ANTROPOLOGICA 97-98, 2002: 3-27
La cultura del frailejón y la papa: desandando los páramos venezolanos1 Egleé L. Zent Páramo: Triple concepción unitaria “…Páramo es el frailejón 2 y la papa, la laguna y la helada, el nigüaz y el joso, los romeritos y el frío, la paz y los encantos. Páramo es lo que ta más cerca del cielo, más allá de la montaña, a onde Vd. mira se le van los ojos de lo sólo grande que se extiende; pero páramo es tamién la gente, gente que no ha conocido la maldad de abajo… ¿no ve que en el páramo se vive libre como los animales, como esas aves que vienen y van sin decirle nada a nadien? … pero el páramo cambia … así la gente de los páramos se va y di otra en veces vuelve …no crea vusté por eso que no vive mucho en el páramo…se quedan los encantos y muchos cristianos que vuelven a asistir aquí…” 3 (Sr. Avelino, San Rafael). El páramo4 es el ecosistema ubicado a mayor altitud (2.800-4.800 m snm) en el norte de los Andes Suramericanos que permite asentamientos humanos permanentes (López 1993). Está circunscrito por los bosques en su límite inferior y por las nieves en el superior y coincide con el límite agrícola y de pastoreo. Está localizado de manera continua fundamentalmente en Colombia, Ecuador y Venezuela, aunque se extiende al norte de Costa Rica en la Cordillera de Talamanca (11º Lat. N) y al norte de Huánuco en Perú en el sur (8º Lat. S). Formaciones páramo aisladas se encuentran también en Panamá, 1 Expreso mi prolongado y sempiterno agradecimiento a los parameros merideños, pues siempre me acogen con mucho afecto, y hasta los más pequeñitos me enseñaron a conocer el páramo y sus complejidades y a reconocer en ellos a genuinos ecólogos culturales y auténticos observadores, además de ser seres humanos profundamente hermosos. Mil gracias a todos ellos, aunque por motivo de espacio no puedo mencionarlos individualmente. 2 Aceptando sugerencias editoriales, todos los nombres de las plantas parameras se han escrito con minúsculas pese a estar convencidos de que constituyen nombres propios y deberían marcarse con mayúsculas al mismo nivel conceptual que los nombres en latín. 3 Las itálicas de este texto indican términos, palabras, dichos o frases textuales de los parameros, además de nombres latinos de la sistemática biológica de plantas o animales mencionados. 4 Probable etimología de los vocablos griegos ( πapa: pará / al lado, ammos: ámmos / arena).
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y en las laderas húmedas orientales de Perú y Bolivia (Cleef 1978). En Venezuela la superficie de páramo comprende 2.659,56 km2, distribuidos en la Cordillera de Mérida, la Serranía de Tamá, la Serranía de Trujillo y la Sierra de Perijá. Ello corresponde en sus mayores extensiones a los Estados Andinos de Mérida (1998 km2) Trujillo (303,85 km2) y Táchira (208,72 km2) y, en menor proporción, pero con muy interesantes ramificaciones a Barinas (55,59 km2), Zulia (54,77 km2), Apure (23,04 km2) y Lara (15,59 km2; Monasterio y Molinillo 2003). Áreas consideradas páramo se localizan además sobre las cimas de los tepuyes guayaneses. Las características geomorfológicas y climáticas, así como sus poblaciones zoológicas y botánicas parameras son únicas. Dada su particularidad, se han ensayado diferentes definiciones de páramo basadas en criterios florísticos, geológicos, climáticos, fisionómicos y culturales (López 1993, 1995). En virtud de que las plantas constituyen uno de los rasgos más prominentes de los páramos y de que se estima que alrededor del 60% de plantas vasculares parameras son endémicas (Luteyn 1992: 6), el concepto botánico del páramo es ampliamente utilizado, basado en términos biogeográficos y escénicos y determinado por la presencia de ciertas comunidades y formas de vida vegetales (plantas en rosetas, cojín y pastizales) de las regiones húmedas, abiertas y altas de las montañas tropicales. Para los ocupantes de los páramos venezolanos, conocidos como parameros, el páramo es un espacio físico concreto, receptáculo de ciertos organismos vegetales y animales, delimitado por parámetros abióticos y climáticos, pero es, además, el lugar donde se inserta un universo ideológico fantástico que regula muchas conductas humanas y una forma de vida cultural única. Además de plantas y lagunas, animales y brisas, insectos y neblinas, aguas y soles, el páramo está habitado por hombres y encantos, seres maravillosos y tenues, vistos sólo por los más agudos y a los que se atribuyen bondades y picardías envueltas en mágicas o irracionales explicaciones. La complejidad definida como páramo por los parameros venezolanos acrecienta mi respeto hacia ellos e inclina mi reflexión hacia conceptos concretos. Luego de meses de convivencia con los parameros, y a partir de conversaciones con niños, adolescentes y adultos parameros, pude atisbar un poco en las tres ovilladas y dinámicas esferas que ensayan el concepto páramo: es un ambiente ecológico inanimado donde los seres pueden subsistir, pero también es un ente, un ser en constante dinamismo, siendo el receptor de múltiples formas de vida, ellas mismas complicadas en la red de interacciones que genera el vivir día a día. Una suerte de gradiente, desde el páramo cambiado y cambiante hasta aquel invulnerable y más certeramente páramo, se otea en las expresiones parameras. Este trabajo es una suerte de apología a vivir en el páramo y ser paramero desde una perspectiva que contrapuntea entre la objetividad científica y la subjetividad humana de la cotidianidad más cercana. Deviene de una fascinación por el páramo y sus seres, verdad no verbalizada que impulsó y orientó un proyecto de investigación más científico y pronunciable: ensayar una explicación en torno a la importancia de las
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plantas parameras en la sedentarización humana en el ambiente páramo. El presente ensayo está basado en datos de campo colectados sistemáticamente desde 1987 hasta el presente en diversas comunidades parameras del Estado Mérida. Se entiende aquí por comunidades humanas parameras como las resultantes de la conjunción histórica de poblaciones tan diversas como las aborígenes andinas del período de contacto y las europeas rurales que han generado a lo largo de cinco siglos tradiciones y formas culturales que pueden definirlas como específicas de ese grupo étnico5. Pese a que publicaciones antropológicas (Wagner 1978: 81, 1967: 130; Velázquez 1986: 108; pero cfr. Clarac 1985: 34 quien lo refuta) y ecológicas (Barclay 1966: 208; Guhl 1968: 199, 1982; Monasterio 1980: 171; Azocar 1980: 16) afirman que el páramo posee pocos recursos para hacer atractivo el poblamiento humano, diversos trabajos reportan la diversidad de usos dados al páramo venezolano desde épocas pre y postcoloniales que evidencian el acoplamiento de dos culturas generando una identidad propia (López 1992, 1995, 1996). Estudios arqueológicos consideran al páramo como área de paso, culto o cacería (Wagner 1978, 1967), en tanto que trabajos históricos lo definen como zona de explotación agropecuaria colonial (Velázquez, 1986: 109; AH Principal de Mérida, 1558, 1798, 1799). Los usos y ocupaciones análogos de páramos colombianos, que resultan comparables y cautamente extrapolables a los venezolanos desde épocas prehispánicas, señalan a los páramos como lugares de labranzas y propicios para el almacenamiento de productos agrícolas (Langebaek 1988). Evidencia indirecta y significativa como la síntesis del cultivo de la papa, de indudable herencia indígena (nominada en documentos coloniales como “turma”) mediante el uso del arado y la yunta de bueyes (sin duda de introducción hispana), refuerzan la hipótesis de una ocupación prehispánica del páramo. Además, la tradición oral andina venezolana contemporánea destaca la prominencia de las plantas parameras como medicinales (Menotti Sposito 1948; Morton 1975), un uso que parece remontarse a más de cinco siglos de ocupación a juzgar por la evidente nominación no hispana de muchas plantas parameras (tales como curuba, chungalé, michiruy, micuy, chilca, mucutana, etc. véase López 1992: 78-79). Páramo dinámico: espacios cambiantes Pese a la fama de inhóspito e intolerante, fuentes históricas coloniales y postcoloniales, además de datos prehispánicos, sustentan la presencia de 5 La triple herencia étnica latina, blanca, india y negra encuentra en los páramos una expresión más prominente en los dos primeros grupos mencionados, en tanto que las poblaciones africanas fueron poco “importadas” por los blancos colonizadores de los Andes venezolanos quienes, en virtud de la irregularidad topográfica de las tierras andinas no aptas para las plantaciones, prescindieron mayormente de esclavos (siendo algunas excepciones los esclavos de “adentro”).
