internacionales, pueblos indígenas, Naciones Unidas, etnografía.

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Résumé

Cet article veut présenter des éléments de réflexion pour une analyse de la construction sociale des systèmes internationaux à partir d’une étude de cas: le Groupe de Travail les Populations Indigènes (GTPI) aux Nations Unies. Dans ce sens, ce travail analyse les discours et les capitaux mobilisés dans le cadre des interactions sociales entre les multiples participants de ce groupe spécialisé. Ainsi, nous partons d’une analyse ethnographique afin de créer une réflexion d’ordre macro social, en ayant comme base théorique la sociologie de la mondialisation d’Yves Dezalay et Bryanth Garth. Nous voulons, dans ce sens, présenter à la communauté de chercheurs certains matériaux qui font partie d’un travail plus vaste, pour la réflexion sur les spécificités d’une “ethnographie des systèmes internationaux”.

Mot cles: Sociologie des Relations Internationales, peuples indigènes, Nations Unies, ethnographie.

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Introducción Este artículo tiene como propósito presentar algunos elementos de reflexión sobre la génesis de los órganos especializados sobre los pueblos indígenas de Naciones Unidas con miras a reflexionar sobre la construcción social de los sistemas internacionales a partir de un caso específico. En este sentido, se centra en el análisis de los capitales, recursos y marcos discursivos movilizados por los diferentes agentes sociales que participan en estos escenarios internacionales para la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Estas instancias internacionales se han estructurado con base en foros e instituciones múltiples y complementarias, en las cuales circulan diferentes agentes sociales, informaciones, recursos financieros, simbólicos y, en particular, jurídicos. En ese sentido, pretende analizar las condiciones de producción del discurso sobre los derechos de los pueblos indígenas y las lógicas de funcionamiento de uno de los grupos especializados de Naciones Unidas: el grupo de trabajo sobre las poblaciones indígenas (GTPI). El material presentado es producto de una investigación etnográfica desarrollada en el seno del GTPI (Ginebra, julio de 2004), complementado con la revisión de documentos oficiales, informes especializados, intervenciones de las ONG indígenas, memorias de encuentros internacionales, instrumentos jurídicos internacionales y estudios especializados (en sociología de las relaciones internacionales) producidos en el marco de las actividades de Naciones Unidas sobre la “cuestión indígena”. El artículo está dividido en dos secciones principales. En la primera se presentan algunos elementos históricos del proceso de institucionalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas y la creación de los órganos especializados sobre el tema; en la segunda, algunos elementos de reflexión para una “etnografía de los sistemas internacionales” a partir del estudio del GTPI. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 90-118, semestre II de 2006

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Los primeros funcionarios especializados y la constitución de órganos especializados en Naciones Unidas Los primeros informes especializados sobre la “cuestión indígena” y la lucha contra la discriminación racial

La ONU es el laboratorio de la gobernanza mundial por excelencia, en el cual son puestas a prueba las capacidades de los indígenas para tomar en sus manos su destino. En este sentido, y a causa de las oposiciones fundamentales entre los Estados y los pueblos indígenas, esto genera horizontes y expectativas muy dispersas entre las diferentes organizaciones indígenas Irène Bellier En el marco de la discusión del derecho a la libre determinación de los pueblos en Naciones Unidas, Augusto Willemsem, jurista guatemalteco que hacía parte del grupo de expertos del Centro de Derechos Humanos en Naciones Unidas (Ginebra), fue designado como responsable de la elaboración del informe sobre la discriminación racial en los años sesenta. Fue la primera vez que un funcionario de Naciones Unidas se encargó de tratar el tema de forma preferencial y específica. Willemsem utilizó estratégicamente el “informe” para hacer recomendaciones sobre la necesidad de realizar un estudio especial sobre la discriminación racial frente a los pueblos indígenas. De esta manera, en 1971 el Consejo Económico y Social emitió concepto favorable para la realización del estudio bajo la dirección de José Martínez Cobo,1 diplomático ecuatoriano, miembro de la Subcomisión de Prevención de la Discriminación y la Protección de las Minorías.

Ecuatoriano, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Ecuador (1945). Embajador del Ecuador en el Reino Unido, Colombia, Uruguay y Chile. Chairman del OPANAL en México (1975-1977). 1

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En 1971, la Subcomisión de Prevención para la Discriminación y Protección de las Minorías, integrada por 26 expertos, designó a Martínez Cobo relator especial para la elaboración de un estudio detallado sobre la “discriminación de los pueblos indígenas y la adopción de medidas nacionales e internacionales para la eliminación de la discriminación racial”2 (la subcomisión recibió directamente el mandato del ECOSOC, resolución 1589 (L), el 21 de mayo 1971, parágrafo 7). En 1983 Cobo presentó un estudio complejo.3 El grupo de trabajo sobre las poblaciones indígenas (GTPI)

De acuerdo con las recomendaciones del informe, la subcomisión facilitó la creación del GTPI. Esta resolución autorizó el funcionamiento del grupo, en el marco de dos ejes de trabajo: 1. Para la revisión, el desarrollo, la promoción y la protección de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales de los pueblos indígenas. 2. Para el análisis de la evolución de los estándares de los derechos de los pueblos. (ECOSOC, Resolución 1982/34, 7 de mayo de 1982).

La primera sesión del GTPI tuvo lugar en Ginebra entre el 9 y el 13 de agosto de 1982, después de la sesión de la subcomisión. Desde entonces, el grupo se reúne todos los años durante dos semanas en el mes de junio. El GTPI fue constituido por cinco expertos inde2 M. Martínez Cobo (relator especial), “Estudio del problema de la discriminación contra las poblaciones indígenas”, documento de trabajo E/CN.4/Sub.2/1986/7, Subcomisión de Prevención de la Discriminación y la Protección de las Minorías, Organización de las Naciones Unidas, 1986. 3 El relator especial estudia una gama importante de problemas de derechos humanos, el rol de las organizaciones intergubernamentales, la eliminación de la discriminación, los problemas fundamentales relativos a los derechos humanos, al igual que acciones precisas frente a la salud, la vivienda, la educación, la lengua, la cultura, las instituciones del orden social y jurídico, el empleo, la tierra, los derechos políticos, las prácticas religiosas y la igualdad en materia de administración de justicia. Sus conclusiones, proposiciones y recomendaciones marcan una etapa importante en el exámen de los problemas de los derechos humanos de los pueblos indígenas por parte de la Organización de las Naciones Unidas. Un número importante de estos problemas son examinados y otros hacen parte de la resolución de la Subcomisión. Véase D. Sanders, “The legacy of Deskaheh: Indigenous peoples as international actors”, in: The Human Rights of Indigenous Peoples, Transnational Publishers, New York, 1998, p. 75.

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pendientes que a la vez eran miembros de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos del Hombre. El GTPI está abierto formalmente para la participación de todas las ONG indígenas. Sin embargo, solamente las organizaciones con recursos económicos importantes poseen una representación permanente en él. En este sentido, el GTPI se convirtió en un catalizador de múltiples iniciativas de los pueblos indígenas en el marco de la producción de un modelo de gobernanza mundial. En este contexto, múltiples conferencias internacionales y regionales tuvieron lugar durante los años setenta4 y en los inicios de los ochenta en Suecia y Australia, para la preparación de las reuniones de la primera sesión del GTPI. Esta participación fue preparada de acuerdo con los desarrollos del derecho internacional, la Convención de los Derechos Civiles y Políticos, así como la Convención de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. El primer grupo de dirigentes indígenas internacionales participó por primera vez en las sesiones de Naciones Unidas en 1982 en el marco del GTPI. A partir de ese momento, toda persona indígena o representante de una organización indígena puede participar formalmente en dicho grupo. Así, fue creado el Fondo Voluntario de las Naciones Unidas para los Representantes Indígenas y se asignaron acreditaciones especiales (estatuto consultivo ECOSOC) a las organizaciones indígenas para la participación en las reuniones especializadas. En 1995 había trece ONG indígenas que contaban con el estatuto consultivo ECOSOC, que participaban activamente en las actividades del GTPI: 1.

World Council of Indigenous Peoples (WCIP): esta organización era uno de los proyectos de la National Indian Brotherhood de Canada (Assembly of First Nations).

La Conferencia de los Pueblos del Ártico, llevada a cabo en Copenhague en 1973, contó con la participación de los representantes de Groenland: los Sami, los Inuits, Dene, Metis y los Nunavut, entre otros. Esta reunión fue calificada como el inicio del movimiento indígena internacional. 4

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International Indian Treaty Council (IITC): establecido por el Gobierno de los Estados Unidos en el marco de las negociaciones con el movimiento indígena amerindio para el reconocimiento internacional de los tratados de los pueblos indígenas. Desde 1970, esta organización lleva a cabo actividades de lobbying en Naciones Unidas. Indian Law Resource Centre (ILRC): organización pública de abogados que trabaja para el apoyo de los Gobiernos tradicionales en los Estados Unidos y en Nicaragua. Four Directions Council: en su inicio era una de las organizaciones compuesta solo por representantes indígenas. Actualmente, se trata de una organización de abogados y universitarios (Mikmaq Russel Barsh). National Indian Youht Council: organización norteamericana. National Aboriginal and Islander Legal Services Secretariat: organización australiana (Paul Coe). Inuit Circumpolar Conference (ICC): representa a los Inuit en los Estados Unidos, Canadá, Groenlandia, Dinamarca y Rusia. The Indian Council of South America (CISA). Saami Council: organización que representa a los Saami en Noruega, Suecia, Finlandia y la Federación Rusa. Grand Council of the Crees (Quebec). Indigenous World Association. International Organization of Indigenous Resource Development (IOIRD). Aboriginal and Torres Strait Islander Commission: fue establecida por el Gobierno australiano. Sus miembros fueron elegidos por los indígenas australianos. Sin embargo, no se trata de una ONG, sino de un órgano consultivo del gobierno australiano con una autonomía relativa en la práctica.5

Según Sanders, en el período de institucionalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas, ciertas organizaciones indígenas constituyeron vehículos personales para la visibilización de dirigentes indígenas específicos. Es el caso de la National Aboriginal and Islander Legal Services Secretariat (Australia) y del líder indígena Paul Coe. Así mismo, la organización indígena Indigenous World Association constituyó un vehículo personal del profesor Roxanne Dunbar Ortiz, personaje muy controvertido que fue excluido del International Indian Treaty Council.6

5 6

D. Sanders, op. cit., 1998, p. 80. Ibíd., p. 79. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 90-118, semestre II de 2006

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En 1998, la Asociación Kunas Unidos por Nabguana y la Asociación cultural Sejekto de Costa Rica recibieron el estatuto consultivo (ECOSOC). Sin embargo, a pesar de esta “apertura” del sistema de Naciones Unidas para la participación de los pueblos indígenas, la mayoría de las organizaciones indígenas están basadas en los países del sur, lo que implica limitaciones para su participación, por razones económicas y políticas (recursos para los desplazamientos, obtención de visas y otorgamiento de las acreditaciones especializadas).7 Según Irène Bellier, el Movimiento Indígena Internacional de los años noventa, usuario del sistema de Naciones Unidas, deriva del reconocimiento del principio de la libre determinación de los pueblos. Este movimiento está compuesto por organizaciones indígenas de 77 países aproximadamente. No obstante, las organizaciones indígenas norteamericanas han tenido una participación muy importante en el marco de las negociaciones internacionales. La emergencia del Movimiento Indígena Transnacional tuvo lugar con el desarrollo de dos procesos fundamentales en el continente americano: el proyecto de la Declaración Interamericana de los Derechos de los Pueblos Indígenas8 (OEA), con la puesta en funcionamiento de un grupo asociado a la reflexión sobre los derechos colectivos, y el proyecto de Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas.9 Sin embargo, a principios de los años ochenta, la categoría de “pueblo indígena” no hacía parte del lenguaje de la ONU y las organizaBurger, 1998, p. 4. El grupo de trabajo para el proyecto de Declaración Americana fue creado por el Consejo Permanente en 1999 en el marco de las instrucciones de la Asamblea General de la OEA. El proyecto original fue presentado por la CIDH. Este documento fue revisado durante el período 1999-2003, en el marco de la realización de sesiones especiales, reuniones con expertos jurídicos y de reuniones técnicas. Un nuevo documento fue preparado a partir de los comentarios de los representantes de los Estados, de las organizaciones indígenas y de los organismos especializados. Las negociaciones sobre el proyecto se desarrollan en el seno de la OEA, a partir de noviembre del 2003. 9 Irène Bellier, “L’organisation des Nations Unies et les peuples autochtones”, Socioanthropologie, núm. 14, segundo semestre de 2003, p. 2. 7 8

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ciones indígenas no tenían derecho a sesionar entre los Estados miembros. Los Estados querían impedir así el acceso de los representantes indígenas a la sociedad de Naciones, puesto que la “cuestión indígena” implicaba apuestas políticas fundamentales, como la explotación de los recursos naturales en los territorios indígenas y la definición jurídica de los pueblos indígenas como sujetos del derecho internacional: Estos pueblos y Naciones poseen una continuidad histórica con las sociedades precedentes y la colonización de sus territorios. Estos pueblos se consideran distintos de otros sectores de la sociedad precedente a la conquista y a la colonización de sus territorios. Ellos hacen parte de sectores no dominantes de la sociedad y están determinados a preservar, desarrollar y transmitir a las generaciones futuras sus territorios ancestrales y su identidad étnica, sobre la base de su existencia continua en tanto que pueblo, en relación con sus propios sistemas culturales, sus sistemas legales y sus instituciones sociales.10

Hacia la constitución de una instancia permanente en Naciones Unidas: los “diplomáticos indígenas”

La idea de la creación de una instancia permanente de reflexión sobre los pueblos indígenas aparece en los seminarios de Naciones Unidas que tuvieron lugar en Groenlandia. En 1992, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, las diferentes agencias de la ONU hicieron énfasis en los mecanismos de incorporación de los pueblos indígenas en las políticas de sus programas. En 1993, la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos hizo una recomendación a la Asamblea General de Naciones Unidas para la creación de un foro permanente para las cuestiones indígenas. Ese mismo año, la Asamblea General declaró el año internacional de los pueblos indígenas y en 1994 el decenio de los pueblos indígenas con la Resolución 48/163 (1994-2004).

Ibíd., p. 4. La definición de “pueblo” implica algunos problemas de continuidad histórica entre los pueblos actuales y los indígenas del período colonial. Igualmente, existe el tema de las migraciones actuales de los pueblos indígenas en América del Norte, lo que complica aún más la definición de “pueblo indígena”. 10

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En junio de 1995 tuvo lugar un seminario de trabajo en Copenhague (Dinamarca), para reflexionar acerca de la creación del foro permanente y sobre las fuentes de su financiamiento. Erica-Irene Daes, experta de la ONU, propuso durante la sesión el apoyo de agencias especializadas, como UNIFEM, que trabajaba con diez sub-regionales en Asia, el Pacífico, América Latina y África. Estos programas de desarrollo podrían dar su apoyo a las reuniones del staff compuesto por diez miembros elegidos por un período de cuatro años.11 Según Rodolfo Stavenhagen –actual relator especial para las libertades y la protección de los derechos de los pueblos indígenas–, la otra fuente de financiamiento era el Fondo Indígena, que no tenía recursos, pero a través del cual era posible obtener apoyo de la Unión Europea, el Banco Mundial y otros organismos. Un segundo seminario de trabajo tuvo lugar en Chile en 1997. Encuestas especializadas se desarrollaron bajo la coordinación de funcionarios especializados de Naciones Unidas sobre los pueblos indígenas. Erica-Irene Daes, el relator especial de la Subcomisión sobre la “cuestión indígena”, hizo un estudio sobre la protección de la propiedad intelectual y cultural de los pueblos indígenas, que fue presentado a la Subcomisión en 1996. Del mismo modo, en 1997 la Subcomisión autorizó un estudio sobre los pueblos indígenas y los territorios. También se desarrollaron seminarios especializados sobre el tema del racismo contra los pueblos indígenas (Ginebra, 1989), el derecho a la libre determinación de los pueblos (Nuuk, 1991), el desarrollo sostenible (Santiago de Chile, 1992) y las reivindicaciones territoriales de los pueblos indígenas. En los años noventa tuvo lugar un proceso de institucionalización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas. Irène Bellier descri-

Los cinco miembros de los gobiernos fueron elegidos por el Consejo Económico y Social, y los cinco miembros indígenas de cinco regiones del mundo, fueron nominados por las organizaciones indígenas y presentados a la Secretaría General. 11

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be este proceso como “la construcción de una alianza para la acción entre los Estados y los pueblos indígenas”. Así, durante los años noventa y a principios de la presente década, la “cuestión indígena” ha sido el centro de la discusión sobre los derechos humanos y la división de los asuntos económicos y sociales, lo que generaría las condiciones para la creación de la Instancia permanente sobre las cuestiones indígenas como órgano del Consejo Económico y Social, en Nueva York.12 El movimiento indígena transnacional y los expertos indígenas

En este contexto, el “movimiento indígena se desplega a escala global” al final del período 1990-2000. Paralelamente, los Estados utilizan estratégicamente el discurso del multiculturalismo para apaciguar las tensiones locales y responder a la presión internacional de las organizaciones sociales, en el marco de las denuncias por la implementación de los megaproyectos económicos y la violación de los derechos de los pueblos indígenas. Todo esto tiene lugar en medio de la inserción de las principales organizaciones indígenas internacionales en el sistema de Naciones Unidas, las cuales fueron acreditadas por el Consejo Económico y Social. La acreditación de las ONG indígenas exigió un largo proceso de instrucción y aval de los Estados miembros; así mismo, hizo posible la emergencia del “representante indígena”, que hace las veces de intermediario entre las organizaciones indígenas nacionales y locales, y las organizaciones internacionales.13 Estos “intermediarios” se volvieron vectores de exportación e importación del derecho internacional al nivel local-nacional-internacional. La participación de los “representantes indígenas” en tales

12 Irène Bellier, “Mondialisation et redéploiement des pratiques politiques amérindiennes: esquisses théoriques”, Recherches Amérindiennes au Québec, vol. XXXI, núm. 3, 2001, pp. 3-11; et coordination du numéro Mondialisation et stratégies Politiques Autochtones, 2001. 13 Irène Bellier: “Un Estado puede en todo momento solicitar la suspensión de una. De esta manera, los Estados tienen el poder de limitar el número de organizaciones indígenas participantes en los trabajos de la Comisión de Derechos Humanos” [Bellier, 2003: 7].

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espacios hizo posible un proceso de profesionalización y la puesta en marcha de las redes de experticio sobre la “cuestión indígena”. A continuación se cita un parágrafo de la experiencia de uno de los diplomáticos indígenas más conocidos del caucus de América Latina en Naciones Unidas, el embajador alterno de Guatemala y presidente del grupo de trabajo para el proyecto de Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas (OEA), Juan León: De acuerdo a mi experiencia en las instancias internacionales, yo quisiera hacer un llamado sobre la gama y el tipo de derechos que se mezclan, entre los cuales la libre determinación no constituye sino una parte. Hay que trabajar sobre una visión universalista de los derechos de los pueblos indígenas. Si sólo ponemos el énfasis sobre la cuestión de la autonomía, existe un gran riesgo, pues no se trata del único derecho que existe. No existe una fórmula preescrita sobre el derecho de la libre determinación de los pueblos. Lo más importante es, justamente, lo que nosotros representamos como pueblos indígenas del continente americano. Los principios y la protección de los derechos a la vida colectiva de los pueblos indígenas y a la vida individual, y los derechos territoriales. Hay que señalar que las estrategias para las minorías no son las mismas que para las mayorías. Los pueblos indígenas de Guatemala representan el 70 por ciento sobre la población total, es decir casi 8 millones sobre 12 millones. Mi pueblo, los K’iche’ somos alrededor de un millón y medio de indígenas. Representamos un peligro grandísimo para los poderes económicos y políticos de nuestros países. Por eso en dos o tres generaciones nuestros compañeros tomaron las armas. Por el momento estoy interesado en la negociación política. ¡Después de 36 años de conflicto armado no hemos ganado nada!14

Esta intervención muestra cómo la lucha por la autonomía está en el centro de la agenda del Movimiento Indígena Transnacional. Juan León muestra también cómo el uso exclusivo del marco de la autonomía conoce fuertes críticas en el escenario internacional. Por esta razón, y con la “infiltración” de los representantes indígenas en las diferentes instancias internacionales y sus interacciones con los 14 Intervención de Juan León, embajador de Guatemala, presidente del grupo para la Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas, París, abril de 2005.

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agentes del desarrollo, se produce un verdadero cambio y hay un desplazamiento hacia otros ejes de reivindicación cultural. Juan León constituye el perfil social del actor que pertenece a redes globalizadas, lo que le permite la movilización de recursos y de capitales colectivos en función de las estrategias y los recursos personales. Aunque hace parte de un grupo social dominante, durante una entrevista hizo énfasis en su pertenencia al grupo de diplomáticos indígenas, los cuales se encuentran socialmente dominados en el marco de las interacciones sociales por los “verdaderos diplomáticos indígenas” de Naciones Unidas: Ellos pensaban que yo hacía parte del servicio (…), Cuando llegué por primera vez a la ONU, yo tenía mucho miedo. Ese mundo de diplomáticos me era absolutamente extraño, es en ese mundo que me convertí en diplomático indígena. Cuando llegué por primera vez a los Estados Unidos como embajador alterno, fue terrible, pues la gente del servicio, la gente que daba los documentos a los funcionarios no me percibían como un diplomático. Cuando yo solicitaba documentos, me decían que ya no había más copias. Ellos pensaban que yo hacía parte del servicio. Luego cuando supieron que yo hacía parte del cuerpo diplomático, su actitud cambió. Existe una fuerte discriminación en el mundo de los diplomáticos contra nosotros. La diplomacia se aprende solamente en terreno. Es por esto que estoy trabajando en la idea de la puesta en marcha de una escuela de diplomacia indígena para los líderes de América Latina.15

La segunda generación de esta élite indígena internacional ha recibido una primera formación por medio de becas-pasantías en el seno de la Comisión de los Derechos Humanos en Ginebra. Sin embargo, a pesar de la existencia de un grupo reconocido de diplomáticos indígenas en Naciones Unidas, de acuerdo con las entrevistas realizadas, los representantes indígenas de América La15 Tuve la oportunidad de realizar algunas entrevistas con Juan León durante el encuentro sobre “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina” (EHESS-BID), en París, 2005. Juan León es uno de los diplomáticos indígenas más importantes de América Latina, pues hace parte del cuerpo diplomático de Guatemala en los Estados Unidos; igualmente, es el presidente del grupo de trabajo sobre el proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

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tina ocupan un lugar marginal en el seno de los grupos especializados de la ONU. Durante estas entrevistas, algunos representantes denunciaron las relaciones de dominación existentes entre los expertos de la ONU, los representantes de los Estados, las ONG y los representantes indígenas: Nosotros participamos en estas instancias internacionales como informadores, para presentar informaciones, pero no somos verdaderos actores. Yo he participado varias veces en el Foro Permanente, pero la cuestión del financiamiento es siempre un problema. Yo admiro profundamente el caso de las mujeres de la organización continental de las Américas, que participan directamente en las instancias internacionales sin pasar por la intermediación de las ONG no indígenas. Pero para ello es necesario tener información sobre el funcionamiento del sistema internacional y tener una formación sobre la manera de presentar informes. De otra manera, se plantea el problema de la gestión de la diplomacia. Muchas veces los indígenas llegamos con una actitud de confrontación con los Estados y es tal vez por eso que nunca avanzamos suficientemente en las negociaciones.16

Esta intervención muestra cómo el acceso al ámbito internacional es un privilegio de algunas organizaciones indígenas y no indígenas internacionales que desempeñan un rol de courtiers internationaux en el marco del lobbying multinivel en los sistemas internacionales. Esta actividad profesional exige a los diplomáticos indígenas la movilización de capitales sociales, políticos, culturales y escolares elevados. Igualmente, esta intervención planteó la cuestión de la legitimación de la representación política indígena internacional. En este contexto, la representante indígena denunció la falta de mecanismos de articulación entre los diferentes niveles de acción política de las organizaciones indígenas. En este sentido, el grupo de “representantes indígenas internacionales” son objeto de una doble “descalificación”: por una parte, no son reconocidos como verdaderos “burócratas internacionales” por el personal de la ONU; por otra, son estigmatizados a nivel local como “élites burocráticas”: 16 Intervención de Avelina Pancho, dirigente CRIC (Colombia), en el encuentro “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina (EHESS-BID)”, París, abril de 2005.

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Ese es el caso de uno de los expertos indígenas del Foro Permanente, Antonio Jicamanoy (colombiano) y en general de todos los representantes indígenas internacionales. Más que cualquier cosa, se trata de turistas internacionales que no tienen ninguna articulación con las organizaciones indígenas de base. Los pueblos no tienen una concepción global de funcionamiento de las organizaciones internacionales y por ello, hay una fuerte dependencia de las ONG especializadas en derechos humanos (no indígenas). Existen, sin embargo, alianzas entre algunas ONG de derechos humanos y ONG indígenas para hacer posible la gestión de la causa indígena en el marco de las actividades de las instancias internacionales.17

A continuación se presenta la intervención del alcalde mapuche Adolfo Millabur sobre el mismo tema: Yo me pregunto cuándo será el día en que los indígenas vamos a volvernos expertos y a proponer soluciones para los problemas de la humanidad. Tal vez eso será cuando los extraterrestres vengan y así nos uniremos todos para intentar comprender a los extraterrestres. Yo sabía que existía la OEA, pero fue solamente cuando tuve que hacer una intervención allá que me sentí muy mal y me di cuenta de que yo no sabía cómo funcionaba ese sistema. Yo soy un líder indígena intermedio, ahora imagínense qué se puede esperar de un líder de una organización local. En el marco de las luchas actuales, es necesario comprender la telaraña jurídica y política internacional, y para ello necesitamos líderes especializados en ese tema. Sin embargo, hay que establecer mecanismos de control de los representantes indígenas internacionales para que si un dirigente indígena internacional no respeta la autoridad de las organizaciones de base, sea posible expulsarlo de la organización. De esta manera, el gobierno da financiamiento a dirigentes indígenas de su línea política y de esta manera, al tener un representante indígena “cooptado”, las negociaciones se bloquean a nivel internacional. Las ONG colaboran con esta estrategia. Es una ilusión pensar que los dirigentes indígenas somos personas disciplinadas. Por esta razón, todo representante internacional debe tener una articulación con las bases para que en el marco de las discusiones de la ONU, las ideas puedan circular rápidamente hacia abajo. Los que hacen las leyes no las hacen de manera neutral, hay siempre un interés.18

Con la inserción de las organizaciones indígenas en las luchas internacionales de reivindicación, los diferentes agentes especializados Ibíd. Intervención de Adolfo Millabur, alcalde mapuche, encuentro “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina” (EHESS-BID), París, abril de 2005. 17 18

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del campo del poder han construido una distinción de principio entre los “verdaderos líderes de base” –que pertenecen a las organizaciones indígenas (locales y nacionales)– y los “burócratas indígenas internacionales”. Esta frontera entre “verdaderos dirigentes indígenas de base” y los que “se venden” fue construida a partir de la idea de que existe un modelo político en las comunidades que exige “quedarse” en la comunidad. En este escenario, hay ONG como IGWIA que han jugado un rol fundamental para la participación de los representantes indígenas en instancias internacionales. Una ONG como el Consejo Mundial de los Tratados indígenas es una de las organizaciones que, desde sus inicios, decidió no aceptar los recursos del Gobierno. Todo esto en relación con la esencia de instancias internacionales como el Foro Permanente. Este espacio fue construido a partir de esfuerzos terribles. Pero creo que las organizaciones perdimos la esencia del Foro. Es decir, el Foro sigue siendo un espacio de denuncia y no de recomendaciones. El Foro se volvió un Foro elitista, que no posee una verdadera eficacia, aunque esté ligado al ECOSOC. No es una crítica para los miembros del Foro, es una crítica para la evolución del trabajo del Foro. La idea de este Foro consistía en poner en relación, en doble sentido, las comunidades y la cuestión regional, hacia lo nacional e internacional, es decir hacia la ONU. Yo quisiera pedirles a los compañeros colombianos que nos contaran si la gente del Foro ha llegado a las comunidades para recoger información. En Guatemala no ha sido así. No quiere decir que yo esté poniendo en cuestión la representatividad del Foro, en este sentido, pongo en tela de juicio mi propia representación. El Foro se volvió un espacio cerrado, sin muchas posibilidades de acción. No existe realmente una infraestructura para la gestión. La Comisión de derechos humanos ha dado un tiempo para la revisión del Foro, yo creo que el movimiento internacional de los pueblos indígenas debe realizar una revisión del Foro. Igualmente, es muy importante que el movimiento indígena haga la inclusión de la dimensión internacional en su agenda nacional19

En efecto, las “idas y venidas” y la circulación a través de los diferentes niveles de representación han implicado para los dirigentes indígenas una cooperación con la burocracia (nacional e internacional). En cierto sentido, estas prácticas de lobbying internacional han expuesto a los representantes indígenas a la cooptación y a la 19 Intervención de Juan León, embajador alterno de Guatemala, Encuentro “Experiencias de gobiernos indígenas en América Latina” (EHESS-BID), París, abril de 2005.

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“absorción por parte de la máquina discursiva” en el proceso del “diálogo internacional”.20 En este contexto, se quiso retomar la idea de Irène Bellier, quien afirma que el “diálogo en la ONU” no es virtual, puesto que permite el avance de la reflexión sobre los medios para hacer progresar el respeto de la diversidad, a pesar de las asimetrías en la distribución de capitales culturales, jurídicos y políticos, y recursos económicos entre las organizaciones indígenas del Norte y del Sur. Sin embargo, la diferencia de los recursos movilizados por las diferentes organizaciones indígenas y los capitales poseídos por los diplomáticos indígenas repercute en los tipos de participación política y en una fuerte división del trabajo político y jurídico internacional en el seno de los grupos especializados de Naciones Unidas. En efecto, Irène Bellier muestra la paradoja de la apertura del GTPI: estos “mecanismos selectivos (…) muestran una lógica de definición de las prioridades, una reflexión sobre el posicionamiento en el seno de la comunidad internacional y en fin, en lo que concierne a los indígenas, una especialización temática (cuestiones de medio ambiente, resolución de conflictos, propiedad intelectual y derecho a la libre determinación de los pueblos)”.21 Observación participante en el GTPI: elementos para una etnografía de los sistemas internacionales22 El GTPI

El GTPI constituyó durante años una instancia de denuncia sobre las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas. Este espacio fue utilizado por dirigentes de organizaciones indígenas para “alimentar” las reflexiones de los cinco expertos sobre pueblos indígenas de la ONU. Irène Bellier, 2003, op. cit., p. 8. Irène Bellier, 2001, op. cit., p. 9. 22 En esta parte del artículo se presentan algunos de los materiales etnográficos producidos durante la investigación realizada en Naciones Unidas en el GTPI (Ginebra, julio de 2004). 20 21

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Miguel Alfonso Martínez Hadji Guissé Formación: Derecho, diploma del Centro Nacional Francés de Estudios Judiciales de París; diploma del Instituto Internacional de los Derechos Humanos de Estrasburgo; antiguo director de la Academia Internacional de La Haya; antiguo auditor de la Comisión de derecho internacional Trayectoria profesional: juez, director, consejero de la Corte de Apelaciones; presidente de la Sala de Apelaciones; relator especial de Naciones Unidas; presidente de la Comisión Especializada de la Comisión Nacional para la Unesco. Françoise Hampson Trayectoria profesional: profesora de derecho de la Universidad de Essex, consultora sobre temas humanitarios, Comité de la Cruz Roja Internacional, ONG (OXFAM). Antoanella Iulia Motoc Relatora especial de Naciones Unidas para los Derechos del Hombre en la República Democrática del Congo (RDC) Formación: abogada Trayectoria profesional: ha trabajado en la Subcomisión de Naciones Unidas para la Promoción y la Protección de los Derechos Humanos Yozo Yokota Formación: doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Tokyo Trayectoria profesional: profesor de derecho internacional de la Facultad de Derecho, Universidad de Japón Miembro de la Asociación de Derecho y de la Asociación Internacional de Derecho Económico 31 Estados, 12 oficinas de Naciones Unidas, agencias especializadas, ONG indígenas y no indígenas (alrededor de 871 participantes) Fuente: elaboración propia.

Miembros del grupo Cinco expertos

Tabla 1. Conformación del GTPI

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La “alianza” entre los Estados y las organizaciones indígenas

La construcción de la Alianza para la Acción (1999-2004) tenía como tema principal la clarificación de las apuestas de la representación y la participación indígena. Según Irène Bellier, durante varios años el GTPI sirvió de tribuna a los pueblos indígenas que aprovecharon un espacio de apertura institucional para denunciar las violaciones de sus derechos a partir de la exposición de casos precisos. Igualmente, este espacio constituyó un lugar privilegiado para acceder a los recursos internacionales movilizados en Naciones Unidas. Para Bellier, el GTPI constituye por excelencia un “laboratorio de la democracia participativa” de los pueblos indígenas. En este contexto, la creación del GTPI permitió la consolidación de un espacio de encuentro entre los usuarios del sistema y los expertos de la ONU para la recolección de informaciones privilegiadas. Estas informaciones alimentan con datos precisos los procesos de racionalización política y jurídica. Cuadro 1. Acerca del GTPI Creado a través de la Resolución 1982/34 del Consejo Económico y Social. El grupo de trabajo sobre los pueblos indígenas es un órgano subsidiario de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos del Hombre, que se reúne todos los años en Ginebra. El grupo de trabajo tiene un doble mandato: - Hacer los informes de hechos nuevos concernientes a la promoción y la protección de los derechos del hombre y las libertades fundamentales de los pueblos indígenas. - Hacer un seguimiento a la evolución de las normas internacionales relativas a los derechos de los pueblos indígenas. El grupo de trabajo está compuesto por expertos independientes y miembros de la subcomisión –uno por región geopolítica del mundo. El grupo está abierto a los representantes de todas las poblaciones indígenas, las organizaciones y las asociaciones. El espíritu de apertura que caracteriza las sesiones del grupo de trabajo, en las cuales participan los representantes de los Gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y los organismos de Naciones Unidas, reforzó su posición de centro neurálgico de la acción internacional relativo a las cuestiones indígenas. El grupo de trabajo es, actualmente, una de las principales instancias de Naciones Unidas en el tema de los derechos humanos.

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El Fondo de Contribuciones Voluntarias de Naciones Unidas para las Poblaciones Indígenas fue creado en 1985, con el fin de ayudar a los representantes de las poblaciones indígenas y a sus organizaciones para participar en las deliberaciones del grupo de trabajo. El mismo año, el grupo de trabajo comenzó a elaborar un proyecto de declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas teniendo en cuenta los comentarios y sugerencias de los participantes en las sesiones, y en particular aquellos comentarios de los representantes indígenas y de los representantes de los Gobiernos. En su sesión número 11, en julio de 1993, el grupo de trabajo se puso de acuerdo sobre el texto final del proyecto de declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas y fue sometido a la Subcomisión. En la sesión de 1996, el grupo de trabajo sobre las poblaciones indígenas decidió tratar temas específicos. Durante sesiones anteriores, se habían tratado cuestiones como la salud de las poblaciones indígenas, el medio ambiente, la tierra y el desarrollo sostenible, la educación y la lengua, la relación entre las poblaciones indígenas y la tierra, los niños y los adolescentes, y el derecho al desarrollo de las poblaciones indígenas. Fuente: Mandato del GTPI, Naciones Unidas.

Los participantes en las sesiones del GTPI

Los representantes de los organismos internacionales, de los organismos multilaterales y de la Unión Europea están ubicados al lado de los Estados durante el desarrollo de las plenarias. Por el contrario, las organizaciones indígenas ocupan toda la gran sala del Grand Palais durante algunas semanas de julio, cada año en Ginebra. La organización espacial de la Asamblea General de los Estados sufre una inversión en su orden durante las sesiones del GTPI. Los diferentes representantes de las ONG indígenas ocupan las sillas que se encuentran frente a la mesa de dirección. La organización de la sala devela los regionalismos y las alianzas geopolíticas entre las organizaciones indígenas. Durante dos semanas, estas sillas de la gran sala representarán el espacio de negociación entre los Estados y las organizaciones indígenas. El rol de este espacio de encuentro es trazar las orientaciones “legítimas” a nivel técnico, político, jurídico y teórico para la movilización de la “cuestión indígena” en Naciones Unidas como un sujeto central en las discusiones del derecho internacional de los derechos humanos. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 90-118, semestre II de 2006

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La dinámica de las sesiones Los caucus indígenas

Las organizaciones indígenas de las diferentes regiones del mundo hacen parte de los caucus indígenas. El Caucus del Ártico ocupa una fila en el fondo de la sala. Los miembros del Caucus de América Latina ocupan las filas situadas en la parte media de la sala. Por otro lado, los Estados participan en el GTPI a través de las misiones diplomáticas. En este espacio social los representantes indígenas se desplazan a lo largo de la sala para discutir entre ellos, con los representantes de los Estados, la prensa, los investigadores, los expertos de la ONU y las agencias de financiación. Las interacciones entre los delegados de los Estados y los representantes de las organizaciones indígenas hacen posible la emergencia de instancias privilegiadas para la negociación de proyectos, la obtención de recursos, el establecimiento de alianzas y la negociación del proyecto de declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas. Este espacio social hace posible la movilización internacional de la “cuestión indígena” y la emergencia de una zona de interacción privilegiada que invierte provisionalmente las reglas de juego del campo del poder internacional. Los representantes indígenas hacen intervenciones en el marco de la agenda del grupo y sobre los puntos de discusión propuestos por el presidente del GTPI.23 Algunas reuniones paralelas son organizadas con la participación de ONG internacionales para la negociación de proyectos con las diferentes organizaciones indígenas durante las horas de las comidas. Igualmente, las organizaciones indígenas proyectan películas y documentales en la sala del Gran Palacio de Naciones Unidas. En el mismo sentido, mercados artesanales improvisados son manejados por mujeres jóvenes indígenas en medio del corredor central. Hay también ventas de libros Por ejemplo, 21 representantes indígenas se inscribieron para participar en el punto 4 sobre mecanismos alternativos de resolución de conflictos en la sesión del GTPI de julio del 2004. Cada participante hizo una presentación de cinco minutos. 23

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y difusión de reportes especializados elaborados por las diferentes organizaciones sociales, al igual que muestras culturales. Los caucus indígenas regionales se reúnen durante la noche después de las plenarias para la discusión de las estrategias de negociación bajo la coordinación de los principales diplomáticos indígenas. La participación de los representantes de los Estados está prohibida en las discusiones de los caucus indígenas. Igualmente, ONG suizas e internacionales organizan actividades sociales en la noche. En este encuentro anual, múltiples dinámicas sociales, de management, culturales y políticas se entrecruzan. La secretaría técnica del GTPI está a cargo del equipo de Julian Burger (Comisión de Derechos Humanos). La coordinación logística del grupo es realizada por el Docip24 y la Comisión de Derechos Humanos. Estudiantes voluntarios y pasantes de la comisión se encargan de la traducción de los textos de los participantes, de las fotocopias, de la distribución a los interesados y de la secretaría logística del grupo. Las sesiones del GTPI

Según Irène Bellier el GTPI se ha constituido en un nuevo escenario político que se “juega” en la ONU, aunque aparece como marginal, con relación a otros problemas geopolíticos globales, es muy significativo: Los representantes de los pequeños pueblos del mundo, desde 1922, se han apoyado en la audiencia internacional para evocar los inmensos problemas que tienen desde los primeros tiempos de la colonización. Hoy estos pequeños pueblos disponen de un escenario donde pueden encontrarse, intercambiar saberes, formular denuncias y organizarse para ser considerados como actores políticos. Esta movilización extraordinariamente compleja, me ha llevado a interesarme en la construcción de una comunidad política transnacional de un género nuevo.25

Esta ONG tiene el monopolio de la producción de la información sobre las actividades sobre los pueblos indígenas en la ONU. 25 Irène Bellier, 2003, op. cit., p. 53. 24

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Los representantes indígenas que participan en el GTPI son originarios de poblaciones muy diversas y dispersas en el globo, localizadas en el margen del poder de los Estados y con capitales económicos muy bajos. Por esta razón, la “cuestión indígena” ocupa un lugar marginal en las actividades de la ONU. Sin embargo, el debate sobre el derecho de la libre determinación de los pueblos implicó un aumento dramático de la participación de los Estados en el GTPI, en el marco de la puesta en marcha de un grupo de expertos para el proyecto de Declaración en 1995, después de una larga indiferencia durante el decenio 1981-1991.26 Implícitamente, la cuestión del derecho a la libre determinación de los pueblos constituye para los Estados la cuestión de la secesión y para los pueblos indígenas la búsqueda de fundamentos jurídicos muy importantes para sus reivindicaciones. En este sentido, a lo largo de los últimos años, los Estados se han posicionado en bloques alrededor de la discusión de la libre determinación de los pueblos. Cuadro 2. Las sesiones del GTPI en 1993 Durante la sesión del GTPI en 1993, los Estados Unidos se opusieron radicalmente a toda alusión al derecho de la libre determinación en el proyecto de Declaración. El Gobierno de Finlandia se opuso al concepto de autodeterminación y propuso el uso del concepto de autonomía. El debate sobre el derecho de la libre determinación se desarrolló a lo largo de tres jornadas del GTPI y las posiciones de los bloques de Estados, que comenzaron a dibujarse. El GTPI inició sus sesiones y un proceso de acreditación especial fue puesto en marcha. La discusión sobre el artículo 3 (el derecho a la libre determinación) hizo visible las estrategias políticas y las alianzas entre las diferentes organizaciones indígenas y los Estados. La primera posición es la de los Gobiernos “amigos del proyecto”, como el caso de los Gobiernos de Dinamarca, Noruega, Finlandia, Australia, Bolivia, Cuba y Fidji, los cuales dieron su apoyo para el reconocimiento del derecho a la libre determinación. Los gobiernos de Chile, Colombia, El Salvador e Indonesia, aceptaron el concepto de la libre determinación y sugirieron una formu-

Continúa En 1991 los siguientes Gobiernos participaron a las sesiones del GTPI: Australia, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Chipre, Dinamarca, El Salvador, Finlandia, Francia, Grecia, India, Indonesia, Japón, Myanmar, Nueva Zelanda, Noruega, Perú, Filipinas, Senegal, España, Sri Lanka, Suecia, URSS, Reino Unido, Estados Unidos y Venezuela. 26

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lación del artículo que protegía la integridad territorial de los Estados. El segundo grupo de países (Suecia, Nueva Zelanda y Canadá) aceptaron la categoría de la libre determinación “como principio” pero en el nivel de las prácticas, afirmaron que su significación puede ser “ambigua”. El último grupo de países27 (Estados Unidos, Brasil, Argentina, India, Japón y Francia) criticaron el lenguaje de la libre determinación y propusieron el lenguaje de la “autonomía”. Fuente: M. Lâm, At the edge of the State: Indigenous Peoples and self-determination, Transnational Publishers, Inc., New York, 2000, p. 71.

La participación de las organizaciones indígenas en el GTPI: los representantes indígenas colombianos (julio de 2004)

Con el objeto de entender la participación de las organizaciones indígenas en el GTPI y las interacciones sociales entre ellas, los expertos de la ONU, las ONG de derechos humanos y los representantes de los Estados, han analizado las prácticas de participación política de las organizaciones indígenas colombianas en el GTPI. A continuación se presentan algunos materiales etnográficos producidos durante las observaciones de las sesiones del GTPI (julio de 2004). Posteriormente, se cita una parte de mi diario de campo: Cuando llegué por primera vez a los grupos de trabajo especializados de Naciones Unidas en Ginebra, encontré tres de los dirigentes indígenas colombianos que representaban una delegación diplomática indígena “improvisada”. En primer lugar, hizo su intervención Leonor Zalabata, una dirigente muy reconocida a nivel nacional, quien además participa en las instancias internacionales desde hace algunos años. Ella ha participado, especialmente, en las discusiones sobre la cooperación con las redes de protección de la biodiversidad y los derechos del hombre. Leonor Zalabata, durante las sesiones del GTPI, lanzó denuncias contra el Estado colombiano sobre los casos de desplazamiento forzado por la violencia de pueblos indígenas, las nefastas consecuencias de las fumigaciones de cultivos ilícitos y la implementación de megaproyectos económicos. La intervención de esta dirigente versó principalmente sobre denuncias contra el “Plan Colombia” y la puesta en marcha de un programa de lucha contra los

27 Francia, Estados Unidos y Japón se opusieron al reconocimiento de derechos colectivos en el marco del proyecto de Declaración.

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cultivos ilícitos.28 Denunció también las prácticas de militarización de la política de “seguridad democrática” del Estado colombiano y las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas por los agentes económicos transnacionales. Otra representante de las organizaciones indígenas colombianas, es Luz Mila, del pueblo Wayú (Guajira); una joven abogada indígena que trabajaba en una organización local, en el marco de la aplicación de la jurisdicción especial indígena. Esta representante indígena hizo una intervención sobre el punto de la consulta previa, libre e informada. Según la representante, en la Guajira existen 25 megaproyectos los cuales fueron puestos en marcha en el año 2000. Esta implementación tuvo lugar en el marco de graves violaciones de derechos humanos y sin contar con la participación de las organizaciones indígenas locales. Los Wayú de Colombia queremos hacer saber que a pesar de la ratificación del Convenio 169 de la OIT y de su carácter obligatorio, numerosos megaproyectos han sido implantados en territorios indígenas sin tener en cuenta la opinión de las comunidades. En este sentido, hay una necesidad apremiante por parte del Estado colombiano para poner en funcionamiento las entidades territoriales indígenas establecidas por la Constitución Nacional, la cual otorgó a las comunidades indígenas autonomía administrativa”.29 El último de los representantes indígenas colombianos que intervino en el GTPI fue Aparicio Ríos, del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). El representante hizo una intervención sobre el caso de la masacre del Alto Naya con respecto al punto de la “globalización económica y los pueblos indígenas”. En este sentido, denunció la imposición del modelo económico neoliberal en Colombia. Introdujo además la distinción entre el modelo económico dominante y el modelo económico alternativo de los pueblos indígenas. De esta manera, introdujo dos categorías del modelo alternativo de desarrollo: el etnodesarrollo y los “planes de vida”. Presentó, de la misma manera, la experiencia de la Escuela de Justicia del Alto Naya, constituida después del desplazamiento forzado por la violencia de aproximadamente 6000 personas en el 2001.30

Se trataba de un programa para la erradicación de los cultivos ilícitos de coca. Este programa cuenta con la participación de 800 familias para la erradicación manual de la coca. Igualmente, la comunidad puso en marcha un programa de guardias indígenas para el control del territorio. 29 Intervención de Luz Mila sobre el punto de la “Resolución y los mecanismos alternativos de resolución de conflictos” durante las secciones del GTPI en Ginebra, Suiza, julio de 2004. 30 Ángela Santamaría, apartes del diario de campo durante las secciones del GTPI en Ginebra, Suiza, julio de 2004. 28

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Cuadro 3. Usos de los terrenos políticos internacionales Usos de los terrenos políticos internacionales Delegación indígena colombiana Naciones Unidas Ginebra GTPI julio 2004 CIT : Leonor Zalabata (presidente) Registro discursivo utilizado y marcos de reivindicación: 1. Denuncia de violaciones de derechos humanos de los pueblos indígenas. 2. Protección de la biodiversidad y de la diversidad cultural. 3. Plan antidrogas, Plan Colombia.

1. 2. 3. 4. 5.

Pueple Wayú : Luz Mila (abogada indígena) Registro discursivo utilizado y marco de reivindicación: 1. Presentación de proyectos alternativos. 2. Control de los cultivos ilícitos. 3. Uso y apropiación del derecho internacional (consulta previa, libre e informada, Convención 169 de 1989). 4. Jurisdicción especial indígena.

CRIC: Programa de derechos humanos, Aparicio Ríos Registro discursivo utilizado y marco de reivindicación: Denuncia del modelo económico y de la globalización económica. Crítica del modelo económico del Estado colombiano y de los agentes económicos transnacionales privados. Presentación de modelos alternativos para el desarrollo indígena alternativo. Proyecto de autonomía y etnodesarrollo. Planes de vida.

Fuente: Delegación indígena colombiana ante el GTPI, Ginebra, Suiza, julio de 2004.

Como lo revelan algunos apartes del diario de campo transcrito, hay registros discursivos y marcos de reivindicación privilegiados y utilizados por los representantes indígenas colombianos en el GTPI. En primer lugar, la “doble conservación” (conservación de la diversidad cultural y de la diversidad biológica) fue utilizado por los tres representantes indígenas; en segundo lugar, la defensa de los derechos humanos ocupa un lugar central y hegemónico en los discursos de reivindicación. Finalmente, todos los representantes coinciden en presentar y promocionar la organización política y cultural indígena de sus comunidades como modelos alternativos económicos, políticos y jurídicos innovadores. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 90-118, semestre II de 2006

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En este escenario, los representantes indígenas se apropian de los discursos de la ONU a fin de generar registros discursivos que alternan lo “propio” y lo “internacional” en la agenda reivindicativa. En este sentido, tales discursos son movilizados en un fuerte contexto de dominación social entre expertos de la ONU, representantes de las ONG y representantes indígenas. Cuadro 4. Organizaciones colombianas indígenas que han participado en el GTPI Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) Movimiento Indígena Colombiano Organización Indígena de Antioquia (OIA) Organización de Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC) Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) Fuente: elaboración propia.

Conclusiones La relación entre los Estados (como centros de producción de la “política indigenista” y como centros del monopolio del derecho nacional) y las organizaciones indígenas en el seno del sistema de Naciones Unidas implicó cambios en los sistemas internacionales con la llegada de un nuevo personal político atípico: los representantes indígenas internacionales, que entraron en concurrencia con otros agentes especializados.31 En este contexto, en Naciones Unidas se abrieron múltiples puertas para abrir la discusión sobre los pueblos indígenas a través de un proceso de identificación y apropiación de la “cuestión indígena”. De esta manera, diferentes marcos de identificación de la “cuestión indígena”32 fueron y son movilizados por los agentes especializados en el contexto del proceso de institucionalización de los derechos de los pueblos indígenas. Igualmente, se instaló una dinámica de “captura” de los marcos reivindicativos de las organizaciones indígenas por parte de los representantes de los estados miembros. 31 Los investigadores especializados sobre la “cuestión indígena “, los expertos, los representantes indígenas, los Estados, las ONG, las instituciones internacionales y los organismos multilaterales como productores de “tecnologías políticas y jurídicas” para la gestión de las poblaciones. 32 El discurso de la descolonización, de los derechos humanos, de la discriminación racial, el ambientalista y de la protección de la propiedad intelectual, entre otros.

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En este sentido, las organizaciones indígenas se han apoyado en el discurso de la “deuda histórica de los Estados” y en el “giro multiculturalista” del sistema internacional para desarrollar acciones reivindicativas. Así, en el contexto de las relaciones de poder y las relaciones de fuerza existentes entre los dirigentes indígenas y los representantes de los Gobiernos en el seno de Naciones Unidas, la “cuestión indígena” ha experimentado un proceso de inclusión en la agenda de la ONU. Estas luchas se desarrollan en el marco de la existencia de una política internacional compleja, de parámetros estatales y de instituciones complejas, que estas contribuyen a moldear. Así, la participación política de los “diplomáticos indígenas” en los escenarios internacionales de producción del modelo de “gobernanza mundial” está atravesada por fuertes relaciones de dominación. Este artículo ha hecho énfasis en las relaciones de poder y las jerarquías sociales que el modelo de la “alianza para la acción” y la coordinación técnica de los “expertos independientes de la ONU” esconde. Igualmente, ha presentado las prácticas discursivas de las organizaciones indígenas colombianas en el GTPI. Este grupo tiene un rol de legitimación política de las actividades de las organizaciones indígenas en Naciones Unidas en el contexto de la idea de “una ONU de las puertas abiertas”. Bibliografía Bellier, Irène, “Mondialisation et redéploiement des pratiques politiques amérindiennes: esquisses théoriques”, Recherches Amérindiennes au Québec, volume XXXI, 3, 2001. Coordination du numéro Mondialisation et stratégies Politiques Autochtones. –––, “L’organisation des Nations Unies et les peuples autochtones”, en: Socio- anthropologie, numéro 14, segundo semestre de 2003. Dezalay, Y., Garth, Bryanth, La internacionalización de las luchas por el poder. La competencia entre abogados y economistas por transformar los Estados latinoamericanos, ILSA, Bogotá, 2002. Khagram, S., Riker, J., Sikkink, K., Restructuring world politics. Transnational social movements, networks, and norms, University of Minnesota Press, Minneapolis, 2002. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 90-118, semestre II de 2006

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Lâm, M., At the edge of the State: Indigenous Peoples and self-determination, Transnational Publishers, Inc., New York, 2000. Sanders, D., “The legacy of Deskaheh: Indigenous peoples as international actors”, en: The Human Rights of Indigenous Peoples, Transnational Publishers, New York, 1998.

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II. Reflexiones sobre seguridad

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Seguridad nacional: el realismo y sus contradictores* RUBÉN SÁNCHEZ DAVID [email protected] FEDERMÁN ANTONIO RODRÍGUEZ MORALES [email protected] Artículo recibido 11/09/2006 Evaluación par externo 17/09/2006 Evaluación par interno 28/09/2006

Resumen

Este artículo ofrece una guía teórica para la investigación actual sobre el concepto de seguridad nacional enfocándose en el realismo y sus críticos –liberalismo y teoría crítica. Debido a que la seguridad nacional usualmente ha sido entendida en términos militares en relación con las circunstancias políticas internacionales, es necesario seguir una discusión axiológica que permita analizar el amplio rango de las diferentes manifestaciones de este asunto. Si ello no es considerado, tanto la actividad académica como la política caerán en una profunda oscuridad, especialmente en los países en los que el espíritu de la doctrina militar ha sido hegemónico. En este orden de ideas, en la primera parte, este trabajo explora las premisas de la escuela realista y su visión sobre el modelo de seguridad nacional. La segunda parte examina la aproximación liberal y, especialmente, su propuesta de cambiar el nivel de análisis nacional del realismo. La tercera parte explora los estudios críticos de seguridad y su relación con la teoría crítica con el propósito de esbozar su crítica epistemológica al realismo como una teoría racionalista. * Este artículo es un producto del proyecto de investigación “La relación entre seguridad y democracia: teoría y práctica” de la línea de investigación Seguridad regional e internacional del Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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Palabras clave: seguridad nacional, paradigma realista, paradigma liberal, teoría crítica, estudios críticos de seguridad. Abstract

This article offers theoretical guidelines for the current national security concept research focused on realism and its critics –liberalism and critical theory. Due to the usual understanding of the national security on a military basis with respect to the international political situation, an axiological discussion is required to analyze the wide range of the different aspects of this matter. If not considered, both academic and political activities will be deeply darkened, particularly in those countries where the military doctrine spirit has been hegemonic. In this regard, the first part of this paper explores the premises of the realistic school and their view on the national security model. The second part examines the liberal approach and, in particular, its proposed change of level of the national realism analysis. The third part explores the Critical Security Studies and the relation they keep with the critical theory with the purpose to outline its epistemic criticism to the realism as a rationalistic theory.

Key words: national security, realist paradigm, liberal paradigm, critical theory, critical security studies.

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Desde un comienzo debe quedar claro que las razones para adelantar un estudio sobre la seguridad nacional trascienden el clima político desatado por los atentados perpetrados el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Aquellas son más profundas y configuran una preocupación de vieja data. En efecto, la primera razón es la necesidad ética y física de buscar la supervivencia y asegurar la existencia de los actores objeto de la seguridad: ¿cómo entender una sociedad que no aspire a la seguridad, si aquella se constituye en el fundamento de cualquier tipo de transacción, sea política, económica, social o de otra naturaleza? Indudablemente, esta es una preocupación muy vieja. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) vinculó el tema de la seguridad al ejercicio del poder y a las armas, y su fundamento teórico y político se encuentra en el siglo XVII con el surgimiento del Estado-Nación. En un momento en que Europa se encontraba azotada por constantes guerras de religión, Thomas Hobbes (1588-1679) planteó la necesidad de crear una institución que se alzara por encima de los hombres con el propósito de proveerles seguridad conforme aminoraba los conflictos entre ellos. Este objetivo fue tan importante para Hobbes que lo propuso como la justificación de la existencia misma del Estado.1 La segunda razón es la tendencia generalizada a desarrollar el concepto de seguridad a partir de la doctrina. No se puede afirmar que la formulación de doctrinas haya sido inútil, pues tal vía ha permitido sugerir inequívocas líneas de acción, en especial en el lenguaje diplomático, en cuyo escenario los jefes de Estado se han valido de este mecanismo para definir el alcance de la política exterior y de seguridad de sus respectivos países en un sector específico. En este escenario, los ejemplos más sobresalientes van desde la doctrina de la raison d’Etat que algunos Estados europeos, en particular el francés, adoptaron desde el siglo XVII con el propósito de desplaEn su versión original, esta institución fue denominada Common-Wealth, pero en términos contemporáneos debe ser entendida como Estado. Thomas Hobbes, Leviatan or the Mather, Form, and Power of a Commonwealth Eclesiastical and Civil, publicado en el sitio web www.gutemberg.org. 1

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zar la moral de las decisiones estatales, hasta algunos casos emblemáticos como el de la Doctrina Truman que sirvió de base para la implementación de la contención del comunismo durante la Guerra Fría.2 Sin embargo, el uso de la doctrina se presta también para innumerables excesos cuando se traduce en términos dogmáticos. Además de los casos anteriores, existe uno ampliamente documentado en este sentido, el de la Doctrina de la Seguridad Nacional en América Latina, cuyo objeto fue legitimar algunas dictaduras militares en la región, mientras los valores esenciales de la democracia, como el debate público y la participación ciudadana, eran plenamente desconocidos. La tercera razón es la obligación de explicar de forma sistemática las relaciones entre variables que subyacen a lo aparentemente concebido sobre la seguridad y, por ende, de evitar los grandes mitos asociados a su comprensión, como el hecho de que la seguridad nacional se expresa como un estado caracterizado por la ausencia de amenazas, olvidando que, en su lugar, puede corresponder a la búsqueda de un espacio que permita desarrollar las capacidades de los distintos actores del sistema internacional. Motivado por estas tres razones, este artículo tiene como propósito ofrecer un marco de referencia que permita comprender los debates políticos y académicos sobre la seguridad a través de las tradiciones de pensamiento de la teoría política y los enfoques de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Para ello, se tendrá como punto de partida la versión realista de la seguridad nacional, por cuanto ha sido el enfoque convencional que ha dominado la discusión política y académica sobre este tema. De este modo, después de explicar el contexto intelectual y político que justifica la aparición de las premisas realistas se pasa a esbozar el modelo original de seguridad propuesto por Morgenthau así como las readaptaciones hechas por autores posteriores. Esta pretensión permite comprender la manera como los defensores de este enfoque convencional han tratado de responder a 2 Saffo Binnetti Testoni, “Doctrina”, en: Norberto Bobbio, Incola Matteucci, Gianfranco Pasquino, Diccionario de Política, Siglo XXI, México, 1991, pp. 513-514.

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la crítica sobre la pérdida de capacidad de explicación del realismo. Finalmente, se exponen las reservas de los dos principales contradictores del realismo: el liberalismo y los estudios críticos de seguridad. El realismo: el enfoque convencional En la disciplina de las Relaciones Internacionales, solo hasta décadas recientes fue posible adelantar un estudio sobre la seguridad a partir de la disputa entre los paradigmas realista, por un lado, y el liberal y el de la teoría crítica, por otro. En la primera mitad del siglo XX, el debate en torno al tema se expresaba en los términos propios del idealismo y el realismo por cuanto la discusión teórica no permitía ir más allá. Por tanto, se justifica que, en aras de comprender fielmente el origen intelectual del realismo, se profundice esa disputa inicial. A su vez, esta disquisición permite entender por qué, para explorar las distintas formas de acercarse a la comprensión de la seguridad, es mejor trocar la discusión entre idealismo y el realismo por el debate entre el realismo y el liberalismo y la teoría crítica; es más profundo y se apega mejor a la discusión contemporánea. El realismo y su contexto intelectual inicial

La confrontación entre el idealismo y el realismo empezó después de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que en ese momento existió un profundo consenso sobre la necesidad de evitar el desenlace de otra guerra, las vías de acción que se propusieron para lograrlo plantearon un profundo debate ideológico entre dos nacientes escuelas de pensamiento: la idealista y la realista.3 La primera se preocupó por los medios para impedir otra guerra mediante el establecimiento de normas de conducta que garantizaran relaciones armónicas entre las naciones; en especial, concretaron el concepto de “seguridad colectiva” en una asociación de Estados en la cual todos se protegieran entre sí, en tanto que un ataque a uno de ellos sería considerado como un ataque a todos los demás. La segunda defendió los tradicionales esquemas del equilibrio de poder y de la 3

Paloma García Picazo, Teoría Breve de Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 2004, cap. 2. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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seguridad nacional, con el objeto de garantizar la paz y la seguridad en el mundo. El equilibrio de poder fue concebido para disuadir a cualquier Estado de pretender la hegemonía en el sistema internacional la cual, una vez obtenida, podía llegar a ser usada para avasallar y someter a otros Estados. Por su parte, la seguridad nacional, al identificarse con la seguridad del Estado, aportó los elementos para proteger la unidad más importante del sistema internacional y, de este modo, preservar el pretérito esquema westfaliano de Estados soberanos. Como respuesta a este planteamiento, la escuela idealista adujo que el equilibrio de poder era supremamente inestable porque en cualquier momento podía quebrarse, y que el concepto de seguridad nacional, debido a su naturaleza, agudizaba el conflicto entre los Estados. Por consiguiente, invirtió el argumento del realismo: admitiendo que las circunstancias del entorno determinan la conducta humana, la escuela idealista planteó que su alteración podía modificar el comportamiento de los actores. Dicha premisa fue utilizada como alternativa a la visión realista del mundo que destacaba las relaciones conflictivas entre los Estados, y llevó a proponer el diseño de normas internacionales de conducta enmarcadas por el Derecho Internacional y articuladas por la Liga de las Naciones. Pese a la enorme importancia de este debate en la articulación original del concepto de seguridad nacional, no es posible afirmar que éste haya mantenido su relevancia hasta nuestra época, dado que el idealismo quedó sin sustento empírico a partir del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría. En efecto, debido a la expansión de la lógica militar, los idealistas no tuvieron acogida como teóricos ni como asesores en materia de política exterior y/o de seguridad.4 No obstante, algunos autores, como Errol A. Henderson,5 han tratado de readaptar las tesis idealistas con el objeto

4 Un tratamiento más detallado sobre la hegemonía del realismo fue esbozado por John Vasquez, The power of power politics. From Classical Realism to Neotraditionalism, Cambridge University press, Cambridge, 1998, cap. 1. 5 Errol A. Henderson, “Neoidealism and the Democratric Peace”, en: Journal of peace research, vol. 36, num. 2, mar., 1999, pp. 203-231.

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de superar su marginación; este intento, empero, no ha sido suficiente para desplazar o, por lo menos sugerir, modelos alternativos al realismo. Un debate completo sobre los presupuestos filosóficos que han moldeado el concepto de seguridad requiere adelantar una discusión con base en otros paradigmas que, aparte de criticar al realismo, ofrezca los límites conceptuales del debate de seguridad. Estos son la teoría crítica y el liberalismo. Por consiguiente, se necesita comprender el alcance de estos paradigmas con el propósito de entender las críticas viejas y nuevas que se le han hecho al paradigma realista y a sus derivaciones teóricas cuando aborda el tema de la seguridad nacional. Ese es el objetivo de la siguiente sección; por el momento se explican los fundamentos del paradigma realista para entender más adelante la explicación del modelo de seguridad nacional. Siguiendo una posible vía para construir paradigmas en el estudio de las relaciones internacionales, consistente en explicar la visión que se tiene de las unidades de análisis (actores) y de la sociedad internacional en general, la explicación del realismo se puede hacer en términos que se exponen a continuación. Con respecto a las unidades de análisis, el Estado en tanto que objeto de referencia de la seguridad, así como ejecutor de las medidas que garantizan su propia supervivencia, es la unidad de análisis central. Desde este paradigma, el Estado es concebido como un actor racional, en la medida que busca maximizar su poder sin importar que su actuación se adapte a principios morales universales, y se expresa como una entidad monolítica, en tanto que se entiende como una unidad cerrada, motivo por el cual el realismo relegó a un segundo plano el análisis interno de los procesos de toma de decisiones de los Estados, así como la relación de estos con otros agentes sociales y de las relaciones entre los mismos agentes sociales. Al entender la política internacional como una lucha por el poder en un entorno anárquico y, por ende, al hacer del poder la clave de explicación de los fenómenos internacionales, las relaciones entre las unidades de análisis se entienden en un marco Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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profundamente conflictivo.6 Ello obedece a que la visión realista se fundamenta en buena medida en la visión pesimista del hombre de Thomas Hobbes. Este autor inglés, cuya visión pesimista fue marcada profundamente por la crisis generalizada y las constantes guerras de la Europa de su momento, tenía una noción muy particular acerca de los móviles que motivaban a los hombres. Para él, la conducta humana se ceñía a tres aspectos: 1) la competencia, la cual impulsa a los hombres a atacarse para lograr su beneficio particular, es decir, convertirse en dueños de las personas y los bienes de los otros hombres; 2) la desconfianza, la cual motiva la búsqueda constante de seguridad, y 3) la gloria, que se traduce en la necesidad de ganar reputación.7 En consecuencia, se entiende que la problemática de estudio de la seguridad nacional sea entendida en términos militares y que aquella moldee por completo la visión del sistema internacional de los realistas. La supervivencia del Estado en un entorno hostil, en el que surge un amplio elenco de amenazas existenciales, constituye el problema central de este paradigma. En otras palabras, la sociedad internacional al estar caracterizada por la anarquía, entendida como la ausencia de un poder superior por encima de los Estados, obliga a estos últimos a velar por su propia seguridad. La visión del mundo que se desprende de estas premisas ha dado lugar al modelo formal de la mesa de billar. Aunque esta imagen gráfica tiene un alto valor explicativo, es necesario no quedarse sólo en su enunciación a fin de entender cabalmente su significado. Se habla de “bolas de billar” para referirse a los Estados como entidades unitarias e impenetrables que se encuentran en conflicto o choque constante. Así mismo, esta figura se utiliza para entender la clara división en6 James Dougherty, Robert Pfaltzgraff, Contending Theories of International Relations. A comprenhensive Survey, Longman, New York, 1997; Celestino del Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 1994. 7 Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y de poder de una república eclesiástica y civil, trad. Manuel Sánchez Sarto, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 102. Para un análisis del pensamiento de Hobbes como tradición de pensamiento del paradigma realista, véase: Cornelia Navari, “Hobbes, the State of Nature and the Laws of Nature”, in: Ian Clarl, Iver Neumann (eds.), Classical Theories of International Relations, MacMillan Press, London, 1999, pp. 20-41.

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tre la política interna enmarcada por un orden estable y la política internacional caracterizada por una profunda anarquía.8 Sin duda, existe una relación de dependencia mutua entre las premisas del realismo y el desenlace de algunos hechos que configuraron el contexto histórico en el que apareció. Inductivamente, se comprenden las razones por las cuales el paradigma realista encajó tan bien durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, deductivamente, se podría explicar los hechos desatados en esta época como resultado del comportamiento estatal que se deriva de la visión de la seguridad nacional de los realistas. Definiciones como la de Raymond Aron de la Guerra Fría como un estado de guerra latente y de paz imposible, pudieron ser una buena explicación de lo que fue ese momento histórico, pero a su vez podría entenderse como un enfoque que impidió el establecimiento de relaciones armónicas entre la Unión Soviética y Estados Unidos. De cualquier modo, no podría afirmarse si la inducción prima sobre la deducción, o viceversa; más bien, se tiene que afirmar que las dos son igualmente importantes y que se relacionan mutuamente. La seguridad nacional en términos de poder: mito y realidad de la teoría internacional de Hans Morgenthau

A comienzos de la década de los cincuenta, Arlnold Wolfers afirmó que el concepto de seguridad nacional era sumamente ambiguo, en tanto que el término podía incluir un amplio rango de objetivos por lo que muchas políticas, divergentes entre sí y de distinta naturaleza, podían ser consideradas como políticas de seguridad.9 Aparte de establecer que la seguridad nacional perseguía la protección de los intereses nacionales de las amenazas externas y que, por definición, su objetivo era superior a los intereses particulares de grupos, de gremios o de regiones, para Wolfers el modelo de seguridad nacional era objeto de enormes especulaciones y excesos.

Esther Barbé, Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid, 1994, p. 62. Arlnold Wolfers, “National Security as an Ambigous Symbol”, en: Political Science Quarterly, vol. 67, issue 4, dec. 1952, pp. 482-483. 8 9

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Con esta hipótesis que tuvo cierto eco entre los especialistas en relaciones internacionales, se abrió un nuevo debate, aunque esporádico y efímero. Después de demostrar su enorme capacidad de explicación frente a los enfoques idealistas que promulgaban la cooperación y concedían un papel crucial al derecho internacional en la solución de los conflictos internacionales, el modelo de la seguridad nacional inspirado en la primera versión del realismo se vio confrontado al desafío de su ambigüedad. Lo interesante de este asunto es que, paradójicamente, el sistema internacional moldeado por la Guerra Fría daba argumentos tanto a los defensores del modelo de seguridad nacional como a aquellos que como Wolfers enfatizaban su indefinición. Desde la expansión de la influencia de la Unión Soviética en Europa al finalizar la Segunda Guerra Mundial fue evidente que los Estados Unidos no tenían una opción distinta a la de defender sus intereses nacionales mediante el mantenimiento, expansión y demostración de su poder, tres instrumentos esenciales para enaltecer su seguridad nacional. Ello dio lugar a un efecto de espiral, ya que la Unión Soviética respondió de igual manera. Pero justamente esa dinámica, que determinó tanto la agenda gubernamental de las superpotencias como las de sus países satélites y de sus áreas de influencia, fue lo que le dio razón a Wolfers: todo era visto desde la perspectiva de la seguridad nacional, y esta circunstancia fue lo que a la larga permitió servir de soporte discursivo a la realización de cualquier medida internacional. La Unión Soviética y los Estados Unidos, como imperios de antaño desinteresados de apartarse de la defensa de su razón de Estado, invadieron países, derrocaron Gobiernos, idearon amenazas y aumentaron su capacidad militar al amparo de la seguridad nacional. En suma, el modelo parecía ser necesario, pero en sí mismo carecía de contenido, puesto que este era llenado políticamente según las circunstancias. Todo parece indicar que el modelo de seguridad nacional, elaborado originalmente por Hans Morgenthau, al ser llevado a la práctica, fue objeto de ciertos errores de interpretación, y lo más importante: pese a que el modelo teórico primigenio puede ser criticado desde Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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varios puntos de vista, como el de su concepción de soberanía decimonónica, su consecuente nivel de análisis o su incompatibilidad con algunas realidades sociopolíticas del tercer mundo, no es susceptible de ser cuestionado por su ambigüedad o indefinición. Wolfers no criticó el modelo teórico en sí, sino su aplicación, pues no existe en materia de política exterior y de seguridad un modelo que proponga instrumentos de acción tan claros como los que se encuentran en Política entre las Naciones, la obra más importante de Morgenthau. Una explicación de los principios sobre los cuales se sostiene el modelo de seguridad nacional permite evidenciar con claridad las diferencias entre la enunciación teórica y la práctica de este modelo, al tiempo que ayuda a definir su problemática y su agenda particular, su objeto y su sujeto de seguridad, así como el grado nulo de cesión de soberanía que supone. La teoría general de política internacional de Hans Morgenthau y los cursos de acción que propuso a los tomadores de decisiones, se sustentan en seis principios que él denominó de realismo político. Fueron nombrados así por cuanto a través de ellos buscó explicar no solo los fenómenos de la realidad internacional empírica y pragmáticamente, es decir, como realmente sucedían, antes que basarse en ideas preconcebidas o abstractas, sino también porque hizo del poder la clave de explicación de dicha dinámica internacional. El primer principio revela su ambición científica en tanto que expresa que la política obedece a leyes objetivas sustentadas en la naturaleza humana que por su misma esencia hacen posible elaborar una teoría racional que las explique. Esto quiere decir que la valoración de los acontecimientos políticos necesaria para la elaboración de una política exterior debe ceñirse a dichas leyes a fin de prever sus respectivas consecuencias, lo cual es, por definición, el único camino para que esta no fracase. No obstante, esta objetividad científica, profundamente criticada por una amplia cantidad de académicos y usada como bandera para exponer la validez sin refutación del modelo de seguridad nacional en la práctica, tiene en el Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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pensamiento de Morgenthau su respectivo matiz. Al discutir su propuesta científica dedica varios párrafos a explicar las restricciones a las que se enfrenta el entendimiento del observador. Sugiere que la dificultad más importante de la indagación teórica es la ambigüedad del material del que se dispone, pues bajo ciertas circunstancias una política exterior puede ser efectiva pero en otras, una similar, puede estar condenada al fracaso. Incluso, expuestas a acontecimientos similares, dos políticas pueden conocer impactos diferentes. En este escenario, el observador se debate entre comprender los hechos que son únicos y aquellos que son similares, con el fin de encontrar las leyes objetivas que los determinan. Aunque se esfuerza por enfrentar este reto, la búsqueda de objetividad de Morgenthau se ve matizada, justamente, por el reconocimiento de la limitación del entendimiento humano: “Lo más que puede hacer el estudioso es revelar las varias tendencias que en forma potencial son inherentes a una determinada situación internacional”.10 El segundo principio consiste en hacer del interés definido en términos de poder la clave de explicación de la política internacional; dicho principio se deriva de la observación de una de las leyes objetivas más evidentes que arraigan en la naturaleza humana: su constante lucha por el poder, es decir, la búsqueda del “poder del hombre sobre las mentes y las acciones de otros hombres”. Ello, por supuesto y particularmente, es extensible a los hombres de Estado que dirigen la política exterior de sus países: “Debemos suponer que los estadistas piensan y actúan movidos por un interés que se traduce en poder, ya que todas las evidencias de la historia confirman esa suposición. Ella nos permite historiar y predecir los pasos que cualquier hombre de Estado –pasado, presente o futuro– haya dado o esté dispuesto a dar en la escena política”. En estos términos, dos cuestiones deben ser aclaradas. En primer lugar, Morgenthau adopta esta opción intelectual debido no solo a la influencia de la filosofía política de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes o por la subyugación de su Alemania natal después de la Primera Guerra Mundial que lo obliga10 Hans Morgenthau, Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz, G.E.L., Buenos Aires, 1986, pp. 12-13, 30, 33.

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ba a iniciar su disertación con una concepción antropológica pesimista, sino también porque buscó construir una disciplina racional autónoma cuyo objeto se preocupara por la realidad internacional, la cual veía que se constituía bajo la proclama de la lucha por el poder. De ahí su necesidad de separar el poder y la política de otras esferas, y de atar la seguridad de la nación al enaltecimiento del interés traducido en poder nacional. En segundo lugar, esta preocupación no quiere decir que haya desestimado otras esferas, aparte de la del poder; más bien, sugiere que para él el objetivo último de las naciones es el poder, pese a que se recurra a otros medios que no sean políticos, como la búsqueda de la expansión de ciertos mercados internacionales o de recursos energéticos esenciales.11 Este último argumento obliga a matizar aquellas críticas que desestiman la propuesta de Morgenthau por perder capacidad de explicación frente a hechos como la crisis petrolera de los setenta. El tercer principio ofrece un argumento adicional para defender el modelo de la seguridad nacional acuñado por Morgenthau ante una eventual crítica a su presunto ahistoricismo. Dado que presupone que es posible encontrar leyes objetivas para entender la dinámica internacional, que por definición no varían con el tiempo, podría pensarse que la variable histórica está ausente de su disertación. Nada más alejado de su propuesta, puesto que su tercer principio de realismo político advierte que pese a que el “poder es una categoría objetiva de validez universal [el realismo] no otorga al concepto un significado inmutable”. Así, el tipo de interés puede cambiar conforme al contexto político y cultural, pero la esencia del poder siempre será la misma.12 El cuarto principio establece que “el realismo político conoce el significado moral de la acción política”. Implícitamente se establece la distinción entre moral y moral política. Mientras el Estado no puede adaptarse de forma abstracta a los principios morales universales, sí debe seguirlos y adaptarlos a circunstancias concretas; 11 12

Ibíd., pp. 133, 13. Ibíd., pp. 19-20. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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en especial, es preciso entender que “no puede existir moralidad política sin prudencia, esto es, sin consideración de las consecuencias políticas de una acción aparentemente moral”. Esto es lo que Morgenthau consideraba como la suprema virtud en política, y lo que precisamente fue más tergiversado por los hacedores de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría. Aquellos creyeron que la política exterior debía estar desprovista de cualquier tipo de moral. En lugar de ser prudentes pensaron que el enorme poder que había llegado a obtener Estados Unidos durante y después de la Segunda Guerra Mundial justificaba la extralimitación de su interés nacional. Tal como lo señaló Roberto Russell en el prólogo a la edición española de Política entre las Naciones, este realismo de cruzada –deplorado ad nauseam por Morgenthau– tarde o temprano, como efectivamente ocurrió, estaba condenado a sufrir un Vietnam. A diferencia de los cruzados de la Guerra Fría, Morgenthau tuvo siempre presente la cuestión de las limitaciones en el uso del poder y, al igual que Lippmann, comprendió perfectamente los peligros de definir los intereses nacionales sin guardar relación con los recursos reales y potenciales disponibles.13

El quinto principio reitera el anterior. Al establecer que “el realismo político se niega a identificar las aspiraciones morales de una nación en particular con los preceptos morales que gobiernan el universo”, Morgenthau hace más evidente la distinción entre moral y moral política establecida por el cuarto principio. En efecto, en su pensamiento existe una enorme diferencia entre regirse por ley moral y “pretender saber qué es el bien y el mal en las relaciones entre las naciones”. Muchas naciones se han sentido tentadas a creer que el juicio de Dios está de su lado y, por ende, han emprendido cruzadas buscando y aniquilando a sus enemigos como si fueran la fuente de todo mal. En este escenario es justamente la comprensión de que la nación propia como las otras comparten un interés expresado en términos de poder, lo que las mantiene a salvo, pues si las naciones consideran a las otras como entendidas políticas que buscan sus propios intereses, se estará “en condiciones de hacer justi-

13

Ibíd., p. 21, 4-5.

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cia en un doble sentido: estaremos en aptitud de juzgar a otras naciones del mismo modo como juzgamos a la nuestra y, al hacerlo de este modo, seremos capaces de llevar a adelante políticas que respeten los intereses de otras naciones al tiempo que protegen y promueven los nuestros”. En este escenario no sorprende que haya propuesto el mecanismo del equilibrio de poder como un mecanismo de paz en el que se logra mantener la estabilidad del sistema sin destruir la multiplicidad de elementos que lo componen. Si el objetivo fuera solamente la estabilidad, esta podría lograrse permitiendo a un elemento que destruyera o avasallara a los otros y tomara su lugar. Pero, dado que el objetivo es la estabilidad y la preservación de todos los elementos del sistema, el equilibrio debe procurar evitar que ningún elemento cobre ascendencia sobre los demás.14

El sexto principio tiene por objeto edificar una disciplina autónoma para entender la realidad internacional, pues establece la necesidad de mantener la autonomía de la esfera política, del mismo modo como la economía o el derecho mantienen la suya; mientras el “economista se pregunta: ¿Cómo afecta esta política la riqueza de la sociedad o, al menos, algunos de sus sectores? [y] el abogado se pregunta: ¿Esta política está de acuerdo con las normas legales? [...] el realista político se pregunta: ¿Cómo afecta esta política el poder de la nación?”.15 Ello no quiere decir, como lo han afirmado los críticos de Morgenthau, que su modelo no advierta otras esferas o que para él exista una jerarquía de temas; más bien por razones prácticas e intelectuales reduce la explicación de la realidad internacional y, por ende, de la seguridad nacional, al estudio del poder, que es uno de los objetivos últimos del ser humano. En otras palabras, la crítica a su concepción restringida de la realidad internacional es fútil en el sentido de que ella es extensible a cualquier modelo, incluso a aquellos que han procurado superarlo. Todos sin excepción poseen un punto de partida y, como tales, encuentran sus limitaciones.

