José López Rueda: Poética de la errancia

EL FARO 1 Diciembre 2009 DICIEMBRE 2009 PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 10 José López Rueda: Poética de la errancia JOSÉ LUPIÁÑEZ Es poco conocida en Esp

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EL FARO

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Diciembre 2009

DICIEMBRE 2009

PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 10

José López Rueda: Poética de la errancia

JOSÉ LUPIÁÑEZ

Es poco conocida en España la obra de los que se marcharon para regresar más tarde, o no regresar nunca. La de esos hijos y hermanos viajeros que se fueron a otros países y a otros continentes para enriquecer con sus visiones y experiencias el patrimonio común de nuestra lengua y de nuestra cultura. Me refiero a esa otra España peregrina que nos ha representado y sigue haciéndolo, fuera de nuestras fronteras, en el rincón a veces más remoto e insospechado; a esos otros aventureros que han sabido añadir su aventura a la herencia de todos, al patrimonio nuestro, allí donde el destino llevó a cada cual. Y sin embargo, hasta hace bien poco, no se ha empezado a tener cumplida noticia de esa vertiente real de nuestra literatura, tan valiosa, tan imprescindible; de ese capítulo casi secreto de nuestra música, de nuestro cine o de nuestras artes. Todos ellos, todos estos creadores, desde su oficio han sido, quizás, los que más entrañaran la patria lejana y contradictoria, los que con más convicción han abordado el tema de España, desde la nostalgia, desde la distancia, que no lo es nunca para ellos y para ellas, en los asuntos del corazón y de la conciencia. José López Rueda pertenece a esa estirpe de intelectuales de los que hablo: la estirpe de aquellos que han trotado el mundo y han refrescado nuestro imaginario con sus nuevos paisajes. Nacido en Madrid en 1928, López Rueda ha sido profesor, en lugares tan distintos y distantes como Ecuador, Venezuela, Taiwán o Estados Unidos, y en todos ellos se ha respetado y reconocido su labor docente. Pero me atrevería a decir que, a pesar de la importancia de la vocación universitaria en su vida, ante todo López Rueda es esencialmente un humanista, a la par que un viajero y, sobre todo, un poeta que concilia eficazmente tradición y modernidad, en su poesía épica y evocadora, nostálgica e imaginativa, existencial y metafísica, exótica o doméstica… Doctor en Filosofía y Letras y experto en estudios clásicos, ha venido alternando su trabajo universitario (clases,

EL POETA JOSÉ LÓPEZ RUEDA

ensayos de investigación, cursos, conferencias, etc.) con su entrega a la escritura; una dedicación que a mí me parece incontaminada, verdadera, ajena a las editoriales y corrientes de moda. La suya ha sido, como reza el título de uno de sus últimos libros, una pasión más íntima, un Fervor secreto. Fruto de toda esta labor son sus ensayos: Helenistas españoles del siglo XVI (Madrid, 1973), Rómulo Gallegos y España (Caracas, 1986) o González de Salas, humanista barroco y editor de Quevedo, (Madrid, 2003); sus siete libros de poemas publicados, desde Soledad y memoria (Cuenca, Ecuador, 1958) hasta los más recientes Cuaderno de Tamkang (Madrid, 1996) o el citado Fervor secreto (Madrid, 2002); tres novelas editadas en América: Aldea, 1936, La flecha intempestiva e Hipoteca viviente y cinco títulos más, inéditos por el momento. Enrique Viloria Vera, profesor de la Universidad Metropolitana de Caracas, ha llevado a cabo una oportuna edición de la obra del poeta, con motivo de su ochenta aniversario, titulada Poética de la errancia, en la que se incluyen textos diversos y jugosos, que nos permiten el acercamiento al hombre y al creador, tales como la amena evocación de Medardo

Fraile, la presentación de Cristian Álvarez o el epílogo de Joaquín Marta Sosa, aparte de una breve poética del propio autor y otras notas bibliográficas; textos, digo, de quienes lo conocen de cerca y han frecuentado su amistad, que abrazan y acompañan la amplia y literaria introducción de Enrique Viloria. En ella se nos ofrece un singular recorrido, jalonado por numerosas citas puntuales de versos del poeta, a lo largo de siete etapas bien diferenciadas: desde la errancia americana a la asiática, la íntima o la metafísica, que le llevan (viaje interior y exterior) por distintos continentes, hasta su regreso a Madrid, para instalarse definitivamente con los suyos. Se trata, como vemos, de una suerte de itinerario lírico, que se va demorando en los diferentes periodos de la biografía y de la obra de José López Rueda, a la par que comenta sus temas preferentes: el exilio, el paisaje, la memoria, el viaje, el amor, Dios, la cultura, la familia etc., pero siempre con sus versos de fondo, como referencia. Tras la introducción, la antología esencial, Antología mínima, de casi medio centenar de composiciones de sus distintos libros y estilos diferentes, que nos vale muy bien de primera aproximación a su poética.

