La diáspora transnacional purépecha en Estados Unidos

Universidad de Guanajuato La diáspora transnacional purépecha en Estados Unidos Transnational Purepecha Diaspora in the United States Casimiro Leco

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La diáspora transnacional purépecha en Estados Unidos Transnational Purepecha Diaspora in the United States

Casimiro Leco Tomás* RESUMEN En este artículo se estudia la conformación de una nueva diáspora: la purépecha, originaria de una región indígena del estado de Michoacán, México, que actualmente registra una presencia importante de su población viviendo en Estados Unidos. Dada la cercanía geográfica entre ambos países, estos individuos mantienen una estrecha comunicación y movilización entre localidades, dando paso a la conformación de “comunidades purépechas transnacionales”. Dicha comunidad presenta características que distinguen a este sector, que le dan sentido a su identidad étnica y que fortalece la noción de diáspora.

ABSTRACT This article analyses the creation of a new diaspora, that of the Purepecha people, native from an indigenous region in the state of Michoacan, Mexico, which has acquired an important presence in the United States due to the number of its inhabitants living in that country. The geographical position of the two countries has promoted close communications and continuous movements of people between regions, giving way to the creation of transnational Purepecha communities that possess unique characteristics, which give meaning to their ethnic identity and strengthen the notion of diaspora.

INTRODUCCIÓN Este artículo tiene por objeto analizar la construcción social de la “diáspora indígena purépecha” y su participación en el proceso transnacional, el cual se ha construido y fortalecido entre la región indígena purépecha de Michoacán, México, y el sureste de Estados Unidos (EU). Para entender, ubicar y contextualizar el entorno a la diáspora purépecha se retoman algunos conceptos que son fundamentales para el análisis del tema de investigación (tales como territorio, circulación, diáspora, transnacional y comunidad), los cuales nos permitirán comprender, articular y sustentar la recientemente creada diáspora purépecha.

Recibido: 4 de julio de 2012 Aceptado: 11 de septiembre de 2012

Palabras clave: Diáspora; transnacional; indígena; purépecha; Estados Unidos. Keywords: Diaspora; transnational; indigenous; Purepecha; United States.

Es cierto que hay todo un debate teórico acerca de la diáspora y que éste aplica sólo para algunos grupos sociales con características específicas, bien establecidas y consolidadas en este ramo. En este trabajo, se muestra el caso particular de la diáspora purépecha (de reciente creación), tal vez la menos conocida, polémica y falta de elementos para su articulación. Aún así, la diáspora purépecha tiene sus propios argumentos que la perfilan en esta dirección al tomar en consideración su larga tradición histórica de la migración: un porcentaje importante de sus miembros actualmente viven en EU, mantienen una estrecha comunicación y vinculación entre la comunidad de origen y la adoptiva, su constante movilidad poblacional, su organización interna y su identidad étnica le dan sentido a la conformación de la diáspora transnacional purépecha en EU. Lo que pasa con la “comunidad purépecha transnacional” es tan sólo un ejemplo de lo que puede estar sucediendo con otros grupos indígenas en

* Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales (ININEE). Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Ciudad Universitaria, Morelia, Michoacán, México. C. P. 58030. Tel./ fax: (443) 3 165131. Correo electrónico: [email protected]

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México. En este caso, los purépechas han aprendido a movilizarse a “el otro lado”; se desplazan constantemente tomando como referencia la frontera, mantienen un estrecho vínculo y comunicación con sus comunidades de origen, aportan recursos económicos para proyectos de interés comunitario y ocupan cargos de elección popular. En contraste, en EU los purépechas muestran su identidad étnica en momentos significativos a través de diversos elementos culturales y simbólicos: cuando realizan festividades religiosas, danzas, música regional, preparan platillos típicos, se visten a la usanza tradicional, hacen uso de plantas comestibles y medicinales para solucionar padecimientos de salud, se rigen bajo creencias e impera su cosmovisión autóctona, a la que recurren para fortalecer la identidad étnica y cohesión del grupo. Este artículo se divide en dos grandes apartados: 1) Discusión teórica y conceptual, en el cual se abordan diferentes conceptos que permiten indagar en su definición y hacer la conexión con el tema planteado. 2) La diáspora purépecha en EU, con el objeto de mostrar su conformación de la diáspora purépecha, su presencia en aquel país y su participación en el proceso transnacional. Para la construcción del objeto de estudio se analizó toda la información recabada en trabajo de campo; por más de una década se les ha estado siguiendo la pista a los migrantes indígenas de Michoacán: mazahuas, otomíes, nahuas y purépechas. Particularmente, han sido los purépechas a quienes los autores le han dedicado gran parte de la vida académica; se han recorrido prácticamente todos los pueblos intentando documentar la migración. En esta región indígena se ha realizado trabajo de campo en diferentes etapas y también varias veces se ha cruzado la frontera a EU para saber por qué éstos se han ido y por qué han decidido establecerse precisamente en esos lugares. En ambos lugares se han aplicado distintos recursos metodológicos (etnografía, participación acción, entrevistas, cuestionarios, muestreos y encuestas) que nos dan pauta para hablar sobre la conformación de la diáspora purépecha. DISCUSIÓN TEÓRICA Y CONCEPTUAL Antes de iniciar es importante ubicar el problema e identificar conceptos teóricos que permitan entender, explicar y argumentar sobre la construcción social de la diáspora purépecha. Los conceptos que comúnmente aparecen en este estudio son diáspora, transnacional, territorio y circulación, además de comunidad, migra-

