La angustia en Kafka (Análisis de la neurosis obsesiva en Der bau desde un prisma freudiano y lacaniano)

La angustia en Kafka (Análisis de la neurosis obsesiva en “Der bau” desde un prisma freudiano y lacaniano) Carlos MELERO DE LA CRUZ RESUMEN En el pre

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La angustia en Kafka (Análisis de la neurosis obsesiva en “Der bau” desde un prisma freudiano y lacaniano) Carlos MELERO DE LA CRUZ

RESUMEN En el presente trabajo vamos a analizar el escrito inacabado de Kafka Der bau desde una óptica psicoanalítica. Analizaremos primeramente bajo qué clínicas vamos a enfocarlo, precisando el concepto de angustia en Freud y Lacan. Luego profundizaremos en el escritor de la obra, Franz Kafka, para delimitar el campo de acción de su tipo de angustia y precisarlo en el problema de la neurosis. Gracias a todo llegaremos a lo largo del artículo al objetivo de hacer una relectura de la obra a partir de esta sintomatología especial, y encontrar características en el texto que el propio Kafka sentía en vida. Palabras clave: Freud. Lacan. Angustia. Neurosis obsesiva. Kafka. Der bau. La madriguera. La obra.

ABSTRACT In this work we are going to analyze the unfinished kafkian text “Der Bau” under a psychoanalytical point of view. We develop first of all the treatment about Anxiety, reading and remembering the ideas of Freud and Lacan. Then we study in depth the author of the text, Franz Kafka, in order to delimit the field of action and his type of anxiety, talking about his obsessional neurosis. As a result of it, we could make an special interpretation of the text, thinking in this special details, and we could find features in Der bau that Kafka himself felt in his life. Keywords: Freud. Lacan. Kafka. Anxiety. Obsessional neurosis. Der bau. The burrow.

1. INTRODUCCIÓN. CONCEPTO DE ANGUSTIA. DE FREUD A LACAN. La angustia ha sido un tema clave ampliamente tratado en el campo del psicoanálisis. El mismo creador de esta modalidad, Sigmund Freud, habló ampliamente sobre el tema en numerosos textos. De hecho, no solo se dedicó sobradamente a su estudio, sino que generó dos teorías diferentes que cabría remarcar como primeras piedras de un camino que se debe conocer sea o no de vigencia actual. La primera de estas teorías habla explícitamente de pulsión sexual no descargada y data de 1895, explicada en sus primeros textos serios sobre las neurosis. Nos explica como esta líbido era la causa de la angustia, pues esa pulsión sexual no descargada se acababa transformando en angustia. De hecho, remarca que dicha represión era la generadora de las histerias, las fobias, y lo que él denominara “histerias de angustias”. Posteriormente, Freud rectifica su planteamiento sobre la angustia. A grandes rasgos, el texto que origina dicho cambio de enfoque es Inhibición, sintoma y angustia, donde vemos que definitivamente se aleja de su primera idea, nos expone grandes cambios, como el alejamiento

definitivo de la angustia con la líbido, o las relaciones pulsionales sexuales. Por decirlo en otras palabras, desaparece la relación entre angustia y sexo, líbido, y se genera una nueva relación entre angustia y vida -trauma vital-. Además, gira completamente el lugar que tiene la angustia, pues ahora ya no es la represión sexual lo que genera la angustia, sino que es el propio sentimiento de angustia el que genera la represión. Desde esa nueva concepción, Freud necesita definirnos dos tipos de angustia diferentes. Un angustia-señal, elaborada por el yo, que es una reacción frente a un estado de peligro, y que viene a ser una recuerdo de otra angustia original, previa, planteada desde el subconsciente. Es a esa segunda angustia a la que Freud denomina angustia-automática, que se basa, según Freud, en la pérdida de un algo necesario, que bien podría comenzar siendo la pérdida de la madre en el lactante, y que acabará derivándose en nuestras vidas en la pérdida del objeto, o en la pérdida del amor del objeto. Con el tiempo Freud definirá esto como la angustia de castración, que evoluciona en el ser adulto en la angustia de la pérdida del amor del superyo. En 1962 Jacques Lacan retoma el tema de la Angustia, en su seminario 10. Siguiendo su dialéctica particular, y su propia sistematización del sistema psiconanalítico, que revolucionó de arriba a abajo todo el mundo que lo rodea, Lacan hace una relectura de la angustia haciendo numerosos cambios drásticos e importantes. En un claro y acertado artículo que analiza dicho seminario, Anna Aromi nos explica las bases de dicho cambio. En él plantea que mientras Freud nos hablaba de una angustia que provenía de la castración, Lacan desvía ese significado hacia una angustia de la separación. Edipo, angustia y castración se divorcian para dar paso un nuevo concepto, en parte sustituto del mito de Edipo: El objeto a. Dicho de otra manera, lo que significa el padre en el complejo de Edipo Freudiano, se traslada complejamente hacia el concepto de objeto a, a pesar de que dicha afirmación debería ir acompañada de muchos más detalles que no son objeto de un análisis pormenorizado en este escrito. Como vemos, el verdadero objetivo de Lacan en ese análisis consiste en ir más allá del criticado objeto fálico y la castración. De ahí la presencia del objeto a. Entendamos pues que lo que entiende Freud por la castración deja lugar a lo que Lacan llama la separación -separtición-, debido al corte. Del corte aparece el objeto que surge de dicha lógica de la separación, es decir, el objeto a. Un resto no significante. En conclusión, en el seminario 10 de Lacan, si de algo no se habla es de angustia. Al menos no de la angustia freudiana de castración, sino que en él se expone que ésta es superada, o que evoluciona hacia una angustia de Separación, o separtición, como añade él mismo más tarde en dicho seminario. Dicho de otra manera, en Freud la angustia surge de la privación, originada de la frustración, resumida en lo que él llama el proceso de castración. Lacan, en cambio, fundamente el proceso de angustia en un proceso necesario de espaciamiento entre el sujeto y el objeto llamado separtición, que da origen, de hecho, al propio sujeto.

