INTERVENCIÓN DE S.E. LA PRESIDENTA DE LA REPÚBLICA, MICHELLE BACHELET, ANTE DECIMA CONFERENCIA REGIONAL DE LA MUJER DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE

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Dirección de Prensa

INTERVENCIÓN DE S.E. LA PRESIDENTA DE LA REPÚBLICA, MICHELLE BACHELET, ANTE DECIMA CONFERENCIA REGIONAL DE LA MUJER DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE

QUITO, 6 de agosto de 2007 Es para mi un verdadero honor participar de esta Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe. Quiero valorar especialmente el esfuerzo por abrir espacios de discusión y trabajo acerca de un tema que yo ubico en el corazón mismo de nuestras políticas en pos de una mayor equidad, como es el tema de la mujer. Quiero valorar el esfuerzo de la Mesa Directiva, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, de los participantes en las Conferencias subregionales y, por cierto, de nuestros anfitriones, de la hermana república del Ecuador, que siempre nos hace sentir tan bien acogidos y con tanto cariño. Porque gracias a este esfuerzo podemos –y así nos decía María Teresa-, ubicar la política de equidad de género, en sus diversas dimensiones, en el debate público de nuestra región latinoamericana. Y espero que los medios aquí hoy día presentes nos ayuden en esa tarea, que también esta conferencia no sea invisible, porque trabajamos por visibilizar a las mujeres. Quisiéramos también recibir a las ministras y altas autoridades encargadas de los temas de mujer con ocasión de la Cumbre

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Iberoamericana que se realiza este año en Chile, en el área de la mujer. Por eso mi empeño; por eso he querido viajar especialmente a esta cita en el Ecuador. Porque de lo que aquí estamos hablando cuando hablamos de la situación de las mujeres, es de la equidad en nuestras sociedades. Es de trabajar juntos, todos los pueblos latinoamericanos, por sociedades más justas, por sociedades con relaciones más humanas, donde la desigualdad, la arbitrariedad, el abuso, el abuso de poder, no tengan cabida; donde todas las personas, hombres y mujeres, tengan igualdad de oportunidades. Porque aquí ya se ha dicho, y qué fácil es estar en esta conferencia donde uno siente que hay este espíritu común que nos une, porque uno se siente tan identificado con todos los discursos que ya me han antecedido. Por eso muchas de las exclusiones que persisten en nuestra América Latina, y son muchas las exclusiones que persisten en mi propio país, Chile. Pero mi elección como Presidenta es, precisamente eso: la derrota de la exclusión, una derrota de los que creen que hay un orden inmanente e intocable en nuestras sociedades que permitan la exclusión. Mi presencia hoy como la primera mujer Presidenta de Chile simboliza el encontrar la victoria de la inclusión. “Chile Somos Todos”, fue el lema de mi campaña presidencial. Por eso les digo, estimadas amigas y amigos: no perdamos nunca de vista aquel horizonte ético. Una sociedad más inclusiva y, por tanto, más justa, es posible si trabajamos para ello. Por eso valoro tanto esta Conferencia, por eso mi presencia y mi compromiso con impulsar y promover todo lo que aquí se acuerde. Permítanme compartir con ustedes algo un poquito más personal también, algunas reflexiones generales, pero también desde la práctica sobre mujer, política y políticas públicas. Y permítanme hacerlo desde lo que ha sido mi propia experiencia como la primera Presidenta de Chile.