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ción e indígena purépecha, los cuales se irán abordando, discutiendo y articulando en la investigación. Entiéndase territorio como el espacio físico, geográfico, hidrológico y cultural, pero también en el que existen sociedades, personas, culturas y valores. No obstante lo anterior, es cierto que el territorio es más que eso: es la identificación del lugar en donde se nace, donde están enterrados los ombligos de la gente, es el hogar, la familia, los amigos y hasta los estigmas sociales. De ahí que una persona difícilmente se despoje y se libere de todo cuando ha tomado la decisión de dejar su terruño; cargan no sólo con los papeles importantes de la familia, sino con su cultura, aromas, sabores, olores, estigmas sociales y hasta con complejos. Cuando la persona sale de su territorio y vive en uno diferente al suyo (en este caso en los EU), a pesar de las fronteras físicas, lingüísticas, culturales y multirraciales, ésta aprende a vivir adaptándose a las condiciones del lugar, pudiendo haber un cambio de habitus (al que alude Pierre Bourdieu) y adoptando su nuevo territorio como si fuera el suyo mientras se vive en éste. Desde luego que el territorio incide de manera importante en el ámbito de la vida cotidiana de las personas, dado que los recursos naturales, físicos y culturales influyen en el estilo de vida de los individuos. No obstante, el territorio no es estático, éste se puede reproducir y reconstruir y, en el caso de la migración, es en el proceso trasnacional en donde claramente se pueden observar las tendencias. A este respecto con los territorios circulatorios se refiere a Tarrius (2000) nos explican sobre la movilidad que se ha ido construyendo a través de las redes sociales y las movilidades que los migrantes realizan entre México y EU. De acuerdo con Tarrius (2000), los territorios circulatorios “abarcan las redes definidas por las movilidades de poblaciones que tienen su estatuto de su saber-circular” (Tarrius, 2000). Cualquier espacio es circulatorio, pero al contrario cualquier circulación no hace territorio. Entonces, la noción de territorio circulatorio constata la socialización de espacios según lógicas de movilidad. se trata sin lugar a duda de territorios circulatorios, producciones de memorias colectivas cosmopolitas y de prácticas de intercambios cada vez más amplios, donde valores éticos y económicos transversales, transfronterizos, interculturales e interétnicos, llegan a una forma social original y se diferencian de las poblaciones sedentarias (Tarrius, 2000).

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Entonces, ¿cuál sería la diferencia con las ideas del transnacionalismo? La idea central de Tarrius (2000) es que el territorio es apropiado por parte de los migrantes, ya que circulan por éste y en esa circulación van creando sentido e identidad, de tal manera que el territorio no sólo se vuelve conocido —por los viajes frecuentes— sino que es “posesión” cultural de los circulantes. Por ello, la circulación se convierte no en migración sino en una forma de vida circulatoria en la que el principal activo o capital de esas personas inmersas en ese estilo de vida es “saber circular”. De ahí que las prácticas, la identidad, la cultura, las concepciones étnicas, etcétera, pasen por la idea de la circulación. Los territorios circulatorios no están definidos como tales, sino que se van construyendo como espiral —en forma de estructura estructurante— conforme a las rutas que los propios migrantes trazan durante su movilidad en ambos lados de la frontera (una circulación en la que resulta difícil distinguir dónde comienza y termina el territorio). Una movilidad que adquiere denotaciones distintas por quienes constantemente tienden a repetir la práctica. Para comprender los territorios circulatorios es importante tomar en consideración a los actores sociales, el tiempo y el espacio, pues son claves en la dimensión contextual. Dentro de la movilidad migratoria, debido a la afluencia que hay con los migrantes, al mismo tiempo se dan y se pueden repetir historias dentro de los territorios circulatorios sobre los que arguye Tarrius (2000). Han sido los franceses quienes más han trabajado la idea de territorio y movilidad en el marco de la migración internacional. Por su parte, Faret (2003) ha estudiado los territorios de la movilidad, la migración y comunidades transnacionales entre México y los EU. Aunado a lo anterior, un caso interesante para analizar la circulación, el territorio, la movilidad, migración y el transnacionalismo lo constituyen los migrantes purépechas (Schaffhauser, 2000). Dentro de la circulación no solamente circulan personas de un país a otro (que van y vienen entre México a EU), circulan también cosas materiales, simbólicas y de identidad —como documentos importantes o “equipajes culturales”— a través de las Tecnologías de Información y Comunicación tales como Internet, [correo electrónico, teléfono, mensajes, Skype y videoconferencias]. Otro de los conceptos importantes que entre los académicos ha generado polémica es el de diáspora, siendo ésta su definición más común: el conjunto de

