Índices de precios de consumo. Índices del coste de la vida. Fundamentos y aspectos metodológicos más destacados

ESTADÍSTICA ESPAÑOLA Vol. 42, Núm. 145, 2000, págs. 59 a 82 Índices de precios de consumo. Índices del coste de la vida. Fundamentos y aspectos metod

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ESTADÍSTICA ESPAÑOLA Vol. 42, Núm. 145, 2000, págs. 59 a 82

Índices de precios de consumo. Índices del coste de la vida. Fundamentos y aspectos metodológicos más destacados por MIGUEL ÁNGEL DE CASTRO Subdirector General del INE

IGNACIO GONZÁLEZ VEIGA Jefe de Área del INE

El dilema existente sobre la idoneidad de los índices de precios de consumo o de los índices de coste de la vida no es algo nuevo; el debate lleva abierto muchos años. Mientras que los productores de estadísticas, la Estadística oficial, elaboran mensualmente IPCs, los académicos se adentran en estudios sobre un Índice del Coste de la Vida (ICV) que elimine los supuestos sesgos asociados a un índice de precios de consumo, al considerar éste como aproximación a un ICV. Se puede leer constantemente que un índice de precios de consumo no mide el coste de la vida. Y realmente es así, porque son conceptos distintos cuyos objetivos en sí mismos son medir realidades diferentes: en el caso del IPC, la evolución pura de los precios de consumo, es decir, la inflación del nivel general de precios de artículos destinados al consumo, y en el caso del ICV, cómo evoluciona el coste de la vida, esto es, el gasto de los consumidores.

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Mientras que en un IPC es preciso aislar la variable precio para determinar su evolución pura en el tiempo, el ICV, como indicador de base económica que es, relaciona precios y cantidades de forma constante y no susceptibles de ser aislados. Este dilema se ha visto acrecentado en los últimos años por la aparición del llamado Informe Boskin, un estudio sobre el IPC estadounidense, realizado por la Comisión Consultiva para el estudio del IPC dirigida por Michael J. Boskin; se asevera en este informe que el IPC estadounidense debería ser un índice de coste de la vida y emplea el concepto de coste de la vida como la norma a seguir por los índices de precios, y considera cualquier desviación de este concepto como un sesgo. Este informe ha sido analizado con detenimiento por la Oficina de Estadística de la Unión Europea (Eurostat) y la idea enunciada por Boskin no es compartida por los Estados Miembros. Además, existen numerosas afirmaciones en dicho informe cargadas de un alto grado de subjetividad, por un lado, y de concreción aplicada al caso de Estados Unidos, por otro; algunas de ellas han sido contestadas por estudios realizados por Eurostat conjuntamente con las Oficinas de Estadística de los Estados miembros. Pero no es la intención de este artículo analizar el informe Boskin, dada su circunscripción al caso particular del IPC estadounidense, aunque a lo largo del mismo se harán referencias a algunas de las afirmaciones que en él se vierten.

Tampoco hay presente un interés en invalidar uno u otro indicador, sino en aclarar que son dos medidas distintas, y según los objetivos que se quieran alcanzar podría ser preferible la utilización de uno u otro, teniendo siempre en cuenta las limitaciones que ambos poseen. En el presente artículo se analizarán algunas de estas limitaciones conceptuales de un ICV, además de las ya consabidas de aspecto operativo, y diferentes alternativas utilizadas o factibles de serlo en la Estadística Oficial para disminuir los sesgos que el IPC, como cualquier otra medida estadística, posee.

¿QUÉ ES UN ÍNDICE DE COSTE DE LA VIDA? Una de las variables más sensibles a los cambios en una economía de mercado son los precios; es de suponer que cualquier mejora en el sistema productivo hará reducir el coste de producción y, por tanto, los precios de venta. Así mismo, se supone que una mayor participación de empresas en cualquier sector de la econo-

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mía implicará una mayor competencia con la reducción consecuente de precios, etc. Debido a esta variabilidad de los precios, la idea que subyace en un ICV es la necesidad de conocer en qué medida los individuos son capaces de mantener el bienestar adquirido a lo largo del tiempo ante las variaciones de precios de consumo. El objetivo de un índice de coste de la vida es medir cuánto han de variar los consumidores su gasto ante variaciones de los precios de mercado para mantener el mismo nivel de satisfacción. Evidentemente, el objetivo propuesto es bastante complicado si se piensa en todas las variables que influyen en la determinación de los precios y en la satisfacción de los individuos, un concepto este último prácticamente imposible de medir en meros términos cuantitativos. No obstante, trataremos aquí de simplificar el problema para conocer el trasfondo real de un índice del coste de la vida.

ALGUNAS NOCIONES DE TEORÍA ECONÓMICA Según la teoría económica, se entiende por utilidad de un bien, la capacidad de éste para satisfacer deseos o necesidades humanas. Así, la utilidad que reporta un bien x se puede expresar como una función donde la variable que la explica es la cantidad consumida del mismo: cuanto mayor sea la cantidad consumida del bien mayor será la satisfacción que éste reporta y, por tanto, mayor es su utilidad. Así, esta función se puede expresar de la siguiente forma: Ux= f (qx)

Pero ocurre que, a medida que se incrementan las cantidades consumidas del bien x el consumidor ve consumadas sus aspiraciones e incluso puede sobrepasarlas; por tanto, la utilidad se incrementará pero con un ritmo cada vez menor, hasta llegar a un punto de saturación a partir del cual, una unidad más de x supondrá una “desutilidad”. Así, la representación gráfica de una función de utilidad es la siguiente:

