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PLAN DIRECTOR DE COOPERACIÓN AL DESARROLLO 2010-2013 La equidad de género en la cooperación al desarrollo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz: balance de una década y propuestas. Clara Murguialday. Abril 2008
LA EQUIDAD DE GÉNERO EN LA COOPERACIÓN AL DESARROLLO DEL AYUNTAMIENTO DE VITORIA-GASTEIZ:BALANCE DE UNA DÉCADA Y PROPUESTAS Clara Murguialday Abril 2008
El Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz es un referente importante en el campo de la cooperación municipal al desarrollo, por su temprana asignación del 1% del presupuesto municipal a actuaciones de cooperación y su decidida apuesta por la generación de una cultura solidaria en la ciudadanía vitoriana. También le es reconocido su carácter pionero en la tarea de incorporar la perspectiva de género en las actuaciones de cooperación, habiendo desplegado durante la última década numerosas iniciativas para que la cooperación contribuya al avance de la igualdad entre las mujeres y los hombres. Una década no es mucho tiempo para evaluar cambios en las relaciones sociales de género pero sí puede serlo para hacer un balance de los esfuerzos realizados y de sus resultados, para constatar qué estrategias han resultado exitosas e identificar las dificultades encontradas, los obstáculos que han impedido un mayor impacto de las actuaciones. Este artículo intenta hacer un balance crítico del trabajo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz para impulsar una cooperación al desarrollo que también se proponga transformar las relaciones desiguales entre mujeres y hombres, analiza los logros pero también las limitaciones y plantea algunas propuestas para profundizar el impacto de género de la cooperación municipal.
1. Lo que se ha hecho, por qué y cómo 1.1. El impulso inicial Aunque la preocupación del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz por la situación de las mujeres en los países empobrecidos aparece reflejada en las convocatorias de subvenciones a proyectos desde 1993, fue a finales de la década pasada cuando el Ayuntamiento, cumpliendo el compromiso establecido en el Primer Plan Municipal de Acción Positiva para las Mujeres aprobado en 1999, se propuso enfrentar el reto de “promover la incorporación de la perspectiva de género en la política y programas de cooperación, garantizando su integración en los proyectos concretos”. Este compromiso, unido al de “mejorar la calidad de los proyectos y programas de cooperación en que esté implicado el Ayuntamiento” que constituye uno de los objetivos del Servicio de Cooperación al Desarrollo, fundamentan la atención prestada durante la última década a cómo la cooperación municipal contribuye al avance de la equidad de género en las sociedades con las que coopera. El supuesto implícito es que si los proyectos toman en cuenta que “las situaciones sociales, necesidades e intereses de mujeres y hombres son distintos”, sus resultados serán mejores y más sostenibles. El Plan de Acción Positiva optó por la transversalidad de género, es decir por “aplicar sistemáticamente el enfoque de género en todos los programas y políticas municipales, y en todas sus fases de planificación, ejecución y evaluación”. Puesto que el Plan abarcaba toda la acción municipal, establecía para el ámbito de la cooperación al desarrollo un conjunto de acciones guiadas por dos criterios fundamentales: • los avances en equidad de género deben ser comprobables, lo que implica disponer de criterios e indicadores para medir resultados en este campo; • los proyectos de cooperación deben fomentar una “cultura de encuentro” entre colectivos sociales, tanto en el municipio (entre ONGD y colectivos de mujeres) como entre mujeres del Norte y del Sur, para debatir y compartir experiencias y estrategias.
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Estos principios han guiado todas las actuaciones del Ayuntamiento hasta la fecha, aunque en algunas etapas se han explicitado más que en otras, como se verá a continuación. 1.2. Las estrategias utilizadas Desde 1999 hasta la fecha el Ayuntamiento ha puesto en marcha diversas estrategias para que la cooperación municipal contribuya a la equidad de género. Todas ellas han priorizado el área de cooperación (dejando en un segundo plano las actuaciones de sensibilización, ayuda humanitaria o divulgación) y se han concentrado en el objetivo de mejorar los proyectos presentados por las ONGD, mediante diferentes combinaciones de tres tipos de actuaciones: • establecer determinados “criterios de género” en las convocatorias de subvenciones a proyectos; • realizar seguimiento y evaluaciones de los proyectos, en cuanto a sus componentes de género; • apoyar procesos de cambio de las concepciones y de la práctica de las ONGD. La cooperación municipal, realizada mayormente a través de la cofinanciación a proyectos de las ONGD, ha recorrido varias etapas en las que pueden apreciarse diferentes estrategias: Primera etapa (hasta 1998): “Requisitos mínimos en las convocatorias” Aunque el Ayuntamiento venía cofinanciando proyectos a las ONGD vitorianas desde 1988, fue en la convocatoria de proyectos de cooperación de 1993 cuando se señaló por primera vez que un requisito para que las acciones fueran seleccionadas es que “tomen en cuenta la situación particular de las mujeres y fomenten su participación en todos los