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Ha sido para el país, y lo noto a diario, vaya que lo noto a diario, en los más diversos detalles, una experiencia nueva y distinta, desde la etiqueta y el protocolo, que no saben si llamarme Presidente o Presidenta, hasta la notoria incomodidad de algunos de no saber si saludarme de la mano o con un beso en la mejilla. Desde la crítica machista de algunos, hasta el trato diferenciado que nos da la prensa. De mí se preocupan del color del vestido, el zapato o la cartera. Nunca escuché ni el más mínimo comentario al respecto de mis antecesores. Sobre los Presidentes hombres, a lo más lo que uno podía escuchar era algo así como “el traje azul le queda mejor que el gris”. Conmigo la prensa se preocupa hasta del corte de pelo. Pero, bueno, yo sabía que sería así y cuando se los comento no me estoy quejando, porque está en nosotros el trabajar para que ese tipo de prejuicios se cambien y podamos efectivamente tener cultura más abierta, más democrática y más aceptadora de la diferencia. Pero hay mucho más que eso. Hay toda una carga simbólica y semiótica detrás. Una mujer conduciendo las riendas de un país, con sus estilos, signos y formas, es algo que a mi juicio está sirviendo de catalizador del cambio cultural hacia una mayor igualdad y horizontalidad que ya viven nuestras sociedades. “Qué Revolución Rusa, qué revolución china, dice un destacado sociólogo británico, la mayor revolución del siglo veinte, es la igualación e incorporación de la mujer al mundo profesional y laboral, y el cambio en la vida doméstica”. Entonces, ese gran cambio social que se esta viviendo en algunos países, más rápido que en otros sin duda, se acelera cuando una mujer ocupa cargos de autoridad, al romper con toda una simbología tradicionalmente masculina. Y yo lo noto todos los días en Chile, cuando visito escuelas y las niñitas con toda naturalidad me dicen que quieren ser lo mismo que yo cuando grandes. Antes me decían que querían ser doctoras como yo; ahora me dicen que “Presidenta”, por supuesto.

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Y esto no pretende ser una anécdota, porque cuando yo tenía 8 años, a mí no se me hubiera ocurrido, probablemente, pensar en aquello, cuando el poder era esencialmente masculino, en sus formas, gestualidad y estilos. Y el símbolo de poder alcanzar lo más alto es muy potente y está cambiando a la sociedad chilena. Cuando dije, cuando me correspondió celebrar por primera vez el Día Internacional de la Mujer como Presidenta: “la Igualdad deja de ser un sueño”. Pero hay algo más. ¿Cómo se traduce el ser mujer en lo público? ¿Porque es acaso igual que un hombre, pero con faldas? No. Yo siempre he considerado que ser mujer es también otorgar un plus a esto. ¿Cómo se traduce en lo público este mundo interno lleno de riquezas, de miradas y reflexiones que permiten comprender el valor del ser humano y de la vida, que tenemos las mujeres? Ser mujer es amar la vida y expresarla al vibrar, reír, llorar y amar, con la riqueza que aportan esas emociones. Ser mujer es relacionarse con los demás, con una inmensa capacidad de ponerse en el lugar del otro. Y estos sentimientos, con toda su intensidad, tienen en el mundo privado su ámbito natural de expresión. Traspasar ese límite y desplegarlos en el campo de lo público, es una aventura nueva, a veces dura y difícil, pero tremendamente gratificante, con la cual yo estoy comprometida. Hay miradas distintas, sin duda, y el desafío de las sociedades modernas donde, insisto, la mujer llegó para quedarse en todos los ámbitos, es saber integrar la mirada masculina y la femenina y transformarla en un todo armonioso. Esa ética del resultado, que es más propiamente masculina, donde lo que más importa es lo que se logra y no tanto el cómo se llega a ese fin, puede ser virtuosamente combinada con la ética del proceso de las mujeres, donde importa también cómo se llega, a qué costo, cuánto daño involuntario se puede generar, cuántos desequilibrios se pueden ocasionar.

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Ahora bien, cuesta romper esas barreras y a veces no queda más que jugar con aquello, llamémosle, masculino que puede tener cada mujer. Muchas veces he tenido que hacerlo, claro. La tentación, lo fácil es quedarse ahí, relacionarse con los demás con esos códigos que han sido la tónica del mundo patriarcal. Para mí, esa claramente no es la opción. Sin embargo, estoy convencida que nuestros pueblos quieren una mayor integración de estos mundos. A mi juicio, tanto hombres como mujeres no quieren seguir viviendo un día a día que repite hasta el cansancio rutinas vacías de significado que no sabemos por qué parecen necesarias, ni tampoco cómo cambiarlas. Una líder contemporánea, la Primera Ministra neozelandesa Helen Clark, me decía algo muy cierto: “No quiero inercias, cuestionemos todo lo que hacemos”. Puede que al final del día mantengamos gran parte de lo que hacemos, pero siempre habrá una nueva forma, una nueva mirada, muchas veces asociada a la mirada femenina, que dará un nuevo impulso a las políticas. Y ese es nuestro desafío. Pero para ello, es indispensable que más mujeres lleguen a lo público. Cuando una mujer llega sola a la política, cambia la mujer. Cuando muchas mujeres llegan a la política, cambia la política. Y claramente, uno de los desafíos y necesidades de nuestra democracia, es mejorar la calidad de la política. Por eso celebro que esta Conferencia discuta y recomiende medidas de acción positivas para asegurar la plena participación de las mujeres en los cargos públicos y de representación política. Y yo les quiero poner un ejemplo de Chile, que es el que más conozco. En 1953, dos años después que yo naciera, Chile eligió a su primera mujer senadora de la República. Medio siglo después, Chile tiene dos senadoras en la Cámara Alta, grandes senadoras, por lo demás. Y algunos dirán: “pero, vaya, es un incremento del 100 por