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comunidades humanas en el páramo venezolano (Archivo General de Indias 1655, Archivo Histórico de la Provincia de Mérida 1791, 1798, 1804; Jahn 1931; Velásquez 1986). La tradición oral ha podido desarrollar por siglos sus estrategias culturales para alejar seres no memorables y acercar aquéllos que en esencia hacen páramo: el universo paramero es menos aprehendiente que evidente como aprendí más de una década atrás. En tanto más me advertían acerca de los múltiples peligros de caminar hasta la casa de aquel afamado solitario y centenario paramero, medio hombre pseudo íncubo, más me fascinaba la idea de llegarme hasta él y explorar plenamente su entorno natural y cultural. El encanto crecía más que exponencialmente en tanto más parameros añadían sus recuerdos y anécdotas. El Sr. Ponciano y su páramo demandaban ser visitados. Parecía encontrarme en un lugar común desde mi adolescencia. Aquella cuasi primigenia fuerza a adentrarme en espacios que me describían siendo desconocidos. La tarde que contemplé a Los Aranguren por vez primera pensé en la fragilidad de la palabra humana y en lo poco que coincidían mis notas de campo, previas a mi visita, con aquel pequeño valle glacial subparamero. La amplia sonrisa del Sr. Ponciano, abrazando con sus ojos una cálida bienvenida, pregonaba el inicio de una franca amistad cuasi discípulo-maestro y su abundante sabiduría local. Alegaba tener cerca de 80 años, aunque su hijo recordaba haber escuchado lo mismo por las últimas décadas, e insistía en la imperiosa verdad de mantenerse vivo tomando cada día un preparado de plantas parameras a base de díctamos. Situado justo a 3.000 m snm, el otrora densamente poblado caserío de Los Aranguren constituye un hermoso espacio ecotonal donde crecen exitosamente plantas propias de bosque y de páramo, las cuales parecen besarse o coinciden en la línea de bosque y del páramo naciente. Aranguren es rico en aguas y yerbas, aparece como un estrecho valle periglacial que se extiende verde y afable flanqueado por nevados picos acosados por el azul del cielo. Este páramo ocupa un lugar muy especial en la tradición oral paramera de la Sierra Sur o Nevada de Mérida. Se lo considera un potrero natural donde coinciden un rico arsenal de plantas nutritivas para el ganado bovino y ovino (abrojo Aciachne pulvinata Benth, copita Cerastium cf. meridensis Lindl. et Planch. rebolacha e páramo Rumex crispus L., bosquesito e pantano Paepalanthus cf. karstenii Ruhl, mortiño Noticastrum marginatum [ Kunth] Cuatrec.) aunado a muy complejas prácticas sociales humanas relativas al manejo de los animales en términos de temporalidad de pastoreo, propiedad y uso de los recursos, distribución de los beneficios, parentescos ficticios y reales además de la redistribución de la fuerza y los medios de trabajo. La tradición oral acredita a Los Aranguren como el receptáculo físico de más de setenta familias parameras que felices ocupaban el área desde tiempos inmemoriales y hasta alrededor los años 1930, cuando la gente empezó a bajar y todo cambió. Restos de cimientos, sementeras y fundaciones de edificaciones, imperceptibles al ojo poco entrenado, sustentan y materializan la tradición verbal. Desandando los
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pasos de parameros que emigraron desde Los Aranguren pareciera encontrarse una explicación a la probable desocupación de este valle subparamero. La creciente dificultad para transportar las cosechas en virtud de las distancias y rugosidad del terreno, además de la imposibilidad de acceder localmente a una atención médica sanitaria a menos que se caminaran dos jornadas completas de trocha de montaña, fueron citadas, por al menos 20 padres de familia, como las causas que impulsaron su salida a entornos más accesibles a los medios urbanos. Sin embargo, el potencial agotamiento de recursos naturales redistribuidos para una creciente población humana fue, tal vez, una razón de peso para forzar mudanzas de familias completas. Ocupaciones y desocupaciones parciales pendulean como constantes en la realidad de los páramos. Pese a que Los Aranguren, es sólo una de las localidades donde conduje mi investigación, constituye un ejemplo representativo de asentamiento a gran altitud que aparece reproducido en otros lugares considerados páramos en Venezuela. Su historia ha corrido paralela a la del páramo Los Conejos o al de Micarache, otros dos valles parameros en forma de U interceptados por morrenas en los que centré mis estudios etnobotánicos con sus características lagunas, aretes y picachos. Estudiar los páramos fungió antes y ahora como el pretexto excelente para justificar mi prolongada presencia física en ellos a la par que recorría mi propia definición humana. Abstraer en términos objetivos realidades sociales es cuasi una utopía en tanto la cercanía del objeto de estudio describe realidades propias. Caminando y habitando los páramos es posible entender los procesos (itinerantes ellos mismos) de ocupación y desocupación de un ambiente con características climatológicas y ecológicas ciertamente difíciles. Sin embargo, el páramo ha probado ser altamente atrayente y encantador para la ocupación espacial y especial para diversos entes. Inmigraciones y emigraciones humanas, vegetales y animales dictadas por efectos y medidas ecológicas, económicas o sanitarias, repican y repuntean la realidad de las tierras altas más aisladas de nuestro país. Entes parameros: alcances y limitaciones El páramo es un ambiente único. Sorprende su carácter temperado en plena zona ecuatorial tropical expresado en una composición mixta de floras australes, tropicales y endémicas. Su extensión no está restringida a la América tropical sino que rebasa el límite continental y eco-sistemas de alta montaña análogos a los páramos aparecen como archipiélago entre los trópicos de Cancer y Capricornio de todos los continentes: los Andes Centrales (punas), el Este de África (nivel afroalpino), Hawai, Malasia y Nueva Guinea (nivel tropical-alpino; Troll 1968: 29; Lauer 1979: 29; Monasterio 1979: 117; Monasterio & Vuilleumier 1986: 3).