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Cultura/Poesía

Perteneciente a la generación del 50 o del 60, como la han rebautizado algunos de sus miembros, su obra no estaría muy lejos de la de Miguel Fernández (que, por ejemplo, también publicó su primer poemario, Credo de libertad, en 1958), Ángel García López, Diego Jesús Jiménez, recientemente desaparecido, Rafael Soto Vergés o Jesús Hilario Tundidor, por citar algunos de sus nombres. Guarda en común con la de ellos ese fuerte componente existencial de sus inicios y, en general, el recuerdo de la guerra civil, su compromiso con el lenguaje, el entronque culturalista, que en su caso es de corte más clásico, y cierta dimensión metafísica que tiende al simbolismo y explora a veces lo visionario, si bien en López Rueda además se añade un elemento cosmopolita que amplía el horizonte y alegra de países diversos los títulos de sus poemas. Destaca de manera especial la aventura americana, que será la aventura de su vida a lo largo de treinta años, una experiencia que tiene forzosamente que materializarse en su escritura, como así ocurre, no sólo en lo que hace a los temas, sino también a los nuevos ritmos de sus versos o a sus poderosas metáforas referidas a la naturaleza o a sus cantos, entreverados de tristezas, a pueblos y civilizaciones, como en "Los hijos del sol":

ARRIBA IZQUIERDA: JOSÉ LÓPEZ RUEDA EN EL PARTENÓN. ABAJO: PORTADA DE POÉTICA DE LA ERRANCIA, ANTOLOGÍA RECIENTE DE SU OBRA EN EDICIÓN DE ENRIQUE VILORIA. A LA DERECHA EL ESCRITOR Y SU ESPOSA CON ATUENDO DE BODA CHINA EN TAIPEI

Donde esconden los cóndores sus nidos y tiene el Absoluto firmamento su palacio de cumbres y de viento, donde canta el silencio en los oídos allí cuidan los indios esparcidos, el maíz que en su verde crecimiento cincela ya, meticuloso y lento, su oro pálido en oros sonreídos; allí viven hablando escasamente los vástagos del sol americano que en los entierros beben aguardiente y adoran con espíritu pagano imágenes de un Cristo penitente que nada tiene casi de cristiano.

Pero todo ello no impide que desaparezca la raíz profundamente hispánica que me recuerda a Machado y a veces al Machado más modernista. Probablemente en algo haya contribuido el que en América se mantenga más vivo el magisterio de Rubén y este siga produciendo una fascinación natural a los poetas: "siento la seda suave de la brisa rizando/en las atardecidas serenas del verano/ el nenúfar inmenso y azul de

EL POETA Y SU ESPOSA, CON UNA ESTUDIANTE, EN LA OHIO STATE UNIVERSITY (COLUMBUS)

la bahía/ que al oeste se pone morado de nostalgia"… He disfrutado, en fin, con estos poemas de López Rueda, poemas de ausencia y de exilio, de palabra precisa y hondo calado, porque en ellos la evocación da paso a la reflexión, con frecuencia desesperanzada y amarga, y profundamente llena de nostalgia, en medio de esa búsqueda de lo permanente. Aunque a decir verdad, de ese pesimismo y de aquellos desgarros anteriores, se ha ido alejando últimamente el poeta, a través del humor y de una escritura de lo familiar, que se ovilla en el círculo de los afectos más próximos, al modo unamuniano, y nos abre de par en par su círculo de parientes y amigos.

Con todo yo prefiero al escritor de largo aliento, bíblico de melancolías en sus inicios, épico y visionario, poco después, y siempre viajero curioso, promiscuo y rebelde, modernista y crítico, raro y exótico, que retiene el misterio fácilmente en sus alejandrinos o sus endecasílabos y que nos seduce con fulgurantes estampas andinas o misteriosas escenas orientales, quizá porque en esa dimensión de su obra nos convence más, con sus soliloquios salpicados de dudas y de extrañamientos, de evocaciones de la España lejana, de su historia, de sus personajes, de su leyenda viva, vista como paisaje cotidiano que entristece y alumbra.

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Cultura/Narrativa

EL ESCRITOR JOSÉ VICENTE PASCUAL, QUE FIRMA COMO JOSÉ FERRER SU ÚLTIMA NOVELA HOMERO Y LOS REINOS DEL MAR, PUBLICADA RECIENTEMENTE POR LA EDITORIAL VIA MAGNA DE BARCELONA