Así, el complejo de Edipo queda totalmente devaluado por la nueva teoría de Lacan. Si recordamos bien, en primer lugar en el complejo edípico el niño ve la falta de pene en la madre. A partir de la aparición del padre, el niño interpreta la falta en sí mismo, y a partir de ahí todos los objetos se significantizan, se falicizan. Y en consecuencia, la prohición castradora del padre hace que surja el deseo. Dicho con lenguaje lacaniano, en Freud la angustia surge a partir de la amenaza del Otro, del padre castrador, que con su prohibición hace surgir el deseo. Para Lacan la angustia no se genera a partir de la amenaza del otro, sino debido a hechos naturales. A lo largo del seminario vemos varios motivos, pero baste remarcar dos. Uno, el propio hecho de la separación, al que aludiremos más tarde. Y otro, el de la detumescencia en la copulación del falo. Lo importante y renovador en este último concepto deviene de entender que para Lacan la angustia es un principio sin agente amenazador, sin padre castrador. Por otro lado, es necesario remarcar que el objeto a en Lacan nos ayuda a eliminar el complejo de Edipo, necesario en una época, los años 60, donde las relaciones familiares ya no eran las de la Viena de principios de siglo de una rancia familia judía. Lacan sustituye y elimina el concepto de padre castrador con el objeto a, porque en dicha época la amenaza paterna ya no es generadora de angustia. Puesto que ya no hay padre omnipotente, o si el Otro ha desaparecido, Lacan hace entrar en escena al objeto a, para hacer existir al Otro de otra manera, a partir de la inconsistencia del yo, y de la necesidad de un Otro especular. Entendiendo bien al Otro, vemos como el Otro, según Lacan, no es previo, sino que aparece en le momento de la perdida del goce primario, remarcándonos también un cambio drástico en el estatuto del Deseo. El Otro aparece en el momento de la separación, en el momento del surgimiento del sujeto como tal, y por lo tanto, de la pérdida del goce. Por lo tanto, así como la angustia en Freud estaba ligada a la castración, en Lacan está ligada a la inexistencia del Otro. La Angustia se genera justo en el antes. La angustia se corresponde en ese momento anterior al surgimiento del Otro y del Sujeto, en el mítico momento del goce, y de la pérdida efectuada en el corte. Algo que se nos hace poco oportuno explicar ampliamente en este trabajo, pero que nos lleva a algo que sí queremos remarcar, a saber, que para Lacan la angustia es necesaria y productiva. Esto es así porque la angustia lacaniana permite a la cosa no simbolizable del otro tomar forma de Objeto a, y por lo tanto es una angustia productiva, que da forma al goce. Como vemos, y para acercarnos ya a la conclusión sobre esta evolución en el concepto de angustia, la clave de ese giro entre la castración freudiana y la separtición lacaniana está en la división del otro por la propia interrogación necesaria del sujeto. Este momento, que se explica en el famoso grafo de la división que en numerosas ocasiones aparece en el seminario 10, se retoma en el siguiente seminario con una nueva forma gráfica, la de los círculos de Euler, que sirven para explicar muy claramente el lugar sobre el objeto a, y responder a la pregunta siguiente: ¿el objeto a forma parte del Otro o del sujeto? La clave de la respuesta está en la intersección, pues el objeto a no pertenece a ninguno de los dos. El objeto a se define como la presencia de un hueco, precisamente. Un vacío entre el

sujeto y el otro que cualquier objeto pulsional puede ocupar. Y ahí va a ser muy interesante la variante que va a ejercer el neurótico, del que hablaremos dentro de un par de apartados, y de cómo ocupa ese hueco. Pero mientras tanto, quedémonos con la idea de que los objetos pulsionales se toman para colonizar el hueco que constituye su estructura.

En conclusión, hemos visto como la angustia a partir de Lacan se reenfoca, se redirige, y nos lleva de la aparición del padre castrador que genera esa angustia, hacia una angustia necesaria, productiva, que sirve como motor de avance en la creación del yo, ya que es una angustia que se genera a partir de la separación. En ese corte que surge para la creación del sujeto, siempre se pierde algo. Ese resto es el objeto a. El psicoanálisis lacaniano lo hace causa del sujeto, y del deseo. Pero lo que no hemos explicado aún es cómo se interpreta todo ese proceso a partir de un angustia llevada más allá, la angustia que Kafka va a expresar en sus textos. 2. KAFKA Y LA ANGUSTIA. ¿UN CASO DE NEUROSIS? CARTA AL PADRE. ¿Por que los textos de Kafka nos transmiten un sentimiento de angustia atroz? ¿Eran estos personajes voces artificiales, creadas imaginativamente por Kafka y que nada tenía que ver con su personalidad? ¿Es interesante conocer su personalidad, sus vivencias, para entender sus obras? ¿Es osado deducir que lo que leemos en sus textos puede ser un trasunto de su personalidad, un alter ego llevado a los mundos literarios? Con este apartado intentaremos dar respuesta a todas estas preguntas, y demostrar que efectivamente la lectura de los textos de Kafka conociendo detalles de su vida nos van a ayudar a entender mejor tanto dichos textos, como su dislocada personalidad. No es difícil tener información sobre la vida y personalidad de Kafka. Pero creo que uno de las bases de investigación más interesantes que tenemos es la Carta a su padre que el mismo Kafka escribió y que permaneció inédita hasta su edición póstuma en 1919. En ella encontramos un texto sincero, subjetivo, escrito desde el más íntimo rincón de un moribundo Kafka, y que adquiere, rodeado de toques confesionales, un valor incalculable como terapia-a-partir-de-lapalabra-escrita. Es ese texto el que analizaré pormenorizadamente para descubrir su angustia,

