Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos - IESCO Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte UNIVERSIDAD CENTRAL (Bogotá Colombia)

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Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos - IESCO Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte UNIVERSIDAD CENTRAL (Bogotá – Colombia) Mapa tema monográfico NÓMADAS No. 42 – abril de 2015

Promesa y encarnaciones de la tecnociencia Nina Alejandra Cabra Directora (e) IESCO Humberto Cubides C. Uriel Espitia Vásquez Profesores-investigadores IESCO Bogotá, agosto de 2014 En cada proyecto colectivo el conocimiento adquiere una forma particular y ocupa un lugar significativo, que se organiza y valida de acuerdo con el contexto y las condiciones históricas en las que se produce dicho conocimiento. En particular, la Modernidad se constituye como el proyecto civilizatorio en el que la forma más valorada de conocimiento es la ciencia. De hecho, podría pensarse que la Modernidad se configura como el proyecto que se cimienta sobre una cierta idea de ciencia, pensada como el conocimiento obtenido a través de la experimentación, validado por el seguimiento riguroso de un método determinado, y en el que el científico se inscribe en una postura de objetividad y neutralidad que dan confiabilidad a sus hallazgos. Esta perspectiva de la ciencia se consolidó en la práctica de la biología y de la física modernas, que constituían los grandes paradigmas de conocimiento de la llamada revolución científica del siglo XVII y XVIII. La misma perspectiva es también heredera de una noción de método arraigada en la tradición cartesiana, y que tuvo su desarrollo en diversos campos de la ciencia. La observación directa de la naturaleza, la medición y la comprobación por la vía empírica, se configuraron como modos de producir conocimiento que generaban confianza y credibilidad en la sociedad de la época. Tales prácticas se fueron articulando hasta consolidar comunidades de estudiosos que comparten ciertas premisas, formas de saber que se enlazan como disciplinas y modos de organización instituidas como estructuras corporativas. Así, la ciencia pasó a ocupar el centro de la vida colectiva y se ha instaurado como la fuente de verdad respetada y creíble, legitimando una diversa gama de acciones y actitudes con profundos trasfondos éticos y políticos. Wallerstein (1996) recuerda que hasta el siglo XIX el término ciencia se identificó con el de ciencia natural, en tanto que otras formas alternativas de conocimiento se llamaron, indistintamente, artes, humanidades, filosofía, e incluso cultura. Más adelante, según él, la historia intelectual de la humanidad está marcada por la disciplinarización y profesionalización del conocimiento; así, entre las ciencias formales y las “humanidades” (filosofía, arte, etc.) se ubicaban las ciencias sociales que van sufriendo un proceso de institucionalización, hasta que hacía 1945 llegaron a distinguirse claramente de las 1

naturales y de las humanidades que insistían en el estudio de la producción cultural, mental y espiritual de las civilizaciones. Un poco más tarde dos nuevos acontecimientos vienen a cuestionar la validez de la distinción entre las “culturas” ideográfica y nomotética, propiciada por la discusión abierta por la ciencias sociales1. El primero está vinculado a la aceptación en las ciencias naturales de postulados que cuestionan las premisas newtonianas por largo tiempo indiscutibles: la no linealidad, la complejidad, la imposibilidad de eliminar al que mide en la medición, la superioridad de una interpretación cualitativa sobre la cuantitativa y, la más importante, destacar la importancia de la flecha del tiempo2 en el estudio de los fenómenos. El otro hecho es el de la emergencia de los llamados “estudios culturales”, evento que renovó la discusión alrededor de tres temas: la importancia para el análisis de los sistemas sociales históricos de los estudios de género y de todos los tipos de estudios no eurocéntricos; el interés por el análisis histórico local; y, tercero, la estimación de los valores relacionados con los logros tecnológicos, o de manera más precisa, la expresión de su escepticismo respecto a los méritos del progreso tecnológico. Wallerstein explora las implicaciones intelectuales de abrir estas discusiones y lo que ello significa en el nivel organizacional de las disciplinas, en particular de las sociales: los mecanismos de control para el ascenso académico, las repercusiones por la disputa por los recursos, la tendencia a la reconfiguración de las estructuras más amplias de las facultades académicas junto con la gran expansión del sistema universitario que han conducido a la organización de la investigación en los niveles educacionales más altos, expresión de lo cual es el gran aumento de los institutos de estudios avanzados. Estos procesos llevan a ese autor a preguntarse si en las próximas décadas la universidad seguirá siendo la sede principal de la investigación científica, y le llevan también a considerar la necesidad de resolver algunos problemas teórico/metodológicos3. Pero, más allá de las anteriores preocupaciones, relacionadas con la legitimidad de los modos de conocer y con la diferenciación entre verdad y falsedad, es posible plantear un abordaje metodológico quizá más importante: los procedimientos de eventualización del conocimiento, esto es, aquellos que establecen las conexiones que existen entre unos mecanismos de coerción (tales como las legislaciones, los reglamentos, los dispositivos materiales, los ejercicios de autoridad, etc.) y unos determinados contenidos de 1