14 15

Ibíd., pp. 22, 211. Ibíd., pp. 22-23. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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Expuestos en estos términos, queda claro que los principios del realismo político sugeridos por Morgenthau configuran una agenda de seguridad centrada en el estudio del interés de las naciones expresado en términos de poder y que, por tanto, la explicación del objeto y el sujeto de seguridad, es decir lo que se asegura y la entidad que asegura, así como el grado de cesión de soberanía que supone este modelo, debe ser planteada en función de su noción de poder nacional. Se explica, entonces, este concepto, pero no sin antes elucidar las tergiversaciones asociadas a su comprensión, un argumento adicional para entender la brecha entre la práctica y la teoría, el exceso y la limitación, y el mito y la realidad de la seguridad nacional propuesta por el paradigma realista. En torno al poder nacional, quizá uno de los conceptos más polémicos y malinterpretados tanto por la academia como por los mismos tomadores de decisiones, existe por lo menos un mito que debe ser desvirtuado, aparte del ya mencionado que consiste en entender, como se hizo durante la Guerra Fría, que el poder nacional debía ser ilimitado. El mito en cuestión puede explicarse en los siguientes términos: dado el atractivo del poder nacional ilimitado como imaginario social, pocas veces se advirtió que Morgenthau en lugar de hablar de lo que debía ser el poder nacional, intentaba explicar cómo era en realidad, en cuyo caso su incorporación en el modelo de seguridad nacional debe usarse sólo para entender y prever las acciones racionales que otras naciones y la propia pueden tomar, y no para justificar el mantenimiento (política de statu quo), la demostración (política de prestigio) y maximización (política imperialista) del poder nacional como un prototipo de comportamiento permanente para fortalecer la seguridad nacional. Una nación no puede partir de juicios apriorísticos o abstractos para erigir su política exterior; más bien, después de observar el comportamiento de otras naciones, adopta una política consecuente con esta realidad. Así, por ejemplo, frente a una política imperialista, lo más aconsejable es no emplear una política igualmente imperialista o de statu quo como respuesta. En el primer caso se produciría inevitablemente una suerte de círculo vicioso por cuanto las medidas de una potencia agudizarían el radicalismo de la otra y así sucesivaDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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mente.16 Esta situación se vivió en la Guerra Fría, en especial en sus momentos más álgidos, como la crisis de los mísiles en Cuba en 1962 y la invasión soviética de Afganistán en 1979, y justificó que, en un escenario de políticas imperialistas y contraimperialistas, el pensamiento norteamericano estuviera absorto en una difícil pregunta: “¿Sobreviviría la nación bajo un aspecto reconocible, o caería víctima de una guerra que aniquilaría a la mayoría de la población y condenaría a los supervivientes a una existencia propia de la Edad de Piedra?”.17 En el segundo caso, ante una política imperialista que busca desmantelar la estructura de poder del sistema internacional no se obraría correctamente apelando al mantenimiento de la distribución de poder existente, por ejemplo a través de un tratado internacional. En la práctica política habría sido como si el presidente norteamericano Harry Truman hubiese respondido a las amenazas de la Unión Soviética en Grecia y en Turquía en 1947 con un simple llamado a los compromisos adquiridos con las conferencias de Yalta y Potsdam.18 La mejor opción, como de hecho lo contempló la Doctrina Truman, es una política de contención que, en defensa del esquema existente, reclame un cese de la agresión ulterior, a la expansión o a cualquier otra modificación del statu quo por parte de la potencia imperialista (...) lo que se dice a la potencia imperialista es “hasta este punto y nada más”, con la consiguiente advertencia de que un paso más allá de ese punto implicaría una virtual seguridad de guerra.19

Debe quedar claro en este punto que una política imperialista, de statu quo o de prestigio –esta última, según Morgenthau, frecuentemente como instrumento de las dos primeras– no son justificables como ideales permanentes de comportamiento;20 siempre debe

Ibíd., p. 94. Philip Jenkins, Breve historia de Estados Unidos, Alianza, Madrid, 2002, p. 323. 18 Una explicación del contexto general que sirvió a la decisión del presidente Truman se puede encontrar en Juan Carlos Pereira Castañares, “La guerra Fría”, en: Juan Carlos Pereira (coord.), Historia de las relaciones internacionales contemporáneas, Ariel, Barcelona, 2003, pp. 423-429. 19 Hans Morgenthau, op. cit., p. 90. 20 Ibíd., p. 107. 16 17

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primar el cálculo y, sobre todo, la prudencia, en función de circunstancias políticas concretas. Ahora bien, ¿qué es el poder nacional y cómo permite su esencia entender tanto el objeto y el sujeto del modelo de seguridad nacional así como el nulo o relativo grado de cesión de soberanía que este supone? El poder nacional es el dominio de una nación sobre los imaginarios y las acciones de otras naciones y encuentra su fundamento tanto en elementos tangibles como intangibles. Los primeros son la geografía; los recursos naturales (alimentos y materias primas, en especial el petróleo); la capacidad industrial; el apresto militar en términos de tecnología, liderazgo, cantidad y calidad de las fuerzas armadas; y la población. Los segundos son el carácter nacional, la moral nacional y la calidad de la diplomacia y del gobierno.21 Para Morgenthau, todos ellos constituyen los elementos de la seguridad de la nación, pues sin ellos el poder nacional se desdibuja y con ella la seguridad de la nación. Ello no implica que los elementos del poder sean asegurados como un objetivo en sí mismo, sino más bien que se usan como instrumentos para asegurar el poder y, por ende, para prodigar seguridad a la nación. Según esta definición de poder nacional, parecería sencillo establecer que el objeto y el sujeto de la seguridad nacional es la nación. No obstante, el problema, por supuesto advertido por Morgenthau, estaría en la definición de la nación y en la naturaleza del nacionalismo moderno que ha permitido movilizar a la primera hacia un interés común o, en sus palabras, hacia un interés nacional. Tributario de la tradición y la filosofía alemana, Morgenthau define la nación, como lo hicieron Johan Gottlieb Fichte (1762-1814) y Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), como “una abstracción conIbíd., cap. 9. Un estado del arte sobre la identificación tradicional de los elementos del poder nacional, así como su respectiva crítica, se puede encontrar en Raymond Aron, “Paz y Guerra entre las naciones”, Revista de Occidente, Madrid, 1963, pp. 78 y ss. 21

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formada por un conjunto de individuos que tienen ciertas características en común y son esas características, precisamente, las que los convierten en miembros de la misma nación”; pero, siguiendo implícitamente la tradición liberal decimonónica, en especial la figura de la representación política, establece que hablar del poder de una nación no implica enunciar el poder de todos y cada uno de sus miembros, sino más bien que los agentes de la política exterior son los que detentan ese poder en representación de la nación. En teoría, ello es ampliamente justificable, pero en la práctica ¿cómo es posible legitimar el hecho de que cuando hablamos del poder nacional o de interés nacional realmente nos estamos refiriendo a aquellos que toman decisiones en materia de política exterior? La respuesta para Morgenthau se encuentra en las características del nacionalismo moderno cuya fuerza ideológica, desde las guerras napoleónicas, ha tenido la capacidad de eliminar las antiguas relaciones de dominación personales para configurar una relación directa con la prosperidad de la nación. No obstante, ese rasgo psicológico puede ser explicado racionalmente. Por un lado, “al tener conciencia de pertenecer a una nación muy poderosa, con capacidad industrial y riqueza sin rival, nos embarga un sentimiento de halago y orgullo. Viene a ser como si todos, no en forma individual sino como parte de la colectividad, de la nación, fuéramos los poseedores y los controladores de ese poder”. Por otro lado, dado que el poder perseguido individualmente en una colectividad encuentra evidentes restricciones y de hecho tiene un estigma de inmoralidad, la comunidad “deriva sus aspiraciones insatisfechas hacia el terreno internacional”.22 De esta manera, aquella ley objetiva que rige la lucha constante por el poder se satisface a través de la política internacional, y la seguridad nacional pensada abstractamente como la seguridad de la nación y prodigada empíricamente por los estadistas, que emplean los elementos tangibles e intangibles del poder nacional para tal propósito, es justificada por ser consecuente con la realidad internacional. Es evidente que el grado de cesión de soberanía que supone este modelo es nulo, pues es a la nación o al Estado, en especial a sus 22

Hans Morgenthau, op cit., pp. 134-135. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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representantes, a los que les incumbe edificarla. Ello se comprueba con la definición de soberanía que ofrece Morgenthau; para él se expresa como la suprema autoridad que ostenta el Estado en materia legislativa, ejecutiva y judicial. Esto quiere decir que, en primer lugar, sobre la autoridad del Estado no pesa ninguna restricción legal en el ámbito internacional, salvo las que se derivan del consentimiento; por tanto, “la soberanía es incompatible (...) con un sistema centralizado, y por ello fuerte y efectivo, de derecho internacional”. En segundo lugar, en un territorio nacional “ningún Estado tiene el derecho de ejecutar actos gubernamentales sobre su territorio sin su consentimiento”, al tiempo que el diseño y la ejecución de la política exterior es de iniciativa exclusiva del Estado. En tercer lugar, el sometimiento a una jurisdicción internacional depende de la nación individual y en ningún caso podrá ser llevado por otra nación ante un tribunal internacional sin su consentimiento; es ella la que “decidirá cuándo y bajo qué condiciones someterá una disputa a una judicatura internacional”.23 En conclusión, siguiendo los seis principios del realismo político de Morgenthau, los cuales dictan la problemática de estudio, el objeto y el sujeto de seguridad, así como el grado de cesión de soberanía que supone el modelo de seguridad nacional, se puede asegurar que este está basado en el aseguramiento del poder asociado al interés nacional y a su noción restringida de soberanía. De modo que pensar en términos de seguridad de la nación implica saber cómo una u otra política afecta su capacidad para dominar los imaginarios y las acciones de otras naciones. No obstante, al establecer que la lucha por el poder es una ley objetiva de la realidad internacional, no sugiere que su modelo esté desprovisto de toda moral política, pues considera que la prudencia debe regir siempre las acciones internacionales; tampoco que exista una identificación de las aspiraciones de una nación con una ley moral universal en tanto que critica la búsqueda de todo mal o amenaza en sus enemigos; ni mucho menos que la expansión, el mantenimiento y la demostración del poder sea un ideal de comportamiento permanente por 23

Ibíd., pp. 362-365.

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cuanto considera que una nación debe actuar según las circunstancias políticas, antes que abstracta o apriorísticamente. Aplicado correctamente e incorrectamente en unas y otras circunstancias, el modelo de seguridad nacional tuvo su contexto histórico privilegiado en la Guerra Fría y, en la actualidad, adoptado con algunas reservas, posee aún relevancia. Las readaptaciones del modelo de la seguridad nacional

Tal como se afirmó anteriormente, el modelo de seguridad nacional propuesto por Hans Morgenthau tuvo una relevancia crucial en las discusiones políticas y académicas sobre seguridad. Sin embargo, la aparición de nuevos enfoques sobre la seguridad en el marco del paradigma realista ha sugerido la posibilidad de ofrecer algunos elementos adicionales que pueden complementar o matizar la postura original de la seguridad nacional.24 No obstante, a fin de no perderse en un campo de estudio demasiado amplio se requiere partir del hecho de que adelantar una reconstrucción exhaustiva de todas las propuestas políticas y académicas hechas sobre el modelo de seguridad nacional, además de ser una actividad escandalosamente exhaustiva, implica, en la mayoría de las veces, separar las premisas propias del modelo de aquellas posturas que bajo su etiqueta han buscado hacer parte de esta sin serlo realmente.25 Por esta razón, en lugar de hacer un estado del arte exhaustivo sobre todo lo mencionado correcta o incorrectamente de la seguridad nacional, se busca complementar el modelo original de Morgenthau identificando tan sólo las cinco tendencias más importantes y emblemá24 Cabe aclarar que ellos no fueron considerados por Morgenthau debido a sus premisas de partida o porque sencillamente no le interesaban en la aplicación de su modelo a la realidad estadounidense. 25 Un buen ejemplo de esta situación es la famosa Doctrina de la Seguridad Nacional aplicada en América Latina, por cuanto, aunque se suele usar como una expresión emblemática del modelo de seguridad nacional, ninguna de sus premisas podría ser incluida, salvo de forma tergiversada o parcial, en la visión realista de la seguridad nacional. En efecto, al plantear el combate frontal y sin escrúpulos del enemigo “externo” e “interno”, así como la necesidad de que las instituciones estatales sean controladas por el estamento militar, esta doctrina se olvidó, por un lado, de que en el marco del realismo las amenazas se combaten con prudencia política y, por otro, de que en ningún sentido se aboga por la supremacía del poder militar sobre el poder civil.

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ticas que han conducido su readaptación o modificación parcial en el seno de la discusión tanto académica como política. Estas tendencias son: 1) la identificación de la riqueza como un factor tan importante como el poder en la edificación de la seguridad nacional; 2) la inclusión del modelo de seguridad nacional en un mundo altamente interdependiente a través del esquema de la estructura del sistema internacional; 3) la conjunción de las premisas realistas con modelos colaborativos de seguridad, a parte del tradicional esquema del equilibrio de poder; 4) la adaptación de la seguridad nacional a las realidades socio-políticas de los países del tercer mundo; y 5) la comprensión de la seguridad nacional en el marco de varios sectores, a parte del militar, como el político, el económico, el ambiental y el societal. En primer lugar, Morgenthau siempre consideró que el objetivo de las naciones era el poder, sin importar que se usaran recursos militares, psicológicos o económicos para su obtención. No obstante, existe una tendencia trazada por el nacionalismo económico o neomercantilismo que al hablar del objetivo último de las naciones no solo ha identificado el poder, sino también la riqueza. Tal como lo ha sugerido Robert Gilpin, un importante teórico de la economía política internacional, el nacionalismo económico se sustenta en la idea de que la riqueza es absolutamente indispensable para el mantenimiento, expansión y demostración del poder, y viceversa: si un Estado no es suficientemente poderoso es posible que no pueda asegurar su acceso constante a recursos financieros y comerciales en el sistema internacional.26 Desde esta perspectiva, la interacción histórica y presente entre las unidades del sistema internacional se concibe como una interacción entre recursos económicos y estrategia militar, por cuanto los Estados –normalmente aquellos con tradición imperial– han luchado “por aumentar su riqueza y su poder, por llegar a ser (o por seguir siendo) ricos y fuertes”.27 Teóricamente, el aporte de este enfoque al modelo de la seguridad nacional no Robert Gilpin, The political economy of International Relations, Princeton University Press, New Jersey, 1987, pp. 31-34. 27 Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias, Plaza y Janés, Barcelona, 1998, p. 9. 26

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solo se centra en la valoración de la riqueza y del poder como fines igualmente importantes de la política exterior, sino también ofrece los medios a partir de los cuales es posible asegurarlos. Entre estos, el más importante es la implementación del proceso de industrialización de la economía, el cual, junto con una balanza comercial superavitaria y la promoción de la división internacional del trabajo, contribuye al desarrollo económico en su conjunto y, por tanto, a la promoción del poder nacional, en general, y a la autonomía militar, en particular. No obstante, en la práctica política los medios propuestos por los nacionalistas para lograr sus fines variaron históricamente: durante la Revolución Industrial se privilegió la industria y las manufacturas sobre la agricultura; después de las dos guerras mundiales se promocionó el Estado de bienestar; y en la etapa contemporánea el poder y la autonomía militar han estado atados a la promoción de la ciencia y la tecnología.28 En segundo lugar, el modelo de seguridad nacional, al enfrentarse a un mundo cada vez más interdependiente, ha tenido que depurar su capacidad de explicación. Con ocasión de la crisis petrolera de la década de los setenta parecía que el realismo clásico había entrado en desuso, en tanto que, pese a ser un paradigma centrado en la explicación de la política internacional, sus premisas no lograban explicar completamente esta nueva problemática. Como se estableció en la sección anterior, existen algunas premisas que fueron contempladas por Morgenthau, pero que los críticos del realismo no tuvieron en cuenta y que son útiles para matizar dicha crítica. Sin embargo, es preciso afirmar que los contradictores del realismo acertaron al sugerir que a partir de la visión realista original centrada en una visión interestatal del sistema internacional no se lograba entender una serie de cambios sistémicos registrados en el ámbito internacional que, por supuesto, superaban la dinámica de las relaciones interestatales. Fue preciso crear una nueva visión del mundo que fuera capaz de enfrentar un mundo interdependiente inmerso en un proceso de globalización cada vez más acelerado. La respuesta más contundente en este sentido fue formulada por Kenneth 28

Robert Gilpin, op. cit., pp. 46-47. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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Waltz, un teórico realista de la misma talla que la de Morgenthau y cuyo pensamiento, en consecuencia, permitió llevar el paradigma realista hacia nuevos horizontes. Su pensamiento se centró en ofrecer un marco más amplio con el objeto de readaptar los principios originales del realismo; así, ofreció, por primera vez en el marco de los estudios de política internacional, el concepto de la “estructura del sistema internacional”. Así como antes de la obra de Morgenthau varios autores intentaron explicar la política entre las naciones, es evidente que el pensamiento estructural de Waltz también fue precedido por el pensamiento de autores que indagaron en el nivel de análisis sistémico de la política internacional. No obstante, sólo hasta él, como en el caso de Morgenthau, fue posible crear una nueva escuela de relaciones internacionales. Aquella recibió el nombre de neorrealismo y más adelante de realismo estructural; su preocupación central fueron los aspectos estructurales de dicho sistema. En su famosa obra Theory of International Politics, publicada en 1979, Kenneth Waltz procuró diferenciar “las variables a nivel de las unidades” del sistema internacional, en especial los atributos y la conducta de los Estados, de las “variables a nivel sistemático”, como la posición de dichas unidades en el conjunto del sistema.29 Las ventajas de hacer esta distinción para la depuración del modelo de seguridad nacional fueron enormes. Por un lado, permitió comprender que el sistema internacional no podía entenderse, como lo hicieron los primeros realistas, sólo a través de la interacción entre los Estados, sino que también el proyecto de seguridad nacional debía ser consecuente con su posición en el sistema internacional. Por otro lado, respondió a la crítica según la cual la versión realista de la seguridad nacional perdía vigencia ante un mundo cada vez más interdependiente, pues con su noción estructural podía explicar la influencia de los cambios sistémicos en el comportamiento de las unidades como el resultado de un cambio de la estructura que afecta a dichas unidades. El problema de dicha postura fue el haber supeditado el comportamiento de los Estados a la estructura del sistema internacional. Sin embargo, este enfoque excesivamente determinista fue revisado por el autor décadas después. Como 29

Kenneth Waltz, Teoría de la política internacional, G.E.L., Buenos Aires, 1988, p. 120.

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consecuencia de la fragmentación de la Unión Soviética, Waltz depuró su postura original y se atrevió a afirmar que existe una dependencia mutua entre las unidades del sistema y la estructura que fija su posición.30 En tercer lugar, existe una tendencia a readaptar la versión realista de la seguridad que consiste en pensar espacios colaborativos más allá del esquema tradicional del equilibrio de poder. El autor más representativo de esta corriente es Robert Jervis, cuyo aporte central fue el haber propuesto la posibilidad de que un proyecto de seguridad nacional pudiera adelantarse en el marco de un régimen internacional; es decir, propuso que a través de la adopción de una serie de principios, reglas y normas, un grupo de países podría crear espacios de cooperación en términos de seguridad, es decir, un régimen internacional de seguridad. Pero, como es de esperarse, existen una serie de condiciones que deben cumplirse en orden a conformar dicho régimen. La primera de ellas establece que la existencia de un régimen de seguridad está supeditada a la voluntad por parte de los Estados, en especial la de las grandes potencias, de construir un ambiente más regulado. Se entiende que en un régimen de seguridad, los Estados deben estar razonablemente satisfechos del statu quo vigente y que no toda alteración de la seguridad se soluciona con la amenaza de guerra ilimitada. La segunda condición es que los actores que hacen parte del régimen deben creer que todos sus miembros comparten valores comunes. Jervis sugiere que esta condición, aunque puede llegar a ser trivial, en la práctica política puede ser difícil de lograr en tanto las percepciones de los proyectos de seguridad de otros países pueden subestimarse o sobrestimarse. No se puede olvidar que este planteamiento, pese a su novedoso esquema de cooperación, aún hace parte del paradigma realista y, como tal, las relaciones conflictivas entre los países, basadas tanto en percepciones como en condiciones materiales de poder, siguen vigentes en su planteamiento. La tercera condición, estrictamente relacionada con la anterior, establece que todos los 30 Kenneth Waltz, “The emerging Structure of International Politics”, en: International Security, vol. 18, num. 2, Autumn, 1993, pp. 44-73.

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Estados miembros deben creer que su proyecto de seguridad depende más del statu quo ofrecido por el régimen que de su expansión. En los clásicos términos realistas, en particular en los términos pragmáticos del dilema del prisionero, si un Estado decide adelantar una política exterior imperialista no hay duda de que el régimen perderá toda su vigencia. Como cuarta condición, los Estados deben valorar la guerra como el camino más costoso que puede seguir una política exterior. En palabras de Jervis: Si los Estados piensan que construir armas es positivo (con el fin de sostener la industria doméstica) no habrá ningún incentivo para cooperar en el mantenimiento de un gasto bajo en armamento. Si los Estados piensan que la obtención de armas y las políticas de seguridad pueden ser diseñadas cuidadosamente de manera que no hay oportunidad para el desarrollo de guerras innecesarias, entonces desaparece una razón central para evitar políticas individuales. Si no se cree que la hostilidad en el campo de la seguridad genera hostilidad en los asuntos económicos o si la falta de cooperación en esa esfera no es vista como costosa, entonces no habrá incentivo para la cooperación.31

En cuarto lugar, el modelo de la seguridad nacional, al haber sido pensado privilegiadamente para las grandes potencias, dejó de lado la realidad sociopolítica de los países del tercer mundo. Por ello, fue necesario readaptar dicho modelo a la política interna y exterior de aquellos países que no tenían una alta capacidad de disuasión militar o nuclear o que, simplemente, debían enfrentarse a amenazas de naturaleza doméstica o trasnacional más que a amenazas de naturaleza interestatal. En el marco de esta reconceptualización, el autor más importante fue Mohammed Ayoob. Su aporte teórico permitió pensar la seguridad nacional en dos niveles de análisis por cuanto consideró que no solo las variables sistémicas afectan la seguridad de los Estados del tercer mundo, sino también aquellas que son propias del ámbito doméstico, tales como la debilidad de 31 Traducción abierta de los autores de Robert Jervis, “Security Regimes”, en: Stephen Krasner (ed.), International Regimes, Cornell University Press, Ithaca y London, 1983, p. 173. También se puede encontrar esta versión de la seguridad nacional en Robert Jervis, “Realism, Neoliberalism, and Cooperation: understanding the debate”, en: International Security, vol. 24, num. 1, Summer, 1999, pp. 42-63.

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las estructuras estatales, la poca legitimidad de los regímenes políticos y la distorsión del desarrollo económico. Además, sugirió que los conflictos interestatales en el tercer mundo están estrechamente relacionados con este tipo de amenazas domésticas.32 Al identificar amenazas tanto externas como internas se desplaza el tradicional nivel de análisis nacional y se depura un proyecto de seguridad que no solo busca la integridad territorial y la defensa de la soberanía de los Estados, sino también que pretende fortalecer tanto las instituciones del Estado como el tejido social. Sin olvidar los axiomas realistas, puede afirmarse que la adaptación del modelo de seguridad nacional a la realidad sociopolítica del tercer mundo demanda una definición lo suficientemente amplia como para pensar las distintas amenazas que afectan a este tipo de países. En quinto lugar, a comienzos de la década de los noventa, Barry Buzan construyó cinco conceptos de seguridad en el marco del paradigma realista relacionados respectivamente con cinco sectores, los cuales permiten ampliar aún más la concepción restringida del modelo de seguridad nacional. Estos conceptos son: la seguridad militar, que se refiere a las capacidades armadas y defensivas de los Estados; la seguridad política, que apunta a la estabilidad organizacional de los Estados y de su sistema de gobierno; la seguridad ambiental, basada en el mantenimiento de la biosfera planetaria como el soporte esencial de la vida; la seguridad societal, entendida como la habilidad de las sociedades para reproducir sus modelos tradicionales de lenguaje, cultura y asociación, componentes esenciales de su identidad nacional; y la seguridad económica, que tiene como propósito el acceso a los recursos financieros y comerciales necesarios para sostener niveles aceptables de bienestar y poder estatal. Buzan dio vida a estos conceptos en un momento en que el sistema internacional registraba profundos y duraderos cambios con motivo de la caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. Su objetivo, en consecuencia, fue poner en un primer plano la rearticulación del concepto Mohammed Ayoob, “Security en the Third World: The Worm about to Turn”, en: International Affairs (Royal Institute of International Affairs 1944-), vol. 60, num. 1, Winter, 1983-1984, p. 49. 32

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de seguridad en las postrimerías del siglo XX, no en un sentido cronológico, sino en función de una renovada configuración del poder en la sociedad internacional.33 Los críticos del modelo realista de la seguridad nacional Esta sección se ocupa de un tema tan relevante como el aporte realizado por el paradigma realista a la configuración del concepto de seguridad, en tanto que explica el escenario teórico y político de las posturas contradictorias del modelo realista de la seguridad nacional. Dichas posturas se presentan como una de las fronteras conceptuales del debate sobre la seguridad. Como ya es evidente, la otra frontera es el modelo de la seguridad nacional. Debido a la excesiva cantidad de expresiones que han criticado el modelo de la seguridad nacional, la invocación de un sustento axiológico y epistemológico que permita delimitar tales reservas parece necesaria. De otra manera, las críticas a la seguridad nacional se convertirían tanto en una distracción para los tomadores de decisión como en un discurso que ciega el control político y ciudadano sobre las políticas de seguridad. Dos enfoques, alternativos al paradigma realista, ofrecen dicho sustento. Por un lado, el paradigma liberal con su particular énfasis en la protección de los actores sociales parece sostener la enunciación oficial de un concepto más amplio –como el de seguridad humana– en el seno del sistema de Naciones Unidas; y la teoría crítica y su oposición a la construcción tradicional de teorías ofrece un acercamiento que cuestiona los fundamentos epistemológicos convencionales del paradigma realista. En ningún sentido esta discusión es innecesaria, equiparable a las discusiones epistemológicas que tanto molestaron a algunos autores excesivamente pragmáticos como Hans Morgenthau, puesto que obtiene toda su significación política luego de valorar la incapacidad del realismo para responder completamente tanto a un escenaBarry Buzan, “The New Patterns of Global Security in the Twenty-First century”, en: International Affairs (Royal Institute of International Affairs 1944-), vol. 67, num. 3, July 1991, pp. 431-451. 33

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rio internacional enrarecido como a las críticas propinadas a su presunta objetividad científica cuya estructura lógico-deductiva limita su habilidad de comprender y conjurar nuevas y viejas amenazas. A pesar de que se ha buscado ampliar el alcance del paradigma realista con un amplio elenco de “teorías realistas”, parece que no es suficiente para responder a los nuevos desafíos del sistema internacional. Se requiere un nuevo énfasis en los actores sociales e, incluso, una nueva forma de concebir teorías sobre seguridad. El paradigma liberal y la seguridad

La aparición de la versión liberal de la seguridad centrada en la protección de los derechos humanos no puede explicarse solo como una derivación de la relevancia que fue adquiriendo el espíritu liberal después de la Segunda Guerra Mundial; tampoco como una simple consecuencia de la importancia que fueron adquiriendo los actores sociales y de la manifestación de un sinnúmero de amenazas en el sistema internacional. En realidad, el concepto liberal de la seguridad es el resultado de una relación constitutiva entre ambos fenómenos. Aunque las premisas del paradigma liberal fueron el sustento de muchas iniciativas para la protección de los derechos humanos –tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los cuatro convenios de Ginebra y sus protocolos, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, los pactos sobre derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y el establecimiento de la Corte Penal Internacional–, no se puede olvidar que la manifestación teórica traducida en expresiones oficiales fueron legitimadas por el auge de los actores sociales en el sistema internacional; situación que puso de manifiesto la violación sistemática de los derechos humanos después de la Segunda Guerra Mundial. Como se deduciría de la más simple lógica jurídica, solo es necesario que aparezca la tipificación del derecho para que se tenga conciencia de su violación. En el marco de esta relación constitutiva aparecen, entonces, conceptos como el de seguridad humana o individual como términos que se construyen en el marco de una agenda amplia que identifica no solo temas vinculados a la ausencia de guerra entre Estados, sino también Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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a la promoción de los derechos de los ciudadanos y su bienestar personal. Entendiendo esta relación constitutiva, y sin perderla de vista, a continuación se explican las premisas del paradigma liberal. Premisas del paradigma liberal

Parecería que una de las mejores formas de acercarse al estudio del paradigma liberal es empezar por advertir la complejidad que supone este ejercicio, por cuanto “el liberalismo, fenómeno histórico múltiple, es casi imposible de definir. Él mismo ha conformado buena parte de nuestro mundo moderno y, por ende, refleja la diversidad de la historia moderna, tanto temprana como reciente”.34 Sin embargo, escoger este punto de partida podría confundir en lugar de aclarar el uso del paradigma liberal en el debate teórico sobre la seguridad, puesto que, una vez que se divisa su trayectoria histórica, es inevitable separar sus presupuestos del desarrollo de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Si bien tanto la teoría económica como la teoría política han hecho aportes al paradigma liberal, al punto que se puede llegar a hablar de dos tipos de liberalismos, uno político y otro económico,35 es la disciplina de las Rela-

34 José Guilherme Merquior, El liberalismo nuevo y viejo, trad. Stella Mastrangelo, Fondo de Cultura Económica, México, 1997, p. 15. 35 Al tratar el liberalismo político, se puede encontrar desde el pensamiento de John Locke (1632-1704) hasta la obra de John Rawls (1921-2002). Sin lugar a dudas, Locke es el padre del liberalismo, puesto que propuso la idea de que un Gobierno sólo sería legítimo si se encuentra sustentado en el consentimiento de los individuos. En el caso de Rawls no cabe duda de que es el padre del liberalismo político moderno, en tanto que logró rearticular la noción del contrato y el espíritu del derecho natural, a través de su famoso concepto del velo de la ignorancia. Por su parte, el liberalismo económico es igualmente prolijo. Desde el orden impuesto por Adam Smith (1723-1790) a la teoría económica se puede encontrar una enorme variedad de autores, como John Maynard Keynes (18831946), quien aseguró que los postulados de la teoría clásica –es decir, la propuesta por Smith y Ricardo–, solo eran aplicables a un caso especial y, por ende, para Keynes era necesario que el Estado utilizara instrumentos de política económica para estabilizar la economía. Igualmente, es posible hallar a Milton Friedman (1912- ) quien critica la intervención excesiva del Estado propuesta por Keynes para proponer que su única función debe ser proveer “una estructura monetaria estable”. John Locke, Ensayo sobre el Gobierno Civil, Orbis, Barcelona, 1983; Adam Smith, La riqueza de las naciones, Orbis, Barcelona, 1985; John Rawls, Liberalismo político, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, p. 46; John Maynard, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 10; Milton Friedman, Capitalismo y libertad, 1966, p. 58.

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ciones Internacionales la que ha usado el paradigma liberal para comprender la seguridad. Después de la escuela idealista que criticó la noción de seguridad nacional y la construcción de la balanza de poder como mecanismo de paz, fue el liberalismo, con ocasión de la crisis de los precios del petróleo en la década de los setenta, la única escuela de pensamiento capaz de perfilar la resistencia más contundente al paradigma realista. Aunque sus fundadores –Joseph Nye y Robert Keohane– no se refirieron explícitamente a la seguridad, sí minaron implícitamente los fundamentos del modelo de la seguridad nacional de los realistas al considerar la existencia no solo de canales múltiples –nacionales, trasnacionales y transgubernamentales– entre las sociedades, sino también de varios niveles de análisis con sus respectivos actores. Como crítica directa al realismo, problematizaron el orden de importancia impuesto a los temas de las agendas de política exterior e internacional, en especial el énfasis dado al papel de la fuerza militar, por cuanto advirtieron que las instituciones internacionales reducirían el riesgo de guerra al constituirse en “catalizadores para la formación de coaliciones y como escenario para iniciativas políticas y vinculación de los Estados débiles”.36 En suma, construyeron un modelo de análisis de política mundial –no solo internacional– denominado interdependencia compleja37 que en la década de los ochenta se transformaría en el esquema del Neoliberalismo Institucional 38 y redundaría, posteriormente, en una amplia literatura sobre regímenes internacionales.39 Con la aparición –o la concienciación– de otras amenazas, aparte de las estrictamente militares, y la reivindicación de actores no estatales en la posguerra fría, el paradigma liberal adquirió más importancia. En esencia, sentó las bases para la configuración de propuestas alternativas a la seguridad nacional, como el modelo de la seguridad humana. Robert Keohane, Joseph Nye, Poder e interdependencia. La política mundial en transición, GEL, 1988, p. 54. 37 Ibíd., cap. 2. 38 Robert Keohane, Después de la hegemonía. Cooperación y discordia en la política mundial, GEL, 1988. 39 Andreas Hasenclever, Peter Mayer, Volker Rittberger, Theories of International Regimes, Cambridge University Press, Cambridge, 2001. 36

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Pero la importancia del paradigma liberal y su capacidad para fundamentar axiológicamente conceptos comprehensivos de seguridad solo se entienden revisando sus premisas esenciales. Siguiendo la propuesta teórica que ofrece Andrew Moravcsik, es posible tipificar el paradigma liberal en la disciplina de Relaciones Internacionales a través de tres axiomas: a) el otorgamiento de una alta primacía a los actores sociales, y en especial a los individuos, en la elaboración de las políticas estatales, y la búsqueda de su bienestar a través de estas; b) los Estados o las demás instituciones políticas representan a los actores sociales, por lo cual el comportamiento estatal está sujeto a la presión que estos ejercen conforme a sus intereses individuales fundamentados racionalmente; y c) el sistema internacional interdependiente configura el comportamiento estatal.40 Es claro, entonces, que el liberalismo cuestiona la visión que posee el realismo sobre sus unidades de análisis (actores) y la forma como entiende a la sociedad internacional. En efecto, el liberalismo desborda el ámbito estatal por cuanto otorga un papel fundamental a los actores sociales en la elaboración de las políticas exterior y de seguridad. Tal como se estableció, para los liberales toda política exterior y de seguridad debe buscar el bienestar de los actores sociales. Al concebir al Estado no como un actor monolítico, sino como un representante de los actores sociales, el liberalismo plantea que los “Estados no maximizan (...) concepciones de seguridad homogéneas y fijas de seguridad, soberanía o riqueza per se, tal como los realistas (...) tienden a asumir”; en su lugar, buscan “interpretaciones particulares y combinaciones de seguridad y soberanía preferidas por los grupos domésticos poderosos”. Ello se explica porque “cualquier propósito estatal –incluso preocupaciones aparentemente fundamentales como la defensa de la soberanía política y legal, la integridad territorial, la seguridad nacional o la riqueza económica–

40 Andrew Moravcsik, “Taking Preferences Seriously. A liberal Theory of International Politics”, en: International Organization, vol. 51, num. 4, Autumn, 1997, pp. 516-521.

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varia decisivamente con el contexto social”.41 Ya no se parte de un único interés nacional que imponga directrices en un solo sentido; más bien este es el resultado de un proceso de discusión entre los actores sociales, los cuales, sin embargo, no tienen la misma capacidad de influencia.42 Este proceso de construcción del interés nacional adquiere su lógica particular porque se concibe a los actores sociales como agentes racionales que buscan maximizar su propio interés. Por tanto, se podría asegurar que solo en este sentido podría existir una similitud entre el realismo y el liberalismo. Sin embargo, que el liberalismo entienda a los actores sociales como agentes racionales no quiere decir que ellos se comporten como lo sugieren los realistas. Por el contrario, su racionalidad los lleva a actuar en otro sentido al considerar que una sociedad internacional interdependiente puede llegar a aminorar el conflicto entre los actores. En resumen, a diferencia del realismo, que explica el comportamiento estatal sólo en relación con la naturaleza anárquica del sistema internacional, el liberalismo lo hace en función no solo del ámbito internacional, sino también del doméstico. Para este paradigma, las fuerzas transnacionales y los actores domésticos así como la presión que estos ejercen sobre las políticas estatales, son esenciales en la comprensión de la seguridad.43 Un buen ejemplo en el que se puede observar la aplicación del paradigma liberal en los temas de seguridad es la proyección política de la seguridad humana, entendida como la defensa colectiva de los derechos humanos. La versión liberal de la seguridad humana

Desde este enfoque, el verdadero concepto alternativo al de seguridad nacional es el concepto liberal de seguridad humana cuyo objeto de referencia no es el Estado, sino el individuo. Este concepto irrumpió en el panorama teórico a mediados de los noventa en el 41 42 43

Ibíd., pp. 519-520. Ibíd., pp. 513-553. Moravcsick, p. 513. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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contexto de búsqueda de nuevos paradigmas para explicar las realidades emergentes.44 Desarrollado primero en el ámbito académico, el concepto de seguridad humana fue adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe de 1994 cuyo objetivo fue generar un análisis comprensivo sobre el tema. Para el PNUD, los criterios que garantizan la seguridad humana se relacionan, en primer lugar, con una población libre de temor y, en segundo lugar, con una población libre de carencias. Por ello considera dos aspectos fundamentales: la seguridad ante amenazas crónicas como el hambre, las enfermedades y la represión, por un lado, y la protección ante los trastornos súbitos de los modelos de vida como las catástrofes naturales, por otro. De acuerdo con el informe, siete dimensiones interdependientes forman parte de la seguridad humana: 1) la seguridad económica, relacionada con un ingreso digno; 2) la seguridad alimentaria, que significa que toda la gente tenga acceso a alimentos básicos; 3) la seguridad sanitaria, especialmente para las clases menos favorecidas; 4) la seguridad ambiental, definida como un medio ambiente saludable; 5) la seguridad personal, mediante la reducción de amenazas de tipo violento; 6) la seguridad comunitaria, mediante la pertenencia a un grupo y 7) la seguridad política, que permita a todos los individuos disfrutar sus derechos básicos. En el informe de Naciones Unidas, “Nosotros los Pueblos”, se reforzó la idea de una estrecha relación entre los desafíos vinculados al desarrollo y la seguridad de las personas, las comunidades y la seguridad internacional. De este modo, la gobernabilidad democrática, el crecimiento con equidad y la superación de la pobreza se convirtieron en requisito para alcanzar la paz en los ámbitos internacional, regional y local.45 Jorge Nef, Human Security and Mutual Vulnerability. The Global Political Economy of Development and Underdevelopment, International Development Research Centre, Ottawa, 1999. 45 ONU, Nosotros los Pueblos. La función de las Naciones Unidas en el siglo XXI. Un mundo sin temor, 2000. 44

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El concepto de seguridad humana que también se incorporó como un tema esencial en el Informe del Milenio de las Naciones Unidas de septiembre de 2000, aprobado por 189 países, tiene un carácter integrativo que lo aleja de las concepciones tradicionales limitadas a la defensa del territorio y al poder militar, al considerar que las amenazas que la afectan son de carácter global. En él, el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, destacó que “la necesidad de aplicar criterios de seguridad más centrados en el ser humano es aún mayor (…)” y enfatizó en el hecho de que la seguridad humana en su sentido más amplio involucra mucho más que la ausencia de conflictos (…) incorpora el tema de los derechos humanos, el buen gobierno, el acceso a la educación y a la salud, además de asegurar que cada individuo tenga las oportunidades y la capacidad de elección necesaria para el cumplimiento de todo su potencial.46

Ante la contundencia de los cambios que ha experimentado el sistema internacional y con miras a prever las consecuencias de su impacto surgieron dos iniciativas importantes producto de la Cumbre del Milenio: la Comisión de Seguridad Humana y la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, cuyas conceptualizaciones en torno a la seguridad humana se vinculan a dos informes sustanciales: “Seguridad humana ahora”, de la Comisión de Seguridad Humana, y la “Responsabilidad de proteger”, de la Comisión sobre Intervención y Soberanía de los Estados. El primero, que desarrolla el concepto de seguridad humana desde la protección de las libertades vitales de las personas, destaca que el fomento de los principios democráticos constituye un paso importante para el logro de la seguridad humana y el desarrollo. También señala la necesidad de crear instituciones sólidas en el marco del Estado de derecho. El segundo se centra en el tema de la intervención humanitaria y enfatiza la responsabilidad de la comunidad internacional frente a poblaciones que estén sufriendo graves daños a sus derechos humanos. Dicha responsabilidad se fundamenta en dos principios básicos: en primer lugar, la soberanía de un Estado 46

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conlleva responsabilidades y la principal es la de proteger a su población; en segundo lugar, cuando la población esté sufriendo graves daños como consecuencia del colapso de las estructuras del Estado y ese Estado no quiera o no pueda evitar dichos sufrimientos, la responsabilidad de proteger tendrá prioridad sobre el principio de no intervención. Según la Comisión, la prevención es el factor más importante que debe tenerse en cuenta para evitar todo sufrimiento humano. El principio de intervención, al que abre la puerta el concepto de responsabilidad al que se refiere Naciones Unidas, se aplica de tres maneras complementarias: en el ámbito jurídico, con miras a proteger a las minorías; desde el punto de vista humanitario, para proteger a poblaciones en riesgo; en el campo socioeconómico, para solucionar las causas profundas de los conflictos. De ello se desprende que el principal componente de la seguridad humana son los derechos humanos concebidos como derechos naturales que pertenecen a las personas en virtud de su dignidad, no de relaciones sociales contingentes. Con todo, no se puede olvidar que la noción de derechos humanos es de factura occidental y que requieren un cierto reacomodo a las circunstancias y particularidades de los diferentes pueblos. De allí también el nexo entre seguridad humana y democracia liberal. En síntesis, la seguridad humana es un paradigma amplio y comprensivo que integra una matriz que busca incorporar todos los elementos de la vida y asegurar una existencia digna. Como concepto ya no radica en el Estado (seguridad pública), sino en el individuo como ser humano y ciudadano (seguridad privada). De carácter multidimensional, enfatiza el multilateralismo y la cooperación; considera que la seguridad estatal es esencial, pero insuficiente; y subsume a la seguridad convencional y le agrega dos elementos: la preocupación prioritaria por el bienestar de las personas y el convencimiento de que a las amenazas globales hay que darles respuestas globales, no nacionales.

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Teoría crítica y estudios críticos de seguridad

A pesar de la enorme importancia del enfoque crítico en cuanto a su pretensión de humanizar a las sociedades industrializadas, su impacto en las ciencias sociales ha sido reducido. Tal como lo plantearon los fundadores de la denominada Teoría Crítica –Herbert Marcuse, Max Horkheimer y Theodor Adorno–, esta situación obedece a que los enfoques científicos tradicionales, en el más recalcitrante sentido positivista, han dominado la elaboración de teorías, limitando cualquier forma de crítica. En el caso de la disciplina de las Relaciones Internacionales, en especial en los estudios de seguridad y en su práctica política constitutiva, es aún evidente la relevancia, implícita o explícita, que la comunidad académica y los tomadores de decisión en materia de política exterior e internacional han concedido a los paradigmas tradicionales, realista y liberal, y a sus respectivas teorías. Según los pensadores críticos, el problema no se encuentra en la existencia de estos enfoques, pues para la teoría crítica estos resultan esenciales en tanto que permiten configurar una metodología coherente, sino más bien en el modo en que su estructura lógica ha impedido advertir las debilidades de su epistemología. Por esa razón, surgieron los estudios críticos de seguridad. Sus fundadores y principales exponentes, Michael Williams, Keith Krause y Robert Cox, han pretendido seguir el espíritu de los filósofos de la Escuela de Frankfurt para llenar este vacío teórico y, por ende, constituir un acercamiento intelectual consciente de estas debilidades como antesala a la edificación de una noción de seguridad más comprenhensiva y adecuada al mundo contemporáneo. Para lograr este objetivo, estos pensadores han partido del supuesto de que todas las concepciones teóricas responden y están influenciadas por su contexto histórico específico. Desde este enfoque, por ejemplo, se puede afirmar que el pensamiento realista es el resultado del proceso histórico que condujo la conformación del Estado moderno. Este autoconocimiento es, entonces, la clave de la emancipación y lo que favorece el espíritu crítico y, sobre todo, autocrítico. Por esta razón, la teoría crítica logra señalar las limitaDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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ciones de la construcción lógica de teorías tradicionales como el realismo y el liberalismo, en cuanto a que responden a una práctica histórica específica. Las premisas de la teoría crítica

Explicar los estudios críticos de seguridad es un ejercicio que debe iniciar con la reflexión en torno a los presupuestos que sostienen su propuesta, por cuanto aparecen como una crítica no solo a la axiología del realismo y del liberalismo, sino también a su epistemología. Dicho origen se encuentra en la teoría crítica, la cual es el resultado, según sus fundadores, de la contradicción intrínseca del espíritu de la ilustración. Por ello, los pasos necesarios de nuestra argumentación deben responder a esta lógica: antes de observar el impacto de la teoría crítica en los estudios críticos de seguridad es preciso explicar no solo el origen de esta teoría, como resultado de la dialéctica de la ilustración, sino también sus respectivos presupuestos filosóficos. En primer lugar, la ilustración se inició como una actitud desafiante que se servía del discernimiento científico para liberar al hombre del dogmatismo premoderno que con argumentos teológicos y/o metafísicos pretendió sustentar una estructura social inalterada.47 Sin embargo, fue esa misma condición la que dio lugar a un nuevo dogmatismo fundado en la fe ciega en la razón y, en especial, en su capacidad tanto para comprender como para dominar la experiencia. Se creó un tipo ideal de individuo que creyó ser capaz de lograr lo que se propusiera si sustentaba su juicio en la razón. En suma, los pensamientos teológico o ficticio y, después, metafísico o abstracto, fueron sustituidos por el pensamiento positivo o real,48 pero sin advertir que este último esclavizaría del mismo modo que el primero.49 La noción más hegemónica de lo que implica la actitud que fundamenta el espíritu de la ilustración se encuentra en Immanuel Kant, ¿Qué es la ilustración?, trad. Roberto R. Aramayo, Alianza, Madrid, 2004, p. 83. 48 Auguste Comte, Discurso sobre el espíritu positivo, Alianza, Madrid, 2000, cap. 1. 49 Herbert Marcuse, Razón y revolución, Alianza, Madrid, 2003, p. 415. Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Dialéctica del iluminismo, trad. H.A. Murena, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1987, p. 15. 47

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Fue el espíritu de la ilustración el que sirvió de sustento para construir lo que los teóricos críticos denominaron teoría tradicional, la cual tendría como propósito establecer los criterios que debía seguir cualquier teoría en términos de su estructura lógica. Dicha estructura se sustenta en dos supuestos interrelacionados, cuya discusión por parte de los teóricos tradicionales se ha evitado por razones de comodidad intelectual o bien en aras de preservar el statu quo vigente. El primer supuesto, quizás el más importante, consiste en establecer una división tajante entre el sujeto que investiga y el objeto que es investigado. Esto quiere decir que el objeto de investigación es independiente de los instrumentos que se utilicen para aprehenderlo; por tanto, como establecería Descartes, existe una diferencia entre ser y pensamiento.50 De hecho, la existencia de la teoría en un sentido convencional depende de que el observador no puede manipular el acontecimiento que observa, de modo que los principios que la sostienen se traducen en conceptos universales y ahistóricos bajo los cuales la realidad debe subsumirse. Pero el impacto de esta presunción no se limita a hacer una distinción entre el investigador y el objeto de investigación, puesto que esta lógica también se puede usar para entender la actuación de los actores sociales como sujetos individuales o colectivos autónomos y racionales. El segundo supuesto es la configuración del pensamiento teórico a través de una lógica causal y deductiva de relaciones causales. Este razonamiento, que es común en las ciencias naturales, consiste en explicar los acontecimientos sociales como el resultado de ciertos supuestos y variables independientes: “supuestas las circunstancias A, B, C, D se espera que tenga lugar el acontecimiento q; mientras que si se elimina D, tendrá lugar el acontecimiento r, y si se añade G, el acontecimiento s, y así sucesivamente”.51 Lo más interesante de la configuración de la estructura lógica del pensamiento convencional es que aquella no es fortuita, pues tiene su explicación en el hecho de que a partir de ella la abstracción teóriRené Descartes, Discours de la Méthode, Hachette, Paris, 1997. Max Horkheimer, Teoría tradicional y teoría crítica, trad. José Luis López y López de Lizaga, Paidós, Barcelona, 2000, p. 64, 29, 23. 50 51

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ca puede vincularse más fácilmente a un sistema social de producción. Siguiendo una estricta racionalidad instrumental, que para la teoría tradicional es natural y poderosa,52 los teóricos son motivados a configurar estructuras conceptuales como instrumentos que permiten reproducir el sistema social vigente, y este esfuerzo, a la postre, busca imitar el esquema de las ciencias naturales debido a su éxito ya comprobado en la contribución a dicho propósito. Más exactamente, el origen del pensamiento teórico en un sentido convencional se encuentra en su misma demanda en el marco del esquema de mercado de la sociedad industrial, en cuyo escenario la preocupación central es justamente la reproducción de su lógica económica; por lo cual, el científico debe racionalizar y explicar los hechos de tal modo que permita no solo comprender la realidad en su conjunto, sino también dominar una amplia cantidad de objetos.53 Aunque la aplicación de este tipo de discernimiento teórico con su estructura lógica particular se justifica por la necesidad de autoconservación de las sociedades industriales, el modo en que ha penetrado los esquemas de pensamiento contemporáneos sólo puede entenderse en sus orígenes más profundos, es decir, debe indagarse en la socialización de dichos esquemas. Aquella se ha logrado a través de una educación realista y secular. Desde que la ilustración depositó toda su confianza en el poder de la razón, se educó la intuición y la actitud intelectual para reconocer las condiciones y los supuestos a partir de las cuales se produce un determinado efecto. En sus orígenes, toda disciplina científica ha sido motivada por esta lógica a tal punto que “cualquier desviación conduce aquí al dolor al fracaso y a la penalización”. La enseñanza de todo conocimiento científico ha sido impartida con disciplina y a su turno ha disciplinado no solo a los estudiantes, sino también a los maestros para que se preocupen por entrelazar, como ya se estableció, “el trabajo teórico con el proceso vital de la sociedad”. El resultado es Esta es una posición que nos recuerda Robert Nozick quien, a pesar de discutir los límites de la racionalidad instrumental, sigue siendo un teórico tradicional. Robert Nozick, La naturaleza de la racionalidad, trad. Antoni Doménech, Paidós, Barcelona, 1993, pp. 183-184. 53 Max Horkheimer, op cit., pp. 25, 31. 52

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evidente: todos aquellos que han sido formados para producir algún tipo de acercamiento científico saben, y de hecho están profundamente convencidos, que la ciencia tiene como función no solo ordenar la experiencia y formular interrogantes, sino también prevenir los acontecimientos.54 Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX se empezó a discutir el alcance de esta actitud científica. Ello fue propicio para que surgiera una crítica tan revolucionaria como la del espíritu de la ilustración, pero aquella tuvo un sentido más humanista, en tanto que se opuso al uso instrumental de la razón que sirvió para justificar la irracionalidad y el inhumanismo de las dos guerras mundiales. Por esa circunstancia, en el seno de lo que se denominó la Escuela de Frankfurt, tres judíos alemanes –Adorno, Horkheimer y Marcuse– “que experimentaron en su espíritu los horrores del Nazismo que hubieran experimentado en sus propios cuerpos si hubieran permanecido en su patria”,55 crearon en el período de entreguerras la teoría crítica. Este enfoque novedoso fue el resultado de la articulación de las premisas del idealismo alemán y de la crítica marxista de la economía política, las cuales son tradiciones de pensamiento que ya contienen el espíritu de la revolución política y la emancipación teórica frente a la teoría tradicional. Podría pensarse que el marxismo como un paradigma que surgió del diálogo entre la filosofía política alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés ya había hecho esta articulación y que, por tanto, la articulación que la teoría crítica propone entre el idealismo alemán y la lectura marxista de la economía no podría mostrarse como un logro. Sin embargo, el marxismo, al introducir la dialéctica (uno de los aspectos más representativos de la filosofía política alemana) en el análisis de los fenómenos sociales, modificó el espíritu idealista que su fundador, Friedrich Hegel, le había conferido en tanto que concentró su análisis tan sólo en la explicación Ibíd., pp. 55, 31. Enrique Ureña, La teoría crítica de la sociedad de Habermas. La crisis de la sociedad civilizada, Tecnos, Madrid, 1998, p. 47. 54 55

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de las contradicciones derivadas de las relaciones de producción y, con ello, perdió todo el impacto que había podido tener el uso de este instrumento metodológico en la comprensión amplia de los fenómenos sociales. Por esa circunstancia, los padres de la teoría crítica acuden al pensamiento original de Hegel y construyen una nueva articulación, la cual, a la postre, se puede pensar como un aporte novedoso en tanto que buscó hacer una selección y modificación del pensamiento no solo del marxismo, sino también de la dialéctica hegeliana con miras a ampliar el alcance que el mismo Hegel le dio a la dialéctica. En efecto, fue la escogencia selectiva y modificada de las premisas del pensamiento de Karl Marx y de Friedrich Hegel lo que les permitió a los miembros de la Escuela de Frankfurt contar con una pretensión que fue más allá de la crítica para trasformarse en autocrítica. Del pensamiento de Hegel, más que tomar su idea de la obtención de un espíritu objetivo creado dialécticamente, retoman “el poder de la negatividad”, pero sin aspirar a llegar a una gran síntesis objetiva. Se basan en el poder de la negatividad para oponerse a lo “positivo” y lo preestablecido y construyen una teoría que es capaz de trasformarse y autocriticarse constantemente.56 Del marxismo toman, principalmente, la idea de la alineación; sin embargo, la entienden en un sentido más amplio en tanto que logran aplicarla implícitamente no solo a un sistema de producción, sino a la configuración misma del pensamiento teórico. Para ellos, la alienación “se expresa como la separación entre valor e investigación, saber y actuar”,57 mientras que para Marx se entiende en un sentido más restringido, como el proceso a partir del cual los hombres pierden su capacidad creadora conforme su trabajo se convierte en una simple mercancía.58 No obstante, la idea de la alineación marxista como producto de una praxis social definida históricamente se mantiene en el espíritu de la teoría crítica. Herbert Marcuse, op. cit., p. 416. Max Horkheimer, op. cit., p. 43. 58 Leo Strauss y Joseph Cropsey, Historia de la filosofía política, trad. Leticia García Urriza, Diana Luz Sánchez y Juan José Utrilla, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, p. 721. 56 57

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La modificación de la propuesta del idealismo alemán y del marxismo les permitió a los fundadores de la teoría crítica proponer un esquema de pensamiento relativamente novedoso, cuyo propósito consistió en criticar tanto la estructura lógica de la teoría tradicional como la razón instrumental que justificaba su aplicación. Valiéndose del poder de la negatividad y de la ampliación del concepto de alineación marxista, la teoría de la Escuela de Frankfurt criticó la separación entre sujeto y objeto propia del pensamiento convencional a través del argumento de que los actores sociales no son completamente libres ni toman sus decisiones autónomamente en tanto que estas últimas están mediadas por todo un entramado social. De hecho, es necesario reconocer la estrecha relación entre sociedad e individuo, toda vez que el pensamiento y la actuación de los hombres son el producto de la praxis social general.59 Esta lógica, por supuesto, también es aplicable a la actividad del investigador en tanto que su pensamiento es el resultado de la praxis social de su momento histórico. La crítica a la estructura lógica del pensamiento convencional no se agota con este reparo. La teoría crítica se opone también a la objetividad de la teoría tradicional construida a partir de la causalidad y la lógica deductiva. Por ejemplo, no se enfatiza el hecho de que si existe intercambio ello generará siempre un sistema de producción capitalista. De tal manera, más que construir una teoría a partir de la lógica deductiva, según la cual el discernimiento se inicia a partir de principios generales, la teoría crítica busca reconocer el contexto histórico sobre el cual se trabaja, puesto que el descubrimiento de nuevas relaciones no depende tanto de cuestiones metodológicas ni lógicas como de la comprensión del proceso social. Así mismo, la teoría crítica se opone a la razón instrumental que inspira a la teoría tradicional o, dicho de otro modo, la lógica que obliga aplicar el pensamiento teórico a una realidad socio-económica concreta. En especial, Max Horkheimer, uno de sus principales representantes, hizo la crítica a este tipo de racionalidad al afirmar que 59

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aquella se preocupa tan sólo de responder a un sistema de producción y, por tanto, tan sólo pretende “resolver los problemas más técnicos de la relación entre medios y fines, sin detenerse a examinar la racionalidad de estos últimos”.60 En palabras de los fundadores de la teoría crítica, en contraste, un razonamiento que pretenda humanizar la actividad de los hombres buscaría ocuparse de la moral existente entre medios y fines, más que vincular estrictamente la teoría a un proceso de producción. Esta pretensión es la que podría evitar repetir una conflagración como la de las dos guerras mundiales que, según esta perspectiva, fueron motivadas por la necesidad de las naciones europeas, en especial sus clases sociales dominantes, de aumentar su participación en la producción mundial.61 Desde esta perspectiva, es sencillo comprender los enormes beneficios que pueden derivarse de la aplicación de la teoría crítica en el conjunto de las ciencias sociales y, en especial, en las Relaciones Internacionales. En las ciencias sociales, en general, podría sustituirse la pretensión de seguir el acercamiento de la teoría tradicional (racionalista) por uno que entienda el pensamiento teórico como resultado de un proceso social; mientras que en a la disciplina de las Relaciones Internacionales, en particular, el impacto se advierte en el modo en que se pueden minar los enfoques racionalistas, en especial el realista, que ha inspirado las decisiones más importantes en materia de políticas de seguridad. A continuación se expone con más detenimiento dicho impacto. Los estudios críticos de seguridad

En el seno de los Security Studies, que reaparecieron en la escena académica con el análisis ofrecido por Stephen Walt en 1991 en torno a los nuevos desarrollos de esta sub-área de la disciplina de Relaciones Internacionales,62 se ha presentado una postura que ha buscado invocar implícitamente la impronta de la teoría crítica Enrique Ureña, op cit., p. 48. John A. Hall, G. John Ikenberry, El Estado, trad. Jesús Alborés Rey, Madrid, 1993, pp. 96-113. 62 Stephen M. Walt, “The Renaissance of Security Studies”, en: International Studies Quaterly, vol. 35, num. 2, Jun, 1991, pp. 211-239. 60 61

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en el marco de lo que se conoce como Critical Security Studies. Aunque el propósito de estos estudios no ha sido evocar por completo las categorías marxistas o hegelianas que sostienen el espíritu de la teoría crítica, sus fundadores han mantenido su pretensión epistemología con el propósito de minar los fundamentos del paradigma realista. Para ellos, el paradigma realista a través de su adaptación contemporánea, el neorrealismo, ha pretendido formular aseveraciones objetivas, prácticamente científicas, para disciplinar el estudio de las relaciones internacionales y de la seguridad y, por ende, para convertirse en jueces tanto de lo que es válido investigar como la metodología que debe ser empleada. Con ello han evitado valorar, consciente o inconscientemente, el modo en que se ha construido su teoría. En suma, los Critical Security Studies reflejan en términos particulares la crítica general que la teoría crítica esgrime en contra de la teoría tradicional, por cuanto estos fueron articulados para responder a una de las posturas más ortodoxas sobre la seguridad, el realismo, quizá una de los enfoques más representativos del racionalismo cartesiano. Por esa razón, se considera necesario seguir la misma estructura que se utilizó con ocasión de la explicación de la teoría tradicional y la teoría crítica para discutir, primero, el realismo como una teoría tradicional y, segundo, las críticas que han formulado los estudios críticos en contra de los fundamentos del realismo. Como todo enfoque racionalista, el realismo y sus respectivos estudios de seguridad parten de una definición tan delimitada como hegemónica del núcleo de su investigación. Ello obedece a que, como ya se sugirió, los representantes de estos estudios han buscado constituirse en los jueces de toda aproximación a la seguridad. Al definir, por ejemplo, el propósito de los estudios de seguridad como “el estudio de la amenaza, el uso y el control militar de la fuerza”,63 Stephen Walt, el principal exponente de esta línea de pensamiento, ha llegado no solo a desplazar, sino incluso a desconocer todos aquellos enfoques sobre la seguridad que buscan comprender otro tipo de amenazas, aparte de las estrictamente militares, como las económicas, las 63

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ambientales o las societales. Esta postura convencional revela su interés de constituirse en un planteamiento hegemónico, a través de la adopción, consciente o inconsciente, de la estructura lógica derivada del pensamiento cartesiano. La separación entre ser y pensamiento, e ideología e investigación científica, se expresa en el realismo no solo por su pretensión de distanciar al investigador de su objeto de investigación, sino también por la construcción de una estructura axiológica que parte de principios generales sobre la naturaleza humana para deducir leyes generales capaces de explicar la política internacional. A continuación se presentan estas dos características del realismo: por un lado, la separación entre sujeto y objeto; por otro, su estructura lógica causal y deductiva. En el modelo realista de la seguridad nacional no suele encontrarse alguna referencia a la subjetividad o los juicios de valor del investigador ni mucho menos se hace mención alguna a la posible irracionalidad de los Estados o, en el caso de teorías realistas contemporáneas, de otros actores no estatales, pues ello supondría derrumbar toda su estructura teórica. En términos epistemológicos, esto supone que, por un lado, los investigadores creen que no pueden llegar a manipular subjetivamente su investigación y que, por otro, tanto las categorías analíticas tangibles (la edificación de dispositivos militares o el crecimiento económico) como las intangibles (la construcción de la identidad, el poder político o las percepciones), cuando sea el caso, son consideradas como objetos.64 Este espíritu derivado de la impronta de la ilustración es un legado que mantienen implícitamente todas las generaciones de pensadores que se consideran realistas. Desde Carr, Morgenthau y Aron, pasando por Wolfers, Kissinger, Kennan, hasta Waltz, Jervis y Ayoob, el paradigma realista con su respectiva capacidad operativa ha sido utilizado con “distancia”, por cuanto el investigador parte de una creencia según la cual cree poder aplicar 64 Keith Krause, Michael Williams, “From Strategy to security: Foundations of Critical Security Studies”, en: Keith Krause, Michael Williams (eds.), Critical Security Studies. Concepts and Cases, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1997, p. 43. Una versión anterior de esta propuesta es Keith Krause y Michael Williams, “Broadening the Agenda of Security Studies: Politics and Methods”, en: Mershon International Studies Review, vol. 40, num. 2, Oct., 1996, pp. 229-254.

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una caja de herramientas a la explicación de la realidad internacional sin ser parte de lo que está estudiando.65 La impronta de la teoría tradicional se expresa también en la construcción axiológica del paradigma realista debido a su énfasis en la causalidad y la deducción. Estos dos rasgos característicos se entrelazan en una visión de ciencia que busca construir un conocimiento objetivo que no cambia con el tiempo; por lo cual, una vez que las relaciones de poder entre los Estados son descubiertas se puede explicar no solo el funcionamiento del sistema internacional, sino también predecir su dinámica política.66 Pero ¿cómo ha sido construida exactamente la estructura axiológica del paradigma realista? Esta pregunta se contesta, en términos de la postura de los Critical Security Studies, a través de la explicación del entrelazamiento causal y lógico-deductivo entre dos conjuntos de premisas: por un lado, la visión del hombre que se encuentra en el pensamiento de Thomas Hobbes, la tradición de pensamiento que sostiene el pensamiento realista, y su derivación en los rasgos de lo que este filósofo político contractualista denominó estado de naturaleza; por otro, la formulación realista de los Estados como actores racionales y del sistema internacional como un estado de naturaleza caracterizado por la anarquía y la inseguridad. Todo indica que, aunque fueron explicados anteriormente la tradición hobbesiana y la versión realista de la seguridad nacional, parece necesario regresar a este tema; pero esta vez enfatizando su estructura causal y lógico-deductiva por cuanto ese es el punto de partida de los Critical Security Studies. Influenciado por el espíritu de la ciencia moderna de los siglos XVI y XVII, Thomas Hobbes construyó un sistema axiológico que, al igual que el de muchos pensadores de su época, buscó comprender la dinámica del mundo natural independientemente de cualquier consiWhitte Johnston, “E.H. Carr´s Theory of International Relations”, en: The Journal of Politics, vol. 29, num. 4, nov. 1967, pp. 861-884; Hans Morgenthau, op. cit.; Raymond Aron, op cit.; Wolfers, op. cit.; Henry Kissinger, Diplomacy, Touchstone-Simon & Schuter, New York, 1995; Arnolf Wolfers, op. cit., Kenneth Waltz, op. cit.; Robert Jervis y Mohamed Ayoob, op. cit. 66 Ghazi A. R. Algosabi, “The theory of international relations: Hans Morgenthau and his critics”, en: Bachground, vol. 8, num. 4, Feb., 1965, pp. 237-238. 65

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deración metafísica. Esta pretensión lo llevó a edificar su filosofía política de tal modo que fuera compatible con los nuevos métodos de indagación científica, en especial con la lógica de demostración causal que imponía el naturalismo de Galileo Galilei (1564-1642), el mecanicismo de Isaac Newton (1642-1727) y el racionalismo de René Descartes (1596-1650). Thomas Hobbes compartió la idea de Galileo según la cual para descubrir leyes naturales no debía preguntarse por lo que motivaba los fenómenos naturales más allá del mundo físico –tal como intentaba formular la escolástica–, sino por el modo en que en efecto dichos fenómenos se desarrollan. Hobbes tomó de Isaac Newton el análisis mecanicista –o la explicación de la realidad como un modelo mecánico– para intentar explicar la actuación de los hombres como partes de un mecanismo social. Sin embargo, a diferencia de estos autores, el método de Hobbes no fue experimental ni inductivo; más bien siguió el racionalismo de René Descartes, de manera que en su pensamiento es posible encontrar el uso del método deductivo toda vez que parte de algunas consideraciones generales sobre la sicología individual y colectiva que dominan el comportamiento de los hombres con el propósito de deducir las leyes que gobiernan la dinámica mecanicista de las relaciones humanas en el estado de naturaleza.67 El resultado de combinar estas tradiciones –el método de las ciencias naturales, el mecanicismo y el racionalismo– fue un planteamiento riguroso, secular y con pretensiones científicas sobre la naturaleza humana. Mientras que la construcción de leyes naturales y el espíritu mecanicista marcaron cada una de las etapas de la argumentación que sigue Hobbes, la lógica deductiva del racionalismo le permitió saltar de una etapa de argumentación a la otra. Aunque las fuentes teóricas que inspiraron a Hobbes pueden ser inagotables, es preciso reducir la exposición de su filosofía política a los rasgos que comparte con la revolución científica del siglo XVII,68 67 John H. Hallowell, Jene M. Porter, “Thomas Hobbes and the philosophical revolution of the seventeeth century”, en: Political Philosophy. The search for humanity and order, Prentice Hall, Ontario, 1997, pp. 277-315. 68 Los esfuerzos de Hobbes en distintos escenarios intelectuales fueron reseñados en: Tom sorell (ed.), The Cambridge Companion to Hobbes, Cambridge University Press, Cambridge, 1996.

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por cuanto este énfasis fue lo que le permitió al realismo utilizar el pensamiento hobbesiano para explicar científicamente los intereses del poder nacional de los Estados y las amenazas a su seguridad nacional en el sistema internacional. Siguiendo la idea de la relación entre el estímulo y la reacción del mecanicismo de Newton, en el Leviatán Hobbes inicia su disertación con la definición de su epistemología, destacando que los pensamientos del hombre son representaciones de los cuerpos físicos o, como se suele denominar, objetos externos a nosotros mismos y, por ende, que estas representaciones son causadas por dichos estímulos externos.69 En consecuencia, podría sugerirse que la postura epistemológica de Hobbes es ante todo sicológica, por cuanto busca explorar, antes de ofrecer sus leyes naturales sobre el comportamiento de los hombres, los procesos mentales del ser humano. Al concentrarse en la sicología que domina la naturaleza humana, no solo hace la distinción entre la cosa observada y su respectiva representación en la mente humana, sino que va más allá, centrándose en la sicología individual y colectiva como la siguiente etapa en su lógica deductiva. En efecto, su postura sobre el pensamiento humano como una representación mental de la realidad que circunda al hombre le sirve para destacar, específicamente, la representación mental de la discordia, la cual es causada por los móviles sicológicos de la actuación individual de los hombres, a saber: la competencia, la desconfianza y la gloria. Si los hombres son dominados por estos móviles enmarcados en la lógica de la racionalidad instrumental o, dicho de otro modo, por aquella racionalidad que busca establecer la relación entre medios y fines, es evidente que la principal representación de la dinámica colectiva será la idea de un estado de guerra e inseguridad que, como resultado de una lógica mecánica y natural, será permanente.70 No obstante, siguiendo nuevamente las reglas de la física de Newton, en especial que “toda acción genera su reacción” y que “todo cuerpo, cualquiera que sea su estado de movimiento o de reposo, tiende a conservarlo hasta que una fuerza Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, trad. Manuel Sánchez Sarto, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 7. 70 John H. Hallowell, Jene M. Porter, op. cit. 69

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superior lo altera”, ofreció la solución al estado de naturaleza en el que los hombres racionales se atacan permanentemente entre sí y, por ende, son presa constante del miedo. Dicha solución fue la creación de una entidad por encima de los hombres, el Estado, que tendría como propósito la concentración del poder político como una acción que generaría una reacción: la seguridad de los hombres que ya no se atacarían entre sí. De manera que el estado naturaleza como estado de permanente movimiento podría ser alterado por la fuerza (física) superior del Estado. El fundador del paradigma realista, Hans Morgenthau, un asiduo investigador entrenado y disciplinado por la filosofía política, supo traducir el pensamiento de Hobbes para explicar la dinámica de la política internacional. El pensamiento de Hobbes, inspirado en una época en la que se buscó separar el razonamiento filosófico (caracterizado por la prescripción) del científico (centrado en la explicación y cuyo modelo fue establecido, principalmente, por la física de Newton71 ), le sirvió de sustento a Morgenthau para justificar su pretensión de instituir una “ciencia de la política internacional”. De tal suerte que el paradigma realista y sus respectivas teorías no solo mantienen el esquema axiológico del pensamiento hobbesiano, sino que además tienen su misma pretensión científica y la utilizan para explicar el modelo de la seguridad nacional en el marco de la política internacional. En efecto, el realismo mantiene la estructura axiológica de la tradición de pensamiento hobbesiana al seguir la misma lógica causal y deductiva, la cual se puede resumir en dos etapas. En una primera etapa de la argumentación, todos los autores realistas sin excepción destacan el hecho de que los Estados son racionales por cuanto buscan maximizar su poder, es decir, su actuación está gobernada por la racionalidad instrumental que Hobbes destaca al explicar la sicología de los hombres en el ámbito doméstico. Dicha racionalidad tiene una connotación política particular cuando se piensa que otro de los puntos de partida del razonamiento realista es el hecho de que la soberanía de los Estados es 71 Giovanni Sartori, “La política como ciencia”, en: La política. Lógica y método en las ciencias sociales, trad. Marcos Lara, Fondo de Cultura Económica, México, 1995.

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una condición objetiva inalterada heredada de la Paz de Westfalia. Esto quiere decir que la racionalidad se afinca y se justifica al converger con una idea de soberanía inquebrantable; de lo cual se deduce que el Estado no solo cuenta con el monopolio para dirigir su propia política exterior, sino que, además, se constituye en el objeto de la seguridad a tal punto que la seguridad de los ciudadanos es equivalente a la seguridad del Estado. Como segunda etapa de la argumentación, los realistas llegan a la misma conclusión que Hobbes, al deducir de la sicología individual la sicología colectiva del estado de naturaleza: si un Estado busca en todo momento maximizar su poder entiende que los otros Estados están en la misma situación; por tanto, no podrá actuar en el marco de acciones cooperativas. Esta es la clásica analogía del dilema del cazador propuesta por Rousseau que constituye el principal rasgo característico del sistema internacional: su anarquía, que desde este escenario debe ser entendida como la ausencia de un poder por encima de los Estados que logre alterar, siguiendo la lógica mecanicista, la dinámica del estado de guerra permanente del sistema internacional.72 Al sustentarse en el legado cientificista del pensamiento de Hobbes, esta construcción lógico-deductiva pretendió ofrecer una investigación atemporal, objetiva y con la capacidad de explicar e incluso predecir la política internacional a partir del descubrimiento de las leyes que gobiernan las decisiones en materia de política exterior. A la postre, esta pretensión fue promovida justamente por la necesidad de moldear un conocimiento que pudiera ser aplicado en la comprensión del sistema internacional y que, por ende, demarcara modos de acción. Como lo señaló Stanley Hoffman, los estudiosos de las relaciones internacionales tuvieron que ofrecer lo que los formuladores de política necesitaban, y lo que los líderes mundiales buscaron durante la Guerra Fría, en especial en Estados Unidos, era alguna fórmula intelectual que pudiera servir para múltiples funciones: exorcizar el aislacionismo, y justificar una intervención permanente y global en los asuntos mundiales; racionalizar la acumulación de poder, las técnicas de intervención, y los métodos 72

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de contención aparentemente requeridos por la guerra fría; explicar a un público de idealistas por qué la política internacional no deja mucho lugar para la buena voluntad pura y de hecho mancilla la pureza; apaciguar la frustración de los belicosos mostrando por qué la fuerza ilimitada o el extremismo en nombre de la libertad no eran ninguna virtud; y tranquilizar a una nación ansiosa por un acomodamiento definitivo, sobre la posibilidad tanto de evitar la guerra como de lograr sus ideales. El “realismo”, por diverso que fuera (y así contradictorio) en sus recomendaciones, proveyó precisamente lo que era necesario.73

Una vez expuestos los rasgos centrales tanto del realismo como de su sustento filosófico debe quedar claro que este enfoque convencional, que moldea el esquema de la seguridad nacional, cuenta con las tres características que le fueron atribuidas anteriormente a la teoría tradicional: 1) la autonomía del investigador y de los actores sociales; 2) la estructura axiológica construida a partir de la causalidad y la deducción, y 3) la necesidad de aplicar un conocimiento teórico a una realidad concreta. Por tal razón, es evidente que los Critical Security Studies, al estar inspirados en el espíritu de la Escuela de Frankfurt que critica la teoría tradicional, tienen reservas en cada uno de estos tres rasgos característicos del paradigma realista y de sus respectivas teorías. No obstante, tal crítica, al reducirse exclusivamente al plano epistemológico, podría quedar sin operacionalización política alguna. Aunque es de gran importancia para la investigación, la propuesta de estos estudios –consistente en sustituir el acercamiento racionalista del neorrealismo y el neoliberalismo por modos interpretativos de análisis– no es suficiente para guiar las decisiones políticas de las autoridades encargadas de la seguridad. Es preciso trascender al plano operativo o por lo menos ofrecer un concepto que no solo sea alternativo al modelo de la seguridad nacional, sino que también permita constituir una política de seguridad. Con todo, la crítica más evidente a este planteamiento reside en el hecho de que su fuente, el pensamiento hobbesiano, inicia su disertación y sigue una serie de etapas argumentativas sustentado en la

73 Stanley Hoffman, Jano y Minerva. Ensayos sobre la guerra y la paz, trad. Patricia McElroy, G.E.L, Buenos Aires, 1991, p. 24.

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lógica deductiva del cartesianismo más que, como ya se estableció, en el método inductivo de Newton o en la ciencia experimental de Galileo. Si recurrió al cientificismo de Newton fue para racionalizar sus leyes mas no para seguir su método inductivo apoyado en la revisión empírica constante de los hechos. El resultado es que el realismo tiene no solo el mismo esquema axiológico de la tradición de pensamiento hobbesiana, sino también el mismo error de creer estar haciendo ciencia. En general, los realistas siguen una serie de principios y deducen leyes generales más que observar constantemente la realidad política. Por lo menos esa es la crítica que formulan los representantes de los Critical Security Studies. Una consideración final Dado que el debate sobre la seguridad nacional debe partir de las formulaciones más generales hasta llegar a los modelos operativos más particulares, y que para ello se requiere una guía que permita orientar la discusión, la reflexión que orientó esta exposición se centró en ofrecer aquellos paradigmas –el realismo y sus contradictores: el liberalismo y la teoría crítica– que permiten delimitar la comprensión de este concepto. Al desbrozar este debate se buscó enfatizar el hecho de que la versión realista de la seguridad nacional conserva un lugar preeminente no solo en relación con la discusión académica, sino también política. Se puede concluir que el realismo cuenta con una alta capacidad para explicar una multitud de fenómenos relacionados con la seguridad nacional a tal punto que se ha convertido en el marco de referencia obligado. Por esa razón, el realismo ha sido crucial para el debate político: la lectura que ofrece este paradigma sobre el sistema internacional ha justificado en buena medida las decisiones en materia de política exterior y de seguridad en el mundo. Todo parece indicar que la versión realista de la seguridad nacional se constituye en uno de los modelos más arraigados y difíciles de evadir en el conjunto de los debates de la seguridad. En efecto, como tal, ha influido la mayoría de las políticas exteriores y, por supuesto, no hay una sola teoría sobre seguridad que no se haya constituido como una oposición o una readaptación de sus princiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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pales axiomas. Su versión más clásica se encuentra en la famosa obra de Hans Morgenthau, cuyo pensamiento promueve la configuración de una agenda de seguridad centrada en el estudio del interés de las naciones expresado en términos de poder, de manera que el objeto y el sujeto de la seguridad así como el grado de cesión de soberanía que supone su modelo deben ser explicados en función del poder nacional. Sin embargo, es necesario un comentario adicional: pese a conservar aún cierta vigencia, se ha buscado readaptar dicho modelo en torno a una serie de variables que responden a los últimos cambios registrados en el sistema internacional. En el marco del paradigma realista ya no se piensa la seguridad solo en relación al poder, sino también en función de la riqueza y de varios sectores (militar, político, económico, ambiental y societal). Además, se ha desbordado el nivel de análisis nacional para incluir variables sistémicas, factores domésticos y la posibilidad de crear regímenes internacionales que permitan la cooperación en materia de seguridad. No obstante, el paradigma realista aún deja muchos interrogantes en la sombra. Desde luego, los Estados –y por ende su seguridad– siguen siendo referentes fundamentales en el mundo contemporáneo. Pero también es una verdad de a puño que la preocupación por el ser humano adquiere cada vez mayor gravitación y envergadura, motivo por el cual la seguridad humana como filosofía y propuesta de trabajo enriquece y vuelve más complejo el panorama de la seguridad en las sociedades contemporáneas. De allí que se haya planteado la necesidad de recurrir a otros paradigmas que advierten ciertos caminos de reflexión con el propósito de depurar la capacidad de explicación del realismo no solo para enfatizar otros actores aparte del Estado, sino también para problematizar las limitaciones epistemológicas de esta propuesta convencional. Bibliografía Algosabi, Ghazi A. R., “The theory of international relations: Hans Morgenthau and his critics”, en: Background, vol. 8, num. 4, feb., 1965, pp. 221-256. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 120-177, semestre II de 2006

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Lo ambiental y lo social de la aspersión en Colombia ¿Política ambiental o estrategia antinarcóticos? NERY LONDOÑO ZAPATA [email protected] Artículo recibido 31/08/2006 Evaluación par externo 11/09/2006 Evaluación par interno 12/09/2006

Resumen

En este artículo se revisan y analizan algunos aspectos del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato (PECIG) y su Plan de Manejo Ambiental, con el ánimo de demostrar que no consideran de manera adecuada los componentes ambiental y social. Desde la perspectiva de las políticas públicas se demuestra que se ajustan más a una estrategia militar-antinarcóticos que social y medioambiental, contrario al querer transmitido en la definición del instrumento, que habla de la compensación, prevención y mitigación de impactos, la protección de los recursos naturales, del medio ambiente y de la salud de la ciudadanía ubicada en las zonas de influencia directa. Para ello, se hace un recuento de cómo está definido el Programa y los organismos que lo componen; después se explica el Plan de Manejo Ambiental y el análisis de su implementación, posteriormente se muestran los resultados obtenidos de esta verificación para, finalmente, formular las respectivas conclusiones.

Palabras clave: medio ambiente, políticas públicas ambientales, gestión ambiental, aspersión con glifosato, Plan de Manejo Ambiental.