estudiarla, y ver como dicha angustia evoluciona en lo que podríamos definir como neurosis. Y al mismo tiempo iremos viendo cómo tanto angustia como neurosis van a trasladarse al texto del cual es objeto dicho artículo. Como detalle anecdótico, me gustaría empezar remarcando el número de veces que aparece la palabra angustia en la traducción española. La palabra angustia aparece en seis ocasiones, siempre en relación con la sensación que está sintiendo el propio autor: Cuatro veces hablando de “mi angustia” , y en las otras dos restantes añadiendo la frase “la angustia es cosa mía”, y en “una continua angustia ante los demás” (por parte de Kafka). Por lo tanto, no podemos negar ya bajo la observación sencilla de este texto que el autor estaba plenamente implicado en el sentir profundo de este afecto. De hecho, el texto en cuestión tiene una utilidad funcional en el tema de la angustia. Al final de su texto nos deja caer el motivo real de la carta, y nos va a dar una pista definitiva en relación a lo que la escritura y la literatura puede ser para el escritor checo. Dice al final de su carta que ha intentando escribir algo tan cerca a la verdad porque de esa manera “podrá tranquilizarnos un poco a los dos, y hacernos más faciles la vida y la muerte”. Este es el motivo, el objetivo de este texto: salvar de la angustia que Kafka lleva en su interior, la angustia que genera la turbia relacion con su padre. Más adelante descubriremos que toda la literatura que Kafka crea va a tener , en sí, el mismo objetivo. Kafka es, por lo tanto, un ser plenamente angustiado. Nos lo cuenta en la carta, donde en plena explicación de diversos aspectos, nos hace un inciso en primera persona comentándonos que “la angustia es cosa mía”. Al avanzar en la carta, uno de los detalles más interesantes es cómo Kafka, a pesar de lo que podemos intuir, desnuda de culpa a su padre: “Hay algo que no anda bien entre nosotros, y que tú contribuyes a causar, aunque sin culpa”

Leyendo esto, es fácil caer en una lectura errada, y hacer un análisis basado en las tesis lacanianas, viendo aquí una angustia de separación, pues la angustia, según Lacan, y tal como hemos dicho en el capítulo anterior, se genera sin culpa. Así, la separtición genera una angustia donde hay un hueco, donde hay una falta, pero no desde un punto privativo del padre, sino un “algo que falta”, es decir, el objeto a. Por lo tanto, al leer estas palabras, podemos intuir que la angustia de Kafka no viene generada por la posible acción castradora del padre, sino por la separación/separtición a la cual alude Lacan en sus escritos. Sin embargo, al seguir leyendo podemos darnos cuenta de cuan equivocados estábamos, ya que el hijo nos está remarcando, en todo caso, que la responsabilidad paterna en su problema con la angustia no es expresa y voluntaria, aunque sí directa. Dicho de otra manera, su padre no tiene “culpa “ de ser así, pero su personalidad sí que ha generado la angustia en Franz. Por lo tanto, la angustia del escritor cae de lleno en el campo de la angustia de castración, mejor y más profundamente analizada por Freud, a pesar de que Lacan también hace referencias

a ella. Pronto, si seguimos leyendo, vemos evidentes reflejos de esa angustia que Freud ya nos había planteado en sus textos. ¿Quién no vería en este fragmento el efecto castrador que produjo en el joven Kafka el hecho de tenerse que desvestir junto a su padre en la caseta de baño, admirando su cuerpo completo y grande? “Recuerdo, por ejemplo, cuando nos desvestíamos juntos en una casilla. Yo flaco, débil, enjuto; tú, fuerte, grande, ancho. Ya en la casilla me sentía miserable, y no sólo frente a ti, sino ante el mundo entero, porque tú eras para mí la medida de todas las cosas.

Sin embargo, no es solo una castración en relación al objeto cuerpo, sino que si el padre es castrador de alguna manera es con su temperamento y con sus opiniones. Una supremacía espiritual que Kafka va a asumir ya no en la infancia, sino en la adolescencia. “Tu opinión era la correcta, y cualquier otra cosa, absurda, exagerada, insensata, anormal”, le comenta el hijo refiriéndose a aquella época, a aquella adolescencia donde el escritor nos cuenta lo siguiente: “Todos mis pensamientos en apariencia independientes de ti, llevaban desde el principio el “pero” de tu veredicto adverso”.

Por lo tanto, la función castradora del padre aparecía de manera implícita en todo el inconsciente del joven checo. Podemos empezar a intuir que efectivamente la evolución del complejo de Edipo en este caso va a ser de difícil solución, pues la castración se está llevando a cabo de una manera tan absoluta, que más que castración, está habiendo absorción. Absorción e imposición absoluta de las ideas paternas, que además va a ir acompañado de una eliminación absoluta de todo tipo de influencias, necesarias para la superación de la castración, e independización del sujeto: “Eso (la acción represora) se refería tanto a los pensamientos como a los seres humanos. Bastaba que yo desmostrase algún interés por alguna persona para que tú, en seguida. (…) te entrometieras con insultos, difamaciones y calumnias.”