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Los páramos se han descrito como inhóspitos y poco seductores para la ocupación humana en virtud de caracteres climáticos y geomorfológicos agrestes tales como baja presión atmosférica y bajas temperaturas (-1 a -5º C)
Foto 1 Colectando plantas alrededor de la laguna de Las Iglesias, páramo de los Conejos, Sierra Norte, Estado Mérida, Venezuela
que pueden elevarse en menos de 24 horas hasta 25º C, contrastando con fuertes vientos y alta radiación, potenciales e impredecibles heladas, escasez gradual de oxigeno a medida que se asciende, irregularidad topográfica, alta nubosidad, alta radiación y fuertes vientos, aridez atmosférica, isotermia anual, estacionalidad marcada, altitud superior a 3.000 m snm, insolación dependiente de laderas, rocas aborregadas, fuertes pendientes, irregularidad de suelos y nutrientes, alta pedregosidad, entre otros (Schubert 1993; López 1993). Características como éstas exigen a los seres orgánicos, plantas y animales, incluyendo al hombre, una serie de adaptaciones que han generado en términos evolutivos expresiones morfológicas de aspectos particulares en las que forma y contenido encuentran continuidad. Es decir, la forma de los bio-organismos o algunos de sus aspectos delata la funcionalidad adaptativa a un ambiente de condiciones extremas. Algunos ejemplos son los siguientes: para conservar el calor, a la par que facilitar la accesibilidad fisiológica de nutrientes, muchas plantas desarrollan hojas más bien pequeñas, apicales, espatuladas aovadas u oblanceoladas o dentadas, así como estructuras
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radicales coriáceas o rígidas cubiertas de indumentos pubescentes o tomentosas, también presentan follajes persistentes y estructuras xeromórficas, y una tendencia a reducir el crecimiento longitudinal expresado en el acortamiento de los entrenudos y un crecimiento lento, desarrollos enrollados y carnosos, engrosamiento de las células epidérmicas, crecimientos en poco volumen y enanismo, las inflorescencias aparecen generalmente en forma de corimbos, espigas en bulbo o racimos (Solbrig 1987). Los animales parameros (tales como el oso frontino Tremarctos ornatos, la locha Mazama rufina bricenii, el venado Odocoileus virgineanus goudoti, el guache Nassuella olivacea, el pato Merganetta armada, el carpintero gigante Campephilus pollens, los sapos Atelopus spp., el conejo Sylvilagus brasiliensis meridensis, etc.) están representados por pocos individuos en relación a la superficie, y esta baja densidad se correlaciona no sólo con la dispersión y escasez relativa de recursos específicos sino que se concibe como una expresión adaptativa de regulación evolutiva. Mamíferos, reptiles e insectos, suelen adaptarse fisiológicamente a las bajas concentraciones de oxigeno atmosférico (Monge 1989) y a menudo presentan desarrollos corporales inferiores a aquellos individuos de la misma especie desarrollándose a altitudes inferiores. Pelajes e indumentos aparecen densos para proveer protección de los elementos del clima. Entre las comunidades humanas, privan estrategias culturales para garantizar la permanencia en el páramo (organización social, familias extendidas, neolocalidad o patrilocalidad, endogamia, etc.) Los parameros venezolanos son fundamentalmente agricultores, siendo su principal cultivo las diversas variedades de papa. La cría de animales y la recolección de plantas son actividades cotidianas y aportan productos para el consumo, intercambio o venta. La pesca de truchas y la caza se practicaron más activamente unos 40 años atrás, pero hoy la escasez de presas restringe esta última a pequeños animales silvestres autóctonos (tales como lochas, guaches, patos, conejos, etc.). La construcción de caminos, viviendas, cercas, arados, cestas, etc., son también tareas relevantes. En términos de asentamiento, los páramos suelen estar ocupados según el decir local “por una mesma y sola familia”. Apellidos como Rangel, Sánchez, Suescún, Quintero, Rojo, Matheus suelen concentrar, según el valle paramero, todas las nominaciones familiares. La familia es la primera, y a veces única, unidad de producción, distribución y consumo: padres y hermanos, tíos y primos conviven y constituyen la unidad de reproducción y sobrevivencia por antonomasia. La mano de obra infantil y femenina adquiere una permanencia e importancia significativa: niños y niñas contribuyen a reproducir las condiciones de subsistencia desde que cuentan con unos 5 años de edad. Acarreo de agua y leña, participación activa en las cosechas, siembras y pastoreo de animales son algunas de las tareas que involucran a los niños como agentes reales de aporte al trabajo. Salvo el arado, la cocina y lavado de ropas o utensilios, la construcción de habitaciones o cercas, la mayoría de los trabajos en el páramo son efectuados por mujeres y hombres.
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Al decir paramero, sin embargo, “… a falta de mujer se cocina uno mesmo ...” o, en sus efectos, la ausencia de hombres en un hogar contará con la colaboración de vecinos o el empeño de las mujeres que lo compongan. En general, los parameros están unidos por fuertes lazos de parentesco que determinan los asentamientos, su composición y distribución espacio-temporal en el paisaje paramero. En los páramos estudiados todos, sin excepción, son familia en primer grado (95%) o en segundo grado algunos pocos. La primera opción de pareja es usualmente algún primo en primer grado. Incluso, la tradición oral recuerda la presencia del incesto desde los primeros tiempos, lo cual en cierto sentido explica, aunque no justifica, la fuerte tendencia a la patrilinealidad y predominancia de la figura masculina que, a veces, toma expresiones sobreprotectoras. Un fuerte genotipo mestizo es la regla, aunque la presencia dominante, por sectores o incluso dentro de una misma familia, de individuos ya sea blancos (pelirrojos, ojos claros) o con rasgos aindiados son bastante comunes en cualquiera de los dos casos. La identidad cultural paramera trasciende el concepto y se afirma empíricamente: “… la gente del páramo la conozco yo a onde sea, más que nunca la halla mirao antes: cómo camina, se mueve y está… En el páramo no se ve la maldad, no se la deja asistir aquí; por más es el mejor sitio para vivir… que menos gente asiste más encantos asisten porque esos sólo se amañan en el páramo, todo lo más como a nosotros…” (Alejandra, Los Conejos).6 En la década de los 90, sólo una de 50 uniones matrimoniales entre parejas parameras registró un cónyuge como no proveniente de área páramo en las localidades visitadas, los restantes eran todos “nacíos y críaos en el páramo”. Ello sustenta una suerte de conciencia de ser diferentes y estar unidos por modos de vida singulares, que transciende aspectos y preferencias, y parece abrazar conceptos ecológicos y étnicos, como la certeza de poder modificar el paisaje páramo sin perder una suerte de esencia sólo paramera: una suerte de cualidad orgánica integral o ente singularizando al páramo trashuma muy tenuemente en aseveraciones de muchos parameros. Advertencias acerca de potenciales efectos estimulados por conductas diversas se previenen a menudo: “… Cuando hay cambio de luna el páramo se pone bravo y de ahí que hay que respetarlo…no deja que se lo pasee mucho, el que conoce poco no debe andar solo caminando… más de uno se ha desaparecido en esos días y nada que se los vuelve a ver… No ve que debajo de las lagunas vive gente como nosotros, igualito, pero que no se acaba… El páramo se los lleva pallá a vivir con los cheses o encantos que llaman otros pa las lagunas, aunque sólo viven en 6
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Algunos nombres de los parameros han sido modificados para respetar su privacidad.