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Abstract

This paper reviews and analyzes issues of the Illicit Crop Eradication Program with Glyphosate (ICEPG) and its Environmental Management Plan, with the aim to demonstrate that the environmental and social components have not been properly considered. From the public policy viewpoint, they are shown to fit more into a military antinarcotics strategy rather than a social and environmental strategy, as opposed to the aims contained in the instrument definition, which talks about impact compensation, prevention, and mitigation; and protection of natural resources, environment, and population’s health within the direct influence areas. For this purpose, an initial review of the Program definition and component organizations is provided; the Environmental Management Plan is explained, its implementation is analyzed; the results from this verification are shown; and, finally, the respective conclusions are formulated.

Key words: environment, environmental public policy, environmental management, aspersion using glyphosate, Environmental Management Plan.

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Introducción Entre sus principios básicos la estrategia ambiental colombiana considera que el proceso de desarrollo económico y social se regirá según los principios universales del desarrollo sostenible; configura la biodiversidad como patrimonio nacional y de interés de la humanidad, obligando a su prioritaria protección y aprovechamiento sostenible; plantea que las políticas de población tendrán en cuenta el derecho de los seres humanos a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza. Por otro lado, define que la formulación de las políticas tendrá en cuenta el resultado del proceso de investigación científica. Advierte a las autoridades ambientales y a los particulares la aplicación del principio de precaución, que trata sobre la pertinencia de medidas eficaces para impedir la degradación del medio ambiente en los casos en que se identifique peligro de daño grave e irreversible, y se evidencie falta de certeza científica absoluta.1 Acuerda que la ley garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarla con el ánimo de hacer prevalecer el derecho a disfrutar de un ambiente sano, surgiendo entonces la obligación del Estado de proteger la diversidad e integridad del mismo y la planificación del manejo y del aprovechamiento de los recursos naturales para garantizar su desarrollo, sin comprometer el de las futuras generaciones. Este artículo pretende mostrar algunos aspectos del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato (PECIG) definidos en su Plan de Manejo Ambiental, con el ánimo de demostrar que este programa, diseñado e implementada con el fin de erradicar los cultivos ilícitos, no considera de manera adecuada los componentes ambientales y sociales antes mencionados aunque cuente con un Plan de Manejo Ambiental, que finalmente la autoridad ambiental (el MAVDT) debió imponer en 2001, respondiendo más a la presión social y a un requerimiento legal que a una preocupación real sobre estos temas específicos. Para ello, se hace un recuento de cómo se define el Programa y los organismos que lo

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componen; se explica el Plan de Manejo Ambiental y el análisis de su implementación a través de listas de chequeo para las fichas o programas correspondientes y definidas en el mismo; se muestran los resultados obtenidos de esta verificación para, finalmente, formular las respectivas conclusiones. Así mismo, se define y explica de manera sucinta los conceptos de políticas públicas y la concepción de los bienes públicos; el concepto de desarrollo sostenible y los recursos y servicios de la biodiversidad; por último se plantean algunas consideraciones sobre el herbicida glifosato y algunas externalidades conocidas. En seguida, se define el Programa y los actores que intervienen, la forma como se viene desarrollando y ejecutando el Plan de Manejo Ambiental y el Programa mismo a través de la definición de listas de chequeo cuya base son los objetivos y actividades a realizar propuestos, y con las que se pretende dar cumplimiento al objetivo general del Plan contrastadas con la información suministrada en los Informes de Avance de Actividades presentados por la Dirección Nacional de Estupefacientes a la autoridad ambiental, verificando el nivel de cumplimiento del mismo. Con estos resultados, se amplían algunos aspectos específicos informados, referidos prioritariamente a la deficiente, ineficaz e inoportuna aplicación de consideraciones de tipo ambiental y social que conlleven a impedir, prevenir, mitigar de manera efectiva las externalidades negativas evidenciadas en el Programa. Marco teórico Las políticas públicas

En democracias presidenciales como la colombiana, el proceso de adopción e implementación de las políticas públicas depende fundamentalmente de los partidos políticos, los cuales están conformados e influenciados por actores que incluyen desde el Presidente mismo hasta ciudadanos de las regiones y pueblos, congresistas, empresarios y personas con marcada influencia social. Sin embargo, estos no son exclusivos de la influencia en la calidad de las políticas públicas; temas como la actitud ciudadana, las conviccioDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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nes, los valores, la historia, las instituciones y las costumbres son preponderantes y en cierta forma definen tales políticas.2 Otros aspectos que no se pueden desconocer y que tienen relación directa con la eficacia de las políticas públicas son los procesos de diseño e implementación en los cuales media de manera fundamental el debate y la negociación. El componente técnico y los procesos políticos son fundamentales y van de la mano. Muchas políticas consideradas técnicamente correctas, y con atributos teóricos importantes, no siempre son exitosas, pues pueden desconocer componentes de tipo institucional, político y cultural en los cuales se desarrollen e implementen. Una política que muestre dudas de credibilidad y sea deficientemente aplicada, puede crear más distorsiones que otra considerada no tan óptima, pero que goza de estabilidad y de una correcta implementación. Los actores formales de las políticas públicas

En este segmento se analizan los actores formales e informales, pero visibles, pues las características y el ámbito de aplicación en las que se definan las políticas públicas pueden derivar otros actores o agentes no visibles y hasta ilegales que, aunque muestran estas condiciones, ejercen una influencia directa y muy significativa sobre los procesos de formulación, implementación y de resultados. En el caso del PECIG confluyen de manera específica actores informales como los grupos armados, que tienen el control sobre la mayor parte del territorio donde se encuentran los cultivos ilícitos; los desplazados, que es la población obligada a dejar sus tierras rurales por múltiples razones, pero que en todo caso tienen que ver con la problemática de este tipo de cultivos; así mismo, actores formales como la Embajada Americana, organismos multilaterales y ONG que influencian de manera efectiva, directa y significativa el desarrollo de esta política pública, ejerciendo presiones políticas y ambientales sobre la misma. Este apartado se desarrolla tomando como base los planteamientos y conceptos del Banco Interamericano de Desarrollo, Publicados en el libro La política de las políticas públicas. Informe 2006, Harvard University, Editorial Planeta, Cambridge, 2006. 2

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El gabinete En los sistemas presidenciales el poder ejecutivo se concentra en el presidente y, en consecuencia, sus ministros desempeñan un rol de apoyo del presidente. Características como la estabilidad, la coordinación y el nivel de formación influyen significativamente en las políticas públicas. Así, por ejemplo, cuando hay cambios frecuentes en el gabinete, pueden darse problemas de liderazgo que a su vez pueden llevar a situaciones de inercia burocrática y corrupción. Ahora, si la permanencia de los ministros se prolonga, ello puede generar capacidades específicas en el rol político en el que se desenvuelve, así como desarrollar aptitudes gerenciales que conllevan a mejorar la calidad de su desempeño en la formulación de políticas públicas. Por otro lado, la capacidad de los ministros de gobierno para coordinarse y cooperar con otras instituciones impacta positivamente en las políticas. A mayor número de partidos participando en el gabinete y mayor sea la distancia en ideologías, se tendrán mayores probabilidades de dificultad. Ahora bien, un número elevado de ministros participando en el proceso de formulación puede limitar la capacidad para desarrollar una política coherente en el tiempo y ejecutada de manera consistente.

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Continúa

La burocracia El funcionamiento efectivo del sistema democrático y la vigencia del Estado de derecho está fuertemente relacionado con la burocracia, que se convierte en componente básico. La burocracia es un conjunto articulado de reglas y pautas de funcionamiento que se insertan en el poder ejecutivo con la finalidad de dar continuidad, coherencia y relevancia a las políticas públicas así como el de asegurar el ejercicio neutral objetivo y no arbitrario de los poderes públicos. La calidad de la burocracia contribuye de manera efectiva a evitar políticas oportunistas fortaleciendo la confianza de los actores. La debilidad de la burocracia contribuye a la debilidad del poder ejecutivo, a pesar de estar subordinada a él dentro de un sistema constitucional. El nivel de mérito, que evalúa el grado en que existen garantías efectivas de profesionalismo en el servicio civil y el grado de protección efectiva de los funcionarios frente a la politización y el atropello. Colombia, junto con países como Argentina y Uruguay, presenta un índice cercano al 52%, reflejando un escenario en el cual se aceptan, en términos muy generales, las decisiones de selección, promoción y despido de los funcionarios públicos, respondiendo a principios de mérito. El esquema 1, Cambios de burocracia muestra los tipos de burocracia existentes, ubicándolos de acuerdo con el grado de autonomía y la capacidad funcional de la misma. La capacidad funcional evalúa y calcula aspectos de los sistemas de remuneración salarial y de evaluación del desempeño de sus funcionarios.

Tabla 1. Actores formales de las políticas públicas

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El poder judicial Si este es independiente y dinámico, desempeña un papel importante en las políticas públicas como perito imparcial que hace cumplir los acuerdos entre los actores, garantizando y vigilando la aplicación efectiva de los mismos e implícitos en las políticas, facilitando las oportunidades intertemporales y si representa los intereses de la sociedad, ayudando entonces a favorecer el interés colectivo. Cuando el poder judicial toma un rol con poder de veto, las políticas públicas gozarán de mayor estabilidad porque garantiza la aplicación de las normas y de la Constitución. Sin embargo, puede hacer que éstas sean poco adaptables en el sentido en que dependerá de la coincidencia entre las preferencias o prioridades de los demás poderes. Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, La política de las políticas públicas. Informe 2006. Harvard University, Editorial Planeta, Cambridge, 2006.

Autoridades subnacionales Las autoridades subnacionales se refieren a los alcaldes y gobernadores los cuales en Colombia son elegidos por voto popular. La función de estos actores en el proceso de formulación de políticas públicas depende fundamentalmente de los incentivos y las reglas de juego en su participación. En general se refiere a incentivos de tipo presupuestal y los efectos benéficos que pueda generar la política pública. Normalmente intervienen más en la implementación y desarrollo de la misma, que en su diseño.

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Frente al PECIG, organismos como la Corte Constitucional, la Defensoría del Pueblo, las personerías municipales y distritales y la Procuraduría han ejercido sus funciones en la prevalencia de los derechos de los afectados directa o indirectamente por el Programa, tratando de dar un equilibrio frente a los impactos o externalidades generadas a las comunidades locales. Un aspecto importante es que, aunque el programa se formula en el nivel central, este se desarrolla en las regiones, implicando necesariamente a gobernadores, alcaldes, sistemas regionales de salud, autoridades ambientales regionales –corporaciones autónomas regionales e institutos de investigación ambiental–, instancias y jurisdicciones en las que se identifican, reconocen y tratan la totalidad de las afectaciones, pero que no intervienen en el diseño ni en la puesta en marcha del Programa y del Plan de Manejo Ambiental, tampoco en los seguimientos ni en las respectivas verificaciones. Esquema 1. Clases de burocracia Burocracias Administrativas (Colombia, Uruguay, Argentina) *

Administración Federal * Brasil

*

(Burocracias Sociales) Enclaves protegidos Bolivia

Burocracias Administrativas

*

(Perú, Venezuela, Ecuador)

Funcionarios Públicos Provisionales * (Colombia, Argentina, Perú, Uruguay)

BUROCRACIAS ADMINISTRATIVAS BUROCRACIA CLIENTELAR

Burocracias Económicas Banco Central

* * *

Cuerpos profesionales Diplomáticos y Tecnócratas

*

BUROCRACIA MERITOCRACIA BUROCRACIA PARALELA

A L T A

Admin. Central – Chile

*

Administraciones Tributarias (Chile, Perú, México)

*

Fondos Entidades ad hoc Fondos de Inversión Social

Equipos de Asesores Técnicos

*

Unidades Ejecutivas de Proyectos Internacionales

*

Burocracias Clientelares (Paraguay, República Dominicana) BAJA

*

CAPACIDAD

ALTA

Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, op. cit., 2006, p. 76.

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A U T O N O M Í A

B A J A

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Como se puede deducir del esquema, Colombia se ubica como una burocracia administrativa, es decir, muestra un sistema que presenta poca o baja capacidad funcional y alta autonomía de sus funcionarios; cuenta con reglas definidas sobre el mérito, pero en la práctica no se aplican; sus funcionarios son elegidos con base en razonamientos políticos y no en virtudes y capacidades. La alta rotación de los funcionarios públicos entre entidades y la creciente vinculación de contratistas a las plantas de las entidades, además de generar temporalidad y rotación, reduce el sentido de pertenencia y limita la defensa de lo público, al contratarse para labores específicas como emitir conceptos técnicos o presentar diagnósticos o estudios. Los actores de la sociedad civil

Actores como la Iglesia, las empresas multinacionales, los organismos internacionales, los Gobiernos extranjeros, las organizaciones civiles, indígenas, negritudes, campesinos, entre otros, tienen un papel importante en el proceso de formulación de las políticas públicas; en tal sentido, el verdadero reto es lograr entrecruzar la influencia de unos y otros de forma que contribuya a obtener resultados óptimos de las mismas. Existe otro tipo de actores formales de la sociedad civil que ejercen influencia sobre el proceso de formulación de las políticas públicas, estos son las empresas, los gremios, los medios de comunicación, los sindicatos, los movimientos sociales, los académicos y los representantes del conocimiento. Así, por ejemplo, las empresas y los gremios, que a través de la recolección de firmas, redes de contacto, asociaciones y la movilidad de capitales, participan e influyen en la formulación de políticas como medio de invertir su dinero aprovechando las oportunidades cambiantes. Los medios de comunicación, considerados como la forma de enlace entre la opinión pública y los mensajes de la élite, mediante campañas estratégicas de comunicación, manejo de las noticias y la integración de los organismos de control ejercen importante influencia en el proceso de la formulación e implementación de las políticas públicas. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Por otro lado, los sindicatos han venido participando en el proceso de formulación de las políticas públicas; sin embargo, su influencia depende del poder de negociación y de las alianzas políticas. Los sindicatos se organizan para defender los intereses de sus afiliados por medio de la acción colectiva, estrategias políticas y servicios sociales. En el período posterior a la depresión económica, las alianzas con partidos de los trabajadores en América Latina redundaron en beneficios materiales para los trabajadores. Finalmente, los movimientos sociales posibilitados por la acción de la democracia que ha generado corrientes sociales o de protesta convirtiéndose en un instrumento político eficaz, alcanzando muchas veces la intensidad y escala suficiente para la renuncia forzosa o quizá la destitución de algunos presidentes en el ámbito de América Latina. Se ha observado que el aumento del poder de la calle se ha originado básicamente por la “debilidad del Estado”, la “debilidad de la nación” y la “debilidad de la democracia”.3 La primera se refiere a la incapacidad para mantener el nivel de ingreso de los sectores que habitualmente lo sostienen, como los trabajadores, los gremios, los terratenientes y la clase media en general. Un Estado débil que no puede satisfacer las expectativas de mejoras emanadas de la democracia, es un motivo de movilización y descontento social. La debilidad de la democracia se refiere a la deficiente atención de necesidades sociales insatisfechas y a la creación de gobiernos transparentes, no corruptos y liberados de las captaciones por parte de interese especiales. Debido a la debilidad de los procesos democráticos se han permitido el autoritarismo, el clientelismo, el populismo, la corrupción y la captación de instituciones y políticas públicas por intereses especiales. Se observa una repercusión en el cumplimiento de las misiones fundamentales del Estado, como el suministro de servicios eficientes y el fomento del desarrollo, considerándose que las políticas públicas no han logrado incorporar las necesidades y reivindicaciones de todos los ciudadanos ni responder a ellas, por lo 3 Banco Interamericano de Desarrollo, La política de las políticas públicas. Informe 2006, Harvard University, Editorial Planeta, Cambridge, 2006, p. 123.

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que grandes sectores de la población están quedando excluidos de los beneficios del crecimiento. La debilidad de la nación se refiere a la ausencia de un sentido compartido de nacionalidad, de sentimiento de identidad nacional. Para ello, el Estado debe estar en capacidad de crear una visión de futuro compartido a partir del cual se pueda construir una comunidad de ciudadanos con deberes y derechos. Cuando existe la percepción de que los beneficios se concentran en una minoría mientras que siempre se sacrifica a los mismos grupos, que son precisamente los que están ausentes en la toma de decisiones, es muy complicado facilitar el surgimiento de un sentido de pertenencia a la misma comunidad política. La calidad y efectividad de las políticas públicas dependen en gran medida de la inclusión del conocimiento técnico en el proceso de formulación de las mismas. Numerosos actores del conocimiento tienen la posibilidad de mejorar la calidad del debate, introducir alternativas, facilitar la formulación de la agenda, fortalecer su ejecución y darle seguimiento mediante la mejora de los conocimientos. La especialización de los conocimientos, sumado a las dificultades de adaptar la burocracia a la índole dinámica de sucesos, ha originado el surgimiento de nuevos actores del conocimiento, como las oficinas de asesoramiento legislativo, institutos vinculados a partidos políticos, organizaciones internacionales, centros de estudios, ONG, unidades de investigación de compañías, de gremios y de empresas. Características de las políticas públicas

Se ha identificado que las siguientes características hacen más óptimas las políticas públicas formuladas: 1. Contenido: técnicamente sustentada: beneficiados, tributación, redistribución del ingreso, etcétera. 2. Estabilidad: capacidad de sustentar las políticas públicas en el tiempo. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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3. Adaptabilidad: capacidad que tienen los Estados para adaptar sus políticas públicas respondiendo a cambios de las condiciones económicas; a veces los Gobiernos abusan de su discrecionalidad para adaptar las políticas y ponen en práctica políticas oportunistas y unilaterales más próximas a sus propias preferencias o a las de sus electores; ello puede generar volatilidad de las políticas, dado que oscilan entre uno y otro extremo. 4. Coordinación y coherencia: en la formulación de políticas públicas es factible y normal que participen múltiples actores que actúan en el mismo ámbito de políticas, lo cual exige un elevado nivel de coordinación de acciones para producir políticas coherentes. 5. Calidad de la implementación y de la efectiva aplicación: una política puede estar muy bien diseñada, ser aprobada sin cambio alguno, pero puede a su vez ser totalmente ineficaz, si no se plantea y se aplica de manera efectiva. 6. Orientación al interés público: se refiere al grado en que las políticas públicas promuevan el bienestar general y se asemejen a bienes públicos. Cuando se observa que los resultados o beneficios se canalizan hacia determinadas personas, fracciones o grupos específicos, a las elites, a regiones, distribuyéndose las ventajas de las mismas de manera evidentemente desigual. 7. Eficiencia: hace referencia a la capacidad del Estado de asignar recursos escasos a aquellas actividades de las que se obtienen mayores rendimientos. Esta característica guarda relación con el interés público o general. Los bienes públicos internacionales (BPI)

Los BPI están definidos como “un beneficio que ofrece utilidad y disponibilidad a escala internacional”. 4 Según la definición de Samuelson, un BPI es un bien no rival, es decir, que mi propio consumo no reduce el consumo de otro, y no excluyente a lo largo de las fronteras internacionales. Que no sea excluyente se refiere al incentivo de usarlo sin tener que pagar; a medida que todos los 4 Marco Ferroni, Ashoka Mody (eds.), Bienes públicos internacionales, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial y Alfaomega, Washington, 2002, p. 7.

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países se benefician de un bien, deben contribuir al costo de ofrecerlo, pero el problema de la valoración y las diferencias entre países resultan ser los verdaderos inconvenientes de su definición. De acuerdo con el Banco Mundial y las consideraciones de Morrissey y Hewitt, los BPI se clasifican en dos grandes grupos: los que ofrecen beneficios nacionales y aquellos cuyos beneficios son internacionales. Los BPI más importantes se definen para las áreas de la salud, el medio ambiente, el conocimiento, la seguridad y la gobernabilidad financiera y económica,5 aunque haya serios inconvenientes para dividir los costos de oferta y la valoración de los mismos. Sin embargo, este último aspecto es manejado de manera adecuada tomándolo como un problema circunscrito al tema financiero y de financiación. Externalidades de los BPI

Un bien social o público se define como aquel que todos disfrutan, sin que otro individuo reduzca su propio disfrute del mismo bien. El grado de público hace referencia al nivel al que las personas pueden ser advertidas de beneficiarse, una vez el bien es ofrecido. Cuando se trata de un bien publico puro, nadie puede ser impedido de disfrutar de los beneficios obtenidos; así mismo, los beneficios obtenidos por otros no pueden reducir la cantidad de beneficios disponibles para otros. La exclusión significa que un bien cualquiera no es puramente público, los cuales están definidos como bienes club, ya que solo unos pocos se pueden beneficiar del mismo. Ahora bien, los bienes públicos no son ofrecidos en cantidades suficientes por 1) los costos de inversión para un individuo superan los retornos esperados, utilizando el bien sin pagar por él; 2) si fuese posible cobrar por los beneficios sería difícil que todos los individuos valoraran de igual manera el bien y algunos obtendrían mayor utilidad que otros. El rango en el cual se miden los beneficios económicos es diferente para diversos bienes públicos. En todo caso, “un bien público in5

Ibíd., p. 29. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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ternacional es un beneficio que genera utilidad, que, en principio, está disponible para toda la población del mundo”.6 Es esencial que el bien público, una vez generado, esté disponible en los términos de cantidad y calidad para el consumo de todos los individuos en un rango espacial. De manera contraria, la acumulación de contaminación generada, como externalidad negativa resultante de la aplicación de un proceso cualquiera, se convierte en un mal público internacional, al dispersarse dicha contaminación a través de las fronteras. En la práctica, muchas veces no es posible distinguir o identificar de manera exacta la diferencia entre la externalidad y el bien público. Muchos bienes públicos ofrecen un beneficio que se observa en la forma de reducción o eliminación de un riesgo, donde el riesgo es un mal público. Contrario a ello, la reducción del riesgo asociado a la contaminación o explotación de un recurso (bosques, océanos, lagos, etcétera) también es un bien público. En este caso particular, los cultivos ilícitos son una externalidad negativa del narcotráfico, catalogado como un mal público internacional. La reducción del riesgo de narcotráfico es un bien público. Surge entonces la pregunta: ¿cómo reducir ese riesgo? El lector sabrá que son muchos los aspectos de obligada consideración y análisis, como también las maneras y mecanismos de llevarlo acabo. Los bienes públicos suelen agruparse por sectores. En el sector medioambiental, el bien público o la actividad ofrece calidad ambiental. Por los efectos que tienen, los aspectos de manejo y gestión ambiental se definen como bienes públicos internacionales. Los beneficios se traducen en reducción de riesgos. El bien público en el sector salud ofrece mejoras en el nivel de salud y aplica a nivel nacional e internacional. De forma similar, la paz global es un bien público internacional y las actividades que contribuyan a la seguridad y a la paz son actividades centrales; finalmente, la gobernabilidad, que si es estable y buena, ofrece utilidad y refuerza la capacidad para ofrecer bienes públicos internacionales. La tabla 2 muestra algunos ejemplos de BPI. 6

Ibíd., p. 32.

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Tabla 2. Bienes públicos nacionales e internacionales Sector y alcance Actividad central Medio ambiente Internacional Nacional Salud Internacional Nacional Conocimiento Internacional Nacional Seguridad Internacional Nacional

Investigación para reducir emisiones Conservación

Regulación e incentivos tributarios Educación ambiental

Investigación para eliminar enfermedades Cuidados preventivos

Sistema de distribución de vacunas Sistema de cuidados en salud

Centros de investigación especializada Servicios educativos

Infraestructura para Internet Infraestructura educativa

Prevención de conflictos

Instituciones para manejo del conflicto Formulación de políticas

Reducción de la criminalidad

Gobernabilidad Internacional Nacional

Actividad complementaria

Investigaciones multilaterales Buen gobierno

Fortalecimiento doméstico de la sociedad civil Reforma del servicio civil

Fuente: Marco Ferroni, Ashoka Mody (eds.), Bienes públicos internacionales, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial y Alfaomega, Washington, 2002, p. 38.

Los bienes públicos son determinantes importantes del bienestar en general y del estándar de vida material, repercutiendo de manera positiva en el desarrollo de los pueblos y su objetivo de aliviar la pobreza. Estos bienes pueden ser de ámbito local, regional o global requiriendo de la intervención de los Gobiernos, pues de hecho estos existen con el fin de ofrecer este tipo de bienes. El statu quo no es la alternativa de ofrecer un bien público, pero la incapacidad de ofrecerlo crea incentivos para desarrollar acciones que lo remedien. Los países son interdependientes no solo en la oferta de bienes públicos, sino en el comercio de los mismos, si la oferta de bienes públicos cambia los precios de mercado, entonces se puede también afectar la oferta de bienes públicos mediante los mecanismos de mercado; a esto se le llama fuga de comercio. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Pesca en el océano Control de pestes Control del crimen organizado Reducción de la lluvia ácida

Sistema de defensa de misiles Ayuda para desastres

Público impuro con cierto grado de exclusión

Investigación básica

Control del calentamiento global

Ejemplos

Público impuro con cierto grado de rivalidad pero sin exclusión

Público puro

Tipo de bien

Posibilidades de financiación Se debe trabajar partiendo de la motivación del sector público, con base en la capacidad de pago Financiación coordinada por organizaciones supranacionales usando alguna estructura de impuestos internacionales o tarifas Debe basarse en organizaciones supranacionales y algunos arreglos de recolección La rivalidad puede motivar un comportamiento más independiente en contraste con los bienes públicos puros La exclusión promueve la financiación voluntaria y estructuras similares a club. Para estos bienes, el sector público puede ser necesario para coaccionar

Tabla 3. Tipos de bienes públicos

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Continúa

La rivalidad reduce problemas de neutralidad, pero se requiere de motivación por parte del sector público Dado que la exclusión no es completa se presenta algo de suboptimalidad

Existen más incentivos privados a contribuir

Existen problemas de neutralidad, ya que las contribuciones voluntarias expulsaran a las contribuciones colectivas La cooperación parcial enfrenta problemas de pagar sin usar ante la ausencia de participación suficiente

Comentarios

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Gasto en defensa entre aliados

Procesos de paz

Ayuda externa

Intelsat

Parques transnacionales

Servicios de extensión

Ejemplos

Fuente: Marco Ferroni, Ashoka Mody (eds.), op. cit., 2002, pp. 80-81.

Productos conjuntos

Bien club

Tipo de bien

Posibilidades de financiación Y facilitar la oferta de parte del sector privado Cobrar a cada usuario según la aglomeración resultante. Los que no pagan son excluidos La tarifa por uso es igual al costo marginal de aglomeración Por la existencia de beneficios privados específicos para cada nación y por los beneficios de bien club mas duraderos Para financiar el bien con mayor eficiencia Como la participación de beneficios excluibles aumenta, los pagos pueden aumentar a partir de los beneficios recibidos

Los acuerdos institucionales pueden reforzar los beneficios excluibles

Conciente de beneficios excluibles respecto a beneficios totales es esencial

Los clubes limitan los costos de transacción

La pregunta es si esta suboptimalidad residual Pueden presentarse resultados eficientes

Comentarios

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La tabla anterior esquematiza los tipos alternativos de bienes públicos y sugiere algunas posibilidades de financiación mayormente conocidas. El desarrollo sostenible

La definición de desarrollo sostenible se planteó en 1987 en el Informe Brundtland y dice que la sustentabilidad satisface “las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.7 Sin embargo, existen objeciones a este concepto y definición. La primera se refiere a que si la idea fuese mantener el patrimonio natural, cualquier uso en cualquiera de sus elementos, sobre todo en los no renovables, estaría en contravía del querer expresado en el concepto de desarrollo sostenible; la segunda se refiere a la perspectiva temporal, pues solo una economía basada en fuentes renovables de energía podría ser sostenible en el tiempo. No obstante, con el ánimo de ser prácticos, se puede entonces concentrarse en la conservación del patrimonio natural como proveedor de recursos renovables. Y un criterio claro de uso sostenible tiene que ver con el uso de los mismos al ritmo de su renovación. El concepto también adopta necesariamente una perspectiva espacial y se entrelaza con el tema de equidad. Desde el punto de vista de la presión de los recursos naturales, sean renovables o no renovables, se concluye que “es la riqueza y no la pobreza la causa del agotamiento de los recursos”.8 Otro aspecto se refiere al comercio internacional, el cual presiona sobre la capacidad de carga que se le aplica al territorio, normalmente en los países pobres. MartínezAlier cuestiona este tipo de comercio y afirma que este se puede entender como la “apropiación de la capacidad de carga de otros territorios” a través de intercambios ecológicos desiguales expresados en el eco espacio y la huella ecológica. En 1902, Pfaundler 7 G. H. Brundtland, Our common Future, Oxford University Press, Oxford, (Nuestro Futuro Común, Alianza, Madrid, 1988). En Joan Martínez Alier, Jordi Roca Jusmet, Economía ecológica y política ambiental, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, p. 367. 8 Joan Martínez Alier, Jordi Roca Jusmet, Economía ecológica y política ambiental, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, p. 389.

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argumentó “que si a un territorio le falta un elemento muy necesario que es muy abundante en otro lugar, entonces la Ley de Liebiig del mínimo recomendaría el intercambio y, por lo tanto, la capacidad de carga de todos los territorios sumados, sería mayor que la suma de las capacidades de carga de todos los territorios autárquicos”.9 Por otro lado, el desarrollo concebido como “un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos”,10 que a su vez dependerán de las instituciones económicas y sociales y de los derechos humanos y políticos, exige de la reducción de privaciones sociales, de la escasez de oportunidades, de la tiranía, de la intolerancia de los Estados represivos y de la pobreza como fuentes principales de privación de libertad.11 Los debates públicos y las discusiones abiertas, desarrollados como consecuencia de las libertades políticas y los derechos humanos, influyen de manera importante en la creación de valores sociales ayudando a la identificación y el consenso de necesidades. La biodiversidad

La biodiversidad se refiere a la acumulación de especies y se extiende a la variedad genética de cada especie así como a la variedad del ecosistema y del hábitat. Se sabe que en el planeta existen alrededor de 1.75 millones de especies; las investigaciones recientes se centraron en bosques tropicales que albergan a más seres vivos que todos los otros ecosistemas juntos.12 En efecto, en Perú por ejemplo, E. O. Wilson identificó 43 especies de hormigas en un solo árbol, y se calcula que es el equivalente a la diversidad de todas las hormigas de Inglaterra; de manera similar se estableció que en una sola hectárea de bosque tropical peruano existen algo más de 300 especies de árboles y en un solo árbol de bosque tropical se identificaron hasta 10.000 especies de insectos. Ibíd., p. 399. Amartya Sen, Desarrollo y libertad, Planeta, Barcelona, 2000. 11 Ibíd. 12 Bernard J. Nebel y Richard T. Wright, Ciencias ambientales. Ecología y desarrollo sostenible, Editorial Pearson Educación, México, 1999. 9

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Se han identificado múltiples razones de disminución de la biodiversidad, por ejemplo, la alteración física del hábitat, mediante la conversión de zonas naturales en otras de uso completamente distinto, el fraccionamiento y la simplificación (que se refiere a la intervención directa sobre el medio, recolección de leña, ramas, canalización de ríos, etcétera). Otras razones tienen que ver con el factor demográfico, la contaminación, la introducción de otras especies (exóticas), el abuso y la sobreexplotación de los recursos naturales y del ambiente. La pérdida de la biodiversidad es costosa, porque los ecosistemas naturales brindan servicios vitales a la sociedad; se pierden o interrumpen cadenas antrópicas y se impide el apoyo a la oferta de servicios y recursos naturales renovables. Otras se refieren a pérdidas recreativas, comerciales, estéticas, paisajísticas, lo cual está relacionado con la desaparición de especies silvestres, la degradación y la destrucción de ecosistemas. Para evitar la pérdida de biodiversidad se han suscrito numerosos convenios internacionales, como el Convenio sobre Comercio de Especies en Peligro de Extinción (CCEP), firmado por 118 países, y el Convenio sobre la Diversidad Biológica, pilar de la Cumbre de la Tierra en 1992 en Río de Janeiro. El glifosato

Los conceptos presentados en este apartado son tomados del estudio “Modelado y análisis del transporte del herbicida glifosato en una parcela experimental del Maresme (Barcelona, España)”.13 El glifosato es uno de los herbicidas más usados a nivel mundial. Se trata de un herbicida no selectivo de pos-emergencia utilizado para controlar una amplia variedad de hierbas y arbustos tanto en 13 Luis Guarracino, CONICET, Departamento de Geofísica Aplicada, Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Lucila Candela Lledó, Departamento de Ingeniería del Terreno, Universidad Politécnica de Cataluña (España). Juan E. Santos, CONICET, Departamento de Geofísica Aplicada, Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, Universidad Nacional de La Plata (Argentina), Department of Mathematics, Purdue University (USA).

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zonas no cultivadas como en distintos tipos de cultivos. En condiciones normales, el uso del glifosato es considerado como de bajo riesgo para la salud humana. Sin embargo, su único metabolito conocido, el AMPA (aminomethylphosponic acid) resulta más persistente y tóxico que el producto original. Restos de AMPA han sido detectados en acuíferos someros de Holanda y Alemania. El potencial contaminante de un plaguicida está dado por su movilidad y persistencia. El plaguicida debe ser lo suficientemente móvil y persistente como para alcanzar y eliminar el organismo específicamente atacado, minimizando su impacto sobre las aguas subterráneas. Estas dos características están controladas principalmente por los procesos de adsorción y de degradación. La adsorción se manifiesta como un retardo del movimiento del contaminante respecto a la velocidad del agua. Este proceso no afecta la cantidad total de plaguicida presente en el suelo, pero el fenómeno dependerá de la composición fisicoquímica del mismo, en particular de su contenido de materia orgánica y arcillas. Por otra parte, los plaguicidas pueden sufrir la rotura de su estructura molecular en fragmentos que dan lugar a compuestos inorgánicos como productos finales de la reacción. Este proceso se denomina degradación, siendo la única vía para que un plaguicida sea totalmente eliminado del medio ambiente. El monitoreo de ensayos con trazadores y la simulación numérica constituyen herramientas imprescindibles para el estudio del transporte de agua y de sustancias contaminantes en la zona no saturada. A través de experimentos diseñados para caracterizar la migración del herbicida glifosato en la zona no saturada y determinar el riesgo de contaminación en el acuífero, normalmente se utilizan modelos numéricos unidimensionales basados en la resolución simultánea de las ecuaciones de Richards y de transporte advectivodifusivo mediante técnicas de elementos finitos mixtos. En particular, este modelado incluye procesos de adsorción lineal y de degradación de primer orden de la sustancia contaminante. Los distintos parámetros y las condiciones de borde se definen con base en los datos medidos en la parcela y en laboratorio. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Los resultados obtenidos en el estudio mencionado muestran que la simulación numérica resulta ser una herramienta válida para el estudio del transporte de sustancias contaminantes. En este sentido, el modelado ha permitido interpretar los resultados experimentales y establecer algunas hipótesis sobre la dinámica del herbicida analizado. En cuanto a la migración del glifosato se puede concluir que es fuertemente adsorbido en los primeros centímetros del suelo y que la contaminación en el acuífero solo podría tener lugar por efectos de macrodispersión (direcciones preferenciales de flujo, macroporosidad). Por otro lado, el Ministerio de Salud señala que los daños a la salud ocasionados por la exposición a este tipo de sustancias son difíciles de prevenir y controlar en nuestro país. Por ello, frente a esta situación el país requiere que se estudien los posibles efectos de las fumigaciones aéreas con glifosato sobre la salud de la población. El glifosato es absorbido rápida y fuertemente por las partículas del suelo, lo cual impide su movilidad, lixiviación e inhabilidad para ser absorbido por las raíces de las plantas presentes en él. La absorción es mayor en suelos con altas concentraciones de metales trivalentes como el hierro y el aluminio, en lugar de altas concentraciones de sodio y de calcio. Efectos del glifosato

La “Política de uso y manejo de plaguicidas” considera que los fenómenos meteorológicos y las condiciones ambientales ayudan a que los plaguicidas y químicos en general aplicados sean transportados de manera difusa, lo que puede generar efectos negativos en los individuos que están tanto dentro como fuera del proceso, y también en los ecosistemas naturales e hidrobiológicos, la flora y la fauna. En el apartado “Antecedentes”, la política reconoce que las aplicaciones aéreas (aspersiones), la irrigación y ciertas condiciones de clima adicionan movimientos o derivas en la distancia influyendo en su severidad.14

14 Colombia, Ministerio del Medio Ambiente, “Política de uso y manejo de plaguicidas”, Políticas ambientales de Colombia, Bogotá, julio de 1998.

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Entre los efectos sobre el agua, evidenciados por arrastre de plaguicidas (herbicidas y defoliantes) a ríos, quebradas y otras fuentes, se ha determinado como “grave peligro para el suministro de agua potable y para el agua usada como riego”.15 En el aire, la fumigación presenta muchos problemas de riesgo para el medio ambiente y por consiguiente para la salud humana, pues la aspersión permite la pulverización en partículas muy pequeñas que permanecen suspendidas en el aire y son fácilmente arrastradas por los vientos; además, pueden llegar a la atmósfera por efecto de la vaporización. La contaminación de los productos de cosecha también es posible, bien sea por la aplicación directa, por arrastre de partículas en corrientes de aire o por la cadena alimentaria. Sobre los efectos en la salud, reconociendo la escasa investigación sobre este tema, la política de plaguicidas cita un estudio epidemiológico desarrollado en Bogotá por el Instituto de Salud Pública de México y el Instituto Nacional de Cancerología, con el fin de evaluar la asociación entre cáncer de seno y los niveles de algunos organoclorados como DDT, DDE, DDD, Lindano y PCB. Los resultados muestran que de un total de 288 mujeres que participaron en el estudio, 144 confirmaron cáncer de seno.16 Los efectos sobre los que se tienen pruebas científicamente comprobadas se presentan a continuación; en todo caso, se sabe que los plaguicidas se consideran fatales por ingestión en volúmenes variables pero cercanos a los 114 mililitros. Efectos a corto plazo: • Intoxicación aguda: irritación leve de nariz y garganta; irritación ocular; sensibilización, irritación leve y fotosensibilización de la piel. La ingesta diaria aceptable en el hombre es de 0.3 mg/kg.17

Global Pesticida Campaigner, vol. 5, num. 3, 1995. P. Olaya et al., “Organochlorine exposure and breast cancer risk in Colombia”, in International conference in pesticide use in developing countries: Impacts on health and environment, San José de Costa Rica. 17 CR. Worthing, RJ. Hance (eds.), The Pesticide Manual, 9th Edition, The British Crop Protection Council, 1991, pp. 459-460. 15 16

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• Intoxicación leve: nauseas, vómito, diarrea, dolor abdominal, dolor o ardor en boca y garganta. Sin compromiso de las funciones respiratorias, renales o cardiovasculares. Ingestión entre 5 y 150 ml de glifosato. • Intoxicación moderada: ingestiones entre 20 y 500 ml de glifosato; producen hemorragias gastrointestinales; esofagitis o gastritis; ulceración oral; hipotensión; evidencia de daño hepático o renal transitorios. • Intoxicación severa: disfunción respiratoria que requiere intubación; falla renal que necesita diálisis; hipotensión severa; falla cardiaca; coma; convulsiones repetidas o muerte. Efectos a largo plazo: • Carcinogénesis: el glifosato, por sus elevadas concentraciones de nitritos, puede producir matahemoglobinemia en animales y humanos; a través de este mecanismo podría incidir en carcinogénesis y otras patologías. • Mutagenicidad: se han encontrado resultados positivos para matagénesis en la pseudomona del suelo. Estudios de linfocitos humanos muestran que el glifosato produce cambios en el ADN. • Teratogénesis y embriotoxicidad: dosis superiores a 3500 mg/ kg/día de glifosato en ratas se observó evidencia de toxicidad al desarrollo en forma de desosificación del esternón y disminución del peso corporal total. La toxicidad del glifosato depende de varios factores del ecosistema y de las condiciones fisiológicas de cada organismo viviente; sin embargo, “en el caso del empleo del herbicida en el programa de erradicación de cultivos ilícitos, las posibilidades de contaminación con dosis significativas serían mínimas porque, en la práctica, cada cultivo de especies ilícitas se trata tan solo por una única vez”.18 Paradójicamente, en la práctica esta condición no se da, debido básicamente al fenómeno de la sobre-aspersión a causa de la resiembra y el soqueo de áreas previamente asperjadas. 18 “Evaluación de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos”, Bogotá, octubre de 2003, p. 9.

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Definición del PECIG Con la Ley 30 de 1986 el Estado colombiano creó el Consejo Nacional de Estupefacientes, del cual hacen parte los ministros de Defensa, Salud, Educación, Justicia y Relaciones Exteriores; los directores del DAS y de la Policía Nacional, entre otros. Entre otras responsabilidades, se encarga de: Formular, para su adopción por el Gobierno Nacional, las políticas y los planes y programas que las entidades públicas y privadas deben adelantar para la lucha contra la producción, comercio y uso de drogas que producen dependencia. Igualmente el consejo propondrá medidas para el control del uso ilícito de tales drogas, (…) disponer la destrucción de los cultivos de marihuana, coca y demás plantaciones de las cuales se puedan extraer sustancias que produzcan dependencia, utilizando los medios más adecuados, previo concepto favorable de los organismos encargados de velar por la salud de la población y por la preservación y equilibrio del ecosistema del país.19

Así mismo, el Plan Colombia, formulado durante el gobierno de Andrés Pastrana Arango en 1998, está conformado por cuatro componentes, dos de ellos se definen como acciones de orden socioeconómico, tendientes a mejorar la situación de las comunidades afectadas por el conflicto armado.20 El componente “La iniciativa contra el narcotráfico”, incluye la erradicación voluntaria, definida en el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo –Plante, y la política de interdicción. Aunque las dos iniciativas tienen en común resolver el problema del narcotráfico, el Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con Glifosato, se justificó con base en las competencias dadas por la Ley 30 de 1986 al Consejo Nacional de Estupefacientes. El programa fue implementado mediante las resoluciones 001 del 11 de febrero de 1994; 005 de agosto 11 de 2000 y 0013 del 27 de junio de 2003 expedidas por el Consejo Nacional de Estupefacien-

Colombia, Ley 30 de 1986, articulo 91, literales a, g. Colombia, Contraloría General de la República, Plan Colombia, Tercer informe de evaluación, Bogotá, agosto de 2002. 19 20

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tes y sustentadas en la ley mencionada. Se define como un programa para extender y precisar las autorizaciones concedidas de la destrucción y erradicación de cultivos ilícitos en el país, a través de los medios idóneos prescritos para este efecto, teniendo en cuenta parámetros operacionales de reconocimiento de las áreas de cultivos, la procedencia del método de aspersión en el área controlada, el planeamiento operacional, la coordinación con las autoridades locales, la acción cívico policial, la evaluación periódica de resultados y la auditoría ambiental. Los organismos del PECIG

Los organismos formales del programa son el Comité Técnico Interinstitucional y la Auditoría Técnica Externa, los cuales aunque fueron creados con las dos primeras resoluciones mencionadas, se modificaron con la 0013 de 2003. a) El Comité Técnico Interinstitucional

Fue creado en el 2000 mediante la Resolución 005 del Consejo Nacional de Estupefacientes y modificado en el 2003 mediante la Resolución 0013 del mismo consejo, que produjo una recomposición de sus integrantes, aspecto que se explicará más adelante. Es el órgano asesor del Consejo Nacional de Estupefacientes, presidido por el Director Nacional de Estupefacientes. La tabla 4 presenta las modificaciones en cuanto a sus funciones e integrantes. Se puede subrayar que funciones de carácter preventivo (funciones 1 y 3), social, ambiental, epidemiológico, sanitario y operacional (función 2) y de autoevaluación (funciones 4 y 5) no se consideran en el nuevo comité. Su énfasis tiene que ver con las auditorías interna –cuando lo considere necesario– y externa –creada con la misma resolución–, es decir, que en el momento de cambiar el rol del comité, este tipo de control no existía. b) La Auditoría Técnica Externa

El artículo 5 de la Resolución 013 de 2003 reza que el PECIG contará con una auditoría técnica externa, contratada preferentemente Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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3. Recomendar programas de capacitación sobre las actividades inherentes al PECIG

Continúa

2003 1. Adelantar, cuando se estime necesario, auditorías internas al PECIG, e informar los resultados al Consejo Nacional de Estupefacientes 2. Conocer los resultados de la atención de quejas presentadas por presuntos daños ocasionados por el PECIG

21 El artículo 2 rezaba: “Reconocimiento de áreas de cultivos ilícitos. Este reconocimiento se hará mediante la identificación y ubicación de los cultivos ilícitos, su extensión, medio circundante, características del entorno social, cultural, económico, epidemiológico, sanitario y ambiental, riesgos potenciales, aprovechamiento y existencia de cultivos lícitos y su localización. Parágrafo 1. La identificación, ubicación, extensión y medio circundante de los cultivos ilícitos, será coordinado por la Dirección Nacional de Estupefacientes y lo ejecutará la Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos. Parágrafo 2. Con el fin de caracterizar el entorno social, cultural, epidemiológico, sanitario, económico y ambiental, determinar riesgos potenciales, aprovechamientos y existencia de cultivos lícitos y su localización, la Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos, solicitará la información relacionada con estos temas a los gobernadores, secretarías de Agricultura, alcaldes, corporaciones autónomas regionales, seccionales del ICA, direcciones departamentales de Salud, universidades, institutos de investigación científica y organizaciones no gubernamentales y cualquier otra institución pública o privada que tenga información relacionada con estos temas. (…) Corresponderá a la Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos y a la Dirección Nacional de Estupefacientes, analizar y evaluar tanto la información suministrada por las autoridades de las entidades mencionadas en este artículo, como la obtenida en el parágrafo 1, con el propósito de determinar los riesgos potenciales en relación con la salud humana, el medio ambiente y las actividades agropecuarias en las áreas que serán objeto de aspersión aérea con glifosato”.

2. Recomendar las áreas a asperjar desde el punto de vista social, ambiental, epidemiológico, sanitario y operacional, con base en la caracterización realizada y entregada a este por la DNE 3. Recomendar las medidas de prevención, mitigación y compensación de acuerdo con las características de las áreas

2000 1. Estudiar, analizar y evaluar la información de que trata el artículo segundo de 21 esta Resolución

Tabla 4. Funciones del Comité Técnico Interinstitucional del PECIG

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5. Conocer los resultados de la Auditoría Técnica Externa, los cuales serán presentados al Consejo Nacional de Estupefacientes por el Director Nacional de Estupefacientes 6. El comité se reunirá en forma ordinaria cada tres meses, y en forma extraordinaria cuando uno de sus miembros lo solicite.

2003 22 4. Promover la contratación de la Auditoría Técnica Externa

22

En el siguiente apartado se explican las funciones de la Auditoría Técnica Externa.

Fuente: resoluciones 005 de 2000 y 013 de 2003, respectivamente, del Consejo Nacional de Estupefacientes.

2000 4. Emitir concepto sobre el Programa de erradicación de cultivos ilícitos con glifosato, el cual será enviado para consideración de la Dirección Nacional de Estupefacientes 5. Conocer los resultados de las investigaciones adelantadas por las autoridades competentes en relación con las quejas presentadas por las comunidades, por los presuntos daños ocasionados por el Programa de erradicación de cultivos ilícitos 6. Diseñar programas de capacitación sobre las actividades inherentes a la erradicación de cultivos ilícitos, con el fin de ser divulgados. 7. Establecer los perfiles de los profesionales que integrarán la interventoría técnica que hace referencia el parágrafo 2 del artículo décimo de la presente resolución 8. El Comité se reunirá en forma ordinaria cada tres meses y en forma extraordinaria cuando mínimo dos de sus miembros lo soliciten

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con recursos de cooperación internacional y con universidades públicas o privadas de reconocida trayectoria tanto académica como científica. Sus funciones son: 1. Verificar si la ejecución de las actividades operativas del PECIG se ajustaron a los procedimientos y lineamientos establecidos en el PMA. 2. Presentar al Comité Técnico Interinstitucional informes trimestrales del examen y las evaluaciones realizadas. 3. Recomendar las acciones correctivas pertinentes. En este sentido, la resolución 0005 de 2000 establecía la obligatoriedad de que el Gobierno Nacional, a través de la Dirección Nacional de Estupefacientes, contratara los servicios de una auditoría técnica encargada de realizar el seguimiento al Programa de erradicación de cultivos ilícitos con el herbicida glifosato en los aspectos técnicos y operacionales, así como la evaluación de los impactos ambientales, de la salud humana y en las actividades agropecuarias; estos aspectos se limitaron considerablemente en el 2003, al otorgarle funciones exclusivas de seguimiento de actividades. Finalmente, la Auditoría Técnica Externa no se ha implementado ni opera en los términos de la resolución explicada.

La Embajada Americana

La participación del Gobierno de los Estados Unidos en el programa ha sido permanente y significativa a través de su apoyo financiero definitivo y continuo. Sin embargo, no está definido de manera formal en el desarrollo del mismo, aunque se evidencian intervenciones explícitas en la toma de decisiones en uno u otro sentido. En el expediente 793 del MAVDT se encuentra el oficio 3111-1-10280 del 8 de julio de 2003, mediante el cual la Embajada Americana manifiesta que algunas muestras de suelos, que fueron enviadas al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (Universidad de Mississippi) para los respectivos, análisis dan como resultado baja residualidad del glifosato y explica que Colombia no cuenta con la infraestructura técnica que le permita hacer este Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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tipo de análisis en suelos. También dice que una de las muestras tenía trazas de glifosato equivalente a 0.691 microgramos de glifosato por gramo de suelo y 0.524 microgramos de AMPA por gramo de suelo, pero aclara que corresponden a suelos sin asperjar, es decir, a parcelas sembradas con coca, seleccionadas para la prueba y cuyas muestras fueron tomadas antes de realizar la aspersión; con esto la Embajada sugiere que los mismos cultivadores de coca están utilizando el glifosato para el control de malezas. En el oficio el Embajador de Estados Unidos menciona que la máxima lectura de glifosato después de los tratamientos es de 4.666 microgramos de glifosato por gramo de suelo y la mínima es de 0.640 microgramos de glifosato por gramo de suelo. Seguidamente la Embajada dice que se encontraron residuos de glifosato en una muestra tomada a cuerpos de agua correspondiente a 0.03 miligramos por litro y que la EPA establece como mínimo permitido 0.7 ppm para potencial daño a la salud. El 14 de noviembre de1995, el entonces Embajador de los Estados Unidos de América en Colombia, Myles Frechette, envió una comunicación al Presidente de la República de Colombia en la que afirma que el herbicida glifosato está registrado en más de 120 países –incluidos Colombia y Estados Unidos–, manifestó que es menos tóxico que la sal común, la aspirina o la nicotina; así mismo, que tiene varios usos, entre ellos el control de malezas, la limpieza de canales de riego y la disminución de la erosión.23 Con todo, sería pertinente formalizar la participación del Gobierno de los Estados Unidos en temas técnicos y de operación del Programa de erradicación de cultivos ilícitos, pues no se presenta con claridad el objetivo y el alcance de su intervención en el desarrollo de las aspersiones con glifosato; por otro lado, la participación de 23 Tomo 9, folio núm. 1315. El soporte aparece en la carpeta de papeles de trabajo; sin embargo, es pertinente puntualizar que solo algunos soportes están fotocopiados y los son manuscritos, pues el Ministerio adujo no tener papel para seguir con el proceso de fotocopiado de algunos folios requeridos por la Contraloría del presente expediente, debiéndose tomar notas a mano, que son las que soportan muchas de las observaciones realizadas.

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los funcionarios de la Sección de Asuntos Narcóticos de los Estados Unidos en las visitas de seguimiento se hacen de manera periódica, como se verá más adelante. Sobre este punto, la autoridad ambiental aclara que “las acciones adelantadas por la Sección de Asuntos Narcóticos de la Embajada de Estados Unidos frente al PECIG, se han visto reflejadas en la asignación de recursos a la Policía Antinarcóticos para adecuar y mejorar la infraestructura de las bases de operación del Programa”. Sin embargo, es preciso y pertinente establecer de manera clara en el PECIG, cuándo y en qué términos interviene el Gobierno de los Estados Unidos, pues su participación intermitente y la participación periódica de funcionarios de la Sección de Asuntos Narcóticos en las actividades de seguimiento al Plan de Manejo es responsabilidad directa tanto de la autoridad ambiental –es decir, del MAVDT– como de la Auditoría Técnica Ambiental Externa, sin que se entienda la vinculación de Estados Unidos en ellas. El desarrollo del programa

La ejecución de las operaciones de aspersión se define para la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional. A comienzos de 2004, esta dependencia estimó la existencia de algo más de 90.600 hectáreas de coca en el país. La tabla 5 muestra la distribución de este número de hectáreas por departamentos o zonas. En agosto de 2004, Nariño, Caquetá y Meta fueron los departamentos que presentaron mayores áreas de cultivos ilícitos. Sin embargo, temas como la resiembra, la persistencia de este tipo de cultivos y los nuevos cultivos, así como la sobre-aspersión y la ausencia de operaciones en algunos otros cuyos crecimientos se muestran exagerados, hacen intuir que la planeación de las operaciones no es adecuada ni eficaz. Departamentos como Antioquia muestran que la sobre-aspersión es de 5.5 a pesar de que, según el reconocimiento de coca existente, se produjo una reducción de algo más del 80%. En Chocó, aunque se da cuenta de que los cultivos de coca crecieron casi el 650%, no Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Diciembre de 2003 Agosto de 2004 Enero-octubre de AsperjadasVariación Hectáreas de coca Hectáreas de 2004 identificadas reconocidas coca reconocidas Hectáreas asperjadas (sobre-aspersión) 625 1.100 76% 11.399 2.016 11.048 5,48 -82% 2.145 3.000 5.336 1,78 40% 4.604 7.512 6.456 0,86 63% 270 300 0,00 11% 10.554 11.000 4.175 0,38 4% 1.962 1.519 828 0,55 -23% 342 2.533 641% 774 1.758 127% 91 150 65% 308 504 190 0,38 64% 514 705 37% 16.163 8.132 19.689 2,42 -50% 3.548 10.588 2.758 0,26 198% 100% 419 1.632 3,89 14.524 11.642 31.146 2,68 -20% 5.565 1.813 5.685 3,14 -67% 7.672 7.000 12.649 1,81 -9% 1.115 1.402 1.855 1,32 26% 3.916 1.740 1.446 0,83 -56% 87.524 76.327 105.342 1,38 -13%

* Cifra a diciembre 31 de 2003. Fuente: Colombia, Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, SIMCI: Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, Informe de Avance marzoseptiembre de 2004, octubre de 2004.

Amazonas* Antioquia-Tarazá Arauca-Arauquita Bolívar-Santa Rosa del Sur Boyacá-Pauna Caquetá-Cartagena del Chairá Cauca-Piamonte Chocó-Sipí Córdoba-Tierralta Cundinamarca-Yacopí Eje Cafetero-Samaná Guanía Guaviare-Miraflores* Meta-La Macarena Magdalena Nariño-Barbacoas Norte de Santander-Tibú Putumayo-Puerto Asís Santander – Sucre Vichada – Curumaribo Total

Departamento-municipio

Tabla 5. Estimación nacional de cultivos de coca

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se informa sobre operaciones de aspersión. Córdoba registra un caso similar. En Meta, el área cultivada casi se duplicó entre diciembre de 2003 y agosto de 2004, con una aspersión del 26%. En Nariño y Norte de Santander, que muestran reducciones en sus áreas de cultivos ilícitos, el indicador de sobre-aspersión es de 2.7 y 3.1 respectivamente. Resulta preocupante el hecho de que departamentos que a finales de 2003 no se identificaban con cultivos de coca, en agosto de 2004 lo hacían –Magdalena y La Guajira–, demostrando la reubicación o traslado de cultivos de zonas ya identificadas a nuevas áreas. El SIMCI (Proyecto Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos), dependencia encargada de llevar estadísticas de las operaciones de aspersión y de las hectáreas de coca existentes en el país, muestra las cifras históricas relacionadas en la tabla 6. La tabla 6 presenta las cantidades de coca asperjadas y sembradas por hectárea en desarrollo del PECIG. Se nota la variación de cifras conocidas y se destacan algunos aspectos, como la disparidad entre las cifras reportadas por una u otra institución relacionada con el mismo. Por ejemplo, según Estados Unidos, en 2003 en Colombia existían 113.185 hectáreas de coca sembradas24 que representaban una reducción histórica del 21% respecto a 2002, pues para ese año las cifras del Gobierno de Estados Unidos mostraban 144.450 hectáreas. Un comunicado de prensa de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito25 afirma que en 2004 Colombia tenía 80.000 hectáreas de coca, 7% menos de las 86.000 hectáreas existentes a diciembre de 2003. Para las Naciones Unidas, entre 2001-2004 los cultivos de coca se redujeron un 51%. Otro aspecto importante se refiere a la sobre-aspersión. La misma tabla permite apreciar que el PECIG ha actuado de manera repetida sobre algunas áreas sembradas con cultivos ilícitos. Esto pone 24 “Estados Unidos Anunció histórica reducción del 21% en cultivos de coca en Colombia”, El Tiempo, martes 23 de marzo de 2004. 25 Sandro Calvani, Representante, Censo de cultivos de coca 2004, junio 14 de 2005, p. 6.

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Tabla 6. Áreas de coca y la aspersión Año

Hectáreas asperjadas con glifosato

2001 2002 2003 2004 2005

135.911 139.600 140.400

Hectáreas de coca existentes en Colombia 144.807 102.071 87.524 103.801 105.000

Índice de sobreaspersión

1.55 1.34 1.30

Fuente: http://www.policia.gov.co/inicio/portal/unidades/diran.nsf/paginas/Resultados2005. SIMCI, Informe 2001. Cifras a diciembre 31 de 2003 presentadas en el Informe de Avance marzo-septiembre de 2004 por parte de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional al MAVDT en octubre de 2004.

en evidencia que el ambiente en general y los recursos naturales como el suelo, el agua, la vegetación y los ecosistemas han sido receptores en más de una oportunidad de la dosis del herbicida asperjado, la cual ha aumentado desde la formulación del Programa. En efecto, en 1994 la dosis del herbicida permitida para aspersión era de 4.4 litros por hectárea, y pasó en 2002 a 8.4 litros por hectárea; es decir, se incrementó en 90%.26 En ese mismo año el Ministerio de Ambiente autorizó 10.4 litros por hectárea, volumen que se mantiene hoy en día. En conclusión, la concentración del herbicida se ha incrementado en 136%. Por otro lado, en los informes de seguimiento y monitoreo que realiza la Autoridad Ambiental al PMA se confirma que “un gran porcentaje de los lotes asperjados han sido objeto de prácticas como cosecha, soqueo o resiembra con coca, lo cual inevitablemente traerá como resultado persistencia en cuanto a la cantidad de área sembrada y, consecuentemente, la realización de nuevas actividades de control”.27 Esto pone en duda la efectiva erradicación de los cultivos ilícitos en el país, pues se percibe que el programa entró en un ciclo indefinido, y mientras existan hectáreas de cultivos ilícitos, el programa seguirá operando. 26 Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos de América, “Uso de Pesticidas en el Programa de Erradicación de Cultivos de Coca y de Amapola en Colombia”, junio de 2003. Disponible en: http://bogota.usembassy.gov/wwwfea02.pdf. 27 MAVDT, Informe semestral de actividades adelantadas en relación con el Plan de Manejo Ambiental, período julio-diciembre de 2003.

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Otro indicador que se previó en el plan de manejo es el de cobertura vegetal, antes e inmediatamente después, a 30 y 60 días. La tabla 7 muestra que los seguimientos y/o verificaciones se hacen sin respetar los anteriores parámetros para los núcleos de Guaviare-Meta y Norte de Santander. Tabla 7. Datos de Área y porcentaje de recuperación de cobertura, Guaviare-Meta Tipo de cobertura

1998 Antes de la aspersión

2001 Un año y siete meses después de la aspersión

2004 Cuatro años después de la aspersión

Bosque primario 2.1 has 10% Bosque secundario 0.4 has 2% 1.3 has 6% Rastrojo alto 4.3 has 21% 7.5 has 37% Rastrojo bajo 8.7 has 42% 5.2 has 25% Pasto enrastrojado 0.31 has 2% 2.2 has 11% Cultivos de coca 18.5 has 90% 6.8 has 33% 4.3has 21% Total 20.6 has 100% 20.6 has 100% 20.6 has 100% Fuente: Colombia, Dirección Nacional de Estupefacientes, Informe Semestral PMA, septiembre de 2003-marzo de 2004, abril de 2004, p. 9.

Con base en la tabla 7, la Dirección Nacional de Estupefacientes en el informe semestral septiembre de 2003 a marzo de 2004 señala que se “(…) demuestra que la dinámica de recuperación es alta, ya que posterior a la aspersión, la cobertura vegetal muestra un estadio de restauración vegetal como es el rastrojo alto, mostrando que el banco genético del suelo no es afectado, ni las propiedades físico-químicas y microbiológicas del mismo, características que garantizan el restablecimiento de cobertura vegetal”.28 Es importante resaltar que después de dos años el efecto de revegetalización es evidente, aunque sean rastrojos, bajos o altos. El tema a evaluar es la pérdida de bosques primarios; en este caso, se dejaron de tener 2.1 has (es decir el 10% del área asperjada) y todos los servicios ambientales que provee dicho bosque. En cuanto a los costos, se sabe que el costo de la implementación del Plan de Manejo Ambiental le cuesta al país $2.743,529 durante Colombia, Dirección Nacional de Estupefacientes, “Informe Semestral Plan de Manejo Ambiental septiembre de 2003 a marzo de 2004”, abril de 2004, p. 10. 29 Pesos corrientes de 2000. Carpeta 18, expediente 793, folio 2689. 28

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dos años en condiciones de no conflicto; en el escenario de conflicto la Dirección Nacional de Estupefacientes estima la implementación del mismo en $6.554,5.30 De manera similar, una misión del Plan de Manejo Ambiental, cuya duración se estima en una hora y media, tiene un costo de US$14.873,52; de este monto, la aeronave participa con el 77.5%, los recursos humanos con el 8% y los costes de combustible el 14%. Los insumos para desarrollar el programa se deben importar de los Estados Unidos. Los herbicidas utilizados son Roundup, forma comercial del glifosato, y Cosmoflux, aditivo de tipo aceitoso que se mezcla con la solución de glifosato y agua, permitiendo una mayor adhesión y permanencia en las hojas y en el tallo de la planta. La importación asciende a 752.420 galones de Glifosato y a 17.591 galones de Cosmoflux aproximadamente (tabla 8). En la tabla 8 llama la atención el elevado porcentaje de participación de los químicos (glifosato y Cosmoflux) sobre la cantidad de agua utilizada para la mayoría de los departamentos en donde se desarrolla el programa (Guaviare, Nariño, Norte de Santander y Caquetá). Tabla 8. Insumos del PECIG, noviembre de 2002-abril de 2003 Departamento

Roundup (Glifosato)

Cauca Cesar Guaviare Nariño Norte de Santander Huila Caquetá Total Estimación año

Cosmoflux

Agua

1.295,20 431,68 50.294,52 268.532,69 17.092,24

252,06 85,85 1.277,12 1.603,07 412,72

121.988,68 8.070,45 71.217,35 88.682,62 34.951,27

326,40 38.237,45 376.210,18 752.420,36

64,22 5.100,44 8.795,48 17.590,96

6.130,54 43.861,79 374.902,70 749.805,40

% (Glifosato + Cosmoflux) / agua 1% 6% 72% 305% 50% 6% 99% 103% 103%

Fuente: elaboración propia con base en el Informe Trimestral de avance del PECIG de la Dirección Nacional de Estupefacientes.

30

Folio 2677 de la carpeta 18 del expediente 793.

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Así mismo, se señala que la verificación31 (…) se hizo mediante sobrevuelo a los lotes en helicóptero y a baja altura, realizando giros dobles de 360 grados en ambos sentidos, para poder tener una mejor apreciación de los aspectos a calificar [la cual se basó en] la apreciación y estimación visual de la efectividad general de la aspersión sobre la totalidad del lote, la estimación de la efectividad de la erradicación sobre la planta de coca, los efectos colaterales sobre elementos externos a la zona objeto de aspersión y observaciones adicionales que se pudieran apreciar en el sitio, como presencia de laboratorios, semilleros, viviendas, resiembras, soqueo, cultivos entremezclados y cercanía a cuerpos de agua. (Negritas de la autora).

Algunos de los resultados de la verificación fueron: (…) Se pudo apreciar en un par de casos que lotes con coca localizados en una misma área, pero separados por cordones de vegetación mayores de 5 metros fueron asperjados de manera continua, afectando sin necesidad esta masa boscosa así el impacto no sea permanente como se señaló anteriormente y que consiste en la defoliación temporal de la copa de los árboles más altos.

Es importante considerar este componente de operación, en la medida en que las quejas allegadas por el programa se originan básicamente por este detalle. En efecto, se sabe que solo tres litros de glifosato sobre una hectárea de cultivo de plátano, por ejemplo, son suficientes para acabar con la platanera; así, es seguro que 10.4 litros por hectárea esparcidos en este tipo de cultivo o de cualquier otro tipo de vegetación quema su follaje y tallo. Por tanto, se debe hacer un llamado urgente a los pilotos que operan las aeronaves para que cierren las llaves de aspersión en zonas que no son ni deben ser objeto del programa. La autoridad ambiental retoma algunos informes en los que se asegura que los efectos residuales del herbicida en el suelo no son permanentes. La forma de llevar a cabo dicha evaluación es con observación simple del terreno, sin que medien muestras y ensayos 31 “Informe semestral de actividades adelantadas en relación con el Plan de Manejo Ambiental. Periodo julio-diciembre 2003”, MAVDT.

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de laboratorio; la entremezcla de cultivos lícitos como plátano, maíz y yuca, que evidencia las formas como los cultivadores pretenden evadir la aspersión, implicando en todo caso la destrucción de cultivos agroalimentarios; se observó la defoliación de bosques aledaños como resultado del efecto deriva. Finalmente, se recomienda por parte de la comisión verificadora del Plan de Manejo Ambiental que además de la aspersión, se realice la quema de estos suelos para evitar la resiembra, dejando entrever la espiral de deforestación, aspersión y perdida de recursos naturales en la que se está sumergiendo el país con el desarrollo de este programa, sin que medie la prevención medioambiental. El Sistema de Parques Nacionales Naturales y otras áreas protegidas

En lo referente a las áreas protegidas y parques naturales es importante mencionar que la resolución 001/94 reza que este proceso se hará a través de los procedimientos ordinarios, como la operación manual y mecánica. Advierte que si bajo circunstancias excepcionales evaluadas por el Consejo Nacional de Estupefacientes se requiera otro tratamiento, se exigirá concepto favorable del Ministerio de Medio Ambiente con el fin de garantizar la preservación del equilibrio ecológico. Este punto fue ratificado en 2000 con la Resolución 005. En 2003, mediante la resolución 0013 el Consejo Nacional de Estupefacientes admitió la presencia de nuevas estrategias por parte de los cultivadores de plantaciones ilícitas, con el fin de evadir la aplicación del Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante aspersión aérea con glifosato, fraccionándolos y/o mezclándolos con cultivos lícitos o semovientes. En ese sentido, aceptó el incremento de los cultivos ilícitos en los Parques Naturales Nacionales y autorizó la aplicación del Programa de erradicación de cultivos ilícitos en esas zonas, previa presentación al Consejo Nacional de Estupefacientes de la caracterización ambiental y social de las áreas a asperjar. Esta caracterización deberá ser preparada por la Unidad Administrativa Especial del Sistema de Parques Nacionales Naturales (UAESPNN), en coordinación con la Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos, que la presentará a consideración del consejo. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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A pesar de lo anterior, la primera experiencia de fumigación de parques naturales se dio hace 20 años. En un informe técnico del ICA fechado el 20 de junio de 1984 (Carpeta 1 del expediente 793, folio núm. 46) se afirma que se han adelantado las aspersiones, en fase experimental, de glifosato en la erradicación de cultivos de Cannabis SP con el objetivo de “determinar la dosis de litros por hectáreas del producto comercial Roundup (presentación comercial del glifosato), a los diferentes estados de desarrollo vegetativo de los cultivos de Cannabis (marihuana) en la Sierra Nevada de Santa Marta”. Pero es la Resolución 013 de 2003 en la que el Gobierno Nacional, a través de la Dirección Nacional de Estupefacientes, establece la aspersión de manera oficial a los parques naturales y áreas protegidas en donde se encuentren cultivos ilícitos. Sobre este aspecto específico, el Inderena fijó su posición de oposición. En el Oficio 09885 del 6 de agosto de 1994 (refoliado núm. 66) dirigido al Director de la Policía Nacional, general Víctor Delgado Mallarino, la Directora del Inderena, dra. Margarita Mariño de Botero, se manifiesta sobre la fumigación experimental de los cultivos de marihuana con glifosato en el Parque Nacional Natural de la Sierra Nevada de Santa Marta, ratificando su oposición en el seno del Consejo Nacional de Estupefacientes “porque considera que existen otros medios menos nocivos para tal fin” y afirma que “el Instituto no fue invitado a las sesiones del Consejo Nacional de Estupefacientes en las cuales se discutió sobre el empleo alternativo del dicho herbicida, ni ha sido consultado o notificado de la decisión del Consejo de Ministros o del Gobierno Nacional para aplicarlo por vía aérea sobre el Parque Natural Sierra Nevada de Santa Marta”. Finalmente, la Dirección del Inderena afirma que el Instituto “tiene serios reparos al uso de herbicidas en las reservas naturales de la Nación y que no exija, como exige, la presentación previa del estudio ecológico o de impacto ambiental que para acciones tecnológicas como las que nos ocupa, ya que así lo dispone el Código de los Recursos Naturales de Colombia en sus artículos 27 y 23”; además, “se opone a la fumigación con Glifosato en las áreas que pertenecen al Sistema de Parques Nacionales de Colombia”. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Reforzando lo anterior, en marzo de 2004 el Ministerio del Medio Ambiente sentó su posición formal oponiéndose de manera tajante a las actividades de aspersión sobre las zonas protegidas y en los parques naturales del país. El concepto y punto de vista del Ministerio de Salud es similar. Desde hace 10 años, señala el nivel toxicológico del herbicida Roundup (presentación comercial del glifosato) –líquido concentrado soluble en agua– y lo clasifica en la categoría IV, ligeramente tóxico, aclarando que puede ser utilizado para uso agrícola siempre que se cumplan las disposiciones establecidas y se adopten los requisitos necesarios para evitar perjuicios a la salud.32 Hasta 2004 se caracterizaron las áreas de los parques naturales asperjados u objeto de aspersión. El de la Sierra Nevada de Santa Marta33 se hizo en junio de 2004, se caracterizó la zona norte del mismo y el Parque Nacional Tayrona; en septiembre del mismo año se llevó a cabo el de la zona del Parque Natural Catatumbo-Bari.34 En documentos sin fecha se presentan las caracterizaciones de los departamentos de Nariño y Chocó. La participación de las autoridades ambientales en el PECIG ha venido de más a menos, por lo menos la definición del comité así lo muestra formalmente. La tabla 9 presenta la composición del Comité Técnico Interinstitucional para los años 2000 y 2003. La tabla 9 permite ver el proceso de deslinde de las autoridades ambientales. Se observa que del comité hacen parte entidades ambientales como el IDEAM y los representantes de las corporaciones autónomas de la jurisdicción de las áreas en las que se desarrolla el 32 Tomo 5, expediente 793, Oficio 06882 del 2 de abril de 1993 refoliado con el núm. 592, Ministerio de Salud al ICA. 33 Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, MAVDT, UESPNN, “Caracterización del núcleo con presencia de cultivos ilícitos en la cara Norte de la Sierra Nevada de Santa Marta incluyendo los parques nacionales Tayrona y Sierra Nevada de Santa Marta”, junio de 2004. 34 Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, MAVDT, UESPNN, “Caracterización del núcleo con presencia de cultivos ilícitos en la cuenca baja del río Catatumbo (PNN Catatumbo-Bari)”, septiembre de 2004.

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Programa; del mismo modo, instituciones de carácter técnico son reemplazadas por ministerios que, aunque son los encargados del sector, manejan también el componente político y la voluntad del Gobierno de turno, estos son el ICA y el Instituto Nacional de Salud, que fueron reemplazados por los representantes de los ministerios de Agricultura y de la Protección Social. Finalmente, fueron retirados del comité los representantes del Plan Nacional de Desarrollo Alternativo y la Auditoría Técnica del PECIG, y a cambio se agregan representantes del Ministerio del Interior y de Justicia, del Plan Colombia, de la Dirección Nacional de Estupefacientes y de la Procuraduría General de la Nación. Esta recomposición del Comité Técnico Interinstitucional deja entrever que el componente políticomilitar y los deseos de los Gobiernos de turno pesan más que el interés del Estado colombiano como tal, cuya base son los aspectos ambiental y técnico, así como el comunitario.35 Tabla 9. Composición del Comité Técnico Interinstitucional del PECIG 2000 1. Dirección Nacional de Estupefacientes

2. La Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos 3. Ministerio del Medio Ambiente 4. Estudios ambientales del Instituto Geográfico Agustín Codazzi 5. Ministerio de Salud

2003 1. Dirección Nacional de Estupefacientes 2. Un Subdirector de la Dirección Nacional de Estupefacientes 3. Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos 4. Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial 5. Instituto Geográfico Agustín Codazzi –Laboratorio de Suelos 6. Ministerio de la Protección Social 7. Ministerio del Interior y de Justicia 8. Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural 9. Procuraduría General de la Nación 10. Plan Colombia

Continúa 35 Colombia, Contraloría General de la República, “Informe de auditoría regular con enfoque integral al MAVDT”, Bogotá, julio de 2004.

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2000 2003 6. Plan Nacional de Desarrollo Ya no integra el Comité Alternativo 7. Auditoría Técnica del PECIG Ya no integra el Comité 8. Instituto Nacional de Salud Ya no integra el Comité 9. Instituto de Hidrología Ya no integra el Comité Meteorología y Estudios Ambientales –IDEAM 10. Instituto Colombiano Ya no integra el Comité Agropecuario 11. Un representante de los Ya no integra el Comité directores de las corporaciones autónomas regionales con jurisdicción en las áreas donde se desarrolle el Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos con el herbicida glifosato Fuente: Resoluciones 005 y 013 de 2000 y 2003 respectivamente del Consejo Nacional de Estupefacientes.

Entre sus múltiples responsabilidades, la autoridad ambiental tiene la obligación de hacer los seguimientos y controles a los PMA de los programas y proyectos de su competencia (se habla de proyectos licenciados o a los que debe aplicar instrumentos de comando y control), en coherencia con su objetivo de “(...) impulsar una relación de respeto y armonía del hombre con la naturaleza y de definir (...) las políticas y regulaciones a las que se sujetarán la recuperación, conservación, protección, ordenamiento, manejo, uso y aprovechamiento de los recursos naturales renovables y el medio ambiente de la Nación, a fin de asegurar el desarrollo sostenible”.36 El Plan de Manejo Ambiental del PECIG

Los planes de manejo ambiental están definidos como el “documento que producto de una evaluación ambiental establece, de manera detallada, las acciones que se implementarán para prevenir, mitigar, corregir o compensar los impactos y efectos ambientales negativos que se causen por el desarrollo de un proyecto, obra o actividad. Incluye los planes de seguimiento, monitoreo, contingencia y abandono según la naturaleza del proyecto, obra o actividad”.37 36 37

Colombia, Ley 99 de 1993, artículo 2. Colombia, Decreto 1220 de 2005 el cual reemplazó el Decreto 1180 de 2003.

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Sobre el Plan de Manejo ambiental del PECIG se habla desde 1996, pero fue en noviembre de 2001 cuando el MAVDT impuso dicho plan mediante resolución, a la vez que se abrió una investigación elevando pliego de cargos a la Dirección Nacional de Estupefacientes, que apeló dichas decisiones mediante recurso. En 2003 el Ministerio aceptó la solicitud de la Dirección Nacional de Estupefacientes de modificarlo, veamos. Desde el comienzo el Plan de Manejo ambiental del PECIG fue presentado de manera incompleta, situación que obligó al Ministerio a requerirlo legalmente para que presentara la información exigida de manera adecuada, como lo exige la legislación vigente. Posteriormente, debido a la intensificación de las fumigaciones aéreas, sumado al hecho de que la Dirección Nacional de Estupefacientes de manera sistemática había incumplido tales requerimientos, la autoridad ambiental decidió imponer el respectivo Plan de Manejo Ambiental en mayo de 2001. Mediante la Resolución 930 del 1 de septiembre de 2003, el Ministerio requiere a la Dirección Nacional de Estupefacientes el incumplimiento del Plan de Manejo Ambiental. En esa medida, mediante concepto técnico 0010 del 15 de enero de 2004, el Ministerio comunicó a la Dirección Nacional de Estupefacientes la necesidad de notificar a los pilotos de las aeronaves detener la aspersión cuando se encuentren en áreas de vegetación boscosa que separen lotes contiguos de cultivos ilícitos con el fin de minimizar los efectos del herbicida sobre elementos naturales no objeto del programa; el Ministerio confirma la entremezcla de cultivos lícitos con ilícitos y manifiesta que la efectividad de la aspersión es del 80%. En 2003, la Dirección Nacional de Estupefacientes solicitó la modificación del Plan de Manejo Ambiental y el Ministerio, mediante Resolución 1054 del 30 de septiembre de 2003, lo modificó, cambiando las doce fichas del plan38 inicialmente aprobado (mediante 38 Es importante recordar que mediante Resolución 1065 de noviembre de 2001 se impone el PMA el cual tiene 12 fichas.

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la resolución 1065/2001) reduciéndolas a ocho. En noviembre de 2001, el Ministerio del Medio Ambiente impuso el plan y sólo hasta el 2003 –mediante la Resolución 0013– la Dirección Nacional de Estupefacientes lo define.

Las fichas 1, 5, 6 y 7 del Plan de Manejo Ambiental y el nivel de cumplimiento39

El objetivo planteado en el Plan que finalmente fue aprobado por el MAVDT es “establecer las acciones que se aplicarán por parte de la entidad ejecutora del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos mediante la Aspersión Aérea con Glifosato –PECIG–, para prevenir, mitigar, controlar, compensar y corregir los eventuales efectos sobre el entorno causados por el programa (...)”.40 Para lograr este objetivo, define ocho fichas o programas que son: • Ficha 1. Programa de manejo de las operaciones de aspersión. Es el producto de la fusión de las fichas 1 –manejo de operaciones de aspersión– y la ficha 6 –inspección, verificación y control de las operaciones del documento inicial. • Ficha 2. Programa de seguridad industrial en las bases de operación. Es el resultado de la unión de las fichas 2, 3 y 11 del documento inicial presentado a la autoridad ambiental. • Ficha 3. Programa de manejo de residuos sólidos en las bases de operación. • Ficha 4. Programa de manejo de aguas residuales en las bases de operación. • Ficha 5. Programa de monitoreo ambiental. Esta ficha fue la autorizada por el Ministerio después de suprimir la ficha 7 –Investigación en parcelas demostrativas y representativas– y dejando la ficha 8 original –Monitoreo ambiental del plan inicial. • Ficha 6. Programa de comunicación y gestión social. También es el resultado de la condensación de las fichas 9 –Gestión soEste apartado se basa en el Informe de Auditoría Gubernamental con Enfoque Integral del MAVDT para la vigencia 2005, elaborado por la CDMA-CGR en junio de 2006. 40 “Plan de Manejo Ambiental, Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la aspersión aérea con glifosato (PECIG)”, Bogotá, septiembre de 2003, p. 2. 39

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cial–, 10 –Comunicación educativa– y 12 –Administración ambiental y coordinación interinstitucional– propuestas en el plan original. • Ficha 7. Programa de salud pública. En esta se fusionan aspectos de las fichas 9 y 10 del plan inicial. • Ficha 8. Plan de contingencia. La revisión del cumplimiento de los programas antes presentados se realiza mediante listas de chequeo para las fichas 1, 5, 6 y 7, cuyo origen son las actividades propuestas en el plan en el apartado “Actividades a realizar” y que se encuentran en el documento “Plan de Manejo Ambiental, Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos mediante aspersión aérea con Glifosato (PECIG)”. a) Ficha 1. Programa de manejo de las operaciones de aspersión. Descripción: “El desarrollo de operaciones aéreas de aspersión de la mezcla del herbicida pueden darse en condiciones muy especificas generadoras de potenciales efectos ambientales y sociales, desde el momento en que el avión despega hasta que aterriza”.41 Objetivos: 1. Cumplir los procedimientos, parámetros técnicos y ambientales de aspersión aérea de conformidad con las responsabilidades asignadas con el fin de procurar la protección y la conservación del medio ambiente. 2. Identificar, caracterizar y delimitar las áreas de cultivos ilícitos. 3. Identificar y delimitar las zonas de exclusión y zonas de alerta. 4. Verificar la efectividad de la aplicación de las medidas de manejo ambiental durante las operaciones. Nivel de cumplimiento de la ficha 1 del PMA entre septiembre de 2003 y septiembre de 2005: durante este período no se ha informado a la autoridad ambiental sobre el cumplimiento de los protocolos de revisión y estado operativo de los equipos aspersores de ninguna de las bases de operación. Tampoco sobre la conser41

Ibíd., p. 5. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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vación de los archivos de los reportes de mantenimiento y calibración de equipos. Tampoco ha informado sobre el respeto y estricto cumplimiento del artículos 87 y 102 del Decreto 1843 de 1991. Respecto al tema de la verificación y evaluación de la eficiencia y efectividad de las medidas de manejo ambiental, en la que reza que cada entidad participante (MAVDT, Minsocial, ICA, DNE, Mindefensa, con la participación de la Fiscalía, Procuraduría y otras instituciones) determinarán un estimativo confiable y consensual del área efectivamente erradicada con el fin de evaluar el PECIG, los efectos al entorno y estimar cualitativamente su magnitud. De acuerdo con las fichas de chequeo aplicadas para el período septiembre de 2003 y septiembre de 2005 y con los informes (4 en total) de avance presentados por la DIRAN al MAVDT como autoridad ambiental, puede verse que no se está dando cumpliendo a los procedimientos, parámetros técnicos y ambientales de aspersión aérea definidos en el “Programa de manejo de las operaciones de aspersión”; tampoco se han caracterizado y delimitado las áreas objeto de las operaciones de aspersión, diferentes a las zonas de reserva y parques naturales, ni se han identificado y delimitado las zonas de exclusión y de alerta. Lo anterior permite deducir que no se está procurando de manera adecuada la protección y la conservación del medio ambiente, generando elevados niveles de riesgo de afectación ambiental y social con el desarrollo de estas operaciones. b) Ficha 5. Programa de monitoreo ambiental Descripción: “Aunque los estudios científicos disponibles demuestran que no existen efectos significativos en la aplicación del Glifosato sobre los componentes del suelo, agua y vegetación circundante de los cultivos ilícitos, se hace necesario desarrollar acciones de seguimiento y verificación sobre la efectividad de las operaciones de aspersión y la estimación de los posibles efectos sobre los componentes ambientales”.42 42

Ibíd., p. 18.