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diversas comunidades con un mismo origen y establecidas en países diferentes, implicando la dispersión de individuos humanos de un pueblo o una etnia a través del mundo. Así, la diáspora se concibe como dispersión espacial a través del mundo, proceso que históricamente ha tenido como sus casos más representativos a la diáspora judía y a la armenia. Evidentemente, la noción geográfica de la diáspora es importante, pero en nuestros días resulta aún restringida, ya que es necesario incluir bajo esa luz la noción de identidad, membresía, acción y circulación (López Castro, 2003). Aunque mucho se ha polemizado en torno a la diáspora, en general este concepto se aplica para designar pueblos que: en su dispersión, conservaron una cierta cohesión, por lo menos cultural, que se debe en general a su apego a una religión o secta específica y también la mayoría de las veces a un territorio o lugares santos en el país de origen histórico (Borde-Benayoun, 2000).

El término diáspora suele estar relacionado y/o asociado con lo transnacional; los estudios de enfoque transnacional han evidenciado, en el caso de los migrantes mexicanos en EU, la producción de sinergias de información, experiencias e intercambio de favores, bienes y recursos materiales a través de redes que mantienen comunicados a los familiares y paisanos en ambos lados de la frontera. Es pertinente señalar que a este enfoque se le han atribuido algunas críticas como haber matizado las variables de clase social, estatus migratorio y condición de género para favorecer la idea de producción de tales sinergias. Lo cierto es que es claro un fenómeno de movilidad y retroalimentación sociocultural sostenida, a partir del cual es necesario revisar críticamente si la noción de diáspora es pertinente para analizar las migraciones mexicanas a EU en el despuntar del siglo XXI (Hernández Madrid, 2003). Por su parte, es Khaching Tölölian quien arguye que “las diásporas son las comunidades ejemplares del momento transnacional” (Clifford, 1999). Al respecto, Rouse (1989) recurre a una investigación para mostrar y tratar de ejemplificar lo transnacional; en este sentido, realizó un estudio en las comunidades mexicanas de Aguililla, Michoacán, y Redwood City, California —vinculadas entre sí por sus migrantes— para expresar que: se ha vuelto inadecuado considerar la migración aguilillana como un movimiento entre comunidades distintas, entendidas como sedes de diferentes conjuntos de relaciones sociales.

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En la actualidad, los aguilillanos encuentran que sus parientes y amigos más importantes pueden vivir tanto a una distancia de cientos de kilómetros como en su ámbito inmediato. Más aún, con frecuencia suelen mantener esas relaciones distantes en el espacio activas y efectivamente como mantienen los lazos que los unen a sus vecinos. En este sentido, el creciente acceso al teléfono ha tenido una significación particular, en tanto no sólo permite que la gente se mantenga en contacto periódico, sino que contribuya a la toma de decisiones y a la participación en acontecimientos familiares desde una distancia considerable (Rouse, 1989).

Efectivamente, los lugares geográficamente separados se convierten en una comunidad a través de la circulación continua de personas, dinero, mercancías e información. Los circuitos de migrantes transnacionales, como los llama Rouse (1989), ejemplifican los tipos de formaciones culturales complejas de la antropología y los estudios interculturales. Los aguilillanos que se desplazan entre California y Michoacán no integran diáspora; sin embargo, pueden existir dimensiones diaspóricas en sus prácticas y culturas de desplazamiento, en particular para el caso de quienes se quedan por largos períodos, o permanentemente, en Redwood City. Por sobre todo, los aguilillanos bifocales habitan una frontera, un desplazamiento de cruce regulado y subversivo (Clifford, 1999).