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Ux

X 0

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

Lógicamente, en una economía las posibilidades de consumir de los individuos son mucho más variadas de lo que representa el gráfico anterior; si consideramos una economía con n bienes y servicios susceptibles de ser consumidos, la función de utilidad de un consumidor dependería de la combinación de las cantidades de cada uno de ellos. Así, la función de utilidad tendría una expresión del siguiente tipo: U = f(q1, q2, …, qn)

Donde qi representa la cantidad que el individuo ha consumido de cada uno de los bienes y servicios a su disposición (i =1, 2, …, n). Para simplificar el estudio de la utilidad del consumidor y poder llegar a algunas conclusiones, se considera una economía en la que sólo se pueden consumir dos bienes que denotaremos por X e Y (su curva de utilidad sería la representación de la función U = f(qX, qY)). Así, el consumidor puede optar entre distintas combinaciones de estos bienes para satisfacer sus necesidades; podemos suponer que existen distintas cantidades de cada uno de estos dos bienes que puedan satisfacer de igual manera al consumidor, es decir, que consigan un mismo nivel de utilidad. Si bien esta suposición simplifica el desarrollo teórico de un índice de coste de la vida, es muy restrictiva y difícil de comprobar científicamente. La representación gráfica de estos puntos es lo que se denomina curva de indiferencia y tiene la siguiente forma:

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Y Y1 Y2 Y3

0

X1 X2

X3

X

Cada uno de los puntos de una curva de indiferencia representa una combinación de cantidades de los bienes X, Y que reportan la misma utilidad o satisfacción al consumidor; así, al consumidor le será indiferente consumir las cantidades (X1, Y1) que menos de Y a cambio de un poco más de X (X2, Y2) o (X3, Y3).

SIGNIFICADO ECONÓMICO DE UN ÍNDICE DEL COSTE DE LA VIDA Como se ha dicho en apartados anteriores, un índice del coste de la vida trata de medir la variación en el gasto de los consumidores para mantener el mismo nivel de satisfacción después de que se haya producido una variación de los precios. A continuación desarrollaremos esta definición en términos de Teoría Económica. Supongamos un individuo del que conocemos su función de utilidad (U) y que cumple todas las propiedades de la teoría paretiana; consideremos un mercado con n artículos y un vector de precios en el momento inicial Pio (i = 1…….n); supongamos que el individuo consume de cada uno de los productos las cantidades que podemos representar por qio (i = 1…….n), de las que algunas pueden ser igual a cero. La función de utilidad de este consumidor se supone conocida, y en el momento inicial 0 es la siguiente: Uo = fo(q10 q20 …….qn0 ).

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Según la definición del índice del coste de la vida, el objetivo es calcular la variación en el gasto del consumidor desde el momento de partida a un momento en el tiempo 1 necesario para mantener el mismo nivel de satisfacción (medido a través de función de utilidad). Es decir, dada la variación de los precios ocurrida entre ambos periodos, nos interesa conocer cómo debe adecuar su gasto el consumidor de manera que mantenga constante su nivel de utilidad. Formalmente, tendremos los siguientes elementos: Momento 0

Momento 1

q0 = (q10 q20 …….qn0 )

q1 = (q11 q21 …….qn1 )

p0 = (p10 p20 …….pn0 )

p1 = (p11 p21 …….pn1 )

Uo = fo(q10 q20 …….qn0 )

U1 = f1(q11 q21 …….qn1 )

La condición que impone un índice del coste de la vida es que el nivel de satisfacción entre periodos distintos permanezca constante o, dicho de otro modo, que la utilidad en uno y otro periodo considerados sea la misma. Es decir: Uo = U1

f0 (q10………qn0) = f1(q11 q21………qn1)

qio ≠ qi1 (i = 1, 2, …….n) Pio≠Pi1 Dada la variación de los precios entre el momento 0 y el momento 1, se trata de encontrar una combinación de cantidades consumidas (que podrán ser diferentes en ambos periodos) que haga que la utilidad sea la misma. Las combinaciones posibles son numerosas y, por tanto, un índice construido sobre esa base será diferente según la combinación de cantidades elegida. Visto lo anterior, parece lógico solucionarlo de la siguiente forma: el consumidor en una y otra situación tratará de buscar la combinación de cantidades consumidas de dos productos en el mercado de forma que maximice su satisfacción (función de utilidad); pero esta búsqueda de la maximización está sujeta a los precios que lo permitan y a su renta disponible. El problema se puede expresar de la siguiente forma:

ma x U = f q 0

0

.......

10

q

n0

s a M = ∑P q .

.

0

i0

i

i0

  

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Donde M0 representa la renta que dispone el individuo para el consumo de los bienes y servicios del mercado. Utilizando los multiplicadores de Lagrange:

L = U + λ M − ∑P q 0

0

i0

i0

i

L = U −λ q ∂q P M = ∑P q ∂



0



i0

i0

=0

i0

0

i0

i0

i

i = 1, 2, …………n

De esta forma, se obtiene una combinación de cantidades en el periodo 0 (qi0) a los precios fijados Pi0 que hace máxima la función de Utilidad y, por tanto, la satisfacción del consumidor. En el periodo 1 se buscará la combinación de qi1 que minimice el gasto del consumidor y que mantenga la utilidad constante, es decir:

minM = ∑P q q  = U = s a f q 1

i1

i1

i

.........

.

.

1

11

max

1

n1

U

0

Una vez obtenido el gasto en ambos periodos, el índice del coste de la vida establece la relación entre ambas el gasto en ambos periodos de tiempo:

M = ∑P q I =M ∑P q i1

1

i1

i

1

0

i0

i0

i

Los precios en ambas situaciones están determinados por el mercado, pero no así las cantidades, que varían según las preferencias del consumidor, siempre que se cumpla Uo = U1.