La división entre ciencias nomotéticas y ciencias idiográficas fue establecida por Windelbrand. Las primeras se caracterizan por su universalismo, insistir en la objetividad, acudiendo a mediciones cuantitativas, y afirmar la idea de control; las disciplinas idiográficas, en cambio, son particularistas, implican una distancia de los datos y una actitud interpretativa con base en un conocimiento profundo sobre el contexto del objeto estudiado. 2 Este concepto se establece para afirmar que el tiempo no es y nunca será reversible, que todo aquello que fue, afecta todo lo que es y será, que el pasado restringe el futuro mas no lo determina. 3 Concretamente: 1) la necesidad de derribar las barreras artificiales entre seres humanos y naturaleza y reconocer que ambos forman parte de un universo único enmarcado por la “flecha del tiempo”; 2) cómo reinsertar tiempo y espacio como factores analíticos constitutivos internos y no meramente como realidades físicas invariables del contexto; 3) cómo trascender las artificiales separaciones entre los ámbitos de lo político, lo económico y lo social/cultural.

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conocimiento que conllevan efectos de poder “en tanto que son validados como formando parte de un sistema de conocimiento” (Foucault, 1995: 14). En otras palabras, se plantea aquí la cuestión de la relación entre las formas de saber, que tienen que ver con todos los procedimientos y todos los efectos de conocimiento aceptables en un momento dado y en un dominio definido y el poder que recubre “toda una serie de mecanismos particulares, definibles y definidos que parecen susceptibles de inducir comportamientos y discursos” (Ibíd.). Atender a este asunto permitirá, tal vez, comprender el proceso de transformación que ha sufrido el conocimiento científico en las últimas décadas. Con su trabajo La condición postmoderna: informe sobre el saber (1992) Jean-François Lyotard caracterizó el estado de la cultura después de las transformaciones que modificaron los modos de actuación de la ciencia, el arte, la política, y de muchas otras áreas del conocimiento a partir del siglo XIX, que pusieron en evidencia una deslegitimación de la racionalidad totalizadora universalista, mostrándola como una narrativa entre otras en la historia. En la contemporaneidad esta condición se expresa como una crisis de legitimación mediante la cual la universidad deja de ser el lugar privilegiado de la producción de conocimientos frente a su nuevo centro que es la empresa transnacional. En el marco del capitalismo posfordista, la universidad se va plegando a los imperativos del mercado planetario, dejando de servir a los intereses y a la guía del Estado, por lo que la función narrativa de los metarrelatos de: educar al pueblo, procurar el desarrollo técnico de la nación y favorecer el progreso moral de la humanidad, dejan de justificarse respecto de su forma propiamente moderna. De esta manera, el conocimiento científico cambia de estatuto adquiriendo un valor performativo, signado por su capacidad para generar determinados efectos de poder (Castro-Gómez, 2007). En este contexto del capitalismo postfordista y por su vinculación al proceso productivo, la investigación científica no difiere de la investigación tecnológica, produciéndose la tecnociencia4 como una especie de “fusión óntica”. Según Echeverría (2005), a principios del siglo XX ocurrió una revolución tecnocientífica, producto de un cambio, no en el conocimiento científico, sino en la forma de organizar la estructura de la práctica y la actividad científica, en lo que hacen los científicos y los ingenieros, lo que se materializó en la organización corporativa y en el cuantioso financiamiento privado de la investigación, orientados por las necesidades de generar desarrollos tecnológicos que derivaran en innovaciones prácticas para el mercado, la empresa, la industria militar y la sociedad5. 4

Bruno Latour fue el primero en usar este término en Science in Action (1983) para abreviar la interminable frase de “ciencia y tecnología”, al tiempo que planteó la pregunta: “¿quién hace ciencia realmente?”, mostró que dentro de la ciencia son activos los científicos, sus laboratorios experimentales y los congresos y revistas científicas donde la comunidad científica discute y se pone de acuerdo sobre las propuestas que, provenientes de los laboratorios, considera aceptables y válidas, aunque sólo sea a título de conjeturas. Una vez elaborado, ese conocimiento se difunde a la sociedad y se aplica para resolver cuestiones prácticas. En este momento la ciencia genera tecnología, la cual se identifica con la ciencia aplicada. También hacen ciencia afuera, los políticos, empresarios, bolsas de valores, militares, profesores, tribunales, abogados, mercadotecnistas, medios de comunicación, etc. (Cf. Echeverría, 2003). 5 Ejemplos históricos de esta mega-ciencia son los proyectos: ENIAC, Manhattan, “Radiation laboratories”, el programa espacial, World Wide Web, la tecnoquímica de Dupont, Hubble, Genoma humano, Panda software y GNU/Linux.