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Objetivos: 1. Realizar seguimiento a las actividades del PECIG, con el fin de medir o evaluar los impactos reales ocasionados por lo mismos, sobre el medio ambiente, en especial sobre suelos aguas y cobertura vegetal. 2. Determinar la magnitud de los residuos del glifosato y su metabolito AMPA en el suelo y agua y su posible relación con las propiedades físico-químicas y biológicas de los mismos. Nivel de cumplimiento de la ficha 5 del PMA entre septiembre de 2003 y septiembre de 2005: durante septiembre de 2003 y septiembre de 2005 no se han tomado la totalidad, ni en la debida forma, las muestras de agua ni las de suelo antes de la aspersión, inmediatamente después, ni a los 60 días, para cada uno los dos lotes que debieron definirse en los núcleos de Cauca-Nariño, Norte de Santander, Putumayo-Caquetá, y Meta-Guaviare. Así mismo, durante octubre de 2004 y septiembre de 2005 no se realizan verificaciones de cobertura para cada uno de los lotes que debieron definirse en los núcleos de Meta-Guaviare, Cauca-Nariño, Norte de Santander y Putumayo-Caquetá, antes de la aspersión. Tampoco se realizan verificaciones de cobertura para cada uno los dos lotes que debieron definirse en la totalidad de los núcleos. En definitiva las muestras tomadas y presentadas son esporádicas, situación que no permite realizar los seguimientos a los parámetros que se estipulan en la ficha 6 del plan de manejo. Tampoco se presentan en los informes de avance los estudios que comparen los parámetros definidos para los recursos suelo y agua. Sin embargo lo anterior, sí se presentan conclusiones definitivas sobre el tema por parte de la DIRAN y de la autoridad ambiental.43 43 Lo anterior contrasta con lo manifestado por la Agencia Europea de Medio Ambiente: “La reciente preocupación por la presencia de glifosato (un herbicida) en las aguas subterráneas de Dinamarca ilustra las dificultades que comporta evaluar el uso y la importancia de los plaguicidas. Tanto el glifosato como su metabolito AMPA han sido detectados en aguas subterráneas poco profundas, pero también se ha demostrado que la presencia del AMPA

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c) Ficha 6. Programa de comunicación y gestión social. Nivel de cumplimiento. La entidad responsable es la Dirección Nacional de Estupefacientes Descripción: “El desarrollo de un programa de las características del PECIG implica una serie de interacciones con las comunidades de las áreas objeto del programa, bien sea para informarlas sobre sus características, resultados o avances o para resolver las inquietudes que de él se generen”.44 Objetivos: desarrollar un conjunto de actividades de prevención, capacitación e información dirigidas a las instituciones del ámbito nacional, regional y local y a las comunidades sobre la naturaleza y alcances del PECIG. Nivel de cumplimiento de la ficha 6 del PMA entre septiembre de 2003 y septiembre de 2005: sobre el sistema de gestión de quejas se observa que para cada período no se presentan los mecanismos diseñados y desarrollados para la atención de quejas por posibles afectaciones del PECIG. Tampoco se informa sobre la presentación de quejas por parte de las autoridades ambientales sobre los eventuales daños a áreas del Sistema de Parques Naturales u otras áreas forestales y naturales de propiedad del Estado colombiano. Se informa que desde el 4 de octubre de 2001 al 20 de julio de 2004 se han recibido 4592 quejas. De las cuales se han compensado 12 quejas por valor de $75 millones. A mayo/05 se tienen 5352 quejas acumuladas, de las cuales 1880 han sido admitidas para estudio. Del sistema de quejas y compensación

Todas las quejas que llegan al Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial son transferidas a la Dirección Nacional de en aguas profundas es una anomalía del proceso de muestreo y análisis; además, el AMPA también pude proceder de la degradación de detergentes”. Sobre estos aspectos no se han realizado ni desarrollado por parte del programa, ni de las autoridades ambientales, estudios ni diagnósticos que valúen estos efectos. 44 “Plan de Manejo Ambiental, Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la aspersión aérea con glifosato (PECIG)”, Bogotá, septiembre de 2003, p. 22. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Estupefacientes, como lo contempla la Resolución 017 de 2001 de la misma dirección. Dicha resolución establece que el procedimiento y la responsabilidad de su trámite es de la Dirección Nacional de Estupefacientes. En el proceso establecido se evidencia cómo el proceso lo desarrolla casi en su totalidad la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional, organismo que también se encarga de responder por la ejecución operativa del programa; por tanto, se puede ver que es la misma Policía Nacional la que tiene el poder de decidir o juzgar si la queja es válida o no, cuando establece el nexo de causalidad. Técnicamente, el proceso de recepción de quejas hace evidente un número importante de actividades de control. Desde el momento mismo en que el ciudadano o afectado decide instaurar su reclamación, además de las actividades de control antes mencionadas, esta surte cuatro verificaciones. Aunque inicialmente la petición es instaurada ante el organismo competente de control municipal (la Personería) y verificada por la UMATA y el ICA, organismos técnicos del orden local y regional altamente calificados para desarrollar esta actividad con la ventaja de encontrarse en la zona o cerca al predio donde el presunto daño ocurrió como resultado de las actividades de aspersión, hecho que favorece aspectos de competencia técnica, oportunidad y accesibilidad, es la Policía Nacional en Bogotá la instancia que finalmente –y después de transcurrido un tiempo– verifica y decide si el presunto daño sucedió o no. En 2002 el Ministerio de Justicia recibió 4.500 quejas o reclamaciones, de las cuales solo cinco fueron admitidas por la Policía Nacional (0.1%). Hasta octubre del mismo año, la Defensoría del Pueblo registró 6.553 quejas. En 2003 la Dirección Nacional de Estupefacientes recibió 2.124 quejas en el departamento de Nariño, de las cuales 442 (21%) fueron rechazadas y el resto están en proceso.45

45 Colombia, Policía Nacional –Dirección Antinarcóticos, Oficio 2648 del 26 de septiembre de 2003, carpeta 26, expediente 793.

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De manera similar, el proceso de certificación del daño como consecuencia de la aspersión se hace casi imposible de determinar, en la medida en que las circunstancias de orden público de las zonas en las que se desarrolla el PECIG, las largas distancias y la falta de vías de comunicación impiden de una u otra manera bien que se registre la queja o bien que las visitas de verificación no puedan realizarse en los plazos estipulados para tal fin. Así mismo, la metodología de cálculo del daño o afectación –es decir, la técnica utilizada para realizar los cálculos y las valoraciones– no ha sido definida, siendo por tanto un aspecto discrecional de la Policía Nacional. Aunque algunos informes comunican el desarrollo de campañas publicitarias enfocadas en dar a conocer a la comunidad la problemática de cultivos ilícitos y el desarrollo del PECIG, no se han desarrollado con la periodicidad y oportunidad que en principio plantean. Sobre el sistema de atención de quejas, que está regulado, gestionado y dirigido por la Dirección Nacional de Estupefacientes, el programa no propone de forma permanente mecanismos y desarrollos que permitan agilizar y analizar de manera sistemática las inconformidades de la comunidad. Un punto a resaltar es que ninguna autoridad ambiental ha requerido al PECIG por eventuales daños en áreas forestales, de reserva o ecosistemas, a pesar de haber sido requerido por parte de campesinos o particulares a través de 5.352 quejas (corte 5 de mayo de 2005), de admitir cerca de 2.000 de ellas y compensado más de 12. Esto demuestra que el glifosato y el programa han producido afectaciones negativas al medio ambiente y a la salud, pues no en vano se ha compensado por ello, sumado al hecho de que es la misma Policía Nacional la que responde, gestiona y establece la pertinencia o no de la reclamación; es decir, es parte interviniente, gestor y juez de la misma causa. e) Ficha 7. Programa de salud pública. Nivel de cumplimiento Descripción: “El presente programa describe el conjunto de actividades y procedimientos dirigidos a la prevención, mitigación, coDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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rrección y compensación de situaciones de riesgo para la salud de la población en las áreas de aplicación del PECIG”.46 Objetivo general. Gestionar el riesgo para la prevención, mitigación, corrección y compensación de los efectos a la salud que pudieran asociarse a la aplicación del glifosato. Objetivos específicos 1. Desarrollar actividades de información a la comunidad dirigidas a la reducción de riesgos de exposición a plaguicidas y a la inducción de la demanda de atención médica oportuna para el diagnóstico y manejo de posibles accidentes con estas sustancias. 2. Fortalecer la capacidad institucional de los servicios de salud y saneamiento ambiental en los niveles locales para asegurar la atención oportuna y adecuada de posibles situaciones de riesgo que puedan afectar la salud de la población. 3. Definir y desarrollar los mecanismos para evaluar posibles afectaciones a la salud de las personas para efectos de su atención. Nivel de cumplimiento de la ficha 7 del Programa de Manejo Ambiental entre septiembre de 2003 y septiembre de 2005

El Ministerio de la Protección Social elaboró un Panorama de Riesgos para la salud humana junto con los cuadros y niveles de los riesgos y los efectos adversos previsibles, pero las autoridades sanitarias y ambientales locales no han desarrollado actividades tendientes a informar a las comunidades con el fin de reducir los riesgos de exposición a plaguicidas. A pesar de ello, no se han creado o desarrollado brigadas de salud en las regiones ni se han implementado acciones con los líderes comunitarios; tampoco se han organizado ni realizado talleres y jornadas de capacitación dirigidas a los líderes comunitarios y a profesionales y técnicos vinculados a la red de salud. En tres informes revisados no se presenta evidencia sobre la realización de programas de capacitación a personal de los equipos mu46 “Plan de Manejo Ambiental, Programa de erradicación de cultivos ilícitos mediante la aspersión aérea con glifosato (PECIG)”, Bogotá, septiembre de 2003, p. 25.

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nicipales y departamentales en salud; tampoco se han implementado programas de capacitación a personal de servicios médicoasistenciales. Aunque se han dictado algunos cursos de capacitación en zonas objeto del programa por parte del Instituto Nacional de Salud, no se ha fortalecido la capacidad institucional de los servicios de salud y de saneamiento ambiental, intuyéndose que objetivos como el de asegurar la atención adecuada por posibles situaciones de riesgo que puedan afectar la salud de la población y la evaluación de posibles afectaciones al medio ambiente no se están cumpliendo con la suficiencia que el tema requiere. Respecto al sistema de quejas, como ya se dijo, a octubre de 200447 se habían recibido 4.983 quejas, de las cuales 3.262 fueron rechazadas y admitidas 411 (solo para estudio). Las cifras de 2005 muestran que hasta abril se atendieron 5.270 quejas; de las que se concluyeron o rechazaron 4.117. Desde octubre de 2001 hasta julio de 2004 la Dirección Nacional de Estupefacientes recibió 4.592 quejas de las cuales se compensaron 12 quejas por $75 millones. A mayo de 2005 se contaban con 5.352 quejas acumuladas, de las cuales 1.880 fueron admitidas para estudio. En el período abril-septiembre de 2005 se recibieron 422 quejas, cuatro de ellas fueron compensadas. Este reporte de reclamaciones permite ver la persistencia de las mismas por parte de posibles afectados durante el desarrollo de actividades de aspersión. Además, a pesar de que el proceso es controlado en su totalidad por la Policía Nacional, el PECIG ha tenido que reconocer daños por más de una docena de reclamaciones, verificadas, valoradas y justificadas por la misma autoridad. Es decir, independientemente del monto y del número de quejas, el reconocimiento de daños, bien sea por causas operativas o de residualidad del glifosato al ambiente y a la población, es un hecho, y ello desvirColombia. Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional (DIRAN-ARECI), “Informe de gestión Grupo de Atención de Quejas. Informe de Avance PMA al PECIG, oct-2004 a mar-2005”. 47

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túa la hipótesis de inocuidad del herbicida que se ha venido defendiendo desde las instituciones ejecutoras del PECIG. En ejercicio de sus competencias legales la autoridad ambiental realiza el seguimiento y control a través de visitas a las bases y acompañando algunas labores de operación.48 La participación de entidades y organismos como la NAS, la Sección de Asuntos Narcóticos de la Embajada Americana, el coordinador de verificación (miembro de la Policía Nacional), cinco pilotos (también militares), le dan un énfasis más político-militar al seguimiento del programa y se aleja del objeto o esencia con el que la autoridad ambiental define un programa específico de acuerdo con el Decreto 1220 de 2005: “Corroborar cómo es el comportamiento real del medio ambiente y de los recursos naturales frente al desarrollo del proyecto y exigir el ajuste periódico de dichos planes, mediante decisión motivada en conceptos técnicos cuando a ello haya lugar” (artículo 24). El estudio “Evaluación de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del programa de erradicación de cultivos ilícitos. Bogotá, octubre de 2003”, elaborado por Ministerio de la Protección Social y el Instituto Nacional de Salud, desarrolla aspectos relacionados con el nivel de toxicidad del glifosato y explica las consecuencias de la exposición. En él se afirma que “(...) a través del aire, los alimentos y el agua (...)” se está expuesto al químico; situación similar sucede, pues “(...) la población en general, a través de los residuos de plaguicidas. Es decir, que toda la población esta expuesta a un riesgo de salud no suficientemente apreciado y percibido por las autoridades sanitarias correspondientes”.49 El glifosato (que presenta un nivel de toxicidad leve) asperjado en desarrollo del PECIG, también es utilizado en las prácticas agrícolas por parte de los campesinos y, en este sentido, se afirma que “(...) por lo que es de esperar que el efecto que están ejerciendo Acta 016. Verificación a los Núcleos de Santander - Boyacá y Caldas. Julio de 2005. Colombia, Ministerio de la Protección Social, Instituto Nacional de Salud, “Evaluación de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del programa de erradicación de cultivos ilícitos. Bogotá, octubre de 2003”, p. 2. 48 49

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sobre los ecosistemas y en especial sobre las comunidades, sea bastante negativo; lo cual se acrecienta si se tiene en cuenta que muchos de los agricultores aun conservan la teoría que ‘entre más cantidad y concentración del agroquímico, mayor efectividad’, por lo que es común que las dosificaciones que se utilizan no concuerden con las recomendadas por los fabricantes”.50 Los daños a la salud ocasionados por la exposición a este tipo de sustancias son difíciles de prevenir y de controlar en Colombia. Por ello, frente a esta situación el país requiere que se estudien los posibles efectos de las fumigaciones aéreas con glifosato sobre la salud de la población. El Ministerio de la Protección Social informa que se conocieron 46 casos de intoxicación en Putumayo –20 en mayo y 26 en noviembre– y otros 20 en Guaviare durante octubre de 2004.51 Conclusiones En las operaciones del programa no se están considerando de manera adecuada los procedimientos, parámetros técnicos y ambientales de la aspersión aérea; tampoco se han caracterizado y delimitado las áreas objeto de las operaciones de aspersión, diferentes a las zonas de reserva y parques naturales, ni se han identificado y delimitado las zonas de exclusión y de alerta. Lo anterior permite deducir que el objetivo propuesto para el programa de manejo de las operaciones no se está cumpliendo y, en consecuencia, no se está procurando la protección y la conservación del medio ambiente, generando elevados niveles de riesgo de afectación ambiental y social. Aunque se han tomado algunas muestras de agua y suelo, estas no han tenido la periodicidad ni la continuidad que se requiere, tampoco el número ni la correspondencia con los lotes por núcleo definido, como se exige en la ficha respectiva. Lo anterior impide hacer 50 Se cita a C. H. Bernal, “Impacto ambiental ocasionado por las sustancias químicas, los cultivos ilícitos y las actividades conexas”, cap. I. Subdirección Estratégica y de investigaciones –DNE. 51 Colombia, Ministerio de Protección Social, Instituto Nacional de Salud, “Informe de actividades del Programa de Salud Publica (Ficha 7) del PMA del PECIG”, Bogotá, agosto de 2003.

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comparaciones de lotes muestreados, asperjados y no asperjados, así como mediciones y evaluaciones de manera objetiva y oportuna de los impactos reales ocasionados al medio ambiente por la aplicación aérea del glifosato; así mismo, impide determinar la magnitud de residuos del glifosato y su metabolito AMPA de manera eficiente. De acuerdo con ello, es imposible demostrar que el glifosato es inocuo y que no produce efectos negativos para la salud y el medio ambiente. Respecto al cumplimiento del programa de comunicación y gestión social definido, es posible afirmar que aunque en algunos informes se comunica sobre el desarrollo de campañas publicitarias dando a conocer a la comunidad información sobre la problemática de cultivos ilícitos y el desarrollo del Programa, éstos no se han sido en la periodicidad y oportunidad que se plantean. Sobre el sistema de atención de quejas, que esta regulado, gestionado y dirigido por la Dirección Nacional de Estupefacientes, el programa no propone de manera permanente, mecanismos y desarrollos que permitan agilizar y analizar de manera sistemática las inconformidades de la comunidad. Ninguna autoridad ambiental ha requerido al programa por eventuales daños a áreas forestales, zonas de reserva o ecosistemas diversos, a pesar de que la DIRAN ha dado cuenta de 5.352 reclamaciones instauradas (corte 5 de mayo de 2005) a favor de particulares, campesinos o afectados, de haberse admitido para estudio cerca de 2.000 y reconocido compensación para más de 12. Ello demuestra que los bienes públicos representados en recursos naturales no tienen dolientes directos; que el glifosato y el programa han producido afectaciones negativas al medio ambiente y a la salud, pues no en vano se ha compensado por ello, habida cuenta de que la Policía Nacional es la que responde, gestiona y establece la pertinencia o no de la reclamación. Con base en lo anterior, se concluye que no se han formado y capacitado adecuadamente los equipos de salud municipales y departamentales, tampoco se ha fortalecido la capacidad institucional de los servicios de salud y de saneamiento ambiental, intuyéndose que objeDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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tivos como el de asegurar la atención oportuna y adecuada de posibles situaciones de riesgo a la salud y la evaluación de posibles afectaciones no se están cumpliendo. Como política pública, aunque El PECIG cumple condiciones de estabilidad demuestra deficiencias de adaptabilidad, pues los dos últimos Gobiernos han aprovechado el componente de apoyo del Gobierno de Estados Unidos para transformarla o adaptarla en otra política en la que el énfasis militar y de seguridad pasa a ser la prioridad. Lo anterior genera cambios fundamentales en la implementación y la evaluación, pues este enfoque introduce variables que no fueron planeadas, medidas ni valoradas en el diseño inicial del programa. El Programa de Erradicación, como política pública, no muestra en su implementación coordinación ni coherencia entre los actores que inicialmente fueron definidos, resultando que ésta es implementada y desarrollada casi en su totalidad por un solo actor o ejecutor (la Policía Nacional) dejando de lado las demás instituciones y actores inicialmente planeados. Esto demuestra el énfasis militar que el programa ha venido tomando. Es prudente plantear un debate amplio y abierto en la sociedad colombiana sobre el cumplimiento del Plan de Manejo Ambiental y los objetivos para los cuales se definió el instrumento, sobre la forma como se está desarrollando y verificando tanto el plan como el programa, así como los resultados de los mismos. Aunque en algunas épocas se observan reducciones puntuales y coyunturales en el número de hectáreas cultivadas, se deben considerar aspectos de demanda, oferta, comercio, precio, orden público y costo social frente a costos económicos, sociales, ambientales y permitirse un análisis coste-beneficio. La dinámica de resiembra, el establecimiento de nuevos cultivos y la utilización de nuevas técnicas de cultivo, hacen que el inventario o existencia de cultivos ilícitos se mantenga estable en el tiempo, sin que se vislumbre una solución definitiva al problema. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Ello implica la persistencia de las aspersiones con glifosato sobre el suelo, el aire, el agua y los ecosistemas. Estas condiciones cambian los diagnósticos de baja toxicidad y baja afectación del herbicida para la salud y el medio ambiente. Los diversos puntos de vista sobre este tema demuestran que no hay seguridad ni consenso sobre el nivel de impactación y afectación al ambiente y a la salud de las personas, como tampoco es posible descartar su inocuidad, lo cual debería motivar la realización y desarrollo de estudios y diagnósticos in situ, es decir aquí, en Colombia, y bajo las condiciones de aspersión del programa, que permitan determinar su nivel de agresión y las medidas de mitigación y manejo, pues independientemente de donde provenga, se sabe que el metabolito AMPA genera impactos negativos. Por último, no se pude seguir ignorando el principio de precaución avalado y acordado por la comunidad internacional, incluido Colombia, que lo acoge mediante la Ley 99 de 1993. Bibliografía Banco Interamericano de Desarrollo, La política de las políticas públicas. Informe 2006. Harvard University Press, Editorial Planeta, Cambridge, 2006. Bernard J. Nebel y Richard T., Ciencias ambientales. Ecología y desarrollo sostenible. Editorial Pearson Educación, México, 1999. Colombia, Contraloría General de la República, “Informe de auditoria gubernamental con enfoque integral al MAVDT”, vigencias 2003 y 2005. Colombia, Contraloría General de la República, Plan Colombia. Quinto informe de evaluación. Bogotá, diciembre de 2004. Colombia, Dirección Nacional de Estupefacientes, “Informe semestral PMA septiembre de 2003 a marzo de 2004” Resolución 1054 de 2003, abril de 2004. Colombia, Ministerio del Medio Ambiente, “Política de uso y manejo de plaguicidas”, Políticas Ambientales de Colombia, Bogotá, julio de 1998. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 178-235, semestre II de 2006

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Colombia, Ministerio de Protección Social. Evaluación de los efectos del glifosato en la salud humana en zonas de influencia del Programa de Erradicación de Cultivos Ilícitos. Bogotá, octubre de 2003. Colombia, Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos, Informes de avance septiembre de 2003-marzo de 2004; marzo-septiembre de 2004; octubre 2004-marzo de 2005; marzo de 2005-septiembre de 2005. Ferroni, Marco, Mody, Ashoka (eds.), Bienes públicos internacionales, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial y Alfaomega, Washington, 2002. Martínez Alier, Joan, Roca Jusmet, Jordi, Economía ecológica y política ambiental, Fondo de Cultura Económica, México, 2001. Sen, Amartya, Desarrollo y libertad, Planeta, Barcelona, 2000.

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Código de ética judicial en Argentina ¿Una respuesta a las demandas de transparencia de la sociedad?* INÉS MALVINA CALCEGLIA [email protected] [email protected] Artículo recibido 23/08/2006 Evaluación par externo 31/08/2006 Evaluación par interno 10/09/2006

Resumen

El proyecto de Código de Ética Judicial, que emerge de la convocatoria de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (2004) y promueve una reforma judicial, es analizado desde un diagnóstico que enfatiza el carácter cultural de causas sistémicas de la crisis político-económica de diciembre 2001 en Argentina, donde la matriz institucional y los mecanismos de selección/financiamiento de los partidos políticos destacan la presencia de “clientelismo” y “corrupción”, determinando –con la “anomia social”– la llamada “corrupción gris”. Tales variables definen un patrón cultural de “labilidad” en los límites entre lo permitido-no permitido y lo ético-no ético. Desde los años noventa, la tendencia a judicializar el conflicto político, y una Magistratura con ausencia de debate interno y de activismo judicial, tornaron oportuno analizarla desde cinco ejes temáticos: 1) el debate orgánico dado en * Este es un artículo en una versión modificada del original publicado en la revista Notizie di Politeia, 2006, año XXII, núm. 86, pp. 395-406. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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la Magistratura; 2) el marco general legislativo; 3) la Magistratura como exponente de valores culturales; 4) la transferencia de responsabilidades del ámbito político al judicial; 5) la mediatización de la labor del juez. De las conclusiones deviene crucial este enfoque que indaga las características de esta herramienta que la propia corporación judicial le propone a la sociedad: el Código de Ética Judicial.

Palabras clave: anomia, Magistratura, ética. Abstract

The Code of Judicial Ethics bill, which has emerged from the Argentine Supreme Court call in 2004 and which promotes a judicial reform, will be analized here from a point of view emphasizing the cultural nature of the general cause of the political and financial crisis that took place in December 2001 in Argentina, where the institutional matrix and the political parties’ mechanisms for selecting candidates and raising funds for campaign financing show that there exists a kind of ‘clientism’ and ‘corruption’, which brings about –within a state of ‘social anomy’– the so-called ‘grey corruption.’ These variables define a cultural pattern which is characterized by a ‘general state of uncertainty’ when it comes to deciding what is allowed or not allowed, and what is ethical or unethical. The tendency present since the nineties to judicialize the political conflict, together with a judiciary where there is neither internal debate nor judicial activism, have both made it appropriate to analize this matter from five points of discussion: (1) the internal debate in the judiciary; (2) the general legislative framework; (3) the judiciary as an exponent of cultural values; (4) the handing over of responsibilities from the political sphere to the judicial one; and (5) the media interfering with the judge’s work. From the resultant conclusions, we will infer that this approach becomes crucial, an approach that looks into the features of this tool that the judiciary itself proposes to the society: the Code of Judicial Ethics.

Key words: anomy, judiciary, ethics.

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Introducción La ética ha devenido tema de debate acentuado en los últimos años a nivel nacional e internacional, por las implicancias y repercusiones que conlleva tanto para la política –en su estrecha vinculación con la transparencia en las instituciones– como para las empresas, si se miden en términos de pérdidas los efectos no deseados de la práctica de procedimientos no transparentes, así como para la interacción entre ambos mundos, por cuanto no debe olvidarse que el alcance de niveles deseados de ética vinculada estrictamente a lo institucional tiene impacto directo en el mundo de los negocios. En un artículo publicado por Politeia1 se aludió a las causas sistémicas que confluyeron en la crisis político-económica de diciembre de 2001 en Argentina y que culminara con la caída del entonces Presidente de la República, Fernando de la Rúa. Esa crisis, en su largo camino transcurrido hasta detonar, reconoce causas mediatas e inmediatas. Estas últimas se retrotraen a la matriz misma de diseño institucional y a los mecanismos de selección en los partidos políticos, completando el marco general de las limitaciones históricas y actuales de la dirigencia argentina en su conjunto. Entre las causas mediatas debe reconocerse el acento que se produjo en los años noventa de prácticas de corrupción ya enquistadas en el Estado desde antaño, en moderna combinación con los mecanismos de tráfico de influencias, uso de los medios de comunicación masiva y extensión del clientelismo político a instituciones antes ajenas a ello, por ejemplo, el Poder Judicial, por vía de los llamados “políticos con capacidad de net-working”.2 En ese artículo se dijo que la presencia conjunta de “clientelismo” y “corrupción” no es casual en los orígenes de la crisis y que por ello la sociedad argentina llegó a los niveles de anomia social que entonces exponía 1 I. M. Calceglia, (y), “Corrupción en Argentina. La percepción de los actos corruptos como detonante de la crisis política”, en: Notizie di Politeia. Rivista di Etica e Scelte Pubbliche, núm. 68, Milán, Italia, 2002; “Corrupción en Argentina. Partidos políticos, clientelismo y corrupción”, en: Notizie di Politeia, Rivista di Etica e Scelte Pubbliche, núm. 69, Milán, Italia, 2003. 2 Véase artículo publicado en nota 2.

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en todos sus ámbitos. Los sucesos de diciembre de 2001 –la declaración de default económico y el tácito default político– llevaron a la renuncia del entonces Presidente de la Nación3 y, en virtud de la ley de acefalía, a su reemplazo sucesivo por varios políticos hasta la salida electoral que tuvo como ganador al actual presidente N. Kirchner, que fuera respaldado por la ciudadanía en todo el territorio de la República.4 La crisis económica –con causas de larga data– expuso descarnadamente otra crisis más profunda, de recuperación más lenta: la de las instituciones. De allí que una de las principales demandas de la sociedad –retomadas como preocupaciones del actual Gobierno– fuera la búsqueda de mecanismos para garantizar la transparencia institucional. Se definió así en términos de política de Estado, acompañada por firmes decisiones tendientes a sanear las instituciones, entre las cuales el impulso a los procesos de juicio político promovidos contra ciertos miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación e instrumentados por el Congreso Nacional fue uno de sus ejes centrales. Como se aludió en el citado artículo, la sociedad argentina tenía todas las características de la anomia social y una situación tal contribuía peligrosamente a acentuar lo que J. Heidenheimer5 llama “corrupción gris”, en la que sopesando el juicio de los particulares y el de la clase política se configura una situación en la que solo una de las dos partes considera que ciertos actos reñidos con la ética deben ser perseguidos y castigados, permaneciendo como aceptables para la otra parte. El autor la califica como la forma de corrupción más peligrosa para la estabilidad y la duración de un sisElegido dos años antes por el voto mayoritario de la ciudadanía como cabeza de una alianza de centro izquierda que en la práctica de gobierno se apartó de su definición ideológica, provocó la renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez (jefe de la fuerza de izquierda que integraba la alianza) y optó por encarnar otra alianza (de centro derecha) que expresaba en sustancia los intereses de los grupos económicos y financieros favorecidos por el modelo instaurado 10 años atrás con Menem, vaciando de ese modo de legitimidad su mandato. 4 Elecciones de recambio legislativo y gobernadores en todo el territorio nacional de octubre de 2005. 5 Citado por F. Cazzola, Della Corruzione. Fisiologia e patologia di un sistema politico, Il Mulino, Bologna, 1988, p. 14. 3

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tema político, porque puede conducir a conflictos entre la sociedad civil y las instituciones políticas. Entonces, reconociendo y reafirmando que efectivamente existe un factor cultural severamente arraigado en la sociedad argentina que se caracteriza por tener los límites diluidos entre lo permitido y lo no permitido, entre lo ético y lo no ético, es preciso subrayar que políticas de Estado como las descritas o decisiones de reforma desde los niveles superiores de las instituciones contribuyen a un proceso de cambio que, necesariamente, debe construirse en dos sentidos: desde arriba hacia abajo, con ejemplos palpables en la conducta de funcionarios y decisiones de gobierno, y desde abajo hacia arriba, con mecanismos de educación en una cultura de la transparencia. La cuestión que se analiza en este artículo –el proyecto de Código de Ética Judicial– obliga necesariamente a realizar una breve referencia acerca de las características esenciales de la Magistratura argentina, por cuanto solo desde esa perspectiva podrá apreciarse la envergadura de los tópicos propuestos. La política debe dirimirse en el ámbito de la arena política, con sus propias reglas de juego; en cambio, la justicia es el ámbito del equilibrio, la mesura y sobre todo la prudencia en la valoración de los hechos sometidos a su dictamen. Trasladar el debate y, lo que es peor, la batalla política al ámbito judicial es desnaturalizar ambas esferas. En ese caso, el judicial puede asistir a dicha batalla, como el escenario inerte en el que se dirimen las disputas de tal naturaleza, o puede hacerlo activamente, asumiendo cuotas importantes de involucramiento. Sin embargo, la Magistratura argentina tiene cierta trayectoria, ciertas características, cierto modo de actuar histórico.6 ¿Cómo dar respuesta a esos insistentes reclamos sociales de transparencia que también afectan a la justicia, posibilitando la credibilidad en ella? Aproximar una respuesta a este interrogante genérico requiere abordar la cuestión a partir de ciertos ejes temáticos que se explican a continuación. Al respecto, véase I. M. Calceglia, “La lucha contra la corrupción y el rol de la justicia: el caso del pool milanés mani pulite y algunas reflexiones acerca de la magistratura argentina”, documento en mimeo. 6

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El debate orgánico en la Magistratura: su existencia o su carencia No hay evidencia de que haya existido o exista un debate orgánico en nuestra Magistratura a nivel asociativo, en documentos conjuntos, con la continuidad que la idea de debate sugiere. Las opiniones individuales sobre temas puntuales no pueden tomarse como la expresión asociativa de un debate interno con participación de posiciones divergentes semejante al producido en la Magistratura italiana. De allí que pueda afirmarse la carencia de un debate en la Magistratura que refleje los cambios histórico-políticos que sufrió el país. Como ejemplo, la Magistratura se expresó a nivel orgánico ante la creación del Consejo de la Magistratura con tibieza, y en el momento de intervenir en la constitución de ese instituto, la participación de los magistrados en las elecciones iniciales no fue muy elevada. Si se considera que con los abogados de la matrícula ocurrió algo similar, resulta un punto a destacar acerca del grado de conciencia política de la sociedad y la Magistratura argentinas. Como dijera Gerardo Colombo (miembro de mani pulite): la Magistratura es expresión no aislada de la sociedad a la que pertenece. Surge así un interrogante: ¿nuestra Magistratura estaría involucrada en su rol institucional (como Poder de la República) si la lucha contra el terrorismo se hubiese encarrilado oportunamente por los cauces de la legalidad? El golpe militar de 19767 puso a la Magistratura frente al dilema de dar o no curso a los pedidos de hábeas corpus que se presentaban para conocer el paradero de los detenidos-desaparecidos. En ese dilema, fueron pocos los jueces que cumplieron su deber contra las dificultades concretas del poder autoritario. Sin embargo, es justo recordar que también hubo ejemplos en contrario. El coraje institucional exhibido por los jueces de Cámara que en 1984 juzgaron a las juntas militares, en un proceso único en el mundo hasta entonces por la máxima jerarquía de los jefes juzgados, podría haber tenido mayor efecto como ejemplo institucional a seguir.

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Que tuvo como resultado el terrorismo de Estado que generó 30.000 desaparecidos. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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El marco general legislativo

El punto anterior remite necesariamente a considerar la cuestión de la legislación y su alcance. En el caso italiano, el carácter orgánico del cambio producido a partir del Congreso de la Asociación Nacional de la Magistratura (ANM) italiana, en Gardone, 1965, fue el punto de inflexión, por el debate existente en su seno. La posición que de allí emergió hacia la sociedad cuenta con cierto consenso en la corporación. En esa ocasión se fortaleció la postura que fundamenta el activismo judicial en la interpretación misma del mandato constitucional. También en la Argentina el juez tiene un rol importante en el control de constitucionalidad, de lo que también debe deducirse su conciencia de ejercer un papel de trascendencia político constitucional. Si esto es así, las preguntas que surgen son casi obvias: ¿Por qué no se ha dado entre nosotros la evolución en el sentido de una aplicación activista de los principios de la constitución? ¿Es que no son suficientes esos principios o la falta del debate interno infunde en la Magistratura el temor de quedar al descubierto sin el apoyo de la corporación, si se asume este tipo de actitud activista? El otro factor que posibilitó un cambio de actitud de la Magistratura italiana e hizo posible su activismo judicial fue el implícito consenso recibido de las fuerzas políticas en el contexto de la lucha contra el terrorismo. De allí surgieron leyes de emergencia que ampliaron de manera desmesurada los espacios de discrecionalidad del Poder Judicial (sobre todo del Ministerio Fiscal) y que algunos críticos estiman que culminó resquebrajando el principio de estricta legalidad penal, deformando la estructura del proceso penal y rebajando en gran medida el nivel de garantías. Esta última cuestión, que alude a la resolución dentro de la legalidad de la cuestión del terrorismo, permite afirmar que, en relación inversa –como sucedió con el caso argentino–, la no resolución por vía de la legalidad estaría directamente relacionada con la falta de conciencia de la Magistratura en cuanto poder republicano, cuyo objeto no es otro que velar por el respeto y asegurar el cumplimiento de las leyes. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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En cuanto al punto de vista procesal, en el caso italiano la situación política –en cuyo contexto los fenómenos del terrorismo y de la criminalidad organizada tuvieron un impacto enorme– llevaron a aumentar notablemente los poderes procesales de los jueces, con las desventajas antes señaladas. De ese modo se configuró un activismo judicial de carácter eminentemente penalista, cuyas características centrales fueron la extensión del control de legalidad, la obligatoriedad de la acción penal y la capacidad de tomar iniciativas por parte de algunos magistrados. Volviendo al caso argentino, ¿no es acaso cierto que el reclamo que la sociedad hace a nuestra justicia –y a los legisladores– apunta precisamente en esa dirección? La Magistratura como exponente de una sociedad y de sus valores culturales

Retomando el concepto de Colombo, los magistrados son emergentes de la sociedad a la que pertenecen y en promedio constituyen exponentes de sus valores. Valdría la pena preguntarse acerca de cuáles son los valores que la sociedad argentina de hoy pondera. El artículo publicado en Politeia ya citado proporciona con detalle el devenir de esos valores culturales en los años noventa; sin embargo, podría resumirse en pocas palabras: la idea de éxito por cualquier medio y la volubilidad de las conciencias en la delimitación de los alcances de la función pública, como algunos de sus tópicos esenciales. Pero, se reitera, los jueces de cámara que en la década de los ochenta juzgaron a los jefes de las juntas militares, también expresaban valores y sentimientos sociales que el grueso de la Magistratura no interpretó o no quiso representar. La transferencia de responsabilidades del ámbito político al ámbito judicial

En el caso italiano, para muchos políticos el proceso que se está describiendo también significó descargar responsabilidades que debían dirimirse en el ámbito de la política, en la espalda de los jueces. Los jueces estuvieron dispuestos a cargar con esa responsabilidad, por vía de un compromiso que entendían en el marco de la Constitución. En la Argentina puede decirse que la dirigencia política muchas veces optó por descargar ciertas responsabilidades, buscando que los Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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conflictos se resolvieran en los tribunales; la década de los noventa fue paradigmática en este sentido. La diferencia crucial radica en la segunda parte de la ecuación: la vocación de la Magistratura. Lejos de adquirir el compromiso constitucional para sostener desde allí cierto activismo judicial,8 en general, aquellos exponentes de la Magistratura que tuvieron en sus manos casos de corrupción contra funcionarios públicos buscaron manipular el curso y los resultados de esas investigaciones resonantes, especulando con un eventual provecho político personal que pudiese derivarse de esas situaciones de poder, o con la eventual futura carrera política de algunos magistrados, pero en ningún caso exhibiendo resultados concretos. Lo notable es que estos episodios se vieron secundados por el silencio como consentimiento tácito de la Magistratura en cuanto corporación. En el caso italiano también hubo ciertas figuras que fueron catapultadas a la escena política, por ejemplo, Antonio Di Pietro, pero en todo caso allí sí habría habido resultados concretos que exhibir. A manera de ejemplo, basta mencionar que la técnica empleada en los noventa en el fuero penal federal –cuya competencia es juzgar a los funcionarios públicos– fue recurrir a la atomización de causas, impidiendo con ello la profundización en las investigaciones y el arribo a resultados concretos. Si en algo fue revolucionario el enfoque que el pool de jueces antimafia de Palermo desarrolló (encabezados por el asesinado juez Giovanni Falcone) y que llevó a los maxi procesos contra los jefes de Cosa Nostra y demás expresiones mafiosas como la N´dranghetta y la Camorra, radica justamente en la vinculación de causas y en la búsqueda de las conexiones que hacían aproximar las ramificaciones de unas con otras; método que también siguió la investigación de los casos de corrupción (mani pulite). Solo así pudieron encontrarse y reconstruirse los indicios y las pruebas suficientes para procesar y condenar a los culpables, en situaciones en las que si se hubiera seguido el método que la justicia penal federal argentina de la última década implementó, habrían terminado con el dictado de sobreseimientos o 8 Con la excepción de los escasísimos casos aislados que responden exclusivamente a improntas personales.

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faltas de mérito, más allá de las eventuales diferencias con la justicia italiana de orden procesal, pero que no resultan ser suficiente excusa para la inacción de esos años. En verdad, lo que demostró la Magistratura argentina en aquella década fue permanecer ajena a lo que la sociedad vivía, de manera similar a lo acontecido durante el golpe militar de 1976, ya sea por acción o por omisión. De todo ello se deduce que, lejos de estar comprometida con su rol institucional en la lucha contra el terrorismo y, luego, contra la corrupción, su actitud fue permanecer aislada de la sociedad que la contiene. La juventud de nuestra democracia (continuidad institucional desde 1983) no es excusa, pero sería deseable que en lo sucesivo los hitos históricos y cambios sociológicos que sufra nuestra sociedad se vean saludablemente reflejados en un debate en la Magistratura para que, más allá de viabilizar la aspiración de superación de la sociedad, sea ella misma instrumento de consolidación institucional por vía de su conciencia de poder republicano.

La mediatización de la labor del juez

Con un énfasis mayor en los años noventa, pero no exclusivamente, hubo una recurrencia de los magistrados argentinos a la prensa y el requerimiento de esta pretendiendo igual conducta en todos los jueces, constituyendo una relación impropia de ciertos magistrados con los medios de comunicación que acabó afectando a toda la Magistratura. Es preciso reconocer que, aunque con menor incidencia, se trata de un fenómeno internacional, tal como lo destaca Daniel Soulez Larivière9 cuando dice: En el esquema tradicional, más allá de algunas excepciones, la policía habla, el juez calla, la prensa comenta, el abogado permanece discreto. El periodista recorre las comisarías y las audiencias del Palacio de Justicia. Hoy hablan todos, el juez como los otros. Y la justicia se representa sobre una escena doble, mediática y judicial, con una fuerte interacción entre las dos.

9 D. Soulez Larivière, Il circo mediatico-giudiziario, Macerata, Liberilibri di AMA srl, 1995, p. 43.

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No obstante, en el caso argentino los niveles que el fenómeno alcanzó y la impudicia10 de ciertos magistrados para acceder a la vidriera mediática le dio a la cuestión un carácter local muy marcado. Ese usufructo recíproco contribuyó a la degradación de la imagen de la justicia y se llegó a la situación de que ciertos magistrados compartieran –en el imaginario popular– la categoría de poco confiables que los asimila con los políticos cuestionados. Finalmente, desde esta perspectiva también debe tenerse en cuenta la delicada situación que se configura cuando se mediatiza el discurso jurídico (poseedor de un lenguaje técnico propio, críptico), en razón de que, a veces por desconocimiento y otras veces en forma maliciosa, ese lenguaje es deformado en su significado y sentido por los medios de comunicación, impactando erróneamente en el proceso de formación de la opinión pública. El proyecto de reforma judicial El 7 de mayo de 2004 se firmó el Convenio de Cooperación Técnica para la Reforma Judicial entre la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Corte) y la ONG Argentina Justicia (ARGENJUS),11 con el objeto de impulsar un proyecto de reforma judicial cuyo objetivo fundamental era mejorar el acceso del ciudadano común al servicio de justicia, así como alcanzar una organización más eficiente de los recursos humanos y materiales del poder judicial de la nación. La organización del convenio preveía la constitución de una Junta Directiva presidida por el propio Presidente de la Corte, por un representante del Consejo de la Magistratura y miembros de la ONG. Dicha junta constituyó una Comisión Coordinadora compuesta por dos funcionarios de la Corte e integrada por dos representantes de las organizaciones pertenecientes a ARGENJUS y un funcionario del Consejo de la Magistratura. Se convino que se formarían grupos de Me refiero a la aparición de magistrados en revistas propias de la farándula, en notas pagas, que escandalizaron a la sociedad y a la justicia en su conjunto. 11 Este organismo no gubernamental agrupa diversas organizaciones que se detallan más adelante, con ocasión de mencionar cada una de las temáticas trabajadas. 10

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trabajo para cada una de las temáticas a ser abordadas, que estarían encargados de realizar los trabajos de investigación, estudio y elaboración de proyectos, a partir de los lineamientos fijados por la Junta Directiva, que además debía aprobar esos proyectos elaborados. En dicho convenio se invitaba también a participar a la Mesa Permanente de Reforma Judicial del Diálogo Argentino, así como al Ministerio Público (la Procuración y la Defensoría General de la Nación), a aportar propuestas en aquellos temas que tuvieren directa vinculación con sus ámbitos de competencia. Se dejaba también abierta la posibilidad de que otras organizaciones civiles o científicas, nacionales o extranjeras pertenecientes a ARGENJUS, hicieran su aporte; finalmente, se establecía el mecanismo de solicitar la opinión autorizada de expertos en cada temática. La mención en la cláusula séptima del convenio de establecer un mecanismo que promoviera la más amplia participación y debate público de los proyectos en análisis, a través de la realización y difusión de congresos, talleres, jornadas, seminarios, cursos de capacitación, entre otros, fue recibida en los ámbitos vinculados a la justicia como un signo positivo de apertura. En la reunión del 17 de mayo de 2004, la Comisión Coordinadora estableció tres ejes centrales de trabajo: a) el mejoramiento de la eficiencia; b) de la transparencia del servicio de justicia y c) del acceso del ciudadano a la justicia. A posteriori, la Junta Directiva distinguió para cada eje las siguientes temáticas a ser trabajadas: a) Eficiencia del servicio de justicia: 1) realizar un censo completo del personal judicial existente en cada oficina, de planta o contratado, con indicación de su jerarquía, y si prestan funciones fuera del horario ordinario; 2) tomar conocimiento de los magistrados y funcionarios que realizan tareas docentes y/o académicas y los horarios en que las desarrollan; 3) analizar criterios de descentralización administrativa; 4) estudiar el mejor modo de percibir de manera efectiva la tasa de justicia; 5) analizar la reducción de la jurisdicción apelada de la Corte Suprema; 6) analizar la reforma del sisteDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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ma de enjuiciamiento criminal federal; 7) analizar el rediseño funcional de los juzgados por tipo de proceso; 8) analizar la flexibilización de las competencias de los fueros; 9) analizar la capacitación judicial; 10) analizar la concentración de las tareas administrativas para reducir costos innecesarios. b) Transparencia del servicio de justicia: 1) elaborar indicadores objetivos para evaluar la carga de trabajo por fuero y tribunal y el tiempo de duración de los procesos; 2) elaborar un proyecto sobre ética judicial que establezca las conductas y comportamientos que resultan exigibles a los jueces; 3) elaborar un reglamento en materia de declaraciones juradas patrimoniales que observe los requerimientos de la ley de ética pública y facilite el acceso a la información del modo previsto por la ley; 4) reglamentar el llamado de audiencias públicas por la Corte Suprema de Justicia en casos relevantes; 5) establecer la modalidad de presentaciones bajo la forma de amicus curiae. c) Acceso del ciudadano al servicio de justicia: 1) analizar la creación de un Centro de Información y Orientación Ciudadana, para dar adecuada información a los requirentes del servicio de justicia; 2) estudiar el modo de implementar una justicia de 24 horas para determinados asuntos que, por su naturaleza, requieran tratamiento urgente y prioritario. En cuanto al aspecto participativo, algunas de las organizaciones que formaron parte de los grupos de trabajo fueron:12 FORES; Conciencia; Fundación Bicentenario; Asociación de magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional; Asociación de Profesionales Especializados en Administración Pública; Unidos por la Justicia; Asociación Argentina para la Prevención de la Violencia Familiar; Asociación Argentina de Derecho Procesal; Fundación Académica Argentina de Derecho Económico; Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires; Centro de

12 Las organizaciones que aparecen en negrilla participaron en la elaboración del Proyecto de Código de Ética Judicial.

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Estudios Políticos, Económicos, Legales y Sociales; JU.FE.JUS.; Colegio de Abogados de San Isidro. El tema objeto de este artículo culminó con la elaboración de un proyecto de Código de Ética Judicial. En él participaron, además de los funcionarios destacados por la Corte Suprema de Justicia y la Procuración General de la Nación, las organizaciones arriba señaladas. El proyecto del Código de Ética: principales características El proyecto de Código de Ética Judicial presentado por el grupo de trabajo consta de cinco capítulos estructurados así: capítulo I: arts. 1-2, fijan la finalidad y el ámbito de aplicación; capítulo II: art. 3, establece los principios fundamentales; capítulo III: arts. 4-14, fijan las normas éticas; capítulo IV: arts. 15-17, prevén la creación del Consejo de Ética Judicial; capítulo V: arts. 18-20, establecen normas complementarias. Metodológicamente, el proyecto de código presenta tres áreas: una integral y sistémica, que se vincula con su naturaleza; una de fondo, que contiene los principios y pautas éticas; una de procedimiento, que prevé los mecanismos para poner en práctica algunas de sus disposiciones. A pesar de que el objetivo inicial era elaborar normas éticas aplicables a los magistrados, el proyecto extiende su aplicación a todos los magistrados y funcionarios del Poder Judicial de la Nación que estén en actividad, pero también remite su aplicación a categorías de empleados que por la naturaleza de las funciones que desempeñan deberían estar involucrados en los alcances de las normas éticas allí propuestas.13 En efecto, el art. 18 establece que se aplica en lo pertinente a los funcionarios del Poder Judicial y de planta per-

13 Por ejemplo, aquellos empleados que participen en la elaboración y tramitación de llamados a licitación, compras, etc.

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manente del Consejo de la Magistratura,14 así como a los conjueces durante el ejercicio de sus funciones.15 De todos los aspectos tratados por este proyecto se estima imprescindible destacar los que se presenta a continuación. El art. 3 condiciona la posibilidad de alcanzar un Poder Judicial independiente al cumplimiento de estas normas éticas por parte de sus integrantes y, precisamente les impone a los magistrados el deber de ejercer su cargo con convicción republicana, democrática y de respeto al derecho, dando ejemplo de integridad, independencia, dignidad y prudencia. Así mismo, reafirma como principios fundamentales la independencia, la responsabilidad institucional, la probidad, la imparcialidad, la posesión de la capacidad adecuada,16 la dignidad y el decoro en sus funciones y en la vida privada, la confidencialidad, la austeridad republicana y la prudencia. El capítulo III, que se ocupa de las normas éticas, destaca en su art. 4 que el juez debe ser imparcial, evitando incidencia de factores ajenos en la formación de su convicción; que son supuestos de su función la idoneidad y la diligencia, por lo que se compromete con la mejora y perfeccionamiento del sistema de administración de justicia (art. 5); que su conducta ejemplar17 debe hacerse efectiva tanto hacia colegas y subordinados como hacia auxiliares de la justicia (art. 6); que el cumplimiento de los principios de imparcialidad y transparencia por los que debe excusarse en una causa no puede ser óbice para el desprendimiento de las mismas con ligereza (art. 7); que el prestigio de su cargo no debe ser usado para promover intereses privados ni ejercer influencias18 (art. 8). Excluye a los consejeros por el carácter transitorio de su cargo. También se hace referencia a que, en caso de ser aprobado por Acordada de la Corte Suprema de Justicia, también debería alcanzar a los señores ministros de dicho tribunal. 16 Antes de la puesta en vigencia del Consejo de la Magistratura (1998) la designación de jueces a través de mecanismos netamente político-partidarios condujo, en algunos casos, al ejercicio de la magistratura a individuos que no poseían la idoneidad necesaria para el cargo. 17 Conducta ejemplar caracterizada por la corrección, consideración y respeto. 18 Es importante destacar que en este ítem se incluye la prohibición de hacer gestiones y recomendaciones de cualquier tipo, por ejemplo, recomendar un letrado para un caso particular. 14

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Los mismos criterios explican la prohibición de concurrir a estudios jurídicos así como el imperativo de apartarse de inmediato –al asumir el cargo– de los procesos en los que hubiere intervenido él o el estudio jurídico al que hubiere estado vinculado anteriormente y de cualquier forma (art. 9); como depositario de la credibilidad en la función judicial, debe evitar mostrarse en espectáculos, actos o lugares que comprometan su investidura (art. 10), fundamento que también se halla en la base de la prohibición de participar en actos o reuniones de política partidaria, evitando pronunciamientos, comentarios o afirmaciones públicas que traduzcan su filiación política (art. 11). Sin sacrificar la necesaria disponibilidad en la resolución de los temas litigiosos a su consideración, debe evitar conversaciones en privado con los litigantes sobre el mérito de los mismos, preservando la igualdad de trato (art. 12). Una particular envergadura adquiere la referencia a evitar formular declaraciones en los medios de comunicación, salvo que fuesen indispensables por las circunstancias del caso. En este punto, el proyecto formula la interesante sugerencia de que en la estructura del Poder Judicial de la Nación se prevea la existencia de un organismo centralizado de expertos en comunicación, debidamente entrenado para canalizar la información judicial y las relaciones con los diferentes medios (oral, escrito y televisivo), como mecanismo institucional tendiente a evitar distorsiones que ingenua o maliciosamente confundan a la opinión pública en desmedro de la imagen del Poder Judicial. Habida cuenta de lo ya referido en la introducción respecto a la mediatización de la función de los jueces y del proceso por el cual se traduce erróneamente el discurso jurídico, esta recomendación del proyecto de código adquiere particular trascendencia. Este principio se completa con tres disposiciones del art. 14: a) la del inciso 2, que le impone al juez abstenerse de participar en polémicas, debates públicos y en general hacer declaraciones o críticas sobre fallos; b) la del inciso 4, cuando le impone que si fuera necesaria alguna explicación puntual sobre el caso especifico, debe hacerla por escrito y en términos suficientemente claros como para Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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ser entendidos por el público no letrado, y c) la del inciso 5, que admite –para circunstancias excepcionales en que fuere necesario aclarar información errónea– la comunicación verbal con la prensa pero sólo dentro de ciertos límites: refiriéndose a la tarea judicial y al proceso en general o sus etapas, evitando comentarios específicos sobre el caso. Hasta aquí la esencia de sus aspectos sistémico y de principios. En lo que respecta a su faz de procedimiento y a los fines de la aplicación de las normas que contiene, el proyecto de código propone la creación del Consejo de Ética Judicial, asignándole una doble función: ser órgano consultivo respecto de los alcances del articulado del propio código y dictaminar acerca de la existencia o no de conductas reprochables. Es importante destacar que estas atribuciones así conferidas vendrían a llenar el espacio que no está reglamentado por las normas disciplinarias vigentes por cuanto, tal como fue concebido, no entraría en colisión ni con las facultades que las leyes otorgan a las comisiones de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura, ni con los atributos disciplinarios que la Corte Suprema tiene en su propio ámbito ni con las atribuciones conferidas a la Cámara de Diputados en lo que respecta a su prerrogativa en la instrumentación de los juicios políticos tendientes a remover a los miembros de la Corte Suprema de Justicia. Dicho Consejo de Ética Judicial estaría formado por un ministro de la Corte Suprema de Justicia, dos magistrados retirados,19 un juez de cámara y un juez de primera instancia en actividad,20 con funciones ad honórem y mandato de dos años, renovable sólo una vez.21 Entre sus funciones se destacan: la de llevar un registro de faltas éticas; asesorar en la materia de ética judicial a los magistrados sobre el alcance de los principios y reglas del código; pronunciarse acerca de si una conducta es o no

De reconocida trayectoria y suficiente experiencia. Con no menos de 10 años en el ejercicio de la función judicial. 21 Aquí se agrega la prohibición para los magistrados jubilados que lo integren de no poder ejercer la profesión. 19

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reprochable a raíz de una denuncia formulada contra un juez; intervenir de oficio ante comportamientos incorrectos y difundir en términos generales los lineamientos interpretativos que elabore mediante la publicación de dictámenes (preceptos) que preserven la identidad y circunstancias específicas del caso, salvo que por la gravedad del hecho fundadamente se disponga lo contrario, como forma en sí misma de sanción (art. 16, incs. 1-5). El art. 17 establece la obligatoriedad que adquieren esos pronunciamientos para quienes los solicitan o sean sus destinatarios y le impone al consejo llevar un registro de las actuaciones iniciadas por denuncia o de oficio ante una falta ética (o cuando habiendo solicitado un pronunciamiento, el magistrado requirente no acate el dictamen recaído, configurando así incumplimiento); también establece el mecanismo de remisión de esos actuados cuando hubiere trámites iniciados contra dicho magistrado en las Comisiones de Disciplina o de Acusación del Consejo de la Magistratura o en la Cámara de Diputados, si correspondiere, operando así como antecedentes del proceso seguido en su contra. Finalmente, en las normas complementarias se establece que el mero ingreso al Poder Judicial de la Nación implica el conocimiento, aceptación y asunción del compromiso de cumplimiento personal del Código de Ética, pero también responsabiliza al juez por su cumplimiento en su ámbito laboral inmediato, comprendiendo así implícitamente a todo el personal del Poder Judicial de la Nación (arts. 18 y 19). Conclusiones y perspectivas El 18 de agosto de 2005 la Comisión Coordinadora entregó a los presidentes de las comisiones de Justicia y de Legislación de las cámaras de Senadores y Diputados, los proyectos elaborados por los grupos de trabajo en el marco del convenio para la Reforma Judicial. En ese contexto, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación señaló que durante ese año y medio de trabajo se tomaron decisiones que acompañan este proceso, como dar a publicidad la circulación de las sentencias, asegurar el pleno funDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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cionamiento de todas las dependencias durante la ferias judiciales, el cese del uso de chapas y patentes protocolares para automóviles de los magistrados y funcionarios, la prohibición de designar parientes bajo dependencia directa y garantizar la bilateralidad de las audiencias que solicitan los profesionales. En ese acto se aclaró que el proyecto del Código de Ética Judicial estaba en estudio de los miembros de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de la Magistratura y que ninguno de los proyectos elaborados por los grupos comprometen en modo alguno la opinión de la Corte Suprema, ya que son herramientas para el debate e intercambio de ideas. Sin embargo, aunque el proyecto de Código de Ética Judicial elaborado es perfectible y podría ahondar en aspectos más finos que hacen al ejercicio de la delicada función de la magistratura, constituye un verdadero y genuino avance, si se consideran los antecedentes coyunturales con relación a las demandas concretas que la sociedad tiene con la justicia. En ese sentido, sería deseable que del pertinente análisis efectuado en los máximos ámbitos decisorios de la justicia nacional resulte un Código de Ética Judicial que tome como parámetros mínimos los establecidos en el proyecto aquí comentado, sin perjuicio de mayores profundizaciones, por cuanto dicho proyecto recoge los aspectos centrales que la sociedad ha expresado reiteradamente como reclamos. Luego, debería ponerse en vigencia a la brevedad posible. Hasta la fecha, no se han conocido ni la opinión ni la voluntad institucional sobre el tema. Bibliografía Calceglia, I. M., “Corrupción en Argentina. La percepción de los actos corruptos como detonante de la crisis política”, en: Notizie di Politeia, núm. 68, 2002. –––, “Corrupción en Argentina. Partidos políticos, clientelismo y corrupción”, en: Notizie di Politeia, núm. 69, 2003. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 237-256, semestre II de 2006

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Calceglia, I. M., “La lucha contra la corrupción y el rol de la justicia: el caso del pool milanés mani pulite y algunas reflexiones acerca de la magistratura argentina”, documento en mimeo. Cazzola, F., Della Corruzione. Fisiologia e patologia di un sistema politico, Il Mulino, Bologna, 1988. Soulez Larivière, D., Il circo mediatico-giudiziario, Macerata, Liberilibri di AMA, 1995.

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Desigualdad y polarización del PIB por habitante en Colombia JORGE E. ESPITIA ZAMORA [email protected] Artículo recibido 11/08/2006 Evaluación par externo 20/08/2006 Evaluación par interno 30/08/2006

Resumen

El concepto y la medición de la polarización de una distribución han atraído la atención de los economistas en los últimos años. De manera independiente, Esteban-Ray y Wolfson han conceptualizado la noción de polarización y propuesto índices para medirla. De igual manera, Lasso de la Vega desarrolla una extensión del indicador propuesto por Esteban-Ray. Los índices de polarización tratan de estimar, dada una distribución de renta, en qué medida la población está agrupada en torno a un número de polos. Esta noción está ligada al concepto de desigualdad y surge como resultado de la deficiencia de las medidas tradicionales de desigualdad de distinguir adecuadamente entre convergencia a una media global o agrupamiento en torno a medias locales. Con este conjunto de indicadores se desarrolla una aplicación para el caso de los departamentos colombianos durante el período 1984-2004 con base en la información del PIB publicada por el Departamento Nacional de Estadística (DANE). De aquí se concluye que el proceso de desigualdad inter-regional en Colombia ha estado acompañado por una disminución de la polarización.

Palabras clave: polarización, distribución del ingreso. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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Abstract

The concept and measurement of the distribution polarization have appealed the economists’ attention in the past few years. Independently, EstebanRay and Wolfson have conceptualized the polarization notion and proposed the indices for its measurement. Similarly, Lasso de la Vega developed an extension to the indicator proposed by Esteban-Ray. Polarization indices are intended to estimate, given an income distribution, how much the population is grouped around a number of poles. This notion is linked to the concept of inequality and arises out of the traditional inequality measurements inability to properly distinguish between convergence to a global average or grouping around local averages. This suite of indicators is used on an application developed for the case of the Colombian departments in the 1984-2004 period based on the GDP data published by the Departamento Nacional de Estadística (Colombian statistics agency, DANE). The conclusion is that the cross-region inequality in Colombia has been accompanied by a polarization reduction.

Key words: Polarization, income distribution.

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Introducción La polarización está estrechamente relacionada con la generación de tensiones sociales, la posibilidad de revolución y revuelta; y con la existencia de descontento social en general Esteban-Ray La discusión acerca de la convergencia, desigualdad o la polarización regional debería ser una constante en un país, en la medida en que ella sirve para evaluar y definir políticas públicas de carácter regional, por ejemplo, el sistema de transferencias intergubernamentales que por estos días en Colombia está por discutirse. Este tipo de estudios son más factibles de elaborar, en la medida en que los investigadores teóricos desarrollan cada vez herramientas más sofisticadas para aproximarse a las cuestiones a responder con base en la información existente. La aproximación que aquí se realiza trata de responder la pregunta acerca de cuán desigual es nuestro país y qué tan polarizado se encuentra a partir de una medición tan simple de la renta per cápita departamental como es el PIB por habitante. Aunque la desigualdad y la polarización son nociones relacionadas, la polarización trata de recoger un aspecto del que la desigualdad no se ocupa: en qué medida la población está agrupada en torno a un número de polos, pues las herramientas que determinan el grado de desigualdad de una determinada distribución no distingue si la población está concentrada entorno a la media o entorno a dos o más polos. En este sentido, la polarización se encuentra necesariamente ligada a la existencia de conflicto social.1 1 Joan-Maria Esteban, Polarización económica en la Cuenca Mediterránea. Centre de Recerca en economía internacional, Generalitat de Catalunya y Universidad Pompeu Fabra, Els Opuscle del CREI, núm. 10, 2002. Maria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, Desigualdad y polarización de la distribución de renta a nivel mundial, Universidad del País Vasco, 2002. Carlos Gradín, “Polarización y desigualdad en Galicia y España, un análisis comparativo”, Revista de Estudios Regionales, núm. 59, 2001a, pp. 47-68.

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La herramienta que aquí se presenta ha sido muy poco utilizada en nuestro medio.2 Uno de los trabajos que la usó es el de Birchenall,3 al aproximarse al tema de la distribución del ingreso, el capital humano y el crecimiento económico. La preferencia por el uso de las nociones de desigualdad o de polarización dependerá del problema que se esté abordando; sin embargo, como se presentará en el desarrollo del trabajo, la polarización parece un concepto apropiado para estudiar la distribución territorial del ingreso.4 La principal conclusión que aquí se presenta es que la mejor representación de la distribución regional del PIB por habitante es la de tres polos. Los índices de polarización estimados para dos y tres polos disminuyen relativamente para el período de análisis (19842004). El leve descenso del grado de polarización coincide con la mejora en la distribución de la renta y en algunos índices de bienestar social. En otras palabras, el proceso de reducción de la desigualdad regional en Colombia durante el período 1984-2004 ha estado acompañado por una disminución de la polarización. No obstante, no hay que olvidar que el ejercicio que aquí se realiza tiene varias limitaciones, una de ellas es que no controla el efecto de la producción petrolera en los nuevos departamentos, pues ello llevaría también a controlar en aquellos departamentos donde la producción de carbón o gas es sumamente importante. Esto conlleva a que exista la necesidad de elaborar nuevos ejercicios, con otras variables, con el objeto de estudiar qué tan robusta es la conclusión que aquí se extrae: la polarización en Colombia se ha reducido levemente. De igual manera, hay que hacer el mismo ejercicio partiendo de agrupaciones o “cluster” dados por otro conjunto de Para quienes estén interesados en este tema, ver el sitio: http://www.webpondo.org/ Edgar Benítez, en su texto “Polarización y economía: una relación más allá del Gini”, hace una presentación general del tema y lo enlaza con la literatura clave. 3 Javier Birchenall, Income Distribution, Human Capital and Economic Growth in Colombia, 1997a. 4 Joan-Maria Esteban, Un análisis de la polarización de la renta provincial en España, 19551993, Moneda y Crédito 211, Madrid, 2000, pp. 11-50. Muy seguramente una aproximación al grado de polarización de la renta a nivel departamental en el caso colombiano puede ayudar a explicar fenómenos de carácter social o política a nivel regional, de ahí la importancia de esta aproximación. 2

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variables (desarrollo institucional, pobreza, ingresos laborales, entre otros). Finalmente, aquí no se aborda ni se discute la forma como el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) regionaliza las cifras sobre las actividades productivas, por el contrario, nos aproximamos a su análisis.5 El documento se organiza en tres secciones. En la primera se presenta el marco conceptual de la desigualdad y la polarización; en la segunda se analiza la desigualdad a nivel departamental; en la tercera se aplican los indicadores de polarización al ingreso per cápita de los departamentos y, finalmente, se extraen las principales conclusiones del trabajo. Desigualdad y polarización El número de personas y centros de investigación dedicados al análisis del bienestar regional se ha ampliado, en la medida en que este es uno de los objetivos de la economía. Por una parte, los investigadores teóricos se han centrado en desarrollar medidas de desigualdad que satisfagan determinadas propiedades conceptuales y estadísticas; por otra, los economistas empíricos las usan para determinar el bienestar de la sociedad. Una de las propiedades básicas que se exige a las medidas de desigualdad se refiere al principio de transferencia de Pigou-Dalton: cualquier transferencia de un individuo a otro más pobre hace que la desigualdad disminuya. Aunque la desigualdad y la polarización son nociones relacionadas, la polarización trata de recoger un aspecto del que la desigualdad no se ocupa: en qué medida la población está agrupada en torno a un pequeño número de polos. En este sentido, la polarización está ligada a la existencia de conflicto social, producto de la existencia de “En efecto, si se analiza el conjunto de agentes económicos y sus operaciones en las Cuentas Nacionales, se evidencia la dificultad de orden estadístico que se presenta al pretender aislar regionalmente operaciones que resultan de la acción económica de las unidades en todo el espacio económico nacional. Se presenta igualmente dificultades al regionalizar las actividades que tienen como escenario de sus operaciones espacios económicos diferentes al nacional (transporte marítimo, aéreo, etc.)”. DANE, “Cuentas regionales de Colombia 1980-1985”, [boletín especial], Boletín de Estadística, núm. 457, 1991. 5

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un reducido número de grupos homogéneos internamente y distantes entre sí.6 Polarización El concepto y la medición de la polarización han formado parte de la agenda de investigación de los profesores Esteban y Ray. Ellos han propuesto índices para medirla.7 Esteban y Ray se refieren a la polarización como el grado en que la población se agrupa alrededor de un pequeño número de polos a cierta distancia. De este modo, los indicadores propuestos buscan capturar el resultado de agregar la heterogeneidad entre individuos de diferentes grupos y de la identificación entre individuos del mismo grupo. Hay muchos fenómenos socioeconómicos para los cuales el conocimiento del grado de agrupamiento puede ser más significativo que la medida de desigualdad; en otras palabras, fenómenos en los que la concentración entorno a dos o más polos resulta más importante de analizar que medir el grado de concentración de la población entorno al punto medio global (por ejemplo, el análisis de las encuestas de opinión, de calidad de vida, de ingresos y gastos de los hogares).8 La noción de polarización de Esteban y Ray 6 En la línea de conflicto social y polarización véase Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, “Conflict and Distribution”, Journal of Economic Theory, 87, 1999, pp. 379-415. Los autores argumentan que la homogeneidad intra-grupos unida con la heterogeneidad inter-grupos están denle el corazón de una sociedad polarizada, y esta característica está correlacionada con el conflicto social (p. 401). 7 Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, “On the measurement of Polarization” Econometrica, 62, 1994, pp. 819-852. Michael C. Wolfson, “When Inequalities Diverge”, American Economic Review, 84(2), 1994, pp. 353-58. Joan-Maria Esteban, Carlos Gradín, Debraj Ray, Extensions of a measure of polarization with and application to the income distribution of five OECD countries, Luxembourg Income Study, Working Paper Series 218, Maxwell School of Citizenship and Public Affairs Syracuse University, Syracuse, New York, 1999. 8 En términos de Carlos Gradín y Coral del Río, el costo de introducir y desarrollar una nueva técnica cuantitativa de noción distributiva solo merece la pena si existe una justificación adecuada. En especial, dado su estrecho vínculo con la noción de desigualdad, es necesario tener presente qué aporta el estudio de la polarización que no se capta con el análisis de desigualdad. El interés por la polarización tiene su origen en la preocupación por la cohesión social más que por la equidad, aspecto mejor captado por las medidas de desigualdad. Todavía no se cuenta con suficiente evidencia empírica de hasta qué punto una

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es un intento explícito de captar el grado de conflictividad potencial entre polos dada una distribución,9 tiene la ventaja de medir cualquier proceso de multi-polarización, pero el inconveniente de suponer que la población ha sido previamente agrupada en estos polos.10 En Esteban y Ray la polarización de una distribución de atributos se define desde cuatro premisas: 1. Es una cuestión de grupos. Individuos aislados deberían tener poco peso. 2. El nivel de homogeneidad dentro de cada grupo debería de ser alto. 3. El nivel de heterogeneidad entre grupos debe ser alto. 4. Debe haber un pequeño número de grupos de tamaño significativo.11 Al imponer las anteriores propiedades axiomáticas, junto a una condición de invarianza respecto al tamaño de las poblaciones, se llega a la siguiente medida de polarización:12

P ( p, y ) ER

= k

n

n

i =1

j=1

1+α

∑ ∑p p y − y i

j

i

j

; k > 0 1 ≤ α ≤ 1.6

(1)

Donde yi y pi son (el logaritmo de) la renta y el tamaño relativo del grupo i, respectivamente. El valor absoluto de la diferencia entre sociedad más polarizada tiende a estar menos cohesionada y, por tanto, a tener un mayor riesgo de sufrir inestabilidad social. Aunque existen razones para pensar que la existencia de grupos grandes y homogéneos con intereses comunes entre sus miembros, pero divergentes entre ellos, es uno de los factores que está detrás de una mayor fractura social, o al menos puede ocasionar un mayor daño potencial. De acuerdo con Esteban y Ray, la polarización de rentas o riqueza “está muy relacionada con la generación de tensiones, con las posibilidades de rebelión organizada y revueltas, y con la existencia de malestar social en general” (op. cit., 1994, p. 820). Más allá de la justificación del interés en la polarización por su relación con el conflicto potencial o latente en una sociedad, no cabe duda que este concepto aporta elementos novedosos en el campo puramente descriptivo, ya que, a diferencia de los índices de desigualdad, es capaz de distinguir cuándo se está produciendo una convergencia de la población en torno a la media global o cuando esa convergencia se produce en diferentes polos de la distribución (ibíd., pp. 4-5). 9 Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit. 10 Joan-Maria Esteban, 2000, op. cit. 11 Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, 1994, op. cit. Joan-Maria Esteban, 2000, op. cit. 12 Joan-Maria Esteban, Debraj Ray, 1994, ecuación 3, p. 834., op. cit. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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las rentas reflejan la alineación –la distancia-percibida entre indiviα duos de renta yi, yj, mientras que p i corresponde al sentido de identificación de cada uno de los pi miembros del grupo i con su propio α grupo. Por tanto, p i y i − y j es el antagonismo que cada individuo del grupo i siente hacia cada miembro del grupo j. El parámetro α indica la sensibilidad respecto a la polarización.13 La medida de Esteban-Ray logra la máxima polarización cuando la población se concentra en dos polos de iguales dimensiones localizados a la distancia máxima posible entre ellos. De todos modos, esta medida capta no solo la intensidad de bi-polarización, sino también la intensidad de la concentración alrededor de cualquier número de polos. Naturalmente, un menor número de polos resulta en un menor índice de polarización.14 Esta medida presupone la estructuración de los grupos. Sin embargo, en muchas ocasiones no existe a priori la preagrupación o, si existe, probablemente no está relacionado con la polarización. En la práctica la población se concentra en un número pequeño de grupos de acuerdo con un criterio simple. Obsérvese que la medida propuesta por Esteban y Ray no tiene presente la información sobre la dispersión de la renta en los grupos. Para introducir esta situación, Esteban, Gradín y Ray15 desarrollan una extensión del caso que viene dada por:

P

EGR



, β) =

P

ER

(α ) − β G (f ) − 

G ( π , µ )  ;

β≥ 1

(2)

Donde PER es la medida de Esteban-Ray, G(f) el índice de Gini de la distribución original y G(π, µ) el índice de Gini para la distribución simplificada, con µ el vector del tamaño de los grupos y ì el vector de las correspondientes medias. La expresión entre paréntesis mide la desigualdad interna en los grupos. β es un parámetro libre que mide 13 Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit. El parámetro alpha debe tomar un valor entre 1.0 y 1.6 para satisfacer los axiomas. Cuanto más alto sea alpha, mayor será la sensibilidad a la concentración en polos. 14 Ibíd. 15 Joan-Maria, Esteban, Carlos Gradín, Debraj Ray, 1999, op. cit.

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la sensibilidad hacia la cohesión en los grupos.16 Esta medida es un caso particular de la medida propuesta por Wolfson.17 Ahora bien, a efecto de realizar el cálculo de la expresión entre paréntesis de la ecuación (2) y teniendo presente que los grupos organizados para el estudio de la polarización no tienen elementos en común, se hace uso del hecho de que el índice de Gini en este caso se puede descomponer como la suma de la desigualdad inter e intra-grupos para una representación de k polos:18  G

(f )



G ( π , µ )  = Gw

=

k

∑p s G i =1

i

i

(3)

i

Donde pi y si son los respectivos porcentajes de población y renta del grupo i, y Gi es el índice de Gini respectivo. El problema que se plantea es que esta componente intra-grupos no es independiente del componente inter-grupos. Si aumenta la distancia entre los grupos, aunque la homogeneidad en los mismos permanezca, la componente intra-grupos, GW, varía al cambiar los pesos ligados a los porcentajes de renta. Por tanto, al medir la variación de la polarización con la medida propuesta, en el caso de que aumente el antagonismo entre los grupos sin variar la identificación de los individuos en los mismos, aumenta la medida PER pero no es posible conocer en qué sentido va a verse modificada la medida extendida PEGR. Respecto a la elección del número de grupos, este queda a discreción del analista. En muchas situaciones la mejor representación siempre es muy evidente. Como norma general, es necesario indicar que, a medida que el número de grupos se amplía, la representación mejora en precisión, pero será menos nítida y reveladora, pues el mayor grado de cohesión en los grupos no lo gana el indicador de polarización.19 En este contexto, el trabajo de Lasso Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit. Michael C. Wolfson, 1994, op. cit. 18 Maria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, 2002, op. cit. 19 Joan-Maria Esteban, 2002, op. cit. 16 17

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de la Vega y Urrutia (2002) propone una extensión de la medida de polarización de Esteban-Ray que recoja la información de la dispersión intragrupos. La extensión propuesta

En los artículos de Lasso de la Vega y Urrutia20 se propone una extensión a la medida de polarización de Esteban-Ray que recoja la información de la dispersión intra-grupos de manera que la variación de la polarización quede directamente recogida con la variación de la medida propuesta. En el caso de que la distribución no esté preagrupada en polos, la desigualdad en la distribución de la renta en cada grupo influye en la identificación que cada individuo siente con respecto al grupo al que pertenece. Por tanto, se propone que la función de identificación no solo dependa del número de individuos del grupo, sino también del índice de igualdad (Ei=1-Gi) de la distribución en el grupo, es decir, I=I(p, E). El valor del índice de Gini del grupo puede ser interpretado como el valor esperado de la distancia de renta entre pares de individuos del grupo tomados al azar. Así, en el caso extremo en que la igualdad sea 1 la identificación viene dada directamente por el porcentaje de población en el grupo, pi, y a mayor probabilidad de encontrar rentas dispersas en el grupo, es decir, para valores del índice de Gini mayores, la identificación desciende. Por tanto, la extensión de la medida de polarización viene dada por:21 P (p, y ) = P *

ER*

= k

∑ ∑ p p (1 − G i ) y − y n

i =1

n

j =1

β

1+α i

j

i

j

; k > 0; 1 ≤ α ≤ 1.6; β ≥ 1

(4)

Obsérvese que si α=β la ecuación se puede transformar en: P (p, y ) = P *

ER*

= k

∑ ∑ p p ( E i − Pi ) y − y n

i =1

n

j =1

α

i

j

i

j

; k > 0; 1 ≤ α ≤ 1.6; β ≥ 1

(4 A)

Maria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, 2002, op. cit. An Alternative Formulation of the Esteban-Gradín-Ray Extended Measure of Polarization, Universidad del País Vasco, 2005. 21 Aquí se presenta la ecuación 6 del artículo de Lasso de la Vega y Urrutia, 2005, op. cit., que es mucho más general que la que aparece en el artículo de 2002. 20

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Donde yi y pi son, la renta y el porcentaje de población del grupo i respectivamente, y Ei es el índice de igualdad de Gini del grupo i. Si Ei=1, un caso particular de la medida de polarización propuesta, entonces P* coincide con la medida de polarización de EstebanRay. De igual manera, si α=0, entonces se obtiene el índice de Gini aplicado a los logaritmos de renta. En el caso de que se disponga de más información sobre la distribución de la renta en los grupos, a medida que aumente la desigualdad en los mismos, es decir, a medida que Ei tome valores menores, el valor de la polarización, P*, disminuye. Es evidente que la medida P* es invariante respecto al tamaño de la población y es posible normalizar la medida entre 0 y 1 sin más que una elección apropiada de k.22 La desigualdad entre departamentos El tema de la disparidad regional en Colombia se ha abordado en términos de desigualdad y convergencia.23 La información relevante se circunscribe ha cuánta desigualdad hay o si está aumentando o decreciendo, y si se presenta una tasa de crecimiento mayor en las economías más pobres en relación con las más ricas. Con base en los resultados de estos y otros estudios, se puede decir que Colombia es un país de regiones con un alto nivel de desigualMaria Casilda Lasso de la Vega, Ana Marta Urrutia, 2005, op. cit. Juan Barón, Adolfo Meisel, “¿La descentralización y las disparidades económicas regionales en Colombia en la década de 1990?”, en: Adolfo Meisel Roca (ed.), Macroeconomía y regiones en Colombia, Colección de Economía Regional, Banco de la República, Bogotá, 2004, pp. 152-217. Juan Barón, “¿Qué sucedió con las disparidades económicas regionales en Colombia entre 1980 y 2000?”, en: Adolfo Meisel Roca (ed.), Macroeconomía y regiones en Colombia, Colección de Economía Regional, Banco de la República, Bogotá, 2004, pp. 288333. Jaime Bonnet, Adolfo Meisel, La convergencia regional en Colombia: una visión de largo plazo 1926-1995. Documento de trabajo sobre economía regional, núm. 8, Banco de la República, Bogotá, 1999. Birchenall, Javier, Guillermo Murcia, “Convergencia regional: una revisión del caso colombiano”, en: Desarrollo y Sociedad, núm. 40, 1997b. Laura Ardila, “Gasto público y convergencia regional en Colombia”, Ensayos Sobre Política Económica (ESPE), núm. 45, Banco de la República, Bogotá, 2004, pp. 222-268. 22 23

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dad, así se presente cierto cierre de la brecha. Posiblemente esta desigualdad es el resultado de importantes diferencias socioeconómicas en los departamentos.24 Finalmente, los datos sugieren una cierta estabilidad de tal situación con cambios menores en el tiempo (mapa 1). Las desigualdades regionales a partir del índice de Theil

El estudio de los desequilibrios regionales en Colombia se ha convertido en uno de los principales tópicos de investigación de la economía regional. En gran medida, este auge proviene de la proliferación de trabajos enmarcados en la literatura, nacional e internacional, sobre convergencia regional.25 Estos estudios utilizan para la cuantificación del grado de desigualdad regional estadísticos de dispersión o análisis de convergencia y las conclusiones a las que llegan, en el caso colombiano, son diversas dependiendo del período escogido (véase recuadro 1). Como es sabido, estas medidas se caracterizan, entre otros aspectos, por considerar de forma homogénea a las regiones. No obstante, si el objetivo es realizar una comparación regional de los niveles de bienestar de la población, las medidas de desigualdad basadas en ponderadores poblacionales parecen analíticamente más apropiadas. En esta línea, una de las medidas más adecuadas es el índice de Theil poblacional.26 Aquí se analizarán algunos aspectos de la desigualdad regional en Colombia con la ayuda de un índice de desigualdad como el anterior. En primer lugar, se computan los niveles de desigualdad regional durante los años ochenta, noventa y lo que va corrido de la presente década. Se considera la distribución regional del Producto Interno Bruto per cápita (1984-2004). En segundo lugar, se identi24 “La ausencia de convergencia es el reflejo de heterogeneidades estructurales, algunas de ellas relacionadas con la diferencia en capital humano”. Jorge I. González, La captura del Estado vista desde los niveles locales, 2003. 25 Véase el conjunto de trabajos que viene publicando en este campo de investigación. A nivel nacional los citados en el recuadro 1 e internacionalmente Barrios & Strobl (2005), Magrini (2003) y Simonis (2002). 26 Otra de las características que tiene el índice de Theil es la facilidad de su descomposición en términos de cada una de las fuentes de ingreso y las variaciones regionales de los pesos relativos de cada una de las fuentes.

