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La Deforestación Sergio Guevera S. Javier Laborde D. Graciela Sánchez-Ríos
La selva perennifolia alta y mediana es rica y frágil, cubre 7% de la superficie de la tierra y contiene más de la mitad de las especies descritas en el mundo (Wilson, 1987, 1988). Paradójicamente, y a pesar de poseer esa gran riqueza de especies, la literatura afirma que la selva es muy frágil (Gómez-Pompa et al., 1972, Lugo, 1988; Myers, 1988; Raven, 1988).
PARTE
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La Deforestación
La amenaza para la biodiversidad La deforestación extensiva es la principal amenaza para la biodiversidad de la selva. La cobertura de la selva en diferentes periodos y en distintas partes del planeta, tiene como denominador común la progresiva disminución de la superficie. La deforestación de la selva deja tras de sí fragmentos de la propia selva esparcidos en el territorio. La deforestación está estrechamente vinculada con el uso del ecosistema, uso que a lo largo de la historia ha tenido diferentes modalidades, en relación con la tecnología disponible para cortar la selva y para usar el suelo. El uso del suelo determina la extensión de la deforestación, el grado de transformación y el tiempo de aprovechamiento. Por lo tanto la forma de uso del suelo influye directamente en la presencia de especies en el sitio y sus alrededores, en el número, tamaño y distribución de los fragmentos y en el tiempo en que se abandona el sitio. Actualmente, debido a que el abandono de los sitios es cada vez menos frecuente la deforestación es extensiva, el uso del suelo muy intenso, tecnificado y de largo plazo. Así lo indican los datos de la FAO (1997): en la década de 1980 desaparecieron aproximadamente 8% de los bosques tropicales del mundo y en la década siguiente la tasa de destrucción fue apenas un poco menor, es decir, que en el periodo entre 1980 y 1990, se deforestaron anualmente 15.4 millones de hectáreas de selva, de las cuales 7.4 millones corresponden a América Latina y el Caribe. En esta región la apertura de potreros para el ganado, vacuno ha sido la causa de la deforestación de la selva en las últimas dos décadas (Amelung y Diehl, 1992; Fearnside, 1993).
Las causas de la deforestación Las causas de la deforestación cambian a lo largo del tiempo y de las regiones. La deforestación y el abandono de la selva surgieron con los sistemas agrícolas nómadas (tumba-rozaquema), más tarde apareció el monocultivo de especies introducidas, el cultivo de pastos para alimentación de ganado y el 86
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cultivo tecnificado de grandes extensiones. Visto desde el punto de vista de la estructura del paisaje la deforestación y el abandono, estrechamente relacionados con los fragmentos de la selva en los sistemas extensivos, poco a poco se transformaron en uso intensivo sin barbecho, el cual es ajeno a la fragmentación de la selva. Las causas actuales de la deforestación tienen que ver con la explotación forestal, la apertura de campos de cultivo y potreros, el desarrollo de infraestructura urbana y de comunicaciones, como la construcción de carreteras, de presas, caminos, explotación petrolera, viviendas, y desde luego los fenómenos naturales entre los cuales destacan los incendios, las inundaciones, los deslizamiento de tierra y los huracanes, entre otros (Geist y Lambin, 2001, 2002).