Lejos de Ítaca

ANTONIO ENRIQUE

En el centro de mira de la presente Homero y los reinos del mar (Vía Magna, Barcelona, 2009) está la devastación de Troya; es su hipocentro, su estructura invisible: Troya como uno de los referentes máximos de la civilización occidental. En una isla cercana a Ítaca, el cataclismo que supuso aquella devastación se hace sentir en la población y su templo dedicado a la diosa madre Hestia, mediante el detonante de la llegada de un náufrago. Tras la destrucción de la isla a manos de los pueblos errantes en el mar, condenados a la depredación y extorsión, un escriba Adhnes y una sacerdotisa Zora inician la ruta argumental de esta extensa cuanto recia novela, siempre bajo la piadosa mirada de un Homero cercano y coloquial que actúa como impulsor de la leyenda que él mismo creara casi quinientos años después de los acontecimientos. Tesis fundamental de la presente novela es la vinculación que se ofrece entre la cultura micénica y el reino de Tartessos, a donde conducen los desvaríos de la fortuna encarnados en los citados personajes, tras un periplo ciertamente espectacular, muy próximo en su técnica a las novelas bizantinas, pródigas en movimiento escénico y episodios insólitos. Es por lo que José Ferrer, su autor (heterónimo de José Vicente Pascual), ha debido conjuntar muy diferentes recursos para su artificio, recreación extraordinaria de los mundos remotos, la Antigüedad mítica, un territorio en el que se siente firme, tras la experiencia de novelas precedentes como La diosa de barro (2006) o Deo Óptimo Máximo (2007). Pero, ante todo, territorio de su predilección.

Fue, la devastación de Troya, el fin de un mundo; un cataclismo que arrastró tras sí una concepción cosmológica conocida como Edad de Oro. Homero mismo la evocó diciendo que por entonces los dioses convivían con los humanos. Tal vez por ello, y en consonancia con un mundo actual que se precipita hacia la incertidumbre, sea que han proliferado las novelas sobre Troya recientemente: contabilizo, casi al azar, El ciego de Quíos (1996) de Antonio Prieto, o Morir en Troya (2003) de Ángela Reyes, y fuera de nuestra fronteras, La canción de Troya (1998) de Colleen McCullough y Troya (2002) de Gisbert Haefs. No se parecen, claro está, a la que nos ocupa, entre otras razones porque ninguna de las mencionadas se asienta en el misterio de Tartessos, que al fin y a la postre es la razón de ser de Homero y los reinos del mar. José Ferrer, en este caso, no se limita a contar, a narrar una historia de naufragios y destrucciones, asedios y violencia sobre cuyos fuegos y rescoldos se asienta la pasión humana de dos seres perseguidos por el destino adverso, Adhnes y Zora. Hay un trasfondo, sin el cual la lectura de esta novela fuera prescindible, de no tratarse de lectores privativamente interesados por el tema. Ello es la reflexión sobre la cultura que renació de las cenizas de Troya siglos más tarde, la única cultura, la griega, cuyos orígenes sagrados no se fundamentan en el hecho religioso, y consiguientemente en la revelación divina, sino en la fabulación de un mundo paralelo al humano. Cabe adscribir a esta creencia la reconstrucción de la cultura cretense, tan ligada a la tartésica, y la consideración del carácter

efímero de todo gran imperio, su transitoriedad y declive. El autor no se deja seducir, no obstante, por la leyenda: Tartessos es un dominio para cuya supervivencia se incurre en la injusticia y opresión. El poder, sobre el que implícitamente se medita a lo largo de estas quinientas páginas, implica siempre el mismo estrago para los mortales que ansían su libertad y dignidad personales. Mantener la cohesión de tan extenso raudal narrativo muestra la maestría alcanzada por José Vicente Pascual (Madrid, 1956). Es una prosa tranquila, sin sobresaltos ni efectos gratuitos. Graduando siempre, avanzando no sólo en proporción, sino en profundidad de ideas y sensaciones: avanzando en formación, si hubiésemos de apelar al lenguaje castrense. La novela se ilumina, cobra matices vigorosos en Tartessos, tanto por las circunstancias novedosas a las que nos somete, como por la aparición de personajes muy bien fraguados, tal el mercenario Galgano, que encabeza toda una galería de sugestivos secundarios. Y novela de mar, finalmente. Como su correlación con la Odisea pide lo que comenzara en son de Ilíada. Un mar donde nació la cultura, tal como la seguimos entendiendo milenios más tarde. El mundo, entonces, era virgen, y la imaginación norma de vida. Hesperia -al confín del Mediterráneo en el extremo opuesto a Micenas y Troyados territorios enfrentados, sur y norte. Como siempre ha sido. Un desenlace simbólico deja la novela abierta a nuevas incursiones del autor en la misma época y territorio

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Cultura/Poesía PENÉLOPE Y SUS PRETENDIENTES, ÓLEO DE WATERHOUSE.

EROTISMO Y ÉPICA CONFLUYEN EN LOS TEXTOS, ASOCIADOS POR UN SIMBOLISMO QUE SE SIRVE DE UNIVERSALES PARA EXPRESAR LA PROPIA SUBJETIVIDAD DE LA AUTORA