CONCLUSIONES De lo dicho anteriormente se pueden extraer una serie de conclusiones: 1. Un índice de coste mide el incremento del gasto necesario para que el consumidor mantenga estable un nivel de satisfacción entre variaciones de los precios en el tiempo.

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2. El consumidor tratará de maximizar su satisfacción teniendo en cuenta su renta disponible para consumir. 3. El nivel de satisfacción se mide a través de la función de utilidad, que depende de las cantidades consumidas de cada producto. 4. Distintas combinaciones de cantidades del producto consumido pueden hacer máxima la función de utilidad, pero sólo una cumple con la restricción impuesta por la renta disponible para el consumo. 5. Conocido el máximo de la función de utilidad del consumidor, éste tratará de mantenerlo con el mínimo coste posible. Los problemas fundamentales con los que nos encontramos ante un planteamiento así son los siguientes: 1. El planteamiento teórico supone que la función de utilidad y el nivel de satisfacción del consumidor son conocidos en todo momento; sin embargo, esto no ocurre en la realidad. 2. Aunque la función de utilidad del consumidor fuera conocida, la construcción de un ICV requiere conocer la utilidad del conjunto de los consumidores. Pero una función de este tipo no es resultado de la suma de las utilidades individuales. 3. Evidentemente, el planteamiento teórico ha simplificado el problema y en la práctica el concepto de satisfacción se ha traducido en meras estructuras de cantidades. Esto supone una simplificación ‘extrema’, ya que la satisfacción de cualquier consumidor no depende únicamente de las cantidades de los bienes que se consuman sino que influyen numerosas variables, a veces inmesurables como son los gustos, las modas, la publicidad, etc. que ni el propio consumidor podría valorar. 4. Este índice es un indicador del gasto y, por tanto, no reflejaría las variaciones puras de precios, una variable que por sí misma es importante de medir. De hecho, en los últimos años existe una inquietud generalizada para obtener indicadores de precios en todos los ámbitos de la economía, no sólo de precios del consumo final de los hogares; a los ya tradicionales índices de precios industriales, habrán de unirse en el futuro índices de precios de las distintas actividades de servicios, algunas tan importantes como el transporte, el turismo, etc. Pero es más, el interés por la medición de la variable ‘precio’ no se limita al campo de los bienes y servicios, sino a otros ámbitos como puede ser el mercado laboral. Eurostat viene trabajando en los ultimos años junto con los quince estados miembros de la Unión, en el estudio de un nuevo indicador, el Índice del Precio del Trabajo (IPT), cuyo objetivo es medir la evolución temporal del precio de los costes laborales, eliminando de los tradicionales índices de coste salarial o laboral, las posibles variaciones

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correspondientes a cambios de estructura delmercado laboral o, como se conoce más popularmente, los deslizamientos en dicho mercado. En definitiva, el IPT sería al mercado laboral lo que el IPC al consumo final de los hogares. 5. Con un índice del coste de la vida pueden darse situaciones en que los precios permanezcan invariables y, sin embargo, el indicador refleje variaciones. Estas variaciones podrían ser debidas a cambios en las dos estructuras de consumo comparadas y sería muy difícil demostrar científicamente si ambas estructuras mantienen o no un mismo nivel de satisfacción. 6. También es necesario recalcar que un índice de coste de la vida no es un indicador de lo que “nos cuesta vivir”. En este concepto influyen hechos o situaciones que afectan a los salarios con que hacer frente a la nueva situación de precios. Un incremento del coste de la vida puede venir asociado con un incremento del nivel salarial o una reducción de impuestos que permita hacer frente a la nueva estructura de gasto de forma más holgada. En consecuencia, nos costará menos vivir; por ello, no hay que confundir ambos conceptos.

LOS NÚMEROS ÍNDICES COMO SOLUCIÓN A LA HETEROGENEIDAD El problema que trata de resolver la teoría de números índices es aunar en una sola medida cuantitativa un conjunto de datos de forma que el número calculado sea representativo de todos los componentes. Evidentemente, existen estadísticos que pueden hacer esta labor como son la media (ya sea aritmética, geométrica o armónica), la moda o la mediana. No obstante, otro problema surge cuando lo que interesa, además, es conocer la evolución de este conjunto de datos entre dos situaciones diferentes, ya sean espaciales o temporales. Para ello, se hace necesario establecer un punto de referencia respecto con el que se compararán los distintos datos obtenidos. Se trata, pues, de buscar una expresión cuantitativa que represente a una serie de datos individuales heterogéneos y que puedan ser comparables en distintas situaciones. Esta expresión vendrá dada por un número índice. En el caso de los índices de precios de consumo, se puede hablar de dos tipos de índices atendiendo a cuál sea el punto de referencia: • Índices de precios espaciales; si el punto de referencia de los precios es un territorio o región geográfica; • Índices de precios temporales; si la base comparativa es un momento en el tiempo y los datos hacen referencia siempre a esa momento en el tiempo.

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El Índice de Precios de Consumo (IPC) es un indicador que pertenece al segundo tipo; los aspectos metodológicos que se abordan en este artículo están referidos concretamente a este indicador por lo que en los próximos apartados se hará referencia a éste aunque pueda ser aplicado a cualquier índice temporal.