La extensión de la deforestación En México la selva desapareció, según estimación de la FAO (1997) con una tasa de anual de 630,574 ha por año en el periodo de 1990 a 2000. Se calcula que al inicio del periodo había un poco más de 55 millones de hectáreas, si se aplica esta tasa estimada, resulta que hay una pérdida de la cobertura forestal de 1.1% anual. En la zona tropical húmeda de los estados de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas, 13% de la superficie ha sido convertida a terrenos de cultivo y 19% a potreros. La reducción neta de esta transformación es de 13 millones de ha, es decir, una disminución de 68% de la superficie original (Toledo, et al., 1989). Los datos indican que al final de la década de 1970 y principio de la década de 1980 se deforestó 40% de la superficie restante del trópico húmedo. Lo que da como resultado, que en el trópico húmedo veracruzano la extensión original se dedique, 26.3% a actividades agrícolas, 30.9% a las actividades ganaderas y que 41.6% conserve la vegetación forestal natural (Toledo y Ordóñez, 1998). 87
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Estas cifras explican que durante los últimos años de la década de 1980 la expansión de la frontera ganadera haya alcanzado su nivel más alto (Toledo, 1987). La tendencia general, en el estado de Veracruz como en otros estados del sureste de México, ha sido al crecimiento de la superficie de pastos a costa de la cobertura forestal y a partir de 1970 también a costa de las áreas agrícolas (González-Montagut, 1999). En la región de Los Tuxtlas había 250,000 ha de selva hace 60 o 70 años (capítulo La vegetación, en este libro), sin embargo en el periodo entre 1960 y 1980 se redujo a 40,000 ha debido a la colonización y al desmonte con fines agrícolas pero sobre todo ganaderos (Dirzo, 1991). La primera estimación de la deforestación de la sierra fue de Dirzo y García, (1992) que la midieron en la porción norte de la sierra de Los Tuxtlas, en el macizo del volcán San Martín Tuxtla. Sus datos para el periodo 1967 a 1986 muestran que la selva se redujo en esos 19 años 56%, con una tasa anual de 4.2% para el intervalo de 1967 a 1976 y de 4.3% para el intervalo de 1976 a 1986. Esto explica que en 1986, 84% de la selva hubiera desaparecido. Los autores sugieren que si la tasa de deforestación de 4.3% por año se extrapola a un periodo de 40 años, la superficie remanente sería de 7,360 ha, es decir, 8.7% de la superficie con que se contaba a principio de la década de 1960 (Dirzo y García, 1992).
Veintiún años de deforestación En este capítulo describimos la deforestación de la región de Los Tuxtlas y analizamos sus consecuencias para el paisaje de la sierra. El periodo de estudio va de 1972 a 1993, y con el fin de hacer más fino el análisis lo dividimos en tres intervalos: de 1972 a 1986, de 1986 a 1990 y de 1990 a 1993. A lo largo de esos 21 años medimos la superficie que se deforestó, la superficie que permaneció y la superficie que se reforestó y con esos datos calculamos la tasa anual de deforestación para cada uno de los intervalos. 88
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Es la primera vez que se evalúa la cobertura forestal de toda la sierra en un período relativamente largo. Aunque tal vez lo más llamativo del trabajo sea la descripción detallada de la deforestación y su efecto en la fragmentación interpretándolas desde el punto de vista de la ecología del paisaje. La herramienta principal para este estudio fue el sistema de información geográfico de Los Tuxtlas (SIG-Los Tuxtlas), del Departamento de Ecología Vegetal del Instituto de Ecología, A.C., que emplea imágenes de satélite de dos resoluciones: 25m/pix para el año 1993 y 60m/pix para los años 1972, 1986 y 1990. Para la identificación de los límites de la vegetación natural forestal se utilizó la composición a color de las bandas 5, 4 y 1. Para diferenciar la vegetación natural de otros elementos que en las imágenes son señalados en el mismo color, se empleó como material de apoyo un mosaico de 80 fotografías aéreas de 1991, escala 1 : 75,000. Se digitalizó en pantalla con escala fija (1:100,000) con el programa ArcView (Versión 3.1) y se elaboró un mapa con los polígonos de vegetación forestal natural para cada uno de los años señalados antes. La imagen de 1972 cubría aproximadamente 50% de la región, para completar la cobertura se utilizaron los polígonos de vegetación de 1986. Para estimar las diferencias de la superficie entre años, se calculó la unión de los mapas en pares por el procedimiento Union Two Theme, que da como producto una tabla y un mapa con los atributos de ambos mapas, de esta forma es posible identificar los polígonos por su origen. Los polígonos nuevos entre años consecutivos se etiquetaron como reforestación y los polígonos faltantes como deforestación. El SIG-Los Tuxtlas permitió estimar con precisión los cambios de la superficie forestal entre los intervalos del periodo estudiado. La superficie forestal cambia de forma irregular, debido a que en algunos sitios aumenta y en otros disminuye. Esto quiere decir que aparecen o desaparecen fragmentos, que los bordes de la selva cambian su trazo y que se abren o cierran huecos al interior de las extensiones de selva.
