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Indice Diakonia N° 126 Ejercicios Espirituales y Cambio de Época Iniciamos este número con este breve artículo que nos da una visión amplia de la espiritualidad ignaciana y nos introduce en el tema al que está dedicado este número: “El discernimiento ignaciano ofrece métodos seguros para integrar, en nuestras decisiones, la oración con el análisis cuidadoso de las alternativas respecto a problemas personales y sociales; la reflexión teológica con los elementos de nuestra experiencia espiritual; la sensibilidad al Espíritu de Dios con el conocimiento de los caminos humanos. Se trata no tanto de un proceso para momentos particulares, como de una actitud permanente de libertad interior, familiaridad con Dios y atención a las llamadas que Él nos hace desde dentro de la realidad y de nuestras ocupaciones y luchas de cada día. Para el laico, llamado a transformar la realidad y las estructuras sociales del mundo en que vive con el Espíritu del Evangelio, así como a aconsejar y orientar otros hombres y mujeres sobres sus problemas, el discernimiento constituye una fuente fecunda de claridad”. Principio y fundamento del discernimiento cristiano……..P. Josep Vives, s.j. El autor nos recuerda que el discernimiento es una disponibilidad interior que poseemos los seres humanos. Sitúa esta experiencia del discernimiento en el contexto del conocimiento interno de Jesús y una cercanía que nos induce a la intimidad con Dios, el Dios de Jesús, el Dios del Reino y de los Pobres: “Desde otro punto de vista es evidente que hay una relación básica entre SEGUIMIENTO, IMITACIÓN, DISCERNIMIENTO Y OPCIÓN POR LOS POBRES. Como habréis oído muchas veces, la opción por los pobres no es parta nosotros una opción de tipo sociológico, político o económico, sino una opción de fe, en el sentido de que, a imitación de Jesús, hay que optar por aquellos a quienes la conducta habitual de los hombres, el proceder mundano, no quiere reconocer como hijos de Dios. Se trata de reconocer a los pobres como aquellos a quienes hay que dar la dignidad de hijos de Dios, aquellos a quienes Dios quiere particularmente que se les atienda. Y cuando menos, una de las cosas que Dios pedirá de nosotros en todo discernimiento -y que el Espíritu nos dará-, será el impulso a reconocer como hijos suyos a aquellos que los hombres no quieren reconocer como tales”. La ruta del agua, el vino, el vinagre y la sangre en el Evangelio de Juan……………………………………………………………P. José Antonio Pacheco, s.j. José Antonio nos regala de manera sucinta y condensada una experiencia de Ejercicios Espirituales en donde muestra los símbolos de la nueva y definitiva alianza de Dios con la humanidad, en definitiva un cambio de época: “En el relato de las bodas de Caná se mencionan el agua y el vino repetidas veces (2,3.7.9.10). María le señala a Jesús que hace falta el vino. Jesús se refiere a María con las mismas palabras con las que lo hace cuando ésta se encuentra el pie de la cruz (2,4; 19,26). Hace de nuevo referencia a su hora (2,4). De la copa de las tinajas que Jesús manda llenar con agua el mayordomo bebe un vino delicioso. La fiesta continúa. Aquí el Evangelio pareciera estarnos sugiriendo que con Jesús se inaugura un cambio de época, un tiempo de fiesta, de boda, de alianza en el que abundan el vino y la alegría (“¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos?” Lc 5,34). El texto nos remite a la crucifixión, a la hora de Jesús, a la boda del Cordero, sólo que aquí la compañera del agua será la sangre (19,34), y el novio, Jesús (“Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está preparada” Ap 19,7)”. Los procedimientos: un rostro y una voz en la senda que conduce a Dios (La mistagogía de la pedagogía)…………….P. Eduardo Valdés, s.j.