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ciento”. Pero me parece que hacerlo en 50 años, es un avance un poquito lento, ¿no les parece a ustedes?. Al considerar la Cámara Alta y Cámara Baja, llegamos al siguiente cálculo: si la representación femenina en el Congreso Nacional de Chile aumentara al ritmo que lo ha hecho hasta ahora, esto es, un 2% más o menos en cada elección, significaría que necesitaríamos entre 40 y 50 años para lograr estándares aceptables de representación, aceptables, digo yo, pensando en, por lo menos, un 40% de mujeres en el Congreso. Si pensamos, y lo pensamos en que queremos equidad, que las minorías deben ser respetadas y debidamente representadas, con mayor razón las mayorías, y en este caso, las mujeres evidentemente, están subrepresentadas en la política. Y éste no es un tema simplemente numérico, es un asunto de principios democráticos, de constatar que existe una falencia en la representación y que, por lo tanto, se justifica adoptar alguna medida, aunque sea transitoria, para corregir dicha falencia. En Chile hemos avanzado, en algunos aspectos hemos avanzado. Mi gobierno es el primer gobierno en la historia del país donde prácticamente la mitad de los cargos de ministros, pero no sólo de ministros, sino que de subsecretarios, intendentes, gobernadores, jefes de servicio, son mujeres. Pero nos falta avanzar hacia la representación en cargos de elección popular. Porque a las mujeres les interesa participar, quieren participar. En las últimas elecciones en Chile, el 53% del total de personas que efectivamente votaron, fueron mujeres. Y de los que votaron en blanco, sólo el 45% eran mujeres. Y hemos demostrado que no sólo votamos en las elecciones, también ganamos las elecciones. Pero soy consciente, como lo dijo María Teresa, que no puede ser un fuego artificial que se prende y se apaga; que no se puede ser una excepción, porque creo que es más bien hoy día una excepción. Para

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que más mujeres se incorporen a la política, se requieren medidas especiales de apoyo. Y, en ese sentido, quiero aprovechar este amplio espectro para anunciar que en el mes de Septiembre enviaré un proyecto de ley que modifique la Ley de Votaciones Populares y Escrutinios, y la Ley de Partidos Políticos, para establecer un piso mínimo de mujeres candidatas que cada conglomerado deberá presentar en las elecciones parlamentarias y municipales. Porque sabemos que ser candidata mujer tiene una serie de dificultades. Y por eso que propondré un mayor aporte financiero del Estado a las mujeres candidatas. He visto más aplausos en las mujeres que en los hombres. Debo decir que tengo totalmente identificados a los que no aplauden. Y propondremos también que dicho aporte se reduzca cuando los conglomerados disminuyan el número de mujeres presentadas en la elección. Asimismo, propondré incentivar, en la democracia interna de los partidos políticos y en la renovación de sus autoridades, la igualdad de oportunidades de sus militantes hombres y mujeres, y la participación equilibrada de éstos en el acceso y ejercicio de los cargos partidarios y de las responsabilidades públicas. Y será, sin duda, un paso importante para la democracia chilena. La incorporación de la mujer en la política tiene valor en sí misma, por cuanto permite mejorar la representatividad de las instituciones. Pero no es sólo eso. También contribuye para un mejor delivery de nuestras políticas, para un mejor desempeño. Permite la incorporación de la mirada de género en todas las políticas públicas, algo que también está presente en las discusiones de esta Conferencia. Se trata de incorporar aquella perspectiva en todos los ámbitos de la acción del Estado. Y déjenme colocar algunos ejemplos: En Chile una de las grandes reformas que estamos levando adelante es la reforma al sistema de pensiones. Pues bien, una reforma quedaría trunca si atacara el problema como un simple tema técnico,