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Deforestación y reforestación La deforestación significa formalmente la desaparición del dosel de la selva, aunque también puede consistir en el aclareo de la vegetación bajo el dosel, sin embargo en este estudio cuando hablamos de deforestación nos referimos concretamente a la pérdida del dosel de la selva. Esta eliminación del dosel obedece a los requerimientos del cultivo o las necesidades de los pobladores, las actividades productivas están sujetas a ciclos anuales, bianuales o plurianuales. Una vez concluido el ciclo en cuestión, cesan las actividades y el sitio se abandona por un periodo, definido por la velocidad de reforestación o recuperación de la cobertura forestal y de la fertilidad del suelo. Esto explica que la deforestación y la reforestación formen un binomio adaptado a la estructura y composición de especies de la selva, a las condiciones ambientales prevalecientes, a la capacidad de regeneración de la selva y al mantenimiento de la productividad del suelo. Visto como elementos del paisaje, la selva, el campo agrícola o potrero y el acahual tienen una correa de trasmisión entre ellos, que es la biodiversidad, que hace que el paisaje sea funcional.
La deforestación y el paisaje Con el fin de analizar la deforestación desde el punto de vista del paisaje de Los Tuxtlas, identificamos cuatro categorías de deforestación: 1) cuando la deforestación ocurre en el borde de una isla o fragmento de la selva, 2) cuando la deforestación abre un hueco en el seno de una superficie de selva, 3) cuando la deforestación desintegra una extensión de selva y forma dos o más fragmentos o 4) cuando la deforestación elimina fragmentos de selva. De la misma forma reconocemos que como consecuencia del abandono ocurre un proceso de reforestación con cuatro modalidades o categorías: 1) cuando se reforesta un sitio en el borde de la selva, 2) cuando la reforestación ocurre en el interior de 90
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una extensión de selva, 3) cuando la reforestación une dos o más fragmentos o 4) cuando la reforestación forma uno o más fragmentos nuevos. Existe una novena categoría, que es la superficie de la selva que permanece durante cada intervalo del periodo de estudio. Se calculó la superficie y el cambio de cada una de las nueve categorías entre los intervalos y con ello se dedujo la tasa de deforestación anual. La estimación de la deforestación en Los Tuxtlas se puede reducir a una cifra de pérdida de superficie de la selva, pero puede ser más fina y desglosarse en cada categoría, con lo cual se entiende mejor el efecto que la deforestación tiene en el paisaje. También es una forma de describir con detalle el patrón de fragmentación de la selva y deducir su efecto en la biodiversidad y en el potencial de regeneración de la selva.
Las escalas de la deforestación En 1972 había en Los Tuxtlas 97,015 ha de selva húmeda, de bosque mesófilo, de bosque de pino y de bosque de encino; en 1993 al final del periodo de estudio, quedaban 54,281 ha, equivalente a 56% de la cobertura forestal de 1972 y a 21.7% de la superficie total de la sierra (Figura 1 y Mapa 6).
La deforestación en el tiempo En la Figura 2 se muestra la proporción de la superficie que se deforestó, la que permaneció y la que se reforestó en el periodo de estudio. El mayor porcentaje corresponde todavía a la superficie que permaneció. En el Mapa 6 se muestra que esta área que permaneció está principalmente en las cimas de los volcanes. Según la fotointerpretación, en el intervalo entre 1990 y 1993 hubo una notable disminución de la cobertura forestal, de hecho, llama la atención que 50% de superficie forestal se haya perdido en un intervalo de 3 años. 91
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100,000
superficie (ha)
80,000
60,000
40,000
20,000
0 1972
1986
1990
1993
FIGURA 1. Disminución de la superficie forestal de la sierra de Los Tuxtlas de 1972 a 1993 (21 años).
La rapidez con la que ocurrió esta pérdida de la cobertura vegetal se refleja en la tasa de deforestación anual, que en el intervalo de 1972 a 1986 fue de 1.89, en el intervalo de 1986 a 1990, disminuyó a 1.10, y en el intervalo de 1990 a 1993 aumentó hasta 9.42. La tasa de deforestación calculada por Dirzo y García (1992) de 4.2 y 4.3 para los intervalos de 1967 a 1976 y de 1976 a 1986, respectivamente, no es comparable con las tasas obtenidas en este estudio debido a que el trabajo de referencia se llevó a cabo en la mitad norte de la sierra y en un periodo distinto al de esta investigación.
La deforestación en el territorio Partimos de una extensión inicial de 97,015 ha en 1972, al finalizar el intervalo 1972 a 1986 se deforestaron 21,429 ha, permanecieron 75,585 ha y se reforestaron 784 ha. En el periodo de 1986 a 1990 se deforestaron 6,411 ha, permanecieron 69,957 ha y se reforestaron 3,078 ha. Por último, en el periodo 1990 a 1993 se deforestaron 20,918 ha, permanecieron 52,132 ha y se reforestaron 2,149 ha, Figura 2. 92
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100%
80%
60%
40%
20%
0% 1972-1986
FIGURA 2. Proporción
Deforestado
1986-1990
Permanece
1990-1993
Regenerado
de la superficie total de la sierra de Los Tuxtlas que se deforestó, que permaneció y que se reforestó.