El autor nos muestra cómo San Ignacio junto con las meditaciones de los Ejercicios nos regaló modo y manera para mejor sacar provecho. Toda esta nube de ayudas nos permite dejarnos conducir por Dios. Este artículo quiere introducir a estos procedimientos. Nos hace recorrer de manera breve los primeros pasos de preparación que propone San Ignacio en esa aventura espiritual. Esta carta de presentación se conoce como las anotaciones. A continuación, el autor nos invita a leer y poner en práctica las que siguen al final de la cuarta semana, los modos de orar. Estas dos lecturas permiten prepararse para recorrer de lleno, más adelante, el resto que faltan, por ejemplo, reglas del comer, del discernimiento, etc. Hasta terminar con las que cierran el librito de los Ejercicios: reglas para sentir con la Iglesia. Buena travesía con todos estos puntos de apoyo. Mi experiencia de vivir y acompañar Ejercicios Espirituales en época de cambios………………………………………………………. Vinicio Joaquín Morales. Vivir los Ejercicios Espirituales y acompañar a otros en esta incomparable experiencia, no es un arte exclusivo de los sacerdotes, religiosas o religiosos. El autor nos comparte su experiencia espiritual después de vivir y haber tenido la experiencia de acompañar a otras personas haciendo sus ejercicios espirituales. Nos comparte su experiencia como cristiano, laico y padre de familia: “Aquí quisiera hacer mi primera reflexión en relación al ‘cambio de época´ o ‘época de cambios’ que estamos viviendo, en donde las personas de todas las edades seguimos como siempre, buscando a Dios en lo profundo y deseamos que Él sea el centro de nuestras vidas; pero hoy en día, los medios que la sociedad y la globalización nos ofrecen, nos coloca en una dinámica en la cual no es fácil tener los mismos criterios de discernimiento de la época de San Ignacio que no lo considero tampoco como un justificativo, porque la vivencia espiritual no tiene época, ni tiempo, ni espacio, considero, pero a mi criterio el ‘mal espíritu´ hoy tiene mucho más aliados, medios, instrumentos”. Ejercicios Espirituales en un contexto de cambios y predominio de la imagen…………………………………………………… Leopoldo Galdámez Lara, s.j. ¿Cómo enfrentar los grandes cambios que vamos viviendo en el presente? Leopoldo nos recuerda que los Ejercicios Espirituales nos ofrecen una capacidad inusitada de respuesta, así por ejemplo, San Ignacio se convirtió en un gran maestro que nos mostró un camino para tener esa audacia de saber adecuarse y actualizarse a las exigencias de su tiempo en el paso de la época medieval a la modernidad: “Efectivamente, los Ejercicios Espirituales nacen en un contexto de búsqueda y cambios, a nivel personal, de aquel hombre que ha sido tocado por Dios; una búsqueda y unos cambios que le llevarán a autodefinirse como ‘el Peregrino´. Y en un contexto de búsqueda y cambios de una sociedad que sale del largo período medieval y se abre a la Modernidad. En este contexto personal y social de cambios profundos nacen los Ejercicios Espirituales, como un don de Dios, un instrumento que ayudó a muchos hombres que, quizás igualmente que Ignacio, se encontraban en búsqueda personal, o al menos vivían con inquietud los cambios que se estaban produciendo en su medio. Así, aquello que empezó como unos sencillos ‘apuntes´ de su propia experiencia para ayudar a otras personas, con una sorprendente creatividad san Ignacio llegó a convertirlos en un instrumento que cambiaría la vida de muchos de sus contemporáneos y les llevaría a situarse en una posición de incidencia positiva en el momento histórico que vivían. Cabe entonces preguntarnos, ¿Qué tenían los Ejercicios que causaban efectos sorprendentes en las personas que los vivían? Indudablemente, la experiencia misma de Dios”. Los Ejercicios hoy, una experiencia renovada……………….. P. Los Ejercicios Espirituales se han ido adecuando según los tiempos, lugares y personas. Siempre mantienen una fresca pedagogía del Espíritu de Dios y pueden ser vividos en todos los ambientes: Parroquias, grupos de jóvenes y adultos inquietos, centros educativos, etc. “Una adaptación de los EE que está dando muy buenos resultados, es el modo de hacerlos –bien los ‘leves´, bien los ‘completos´- en la vida diaria, pero en grupo. Un grupo coordinado por un guía, a quien se