algunas lagunas no en todas, por eso es que los viejos que saben no lo dejan dormir a uno sola de noche, ni escotera menos… Es de cuido el páramo” (Sra. Aura, San Rafael). Las estrategias ecológicas y sociales que las comunidades humanas han elaborado a lo largo de los siglos para subsistir en términos materiales en el ambiente páramo, no son suficientes para explicar la permanencia del ser humano en los páramos. Antes bien, el íntimo conocimiento de los parameros acerca de su ambiente conjuga la importancia de prácticas y experiencias culturales que subrayan el valorar la cualidad del páramo como receptáculo o asiento vivo que expande su cualidad de ser y su calidad de ente a algunas formas bióticas o abióticas que son contenidas y a su vez contienen y definen al páramo. Reiterada y reincidentemente se señalaba a grupos de plantas singulares como receptoras de cualidades del páramo ente y con la virtud de transponer propiedades a los seres humanos: “el díctamo real es invisible, difícil de conseguirlo porque se esconde, pero sí se huele muy agradable como a azucena y penetrante, pero no se deja ver. El que consiga tanto como una caja de fósforos, ese es pa ponese listo, no se muere ni se enferma más nunca; para topaselo es con mucho trabajo y si Dios quiere regalarle esa suerte. Díctamo es la hora pa conseguirlo: cuando está apuntando el sol, pero tiene uno que encargar un cuerno de locha y fajárselo, eso es muy secreto… díctamo es pajita dorada y al conseguirlo va bramando pal cielo si es la suerte uno nomás lo oye…. el propio díctamo es mafien como un cristal pues brilla en la mañana al rallar el sol..” (Sr. Ponciano, Los Aranguren). El grupo de díctamos son ejemplares entre las plantas parameras en tanto contenedoras de una ideología única, se conocen al menos nueve calidades de díctamos, siendo las más comunes el díctamo real (Gentiana sp.), el díctamo de clavel (cf. Acnistes sp.), el díctamo riñón (Lysipomia burgoini Ernst) y el díctamo de castilla (Anthoxanthum odoratum L.) etc. Son todas plantas de diferentes familias, siendo morfológicamente muy diferentes y adaptadas a micro-hábitats reconocidos por los parameros, pero que comparten como único carácter el abrazar la potencialidad de ser y actuar como elixires de inmortalidad y juventud. Trabajo: ética trascendente definitoria Para los parameros el trabajo es una virtud, una suerte de atributo categórico en la definición de ser hombre y describirse racional. Se trabaja todos los días excepto el domingo, que “…es el día de Dios y se respeta. Por más que vusté emprienda, todo lo que si hace en Domingo queda malo y no brota”. Otras épocas del año asociadas a creencias se respetan también como “azarosas pal
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trabajo”: Semana Santa, Navidad y el primero de agosto. Desde el mediodía del Miércoles Santo no se realiza ninguna actividad. Se proveen de leña, plantas y hojas de frailejones para el resto de la semana antes de ese día ya que ambas recolecciones se consideran trabajo. El 1 de agosto es peligroso “exponerse a recorridos o viajes y toda suerte de trabajo ya que ese día, es que dentró, cayó la primera alma al infierno y al purgatorio..debe uno tomar en ayunas café con ruda e páramo al nomás parase y dále a los choyos .. ansí que todo el mes de agosto es de cuidado y hay que ofrecéle rezos y velas pal altar a las almas” (Flor María, Micarache). Un típico día de trabajo para una pareja paramera se inicia entre las 4 ó 5 de la mañana. Ella prepara el desayuno, cuela el café cerrero, muele el trigo, recoge y cocina huevos de las gallinas del corral, cierne y amasa el queso de leche ordeñada por ella o bate cremas o mantequillas. Luego de tomar el café, él llevará su avío de arepa y huevo para adentrarse al páramo en busca de ganado perdido para alimentarlo o pastorearlo, o bien trabajará sin parar en los barbechos (conucos activos sembrados); generalmente saldrá con los hombres de la casa mayores de 5 años o con parientes cercanos. Unas 9 horas pasarán antes de que regrese él del páramo adentro. Ella lo recibirá con la comida lista, generalmente sopas o sagú de papa (suerte de almidón aliñado muy apreciado por los parameros), saní de mostaza (preparado en polvo para aliñar y adobar usualmente con papas, arepas, maíz, ají, se coloca al centro de la mesa y cada comensal se sirve a su gusto), arepas de trigo molido, café, quesos y cremas. Junto con las mujeres de la casa mayores a 5 años, habrá recogido leña incluyendo turecas (restos de hojas y troncos secos) de frailejón, plantas parameras de múltiples usos (como escobas, medicinales, flores para garantizar el bienestar del hogar en los altares hogareños), líquenes para teñir telas, o sales minerales, habrá lavado y limpiado los espacios domésticos, atendido a los infantes y ancianos (ambos siempre presentes en las familias parameras) y cuidado a los animales cercanos (gatos, perros, conejos, chivos, ovejas, etc.). Las actividades de la tarde implican trabajos comunitarios o salidas sociales cercanas. Al atisbo de las primeras estrellas, los parameros cenan y, al abrigo del fogón y las sombras, departen con los más jóvenes sus tradiciones orales de su cultura material e ideológica; memorias y recuerdos de los que se han ido antes que ellos intercalados con aquel profundamente expresivo silencio de páramo cuando todo, además de la voz, deja de anunciar su presencia para afirmar el estar allí en la montaña alta. El silencio es parte de ese diálogo penetrante, quedo y sempiterno en las cocinas parameras. La jornada termina en frío nocturno y calidez humana. Los procesos de socialización, incluidos el saber acerca de plantas, climas y paisajes parameros corren paralelos a los de la conciencia de deberes y derechos entre niños y adolescentes: todos los adultos de una comunidad contribuyen a la educación de los menores, máxime si todos están unidos por lazos de parentesco. A la fuerte ética de trabajo se le atribuyen caracteres generativos de precaución y nobleza que, para algunos, incluso tiene orígenes indígenas: 12