En la piel de Penélope

MAURICIO GIL CANO

Julia Bellido Bello (Jerez de la Frontera, 1969) se pone en la piel de Penélope y le dice a Ulises que la hizo arder "entre los pétalos heridos de tus manos". Vierte la historia de un amor apasionado reducido al olvido en textos turbulentamente sensuales donde relata las sensaciones de un alma aferrada al asombro de su deseo. Versos que describen el ascenso de esa pasión que estallará en ruptura: "Tu nombre se ha quebrado en mis labios". Poemas que, con frescura indócil, se dirían escritos desde el corazón directamente, en los que prioriza la autenticidad de su sentida belleza sobre otras consideraciones de estilo. Ricos de imágenes, su oleaje rítmico va dándonos las claves de una particular génesis juliana: "Mi boca se llena de sal/ esa sal inacabable y prodigiosa/ que rompe de luz los duros esteros/ y estalla en palabras y versos/ blancos, anaranjados, de ámbar y sin color/ y se clavan como dardos diminutos/ en las yemas vírgenes de mis dedos". Los personajes de Homero son arquetipos que nunca han caído en desuso, aún menos desde que James Joyce transformara, con su Ulises, la concepción de la novela. En La decisión de Penélope, título distinguido con el XI Premio de Poesía Victoria Kent y publicado en la colección homónima de cuadernos al cuidado de Paloma Fernández Gomá, Penélope y Ulises discurren por un ámbito que tiene mucho de edénico, tal si fueran la primera mujer y el primer hombre. Curiosamente, la cita que encabeza el poemario no está sacada de ningún pasaje de la Odisea, sino del bíblico Cantar de los Cantares. Erotismo y épica confluyen en los textos, asociados por un simbolismo que se sirve de

universales para expresar la propia subjetividad de la autora. Abundan las alusiones a la naturaleza y, sobre todo, relacionadas con el mar. Las metáforas y los ritmos propagan un efectismo sinestésico, traspasado por cierto neorromanticismo vibrante que delata la culpabilidad de Ulises: "donde has huido siempre y a escondidas/ soslayando oblicuamente tu pecado". La conclusión es drástica: "un día fuiste arcángel./ Ahora ya no existes". "Desde la libertad escribo versos", dice Julia Bellido en éste su primer poemario publicado, breve aunque de lírica intensidad. Una libertad seducida "y su luz se precipita profusa sobre tu sexo descubierto"-, pero reafirmada: "mis versos se levantan en cenizas". La libertad del amor, pero también la libertad del olvido. La libertad de escribir y aun la de transgredir: "y hago de tu risa mi desorden/ mi caos y mi pecado". Veinticuatro poemas, veinticuatro capítulos que transcurren con exultantes crescendos hasta su desasosegado final y que muestran la delicada sensibilidad de una poeta con recursos y una gran capacidad comunicativa. Julia Bellido Bello había publicado antes una biografía novelada sobre Pablo de Tarso (1995) y otra sobre Juan Grande (1996), además de dos libros en italiano: La grandezza di farsi piccolo e Il santo peccatore, ambos editados por Città Nuova Editrice en 1996. Con La decisión de Penélope, Bellido novela en verso su deambular por las afueras de sí misma en busca de su "amado navegante". Cada poema es la secuencia de un dramático monólogo dirigido a Ulises, a quien contempla como "faro poderoso" y herida que desangra. El conjunto constituye la primera entrega poética de una escritora con probadas posibilidades en el género.

LA ESCRITORA JEREZANA JULIA BELLIDO BELLO, AUTORA DE LA DECISIÓN DE PENÉLOPE, GALARDONADO CON EL XI PREMIO DE POESÍA VICTORIA KENT. POEMAS ESCRITOS DESDE EL CORAZÓN EN LOS QUE PRIORIZA LA AUTENTICIDAD DE SU SENTIDA BELLEZA SOBRE OTRAS CONSIDERACIONES DE ESTILO

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Cultura/Clásicos

Los Avisos de Pellicer

FERNANDO DE VILLENA

Hay libros que guardan como, un frasco o un lenzuelo, todo el aroma de una época. Pero, contra lo que pudiera pensarse, no suelen ser los libros más sonados ni siquiera los mejor escritos de ese periodo. El Quijote, por ejemplo, trasciende su propio tiempo y El Buscón es ante todo un alarde impresionante de estilo, pero para buscar lo que fueron nuestros Siglos de Oro nada mejor que esos títulos de segunda fila pergeñados a menudo sin demasiadas pretensiones literarias, con el deseo, ante todo, de informar o entretener. Pienso en misceláneas como la de Zapata, en las cartas de jesuitas que recogió la editorial Espasa -Calpe, en las crónicas de la conquista de América, en algunas novelas picarescas de índole verdaderamente autobiográfica como es el caso del Estebanillo González y en las autobiografías de soldados de fortuna como las del capitán Contreras, la de Miguel de Castro o la genial Memoria del desengaño de sí mismo de Diego Duque de Estrada y, sobre todo en los libros de anales y avisos, precursores de la futura prensa, como los de Henríquez de Jorquera, Liñan y Verdugo o José Pellicer. Hoy hablaré de los Avisos históricos de este último. Nacido en 1602, Jose Pellicer Ossau de Salas y Tobar fue un prolífico escritor zaragozano instalado en la corte que llegó a escribir más de 200 títulos de diversa índole. Conocido en las historias literarias por sus comentarios a las obras de Góngora, cronista real (cargo que le disputaron, pero del que se sentía particularmente orgulloso), autor de falsos cronicones y experto en genealogías, se ganaba la vida redactando ejecutorias en el tenebroso Madrid de los últimos Austrias hasta que le alcanzó la muerte en 1679. Los Avisos históricos recogen noticias y sucesos ocurridos en España en el sobrecogedor periodo histórico que va desde mayo de 1639 hasta noviembre de 1644. Son un fiel espejo de la negritud y el caos al que había llegado nuestra nación con hostigamientos por doquier y con amenazas de verse desmembrada por diversos puntos: la rebelión y guerra de Cataluña apoyada por Francia, las reiteradas derrotas en Flandes, la revuelta andaluza del duque de Medinasidonia, la guerra de la independencia de Portugal y sus territorios ultramarinos (Brasil, Angola, Indias Orientales), las batallas en Italia, el constante asalto de los holandeses a los galeones que traían a la metró-