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Recuadro 1 Conclusiones Convergencia

Otras conclusiones

Análisis Tradicional: Cárdenas, Estimación de M., Pontón 1950-1989 convergencia beta A., Trujillo, (absoluta y J. (1993) condicional) y sigma.

Colombia es un caso exitoso de convergencia. Tasa del 4% para el periodo.

Los flujos migratorios entre los departamentos no contribuyen significativamente a la convergencia.

Cárdenas, Análisis M., y 1950-1992 Tradicional. Escobar A. (1995)

La inversión pública en infraestructura ha Evidencia a favor de ayudado a eliminar las la convergencia. desigualdades regionales.

Trabajo

Período

Metodología

Birchenall J., y Murcia G. (1997).

No hay Dinámica convergencia sino 1960-1994 distributiva (Kernel persistencia en la distribución del estocástico). ingreso.

Rocha R., y Vivas A. (1998)

1980-1994

Predeterminación bayesiana.

Hay persistencia de la desigualdad.

Soto J. (1998)

1960-1995

Método de Momentos Generalizados en panel data.

Hay convergencia condicional, pero no absoluta ni de tipo sigma.

Análisis tradicional, pero Bonet J., y usa también Meisel A. 1926-1995 medidas de (1999) dispersión adicionales.

Ardila L. (2004)

La Costa Caribe sufrió un proceso de empobrecimiento relativo a lo largo de todo el siglo XX.

La descentralización fiscal no ha contribuido a la reducción de las disparidades regionales. No hay dependencia espacial en el nivel de Hay convergencia Medidas de ingreso per cápita. La en el periodo 1980disparidad riqueza (o pobreza) 1980-2000 regional, análisis 1990 y divergencia está aleatoriamente entre 1990 y 2000. tradicional. distribuida en la geografía del país. Alta persistencia en La inversión pública ha evitado la polarización la distribución del de los ingresos per ingreso per cápita. cápita Para el periodo departamentales. En Kernel Estocástico 1960-1998 no hay 1985-1996 y coeficiente de otro tipo de indicadores un proceso de y 1960(ICV o % de personas convergencia correlación de 1998 con NBI, también hay regional, todo lo Spearman un patrón de contrario se presenta un proceso persistencia en su distribución geográfica de divergencia en el tiempo. regional.

Barón J., y Análisis Meisel A. 1926-1995 tradicional. (1999)

Barón J. (2003)

Entre 1926 y 1960 hay convergencia pero entre 1960 y 1995 hay evidencia de divergencia y polarización.

Lo que explica que economías pobres se hayan movido a niveles altos de ingreso es la minería. Las transferencias no contribuyen a la convergencia.

No ha habido convergencia tipo beta ni tipo sigma.

Fuente: tomado de Laura Ardilla 2004, op. cit., anexo 1. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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fican las regiones que más contribuyen a la desigualdad regional para algunos años. Los datos básicos utilizados proceden de las Cuentas Nacionales Regionales del DANE, así como de los resultados de las encuestas de hogares, en lo referente al Índice de Necesidades Insatisfechas (NBI). La medición de las desigualdades regionales

En lo que se refiere a la medición de la desigualdad, una de las medidas que goza de mayor atractivo es el Theil –que pondera por población– o L de Bourguignon. Este último investigador se ha encargado de hacer énfasis en que este índice es el único que pondera por población, que es aditivamente descomponible (por grupos) y satisface los axiomas básicos de transferencias progresivas (Pigou-Dalton), simetría, diferenciabilidad e irrelevancia escalar y poblacional. En particular, y adaptando la notación a un análisis regional, la medida toma la siguiente forma: µ n T ( y ) = ∑ p * Ln   i y   i

(1)

Donde p y y son la población relativa y el PIB per cápita de la región i; µ es el PIB per cápita nacional y Ln denota el logaritmo neperiano. Su valor mínimo potencialmente que puede adoptar es cero, el cual sería indicativo de igualdad máxima. Aunque el valor máximo no está homogéneamente definido (depende de los datos muestrales) un registro cercano a 1 sería reflejo de desigualdad elevada. i

i

Aplicaciones del Índice de desigualdad de Theil. Los hechos estilizados La caracterización del PIB por habitante para los departamentos colombianos durante el período 1984-2004 se presenta en la tabla 1 y en la gráfica 1. Dado que los valores están normalizados por la renta media nacional ponderada para la población, el eje horizontal corresponde a una proporción de ella. Los departamentos en los que se presentan aumentos de la renta relativa a lo largo del tiempo indica que su crecimiento ha sido mayor al crecimiento medio del país. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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Tabla 1. PIB por habitante 1984-2004 Antioquia Atlántico Bolívar Boyacá Caldas Caquetá Cauca Cesar Córdoba Cundinamarca Chocó Huila La Guajira Magdalena Meta Nariño Norte Santander Quindío Risaralda Bogotá D. C. Santander Sucre Tolima Valle Nuevos departamentos Amazonas Arauca Casanare Guanía Guaviare Putumayo San Andrés y Providencia Vaupés Vichada Nacional Máximo Mínimo Fuente: DANE.

1984 1.22 1.02 0.83 0.76 0.81 0.81 0.48 0.79 0.52 1.02 0.37 0.94 1.10 0.51 0.90 0.45 0.63 0.82 0.75 1.70 1.06 0.47 0.73 1.23 0.76

1990 1.24 0.85 0.77 0.76 0.79 0.67 0.49 0.69 0.57 1.07 0.49 0.90 1.43 0.51 1.09 0.42 0.61 0.76 0.82 1.51 1.06 0.41 0.75 1.17 1.84 0.57 5.40 2.07 0.48 1.14 0.48

1995 1.17 0.92 0.74 0.80 0.86 0.62 0.46 0.70 0.61 0.99 0.40 0.81 0.87 0.56 1.11 0.43 0.58 0.85 0.84 1.62 1.08 0.46 0.82 1.22 1.25 0.46 2.12 2.16 0.43 0.98 0.40

2000 1.17 0.90 0.77 0.77 0.79 0.69 0.53 0.69 0.70 1.01 0.40 0.87 1.01 0.52 1.21 0.43 0.58 0.71 0.73 1.42 1.27 0.44 0.87 1.16 1.90 0.38 1.69 4.77 0.41 0.78 0.98

2004 1.19 0.89 0.78 0.80 0.83 0.61 0.54 0.73 0.70 1.07 0.41 0.85 1.05 0.52 1.14 0.46 0.59 0.70 0.74 1.42 1.30 0.42 0.90 1.18 1.47 0.27 1.24 3.85 0.41 0.78 0.69

1.63 0.57 0.85

1.49 0.64 0.47

1.69 0.75 0.26

1.45 0.77 0.48

1.00

1.00

1.00

1.00

1.00

1.70 0.37

5.40 0.41

2.16 0.40

4.77 0.26

3.85 0.27

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Gráfica 1. Evolución del PIB per cápita (PIBHAB nacional = 1) Casanar e Cór doba Cundi namar c a B ogota D. C. an A ndr és y P . Santander Ant i oqui a V al l e M et a Ar auc a La Guaj i r a A tl ánt i c o T ol i ma Cal das Guav i ar e Vaupés Bol ívar Hui l a Boyac á Ri sar al da Cesar Qui ndío N. Sant ander V i c hada Cauc a Caquet á Magdal ena Amaz onas Nar i ño Put umay o Guai nía Sucr e Choc ó

0

1

2

3 1980

1990

4

5

6

2004

Fuente: DANE cálculos propios. Nota: aquí se presenta el PIB por habitante relativo a la medida nacional (PIBHAB nacional es igual a 1), de tal forma que ayude a presentar quiénes se encuentran por encima y por debajo de la medida nacional, así como la evolución de cada uno de ellos en el tiempo.

Las cifras de la tabla 1 ilustran dos períodos: 1984-1995 y 19952004. En el primer período, los departamentos de La Guajira, Cundinamarca, Quindío, Santander, Risaralda, Huila, Atlántico, Norte Santander, Cauca, Sucre y Nariño, reducen su renta relativa, mientas que el resto la aumenta o por lo menos la mantiene. Esto hace que en esos departamentos más Antioquia, Valle, Bolívar, Caquetá, Chocó aumente la brecha de ingresos per cápita respecto a Bogotá D.C.27 En el segundo período se observa que Bogotá D.C., Quindío, Valle, Risaralda, Atlántico, Magdalena, Caquetá y Sucre disminuyen su renta relativa, es decir, que su renta per cápita creció a un ritmo inferior a la media nacional. Esto hace que la mayoría de departamentos cierren la brecha respecto a Bogotá D.C. durante el período excepto Quindío, donde la brecha de ingresos aumentó. En otros términos, lo anterior parece indicar que un menor ritmo de crecimiento en el ingreso per cápita de la economía más importante a nivel nacional, Bogotá D.C., ayudó a cerrar la brecha y no el avance de las economías más pobres e intermedias. 27 Bogotá D.C. se toma como referencia por ser una economía importante para el país en lo tecnológico, capital humano y fuerza laboral, y que concentra cerca del 22% de la producción total nacional.

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De igual forma, se observa el efecto del “boom” petrolero en el departamento de Arauca en la década de los noventa, y en el Casanare en los últimos 10 años. En 1990, la actividad minera pesaba en el PIB de estos departamentos el 81% y el 24%; en 2004 pasó a representar cerca de 38% y 74%, respectivamente. El efecto de estos grandes departamentos mineros minimiza gráficamente cambios de importancia que se dieron durante este período en departamentos como Cesar, Córdoba y La Guajira donde la minería paso de representar 8%, 18% y 64%, en 1990 a 30%, 25%, 50% en 2004, respectivamente. En el caso de Quindío, Caquetá y Guaviare, la caída de la renta per cápita está asociada con la caída del sector agropecuario en el PIB de 33%, 62%, 84% en 1990 a 19%, 40%, 51% en 2004, respectivamente (gráfica 1). Con base en lo anterior, se agruparon los departamentos en tres grupos con el objeto de presentar la evolución de la variable de estudio (tabla 2). En el primer grupo se encuentran las regiones de Bogotá D.C., Valle, Antioquia y los nuevos departamentos de manera agregada. En el segundo grupo están Atlántico, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cundinamarca, La Guajira, Huila, Meta, Quindío, Risaralda, Santander y Tolima. Finalmente, en el tercer grupo aparecen el resto de departamentos. Tabla 2. Evolución de los componentes del PIB por habitante por Grupos PIB Millones de 1984 1990 pesos 2003 Grupo 1 53.673.593 90.157.900 Grupo 2 40.910.936 59.769.729 Grupo 3 10.496.029 16.731.699 Total 105.080.559 166.659.328 Habitantes Grupo 1 11.414.834 13.930.133 Grupo 2 11.984.918 14.258.095 Grupo 3 5.464.770 6.781.619 Total 28.864.522 34.969.847 PIB / Habitantes (Miles de pesos) Grupo 1 4.702 6.472 Grupo 2 3.414 4.192 Grupo 3 1.921 2.467 Total 3.640 4.766

1995

2000

2004

112.283.182 72.321.056 20.903.120 205.507.358

115.148.080 76.846.671 22.494.841 214.489.591

125.568.719 85.694.695 24.876.137 236.139.551

15.569.613 15.569.341 7.420.841 38.559.795

17.309.965 16.961.474 8.076.832 42.348.271

18.622.466 18.056.322 8.606.423 45.285.211

7.212 4.645 2.817 5.330

6.652 4.531 2.785 5.065

6.743 4.746 2.890 5.214

Continúa Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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PIB Millones de pesos 2003 PIB Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 Total Habitantes Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 Total PIB / Habitante Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 Total

1984

1990

1995

2000

2004

51,1% 38,9% 10,0% 100,0%

54,1% 35,9% 10,0% 100,0%

54,6% 35,2% 10,2% 100,0%

53,7% 35,8% 10,5% 100,0%

53,2% 36,3% 10,5% 100,0%

39,5% 41,5% 18,9% 100,0%

39,8% 40,8% 19,4% 100,0%

40,4% 40,4% 19,2% 100,0%

40,9% 40,1% 19,1% 100,0%

41,1% 39,9% 19,0% 100,0%

1,29 0,94 0,53 1,00

1,36 0,88 0,52 1,00

1,35 0,87 0,53 1,00

1,31 0,89 0,55 1,00

1,29 0,91 0,55 1,00

Fuente: DANE, cálculos propios.

En la tabla 2 se puede observar que el primer grupo concentra cerca del 40% de la población y participa en un 53% en el PIB. Los grupos 2 y 3 concentran más población que actividad económica.28 En todos, el crecimiento de la producción fue superior al de la población. Sin embargo, hay ciertas diferencias que hacen que el crecimiento promedio de la renta por habitante sea mayor en el tercer grupo (2.06% en promedio), luego le sigue la del primer grupo (1.82%) y la que menos crece es la del medio (1.66%). Respecto al nivel de renta por habitante, la del grupo 1 crece entre 1984 y 1995 para luego decrecer. La renta del grupo 2 en 2004 es inferior a la de 1984, mientras que la del grupo 3 asciende relativamente. Cuando se comparan las tasas de crecimiento de la población y de la economía, desde principio de los noventa se observa que en Caquetá, Chocó, La Guajira, Risaralda y varios de los nuevos departamentos (Amazonas, Arauca, Guainía; Vichada y San Andrés y Providencia), la población creció más.

“Posiblemente el argumento más importante contra la implantación de una política de independencia fiscal para la financiación de todos los niveles gubernamentales en Colombia es la gran diferencia en la riqueza y renta de las diversas regiones del país” (Gaceta Constitucional 41 de 1991). 28

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La aplicación del coeficiente de desigualdad de Theil Gráfica 2. Perfil temporal de la desigualdad en la renta per capita a nivel regional 0.085

0.080

0.075

0.070

0.065

0.060

0.055

T(y) 1

T(y) 2

2004

2002

2000

1998

1996

1994

1992

1990

1988

1986

1984

1982

1980

0.050

Lineal (T(y) 1)

Fuente: DANE. Cálculos propios.

En la gráfica 2 se presenta el resultado del índice de Theil. Los aspectos a resaltar son: • Se constata una clara diferencia en el patrón temporal global de la desigualdad regional cuando se trabaja con los “nuevos departamentos” como un agregado o cuando se desagregan. El nivel de desigualdad regional tiende a aumentar en este último caso debido al comportamiento que se observa en la renta de los departamentos de Arauca y Casanare durante el “boom” petrolero cuando ellos alcanzan niveles de renta superiores a los de Bogotá D.C. • Se observa una tendencia a disminuir el patrón temporal global de la desigualdad.29 Sin embargo, esta tendencia no es uniforme “Los indicadores de disparidad calculados indican, en su mayoría, una creciente disparidad en los niveles de producto por habitante de los departamentos del país. Dicha situación se presenta con particular relevancia en la década de 1990. Esto ha hecho que departamentos pobres, cuyo PIB per cápita relativo en 1980 estaba alrededor del 45% del PIB per cápita de Colombia, se mantenga en la misma proporción en el año 2000”. Barón, 2004, op. cit. Aquí es importante resaltar que en la muestra se agrupa a los nuevos departamentos, pues antes de 1990 no había información desagregada. 29

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durante el período de estudio. Por ejemplo, la tendencia durante casi toda la década de los ochenta fue casi constante y menos volátil, mientras que en los noventa es mucho más volátil. Se observan tres etapas claramente: 1990-1992, caída de la desigualdad; 1992-1996, aumento vertiginoso de la desigualdad; 1996-2004, una fuerte caída del patrón temporal global de la desigualdad regional.30 Identificación de las regiones que más contribuyen a la desigualdad regional A partir de la fórmula del índice de Theil se pueden identificar cuáles son los departamentos que en mayor grado afectan al valor final del índice. Así, la contribución concreta de uno de ellos se vería influenciada por la diferencia de su IB por habitante con la media nacional (recogido por la relación entre m/yi) y ponderada por la población (pi). Cuanto mayor sea el desfase de rentas o población relativa de una región i, mayor será su contribución al desfase global. Esto lleva a pensar que en tales circunstancias, cambios pequeños en los factores correspondientes a las regiones más influyentes puede tener un gran impacto sobre el cambio del valor global del índice. Cuando la renta per cápita de los departamentos se sitúa por encima de la media nacional, el índice refleja valores negativos y viceversa.31 Puede pensarse que el valor absoluto de estos es un reflejo aproximado de la contribución relativa de cada uno de los departamentos al índice de desigualdad (tabla 3).

30 “El índice de Theil, al igual que el índice de Gini ponderado por la población, muestra un decrecimiento de la disparidad relativa desde principios de los ochenta y hasta principio de los noventa. A partir de ese año el índice se incrementa hasta 1994 cuando empieza a decrecer nuevamente hasta el final del periodo”. Barón, 2004, op. cit. 31 Véase François Bourguignon, “Decomposable Income Inequality Measures”, Econometrica, 47, 1979. La explicación, así como los cálculos, tienen como base la ecuación 1.

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Tabla 3. Regiones ordenadas de menor a mayor contribución en la desigualdad regional 1984 Meta Quindío Atlántico Valle Antioquia Bogotá D. C.

1984 Nariño Córdoba Cauca Magdalena

Departamentos por encima de la media 1990 1995 2000 Meta Meta La Guajira Santander Santander Cundinamarca Cundinamarca Nuevos Meta departamentos La Guajira Valle Santander Nuevos departamentos Valle

Antioquia

Valle

Bogotá D. C.

Nuevos departamentos Antioquia Antioquia Bogotá D. C. Bogotá D. C. Departamentos por debajo de la media 1990 1995 2000 Nariño Nariño Nariño Cauca Cauca Magdalena Magdalena Magdalena Cauca Córdoba Norte de Norte de Santander Santander Sucre Córdoba Sucre Norte de Sucre Bolívar Santander Bolívar Bolívar Córdoba Tolima Chocó Chocó

2004 Cundinamarca La Guajira Meta Nuevos departamentos Santander Valle Antioquia Bogotá D. C. 2004 Nariño Magdalena Cauca Norte de Santander Sucre Córdoba

Sucre Norte de Santander Chocó Nuevos departamentos Tolima Boyacá Boyacá Cesar Caldas Chocó

Cesar Boyacá Tolima

Boyacá Cesar Risaralda

Boyacá Risaralda Cesar

La Guajira Risaralda Huila Bolívar Cundinamarca Santander Caquetá Cesar

Caquetá Huila Atlántico Caldas Risaralda Quindío La Guajira Cundinamarca

Caldas Atlántico Quindío Tolima Caquetá Huila

Caquetá Caldas Atlántico Quindío Huila Tolima

Atlántico Caldas Risaralda Caquetá Quindío Huila

Bolívar Chocó

Fuente: DANE, cálculos propios.

De la tabla 3 se desprende un conjunto de comentarios. Primero, se observa la importancia relativa de Bogotá D.C., Antioquia, Valle, Nariño, Cauca, Magdalena y Sucre en cuanto al impacto sobre la desigualdad (Véase también la gráfica 1). De igual forma, la posición de Bogotá D.C., Valle y Antioquia contrasta con la definición del primer grupo, así como las posiciones en la que estos aparecen en la tabla 2. Cabe destacar la posición ocupada por Nariño, atriDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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buible tanto a su elevada población relativa como al marcado diferencial existente entre su renta per cápita y la media nacional. De igual forma, en todos los años seleccionados, Bogotá D.C. aparece como la región generadora de mayor desigualdad regional, por el peso relativo de su población y del ingreso per cápita. Le siguen los departamentos de Antioquia y Valle. Cabe destacar que a pesar de lo anterior, el peso de estas tres regiones ha disminuido en el tiempo. Segundo, se observa que hay un grupo de departamentos que entran, si bien con un peso relativamente bajo, en el grupo que tiene un ingreso per cápita por encima de la media nacional, ellos son La Guajira, Meta y los nuevos departamentos. Esto obedece a que la tasa de crecimiento de la economía –básicamente minera– ha crecido por encima de la media nacional y más que la tasa de crecimiento de su población. La situación es mucho más clara cuando se incluye de manera desagregada los nuevos departamentos, pues en el grupo con valor superior a la media ingresan Arauca y Casanare. Tercero, a pesar de los cambios puntuales en el ingreso per capita (Arauca, Casanare, Caquetá, Cesar, Córdoba, Guaviare, La Guajira, entre otros), el listado de los departamentos que más (menos) contribuyen a la desigualdad regional permanece bastante estable en el tiempo. No parece haberse producido grandes alteraciones en el ordenamiento regional. Para comprobar este hecho de manera formal, se utilizó el coeficiente de correlación de Spearman en diferentes periodos de tiempo,32 resultando un valor de 86.2%, lo cual significa que en términos relativos, la mayoría de los departamentos están en una posición similar a la de 1990, lo que implica que durante este período el crecimiento del PIB por habitante de los departamentos mantuvo más o menos el mismo patrón que en años anteriores, presentándose una probabilidad alta de que los 32 El coeficiente de correlación de Spearman (rs) corresponde, guardadas las proporciones estadísticas, a un coeficiente de correlación en los ordenes de las variables a correlacionar (X, Y).

r

s

=1 −

( X ) − O( Y ) n * (n − 1)

6 * ∑ n O



2

2

Cuando existe persistencia en el orden, el valor del coeficiente es cercano a 1, de movilidad perfecta –1 y de convergencia o divergencia cero. En este último caso se realiza una prueba de hipótesis entre la relación de varianzas. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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departamentos permanezcan en el nivel en el que se encontraban anteriormente. En otras palabras, la probabilidad de movilidad de un rango de ingreso a otros es muy baja y en varios de los casos en los que se da, está asociada con las actividades mineras. Tal es el caso de los departamentos de Arauca, Casanare, La Guajira, Córdoba y Cesar donde se presentaron cambios significativos en la participación de la actividad minera en el PIB departamental (tabla 4). Tabla 4. Distribución temporal de los departamentos según rangos de la renta nacional* Departamento 1984 1990 1995 2000 2004 Cauca 1 1 1 1 1 Córdoba 1 1 1 2 2 Chocó 1 1 1 1 1 Magdalena 1 1 1 1 1 Nariño 1 1 1 1 1 Norte de Santander 1 1 1 1 1 Sucre 1 1 1 1 1 Putumayo sd 1 1 3 2 Amazonas sd 1 1 1 1 Guainía sd 1 1 1 1 Vaupés sd 1 1 2 2 Caquetá 1 2 1 2 1 Cesar 1 2 2 2 2 Bolívar 2 2 2 2 2 Boyacá 2 2 2 2 2 Caldas 2 2 3 2 2 Quindío 4 2 3 2 2 Risaralda 3 2 3 2 2 Tolima 2 2 2 3 3 Atlántico 3 3 3 3 3 Huila 4 3 2 3 3 Vichada sd 3 1 1 1 Antioquia 4 4 4 4 4 Cundinamarca 4 4 3 4 4 Meta 3 4 4 4 4 Santander 4 4 4 5 5 Valle del Cauca 4 4 4 4 4 Guaviare 4 3 2 2 La Guajira 5 5 3 4 4 Bogotá D.C. 6 6 6 5 5 San Andrés sd 6 5 6 5 Arauca sd 7 7 6 5 Casanare sd 7 7 7 7 Nuevos departamentos 3 7 4 7 5 * Los rangos de la renta nacional utilizados para clasificar los departamentos fueron: Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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Intervalo de la Media Nacional 0 - 2/3 Media 2/3 - 5/6 Media 5/6 - 1 Media 1 - 1.25 Media 1.25 - 1.50 Media 1.50 - 1.75 Media 1.75 + Fuente: DANE, cálculos propios.

Grupo 1 2 3 4 5 6 7

De la tabla 4 cabe resaltar que durante el período de estudio los departamentos de Cauca, Chocó, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Sucre, Amazonas y Guainía –de los nuevos departamentos– siempre están en el grupo 1, que tiene una renta inferior a 2/3 de la renta nacional; en otras palabras, durante todo el período no han cambiado de grupo. Los departamentos que salieron de este grupo fueron Córdoba, Putumayo y Vaupés, donde se presentaron cambios significativos en la actividad minera y agropecuaria.33 La polarización económica entre departamentos En este aparte se calcula y analiza el nivel de polarización de la distribución del PIB per cápita para el conjunto de departamentos colombianos durante el período 1984-2004. Aquí uno de los objetivos es estudiar si el país se está polarizando entre “ricos” y “pobres”. Específicamente se mide la bi y tri polarización para distintos grados de sensibilidad hacia la polarización con las medidas que se presentaron arriba. Para medir la bi-polarización que la distribución de ingresos entre departamentos arroja, se divide la muestra en dos grupos, donde la línea divisoria más eficiente resulta ser la media ponderada conjunta de los ingresos. Departamentos con renta per cápita normalizada mayor a la unidad pertenecen al grupo de los departamentos “ricos” y los que están por debajo, al grupo de los “pobres”. Para la representación de los tres grupos se hace uso del

33 En 1990 la actividad agropecuaria del Putumayo era de 26% y pasó a representar el 66% en 2000 para luego descender al 25% en 2004.

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principio que desarrollan Esteban, Gradín y Ray,34 donde la línea óptima entre dos grupos adyacentes es la media conjunta del nivel de renta. Como en párrafos anteriores, la desigualdad en los grupos, en el caso de tres polos, será menor que la correspondiente al de dos, en la medida en que el error de representación es menor. De igual forma, la mejor representación corresponde a aquella que proporcione el nivel más alto de polarización para todas las posibles representaciones en grupos. En la tabla 5 se presenta la evolución temporal de los diferentes índices expuestos de bi y tri polarización para distintos niveles de sensibilidad a la polarización (parámetro á), junto con el índice de desigualdad de Gini. Tanto el nivel de desigualdad como el grado de polarización han disminuido levemente en los últimos 20 años y esta tendencia se mantiene para todos los valores de α considerados. La misma información se presenta en los gráficos 3, 4 y 5, donde se normalizan los valores de cada uno de los índices de polarización (1984=1). Gráfica 3. Índice Esteban-Ray BI y Tri polarización (1984=1) 1.150

1.100

1.050

1.000

0.950

0.900 1984

1990

1995 ER

ER T

2000

2004

GINI

Fuente: Elaboración propia con datos del DANE.

34

1999, op. cit.

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Gráfica 4. Índice Esteban-Gradín-Ray BI y Tri polarización (1984=1) 1.150

1.100

1.050

1.000

0.950

0.900 1984

1990

1995 EGR

2000

EGR T

2004

GINI

Fuente: elaboración propia con datos del DANE.

Gráfica 5. Índice Esteban-Ray modificado BI y Tri polarización (1984=1) 1.150 1.100 1.050 1.000 0.950 0.900 1984

1990

1995

ER*

2000

ER* T

2004

GINI

Fuente: elaboración propia con datos del DANE.

Tabla 5. Indicadores de Polarización

1984 1984 1984 1990 1990 1990 1995 1995 1995 2000

Alfa 1,0 1,3 1,6 1,0 1,3 1,6 1,0 1,3 1,6 1,0

Bi Polarización ER EGR ER* 0,1485 0,1351 0,1466 0,1207 0,1092 0,1187 0,0981 0,0866 0,0961 0,1640 0,1497 0,1619 0,1333 0,1211 0,1310 0,1084 0,0961 0,1061 0,1497 0,1372 0,1476 0,1217 0,1092 0,1195 0,0990 0,0865 0,0967 0,1520 0,1387 0,1500

Tri Polarización ER EGR ER* 0,1886 0,1051 0,1113 0,1886 0,0922 0,0959 0,1886 0,0690 0,0852 0,2065 0,1227 0,1294 0,2065 0,1018 0,1085 0,2065 0,0871 0,0938 0,2009 0,1159 0,1229 0,2009 0,0959 0,1028 0,2009 0,0817 0,0887 0,1918 0,1147 0,1231

GINI 0,1886 0,1886 0,1886 0,2065 0,2065 0,2065 0,2009 0,2009 0,2009 0,1918

Continúa Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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Bi Polarización Alfa ER EGR ER* 2000 1,3 0,1236 0,1103 0,1214 2000 1,6 0,1005 0,0872 0,0984 2004 1,0 0,1481 0,1378 0,1464 2004 1,3 0,1204 0,1101 0,1187 2004 1,6 0,0979 0,0876 0,0962 ER = Indicador de Esteban-Ray EGR= Indicador de Esteban-Gradín-Ray ER*= Propuesta de Lasso de la Vega Gini= Coeficiente de Desigualdad de Gini Fuente: cálculos propios.

ER 0,1918 0,1918 0,1805 0,1805 0,1805

Tri Polarización EGR ER* 0,0943 0,1027 0,0797 0,0881 0,1107 0,1165 0,0928 0,0987 0,0803 0,0862

GINI 0,1918 0,1918 0,1805 0,1805 0,1805

Según los datos de polarización que se presentan en la tabla, no resulta fácil la elección del número de polos que determinan la polarización de la renta a nivel departamental. Los indicadores de bi-polarización resultan ser superiores en todos los años a los de tripolarización, independientemente del valor de á. Sin embargo, en la tabla 6 se recogen los porcentajes de igualdad explicada por la distribución agrupada en dos y tres polos para cada año del análisis. Los resultados muestran que la agrupación tri-polar explica en mayor grado la representación que la bi-polar. Las diferencias entre los porcentajes recogidos en la representación y la unidad informan del grado de dispersión en los dos grupos. Así, como media, se puede afirmar que en el período considerado los polos han perdido cohesión interna; sin embargo, como se verá a continuación esta tendencia no es homogénea entre los grupos. Tabla 6. Porcentaje de desigualdad explicada por la representación simplificada en dos y tres polos 1984 1990 1995 2000 2004 Fuente: cálculos propios.

Dos polos 0,6740 0,7069 0,6282 0,6768 0,7385

Tres polos 0,8549 0,7744 0,8360 0,7586 0,8573

La tabla 7 recoge información correspondiente a cada uno de los grupos referente al tamaño de la población, la renta media e índice de igualdad interna, junto con la razón entre las rentas medias de ambos grupos para cada uno de los periodos; mientras que en la tabla 4 se Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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presentó la distribución temporal de los departamentos colombianos según el nivel de renta per cápita. Tabla 7. Ingreso, población e igualdad PIB/Habitante Grupo 2 Grupo 3 1984 3.288 2.170 1990 3.766 2.440 1995 4.369 2.755 2000 4.016 2.573 2004 4.280 2.866 Población Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 1984 50,0% 19,6% 30,4% 1990 52,4% 27,4% 20,2% 1995 51,8% 28,1% 20,1% 2000 53,4% 29,8% 16,9% 2004 53,6% 25,2% 21,3% Gini Grupo 1 Grupo 2 Grupo 3 1984 0,065 0,061 0,101 1990 0,087 0,037 0,084 1995 0,091 0,045 0,082 2000 0,078 0,052 0,079 2004 0,057 0,041 0,098 Relación entre ingresos G2/G1 G3/G1 G2/G3 1984 70,41 46,46 65,98 1990 60,90 39,46 64,79 1995 63,78 40,23 63,06 2000 62,39 39,97 64,07 2004 64,98 43,51 66,97 Fuente: elaboración propia con datos DANE. Grupo 1 4.670 6.184 6.850 6.437 6.587

En cuanto a la diferencia de rentas del grupo “medio” y del grupo “pobre”, respecto al “rico”, esta se profundizó. En 1984 la relación de rentas entre el grupo medio y el rico era del 70.4%, mientras que en 2004 la relación fue de 65.0%. Entre pobres y ricos la relación pasó de 46.5% en 1984 a 43.5% en 2004. Entre tanto, el ratio de rentas entre el grupo medio y el grupo pobre se redujo levemente al pasar de 66% en 1984 a 67% en 2004. Este hecho lo explica el comportamiento de los departamentos mineros (La Guajira, que durante varios años presenta un ingreso per cápita mayor que el de Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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Bogotá, o el de los nuevos departamentos, que recoge el efecto de los descubrimientos petroleros que se dio durante este período en Arauca y Casanare) y el deterioro de muchos de los departamentos agrícolas (los del eje cafetero y Cundinamarca, entre otros). En cuanto al tamaño de la población, el grupo de los departamentos ricos y medio aumentó a costa de los departamentos pobres. Mucho de este desplazamiento se debe al efecto de las nuevas actividades productivas, así como al efecto que sobre este movimiento ha tenido la violencia y el deterioro de la actividad agropecuaria. Atendiendo a los niveles de igualdad interna, se observa que la tendencia de cada uno de los grupos es hacia una mayor cohesión interna. En suma, la polarización en tres polos refleja una mejor representación y, en general, la tendencia es hacia una relativa disminución de esta, en la medida en que se encuentra en los niveles alcanzados en 1984, dado el aumento de la población que aglutina el grupo de los ricos y el nivel medio, así como la evolución positiva que ha sufrido el ingreso medio en cada uno de los grupos. La tasa media de crecimiento del ingreso medio fue en cada uno de los grupos durante el período de 1.7% para el grupo 1, 1.3% para el 2 y 1.4% para el 3. La evolución del indicador de polarización contrasta con el que se encuentra a partir de la literatura de convergencia desarrollada por Barro y Sala-i-Martín35 y reseñados en el recuadro 1.36 Esta literatura señala que la convergencia beta se da si se obtiene una relación negativa entre la tasa de crecimiento de la renta per cápita real y su nivel inicial. Por tanto, para contrastar econométricamente la hipótesis de convergencia basta con regresar la tasa de crecimiento de la renta per cápita para el grupo de departamentos respecto a su nivel inicial en dicha variable entre dos períodos discretos en el tiempo con el objeto de estudiar el signo de la correlación parcial entre dichas variables. Al realizar este ejercicio se obtuvo que para el período de estudio se rechaza la hipótesis de convergencia al resultar el coeficiente beta estadísticamente igual a cero, con lo cual se Robert Barro, Javier Sala-i-Martin, Economic Growth, McGraw Hill, Nueva York, 1995. Es importante anotar que los resultados obtenidos mediante las pruebas de convergencia dependen en gran medida del periodo de la muestra utilizada. 35 36

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confirma la debilidad del coeficiente de correlación y el análisis gráfico que se presenta (gráfica 6). Gráfica 6. Convergencia delPIB por habitante departamental Convergencia del PIB por habitante departamental 1980-2004

Convergencia del PIB por habitante departamental 1980-1990

4 2 1 0 -1.0

-1 0.0

-0.5

0.5

1.0

-1.0

-0.5

0.5

Ln del PIB per cápita 1980

Ln del PIB per cápita 1980

tcp0480

tcp9080

Lineal (tcp0480)

Convergencia del PIB por habitante departamental 1990-2004

Tasa de crecimiento 1990-2004

Tasa de crecimiento 1990-2004

3 2 1 0 -1 0.0

-0.5

0.5

Ln del PIB per cápita 1990

LNpibpc90

Lineal (LNpibpc90)

1.0

Lineal (tcp9080)

Convergencia del PIB por habitante departamental 1990-2004

4

-1.0

5 4 3 2 1 0 -1 -2 0.0

Tasa de crecimiento 1990-1980

Tasa de crecimiento 2004-1980

3

1.0

-1.0

6 4 2 0 -2 -4 -6 -8 0.0

1.0

2.0

Ln del PIB per cápita 1990

LNpibpc90

Lineal (LNpibpc90)

Fuente: elaboración propia con datos del DANE. Nota: las gráficas muestran una relación negativa entre la tasa de crecimiento del PIB per cápita y su nivel inicial. La gráfica inferior derecha incluye de manera desagregada a los Nuevos Departamentos. Las relaciones señalan que existe una correlación negativa pequeña que disminuye aún más en el periodo 2004-1990 cuando se excluyen los nuevos departamentos, dando indicios del no cumplimiento de la hipótesis de convergencia (Resultado similar encuentra Barón,2004. Sin embargo, Barón y Meissel, 2004, encuentran que para el periodo 1990-2000 los ingresos departamentales divergen). Coeficientes de correlación 1980-1990 2004-1990 2004-1980 Con N.D. -0,46 -0,32 -0,54 Sin N.D. -0,52 -0,25 -0,56 Desagregados N.D. -0,41 Fuente: elaboración propia.

Conclusión En este artículo se ha examinado el grado de polarización de renta en los departamentos colombianos durante un período de 20 años (1984Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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2004) medido a través del PIB por habitante que publica el DANE. Al comienzo del período, el departamento más pobre tenía un nivel de renta del 25% del departamento más rico; para 2004 este equivalía al 29%. Este hecho, junto con el aumento de la población en el grupo de los más ricos y la reducción de la población del grupo de los más pobres hace que el grado de polarización disminuya en el país. La conclusión de este ejercicio contrasta fuertemente, y en la misma dirección, con los resultados que arrojan otro tipo de indicadores que buscan medir el nivel de desigualdad de la renta per cápita, como se ilustro aquí con el coeficiente de desigualdad de Theil37 y contrario al análisis econométrico de convergencia beta. De igual manera, con los resultados que arrojan ciertos indicadores indirectos de carácter nacional como es el Gini de distribución del ingreso para el período 1991-2004 (gráfica 7) que de una u otra manera está asociado con la distribución de la renta departamental, o la evolución de la población con necesidades básicas insatisfechas (NBI) durante el período 19852004 donde se presenta cierta convergencia en el proceso de reducción de la población con necesidades básicas insatisfechas (gráfica 8). Gráfica 7. Coeficiente de Gini (ingresos) 60,0% 58,0% 56,0% 54,0% 52,0% 50,0%

2003

2001

1999

1997

1995

1993

1991

48,0%

Fuente: elaboración propia con datos del DANE. 37

Barón, 2004, op. cit.

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Gráfica 8. Tasa de Reducción media del NBI (%) vs. el Nivel Inicial (1985) 0,00% -1,00% -2,00% -3,00% -4,00% -5,00% -6,00% -7,00% 2,5

3

3,5

tc promedio

4

4,5

5

Lineal (tc promedio)

Fuente: elaboración propia con datos del DANE.

Es decir, que la desigualdad interregional en Colombia se ha reducido levemente (tabla 8) y ha estado acompañada por una disminución de la polarización durante el período 1984-2004, y la levedad se traduce en que la probabilidad de que un departamento se mueva de un nivel de ingreso a uno superior sea supremamente baja. Tabla 8. Medidas de disparidad en el ingreso per cápita 1984-2002 1984 Relación Máximo Mínimo Coeficiente de Variación Desviación Relativa a la Media Coeficiente de GINI Índice de THEIL

1990

1995

2000

2004

3,9553 0,4178

13,1020 5,4095 0,4573 0,4632

18,4780 0,4687

14,7544 0,4482

0,3614 0,1886 0,0630

0,3223 0,3642 0,2176 0,2125 0,0725 0,0690

0,3163 0,2035 0,0640

0,3311 0,1956 0,0586

Fuente: Cálculos propios.

No hay que olvidar que este ejercicio presenta varias limitaciones, en la medida en que no se controla el efecto de la producción petrolera en los nuevos departamentos, pues ello llevaría también a controlar en aquellos departamentos donde la producción de carbón o gas es sumamente importante. De igual forma, es necesario elaborar ejercicios parecidos con otro conjunto de variables con el objeDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 257-291, semestre II de 2006

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to de estudiar qué tan robusta es la conclusión que aquí se extrajo: la polarización en Colombia se ha reducido de una manera muy tenue. En esta línea se puede pensar en calcular los indicadores de polarización a las variables de ingreso que reportan los hogares en la Encuesta Mensual de Hogares del DANE o con la Encuesta de Calidad de Vida de 2003 y ver si esta conclusión se mantiene.38 Finalmente, hay que pensar en hacer el mismo ejercicio partiendo de agrupaciones o “cluster” dados por otro conjunto de variables (desarrollo institucional, pobreza, ingresos laborales, entre otros) como lo sugiere la nueva geografía económica.39 Mapa 1. PIB / Habitante departamental

38 El trabajo de Becerra y González (1999) analiza la concentración del ingreso en Colombia a partir de la información suministrada en la Encuesta de Hogares que publica el DANE, y la conclusión a la que llegan es: “En síntesis, dados los inconvenientes que tiene la Encuesta de Hogares, la relación entre máximos y mínimos no ofrece elementos de juicio suficientes para determinar si entre 1982 y 1997 la desigualdad del ingreso ha aumentado o disminuido (…) A partir de la varianza tampoco es legítimo afirmar que la desigualdad ha empeorado (…) Los valores de la desviación estándar del logaritmo del ingreso son muy diferentes a los encontrados. La desigualdad disminuye entre el 82 y el 90 y aumenta a partir de este año hasta el 97. Exceptuando la varianza, las medidas analizadas antes muestran que la distribución del ingreso mejoró en los noventa”. 39 D. Simonis, The New Economic Geography: a survey of the literature. Federal Planning Bureau, Economic analyses and forecasts, 2002.

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Abstract

This essay explores the problems and possibilities of the postcolonial as word and orientation, as category and entity. It sieves postcolonial expressions through critical filters to make two tasks palpable. On the one hand, faced forthwith are the scandals of the nation and the West as well as the outrage of the postcolonial itself. On the other hand, brought to the front are protocols of probing that do not merely lead to an undoing of “foundations” but point to procedures of critical affirmation embedded within a history without guarantee. Here are to be found dispositions that carefully question and prudently elaborate issues of power and difference, authority and alterity, including through critical considerations of modernity and its philosophical and historical discussions in the West.

Key words: Postcolonial, nation, East, West, power, difference, modernity, history, anthropology.

1 This piece draws heavily on small parts of two recent writings of mine. Indeed, deeper elaborations of the analytical emphases and theoretical arguments presented here are to be found in these writings, one published and the other a book manuscript on its way toward publication. Saurabh Dube, Stitches on Time: Colonial Textures and Postcolonial Tangles (Durham and London: Duke University Press, 2004); and Saurabh Dube, Historias esparcidas (México, DF: El Colegio de México, forthcoming 2006). See also, Saurabh Dube, Genealogías del presente: Conversión, colonialismo, cultura, trans. Ari Bartra and Gilberto Conde (México, DF: El Colegio de México, 2003).

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Resumen

Este artículo explora los problemas y posibilidades de lo postcolonial en tanto que concepto y orientación, categoría y entidad. Tamiza las expresiones postcoloniales a través de los filtros de la crítica para lograr que dos tareas devengan palpables. Por una parte, a lo primero que nos enfrentamos es a los escándalos de la nación y de Occidente, así como al ultraje de lo postcolonial en sí mismo. Por otra parte, se destacan protocolos de investigación que no conducen simplemente a un menoscabo de los ‘fundamentos’ sino que apuntan a procedimientos de afirmación crítica enraizados en lo que yo llamo una historia sin garantía. Aquí se encuentran disposiciones que cuestionan de manera juiciosa y elaboran con prudencia asuntos de poder y diferencia, autoridad y alteridad y que incluyen consideraciones críticas de la modernidad y sus discusiones filosóficas e históricas en Occidente.

Palabras clave: Postcolonial, nación, Oriente, Occidente, poder, diferencia, modernidad, historia, etnología.

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Introduction This is not an essay in the strict sense of the term. Rather, it is a patchwork, one that begins by threading together while equally unraveling the problems and possibilities of the postcolonial as word and orientation, as category and entity. To present such patchwork, especially in the pages of this journal, might seem at first to be profoundly perverse. After all, in the Latin American context, postcolonial criticism has served to open fresh questions and new debates in the overlapping domains of literary and cultural studies and anthropology and history. At the same time, it is precisely by sieving postcolonial expressions through critical filters that two tasks become palpable. On the one hand, faced forthwith are the scandals of the nation and the West as well as the outrage of the postcolonial itself. On the other hand, such protocols of probing do not merely lead to an undoing of “foundations”, but point to procedures of critical affirmation embedded within what I call a history without guarantee, intimating dispositions that carefully question and prudently elaborate issues of power and difference, authority and alterity. Worldly Scandals The problem with the postcolonial as a category is that its endless promises entail enduring postures, its many meanings register unproductive ambiguity, and its revelations and containments shadow each other. Not surprisingly, salient contributions to postcolonial understandings have pointed to the acute limits of the postcolonialconcept, as analytical conceit and historical trajectory. Here the issue does not simply concern how the terms of postcolonial discourse readily intimate a new “minority”, often of privilege, in Western academic arenas and crucially insinuate novel struggles for turf and tenure in scholarly terrain, more broadly –together pointing to processes that underlie the institutionalization of postcolonial scholarship. Significantly, criticisms of the postcolonial as a categoryentity have highlighted its tendency to homogenize history and sanitize politics by resting on the divide between the colonial and the postcolonial so that one totalized terrain leads to another undifDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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ferentiated arena.2 At the same time, however, abiding endeavors articulating postcolonial perspectives have also queried the place of the West as history, modernity, and destiny, unraveled the terms and limits of state and nation, and underscored the salience of critical difference in such distinct yet entangled terrain.3 Now, if the unproductive ambiguity and the residual stagism of the postcolonial as word and entity imply that my own thought and writing are not wedded to the notion, the fruitful potential of the category, I feel, warrants staying with it longer. For, even if scholars think hard enough, considering it an analytical nightmare, the postcolonial is unlikely to disappear. Besides, lurid theoretical scares are productive to ponder in any case. Insinuating more than a pure perspective, the view from nowhere that becomes the vista for everywhere, these reflections actually follow from my presence at a center of research and teaching on Asia and Africa located in Latin America. The rise to prominence of the postcolonial as a novel perspective, a critical stance, in history and anthropology coincided with the final phase of my doctoral work at the University of Cambridge, and my subsequent return to India to teach at the University of 2 Here let me indicate a few of the important critiques that have influenced my own thought. Anne McClintock, Imperial Leather: Race, Gender, and Sexuality in the Colonial Contest (New York: Routledge, 1995), especially pp. 9-16, 391-96; Ella Shohat, “Notes on the Post-Colonial”, in Padmini Mongia (ed.) Contemporary Postcolonial Theory: A Reader (London: Arnold, 1996), pp. 321-334; and Gayatri Chakravorty Spivak, A Critique of Postcolonial Reason: Toward a History of the Vanishing Present (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1999) p. 1 and passim. See also, Arif Dirlik, “The postcolonial aura: Third World Criticism in the Age of Global Capitalism”, in Padimini Mongia (ed.) Contemporary Postcolonial Theory: A Reader (London: Arnold, 1996), pp. 294-320. 3 For example, Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical Difference (Princeton: Princeton University Press, 2000); Partha Chatterjee, The Nation and its Fragments: Colonial and Postcolonial Histories (Princeton: Princeton University Press, 1993); Homi Bhabha, The Location of Culture (New York: Routledge, 1994); Mignolo, Local Histories/Global Designs; and Gyanendra Pandey, Remembering Partition: Violence, Nationalism and History in India (Cambridge: Cambridge University Press, 2001). See also, Achille Mbembe, “The banality of power and the aesthetics of vulgarity in the postcolony”, Public Culture, 4, 1992, 1-30; and Ashis Nandy, Traditions, Tyranny, and Utopias: Essays in the Politics of Awareness (Delhi: Oxford University Press, 1992).

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Delhi.4 In both places, my particular endeavor and wider disposition to combine history and anthropology, theory and narrative raised eyebrows and received encouragement. At the same time, my work also broadly accorded with my interlocutors’ inclination to give a short shrift to the postcolonial ballyhoo, although I did not always share their desire to dismiss the category as merely a fashionable phantasm, riding the success of the postmodern as word and orientation.5 After three years in India, on moving to Mexico in 1995, all this changed –at moments dramatically, at other times little by little. At the Centro de Estudios de Asia y África of the El Colegio de Mexico, among students and faculty, India –or Iran, or Indonesia– frequently appeared as innately different, all too distant, articulated by pervasive dualities of the Occident and the Orient, the West and the Rest, with Latin America positioned, uneasily yet readily, as part of el Occidente. This was true not only of my own research and teaching center, but it was characteristic of scholarly sentiments, quotidian conceptions, academic apprehensions, and their institutional manifestations in the Latin American world, more generally. On the one hand, Asia and Africa embodied marvelous difference from the West, the mark of enchantment, algo bello. On the other hand, they concretized contaminated distance from the West, the sign of backwardness, algo feo. At the same time, these twin dispositions rested on hierarchical oppositions of a singular modernity, splitting social worlds into enchanted spaces and modern places while holding these together through the exclusive trajec4 Gyan Prakash, “Subaltern Studies as Postcolonial Criticism”, American Historical Review, 99, 1994, 1475-1494; Dipesh Chakrabarty, “Postcoloniality and the Artifice of History: Who Speaks for ‘Indian’ Pasts?” Representations 37, winter 1992, 1-26; and Chatterjee, Nation and its Fragments. See also, Carol A. Breckenridge and Peter van der Veer (eds.) Orientalism and the Postcolonial Predicament: Perspectives on South Asia (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1993). 5 For example, Saurabh Dube, “Myths, symbols and community: Satnampanth of Chhattisgarh”, in Partha Chatterjee and Gyanendra Pandey (eds.) Subaltern Studies VII: Writings on South Asian History and Society (Delhi: Oxford University Press, 1992), pp. 121156; and Saurabh Dube, “Issues of Christianity in Colonial Chhattisgarh”, Sociological Bulletin, 41, 1992, pp. 37-63.

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tory of universal history. Here were scholarly traces and commonplaces tracks comprising “metageographies” that mark Western contexts and non-Western theatres. How were such grids to be queried? Asking and addressing the question, my prior critical considerations of analytical binaries –between myth and history, ritual and rationality, the magical and the modern, emotion and reason, East and West, community and state, and tradition and modernity– now assumed a formidable tangibility, a palpable force.6 Slowly yet acutely, I came to realize that such dualities inhabited the interstices of theoretical blueprints and social worlds, spilling over from the one to the other. Aware of the active interchange between academic apprehensions and quotidian conceptions –and all the while registering the restless dynamic between colonialism and modernity– when I considered a possible dialogue between critical perspectives on South Asia and Latin America, the postcolonial as a category presented itself as an apposite means towards such conversation.7 Now, in Latin American and South Asian worlds, imperatives of empire and fabrications of nation have followed different chronologies, insinuating distinct trajectories. Unsurprisingly, in scholarly schemes and everyday apprehensions, while in Latin America colonial power appears cast as an attribute of a distant past, left behind by two centuries of formal independence, in South Asia the opposition to imperial effects through the means of national affects has See Saurabh Dube, Untouchable Pasts: Religion, Identity and Power among a Central Indian People, 1780-1950 (Albany: State University of New York Press, 1998). 7 See, for example, John Kraniauskas and Guillermo Zermeño Padilla (eds.) Historia y subalternidad, a special issue of Historia y grafía, 12, 1999, 7-176; Silvia Rivera Cusicanqui and Rosa Barragán (eds.) Debates postcoloniales: Una introduccíon a los estudios de la subalternidad (La Paz: Ediciones Aruwiyiri, 1997); Guillermo Zermeño Padilla, La cultura moderna de la historia: Una approximación teórica e historiográfica (México, DF: El Colegio de México, 2002); Saurabh Dube, Sujetos subalternos: Capítulos de una historia antropológica, trans. Germán Franco and Ari Bartra (México, DF: El Colegio de México, 2001); John Beverley, Subalternity and Representation: Arguments in Cultural Theory (Durham: Duke University Press, 1999); Ileana Rodríguez (ed.) The Latin American Subaltern Studies Reader (Durham: Duke University Press, 2001); and Walter D. Mignolo, Local Histories/Global Designs: Coloniality, Subaltern Knowledges, and Border Thinking (Princeton: Princeton University Press, 2000). 6

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carried greater, proximate immediacy. Yet, in both these contexts the passages from imperial rule to independent states –and their diverse representations– crucially reflect the precepts of the colony upon the work of the nation, variously implicating distinct idioms of social advance under empire, differentially envisioning the nation in the image of Western progress. In front of such categorical determinations, I found that engaging the postcolonial as a critical perspective called into question the persuasive presence in Latin America and South Asia of an aggrandizing West and its singular representations, binding empire and nation, the colony and the post-colony, history and modernity. At the same time, the very realization of such emphases stood premised on querying the pretensions of the postcolonial as an exclusive viewpoint. It meant casting the postcolonial instead as one among related critical orientations –procedures and perspectives entailing the subaltern and the margin, ethnographic history and historical anthropology. Here postcolonial propositions worked in tandem with these different perspectives, each stance engaging and extending the other disposition.8 The implications of this example extend rather wider. The productive labor of the postcolonial as a category points toward two sets of scandals, each tied to burdens of colonial pasts, determinations of historical progress, and framings of universal history. The first concerns the scandal of the West – pervasive projections of an imagiSaurabh Dube (ed.) Pasados poscoloniales: Colección de ensayos sobre la nueva historia y etnografía de la India, trans. Germán Franco (México, DF: El Colegio de México, 1999). Conducted through a wider discussion of the colony and the post-colony, nation and history, modernity and its margins, the burden of this conversation initially rested on presenting to a Latin American readership in Spanish a translation salient work within the subaltern studies project and historical anthropology, critical developments in South Asian scholarship. I also need to admit to the sometimes hazy ways in which I encountered and expressed mutual considerations of South Asia and Latin America, which my account has not been able to capture. For a more recent expression of the terms of this dialogue consider, Saurabh Dube, “Introduction: Colonialism, modernity, colonial modernities”, in Dube, Banerjee Dube, and Lander (eds.) Critical Conjunctions: Foundations of Colony and Formations of Modernity, a special issue of Nepantla: Views from South, 3, 2, 2002, published by Duke University Press, pp. 197-219. 8

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nary but tangible Europe, of a reified yet palpable West as the primary habitus of the modern, the enshrined space of modernity, democracy, reason, and history. The second entails the scandal of the nation – persistent propositions regarding state and nation as harbingers of progress and development, substantial or ephemeral, realized or failed that anxiously elide and shamefully deny the broken promises of freedom and the undemocratic foundations of democracy under regimes of modernity. Each of these scandals finds diverse expressions in the colony, the post-colony, and the modern West. Brushing the category against the grain of its amorphousness and conceit, the possibilities of the postcolonial, I would submit, lie in carefully questioning this copula of scandals. To register the scandals of the West and the nation does not imply their impatient, reckless dismissal. Indeed, it is neither to cast these outrages as obtuse ideological aberrations nor to treat them as endless analytical specters, and then await their inevitable ouster at the hands of pristine understandings. Rather, it is to acknowledge that the scandals have pervasive ontological attributes, lying at the core of social worlds. These scandals, then, call for careful elaboration, especially through efforts aware of their analytical expressions and quotidian configurations that come together and fall apart. To speak of these scandals is to resist the desire to turn the West and the nation, modernity and empire into monolithic manifestations of all-encompassing power, also desisting from the temptation to simply de-provincialize Western history and knowledge, to merely demystify the modern state and nation. Instead, it is to re-encounter the parochialism of the West and the conceit of the nation, attending to the formative heterogeneity that produces and probes their exclusive claims, querying and affirming concepts and practices in the wake of these twin scandals.9 Such tasks require vigilance regarding the vanity of the postcolonial as entity and concept, readily implying a settled stage of history, an Such emphases are critical to my arguments, and I return to them in different ways. See also, Timothy Mitchell (ed.) Questions of Modernity (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2000), pp. viii-xiii. 9

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equipped proviso of progress, an inherently subversive knowledge, a predestined labor of cultural production, or a prefigured form of scholarly criticism. To draw on the resources of the postcolonial in order to think through the scandals of the West and the nation is to register the postcolonial as scandal: from its formidable conceit to its lingering complicities with the artifice of the nation-state, and from its bloated amorphousness to its pervasive access to an exclusive universal history. To acknowledge the outrages of the postcolonial is to sieve the category through critical filters, recognizing precisely the key containments of incisive postcolonial critiques: from the ways in which their ethical ends can simply point toward the presence of difference and the production of alterity as interrupting power in the colony and the post-colony, without staying longer with the burden of such difference, to their tendentious apprehensions of colonial cultures. At stake in the caution concerning the analytical arrogance of postcolonial propositions are mutual labors of distinct yet overlapping theoretical dispositions. Against the current of its institutionalization within academe as a discrete knowledge or a novel discipline –as well as casting aside the search for the conceptual purity and the innate distinction of the category– in my writing I approach the postcolonial as a critical rubric. I mean this especially in the sense of the postcolonial as an analytical interpolation, articulated by and itself animating other theoretical orientations.10 In other words, I see postcolonial propositions as interlocutors in a wider debate rethinking the nation-state and the West as concept and entity, process and destiny, history and modernity. Conceiving of the participants in this discussion as engaging each other in a critical yet constructive spirit, let me indiFor efforts elaborating wide critical considerations while affirming and questioning postcolonial propositions see, for example, Gaurav Desai, Subject to Colonialism: African Self-Fashioning and the Colonial Library (Durham: Duke University Press, 2001); Spivak, Critique of Postcolonial Reason; and Chakrabarty, Provincializing Europe. Consider also, Saurabh Dube (ed.) Postcolonial Passages: Contemporary History-Writing on India (New Delhi: Oxford University Press, 2004); and David Scott, Refashioning Futures: Criticism after Postcoloniality (Princeton: Princeton University Press, 1999). 10

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cate four such overlapping orientations and salient sensibilities toward social worlds and analytical categories.11 First, for some time now critical scholarship has queried enduring oppositions between tradition and modernity, ritual and rationality, myth and history, and East and West that are formative of influential understandings of pasts and key conceptions of cultures. Such questioning has derived support from critiques of a subject-centered reason, a meaning-legislating rationality, and their hierarchical dualities within Enlightenment and post-Enlightenment traditions. Alternatively, it has expressed acute challenges to analytical binaries of modern disciplines, interrogating enticing renderings of otherness and enduring projections of progress, which are closely tied to the staging and production of modernity “as the West.”12 Second, in a related move, there have been imaginative explorations of distinct pasts and heterogeneous presents, forged within wider, intermeshed matrices of power. Such emphases have put a question mark on the developmental imperatives of historical thought and the very nature of the academic archive, both bound to the totalizing templates of universal history, each envisioned in the likeness of a reified West.13 Third, in recent years, questions of moderMy reference is to dispositions that have been expressed in a variety of ways, constituting an enormous corpus. The works cited provide a few representative examples. Note also that I have my disagreements with specific emphases and particular projections of these different writings, a fact significant for the terms of conversation that I propose and explore. But to spell out these divergences would require a long chapter if not a short book. 12 Timothy Mitchell, “The Stage of Modernity”, in Mitchell (ed.) Questions of Modernity, p. 15, emphasis in the original. Talal Asad, Genealogies of Religion: Discipline and Reasons of Power in Christianity and Islam (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1993); Enrique Dussel, The Invention of the Americas: Eclipse of “the Other” and the Myth of Modernity (New York: Continuum, 1995); Zygmunt Bauman, Intimations of Postmodernity (London: Routledge, 1992); John Comaroff and Jean Comaroff, Ethnography and the Historical Imagination (Boulder: Westview, 1992); Shelly Errington, The Death of Authentic Primitive Art and Other Tales of Progress (Berkeley: University of California Press, 1998); John Gray, Enlightenment’s Wake: Politics and Culture at the Close of the Modern Age (New York: Routledge, 1995). See also, Edward Said, Orientalism (New York: Pantheon, 1978). 13 Johannes Fabian, Out of Our Minds: Reason and Madness in the Exploration of Central Africa (Berkeley: University of California Press, 2000); Ashis Nandy, An Ambiguous Journey to the City: The Village and Other Odd Remains of the Self in the Indian Imagination (Delhi: Oxford University Press, 2001); Nancy Florida, Writing the Past, Inscribing the Future: History as 11

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nity have increasingly often escaped the limits of sociological formalism and exceeded the binds of a priori abstraction, emerging instead as matters of particular pasts, attributes of concrete histories, defined by projects of power and molded by provisions of progress. Here there has been keen recognition not only of the divergent articulations of modernity and contending intimations of the modern, but also of the competing place within all modernities of exclusive images of Western modernity, where the singularity and universalism of the latter are differently engaged by the measures and horizons of the former –these distinct procedures shaping and suturing empire, nation, and globalization. As a result, modernity/modernities have been themselves revealed as contradictory and contingent processes of culture and control, as checkered and contested histories of meaning and mastery –in their formation, sedimentation, and elaboration.14 Finally, over the past Prophecy in Colonial Java (Durham: Duke University Press, 1995); Saidiya H. Hartman, Scenes of Subjection: Terror, Slavery, and Self-Making in Nineteenth-Century America (New York: Oxford University Press, 1997); Kerwin Lee Klein, Frontiers of the Historical Imagination: Narrating the European Conquest of Native America, 1890-1990 (Berkeley: University of California Press, 1999); Walter Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, and Colonization (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1995); Richard Price, The Convict and the Colonel: A Story of Colonialism and Resistance in the Caribbean (Boston: Beacon Press, 1998); Joanne Rappapport, Cumbe Reborn: An Andean Ethnography of History (Chicago: University of Chicago Press, 1994); Chakrabarty, Provincializing Europe; Dube, Untouchable Pasts; Ajay Skaria, Hybrid Histories: Forests, Frontiers, and Wildness in Western India (Delhi: Oxford University Press, 1999); and Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past: Power and the Production of History (Boston: Beacon Press, 1995). 14 Peter Redfield, Space in the Tropics: From Convicts to Rockets in French Guiana (Berkeley: University of California Press, 2000); Donald Donham, Marxist Modern: An Ethnographic History of the Ethiopian Revolution (Berkeley: University of California Press, 1999); Mitchell (ed.) Questions of Modernity; James Ferguson, Expectations of Modernity: Myths and Meanings of Urban Life on the Zambian Copperbelt (Berkeley: University of California Press, 1999); John Comaroff and Jean Comaroff, Of Revelation and Revolution: The Dialectics of Modernity on a South African Frontier, vol. 2 (Chicago: University of Chicago Press, 1997); Dilip P. Gaonkar (ed.) Alternative Modernities (Durham: Duke University Press, 2001); Lisa Rofel, Other Modernities: Gendered Yearnings in China after Socialism (Berkeley: University of California Press, 1998); and Saurabh Dube (ed.) Enduring Enchantments, a special issue of South Atlantic Quarterly, 101, 4, 2002, published by Duke University Press. See also, Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1993); Arjun Appadurai,, Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996); Harry Harootunian, Overcome by Modernity: History, Culture, and Community in Interwar Japan (Princeton: Princeton University Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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two decades, a variety of critical understandings have unraveled the sway and stipulations, the contentions and limits of the modern state and the contemporary nation, especially as bearing powerful yet contending connections with provisos of historical progress, Western modernity, and universal history. Such considerations have ranged from the construal of the nation as an “imagined community” to the quotidian configurations and everyday apprehensions of state and nation, and from the attributes of difference and power articulated by anti-colonial nationalism and the non-Western nation to the dense embedding of nation-states within transnational processes.15 It warrants emphasis that such sensibilities and dispositions are not all of a piece. Yet the arguments they announce are indicative of the questioning underway of categories and entities presupposed by typical, scholarly ways of apprehending and acting in the contemporary world. 16 Circulating among such sets of questions, postcolonial propositions do not intimate a privileged purchase upon, a unique access to, seeing and doing in worlds today. Rather, as Press, 2000); Aihwa Ong, Flexible Citizenship: The Cultural Logics of Transnationality (Durham: Duke University Press, 1999); Gyan Prakash, Another Reason: Science and the Imagination of Modern India (Princeton: Princeton University Press, 1999); and Charles Piot, Remotely Global: Village Modernity in West Africa (Chicago: University of Chicago Press, 1999). 15 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (London: Verso, 1983); Chatterjee, Nation and its Fragments; Ana Maria Alonso, “The Politics of Space, Time, and Substance: State Formation, Nationalism, and Ethnicity”, Annual Review of Anthropology, 23, 1994, 379- 400; Shahid Amin, Event, Metaphor, Memory: Chauri Chaura 1922-1992 (Berkeley: University of California Press, 1995); Michael Herzfeld, Cultural Intimacy: Social Poetics in the Nation-State (New York and London: Routledge, 1997); Claudio Lomnitz-Adler, Exits from the Labyrinth: Culture and Ideology in Mexican National Space (Berkeley: University of California Press, 1992); Thomas Blom Hansen and Finn Stupatat (eds.) States of Imagination: Ethnographic Explorations of the Postcolonial State (Durham: Duke University Press, 2001); Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World: A Derivative Discourse? (London: Zed Press, 1986); Pandey, Remembering Partition; Fernando Coronil, The Magical State: Nature, Money, and Modernity in Venezuela (Chicago: University of Chicago Press, 1997); and Brian Axel, The Nation’s Tortured Body: Violence, Representation, and the Formation of the Sikh “Diaspora” (Durham: Duke University Press, 2001). See also, Craig Calhoun, Nationalism (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997); and Achille Mbembe, On the Postcolony (Berkeley: University of California Press, 2001). 16 Indeed, such interrogation intersects with what Stephen White has identified as the “ontological shift” in contemporary political theory, discussed later in this piece. Stephen White, Sustaining Affirmation: The Strengths of Weak Ontology in Political Theory (Princeton: Princeton University Press, 2000). Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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critical interlocutors in a larger conversation, they register that the reflections of a singular Western modernity, the representations of an exclusive universal history, and the reifications of modern state and nation are not mere specters from the past, now exorcised by critical epistemologies and subversive knowledges. The postcolonial as critical rubric highlights the acute presence of these resilient mappings and their determinate redrawing, which articulate authoritative strains of contemporary knowledge and animate routine terms of everyday discourse –not only in an imaginary West, but in inexhaustible contexts. But precisely these tasks also imply the recognition that even as theoretical conceit, the West and the nation, empire and modernity simply cannot exhaust each practice and every passion in the worlds of their doing and undoing, the domains they have worked over to be formed and transformed by their very subjects. The productive possibilities of postcolonial emphases, then, inhere in their prudently querying such scandals, through the labor of critical interpolation in a wider debate, acutely open to questioning their own presumptions and predilections, also pointing the way out of the postcolonial field as an academic ghetto. Power and Difference In speaking of the scandals of the West and the nation, I have noted that they constitute palpable vistas at the heart of the modern world. Precisely such recognition calls for critical engagement with projections of colonialism and modernity, state and nation, the West and history as totalized fields of exclusive force, also carefully considering the quotidian configurations of these categories and entities. Rather than simply registering empirical exceptions to theoretical claims, at stake in this discussion are critical questions of power and difference. Over a decade ago, in his synthetic survey of postmodern thought, the literary critic John McGowan argued that, Postmodernism begins from the fear ... that we are witnessing the ‘apotheosis of capitalism.’… Late capitalism constitutes the totalized terrain of contemporary life; the name of the despised totality is different in other postmodern texts, but the specter of patriarchy,

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or Western metaphysics, or disciplinary power, or some other dominant social form haunts the postmodern imagination. This fear of a dystopic totality is sometimes even embraced, partly in the heroic spirit of Nietzsche’s and Freud’s determination to face the worst truths without flinching, partly as a weapon to use against the hopes for autonomy found in modernist and avant-garde work, partly as a refutation of the liberal insistence that capitalism is not only compatible with, but actually productive of, pluralism. Thus the theoretical establishment of the monolith’s existence is often a necessary step in postmodern work, although the desire to transform that monolith into a truly pluralistic society surfaces everywhere as the primary postmodern goal.17

There is much to ponder in this passage, to reconsider in this statement, and to revise in this assessment. But my purpose in recalling it primarily concerns the formulation and fear of the West and colonialism, the nation and history as dystopic totalities, schemes and scares that extend far beyond postmodern projections. Indeed, in influential analyses of colonial writing/culture and modern power/ knowledge, colonialism and modernity, the West and the nation can strikingly appear as “totalized terrain” of the past and the present, “another name of the despised totality” that constitutes history and the here and now. This has considerable import for current cultures of scholarship and contemporary politics of cultures.18 In the best hands, such orientations lead to the highlighting of the wide-ranging work of colonial knowledge and modern power in distinct and diffuse arenas. This can also emphasize the genealogies of present disciplines in their concatenation within both, authoritative apprehensions shaded by empire and dominant understandings in the shadow of the nation. Similar possibilities underlie ethical engagements of minority positions with overriding schemes of dis17 John McGowan, Postmodernism and its Critics (Ithaca: Cornell University Press, 1991), p. 16 and passim. 18 I am referring to broad dispositions toward the past and present of social worlds, drawing in and reaching beyond scholarly deliberations, explicitly expressed and implicitly endorsed today in various permutations and combinations. To critically consider such orientations is not to dismiss their particular possibilities, a point that I develop through examples in both, Saurabh Dube, “Introduction: Enchantments of Modernity” in Dube (ed.) Enduring Enchantments, pp. 741-3 and Dube, “Introduction: Colonialism, Modernity, Colonial Modernities”, pp. 203-5.

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ciplinary knowledge and institutional power. In place here can be self-critical endeavors, which question the privilege of categorical identities, forge other communities of debate and alter/native solidarities of struggle, and interrogate the majoritarian premises and statist assumptions underlying minority identities and ethnic statuses under the sign of the nation. Conversely, I also wonder about the possibilities of understandings that attend to the spirit and sensibilities of critical thought which is ever suspicious of totalizing power and legislative reason, yet orientations that do not succumb to the tendency to render the “despised totality” as monolithic. Such dispositions, including my own, question the projection of power as “totalized terrain” and eschew the “celebration of difference wherever it appears”, even as they reject the autonomy and integrity of the singular subject.19 They position themselves alongside yet apart from both, influential tendencies that reproduce heterogeneity as “unrecuperated particulars”, the antidote to the terms of power, and weighty dispositions that apprehend difference as produced by power but nevertheless instate alterity as an end in itself. Rather, they argue for the constitution of historical subjects within social relationships –subjects and relationships defined by provisions of meaning and shaped within crucibles of power– in order to trace the sustained labor of difference within productions of power and the insistent expressions of power within formations of difference. Instead of submitting to the idea of difference as a priori inclusive intactness, ahead of the I recognize that there can be distinct quests for difference. For instance, Michael Roth has argued: “When deconstruction shows that something or the other escapes the metaphysical attempt to subsume it to the logic of metaphysics, it shows us that there is otherness … Deconstruction does not champion difference in this move, it merely shows there is difference … Difference. Something that is not metaphysics, that is different from metaphysics and escapes its logic, something that positions itself differently, that differs from metaphysics, that is not dominated or determined or predetermined by metaphysics, that is other to it”. Leaving aside questions of the status and virtue of such a formulation of difference –although I sense that the exclusivity implied by this projection may not be of this world, or at least should not be– my critical comments are directed toward the substantialization and celebration of difference, its traces, as absolute alterity. Michael Roth, The Poetics of Resistance: Heidegger’s Line (Evanston: Northwestern University Press, 1996), p. 12. 19

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work of reason and in front of the productivity of power, or of projecting the presence of alterity within the interstices of authority as an analytical and ethical finale, the terms of heterogeneity and their limits are thus sown into the substance of social subjects, into their constitution, meanings, and practices. We might consider such stipulations of power and determinations of difference in relation to the terms of modernity. To begin with, modernity is not only an idea, an ideal, an ideology. Modernity is simultaneously the articulation of distinct historical processes over the last few centuries. Through the past five centuries, modernity emerges elaborated within intersecting and disjunctive, authoritative and contested processes of meaning and power. I refer to processes entailing, for example, capital and consumption, industry and empire, nations and colonies, citizens and subjects, public spheres and private spaces, circumscribed religion(s) and disenchanted knowledge(s), resurgent faiths and reified traditions, normalizing states and disciplinary regimes, and enchantments of governance and the magic of the modern. As history, then, modernity is not singular, enacted instead in its plural, modernities. Yet this is not all. For, whether cast as modernity or modernities, the procedures entailed herein are neither seamless nor homogeneous. They refer rather to decisively checkered, decidedly contingent, and distinctly contradictory processes. Indeed, it is within such contingency and contradiction that modernity’s constitutive hierarchies, formative distinctions, and seductive productions appear staged and elaborated. Unsurprisingly, it is also here that there are to be found the abiding enchantments of modernity: from the immaculate image of its origins and ends through to its pervasive oppositions, from the novel mythologies of empire and nation to the dense magic of money and markets. Put differently, the terms of modernity are assiduously articulated, yet they are also basically checkered, even out of joint with themselves.20 20 The arguments of this paragraph and the next one draw upon Dube, “Introduction: Enchantments of modernity”.

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These processes are not subject-less procedures. Rather, they emerge expressed by subjects of modernity, subjects who have engaged and elaborated the terms, stipulations, and disciplines of modernity, history, modernity-as-history. Here it is patently inadequate to conflate the subject of modernity with the modern subject. Time after time, subjects of modernity have revealed that there are different ways of being modern, now accessing and now exceeding the determinations of the modern subject, suggesting the need to rethink exclusive apprehensions of the latter entity –as image and as practice. Yet, all too often, subjects of modernity have also betrayed scant regard for the niceties of the modern subject while articulating the enduring terms of modernity: they have registered within their measures and meanings the formative contradictions, contentions, and contingency of modernity/modernities by instating and inflecting power and reiterating and reworking difference. To register the contingency and plurality of modernity is not merely to harp on “alternative modernities”, but to stay with such modalities of power, formations of difference, and their restless interplay. This also means not turning way from but unraveling prudently the singular stipulations of an exclusive modernity as shaping the contentions and concatenations of all modernities, stipulations that are nonetheless set to work in different ways by social subjects to yield expected outcomes and unexpected consequences. If the constitutive practices of subjects of modernity emerge embedded within and enacted through the density of meaning and the gravity of power, such modalities of meaning and these profiles of power are rarely fully finished, ever subject to difference and displacement. Here it is important trace the impassioned interest, incessant instability, and agonistic ambivalence at the heart of dominant projects of meaning and power, but it is equally significant to recognize that such operations are tied to the contradictory and constitutive actions of social subjects. In practice, spectacular recalcitrance can be conjoined with terms of power and quotidian routines can exceed dominant meanings, both subject to change and reworking, ever marked by possibilities of the intonations of older truths and the inflections of newer verities. Before the conDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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stant clamor for autonomy and agency, it bears pointing out that the very definition(s) of democracy, meaning(s) of modernity, and purpose(s) of pluralism cannot be separated from the inherently different formations of social subjects in inescapably heterogeneous worlds, shaped by the past and emergent in the present. Beyond vanguardist visions and technocratic blueprints, the terms for realizing and/or rejecting the possibilities of modernity, plurality, and democracy rest upon ethics and politics that inhere in practices of social subjects in the here and now – tied to the past, turned to the present, and trafficking in the future. To emphasize the heterogeneity of empire and modernity, the West and the nation as projects of power, then, involves more than the mere accretion of empirical detail, patiently adding one new fact to another novel find, pure exercises in “academic refinement” of the scholarly picture of the past and the present. Rather, it entails the tasks of “locating the fields of force” within which colonial cultures and modern nations stand conceived and elaborated, including in transnational ways, and “counterhistories appear imagined and made”.21 And this further suggests the salience of carefully considering the assumptions and entities that shore up our worlds. In other words, critical understandings of the complex fabrication, contradictory elaboration, and contingent character of colony and empire, the West and the nation lie at the heart of the contemporary politics of knowledge and culture. Two examples should suffice. In the first place, tracking contingency and contradiction at the core of colonialism and culture and empire and modernity, not merely on empirical registers but in theoretical ways, itself foregrounds a host of critical considerations. These issues extend from the salience of revising the received wisdom and pervasive chronologies regarding global flows and hybrid identities through to questioning the dichotomous division of the Ann Laura Stoler and Frederick Cooper, “Between Metropole and Colony: Rethinking a Research Agenda”, in Frederick Cooper and Ann Laura Stoler (eds.) Tensions of Empire: Colonial Cultures in a Bourgeois World (Berkeley: University of California Press, 1997), pp. 6, 29. 21

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colonial and the postcolonial, assumed in place across time and space, which serves to homogenize history and to sanitize politics. Such questions range from the importance of interrogating commonplace assumptions of the uniform efficacy and unbridled efficiency of colonialism (as a stage of history and a modality of power) through to the significance of rethinking the authoritative genealogies of social-scientific and humanist disciplines. These considerations unravel from recognizing the palpable place and spectral presence of the dense profiles and diffuse pasts of empire through to rediscovering the categorical frames and social taxonomies fabricated by the colonial and the modern, which have defined the violent prerogatives of race, empire, and nation, and shaped the aggressive privileges of culture, reason, and civilization.22 If the multiply-textured histories of colonial subjects militate against their simple predication upon any aggrandizing analytic of empire, so too is it imperative to think through the enmeshments of colonialism and modernity and their mutual labors in the past and common productions in the present, precisely recognizing their heterogeneity as projects of power. Here is the second example, turning on nation and history. I have noted that in recent years acute analyses of nation, state, and nationalism have questioned familiar understandings of these categories and entities. Such writings stand animated by distinct critical perspectives, yet they also share common anti-essentialist sensibilities. While this scholarship has achieved much by treating nations and nationalisms as cultural artifacts and historical processes, it is also worth asking if it is enough, through the means of combative anti-essentialism, to reiterate simply the constructed nature of nationalisms, to merely demystify nations as projects of power.23 Building upon his ethnographic explorations of the nation-state, Michael Herzfeld has pointed to widespread analytical dispositions today that frame nations and essentialisms as “distant, unreachable enemies”.24 It follows that such orientations refuse the challenge Dube, “Introduction: Terms that bind”. Ibid. 24 Herzfeld, Cultural Intimacy, pp.1-2, 165. 22 23

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of thinking through the pervasive presence of nations and nationalisms –and of essentialist thought and binary thinking– as simultaneously bound to imperatives of power, determinations of difference, and their restless interplay, formative of social worlds. To take up this challenge is to call into question the scandal of the nation. It is to trace the construal of nations as “imagined communities” and to attend to forgings and fabrications of states and nationalisms, but equally to track how these very artifacts become forms of feeling, textures of experience, tangled tissues of people’s lives, and piercing sensibilities of citizens and subjects. It is to query claims of the innate naturalness of nations and nationalisms, while recognizing their ontological traits, constitutive heterogeneities, and dispersed anxieties as projects of power. It is reflected on pathways of anti-colonial and subaltern nationalisms and to consider quotidian configurations and everyday apprehensions of nations, but without reading their distinctions as inherent attributes of insurgent alterity. It is to register rather their entailments of power and expressions of difference, reiterating authority and reworking domination –power and difference coming together yet also pulling apart, along the weaves and at the seams of social worlds. Once more, my plea is for allowing adamant entanglements of power and difference, heterogeneity and singularity, authority and alterity to cross vision and burden sight in critical reflection. History without Guarantee Is there one rubric that might describe the different tasks that I have been outlining? The spirit and sensibility of thinking and writing advocated here inhere in their articulation of a history without guarantee. The term bears clarification. In speaking of a history without guarantee, I am neither demarcating a distinct domain (or discourse) of academic enterprise, nor indicating a specific style (or school) of history writing. Rather, history without guarantee refers to particular dispositions toward the past and the present and social worlds and their critical understandings. Let us begin with the consideration that for a long time now, in scholarly schemes and everyday apprehensions, earnings and ends Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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of progress in the past, entitlements and expectations of development in the present –as ways of seeing, methods of imagining, modes of feeling, structures of sentiment, and textures of experience– precisely constitute the guarantee of history under modernity. The terms and conditions of this guarantee inhere in, shoring up, the scandals of the West and the nation, the colony and the post-colony, which were discussed earlier. Engaging a history without guarantee is a possible means of calling into question the guarantees of progress under regimes of modernity, thinking through the projections and presuppositions, scandals and schemes that it produces and sustains. What are the procedures at stake here? The dispositions of a history without guarantee participate in wider, ongoing critical efforts that intimate a “recent ontological shift” in contemporary theory, “the result of a growing propensity to interrogate more carefully those ‘entities’ presupposed by our typical ways of seeing and doing in the modern world”.25 On the one hand, the conceptions, propositions, and outrages queried by a history without guarantee are neither cast as simple objects of knowledge nor treated as mere ideological aberrations, awaiting their inevitable refinement or irrevocable exorcism at the hands of prescient knowledge(s), whether through the expedient of aggrandizing reason or through the convenience of critiques of ideology. Rather, they are understood as acutely intimating conditions of knowing, entities and co-ordinates that shore up our worlds, demanding critical articulation. On the other hand, precisely such recognition learns yet differs from “anti25 Such a shift, then, implies even more than the “ontological turn” that both considers what “entities are presupposed” by theories and takes on “a commitment to the existence of certain entities” entailed in the affirmation of a theory. White, Sustaining Affirmation, pp. 4-5. Also, recall my suggestion that critical work in the social sciences and the socially inflected humanities today can intersect with the kind of questioning that defines the recent ontological shift under discussion. To register this is far from denying the salience of distinctive procedures of interrogation and affirmation in contemporary political theory, but to prudently engage them in order to address related concerns, especially articulating worlds beyond the West. Finally, such terms of discussion reach beyond facile polarities between “realist” and “constructivist” positions, ably disaggregated and unraveled in George Steinmetz, “Critical Realism and Historical Sociology”, Comparative Studies in Society and History, 40, 1998, pp. 170-186.