¿QUÉ ES UN IPC? A continuación se describen los conceptos fundamentales del IPC vigente en la actualidad. Un detalle pormenorizado de sus características puede encontrarse en la publicación del INE, Índice de Precios de Consumo. Base 1992 Metodología INE, Madrid 1993. Es importante señalar, no obstante, que desde hace algún tiempo el INE está trabajando en la modificación del Sistema de Indices de Precios de Consumo, cuya implantación total tendrá lugar en el año 2002. Para ello, se creó en 1999 un Grupo de Trabajo en el seno de la Comisión Permanente del Consejo Superior de Estadística (en el que están representados los diferentes agentes socioeconómicos), encargado de debatir y consensuar la metodología del que será el futuro sistema de IPC. Evidentemente, algunos de los datos que se recogen en estas páginas cambiarán, aunque en el momento de escribir este artículo es imposible detallar las modificaciones que incluirá dicho sistema. Como se ha mencionado anteriormente, el objetivo fundamental del IPC español, al igual que el de los países de nuestro entorno más próximo, es medir la evolución temporal del nivel de precios de los bienes y servicios destinados al consumo de nuestros hogares. Se trata, en definitiva, de disponer de una medida de la inflación. Esta misma idea subyace en el Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA) que cada uno de los quince países de la Unión Europea elabora mensualmente. Con la elaboración de los IPC armonizados, a partir de los cuales se constituye un IPC de la Unión Europea y un IPC de la Unión Monetaria, la Unión cuenta con indicadores sobre la evolución de la inflación europea que permiten realizar, además, comparaciones válidas entre países al utilizar todos ellos un criterio común en la construcción de los índices. El IPC se construye a partir de la fórmula de Laspeyres. Esta fórmula calcula medias aritméticas ponderadas de los índices de los artículos que componen cada una de las agregaciones funcionales para las cuales se obtienen índices. Las

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ponderaciones utilizadas permanecen fijas durante el período de vigencia del sistema. Según ella, el índice general correspondiente al mes m del año t se expresa matemáticamente del siguiente modo: mt =

I

N

∑W I

mt i i

i=1

donde N es el número de artículos que componen la cesta de la compra. Iimt es el índice simple del artículo i en el período (m,t). Wi es la ponderación en tanto por uno del artículo i. Esta fórmula se aplica en cada uno de los niveles geográficos para los cuales se elaboran índices, esto es, provincias, comunidades autónomas y España. Cada uno de los índices simples de un artículo i en una provincia se obtiene como cociente entre los precios medios de dicho artículo en el período (m,t) y en el año base (periodo 0), multiplicados por 100. Es decir: mt mt = Pi Ii o Pi

x 100

A su vez, el numerador es la media aritmética simple de los precios recogidos en dicho período en los establecimientos que informan sobre el precio del artículo i. Esto es: mt Pi =

1 nmt i

∑P

mt ij

j

siendo nimt es el número de establecimientos que informan sobre el precio del artículo i en el período (m,t) Pijmt

es cada uno de los precios recogidos para el artículo i en el período (m,t)

El precio que aparece en el denominador es el precio del artículo i asignado al periodo base y se obtiene como media aritmética simple de los doce precios medios mensuales obtenidos en dicho periodo, en este caso el año 1992.

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Por lo tanto, su expresión matemática es la siguiente: o

Pi =

1 12 mo ∑ Pi 12 m=1

donde: 1

mo

Pi =

mo

ni

ij ∑ Pmo

[5]

j

es decir, Pimo es el precio medio (obtenido como media aritmética simple) del artículo i en el periodo (m,o). Una vez obtenidos los índices simples de las provincias, se calculan los de agrupaciones geográficas mayores mediante medias ponderadas de estos índices, utilizando como ponderación la importancia que el gasto de cada artículo en una provincia tiene respecto al gasto total en dicho artículo en todas las provincias que componen el espacio geográfico para el cual se desea obtener el índice. Es decir, si se quiere calcular el índice del artículo i en un conjunto geográfico que comprende nA provincias, designadas por Aj, se aplicará la siguiente fórmula:

Imt iA =

nA

∑I j=1

mt x iA j Zij

donde IiAmt

es el índice en el mes m del año t del artículo i en la agrupación geográfica A

IiAjmt

es el índice en el mes m del año t del artículo i en la provincia Aj

Zij es el peso que la provincia Aj tiene en el conjunto geográfico A para el artículo i. Es decir: Zij =

Gasto en el artículo i en A j Gasto en el artículo i en A

La ponderación de cada artículo i, Wi, se obtiene como cociente del gasto realizado en las rúbricas representadas por dicho artículo y el gasto total realizado. Wi =

Gasto realizado en las parcelas representa das por el artÍculo i Gasto total

[8]

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Un índice de Laspeyres establece que las ponderaciones permanecen fijas a lo largo del período de vigencia del sistema de índices de precios de consumo. Las ponderaciones nacionales de los ocho grandes grupos de consumo que componen la cesta de la compra del IPC, base 1992, se reflejan en el siguiente cuadro:

Grupos

Ponderación

1. Alimentos, bebidas y tabaco

293,607

2. Vestido y calzado

114,794

3. Vivienda

102,803

4. Menaje y servicios para el hogar

66,840

5. Medicina y conservación de la salud

31,260

6. Transporte y comunicaciones

165,419

7. Esparcimiento, enseñanza y cultura

72,671

8. Otros bienes y servicios

152,606

TOTAL

1.000,000

El siguiente gráfico representa las ponderaciones de los ocho grupos en que actualmente se clasifica el Consumo en el IPC.