Las amistades, por lo tanto, también eran eliminadas, y con ellas, las posibles herramientas necesarias en dicha edad para una natural evolución en su “tiempo de angustia”, en su momento de separtición, de configuración propia como sujeto, como dice Lacan, o en su superación a la castración, bajo la terminología de Freud. En esos recuerdos, la palabra cobra una especial dimensión como arma castradora. Su palabra era la ley sagrada, sus hábitos eran los únicos correctos, y su voz marcaba todo de una manera rígida y escrupulosa: “(...) con ese tono de voz ronco, temible expresión de la ira y de la condenación total, ante el cual tiemblo hoy todavía (...)”

No es casual la importancia que le da Franz a la voz, pues, como veremos en el cuento al que nos referimos, la palabra y el silencio van a ser también importante muestra de su estado anímico. En conclusión, en la primera parte de Carta a su padre, Franz Kafka nos muestra lo que él considera las raíces de la angustia. Pero es al entrar en la segunda mitad del texto cuando podemos entrar más plenamente en lo que realmente han sido las consecuencias totales y absolutamente destructivas en la personalidad de Kafka, pues nos vamos encontrando poco a poco con toda una serie de características y rasgos que nos llevarán a concluir que la mentalidad del joven escritor judío había evolucionado hacia una estructura neurótica. El primer momento en el que podemos tener una pista con fundamento aparece en la distribución del mundo según el joven Kafka, hablando de 3 partes: una donde vivia Kafka, autodenominándose textualmente “el esclavo”, bajo unas leyes inventadas exclusivamente para él. En un segundo mundo habitaba el padre-amo, ocupado en gobernar, dar órdenes y enfadarse, y un tercer mundo donde vivía la gente, feliz y libre de órdenes. Huelga decir que recordaremos más adelante este fragmento en relación a la narración de “La madriguera”, pero ahora solo me interesa remarcar la estructura esclavo-amo típica de un neurótico y en la que profundizaremos en el capítulo siguiente. A nivel más superficial también vemos pistas fundamentales. Kafka reconoce haber perdido el habla, frente a la locuacidad oratoria de su padre. Por otro lado, la confianza también desaparece hasta dejar de existir a lo largo de su edad adulta. “A medida de que fui creciendo aumentó el material que podías señalar como testimonio de mi inutilidad”, nos expresa en medio de la carta. Y así será hasta su muerte. Pero lo más importante, a lo que más va dando un subrayado especial Franz va a ser a la terrible carga de culpa que va a irse generando en su interior, una culpa que acaba acrecentándose independientemente de lo que haga, e independientemente de cómo actuara el padre, cosa que muestra la ya inamovible determinación hacia una personalidad teñida por una estructura neurótica: “(...) gracias a tu perdón, solo conseguía acumular un sentimiento de culpa todavía más grande. Desde todos los ángulos, yo quedaba siempre culpable frente a ti”.

Por si nos quedara alguna duda de su carácter neurótico, más adelante, Franz nos explica cómo esto le generó una aversión a todo lo que le recordaba a su padre, y hace una mención especial a su familia. Madre y hermanas son analizadas bajo su punto de vista, para llegar a una conclusión expresada en unas palabras que seguramente a los ojos de cualquier Lacaniano no tienen desperdicio: Así, no solo no perdí, como tu dices, el sentimiento de la familia, sino que por el contrario conservaba ese sentimiento, pero en su faz negativa, aplicándolo a la separación (por cierto interminable) de ti.

¿Cuáles son, según él, sus posibles soluciones, sus salidas a esa neurosis de angustia en la que se encontraba inmerso? Tres soluciones nos plantea, dos de las cuales imposibles. No entraré a fondo en la primera de ellas, la religión. Sí comentaré, aunque muy brevemente, el fracaso de su segunda, el matrimonio, porque sus razones sobre el fracaso nos meten nuevamente en la trampa neurótica del amo y del esclavo. Kafka nos explica, aunque con palabras menos claras, la típica paradoja del neurótico, que quiere dejar de ser esclavo, pero al mismo tiempo necesita un Otro que lo subyugue, a quien admirar, un Otro opresor, para poder seguir siendo sujeto. Kafka quiere ser independiente, dejar de ser esclavo, y pasar a ser padre de familia. Pero ese paso lo pondría en el mismo grado que a su padre, y no podría mantener esa situación, imposible para él en su inconsciente. La presión lo hundiría, y por lo tanto su inconsciente rechaza el matrimonio. La única salida, por lo tanto, que resta al joven escritor es su profesión. La profesión rechazada por su padre, lo único que lo aleja de él: la literatura. El padre muestra desde el principio una aversión total a esta profesión, porque era la manera de independizarse, y así lo vemos en las palabras de Kafka, que nos remarca que escribiendo se “sentía ciertamente a salvo, podía respirar”. Los escritos son, de esta manera, la única manera de subsistir, de nadar en ese mar de problemas neuróticos: “(...)es verdad que en mi caso fue la única defensa contra la crisis de nervios provocada por mi angustia y por los cargos de conciencia”

Sin embargo, la salida no es pura. Como él ya observa en su carta, el padre va a estar presente, incluso en los escritos, y por lo tanto, la libertad es ficticia, y el yugo sigue estando presente de manera inherente. La neurosis es clara, y ha llegado el momento de analizar cómo esto incide en el texto de “La madriguera”, no sin antes hacer un necesario repaso del concepto de neurosis. 3. LA NEUROSIS OBSESIVA. PROFUNDIZACIÓN DEL CONCEPTO. Hay que definir la neurosis como un trastorno mental que tiene que ver con las 3 estructuras de base que evitan reconocer la castración: la neurosis, la psicosis, y la perversión. Dicho en términos lacanianos, en la psicosis la falta es directamente obliterada, borrada, y por lo tanto, el psicótico, de la falta no sabe nada. Por otro lado, en la perversión, la castración aparece, pero el perverso coloca algo en el lugar donde debería estar la prueba de la castración, el fetiche. Un objeto que sirve para detener el descubrimiento de la castración, y que por lo tanto suplanta el pene, o el – phi, con un objeto sustitutorio. En la neurosis, en cambio, la castración se evita mediante la represión. La insoportable carga de reconocer la castración presiona brutalmente sobre el yo, y llega hasta la conciencia en forma de síntomas, lapsus, actos fallidos, etc. Por lo tanto, el sujeto reprime la falta, pero la