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foundational” perspectives, primarily concerned with undoing the “foundations” of knowledge/power and deconstructing the “metaphysics” of power/knowledge, whether intimating stout resistance to murky worlds that have come to pass or insinuating heroic resignation before the terrible truths in front today. This is to say that there is a certain shift of “intellectual burden from the preoccupation with what is opposed and deconstructed”, to equally engaging “what must be articulated, cultivated, and affirmed in its wake”.26 Taken together, the dispositions of a history without guarantee are intimately tied to the terms of a “weak ontology”, acknowledging at once the contestable, contingent character and the unavoidable, necessary nature of “fundamental conceptualizations of self, other, and world”.27 Here there is no simple railing against the universal, no a priori championing of the particular, but a close attention to their shared entailment and mutual production, their founding exclusions and constitutive contradictions, their pervasive presence and urgent claims.28 This further implies careful consideration of analytical categories of an academic provenance by bringing them in conjunction with the quotidian configurations of these entities, the demanding terms of everyday worlds, not privileging the one neither the other but vigilantly unfolding both in view of their critical articulation. Through such procedures of prudent interrogation, affirmation in wake of the interrogation, an affirmation yet open to revision, a history without guarantee opens the possibility of holding White, Sustaining Affirmation, p. 8. Ibid. This further means that my proposal for a history without guarantee, engaging the terms of a weak ontology, learns from but also extends the sensibilities and steps of “postfoundational” criticism (sensitively discussed in Desai, Subject to Colonialism, pp. 10-13). 28 For rather different expressions of such dispositions compare Chakrabarty, Provincializing Europe and Stephen White’s emphasis on figurations of “universal constitutives of human being” as premised upon the recognition that the persuasiveness of these existential universals “can never be fully disentangled from an interpretation of present historical circumstances” – so that “gaining access to something universal about human being and world is always also a construction that cannot rid itself of a historical dimension”. White, Sustaining Affirmation, p. 9. See also, Saurabh Dube, “Presence of Europe: A Cyber-Exchange with Dipesh Chakrabarty”, in Dube (ed.) Postcolonial Passages; Mitchell, “The Stage of Modernity”; and Michel-Rolph Trouillot, “North Atlantic Universals: Analytical Fictions, 1492-1945”, in Dube (ed.) Enduring Enchantments, 840-57. It seems to me that these distinct considerations equally suggest shared horizons, which are crucial to the interrogation and affirmation at the core of a history without guarantee. 26 27

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a mirror up to the assumptions, categories, and entities at the basis of social worlds. Indeed, it importantly points to concatenations of distinct, coeval temporalities and overlapping, heterogeneous histories at the heart of the past and the present. Within such measures, power and practice are configured in particular ways. On the one hand, the protocols of a history without guarantee query pervasive dichotomies between domination and subversion, power and protest, and collaboration and resistance, which rear their restless heads each time they are banished from the scholarly stage. Equally, they further question assertions on behalf of the contradictory and the ambivalent subaltern, who in one instance complies with authority and at another moment challenges power. Such formulations tend to occlude exactly the conditions of power under which meanings are construed, practices constructed, and action elaborated. On the other hand, the dispositions of a history without guarantee are also not in ready compliance with influential positions that hold in place the singular sway of power and its productivity, whether as engendering mimesis or as constitutive of hybridity. Such formulations where the mimetic figure and the hybrid form access authority while scrambling power reveal salient possibilities. Yet they can also elide the burden of difference and distinctions of practice of heterogeneously constituted subjects, often exclusively predicating modalities of discourse and forms of action on the productivity of power.29 Thus, my advocacy of a history without guarantee constitutes much more than yet another effort to restore to the subaltern/native his/her voice/ agency, while also resisting tendencies that cast power as a total29 Homi Bhabha, The Location of Culture (New York: Routledge, 1994); and Gyan Prakash, “Science between the Lines”, in Shahid Amin and Dipesh Chakrabarty (eds.) Subaltern Studies IX: Writings on South Asian History and Society (Delhi: Oxford University Press, 1996), pp. 59-82. Yet see also, Christopher Pinney, “Indian magical realism: Notes on Popular Visual Culture”, in Gautam Bhadra, Gyan Prakash, and Susie Tharu (eds.) Subaltern Studies X: Writings on South Asian History and Society (Delhi: Oxford University Press, 1999), 201-33. In finely-textured historical/ethnographic analyses, concepts such as hybridity can work as discursive short-hands, descriptive categories, but I wonder if they are adequate to the richness of the materials they present. See, for instance, Nancy Rose Hunt, A Colonial Lexicon of Birth Ritual, Medicalization, and Mobility in the Congo (Durham: Duke University Press, 1999); and Birgit Meyer, Translating the Devil: Religion and Modernity among the Ewe in Ghana (Trenton, NJ: Africa World Press, 1999).

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ized terrain, a fetishized force, an abstract aesthetic, a dystopic totality. Instead, tracking power and difference as embedded in social relationships, as critically produced within particular processes, and as entailing and shaping historical subjects, a history without guarantee seeks to trace at the same time two inseparable movements. The place of difference within relationships, processes, and strategies of power and the presence of power in the enactments, practices, and configurations of difference –in each case, the demand for critique accompanied by the desire to affirm. All of this said, it would be hasty to consider the terms and protocols of a history without guarantee as an entirely cerebral endeavor, an endlessly analytical affair. Instead, the dispositions and procedures discussed above participate in a wider questioning of what Pierre Bourdieu has called “scholastic reason.” This is the pervasive perspective entailing, “[active or passive] ignorance not only of what happens in the world of practice … but also of what it is to exist, quite simply, in the world”.30 Here we do not have to agree with Bourdieu’s implicitly instrumentalist understanding of the limits to reflection in “the lower regions of the social space”, his gratuitously polemical dismissal of philosophy, or his assertion that in each instance the scholastic “view” necessarily “implies more or less triumphant ignorance of [its] ignorance”.31 Rather, it is important to recognize that Bourdieu put his finger on how these terribly widespread dispositions often bracket their own conditions of possibility. This serves to reveal key characteristics of such orientations. First, they insufficiently probe their own presuppositions. Second, they engage with the social and the political in terms of their own “ought” only to disavow each contentious “is” (in the academy as in the world). Finally, they argue through apparently “ethical” imperatives that continually condemn the “concrete” for its murkiness and everyday-ness, since the contingency, contention, and contradiction of social worlds can only appear as distortion and lack when envisioned against immaculate images. Taken together, such perspectives See Pierre Bourdieu, Pascalian Meditations, trans. Richard Nice (Cambridge: Polity Press, 2000), p. 15. 31 Ibid., pp. 15, 17, and passim. 30

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assiduously insinuate what Johaness Fabian has called the “progressive disembodiment of reason and knowledge” that frequently rests upon an “ascetic withdrawal from the world” as experienced through the senses. This is to say, a “sense-less” science.32 Now, a history without guarantee actively engages proposals such as those of Bourdieu and Fabian in its own ways to query persistent projections of the disembodied vision from nowhere that becomes the palpable perspective for everywhere; to ethically articulate the (self-) questioning of premises and propositions of knowledge(s) and worlds(s) in its own practice; and, finally, to weave in the crucially sensuous attributes and the densely embodied aspects of thought and life into the fabrics of narrative and theory. Here hermeneutic impulses are entwined with critical considerations, so that careful questionings of social worlds and their academic apprehensions emerge interlaced with intimate accounts of the diversity and distinction of these terrains. This means that there is neither an evacuation of details by assimilating them to endless analytics of unpicking and unmasking, nor is there a privileging of particulars by presenting them as innate embodiments of alterity and difference. Here critical engagements with the constitutive presumptions of academic apprehensions equally attend to their textures and details; and the rethinking and acknowledgement of categories and worlds of the past is closely bound to the querying and affirmation of concepts and entities in the present. This implies, too, a recognition of the salience of staying with Elizabeth Povinelli’s suggestion to critically reaffirm, “a sociological science of the ought in order to develop an ethnography [or understandings] not simply of exiting states of mood and modality, of propositionality and obligation, and of moral possibility and necessity, but also of the conditions of their emergence and transformation” –registering, especially, that in social worlds “the unimaginable is imagined”.33 32 Johannes Fabian, Out of our Minds: Reason and Madness in the Exploration of Central Africa (Berkeley: University of California Press, 2000), pp. xii-xiii. 33 Elizabeth A. Povinelli, The Cunning of Recognition: Indigenous Alterities and the Making of Australian Multiculturalism (Durham and London: Duke University Press, 202), p. 31. See also, John Gray, Two Faces of Liberalism (New York: The New Press, 2000), particularly pp. 105-39.

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Critical Affirmation Within the procedures and orientations of a history without guarantee, the rethinking and acknowledgement of categories and worlds of the past emerge bound to the querying and affirmation of concepts and entities in the present. Among other issues, these considerations express the requirements to engage with the terms, stipulations, and horizons of modernity, defining the worlds in which we think and live. I have already pointed to the elaboration of modernity as not only Western idea and ideology but as wider historical practice and process. I have also emphasized the salience of examining the interplay between modernity and empire and the significance of distinguishing between the modern subject and the subject of modernity. Here the question concerns the necessity to query both, those aggressive imaginings that privilege an imaginary Europe/ West as the centerpiece of modernity, history, and democracy and the several facile strains of anti-Enlightenment rhetoric that often mirror the representations of a bloated and singular modernity.34 The urgent and ethical dimensions of the requirements derive from how such cabalistic conceptions characterize multiple terrains, from the first world through the fourth world, which require understanding and not dismissal. I hope that my dispositions toward impatient critiques of modernity, history, and reason are already evi34 For my earlier formulations and discussions of these questions, see, for example, Dube, Untouchable Pasts; and Dube, Sujetos subalternos. Now, I like to believe that my more recent writings take these issues rather further, especially by exploring dualist apprehensions not as mere analytical phantasms but rather as bearing profound worldly, everyday attributes. Here I wish to gratefully acknowledge Dipesh Chakrabarty’s important insights, including concerning my work, which have helped such changes of disposition. The insights were offered as part of everyday interchanges in academic arenas, and my acknowledgements register this. A few years ago, in wintry, cold Chicago, as we ate grapefruit, Dipesh gently admonished me that instead of attempting to aggressively dismantle oppositions, one is better off thinking through them. A few weeks later, with the first signs of spring lurking on the horizons of the “windy city”, in the course of another conversation, this time over tea, Dipesh’s careful, critical comments on the paucity of simply demystifying concepts and entities, especially through the means of a combative anti-essentialism, made his prior remarks resonate even more. Of course, instead of appearing as blazing revelations that suddenly, miraculously transformed my thinking, it has taken me a few years to actually digest and critically elaborate Dipesh’s quotidian and characteristic suggestions and statements. This is particularly true of my realizing that to think through oppositions is not only to think them through.

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dent. Therefore, it is to seminal writings that endorse modernity that I now turn. The move is premised on the recognition that such critical engagements are necessary especially since postcolonial and postfoundational discussions today increasingly display an alarming tendency to readily disparage their academic adversaries. Instead, as part of the protocols and dispositions of a history without guarantee, I present readings that critically engage the constitutive presumptions of academic apprehensions while attending to their textures and details. It is worth beginning with some of the concerns and questions bearing on modernity raised by the work of the remarkable, tireless philosopher Jürgen Habermas. Now, it hardly warrants emphasis that Habermas has played a key role in extending the democratic horizons of the “unfinished” Enlightenment project, especially through his elaborations of reason as “communicative action” and a self-critical modernity.35 Conversely, in reproducing the ineluctable conjunction of modernity with Europe, Habermas’ writings have played a thoroughly ethnocentric tune– or, if one must, reproduced an entirely Eurocentric refrain –within “classical” thought and “critical” theory.36 Together, my point concerns the requireFor example, Jürgen Habermas, The Philosophical Discourse of Modernity: Twelve Lectures, trans. Frederick Lawrence (Cambridge, Mass.: The MIT Press, 1987). 36 Ibid. As is well known, criticisms of the Eurocentric nature of modern knowledge abound in the academy today. Therefore, I only indicate here a few works that explicitly served to point my thinking toward, and have then helped it unfold along, the tracks of considering the ethnocentric attributes of much classical and critical theory – in the case at hand concerning the European privileges of modernity and the concomitant exorcism of empire, but in reality extending far further into the entrails of liberal, conservative, and radical thought involving the nation and history, the state and democracy, and the West and the rest. Such critical studies include: Catherine Lutz, Unnatural Emotions: Everyday Sentiments on a Micronesian Atoll and their Challenge to Western Theory (Chicago: University of Chicago Press, 1988); Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes its Object (New York: Columbia University Press, 1983); Comaroff and Comaroff, Ethnography and the Historical Imagination; Chakrabarty, “Postcoloniality and the artifice of history; Coronil, The Magical State; Mignolo, Darker Side of the Renaissance; and Enrique Dussel, “Eurocentrism and modernity”, Boundary 2, 20, 1993, 65-76. At the same time, I have apprehended the emphases of such writings in rather particular ways. For example, I take from Enrique Dussel the need to critically question the Eurocentric foundations of the philosophical discourse on modernity and draw from his work as well as that of Walter Mignolo the salience of keeping in view not only the modernity of the Enlightenment (and 35

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ment of staying longer with these twin dimensions, conjoint dispositions, in the thought of Habermas. Avoiding yet another exegesis of Habermas’ writings –recall that both full-blown commentaries and half-hearted discussions of his work abound in the academy– I would like to seize upon a somewhat unusual, personal statement concerning the work of the philosopher by a fellow thinker. Significantly, the critical avowal comes not from an intricately wrought philosophical discussion but from the rough and ready words that form part of an interview given by the social and political theorist, Zygmunt Bauman. Here is what Bauman says regarding the “power of argument” in the world according to Habermas, I think what attracted me to Habermas, really, was his ideal of a society shaped after the pattern of a sociology seminar; that is, there are only participants and the one thing which matters is the power of argument.... So, I liked this as a utopian focus imaginarius, somewhat like the idea of the ideal experiment, which is of course never achieved, but unless you have it, you can’t experiment at all. Now, I liked this horizon, this prospect, as the organizing, directing factor in our efforts –where we should aim at”.37

The short statement carries immense import The salience and shortfalls of the “power of argument” in Habermas’s thought concern what they can teach us regarding the limits and its critical connections with British and French colonialisms) but also of the modernity of the Renaissance (and its intimate interleaving with the empires spawned by Spain and Portugal). Yet, I also seek to think through these authors’ attribution of a priori alterity and innate purity to subaltern and non-Western worlds. Similar distinctions mark my submissions regarding the significance of combining the will to carefully question with the impulse to critically affirm concepts and entities in intellectual endeavor. But I recognize, too, that something is similar is afoot, for example, in Dussel’s reading of Emmanuel Levinas and in Mignolo’s more critical recent takes on non-Western knowledge(s). On the terms of such debate and discussion see, for example, Enrique Dussel, “Sistema-mundo y ‘Transmodernidad’”, in Saurabh Dube, Ishita Banerjee Dube, and Walter Mignolo (eds.) Modernidades coloniales: Otros pasados, historias presentes (México, DF: El Colegio de México, 2001), pp. 201-26; and Saurabh Dube, “Introducción: Cuestiones acerca de las modernidades coloniales” in the same volume, pp. 13-48; as well as Walter Mignolo, “The Enduring Enchantment (Or the epistemic privilege of modernity and where to go from here)”, in Dube (ed.) Enduring Enchantments, pp. 927-54; and Dube, “Introduction: Enchantments of Modernity.” 37 Bauman, Intimations of Postmodernity, p. 217. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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potentialities of thinking about modernity as well as cultures of conversation: but only when such learning and unlearning is predicated on our own efforts to bind the determination to carefully question with the desire to critically affirm in the labor of intellectual understanding. Once more, the issue involves affirming and questioning analytical (and everyday) categories and heterogeneous (yet overlapping) worlds. Two points are pertinent. On one hand, Habermas’s emphasis on the power of argument appears crucially connected with the possibilities and containments underlying his positing of reason as “communicative action”, at once displacing a merely subject-centered rationality and underscoring the “counterdiscourse” of modernity.38 Together, they announce issues of an inter-subjective rationality as well an obligation to the other in deliberation, but also indicate the manner in which such proposals appear circumscribed by “scholastic reason”. On the other hand, it is worth considering if Habermas’s precise projections of society along the “patterns of a sociology seminar” are linked, in distinct ways, with his “idealized history” that presents the past in terms of modular temporal schemes, involving attenuated stages of succession.39 As a corollary to this, there is the issue of facing up to the fact 38 Habermas, Philosophical Discourse of Modernity; and Habermas, The Theory of Communicative Action, trans. T. McCarthy, 2 vols. (Boston: Beacon Press, 1984). See also, Habermas, Postmetaphysical Thinking: Philosophical Essays, trans. William Mark Hohengarten (Cambridge, Mass.: The MIT Press, 1992); and Thomas McCarthy, “Introduction”, in Habermas, Philosophical Discourse of Modernity, vii-xvii. 39 Here is Craig Calhoun commenting on Habermas’ idealized history concerning the nation. He begins by quoting from the philosopher’s text, The Inclusion of the Other: “‘The nationstate owes its historical successes to the fact that it substituted relations of solidarity between the citizens for the disintegrating corporative ties of early modern society. But this republican achievement is endangered when, conversely, the integrative force of the nation of citizen is traced back to the pre-political fact of a quasi-natural people, that is, to something independent of and prior to the political opinion- and will-formation of the citizens themselves.’” Having quoted from the text, Calhoun, the critical Habermasian, continues, “But pause here and notice the temporal order implied in this passage. First there were local communities, guilds, religious bodies, and other ‘corporative bonds.’ Then there was republican citizenship with its emphasis on the civic identity of each citizen. Then this was undermined by ethnonationalism. What this misses is the extent to which each of these ways of organizing social life existed simultaneously with the others, sometimes in struggle and sometimes symbiotically. New ‘corporative ties’ have been created, for example, notably in the labor movement and in religious communities. Conversely, there was no ‘pure republican’ moment when ideas of nationality did not inform

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of what it is to be done when argument fails (even in a situation such as a sociology seminar or academic discussion): the moment when, despite its power and persuasion, argument faces its utter refusal in a resolutely reluctant interlocutor or an apparently incommensurable other. Confronting these questions, I would like to suggest in necessarily broad strokes three particular moves to question and affirm in acts of reading and writing. First, it is vital to probe Habermas’ ethnocentric framing of rationality, which itself rests upon his representations of modernity as an entirely internally self-generated, European phenomenon, occluding any linkages with empire or non-Western worlds. But it is also crucial to take up such endeavor while simultaneously thinking through the philosopher’s proposal of the counter-discourse of modernity. This involves especially staying with the manner in which Habermas explores the primary crossroads of this counter-discourse to point toward a “path open but not taken: the construal of reason in terms of a non-coercive intersubjectivity of mutual understanding and reciprocal recognition”.40 Here are formulations that see reason as ineluctably situated, that is to say “as concretized in history, society, body, and language”; view its potential as requiring realization in the “communicative practice of ordinary, everyday life”; and, against totalized critiques of reason, emphasize its capacity to be critical.41 At the same time, before being carried away by Habermas’ own “power of argument”, it is worth considering how such propositions not only reduce political power relations to relations of communication, which “surreptitiously throws the political back onto the terrain of ethics”, but equally suppress visceral registers of being and difference to a telos of language that provides the model for practical, rational discourse, ever tend-

the image of the republic and the constitution of its boundaries.” Craig Calhoun, “The class-consciousness of frequent travelers: Toward a critique of actually existing cosmopolitanism”, in Dube (ed.) Enduring Enchantments, p. 878, emphasis in the original. 40 McCarthy, “Introduction”, p. xvi. 41 Ibid., pp. xvi-xvii. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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ing toward consensus.42 Now, the reading I am proposing can open up the mostly neatly packaged nature of Habermas’ thought to reveal –at the very least on my own, distinct, critical registers– its contending tendencies, which contain limitations and potentialities. This entails departing from the often exclusive, at moments a priori, and unsteadily depoliticizing cast of the philosopher’s promulgations on communication and consensus, the inter-subjective and the noncoercive, and language and reason. It also means learning from yet looking beyond strains and sensibilities of anti-foundational thought that primarily posit the other of reason: lessons critically helped by but not entirely succumbing to Habermas’ wide-ranging critique of such traditions. Finally, propelled by such protocols, it involves affirming important horizons that Habermas’s thought points toward in considering the situated and critical nature of rationality, precisely since his projections of the “power of argument” have now been sieved against their own conceits. Is too much to suggest, then, that these many moves and particular procedures might allow the notion of the counter-discourse of modernity to be brought into productive tensions with different, alternative imaginings of modernity/modernities, politics, and democracy? And can such conjoint tasks be undertaken without substituting the “ought” for the “is”, that is, by recognizing the limits and possibilities of such endeavor primarily as academic conversation? Second, it is salient to query Habermas’ a priori elision of modernity with Europe –each appearing as historical fact, theoretical metaphor, and analytical abstraction– especially by tracking not only the way the West is rehearsed as modernity but the manner in which modernity is staged “as the West”. At the same time, far from simply pointing fingers toward or merely pigeonholing Habermas’ writing as Eurocentric, such efforts equally entail entering the protocols of his thought where not simply an excision of the non-West but a 42 See here Jürgen Habermas, Knowledge and Human Interests, trans. J. Shapiro (Boston: Beacon Press, 1971); and Habermas, Theory of Communicative Action. The critical quotations derive, respectively, from Bourdieu, Pascalian Meditations, p. 66 and White, Sustaining Affirmation, pp. 36, 138. See also Pierre Bourdieu, Language and Symbolic Power (Cambridge: Polity Press, 1991).

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patterned, attenuated, idealized history of Europe itself shores up a critical theory of modernity. I have already provided an example concerning the philosopher’s schematic, stagist statements about the emergence and predicaments of the (Western) nation. The issue is only taken forward by the critical theoretical and historical discussions of Habermas’ influential account of the public sphere.43 Further details are not essential. The point is that by not simply circumscribing critical readings of classical theory to endless assertions and ready rebuttals of the absence in such thought of the non-West and empire, it becomes possible to pose questions concerning the larger subordination of history to theory. This is to say, queries considering how the aggrandizing, authoritative pronouncements of theory/philosophy cannibalize and expropriate the dense, heterogeneous entanglements of the past/history, not just treating the latter as merely illustrative case material but schematically recasting it through modular grids. Far from blaming Habermas for a 43 An important line of criticism here has focused on how the Habermasian conception of the liberal public sphere presents an idealized history of the liberal bourgeois public spheres. Thus, the philosopher’s account refuses to admit to the plural traditions of reasoned exchanged that marked eighteenth-century Western Europe and ignores how the bourgeois public appropriated and marginalized such more inclusive notions of public participation and discussion by strategically closing off the range of possible discussants in the arena. See Craig Calhoun (ed.) Habermas and the Public Sphere (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1992). Consider also Bourdieu’s suggestion that “the representation of political life that Habermas proposes on the basis of the description of the emergence of the ‘public sphere’ … obscures and represses the question of the economic and social conditions that would have to be fulfilled in order to allow the public deliberation capable of leading to a rational consensus, that is, a debate in which the competing particular interests would receive the same consideration and in which the participants, conforming to an ideal notion of ‘communicative action’, would seek to understand the points of view of the others and to give them the same weight as their own.” Linking this obscuring and repression concerning apprehensions of the past to how scholastic worlds excise the grounding of their own cognitive interests in strategic social interests – and even exorcise the presence of domination in social relations of communication – Bourdieu points to the “epistemocentric illusion which leads Habermas to make the universality of reason and the existence of universilizable interests the basis of rational consensus …” Bourdieu continues that in Habermasian thought all of this is itself based on, “an unawareness (or repression) of the conditions of access to the political sphere and of the factors of discrimination (such as sex, education or income) which limits the chances of access not only, as is often said, especially with reference to women, to positions in the political field, but, more profoundly, to articulated political opinion …and consequently to the political field.” Bourdieu, Pascalian Meditations, pp. 65-67 emphasis in the original.

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one-off oddity in thought and theory, I am suggesting that a critical appreciation of his work brings such pervasive issues on the horizon of a recuperative reading, registering unequal exchanges between the here-and-now and history. Such exchanges incessantly, assuredly, indolently substitute the “ought” for the “is” in projections of the past and the present, and carry wide implications for academic apprehensions and scholarly commonsense.44 Third and finally, turning specifically to issues of intellectual interchange, I consider it essential to engage and extend Habermas’s emphasis on a community of dialogue – including his stress upon the salience of “argument” – within the terms of scholarly debate. Once more, it is possible to register overlapping yet distinct dispositions in the philosopher’s emphases. First, while Habermas clearly endorses how in deliberation the utterance of the other places an obligation on the self, “this is typically overshadowed by the excessively precise normative character of the obligation” he finds the self as incurring, a move that is itself connected to the philosopher’s belief in eventual consensus.45 Second, Habermas insightfully acknowledges the unpredictable, potentially disruptive attributes of the utterance in everyday life, arguing further for the disclosure of particularity that makes it possible for the (de-centered) subject to “bear witness to the possibility of no-saying” to the identity s/ he has projected on the other, despite the subject’s investments in the latter’s identity.46 Finally, as suggested earlier, Habermas’ wider proposals regarding the other and argument cannot remain untouched by his “underlying claim that an orientation to consensus 44 Concerning such questions, I have elsewhere discussed the active interchange between the “ought” and the “is”, the “ideal” and the “real”, especially in relation to propositions of the secularization of the world. The point is that instead of considering either as a mere straw-figure, it is the interlacing of these propositional forms that underlie social worlds and their everyday apprehensions and academic understandings. See, for example, Dube, “Introduction: Enchantments of Modernity”. 45 Consider the following statement of Habermas: “Reaching understanding is the inherent telos of human speech”. White, Sustaining Affirmation, p. 36; Habermas, Theory of Communicative Action, vol. 1, p. 287; Habermas, Knowledge and Human Interests, p. 314; Habermas, Philosophical Discourse of Modernity, p. 311. 46 White, Sustaining Affirmation, p. 37; Habermas, Philosophical Discourse of Modernity, pp. 321-26; Habermas, Theory of Communicative Action, vol. 2, p. 399.

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is built into the telos of language”.47 Taken together, I would suggest, it is important to combine the learning and unlearning from the problems and possibilities of Habermas’s propositions with Richard Rorty’s exhortation to work with the “strategy of using narrative (or stories) where argument fails” in the shape of scholarly exchange. Here is Rorty explaining the importance of telling stories, stories about why we talk as we do and how we might avoid continuing to talk that way. When you find yourself at an argument impasse, baffled by your opponent’s refusal to stop asking questions which you really should not have to answer, you can always shift the ground by raising questions about the vocabulary he or she is using.” [Thus,] historical narratives [make it possible to] show why the issue previously discussed is moot and why it needs to be reformulated in terms which are, alas, not yet available.48

The point is not only that otherwise, as it appears to me, conviction ceases and conversation stops.49 It is also that such conjoint tasks themselves bid us ask: Don’t we need to attend at once to the means of cultivating reasonable conversation and of inculcating tactics before the loss of rational grounds, in order to work through the potential of both in intellectual interchange? Am I providing a prepared solution to assess and apprehend the work of Habermas? Far from it (and while we are with this question let me readily confess to my larger inability to even adequately summarize his extensive oeuvre, although this does not mean that I Consider now another statement of Habermas: “…the use of language with an orientation to reaching understanding is the original mode of language use, upon which indirect understanding, giving something to understand or letting something be understood, and the instrumental use of language in general, are parasitic.” White, Sustaining Affirmation, p. 36; Habermas, Theory of Communicative Action, vol. 1, p. 288 emphasis in the original. 48 Richard Rorty, “Philosophy without Principles”, in W. J. T. Mitchell (ed.) Against Theory: Literary Studies and New Pragmatism (Chicago: University of Chicago Press, 1985), p. 135. At the same time, the emphases here possibly need to be brought into conversation with the importance of attending to how in social worlds the “unimaginable” is “imagined”, an issue raised earlier. This registered, none of the above is to ignore the difficulties that can attend Rorty’s wider reduction of the epistemological to the political. See Bourdieu, Pascalian Meditations, pp. 110-111. 49 Beyond hubris, consider a “class-act” involving students of multiple and distinct academic/political orientations within a graduate seminar. 47

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cannot critically engage his constitutive propositions discussed above). Does my point simply concern the utility of Habermas’ writings for the historian? Of course, as we have seen, the work of the philosopher has found diverse, contending uses in historical writing, and the wide horizons and specific insights of Habermas’ thought have been imaginatively extended, especially when the historian has sieved these through the grids of critical histories and particular pasts.50 Yet my efforts entail somewhat distinct considerations. Am I mainly implying that it is important to attend to the truly significant work of scholars while criticizing their evident blind-spots, assertions that can also be made regarding the writings of other intellectuals? Well, not quite. To reiterate, I am indicating instead procedures of reading/writing as part of dispositions of a history without guarantee that critically, carefully query the constitutive presumptions of intellectual undertakings while cautiously, critically affirming their formative possibilities. This means resisting the temptation to pointedly unmask the core contradictions of a study and/or to readily demystify its attendant ambivalences. Rather, it involves tracking how the contending strains of an essay or a book, of an edited collection or a wider corpus, can comprise the exact conditions of their possibility. This is to say that far from endlessly insinuating analytical errors, the braiding of simultaneous discourses in separate tongues in a work can in fact reveal its key confines and critical promises, each upholding but also upbraiding the other.51 It is salient to take up the challenge of thinking through such contradictions and contentions. Let me concretize these proposals by staying just a little longer with another influential discussion of modernity, which articulates distinct apprehensions of the category-entity. I refer to a significant See, for example, G. Eley, “Nations, Publics and Political Culture: Placing Habermas in the Nineteenth Century”, in Calhoun, Habermas and the Public Sphere; and Veena Naregal, Language Politics, Elites, and the Public Sphere: Western India under Colonialism (New Delhi: Permanent Black, 2001). In fact, both these studies register aspects of the critical-affirmative spirit that I have been advocating. 51 I discuss such issues concretely in relation to the work of subaltern studies project in Dube, Stitches on Time. 50

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essay in intellectual history by Hans Ulrich Gumbrecht.52 Imaginatively intervening in a semantically and analytically loaded field, the German historian sensitively tracks the “conceptual history” of the word “modern” in Western Europe. Specifically, he unravels intricate articulations of the word and notion of the “modern” with other terms and traditions such as those of the “ancient”, the “classical”, and the “romantic” in European intellectual constellations over the past few centuries. Implicitly, at the very least, these arguments and materials reveal that the break with the past implied by the idea of modernity is exceeded, even undercut, by the contentious expressions of its intimate etymological and conceptual cousin, the “modern”. Yet it would not do to stop here. For it is equally important to prudently probe the moment of Gumbrecht’s understanding when/ where the concept “modern” yields to the category “modernity”. Now it quickly becomes clear that Gumbrecht’s account of the concept of “modernity” remains entirely “internal” to Europe. This need not necessarily be a problem in itself –after all, we are considering the work of a historian of Western Europe– but for the fact that the purely internal nature of the argument also betokens its ineluctably exclusive cast. Thus, Gumbrecht’s history of the category of modernity not only overlooks the multiple hierarchies of this metaphor-entity, which have been variously played out on conceptual as well as historical registers. It also actively participates in the staging of modernity as the West, implicitly endorsing and explicitly expressing the hierarchies, oppositions, and hierarchical oppositions of an exclusive modernity. Unsurprisingly, now an imaginary and distended yet palpable and pervasive Europe/West is reified and hypostatized into history, modernity, and destiny –for

52 Hans Ulrich Gumbrecht, “A History of the Concept ‘Modern’”, in Gumbrecht, Making Sense in Life and Literature, trans. Glen Burns (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1992). It is perhaps significant that Habermas himself cites Gumbrecht in his opening considerations of modernity’s consciousness of time in his Philosophical Discourse of Modernity, p. 8.

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each society, any culture, and every people.53 Am I exaggerating? Here is Gumbrecht’s tiny, unambiguously alone, concession to the non-Western world. He writes: “From our [European/Euro-American/Western] perspective at least, modernization in the underdeveloped countries is ... taking place somewhere between decolonization and our own present”.54 The statement speaks for itself, acutely announcing its own complicities. But my case does not rest (and since we are with this issue let me repeat that it is not guilt or innocence that I am after, in any case). As I have suggested, it would much too simple to endorse Gumbrecht’s genealogy of the term “modern” while upbraiding his “stagist” presumptions concerning modernity. The more challenging task –one that I have been trying to indicate in the form of a history guarantee– is to track the formidable interleaving of these contending tendencies that not only shore up the text but define the fact that it was written at all. Such entanglements reveal how a hermeneutic impulse within varieties of “historicism” that challenges schematic projections of the word “modern” crucially crisscrosses with a developmental “historicism” that now presents “modernity” through stagist stipulations. It is not only that staying with the intertwining of the two historicisms can serve to open up the debate on the nature of historicism. This would be to explore in focused ways the hermeneutic impulses, developmental imperatives, analytical implications, and their incessant enmeshments at the core of historicism.55 It is also that the protocols of approaching the Clearly, this pervasive, “metageographical” projection has appeared elaborated in several ways, from the evidently aggressive to the seemingly benign, embedded of course in “modernization” theory yet also long lodged within the interstices of Western social and political thought. See, for example, Anthony Giddens, Consequences of Modernity (Stanford: Stanford University Press, 1990); and Habermas, Philosophical Discourse of Modernity. The projection also finds contradictory articulations within discrete expressions of “tradition” that question “modernity” by reversing the moral import of its constitutive hierarchies and oppositions. To rigorously reconsider modernity is to think through such oppositions, hierarchies, and elisions. 54 Gumbrecht, “A History of the Concept ‘Modern’”, p. 108. 55 For a wide-ranging discussion of the intertwining of hermeneutics, philosophy, and historicism in the eighteenth and nineteenth centuries see Donald R. Kelley, Faces of History: Historical Inquiry from Herodotus to Herder (New Haven: Yale University Press, 53

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essay need to eschew the desire to tear asunder its seemingly seamlessly stitched together material. Rather, they need to trace the text’s unevenly sutured, even tattered, texture, unraveling how its stitches almost split apart at the seams and yet how its weaves somehow hold together in the middle –not unlike the contentious entwining of heterogeneous temporalities in fabrics of modernity. Indeed, to do so would also be to attend to the contradictory and contingent interlacing of social worlds and academic apprehensions, especially under designs of modernity. After all, Gumbrecht’s hermeneutical unfolding of the term “modern” rests on an untangling of the “details”, where such details not only defy being gathered unto ready schemes of social sciences but also constitute social facts bearing immense import in everyday worlds. Conversely, the stagist presumptions shaping Gumbrecht’s understanding of modernity are, at once, attributes of scholarly wisdom, aspects of quotidian commonsense, and their endless interplay. To readily dismiss interlocutor enemies is easy, in fact terminally addictive. To critically affirm contending arguments entails effort, engendering lively conversations. Far from forming mere platitudes, these considerations underlie my advocacy of a history without guarantee. This advocacy entails careful questioning and critical affirmation in dispositions toward reading and writing and thinking and teaching –but also to conversations and friendships– in academic arenas and social worlds, each entailed in the other. Ends and Beginnings The title of this piece is ambiguous. The scandals it refers to are those of the West, the nation, and the postcolonial. At the same time, my effort is not to dismiss but to unravel these scandals through the procedures and dispositions of a history without guarantee. Yet, to many people my very advocacy of a history without guarantee 1998). An acute critique of what I am calling developmental historicism with its beginnings in the nineteenth century is contained in Chakrabarty, Provincializing Europe. The point that these powerful arguments regarding the nature of historicism have talked past one another: a study such as that of Gumbrecht, since it braids together distinct historicist impulses, can make possible a dialogue on the different, contending yet overlapping articulations of historicism. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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would itself insinuate a scandal. And so the exact ambiguity of the title might be usefully understood as carrying critical, worldly attributes. My effort in these pages has been to suggest the salience of tracing the incessant entanglements between power and difference: neither treating power as fetishized force, an abstract aesthetic; nor imagining difference as prior purity, a priori alterity, but thinking through their shared determinations and common denials down to the ground. This means attending to the textures and details of the past and present not only in empirical but also in theoretical ways. Aware of the limits of simply demystifying, pointedly unmasking histories and subjects, beliefs and practices, the careful questioning, ethical articulation, and critical affirmation of social worlds that I have advocated inhere in a history without guarantee. Here are procedures of understanding that unravel principally through their cautiously querying the guarantee of progress, in the past and present, under regimes of modernity. Now, if a history without guarantee brings to mind Stuart Hall’s celebrated call for “Marxism without guarantee”, it equally intimates its own emphases. These reside in efforts at engaging and extending both, the recent ontological turn in political theory, and the diverse yet connected critical understandings of history and modernity, state and nation, which characterize scholarship across a range of disciplines. Unsurprisingly, here are considerations of the theoretical possibilities of the postcolonial as a critical category and recognition of the formidable conceit of this concept-entity, especially when it appears as a settled stage of history and/or a self-contained analytical terrain, or (anti-)disciplinary domain. Such measures call into question forceful scandals –namely, scandals of the West and the nation– and in the manner they often underlie other category-entities, the outrage of the postcolonial. Yet, the protocols at stake also do not treat such scandals as obtuse ideological aberrations or mere analytical phantasms, here now and gone tomorrow, easily exorcised through prescient knowledge. The procedures recognize rather the dense ontological, worldly attributes Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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of such scandals, their presence not only as objects of knowledge but as conditions of knowing. Their stink and shame that are uneasily elided and fretfully forgotten, but their stench and disgrace that are also confronted and questioned, especially as the scandals find heterogeneous articulations among different subjects not least because of their pervasiveness and persuasions. Clearly, all this is neither to approach the notion of the scandal as signifying stark sensation nor treat the existence of scandal as mere deviation from the social order. Instead, it is to register the pervasive presence of a scandal as intimating the familiar state of social orders. The obviously sensational projections of the West and the nation themselves insinuate routine renewals of dominant norms and governmental commands. Put differently, to stay with the scandals that shore up our murky worlds is to trace the intricate interweaving of empire and modernity, the intimate interleaving of nation and history, and the uneasy braiding of colonial textures and postcolonial tangles. There is no dismissing the burden of a history without guarantee. Bibliography Alonso Ana María, “The Politics of Space, Time, and Substance: State Formation, Nationalism, and ethnicity”, Annual Review of Anthropology, 23, 1994. Amin Shahid, Event, Metaphor, Memory: Chauri Chaura 1922-1992, Berkeley, University of California Press, 1995. Anderson Benedict, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, London, Verso, 1983. Appadurai Arjun, Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996. Asad, Talal, Genealogies of Religion: Discipline and Reasons of Power in Christianity and Islam, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1993. Axel Brian, The Nation’s Tortured Body: Violence, Representation, and the Formation of the Sikh “Diaspora”, Durham, Duke University Press, 2001. Bauman, Zygmunt, Intimations of Postmodernity, London, Routledge, 1992. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 293-340, semestre II de 2006

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Pensando la hispanidad Estrategias para el estudio crítico de la historia del pensamiento filosófico-político hispánico ENVER JOEL TORREGROZA LARA [email protected] Artículo recibido 12/09/2006 Evaluación par externo 22/09/2006 Evaluación par interno 15/09/2006

Resumen

En este artículo se exponen características generales de la forma como habitualmente se narra la historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad, desentrañando y analizando sus presupuestos conceptuales y metodológicos básicos desde una perspectiva crítica y meta-teórica. A partir de este examen crítico se argumenta cómo las tradiciones de pensamiento filosófico-político de origen judío, musulmán o converso deben ser pensadas como componentes determinantes de la tradición del pensamiento hispánico, indispensables a su vez para definir el concepto mismo de hispanidad o de hispanidades. Con este propósito, se reseña el amplio debate existente en España y en Hispanoamérica desde hace más de un siglo en torno a los criterios que permiten definir la existencia de una filosofía hispánica, debido a que este debate refleja sintomáticamente el problema general de definir la identidad de lo hispánico y su tradición histórica.

Palabras clave: hispanidad, conversos, filosofía política, filosofía hispánica, pensamiento hispanoamericano, deconstrucción.

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Abstract

This article presents general features of the usual way of telling the history of the philosophical and political thought on Hispanicity, by deciphering and analyzing its basic conceptual and methodological assumptions from a critical and metacritical approach. This critical examination claims how the political and philosophical thought traditions of Jewish, Muslim, or converse origin should be examined as factors that determined the Hispanic thought tradition, in turn mandatory to define the Hispanicity or Hispanicities concept itself. Keeping this purpose in mind, a review is provided on the debate that has been ongoing in Spain and Hispanic America for more than a century about the criteria that allow defining the existence of a Hispanic philosophy, since such debate reflects symptomatically the overall issue of defining the Hispanic identity and its historical tradition.

Key words: Hispanicity, converse, political philosophy, Hispanic American philosophy, Hispanic American thought, deconstruction.

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Introducción El propósito de este artículo es exponer características generales de la forma como habitualmente se narra la historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad, desentrañando y analizando sus presupuestos conceptuales y metodológicos básicos desde una perspectiva crítica y meta-teórica. Este examen de los procedimientos característicos de los relatos sobre el pensamiento filosófico-político de la hispanidad constituye una herramienta rigurosa y fructífera en la comprensión de la historia y sentido de los proyectos políticos hispánicos; permite analizar componentes determinantes de la tradición hispánica en su despliegue histórico, a la vez que le da cuerpo al concepto mismo de hispanidad a partir de un balance crítico de su función política. Por historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad se entiende tanto la historia del pensamiento cultivado en la extensa y compleja tradición hispánica como la historia de las ideas sobre la hispanidad. Ambos sentidos de la expresión dependen mutuamente y han sido objeto de discusión en un contexto muy preciso: el amplio debate existente en España y en Hispanoamérica desde hace más de un siglo en torno a la existencia de una filosofía política propia. La discusión en torno a los criterios que permiten definir la existencia de una filosofía hispánica, ya sea en su vertiente española o en su vertiente hispanoamericana, refleja sintomáticamente el problema general de definir la identidad de lo hispánico y su tradición histórica. La comprensión y reconstrucción histórica de esa tradición y la definición misma del concepto de hispanidad que la articula requiere tomar distancia de la forma segmentada como se ha relatado la experiencia hispánica, integrando el acervo musulmán, judío y converso, mediante una hipótesis que explique su continuidad en la configuración de la civilización católica hispanoamericana, más allá de las usuales fronteras históricas que limitan ese acervo a la estrechez de unos siglos superados y de unos sujetos históricos supuestamente ausentes. Estrategias historiográficas, hermenéuticas y deconstructivas para el estudio del componente judío, musulmán y converso en el pensamiento de la hispanidad Valorar y explicar el pensamiento del pasado en función de su posible papel legitimador de opciones ideológicas coyunturales es por Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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supuesto reduccionista y no da cabida a una interpretación sólida de su contenido. La interpretación sólida se realiza cuando la lectura desarrolla una discusión de los problemas tratados por filosofías pasadas y cuando se enfrenta a preguntas análogas e invoca conceptos similares para otorgarles una nueva vida. Leer filosofía del pasado con un afán puramente explicativo, considerando cada acontecimiento o creación filosófica de ayer como un fenómeno que puede ser suficientemente aclarado en virtud de sus causas históricas, puede conducir a la trampa de subsumir eventos pasados en conceptos rígidos, con el único fin de adaptarlos a propósitos locales y temporalmente limitados. Parte considerable del esfuerzo de historiógrafos, traductores, comentaristas y filósofos que hablan con el pasado consiste en revisar la aplicación de categorías con las cuales se pretende juzgarlo, porque basta el examen detenido de una sola creación textual para que se subrayen elementos que, en su singularidad, no encajan con juicios previos que buscan determinarlos. Semejante examen permite sacar a la luz, cada vez que se ejecuta, la tensión existente entre explicaciones historicistas, es decir, aquellas que agotan el significado de un pensamiento en sus circunstancias históricas, y la discusión anacrónica que considera las ideas como tesis independientes de la experiencia que les ha dado lugar. Sin embargo, todo acontecimiento filosófico implica una singular experiencia histórica consubstancial al gesto trascendental o a la vocación atemporal que lo invoca. No hay por qué escoger entre los extremos de la explicación historicista y el debate anacrónico. Mirar la filosofía del pasado como una filosofía del presente no es ningún error, siempre y cuando no se lean sus términos asumiendo ingenuamente que tienen el mismo significado con que son usados hoy. Sin prejuicios no es posible pensar y por supuesto se necesitan marcos de referencia y conceptos previos como puntos de partida útiles para toda interpretación, sea del pasado o del presente. Pero hay que aprender a reconocer su carácter histórico. El reconocimiento de la actualidad del pasado, de herencias vivas y, por tanto, de modos de ser presente, pasa a través del reconocimiento de aquello Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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que es distinto en el pasado y ya no nos pertenece del mismo modo. Contentarse con someter acontecimientos filosóficos singulares a rejillas conceptuales previamente diseñadas, ubicándolos y definiéndolos, solo otorga una aparente sensación de seguridad y control, de dominio del pasado, que detiene el movimiento del pensamiento. El lugar propio de la filosofía y de la lectura filosófica es justamente el extravagante lugar de la inquietud, de la pregunta que se lanza abierta a la sorpresa. Caminando sobre espadas filosas, el filósofo se somete al continuo riesgo de la herida. Su pensamiento, que es su vida, termina habitando sin satisfacción los vaporosos lugares de la historia, si no se lo asume en su condición concreta.1 Cuando se cuenta la historia del pensamiento parece inevitable recurrir a categorías útiles para agrupar ideas, textos y pensadores en escuelas, corrientes y épocas. Tales categorías sirven de punto de partida para la comprensión de cada acontecimiento singular, en la medida en que permiten acercarse a lo desconocido a partir de lo que se cree conocer. Suele ser más fácil ir de lo más conocido para nosotros a lo más conocido sin más.2 Sin embargo, en los relatos más divulgados de la historia del pensamiento filosófico y político es habitual que la mayor parte de esas categorías sean asumidas de forma acrítica. Se apela a su supuesta transparencia o simplemente se las usa suponiendo que su sentido es de común aceptación y que por ello no debe ser cuestionado. Desde el punto de vista pedagógico, las periodizaciones históricas y las clasificaciones en escuelas y corrientes son instrumentos benéficos. Facilitan un punto de partida mucho más consciente de lo que podría ser una lectura que cree falsamente en la capacidad para desprenderse de condicionamientos mentales cotidianos. En este sentido, la forma adecuada de protegerse del prejuicio no es pretender liberarse de todos los presupuestos de lectura. Sólo es posible desprenderse de un prejuicio si al mismo tiempo y de forma clara se Nicolás Gómez Dávila, Textos I, Voluntad, Bogotá, 1959. Aristóteles, Analíticos Segundos, en: Tratados de lógica (Órganon), Gredos, Madrid, 1995, 71b-72a. 1 2

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apela a otro. Sin embargo, desde el punto de vista científico, recurrir a hábitos de periodización o recursos clasificatorios comunes o de amplia aceptación puede resultar en un serio obstáculo de comprensión si no hay desde el comienzo una seria reflexión a propósito del papel de esos prejuicios, de su contenido, de lo que iluminan y de lo que oscurecen. Por ello es necesario imprimirle a la investigación sobre la tradición del pensamiento filosófico-político hispánico una orientación hermenéutica: de lo que se trata es de permitir, ampliar o fusionar horizontes de lectura del pasado.3 El objetivo de una investigación hermenéutica es interpretar una obra o un texto para hacerlos más cercanos a la experiencia actual y no para tomar distancia de ellos, así el distanciamiento sea requisito metodológico de objetividad en las ciencias. En verdad, el distanciamiento y el acercamiento no son incompatibles en una hermenéutica que se entrega a los textos y al mundo que estos abren: “explicar es extraer la estructura (...); interpretar es tomar el camino del pensamiento abierto por el texto, ponerse en ruta hacia el oriente del texto”.4 Además, es necesario preparar la tarea hermenéutica con una consideración crítica de las herramientas de lectura. Por crítica hay que entender aquí lo que Kant pensó: la crítica no consiste en señalar errores o aspectos negativos o desagradables de un objeto desde un punto ciego; consiste más bien en estudiar condiciones de posibilidad de enjuiciamiento un objeto para señalar sus fronteras y su alcance.5 La reconstrucción hermenéutica de la historia de la filosofía necesita de manera constante de la reflexión historiográfica. La reflexión historiográfica es entendida aquí en sentido crítico como el estudio de las condiciones de posibilidad de comprensión del pasado. En pocas palabras, para hacer una historia de la filosofía que aproxime el pasado hispánico resulta bueno atender a los prejucios con que habitualmente es descrito. Hans-Georg Gadamer [1960], Verdad y Método, Sígueme, Salamanca, 2001. Paul Ricoeur [1986], Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, Fondo de Cultura Económica, México, 2001, p. 144. 5 Immanuel Kant [1781a, 1787b], Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 1998. 3 4

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Sin embargo, la actualización del pasado, su aproximación al presente, no puede detenerse. La hermenéutica definida de esta forma resulta ser una tarea esencialmente inacabada, porque la conciencia histórica trae a colación, en cada ocasión, más y más prejuicios para revisar. Si la única meta de la interpretación del pasado es la comprensión, en la medida en que esta última siempre sugiere un más allá que no alcanza a ser comprendido, la tarea hermenéutica termina convirtiéndose en un ejercicio repetido de forzadas y sucesivas reconstrucciones históricas a partir de prejuicios nuevos. Pero el pasado nunca ha sido importante simplemente por ser pasado. Lo pasado es relevante justamente porque no deja de ocurrir. Si se tiene una preocupación específica por él es porque hay detrás una pregunta significativa que invita a la filosofía. También porque una cierta actitud filosófica atraviesa al investigador. En ese sentido, el recuento de la historia de la filosofía hispánica apunta también a la apertura filosófica de preguntas sobre la condición hispánica actual. No porque se carezca desde un comienzo de tales preguntas, sino porque la forma como se plantean esas preguntas está fuertemente condicionada por formas de pensamiento heredadas, y solo un esfuerzo consciente por sacar a la luz esas formas de pensamiento para tomar distancia de ellas puede permitir consolidar las intuiciones que desde un comienzo invitan a pensar la hispanidad, libres de formulaciones erróneas debidas a prejucios presentes y propios. No solo hay error cuando se aplica mal un método de investigación o cuando se extraen conclusiones indebidas. El error más frecuente y el más grave suele ser el de plantear malas preguntas. Una investigación sólida con temple filosófico debe apuntar no a conclusiones, sino a preguntas plenas. En esto justamente debe consistir la tarea hermenéutica.6 No solo se busca comprender el pasado a partir de las experiencias y conceptos del presente, sino que también se busca comprender mejor el presente a través del encuentro con su pasado. En algún momento será necesario reelaborar y redefinir estrategias iniciales de investigación para tener la oportunidad de plantear y trabajar en preguntas olvidadas. Las preguntas que en un comienzo se formulan sobre la hispanidad proba6

Martin Heidegger [1927a] Ser y Tiempo, Trotta, Madrid, 2003.

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blemente están tan afectadas por prejucios incuestionados como las cómodas y habituales formas de contar la historia de la hispanidad. En consecuencia, el tipo de investigación histórica que aquí se propone tiene también una orientación filosófica. Preguntas básicas a propósito de la condición hispánica necesitan ser reabiertas, puesto que las intuiciones iniciales señalan que la manera como hoy comprendemos la hispanidad no es satisfactoria. Se estudia la historia de la filosofía hispánica para hacer filosofía de la hispanidad. Se estudia la historia de la filosofía política hispánica para hacer también filosofía política de la hispanidad. Teniendo en cuenta los límites de la hermenéutica, la reflexión historiográfica debe arriesgar estrategias adicionales. En el tratamiento de la historia del pensamiento hispánico también ocurre que el uso indiscriminado de modelos de comprensión hace creer que hay un Texto detrás de cada texto, o que hay una Idea Esencial detrás de los múltiples devaneos de una escritura que se le antoja al lector dispersa e inadecuada para expresar verdades ocultas e inamovibles. Formas habituales de leer y considerar los textos, características del ejercicio hermenéutico y reforzadas por la filosofía, generan limitaciones considerables para el planteamiento de preguntas filosóficas honestas. Recurrir a la hermenéutica filosófica no impide precaverse de sus alcances, sobre todo cuando “la filosofía” es la categoría fundamental que es puesta en cuestión por la reflexión crítica que caracteriza la investigación. Pensar las condiciones de posibilidad de una historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad obliga a examinar los conceptos mismos de filosofía y de filosofía política. La historia de la filosofía política hispánica es un objeto de estudio relativamente marginal en las costumbres filosóficas académicas contemporáneas y rompe con esquemas muy ampliamente aceptados de delimitación del campo filosófico, del campo de la filosofía política y del campo de lo político. El estudio del pensamiento converso en la España católica es aún más marginal. También es marginal pensar problemas relacionados con la formación de la filosofía Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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hispánica más allá de la Península y con el papel que tiene la tradición de la filosofía musulmana, judía y conversa cultivada en la Península en la definición del talante y el espíritu de la filosofía y la mentalidad política de la civilización hispánica católica mediterránea y americana. Sin embargo, son problemas de amplio alcance que borran las fronteras de la filosofía entendida como reflexión trascendental, a priori o analítica; obligan a una filosofía sociológica, histórica, económica y por supuesto política. Son problemas que también exigen desprenderse de las preocupaciones, mas no de los procedimientos efectivos, de la filosofía secular analítica o kantiana cuya influencia se ha extendido en la academia filosófica de habla hispana. Es abrumadora la cantidad de investigaciones sobre el aporte judío y judeoconverso en el mundo hispánico. De menor cuantía son las que hablan del aporte musulmán. Pero prácticamente todas ellas han sido elaboradas en ámbitos académicos no reconocidos como filosóficos por los prejuicios disciplinares. Teniendo en cuenta que las formas de pensamiento objeto de investigación han sido más objeto de estudio literario o sociológico que filosófico, en virtud de la dificultad que se tiene para hacerlas encajar en los moldes de las historias oficiales modernas de la filosofía, resulta prudente también desarrollar reflexiones deconstructivas en ciertos puntos clave de aproximación a la historia del pensamiento hispánico. Aunque muchas formulaciones pretendidamente deconstructivas se confunden con formulismos posmodernos, porque en efecto muchas de ellas lo son,7 no hay que caer en la trampa de proponer algo que huela a novedad o que posea algún tono irreverente para adoptar un tono deconstructor. La deconstrucción no es destrucción, ni es “posmoderna”.8 En la medida en que el pensamiento del pasado hispánico y su actualización toman distancia de la modernidad, puede darse la falsa impresión de que se desea “superar” la modernidad con discursos ansiosos por denunciar metarrelatos. Pero, una Rodolphe Gasché [1979a], “Deconstruction as Criticism”, en: Direk, Z. & Lawlor, L. (eds.), Jacques Derrida. Critical Assessments of Leading Philosophers, vol. II, Routledge, London & N.Y., 2002, pp. 85-119. 8 Enver Joel Torregroza, Una introducción a Derrida, Universidad Libre, Bogotá, 2004. 7

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primera objeción inmediata y evidente pone en guardia con respecto a la posibilidad de afirmar la existencia de una única modernidad válida definida unívocamente.9 Se puede además recurrir a categorías que son constructos usuales del metarrelato posmoderno por pura estrategia, simulación e ironía, como ordena toda buena deconstrucción10 y como ordena la filosofía que pide combatir un prejuicio con otro. Si hay sorpresa en los contenidos que se adelantan a propósito de la historia del pensamiento filosófico-político hispánico es solo porque se trae a la memoria algo que se había olvidado, y porque las reflexiones posmodernas son primas de las premodernas, las contramodernas y las paramodernas. En razón de sus características intrínsecas, el tema de estudio (i.e. el pensamiento hispanomusulmán, hispanojudío y converso) obliga a una adaptación metodológica singular. Tal adaptación consiste en permitir que los textos leídos transformen los procedimientos de lectura que han sido seleccionados previamente. No se debe perseguir, en consecuencia, ninguna oscura objetividad histórica, ni ninguna fidelidad a un original imaginado. Antes bien, se busca una entrega a los requerimientos y postulados de los textos examinados, incluso con la disposición de permitir que sus contenidos sacudan los cimientos del edificio conceptual con que inicialmente se emprende su estudio. En el caso del pensamiento judío y, a fortiori, del converso, esta exigencia adopta un carácter particular. En Homo Mysticus, un estudio del Guía de Perplejos de Maimónides, José Faur señala que “los filósofos se ocupan de ideas, los pensadores judíos se ocupan de textos. Para un filósofo el texto es marginal a la idea. Con los pensadores judíos ocurre lo contrario”.11 Por esta razón, en el estudio del pensamiento filosófico-político hispanoconverso, la estrategia deconstructiva debe implicar un reconocimiento de esta di9 Shmuel Eisenstadt, “The Transformations of the Religious Dimension in the Constitution of Contemporary Modernities”, en: Giesen, Bernhard & Šuber, Daniel, Politics and Religion. International Studies in Religion and Society, Brill, Leiden, 2005. 10 Jacques Derrida [1967a], “Fuerza y significación”, en: La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona, 1989; Jacques Derrida [1968a], “La différance”, en: Márgenes de la filosofía, Cátedra, Madrid, 1998. 11 Jose Faur, Homo Mysticus. A guide to Maimonides’s Guide for the Perplexed, Syracuse U.P., New York, 1998, p. X.

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ferencia, señalada por Faur, entre leer-escribir como un filósofo y leer-escribir como un estudioso judío, a la vez que un reconocimiento de la forma como las dos cosas se pueden hacer al mismo tiempo. Aunque las ideas sean tema central en el estudio de la historia de la filosofía hispánica, la hermenéutica y la deconstrucción orientan la lectura del pasado hacia una atenta consideración de los textos como textos, abriendo las puertas para una filosofía judeoconversa de la filosofía judeoconversa. Si se marginan los textos es probable que se vea entorpecido el acceso a las particularidades de la “filosofía judía” que se cultivó en la España musulmana de lengua árabe. Si solo interesan ideas más allá del texto, se corre el riesgo, más grave aún, de no comprender los procesos de transición de la filosofía del andaluz, musulmana y judía, a la filosofía conversa de la España católica, sencillamente porque historiar tales procesos de transición es historiar traductores y traducciones. Siguiendo la tesis de Faur, la expresión “filosofía judía” parece contener una contradicción. Esta tensión inherente a la expresión “filosofía judía” puede funcionar como modelo explicativo de la tensión análoga existente en la expresión “filosofía hispánica”. La relación entre la filosofía greco-latina y el cristianismo católico, contenida en el concepto de filosofía hispánica, depende históricamente, entre otros factores, de la tensa relación que se cultivó en España entre la filosofía greco-latina, el judaísmo y el Islam. No es conveniente reducir a términos filosóficos modernos el pensamiento converso, hispanojudío e hispanomusulmán, por más que esos pensamientos se hayan amoldado en su momento a categorías de la filosofía clásica o del lenguaje cristiano supuestamente compatibles con el lenguaje de la filosofía llamada moderna. Tampoco conviene forzar la interpretación del trabajo intelectual de los conversos con el propósito de asimilarlo a la obra de filósofos modernos del canon académico, presentándolos como espontáneos precursores de ideas que no les pertenecen. El estudio del pensamiento converso hispánico exige el reconocimiento de tensiones conceptuales, culturales e históricas entre antigüedad clásica, cristiandad, judaísmo e Islam, que el trabajo filosófico moderno deliberadamente buscó Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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superar, a la vez que exige encontrar la especificidad de una filosofía que traduce y convierte hábitos de reflexión judeo-musulmanes en formas de pensamiento latino-católicas. El problema de la historia de la filosofía hispánica y el concepto de hispanidad Hasta hoy se han desarrollado una gran variedad de investigaciones, principalmente en España, a propósito de la historia de la filosofía española,12 del mismo modo que abundan los trabajos sobre la cuestión judeoespañola13 y las monografías sobre el Andaluz.14 Existen incluso importantes obras en las que se señala a título de mera hipótesis o de intuición sin confirmar, el papel del pensamiento judío o del pensamiento musulmán en la configuración de algunos momentos dignos de recordación en la historia de la filosofía española15 Otras investigaciones han ahondado en el asunto, llegando a señalar también la influencia cristiana en el pensamiento hispanomusulmán.16 Sin embargo, hasta ahora no se ha defendido de modo contundente y sistemático la idea de que existe una solución de continuidad entre el pensamiento judío e islámico en lengua árabe de la España musulJosé Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español, Espasa-Calpe, Madrid, 1979. José Amador de los Ríos, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, T. Fortanet, Madrid, 1875-1876; José Amador de los Ríos, Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos de España, Solar, Buenos Aires, 1942; Antonio Domínguez Ortiz, Los judeo conversos en España y América, Istmo, Madrid, 1978; Juan Ignacio Pulido Serrano, Los conversos en España y Portugal, Arco, Madrid, 2003; Yitzhak Baer, Historia de los judíos en la España cristiana, Riopiedras, Barcelona, 1998; Benzion Netanyahu, Los marranos españoles: desde fines del siglo XIV a principios del XVI según las fuentes hebreas de la época, Junta de Castilla y León, León, 1994; José Faur, In the Shadow of History: Jews and Conversos at the Dawn of Modernity, State U. P., New York, 1992. 14 Miguel Cruz Hernández, Historia del pensamiento en el mundo islámico, Alianza, Madrid, 1981. 15 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Católica de San José, Madrid, 1880-1882; Adolfo Bonilla y San Martín, Historia de la filosofía española. Siglos VIII a XII: Judíos, Victoriano Suárez, Madrid, 1911. 16 Miguel Asín Palacios, La espiritualidad de Algazel y su sentido cristiano, Estanislao Maestre, Madrid, 1934; Miguel Asín Palacios, Huellas del Islam: Sto Tomás de Aquino, Turmeda, Pascal, S. Juan de la Cruz, Espasa Calpe, Madrid, 1941; Miguel Asín Palacios, El Islam cristianizado: estudio del sufismo a través de las obras de Abenarabi de Murcia, Hiperión, Madrid, 1990. 12 13

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mana y el pensamiento católico en lengua latina o castellana de la España católica. Semejante tesis, que en su presentación más extrema parece reducir al límite la originalidad de lo cristiano-católico en la configuración del pensamiento español, asombra aún en la Península. En buena medida es extraña para ella, porque a pesar de que España fue el suelo de estas batallas, amoríos y gestas filosóficas, es en la América hispana donde puede ser formulada con menos reticencias y donde suena más evidente y es más visible. Más evidente, porque es más cercana a nuestro temperamento mental. Más visible, porque la pregunta por la historia de la filosofía hispánica en América se asume de manera más vital, en virtud de sus consecuencias políticas. No obstante, en Hispanoamérica no hay mayores investigaciones al respecto y la cuestión o se ignora o se desprecia. En los recuentos de la historia del pensamiento en la América hispana solo se tienen en cuenta las viejas ideologías partidistas alimentadas por la Independencia o las singulares interpretaciones locales de ideas del Viejo Continente (el fenómeno de la recepción), o se insiste en un dogmático indigenismo y autoctonismo exacerbados, nacidos de la necesidad autoimpuesta de mitigar las herencias hispánicas y en general europeas, para así procurarse una abstracta unidad latinoamericana definida a veces incluso en términos puramente antiestadounidenses (o paradójicamente “antiamericanistas”), que está muy lejos de configurar una identidad clara siquiera en el concepto.17 Esta marcada tendencia ha terminado divulgando forzados mitos de origen, como el mito fundacional del pensamiento latinoamericano en Bolívar, o el mito del original e incontaminado aporte indígena precolombino a la filosofía latinoamericana; mitos cargados de una retórica defensiva que también es –obvia e inevitable paradoja– de origen europeo. Las historias de la filosofía en Hispanoamérica no dirigen la debida atención al lugar privilegiado de la reflexión filosófica en nuestro continente que es la literatura y cuando lo hacen Un examen crítico cuidadoso de las ideologías que han alimentado la polémica sobre lo hispanoamericano y sus causas históricas se puede encontrar en: Álvaro Gómez Hurtado, La revolución en América, Segundo festival del libro colombiano, núm. 20, Latinoamericana, Lima, s.f. 17

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solo buscan en ella denuncias de injusticias sociales o novelones libertarios o revolucionarios. Para el hispanoamericano promedio, la historia de la filosofía del continente se reduce a dos cosas: la imposición autoritaria de la “aburrida e inútil” teología católica y la “pérfida” moral española, en la forma de una rígida escolástica atrasada o retrasada, y su superación en los múltiples e insuficientes esfuerzos aldeanos por adoptar las geniales ideas modernas o las ideas europeas que están de moda con algunos años de retraso.18 En el mejor de los casos, la imagen de la historia del pensamiento a este lado del mar es más compleja y distingue, además de la escolástica colonial, la ilustración y el positivismo, a la teología de la liberación como un verdadero movimiento que encarnaría nuestra particular forma de vivir la civilización. El clima actual de la filosofía académica en Hispanoamérica tiende a pensar que ninguna de esas cosas mencionadas es filosofía, debido a que no se origina en el nominalismo y empirismo británico. También tiende a pensar que la filosofía se inició en este continente gracias a que en algunas universidades, alrededor de los años cuarenta y cincuenta, decidieron estudiar, separados de otras facultades, la filosofía germánica, anglosajona o francesa de los últimos 300 años, considerando como “filosofía hispanoamericana” los resúmenes de esas filosofías escritos en español por latinoamericanos. Aunque todas estas perspectivas aquí caricaturizadas contienen algo de verdad, siendo su error básico haberse ignorado mutuamente, incluso a sí mismas, lo cierto es que en muy pocos casos al hacer la historia de la filosofía universal los hispanoamericanos se perciben cómodamente incluidos. La otra parte de la dificultad radica no ya en la forma como se hace historia de la filosofía en Hispanoamérica, sino en la forma como se hace historia de la filosofía en España.19 En las narraciones más Un recuento sobrio y bien documentado de la historia de la filosofía en Colombia es el de Jaime Jaramillo Uribe, “Etapas de la filosofía en la historia intelectual de Colombia”, en: Ensayistas colombianos del siglo XX, Biblioteca Básica Colombiana, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1976. 19 Sobre la idea de filosofía española véase por ejemplo: Marcelino Menéndez Pelayo, La filosofía española, Rialp, Madrid, 1955; Luis Jiménez Moreno, Práctica del saber en filósofos españoles: Gracián, Unamuno, Ortega y Gasset, E. dOrs, Tierno Galvan, Anthropos, Madrid, 1991. 18

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destacadas e influyentes, sobre todo las de los textos escolares –los textos sobre filosofía más leídos– dos figuras dominan el paisaje filosófico español: Ortega y Unamuno. Sin duda alguna son filósofos, pero se los considera con atención en la medida en que su pensamiento permite translucir algunas ideas modernas de común aceptación y no por el talante hispánico que hay en sus obras, lo que es lamentable. Al pensamiento español se lo juzga filosófico cuando los autores y las obras son compatibles con las tendencias filosóficas de otras naciones europeas, como Francia o Alemania, cuando pueden ser descritos en los mismos términos como se caracteriza la actividad filosófica de esos otros lugares de Europa, o cuando han sido leídos o citados por filósofos reconocidos con ese nombre en las historias de la filosofía anglosajonas, germanas o galas. En los últimos años, en el período posfranquista, se destacan las reflexiones hechas por nacionales españoles que imitan el modelo analítico anglosajón, dejando incluso a Ortega en un segundo plano. Más allá de estos prejuicios, que requieren una explicación más histórica, sociológica, psicológica o política que filosófica, hay que reconocer que las investigaciones sobre el pensamiento español que se han realizado en la Península siguen direcciones muy distintas. Sus caminos no siempre se cruzan. Hispanistas de vieja data elogian sin analizar monumentos del pensamiento católico español, recurriendo a una jerga recargada y con una desbordada pasión por el adjetivo. En ocasiones se atreven a incluir los clásicos de la Hispania Romana en sus narraciones de la historia del pensamiento español. También encontramos católicos integristas y ultramontanos que desde una perspectiva ahistórica reducen la filosofía hispánica a un tomismo reducido e incomible. Opuestos a ellos, en un debate sin mucho sentido, encontramos krausistas y positivistas que, en virtud de su obcecado anhelo por negar el pasado, niegan el valor histórico de la cultura española y no reconocen como filosóficas sus creaciones teológicas o místicas. En un terreno disímil y lejos de estos debates de pueblo, España ha visto nacer intelectuales ocupados en recuperar la filosofía islámica medieval del Andaluz o la filosofía judía del mismo período, pero sin establecer mayores vínculos con el resto de la historia filosófica española que los más obvios. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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Fueron los trabajos de Gumersindo Laverde, Menéndez Pelayo y Bonilla y San Martín los que en su momento lograron formular de manera más precisa el problema de la comprensión de la historia de la filosofía española, intentando integrar tendencias diversas.20 Aunque lo que arrastró a Laverde fue un cierto impulso patriótico, combatió a tiempo la falsa idea de que en España nunca hubo ni ha habido nunca filosofía, prejuicio que Hispanoamérica ha heredado y que tiene su origen en el desprecio por lo español que ideológicamente defendieron las otras naciones europeas como parte de su estrategia de guerra para combatir el Imperio, entre los siglos XVI y XVIII. Además, Laverde insistió en desempolvar las bibliotecas españolas para redescubrir obras filosóficas, puesto que el prejuicio que combatía era producto, según él, de la pereza y del olvido y no de una certeza histórica. El continuador de Laverde fue Menéndez Pelayo. Aunque en sus intereses académicos pervive la preocupación nacionalista, se hizo famoso por la polémica que desató a propósito de la ciencia española.21 Tal polémica consistió en el intercambio de cartas y documentos académicos que se generó en España desde que en 1876 Gumersindo de Azcárate afirmó que en ese país prácticamente no hubo ciencia durante casi tres siglos.22 La respuesta a esta tesis la formuló Meléndez Pelayo en varios artículos y desató críticas desde todos los frentes: los que pensaban que no había habido ni filosofía ni ciencia y los que creían que toda la filosofía española se reducía al tomismo escolástico. Gracias a Menéndez Pelayo quedó claro que el problema de la filosofía española era el de su naturaleza o características, no el de su existencia;23 como implícitamente reconoció Ortega, así en algún momento haya tomado distancia de las tesis de Menéndez Pelayo para afirmar que este demostró que en España ha habido hombres de ciencia, pero no 20 Gustavo Bueno Sánchez, “‘Sobre el concepto de ‘Historia de la filosofía española’ y la posibilidad de una filosofía española”, en: El basilisco, 2da. época, núm. 10, 1991, pp. 3-25. “Historia de la ‘Historia de la filosofía española’”, en: El basilisco, 2da. época, núm. 13, 1992, pp. 21-48. 21 Marcelino Menéndez Pelayo, La ciencia española, Tipografía de la Revista de Archivos y Museos, Madrid, 1915c. 22 Gustavo Bueno Sánchez, 1990, op. cit. 23 José Luis Abellán, 1979, op. cit.

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ciencia.24 Muestra ejemplar del prejuicio combatido por Laverde y Menéndez Pelayo son las afirmaciones que Manuel de la Revilla pronunciaba en un discurso el 30 de mayo de 1876: Por más que se haga, forzoso será reconocer que salvo los que siguieron las corrientes escolásticas, ninguno (de nuestros “filósofos”) logró fundar escuela o alcanzar ni alcanzar legítima influencia, siendo, por tanto, un mito esa decantada filosofía española, con cuya resurrección sueñan hoy los eruditos como Laverde Ruiz y Menéndez Pelayo. Por doloroso que sea confesarlo, si en la historia literaria de Europa suponemos mucho, en la historia científica no somos nada, y esa historia puede escribirse cumplidamente sin que en ella suenen otros nombres españoles que los de los heroicos marinos que descubrieron las Américas y dieron por vez primera la vuelta al mundo. No tenemos un solo matemático, físico ni naturalista que merezca colocarse al lado de las grandes figuras de la ciencia; y por lo que hace a los filósofos, es indudable que en la historia de la filosofía puede suprimirse sin grave menoscabo el capítulo referente a España. ¿Débese esto a defecto de nuestro espíritu nacional, más fecundo en místicos y soñadores que en pensadores reflexivos e independientes? Acaso sea así, y quizá de esta suerte se explique el contraste que ofrece la pobreza de nuestra filosofía comparada con la riqueza de nuestra mística, tal vez por ninguna superada; pero no es posible dudar de que en tan triste resultado cabe no pequeña parte a nuestra feroz intolerancia religiosa.25

Dejando de lado el hecho de que la afirmación de Revilla sobre los científicos es falsa,26 lo que sus afirmaciones revelan es que buena parte de los prejuicios sobre la filosofía española (y por ende hispanoamericana) se deben a un concepto muy restringido de filosofía y a una idea muy pobre de la literatura. Menéndez Pelayo abrió parte del camino para que en la historiografía de la filosofía española de la última centuria se incluyese la mística,27 siendo que es una de las manifestaciones filosóficas más características de la hispanidad entre 24 José Ortega y Gasset [1906], “La ciencia romántica”, en: Obras completas, Revista de Occidente en Alianza Editorial, t. I, Madrid, 1983, pp. 38-43. 25 Marcelino Menéndez Pelayo, 1915c, op. cit., pp. 86-87. 26 Sobre el tema de la ciencia española véase: José María Millas Vallicrosa, Estudios sobre historia de la ciencia española, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona, 1941; David Romano, La ciencia hispanojudía, Mapfre, Madrid, 1992. 27 Guillermo Fraile, Historia de la filosofía española, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1971.

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los siglos X y XVII. Por su parte, Bonilla y San Martín, discípulo de Menéndez Pelayo, pero no necesariamente el continuador de sus ideas,28 emprendió la tarea colosal de componer un Corpus sistemático de la Historia de la Filosofía Española, del que completó dos volúmenes. Esta empresa fue continuada después de la Guerra Civil por Cruz Hernández, reconocido historiador del pensamiento musulmán, Carreras Artau que se ocupó del cristianismo del siglo XIII al XV, y Solana que se consagró al estudio del siglo XVI y que él llama “Renacimiento”,29 haciendo eco de las categorías habituales en otras lenguas para reconstruir la historia del pensamiento. Estos valiosos trabajos de reconstrucción histórica y sus similares han permitido vincular, así sea tangencialmente, el pensamiento español actual con su historia, pero aún permanece vigente el fenómeno de la “insolidaridad con el pasado”, que Menéndez Pidal describe como una de las características del progresismo y de la izquierda española y que, por supuesto, no es exclusivo de estas tendencias, aunque en ellas se destaque.30 Muchos tal vez son los motivos de esta insolidaridad con el pasado, que necesitan de un examen psicológico, antropológico y sociológico. Los principales tendrán que ver por supuesto con la historia de España y su relación con el resto de Europa, como ya se insinuó. Pero el motivo principal, al menos en lo que respecta a la polémica sobre la filosofía española, es de carácter “político”. Por “político” se entiende en este contexto, de forma provisional y estratégica, lo propio de una facción que defiende un modelo de Estado justificado en una cierta idea de nación. Tal motivo político puede ser descrito como la tendencia fuertemente marcada, en la historiografía de la filosofía española, a plantear el problema de la relación con el pasado histórico en términos de blanco o negro, de lo que conviene o no a los intereses ideológicos de cada facción política. El “debate” entre católicos ultramontanos y Gustavo Bueno Sánchez, 1992, op. cit. Marcial Solana, Historia de la filosofía española: época del renacimiento, siglo XVI, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid, 1941. José Luis Abellán, 1979, op. cit. 30 Ramón Menéndez Pidal, Los españoles en la historia. Cimas y depresiones en la curva de su vida política, Austral, Buenos aires, 1959. José Luis Abellán, 1979, op. cit. 28 29

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krausistas o progresistas, la disputa entre “izquierda” y “derecha” o entre “liberales” y conservadores” ha herido profundamente la conciencia histórica española y su consciencia filosófica en los últimos dos siglos. El mismo Menéndez Pidal, discípulo de Menéndez Pelayo, defendió la idea de concebir la historia de España como un vaivén entre el “aislacionismo” y la “comunicación”,31 intentando describir de esa manera la actitud indecisa y contradictoria de España con su propio pasado, actitud que Hispanoamérica también ha heredado y no de manera accidental. No sobra recordar que es evidente que esas parejas de categorías opuestas no son todas compatibles y que hay que guardar profundas reservas con respecto a su uso, sobre todo porque el problema de la reapropiación del pasado, cuando se trata además de un pasado no moderno, no puede ser explicado con nociones “políticas” modernas restringidas en su alcance. En su libro Historia crítica del pensamiento español, José Luis Abellán expone cuidadosamente el estado de la cuestión historiográfica sobre la filosofía española hasta 1979. Cabe destacar que en su exposición del estado del arte, considera que el problema no ha avanzado mucho desde que Menéndez Pelayo lo formuló en la polémica sobre la ciencia española. Sin embargo, Abellán hace el trabajo de rastrear las características propias del pensamiento español recurriendo a herramientas extraídas de la sociología, la psicología y la antropología, para tomar algo de distancia con respecto al problema “político” mencionado arriba, logrando un resultado parcial. Además, se preocupa por exponer, como antesala a su historia de la filosofía española, una sociología del catolicismo, que elabora a partir de una comparación con los análisis weberianos sobre el protestantismo. Esto revela un mayor grado de conciencia con respecto a la cuestión de la hispanidad y es un ejemplo más de cómo los estudios sobre cualquier fenómeno de la historia española terminan remitiéndose casi siempre a reflexiones sobre el talante, el espíritu, el temperamento, la conducta, la moral o el ethos hispánico. 31

Ibíd.