Mucha de esta comunicación entre ambas comunidades separadas por una frontera se da gracias a un ir y venir de los migrantes (los cuales sirven como puente de comunicación puesto que llevan y traen mensajes), a lo que hay que sumar las modernas tecnologías de transporte, comunicación y migración laboral. Aviones, teléfonos, casetes con cintas grabadas, videocámaras y mercados de trabajo móviles reducen las distancias y facilitan un tráfico de doble circulación (legal e ilegal) entre ambos países. Cualquiera que sea la lista válida de atributos entorno a lo que debe ser o no una diáspora, lo cierto es que este discurso deberá modificarse necesariamente a medida que se le traduzca y se adapte de acuerdo con necesidades específicas. En su uso histórico y restringido, el concepto de diáspora se usó para definir el exilio forzado y la dispersión geográfica de los judíos (aunque también fue aplicado a mediados del siglo pasado para hablar de los armenios y los griegos). No obstante, desde hace dos décadas también

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se ha estado utilizando el término para analizar otras situaciones de movilidad como la de los refugiados, los exiliados, los trabajadores inmigrantes, los transmigrantes, los nómadas y otros errantes del mundo (López Castro, 2003). Ahora bien, dentro de las razas de la diáspora, se debe reconocer a la diáspora judía hasta ahora como la más importante, representativa y consolidada en este sentido. Del mismo modo, suele hablarse legítimamente de diáspora referida a la armenia, la zagrebi, la turca, la palestina, la cubana, la griega, la polaca y, actualmente a la china y la africana (aunque ninguna de ellas se ajusta plenamente al “tipo ideal” de la diáspora judía) (Clifford, 1999). Aun así, este tipo de comunidades son imaginarias: ...porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión (Anderson, 1997).

Recientemente en México se ha tomado esta idea de diáspora y se ha estado trabajando en ello. Al respecto hay un libro muy interesante titulado Diáspora michoacana (López Castro, 2003), el cual muestra trabajos de varios investigadores en los que se analizan y exponen los indicios de lo que podrían ser las “expresiones de una diáspora de michoacanos”: el hecho de que tales individuos radiquen en diferentes partes de EU posibilita un nuevo enfoque que resulta interesante para el estudio de la migración internacional. Para estos efectos, se señala: La expresión migrante de la diáspora michoacana, su prolongación en el tiempo y su expresión por el territorio de Estados Unidos, así como el continuo contacto con la patria, con el lugar de origen, ha dado lugar a la construcción de una cierta cultura que no es precisamente la del lugar de origen, pero tampoco la del lugar de destino; tiene elementos de ambas pero en realidad corresponde a una reclamación ex profeso de las experiencias, de los contactos culturales. Este campo de investigación lo denominamos “patrimonio cultural migrante” (López Castro, 2003).

Aunque el concepto diáspora aún sigue siendo amplio en su definición, resulta interesante revisar los artículos de Diáspora michoacana, puesto que éstos permiten conocer desde cómo estos individuos man-

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tienen una movilidad, el modo de contacto con sus pueblos, la manera en que reproducen sus prácticas, tradiciones y costumbres, cómo envían remesas y realizan diferentes actividades, las formas en las que recrean identidades, los cambios religiosos y la participación en este proceso transnacional. Para comprender estos cambios fue preciso seguirles la pista a los indígenas purépechas de Michoacán en EU, realizando trabajo de campo y aplicando diferentes estrategias metodológicas. Dentro del lenguaje de la migración se habla de las comunidades migrantes para identificar a ciertos sectores sociales de personas migrantes por medio de la raza, el origen y el destino. Desde luego, el concepto mismo de comunidad es amplio y complejo, dependiendo desde el punto de vista en que se aborde; aquí es retomado para referirse a un conjunto de personas que habitan en un determinado territorio, en el cual comparten problemas, sentimientos e intereses en común. De la misma manera, en ese territorio, los miembros de la comunidad participan de modo organizado en la búsqueda de soluciones a sus problemas comunes y la satisfacción de sus necesidades. Son problemas, desde el punto de vista material, el trabajo, la alimentación, la salud, la educación, incluso la cuestión de la felicidad, las festividades religiosas, la convivencia comunitaria en colaboración y la solidaridad. El grado de participación se define de manera colectiva; la ciudadanía se adquiere mediante el cumplimiento de derechos y obligaciones en los cargos públicos de la comunidad. De esta manera, la comunidad migrante que vive en EU conoce los problemas y necesidades más sentidas y de interés común de la comunidad, buscando apoyar proyectos de diferentes formas. Dentro de la literatura especializada sobre migración se habla sobre comunidades migrantes, y actualmente también sobre comunidades indígenas migrantes. Ahora bien, de entre la migración indígena mexicana en EU los indígenas purépechas no son los únicos que han migrado, existen otros grupos indígenas que resaltan por su forma y manera de migrar y organización interna: los oaxaqueños en California (Escárcega & Varese, 2004; Fox & Rivera Salgado, 2004) y los poblanos en Nueva York (Smith, 2006; Leco Tomás, 2009). El término indígena purépecha es con el que se les conoce a los nativos de la región indígena en el centronorte del estado de Michoacán, aun cuando a lo largo y ancho de ese territorio se encuentran más de 56 grupos de indígenas diferentes, con culturas, lenguas y cosmovisiones definidas. Para este trabajo, la disputa entre el uso del término purépechas o tarascos