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un asunto de beneficiario-beneficio, cotización-jubilación, e hiciera abstracción de la desmejorada situación en que queda la mujer en los sistemas de seguridad social contributivos. Por eso estamos tomando diversas medidas, entre otras, otorgar un subsidio a la mujer por cada hijo nacido vivo, equivalente a un año de cotizaciones, de manera de compensar su salida del mercado laboral para hacerse cargo de los hijos. Otra medida que estamos proponiendo es una pensión básica solidaria para el 60 por ciento de los ciudadanos más pobres que no hayan reunido los fondos suficientes para una jubilación. ¿Qué significa esto? Que muchas veces la mujer ha debido trabajar en casa y no remuneradamente, y ellas van a acceder en mayor proporción, por tanto, a esta pensión, que los hombres. Eso va a significar una vejez con menores temores, pero también con mayor dignidad para las mujeres. Y quiero decirles que cuando era candidata, yo no planteé esto como meta, porque miré todos los países del mundo y en ningún lado las dueñas de casa tenían pensión. Y era de altísimo costo. Y si decía dos o tres, mis candidatos alternos hombres decían “cuatro, seis, siete”. Y por supuesto, todos ofrecieron pensión para la dueña de casa. Y yo les dije “no, porque yo no voy a prometer lo que a lo mejor no puedo cumplir, porque el ser mujer ya hace un elemento tan complejo, que lo peor sería perder la credibilidad que la gente tiene en mí”. Y, sin embargo, habiendo dicho que yo no podía garantizar eso, apenas formé una comisión multidisciplinaria, con políticos, expertos, representantes de los distintos gremios, les pedí, aunque yo no he visto que en ninguna parte se resuelva, “búsquenme una solución para dar pensiones a las dueñas de casa”. Y hoy día estoy satisfecha, porque no lo prometí, porque no estaba segura que fuera a ser cierto, posible, pero hoy día lo vamos a lograr y esperamos el próximo año estar pagando pensiones a una parte importante.

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O lo que estamos haciendo en el mundo laboral y educacional. Tenemos el más vasto plan de construcción de salas cuna y jardines infantiles que se haya conocido en Chile. En el primer año de gobierno mío, construimos más salas cuna que en toda la historia del país. Estoy hablando de salas cuna gratis, públicas. ¿Por qué esta preocupación? Porque sabemos que las desigualdades parten desde la cuna y que es desde allí que tenemos que dar más oportunidades a niñas y niños. Porque sabemos también que sólo el 20 por ciento de las mujeres con hijos pequeños trabaja remuneradamente, porque no tienen con quién dejar a sus hijos. Y así lo estamos haciendo en todas las políticas públicas, vamos incorporando la perspectiva femenina. En educación promovemos programas donde se evitan los estereotipos prejuiciosos en cuanto roles en el hogar de niños y niñas; promovemos en nuestros programas educativos enseñanza en el respeto entre sexos desde el jardín infantil, para prevenir la violencia y abuso. Y, por cierto, estamos acometiendo una fuerte ofensiva en violencia contra la mujer. Y es algo que es una triste realidad de la cual me hago cargo. Llevamos ya en este año 32 mujeres muertas por sus parejas. El machismo mata, han dicho algunas. Es una realidad que no puedo aceptar. Y estamos proponiendo al Parlamento que endurezca las penas contra quienes agredan y den muerte a una mujer. Pero junto a ello, junto a la ministra de la Mujer hemos creado una red de casas de acogida y centros de atención en todo el país, para dar asistencia, incluso albergar a las víctimas de violencia o amenazas en casos más graves. No voy a seguir en el detalle de las múltiples iniciativas que estamos llevando adelante, porque de lo que se trata es de integrar en cada una de las políticas que desarrollamos, la perspectiva de género.