le entrega y administra el itinerario que cada componente del grupo ha de hacer a nivel de oración y examen personal. La novedad está en el encuentro semanal que el grupo tiene con su guía, donde rezan en común, comparten la experiencia personal de la semana, aclaran –disciernen- situaciones vividas y programan el camino a recorrer durante la semana siguiente. Este método se ha introducido, fundamentalmente, en parroquias tanto urbanas como rurales, así como en centros universitarios y grupos juveniles de todo tipo. El proceso suele durar dos o tres años, tiempo suficiente para que cada ejercitante se familiarice con la experiencia de oración –en clave ignaciana- y dinamice desde ahí su vida cristiana”. Espiritualidad del P. Hurtado………………………………………… P. Jaime Castellón, s.j. Hombres de la talla humana y cristiana del P. Hurtado no se gestan con pura esfuerzo de voluntad, sin contar con la gracia de Dios y su constante intimidad con Él. “La espiritualidad del Padre Hurtado es el camino para llegar a una plena comunión de amor con Dios a través de la colaboración con Jesucristo en su misión redentora. El Padre Hurtado quiere ir con Jesús por los caminos del mundo, instaurando el Reino y haciendo el bien a todos, especialmente a los pobres. Se hace plenamente disponible a Él para esta misión, y por eso se pregunta en las diversas circunstancias de su vida lo que Él hubiera hecho estando en su lugar. Su vastísima y múltiple actividad tienen su razón de ser y su destino en la unión con Cristo que transforma el mundo para entregarlo al Padre”. Un regalo de vida y esperanza…………………………………..P. Javier Mosquera Nuestro gran amigo y compañero Manolo Maquieiria, dejó una impronta imborrable en los corazones de todos los que le conocimos. Javier nos ofrece su testimonio de primera mano: “Y es que Manolo lo sabía todo de la colonia. De cada patojo por quien le preguntaba, me contaba la vida. De cada señora que llegaba a hablarle, sabía los problemas. Pero iba más lejos. No eran los problemas de la comunidad, eran sus problemas, los de su familia y eso realmente lo afectaba. A mí me resultaba difícil entender cómo era que aguantaba esa presión con una salud tan precaria. Pero sobre todo, sigo sin comprender cómo con el corazón tan maltrecho que le quedaba, podía amar a tanta gente”. A Manolo………………………………………………………………………….P.
Narsiso Crus, s.j.
Este fragmento del poema inédito de Narsiso es una pequeña muestra del gran impacto de su encuentro con Manolo Maquieira: “La obediencia te llevó al Padre al que escogiste seguir sin quitar la mano del arado. Dime, Manolo, ¿Cómo es el rostro de Dios? ¿Cómo abrazan sus manos de Madre y Padre? El Todopoderoso no te era forastero porque cuando estuvo sin hogar, le diste una casa; estuvo sin educación, le diste una escuela; fue marero, creíste en él; vivía marginalmente, te hiciste marginal con Él; por eso, Toño, Silvia y Chito te reclaman y lloran”. Desafíos de la Educación Universitaria S.J…………………….P. Luis Ugalde,s.j. La educación es un foco importante de humanismo y también de espiritualidad cristiana o religiosa. Luis Ugalde, conocedor la educación universitaria nos habla sobre la identidad, la espiritualidad y la universidad. Nos plantea según su experiencia universitaria cuáles son los desafíos de la educación universitaria en tiempos de cambios como los que vivimos en la actualidad:
“No puede haber una universidad de inspiración cristiana sin que la solidaridad sea cultivada expresamente. Pero sectores de la humanidad que se sienten exitosos con la antropología individualista, relegan incluso las condiciones tradicionales para el desarrollo de las formas de solidaridad hasta el extremo de que categorías como el bien común, el pacto social o la cosa pública (re-pública), se vuelven ininteligibles ”. A.M.D.G.
Introducción Ejercicios Espirituales y cambio de época Ir más adelante en el Señor Nuestro, una imagen que recoge el sentir de San Ignacio. Nos lanza siempre en una búsqueda ir más allá, hacia adelante en ese conocimiento interno de Jesús, de su proyecto el reinado de Dios Padre. No quedarnos satisfechos con los caminos recorridos del Espíritu. También nos recuerda una máxima de San Agustín sobre la vida espiritual: quien no avanza retrocede. En este número queremos ofrecer luces y puntos de referencia para seguir en esta búsqueda de Dios y su reinado y no perdernos en el camino, qué camino seguir, cómo seguir discerniendo… La espiritualidad tiene rostro y nosotros ofrecemos ese rostro de la espiritualidad del “Peregrino”, tal como lo dice Ignacio de Loyola “el peregrino”. De aquel que se deja inducir, seducir y llevar por la fuerza encantadora del Espíritu de Dios. En este número hay distintos artículos que nos expresan características, rasgos, procedimientos y testimonios vivos de quienes viven y acompañan en este gran periplo al navegar las aguas profundas del misterio de Dios, con la enorme libertad del Espíritu… Hay que decirlo sin temor que estamos en un cambio de época, con grandes transformaciones insólitas de todo tipo, como si se tratara de cruzar una frontera hacia regiones inexploradas que escapan a la imaginación humana. Estamos invitados a vivir la espiritualidad del migrante y del nómada, que sale en busca de un sueño que se vuelve desconocido. Pero sabiendo que el futuro también pertenece a Dios. Los Ejercicios Espirituales nos ofrecen las herramientas espirituales para estar a la altura de este cambio de época que no es lo mismo que una época de cambios… Disfrutemos del contenido y de la riqueza humana y espiritual que se nos ofrece en este número de Diakonia.