“... di antes decían que la papa negra la sacaron de hai de la papa de indio, quesque los jindios emprendieron y se pusieron y se pusieron... y quesque dieron con unos asperimentos y lograron la semilla e la papa negra y ésa si es la güena! … Todo lo más que yo como es de esa papa, esa es la que me alimenta, la que nos sustenta, las jotras no… Esas pa la venta son de provecho … desas papas blancas qui di ahora siembran … las trajieron no hace mucho y …¡cómo van a sustentar ésas sí … sacan una cosecha en tres meses..! ..nojotros la dejamos hasta nueve meses..! nojotros no le echamos nada, el agüita de Dios no más! y comemos todo el año de la papa negra … no ve que a yo ya goy a completar los ochenta y ¿a dónde me conoce vusté enfermedá de cualquier laya?... la paita dindio tamién se usa pal ají ...” (Sr. Emilio, Los Aranguren). La versión local del origen de la papa, más allá de curioso, revela al páramo como receptáculo genético de variedades silvestres. La cucuba o el fruto de la papa de indio (Solanum tuberosum cvs.cf. colombianum Dun.), junto con hojas y raíces, se usa hoy para curar la culebrilla. Otra vez se evidencia el mestizaje en la actividad de subsistencia más conspicua: el cultivo de la turma o papa, de herencia indígena; cultivada con técnicas como el arado (yuntas de bueyes empleando la fuerza de tracción animal) que provienen de la tradición hispana. La síntesis de cultivos indígenas y técnicas hispanas se traduce en la ocupación prolongada de los páramos en virtud de un detallado conocimiento del clima, los suelos (lochistas, melgas, arenosos, negros, pantanosos, etc.) y la consistencia de un calendario agrícola (rompedura, siembra, alporque, arranque, selección de semilla, etc.). Imperceptible y sutil, la heredad del conocimiento ambiental mestizo se traduce en actividades como la lectura en el cielo de las pintas y repintas los primeros 12 y 24 días del año, ellos se refiere a la interpretación del comportamiento de los primeros 24 días de enero de cada año, a cada dos días de minuciosa observación corresponden un mes, por ejemplo, los días 1 y 13 corresponden a enero, 2 y 14 a febrero y así sucesivamente, la observación de hora a hora se prolonga y adjudica al día respectivo, es decir, el día 8 de enero a las 2 p.m. corresponde al día 14 del mes de agosto en tanto que las 3 p.m. del mismo día al 15 de agosto y así sucesivamente hasta llegar a la hora 24 cuando algunos parameros astutos reiniciarían el conteo en este ejemplo el día 20 de enero (correspondiente al mes de agosto). El saber sobre la temporalidad y el clima incorpora también a organismos vivos. Así, la observación conductual de animales como el nígüaz (Turdus serranus) permite predecir la llegada de las lluvias, y la detallada inspección de cambios en plantas como los frailejones (Espeletia spp.) o los guarda rocíos (Lachemilla spp.) posibilitan a los parameros anticipar y alertar acerca de posibles heladas o granizadas. A ellos se añaden el “bramar de las aguas” para reconocer cambios bruscos del clima asociado a fuertes tempestades parameras. La interpretación diaria de los fenómenos climáticos cambiantes dan la pauta a la planificación de tareas de
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subsistencia, al anticipar nevadas, hielos, humos, nubes caniculares (períodos de sequías/veranos, heladas, etc.) leídos por los parameros de muchas maneras en los elementos bióticos y abióticos del páramo. Los españoles, además, introdujeron animales (ganado vacuno, mular, caballar, aves de corral) y cultivos como trigo, cebolla y ajo. En tanto que algunas formas de organización social como la cayapa y mano e vuelta se atribuyen a la estructura de organización social indígena, comunes en épocas de siembra y recogedura (cosecha de los tubérculos o recolección de otros productos agrícolas) cuando la solidaridad en el trabajo y reciprocidad mutuas están omnipresentes en el páramo. Las etapas de un ciclo anual de cultivo se sobreponen generalmente ya que cada familia posee entre 9 y 17 barbechos (conucos productivos) en diferentes fases, tamaños, microlocalidades (a diversas alturas y distancias con respecto a la unidad residencial) y con múltiples variedades de papa, que les permite proveerse del producto prácticamente todo el año. Plantas: el anclaje de las poblaciones humanas parameras “... las matas de por estos páramos son un regalo de Dios pa nojotros, a uno apriende a conocerlas y a siaber cómo aparecen por juera y por dientro y antonces las jusa pa toitico...” (Sr. Pablo, San Rafael). Los parameros conocen las plantas y las utilizan para reproducirse material y culturalmente, siendo estas criterios fundamentales en la definición de páramo: 59 plantas fueron mencionadas por 70 parameros al consultarles ¿qué es el páramo? (López-Zent 1995). Las nombradas con mayor frecuencia son casi endémicas y se mencionan en la Tabla Nº 1. La colección de plantas por parte de hombres y mujeres de diferentes edades es una actividad cotidiana. Se conocen al menos 24 diferentes tipos de Tabla Nº 1 Plantas definitorias de páramo según sus habitantes tradicionales
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Nombre paramero
Nombre latino
frailejón chilcas romeritos pajas albrojo espadilla pastos díctamos coloradito quitasol manteco
Espeletia spp. Bacharis spp., Stevia lucida Lag. Hypericum spp., Arcytophyllum spp. Danthonia spp., Stipa spp., Festuca sp. etc. Aciahne pulvinata Benth. Sisyrinchium tinctorum HBK Carex spp., Calamagrostis sp., Lachemilla sp., etc. Anthoxanthum sp., Lysipomia sp., etc. Polylepis sericea Wedd. Escallonia tortuosa HBK Rapanea spp.
usos dados a las plantas por los parameros tal como se desglosa en la Tabla Nº 2. De un total de 1121 especímenes botánicos, 85% resultaron conocidos y usados cotidianamente por los parameros. Incluso, los parameros atribuyen criterios de efectividad a algunas plantas sobre otras. En sus propias palabras “algunas matas tienen más poder que otras”. De la Tabla Nº 2 se desprende la gran utilidad que tiene el universo vegetal paramero para las comunidades humanas: más de 360 especies parameras son afamadas como medicinales o veterinarias, en tanto que 260 sirven de alimento a hombres y/o animales. Las plantas medicinales son por demás dignas de un comentario. En general, cuando los habitantes rurales andinos venezolanos, de cualquier piso de montaña, hablan de matas parameras se refieren casi exclusivamente a las plantas medicinales y a las áreas de potrero. Así, el páramo parece concebirse como un cierto refugio de plantas medicinales y alimento de animales, de pastoreo especialmente. Este hecho explicaría la abundancia de plantas más efectivas, por ejemplo, las madereras, utilizadas en otros contextos en pisos ecológicos más bajos. Esto se refuerza al observar el tipo de palo escogido y transportado desde otros pisos de montaña por los parameros.