conoce. Es decir, conoce que la completud especular es una ilusión, pero busca maneras de taparlas, para no verlo. Es cuando eso falla cuando surge la angustia. Por otro lado, debemos también, en el caso de las neurosis, recordar que hay tres tipos de neurosis, que tienen que ver con la posición del objeto frente a la falta estructural, o la castración. En el fondo, cada una de estas tres variantes se centran en las diversas formas en las que el sujeto trata el deseo, es decir, enfoca el deseo del Otro. Dejamos de lado la neurosis que deriva en histeria y en fobia, y nos centraremos en la neurosis obsesiva. Si analizamos la definición del Diccionario internacional de Psicoanálisis, la neurosis obsesiva se define como una “situación clínica donde un sujeto ve, en contra de su voluntad, asediada su conciencia por imágenes, ideas o palabras”. El sujeto, a diferencia de la psicosis, tiene una conciencia clara de su problema, y siente las obsesiones irreprimibles como enfermedad porque no le dejan pensar ni obrar en libertad. En cuanto leemos las primeras líneas de la Carta a su padre, vemos que Kafka sufre esta sintomatología profundamente. Para la defensa del yo, se utilizan mecanismos de defensa de lo más complejo. Esos mecanismos pueden ahuyentar la angustia, pero hay que pagar el precio del desplazamiento de los caracteres de la represión (por ejemplo, en esa tendencia a la compulsión) sobre los mecanismos de defensa. Dicho en otras palabras, los mecanismos de defensa empiezan funcionando, y esconden temporalmente la angustia, pero esta acaba apareciendo. Ésta situación clínica fue analizada en profundidad por primera vez por Freud, que en 1894 explicaba las diferentes etapas por las que pasaba el neurótico obsesivo: 1º Un acontecimiento sexual precoz antes de la pubertad, que le provoca un placer, y que en consecuencia le genera un tremendo sentimiento de culpabilidad. 2º El inconsciente reprime este acto por un mecanismo de defensa basado en la sustitución: Surgen los síntomas del neurótico, como escrupulosidad, vergüenza, desconfianza en sí mismo, perfeccionismo... 3º Un momento de relax aparente, donde los mecanismos de defensa están actuando positivamente, pero donde paralelamente se está generando una lucha interior que desembocará en una última fase. 4º Agotamiento de las defensas, con un retorno de recuerdos, y una angustia más intensa, y donde los síntomas compulsivos explotan de manera más fuerte. Freud irá estudiando y hablando sobre el caso de la neurosis obsesiva regularmente en sus escritos, y como muestra podemos recordar como en 1913 edita La disposición a la neurosis obsesiva, donde lo relaciona con inhibiciones en el desarrollo de la personalidad, o en Inhibición, síntoma y angustia, donde remarca la aparición de dos conceptos, dos instrumentos más de los que se hace uso el inconsciente cuando la represión fracasa, como son el aislamiento y la anulación regresiva. Conceptos importantes que después retomaremos al leer el cuento de Kafka. Lacan analiza de otra manera el concepto de neurosis obsesiva, basándose en su

dialéctica del deseo. En esa dialéctica, Lacan nos remarca la identificación con el padre como muerto, o dicho de otra manera, como padre sin deseo. Es decir, el ideal del obsesivo es el padre “satisfecho”, sin deseo, que no demuestra falta. En consecuencia, el obsesivo oblitera el deseo del Otro dándole permanentemente cosas. Cosas que el Otro no necesita. Pero recordemos que el obsesivo no ve la falta en él mismo, y por lo tanto, su intención es no verla tampoco en el Otro, solucionando sus deseos antes de que aparezcan. Es como si le llenara los agujeros aun ante s de que el Otro sepa que los tiene. Recordemos el diagrama del neurótico donde el fantasma está situado todo él en el lugar del Otro, y por lo tanto, no ve la falta. Para mantener esa ilusión, el obsesivo se pasa la vida tapando agujeros ajenos. No podemos dejar aparcado el concepto de neurosis sin hablar mínimamente del problema sádico del neurótico, y la paradoja que eso genera. Ya hablamos en el capítulo anterior del problema de Kafka para casarse. El matrimonio no se podía producir porque era, en cierta medida, ponerse al nivel de su padre, y eso era una presión enorme. Efectivamente, el obsesivo tiende a colocarse en el lugar del esclavo que trabaja continuamente para llegar al reconocimiento del otro. En este caso, lógicamente, el reconocimiento del Otro es el reconocimiento paterno. Sin embargo, el Otro nunca lo reconoce como sujeto por estar en un nivel inferior. También hablamos de los tres niveles que para Kafka tenía el mundo, estando el en un nivel por debajo del de su padre, gobernador y ordenador absoluto de su vida. El Amo es un amo que nunca está satisfecho, y por lo tanto el obsesivo debe seguir trabajando hasta quitarle todo deseo. El objetivo del obsesivo es ser entronizado, reconocido por sus esfuerzos. Pero ahí llegamos a la paradoja que exploto en su cabeza, porque debemos deducir que en Kafka la entronización sería el matrimonio, que supondría una elevación al mismo nivel que su “amo”. Pero el problema paradójico del neurótico es que el obsesivo siempre necesita de un Otro que le exija, y nunca se encontraría conforme en la posición del amo. De ahí la problemática de Kafka cuando se le presentaba la posibilidad de contraer matrimonio: “Soy espiritualmente incapaz de casarme(...); en el momento en el que adopto la decisión (…) ya no puedo dormir, la cabeza me arde día y noche, la vida ya no es vida, y desesperado, ando tambaleándome de un lado a otro”.