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Así, la ciencia y la tecnología de punta devienen una tecnociencia, donde el saber deja de ser un valor en sí mismo, en tanto cobra importancia la mercantilización del conocimiento, su producción a gran velocidad, su informatización y patentamiento, a fin de manipular y transmitir sus resultados dentro de un mercado de innovación constante en la que el conocimiento se torna la fuerza de producción más valiosa. Dentro de tales tendencias y en las nuevas condiciones de la competencia mundial, un aspecto muy importante lo constituyen la evaluación de los resultados de la inversión en I+D, en ese sentido la cienciometría surgida en 1930 en Europa Oriental como "Naukovodemia", esta ciencia de la ciencia, asociada al nombre de Derek John de Solla Price, terminó popularizándose en 1979 con Scientometrics, la primera revista especializada en tópicos bibliométricos (Eggle, 1988) y con el trabajo paralelo de Eugene Garfield, creador del Institute for Scientific Information (ISI)6 de Filadelfia en 1960, que publica el Science Citation Index (SCI) desde 1964. La cienciometría no sólo es una aplicación de técnicas bibliométricas a medición de la ciencia, sino también un modo de examinar el desarrollo de las políticas científicas (Spinak, 1966). Junto a la cienciometría, también ha cobrado auge la bibliometría, una disciplina de la biblioteconomía que estudia los aspectos cuantitativos de la producción, diseminación y uso de la información registrada mediante un conjunto de métodos, y la informetría, una disciplina instrumental de las ciencias de la información que desarrolla modelos teóricos y medidas de información, hallando regularidades en los datos asociados con la producción, el almacenamiento y la recuperación de la información registrada, por lo que incluye la teoría y la modelación matemática (Spinak, Op cit.) En este orden de ideas, y con el ánimo de abrir un espacio en el que pensemos sobre la ciencia y la tecnología en la vida contemporánea, de provocar reflexiones realmente interdisciplinarias que nos permitan recordar que toda ciencia es social, y sobre todo con el interés de generar una movilización en torno a diversos problemas que tienen profundas implicaciones éticas y políticas en torno al hacer de la ciencia, el número 42 de Nómadas se configura en torno a la pregunta ¿qué ciencia es posible hoy? ¿Qué cosas puede y debe hacer la ciencia en diversos planos de la vida contemporánea? ¿Hasta dónde los movimientos prácticos de la cultura realizados por parte de los académicos plantean una perspectiva distinta a la relación entre las disciplinas y contribuyen a su reunificación epistemológica, evitando su instrumentalización y plegamiento a los intereses de las sociedades de mercado? ¿Quiénes y cómo producen ciencia hoy? ¿Cómo se mide y clasifica la ciencia en nuestros contextos? ¿Cómo se comunica y divulga la ciencia? Con el fin de abordar estos interrogantes, se proponen tres ejes en los que se pueden presentar propuestas de artículo para el número 42, que presentamos a continuación: 1. Sentidos (¿Qué es ciencia hoy?)

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Posteriormente adquirido por Thomson Scientific & Healthcare en 1992, es actualmente conocido como Thomson Reuters ISI, una subsidiaria de Thomson Reuters Corporation tras la compra de Reuters por Thomson en 2008.