En el primer intervalo de 14 años se deforestó casi tanta selva como en el tercer intervalo de tres años, mientras que en el segundo intervalo de cuatro años, la deforestación fue sensiblemente menor que en los dos intervalos anteriores. Es interesante hacer la relación entre la superficie que se deforestó y la que se reforestó en cada intervalo. Los datos para el primer intervalo, no son comparables con los dos intervalos siguientes debido al número de años de cada uno. En el tercer intervalo la reforestación fue de 2,149 ha y en el segundo de 3,078 ha. Independientemente de la superficie de selva que permanece en cada intervalo, es interesante subrayar que en el segundo intervalo el porcentaje de la superficie reforestada en relación con la superficie que permaneció fue de 48% y en el último intervalo fue de 10.2%. Estos porcentajes reflejan la importancia del abandono de sitios deforestados, desde luego que el porcentaje más interesante es el de 48%, sin embargo, en el tercer intervalo la proporción de superficie reforestada no es despreciable. 93
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SUPERFICIE REFORESTADA
DEFORESTADA
Interior de fragmento Integración de fragmentos Borde de fragmento Añade nuevo fragmento
Interior de fragmento Fragmentada Borde de fragmento Elimina fragmento 8,000
6,000
4,000
2,000
0
2,000
4,000
NÚMERO DE SITIOS O FRAGMENTOS
Interior de fragmento Integración de fragmentos Borde de fragmento Añade nuevo fragmento
Interior de fragmento Fragmentada Borde de fragmento Elimina fragmento 1600
1200
800
400
0
400
800
FIGURA 3. Número de sitios o fragmentos y su superficie en cada una de las cuatro categorías de deforestación y de reforestación, entre 1986 y 1990; 1990 y 1993 en Los Tuxtlas.
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1986-1990
1990-1993
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La Deforestación El patrón de fragmentación El patrón general de fragmentación está basado en el Mapa 6, y está formado por cuatro tipos de remanentes de selva. El primer tipo, se refiere a las grandes islas de vegetación en el volcán San Martín Tuxtla, en la sierra de Santa Marta y en la sierra de San Martín Pajapan. El segundo tipo son los arcos, conjuntos de fragmentos cercanos entre sí que están unidos a una misma isla. El tercer tipo de remanentes son los corredores que unen las islas entre sí. Por último, como cuarto tipo identificamos a los archipiélagos que son dos o más fragmentos aislado de cualquier otra isla, arco o corredor (Figura 4). El patrón de fragmentación permite describir el efecto que la deforestación y reforestación tienen en la conectividad o aislamiento de cada fragmento, de cada tipo, entre los tipos y en el conjunto en general. Esto tiene una gran importancia para la estructura del paisaje y sobre todo, para la funcionalidad del paisaje, o dicho de otra forma, para la regeneración de la selva en sitios abandonados. En el Mapa 6 y Figura 3, se muestra que la deforestación en el intervalo de 1972 a 1986 se concentró en la porción sur de la región, conocida como macizo de Santa Marta. La mayor superficie deforestada está en la periferia de la selva, especialmente en la parte sur y este de la sierra de Santa Marta. La mayor extensión se concentró en nueve sitios y provocó una intensa fragmentación, que tuvo como consecuencia el aislamiento de la vegetación de la sierra de Santa Marta de la sierra de San Martín Pajapan. En orden de importancia, le sigue la deforestación de 50 sitios del borde de la selva y una pequeña fracción que abrió 20 huecos al interior de la selva. La reforestación fue mínima y ocurrió en 68 sitios del borde de selva, se formaron cinco nuevos fragmentos y en seis sitios se unieron fragmentos. Los nuevos fragmentos junto con los fragmentos que se unieron tienen un papel importante pues refuerzan el arco suroeste de la sierra de Santa Marta.
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FIGURA 4. Patrón de frag1 isla de San Martín Tuxtla
mentación de la selva de Los
2 isla de Santa Marta
Tuxtlas. Basado en una imagen
3 isla de San Martín Pajapan
de satélite de 1986.