JOSÉ PELLICER OSSAU DE SALAS Y TOBAR

polis la plata de los virreinatos americanos, y los piratas berberiscos en las costas del litoral mediterráneo. Y, en medio de tanta tribulación, un monarca y su corte que viven completamente ajenos a todo el horror que los rodea, dedicados por entero al disfrute de las comedias con costosísimas escenografías o tramoyas de Cosme Lotti, a las naumaquias fingidas en el estanque del Buen Retiro, a las fiestas de toros, a los autos de fe con relajamiento al brazo secular, a las procesiones solemnísimas y a las traídas y llevadas reliquias de san Isidro y otros santos como solución única para tantos desastres. Y, en medio de ese panorama de angustia y superstición, un sinfín de noticias o avisos particulares que nos revelan la difícil vida cotidiana de aquellos momentos: que si se ordena prender a todos los gitanos de España para que sirvan en galeras; que si era encarcelado don Francisco de Quevedo; que si se ajusticiaban a hombres y muchachos por realizar el "pecado nefando"; que si unas monjas inglesas azotaron a un Niño Jesús y la imagen sangró milagrosamente; que si en los corrales de comedias se soltaban ratones y se tiraban huevos; que si una dama ponía carteles de desafío a otra; que si en Cataluña "trillaron en aceite" a algunos soldados; que si no debieran enviarse a Roma los libros de Plomo del Sacromonte granadino; que si un hortelano vio un demonio que lo sacó de la cama; que si aparecieron en el cielo globos de fuego anunciando calamidades; que si había desaparecido un niño de sesenta años; que si se vendían, sin pruebas de nobleza, los hábitos de caballeros par aliviar las penurias económicas de la Monarquía; que si una monja era raptada

del convento; que si a una comediante la condenan a emparedamiento; que si un hombre desenterraba cadáveres y luego los daba cocidos en ollas a los soldados; que si hubo una rebelión de galeotes; que si un aposentador de palacio asesinó a su esposa por celos de un enano del rey; que si una mozuela, por colaborar con unos ladrones, recibió 200 azotes y "después le cortaron las orejas y la tuvieron todo el día colgada de los cabellos a vista del pueblo, y del castigo quedó tal que murió dentro de dos días"; que si la esposa de Alonso Cano aparece asesinada; que si un loco se finge hijo del infante don Carlos, y otros muchísimos acontecimientos que podrían inspirar numerosas novelas históricas. Aparecen en la obra personajes históricos de gran relevancia como Velázquez, Vélez de Guevara, Ruiz de Alarcón o los mencionados Francisco de Quevedo y Alonso Cano. El mismo cronista se queja a veces, no sin cautela, de la despreocupación de la corte, y así, en los avisos de junio de 1641, comentando los festejos, nos dice: "…hubo tanto concurso de gente, hermosura y gala, que parecía que en ninguna parte de España había inquietud ni movimiento de guerra, según los trajes, así en damas como en caballeros". Al final, el lector queda con la impresión de haberse asomado por un ventanal a uno de esos momentos terribles que jalonan la Historia de España y no puede menos de concluir que nuestro destino a través de los siglos ha sido el de padecer nefastos gobernantes. Bástenos recordar al anónimo poeta del Canto de Mío Cid cuando exclama: "¡Oh Dios, y que buen vasallo si tuviese un buen señor!".

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Cultura/Narrativa

Barcos perdidos en nochevieja (Suicidarse o tomar una cerveza)