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será innecesaria para definir a estos indígenas en la entidad; se preferirá el vocablo más familiar, el de purépechas, basándose en toda una tradición histórica, cultural y lingüística (tradición que resalta usos, tradiciones y costumbres que le dan identidad étnica a la cultura purépecha). Desde luego, definir la identidad étnica es un tema complejo y mucho se ha polemizado en torno al concepto mismo, sin embargo, este trabajo pretende entender la identidad étnica como aquello que diferencian a los purépechas de otros grupos indígenas y no indígenas. Así, la formación de la comunidad purépecha transnacional es un claro ejemplo de cómo se actúa y se organiza internamente en el contexto internacional de la migración. Al compartir sentimientos, valores, cultura, solidaridad, los migrantes se vinculan con sus comunidades de origen, asumen cargos y mantienen una estrecha comunicación con sus lugares de origen. La diáspora purépecha en EU A pesar de los debates teóricos sobre la diáspora, y de lo polémico que esto pueda resultar, el presente trabajo considera que los purépechas forman parte de una nueva diáspora más reciente y quizás menos conocida. A este respecto, hay algunos estudios que documentan la presencia purépecha en EU (Anderson, 1999; Leco Tomás, 2009). Las razones por las cuales se considera que existe una diáspora purépecha son por su tradición histórica de más de 100 años de migración, la organización de esta comunidad migrante, los desplazamientos de su lugar de origen a lugares completamente diferentes a su estilo de vida y el establecimiento en sitios específicos en EU. Tales procesos se caracterizan porque han trazado su propia ruta migratoria, reproduciendo en su nuevo lugar sus tradiciones, usos y costumbres. Se estima que actualmente hay 120 000 purépechas viviendo en EU, en las que se han formado comunidades purépechas transnacionales. Aunque el término transnacional no significa precisamente migrar, lo transnacional va más allá: es éste “un campo social”, y ese campo social es una construcción social que puede o no estar vinculada al establecimiento en los EU o a la cantidad de migrantes. De acuerdo con Glick-Schiller, el “espacio transnacional” es: la construcción de un campo social que vincula los lugares geográficamente discontinuos y localizados en más de un estado-nación por parte de los transmigrantes que llevan a cabo

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sus vidas de manera fragmentada. Es decir, los transmigrantes tienen intereses, adquieren compromisos, toman decisiones y mantienen lazos de variada índole que no respetan las fronteras nacionales (Mummert, 2000).

Una vez que los individuos han llegado a un país diferente al suyo, de alguna manera comienzan a interactuar con las demás personas que comparten el mismo espacio. Por el simple hecho de trabajar, rentar casas, ir de compras al supermercado, pagar impuestos y solicitar cualquier otro tipo de servicios ya se está interactuando con personas del mismo origen étnico e incluso con personas de origen diferente. Al mismo tiempo que socializan en el espacio con actores y en condiciones diferentes, van encontrándole gusto a la vida y ven la forma y la manera de integrarse a las necesidades de su nuevo entorno social. Por otra parte, las prácticas transnacionales de los migrantes se han expandido en un contexto en el que se ha dado la globalización del capitalismo acompañado por la revolución tecnológica en el transporte y las comunicaciones (junto con la expansión de las redes sociales migratorias que facilitan el desarrollo de la migración laboral, la organización económica y la militancia política más allá de las fronteras nacionales). Por dicha razón, Goldring postula que las comunidades transnacionales mexicanas se construyen y se mantienen por medio de matrimonios endogámicos, intercambio de capital social e inversiones individuales y colectivas de los migrantes (Alarcón, 2003). De esta suerte, el concepto de lo transnacional se refiere a aquellos procesos a través de los cuales los migrantes construyen campos sociales que logran entrelazar a las comunidades de origen con las que los reciben. Estos espacios se construyen y mantienen a través de una serie de relaciones familiares, culturales, sociales, económicas y religiosas; ello hace pensar que se está inmerso en un sistema mundial en donde hay una estrecha conexión de lo local con lo global. Sin embargo, el mismo sistema deja espacio para la agencia humana y para la capacidad de ésta de negociar las condiciones de reproducción, de adaptación o de cambio de dicho sistema. En la práctica, la etnografía multilocal ofrece las herramientas para analizar cómo el sistema y los agentes se articulan (Marcus, 2001). En este artículo se muestra la realidad de una comunidad transnacional cuyas partes tienen ramificaciones que se extienden de la región purépecha en Michoacán, México, hasta los EU a través de fronteras políticas, económicas, sociales, culturales, geográfi-

