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2) Kant manifiesta su preocupación en torno al uso práctico de la razón y por ello determina que es la razón práctica la que formula imperativos (en contraposición a la teórica, que emite juicios) y se ocupa de los principios que han de mover al hombre a actuar para que su conducta sea racional y, por tanto, moral. Es bajo esta pretensión de determinar el deber ser (no el ser, objeto de la razón teórica) donde Kant establece su crítica a las éticas materiales, aquellas que establecen un bien supremo para, posteriormente, dar normas encaminadas a conseguirlo. Estas éticas se caracterizan por ser empíricas, pues su contenido está extraído de la experiencia, por lo que carecen de universalidad. Sus mandatos son hipotéticos, es decir, sirven como medio para obtener un fin pero no obligan al que no desee obtenerlo. Además son heterónomas, ya que es el deseo y no la razón, quien determina la actuación. Estas éticas son rechazadas a favor de una ética formal cuyos mandatos son obligatorios, esto es, categóricos, y que está determinada en la acción por la razón (por lo que es autónoma). Tal ética, universal y necesaria, sólo puede ser formal pues no dice qué debes hacer sino cómo debes querer. Así, ofrece el imperativo categórico, del que presenta tres formulaciones: Obra de tal modo que puedas querer que tu máxima se torne ley universal, Obra de tal modo que puedas querer que tu máxima se torne ley de la naturaleza y Obra de tal modo que uses siempre a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin en sí mismo y nuca como un medio. Kant no se queda ahí y establece el marco de actuación moral, aquel que tiene como concepto clave el deber, es decir, la obligatoriedad de una acción por respeto a la ley. Así distingue tres tipos de acciones: contrarias al deber, acciones moralmente malas; conformes al deber, acciones moralmente neutras; y por deber, la única moralmente buena, pues nace del deber y no de un fin a lograr. Ya hemos visto cómo dentro del pensamiento kantiano es fundamental la cuestión en torno a la moral. Pero Kant también planteará cuestiones sobre el uso teórico de la razón, ámbito de la ciencia. Su objetivo es explicar el origen del conocimiento científico, superando las limitaciones que tanto racionalismo como empirismo ofrecían en tal asunto: para el primero, la razón se bastaba para alcanzar verdades con validez universal y necesaria, aunque al final debía recurrir a instancias no racionales (Dios en Descartes, por ejemplo) para garantizar la veracidad del conocimiento. Para el segundo, la experiencia era la única fuente de conocimiento, con lo que quitaba de éste la nota de certeza y necesidad y caía en un escepticismo. Kant, fijándose en la ciencia físico−matemática de Newton, establece que nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo procede de ella. Con esto quiere decir que el sujeto precisa de experiencias para elaborar juicios válidos, pero que es su razón la que facilita los elementos para que esos juicios sean universales y necesarios. Se produce así el giro copernicano: no es la razón humana la que se adapta a las cosas para conocerlas, sino éstas las que se adaptan al sujeto, que es quien pone las condiciones para que el conocimiento científico sea posible. Ante la paradoja de que las ciencias progresaran sin contradicciones mientras la metafísica, reina de todas ellas, se debatiera en continuas disputas, Kant efectuará un análisis de la razón para clarificar su estructura y poder depurar así el conocimiento. Por eso establecerá las condiciones que hacen posible el conocimiento científico y determinará posteriormente si la metafísica cumple con ellas o no. En la Crítica de la razón pura establece dos tipos de juicios: analíticos, que son universales y necesarios, a priori, pero no extensivos; y sintéticos, que son contingentes, a posteriori y extensivos. Como todo juicio científico (no olvidemos que la ciencia es un conjunto de ellos) debe ser necesario y extensivo, Kant concluye que han de ser juicios sintéticos a priori. Llegado este punto es cuando plantea el problema fundamental de su filosofía: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos ha priori? La respuesta la dará a través de la estética, la analítica y la dialéctica trascendental, entendiendo trascendental como el modo de conocer que se da por igual en todos los seres cognoscentes racionales.