Tabla Nº 2 Número de especies colectadas en las categorías de usos más comunes conocidos por los parameros Categoría medicinal ornamental leña alimento animal alimento humano construcción nido de animales escobas contraindicadota aseo personal lavar veneno veterinaria combustible teñidora abono droga mágica cubridora adorno del páramo tinta aliño del miche cosmético indicadora
Cantidad 343 246 167 150 110 93 48 38 34 24 21 20 19 19 17 11 9 8 6 6 3 2 2 2
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Aparentemente la práctica cultural de hacer recorridos desde otros pisos de montaña hacia el páramo con el fin de recolectar plantas medicinales en determinadas estaciones del año y, asimismo, de arrear el ganado desde tierras bajas al páramo, explicaría en cierta medida tal asociación. Ambas costumbres, de acuerdo a la tradición oral, han tenido continuidad desde épocas antiguas. Tradicionalmente, y menos comunes actualmente, las recolecciones solían efectuarse en los meses de enero-febrero, frecuentemente relacionadas con las paraduras del niño y la bendición desprendida de éste a las plantas recolectadas dado su carácter medicinal. Los arreos de ganado, son en cambio muy frecuentes hasta hoy en día. Si bien menos frecuente actualmente, resulta usual para un habitante del páramo tanto la explotación (al menos por brujos, curanderos, sobadores, yerbateros, etc., andinos venezolanos) de plantas medicinales en su ambiente como la referencia constante de la utilidad de las matas medicinales parameras. El páramo es un afamado sustentador de curas contenidas en las matas no sólo en el entorno de los andinos de tierras altas venezolanas sino también entre los de tierras bajas. Dicha fama tal vez le fue atribuida desde tiempos coloniales pues probablemente los colonizadores reconocieron congéneros parameros de plantas medicinales españolas. Quizás ésta sea una respuesta de la asociación directa y casi inconsciente de matas del páramo = matas del páramo medicinales. La costumbre entre los habitantes rurales andinos de rotar el ganado por diferentes potreros distribuidos en los diferentes pisos de montaña incluye al páramo como uno de sus eslabones. La continuidad de tal práctica refleja como altamente estimados a los potreros parameros, dada la frecuencia con que se observan rebaños de ganado “bajero” pastando en áreas páramo. Algunas localidades (por ejemplo, páramo Los Aranguren, páramo Victoria, páramo La Laja, páramo Manuelote, páramo Don Pedro etc., todos en el Estado Mérida) deshabitadas por grupos humanos son incluso asiduamente utilizadas como potreros a todo lo largo del año. El páramo como zona de pastoreo parece haber sido uno de los intereses básicos de los colonizadores españoles desde el inicio del contacto y con auge desde el siglo XVII (cfr. Velázquez, 1986:136) en éste piso ecológico. Por otra parte, es común de la fisiografía paramera un paisaje característicamente abierto usualmente representado por frailejonales y plantas enanas, acaules en su gran mayoría. Generalmente este tipo de formaciones vegetales suele presentar un desarrollo de biomasa subterráneo mayor al aéreo y en virtud de las altitudes en las que crecen, al parecer una cierta cantidad mayor de alcaloides con relación a plantas de alturas inferiores. Aseveraciones de los informantes contrastando a las plantas parameras con las de pisos de montaña bajos, tal vez responden al conocimiento implícito que poseen del dominio botánico en éste último aspecto señalado. Este hecho se infiere a partir de la observación directa del gran uso de raíces y rizomas
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destinados a la preparación de las curas y bebedizos, por una parte, y por sus referencias verbales señalando a las partes subterráneas como las contenedoras de la sustancia de la planta, por otra parte. El contraste plantas de altura/bajeras se da a dos niveles: por una parte, se refieren a las características morfológicas preceptuales de forma y tamaño (rasgos abstractos) que adoptan las plantas en el contexto general del páramo y de los atributos particulares (rasgos concretos) de los individuos botánicos (pubescencia de las hojas, engrosamiento de las raíces, acortamiento de los entrenudos etc.) por el frío y por estar más cerca del cielo. Esto es, a partir de requerimientos ambientales adaptativos. Por otra parte, el paramero tiende a relevar las propiedades -de carácter utilitario en este caso- con las que las plantas del páramo aventajan a las restantes plantas de la montaña y que generalmente aluden a beneficios medicinales, o a las “vitaminas” (nutrientes) con que los pastizales parameros aventajan a los “bajeros” en la alimentación del ganado (“pal güen crecimiento de los becerros y pa la güena leche pa las novillas”). Los dos niveles de contraste o caracterización se han dividido aquí en el texto, pero están estrechamente relacionados en la exposición oral de los parameros. De acuerdo a ellos, no existen dos niveles sino más bien reflejan dos aspectos derivativos de una misma configuración, esto es, forma y contenido en cierta manera representando lo siguiente: Forma = /exterior/ morfología, caracteres preceptuales recurrencia o continuidad visual. Contenido = /interior/citología/fisiología, recurrencia o continuidad utilitaria. Es de destacar que las más de 240 plantas ornamentales cumplen una función por demás cultural y estética dada la frecuencia diaria del fenómeno de búsqueda de plantas para reproducir y acrecentar la belleza de los altares siempre adornados con flores nuevas. Mujeres, hombres y muy especialmente niños, miembros de la familia, colectan flores silvestres para (al decir de los parameros mismos) acicalar sus imágenes de culto predilecto: San Isidro Labrador, la Virgen del Carmen, el Santo Niño, San Judas Tadeo, San Miguel Arcángel, etc. Más que íconos, materializan una fe cristiana no carente de sincretismos religiosos como se evidencia en las paraduras del Niño Dios cuando, en contrapunteo y por más de un mes, toda la zona rural andina renueva los lazos sociales en canto y violín, vino y bizcochuelo, además de recuerdos y reafirmaciones culturales. Se ornamentan con matas también a los pesebres, los arcos y las tumbas para enfatizar no sólo una tendencia ritual hacia la trascendencia (religiosa) sino una práctica cultural acentuada de cercanía hacia las flores locales. Ello se refleja en el hecho de que, en los Andes venezolanos, casi ninguna residencia deja de ostentar un altar para el que se reserva un lugar especial en las habitaciones, cotidianamente alum-