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cas, educativas y psicológicas. Así, lo trasnacional se define como: los espacios sociales que los migrantes construyen para enlazar a sus países de origen con sus países de residencia a través del mantenimiento de múltiples relaciones familiares, económicas, organizacionales, religiosas y políticas que trascienden fronteras (Bada, 2003).

En EU, los purépechas comparten el espacio con sus semejantes (“los otros purépechas”, originarios de distintas comunidades aledañas a la región indígena), espacio en que socializan, se ayudan, protegen y fortalecen la red del compadrazgo. Además, se aglutinan con otros indígenas de México procedentes de varios estados —pertenecientes a grupos étnicos como los otomíes, náhuatl, mixtecos, zapotecos, totonacas, mayas y huicholes—, así como con personas mestizas de origen mexicano de estados como Guanajuato, Jalisco, Veracruz, Guerrero, Querétaro, Estado de México, Zacatecas y Distrito Federal. La interacción se da, de igual suerte, con latinos, tales como hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y panameños, quienes comúnmente han llegado a establecerse en espacios tradicionalmente de comunidades afroaméricanas. Incluso, estos individuos se insertan en las capas económicas más bajas de la región y del país, en donde las actividades en que se desempeñan están orientadas principalmente al medio rural, en condiciones climatológicas adversas, con salarios por debajo de la media nacional, sufriendo a menudo discriminación por ser migrantes, hispanos, mexicanos, ilegales e indígenas (en muchas ocasiones por no hablar español ni inglés) (Ramos, 2002). La ruta migratoria que han trazado los purépechas son: California, Texas, Oregon, Illinois, Kentucky, Tennessee, Missouri, Alabama, Florida, Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania, Michigan y Washington. En estos estados hay lugares específicos en donde se les localiza, donde tienen sus trabajos, han adquirido viviendas, autos, pagan impuestos, han nacido sus hijos, han tejido sus redes de amistad, practican la vida transnacional y han hecho intentos por constituirse en una sola organización. A pesar de las diferencias entre los purépechas, éstos están organizados en clubes (al igual que los oaxaqueños en California y los poblanos en New York), logrando así hermanar comunidades que pese a la frontera física realizan actividades que los mantienen unidos. No obstante, la idea de un “hermanamiento total” de comunidades es polémica, puesto que no da cuenta cierta de las diferencias al interior de los mi-

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grantes, da la idea de que no hay conflictos, de que todos están de acuerdo en todo. Por otra parte, la idea se basa principalmente en la acción, la acción colectiva y la política. Los clubes de migrantes son a la vez clubes de acción social y de participación política; en muchos casos son los que deciden la política de las localidades (y en la lucha política hay de todo menos hermandad —dicho esto a título personal—). Cuando se habla de “ambas comunidades” es, pues, para señalar que una comunidad es Cherán —es decir, “localizada” en el sentido de una localidad—, pero la otra sería una o varias comunidades “relocalizadas” o transnacionales. Han sido los propios migrantes quienes se han encargado de hermanar a su pueblo de origen con el de adopción, entablando comunicación y manteniendo sus tradiciones y costumbres para reafirmar su identidad étnica. Éstos también son quienes han aprendido a movilizarse en dos espacios diferentes como parte de una “práctica transnacional”. En EU existen dos federaciones de michoacanos que han sobresalido: una en California y la otra en Illinois. Además, existen otras varias organizaciones, clubes y asociaciones de michoacanos, mas para los purépechas no existe propiamente una federación que los agrupe a todos. Ahora bien, es necesario indicar que aun cuando no hay federaciones en cuanto tal, sí se dan varios grupos de migrantes indígenas purépechas —que surgen a raíz del paisanaje—, equipos deportivos, religiosos y filiaciones políticas en estados, tales como California, Oregón, Georgia, Alabama, Carolina del Norte, Pensilvania, Missouri y Michigan. Estos grupos comúnmente se reúnen para fortalecer las redes y alianzas con sus comunidades de origen, creando programas de ayuda para escuelas, iglesias, mejoras en el pueblo y proyectos productivos. Cada grupo trabaja por separado, dadas las diferencias de partidos políticos y disputas por el poder entre los actores sociales y líderes con miras de figurar en el ámbito internacional. Las ayudas que han efectuado son varias, principalmente las destinadas a hacer aportaciones económicas para obras de interés comunal, escuelas, iglesias y centros de salud. También han hecho algunas donaciones económicas para la adquisición de ambulancias, apoyando a las empresas comunales, financiando costosas fiestas religiosas y eventos deportivos. Así, los purépechas tienen una movilidad que va de un país a otro e incluso dentro del país extranjero (lo cual obedece a cuestiones de trabajo, de exploración de nuevos sitios, pero también de visitas familiares y de conservación de las redes sociales y afectivas de compadrazgo).