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Kant fija dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad, donde se dan los objetos, y el entendimiento, donde se piensan. Como darse es previo a pensarlos, dedica la primera parte de su libro a las condiciones del conocimiento sensible. Para que un objeto pueda percibirse ha de darse en un espacio y en un tiempo, que son realidades en mí, es decir, no existen fuera del sujeto que conoce. El mundo nos envía un caos de sensaciones que mi sensibilidad ordena espacio−temporalmente. Espacio y tiempo son formas (son la forma cómo yo percibo las impresiones sensibles) a priori (no vienen de la experiencia) de la sensibilidad e intuiciones (no son conceptos elaborados por el entendimiento) puras (están vacías de contenido empírico hasta que se llenan con las impresiones provenientes del exterior). De todo esto se deriva que el conocimiento es fenoménico: sólo conocemos lo que aparece ante nosotros (los fenómenos), no las cosas en sí mismas (noúmenos); no puedo decir cómo son, pues las puse una forma apriórica. La analítica trascendental planteará la comprensión de aquello que mi sensibilidad ya ha ordenado. Comprender será función del entendimiento y se verá representado en los conceptos que Kant llama categorías, entre las que destaca la de causalidad. Estas categorías tampoco existen en la realidad, sino que los pone el entendimiento, y no pueden aplicarse fuera de los fenómenos. Además, para que se den es preciso una apercepción trascendental, esto es, un pensar objetivo. Ciencias matemáticas y físicas son tales ciencias porque contienen juicios sintéticos a priori, posibilitados por el hecho de que la experiencia proporciona impresiones a las que aplicar el espacio, el tiempo y las categorías. ¿Pasa lo mismo con la metafísica? No. Sus objetos de estudio (alma, mundo y Dios) no pueden ser objetos de ciencia porque no son objetos de experiencia; de ahí que no haya nada que ordenar espacio−temporalmente y a las que aplicar las categorías. Son ideas de la razón, es decir, realidades con sentido, pero no cognoscibles. La metafísica no es una ciencia, de ahí su nulo avance. Sostener lo contrario nos conducirá a una ilusión trascendental que desembocará en paralogismos o antinomias. A su conocimiento sólo se puede acceder por vía práctica. Por eso Kant plantea una serie de postulados: la inmortalidad del alma, que hace posible alcanzar la virtud plena, aspiración de la razón; la libertad, que posibilita calificar las acciones de buenas o malas; y la existencia de Dios, que juzga lo que ha sido pasado por alto en esta vida. Las tres son proposiciones que hay que admitir necesariamente, aunque no sean demostrables. 3) La obra de Kant se desarrolla durante el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración. Esta época se caracteriza, socialmente, por un aumento de la población debido a la disminución de conflictos bélicos, principalmente. El comercio se desarrolla ampliamente y la burguesía irrumpe con fuerza, desplazando a la aristocracia en la escala social. Históricamente, domina el llamado despotismo ilustrado, práctica gubernamental de varios soberanos y ministros europeos del período, que facilitará el tránsito a un modelo económico y político que será el origen de las modernas concepciones liberales del Estado. El mayor protagonismo de la burguesía en este siglo va a suponer en toda Europa una nueva forma de ver y sentir la realidad que va a culminar en la Ilustración ya mencionada. Se origina en Inglaterra, donde se establece un ambiente de tolerancia y libertad; acaba con la monarquía absoluta y aporta un nuevo modelo de ciencia, además del parlamentarismo, con elecciones libres, y la división de poderes en política. Se desarrolla en Francia, en donde, aceptando el modelo inglés de pensamiento, estalla la Revolución Francesa y se va a gestar el enciclopedismo. Y culmina en Alemania, impulsada por Federico II de Prusia, que impone lo antieclesiástico y antiteológico. En otros países europeos la luz brilló con poca intensidad: España estaba aislada culturalmente debido a Felipe II y sus sucesores e Italia se encontraba en decadencia tras la Contrarreforma. Por otra parte es inevitable hacer referencia a uno de los acontecimientos más importantes de este siglo: la declaración de independencia de EE.UU. en 1776 y la posterior (1787) proclamación de su propia Constitución, la primera de la historia.
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En el ámbito filosófico, la Ilustración puede resumirse con las siguientes notas: confianza absoluta en el poder de la razón, una razón, además, independiente y autónoma (sapere aude dice Kant); apología de la tolerancia, la cultura se desarrolla al margen de la religión, creciente toma de conciencia de la dignidad de la persona, interés en el origen del conocimiento, adopción de una religión racional y no revelada, el Deísmo; descrédito de la teología, fe en un progreso humano dependiente de su razón, y adopción del modelo de pensar lockeano y, sobre todo, newtoniano. Entre los pensadores más destacados de la época cabría mencionar a Hume, Diderot, Montesquieu, Rousseau y Wolf, aparte del propio Kant y los ya referidos Locke y Newton. Culturalmente, la ciencia, que permite descubrir y dominar el universo, pasa a ser el prototipo de saber gracias al gran avance que permite la inducción. En este ámbito referir a, por supuesto, Newton, Fahrenheit (termómetro), Franklin (pararrayos), Volta (electricidad), Coulomb (magnetismo), Linneo, Laplace (astronomía) o Euler (matemáticas). Respecto al arte, se impone el rococó frente al barroco, aunque luego prevalecerá el neoclásico, que suprimirá los excesos curvos y recargados del segundo o la artificiosidad del primero. En literatura surgirá la novela pastoril, que rompe con la novela caballeresca, abundará la sátira social (Swift), pero repercutirá la novela psicológica (Prevost). En cuanto a la música, decir que se empezará a componer por encargo de la burguesía de forma más cuidadosa, pues el objetivo es ser representada la mayor cantidad de veces posible, y que destacarán Beethoven, Mozart o Bach. 4) La influencia kantiana más representativa es el racionalismo cartesiano (del que saca la importancia de la razón en el proceso del conocimiento) y el empirismo humeano (del que extrae la limitación de ese proceso por la experiencia). A éstas habría que añadir la concepción científica de Newton, que le hará preguntarse por las posibilidades y límites del mismo conocimiento científico, y el pensamiento político y social de Rousseau, cuya lectura del Emilio impactará (los progresos de las ciencias y las artes no hacen a las personas ni mejores ni más dichosos). Éticamente, es innegable la huella de los estoicos y su teoría de que el bien y el mal están en la decisión y no en la realización concreta ni en los resultados prácticos de la acción. En cuanto a la repercusión de su pensamiento, el giro copernicano hacia el Sujeto abrió las puertas al Idealismo alemán de Fichte, Schelling o Hegel. Su influencia se dejó notar en muchos filósofos de la época (Reinhold, Maimon, Beck...), incluso en literatos como Göethe y Schiller. Tras un paréntesis de retroceso en las décadas centrales del siglo XIX, se produjo un desarrollo del neokantismo liderado por dos escuelas: la de Marburgo (Cohen, Cassirer o N. Hartman) y Heidelberg (Rickert). Ortega y Gasset se familiarizará con estos planteamientos. Además, Nietzsche se opondrá a la ética kantiana del deber, puesto que esclaviza y somete a la vida; Wittgenstein, inspirándose en él, se preguntará por los límites del lenguaje, que son también los límites del pensamiento; y Sartre propondrá una ética formal de la libertad.
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