aspectos de la vida comunitaria y su formación”. La convocatoria de subvenciones de 1999 registró la entrada en escena del concepto “enfoque de género” como criterio para priorizar y valorar los proyectos1. Para responder a este requisito, las ONGD comenzaron a mencionar en sus proyectos que estos tenían enfoque de género (aunque muchas de ellas se limitaban a desagregar por sexo la población destinataria de las acciones), pero no se hacían eco del llamado del Ayuntamiento a que estos tenían que contribuir a “mejorar las condiciones de vida de las mujeres y fomentar sus derechos y oportunidades”. Los datos muestran que menos del 10% de los proyectos de cooperación aprobados en 1998 y 1999 se planteaban este objetivo. A finales de la década, el Ayuntamiento albergaba dudas razonables sobre cómo estaba siendo aplicado realmente el enfoque de género y sobre el impacto de los proyectos en las vidas de las mujeres, por lo que, una vez aprobado el Plan de Acción Positiva y adoptado el compromiso de incorporar la perspectiva de género en la cooperación, el Ayuntamiento se propuso conocer cómo se materializaban estas cuestiones en la ejecución de los proyectos2. Se hacía necesaria una parada para evaluar y extraer enseñanzas con las que diseñar un nuevo impulso a esta temática. Para ello, el Ayuntamiento realizó en 1999: • una evaluación externa de 5 proyectos dirigidos a mujeres que habían sido formulados con enfoque de género, para analizar su desarrollo y resultados, • un seminario de 30 horas dirigido a las ONGD vitorianas, para reflexionar colectivamente sobre género y cooperación con los insumos aportados por la evaluación anterior, • la publicación de un documento conteniendo los fundamentos básicos del enfoque Género en el Desarrollo. Los resultados de la evaluación mostraron que las ONGD desconocían el significado y alcance del enfoque de género, que no lo aplicaban en su trabajo y que la mayoría de sus proyectos reflejaban una visión de las mujeres como madres y/o trabajadoras pobres, ignorando las relaciones de desigualdad de género que obstaculizan su desarrollo personal y su acceso a recursos y poder. El Ayuntamiento esperaba que las acciones de sensibilización y formación realizadas con las ONGD (y en las que participaron también asociaciones de mujeres vitorianas interesadas en la solidaridad internacional) promovieran en estas una mayor conciencia sobre la importancia de incorporar la “mirada de género” a las actuaciones de cooperación, y confiaba en que los proyectos presentados a la siguiente convocatoria así lo reflejaran.
1 Aunque coexistiendo sin problemas con un tratamiento “ciego al género” del resto de la convocatoria, como se refleja en el criterio relativo al fomento de la participación comunitaria: “que el proyecto potencie el papel de las instancias comunitarias de la población beneficiaria y la participación democrática de ésta, en especial a través de instancias de participación ciudadana en las instituciones locales”. 2 Más aún cuando la investigación realizada en 2000 en torno al abordaje de estos temas por parte de las ONGD vascas arrojaba señales muy preocupantes sobre las deficiencias en la comprensión y aplicación de la perspectiva de género en su trabajo (“Perspectiva de género en las ONGD vascas”, Murguialday, del Río, Anitua y Maoño).
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Segunda etapa (de 1999 a 2002): “Mayores exigencias con acompañamiento a las ONGD” La decisión de cofinanciar proyectos plurianuales de cooperación, adoptada en 1999, representó un importante salto de calidad en la cooperación del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. No es casual, por tanto, que la convocatoria respectiva incluyera nuevas y mayores exigencias a los proyectos para hacer efectiva la incorporación de la perspectiva de género, que consistieron en: • Dar carácter de “requisitos ineludibles” al análisis de género en la identificación del proyecto, a la previsión de su impacto en las mujeres y a la inclusión de acciones concretas para mejorar su condición y posición subordinada. • Priorizar aquellos proyectos que incorporen la “perspectiva de género”, concretando esta por un lado, en 6 tipos de acciones enfocadas a reducir las desigualdades entre hombres y mujeres, y por otro, en metodologías para potenciar la participación de las mujeres en todas las etapas del proyecto. • Valorar los aspectos relativos a la perspectiva de género con una puntuación máxima de 18 sobre 130 puntos (14%). Priorizar los proyectos formulados con perspectiva de género y excluir aquellos que carecieran de esta, fueron dos claras señales de que el Ayuntamiento se comprometía con la equidad de género en el trabajo de cooperación. Sin embargo, resuelta la convocatoria y constatadas las bajas puntuaciones que 7 de los 9 proyectos aprobados obtuvieron en los aspectos de género, el Ayuntamiento reconoció que poner exigencias en las convocatorias no era suficiente y puso en marcha el segundo elemento de su estrategia: ofertar a las ONGD asesoría técnica y acompañamiento individualizado, para que elaboraran indicadores de género a incorporar en los informes de seguimiento y evaluación final, y pudieran dar cuenta fehaciente de sus avances en los asuntos de género. También puso al alcance de las ONGD material educativo para formarse en temas de género y desarrollo3 y espacios de formación y debate