ANTONIO COSTA GÓMEZ

Camus dijo que el único problema que merece tratar la filosofía es el suicidio. Si merece la pena vivir o no. También lo ha tratado la literatura. Nick Hornby lo trae como reflexión de Nochevieja. A Hornby le interesa la gente de la calle y la cultura pop, como ocurría en Alta fidelidad. Conoce la alta literatura pero marca sus distancias con ella, y sobre todo con la pedantería libresca. Lo que él quiere es llegar a su gente y emocionarla, no piensa en las academias ni en la posteridad. Es el cometido que ha tenido la literatura oral durante siglos y lo más eficaz de la literatura escrita. La literatura como comunicación, resumamos. En esta novela (En picado, Anagrama, Barcelona, 2009) cuatro personajes deciden tirarse de una torre de Londres el día de Nochevieja, y coinciden allí, y acaban por no tirarse. Se ponen a hablar y se dan distintos plazos, no saben muy bien para qué, y se encuentran a menudo, y quieren hablar de ello, no saben bien cómo. Los cuatro personajes, que también son los cuatro narradores, le ofrecen a Hornby cuatro perspectivas acerca del problema: la del creyente problemático, la de la adolescente perdida, la del músico y lector de literatura, y la del comunicador televisivo referente de masas. Y cuatro tipos de infelicidad: la de la mujer que tiene un hijo vegetal y casi no puede vivir, la de la muchacha a la que le desapareció su hermana, la del músico que no ha triunfado, y la del periodista que comete delitos y ha ido a la cárcel. Como se comprenderá, el lenguaje es totalmente oral y más o menos adecuado al carácter de cada personaje. Pero lo que parece al principio superficial y pura bufonada acaba mostrando un toque melancólico y emotivo, los personajes van cobrando densidad humana, y tras el aparente desparpajo aparece más o menos la metafísica. Porque al final, como dice Sábato, toda obra genuina es metafísica. Todos intentan de manera torpe encontrar algún motivo para vivir. Son seres patéticos, a menudo ridículos, pero poco a poco nos van cautivando. Más o menos, por detrás de las gotas de espuma y la palabrería acaba perfilándose un dibujo. Uno piensa incluso en Don Quijote, un tipo risible, un perdedor, un inadaptado a la sociedad que en el fondo nos emociona de verdad. Parece a menudo que lo moderno es el miedo a hablar de sentimientos, a expresar emociones. Yo pensaba que una novela sobre este asunto podría tener un toque poético, emocionado. Pero resulta que al final, a través de las mil ironías y burlas, del tono de escepticismo y patochada, acabamos emocionados. Sí, al fin y al cabo estos tipos son algo, nos decimos. Incluso el despotricar sin ton ni son de Jess la adolescente acaba mostrando una sensibilidad y un desgarramien-

PORTADA DE EN PICADO, UNA DE LAS ÚLTIMAS NOVELAS DE NICK HORNBY, RECIENTEMENTE REEDITADA POR ANAGRAMA EN SU COLECCIÓN COMPACTOS

to. Un personaje confuso, desorientado, una muchacha que no sabe qué hacer, y llora sin saber cómo hacerlo. Todos encuentran más o menos algo: el músico amigos que de algún modo le quieren, la mujer creyente (a la que su fe no parece ayudar mucho) un trabajo y unas ocupaciones que la hacen vivir, el periodista una actividad que le hace respetarse a sí mismo, ayudar a un niño, y Jess el suponer que su hermana se ha ido porque ha querido y ella no tiene la culpa. Pero no saben muy bien qué. Y en el fondo es como decía Sábato: la vida debe de tener un sentido, aunque no lo conozcamos, porque si no todo el mundo se suicidaría. Algo parecido a lo que decía Camus: la vida hay que vivirla precisamente por ser absurda. Pero Hornby lo dice a su modo: no querían matarse porque odiaran la vida, sino porque la amaban demasiado. Los habían apartado de ella y no podían soportarlo. De modo que da un mensaje de esperanza para Nochevieja. A pesar de todo estamos aquí. No se trata de idilios ni de desgarramientos de canción rock. Hornby quiere hablar a la gente pop, esa que a menudo rechazan los pedantes. Como digo, con eso vuelve la función más originaria de la literatura, que no se hizo para los críticos ni para las tesis doctorales. Pero alguien podría pensar que eso lo condena a la medianía y a lo políticamente correcto. Sin embargo la novela expresa con bastante fuerza la desazón de una época y los personajes patalean con indudable convicción sus problemas. Digamos que están vivos. Además hay una serie de personajes que son verdaderos hallazgos. Por ejemplo, el joven al que conoce Jess que dice que no tiene nombre porque los nombres encierran a las personas y les impiden ser lo que quieran. Un personaje así daría él solo para una gran novela. O el vagabundo que interviene en la pelea entre J.J. y su amigo y que sabe bastante de la historia del cine. O el ángel que Jess dice a los periódicos que han visto en la torre, y a todo el mundo le parece penoso, y Jess ni siquiera sabe que es una metáfora, pero en el fondo de algún modo