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Existen múltiples evidencias de que lejos de las comunidades desterritorializadas (en el sentido de que no están sujetas a un territorio) o de las prácticas desterritorializadas, “los norteños” manifiestan de varias maneras su apego al terruño y se perfilan como actores que mantienen, construyen y renuevan vínculos de pertenencia con su comunidad de origen. Dichos expresiones se manifiestan a través de un intercambio comunicacional que mantienen con sus familiares mediante cartas, conversaciones telefónicas y el envío de diferentes tipos de objetos: en la marcada preocupación que expresan por el futuro de su pueblo, en la recreación de su cultura local en los lugares de destino, en la utilización simbólica de objetos culturales tales como los alimentos, así como en la utilización de la tecnología como el video y el teléfono como una estrategia para sentirse más cercano a sus familiares y a su tierra natal, y en la reelaboración de sus planes y proyectos económicos vinculados al retorno definitivo a su terruño (García Curiel, 2003).

Entre la comunidad, los purépechas se expresan en testimonios y relatos, y el tipo de vínculos de pertenencia que mantienen: construyen y renuevan con su comunidad de origen; y documenta la tesis de que existe una revalorización de su cultura local y de sus territorialidad, y que los vínculos locales y étnicos se fortalecen, aún permaneciendo fuera del territorio físico (García Curiel, 2003).

Otra de las manifestaciones sobre lo transnacional es (tal y como lo expresa Víctor Espinoza, estudioso del fenómeno migratorio en México) que entre los migrantes se experimenta un proceso de “simultaneidad cultural” que se desarrolla: ante la posibilidad que tienen de moverse, habitar y pertenecer al mismo tiempo a dos mundos distantes. Este proceso transnacional ha sido potenciado por la intensa masificación de los medios de comunicación y transporte que han acortado distancias y facilitado de una manera nunca vista la circulación de una gran cantidad de personas, bienes, información y símbolos culturales. La masificación del uso del avión, los transportes terrestres y de sistemas de grabación de imágenes como el video, entre otras tecnologías de comunicación, han facilitado las nuevas generaciones de mi-

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grantes mexicanos, mucho más que otras, el contacto real e imaginario con sus lugares de origen y con muchos de los elementos culturales que dejaban en el lado sur de la frontera (Espinoza, 1998).

Entonces, el uso de la tecnología, especialmente del teléfono, el video e Internet, se convierten en una estrategia vital de acercamiento entre los migrantes y sus familias. En ese mismo sentido, y partiendo de la metáfora de equipaje cultural, Boruchoff (1999) muestra cómo: la cultura material contribuye a la creación de formas sociales transnacionales. Al asociarse con la conciencia de personas y lugares geográficamente distantes, objetos como una cinta musical, un video de una fiesta familiar, o la bandera nacional, adquieren significados que los individuos les atribuyen para entender e interpretar su mundo. Símbolos de identidad múltiples, estos y otros objetos han viajado con los migrantes desde siempre, haciendo más soportable la dolorosa separación física de las familias y del terruño y contribuyendo a la creación de espacios sociales transnacionales (Boruchoff, 1999).

Del mismo modo que el video, una diversidad de objetos sirven como medio material por el cual se efectúan interacciones sociales a través de distancias geográficas. Aunque físicamente los individuos se localizan en un solo lugar, por medio de tales objetos logran participar en un sitio adicional. El término equipaje cultural no necesariamente implica lo material, sino también lo otro que se va con el migrante: no por el hecho de salir éste logra despojarse totalmente de todo para retomarlo al regreso; como persona ya trae cierto arraigo, es poseedor de una identidad étnica y ciertos valores que están enraizados internamente, y que aunque no siempre se vean, marchan junto a la persona que migra. Además, está conectado con las costumbres, con la moral, con los principios de ética, de percepción, de ideas, con los valores y hasta con los complejos, mismos que pueden o no manifestarse abiertamente y cuando se hace es que se ha encontrado un medio para expresarlo y hacerlo. Para los norteños, los lazos con su comunidad de origen son múltiples; la distancia geográfica no impide estar simbólicamente cerca de su localidad. Entre los que han migrado no existe un rompimiento con sus comunidades de origen, a través del consumo de ciertos alimentos mantienen y renuevan estratégicamente