sobre estas cuestiones, que se concretaron en las Jornadas realizadas en 2002 sobre cooperación y equidad de género, y en las que algunas ONGD tuvieron oportunidad de dar a conocer y reflexionar sobre los resultados que iban logrando. La estrategia de “subir el listón de las exigencias y acompañar a las ONGD” tuvo varios aspectos positivos: por un lado, evidenció la disposición del Ayuntamiento a promover una cooperación más comprometida con la equidad de género; y por otro, proveyó a las ONGD de unos recursos (asesoría técnica y manual sobre indicadores de género) que estas pudieron utilizar para su formación técnica y sus procesos de concienciación sobre los asuntos de género. Además, aunque el impulso para el cambio tuvo bastante de estrategia “de arriba hacia abajo” y adoptó en parte la arriesgada forma de “exigencias puestas por la institución financiadora”, el Ayuntamiento buscó acompasar sus actuaciones con el trabajo del Grupo de Género de la Coordinadora de ONGD de Euskadi en la misma dirección, para reforzar el impacto de sus actuaciones. Todo ello en un escenario de solitario empeño por parte del Ayuntamiento, porque en aquellos años ni las instituciones autonómicas o forales encargadas de cooperación ni el resto de ayuntamientos cooperantes prestaban atención a las desigualdades de género en el mundo (a pesar de haberse cumplido media década de la Cuarta Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing). Tercera etapa (de 2003 a 2007): “Evaluación de resultados y ajustes” Durante este periodo el Ayuntamiento realizó varias evaluaciones de proyectos plurianuales de cooperación que habían sido formulados con perspectiva de género y constató que las dificultades de las ONGD para poner en práctica lo que se proponían eran más de las previstas, lo que le indujo a revisar la estrategia anterior complementándola con una “discriminación positiva” de los proyectos que explícitamente persiguieran el empoderamiento de las mujeres y la equidad de género. Al comienzo de esta etapa ya se había constatado que apenas uno de cada cuatro proyectos anuales de cooperación aprobados en las convocatorias de 2000, 2001 y 2002 podía considerarse un proyecto “consciente de las desigualdades de género”, por lo que en la convocatoria de plurianuales de cooperación del 2003 el Ayuntamiento decidió: • rebajar las exigencias formales (desapareció el requisito del enfoque de género), priorizar aquellos cuyo objetivo explícito es erradicar desigualdades de género y asignar una baremación menor (12%) a los criterios de género para todos los proyectos; • hacer más exigente el seguimiento, incorporando indicadores que midieran la participación de las mujeres en la ejecución y en las instancias de decisión del proyecto, los avances en cuanto a organización, las resistencias a las que se han enfrentado y los progresos en la actitud de los hombres, además de una valoración de la propia ONGD sobre los avances de género. La evaluación externa realizada a comienzos de 2004 sobre 3 proyectos plurianuales ya terminados confirmó que estos habían contribuido a mejorar algunas condiciones de vida de las mujeres y su participación en los ámbitos públicos a través de la gestión de servicios colectivos. Pero también evidenció la falta de formación de las ONGD vascas y locales sobre las herramientas técnicas que debían asegurar el enfoque de género y la medición de resultados (indicadores de género), el acompañamiento “poco activo” que aquellas brindaron a sus socias en los procesos de reflexión de género provocados por los proyectos, y la percepción de ambas de que el Ayuntamiento había planteado exigencias nuevas (en referencia a la perspectiva de género y los indicadores) con posterioridad a la resolución de las convocatorias4.
3 “Guía para alfabetizarse en género y desarrollo” (Vázquez, Murguialday y Grupo de Género de la Coordinadora de ONGD de Euskadi, 2001), cofinanciada por el Ayuntamiento. 4 “Estudio-evaluación en curso del componente género de tres proyectos plurianuales de desarrollo en Centroamérica” (Itziar Lozano, 2004, mimeo). PLAN DIRECTOR DE COOPERACIÓN AL DESARROLLO 2010-2013 La equidad de género en la cooperación al desarrollo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz: balance de una década y propuestas. Clara Murguialday. Abril 2008
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Además, una investigación realizada en esas mismas fechas sobre la perspectiva de género en los proyectos aprobados por el FOCAD5 ratificó la experiencia del Ayuntamiento sobre las dificultades para “encontrar el camino para convencer a las organizaciones de la importancia real, estratégica, política y metodológica que reviste incorporar la perspectiva de género” en el trabajo de cooperación al desarrollo. Los resultados de ambos estudios animaron al Ayuntamiento a realizar un último esfuerzo para asegurar que en la ejecución de los proyectos plurianuales recién aprobados en 2003 (considerados en general de mayor calidad que los aprobados en la convocatoria del 2000) se explicitara tanto la visión de género de la organización ejecutora local como la estrategia de género que debiera poner en marcha cada proyecto. Para ello, tanto las ONGD vascas como sus contrapartes tendrían que realizar un autodiagnóstico sobre su visión de género y su disposición a mejorar sus capacidades institucionales en este campo. La propuesta