sí lo han visto. Todo es mentira y las mentiras son verdad, diría Pessoa. Y luego un montón de símbolos afortunados. Empezando por el que nos acerca de nuevo a Sábato: un personaje se siente como si estuviera en un túnel que se fuera llenando de agua y no tuviera escapatoria. Se trata de saber si la encontrará. Pero luego se habla de las personas como barcos destartalados que no saben mantenerse a flote. Ya no es el barco ebrio de Rimbaud ni el barco pirata de Espronceda. Y más tarde Maureen nos dice que a la madre de Jess se le ha muerto la cara y eso es el preludio a que se muera el resto de su persona. Y se plantean conceptos de teología cristiana en términos de mercado o de la cultura pop. Y en otro momento se nos habla de la ruta de van Gogh. Es decir, la que conduce al suicidio. O de marcharse de la vida como quien se marcha a otro país. La actividad imaginativa resulta muy ocurrente para expresar las inquietudes de los personajes. Y para expresar sus distintos matices. Tal vez lo más patético de la obra sea esa fiesta que organiza la adolescente Jess en un pub para que los cuatro suicidas se encuentren con sus familiares y amigos. Todo el mundo a cometer torpezas, y la mayor la hace la propia Jess que se marcha. Y precisamente por eso emociona tanto esa escena. Todos están metidos en la angustia y la desfachatez. Toda esa fiesta parece absurda. Pero de algún modo desmadejado todos acaban aprendiendo algo, acaban obteniendo algo. Aunque sea precario. Lo más convincente, paradójicamente, tal vez sea lo que dice J.J. en determinado momento: no habíamos resuelto nada, pero me apetecía una cerveza, y eso era suficiente motivo para celebrarlo. Más o menos como dice Abbas Kiarostami en El sabor de las cerezas, donde un tipo con un coche busca a alguien que le ayude a suicidarse: la vida vale la pena solo por lo bien que saben las cerezas. Hornby rechaza todo tono trascendental, y parece que se burla de las grandes palabras, pero al final saca todos los temas trascendentes. Y aunque parezca que se burla de sí mismo, al final sentimos que se acabe el libro.

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Cultura/Narrativa

LA ESCRITORA JEREZANA MERCEDES ALONSO (FOTOGRAFÍA DE CONSUELO DE ARCO)

El secretazo de Nico

CONSUELO DE ARCO

Su presencia todos los martes en la tertulia del Café Gijón, así como su ternura y originalidad le han valido un puesto de compañera maravillosa, que es escuchada siempre con verdadero interés por todos los presentes, porque cuando habla u opina no pierde la oportunidad de dejarnos entrever el gran amor y la sentida admiración por su esposo Juan Cano Ballesta. En su desbordante inquietud literaria, nos cuenta sus anhelos por publicar sus libros, con cariño siempre y buen humor Nico y la meninas (Instituto Alicantino de Cultura, Colección Quimera, Alicante, 2009), lectura para niños, no tan niños y adultos, es un emotivo relato que viaja de la realidad a la fantasía, ilustrado espléndidamente por Ruth Bañón Méndez, y el ingenio que contiene gusta a niños y mayores. Es un libro sabroso, engancha al lector desde sus primeras páginas. Estoy segura de que todas las madres nos emocionaremos con su lectura, confieso que lo he devorado con veneración; soy madre y abuelita, cuando los padres estamos mucho tiempo fuera de casa, o le prestamos más cuidado a nuestra vida sentimental, los niños pequeños suelen sentirse solos. Esto es lo que le pasa al protagonista de este cuento, Nico, de diez años, amenazado en el amor maternal, escapa de casa y decide ir en busca de Manuela, su nana, de la que guarda gratos recuerdos. Emprende la difícil búsqueda, pasando por muchos obstáculos, y lo vence el cansancio, al llegar a las puertas del Museo del Prado. He aquí el secretazo de Nico: vive una aventura muy divertida, a costa de las explicaciones de la profesora de un grupo de alumnos, y él haciendo las veces de un polizón, y fascinado por el cuadro de Las Meninas, queda atrapado en esos personajes, llegando a fantasear con ellos, contándoles sus desdichas y sus rencores. Luego de un largo sueño despierta y mira

a su alrededor: encuentra a vigilantes, y a la angustiada madre sin dormir, acompañada del novio que sí quiere Nico. A correr mundo (Editorial Nostrum, Madrid, 2005) es una recopilación de quince relatos amenos y entretenidos, en los que el hilo de los recuerdos de la autora nos sumerge en interesantes vivencias en los Estados Unidos. El cuento que da título al libro habla del mágico recorrido de las zapatillas por toda la casa, parecía que andaban solas, y del apego que ella les cogió, mostrándonos el amor que uno le tiene a sus zapatos viejos (como decía el poeta colombiano Luis Carlos López). Cuando empieza la correría mágica de las zapatillas evoca su infancia y los cuentos del abuelo. En los cuentos del abuelo casi siempre había alguien que se iba a correr mundo. Ese correr mundo quería decir irse de aventura, salir a buscárselas fuera de su tierra. Sorprende Mercedes con su burbujeante vitalidad, en su carrera maratónica por complacer a su madre y conseguirle unas hojas de un eucalipto macho ("Hybiscus syriacus o los caprichos de mamá") , y en convertirse en exterminadora de ratones ("Halloween"), auxiliadora de viajeros, y dejando a Pepe, su marido, en las ascuas de poder admirar las domingas en Ibiza ("El negoci es el negoci"). Sólida escritura la de Mercedes Alonso, perfecta conocedora de la vida americana. Usa un lenguaje natural, palabras sencillas, nada exuberantes, tiene un estilo a veces humorístico. Mercedes Alonso nació en Jerez, estudió en la Escuela Oficial de Trabajadores Sociales de Madrid, vivió en Estados Unidos treinta años, ha trabajado como entrevistadora en España, como intérprete en el departamento de Asistencia Social del Hospital Católico de Boston, y enseñando español a adultos en Pittsburg y en Charlottesville. Ha publicado cuentos en revistas y publicará próximamente la novela Los árboles de Gauguin, y trabaja en otra que se titula El corazón de la sandía.