4 arco suroeste de Santa Marta 5 arco oeste de San Martín Tuxtla
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6 arco noreste de San Martín Tuxtla
12 archipiélago sur de Santa Marta
7 arco noreste de Santa Marta
13 archipiélago sur de San Martín Tuxtla
8 arco noroeste de San Martín Pajapan
14 archipiélago noroeste de San Martín Tuxtla
9 arco sur de Santa Marta
15 archipiélago norte de San Martín Tuxtla
10 corredor Catemaco
16 archipiélago norte de Santa Marta
11 corredor Sontecomapan
17 archipiélago este de San Martín Pajapan
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La deforestación en el intervalo de 1986 a 1990 se distribuyó en toda la sierra, principalmente en 234 sitios de los bordes de los fragmentos mayores, medianos y menores que afectó las islas de vegetación del volcán San Martín Tuxtla y de la sierra de Santa Marta, afectó también el arco suroeste de Santa Marta, el corredor entre San Martín Tuxtla y Santa Marta al norte del Lago de Catemaco y el arco noreste de San Martín Tuxtla. Se fragmentó solo una pequeña superficie en once sitios, se formaron 46 huecos principalmente en Santa Marta y finalmente desaparecieron 11 fragmentos. La reforestación más extensa ocurrió en 714 sitios del borde de la selva, alrededor de San Martín Pajapan, en el arco noroeste de San Martín Tuxtla y en el arco suroeste de Santa Marta. En segundo lugar está la superficie que unió 19 fragmentos, le sigue la formación de 18 nuevos fragmentos y por último la desaparición de dos huecos en la selva (Mapa 6). La deforestación en el intervalo de 1990 a 1993 fragmentó severamente la selva en 82 sitios de toda la región, afectó la extensión principal de Santa Marta, menoscabó seriamente el arco suroeste de Santa Marta aislándolo de la isla y el arco oeste de San Martín Tuxtla. Le sigue muy de cerca la superficie de deforestación de borde, que afectó 760 sitios, y luego la desaparición de 120 fragmentos entre los que se incluyen archipiélagos en la parte sur y oeste, y por último se abrieron 12 huecos en la selva. Este fue el cambio más significativo tanto por el número de fragmentos como en la superficie que se perdió (Figura 3). La pérdida de 120 fragmentos equivale a 5,929.73 ha de superficie, lo cual explica, al menos en parte, el valor de la tasa de deforestación anual que registramos en ese periodo. La superficie de reforestación se distribuyó en 169 sitios del borde de selva, seguida de lejos por pequeñas superficies de reforestación que unieron siete fragmentos, aparecieron 18 nuevos fragmentos y se cerraron 10 huecos (Mapa 6). La Figura 5 da una visión más fina de la deforestación, nos muestra la tasa de deforestación de los fragmentos de un 97
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intervalo a otro. En a) se señala la frecuencia, es decir, el número de fragmentos con una determinada tasa de deforestación en intervalos de 10 y b) la superficie perdida por dicha tasa. Esta variación parece estar relacionada con la cercanía de los fragmentos remanentes a centros poblacionales, caminos, carreteras y otras condiciones que afectan la tala de la selva, como la pendiente del terreno y la densidad poblacional. Entre 1972 y 1986 era posible encontrar numerosos fragmentos bien conservados y con tasas de deforestación bajas, cuatro fragmentos muestran una deforestación anual menor al 10% sumando una superficie de 19,798 ha perdidas en un periodo de 14 años. Entre 1986 y 1990 la tasa de deforestación anual estuvo en la mayoría de los casos por debajo del 30% y tan solo un fragmento perdió 237 ha. En esos cuatro años, ocho fragmentos desaparecieron, una pérdida de más de 400 ha. En los tres años siguientes desaparecieron 120 fragmentos equivalentes a una superficie de 5,930 hectáreas. El cambio de la superficie arbolada siempre significa fragmentación y pocas veces implica integración. En el mapa correspondiente al periodo 1990-1993 (Mapa 6) podemos constatarlo en el sur de la sierra de Santa Marta, donde desapareció una extensa superficie de bosque de pino y encino y se fragmentó un polígono muy grande de selva dejando varios fragmentos de menor tamaño.