4. CONCLUSIÓN. “DER BAU”, MODELO DE NEUROSIS. Llegamos a este apartado habiendo analizado el concepto de angustia, y habiendo visto que Kafka se nos presenta como un ser angustiado plenamente. Estudiando a fondo Carta a su padre, deducimos que la angustia, que se podría definir como una angustia de castración, se deriva en una neurosis obsesiva. El siguiente paso es analizar una de sus últimas obras, y plantear qué rasgos de esa neurosis obsesiva traslada al texto, y de qué manera. Eso es lo que haremos en los siguientes párrafos. El hilo argumental del cuento de “Der Bau” es sencillo. Nos explica en primera persona los

pensamientos de una criatura animalizada que pasa sus días en una madriguera angustiado ante la presencia de sus posibles enemigos, y alejada de cualquier posibilidad de compañía. En medio de sus reflexiones, un día aparece un silbido, un pequeño ruido que hace entender a la criatura que quizás el enemigo, o algún otro ser vivo esté excavando en dirección a su construcción. Ahí acaba el cuento inacabado de Kafka. No es la primera vez que Kafka hace uso de la primera persona narrativa, y del monólogo interior, para explicar las angustias de un personaje animalizado. Su novela más famosa, La metamorfosis, se basa exactamente en el mismo concepto. Pero quizás sí que sea algo más arriesgado mantener la tesis de que ese animal es un trasunto del propio Kafka. Para eso vamos a intentar analizar las expresiones de la criatura, poniéndolas en paralelo con las conclusiones extraídas en los pasados capítulos. Tal como hemos dicho, Kafka era un ser neurotizado hasta la angustia por la castración que había ejercido a lo largo de toda la vida su padre sobre él. Tanto es así que el mismo Kafka nos explica que no puede vivir en este mundo, que no hay lugar para él donde pueda estar tranquilo. Lo podemos apreciar en un par de momentos: “El resultado visible e inmediato de esta educación fue que huyera de todo lo que aún de lejos te recordase” “Dondequiera que viviese, allí había sido anulado, sentenciado, vencido, y huir a alguna otra parte hubiera sido un extremo esfuerzo para mí”

Esfuerzo para él, pero no para su imaginación. Recordemos que la literatura aparece como el único mecanismo de defensa, la única posibilidad de huida. Es por eso que la criatura se esconde, se aleja del mundo. El sujeto debe reprimir la falta escondiéndola, y su forma de esconderla es eliminando al Otro. De hecho, ya hablamos anteriormente de la concepción que Kafka tenía de esos tres niveles vitales. En su Carta al padre nos dice exactamente: Por esa razón el mundo quedó para mí dividido en tres partes: una donde vivía yo, el esclavo, bajo leyes inventadas exclusivamente para mí, y a las que, además, no sabía porqué, no podía adaptarme por entero; luego, un segundo mundo, infinitamente distinto del mío, en el que vivías tú, ocupado en gobernar, impartir órdenes y enfadarte por su incumplimiento; y, finalmente, un tercer mundo donde vivía la demás gente, feliz y libre de órdenes y de obediencia.

Un mundo, por lo tanto, por debajo del de los otros seres humanos. Un mundo que se va a convertir en esa madriguera alejada de todos, y en especial del enemigo. Ese va a ser el punto de partida del cuento. La creación de una madriguera alejada de todo otro tipo de ser. Eso va a ser así de manera lógica, porque ese alejamiento es necesario, para luchar contra el proceso de angustia en el que la criatura/Kafka se encuentra. Comparemos un fragmento de la carta a su padre, con un fragmento del texto literario: “La desconfianza que tratabas de inculcarme, en el negocio o en casa, contra la mayoría

de personas (…) se convirtió en desconfianza hacia mí mismo, y en una continua angustia contra los demás” “(...)basta con que vaya en dirección a la salida, aunque esté separado de ella por galerías y plazas, para creer estar sumido en una atmósfera de grave peligro y tener a veces la sensación de que mi piel se vuelve más delgada , de que de un momento a otro me puedo quedar allí en carne viva y ser saludado en ese mismo instante por el aullido de mis enemigos.”