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Sin embargo, el texto de Abellán, como el de Bonilla y San Martín y muchos otros, aplica sistemas de clasificación y de periodización provenientes de las historias de la filosofía escritas en otras lenguas y con otros propósitos. Por supuesto, lo que está en juego aquí no es solo la simple necesidad de crear categorías adecuadas para la comprensión de un fenómeno histórico particular que no puede ser explicado con conceptos inventados para hablar de otra cosa; es el hecho más profundo aún de que las clasificaciones históricas son conceptos filosóficos que dentro del curso mismo de la historia de la filosofía se han puesto en cuestión. Casi todas las historias de la filosofía española hablan por ejemplo del “Renacimiento Español”. El problema no es tanto el de saber si esa cosa existió; el problema es pensar, a la luz de las fuentes y de la tradición del pensamiento hispánico en confrontación con otras tradiciones, el concepto mismo de Renacimiento y el concepto mismo de lo Español, en su uso político, en su impacto psicológico y en su validez histórica y lógica. Otra dificultad que se encuentra en la mayor parte de las reconstrucciones de la filosofía española, o al menos en las que se reconocen como tales –pues es muy probable que en historias de la literatura la cuestión reciba un tratamiento distinto–,32 es que se debaten entre el extremo de pensar a España solo como el lugar ocasional de aparición de lo filosófico y el extremo de pensar una filosofía “estrictamente española” cuyas características son enunciadas ad hoc, y que bien vista es una estrategia para pensar la nación española o el nacimiento de la idea de España en el mundo moderno. Según el primer punto de vista, España es la península Ibérica y por tanto Séneca es un filósofo español. Con el segundo punto de vista, solo la filosofía católica tomista de corte universitario desarrollada después de 1492 y escrita en español es algo que puede ser llamado filosofía española, con algunas forzadas excepciones. El lugar de origen, como criterio de identificación, se puede cambiar por la lengua, pero más de la mitad de España se queda por fuera. Lo que hace que algún filósofo sea incluido en el recuento no es siempre Cfr. Ángel González Palencia, Historia de la literatura arábigo-española, Labor, Buenos Aires, 1928; José Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Gredos, Madrid, 1962. 32

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claro. Las historias de la filosofía española se han reducido además a ser historias localistas que le dan abiertamente la espalda al proceso de colonización americana. La idea de España que las anima es reducida o no muy consistente, en exceso sometida a devaneos políticos locales y coyunturales. El recuento histórico de lo que se podría llamar la filosofía hispánica ha estado atravesado por necesidades, impulsos y azares históricos de diversa índole, siendo el más significativo la urgencia política de ofrecer una imagen articulada y límpida que justifique el proyecto colectivo de conformación de la nación española. En el mundo moderno, las historias de la filosofía han estado sometidas muchas veces al deseo de dar sentido mediante una narración retrospectiva a los proyectos de unidad nacional y de comprensión propia de la identidad política. La historia de la filosofía no solo sigue recurriendo al abusado esquema Antigüedad-Medioevo-Modernidad, también permanecen las historias nacionales de la filosofía o las historias de las filosofías nacionales, atadas a la idea de pueblo, raza, religión y lengua. No hay que dejar de reconocer el peso que una lengua diferenciada debe ejercer en la comprensión de una serie de acontecimientos filosóficos, puesto que una lengua es mucho más que un simple vehículo transmisor de ideas. El hogar del acontecimiento filosófico es su lengua y una idea siempre nace con el sentido que le otorga la lengua en la que se piensa por primera vez. Sin embargo, usar la idea de una lengua, de una religión o de una raza para definir rígidamente entidades políticas, esto es, para llenar apresuradamente el vacío inherente a la noción de identidad propia, conduce entre otras cosas a profundas rupturas en la narración de la historia de la filosofía, haciendo que sectores importantes de esta se vean desarticulados. La identidad concebida monolíticamente desconoce los sutiles entramados del tejido histórico, e ignorante de elementos supuestamente contaminantes se eleva desamparada sobre la ineludible presencia de lo otro en su vano esfuerzo delimitador. La historia de la filosofía española ha adquirido la forma de una narración legitimante de la nación católica y en los últimos tiempos, cuando hasta de eso se tiene vergüenza, ha adquirido la forma de un discurDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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so que justifica la nación democrática europea que anhela desesperadamente encontrar en su pasado pruebas de una incierta vocación política pos-franquista y paneuropea. Sus capítulos se construyen con modelos ajenos, intentando reproducir en España la secuencia histórica “escolástica-humanismo-renacimiento-ilustración”, como si se tratase de épocas claramente diferenciadas e inevitables en el devenir de todo pensamiento filosófico que se considere occidental. El pensamiento hispánico se resiste a este esquema en algunas articulaciones. Las razones de este desajuste son evidentes. Para comenzar, la idea de una Edad Media española carece de cuerpo y sentido si se la elabora a partir de la experiencia histórica de otras regiones de Europa. Se asume la fecha del descubrimiento europeo de América como un punto de quiebre importante y sin duda que lo es. Después de ese momento España ya no va a ser exactamente la misma. También es obvio que la historia de España está entrelazada con la historia del resto de Europa. Pero muchos de los procesos históricos españoles no pueden ser simplemente concebidos como el efecto, a veces tardío, de acontecimientos que ya habían tenido lugar en la Europa del norte. El carácter peninsular de España, su condición fronteriza, no solo en términos geográficos, sino también culturales y geopolíticos a lo largo de su historia, parece a veces impedir ver en ella el lugar de origen de procesos históricos que después tuvieron eco en el resto de Europa. Adicionalmente, hay que tener en cuenta que los valores e instituciones sociales que han conformado la civilización hispánica no se vieron sometidos a las mismas transformaciones que afectaron a la cristiandad del norte. Si se puede hablar, con un cierto abuso del término y generando recurrentes confusiones, de una “modernidad” hispánica, solo puede ser para señalar lo distinta que fue de la modernidad gala, germánica o anglosajona. Algo similar ocurre con la noción de “Edad Media”, puesto que esta es justamente un producto de la mentalidad moderna. Sin embargo, el hecho más significativo que pone en cuestión categorías tan básicas para pensar la historia de la hispanidad y la Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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historia de su pensamiento es que esta historia no se desarrolla solo en Europa.33 Por todas las razones anteriores, la historia de la filosofía española debe ser ampliada y precisada con el concepto de hispanidad, o de “hispanidades” para ser más precisos.34 Más allá de la idea de nación moderna española, se propone aquí la idea de hispanidad como concepto civilizacional. De esta manera se espera no reducir el problema del pensamiento hispánico a una cuestión de identidad nacional útil para justificar un modelo de Estado. La hispanidad es por supuesto Occidental. En esa medida, vale la pena concebirla como una serie de procesos históricos complejos cuyos hilos conforman un tejido común con la historia de Occidente. La hispanidad, además, ha habitado en diversos lugares y se ha cultivado en diversas lenguas, así su desarrollo en los últimos siglos haya sido característicamente católico y haya sido atravesada en su historia reciente por la influencia de la civilización occidental germano-franco-anglosajona. También es cierto que lo más notable de la historia hispánica es la consolidación de la lengua española en el transcurso de varios siglos. Pero como todo lo hispánico, su lengua también es mestiza y su historia no puede ser separada de la historia del griego, el latín, el árabe y el hebreo, por contar solo las lenguas más renombradas y sin desconocer otras lenguas que la han alimentado. A su vez, la historia de la hispanidad no se la comprende totalmente si no se tienen en cuenta rigurosamente sus raíces mediterráneas que no son solo latinas.

33 Sobre estos aspectos de la historia de España y la idea misma de España, véase: Américo Castro, La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1975; Américo Castro, Sobre el nombre y el quién de los españoles, Taurus, Madrid, 1985; Américo Castro, Aspectos del vivir hispánico, Alianza, Madrid, 1970; José Antonio Maravall, El concepto de España en la Edad Media, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981; Claudio Sánchez-Albornoz, La España musulmana, Espasa-Calpe, Madrid, 1973. 34 Sobre el concepto de hispanidad véase: José Ortega y Gasset, España invertebrada, Ercilla, Santiago, 1937; José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote: la deshumanización del arte, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1942; Manuel García Morente, Idea de la hispanidad, Espasa, Buenos Aires, 1938; Eduardo Nicol, El problema de la filosofía hispánica, Tecnos, Madrid, 1961; Rodrigo de Maeztu, Defensa de la hispanidad, Publet, Buenos Aires, 1942.

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Para hablar, por tanto, de historia del pensamiento filosófico-político de la hispanidad no solo se deben revisar los conceptos de historia, de filosofía y de historia de la filosofía; el concepto de lo español, más allá de la idea de nación española, también deber ser examinado. Con la categoría de lo hispánico se piensa uno de los hilos más importantes con el cual está tejida la historia del pensamiento occidental y no por simple comodidad pragmática y afán delimitador. Como Eduardo Nicol señala, la hispanidad no es la españolidad, ni una simple adición de componentes separados por el mar. La hispanidad no es “Ibero-América”. La conjunción que vincula España y América no es solo una acción mental o el deseo manifiesto de una buena voluntad comunicativa: No se trata de una suma, sino de un fundamento. No se trata de formar un todo con componentes distintos, sino de advertir que el todo es unitario porque las modalidades distintas poseen un elemento o cualidad común. La hispanidad es ese elemento común. No es el carácter de lo distintivamente español, que haya dejado su huella indeleble en América. Cuando unos y otros lo creen así, los hispanos de España y los hispanos de América, es comprensible que estos últimos rechacen la condición de hispanidad, si piensan en la autenticidad de su ser. Porque su ser es auténtico y distinto, y no puede asimilarse al ser español. Hay una forma o especie española de la hispanidad, y hay otra especie o forma americana. Siendo como son dos especies del mismo género, ningún individuo que pertenezca a cualquiera de las dos podrá conocer y poseer íntegramente su propio ser si no conoce y posee también esa mitad de sí mismo representada por la otra especie. Rechazar la hispanidad equivale, para el hispanoamericano, a perder algo de su propia identidad por causa de un mero equívoco verbal. Correspondientemente, el español que cree de manera implícita que le basta serlo para tener suficiencia vital, para poseer condición de hispanidad, vive ignorando que existe otra parte de su mismo ser: la que completa el ser general, genérico o generador.35

En este orden de ideas, dos tareas sobresalen. Una es estudiar los factores que delimitan y componen el variado panorama del pensamiento filosófico-político en la historia de la hispanidad con el objetivo generar un aporte conceptual significativo en la comprensión de esta historia, hasta ahora relatada en bloques inconexos median35

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te categorías ajenas. La otra consiste en proponer y argumentar hipótesis de interpretación que le den contenido filosófico a la idea de hispanidad a nivel descriptivo y normativo. Hay una cierta “originalidad” de lo hispánico que en buena medida es explicable si rigurosamente se reconstruye la forma como la tradición del pensamiento islámico y judío español, tan estudiada de modo independiente, ayudó a definir el mundo católico de habla hispana, no solo a nivel religioso, sino también a nivel cultural, en un sentido amplio de la palabra. Aquí hay un círculo hermenéutico que destacar: es la consideración histórica de los acontecimientos filosóficos de la hispanidad un elemento fundamental de juicio para distinguir el ethos hispánico; pero, a su vez, es la reflexión filosófica sobre la historia de este ethos lo que puede ayudar a comprender los acontecimientos de una historia que, guste o no, también es la propia. Bibliografía Abellán, José Luis, Historia crítica del pensamiento español, Espasa-Calpe, Madrid, 1979. Amador de los Ríos, José, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, T. Fortanet, Madrid, 1875-1876. _____, Estudios históricos, políticos y literarios sobre los judíos de España, Solar, Buenos Aires, 1942. _____, Historia crítica de la literatura española, Gredos, Madrid, 1962. Aristóteles, Analíticos Segundos, en: Tratados de lógica (Órganon), Gredos, Madrid, 1995. Asín Palacios, Miguel, La espiritualidad de Algazel y su sentido cristiano, Estanislao Maestre, Madrid, 1934. _____, Huellas del Islam: Sto. Tomás de Aquino, Turmeda, Pascal, S. Juan de la Cruz, Espasa Calpe, Madrid, 1941. _____, El Islam cristianizado: estudio del sufismo a través de las obras de Abenarabi de Murcia, Hiperión, Madrid, 1990. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 341-369, semestre II de 2006

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En busca de una nueva sociedad Los aportes de la teoría feminista a la reformulación del mundo moderno MARTA OCHMAN [email protected] Artículo recibido 15/08/2006 Evaluación par externo 31/08/2006 Evaluación par interno 14/09/2006

Resumen

Este artículo analiza las aportaciones de las teorías feministas a la reformulación de los paradigmas de la teoría política actual. Se retoman dos ejes temáticos: el problema del reconocimiento de la diferencia y la redefinición de la dicotomía público-privado, ambos introducidos en el debate político moderno por el feminismo. En el caso de la diferencia, se analiza específicamente el problema de la representación y su legitimidad. La dicotomía privado-público se aborda desde el enfoque de la ética del cuidado y sus paralelismos con los principios de la economía social. La conclusión afirma que el feminismo es, en esencia, una reflexión sobre la condición del ser humano, concreto en su sexualidad, pero universal en su derecho al reconocimiento.

Palabras clave: feminismo, teoría política, ética del cuidado, diferencia, economía social.

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Abstract

This article analyzes the contributions of the feminist theories to the reformulation of the current political theory paradigms. Two topical axes are reexamined: the issue of the recognition of differences and the redefinition of the public-private dichotomy, both introduced into the modern political discussion by the feminism. In the case of the difference, representation and its legitimacy issue are analyzed in particular. The private-public dichotomy is approached from the ethics of care viewpoint and its parallelisms with the principles of social economy. It concludes that feminism is, in essence, a meditation on the human being condition, concrete on his or her sexuality, but universal on his or her right to recognition.

Keywords: feminism, political theory, ethics of care, difference, social economy.

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Introducción Frecuentemente las teorías políticas feministas son consideradas como un aporte importante pero limitado, y hasta cierto punto sectario, por su defensa de los intereses de un grupo –las mujeres–, incluso si este representa la mitad de la humanidad. El objetivo de este artículo es analizar cómo el debate feminista ha contribuido a la reformulación de los paradigmas de la teoría política actual, cómo sigue enriqueciendo nuestra comprensión de los problemas de identidad y de participación, en una palabra: cómo está en sintonía –en vanguardia, de hecho– de la reformulación posmoderna de nuestro mundo. En palabras de Alain Touraine, las mujeres son actualmente portadoras de una concepción general de la sociedad, que tiene que reinventarse para enfrentar la realidad posindustrial y posmoderna: La afirmación general de que no es el actor dominante sino el dominado quien desempeña el papel principal en la recomposición del mundo queda demostrada por el hecho de que son las mujeres, más que los hombres, quienes elaboran un modelo de vida recompuesto. (...) Así como la sociedad industrial fue una sociedad masculina, vale decir, descansó, como lo mostraron los historiadores de la vida política, sobre la oposición y la jerarquización de hombres y mujeres, el mundo contemporáneo (y no únicamente en los países industrializados) construye, pese a fuertes resistencias, una cultura a la que se puede llamar feminizada en la medida en que las mujeres trabajan más activamente que los hombres en la articulación de las dos mitades separadas de la experiencia humana. Y no es por azar que, por primera vez, los nuevos movimientos sociales son animados en gran medida por ellas, mientras que el movimiento obrero y hasta los de liberación nacional fueron ampliamente dirigidos por hombres. (...) Las mujeres no sólo quisieron abolir o atenuar las desigualdades que sufrían y ganar el derecho de decidir libremente sobre sus vidas, sino que pusieron de manifiesto ante todos unos problemas y un campo de conductas sociales y culturales tan nuevo que en la actualidad el pensamiento no puede definir el mundo contemporáneo sin colocar en su centro la reflexión y acción de aquellas.1

Como lo plantea el sociólogo francés, las mujeres fueron históricamente excluidas de la construcción y la conceptualización de la 1 Alain Touraine, ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Fondo de Cultura Económica, México, 2000, pp. 192-193.

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esfera pública; por ende, su demanda de la inclusión se ha traducido en un esfuerzo consciente de reconstruir el orden social y no sólo asumirlo en su institucionalización tradicional. Hoy en día, cuando el problema de la exclusión amenaza a muchos sectores de nuestra sociedad –por mencionar a los inmigrantes y/o desempleados como ejemplo– la teoría política feminista ofrece aportaciones que son retomadas como elementos constitutivos del nuevo ordenamiento social. Dada la complejidad del tema, nos enfocaremos específicamente en dos tópicos de la teoría feminista: el problema del reconocimiento de la diferencia y la redefinición de la dicotomía público-privado, ambos introducidos a la teoría política por el debate feminista. También es importante considerar que por no ser una revisión sistemática de las teorías feministas, dejaremos de lado las consideraciones sobre la evolución histórica del mismo feminismo, así como no profundizaremos en las diferencias entre distintas corrientes del mismo. Retomando la sistematización de Rian Voet2 nos centraremos en el feminismo de segunda ola, que surge desde finales de los años sesenta, cuando las mujeres ya han logrado la igualdad de los derechos formales, al mismo tiempo que siguen padeciendo la desigualdad sustancial. De igual manera, de las distintas teorías feministas retomaremos en mayor grado el feminismo centrado en mujer, que no pretende reafirmar la igualdad de las mujeres, sino su diferencia, que debe ser social y políticamente reconocida y valorada. El problema de la diferencia Cuando Olympe de Gouge o Mary Wollstonecraft publicaron sus escritos a finales del siglo XVIII, reclamaban la inclusión de la mujer en la ciudadanía activa con el argumento iusnaturalista de la igualdad natural de todos los seres humanos. Fue hasta mediados del siglo XX cuando la teoría feminista formuló una de las críticas más importantes de la teoría política moderna: la universalidad propuesta y defendida por el iusnaturalismo y la Ilustración es un constructo

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teórico concebido desde la particularidad: el varón. Sin embargo, la humanidad es sexualmente diferenciada y no existen las abstracciones como el individuo o el ciudadano, no existen normas libres de su especificidad de género. Como consecuencia de este replanteamiento del problema, la teoría feminista afirmó que las mujeres solo podrían lograr la equidad si la diferencia se reconocía y si este reconocimiento se traducía en la reinterpretación de los conceptos fundamentales en la política: la justicia, los derechos o la ciudadanía. Este planteamiento revolucionó la forma en que se ha abordado el problema de la diferencia en la teoría política moderna. La modernidad, tanto en su expresión liberal como marxista, consideraba la diferencia como un accidente, una circunstancia histórica que podía ser eliminada a través de la extensión de los derechos, de la educación o del bienestar económico. La diferencia era conceptualizada sobre todo en la categoría de clase, y las diferencias de clase desaparecerían por el advenimiento del comunismo en Marx, o por la extensión de los derechos sociales en Marshall. Sin embargo, las diferencias de género, como las de raza, etnicidad o edad, no pueden ser eliminadas ni son asumidas voluntariamente. Así, para la década de los noventa el discurso de la diferencia se convirtió en una de las corrientes dominantes del debate político y teórico, y fue retomado por muchos grupos que compartían con las mujeres la condición de la diferencia y de la discriminación. El mito de la universalidad construido sobre el modelo de un varón blanco, educado, de clase media, heterosexual, adulto y sin discapacidad física, se ha traducido no solamente en la limitada participación de los grupos diferentes en el ámbito de los público, sino también en la discriminación y presunción de la inferioridad, donde ser distinto a la norma terminó siendo anormal. De esta forma, el feminismo ha inspirado a los nuevos movimientos sociales, que se construyen en torno a las identidades culturales, así como a las teorías de multiculturalismo y de los derechos diferenciados. Todos ellos critican el individualismo abstracto que, en palabras de Anne Phillips impone una concepción unitaria de las necesidades y preocupaciones humanas, que, a su vez, sirve a marginar los grupos que difieren de Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006

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la norma dominante. Las necesidades de las mujeres aparecen, entonces como el “caso especial” (a pesar de que las mujeres constituyen la mitad de la población); las diferencias étnicas están catalogadas bajo el término de “problemas de las minorías étnicas” (como si la etnicidad fuera característica exclusiva de un grupo minoritario, anormal); el empobrecimiento de los jubilados es tratado como la preocupación de un grupo de presión (aunque todos eventualmente seremos viejos). La dominación de la norma es tan poderosa que oscurece el hecho de que la mayoría de las personas se encuentra fuera de sus fronteras.3

El reconocer la diferencia plantea, lógicamente, el problema de la representatividad. Cuando las feministas llamaron atención a la marcada subrepresentación de las mujeres en los puestos políticos o, en general, en las instituciones encargadas de tomar decisiones, cuestionaron los axiomas de las visiones clásicas de la ciudadanía: el individuo abstracto con intereses particulares, propia del liberalismo, y el bien común, constitutivo del republicanismo. En la visión liberal, la representación justa se logra a través del principio “una persona, un voto”, porque no existen los intereses del grupo, sino de individuos. Un hombre blanco de clase media puede representar de igual manera los intereses de las mujeres que de los votantes negros o de los estratos sociales marginados, porque todos son individuos iguales, con preocupaciones particulares. En la visión republicana, la representación de grupos marginados es irrelevante porque lo que se busca es el bien común; los republicanos demandan explícitamente el abandono de los intereses particulares, del egoísmo y del parroquialismo a favor de preocupaciones más amplias y generales. No necesitamos defensores de nuestros intereses, sino, de acuerdo con la expresión de Walzer4 especialistas en bien común, que serán ciudadanos en nuestro lugar. Sin embargo, la universalidad de las necesidades humanas o la existencia del bien común son mitos, que encubren injusticias históricas y perpetúan los modelos dominantes. Las sociedades concretas no 3 Anne Phillips, Democracy and difference. The Pennsylvania State University Press, University Park, Pennsylvania, 1993 p. 95. Todas las traducciones de los textos en inglés son de la autora. 4 Walzer, Michael, Obligations. Essays on Disobedience, War, and Citizenship, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1970.

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son homogéneas y ya están estructuradas en torno a las desigualdades y exclusiones. Como personas, no solo somos ciudadanos con derechos iguales, sino también miembros de grupos privilegiados o marginados. La democracia moderna exigía la participación como individuos abstractos, ciegos a nuestras diferencias de clase, género o raza. Pero para los grupos marginados, esta interpretación de la igualdad solo favorecía su discriminación. De ahí que hoy en día el debate sobre los derechos diferenciados en función del grupo –como los plantean Young o Kymlicka– ocupa gran parte de la teoría política, y claramente reconoce su deuda con el feminismo. Pero incluso dentro de este debate ya legitimado, la teoría feminista sigue iluminando aspectos que la entusiasta reafirmación de la diferencia todavía ignora: la estigmatización y la fragmentación. Gracias a su complejidad interna, las teorías feministas tienen que sostener el debate no solo con las demás corrientes, sino también un debate interno. En cuanto al problema de la diferencia, en los años noventa surgió el feminismo deconstructivista que reafirma la diferencia a tal grado que proclama la arbitrariedad de la idea de la mujer y su opresión como tal. La fragmentación se hace omnipresente: no es lo mismo ser una mujer blanca que negra, rica que pobre, homosexual que heterosexual; las fronteras de la diferencia se entrecruzan y hacen imposible una representación política coherente. Si el varón no puede representar los intereses de la mujer, tampoco la mujer mestiza puede hablar en nombre de la indígena, la madre en el nombre de una mujer sin hijos, etc. Hoy en día, muchas feministas llaman la atención sobre el hecho de que no se puede construir una política coherente sobre la identidad si esta no se traduce en ideas compartidas;5 que las demandas de la representación equitativa para las mujeres no tienen por finalidad simplemente votar por los intereses de las mujeres, sino de incluir las preocupaciones e interpretaciones de las mujeres al debate público. Muchas de las críticas a la teoría multiculturalista, por ejemplo, comparten esta preocupación por la fragmentación de lo político y lo social, y po5

Phillips, op. cit., pp. 147-151.

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drían encontrar en los planteamientos feministas pistas valiosas para solucionar este problema. Las feministas afirman también que resolver el problema de diferencia exclusivamente a través de los derechos especiales, frecuentemente lleva a la estigmatización de los beneficiados. Los debates actuales sobre las políticas de la acción afirmativa (discriminación positiva) son un claro ejemplo de ello. Si las mujeres necesitan que por ley se les asigne un porcentaje de cargos políticos o administrativos, o si los negros tienen que tener cuotas para entrar a las universidades, es porque son débiles, inferiores, y necesitan de la protección paternalista, no de igualdad política. La solución tradicional de derechos especiales para los grupos marginados no es satisfactoria porque implica la estigmatización de estos, como ya mencionada desviación de la norma(lidad). Para evitarlo, algunas feministas defienden los llamados «derechos relacionales» (relational rights),6 concebidos como un recurso al que pueden apelar no miembros de un grupo, sino individuos en una situación semejante (por ejemplo, la ley de cuotas se puede plantear no como un mínimo de participación de las mujeres, sino como una obligación que ningún género, o grupo minoritario, esté subrepresentado). De tal manera que lo que se enfatiza no es la diferencia de un grupo frente a un ideal, sino la diferencia mutua: yo soy diferente frente a ti y tú eres diferente frente a mí. Los derechos no deben ser iguales o especiales, sino deben referirse a situaciones particulares, y aplicar a personas que las viven. De esta forma, no solo se logra la representación equitativa, sino también el reconocimiento de la diferencia como parte constitutiva de nuestra sociedad. Desde finales de los años noventa, el feminismo empieza a distanciarse de algunas teorías comunitaristas y multiculturalistas, y lo hace precisamente defendiendo ciertos derechos universales, que se cuestionan en el nombre del derecho de vivir en su propia cultura, aunque esta viole las garantías individuales. El análisis de Moller 6

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Okin7 resume las tensiones entre estas dos corrientes que han defendido el derecho a expresar la diferencia en lo público. Sin embargo, el multiculturalismo reclama el respeto a la diferencia solo en la esfera pública, mientras que minimiza su importancia en la esfera privada. Por el contrario el feminismo –aunque contribuyó sustancialmente a revalorar la diferencia en la teoría política actual– no considera que el problema se resuelva con el simple reconocimiento de los derechos especiales o incluso relacionales en la esfera pública. La gran aspiración de las teorías feministas es redefinir la conceptualización misma de lo privado y lo público, para resolver los problemas de la discriminación y marginación de cada vez mayor número de individuos. Regresando a la idea de Touraine, la crisis actual de la sociedad es crisis de un modelo particular, construido sobre el paradigma de la racionalidad, identificada con la masculinidad, y que terminó privilegiando el modelo de la dominación: de la razón sobre la emoción, del hombre sobre la naturaleza y del individuo sobre el individuo. Por ello, la redefinición de lo público abre la posibilidad no sólo de una mayor participación de las mujeres, sino también de atenuar la crisis de una sociedad capitalista excesivamente individualizada. La dicotomía entre lo público y lo privado Toda la teoría política clásica descansa sobre la distinción entre lo privado y lo público. Para Aristóteles y los republicanos como Hannah Arendt, lo privado, es el ámbito de la necesidad y lo público, de la libertad. Los liberales invierten la valoración y consideran que lo privado es por excelencia el espacio donde el individuo puede disfrutar de su libertad. Frente a estos enfoques tradicionales, las teorías feministas llamaron la atención al hecho de que para las mujeres, tanto el espacio público como el privado, son espacios de dominación. En cuanto a la esfera privada, el feminismo mostró que las relaciones personales, familiares o sexuales implican relaciones de poder. Por ende, la defensa liberal de la no intervención del Estado en la vida privada solapa muchas veces la explotación y el abuso. 7 Susan Moller Okin, “Feminism and multiculturalism. Some tensions”, en: Dan Avon y Avner de-Shalit (eds.), Liberalism and its Practice, Routledge, Londres, 1999, pp. 81-105.

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Por otro lado, es en la esfera privada donde nos formamos como personas, donde se construye nuestra identidad y autoestima. El ámbito de la autonomía personal, tan apreciado por los liberales, depende entonces del proceso de socialización que transcurre en gran parte en la esfera de lo privado, y determina nuestra participación o no participación en la esfera pública, nuestra percepción de lo que podemos o no hacer en la convivencia con los demás. Para las mujeres, las dos interpretaciones tradicionales de lo privado y lo público han resultado en discriminación. Los republicanos construyeron un modelo de responsabilidad y participación cívica sumamente exigente, que descansa sobre la aceptación implícita de que las mujeres se encargan de la satisfacción de las necesidades. La afirmación de Hannah Arendt respecto a que el modelo republicano en Grecia Antigua descansaba sobre la existencia de la esclavitud, que permitía a los ciudadanos ser libres del trabajo, sigue válida para el republicanismo moderno, donde la posibilidad de participar activamente en la política necesita que las mujeres se ocupen del trabajo doméstico, del cuidado de los niños, los enfermos y los ancianos. Por su parte, aunque los liberales valoraron más lo privado que lo público, el aprecio social fue construido sobre la participación en la actividad económica remunerada, mientras que el trabajo doméstico permaneció sin remuneración y creó la dependencia económica de las mujeres. La separación entre lo privado y lo público, entonces, influyó en la construcción social de la mujer como dependiente, pasiva, preocupada por pequeños problemas domésticos y no por los grandes problemas públicos. El Estado benefactor que se desarrolló principalmente en Europa liberó en primera instancia a las mujeres de algunas tareas domésticas, sobre todo vinculadas con el cuidado de los miembros dependientes de la familia. Sin embargo, en los años ochenta ya eran evidentes las paradojas de esta solución: el Estado benefactor descansaba en el trabajo pagado, pero devaluado, de las mujeres, quizá no europeas sino inmigrantes, quienes se encargaron de las tareas socialmente desprestigiadas. De ahí que el feminismo replanteó el problema: no se trata de ver cómo la mujer puede tener acceso a las Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006

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funciones sociales respetadas, y tradicionalmente masculinas, en el ámbito de lo político y lo económico, sino de redefinir cuáles son las actividades socialmente valoradas. El problema no reside en que se le niegue a las mujeres la participación, sino que la sociedad devalúa las actividades y actitudes tradicionalmente femeninas. Las distintas corrientes que defienden esta conceptualización del problema son cada vez más asertivas en su propuesta de sustituir la ética de la justicia (de derechos) por la ética del cuidado (ethic of care) o de responsabilidad. La ética de la justicia descansa en la conceptualización abstracta de los derechos universales, mientras que la ética del cuidado enfatiza las necesidades de personas concretas y los lazos de solidaridad y mutualismo. Aunque los planteamientos iniciales identificaban la diferencia entre la ética de justicia y la ética del cuidado con la diferencia de género, cada vez son más frecuentes las interpretaciones que la sustraen de la discusión sobre las diferencias de género, y postulan la ética del cuidado como el fundamento de una sociedad bien ordenada. Frente a los postulados liberales de imparcialidad y leyes justas, se pide el reconocimiento de las necesidades concretas de los individuos que viven en comunidades concretas, el compromiso de aceptar nuestra responsabilidad por satisfacer estas necesidades como actitudes cívicas, no altruistas y mucho menos como un sacrificio que victimiza al que cuida a los demás. En los planteamientos de Joan Toronto, Jean Bethke Elshtain o de Karol Soltan, la sociedad actual exige que las virtudes consideradas privadas –empatía, responsabilidad, amor– sean incluidas en el conjunto de virtudes públicas. La ética del cuidado postula redefinir la conceptualización contractualista de la sociedad, que construye y promueve un individualismo exagerado, dejando poco espacio a “estas contribuciones de las mujeres, que han sido vinculadas con el ciclo de la vida humana, con la protección y nutrición de la vulnerable existencia humana”.8 Históricamente, la ética que promueve lealtad, mutualidad, preocupación por el otro, ha sido identificada con el papel de la mujer, lo que no le preocupa a la Jean Bethke Elshtain, “The communitarian individual”, en: Etzioni, Amitai (ed.) New Comunitarian Thinking. Persons, virtues, institutions, and communities, University Press of Virginia, USA, 1995, p. 106. 8

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autora tanto como el hecho de que estos han sido excluidos del ámbito público, cuando son las virtudes que contrarrestan el proceso de la desintegración social. Karol Soltan, en su estudio sobre las competencias ciudadanas, retoma estas preocupaciones y postula que no se puede entender la ciudadanía sin retomar los aportes de la ética del cuidado. La ciudadanía es la forma en que nos relacionamos con las instituciones de nuestra sociedad. La ciudadanía madura implica no solo la lealtad hacia las instituciones, sino también el compromiso de mejorarlas. Para el autor, entonces, la ciudadanía es expresada por la relación entre la madre y el hijo, donde la preocupación principal del ciudadano es hacer posible que las instituciones políticas y sociales logren su madurez. Evidentemente, la ciudadanía no se expresa solo en el amor hacia las personas (aunque la maternidad/paternidad siempre fue fuente de derechos ciudadanos), o de las instituciones, sino también en el cuidado de las cosas, extendiendo nuestra responsabilidad hacia el medio ambiente. Para Soltan, ser buen ciudadano implica las principales virtudes de la ética del cuidado: el amor y la inteligencia. La inteligencia se refiere a la habilidad de hacer más con menos y en ambiente más hostil. El amor, en este sentido, (…) es un conjunto de actitudes y habilidades que pueden crear y mejorar las instituciones así como los objetos materiales o abstractos, y que ayudan a desarrollar el carácter. (…) La capacidad de mejorar las instituciones es central para la competencia ciudadana. Es lo que hace posible expresar la forma cívica de la lealtad institucional. Es lo que añade la inteligencia al amor ciudadano.9

El concepto de la ética del cuidado es retomado también por la mayoría de los movimientos ecologistas posmodernos, que plantean el problema del medio ambiente en términos de la dominación del hombre sobre la naturaleza, promovida por el conjunto de valores compartidos por la sociedad moderna, moldeada sobre las virKarol Edward Soltan, “Civic Competence, Attractivness, and Maturity”, en: Stephen L. Elkin y Karol Edward Soltan (ed.), Citizen competence and democratic institutions, University Park, Pa. Pennsylvania State University, 1999, pp. 20-23. 9

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tudes tradicionalmente asociadas con masculinidad: la racionalidad, la fuerza, la utilidad. Pero, sin duda, son los postulados de la economía social los que proponen cambios más radicales en el ordenamiento social actual, cambios que implican la revaloración de los ámbitos de lo privado y lo público. Esta teoría comparte con el feminismo el diagnóstico de que la sociedad moderna, fundada sobre las virtudes del trabajo remunerado de la economía capitalista, es insostenible tanto desde el punto de vista económico como social. La valoración social, y por ende la autoestima, dependen del éxito que los individuos tenemos en la vida pública, sea esta el mercado o el Estado. Sin embargo, la subsistencia de la sociedad depende cada vez más de las actividades orientadas a reparar los daños inflingidos por la excesiva individualización y competencia. El concepto de la economía social surge como respuesta a la problemática de pobreza y marginación, vinculada con el desempleo que enfrentan las sociedades europeas. La afirmación fundamental de los teóricos de la economía social es que el Estado benefactor ya no responde a las necesidades de la sociedad pos-industrial, porque la revolución tecnológica (informática principalmente) ha provocado que el capital no necesite mano de obra para reproducirse. Este fenómeno presenta a la humanidad un nuevo reto: construir una sociedad donde el trabajo asalariado no sea el medio principal de asegurar la subsistencia. A su vez, la nueva sociedad permitiría evitar la frustración de los individuos que viven todavía efectos de la ideología de la sociedad capitalista, donde el trabajo está sometido a las leyes del mercado, y el desempleo es visto como problema de la ineficiencia del individuo, por lo cual implica la culpa y la estigmatización. Para lograrlo, la economía social plantea la necesidad de des-mercantilizar el trabajo como la única solución real al problema. Para salir de la trampa del empleo asalariado cada vez más escaso, los teóricos de la economía social proponen crear un nuevo sector, al lado del mercado y del Estado, un sector donde lo social estaría por encima de lo económico y lo político. El fundamento de la integración social no sería entonces el trabajo, sino una serie de actividades comunitarias, cuyo objetivo no sería el lucro, sino precisamente la cohesión social y la solución de problemas ecológicos, de marginación o de exclusión social. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006

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Los teóricos de la economía social, como André Gorz, Ulrich Beck o Roger Sue, proponen que no se utilice siquiera el concepto de “sector”, que tiene connotaciones de actividades al margen del sector productivo, y hablan de “esfera de actividades” accesibles a todos, libres de estigma de trabajo precario o temporal mientras el individuo logre insertarse en el mercado de trabajo formal. Para evitar la estigmatización de la esfera social, y lograr la des-mercantilización del trabajo, la economía social postula varias condiciones, que hacen eco de las ya muy antiguas demandas feministas. La primera se refiere al carácter de las actividades de la tercera esfera, que deben tener como objetivo no solamente la auto-realización del individuo, sino también su socialización: el reconocimiento de que su actividad, aunque no remunerable, es socialmente útil. De esta forma, lo que se quiere lograr es el cambio en la jerarquía de valores: lo más valioso debe ser lo que ayuda a crear una comunidad mutualista, no una plusvalía económica o el poder político. El cuidado de los niños y jóvenes, la integración de los ancianos o personas discapacitadas, la organización de la vida comunitaria ya no serían vistos como una carga o una actividad complementaria para las mujeres ociosas con conciencia; serían considerados la esencia misma de las virtudes ciudadanas. Dado que estas actividades implican cumplir con la responsabilidad frente al resto de la sociedad, todos los ciudadanos deben tener asegurado un ingreso social (sueldo ciudadano), independientemente de si trabajan en la tercera esfera o en las actividades remuneradas tradicionales. El objetivo de esta medida es evitar la estigmatización de los que trabajen en la esfera voluntaria. El sueldo social no es concebido como el pago por las actividades de economía social –porque su utilidad no es medible en función del dinero–, sino como la realización del derecho de cada individuo de vivir dignamente y desarrollar proyectos propios. Aquí también se aprovechan las décadas del debate feminista sobre la inclusión de la labor doméstica a la economía formal, en condiciones de equidad no solamente en cuanto a la valoración social, sino también en cuanto a las prestaciones laborales y seguridad social exclusiva actualmente del mercado laboral formal. Según los datos del Banco Mundial, publicados en diDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006

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ciembre de 2002, si el trabajo doméstico que realizan las mujeres en el hogar fuera remunerado económicamente y se incluyera en los indicadores macro, representaría el 17% del Producto Interno Bruto mundial. Pero actualmente es un trabajo devaluado, no solo económica sino también socialmente. Para asegurar la equidad en la valoración social de distintas actividades, la economía social postula que los tres sectores deben ser permeables: los individuos deben poder salirse temporalmente del mercado de trabajo para dedicarse a las actividades sociales y ser sustituidos por los individuos que se reintegran a este. Además, todos deben tener derecho a participar en las instancias de administración local, para decidir sobre la vida interna de cada entidad. De esta forma, no se propone solamente fijar un sueldo por labores comunitarias, sino cambiar nuestra percepción de lo que es el trabajo. El individuo, para lograr la plena autorrealización, debe participar en las actividades tanto económica como socialmente útiles; las labores del cuidado o de desarrollo comunitario no son una penosa necesidad, sino la esencia misma de una comunidad sana. De ahí que, como la última condición, se postula que la sociedad debe valorar de igual manera las actividades voluntarias y las asalariadas. Las actividades voluntarias no estarían sometidas a la reglamentación, a la necesidad de demostrar que no tienen fines de lucro o que sí tienen beneficios sociales medibles. Sería un sector libre, espontáneo, creativo de “acción ciudadana” para el beneficio de la comunidad inmediata. La esfera de la economía social no estaría definida por actividades sin fines de lucro, sino por el hecho de que la ganancia, la utilidad, no constituyen el interés primordial de los inversionistas. El proyecto de la economía social claramente va más allá de encontrar un remedio al desempleo estructural de las sociedades posindustriales; es un intento de crear una nueva sociedad, la sociedad que valora la utilidad social (felicidad, armonía, cooperación, ecología, arte, autorrealización) más que la utilidad económica (riqueza material). Al igual que la ética del cuidado, la economía social postula que el criterio de la responsabilidad social fuera más fuerte que la Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006

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necesidad de la utilidad, lo cual plantea la posibilidad de replantear los fundamentos mismos de la sociedad capitalista moderna y permite desvincular las políticas sociales de la competencia política de los partidos, así como asegura el respeto a la diversidad cultural, dado que cada comunidad o cada individuo pueden desarrollar las actividades que consideran útiles para sí mismo y para la sociedad. De esta manera se evita la imposición de un modelo de vida, que hoy en día es patriarcal, individualista y consumista. Conclusiones Como se pudo apreciar en esta breve revisión, solamente dos tópicos de la teoría política feminista, han servido por su aporte fundamental a las reformulaciones del orden social. Infortunadamente, son también contribuciones frecuentemente ignoradas, incluso menospreciadas, como si la preocupación por la condición social de la mujer fuera manifestación de un sectarismo fanático. El feminismo es, en esencia, un proceso de reflexión sobre la condición del ser humano, concreto en su sexualidad, pero universal en su derecho de que su identidad sea reconocida y sus necesidades sean satisfechas. Siempre se centrará en el análisis de la condición de la mujer, y sería un error afirmar que la discriminación o inequidad que enfrentan las mujeres es la misma que enfrentan las minorías nacionales, los pobres o los desempleados. Independientemente de que otras corrientes teóricas retomen los postulados feministas para enmarcar conceptualmente sus propias luchas, la teoría feminista será necesaria. No obstante, es también importante acercarnos al feminismo como a una teoría general, que nos permite ver la sociedad moderna bajo una nueva luz, revaluar los valores que la fundamentan y encontrar soluciones a los problemas que ya no podemos resolver bajo los paradigmas heredados de los siglos pasados. Bibliografía Elshtain, Jean Bethke, “The communitarian individual”, en: Etzioni, Amitai (ed.) New Comunitarian Thinking. Persons, virtues, institutions, and communities, University Press of Virginia, USA, 1995. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 371-387, semestre II de 2006

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Lister, Ruth, Citizenship: feminists perspectives, New York University Press, New York, 1997. Moller Okin, Susan, “La política y las desigualdades complejas del género”, en: Miller, David y Michael Walzer (comp.), Pluralismo, justicia e igualdad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1997. –––, “Feminism and multiculturalism. Some tensions”, en: Dan Avon y Avner de-Shalit (eds.), Liberalism and its Practice, Routledge, Londres, 1999. Ochman, Marta, “La economía social: ¿una alternativa la problema del desempleo” Proyecciones, 1(6), 2000. Obtenido el 25 de noviembre de 2003, disponible en http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/ proy/n6/exaula/mochman.html. Phillips, Anne, Democracy and difference, The Pennsylvania State University Press, University Park, Pennsylvania, 1993. Soltan, Karol Edward, “Civic Competence, Attractivness, and Maturity”, en: Stephen L. Elkin y Karol Edward Soltan (ed.), Citizen competence and democratic institutions, University Park, Pa. Pennsylvania State University, 1999. Touraine, Alain, ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Fondo de Cultura Económica, México, 2000. Voet, Rian, Feminism and Citizenship, SACE, Londres, 1998. Walzer, Michael, Obligations. Essays on Disobedience, War, and Citizenship, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1970.

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Petróleo e indígenas en Colombia Una mirada desde la seguridad humana1 ANA CECILIA BURGOS GONZÁLEZ [email protected] Artículo recibido 15/09/2006 Evaluación par interno 20/09/2006

Resumen

En Colombia las actividades de exploración, explotación, transporte y procesamiento de hidrocarburos que se vienen realizando desde comienzos del siglo XX son responsables de grandes procesos de transformación del territorio y de degradación de los ecosistemas en los que se realizan. Estos procesos han impactado negativamente la seguridad de las comunidades indígenas poniendo en riesgo su cultura y en algunos casos su existencia misma. Aunque históricamente los derechos de estas poblaciones frente a la explotación petrolera, y minera en general, han cambiado y su autonomía e integridad es protegida por la Constitución de 1991, las comunidades siguen teniendo una alta vulnerabilidad frente a la intervención de los ecosistema que habitan.

1 Este es un artículo de reflexión basado en una metodología de revisión bibliográfica y constituye un avance de investigación que se inscribe en el proyecto “Hacia la redefinición de las relaciones entre medio ambiente y seguridad en la región andina” que hace parte de la línea de investigación “La seguridad, entre lo regional y lo internacional” del Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.

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La degradación ambiental producida directamente por las actividades petroleras y por los procesos de colonización que estas impulsan se constituye en una amenaza a la seguridad de las comunidades, cuyos territorios y recursos de subsistencia se ven disminuidos. La colonización y la presión sobre los recursos naturales que esta produce son motivadas principalmente por la pobreza de poblaciones campesinas que buscan nuevas tierras para habitar, a su vez estos dos procesos son causa de degradación ambiental que empobrece a las comunidades étnicas debido a que afecta sus fuentes de sustento, situación que genera inseguridad para los indígenas. Adicionalmente, la degradación ambiental y la disminución de los territorios ponen en riesgo la cultura de estos grupos humanos, pues afecta sus valores, tradiciones, autoridades y, en general, su forma de vida lo que constituye una amenaza a su seguridad.

Palabras clave: petróleo, indígenas, seguridad humana. Abstract2

In Colombia, the exploration, exploitation, transport, and processing of hydrocarbons since the beginning of the 20th century have caused great territory transformations and ecosystem degradation. These processes have impacted adversely the indigenous communities security, exposing their culture and, in some cases, their existence itself. Even though, facing oil and, in general, mineral exploitation, the rights of this population have changed historically and their autonomy and integrity is protected by the 1991 Constitution, the communities are still highly vulnerable to the intervention on the ecosystem they inhabit. The environmental degradation directly arisen from the oil exploitation activities and the colonization they have driven, has become a threat to the security of the communities whose territories and subsistence resources have been reduced. Colonization and the resulting natural resource pressure are mainly caused by the poverty of the country population that seek new lands to occupy and these two facts cause in turn the environmental degradation that impoverish the 2 This document is a meditation paper based on a bibliographic review methodology and constitutes a research advance registered in the “Towards the redefinition of the relationship between environment and security in the Andean Region” project, which is part of the research line “Security – between the regional and the international” carried out by the Center for Political and International Studies of the Universidad del Rosario.

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ethnic communities by affecting their living sources, thereby causing insecurity to the indigenous population. In addition, environmental degradation and territory reduction risk these human groups’ culture by impacting their values, tradition, authorities and, in general, their way of living, and therefore turn into a threat to their security.

Key words: petroleum, indigenous, human security.

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Introducción Este artículo analiza la relación entre la explotación de recursos naturales, específicamente del petróleo y la seguridad de las poblaciones indígenas, haciendo énfasis en la relación que existe entre ocupación del territorio, estrés ambiental y pobreza y la de estos con la seguridad humana. Actualmente, los 638 resguardos existentes ocupan el 27% del territorio colombiano correspondiente a 31.3 millones de hectáreas. Estos resguardos son propiedad colectiva de los 82 pueblos indígenas del país y están presentes en la mayoría de los departamentos.3 La población indígena colombiana asciende a aproximadamente 800.000 personas que equivalen al 2% de la población total del país4 y a pesar de que constituyen una minoría tienen derecho a ser consultados sobre todos los proyectos de explotación de recursos naturales que se realicen en sus territorios. Por lo anterior, los pueblos indígenas son protagonistas de buena parte de los proyectos de explotación minera y especialmente de explotación petrolera, proyectos que producen una fuerte intervención en el medio ambiente y que representan una amenaza para la forma de vida de las comunidades y en algunos casos para su supervivencia. Para las comunidades indígenas colombianas la relación con los elementos medio ambiente y territorio es vital para la reproducción de su cultura y costumbres; por este motivo, todas las transformaciones que estos dos elementos sufren tienen un impacto en su bienestar y su forma de vida. En los últimos años las actividades de explotación de recursos naturales en general, y de recursos mineros en particular, se han convertido en el país en fuente de conflicto entre estas comunidades, por un lado, y el Gobierno y las empresas, por el otro, ya que poseen visiones radicalmente distintas sobre la relación con el medio ambiente. Para los indígenas la madre tierra es considerada un ser vivo y por ello lo que se le haga tiene consecuencias que van más allá del impacto físico. Desde este 3 Colombia, Departamento Nacional de Planeación, “Bases para el Plan Nacional de Desarrollo 2002-2006. Capítulo III. Construir Equidad Social”, Bogotá, 2002, disponible en http://www.dnp.gov.co/paginas_detalle.aspx?idp=699, última actualización no disponible, consulta realizada el 10 de septiembre de 2006. 4 Ibíd.

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punto de vista, la naturaleza no debe ser explotada ni agredida porque los pueblos indígenas se consideran parte de ella.5 Por esta razón, conciben una relación de respeto y dependencia con la tierra que se expresa en el manejo del medio ambiente y de los recursos naturales y que es contraria a la fuerte intervención ambiental que generan las actividades petroleras.6 El sector petrolero tiene un peso importante en la economía colombiana, pues es el principal producto de exportación (representa el 55.4% del total de las exportaciones) y es la actividad que más recursos aporta a las finanzas públicas;7 de hecho, en 2005 aportó 2.8 billones de pesos por concepto de regalías.8 A pesar de su importancia, las reservas de petróleo colombianas han disminuido en los últimos años, al punto de que el país está cerca de perder su autosuficiencia petrolera, que por ahora está garantizada hasta el año 2010.9 Por esta razón, en los últimos años el Gobierno ha realizado una serie de reformas con las que busca incentivar la inversión en el sector hidrocarburos y de esta forma evitar que el país pierda su condición de país exportador de petróleo. Una de las reformas fue la separación de dos roles que venía desempeñando Ecopetrol, entidad que al mismo tiempo era una empresa industrial dedicada 5 Actualidad Étnica, “Indígenas en el Día del Medio Ambiente: No somos nada sin la madre tierra”, Bogotá, 2006, disponible en http://www.etniasdecolombia.org/actualidadetnica/ detalle.asp?cid=3633, última actualización 1 de septiembre de 2006, consulta realizada el 2 de septiembre. 6 José Sebastián Jansasoy, “Plan de vida del pueblo Cofán y cabildos indígenas del valle del Guamuéz y San Miguel. Una propuesta indígena de desarrollo y paz en el departamento del Putumayo”, en: Colombia, Departamento Nacional de Planeación, Construcción de un futuro para Colombia desde sus territorios, Departamento Nacional de Planeación, Bogotá, 2003, p. 131. 7 Colombia, Ministerio de Minas y Energía, “Memorias al Congreso 2005-2006. Sección A sector hidrocarburos”, 2006 p. 20. Disponible en http://www.minminas.gov.co/minminas/ pagesweb.nsf ?opendatabase última actualización 16 de septiembre de 2006, consulta realizada el 16 de septiembre de 2006. 8 Ibíd. 9 Colombia, Presidencia de la República, “Hasta el 2010 Colombia prorrogará autosuficiencia petrolera”, marzo 31 de 2005, disponible en www.presidencia.gov.co/prensa_new/ sne/2005/marzo/31/063, última actualización 15 de septiembre de 2006, consulta realizada el 15 de septiembre de 2006.

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a las actividades de exploración y explotación de hidrocarburos y el administrador de las reservas de hidrocarburos del país. Como resultado de esta separación fue creada la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), entidad que está encargada de administrar los contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, las reservas y la información geológica.10 Otra de las reformas fue realizada por la ANH, que rediseñó el modelo de contratación con las empresas petroleras con el fin de hacer más atractiva la inversión en el país. Sin desconocer la importancia que el sector petrolero tiene en la economía y dado que actualmente es prioritario para el país encontrar nuevas reservas de petróleo, revisar los efectos que las actividades de exploración y explotación petrolera han tenido en las poblaciones indígenas permite analizar la necesidad de proteger a las comunidades y su territorio, especialmente si se tiene en cuenta la gravedad de la situación humanitaria de los indígenas colombianos y los derechos que tienen las comunidades frente a la explotación de recursos naturales. Los pueblos indígenas son víctimas de violaciones de los derechos humanos “como resultado, entre otras, de las dinámicas del conflicto armado interno, la implantación en gran parte del país de grupos armados ilegales vinculados a estructuras regionales y locales de poder político o los fuertes intereses económicos vinculados al narcotráfico y a la explotación de los recursos naturales”.11 Es decir, los territorios indígenas reciben presiones tanto de los actores de conflicto armado como de actividades económicas legales, específicamente de actividades como la explotación forestal, las explotaciones mineras (petróleo, oro, carbón, salitre), los megaproyectos hidroeléctricos y la construcción de vías, actividades que producen efectos negativos en las condiciones de vida de las comunidades.12 Colombia, Ministerio de Minas y Energía, Unidad de Planeación minero energética, La cadena de petróleo en Colombia, Ministerio de Minas y Energía, Bogotá, 2005, p. 27. 11 Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, Comisión de Derechos Humanos, Informe del relator especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas. Misión a Colombia. 2004, p. 5, disponible en www.acnur.org/biblioteca/pdf/ 3175.pdf, consulta realizada el 30 de agosto de 2006. 12 Ibíd., pp. 14, 19. 10

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Frente a esta situación los indígenas colombianos cuentan con una serie de derechos y de mecanismos de protección que les permiten proteger su integridad territorial y cultural de la intervención de los grandes proyectos de inversión. La Corte Constitucional ha participado en la resolución de algunos de los conflictos alrededor de los recursos naturales entre las empresas petroleras y las comunidades indígenas, así como en el desarrollo de los derechos que estas últimas tienen; ha convertido a la acción de tutela y a la consulta previa en herramientas para que las comunidades puedan defender la integridad de sus territorios y para obligar a que durante los proyectos de explotación de recursos naturales sus intereses sean tenidos en cuenta. A pesar de que estas dos herramientas tienen limitaciones y que en ocasiones las comunidades perciben que sus intereses no son realmente respetados por las empresas, constituyen un avance importante en la protección de la seguridad de las minorías étnicas del país. Este artículo de reflexión, basado en una metodología de revisión bibliográfica, se divide en cuatro secciones. En la primera parte se aborda la relación entre seguridad humana, degradación ambiental, pobreza y territorio, que son los conceptos alrededor de los cuales se articula el análisis de la relación entre explotación petrolera y seguridad de las comunidades indígenas. En la segunda parte se realiza una revisión de las consecuencias que en Colombia las explotaciones petroleras han tenido sobre los pueblos indígenas. Para ello se analizan tres casos ejemplares: la Concesión Barco, desarrollada en la región del Catatumbo; la Concesión De Mares, desarrollada en el Magdalena Medio y la explotación petrolera realizada en el departamento del Putumayo. Con el fin de conocer el desarrollo de mecanismos legales de protección de los derechos de los pueblos indígenas frente a la explotación de recursos naturales, en la tercera parte se analizan los alcances de la consulta previa y los desarrollos que en el tema de protección de los territorios indígenas ha realizado la Corte Constitucional. Posteriormente se analiza, a partir de las secciones anteriores, la relación entre medio ambiente, actividades petroleras y seguridad de las comunidades indígenas, haciendo énfasis en la colonización como causa de degradación medioambiental y pérdida Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 389-418, semestre II de 2006

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del territorio. Por último, este artículo propone que el Estado debe encontrar la forma de compatibilizar la protección de la diversidad cultural de la nación, de forma que se garantice la seguridad de las poblaciones indígenas y el interés que comparten las empresas petroleras y el Gobierno por descubrir y explotar nuevos yacimientos de hidrocarburos que garanticen la autosuficiencia petrolera del país. Seguridad ambiental en el marco de la seguridad humana El artículo toma como marco de análisis la visión humana de la seguridad ambiental que se ubica no en el concepto tradicional de seguridad enfocado en las amenazas al Estado, sus fronteras e integridad territorial, sino en la protección y el bienestar del individuo, las comunidades y de la sociedad en general.13 El concepto de seguridad humana comprensiva está formado por dos componentes: uno político, que hace referencia a los asuntos militares, económicos y socio humanitarios y uno ambiental, relacionado con los recursos naturales, su protección y utilización.14 A diferencia del concepto tradicional de seguridad, una visión humana de la seguridad permite analizar las amenazas que afrontan las comunidades indígenas colombianas teniendo en cuenta las particularidades de este grupo humano que es minoritario en el país y que posee una visión de la relación con el medio ambiente y con el territorio distinta a la que desarrolla el Estado en las actividades de explotación minera. Así, el concepto de seguridad humana permite analizar de qué forma las actividades petroleras pueden afectar específicamente a las comunidades indígenas, su cultura, sus medios de subsistencia, el medio ambiente y el territorio en el que se desarrollan.

13 Adil Najam, “The human dimensions of environmental insecurity: Some insights from South Asia”, en: Environmental change and security project report, num. 9, The Woodrow Wilson Institute, 2003, p. 61. 14 Arthur Westing, “The environmental component of comprehensive security”, en: Bulletin of peace proposals, vol. 20, num. 2, Internacional Peace Research Institute, Sage Publications, Oslo, 1989, p. 129, citado por Stéphanie Lavaux, “Medio ambiente y seguridad: una relación controvertida pero necesaria”, en: Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, Bogotá, 2004, pp. 22–23.

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El componente ambiental de la seguridad humana permite relacionar los problemas ambientales con otras formas de inseguridad que pueden ser agravados por este, como el desplazamiento forzoso o la pobreza.15 Un enfoque humano de la seguridad permite relacionar “las amenazas a los valores, identidad, a la cultura, al desarrollo sostenible y al bienestar económico y social de las personas”16 con los problemas ambientales. Así, los problemas de estrés ambiental constituyen riesgos para la seguridad humana, ya que pueden afectar el bienestar de las personas y las comunidades. En la categoría estrés ambiental se incluyen fenómenos de degradación, cambio, escasez y conflicto medioambiental.17 La escasez de recursos naturales es originada por tres factores diferentes que pueden reforzarse mutuamente: la disminución en la oferta, el aumento en la demanda y los cambios en la distribución del recurso.18 La disminución en la oferta puede a su vez ser ocasionada por procesos de contaminación ambiental, que consisten en la reducción de la calidad del recurso, o por agotamiento, es decir, una reducción en su cantidad.19 La pobreza tiene un papel importante para explicar la relación entre degradación ambiental e inseguridad humana, ya que es la principal causa de la tensión o degradación ambiental y, al mismo tiempo, es la manifestación más importante de la inseguridad humana. 20 La pobreza, especialmente expresada como pérdida del sustento de las familias, produce una presión sobre los recursos que lleva a la degradación ambiental, lo que a su vez aumenta la aumenta generando un círculo vicioso.21 Una de las consecuen15 Stéphanie Lavaux, “Medio Ambiente y Seguridad: una relación controvertida pero necesaria”, pp. 22-23. 16 Ibíd., p. 19. 17 Lavaux, Stéphanie, “Degradación ambiental y conflictos: las conexiones”, en Revista CIFE, núm. 9, Universidad Santo Tomás, Bogotá, 2004. p. 73. 18 Daniel M. Schwartz, Tom Degliannis, Thomas Homer-Dixon, “The environment and violent conflict: A response to Gleditsch´s critique and some suggestions to future research” Environmental Change and Security Project Report 6, 2000, p. 80. 19 Ibíd., p. 79. 20 Adil Najam, “The human dimensions of environmental insecurity: some insights from South Asia”, p. 62. 21 Ibíd., pp. 64, 66.

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cias de las actividades petroleras en los territorios indígenas es la degradación de los recursos naturales y con ello el empobrecimiento de las comunidades indígenas, cuyas fuentes tradicionales de sustento –como la caza y la pesca– se ven afectadas. De esta forma, para el análisis propuesto en este artículo el territorio es un elemento central de la seguridad de los pueblos indígenas. El territorio es el espacio que “un pueblo (etnia o nación) ocupa o utiliza de alguna manera, sobre el cual genera sentido de pertenencia, que confronta con el de otros, lo organiza de acuerdo con los patrones de diferenciación productiva (riqueza económica), social (origen de parentesco) y sexo/género (división sexual de los espacios) y ejerce jurisdicción”.22 Así, el territorio es construido por sus pobladores que “generan comportamientos culturales en torno a él” .23 Las poblaciones indígenas no conciben el territorio como una posesión o propiedad, ya que este es un espacio colectivo de carácter vital y sagrado. Es al mismo tiempo el lugar en el que se reproducen los usos y costumbres indígenas, fuente de conocimientos y en el que se realiza la transferencia de saberes; espacio que garantiza la existencia de los pueblos indígenas y lugar sagrado de carácter ancestral.24 El territorio garantiza la existencia de las comunidades y es necesario para proveer las condiciones necesarias para conservar la cultura y la forma de vida. De esta forma, el territorio se convierte en elemento principal de la seguridad de los pueblos indígenas, pues es fuente de subsistencia, de sacralidad; el espacio en el que se ejerce soberanía, se realiza y se reproduce la cultura.

22 Carlos Vladimir Zambrano, “Territorios plurales, cambio sociopolítico y gobernabilidad cultural”, en: Beatriz Nates (comp.), Territorio y cultura. Territorios en conflicto y cambio socio cultura. Memorias II seminario internacional sobre territorio y cultura, Grupo de Investigación Territorialidades Departamento de Antropología y sociología Universidad de Caldas, Manizales, 2001, p. 45. 23 Ibíd. 24 José Sebastián Jansasoy, “Plan de vida del pueblo Cofán y cabildos indígenas del valle del Guamuéz y San Miguel. Una propuesta indígena de desarrollo y paz en el departamento del Putumayo”, p. 132.

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Explotación petrolera y comunidades indígenas en Colombia La explotación petrolera en Colombia inició sus actividades en las primeras décadas del siglo XX en desarrollo de las concesiones Barco y de Mares, entregadas por el gobierno de Rafael Reyes en 1905. Dichas concesiones autorizaban la explotación de yacimientos de petróleo en las selvas del Catatumbo y del Carare Opón, zonas que contaban con una gran diversidad de fauna y flora así como gran riqueza hídrica. Estaban habitadas por las comunidades Motilón Bari y Yariguíes, que se vieron afectadas por la explotación petrolera, ya que los primeros sufrieron una gran pérdida de población y vieron disminuir sus territorios; los segundos desaparecieron por completo poco después de que comenzaron las actividades petroleras en su territorio. Estos dos casos se expondrán más adelante. La entrada de las empresas petroleras a estas zonas significó una profunda transformación de los ecosistemas y del uso del territorio, pues las selvas no intervenidas pasaron a ser, gracias la explotación petrolera, “baldíos” disponibles para la colonización por parte de población que buscaba tener acceso a nuevas tierras.25 Otras regiones del país vivieron el mismo proceso, como el Putumayo con los yacimientos de Orito, caso que se describirá posteriormente. La concesión Barco

La concesión Barco se desarrolló en la región del Catatumbo, ubicada en el departamento de Norte de Santander, cerca de la frontera con Venezuela. A comienzos de siglo esta zona estaba habitada por los indígenas Motilón Bari, quienes se vieron afectados por la explotación de la concesión, tras la reducción de su población como del territorio. La concesión que inicialmente había sido entregada a Virgilio Barco Martínez, abuelo del expresidente de Colombia, Virgilio Barco Vargas, fue desarrollada por las empreAlfonso Avellaneda Cusaría, “Petróleo, ambiente y conflicto en Colombia”, en: Martha Cárdenas y Manuel Rodríguez (ed.), Guerra, sociedad y medio ambiente, Foro Nacional Ambiental, Bogotá, 2004, p. 457. 25

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sas Colombian Petroleum Company y South American Gulf Oil Co. (filiales de la Gulf Oil Company) a partir de 1931.26 Una de las particularidades del contrato de concesión es que garantizaba a las empresas una cierta protección del Estado contra los indígenas que habitaban la zona. Esta protección se consideraba necesaria, pues los motilones tuvieron una reacción violenta ante la llegada de las actividades petroleras a su territorio. El contrato de concesión contenía una cláusula en la que se consagraba que “el gobierno prestará a las compañías contratantes la protección debida para prevenir o repeler las tribus de motilones o salvajes que moran en las regiones de que hacen parte los terrenos materia de este contrato, lo que se hará por medio de cuerpos de Policía armada o de fuerza pública”.27 Esta cláusula muestra que las labores de exploración y explotación petrolera eran concebidas como tareas de conquista de un territorio inexplorado, habitado por salvajes a quienes no se les reconocía ningún derecho sobre las tierras que ocupaban. La llegada de las empresas petroleras y la construcción de un oleoducto para llevar el petróleo a la costa atlántica, junto con las carreteras construidas, permitieron el ingreso masivo de colonos en la zona, afectando aún más a la población indígena y produciendo su desplazamiento. A comienzos de siglo, la población motilona era mayor a 2.000 personas y para los años sesenta era de aproximadamente 1.200 personas.28 En cuanto al territorio de esta comunidad, era de aproximadamente 19.000 km2 a comienzos de siglo y se vio reducido a cerca de 7.400 km2 para 1950.29 Alfonso Avellaneda Cusaría, Petróleo, colonización y medio ambiente en Colombia. De la Tora a Cusiana, primera edición, Ecoe ediciones, Bogotá, 1998, p. 18. 27 Ibíd., p. 18. Roque Roldan “Aproximación histórica a la explotación de petróleo en territorios indígenas”, en: Organización Nacional Indígena Colombiana, Tierra profanada: grandes proyectos en territorios indígenas de Colombia, Disloque editores, Bogotá, 1995. 28 INDEC, La colonización del Catatumbo, Publicación Multilit, Incora, vol. 1, 1971, p. 77, citado por Roque Roldan, op. cit. 29 Instituto de Cultura Hispánica, Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena, Colección Quinto Centenario, t. II, Bogotá, 1993, p. 80, citado por Alfonso Avellaneda Cusaría, op. cit., p. 23. 26

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En la década de los setenta la situación de los motilones cambió, pues fue creada una reserva de 83.000 hectáreas para este grupo. Aunque parte de estas tierras estaban ocupadas por colonos, el reconocimiento de la propiedad territorial es un factor de tranquilidad para la comunidad.30 Adicionalmente, la concesión pasó a ser explotada por Ecopetrol, con lo cual se abrieron “posibilidades de comunicación entre la empresa y los indígenas”.31 La concesión de Mares

Las selvas del Carare Opón en las que se implantó la concesión de Mares estaban habitadas por los indígenas yariguíes en el momento de la llegada de la Tropical Oil Company (Troco) en 1916,32 empresa a la que Roberto de Mares le traspasó la concesión que le había sido entregada. Aunque la población de los yariguíes había comenzado a disminuir a partir de la segunda mitad del siglo XIX,33 desapareció por completo después de que comenzó la explotación petrolera sin que se conozca la clase de relación que se estableció entre los indígenas y la empresa.34 Aunque inicialmente la concesión estaba en manos de Troco, esta empresa traspasó sus derechos de explotación a la International Petroleum Company (subsidiaria de la Stadart Oil), que desarrolló sus actividades petroleras en la región hasta 1951, cuando la concesión de Mares pasó a manos del Estado colombiano y empezó a ser operada por la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol. La presencia de las diferentes empresas petroleras en la región del Roque Roldan op. cit. Ibíd. 32 Miguel Ángel Santiago, “Crónica de la concesión de mares. Actividades preliminares de la Troco”, Ecopetrol, Bogotá, marzo 21 de 2003, disponible en http://www.ecopetrol. com.co/contenido.aspx?catID=149&conID=255&pagID=945, última actualización no disponible, consulta realizada 3 de septiembre de 2006. 33 Alfonso Avellaneda Cusaría, op. cit., p. 24. 34 Roque Roldan, op. cit. Una explicación para la desaparición de este pueblo sostiene que fueron aniquilados por medio de expediciones militares por la Standard Oil. Véase Tatiana Roa Avendaño, “Petróleo y deuda ecológica. Inicios de la historia de una saqueo”, en: Censat, Una exigencia del sur: reconocer la deuda ecológica, Editorial Bochica, Bogotá, 2001, p. 93. 30 31

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Magdalena Medio significó un cambio profundo en las condiciones y usos de ese territorio, proceso que estuvo determinado por la llegada masiva de nuevos habitantes, la creación de nuevos poblados y el crecimiento de los que existían. Muchas zonas que a comienzos de siglo eran selvas pasaron a convertirse en áreas ganaderas e industriales gracias a la incursión de las empresas petroleras que construían campamentos y carreteras,35 facilitando así la entrada al territorio de otros grupos humanos diferentes a los pobladores originales, los indígenas. La Troco consideraba la explotación petrolera como una tarea civilizadora que se encargaba de llevar el progreso a una tierra salvaje en la que las condiciones de vida eran difíciles porque no había “facilidades de vivienda” y por la cantidad de enfermedades tropicales que se presentaban,36 como infecciones intestinales, fiebre amarilla y paludismo.37 La explotación petrolera en el Putumayo

La llegada de la Texas Petroleum Company al departamento del Putumayo se desarrolló de forma similar a la exploración en el Carare Opón y en el Catatumbo a pesar de realizarse varias décadas después. En la década de los sesenta, el Putumayo se caracterizaba por estar aislado del resto del país, por no contar con vías terrestres y por estar habitado por una población en su mayoría indígena de las etnias Cofán, Siona, Huitoto, Inga y Koregüaje, comunidades que mantenían sus sistemas tradicionales de organización y su cultura.38

Alfonso Avellaneda Cusaría, op. cit., p. 459. Eduardo Sáenz Rovner, “La industria petrolera en Colombia, concesiones, reversión y asociaciones”, Revista Credencial Historia, edición 49, Bogotá, enero de 1994, disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/enero94/enero2.htm última actualización 17 de mayo de 2005, consulta realizada 28 de agosto de 2006. 37 Miguel Ángel Santiago, “Crónica de la concesión de mares. La vida en los campamentos era ruda”, Ecopetrol, Bogotá, 21 de marzo de 2003, disponible en http://www.ecopetrol. com.co/contenido.aspx?catID=149&conID=255&pagID=952, última actualización no disponible, consulta realizada 3 de septiembre de 2006. 38 Roque Roldán, “Organización Nacional Indígena de Colombia “Aproximación histórica a la explotación de petróleo en territorios indígenas” y Roque Roldán Minería en territorios indígenas de Colombia, Perú y Venezuela (Petróleo, carbón, bauxita, oro y diamantes), Disloque editores, Bogotá, 1999, p. 52. 35 36

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La Texas construyó campos petroleros, carreteras y toda la infraestructura necesaria para la producción petrolera, también el oleoducto trasandino que transportaba el petróleo hasta el puerto de Tumaco en la costa pacífica. Como en los casos anteriores, junto con la empresa llegaron también grandes cantidades de colonos que se asentaron en tierras que antes habían constituido territorio de los indígenas. Para la Texas la llegada al Putumayo era una tarea de adaptación de un territorio inhóspito y de colonización.39 Con su llegada a la región se fundaron nuevas poblaciones como Orito, La Hormiga y El Tigre y otras que crecieron gracias al impulso de la actividad petrolera.40 Para los indígenas, la llegada de la empresa petrolera significó la disminución de su territorio, de forma que para 1973 habían sido ocupados entre el 60 y el 70% de las tierras del pueblo Cofán. En ese año el Incora les entregó dos reservas de 13.563 hectáreas y en 1976 otras dos de 14.454 hectáreas, terrenos que se vieron nuevamente reducidos debido a la ocupación de los colonos.41 Actualmente, los cofanes tienen una población de 1.122 habitantes y conservan menos del 5% de las más de 28.000 hectáreas que les fueron asignadas en los años setenta.42 No obstante, en el período 2004-2005 se constituyeron o ampliaron 17 resguardos indígenas en el Putumayo que pertenecen a las diferentes comunidades indígenas que habitan el departamento y tienen un área total de 49.548 hectáreas; adicionalmente, hay otros 10 resguardos en trámite de aprobación.43 39 En una publicación de la empresa, la exploración en el Putumayo es descrita como “una utopía. La ferocidad de la selva virgen, la inclemencia del tiempo y la ausencia total de vías de comunicación hacían casi imposible pensar en descubrir crudo”. Texas Petroleum Company, Historia de una epopeya. La Texas Petroleum Company en Colombia, Texas Petroleum Company, Bogotá, 1991, p. 73. 40 Texas Petroleum Company, Historia de una epopeya. La Texas Petroleum Company en Colombia, p. 65. 41 Roque Roldán, op. cit. 42 José Sebastián Jansasoy, op. cit., pp. 124, 126-127. 43 WWF Colombia, “Escudos de la Naturaleza”, Bogotá, disponible en el sitio Web http:/ /www.wwf.org.co/colombia/articulo_detalle.php?lang=es&ir=a53, última actualización no disponible, consulta realizada el 11 de septiembre de 2006.

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Derechos de los pueblos indígenas y explotación de recursos naturales Desde las primeras décadas de siglo XX, época en la que comenzó a realizarse en Colombia la explotación petrolera, actividad que continúa hasta hoy, el país ha avanzado de forma importante en cuanto la normatividad dedicada a la protección de las minorías étnicas, siendo el principal avance el reconocimiento en la Constitución de 1991 de la diversidad étnica y cultural de la nación y la consagración de la autonomía de las comunidades indígenas, autonomía que contiene el derecho a gobernarse por autoridades propias y a realizar funciones jurisdiccionales dentro de sus territorios según sus usos y costumbres. El artículo 330 de la Constitución consagró además el derecho de las comunidades a participar en las decisiones relacionadas con la explotación de recursos naturales en sus territorios y su realización sin afectar su integridad social, cultural y económica. Este derecho está consagrado también en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por Colombia en 1991, el cual establece que los pueblos indígenas tienen derecho a participar en aquellos procesos de desarrollo que afecten su vida, creencias, bienestar y a las tierras que ocupan.44 La participación de las comunidades se hace efectiva a través de la consulta previa45 que se ha constituido en el principal mecanismo de los indígenas para defender tanto su integridad étnica, cultural y territorial como su derecho a la autonomía. La consulta previa obliga a que durante la realización de cualquier proyecto de infraestructura público o privado o explotación de recursos naturales que afecte los territorios de Gloria Amparo Rodríguez, “La consulta previa a los pueblos indígenas” en: Carlos Parra Dussán y Gloria Amparo Rodríguez (eds), Comunidades étnicas en Colombia. Cultura y jurisprudencia, Centro editorial Universidad del Rosario, Bogotá, 2005, p. 115. 45 La consulta previa se desarrolla en diferentes normas: Ley 99 de 1993, que crea el Ministerio del Medio Ambiente y el Sistema Nacional Ambiental; Ley 21 de 1991, por el cual se adopta el Convenio 169 de la OIT; Ley 70 de 1993, que consagra los derechos de las comunidades negras; Decreto 1320 de 1998, que trata el proceso de consulta previa en lo relacionado con licencias ambientales; Decreto 1397 de 1996, el cual crea la Comisión Nacional de Territorios Indígenas y la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas. 44

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las comunidades étnicas, estas sean consultadas y a tener en cuenta el impacto económico, social, ambiental y cultural que pueda causarles el proyecto. Los alcances de la consulta previa como mecanismo de protección de los derechos de las minorías étnicas colombianas es un asunto que ha sido tratado por la Corte Constitucional en sentencias en las que desarrolla los principios constitucionales que reconocen y defienden la diversidad étnica y cultural de la nación. La Corte ha analizado la relación de las comunidades con el medio ambiente del que hacen parte y considera que “la población indígena y el entorno natural se constituyen en un sistema o universo merecedor de la protección integral del Estado”.46 Adicionalmente, la consulta previa ha sido considerada como un “derecho fundamental para la comunidad por estar ligada a su subsistencia como grupo humano y como cultura”,47 es decir, se considera esencial para la protección de su integridad cultural, étnica, social y económica e incluso para asegurar la existencia misma de las comunidades indígenas y de las comunidades negras. Pese a su importancia, la consulta previa tiene límites, debido a que en caso de que no sea posible concertar o llegar a un acuerdo con la comunidad, es el Gobierno quien en últimas tiene la potestad de autorizar o no la realización de un proyecto. Es decir, el proyecto puede llevarse a cabo incluso si la comunidad se opone definitivamente a su realización. En este caso deben establecerse los mecanismos necesarios para mitigar los efectos que pueda producir en la comunidad y sus miembros.48 Lo anterior no significa que es suficiente con informar o notificar a las comunidades la realización de un proyecto de exploración o explotación de recursos naturales para Colombia, Corte Constitucional, “Sentencia T-342 de 1994”, citado por Carlos Parra Dussán “Jurisprudencia relevante para la comunidad indígena en Colombia”, en: Carlos Parra Dussán y Gloria Amparo Rodríguez (eds), op. cit., p. 146. 47 Colombia, Corte Constitucional, “Sentencia SU-039 de 1997” citado por Gloria Amparo Rodríguez, “La consulta previa a los pueblos indígenas”, en: Carlos Parra Dussán y Gloria Amparo Rodríguez (eds), op. cit. 48 Gloria Amparo Rodríguez, op. cit., p. 127-128; Carlos Parra Dussán, op. cit., pp. 175-176. 46

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surtir el trámite, pues la consulta es un proceso que se debe realizar con anterioridad al desarrollo del proyecto, que debe respetar los tiempos y modos de discusión de los indígenas, que no debe ser manipulado para legitimar decisiones ya tomadas y en el que se debe dar información completa y transparente a las comunidades.49 El Decreto 1320 de 1998, que reglamenta la consulta previa en la explotación de recursos naturales, establece otro límite a los alcances de esta relativo al ámbito de aplicación, ya que la consulta solo se realiza en resguardos indígenas, en áreas de propiedad colectiva de las comunidades negras y en zonas no tituladas pero habitadas de forma permanente por las comunidades, mediante certificación del Ministerio del Interior y de Justicia. Esto implica que los proyectos que no se realicen en los espacios que legalmente son considerados territorios indígenas, pero que igual son considerados por las comunidades como parte integral de su territorio, estas no tienen derecho a participar. Legalmente los territorios indígenas son de varios tipos: las entidades territoriales indígenas;50 los resguardos, que corresponden a territorios de propiedad colectiva de las comunidades (tienen carácter inembargable); las parcialidades o comunidades que no tienen resguardos y las reservas. Las comunidades o parcialidades indígenas son aquellos grupos que no tienen títulos de propiedad o cuyos resguardos fueron disueltos e indígenas que poseen tierras en forma individual. Las comunidades y parcialidades que no cuentan con un resguardo y cuyos territorios no son reconocidos por el Ministerio del Interior y de Justicia, en la práctica pierden el derecho a participar en la consulta previa. Este es, según la Organización Nacional Indígena de Colombia, el caso de la comunidad Bari cuya presencia y existencia en la zona en la que se desarrolla el proyecto de explotación de Petróleo Álamo I fue negado por la dirección de Etnias del MinisteGloria Amparo Rodríguez, op. cit., p. 123–124. Estas entidades deben ser reglamentadas por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, que aún no se ha expedido. 49 50

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rio del Interior y de Justicia; por esta razón, la comunidad vio negado su derecho a la consulta previa.51 Así, aunque la consulta es un mecanismo importante en la protección de los derechos de las comunidades, porque obliga a que sean tenidas en cuenta, tiene límites que hacen que pierda su eficacia. Por lo anterior, comunidades como los U’wa consideran que aceptar la realización de la consulta previa es equivalente a aceptar la ejecución del proyecto.52 Teniendo en cuenta los pronunciamientos de la Corte Constitucional, en los que obliga a consultar con las comunidades antes de la aprobación de un proyecto, negarse a participar en los mecanismos de consulta puede interpretarse como una estrategia para evitar que un proyecto pueda llevarse a cabo. Es decir, con sus sentencias la Corte protegió los intereses de las empresas señalando que, una vez realizada la consulta, las autoridades son las que determinan la realización o no del proyecto sin importar la posición de los indígenas, pero protegió a las comunidades, ya que ningún proyecto se puede realizar sin consulta previa. A continuación se analizarán dos casos emblemáticos de conflicto entre comunidades indígenas y empresas petroleras en los que se evidencian las posibilidades y limitaciones de los mecanismos jurídicos (consulta previa y acción de tutela) que poseen los grupos étnicos para defender sus territorios. En el primero participan los indígenas U’wa y la empresa Occidental de Colombia; en el segundo, los Nukak Maku y Ecopetrol. Occidental de Colombia y los indígenas U’wa

Una de las regiones de Colombia con mayor potencial de producción petrolera es la región del Sarare, en la que se encuentran los 51 Organización Nacional Indígena de Colombia, “Jornada de solidaridad con el pueblo Bari por la explotación petrolera en nuestro territorio” Bogotá, 26 de abril de 2006, disponible en http://www.onic.org.co/nuevo/comunicados.shtml?x=164, última actualización no disponible, consulta realizada el 12 de septiembre de 2006. 52 Asociación de autoridades tradicionales y cabildos U´wa, “¿Por qué el pueblo U´wa rechaza la consulta previa?”, Resguardo Indígena Unido U´wa, 2 de mayo de 2005, disponible en www.etniasdecolombia.org/documentos/Posicion%20oficial%20uwa%20 consulta%20previa_05_05_05.doc consulta realizada el 11 de septiembre de 2006.