La historia ambiental de la deforestación En numerosos trabajos se ha destacado que en México la causa principal de la pérdida de cubierta forestal son los desmontes con fines agropecuarios y se han descartado algunos factores como la incidencia de incendios, ya que estos apenas contribuyen con el 2.2% de la deforestación de bosques a escala nacional, y de manera muy particular en la región sureste del país las principales causas de estos incendios son actividades relacionadas con la roza-tumba-quema y el cambio de uso de suelo para ganadería (Cedeño, 2001). 98
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300
a)
Número de fragmentos
250
200 1972-1986
1986-1990
1990-1993
150
100
50
0 0
0-10
10-20 20-30 30-40 40-50 50-60
60-70 70-80 80-90 90-100
100
b)
20,000
FIGURA 5. Tasa de deforestación a) entre frag-
vegetación forestal y b) la superficie perdida en la sierra de Los Tuxtlas,
15,000 Superficie (ha)
mentos remanentes de
1972-1986
1986-1990
1990-1993
10,000
entre 1972 y 1993. 5,000
0 0
0-10
10-20 20-30 30-40 40-50 50-60
60-70 70-80 80-90 90-100
100
Tasa de deforestación (%)
Existen diversos factores que podrían explicar la magnitud y la velocidad con las que ha ocurrido la tala de la vegetación natural a escala estatal, algunos de ellos aplicables a la sierra de Los Tuxtlas. Destacan los factores económicos, culturales, sociales, legales y políticos, y es quizá la interacción de todos estos factores lo que ha dibujado el panorama actual. Cabe 99
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señalar que de todos éstos, los factores sociales y políticos han sido los más estudiados (Barrera-Bassols, 1992, 1993, 1995; Lazos-Chavero, 1996; Gonzalez-Montagut, 1999; entre otros). El estado de Veracruz ha sido uno de los mayores productores de ganado del país, por tanto, el impacto de esta actividad sobre el entorno forestal ha sido grande. Este impacto empezó en la época de la Colonia, cuando las primeras vacas llegaron a Veracruz, donde se criaron grandes hatos ganaderos en las primeras encomiendas localizadas en las cercanías de la ciudad de Santiago Tuxtla (González–Sierra, 1991). Aunque las encomiendas estaban dedicadas básicamente a la cría de ganado y al cultivo de caña de azúcar, hacia finales del siglo XVI, la ganadería ganó en importancia. No obstante, su impacto en la vegetación fue de poca importancia, ya que una buena parte del ganado se dejaba libre en la selva. Fue hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando el uso de cercas para separar a los cultivos del ganado y la introducción de los primeros forrajes, que las actividades pecuarias empezaron a ganar terreno a los bosques; tanto la cría del ganado como el cultivo de forrajes y granos demandaron más y más terreno. En el siglo XX, particularmente en la década de 1960, distintos acontecimientos en el ámbito nacional hicieron de Veracruz una fuente de alimentos para México. También en esta década, con el florecimiento de la industria petrolera en Minatitlán y Coatzacoalcos, se crearon diversos centros de población que formaron nuevos mercados para el ganado y los productos agrícolas. Ocurrieron grandes desplazamientos poblacionales a Veracruz y grandes extensiones fueron convertidas en ejidos y propiedad privada. Esta movilización dio origen a muchos asentamientos nuevos en la región de Los Tuxtlas. Esta población carecía de una cultura forestal, así surgió un nuevo concepto agrario que ha prevalecido en los ejidos. Al ejidatario que pretendía conservar el monte, se le aplicaba la ley de la tierra ociosa perdiendo la tierra selvática o boscosa con la cual fue beneficiado mediante el reparto agrario (Del Castillo-Cueva, 2001). 100
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Por mucho tiempo se presumió que las vedas forestales o la concesión a grandes compañías madereras promovía el desarrollo forestal. Fue hasta 1986, cuando la Ley Forestal reconoció al dueño de la tierra como beneficiario del aprovechamiento de sus recursos forestales. También ha habido una carencia de alternativas económicas, de financiamiento y de educación forestal acerca del aprovechamiento sustentable de bosques y selvas (Del Castillo-Cueva, 2001). La política agraria produjo un cambio masivo en el uso del suelo apoyado por la recién formada Comisión Nacional de Desmontes y fomentada por la