Unos enemigos que a veces “son legión” y otras veces se transliteran en un solo animal feroz. Sea como sea, queda claro que la figura del padre castrador está siempre presente, la figura del Otro que no demuestra falta, y que no nos desea, generando la angustia neurótica. Y si el resto del mundo también es enemigo, lo es en tanto en cuanto todo el mundo nos recuerda al padre, tal es su obsesión, y su presencia inmanente en todo. Como hemos dicho, la animalización es un recurso recurrente en la literatura de Kafka. Recurrente y muy útil, literariamente. Quizás sea una casualidad -Jung siempre insistía en que en el psicoanálisis, las casualidades no existían- pero no puedo dejar de recordar cómo Kafka recuerda en su carta al padre que éste no tenía ningún problema en insultar al resto de la humanidad, y en concreto a los posibles amigos de Kafka. Pone como ejemplo el amigo actor judío de Kafka Löwy, al que tacha de “insecto”, habiendo utilizado en otros casos denominaciones varias como la “pulgas”, “perros”...La animalidad en los insultos del padre de Kafka era tan recurrente como la frecuencia del hijo en utilizar personajes animalizados que sirvieran como símbolo de la pequeñez del sujeto frente al Otro-amo, al Otro, objeto del deseo de ser deseado. Una vez analizado el contexto y la caracterización externa del personaje, podemos pasar a ver cómo su personalidad ejemplifica de arriba a abajo la personalidad de Kafka, y por correlación, la de un neurótico obsesivo. En primer lugar, la característica general de la personalidad de la criatura es la falta de confianza. Es una criatura que duda continuamente, y tenemos continuos ejemplos de ello. Duda por tener las provisiones en un solo sitio o esparcido por varios, duda en salir de la casa, duda en el momento de la vuelta, duda entre marcharse lejos y huir de la madriguera, o quedarse, duda en cómo vigilar la entrada, e incluso en si debería tener una o dos entradas, duda y repite sus acciones al revisar las galerías en su vuelta a la madriguera, duda sobre si ha hecho bien su proyecto...Unas dudas que nos circunscriben en el mismo tipo de personalidad que el mismo Kafka, que nos dice en un momento determinado “Perdí la confianza en mis actos. Yo era inconstante, indeciso.” Aquí, la correlación es perfecta. De hecho, la duda le lleva a dudar de su mismo cuerpo, por lo que la búsqueda de su trasunto literario en otros cuerpos de animales e insectos no sería ilógico. Nos dice más adelante, en la Carta: “Tan inseguro estaba yo de todas las cosas, que en verdad solo poseía lo que ya tenía en mis manos o en mi boca”

Frente a eso, el trasunto compulsivo reacciona buscando su seguridad, llenando su hueco,

engañándose a si mismo y fetichizando la comida. La comida se convierte en una manera de evadir la inseguridad, y en un momento la criatura nos asegura “que bien podría acabar asfixiado por mis propias provisiones, hasta el punto de que solo comiendo y bebiendo consigo a veces protegerme de su agobiante abundancia.” Ya hemos definido arriba la neurosis obsesiva como una manera de tapar los agujeros que no están. Es decir, excederse en una búsqueda de comida innecesaria. Hay otras características neuro-compulsivas que también forman parte de la criatura. Cuando en Inhibición, Síntoma y Angustia Freud habla de la neurosis obsesiva, nos habla de un par de rasgos típicos: La anulación, y el aislamiento. Ya hemos explicado más arriba la explicación lacaniana y vital por la que la criatura prefiere estar sola, y alejada de cualquier compañía. De hecho, añadiríamos que su comportamiento obsesivo y compulsivo solo se podría realizar en un estado de soledad absoluta, que es su máxima búsqueda. Pero quizás debamos explicar un poco más a fondo qué es la anulación, ya que es un mecanismo de defensa del neurótico obsesivo mediante el cual el susodicho echa atrás en su acción, intenta deshacerla, no para anular sus efectos, sino para negar que haya sucedido. Recordemos uno de los casos clínicos de Freud, donde llegaba a quitar una piedra del camino por donde iba a pasar el carro de su novia para que no tuviera un accidente, e instantes después, al reconocer su comportamiento neurótico, volvía a poner la piedra exactamente en el mismo sitio del camino, acrecentando aún más el comportamiento neurótico que pretendía rectificar. Característica esta que también vemos en diversas ocasiones en la criatura. Rehace lo que ha hecho, retira lo que ha pensado, cambia de opinión negándose a sí mismo, de tal manera que en numerosas ocasiones desearía con que todo lo que ha hecho, ha construido, fuera hacia atrás en el tiempo y cambiara de forma. Y de hecho es algo, ese volver a revisar, que le encanta: Empiezo por la segunda galería, digo, e interrumpo la inspección a la mitad, paso a la tercera galería y me dejo llevar de vuelta a la plaza de armas, y entonces, eso sí, debo volver a examinar la segunda galería, y así juego con el trabajo y lo multiplico y me río solo y me regocijo y me hago un lío con tanto quehacer, pero no cejo en mi empeño.

Nos podemos preguntar cual puede ser, según la criatura, su momento de descanso, su objetivo, su manera de salir de la angustia de sentirse perseguido por el enemigo. Una angustia, no olvidemos, necesaria, según Lacan. El obsesivo necesita sentirse deseado. En el fondo, la criatura busca ser causa de deseo del Otro, que en este caso es el Enemigo. Y nos damos cuenta de que ese objeto del deseo es algo con lo que la criatura se siente uno: La madriguera. Es la madriguera en sí lo que genera paz y angustia al mismo tiempo en la criatura. Paz porque con ella puede tapar su hueco, y angustia porque se convierte en el objeto del deseo del enemigo. Pero esa angustia en el fondo responde a la necesidad del sujeto de sentirse deseado, aunque sea a través de su objeto del deseo. Por lo tanto, en el fondo la criatura desea ser atacado, penetrado, porque al ser objeto del deseo del Otro, es reconocido en sí mismo, tal y como recordamos dentro

de la simbología especular de Lacan. ¿Y quién es ese Otro, ese “enemigo”, ese “ávido hocico que no deja de olisquear por sus cercanías”? Llegando ya a la parte final del artículo como estamos, no podemos dejar de darle forma a lo que ya de por sí solo se puede deducir: que la madriguera es un trasunto de la obra literaria que ha ido forjando Kafka, y de que el Enemigo es un trasunto del Padre Castrador. Todo cuadra perfectamente en un juego de sustituciones, de símbolos en un cuento que funciona perfectamente como un espejo de todo el mundo psíquico de Kafka con sus miedos, angustias y obsesiones. Pasemos a explicar lo que acabamos de constatar. En primer lugar intentaremos dilucidad por qué la madriguera esconde en su interior una metáfora de la obra literaria de Kafka. Vemos que es algo que la criatura ha estado haciendo desde el comienzo de su vida, todo un trabajo donde se han invertido años y años, y que cuando revisa, desearía cambiar. Pero por otro lado, detengámonos en dos detalles importantes. En primer lugar, subrayemos cómo la madriguera es la manera que ha encontrado la criatura de encontrar un sitio agradable: “allí duermo el dulce sueño de la paz, del deseo satisfecho, de la meta conseguida, de la posesión de una casa. “ Y además, alejado de la gente, del enemigo. Para Kafka, y la lo hemos citado más arriba, la literatura es la única manera que ha encontrado de huir, de alejarse, de llegar a un mínimo de paz, de estar satisfecho consigo mismo. Además, en el texto literario se nos remarca en más de una ocasión la sensación de unidad, de ser una sola cosa: “ella y yo nos pertenecemos el uno al otro, de tal manera que bien podría instalarme aquí con tranquilidad, con toda tranquilidad a pesar de mi angustia,...”