a las ONGD y sus socias locales en 2004 de que hicieran explícitas su voluntad y capacidad institucional de incorporar el enfoque de género tanto en sus proyectos como en su funcionamiento organizativo, no encontró respuesta. Durante los años siguientes el Ayuntamiento maduró la reflexión sobre la eficacia de exigir a las ONGD que adecuasen sus proyectos a los criterios planteados en las convocatorias, y recondujo sus esfuerzos hacia una nueva estrategia más centrada en priorizar los proyectos que buscan la igualdad entre mujeres y hombres. Etapa actual: “Buenos proyectos priorizados” La convocatoria de proyectos plurianuales de cooperación de 2007 evidenció el cambio de estrategia. Una novedad significativa es que establece dos categorías de proyectos, los denominados “generales” a los que no se exigen requisitos de género con el mismo rigor que en convocatorias anteriores (lo que no significa que hayan desaparecido todos los criterios de género, ni mucho menos), y aquellos otros “especiales” a los que se exige más compromiso con el empoderamiento de las mujeres y la equidad de género, y a los que se incentiva tanto en términos de asignación económica como de baremación. Una segunda novedad, aplicable a todos los proyectos pero con un significado particular para los enfocados en el empoderamiento femenino y la igualdad, es la exigencia de que sus resultados sean medibles y la exclusión, por tanto, de aquellos que “consistan exclusivamente en la puesta en marcha de procesos de formación, fortalecimiento o participación, cuyos resultados no puedan ser medidos”6. Y una tercera novedad es la priorización del sector denominado “programas locales de igualdad de mujeres y hombres”, que incluye actuaciones de los gobiernos y asociaciones de mujeres locales tendentes a fomentar la creación de espacios y políticas municipales que favorezcan la equidad de género. La estrategia actual presenta varios aspectos positivos. Por un lado, clarifica el panorama realmente existente en cuanto a la voluntad y capacidad de las ONGD vitorianas para apoyar “buenos” proyectos, porque serán ellas las que tendrán que decidir si el proyecto que presentan a las convocatorias es uno de tipo general, es decir con pocas aspiraciones de equidad, o uno especial que apunte a logros ambiciosos. Por otro lado, afronta con realismo las limitadas capacidades del Ayuntamiento para garantizar que los proyectos se ejecuten tal y como se refleja en los documentos, en tiempos de sospecha generalizada de que las ONGD se expresan en un “argot tecnócrata de género” que dificulta conocer cual es su propósito y cuáles son sus capacidades reales para poner en práctica lo que escriben en las formulaciones de los proyectos. Además, termina con la práctica, bastante habitual entre algunas agencias financiadoras, de reducir la transversalización de la perspectiva de género a unas exigencias formales, más técnicas que políticas, en las convocatorias de las subvenciones, sin llegar a hacer realidad ni el carácter de “requisito ineludible” del enfoque de género (raramente se llega a vetar un proyecto que no lo cumpla) ni un plan de seguimiento y control sobre terreno que asegure su concreción. En este sentido, al abandonar la pretensión de transversalizar el género “por decreto” en todos los proyectos de cooperación, el Ayuntamiento contribuye a que la equidad de género sea planteada en su verdadera dimensión: se trata de un asunto político, más que técnico, que no verá avances mientras las ONGD y el resto de entidades cooperantes no modifiquen sustancialmente su manera de abordar el trabajo por el desarrollo, incorporando la equidad de género como un elemento indispensable para lograr más desarrollo humano.
5 “Diagnóstico de género de la convocatoria del 2000 del FOCAD” (Roxana Volio Monge, 2004, mimeo). 6 Aunque los procesos de empoderamiento y los avances hacia la igualdad pueden, y deben, ser medidos y evaluados, quienes prioricen los indicadores cuantitativos o infravaloren los instrumentos cualitativos de seguimiento y evaluación tienen motivos para sentir preocupación ante esta exigencia de la convocatoria.
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Por último, con la decisión de priorizar e incentivar económicamente los buenos proyectos se responde de manera positiva a los reclamos de las organizaciones de mujeres del Sur, que vienen planteando desde hace varios años que el énfasis de las agencias financiadoras en la transversalización de género ha traído como consecuencias: a. una disminución de los recursos para proyectos de mujeres dirigidos a mejorar sus condiciones de vida, lograr su empoderamiento y fortalecer sus propias organizaciones, b. la dedicación de buena parte de los recursos de la transversalización de género a capacitar en el tema a los agentes sociales del Norte, y a financiar asesorías brindadas por consultorías de los países donantes. Por todas estas razones, en opinión de quién esto escribe, la estrategia actual es positiva y constituye, además, un paso adelante audaz, sustentado en una visión realista y una actitud honesta por parte del Ayuntamiento: porque reconoce las dificultades y resistencias que las ONGD plantean a cambiar sus concepciones y maneras de trabajar; porque no se autoengaña con planteamientos políticamente correctos que no se traducen en cooperación transformadora; porque pone “en el tejado de las