La ruta del agua, el vino, el vinagre y la sangre en el Evangelio de Juan
?6 José Antonio Pacheco, sj?8
En los Ejercicios Espirituales que nos dio Pedro Arriaga a los jesuitas de Nicaragua en enero de 2007 nos sugirió seguir la ruta del agua, del vino, el vinagre y la sangre en el Evangelio de Juan. Lo que sigue es el resultado de dicho recorrido. En el prólogo se nos dice que quienes creen en la Palabra han sido hechos hijos(as) de Dios, esto es, no han nacido de la sangre, ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre sino que fueron engendrados(as) por Dios (1,12-13). Este pasaje está en relación con el final del Evangelio en el que se nos dice que lo escrito en él es “para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él” (20,31). Estos dos textos forman una gran inclusión: quienes creen en Jesús como el Hijo de Dios se descubren a sí mismos(as) como hijos(as) de Dios. Esto es lo que busca mostrar el Evangelio. En el pasaje del bautismo de Jesús por Juan aparece la palabra agua dos veces (1,26.31). Aquí Juan proclama a Jesús formalmente como Hijo de Dios. Es el Hijo porque está ungido por el Espíritu (el Espíritu se posó sobre él) y porque puede darlo. Jesús es el Mesías, el Cristo, el ungido por el Espíritu, el capaz de entregarlo, el Hijo de Dios. Es lo que luego dirá el Evangelio: “Dobló la cabeza y entregó el espíritu” (19,30). El bautismo de Jesús por Juan nos remite al bautismo por Jesús, a la entrega del Espíritu por parte de Jesús. Es “la hora” a la que se refiere Jesús en el Evangelio (12,23-28), el bautismo al que se refiere Jesús en el Evangelio de Lucas: “De un bautismo tengo que ser bautizado. ¡Y cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lc 12,50). Tal vez por eso se explique que el Evangelio dice que Jesús bautizaba (3,22.26), pero luego se corrige, y dice que eran sus discípulos los que bautizaban (4,2). En el relato de las bodas de Caná se mencionan el agua y el vino repetidas veces (2,3.7.9.10). María le señala a Jesús que hace falta el vino. Jesús se refiere a María con las mismas palabras con las que lo hace cuando ésta se encuentra el pie de la cruz (2,4; 19,26). Hace de nuevo referencia a su hora (2,4). De la copa de las tinajas que Jesús manda llenar con agua el mayordomo bebe un vino delicioso. La fiesta continúa. Aquí el Evangelio pareciera estarnos sugiriendo que con Jesús se inaugura un cambio de época, un tiempo de fiesta, de boda, de alianza en el que abundan el vino y la alegría (“¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos?” Lc 5,34). El texto nos remite a la crucifixión, a la hora de Jesús, a la boda del Cordero, sólo que aquí la compañera del agua será la sangre (19,34), y el novio, Jesús (“Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está preparada” Ap 19,7).
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Colaborador con este número 126 de Diakonia, (Junio 2008). Pertenece al equipo de dirección de la revista Diakonia.