Ponderaciones. Base 1992 Alimentación Vestido Vivienda Menaje Medicina Transporte Cultura Otros

Este tipo de índice cumple las propiedades más importantes de la teoría de índices, excepto la reversibilidad y transitividad, propiedades que sólo cumplen a la vez las fórmulas o aquéllas en que las ponderaciones son independientes de las cantidades consumidas en cualquiera de los dos periodos cuyos precios se comparan.

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Sin embargo, estas últimas fórmulas, si bien cumplen teóricamente todas las propiedades requeridas a un índice, no pueden ser llevadas a la práctica ante la inexistencia de las fuentes de información básica requerida y la necesidad de disponibilidad de los datos rápidamente. De hecho, cada vez se demanda con mayor énfasis reducir los desfases entre el periodo de referencia y la publicación de resultados por parte de los organismos internacionales, con el fin de adaptar las políticas económicas a la situaciones reales en el tiempo. Esta necesidad hace muy difícil, prácticamente imposible, aplicar otro tipo de índice para medir la inflación. No obstante, hay variaciones sobre esta fórmula que permiten paliar algunas críticas, o sesgos, que se imputan al índice de Laspeyres; más adelante, se tratará con más claridad este punto. Algunas de las características que definen un IPC van ligadas a la fórmula anteriormente descrita. Así, los precios que se utilizan en el denominador son los recogidos durante un periodo denominado Periodo base. En nuestro caso, fue el año 1992. Por otra parte, las ponderaciones están basadas en los gastos realizados durante un determinado periodo. Este periodo es el llamado Periodo de referencia de la estructura, y coincide con el periodo en que se realizo la última Encuesta basica de Presupuestos Familiares, de 1 abril de 1990 a 31 de marzo de 1991. Otro punto que es preciso determinar es la población cuya estructura de gasto en consumo final sirve de base para calcular las ponderaciones. Este conjunto de población es lo que se denomina Estrato de referencia o población del índice. En la actualidad, este estrato hace referencia a toda la población residente en España que habita en viviendas familiares. Por último, definiremos cuál es el campo de consumo de nuestro índice. El campo de consumo del IPC está constituido por todos los bienes y servicios que los hogares del estrato de referencia destinan al consumo; por tanto, quedan excluidos aquéllos que suponen gastos en inversión. En él se incluyen los bienes y servicios de consumo que son pagados realmente con lo que se excluyen todos los gastos ficticios e imputados, como autosuministros, autoconsumos, alquileres imputados y gastos subvencionados por las administraciones públicas, por ejemplo, los sanitarios o educacionales. En el IPC 1992 el criterio adoptado los artículos para seleccionar representativos ha sido determinar un porcentaje de gasto en torno al 0,03 por ciento por

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encima del cual todas las rúbricas están representadas. El IPCA, establece el gasto en un 0,1 por ciento con lo cual nuestro IPC nacional cumple sobradamente este criterio. En total, son 471 artículos los que constituyen la muestra representativa del consumo final de nuestros hogares. Las rúbricas de gasto de la EPF que no alcanzan este porcentaje se han distribuido entre las restantes. A continuación se describe brevemente la operativa utilizada para recoger la información. En primer lugar, es preciso seleccionar los municipios en que se realizará tal recogida. Esta selección responde a criterios poblacionales, con el fin de que los precios utilizados en el cómputo del IPC hagan referencia a la mayor cantidad posible de consumidores. El criterio varía según se trate de artículos de alimentación, de alquiler de vivienda o de los restantes grupos, aunque en cualquier caso están basados en criterios demográficos. Para obtener la muestra de municipios de los dos primeros tipos se han seleccionado los municipios con más de 50.000 habitantes. En aquellas comunidades autónomas en las que el porcentaje de población así alcanzado era demasiado reducido, se seleccionaron municipios menores de 50.000 habitantes, de modo que los porcentajes de población de los municipios seleccionados en cada comunidad autónoma estuvieran en torno al cincuenta por ciento de la población de dicha comunidad, y los de cada provincia alcanzaran el treinta por ciento. Con estos criterios se obtuvo una muestra de 130 municipios: 50 capitales de provincia, Ceuta, Melilla y 78 municipios no capitales. Para recoger los precios de los restantes artículos se han seleccionado además de las 50 capitales de provincia, Ceuta y Melilla, todos los municipios que poseen más de 100.000 habitantes, exceptuando algunos municipios periféricos de Madrid y Barcelona, que se consideran representados por otros próximos con una población de características socioeconómicas similares. La experiencia de bases anteriores y el análisis de sus series de precios demostraba que la inclusión de municipios pequeños introducía numerosas perturbaciones en dichas series ante la falta frecuente de los artículos representativos; por otro lado, los precios recogidos en ellos presentaban una fuerte correlación con los tomados en los municipios mayores, los cuales abastecen a los primeros y marcan la tendencia de los precios. El número de establecimientos informantes de cada artículo se fijó teniendo como punto de partida teórico, la fórmula propuesta por el estadístico inglés D.J.