EL FARO

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Cultura/El canto del urogallo

Diciembre 2009

LOS POETAS ANDALUCES ANTONIO MACHADO (IZQUIERDA) Y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (DERECHA). AYER, LOS SILENCIOS CÓMPLICES Y LOS RENIEGOS A JUAN RAMÓN, EL QUE SUCUMBIÓ ANTE LA INTERESADA UTILIZACIÓN DE ANTONIO MACHADO, TAL, COMO HOY, ANTONIO MACHADO ES DESASISTIDO POR LOS MISMOS QUE ANTEMPONEN IMPÚDICAMENTE A JUAN RAMÓN

El silbo vulnerado

PEDRO RODRIGUEZ PACHECO

Aún quieres, deseas alentar la insurrección de los espíritus libres, de las "luminosas almas", de los no consignados en las nóminas correccionales de lo "municipal espeso", los listados blancos de la cultura subvencionada, a las que se enfrentan los proscritos de los listados negros, los que, aún conscientes de toda la peligrosidad que conlleva la condición de libertos, son como los urogallos que cantan por amor, fidelidad y dignidad y, al cantar, se delatan, se delatan y mueren, pero cantan… Y es este canto, conscientemente suicida, el que otorga el prestigio de la autenticidad y la razón suficiente de la existencia, la que, paradójicamente, engendra los monstruos del sueño de la razón que habrán de cebarse en los inmarchitables cadáveres de la autenticidad y la esencialidad: el monstruo del estar usurpando la originalidad del ser. Y otros monstruos… Uniformado, al caer la anochecida sobre el establo regresa el manso rebaño a los fastos del pesebre y bala porque se le ordena balar, hoy, pero mañana cacarea si tal se le exige o muge y, acaso, al tiempo siguiente, inopinadamente, carraspea antes de iniciar el apencarse a trinos y flautas como asno paciente, bucólico, atropelladamente musical. Y el sueño de esta razón de supervivencia engendra al monstruo acomodaticio del olvido, esa capa reversible -terciopelo y espartoque, como el maná, cubrirá toda mudanza y alimentará a la tribu famélica en sus impúdicos peregrinajes por los oasis de las estadías: treinta monedas de plata son razón suficiente para distinguir al Mesías de los mercaderes. ¡Grande es Dios en el Sinaí!, pero en el Sinaí de las voces que claman en el desierto y al clamar se delatan, se delatan y mueren, como el urogallo; más hay que tirar de la capa para descubrir la gusanera que encubre: el olvido preservando las distintas e, incluso, antagónicas estadías de ayer y los repudios, ahora sepultados bajo el estiércol del establo. Ayer, los silencios cómplices y los reniegos a Juan Ramón, el que sucumbió ante la interesada utilización de Antonio Machado, tal, como hoy, Antonio Machado es desasistido por los mismos que anteponen impúdicamente a Juan Ramón… Ayer, cuando los dilectos

del Círculo de Barcelona despreciaban al Andaluz Universal, el hoy juanramoniano sin tacha, Caballero Bonald, cursó su silencio gregario para que Castellet le hiciera sitio en su nómina de legítimos de la que se excluía al único excepcional, "al señorito de casino de pueblo"… ¿Dónde, en 1961 la gallarda renuncia del que, hoy, dice que el de Moguer fue su gran deslumbramiento? Olvidar. Olvido de "la camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer", cuando los SEU falangistas de la Universidad de Barcelona -recordado oportunamente, hoy, por Miguel García Posada al reseñar el ensayo, 1959: de Collioure a Formentor- de quien excluyó a Juan Ramón, para que, el incluido, pueda endosarse ahora la recamada chilaba de los esplendores andalusíes, el particular prêt-à-porter de las trasfiguraciones del Monte Tabor de las impudicias cortesanas. Olvidar… Anteayer: el primoroso paraíso de mi Sanlúcar la Mayor se asienta en la cornisa que precede a la depresión del río Guadiamar, el claro Guadiamar ondoso, que cantara Francisco de Rioja; desde el borde mismo de esa cornisa, se avizora un vasto horizonte en cuyos confines se adivina Huelva, lejana y rosa… En las riberas del río crecen lantiscos, romeros, juncias y jaras, en apretados macizos. En las limpias mañanas de mayo, cuando face la calor, las tórtolas, en vuelos nupciales, se acercan a los remansos para saciar su sed, sin advertir que entre los arbustos las celan las escopetas asesinas, las que cercenan la gracilidad nupcial de sus vuelos, las mismas que silencian el canto de amor del urogallo; se enturbia el paisaje con el olor punible de la pólvora, con el estruendo cruel de los disparos… Siguen emboscados los perpetradores, las armas en ristre, camuflados en el paisaje de lo política, literariamente correcto… Ah de la heterodoxia ante los decididos autos de fe… Desde las cornisas del Aljarafe, aún puede alguien soñar con unas pulcras mañanas de mayo el paso impune de las tórtolas, el canto preservado del urogallo, indemnes, libres, antes que el tiempo muera en nuestros brazos.

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