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Estos interrogantes se formulan desde el reconocimiento de la caída de la noción de objetividad, pues desde la formulación del principio de incertidumbre de Heisenberg, se nos ha mostrado cómo el investigador altera la realidad que observa; así mismo, los cuestionamientos de la filosofía, la sociología y los estudios culturales nos han mostrado cómo la ciencia implica estrategias de diversa naturaleza. La primera es anular los hechos o circunstancias sociales que conllevan a la construcción de un hecho, para que pueda ser incorporado en un cuerpo de conocimiento y usado por otros. (Latour & Woolgar, 1995) Igualmente, estas perspectivas han planteado que la producción de un hecho científico depende de su inscripción y ubicación en las redes académicas, que a su vez están inscritas en redes sociales y organizativas movidas por variadas circunstancias epistemológicas, metodológicas, pero también políticas, económicas, culturales, personales y afectivas. En consecuencia, cabe la pregunta por ¿cómo se produce la ciencia hoy?, ¿quiénes la legitiman y qué poderes políticos y económicos se ocultan tras la producción de los hechos científicos contemporáneos? 2. Acciones (¿Qué papel cumplen la ciencia y la tecnología hoy?) ¿Qué cosas puede y debe hacer la relación ciencia-tecnología en diversos planos de la vida contemporánea? Como ya se ha planteado, para la producción moderna de conocimiento hay distinciones fundamentales, una de ellas es la que diferencia a la ciencia de la tecnología, o de la ciencia aplicada. “Recientemente se ha prestado mucha atención a los abusos tecnológicos de la ciencia moderna. Se supone que la ambición de ésta última es el conocimiento puro, no contaminada por fantasías de control.” (Fox, 1991: 86). Frente a esta idea de que hay una esfera pura y prístina de ciencia que no se contamina de las argucias e intrigas del poder, o de los deseos subjetivos, existe otra que muestra una relación clara y profunda entre la ciencia y la tecnología, que se ha querido borrar a partir de la idea de la pureza del conocimiento científico. La tecnología aparece como un elemento significativo y fundamental de la ciencia moderna, y de todo su proyecto social de progreso y evolución. No es tan fácil discernir las fronteras entre ciencia aplicada y ciencia pura. “La historia nos revela una relación mucho más compleja entre ambas, quizá tan compleja como la interrelación entre los motivos constitutivos duales del conocimiento: trascendencia y poder” (Fox, 1991: 86). Y es precisamente en este complejo entramado de relaciones donde se origina otra de las preguntas que articula este número de Nómadas, esta es ¿qué cosas hace la ciencia hoy? ¿Cómo se producen nuevos modos de ser, hacer, conocer desde esta íntima relación entre ciencia y tecnología? ¿Qué papel cumplen las políticas de ciencia y tecnología, y en general las de educación superior, en su configuración y desarrollo? 3. Mediciones (¿Qué implicaciones tiene la medición de la producción de ciencia y tecnología en la sociedad contemporánea?) La medición del trabajo científico, asociada a la importancia que cobra la mercantilización del conocimiento, su productividad e informatización, se inscribe en un proceso dinámico de cuatro componentes básicos: entrada de recursos de I+D, su transformación, salida e impacto de los productos. De la medición de las entradas se encarga la estadística oficial, mientras que la bibliometría se ocupa de la medición de los productos, un componente relacionado directamente con la productividad o cantidad de documentos que elaboran los investigadores universitarios, las citas que reciben estos documentos, de acuerdo con su 5

origen geográfico (país, región) y el conjunto de autores (centro de investigación, grupos de trabajo o individuos), lo que contribuye finalmente a la evaluación de los productos de la ciencia. Ante este afán de medición y estandarización, surgen otros interrogantes tales como ¿quiénes y con qué criterios e intereses miden la producción de ciencia y tecnología en la sociedad contemporánea? ¿Qué formas de resistencia se producen ante el predominio de la cienciometría y de las lógicas hegemónicas de medición? ¿Qué alternativas emergen para la creación de otras formas de reconocimiento de la ciencia?

Bibliografía Castro-Gómez, Santiago, 2007, “Decolonizar la universidad. La hybris del punto cero y el diálogo de saberes”, en: Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel, El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global, Bogotá, Universidad CentralIesco/Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar/Siglo del Hombre Editores, pp. 79-91. Echeverría, Javier, 2003, La revolución tecnocientífica, Madrid, Fondo de Cultura Económica. ________, 2005, “La revolución tecnocientífica”, en CONfines, 1-2 de agosto-diciembre, disponible en: . Egghe, Leo, 1988, “Methodological aspects of bibliometrics”, in Library Sciences with a Slant to Documentation, No. 25, pp. 179-191. Fox Keller, E., 1991, Reflexiones sobre género y ciencia, Valencia, Alfons el Magna-nim, p. 86. Foucault, Michel, 1995, “¿Qué es la crítica?”, en: Daimon, revista de Filosofía, No. 11, pp. 5-25. Latour, B. y Woolgar, S., 1995, La vida en el laboratorio: la construcción de los hechos científicos, Madrid, Alianza Editorial. Lyotard, Jean-François, 1992, La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Planeta/Barcelona, Agostini. Spinak, Ernesto, 1996, Diccionario Enciclopédico de Bibliometría, Cienciometría e Informetría, Caracas, Unesco. Wallerstein, Immanuel (coord.), 1996, Abrir las ciencias sociales, México, Siglo Veintiuno. ________, 1998, El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, Discurso Presidencial, Decimocuarto Congreso Mundial de Sociología, Montreal, traducción de Miguel Llorens, 26 de julio de 1998.

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