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Sellwood, quien actualmente trabaja en Eurostat en la armonización de precios de consumo:

nj ≈

Wj _ σ j cj

donde nj es el número de establecimientos informantes de precios del artículo j wj es la ponderación del artículo j σj es la dispersión de los precios del artículo j cj es el coste de obtención de los precios del artículo j Es decir, el número global de establecimientos que proporcionan mensualmente precios de un artículo ha de ser directamente proporcional a la ponderación del artículo y a la variabilidad de sus precios, e inversamente proporcional a los costes de obtención de estos precios. Esta fórmula se ha adaptado a las limitaciones impuestas por la red existente de establecimientos comerciales y de servicios en las distintas localidades. Con estos criterios se llegó a considerar 29.000 unidades informantes repartidas por todo el territorio nacional. Una vez determinado el número de establecimientos, su selección se llevó a cabo por el personal de las delegaciones provinciales del INE, de acuerdo con una serie de normas establecidas con carácter general encaminadas a conseguir la representatividad de todas las zonas comerciales y tipos de establecimiento. La muestra de establecimientos permanece fija a lo largo del tiempo, aunque se sustituyen los establecimientos que cierran, cambian de actividad, pierden representatividad o en ellos deja de comercializarse de forma definitiva el artículo del cual se toma precio, sin que éste deje de ser consumido mayoritariamente. Dentro de cada rúbrica de consumo, es necesario seleccionar uno o varios artículos representativos de ella. Para esto se consulta con diferentes organismos, asociaciones de empresarios, fabricantes, comerciantes y establecimientos que facilitan información de aquellos artículos que mejor representa las distintas parcelas, respetando unas normas de selección: – Similar evolución del precio a la del resto de los artículos de los artículos de la rúbrica que representan; artículos consumidos habitualmente por la población;

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ofrecer garantías razonables de permanencia en el mercado; o tener precios fácilmente observables, son algunas de ellas. Una vez seleccionados los artículos se determinan las especificaciones que los definen. Estas especificaciones incluyen una serie de factores determinantes de los precios, que difieren mucho de unos artículos a otros, y entre los cuales se encuentran la unidad de medida, clase de envasado, talla, composición, forma o dimensiones, por citar algunos. La elaboración de estas especificaciones permite la comparación a lo largo del tiempo de bienes y servicios idénticos o de calidad equivalente, a fin de medir variaciones puras de precios, no motivadas por cambios en la calidad del artículo muestral. La recogida de precios se realiza, normalmente, mediante visita personal a los establecimientos, aunque para ciertos bienes o servicios que no requieren una identificación física por parte del entrevistador, se utiliza un sistema mixto de visita y entrevista telefónica. Los precios recogidos son los efectivos de venta al público con pago al contado. No se tienen en cuenta los precios de catálogo u orientativos, si no son los realmente aplicados a los consumidores. En el índice no se consideran liquidaciones, saldos, rebajas u ofertas, a no ser que éstas se hagan de forma generalizada en todos los establecimientos de la localidad y tengan una duración mínima de dos meses. Sin embargo, en el seno de la UE se ha aprobado un conjunto de medidas para introducir ciertos precios en oferta dentro del IPC Armonizado. Es presumible que en el próximo cambio de sistema, estos mismos criterios sean adoptados por el IPC nacional. El período de recogida de los precios abarca del día 1 al 22 de cada mes, ambos inclusive. Las tomas de precios en los establecimientos informantes de un mismo artículo se han distribuido a lo largo de este periodo para recoger el mayor número posible de variaciones de precios que se produzcan. Cada mes se visitan los establecimientos seleccionados el mismo día establecido inicialmente; con ello se pretende que la variación reflejada por el índice corresponda a una exacta variación mensual. Como excepción figuran los artículos perecederos -carnes, pescados, frutas, …que al estar sujetos a fluctuaciones importantes de precios, sus precios se toman tres veces a lo largo del mes en cada uno de los establecimientos seleccionados. Otra excepción la constituyen los llamados artículos trimestrales: aparatos electroacústicos, electrónicos, alquiler de vivienda, muebles, servicios de reparación y, en

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general, todos aquéllos que no presentan numerosas variaciones de precios a lo largo del tiempo, por lo que la recogida de éstos se realiza cada tres meses. Es evidente que las diferencias existentes en el mercado de cada artículo, hace que sea preciso aplicar tratamientos especiales para muchos de ellos, si bien, todos responden a los criterios enumerados a lo largo de este artículo. En la metodología publicada por el INE sobre IPC puede encontrarse desarrollo de algunos de estos tratamientos: artículos estacionales (media móvil para frutas y verduras), alquiler de vivienda, precios tarifados, etc. Por otra parte, la evolución del mercado, la política de liberalizaciones y las nuevas estructuras existentes, han hecho que a lo largo de estos años el IPC se haya adaptado a las nuevas situaciones reales. En 1998 se introdujo dentro del Servicio Telefónico, la telefonía móvil, una vez constatado consumo significativo por parte de los hogares, y la disponibilidad de datos fiables y continuos sobre él. Otro ejemplo lo constituyen los carburantes: los precios de las gasolinas son proporcionados semanalmente por las propias compañías distribuidoras, y el precio medio mensual para cada zona se obtiene como media de los precios existentes a lo largo del mes, ponderados por el número de días que cada uno de ellos está vigente. Una vez desarrollado el planteamiento teórico de un índice de coste de la vida y la descripción teórica-práctica de un índice de precios de consumo, se analizarán determinados problemas que subyacen en el cálculo de un IPC. El índice de precios de consumo es un indicador que provoca controversias, y está sujeto a numerosas críticas, desde diferentes colectivos de usuarios: -y en sentido contrario- mientras que para unos sobrevalora la realidad para otros refleja tasas de variación menores de las reales; a ellos se unen críticas más técnicas acerca de los sesgos en que incurre este indicador que lo conciben como una aproximación del coste de la vida, se basa en las desviaciones del IPC respecto de un ICV. Los sesgos achacados al IPC pueden clasificación en dos categorías perfectamente delimitadas. 1. En primer lugar, los sesgos asociados a los procesos descritos a lo largo de estos artículos: Selección de establecimientos, artículos, municipios, utilización de estructura fija de ponderaciones, sustitución de artículos, sesgos arrastrados de la EPF, etc. Estos sesgos son propios de cualquier estadística y de ellos no está exento ningún