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la pertenencia a su terruño de formas diferentes (García Curiel, 2003). La comunicación entre paisanos dentro de los EU adquiere importancia. Por las posibilidades que ofrece aquel país, el uso del teléfono es común para entablar comunicación con familiares que se encuentran radicando en diferentes estados de EU. Es el teléfono el medio que ha facilitado la comunicación entre las familias en ambos lados de la frontera. La Internet es usada mayormente entre los jóvenes y constituye un medio que permite entablar comunicación entre familiares, paisanos y comunidades, lo que facilita la comunicación de manera simultánea entre lo que pasa acá y allá. El envío de fotografías y videocasetes permite mantener una comunicación entre los familiares que se encuentran en uno u otro lugar: sonidos e imágenes que recrean espacios distintos, con dos maneras de ver el mundo que les rodea. Observar dichas imágenes provoca un sentimiento de nostalgia por los seres queridos, por el pueblo y una valoración por su cultura. Anteriormente era casi imposible encontrar productos mexicanos en los EU, pero ahora los diversos establecimientos comerciales —propiedad de paisanos— están abarrotados de productos importados de México o de productos procedentes de California, Texas o Chicago (importados o comercializados por otros empresarios del mismo origen, pero con sabor a México). En EU entre la comunidad purépecha las plantas comestibles y medicinales se vuelven codiciadas, por tanto son llevadas desde México y sirven para curar padecimientos, sazonar las comidas y calmar sentimientos. CONCLUSIONES El concepto diáspora ha sido ampliamente discutido; no es muy claro y ni está bien definido, no obstante, cabe la posibilidad de aplicarlo en diferentes contextos y grupos sociales (siempre y cuando no se desfasen totalmente de aquellos grupos sociales que tradicionalmente se conocen como diásporas). A pesar de lo complicado y polémico que esto puede resultar, se ha tomado a la comunidad migrante indígena purépecha de Michoacán, México, para mostrar la aplicación de tal concepto, —aunque deba aclararse que quizás sea de las comunidades más nuevas y no tan conocida—. Se considera que la comunidad purépecha es una diáspora porque actualmente tiene más de 120 000 personas viviendo en lugares específicos de EU, porque cuenta con una larga tradición migratoria

La diáspora transnacional purépecha en Estados Unidos | Casimiro Leco Tomás | pp. 59 - 67

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de más de 100 años, se ha organizado y mantiene una estrecha comunicación con sus comunidades de origen y porque a diferencia de los otros grupos diásporicos, ésta constantemente circula de una frontera a otra y no se han desterritorializado totalmente de su pueblo (aunque sus integrantes hayan cambiado su nacionalidad mexicana por la estadounidense). Quizás hoy se esté viendo una nueva diáspora con características muy particulares, de ésos que no se han olvidado de su patria totalmente, que no albergan la idea de nunca jamás volver y que, por el contrario, siempre piensan en el retorno. Aunque este comportamiento se convierta en un dilema, no es un grupo social que ande circulando por varios países del mundo, éstos sólo se han establecido en EU y no hacen más que circular de allá para acá y viceversa. En EU la comunidad purépecha transnacional realiza festivales purépechas; de acá se han llevado los atuendos, condimentos y enseres necesarios para tratar de asemejar las cosas. Entre los eventos más populares de esta comunidad sobresalen el de Los Ángeles, California, Cobden, Illinois y Reynolds, Oregón; otras de la festividades religiosas que destacan por su importancia son la de Tanaco en Costa Meza, California; la de Nurio a San Mateo, en California; la de El Santo Niño Chichihua de Aranzan, California y la fiesta de San Francisco de Asís de Cherán en Cornelia, Georgia y Burnsville, Carolina del Norte. Otras celebridades autóctonas que se realizan allá y sobresalen por su colorido es el año nuevo purépecha, el Korpus y los levantamientos del niño Jesús. Además de estos actos, podríamos señalar “el robo de la novia” que se realiza en los EU conforme a usos y costumbres, y también actos asociados a cuestiones ancestrales y mitológicas (propias de la cultura purépecha). Como se ve, éstos son tan sólo algunos ejemplos de la presencia de la diáspora purépecha en los EU que a través del tiempo ha ido adquiriendo mayor trascendencia en los estudios sobre migración internacional. REFERENCIAS Alarcón, R. (2003). La formación de una diáspora: migrantes de Chavinda en California. En G. López Castro (Coord.), Diáspora michoacana (pp. 289-305). México: El Colegio de Michoacán/Gobierno del Estado de Michoacán.

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