Pero fijémonos, y este es el segundo detalle, que a pesar de sentirse más tranquilo, y más seguro, la angustia no cesa. Esto se debe a la paradoja que hemos explicado un poco más arriba en relación a la lógica ilógica del paranoico, y que se basa en que la causa de su tranquilidad es al mismo tiempo la causa de su angustia. El sentirse completo hace que se angustie. La falta de la falta genera la angustia, porque sabe que esa complitud es falsa. Y sobretodo, porque el enemigo acecha, incluso -o sobretodo- desde la misma madriguera: El Padre. El Otro. El enemigo/bicho. El padre que aparece en las obras de Kafka, como él mismo reconoce, y que le quita la única evasión que tiene, porque aún evadiéndose escribiendo, él está presente en sus escritos. El padre/bicho que aparece en la madriguera, pues aunque no físicamente, siempre hace aparecer la angustia con la posibilidad de su presencia. Pero al final la ausencia presente se convierte en presencia ausente. En otras palabras, después de que el enemigo haya estado siempre presente en la angustia persistente de la criatura, en su miedo a que pueda llegar...al final aparece algo que nos hace intuir que el enemigo se acerca. Sin embargo, no está presente. Es esa presencia ausente que se sintomatiza en el misterioso silbido. ¿Qué significa el silbido para la criatura? Además de la clara suposición de una posible amenaza, significa la destrucción de la madriguera. Y no me refiero a la destrucción real, sino a la

destrucción simbólica, porque lo más importante en la madriguera era el silencio. Sin silencio no hay madriguera. Sin silencio no hay salvación: “Lo más bello de mi obra es su silencio”, nos dice en el texto. Y la elección del silbido, de la ruptura del silencio como símbolo único de la aparición del Otro no es casual. Porque si algo había aterrado a Kafka de su padre, hasta conseguir incluso que el mismo Kafka no supiera hablar, fue precisamente eso: su voz. “(...)con ese tono de voz ronco, terrible expresión de la ira y de la condenación total, ante el cual tiemblo todavía”

Ciertamente, el ruido es el símbolo máximo del Otro, del enemigo, del padre castrador. Pocas veces habla de un padre cariñoso, solo un par de recuerdos. Pero en estos recuerdos, el padre aparece acercándose “silenciosamente” a verlo, saludándolo con la mano. Pero eso es una imagen que se disuelve frente a la tremenda voz insultante, a los continuos gritos, a las terribles ordenes, frente al ruido imponente de la voz castradora e impositiva. No conocemos el final del texto. Sin embargo debemos tener claro cual era el ideal de la criatura: descansar, soñar, dormir. No olvidemos que el neurótico, frente a un Otro no deseante, completo, se posiciona a si mismo como un sujeto sin deseo. Su unica intención es alejarse de todo, y descansar en silencio. Para eso, el neurótico dedica su vida a llenar los agujeros de los otros, en la medida de que no tengan deseos. En el caso de la criatura, crea la galería para alejarse de todo, y poder dejar de existir, o existir sin deseo. Pero como vemos, y podíamos predecir, el Otro vuelve para enseñarnos nuestras faltas, para descubrir el engaño. Y ahí es cuando se genera nuevamente la angustia. “Der Bau” no deja de ser más que un tratado sobre la angustia neurótica llevado a la literatura.

BIBLIOGRAFÍA AROMI, ANNA, Para entrar en la terapéutica borromea: De la angustia Freudiana a la angustia Lacaniana, dentro de Freudiana, 53, 2008, pp. 125-135 FREUD, SIGMUND. Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de "neurosis de angustia” dentro de Obras completas, vol. III, Ordenamiento, comentarios y notas de J. Strachey. Traducción de J.L. Etcheberry, Buenos Aires, Amorrortu, 1992 FREUD, SIGMUND. Las psiconeurósis de defensa, dentro de Obras completas, vol. III, Ordenamiento, comentarios y notas de J. Strachey. Traducción de J.L. Etcheberry, Buenos Aires, Amorrortu, 1992 FREUD, SIGMUND. Inhibición, síntoma y Angustia dentro de Obras completas, vol. XX, Ordenamiento, comentarios y notas de J. Strachey. Traducción de J.L. Etcheberry, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, KAFKA, FRANZ, Carta a mi padre, dentro de la página web localizable en www.elaleph.com,

http://i.cr3ation.co.uk/dl/s1/pdf/franzkafkacartasalpadre.pdf KAFKA, Franz, “La obra”,Narraciones y otros escritos (Obras completas, III), Galaxia Gutenberg, Circulo de lectores, 2003 LACAN, JACQUES, La Angustia, Paidós, Buenos Aires 2007, LACAN, JACQUES, Los cuatro principios del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires 2006, MIJOLLA, ALAIN DE, Diccionario internacional del psicoanálisis, Madrid, 2008, Vol. I y II

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