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brado con velas y acicalado con flores, ni un solo paraje sin cultivos de flores en jardines y huertas. Además de ello la floración de las plantas es estacional y la mayoría de informantes conoce el tiempo en que cada grupo de matas florece. Las plantas consideradas contraindicadoras son aquellas no recomendadas para algún uso específico por ser nocivas o debido a que su uso desencadena resultados no deseados. Se refiere a plantas perjudiciales como alimento (para animales, niños o adultos), abono (plantas con grandes capacidades adaptativas que colonizan grandes extensiones y dificultan los cultivos o bien enflacan el suelo al tomar los nutrientes del mismo), construcción (maderas débiles, pajas poco duraderas etc.) o leña (producen mucha humareda o se consumen muy rápido siendo el esfuerzo de búsqueda y transporte mayor al beneficio). Los parameros marcan léxicamente a las plantas contraindicadoras al especificar que son las que “causan perjuicio” en condiciones determinadas, aunque podrían ser neutrales o causar beneficios en casos particulares. Tal es el caso de algunos churcos (Oxalis spp.) reconocidos como generadores de dolores de vientre si los consumen algunas mujeres, en especial si tienen el período, y que pueden, en cambio, ser ingeridos por los choyos o los niños pequeños. Plantas indicadoras, en cambio, pueden sustentar conocimientos ambientales con respecto a suelos o usos de la tierra. Por ejemplo, el chocho (Lupinos meridanus Moritz) es reconocido por los parameros como indicador de barbechos en descanso de mediana recuperación de la cubierta vegetal original. Es decir, indica al buen conocedor que ese sector del páramo pudo ser un área de cultivo en un pasado no muy remoto, pese a que el observador desconociera el barbecho en cuestión. La planta acaule, pata de joso (Acaena cylindrostachya R. et. P.), es conocida por indicar buenos terrenos, en tanto que la viravira grande macha (Gnaphalium sp.) refleja terrenos cansados, falcos o no aptos para la siembra. Aquellas plantas utilizadas para ciertas etapas de la elaboración de alimentos o en la construcción de abrigos se consideran cubridoras, tal es el caso del frailejón común (Espeletia schultzii Wedd.) utilizado para fabricar quesos o envolver huevos. Algunas pocas plantas parameras se utilizan para el aseo personal como jabones o esponjas, o para lavados de cuerpos, pies o niños en edades específicas (tales como el aguadivina (Danthonia sp.), la guafa) (Phytolacca sp.) o el frailejón amarillo (Espeletia sp.). Notable y sutilmente cotidiano resulta la vital importancia de las plantas parameras en la concepción integral de la vida. Al momento de nacer, luego de ser envuelto en frazadas abrigadas, el infante tiene contacto directo con plantas parameras ya que, a la tenue luz de las habitaciones más íntimas donde nació, se lo baña con infusiones de hojas y raíces sustentadoras como chivacú (Gaultheria sp.), albricias (Gaultheria buxifolia Willd.) o chicoria blanca (Malvastrum acaule Gray). Para garantizar una suerte de protección vital y longeva al niño, se practica el entierro de la placenta y el cordón umbilical
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en algún recodo del suelo de la cocina (De Robert 2001) donde contará con el abrigo permanente del fogón que, de alguna manera, se transmite y revierte en salud y bienestar para el infante y su madre 7 (cf. Rojas Trejo 2000). “... a la muchachita mía le pegó un susto y se le bajó el cuajo …antonces a yo y mi señora pegamos a dale sobas con matas de frailejón y tabacote ... le pegó gómito y cursera.. y se los golvimos a poner en el sitio ¡… si no! se nos muere la niñitica.. las matas son de mucho beneficio pa nojotros aquí en el páramo.. pa todos los males encuentra vusté algo que lo alivia a no más es conoceles el aispeto por juera y la sustancia por dentro...” (Bernabé, Las Piñuelas). En la concepción del ser paramero además del alma y el cuerpo se integran, entre otros, el cuajo (transmutado en pelota al madurar físicamente) y la paletilla junto a los que se desarrolla el sentido (razón, discernimiento, capacidad de decisión). Ambas esencias están en continuo movimiento, pero en áreas limitadas del cuerpo humano pues poseen lugares físicos determinados. Tanto el cuajo como la paletilla cambian de lugar relativo, en virtud del sexo, la edad y la condición estéril o fértil de los seres humanos. El cuajo usualmente, se ubica en la parte superior del vientre muy cerca del ombligo a la derecha, y la paletilla se encuentra bajo las costillas en la parte superior del estómago. La posición de ambos elementos es absolutamente importante para permitir la vida de los seres humanos: ninguno de los dos debe moverse precipitada o inesperadamente pues se consideran que son tanto la causa como la generación de muchas enfermedades, lo cual se expresa de maneras algunas veces dramáticas y sorpresivas en los cambios de fenómenos o elementos naturales como la luz, el agua o el viento (ellos mismos considerados entes). No en balde las habitaciones tradicionales o recintos parameros son generalmente oscuros, tendentes a la intimación y al abrigo, puesto que los parameros prefieren espacios poco iluminados y que no estén expuestos a los elementos naturales. Comunes son, en la mayoría de páramos visitados, las historias de infantes o adultos malogrados por elementos naturales que aparecieron o se expresaron abrupta o inesperadamente. Curiosamente, la mayoría de los ejemplos mencionados en los cuentos parameros aluden a personas que sobrevivieron a tales eventos pseudo sobrenaturales. Por ejemplo, una garúa que se transforma rápidamente en tormenta sin previo aviso, una bruma espesa imprevista en medio de una neblina tenue, una crecida de un río que, sin bramar, impidió su cruce en segundos, o la aparición repentina de un arco iris bien formado, etc. pueden y han malogrado, dañado o enfermado a algunas personas que deben su recuperación parcial o total a 7 En los Andes venezolanos, la noción de madre, el embarazo, el parto, el cuerpo y la enfermedad han sido tratados intensa y extensamente por Belkis Rojas Trejo, Pascale de Robert y Jacqueline Clarac, a los que se refiere al lector que busque mayor profundidad sobre estos tópicos.
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ciertas plantas parameras. También se escuchan múltiples historias de salvados por efecto de las plantas parameras, como aquéllos que casi sucumben al mal de páramo. En este sentido, las mujeres sin hijos en edad de procrear, las paridas y los recién nacidos son particularmente frágiles a los movimientos o posiciones que adopten ambas esencias. Los parameros consideran que sólo las sobas o tratamientos con plantas permiten la reubicación de ambas y, por extensión, de la vida misma. Así mismo, los movimientos producidos por el cuerpo humano de manera abrupta (por efecto de sustos, carreras, o aceleramiento del paso en caminatas parameras, gritos, etc.) o inesperadamente (el ritmo de vida paramero suele ser tranquilo a tono con el latido de cada persona) alteran sin duda los componentes del cuerpo y generan una serie de males entre los que destacan los males de estómago (incluyendo las enfermedades de parto o post-parto), los ataques de arcos 8, o los males de páramo (comprendidas una serie de enfermedades más complejas como batuqueo, espantos, pasmos, serenos, mal de ojo, mal de madre, etc.). Las plantas entes que alivian tales males constituyen un eslabón esencial para mantener la continuidad, la permanencia y la manipulación de la vida paramera: restablecen el orden de las esencias corporales que, cuando se desorganizan o se mueven, causan enfermedades e incluso la muerte. Más de 25 especies botánicas se mencionaron como potenciales sanadoras y ubicadoras del cuajo o la paletilla. Las más populares se presentan en la Tabla Nº 3. Tabla N 3 Algunas plantas medicinales usadas por los parameros Nombre paramero
Nombre latino
diente de león mastuerzo sanalotodo salvia real ajenjo frailejón morado yerbabuena de páramo repollo mucutana escorzionera chicoria morada ruda rabo de zorro hinojo yerba de pozo palmiche díctamo de castilla
Taraxacum officinale Web. Lepidium bipinnatifidium Desv. Baccharis tricuneata Pers. Senecio sclerosus Cuatr. Artemisia sp. Oritrophium venezuelense Cuatr. Mentha sp. Echeverria venezuelensis Rose Hinterhubera sp. Draba sp. Hypochoeris sp. Ruta graveolens L. Castilleja fissiflolia L.f. Foeniculum vulgare Mill. Gnaphalium spp. Orthosantus chimborasensis Bak. Anthoxanthum odoratum L.
8 Los arcos son entidades femeninas y masculinas que se manifiestan en el agua, especialmente estancada. Se cree que tienen poder para “robar”, capturar o secuestrar seres humanos, fundamentalmente niños o escoteros (caminantes sin equipaje usualmente solos).