ONGD” la responsabilidad de comprometerse con la equidad de género en su cooperación y explicitar sus decisiones al respecto… Además, ofrece una buena oportunidad de seguir avanzando a quienes sí apuestan por contribuir a la igualdad de mujeres y hombres, exigiéndoles requisitos fuertes pero garantizándoles un volumen importante de recursos y estabilidad en el apoyo financiero, elementos necesarios (aunque no suficientes) para que las ONGD y sus socias locales puedan promover auténticos procesos de empoderamiento de las mujeres. Ahora bien, esta estrategia tiene también riesgos sobre los que conviene alertar. Por un lado, representa un cuestionamiento a las posibilidades de aplicar la transversalidad de género en instituciones o contextos donde se presenten fuertes resistencias a ella (¿acaso existe algún entorno institucional que no ofrezca resistencias a la incorporación de la perspectiva de género?). Por otro, habida cuenta que la transversalización de género es una estrategia clave para el logro de la equidad de género (al menos así lo plantea el enfoque Género en el Desarrollo), no deja de ser desazonador que sea cuestionada porque no ha dado los resultados esperados, cuando los hechos demuestran que no ha sido puesta en práctica con el respaldo de la voluntad política transformadora que le es consustancial. Estaríamos así ante el caso de una buena estrategia que se abandona como consecuencia de que no ha dado los resultados esperados debido a su deficiente comprensión y aplicación. Por último, señalamos que a la convocatoria de plurianuales de cooperación del 2007 se han presentado 13 proyectos, de los cuales 4 se ubican en la categoría de “proyectos que fomentan la igualdad de mujeres y hombres”. También es un dato relevante que estos 4 proyectos pertenezcan al sector de “programas locales de igualdad de mujeres y hombres”, lo que habla de las dificultades de las ONGD para concretar este objetivo en el resto de los ámbitos sectoriales de la cooperación al desarrollo. 1.3. Los instrumentos El Ayuntamiento ha usado todo tipo de instrumentos para promover la incorporación de la perspectiva de género en la cooperación al desarrollo, aunque hay que destacar que el preferido ha sido las convocatorias para subvencionar proyectos de las ONGD vitorianas, particularmente proyectos de cooperación y, en menor medida, de sensibilización, educación para el desarrollo y protección de Derechos Humanos. Las evaluaciones han desempeñado también un papel importante, mientras que los convenios de cooperación y sensibilización han sido bastante infrautilizados con esta finalidad. Las convocatorias de subvenciones a proyectos de cooperación, tanto anuales como plurianuales, han sido el principal instrumento para llevar adelante la tarea de promover cambios en las concepciones y formas de trabajo de las ONGD. En las bases de las convocatorias, las cuestiones de género han aparecido de tres maneras: como requisitos generales de los proyectos, como criterios para priorizar determinados proyectos, y como criterios de valoración a la hora de seleccionarlos. El enfoque de género, en tanto requisito general de los proyectos, ha estado presente en las convocatorias con diferentes formulaciones y grados de exigencia, sin duda relacionados con la evolución de la comprensión del propio Ayuntamiento sobre el significado y alcance de la equidad de género en el desarrollo. Así, de la denominación como “acciones que tomen en cuenta la situación particular de las mujeres y fomenten su participación en todos los aspectos de la vida comunitaria y su formación” que aparecía en la convocatoria de 1993, se pasó a la de “proyectos que incorporen un enfoque de género y contribuyan a mejorar las condiciones de vida de las mujeres o a incrementar sus oportunidades” en la convocatoria de 1999, aunque entendiendo el enfoque de género en una forma muy limitada como “tener en cuenta en cada programa que las situaciones sociales, necesidades e intereses de mujeres y hombres son distintas”7. En las convocatorias posteriores se ha intentado hacer una cierta “pedagogía de género” explicitando que además de realizar análisis de género en la identificación de los proyectos, estos “deben contemplar específicamente su impacto en las mujeres e
7 Gabilondo, Aitor (2002): “Del Plan de Acción Positiva a la incorporación de la perspectiva de género en los proyectos de cooperación: la experiencia del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz”. Ponencia presentada en las Jornadas sobre Género y desarrollo.
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incluir actuaciones concretas que mejoren su condición y posición” (convocatoria de plurianuales del 2000). Finalmente, en la convocatoria de plurianuales del 2007 (proyectos generales), a la exigencia del análisis del impacto de género del proyecto se suma la necesidad de prever medidas que neutralicen posibles impactos negativos y que favorezcan la participación de las mujeres y su acceso a los puestos de trabajo generados por el proyecto. En esta misma convocatoria, para los proyectos que busquen impulsar la igualdad de mujeres y hombres se añaden exigencias aún mayores relativas a las “capacidades institucionales de género” de las organizaciones locales y de las ONGD, tales como: recoger la defensa de los derechos de las mujeres y/o la igualdad en sus estatutos; documento fundacional o documento