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Pero atención: toda nuestra preocupación por la mujer no se trata solamente de un arranque feminista de esta Presidenta. Por cierto, pero no es solamente eso, no es sólo un imperativo ético, no es sólo un imperativo político, es también una necesidad de desarrollo para nuestros países. No es posible que nuestros países desaprovechen el talento de más de la mitad de su población. Si nos queremos desarrollar de verdad, integralmente, tenemos que aprovechar todo nuestro potencial. ¿Y qué nos dice la evidencia? Nos dice que los países y las empresas pierden mucho económicamente al no incorporar en plenitud el potencial de la población femenina. Esto que han llamado hoy día del womenomics, o economía de la mujer, que está muy en boga en las universidades europeas y norteamericanas, que ha calculado los costos de la discriminación. Y les quiero dar algunos datos: Según un estudio, entre 353 empresas de la lista Fortune 500, las empresas con más mujeres en cargos gerenciales obtuvieron un retorno sobre su patrimonio 35 por ciento más alto que aquellos con menos mujeres en esos puestos. En el caso de Chile, las cifras son también elocuentes. Según el Informe de Competitividad Mundial 2006-2007, elaborado por el Foro Económico Mundial, Chile mantiene la posición número 27 entre 125 países. Evalúa un conjunto de criterios y está en el lugar 27. Pero vamos a desmenuzarlo y vamos a ver que no todo es tan bello. Es decir, estamos muy bien y somos un país considerado muy competitivo del punto de vista económico. Pero cuando uno dice “bueno, ¿y por qué no estamos más arriba? ¿Qué tenemos que hacer para seguir mejorando?, 27 entre 125”. Pero estamos 110 entre 125 en cuanto el acceso de mujeres a cargos importantes en el mundo del trabajo, y el lugar 68 en el ranking de la participación parlamentaria femenina.

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Es decir, los otros deben estar muy requetebuenos para que quedemos en el lugar 27, después de estos otros en la participación de la mujer. O sea, que una de nuestras falencias competitivas, ya ni siquiera estamos hablando de igualdad, para el desarrollo de cada uno de nuestros países, junto con una mayor especialización educativa, una de las falencias es la discriminación hacia la mujer. Y en Chile sólo el 20% de los gerentes y el 25% de los empresarios son mujeres. ¿Y por qué ocurre esto? Porque persisten numerosas trabas para la inserción de la mujer en el mundo laboral o público. Hemos hecho múltiples cosas y probablemente la ministra de la Mujer de Chile tendrá oportunidad de compartirlas con ustedes, pero tenemos muchas tareas pendientes. Compatibilizar responsabilidades profesionales y laborales y de trabajo, para hombres y para mujeres, no sólo para las mujeres; igualdad de oportunidades en el ingreso, ascenso y responsabilidades dentro del lugar de trabajo; disminuir la brecha salarial. No hay razones para estas discriminaciones, ni en el sector público ni en el sector privado. Y, sin embargo, aún existen. Por tanto, se hace necesaria una acción en este sentido. Necesitamos de políticas proactivas, públicas, para favorecer la participación de la mujer en la política; y su adecuada inserción en el mundo laboral, en condiciones de equidad y sin discriminaciones. Aún no somos una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales en derechos y en oportunidades. Y alcanzar esa meta exige profundizar todavía más el cambio cultural en marcha. Un cambio cultural que siga removiendo las exclusiones de todo tipo que hicieron de la igualdad entre los seres humanos, sólo una utopía. Un cambio cultural con el que soñaron y por el que se esforzaron tantas generaciones de mujeres. Un cambio cultural que forma parte de la construcción de una modernidad democrática, que vaya dejando atrás privilegios y discriminaciones.

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Porque la igualdad no puede ser sólo un sueño: se construye con tesón y perseverancia de mujer. La escritora Isabel Allende decía que la elite masculina tiende a ser pesimista. Yo no lo soy. Si no fuera así de optimista, y añado, optimista histórica, ciertamente no sería Presidenta de Chile. Así que, más mujer, más democracia, más justicia, más humanidad, más progreso, más igualdad. La igualdad no es un sueño. Muchas gracias.

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QUITO, 6 de agosto de 2007.

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