carencia de una cultura forestal y por el desprecio de todo lo que fueran prácticas y sistemas de manejo tradicionales realizadas por los grupos indígenas. Entre 1972 y 1977, con el apoyo de la Comisión Nacional de Desmontes, se cortaron más de 400,000 ha de selva húmeda en todo el país (Toledo et al., 1985). En 1975 fue aprobada una Ley sobre los Recursos Forestales y Silvícolas, que dio facilidades a las comunidades rurales para la explotación de sus recursos madereros y que permitió la explotación de grandes extensiones de bosque y selva poco accesibles. Durante esa misma década, el Plan Nacional Ganadero pretendió reactivar la agricultura a través de la canalización de inversiones al sector campesino. Sin embargo, la selva húmeda y subhúmeda, las tierras de cultivo y la agricultura tradicional perdieron terreno ante la expansión de los potreros, como consecuencia, la erosión aumentó en toda la zona tropical de México, y en el caso de Veracruz la erosión ligera a moderada alcanzó 70% de la superficie y 20% fue erosionada severamente (Barrera-Bassols, 1995). Entre 1970 y 1977, aumentaron los créditos de bancos nacionales para esta actividad, pero también el apoyo a través de bancos privados (como World Bank, Interamerican Development Bank, entre otros). La actividad ganadera se consolidó y superó los niveles de otros países de América Latina (Toledo et al., 1989). Este apoyo internacional explica las enormes cantidades de carne que fueron exportadas a Estados 101
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Unidos (Idem.), lo cual continuó hasta la década de1980 cuando los créditos fueron destinados a apoyar la actividad ganadera, favoreciendo a propietarios de grandes superficies de tierra y caciques (González-Montagut, 1999). A final de la década de 1970, muchos ejidatarios y campesinos convirtieron al menos una parte de sus tierras agrícolas en potreros, actividad que aumentó en la década siguiente. En la década de 1980, Veracruz era el principal productor de maíz, aportaba 62% del total nacional, frijol 74% y arroz 66%, liderazgo que perdió en 1984 disminuyendo en casi un 40% la superficie maicera y más de la mitad de los otros dos productos básicos (Toledo, op. cit., 1989). Esta disminución fue acompañada de un notable incremento en la extensión de pasto en tan solo tres años (19811984). Veracruz aumentó 40% la superficie de pastos, convirtiéndose en el principal productor de ganado, seguido por la caña de azúcar (Idem.). Esto fue ocasionado por la escasa fluidez monetaria, la falta de créditos agrícolas, los bajos precios de garantía y la escasez de mano de obra debida a la migración estacional hacia las zonas urbanas (Lazos-Chavero, 1996). En ese tiempo la Ley de Reforma Agraria bajo el Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (PIDER) repartió tierras de selva húmeda y subhúmeda. Es creíble que como consecuencia de estas reformas agropecuarias, para la década de 1990 casi 2.9 millones de ha de selva húmeda, 50% de la superficie de Veracruz estaba convertida en potreros que mantenían un hato de 4.5 millones de reses (Barrera-Bassols y Rodríguez, 1993). Según el Censo Ejidal de 1971 y el de 1991 (INEGI, V Censo Ejidal 1970 y VII Censo Ejidal 1991, México 1994) en Veracruz hubo un incremento en la superficie dedicada a labores del campo y una reducción de más de 100,000 ha de superficie de bosques y selvas. Esta disminución se reflejó en una disminución a la contribución porcentual respecto a la superficie de selvas y bosques en el ámbito nacional (de 2% al 1%). De manera 102
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paralela ocurrió un notable aumento (3.27 veces) de la superficie con pastos, de agostadero o “enmontada” (Figura 6). El tema del impacto ecológico y socioeconómico de la ganaderización en el estado de Veracruz, y en particular en la sierra, ha sido revisado por Barrera-Bassols (1992, 1993, 1995). El autor señala que aunque en la sierra de Los Tuxtlas la actividad ganadera cubre 30% de su superficie para uso exclusivamente pecuario, el ritmo de crecimiento de esta actividad se ha
1 800 000 1970
1 600 000
1991
1 400 000 1 200 000 1 000 000 800 000
FIGURA 6. Uso del suelo y superficie (ha) en el estado de Veracruz.
600 000 400 000 200 000
Tomado de INEGI, V Censo Ejidal 0
1970 y VII Censo Ejidal 1991, México 1994.