institucional de política de género; antecedentes documentados de proyectos con perspectiva de género o de participación en redes de derechos de las mujeres; personal asignado al proyecto con formación y/o experiencia en género. Los criterios para priorizar determinados proyectos también han evolucionado a lo largo de la última década. Mientras en 1999 se consideraban prioritarios los que “incorporen un enfoque de género y contribuyan a mejorar las condiciones de vida de las mujeres o a incrementar sus oportunidades”, en la de plurianuales del 2000 se priorizaron los proyectos que tuvieran integrada la perspectiva de género, entendiendo por tal un conjunto de “acciones enfocadas a reducir las desigualdades existentes entre hombres y mujeres, y a fomentar la participación de estas en todas las etapas del proyecto”. Finalmente, en la de plurianuales de cooperación de 2007 se ha optado por priorizar un tipo especial de proyectos, los explícitamente dedicados a impulsar la igualdad de mujeres y hombres. Es digno de resaltar cómo el Ayuntamiento ha evolucionado de las iniciales formulaciones abstractas o técnicas sobre el enfoque o perspectiva de género a una mayor concreción de los significados de estos conceptos, para dejar claro que con tanta terminología de género de lo que estamos hablando, en definitiva, es de cómo hacer para que las acciones de cooperación contribuyan a redistribuir más equitativamente los recursos, las oportunidades y el poder entre los hombres y las mujeres. De igual manera, los criterios para valorar los proyectos se han ampliado y complejizado a lo largo de la última década, desde los referidos a la desagregación de datos por sexo o al análisis de género en la identificación planteados en las primeras convocatorias, hasta la previsión del impacto de género del proyecto, la presencia de acciones que satisfagan necesidades prácticas de género de las mujeres o la contribución del proyecto al logro de sus intereses estratégicos de género que aparecen en las últimas. Hay que señalar, no obstante, que los criterios de género utilizados en las valoraciones de los proyectos anuales (sean de cooperación o de otro tipo) siempre han sido menos exigentes que los usados para los proyectos plurianuales. Dentro de estos últimos, la convocatoria de 2007 ha alcanzado un grado máximo de exigencia al plantear una batería de nuevos criterios para los proyectos que fomentan la igualdad que abarcan todos los ámbitos de actuación y preocupación de los movimientos de mujeres (poder de decisión sobre el propio cuerpo, lucha contra la violencia hacia las mujeres, acceso al poder, apoyo a la organización autónoma de las mujeres, corresponsabilidad, políticas de igualdad en instituciones locales, etc.). Por otro lado, las baremaciones de los criterios de género siempre han rondado el 10% del total, con dos notables excepciones: los plurianuales de cooperación del año 2000 (14%) y los plurianuales de cooperación del 2007, en la que un proyecto centrado en el logro de la igualdad puede obtener en los ítems de género hasta el 25% de la puntuación total. Es un hecho destacable que las convocatorias de proyectos de Sensibilización han mostrado tradicionalmente un bajo nivel de exigencia hacia los temas de género. Desde 2003, la “incorporación de la perspectiva de género en las temáticas abordadas” es un criterio para valorar las solicitudes, aunque tiene una baremación muy baja (3,6% en las acciones puntuales y 4% en las presentadas por consorcios) y una formulación excesivamente abstracta8. Las convocatorias de proyectos plurianuales conjuntos de Educación para el Desarrollo han tratado de corregir esta carencia, planteando fuertes requerimientos de género a todos los niveles: por un lado, se excluyen aquellos proyectos que hayan sido identificados sin realizar análisis de género o no incorporen la perspectiva de género en la ejecución del mismo; por otro, la temática género y desarrollo es una de las priorizadas; y finalmente, se valora la incorporación de la perspectiva de género en la identificación, planificación y ejecución del proyecto (aunque con una baremación muy baja, que ronda el 3% del total). Es evidente la importancia de que los proyectos de EpD incorporen una visión de género, en particular para contrarrestar algunas ideas que aún persisten en el movimiento de cooperación al desarrollo en el sentido de que la desigualdad de género es un problema exclusivo de los países empobrecidos, o que la tarea de difundir, reflexionar o denunciar la situación de las mujeres en el mundo no forma parte de la cooperación solidaria. Las convocatorias de Ayuda Humanitaria no han incorporado requerimientos de género. No obstante, los buenos resultados de las últimas convocatorias para apoyar la protección de los Derechos Humanos -que han enfatizado abiertamente los proyectos contra la violación de los derechos de las mujeres, la violencia de género y el tráfico de mujeres y niñas-, muestran cómo
8 El criterio está formulado como “Información, formación, intercambio y/o sensibilización sobre la incorporación de la perspectiva de género en el desarrollo”. En el caso de los proyectos presentados por consorcios, a este criterio se añade el de “Información, formación, intercambio y/o sensibilización sobre experiencias o proyectos de desarrollo enfocados a la igualdad de género y/o el empoderamiento de las mujeres”.