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indicador o encuesta que se realice. Tampoco lo estaría un Índice de Coste de la Vida. 2. En segundo lugar, los sesgos atribuidos al IPC en cuanto que se desvía de un ICV. En este sentido, como ya lo hizo Eurostat, es preciso aclarar que no pueden aceptarse como tales, ya que los indicadores en cuestión tienen concepciones diferentes. Por otra parte, la construcción práctica de un índice de coste de la vida también estaría afectado por una serie de sesgos procedentes de formular matemáticamente el concepto de satisfacción, que se traduce en dicha formulación en una mera estructura de consumo variable en el tiempo. En lo referente al primer punto, el proceso de armonización de los Índices de Precios de Consumo que se desarrolla en el seno de la Unión Europea ha supuesto una revisión crítica de los principales principios o tratamientos metodológicos, fuente de origen de algunos de los sesgos de un índice de precios de consumo. A continuación se enumeran algunos, junto con las alternativas consensuadas entre los países mismos de la Unión y Eurostat para paliarlos.

ALGUNOS ASPECTOS METODOLÓGICOS IMPORTANTES EN UN IPC Como se ha visto, la construcción de un sistema de índices de precios es un problema con una solución relativamente sencilla: se trata de definir la fórmula que será utilizada para calcular los índices de los agregados elementales, y la forma en que éstos van a ser agregados, se seleccionan los artículos y los establecimientos donde serán recogidos según unos criterios preestablecidos. Sin embargo, en la práctica, una vez establecido el Sistema de Índices de Precios nos vamos a encontrar con una serie de problemas que, en muchos casos, dependiendo de la solución adoptada podría influir en el resultado final. En este artículo se han seleccionado tres grandes apartados metodológicos para los que existen diversos tratamientos en la teoría de los índices de precios; a continuación se describe cada uno de ellos. Cambios en la muestra objeto del IPC Como se ha indicado en apartados anteriores, la metodología del IPC determina cómo se han de seleccionar los artículos que van a formar la cesta de la compra, las características o especificaciones de los mismos y el número de precios

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que deben ser recogidos de cada uno de ellos; además, se establece una muestra de establecimientos donde serán recogidos los precios. Es decir, se diseña una muestra, que se puede definir como muestra objeto que, para establecer las comparaciones sobre una base fija, debe permanecer estable durante el tiempo que el Sistema IPC esté en vigor. Sin embargo, el mercado está sujeto a continuos movimientos: los productos que se comercializan evolucionan con el tiempo, ya sea porque cambien su formato de venta o porque varíe alguna de sus características; cada vez son más los nuevos productos aparecidos en el mercado; también los establecimientos pueden cambiar: pueden cerrar o bien surgir otros nuevos. En cualquiera de los casos señalados, el problema que se plantea es similar: qué ocurre cuando cualquiera de los elementos establecidos en el Sistema de IPC cambia. Las soluciones, dependiendo del problema, son diversas; a continuación se describe cada uno de estos problemas.

a) Cambios de establecimiento Uno de los aspectos básicos en el Sistema IPC es la selección de establecimientos; los requisitos para que un establecimiento sea elegido para la muestra son los siguientes: – Deben ser los más frecuentes en la localidad, es decir, los que el consumidor medio visita con asiduidad. – Deben ofrecer garantías de continuidad en el mercado. – Deben ser representativos de la zona. – Preferiblemente, se escogerán los de mayor volumen de ventas o mayor afluencia de clientes, porque afectan al mayor número de consumidores. El criterio general es que el establecimiento debe ser representativo del consumo habitual de la zona y, para poder establecer comparaciones a lo largo del tiempo, debe dar muestras de continuidad en el mercado. Sin embargo, nadie puede asegurar que un establecimiento vaya a permanecer en el mercado; si esto no es así, se debe seleccionar un nuevo establecimiento cuyas características sean similares a las del anterior con el fin de permitir la comparación de precios.

b) Cambios de artículo Al igual que en la selección de establecimientos, existen unas normas generales para la selección de artículos que ya han sido señaladas en el apartado anterior.

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Pero, además de cumplir con los criterios anteriores, es preciso definir las características de la variedad del artículo cuyo precio se va a recoger; la descripción, o especificación del artículo, puede variar dependiendo de cada provincia y permitirá comprobar si el artículo del que se recoge el precio es el mismo o ha variado alguna de sus características. Teniendo en cuenta lo anterior, la muestra objeto de los artículos puede cambiar por dos razones: si el artículo desaparece del mercado o si permanece pero ha variado una o más de las características que lo definen. En el primer caso estaríamos ante un cambio de artículo mientras que en el segundo el problema se denomina cambio de calidad.

c) Inclusión de nuevos bienes y servicios Como se ha indicado, una vez confeccionada la cesta de la compra del IPC ésta permanecerá fija a lo largo del tiempo que dure el Sistema; esto es así por motivos de comparabilidad. Sin embargo, debido a las nuevas tecnologías, cada vez surgen en el mercado nuevos bienes o servicios que no figuraban en la cesta base; una incorporación tardía a la cesta de la compra de estos nuevos artículos puede hacer perder actualidad a un IPC. En cualquiera de los tres casos descritos el problema radica en que en el periodo del cambio (ya sea de establecimiento, artículo o en la inclusión de nuevos bienes y servicios) se compararán los precios de dos productos distintos. En cualquier caso, lo que el IPC debe medir es la variación “real” de precios, por ello, se debe buscar algún método que permita distinguir qué parte de la variación de los precios es debida al efecto “cambio de producto” y qué parte es debida a la variación de precios propiamente dicha. Para estimar el efecto del cambio en la calidad del producto existen distintas vías de solución; algunas de las más utilizadas son las siguientes: 1. Ajuste en cantidad. Si se aprecia una diferencia en cuanto al contenido entre el producto antiguo y el nuevo, se lleva a cabo un ajuste proporcional para obtener una comparación de precios. 2. Ajuste según los componentes. Este método valora una característica extra que haya sido incluida en la composición del producto. Compara el precio del producto en el periodo anterior, sin el elemento extra, y el precio actual del artículo, con el elemento extra en su composición; se trata de valorar esta característica añadida y obtener esta cantidad de la diferencia de precios actual y anterior.