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La fama de las plantas parameras como efectivas y las prácticas culturales de recolección de plantas parameras medicinales por parte de yerbateros de cualquier sector de las montañas andinas, desde épocas prehispánicas, transciende el ámbito rural andino y pueden encontrarse prácticas medicinales con plantas parameras en muchas zonas urbanas de todo el país. A favor de la hipótesis de una tradición medicinal precolonial, pueden citarse los nombres de algunas plantas que delatan su ascendencia si no claramente indígena al menos no hispánica, tales como: curuba (Passiflora mollisima Bailey), chivacú (Vaccinium floribundum HBK), chungalé (Cestrum sp.), chucuyus (Oxalis sp.), chulco (Oxalis cf. spiralis R. et P.), tiboy (Hesperomeles resinosa-punctata Pitt.), chilca (Stevia lucida Lag.), michiruy (Draba sp.), etc. Algunos líquenes parameros también se consideran medicinas efectivas y contiguos cognitivamente a las plantas, contándose entre ellos el huesito de páramo (Thamnolia vernicularis (Sw.) Ach. Ex Schaerer) o la flor de piedra (Parmelia sp.), aunque se les atribuya ontogénesis diferentes a las de las matas. Los líquenes, a diferencia de las matas, se generan por la humedad en el cielo o en las rocas, tales entes los engendran y las nubes las transportan. Las matas constituyen un dominio único: observan etapas análogas a las humanas (nacen, crecen, se reproducen, mueren) y, salvo la carencia de movilidad, su ontogenia corre paralela a la de los animales y los hombres: son creadas por Dios como un regalo a la vida. Taxonómicamente, además, los parameros construyen un complejo sistema de ordenamiento subdividiendo en primera instancia a las matas en once formas de vida (árbol, yerba, arbolito, bejuco, frailejón, caña, pasto, musgo, díctamo, papa, paja9) que comprenden al menos 571 genéricos (sensu Berlin et. al 1973, Berlin 1992), de los que 488 son terminales y 83 dan lugar a 333 específicos como se grafica parcialmente en la Figura Nº 1. Los nombres de las plantas aluden a la forma, función, o contexto de las mismas proveyendo al escucha un rico caudal de información previo a su contacto con la planta en cuestión. Ejemplos del primer caso son los siguientes: aguja (Erodium cf. cicutarium L’Her.), aparrado (Hesperomeles cf. glabrata HBK), rabo de zorro (Valeriana phylicoides Briq.), tabacón (Senecio formosus HBK), doradilla (Jamesonia canescens HBK Steyerm.), gusanillo (Lycopodium cf. clavatum Desr.), azulito (Veronica cf. humifusa Dicks.), pegajosa (Lucilia longifolia Cuatre. & Aris.) etc. Entre los nombres que aluden a usos están algunos como los siguientes: bejuco de arco (Vicia andicola HBK), albricias (Gaultheria buxifolia Willd.), escobilla (Pernettya prostrata Sleu.), viravira macho (Gnaphalium sp.), borrachero (Pernettya cf. elliptica DC), yerbapicante (Ranunculus cf. praemorsus DC), palmiche (Orthosanthus Pueden además causar maleficios que se expresan en enfermedades o dolencias, o beneficios que pueden reflejarse en temporadas de lluvias favorables que redundan en buenas cosechas, o en el nacimiento de animales de carga o ganado (véase Clarac 1981). 9 Análogos a las Formas de Vida científicos por lo que más apropiadamente deberían escribirse en mayúsculas.
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Figura Nº 1 Representación gráfica de la clasificación etnobotánica general paramera del frailejón
chimborasensis Bak.) etc. En tanto que el contexto se refleja en lexemas como: sabana clavel (Paepalanthus cf. karstenii Ruhl), yantén de páramo (Plantado hirtella HBK), flor de palo (Rhynchospora cf. macrochaete Steud.), ajenjo de monte (Stachys venezuelana Briq.), flor de musgo (Arenaria jahnii Blake), yerba de palo (Rebulnium hypocarpium Hemsl.), yerba de pozo (Lourteigia stoechadifolia King.), yerba de ovejo (Noticastrum marginatum Kunth. Cuatrec.), etc. Un ejemplo digno de mencionarse para ilustrar la sabiduría paramera en torno a un grupo de plantas únicas del páramo es el frailejón, tal como se ilustra en la Figura Nº 2. Este conjunto de especies endémicas han estimulado el agrupamiento de muchas de ellas en una tribu botánica conocida como Espeletiinae; 45 especies del género más común Espeletia se encuentran en Venezuela y del que los parameros venezolanos reconocen 22. Tomando en cuenta la limitada distribución de algunas especies, el saber paramero es notable. Por otra parte, la unicidad de los frailejones ha sido resuelta en el sistema de organización botánico paramero en un agrupamiento mayor que incluye 37 etnotaxas y comprenden 7 géneros de la botánica sistemática (Espeletia, Gnaphalium, Orithrophium, Lucilia, Paragynoxis, Icutergia, Senecio) y 27
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Figura Nº 2 Representación gráfica de la clasificación etnobotánica paramera del frailejón (37 etnotaxa, alrededor de 27 especies botánicas)
especies botánicas, basadas en la similitud o diferencia de las plantas en cuestión aunque reconociendo que son polimórficas (Zent y Zent 1999). En este breve desandar paramero creemos haber ilustrado al menos tres aspectos. (1) Los parameros venezolanos conocen las plantas y las utilizan para reproducirse material y culturalmente. Es decir, tanto en su ecología de subsistencia como ideológicamente, las matas juegan roles centrales. (2) Las plantas resultaron ser criterios fundamentales en la definición paramera del ambiente páramo, incluso no sólo aquellas consideradas endémicas. Pero fundamentalmente, se mostró acá, (3) cómo, desde los puntos de vista ideológico, utilitario y cognitivo, los parameros venezolanos constituyen una compleja etnia que ha sabido forjar un lugar en un ambiente donde, sin duda, las plantas son parte integral de su vida cotidiana, constituyendo un recurso sin el cual la permanente presencia humana en el páramo se tornaría imposible y sin cuyo valor las prácticas y reproducciones culturales se transformarían en otras expresiones muy distintas a las parameras de esta época.
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Resumen Este ensayo explora el concepto de páramo desde perspectivas populares y científicas. Resume, además, algunos de los resultados de investigaciones etnobotánicas en páramos venezolanos en torno a la relevancia de las plantas para los parameros (en términos materiales e ideológicos), especialmente en relación a la percepción del cosmos (incluido el cuerpo humano) así como su papel para permitir la permanencia de grupos humanos en un ambiente altoandino. Abstract This essay explores the concept of páramo from folk and scientific perspectives. The relevance of plants (both in material and ideological levels) for local people’s cosmovision and their role in terms of allowing people to inhabit the highland environment are also summarized, based on the results from previous ethnobotanical research. Bibliografía Archivo General de Indias 1655 Visita al Pueblo de Chachopoy sus anejos. Sevilla, legajo 835c, vol. 14. Archivo Histórico de la Provincia de Mérida 1791, 1798, 1803, 1804, 1807 Tierras Realengas y de Propios. Derechos en el páramo. Tomos II, XXXV, XLVIII, XLIX, LI, LIII, LXXXI. Registro Principal de Mérida. Azocar, Aura 1980 Los páramos de Venezuela. En K. Weidmann. Páramos Venezolanos. Caracas: Editorial Oscar Todtmann/Fundación Polar. p. 16-21. Barclay, .H.G. 1966 Human Ecology of the páramos and punas in the High Andes. XXXVII International Congress of Americanist. Argentina. IV: 203-211. Berlin, Brent, Dennis E. Breedlove, y Peter H. Raven 1973 General Principles of Classification and Nomenclature in Folk Biology. American Anthropologst. 76: 327-29. Berlin, Brent 1992 Ethnobiological Classification. Princeton, New Jersey: Princeton University Press. Clarac, Jacqueline 1981 Dioses en Exilio: Representaciones y prácticas simbólicas en la Cordillera de Mérida. Fundarte: Caracas. 263 p. 24
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Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas Departamento de Antropología, Apartado 21827 Caracas 1020-A, Venezuela E-mail:
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