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el simple hecho de evidenciar a las mujeres como colectivo específico destinatario de las acciones, contribuye a que las ONGD presenten proyectos que las contemplen. Los convenios de cooperación han sido muy poco utilizados para hacer avanzar la perspectiva de género en la cooperación municipal. Destacan, por lo excepcionales, los siguientes: • el suscrito con la Asociación de Amigos de la R.A.S.D. que incluye cada año un proyecto de apoyo a la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (centrado habitualmente en el fortalecimiento de la organización femenina y la promoción de la participación política de las mujeres), • el establecido con Euskal Fondoa para apoyar, entre 2004 y 2006, un proyecto dirigido a promover políticas municipales para la equidad de género en 4 municipios de El Salvador (por cierto, el único con enfoque de género de la media docena de proyectos de Euskal Fondoa a los que el Ayuntamiento aporta cada año recursos económicos), • el firmado con las asociaciones Ard Al Atfal y Oum El Banine de Agadir (Marruecos) y Tierra de Hombres, para realizar actividades de cooperación e intercambio en el ámbito de las políticas y servicios sociales, dirigidos a las mujeres, la infancia y colectivos de inmigrantes. Algo parecido puede decirse de los convenios de sensibilización y de las actividades de información, difusión y formación, que en pocas ocasiones han tenido como objeto visibilizar las desigualdades de género en el mundo, denunciar las violaciones a los derechos humanos de las mujeres o apoyar las luchas de los movimientos feministas del Sur. Entre las actuaciones destacables cabe mencionar: • el convenio con Mugarik Gabe para realizar unas Jornadas sobre la equidad de género en la globalización, y una publicación sobre pueblos indígenas, género y comunicación, • el convenio con Bakeaz para publicar dos cuadernos dedicados a Género y desarrollo y Evaluación con enfoque de género, • las Jornadas “Generando desarrollo” organizadas por el Servicio de Cooperación al Desarrollo, • la exposición de fotografías del colectivo “Mujeres Creando” de Bolivia, • y algunos artículos sobre estas temáticas incorporados a la Gaceta Municipal. Además de estas actuaciones, el Ayuntamiento ha promovido que la perspectiva de género esté presente en actividades de investigación (por ejemplo, en el estudio sobre las condiciones laborales en las ONGD) o de formación (convenio con SETEM para realizar el curso anual sobre Estrategias de cooperación al desarrollo) realizadas por los agentes sociales. Por el contrario, las evaluaciones sí han sido utilizadas por el Ayuntamiento como un instrumento más de sus estrategias para valorar los resultados de género de los proyectos y extraer lecciones para mejorar la incorporación de la perspectiva de género en la cooperación. En la última década se han realizado 5 evaluaciones externas con esta finalidad9, aunque no todas igualmente eficaces. Así, de la primera evaluación realizada en 1999, en la que se constató la carencia de formación de las ONGD en materia de género, se derivaron varias ofertas de actividades de sensibilización sobre estos temas y la necesidad de pasar de la retórica a la utilización de herramientas de género para planificar, dar seguimiento y evaluar los proyectos. De la realizada en 2004 emanó una propuesta a las ONGD y a sus socias locales sobre la conveniencia de que auto-diagnosticaran su voluntad y capacidad institucional de género, para afrontar los retos que ellas mismas se plantean en sus proyectos.
2. Los resultados obtenidos: logros y dificultades El Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz ha sabido traducir su compromiso con la equidad de género en la búsqueda de caminos para lograr que sea un objetivo principal de la cooperación al desarrollo, mostrándose coherente a la hora de descartar estrategias ineficaces e innovador en la utilización de algunos instrumentos (evaluación, sensibilización, asesorías) que permitan un mejor diagnóstico de la realidad y motiven cambios en las concepciones de las ONGD. Los resultados de sus esfuerzos son evidentes. Basta comparar las temáticas abordadas por los proyectos aprobados a finales de la década pasada y las de los últimos tres años, para darse cuenta de que ha habido notables avances. Lamentablemente, el Ayuntamiento no dispone de suficientes evaluaciones de los proyectos que ha cofinanciado, mucho menos de evaluaciones del impacto de género de los mismos, como para emitir valoraciones contundentes sobre sus resultados en términos de equidad de género. Pero con todo, nos atrevemos a afirmar que el balance es positivo. Por un lado, la evolución durante la última década del porcentaje de “proyectos con enfoque de género”10 (Gráfica 1) muestra una tendencia claramente ascendente en el caso de los plurianuales de cooperación y educación para el desarrollo y también entre los de protección de Derechos Humanos (tres de las convocatorias que en 2006 y 2007 concentraron respectivamente el 48% y el 47% del total de subvenciones entregadas por el Ayuntamiento).
9 Evaluación de 5 proyectos para mujeres en Perú (1999). Evaluación del fortalecimiento organizacional de la UNMS (2002). Estudio-evaluación del componente de género de 3 proyectos plurianuales realizados por organizaciones mixtas en Guatemala y Nicaragua (2004). Evaluación de 2 proyectos plurianuales ejecutados por organizaciones de mujeres en Nicaragua (2005). Evaluación de impacto de 2 proyectos plurianuales terminados en 2004, incluido el impacto de género (prevista para 2008). 10 Englobamos aquí los proyectos orientados a mejorar las condiciones de vida de las mujeres (neecsidades prácticas de género), a contribuir a su empoderamiento o a lograr avances en el cuestionamiento de las desigualdades de género (intereses estratégicos de género).
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Por otro, aunque los proyectos anuales de cooperación y sensibilización han seguido una trayectoria más errática, se evidencia que las mujeres y la equidad de género han ganado espacio en este tipo de proyectos, pues en el primer caso se ha pasado de un 8% de proyectos con enfoque de género en 1998 a una media de casi 40% entre 2003 y 2006, y en los de sensibilización de un 4% en 1998 a un promedio del 21% entre 2004 y 2006. La evolución de los recursos asignados a proyectos con enfoque de género en las diferentes convocatorias de la última década (Gráfica 2) confirma, en términos financieros, la tendencia mostrada por los proyectos, aunque es significativa, y preocupante, la disminución del monto destinado a proyectos con enfoque de género entre los anuales de cooperación y de sensibilización en 2007. GRÁFICA 1
Proyectos con enfoque de género aprobados (porcentajes) 11 80
70
60
50
40
30
20
10
0 1998
1999
2000
20001
2002
2003
Cooperaci ón anual es
Cooperaci ón pl uri anual es
S ensi bi l i zaci ón anuales
P l uri anual es de E pD
2004
2005
2006
2007
P rotecci ón Derechos Humanos
11 Notas a las Gráficas 1 y 2: los datos para 2007 de plurianuales de cooperación y EpD son de las respectivas convocatorias de identificación y formulación. El dato de proyectos anuales de sensibilización para 2005 es el de los convenios de sensibilización firmados ese año, ya que en 2005 no hubo convocatoria de proyectos anuales de sensibilización.