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3. Ajuste del coste de producción. Se trata de que sea el propio fabricante quien estime cuánto cuesta producir la característica extra del artículo. 4. Ajuste hedónico. Se calcula el valor de la calidad del artículo a través de los coeficientes estimados en una regresión múltiple. 5. Ajuste opinático. Los expertos y especialistas de cada sector o los propios estadísticos encargados de la encuesta realizan una estimación cuantitativa del cambio de calidad basándose en las diferentes características del artículo antiguo y del nuevo. En cualquier caso, en Eurostat se ha consensuado que debe evitarse lo que se denomina el enlace automático, es decir, no debe suponerse sin haberlo estudiado previamente, que toda la variación del precio entre los dos productos es debida a cambio en la calidad de los mismos. Esto supondría considerar una variación nula en los precios cada vez que se realice un cambio en el producto considerado. Tratamiento de artículos con precios complejos La fórmula utilizada en el IPC para calcular el índice de un artículo utiliza los precios medios de dicho artículo calculado, en la mayoría de los casos, como media simple de los precios recogidos de dicho artículo. Sin embargo, existe un conjunto de artículos cuyos precios están compuestos, a su vez, por otros que forman la estructura tarifaria del bien o servicio de que se trate; a estos artículos se les considera de precios complejos. Consideremos un artículo i de los 471 que componen la cesta de la compra del IPC; como se ha indicado, la fórmula de cálculo del índice simple es: mt

Pi mt Ii = o x 100 Pi Pero supongamos que dicho artículo cuenta con una serie de modalidades con tarifas diferentes; en ese caso se puede calcular el índice del artículo como agregación de todas las tarifas. Se trata de utilizar la mayor información posible para obtener un índice que recoja la mayoría de modalidades existentes. El problema de los artículos de precio complejo radica en determinar qué método ha de emplearse para la combinación de todas las modalidades en un solo dato. A grandes rasgos, existen dos posibilidades para agrupar las distintas tarifas: ponderar cada una con el gasto que los consumidores realizan en ellas o ponderar con las cantidades consumidas de cada una. Dependiendo de las fuentes de

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información disponibles y de su continuidad y coherencia en el tiempo, cada país de la UE realiza el cálculo atendiendo a un criterio u otro. Actualización de las ponderaciones La desactualización de una cesta de la compra fija ha sido uno de los puntos que, desde el principio del proceso de armonización, ha estado presente en los debates mantenidos en Eurostat. La fórmula de Laspeyres tiene como característica fundamental el mantenimiento de la estructura de ponderaciones durante el periodo de vigencia del Sistema; esto es lógico si se piensa que el objetivo de un índice de este tipo es tratar de calcular las variaciones de precios a lo largo del tiempo en una base comparable. Debido a que el cambio de base se realiza cada ocho o nueve años, el hecho de mantener fijas las ponderaciones puede hacer que el IPC se adapte con retraso a la realidad del mercado. Puede ser necesaria, por consiguiente, una actualización de ponderaciones más frecuente. Dicha actualización puede llevarse a cabo de dos modos distintos: 1. Si existe alguna fuente anual, capaz de proporcionar información suficiente para ello, se utilizaría dicha fuente. 2. Si no existe, se realizaría una ‘reponderación’ utilizando la evolución relativa de los índices de cada artículo respecto al índice global. Esta alternativa, evidentemente, sólo tiene en cuenta cambios en las ponderaciones (es decir, cambios en el gasto de los consumidores) provocados por cambios en los precios. Para poder ejecutar la primera alternativa, mucho más correcta, se precisa de una fuente de datos continua sobre el gasto de los consumidores. En el año 1998 se implantó en España la nueva Encuesta Continua de Presupuesto Familiares (ECPF), que servirá para realizar el próximo cambio de base del IPC y actualizar anualmente en el nuevo Sistema las ponderaciones, al tiempo que incrementar en el futuro la frecuencia de los cambios de base. Debido a que una operación similar sólo se realiza en algunos países europeos, la metodología del IPCA propone un método alternativo para actualizar las ponderaciones anualmente: la alternativa 2. Ésta consiste en actualizar cada una de las ponderaciones de los subíndices que se publican en función del índice alcanzado por cada uno respecto al índice general, es decir, se considerará que una parcela tiene más peso si ha visto incrementados sus precios por encima de la media y viceversa.

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Estos son algunos de los tratamientos ya acordados en el seno de la UE, y en el futuro seguirán debatiéndose otros nuevos, de modo que, una vez concluida ya la etapa encaminada a conseguir IPC comparables entre países, se alcancen indicadores de precios de consumo que midan la inflación con mayor acuracidad.

REFERENCIAS INE (1994): «Índice de Precios de Consumo. Base 1992. Metodología». INE GARCÍA ESPAÑA, Eduardo y SERRANO SÁNCHEZ, J.M. Íñigo (1980): «Índices de Precios de Consumo». INE

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