Superficie de labor
Con pasto natural, agostadero o enmontado
Con bosque o selva
Otros usos
ido acelerando en los últimos años (Barrera-Bassols, 1992). La deforestación y el cambio en el uso del suelo en las últimas décadas no tiene precedente histórico, tan solo en la sierra de Santa Marta, para 1990 se había perdido 39% de la superficie forestal registrada en 1980 (Barrera y Rodríguez, 1993). El antecedente inmediato ocurre entre 1960 y 1970, cuando se estimuló la dotación de terrenos ejidales a nuevos pobladores y se apoyó el desarrollo de la ganadería ejidal, trayendo campesinos de regiones vecinas, quienes colonizaron y desmontaron, primero para producir granos básicos y posteriormente para el pastoreo. Este proceso de ganaderización de la región ha traído consigo también una reducción en la superficie dedicada a las actividades agrícolas y ha redundado en los niveles de bienestar de la población (Barrera-Bassols, 1992). 103
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La conectividad y la regeneración de la selva La deforestación de la selva no sólo representa una amenaza para la biodiversidad (Lugo, 1988), sino que tiene otras consecuencias a escala local, regional y global, tales como el deterioro de los servicios ambientales a través de la perturbación del hábitat y del aislamiento de los fragmentos de selva entre sí. Los costos de la deforestación de la selva han sido discutidos en numerosos trabajos con diferentes ópticas, desde la sustitución de la selva por potreros, la pérdida de la diversidad biológica y cultural, hasta la alteración de los ciclos de agua y carbón a escala regional o global (Buschbacher, 1986; Wilson, 1988). El primer impacto de la deforestación a escala local, es sin duda la eliminación o reducción de la vegetación natural que a su vez incrementa de manera notable la erosión del suelo, particularmente en colinas y laderas, tierras bajas y planicies (Bocco y García Oliva, 1989). A escala regional impacta el balance hidrológico reduciendo el agua disponible. El aumento de escorrentía da lugar a inundaciones y al asolve de presas y estuarios. A escala global impacta el ciclo de carbono y contribuye al cambio climático al disminuir la capacidad de captación de CO2 y otros gases de la atmósfera. Se estima que 40% de las emisiones de CO2 provienen de cambios en el uso del suelo. En estudios recientes se ha estimado el efecto que tiene la deforestación en la liberación de bióxido de carbono a la atmósfera. En el país, entre 1940 y 1980 se talaron 9 millones de has de la zona tropical húmeda para dar paso a la ganadería. Tan solo entre 1985 y 1990, la tala de selvas húmedas liberó a la atmósfera aproximadamente 14 000 toneladas de bióxido de carbono y otras 9 000 fueron producidas por el desmonte de las selvas subhúmedas. Esto representa 78% del carbono liberado a la atmósfera durante ese periodo debido al desmonte (Masera et al., 1992).
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La Deforestación La deforestación de la selva acarrea cambios ambientales importantes, sin embargo no se puede evaluar simplemente por la superficie que desaparece por unidad de tiempo, no es un proceso lineal. La deforestación es un fenómeno complejo donde intervienen la calidad de la cubierta forestal, la fragmentación resultante, la pendiente del terreno y el uso que se le asigna al suelo, la combinación de factores permite que la deforestación pueda ser reversible o irreversible. La pérdida de la cubierta vegetal tiene impacto sobre la biodiversidad. Veracruz es considerado uno de los estados más ricos de México, con un total estimado de 7,490 especies de plantas (Flora de Veracruz: Sosa y Gómez-Pompa, 1994) y con 394 especies de vertebrados terrestres endémicos a Mesoamérica. En la sierra de Los Tuxtlas se han registrado 3,356 especies de plantas (Capítulo La vegetación). Toledo (1978) identificó a la sierra de Los Tuxtlas como un refugio pleistocénico.
Entre lo rico y lo frágil La fragilidad del ecosistema de la selva y la vulnerabilidad de la biodiversidad son inconsistentes con la diversidad que permanece en la región a pesar de la deforestación y fragmentación, como lo atestiguan las 3,356 especies de plantas y las 851 especies de vertebrados reportadas, así como por la capacidad de regeneración del sistema (Guevara et al., 2004). Tendremos que revisar esos conceptos de fragilidad a la luz de la ecología del paisaje y particularmente de la conectividad. Sólo un seguimiento de largo plazo de la deforestación y la fragmentación nos permitirá entender su relación con la biodiversidad local y ésta con la capacidad de regeneración de la selva. Así tendremos la base de conocimiento suficiente para conservar y restaurar el ecosistema y su biodiversidad, y para planificar el uso de los recursos naturales en un marco de desarrollo sustentable.
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