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bloques de explotación Sirirí y Samoré. En esta misma área están ubicados los indígenas U‘wa, dispersos en varios municipios de Santander, Norte de Santander, Boyacá y Arauca.53 La empresa Occidental de Colombia inició acciones para realizar actividades de exploración y explotación petrolera en el bloque Samoré en la década de los noventa, situación a la que se opuso la comunidad U’wa, incluso con la amenaza de un suicidio colectivo en caso de no lograr evitar la entrada de la Occidental a su territorio, y que se convirtió en un conflicto jurídico, por un lado, entre la empresa y el Ministerio del Medio Ambiente y la Comunidad indígena, por el otro. Uno de los requisitos que debía cumplir Occidental para obtener la licencia ambiental para desarrollar el proyecto era la realización de la consulta previa con los indígenas. Con el ánimo de obtener la licencia, en enero de 1995 se realizó en Arauca una reunión para consultar a la comunidad U’wa sobre el proyecto. En esa reunión participaron las empresas Ecopetrol y Occidental de Colombia y los ministerios de Minas y Energía y del Medio Ambiente. Después de dicha reunión el Ministerio del Medio Ambiente otorgó la licencia ambiental, decisión que fue rechazada por la comunidad indígena que se manifestó en contra de la exploración, argumentando que para ellos “el petróleo es la sangre de la madre tierra y sacarlo sería como asesinarla”.54 La Defensoría del Pueblo, por solicitud de las autoridades tradicionales indígenas (la Asociación de Autoridades Tradicionales U‘wa), presentó una acción de tutela para revocar la licencia ambiental por no realización de la consulta y una acción de nulidad para pedir la suspensión de la misma.55 53 Colombia, Ecopetrol, “La exploración y los U‘wa I”, en: Carta petrolera, Bogotá, abriljunio de 2003, disponible en http://www.ecopetrol.com.co/contenido.aspx?catID= 153&conID=36098&pagID=127111, última actualización no disponible, consulta realizada 22 de agosto de 2006. 54 Asociación de autoridades tradicionales de U´wa, “Los abusos de Riowa”, Cubará, disponible en http://www.uwacolombia.org/riowa/index.html, última actualización no disponible, consulta realizada 10 de agosto de 2006. 55 Ibíd.

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En septiembre de 1995 el Tribunal Superior del Distrito Judicial falló en primera instancia a favor de los indígenas, pero en octubre la decisión fue revisada por la Corte Suprema de Justicia que falló en segunda instancia a favor de Occidental. La Corte Constitucional aceptó revisar la sentencia y en febrero de 1997 falló nuevamente a favor de los U’wa, argumentando que no se había realizado la consulta previa y que la exploración representaba una amenaza para la integridad étnica, cultural, social y económica de la comunidad. Sin embargo, aclaró que en última instancia la validez de la licencia sería definida por el Consejo de Estado. En marzo de 1997 el Consejo de Estado determinó que sí se había realizado la consulta necesaria para otorgar la licencia ambiental y que, por tanto, esta quedaba en firme. En abril de ese año la comunidad indígena presentó una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH), argumentando que sus derechos habían sido violados y que debido a que el Consejo de Estado había dejado en firme la licencia ambiental se podrían realizar trabajos en su territorio. La OEA entregó un informe en septiembre de 1997 en el que recomendaba suspender las exploraciones en el bloque Samoré y ampliar el resguardo de los U‘wa. Occidental decidió entonces cancelar ese contrato de exploración y suscribir uno nuevo que excluyera los territorios indígenas. Así se conformó el contrato de explotación del bloque Sirirí. Los territorios U’wa que estaban formados por dos resguardos y una reserva con un área total de 99.887 hectáreas fueron unificados y ampliados por el Incora para formar un solo resguardo de 220.275 hectáreas.56 A pesar de la ampliación del resguardo, los indígenas afirman que zonas que ellos consideran parte de sus territorios ancestrales no forman parte de su resguardo y que están incluidos en el bloque Sirirí, por lo cual continuaron oponiéndose a la explotación petrolera. Occidental comenzó la perforación del pozo Gibraltar 1 en el bloque Sirirí y en el 2002 concluyó que el proyecto no era rentable, por lo cual abandonó la exploración en la zona a favor de Ecopetrol. 56

Colombia, Ecopetrol, op. cit.

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Esta última viene desarrollando actividades de exploración en esta zona e incluso amplió el proyecto que ahora incluye el bloque Catleya además del bloque Sirirí. Tal ampliación integra territorios indígenas a las labores de exploración, por lo cual la empresa ha intentado realizar un proyecto de consulta con las comunidades al que estas se han negado en repetidas ocasiones.57 No obstante, tanto el Ministerio del Interior y de Justicia como Ecopetrol continúan dialogando con los indígenas U’wa para lograr que accedan a realizar la consulta y de esta forma proseguir con el proyecto. Los Nukak Maku y Ecopetrol

Los Nukak son una comunidad que hace parte del pueblo Maku que habita en las llanuras del departamento del Vichada, son seminómadas y dependen para su subsistencia de la vegetación, caza y pesca que les proporciona su territorio.58 En 1991 Ecopetrol inició estudios de exploración sísmica en el territorio de los Nukak a través de una empresa subcontratista llamada Fronteras de Exploración Colombiana. La Organización Indígena de Colombia (ONIC) decidió en 1992 presentar una acción de tutela para obtener la suspensión de los trabajos. Esta acción fue juzgada en primera instancia de forma favorable a los indígenas, pues ordenaba suspender transitoriamente los trabajos de exploración. Este fallo fue apelado por Ecopetrol y revisado por un Tribunal de Villavicencio que en su decisión tuvo en cuenta un estudio realizado en el área de exploración el cual señalaba que desde el punto de vista antropológico las actividades petroleras en la zona constituían genocidio y etnocidio, pues producían alteraciones negativas en el ecosistema y en las condiciones

57 Colombia, Ecopetrol, “Comunidades de Boyacá, Santander, y Norte de Santander. Resumen proceso AsoU´wa”, Bogotá, disponible en http://www.ecopetrol.com.co/ contenido.aspx?catID=208&conID=37304&pagID=128421, fecha de la última actualización no disponible, consulta realizada 22 de agosto de 2006. 58 Roque Roldán, op. cit., p. 64.

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de vida de los Nukak. Estas alteraciones disminuyen las posibilidades de los Nukak de sobrevivir y con ello ponen en riesgo su existencia; por tal razón, el segundo fallo suspendió definitivamente las exploraciones en el territorio Nukak. Posteriormente, el Incora otorgó a los Nukak un resguardo de 632.000 hectáreas, dando así un paso importante en la protección de esta comunidad y en evitar su desaparición.59 Actividades petroleras, medio ambiente y seguridad de las comunidades indígenas Las actividades petroleras en territorios indígenas, como la exploración, la perforación de pozos y la construcción de oleoductos y carreteras, producen impactos directos en el territorio de las comunidades indígenas, por ejemplo, la fragmentación y alteración de los ecosistemas, la profanación de sitios sagrados para las comunidades, problemas de salud, contaminación y disminución de hábitats de vida silvestre que les sirven de sustento.60 Sin desconocer la gravedad de estos efectos, posiblemente para las comunidades la consecuencia más desastrosa de la exploración o explotación petrolera es la colonización y, en los últimos años, la llegada de los grupos armados ilegales a sus territorios. Las petroleras actúan como pioneras del proceso de colonización y se encargan de penetrar en regiones inexploradas, construir la infraestructura necesaria para habitar y explotar la zona y construir carreteras, facilitando la entrada de una población que viene detrás de ellas y de su actividad económica. La deforestación depende en gran parte de la existencia de vías de penetración y extracción de recursos naturales, como las realizadas por las empresas petroleras durante los trabajos de exploración sísmica. Una vez terminan los estudios, las vías construidas por las empresas quedan abiertas en medio de las selvas y los bosques, facilitando la 59 60

Ibíd. Roque Roldán, op. cit., pp. 47-48.

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extracción de recursos naturales y la colonización, actividades que afectan la biodiversidad, los suelos y el agua.61 Este proceso modifica el modo de vida de las comunidades indígenas; por ello, la llegada de las empresas petroleras y mineras es considerada por ellas una amenaza a su cultura y uno de los “principales factores de perturbación social que amenazan la integridad y supervivencia de los pueblos amerindios”.62 Incluso, se considera que “la intervención abrupta de una compañía petrolera puede llevar fácilmente al etnocidio”63 de un grupo indígena. Tanto las consecuencias directas como indirectas de las actividades petroleras producen degradación ambiental y escasez de ciertos recursos así como la reducción de la cacería, la pesca y el deterioro (contaminación) de las fuentes de agua. Los problemas de degradación ambiental unidos a una mayor competencia por el recurso que conforma el territorio produce el empobrecimiento de los indígenas en términos de pérdida de las fuentes tradicionales de subsistencia. En algunos casos los indígenas se ven forzados a dar un paso hacia las actividades agrícolas de carácter comercial, lo que implica cambiar sus formas tradicionales de organización y un riesgo para su integridad cultural,64 o desplazarse hacia territorios de más difícil acceso y más aislados.65 La degradación ambiental en aquellas zonas con suelos no aptos para las actividades agrícolas permanentes puede generar un mayor empobrecimiento de las comunidades indígenas y no indígenas que estén asentadas en el área, pues una vez agotados los nutrientes disminuye la productividad de las tierras.

61 Carlos Castaño Uribe, “Vías, bosques y conflicto social en Colombia”, en: Guerra, sociedad y medio ambiente, Martha Cárdenas y Manuel Rodríguez (ed.), Foro Nacional Ambiental, Bogotá, 2004, p. 411. 62 Roque Roldán, op. cit., p. 33. 63 Ibíd., p. 49. 64 Roque Roldán, op. cit. 65 Organización Nacional Indígena de Colombia, El desplazamiento indígena en Colombia. Caracterización y estrategias para su prevención y atención en áreas críticas, Red de Solidaridad Social, Bogotá, 2003, p. 50.

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Otro de los efectos que las actividades petroleras han producido es la incursión de los actores del conflicto armado en los territorios indígenas. Aunque este proceso es favorecido con mayor fuerza por otros eventos como la expansión de cultivos ilícitos y la presión militar del ejercito sobre tales grupos que se repliegan en territorios indígenas,66 la entrada de los proyectos petroleros y en general la realización de grandes proyectos de infraestructura e inversión es una de las causas de la presencia del conflicto armado en esas zonas del país. La guerrilla es atraída por “razones políticas y financieras, y la contrainsurgencia para garantizar las condiciones políticas de la inversión y defender las empresas”.67 Los grandes proyectos de inversión son para las guerrillas objetivos estratégicos de su lucha armada y fuentes de financiación a través de las extorsiones que realizan para permitir a las empresas continuar sus actividades. Por su parte, el ejército interviene para proteger las inversiones económicas y de esta forma el conflicto avanza hacia los territorios indígenas.68 Esta situación genera un riesgo adicional para la seguridad de las poblaciones indígenas que, además de la degradación ambiental, la pérdida de territorios y el empobrecimiento, se ven involucrados en el conflicto armado. En suma, las actividades petroleras son un factor que genera inseguridad en las comunidades indígenas debido a la degradación ambiental que causan y especialmente a que ocasionan la pérdida de un recurso vital para ellas: el territorio. Cuando este elemento es afectado se ponen en peligro los medios de subsistencia, la cultura, las tradiciones y, en algunas ocasiones, la existencia misma de las comunidades.

66 Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, Comisión de derechos humanos, Informe del relator especial sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas. Misión a Colombia. 2004, p. 8, disponible en: www.acnur.org/biblioteca/pdf/ 3175.pdf, consulta realizada el 30 de agosto de 2006. 67 Organización Nacional Indígena de Colombia, op. cit., p. 50. 68 Ibid., p. 52.

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Conclusión Actualmente, no solo la explotación de recursos naturales, sino también el conflicto armado y la expansión de cultivos ilícitos69 constituyen amenazas a la seguridad de las comunidades indígenas, muchas de las cuales viven hoy en día una precaria situación humanitaria. En el caso de algunos pueblos de la Amazonía, compuestos por menos de mil individuos, la situación es alarmante, pues una disminución de su población podría llevarlos a la extinción.70 Debido a esta situación es necesario que el Estado colombiano encuentre mecanismos no solo legales para garantizar la seguridad de estos grupos y proteger la diversidad étnica y cultural del país. En el caso de la explotación legal de los recursos naturales, específicamente del petróleo, el reto para el Estado consiste en compatibilizar el interés de los pueblos indígenas en defender su territorio y cultura y el interés que comparten las empresas petroleras y el Gobierno de descubrir y explotar nuevos yacimientos de hidrocarburos. Es decir, es necesario proteger la diversidad étnica y al mismo tiempo alcanzar los objetivos de desarrollo económico del país. La consulta previa constituye un mecanismo útil para integrar estas dos necesidades en forma tal que Colombia pueda mantener el autoabastecimiento petrolero y la condición de país exportador de petróleo y al mismo tiempo se pueda garantizar que durante los procesos de explotación petrolera se respeten los derechos de las poblaciones indígenas y se implementen mecanismos de compensación que impidan que la seguridad de estos pueblos se vea afectada.

69 CEODD, “El narcotráfico en las relaciones fronterizas de Colombia”, Universidad del Rosario, 2006, pp. 62-63. 70 ALDHU, Proyecto Promoción y Protección de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana y Ecuatoriana, Unión Europea, Bogotá, septiembre de 2003, citado por Organización Nacional Indígenas de Colombia, “Los Nukak: un pueblo en riesgo de extinción”, 2004, p. 1, disponible en: www.onic.org.co/img_upload/3068e9df14b050d72c 4fa19fabbab2d7/informe_nukak.pdf, última actualización no disponible, consulta realizada el 15 de septiembre de 2006.

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Ordinary People in Extraordinary Times: The Citizenry and the Breakdown of Democracy by Nancy Bermeo, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 2003, 272 pp. ELISA TARNAALA Ph.D. Candidate New School for Social Research, New York What role did ordinary people play through voting and taking collective action when democracies fell on hard times, asks Nancy Bermeo in her latest book. Basing her argument on evidence of seventeen countries in Europe and Latin America where democracy broke down, she shows that the vast mass of the population continued supporting pro-democratic parties during times of crisis, and that mass defections to extremist parties were rare. Professor of Politics at Princeton University and senior editor of World Politics, Nancy Bermeo is one of the leading scholars of studies of regime changes and democracy in the field of comparative politics. In the present book she urges us to rethink the causes of democratic breakdown and stability, and develops a theoretical synthesis of the literature on polarization, civil society, democracy, and political parties. While the empirical scope of the work is on twentieth century Europe and Latin America, its findings are an important contribution towards understanding current processes of polarization and democratic consolidation in the whole world. Parting from the argument that the process of democratic breakdown is too complex to be understood only with the classic polarization model of Giovanni Sartori, Bermeo sets out to evaluate the relationship between polarization and regime change. According to Sartori, when political actors group themselves in opposite and distant ideological camps and start supporting anti-system parties, they vacate the middle ground of pro-system parties where cooperation is most likely, and leave democracy vulnerable to collapse. For Sartori, ordinary people are the masons of polarization who one by one, vote by vote, contribute to the collapse of democratic order. Bermeo claims Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 420-426, semestre II de 2006

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instead, that polarization is not a condition or a property of party systems, and not even a single process, but a set of processes unfolding with different sets of actors, in different spheres, and with different degrees of intensity (Bermeo, 19, 227-9). We have often mistaken the polarization of few and select groups in society for polarization in society as a whole, and failed to distinguish between two different sets of polarization, Bermeo argues. A less visible, private polarization involves changes in voting preference and changes in public opinion, whereas public polarization takes the form of mobilizations and counter-mobilizations in the public space of plazas, streets, taverns, factories, and farms (Bermeo, 20). In the studied cases where either of these polarizations occurred, the responsibility of breakdown of regimes laid exclusively on the elites. Similarly, in the countries where the public sphere became polarized, the major responsibility fell on the elites who used public polarization as an excuse to create an authoritarian regime. When groups of civil society transformed into social movements and set in motion, a process of public polarization, the political and military leaders read these actions as an issue representative of public opinion in general, and, justifying with restoring order, sacrificed the democratic system. Much of what political and military elites attempt to do, thus, is conditioned by their judgments of how ordinary people will behave, Bermeo argues. In the cases of this study, while elections gave a more accurate reading of public preferences, most of the time the elites had to make their reading on the public spaces dominated by social movements. This is why, by looking at social movements within civil society, we solve puzzles about both polarization and the breakdown of democracy (Bermeo, 229, 234). In a positive valuation, the civil society not only “lays down limits on the actions of the state” but also counterbalances, penetrates, fragments, and decentralizes state power (Ruschmeyer et al. in Bermeo, 9). In the same direction, in the arguments emphasizing political culture, the civil society is represented as the basis of good and effective government, and portrayed as a school for the training of Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 420-426, semestre II de 2006

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democratic citizens (Putnam in Bermeo; Almond and Verba in Bemeo, 9). According to Bermeo, civil society was cast in a much more ambiguous role in our recent past however, and this had a direct effect to suspicions about ordinary people and their commitment to democracy. This distrust of the masses is reflected especially in the theories of party systems and voting behavior. Thus, in many works of political sociology and comparative politics of the 1960s and 1970s, civil society was associated with ineffective policy making and instability instead. In his classic Political Man, Lipset argues that the lower strata will be more attracted to an extremist movement than to a democratic and moderate one (Lipset in Bermeo, 16). Juan Linz does not claim that the elements of civil society should be prohibited to organize, but he does suggest that they should be kept at a distance from actual rulers, especially in times of crisis. According to O’Donnell, in their attempt to respond to the “very real” threats from the mobilized citizenry, “governments tended to adopt whatever policies best satisfied the sector that was most threatening at the time, but it meant that each such policy decision raised new threats from other powerful sectors”(Linz in Bermeo; O’Donnel in Bermeo, 12-13). Whether the theories of democratic breakdown found the roots of democratic failure in poor leadership, economic collapse, or flawed political structures, ordinary people were always a major medium through which cause became effect. This made later many scholars focus on institutional design, and ask what sorts of political institutions could best constrain the popular tendencies that worked against democracy (Bermeo, 17). Bermeo states that seeing parties as a primary means for counteracting the destabilizing forces of society, is still common. For Lipset parties are the most important mediating institutions between the citizenry and the state, and that having at least two parties with an uncritically loyal mass base comes close to being a necessary condition for democratic stability. For Mainwaring and Scully, parties shape the prospects of political systems by shaping the messages citizens get and send (Bermeo, 18). For Sartori if party systems fail Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 420-426, semestre II de 2006

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to constrain both the ideological range and the number of parties in the national legislature, centrifugal forces will tear democracy apart. Consequently, for Sani and Sartori, working democracy and party polarization are inversely related. The best single explanatory variable for stable versus unstable, and easy versus difficult democracy is polarization (Sartori in Bermeo; Sani and Sartori in Bermeo, 19). Arguing that this party-centered view to democracy is too limited, Bermeo shows that mutually exclusive, polarized oppositions existed in nearly all the cases where democracy broke down, but they existed in the survival cases as well. The case-study sections on the failure of European and Latin American democracies bring empirical proof to the theoretical argument laid out previously. The common explanation for the transformation of thirteen European democracies to dictatorships between 1920 and 1938 has been that politically inexperienced citizens in new democracies facing several material scarcities turned their support to fascist groups. In order to challenge this belief, Bermeo begins by reminding us that the rise of fascism and the fall of interwar democracies are not synonymous processes. Nations such as France and Belgium with fascist-style anti-democratic parties, attracted a comparatively large percentage of the citizenry, but remained democracies during the interwar years. Even profound polarization in both public and private spheres was never sufficient condition for a regime to collapse. Poland and Portugal however, with weaker fascist groups, collapsed into dictatorships. In the vast majority of cases, ordinary people were reluctant to vote fascist. In Austria, Estonia, and Latvia, civilian leaders who seized power claimed that they acted only to prevent the victory of fascism. People believed this argument. Citizen passivity was often rooted in uncertainty, ignorance, or fear, and not in a specific hostility towards democratic values (Bermeo, 235). The polarization in Germany has darkened our visions of ordinary citizens everywhere. The German polarization between left and right occurred in polls, mirroring polarization in public spaces, involving high levels of public violence, and encouraging the Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 420-426, semestre II de 2006

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strengthening of privately organized citizen militias, enlisted as allies of the weak state forces. “Middle-class voters defected from traditional liberal elites in a reaction to a shared hatred and fear of protests in the streets and in response to the perception that the centrist parties could not restore order” (Bermeo, 36-37). The defection from the parties of the bourgeois Center and Right took place well before the rise of the nazis, however, and defections did not come from all the parties in the center of the spectrum, both the Catholic Center and the Social Democratic Party kept their electorates. Newly mobilized voters, outsiders of parties and associations, were the most likely to vote for the nazis. (Bermeo, 58-63). In Italy instead, the center weakened because of the defection of party elites towards the fascists. The ordinary voters did not defect to anti-systemic parties at all. The section on interwar Europe is followed by in-depth case studies of postwar democratic collapse in Brazil, Uruguay, and Argentina. In the South American cases as well, Bermeo highlights the two different processes of polarization - the public and the electoral. Brazil in 1964 witnessed public polarization, and a fluctuating mobilization, but ordinary Brazilians, including rank-and-file unionists and most peasants and students, did not become radicalized and did not move either left or right. The elites misread the signals of public polarization and finished the democratic system off. A similar dynamic can be found in the case of Uruguay in 1973 and in Argentina in 1976. Chile is the closest case to Sartori’s polarization paradigm, but even Chile fits only partially. Electoral polarization before the Allende government was the result of the extension of franchise to new groups, and change in the tactics of the party elites, and not a result of a massive defection from the center to the extremes. The political center in Chile never disappeared, and its support even rose during the Allende years. What sort of party strength is required, then, to hold in check a destabilizing polarization? Neither institutionalization, nor popularity or a particular party system was sufficient to prevent the failure of democracy. What played a significant role was the quality of Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 420-426, semestre II de 2006

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individual parties, Bermeo summarizes. The concept of distancing capacity refers to the ability to distance a party and its members from acts of violence and lawlessness, and deprive anti-democratic forces in the military and elsewhere from their most powerful argument for intervention. This involves condemning and prosecuting all those who engage in violence, even when they present themselves as current or potential party allies. Ideally, distancing should be taken early so that disruptive movements cannot gain momentum. In Italy and Germany for example, the failure of leaders to punish the perpetrators of violence in time raised citizen’s fears, energized pendular mobilization, and provided the rationale for the suspension of democratic freedom. (Bermeo, 238-239). Czechoslovakia and Finland in the 1930s, and Venezuela in the 1960s shared several distancing qualities that enabled the survival of their democracies. The first involved their party alliances, which allowed democratic government to pass laws controlling anti-democratic activity to institute reforms that co-opted the issues of their anti-democratic opposition, and to govern with relative efficacy. The presence of conservative parties in the coalitions saved of serious defections from capitalists and the military. Second, the main parties of these alliances were extremely hierarchical in all the three countries, which made the decisions of the party elites immediately consequential. Lastly, each country had a charismatic leader who wielded clear leadership mandate (Bermeo, 251). Distancing capacity and its political effects are surely as important to today’s struggling democracies as to the interwar Europe. This is why poor leadership can be decisive, Bermeo concludes, and in fact reconfirms to elites and strong parties the main agency in deciding over regime changes. In doing so, she liberates ordinary people from the guilt of polarizing societies and breaking down democracies however. This could be a starting point for asking in the future, if ordinary people actually had even more important roles in stabilizing or otherwise positively shaping the destinies of their democracies. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 420-426, semestre II de 2006

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Natalia Springer, Desactivar la guerra. Alternativas audaces para consolidar la paz, Aguilar, Bogotá, 2005, 422 pp. MAURICIO ROMERO VIDAL [email protected] PhD New School of Social Research. NY, USA. El libro de Natalia Springer es oportuno porque sugiere salidas al tema de la reintegración de excombatientes, en un momento crítico de ese proceso de retorno a la vida civil de los aproximadamente 30.000 miembros de grupos armados irregulares, la mayoría de ellos de los grupos paramilitares y de autodefensas, desmovilizados durante el primer mandato del presidente Álvaro Uribe, en el marco de la negociación entre el Gobierno y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). El libro es pertinente porque invita a una reflexión sobre la desmovilización, el desarme y la reinserción de excombatientes (lo que se conoce como DDR en la literatura especializada) en un momento en que el tema tendrá que abordarse de otra forma si se consolida una negociación entre el Gobierno y la guerrilla del ELN en el corto plazo, y otra con las FARC, en el mediano plazo. Y el libro es necesario porque insiste en que Colombia debe aprender de las experiencias internacionales de paz de las últimas dos décadas y dejar de repetir formulas que la mantienen en un conflicto armado que despilfarra recursos humanos y materiales. Estos podrían estar más bien contribuyendo a la generación de riqueza por parte del empresariado nacional y al bienestar de miles de familias colombianas. Así, el libro es oportuno, pertinente y necesario porque a partir de un recorrido por experiencias de cooperación e intervención internacional para enfrentar conflictos armados o crisis humanitarias como en Bosnia-Herzegovina, Burundi, Angola, Sierra Leona, Sri Lanka, Camboya y Centroamérica, pone al lector frente a la paradoja de que a pesar de los diversos y repetidos intentos de paz en Colombia desde finales de los años setenta del siglo pasado poco se ha aprendido de esas experiencias exitosas o fallidas en otras regioDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 427-430, semestre II de 2006

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nes, y más bien se las ignora. Un ejemplo de esto es el afán del Gobierno del presidente Uribe por desmovilizar, quizá pensando más en los réditos electorales y menos en la reintegración de miles de combatientes así como en las demandas impuestas a las administraciones locales y regionales que han enfrentado el reto de atender a los desmovilizados, o en las necesidades de las comunidades afectadas por la violencia y receptoras de esos excombatientes. No de otra forma se explica que la política de reintegración haya sido tan improvisada y se haya dejado en manos de administraciones locales inexpertas o sin capacidad, en unos casos, o esté siendo dirigida por los jefes de las AUC desmovilizados, en otros, sin ningún esfuerzo por fortalecer redes civiles desligadas de las antiguas redes criminales de ese grupo. Sobre esto último también ha faltado una visión de corto y mediano plazo en relación con los efectos sobre la seguridad ciudadana de la desmovilización. De los diferentes aspectos que trata el libro de Springer, este comentario resalta siete puntos que son relevantes para la fase por la cual pasa en la actualidad el conflicto colombiano. En primer lugar, el reconocimiento que se hace de la diferencia entre una desmovilización de combatientes en conflictos regulares entre Estados y la que ocurre en los conflictos irregulares en el contexto de las “nuevas guerras”. En estas, la diferenciación entre combatiente y no combatiente no es clara, lo mismo que la diferenciación entre redes civiles y redes mafiosas. Por eso se requiere de una política específica para desarticular esos núcleos delincuenciales que tienen respaldo civil o, de lo contrario, la desmovilización de esos grupos con apoyo gubernamental va a fortalecer el control que estas agrupaciones tienen de significativas regiones, en donde el orden no será regido por un Estado de derecho, sino por los intereses particulares de los jefes de los grupos irregulares beneficiados con la negociación. Un segundo punto tiene que ver con la relación entre los Estados en crisis y los conflictos irregulares. Si bien el texto no profundiza en las causas de la crisis de los últimos 30 años, sí menciona dos aspectos claves: uno, la deficiencia en las respuestas a las demandas por cambios y democratización, bien en el marco de negociaciones de Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 427-430, semestre II de 2006

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paz con las guerrillas o bien por fuera de ese entorno, y otro, la deficiencia en el liderazgo político, incluida la izquierda y la guerrilla, para resolver esa crisis, de la cual la violencia política y el conflicto armado son la manifestación más clara. Observando el lado institucional, se puede decir que el precio pagado por mantener “el orden” o la estabilidad en los últimos 30 años ha sido muy alto, en lugar de haber promovido el cambio y la renovación política. Un tercer aspecto tiene que ver con una visión más estratégica en relación con los paramilitares y su desmovilización, como lo demanda Springer. La negociación con este grupo ha carecido de una agenda con contenidos claros y su marco se parece más a un reglamento de buena conducta que a una negociación de un proceso de paz. Los beneficios jurídicos para los acusados de crímenes de lesa humanidad y la legalización de la riqueza acumulada por medio de la violencia o del narcotráfico están implícitos, dejando que sea el Congreso o las instituciones de justicia las que decidan, casos en los que la presión del Gobierno y sus aliados es significativa. Este tipo de negociación ha dado lugar a unas circunstancias muy particulares en las que sectores por fuera de la ley han generado intereses comunes con grupos en instituciones del nivel regional y nacional, acentuando la debilidad del Estado de derecho y fortaleciendo grupos que no respetan las reglas de la democracia. La relación entre un proceso de desmovilización, desarme y reinserción con la reformulación del pacto social global, en una sociedad en proceso de paz, es otro de los aspectos relevantes tratado por Springer. Esta ha sido al menos la experiencia en las negociaciones entre Gobiernos y actores contra-estatales, como en Centroamérica, en donde la inclusión política y varias medidas para aliviar la inequidad fueron claros resultados de la paz. ¿Qué sucede en los casos de negociaciones exclusivas con grupos para-estatales como las AUC? El texto de Springer no plantea esta pregunta, pero se puede deducir de su argumentación. El resultado de esta negociación entre el Gobierno del presidente Uribe y las AUC ¿tendrá como resultado un efecto contrario al de las negociaciones con grupos guerrilleros, es decir, más inequidad y menos democracia? Esto está por verse, pero los resultados iniciales de la negociación no son halagadores. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 427-430, semestre II de 2006

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Un quinto punto tratado por Springer y que vale la pena resaltar es la diferenciación entre seguridad humana y seguridad estatal. La primera tiene como objetivo garantizar el progreso político, económico y social, es decir, está centrada en el beneficio de las personas, las familias y las comunidades. La segunda tiene como prioridad la sobrevivencia de una estructura de poder, con sus privilegios viejos y nuevos. ¿Qué tipo de seguridad está fortaleciendo la negociación con las AUC? Todo parece indicar que la segunda, pero es necesario dar un compás de espera, aunque las perspectivas no son muy optimistas. Otro de los aspectos sobre los cuales llama la atención Springer es la relación entre DDR y fortalecimiento de la justicia. Esto es importante porque en la medida en que haya mayor justicia en una sociedad, mejorará el funcionamiento del Estado de derecho y, por tanto, de la democracia. Pero ¿esta es la trayectoria que está señalando la negociación entre el Gobierno y las AUC? En este punto hay una gran incógnita y hay que esperar a la aplicación de la Ley de Justicia y Paz y los resultados de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. Finalmente, el texto de Springer propone una diferenciación entre reinsertar y reintegrar. La primera hace referencia a la acción de colocar de nuevo un elemento en un sistema, mientras la segunda tiene que ver con la recomposición de un sistema y sus elementos después de sufrida una ruptura como es la guerra. Esa reintegración supone una actitud activa de la sociedad y sus instituciones para recibir de nuevo a esos excombatientes, lo que supone, en términos de Springer, convertir los ejércitos de guerra en fuerzas de paz. Esto se facilita en los procesos que involucran a todos los actores del conflicto y no sólo a algunos, de ahí la duda sobre si la actual negociación con las AUC va a crear las condiciones para semejante cambio. Desafortunadamente, todo parece indicar que no va a ocurrir así, pero la lectura de libro de Natalia Springer contribuirá a rectificar y recorrer el camino adecuado.

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Los autores en este número por orden de aparición Louis Valentín Mballa. Licenciado en Economía, Universidad de Douala, Camerún, África. Filósofo de la Universidad de Yaoundé, Camerún. Magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Becario de la Dirección General de Estudio de Posgrado (DGEP) para realizar estudios de maestría y doctorado. Doctorando en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional Autónoma de México. Edgard Moncayo Jiménez. Economista de la Universidad del Rosario. Ha cursado maestrías en las universidades de Georgetown y Harvard. Candidato a Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Es Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Entre sus publicaciones recientes se destacan: “Geografía Económica de la Comunidad Andina”, Secretaria General de la Comunidad Andina, Lima, 2003; “Relaciones entre democracia y desarrollo en los países andinos. Una reflexión desde la economía política”, Revista de Economía Institucional núm. 14, Universidad Externado de Colombia; “La evolución de las políticas regionales en América Latina y los países andinos. Un análisis comparativo”, Cuadernos del Cendes, num. 61, Universidad Central de Venezuela. Ángela Santamaría. Abogada, Universidad Externado de Colombia, Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006

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Candidata a Doctorado, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS), Centro de Sociología Europea. Profesora de carrera de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Publicaciones recientes: “Legal Indigenous Peoples Practices. Indigenous Jurisdictions in Colombia Processes Production of International Law in U.N”, Max Planck Institute for Social Anthropolog Halle Germany, july 2006; “Prácticas locales y globales de defensa de los derechos de los pueblos indígenas en Colombia”, Congreso de los Americanistas, Sevilla, julio de 2006; “Stratégies juridiques de défense des peuples autochtones en Colombie », Journées d’études, doctorants EHESS-ENS, Maison de l’Amérique Latine, Paris. Rubén Sánchez David. Sociólogo egresado del Instituto de Estudios Políticos de París. Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Paris VIII. Actualmente se desempeña como profesor titular de carrera e investigador de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Federmán Antonio Rodríguez Morales. Politólogo y profesor de carrera e investigador de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Nery Londoño Zapata. Ingeniera Industrial de la Universidad Libre de Colombia. Especialista en Gerencia de Recursos Naturales y en Derecho Agrario y Ambiental. Magíster en Políticas Públicas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra-Johns Hopkins University, Barcelona, España. Doctorado en Ciencias Ambientales (Opción de Tecnología Ambiental) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente se desempeña como Auditora en la Contraloría General de la República de Colombia, desarrollando tareas de control fiscal y Auditoria a las entidades gubernamentales del Sector Central Nacional. Inés Malvina Calceglia. Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de El Salvador. Magíster en Relaciones Internacionales. Ha sido profesora invitada en la Maestría de Relaciones InternacioDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006

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nales de FLACSO, módulo instituciones de la integración. Fue becaria del Gobierno italiano, en la categoría IRE (italianos residentes en el exterior) para el período académico 1995-1996. Ha sido investigadora senior de la CEANA, Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en la Argentina y codirectora de Tesis en la Maestría en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Jorge E. Espitia Zamora. Ingeniero Electricista de la Escuela Colombiana de Ingeniería, economista de la Universidad Nacional de Colombia; especialista en Teoría y Política Económica de la misma universidad. Magíster en Gobierno de la Universidad Externado de Colombia. Magíster en Políticas Públicas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Candidato a Doctor en Economía de la Universidad de Barcelona. Actualmente es investigador de la Contraloría General de la República de Colombia. Ha sido profesor de la cátedra Fundamentos de la política social en la Pontificia Universidad Javeriana. Entre sus trabajos recientes se destacan: “Impacto de las transferencias intergubernamentales en Colombia. Articulo para discusión. Enero de 2006”. Descentralización Fiscal y Crecimiento Económico en Colombia, tesina del DEA, segundo año de doctorado. Directora: Maite Villalta, Barcelona, 2005. Saurabh Dube. De nacionalidad india, es Doctor en Historia de la Universidad de Cambridge. Actualmente es profesor-investigador del Colegio de México, México D. F. Ha realizado varias investigaciones que combinan lo antropológico y lo histórico desde la perspectiva de los estudios subalternos. Entre sus publicaciones más recientes se cuentan: Historias esparcidas El Colegio de México, México, D. F. 2006; Postcolonial Passages: Contemporary History-writing on India Oxford University Press, New Delhi, 2004; Stitches on Time: Colonial Textures and Postcolonial Tangles, Duke University Press, Durham and London, 2004; Dube, Banerjee Dube, and Lander (eds.), Critical Conjunctions: Foundations of Colony and Formations of Modernity, a special issue of Nepantla: Views from South, 3, 2, 2002, published by Duke University Press; Enduring Enchantments, a special issue of South Atlantic Quarterly, 101, 4, Duke UniversiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006

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ty Press, 2002; Sujetos subalternos: capítulos de una historia antropológica, trans. Germán Franco and Ari Bartra, El Colegio de México, México, D. F. 2001. Enver Joel Torregroza Lara. Filósofo de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor de carrera e investigador de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Catedrático de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Es coordinador del grupo de trabajo “Tradición e Identidad Política Hispánica” y adelanta una investigación sobre el pensamiento filosófico y político de la hispanidad. Entre sus publicaciones más recientes están: “La perplejidad filosófica en Maimónides”, en: Simposio Universalidad y Vigencia de Maimónides, Universidad Católica Andrés Bello, Asociación Israelita de Venezuela, Caracas, 2006; Una introducción a Derrida, Universidad Libre, Bogotá, 2004. Marta Ochman. Licenciada en Estudios Hispánicos de la Universidad de Varsovia. Magíster en Literatura Hispánica de la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctora en Ciencias Sociales (Teoría Política) de la Universidad Iberoamericana. Profesora de planta del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del ITESM-CEM, donde imparte materias en el área de teoría política y política internacional. Entre sus publicaciones se destaca: Pulsos de la Modernidad, Plaza y Valdés, ITESM-CEM, 2005; Los nuevos escenarios de la migración: causas, condiciones, consecuencias, Fundación Heinrich Böll, 2006. Es autora del libro El Occidente dividido: relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Europa, Porrúa, ITESMCEM, 2004. Ana Cecilia Burgos González. Politóloga y jóven investigadora del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de la Universidad del Rosario. Elisa Tarnaala. Historiadora y politóloga de la Universidad de Helsinki, Finlandia. Magíster en Historia Social y Económica de la Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 431-435, semestre II de 2006

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AUTORES/ 435

misma universidad, magíster en Ciencia política del New School for Social Research, Nueva York. Ha sido docente de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Ha publicado sobre las reformas agrarias y la inclusión de la población rural en Europa del Este a comienzos del siglo XX. Actualmente está terminando su disertación para el programa de Doctorado en Ciencia Política en el New School for Social Research. Mauricio Romero Vidal. Doctor en Ciencia Política, New School for Social Research, NSSR, Nueva York. Magíster en Ciencia Política y Estudios Históricos de la misma universidad. Entre sus publicaciones recientes: “La desmovilización de paramilitares y autodefensas: riesgosa, controvertida y necesaria”, Síntesis Anuario Social, Político y Económico de Colombia, IEPRI-FESCOL-Nueva Sociedad, 2005; “Paramilitaries, self-defense groups and peace negotiations”, Colombia From the Inside. Perspectives on Drugs, War and Peace, Michiel Baud y Donny Meertens (eds.), CEDLA, University of Amsterdam, 2004.

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436 / CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO

Curriculum vitae de los miembros de los consejos Editorial y Científico Consejo Editorial Eduardo Barajas. Decano fundador de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Stéphanie Lavaux. Profesora de de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario en Bogotá. Directora del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de las mismas Facultades. Es politóloga del Instituto de Estudios Políticos de Toulouse (Francia), con D.E.A en Ciencia Política con énfasis en Relaciones Internacionales de la Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse, y candidata a doctorado en Ciencia Política. Su tema central de interés es la seguridad ambiental, los procesos de integración y cooperación regionales, las relaciones internacionales. Es autora de varios artículos dedicados al tema del agua dulce como recurso estratégico. Es miembro (directora) del Grupo de Investigación sobre Seguridad (GIS) de la Universidad del Rosario. Beatriz Franco-Cuervo. Politóloga de la Universidad de Los Andes; Doctorado en Ciencia Política, de la Universidad de Heidelberg (Alemania). Profesora de carrera, investigadora de la Facultad de

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CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO/ 437

Ciencia Política y Gobierno y directora del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario. Mauricio Romero Vidal. Economista de la Universidad de los Andes. Obtuvo su doctorado en el New School for Social Research, en Nueva York. Es autor del libro “Paramilitares y autodefensas, 19822003”, publicado recientemente por editorial Planeta. Sus temas de interés son el estado y los procesos de consolidación o disolución, las guerras interestatales y civiles, la violencia política y la acción colectiva reivindicativa. Romero es actualmente coordinador de un proyecto de seguimiento a la negociación entre el Gobierno y las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, financiado por la agencia de cooperación sueca para dar apoyo técnico a la Misión de Apoyo a la Negociación, de la Organización de Estados Americanos, OEA. Rubén Sánchez. Doctor en Ciencias Económicas. Ecole Pratique des Hautes Etudes, Universidad de París-Francia. Actualmente se desempeña como coordinador y profesor en la facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario, investigador del CEPI, grupo reconocido por COLCIENCIAS. Adriana Serrano. Diplomada en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1991. Maestría en Estudios del Desarrollo del Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo. (IUED), Universidad de Ginebra, Ginebra, Suiza, 1998. Profesora de carrera de las facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Arlene Tickner. Profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, desde 1991, Bogotá. Doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami. Su área de interés las Relaciones Internacionales. Profesora de cátedra del Seminario de Relaciones Internacionales, Cine y Relaciones Internacionales, Guerra y Conflicto, Teoría de las Relaciones Internacionales y Teoría Política Exterior.

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438 / CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO

María del Rosario García. Profesora principal de las facultades de Relaciones Internacionales y de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario en Bogotá. Socióloga con maestría en Relaciones Internacionales. Entre sus publicaciones se pueden citar: Historia de las Religiones, Intermedio Editores, Bogotá, 2006. “El Shinto y la restauración Meiji” en González, Javier y Morales, Sandra (Eds.), Koten, Lecturas cruzadas, Japón-América Latina, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2005. Civilizaciones del viejo mundo, Intermedio Editores, Bogotá, 2004. “Identidad y minorías musulmanas en Colombia: Ocupación y gobierno hispánicos del territorio” en: Desafíos, No. 11, Centro de Estudios Políticos e Internacionales, Universidad del Rosario, Bogotá, 2004. “Islam y diversidad étnica: el caso de Afganistán” en Desafíos, No. 4-5, Centro de Estudios Políticos e Internacionales, Universidad del Rosario, Bogotá, 2001. Es investigadora de la línea Análisis de Procesos Históricos del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de la Universidad del Rosario. Consejo Científico Ana María Bejarano. Politóloga, profesora asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Toronto, Canadá. Doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, autora de varios artículos sobre ciencia política en América Latina y Canadá. Michael Gold-Biss. Internacionalista estadounidense. Doctorado en Relaciones Internacionales de la American University. EBA de la Universidad de Minnesota. Master en Ciencia Política de la Universidad de Delaware. BA. en Asuntos Internacionales e Historia de la Fayette College. Ha sido Asistente del Vicepresidente para Programas Internacionales en el A&M International University en Laredo Texas. Ha sido Director del Programa de Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de Saint Cloude. Actualmente es profesor en Asuntos de Seguridad Nacional del Centro Hemisférico de Defensa (CDS) de la Universidad Nacional de Defensa en Washington, D.C. (Estados Unidos). Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 436-439, semestre II de 2006

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CONSEJOS EDITORIAL Y CIENTÍFICO/ 439

Bernard Labatut. Doctorado en Ciencia Política (Cum Laude), Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse (Francia). Su disertación se titula “La política de defensa de la España democrática”. Magíster en Derecho Público, mención Derecho Internacional, Facultad de Derecho, Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse (Francia). Actualmente se desempeña como profesor de ciencia política y relaciones internacionales en la Universidad de Ciencias Sociales e Instituto de Estudios Políticos de Toulouse, Francia. Staffan Löfving. Doctor en Antropología Cultural de la Universidad de Uppsala, Suecia. Actualmente se desempeña como Profesor Asistente del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, Suecia. Sus temas de especialidad son la violencia política y la acción colectiva popular, especialmente en países centroamericanos. Kjell Åke Nordquist. Doctor en Filosofía de la Universidad de Uppsala (Suecia) y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Gothenburg (Suecia). Actualmente se desempeña como Director del Departamento de Investigaciones sobre Paz y Conflicto de la Universidad de Uppsala. Entre sus publicaciones más recientes está “Reconciliación política” (Embajada de Suecia en Colombia, 2005). Jenny Pearce. Profesora de Estudios Políticos Latinoamericanos en el Departamento de Estudios de Paz de la Universidad de Bradford, Reino Unido. Actualmente se desempeña como Directora del Centro para los Estudios de Participación en la misma universidad. Ha concentrado su investigación en los temas de cambio social y democratización en América Latina. Otros temas de su interés son: sociedad civil, mecanismos de acción colectiva y participación, reconstrucción posconflicto y desarrollo, violencias complejas y pobreza. Es autora de los libros “Promised Land: Peasant Rebellion in Chalatenango”, El Salvador (1985) y “Colombia: Inside the Labyrinth” (1990).

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440 / EVALUADORES EXTERNOS

Curriculum vitae de los evaluadores externos Jaime Humberto Borja. Historiador, Pontificia Universidad Javeriana, Doctor en Historia, Universidad Iberoamericana. Profesor asociado del Departamento de Historia de la Pontificia Universidad Javeriana, Ha publicado, entre otros: «Discursos visuales: retórica y pintura en la Nueva Granada», en Diana Bonnett, Adriana Maya (comp.), Balances y desafío de la historia de Colombia al inicio del siglo XXI. Homenaje a Jaime Jaramillo Uribe. Uniandes, Ceso, Bogotá, 2003. Los Indios Medievales de Pedro de Aguado. Construcción del idólatra y escritura de la historia en una crónica del siglo XVI, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), Universidad Iberoamericana (México. D. F.), Centro Editorial Javeriano (CEJA), Bogotá, 2002. “Lectores contemporáneos frente a una crónica del siglo XVI. Identidad nacional e invención del Indígena”, en: La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina. Instituto Pensar, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2000. Luis Mauricio Cuervo. Economista de la Universidad de Los Andes, Doctor en urbanismo y planificación territorial del Institu d’Urbanisme de Paris, Université de Paris XII. Fue profesor titular del CIDER Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales de la Universidad de Los Andes por once años. Actualmente se desempeña como oficial de Asuntos Económicos, Ilpes, CEPAL, Naciones Unidas. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 440-443, semestre II de 2006

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EVALUADORES EXTERNOS/ 441

Elias Eliades. Licenciado en Ciencias Políticas y Asuntos Africanos de la Universidad de Natal, Durban, Sudáfrica. Es politólogo experto en África y la Unión Europea. Diplomático de carrera por 25 años; se desempeñó como Cónsul General en Nueva York, Embajador en España (concurrente también a la vez en Chile, Argentina y Uruguay) y Embajador en Sudáfrica. Investigador de resolución de conflictos étnicos internacionales con referencia al problema de Chipre en el Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales, Johannesburgo. Autor del capítulo sobre Colombia del libro Oportunidades para negocios con América. Actualmente es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, así como docente de Relaciones Internacionales Africanas en la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Benjamín Herrera Chaves. Periodista, Magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos y Relaciones Internacionales Contemporáneos, Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo de Bogotá. Profesor universitario; actualmente desempeña el cargo de Director de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana. Áreas de interés: conflictos internacionales, teorías de las relaciones internacionales, geopolítica. Últimos artículos publicados: “La imposición de la democracia y los intereses estratégicos de los Estados Unidos de Norteamérica en el Cercano Oriente y Asia Central”, en: Papel Político, núm. 17, junio de 2005, pp. 227-238; “Desarrollos geopolíticos en el sistema internacional”, en: Papel Político, núm. 18, diciembre de 2005, pp. 397-416; “El nuevo ‘Orden Mundial’ entre la dispersión del poder y la hegemonía”, en: Polis, Revista Académica on-line de la Universidad Bolivariana, Chile, vol. 5, núm. 13, 2006, http://www.revistapolis.cl/13/herre.htm Marta Ochman Ikanowicz. Licenciada en Estudios Hispánicos de la Universidad de Varsovia. Magíster en Literatura Hispánica de la Universidad Nacional Autónoma de México. Doctora en Ciencias Sociales (Teoría Política) de la Universidad Iberoamericana. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 440-443, semestre II de 2006

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442 / EVALUADORES EXTERNOS

Profesora de planta en el Departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del ITESM-CEM, donde imparte materias en el área de teoría política y política internacional. Entre sus publicaciones se destaca Pulsos de la Modernidad, Plaza y Jaldés, ITESM-CEM, 2005; Los nuevos escenarios de la migración: causas, condiciones, consecuencias, Fundación Heinrich Böll, 2006. Es autora del libro El Occidente dividido: relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Europa, Porrúa, ITESM-CEM, 2004. Luisa Ortiz Pérez. Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, México. Magíster en Teoría Política de la misma universidad. Doctora en Ideología y Análisis del Discurso de la Universidad de Essex, Reino Unido. Fue profesora de Análisis del discurso y política y sociedad. Investigadora directora del proyecto ¿Dijo usted indio? y procesos de construcción de la colombianidad. Actualmente es investigadora en la Universidad Autónoma de México. Augusto Ramírez Ocampo. Doctor en ciencias económicas y jurídicas, miembro de la Comisión de Conciliación nacional y de la Comisión Andina de Juristas; fue Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas y Jefe de la Misión en El Salvador –ONUSAL– y jefe de la Misión para la Reinstauración de la Democracia en Haití de la OEA. Actualmente es el Director del Instituto de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido autor de diversas obras sobre integración, resolución de conflictos y procesos de paz. Mauricio Solano C. Politólogo. Actualmente es director del Programa de Educación Continua y miembro de los grupos de investigación en “Participación Política” de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana y “Sobre conflicto e instituciones en una perspectiva comparada” del IEPRI de la Universidad Nacional. Adicionalmente, es asesor externo de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional en el Centro de Estudios sobre el Narcotráfico (CENAR). Es coeditor del libro Partidos, reforma política y referendo, 2003, así como Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 440-443, semestre II de 2006

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de los informes del Programa de Observación Electoral Nacional (2002 y 2003). Pedro Valenzuela. Politólogo de la Universidad Internacional de la Florida, Estados Unidos. Magíster en Asistencia Humanitaria, Magíster en Relaciones Internacionales, Curso Avanzado en Resolución de Conflictos, Curso Internacional de pregrado en Resolución de Conflictos, Universidad de Uppsala, Suecia. Actualmente es profesor de planta de la cátedra Teoría de Conflictos y Resolución de Conflictos, en la Pontificia Universidad Javeriana. Doctorando en Investigación en Conflictos y Paz de la Universidad de Uppsala, Suecia. Su disertación “Neutralidad en conflictos armados internos: experiencias desde la base”. Es Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos. Manuel Vidal Noguera. Comunicador social, especialista en Comunicación para el Desarrollo y magíster en Ciencia Política de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor de Negociación y Conciliación, Políticas de Comunicación y de Manejo de Conflictos Comunitarios en la misma Universidad (1986-1997) y de Negociación y Conciliación en posgrados de gerencia de varias universidades. Profesor y director de seminarios privados de negociación y conciliación. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Tecnológica de Bolívar.

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444 / CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14

Contenido de los números 1 al 14 Núm. 1. II semestre de 1999 Guerra interna, injerencia externa Juan Gabriel Tokatlían

Medios de Comunicación y Política Exterior: una aproximación teórica Sandra Borda

La Venezuela indescifrable de Chávez Francesca Ramos-Enrique Serrano

Ciclo de Conferencias. Política Exterior de los países americanos hacia Colombia: Balances y Perspectivas

Colombia frente al nuevo orden internacional Fernando Cepeda Ulloa

México y Colombia: Hacia la consolidación de una relación Embajador Andrés Valencia

Chile y Colombia: ¿Hacia un nuevo proyecto de integración? Embajador Aníbal Palma

Núm. 2. I semestre de 2000 ¿Qué hacer con la primacía estadounidense? Richard N. Haass

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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 445

La diplomacia centrífuga. Preámbulo a una política exterior de las regiones Vicente Torrijos

El Consejo de Seguridad y la protección de los Derechos Humanos: La efectividad de las medidas adoptadas en la Posguerra Fría Pablo Rueda Saíz

El parroquialismo en tiempos de la globalización José Luis Ramírez

La patria como ausencia. Esbozo de una teoría de la nación Carlos Andrés Ramírez

Núm. 3. II semestre de 2000 La Comunidad Andina frente a la globalización: Elementos para una respuesta concertada Edgard Moncayo

El reconocimiento de Beligerancia Cesar Moncayo

La participación del sector privado colombiano en la negociación y seguimiento de ALCA (primera parte) Diego Molano

Cumbre de las Américas, drogas y sociedad civil: ¿Hacia un verdadero esquema de participación hemisférico? Sandra Borda

La gobernabilidad reluctante Vicente Torrijos

Etnicidad y política estatal: Las comunidades étnicas minoritarias frente al poder oficial en China Carlos Carbonell

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Reseña: La paz en perspectiva comparada: lecciones para Colombia Angélika Rettberg

Núm. 4-5. Año 2001 El impacto de los acontecimientos del 11 de septiembre en el Sistema Internacional Diego Cardona C.

De Bill Clinton a George W. Bush: dos estilos de liderazgo en política exterior Rubén Sánchez D.

La amenaza intratable. El terrorismo y el nuevo orden estratégico global Vicente Torrijos

La nueva política común de seguridad y defensa: ¿el último reto de la integración europea? Stéphanie Lavaux

Islam y diversidad étnica: el caso de Afganistán María del Rosario García

La perla del Dragón Adriana Serrano

El conflicto colombiano y los retos del siglo XXI General (r) Manuel José Bonett

On the Truth Comissions and the application of justice in processes of democratic transition Natalia María Springer

México: contrarrevolución neoliberal y relaciones con el Vaticano José a. Alonso

Anexos documentales

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CONTENIDO DE LOS NÚMEROS 1 AL 14 / 447

Núm. 6. I semestre de 2002 Introducción Alexander Wendt

Las ideas, tan sólo una parte de la explicación Robert Keohane

El mundo de Wendt Steve Smith

Cómo aprender de Wendt Hayward R. Alker

Una teoría social para las relaciones internacionales: una evaluación de la síntesis teórica y disciplinaria de Alexander Wendt Stéfano Guzzini y Ana Leander

Acerca de la vía intermedia: una respuesta a los críticos Alexander Wendt

Núm. 7. II semestre de 2002 Perspectivas de la CAN Diego Cardona

Glocalización: Nuevos Enfoques teóricos sobre el desarrollo regional (subnacional) en el contexto de la integración económica y la globalización Edgar Moncayo

El Desarrollo Sostenible: Un gran potencial presente y futuro Paola Bettelli

La Acción Exterior en la transformación de conflictos internos Vicente Torrijos

Conferencia internacional sobre el comercio ilícito de armas pequeñas y ligeras Alvaro Tirado Mejía

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Mandala: La mirada de una mirada Adriana Serrano

Análisis del Discurso sobre los Zapatistas Luisa Ortíz

Núm. 8. I semestre de 2003 “Hacer la guerra con palabras y no con armas”. Análisis del discurso y zapatismo contemporáneo Luisa Ortiz Pérez

New Directions in Historical Research: An Approach from a Discourse Theory Perspective Juan Pablo Lichtmajer

El fantasma: exclusión y huellas de lo teórico en la formación de investigadores en educación Rosa Nidia Buenfil Burgos

Kicking in the Worker’s Backside. A Reflection on Latin American Populism Alejandro Groppo

Tres textos de Vinyamata (reseña bibliográfica) Vicente Torrijos

Dossier Irak (anexo bibliográfico) Diego Cardona y Nathaly Jiménez

Núm. 9. II semestre de 2003 Política, democracia y ciudadanía Rubén Sánchez D.

Diplomacia de defensa e interés colectivo Vicente Torrijos

Policía exitosa, Policía indolente: Nuevas tendencias en seguridad ciudadana Juan Carlos Ruiz Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 444-455, semestre II de 2006

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El conflicto armado y el incierto futuro de la paz en Colombia Roberto González Arana

Injerencia creciente y desnarcotización fallida: las relaciones Colombia-EE.UU. desde el final de la Guerra Fría Francisco Coy

Drogas ilícitas: entre la securitización y la economitización Nathaly Jiménez R.

El sistema federal y la consolidación del gamonalismo Alonso Valencia Ll.

Diversidad cultural: desafío de la pedagogía Zayda Sierra

La politique étrangère du Maroc: Entre la constante géopolitique et les contraites de la mondialisation Rachid El Houdaïgui

Reseña: Discusión sobre la hegemonía norteamericana Kupchan vs. Kagan Rubén Sánchez D.

Dossier: Relaciones transatlánticas de seguridad de Estados Unidos y Europa Stéphanie Lavaux

Núm. 10. I Semestre de 2004 La primera Universidad del Caribe colombiano Diana Soto

El papel del Estado en los países andinos: ¿ocaso o transformación? Edgar Moncayo

La Construcción de la idea europea: la perspectiva históricocultural, más allá de la identidad Constanza Trujillo

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Hacia un nuevo vínculo de las relaciones entre la Unión Europea y la Comunidad Andina: los referentes de gobernanza y la visión europea de seguridad respecto a América Latina Rocío Pachón

Hacia una visión dinámica de la legalización de la política internacional: revisión crítica de la bibliografía Pablo Rueda Sáiz

Simplificar el conflicto armado colombiano ¿sirve de algo? Alejo Vargas

Conflictos y Conflictología: Una mirada a Colombia Eduard Vinyamata

Transforming Intractable Conflicts Louis Kriesberg

Política exterior de los Estados Unidos en Asia Central y el Medio oriente In memoriam Eduard Wadie Sid Benjamín Herrerra

Núm. 11. II semestre de 2004 Seguridad

Hasta donde llega la seguridad: hacia una lectura crítica de Krause y Williams Diego Cardona

Guerra en el Siglo XXI: Asimetría, Revolución y Terrorismo Javier Torres

Gobierno

La carrera administrativa: ¿anhelo o realidad? Germán Puentes

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Identidad y diversidad

Identidad y Minorías musulmanas en Colombia: ocupación y Gobierno hispánicos del territorio María del Rosario García

Convergencias y divergencias entre las reivindicaciones y estrategias del EZLN y el MST Yamile Cepeda y Claudia Londoño

Democracia y partidos políticos

Los partidos políticos y el sistema político colombiano Fernando Giraldo

Semillero de investigadores

La seguridad humana: descifrando una nueva noción de seguridad Ivonne Duarte y Rocío Pachón

La seguridad internacional. A la luz de las estructuras y las dinámicas regionales: una propuesta teórica de complejos de seguridad regional Andrés Otálvaro

Las opciones de los ciudadanos en la filosofía política liberal Federmán Rodríguez

Núm. 12. I semestre de 2005 I. Reflexiones sobre seguridad

Insurgency in a time of terrorism Tom Marks

Les expériences françaises de police de proximité François Dieu

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II. Ciudad y territorio

Gobierno y gobernancia de los territorios, sectorialidad y territorialidad de las políticas públicas Jean-François Jolly

Un enfoque para la complejidad en la ciudad-región María Helena Botero

Ciudad-región Eje Cafetero: hacia un desarrollo urbano sostenible Óscar Arango

III. Dossier especial de Venezuela

Transformaciones de la democracia en Venezuela: una lectura crítica de la constitución de 1999 Ana María Bejarano

Tras las huellas del sistema político venezolano: doscientos años de historia vertidos en una revolución Francesca Ramos y Andrés Otálvaro

La política exterior de Chávez: proyección de la revolución bolivariana en las relaciones internacionales Olga Illera

IV. Democracia y partidos políticos

Elementos de la reforma constitucional en Colombia y el nuevo marco institucional Gabriel Murillo y Victoria Gómez

V. Relaciones internacionales

Extinción o reinvención del Estado-nación frente a los desafíos globales Eduardo Pastrana

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VI. Semillero de investigadores

La incursión de la diplomacia en la palestra mediática: el caso colombo-venezolano Julie Billorou

Núm. 13. II semestre de 2005 I. Dossier especial sobre TLC

Tratado de Libre Comercio Colombia-Estados Unidos Marta Lucía Ramírez

El TLC con Estados Unidos: una oportunidad para Colombia Luis Carlos Villegas

Impactos e implicaciones del TLC Colombia-Estados Unidos: un análisis desde la perspectiva institucional Marcela Anzola y Juanita Villaveces

Negociaciones internacionales de servicios financieros: la experiencia internacional y el camino recorrido por Colombia Jorge Arturo Saza García, Érika Milena Montañez Rueda y Ramiro Augusto Forero Corzo

El TLC y la inserción del país en los temas de comercio exterior Juan Alfredo Pinto Saavedra

TLC y educación superior Hans Peter Knudsen

II. Reflexiones sobre seguridad

Las alertas tempranas. La prevención de la violencia y las dificultades de la experiencia colombiana Armando Borrero Mansilla y Felipe Borrero Vallejo

Prevención comunitaria del delito en América Latina: desafíos y oportunidades Lucía Dammert

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III. Ciudad y territorio

Reajuste de derechos de propiedad del suelo urbano en las ciudades de Japón y de Colombia Óscar A. Alfonso R.

Territorio y ciudad: contexto y pretexto para un enfoque integrativo de análisis Daniel Gómez López

“Ciudad”: probabilidad emergente de un organismo vivo. Una aproximación epistemológica a la relación universidad-ciudad en tanto problema filosófico contemporáneo Adolfo Izquierdo Uribe

IV. Semillero de investigadores

The Construction of a State Peace Policy and the Process of Conflict Resolution Alexandra Abello

Reseñas Núm. 14. I semestre de 2006 I. Dossier especial: elecciones en América Latina

Bolivia. Un viaje por el proceso político que eligió a Evo Morales Presidente de Bolivia María Teresa Pinto Ocampo

Perú. Partidos y outsiders. El proceso electoral peruano de 2006 Carlos Meléndez Guerrero

Colombia. Oposición, competencia electoral y reformas para la paz en Colombia Rafael Guarín

Venezuela. Las elecciones presidenciales en Venezuela: de una democracia representativa a un régimen autoritario electoral Miriam Kornblith

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México. Elecciones 2006 en México: del binomio autoritarismodemocracia a la discusión sobre políticas públicas Irma Méndez de Hoyos II. Gobierno y democracia

Autoritarismo subnacional: estrategias territoriales de control político en regímenes democráticos Edward L. Gibson

III. Reflexiones sobre seguridad

Géopolitique de l’énergie en Amérique latine. Le temps des incertitudes Christophe-Alexandre Paillard

Trouble Ahead: The Cocaleros of Peru Vanda Felbab-Brown

La coordinación interagencial: el arma secreta de la seguridad democrática Diego Andrés Molano Aponte, Juan Pablo Franco

Los grupos paramilitares en Bogotá y Cundinamarca, 1997-2005 Bernardo Pérez Salazar

IV. Reseñas

Introducción Dieter Nohlen y la Ciencia Política Ciencia política y política: sobre la persona y obra de Dieter Nohlen Mario Fernández Baeza

¿Cómo estudiar, cómo enseñar Ciencia Política? Dieter Nohlen

-Vecindad sin límites- Encuentro Fronterizo Colombo-Venezolano. Dinámicas de la región fronteriza que une a los dos países Andrés Otálvaro

V. Semillero de investigadores

Las implicaciones de la expansión china en el sudeste asiático Mauricio Jaramillo Jassir, Camila Gómez Hormaza

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456 / NORMAS PARA LA PUBLICACIÓN DE ARTÍCULOS EN LA REVISTA DESAFÍOS

Normas para la publicación de artículos en la Revista Desafíos Los Consejos Editorial y Científico de la Revista Desafíos –publicada por el Centro de Estudios Políticos e Internacionales de las facultades de Relaciones Internacionales y de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario (Bogotá, Colombia)– recibe propuestas de artículos académicos que pasan por una revisión interna y externa en conformidad con la tipología del artículo presentado (categorías de Colciencias) y sobre los requisitos formales que a continuación se describen. Si el artículo no corresponde a ninguna de las categorías establecidas por la revista o no se ajusta a los requisitos de presentación formal será devuelto a su autor (a). Así mismo, se tendrá en cuenta la pertinencia política e internacional según la temática de la revista. Los artículos pueden estar escritos en español, francés o inglés. Las categorías1 que aplican para la revista preferiblemente son: Artículo de investigación científica y tecnológica: documento que presenta de manera detallada los resultados originales de proyectos de investigación. La estructura generalmente utilizada contiene cuatro apartes importantes: introducción, metodologías, resultados y conclusiones. Artículo de reflexión: documento que presenta resultados de investigación desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica del autor sobre un tema específico recurriendo a fuentes originales. 1 Clasificación tomada del documento “Orientaciones generales de la actualización del índice de publicaciones seriadas científicas y tecnológicas colombianas”, Colciencias, 2002.

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Artículo de revisión: documento resultado de una investigación donde se analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas sobre un campo en ciencia y tecnología con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de desarrollo. Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica por lo menos de 50 referencias. Requisitos formales • Los artículos deben ser escritos en formato Word, fuente Times New Roman 12, con una extensión entre 15 y 30 cuartillas, a espacio 1.5. • Debe incluirse un resumen analítico del artículo con no más de 200 palabras en español e ingles o francés. • Deben asignarse entre 3 y 10 palabras clave, en español, e inglés o francés. • Cada gráfica o tabla que utilice debe ir acompañada de un título breve referente a su contenido y citar su fuente. • Los artículos deben presentar la afiliación institucional de acuerdo con el siguiente modelo: nombre del autor, correo electrónico, dependencia, institución, ciudad, departamento, país. • Junto con el artículo debe enviarse hoja de vida del autor con las publicaciones más recientes. Pueden remitirse por correo electrónico a [email protected], [email protected], [email protected] En impreso y acompañados de una copia en diskette a la siguiente dirección: Revista Desafíos Universidad del Rosario. Av. Jiménez No. 7-50 oficina 301 Bogotá, Colombia. No se hará devolución de los originales ni se tendrán en consideración los artículos que no cumplan con los requisitos mencionados. Cada artículo aceptado queda supeditado a la revisión de los árbitros por parte de los Consejos Editorial y Científico y a las modificaciones formales que se requieran para adaptar el texto a las normas de la publicación. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 456-457, semestre II de 2006

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Publicaciones más relevantes de los investigadores del CEPI II/2004 – I/2006 Alternativas de Desarrollo regional y urbano en Colombia • Botero, María Helena, “Un enfoque para la complejidad en la Ciudad Región”, en Revista Desafíos, No. 12, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005, pp. 86-108. • Botero, María Helena, Conflicto y desarrollo regional soluciones de convivencia, Documento de Investigación, Nº 4, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 200. • Botero, María Helena, Desarrollo regional e internacionalización de las regiones, Documento de Investigación, Nº 3, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004. • Botero, María Helena, Misión y posibilidades de la inserción internacional de las regiones en el marco de la globalización, Documento de Investigación, Nº 1, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004. • Botero, María Helena, Opciones políticas de internacionalizar las regiones, Documento de Investigación, Nº 2, Bogotá: Universidad del Rosario, CEPI, 2004. • Gómez, Daniel, “Territorio y Ciudad: Contexto y pretexto para un análisis Integrativo” Revista Desafíos: Nº 13. Facultades de Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006

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PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 459

Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario. Bogotá 2005, pp. 185 a 205. Análisis de la Colombianidad • García, María del Rosario “Identidad y minorías en Colombia: ocupación y gobierno hispánicos del territorio”, en Revista Desafíos, Nº 11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004. • Ortiz Pérez, Luisa, “Espacios de Transgresión Identitaria. Relatos de desobediencia Wayuu y colombiana”, Documento de Trabajo, Nº 8, Facultad de Ciencia Política y Gobierno, Universidad del Rosario, Bogotá, 2004. • Ortiz Pérez, Luisa, Lecturas desobedientes de y sobre lo Wayuu, Documento de Investigación, Nº 10, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004. • Rodríguez Morales Federman, “Las opciones de los ciudadanos en la filosofía política liberal”, Revista Desafíos Nº 11, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario. Análisis de procesos históricos • Constaín, Juan Esteban, La Formación del Mundo Contemporáneo. Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, 2005. Dinámicas políticas de América Latina • Billorou, Julie Cristina, “La incursión de la diplomacia en la palestra mediática: el caso colombo-venezolano”, en Revista Desafíos, Nº 12, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005. pp. 284-325. • Francesca Ramos y Andrés Otalvaro, “Tras las huellas del sistema político venezolano: doscientos años de historia vertidos en una Revolución”, en Revista Desafíos, Nº 12, Bogotá, UniversiDesafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006

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460 / PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI

dad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005. pp. 145-208. Estudios de género • Serrano, Adriana, “Alguien que cuide de mi” Para una lectura crítica sobre los discursos de igualdad de género, Documento de Investigación, Nº 11, Bogotá: Universidad del Rosario, CEPI, 2005. Gobernabilidad y Reconstrucción del Estado • Abello, Alexandra, “The Construction of a State Peace Policy and the Process of Conflict Resolution”, en Revista Desafíos Nº 13, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005. • Hoyos, Diana, “Evolución del sistema de partidos en Colombia 1972-2000. Una Mirada Regional”, en Análisis Político, N° 55, Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI, Universidad Nacional, 2005. • Romero, Mauricio, “La Desmovilización de los Paramilitares y Autodefensas: Riesgosa, Controvertida y Necesaria, Síntesis 2004”, en Anuario Social, Político y Económico, Colombia, Bogotá, Universidad Nacional, IEPRI-FESCOL, 2005. Institucionalidad y Democracia • Franco Cuervo, Beatriz, “Colombia”, en Nohlen, Dieter (ed.), Elections in the Americas: A Data Handbook, Volume 2, South America, Oxford, Oxford University Press, 2005. ISBN 0-19-928358-3. • Puentes González, Germán, “Carrera Administrativa y Democracia”, en Administración y Desarrollo, No 42, ESAP, Facultad de Investigaciones, Segundo Semestre de 2004. pp. 50-73. • Puentes González, Germán, “La carrera administrativa: ¿anhelo o realidad?”, en Revista Desafíos, No 11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004. pp. 60-105.

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PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 461

Política Exterior Colombiana • Cardona, Diego y Martha Ardila, Los instrumentos de inserción internacional y la Política Exterior: Hacia una diplomacia integral. Colombia y su mundo externo: dinámicas y tendencias, Bogotá: FESCOL– CEREC, 2005. • Cardona, Diego, “¿Tiene futuro la comunidad sudamericana?”, en Foreign affairs en Español Vol %, N° 2, México DF, Instituto técnico autónomo de México, junio de 2005. • Cardona, Diego, “Las relaciones Unión Europea – Comunidad Andina: tareas inmediatas”, en Revista Nueva Sociedad, N° 190, 2004. pp. 117-124. • Observatorio de Política Exterior Colombiana (OPEC), Referencias Bibliográficas sobre la Política Exterior Colombiana: aspectos generales y temáticas no tradicionales, Documento de Investigación, Nº 9, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005. • Pachón, Rocio, “Una aproximación al estudio de las relaciones transatlánticas en su dimensión tradicional”, en Revista Papel Político, N°18, Bogotá, Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, 2006. • Pachón, Rocío, La gestión y la negociación de Colombia ante la UE frente a un caso de estudio como es el SGP, Documento de Investigación, N° 15, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2006. • Pachón, Rocío, Los vínculos políticos Colombia – UE: una relación que involucra la CAN y el compromiso de Colombia en la Subregión, Documento de investigación, N° 12, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2006. Seguridad Regional e Internacional • Cardona, Diego, Duarte, Ivonne y Jiménez, Nathaly, “La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos en la Administración Bush: una lectura desde América Latina”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de la seguridad en Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006

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Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004, pp. 193-244. Cardona, Labatut, Lavaux, Sanchez (eds), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004. Duarte, Ivonne y Pachón, Rocío, “La seguridad humana: descifrando una nueva noción de seguridad”, en Revista Desafíos, Nº 11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, Segundo semestre de 2004, pp. 182-221. Lavaux, Stéphanie, “Degradación ambiental y conflictos: las conexiones”, en Revista CIFE, No. 9, Bogotá, U. Santo Tomás, 2004, pp. 71-83. Lavaux, Stéphanie, “Medio Ambiente y Seguridad: una relación controvertida pero necesaria”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (editores), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp. 91-122. Lavaux, Stéphanie, Degradación ambiental y conflictos: las conexiones, Documento de investigación, No. 7, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004. Lavaux, Stéphanie, Gouvernance et gestion des espaces hydrographiques nationaux et internationaux: l’analyse du cas espagnol et des conflits de l’eau dans le bassin de l’Ebre, Documento de investigación, No. 13, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, diciembre de 2005. Otálvaro, Andrés, “La seguridad internacional a la luz de las estructuras y las dinámicas regionales: una propuesta teórica de complejos de seguridad regional”, Revista Desafíos, Nº 11, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, Segundo semestre de 2004, pp. 222-2420. Pachón, Rocío y Duarte, Ivonne, “Entre el altruismo racional y el pragmatismo estratégico: una aproximación a la Seguridad Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006

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PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI/ 463

















Humana”, en Magazine Seguridad Sostenible, Institut Internacional de Governabilitat de Canalanya, diciembre de 2004 y enero de 2005, http://www.iigov.org/seguridad. Pachón, Rocío, “Gobernanza y seguridad: un modelo para Europa y un referente para la Comunidad Andina”, en Magazine Seguridad Sostenible, Febrero de 2004, http://www.iigov.org/seguridad. Ruiz, Juan Carlos, “La encrucijada de la seguridad ciudadana en América Latina: entre la tentación autoritaria y la participación comunitaria”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (editores), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp. 123-146. Ruiz, Juan Carlos, “Policía exitosa, policía indolente”, en Jarrín, Oswaldo (comp.), Política Pública de seguridad ciudadana, Quito, FLACSO-Fundación Esquel, 2004. Ruiz, Juan Carlos, “Reinventando la seguridad en Colombia: reformas fallidas y modernización inconclusa de la Policía colombiana”, en Ensayos sobre Defensa y Seguridad, Nº 1, Bogotá, Escuela Superior de Guerra, 2004. Sánchez David, Rubén y Rodríguez Morales, Federmán, “Una aproximación al Estudio de la seguridad”, en Ensayos sobre Defensa y Seguridad, Nº 02, Bogotá, Escuela Superior de Guerra, 2005, pp. 79-114. Sánchez David, Rubén y Rodríguez Morales, Federmán, “Seguridad Económica y desarrollo: Brasil como espacio de exploración”, en Revista CIFE, Nº 9, Bogotá, Universidad Santo Tomás, 2004, pp. 61-70. Sánchez David, Rubén y Rodríguez Morales, Federmán Una reconstrucción preliminar de la tradición democrática, Documento de Investigación, Nº 14, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2006. Sánchez David, Rubén, “Política, democracia y ciudadanía”, en Revista Desafíos, Nº 9, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp. 8-37.

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464 / PUBLICACIONES MÁS RELEVANTES DE LOS INVESTIGADORES DEL CEPI

• Sánchez David, Rubén; Ruiz, Juan Carlos, Lavaux; Stéphanie, Ramos, Francesca, Bonett; Manuel José, Pachón, Rocío, Rodríguez, Federmán, Otálvaro, Andrés, duarte, Ivonne, Machuca, Rubén, Suárez, Carlos, Seguridades en construcción en América Latina, El círculo de Colombia, Tomo 1, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2005. • Sánchez, Rubén, “La seguridad en Europa y América Latina: reflexiones para Colombia”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales, CEPI, 2004, pp. 275-300. • Torrijos, Vicente, “¿Tiene Colombia una amenaza?”, en Informe Anual 2004 sobre defensa y seguridad nacional, Bogotá, Cuerpo de Generales y Almirantes en Retiro de las Fuerzas Militares, 2004, pp. 38-43. • Torrijos, Vicente, “El poder y la fuerza. Apuntes doctrinales sobre la naturaleza revolucionaria de las Farc. En Investigación y Desarrollo”, en Dirección de Investigaciones y Proyectos, Vol. 12, N° 2, Barranquilla, Universidad del Norte, Diciembre del 2004, pp. 302-317. • Torrijos, Vicente, “La tormenta perfecta. El hiperterrorismo y su incidencia en la política internacional. ¿Es posible negociar con los nuevos perpetradores?”, en Revista de las Fuerzas Armadas, N° 192, Bogotá, Escuela Superior de Guerra, Comando General de las Fuerzas Militares, septiembre del 2004, pp. 12-23. • Torrijos, Vicente, “La unidad de criterios y la conducción de la guerra”, en Revista anual de la Cátedra Estatal de Defensa y Seguridad Nacionales, Bogotá, Escuela Superior de Guerra, Comando General de las Fuerzas Militares, septiembre del 2004, pp. 129 a 137. • Torrijos, Vicente, “Seguridad constructiva / Seguridad selectiva. Un mapa conceptual para entender y gestionar el riesgo de ingobernabilidad global”, en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez (eds.), Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas, Bogotá, Universidad del Rosario, CEPI, 2004, pp. 280-310. Desafíos, Bogotá (Colombia), (15): 458-465, semestre II de 2006

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• Torrijos, Vicente, “Teoría y práctica de la fertilidad revolucionaria. ¿Qué tan lejos o tan cerca están las Farc de tomarse el poder en Colombia?”, en Revista electrónica Transcend. Transcend Peace University [Johan Galtung, rector], www.transcend.org, fecha de incorporación: 8 de junio del 2004.

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Estudios Políticos 28 enero-junio 2006 ISSN 0121-5167

La historia de la palabra “democracia” en la época moderna Pierre Rosanvallon De la ciudadanía autoritaria a una ciudadanía social diferenciada y participativa. Apuntes sobre el debate vendedores ambulantes-espacio público Óscar Parra Vera La teoría postrawlsiana de la desobediencia civil Andrés Fabián Henao Castro La promesa de (in)seguridad: algunas reflexiones críticas Josefina Echavarría Álvarez Los efectos regionales y locales de la política de cooperación al desarrollo de la Unión Europea: el caso de Sudamérica y Colombia Alexander Martínez Rivillas

Libros

Pedro Medellín Torres. El presidente sitiado. Ingobernabilidad y erosión del poder presidencial en Colombia Jairo Díaz Pinzón Correspondencia, canje y suscripciones: Revista ESTUDIOS POLÍTICOS, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia Apartado Aéreo 1226. Medellín, Colombia. Teléfono: 210 5690. Fax: 210 5960. E-mail: [email protected] [email protected] http://iep.udea.edu.co/estudiospoliticos

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AUTORIZACIÓN PARA PUBLICACIÓN

Señores COLEGIO MAYOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO Bogotá, Colombia __________________________________ , mayor de edad, domiciliado en la ciudad de _______, en __________, identificado como aparece al pie de mi firma y creador del texto titulado _____________________, como parte de la publicación _______________________, a través de este documento, autorizo voluntariamente a la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, la publicación de la obra en mención. Así mismo, conozco que la obra en razón a la naturaleza académica de la Universidad, será publicada a título de ilustración destinada a la enseñanza con fines educativos, sin ánimo de lucro y por lo tanto, autorizo que los fondos que se llegaren a recaudar por su divulgación, se destinen a apoyar el financiamiento de los costos sufragados por la Universidad para la divulgación de esta u otra obra que publique con estos fines. Igualmente, declaro que la obra es original e inédita y fue realizada por mí mismo, sin violar o usurpar derechos de autor de terceros, es de mi exclusiva autoría y detento la titularidad de los derechos morales de la misma, garantizo que no contiene citas o transcripciones de obras no debidamente referencias; que no contiene declaraciones difamatorias contra terceros, ni contrarias al orden público y a las buenas costumbres, y que no viola derechos de otros autores. En caso de presentarse cualquier reclamación o acción por parte de un tercero en cuanto a los derechos morales o patrimoniales de autor sobre la obra en cuestión, asumiré toda responsabilidad y saldré en defensa de los derechos aquí otorgados. Nombre Cédula Firma Dirección de correspondencia

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Por favor diligencie el formulario y envíelo en el momento de presentar el artículo al editor o director de la publicación.

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