En el diálogo con Nicodemo el Evangelio nos muestra en qué consiste el bautismo por Jesús: es con agua y Espíritu (3,5) y hace nacer de nuevo (como hijo[a] de Dios, como había apuntado ya antes, 1,12-13). A continuación el Evangelio compara explícitamente el bautismo de Juan con el de Jesús. Aquí aparece el agua de nuevo (3,23). El bautismo pareciera necesitar agua abundante. El bautismo de Juan cede claramente ante el de Jesús. Recordemos que es Jesús, a diferencia de Juan, el que entrega el Espíritu (1,33;19,30). En el encuentro de Jesús con la samaritana aparece de nuevo el agua (4,7.10.11.13-14.15). Aquí el Evangelio presenta a Jesús como el agua viva, como el agua que colma la sed, como el agua que una vez bebida se convierte en manantial en quien la toma. La respuesta de la samaritana es de una creyente: “Señor, dame de esa agua” (4,15). Jesús vuelve a Caná. Se mencionan nuevamente el agua y el vino (4,46). Aquí el Evangelio nos presenta a un funcionario real que le pide a Jesús por su hijo. Jesús le dice que su hijo vive. El funcionario cree. Ahí donde Jesús se reveló como el vino de la alegría se revela como fuente de sanidad. Todo lo mostrado hasta ahora sobre Jesús es puesto a prueba en la escena de la curación del paralítico de Betesda. Aquí el tema es el del agua (5,3.4.7). El paralítico lleva 38 años tendido junto a la piscina de Betesda. Obviamente el agua de esa piscina no ha sido capaz de darle vida. Jesús le pregunta si quiere ser sanado. El paralítico vacila. Su confianza sigue estando en el agua de la piscina aunque no tenga oportunidad de ser sanado por ella, ya que no tiene a nadie que lo introduzca a ella rápidamente cuando es agitada por un ángel. Jesús le ordena que se levante, que tome su camilla y que ande. Él lo hace. Jesús se le revela al hombre que había sido paralítico como el agua que sana, como el agua que da vida. Con todo, el hombre no parece acabar de creer que Jesús es el agua viva. Después de un encuentro con los “judíos” que no creen en Jesús el hombre se dirige al Templo. Jesús afirmó en el encuentro con la samaritana que a Dios no se le va a adorar ni en Samaria ni en Jerusalén, sino en Espíritu y verdad (4,21-24). No es de extrañar que Jesús le diga en un segundo encuentro que no vuelva a pecar, esto es, que crea en Él (16,9). El hombre, con todo, va y denuncia ante los “judíos” a Jesús como el hombre que lo ha hecho quebrar la ley. El Evangelio compara aquí dos aguas, una estancada que no da vida y otra viva, que da vida. Sin embargo, el hombre que ha sido sanado sigue depositando su confianza en el agua estancada. Es incapaz de creer en el agua viva que es Jesús. Esta escena pareciera ser una ilustración del diagnóstico que hace Jeremías de su pueblo: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua” (Jr 2,13). En los márgenes del judaísmo una mujer samaritana y un funcionario real extranjero han creído en Jesús como el agua que da vida. En cambio, en el centro del “judaísmo”, Jesús no hace sino encontrar oposición por los suyos como ya había sido esbozado en el prólogo (1,11). Frente a esta experiencia de rechazo por los suyos el Evangelio insiste en la comunión con Jesús, con su sangre, como fuente de vida verdadera (6,53.54.55.56). Los términos son crudos: “Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes” (6,53). Pero es que el asunto es literalmente vital: se trata de la vida, y una vida por la que hay que optar. Así, a algunos este lenguaje les resulta “duro” (6,60), insoportable, de manera que “muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (6,66). El Evangelio vuelve a retomar la imagen de Jesús como agua viva y la enfatiza: quien beba creyendo en Él de su agua “de sus entrañas brotarán ríos de agua viva” (7,38). Aquí el Evangelio retoma y profundiza la afirmación hecha por Jesús a la samaritana: “pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el
agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna” (4,14). En la siguiente escena el Evangelio caracteriza el agua de los ríos de agua viva como servicio (13,5). Porque Jesús es la fuente de la vida puede compartirla, es más, entregarla libre y generosamente (ver 10,18). En la escena siguiente el Evangelio muestra a Jesús como sediento. Él que es la fuente del agua viva, ¿tiene sed? ¿Cómo puede ser esto? El Evangelio pareciera apuntar aquí al fundamento de la comunión con Jesús: es su propia comunión con nosotras y nosotros. En la cruz Jesús tiene sed. Le ofrecen vinagre (19,29). A Él que ofrece el agua viva, su vida en su sangre (Dt 12,23), le ofrecen vinagre. Pero lo más escandaloso es que Jesús lo toma (19,30). Jesús puede invitar a tomar su sangre porque Él ha tomado el vinagre que le fue ofrecido. A cambio del vinagre que se le ofrece, Jesús entrega el espíritu (19,30). Una vez que Jesús ha entregado el espíritu un soldado le atraviesa el costado con una lanza “y al instante salió sangre y agua” (19,34). Esta escena es la condensación de todas las escenas anteriores. Es aquí donde Jesús entrega su vida libremente, donde se da enteramente en servicio nuestro, al servicio de nuestra vida. Su costado abierto es la fuente del manantial que da vida eterna, es de su costado abierto de donde brotan los ríos de agua viva. Son la sangre y el agua que brotan de su costado atravesado las que calman nuestra sed. No es necesario construir cisternas ni piscinas para guardar el agua; su costado abierto es una fuente inagotable de ella. Ésta es la actualización de la visión de Ezequiel sobre el manantial que sale del Templo (Ez 47). Su herida es la que cura las nuestras (1Pe 2,24). La contemplación del que traspasaron es el lugar para la profesión de la fe (“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”, Mc 15,39). Es con su sangre y su agua que somos bautizados(as), engendrados(as) como hijos e hijas de Dios (“Mi hijo(a) eres tú; yo te he engendrado hoy”, Sal 2,7). Es aquí que Jesús entrega el Espíritu (19,30) que perdona y capacita para perdonar (20,19-23). Por último, éste es el lugar de las bodas del Cordero, de la Nueva Alianza (“Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre”, 1Co 11,25), la que nos abre a una intimidad inimaginada porque es la comunidad de creyentes en general y cada uno(a) de los(as) creyentes en particular la novia y el Traspasado que vive, el novio. En el epílogo del Evangelio se menciona una vez más el agua (21,7). Se trata del bautismo de Pedro. Creyendo que es Jesús quien se encuentra en la orilla Pedro se sumerge en el agua. Al salir se encuentra con Jesús. Pedro ha renacido del agua y del Espíritu (3,5). Le lleva el producto de la pesca que ha sido abundante. Jesús le confirma su amor, le insinúa el otro bautismo que le espera y lo llama. Es el comienzo de una vida nueva. Una vez hecho este recorrido terminaremos haciendo algunas reflexiones sobre él. Pareciera que el tema del evangelio es la filiación divina: de Jesús (20,31) y de aquéllos(as) que crean en él (1,13). Esta filiación se lleva a cabo por el bautismo de Jesús que es capaz de entregar el Espíritu (19,30) porque lo ha recibido (1,32). Por eso el bautismo de Juan cede ante el de Jesús (3,26.30). Jesús bautiza en la cruz, con el agua y la sangre que salen de su costado atravesado (19,34). Él es el que puede hacer que se nazca de nuevo (3,3-8). La samaritana (4,15.39), el funcionario real (4,53) y Pedro (21,7.19) han nacido de nuevo. Jesús es fuente de sanación, como se muestra tanto en el hijo del funcionario (4,52) como en el paralítico (5,9). Con todo, hay una diferencia fundamental. Mientras que el funcionario extranjero en el margen del judaísmo cree, el paralítico judío curado en el centro del judaísmo no cree. Además, de presentar a Jesús como fuente de sanación, el Evangelio trata el tema de la fe y de la incredulidad.
La sed “de Jesús” tanto en sentido objetivo como subjetivo es el tema del diálogo con la samaritana y del vinagre. La samaritana acaba teniendo sed de Jesús (4,15). Es vinagre lo que calma la sed de Jesús (19,29-30). Esta comunión que es tematizada aquí con el agua y el vinagre es luego tratada con el tema de la sangre. Podemos tomar el agua y la sangre de Jesús porque él ha tomado nuestro vinagre. La comunión con Jesús está posibilitada por la comunión de Jesús con nosotros(as). La forma de fluir de esta sangre y de esta agua es el servicio (13,5) y el perdón (20,19-23). Porque Jesús es la fuente de agua viva (4,14) puede dejar que corra con libertad. Porque Jesús es la fuente de la vida puede entregarla en servicio (10,18). Porque de su interior brota el Espíritu perdona y capacita para perdonar. La relación de filiación con Dios como Padre (1,12-13) nos abre a una de “intimidad” (3,29) con Jesús en el Espíritu. Es la participación en la Pascua de Jesús: por eso, aunque “ahora somos hijos(as) de Dios” “aún no se ha manifestado lo que seremos” (1Jn 3,2).