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GRÁFICA 2
Montos destinados a proyectos con enfoque de género (porcentajes) 80
70
60
50
40
30
20
10
0 1998
1999
2000
20001
2002
2003
Cooperaci ón anual es
Cooperaci ón pl uri anual es
S ensi bi l i zaci ón anuales
P l uri anual es de E pD
2004
2005
2006
2007
P rotecci ón Derechos Humanos
A la vista de los datos, parece que la estrategia de incentivar los proyectos que buscan la igualdad resulta más efectiva que la de poner requisitos de género y esperar que las ONGD los cumplan. La abundancia de “buenos proyectos” entre los plurianuales identificados en 2007 (50% de los de cooperación y 33% de los de educación para el desarrollo) y entre los de protección de los Derechos Humanos (67% en 2006 y 100% en 2007) parecería confirmar esta hipótesis. Un análisis más cualitativo de los resultados logrados obligaría a preguntarse por los cambios ocurridos en las concepciones y formas de trabajo de las ONGD vitorianas, y por las circunstancias que han limitado o dificultado el logro de un mayor impacto. Comenzando por los cambios operados en las ONGD, es evidente que a algunas de ellas el compromiso del Ayuntamiento con la equidad de género les ha brindado buenas oportunidades (apoyo económico, validación institucional de sus propuestas) para llevar adelante sus iniciativas en este campo e incluso, para mejorar su trabajo con algunas herramientas técnicas. Pero este no es el caso de otras que, teniendo poco personal contratado o estando sobrecargadas de trabajo o no priorizando los temas de género, pueden haber vivido las exigencias del Ayuntamiento como “una presión más de quien tiene el dinero” que les implica casi siempre más requisitos para la formulación de los proyectos, más complejidad de los informes de seguimiento o más papeleo a pedir a las contrapartes... cuando quizás tienen demasiados proyectos que formular y justificar, y lo que piden es “simplificar los mecanismos, habilitar herramientas más ágiles… que faciliten la planificación y limiten la burocracia”12. No cabe duda de que el Ayuntamiento ha desempeñado un papel significativo en el intento de que las ONGD incorporen el enfoque de género en sus proyectos, empeño lógico si tenemos en cuenta que cerca del 90% de las subvenciones que otorga son gestionadas por las ONGD. Sin embargo, por las propias características del tejido asociativo de la cooperación vitoriana (poca cantidad de ONGD, en su mayoría pequeñas y sostenidas por voluntariado, muy centradas en la ejecución de proyectos de cooperación pero sin suficiente personal técnico para gestionarlos, con una sobrecarga importante de trabajo, etc.), buena parte de las ONGD no han podido aprovechar las oportunidades que les brindaba el Ayuntamiento para mejorar la calidad de su trabajo.
12 Rodríguez, Natalia (2008) “Análisis de la política de cooperación al desarrollo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz 19962006” (Coordinadora de ONGD de Euskadi, mimeo).
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Esta realidad nos remite a un tema mayor que es el del modelo de cooperación que viene aplicando el Ayuntamiento desde los comienzos de su accionar cooperante, un modelo que descansa en gran medida en la lógica de “responder mediante subvenciones a las propuestas que le formulan las ONGD”. Es esta una modalidad de cooperación que genera una fuerte dependencia del Ayuntamiento respecto a las ONGD (la calidad de su cooperación depende, en última instancia, de la calidad del trabajo de estas), y que deja al Ayuntamiento con poco margen de maniobra para lograr por otros medios los cambios que busca. La situación es ciertamente paradójica: el Ayuntamiento es el responsable, en última instancia, de que el dinero aportado por la ciudadanía vitoriana sea destinado a una cooperación eficiente y de calidad, pero al depender casi totalmente de las ONGD para gestionar los proyectos que cofinancia, no puede garantizar que sus objetivos sean alcanzados. Es evidente que su margen de maniobra aumentaría si el Ayuntamiento adoptara un rol más claro de liderazgo en la conducción de la cooperación municipal, en lugar de delegar responsabilidades en las ONGD, y si apostara por otras modalidades de cooperación que requieran de la cooperación directa de la institución municipal e incluso, de la actuación de otros agentes sociales con mayor voluntad política para impulsar temas de equidad de género. Este sería el caso de la Universidad del País Vasco, que cuenta desde este curso con una Dirección de Igualdad competente para impulsar actuaciones en materia de igualdad en el campo de la cooperación universitaria al desarrollo. Y también de las asociaciones feministas vitorianas, aunque su debilidad actual aconseja no depositar demasiadas expectativas en su capacidad para liderar cambios sustantivos en la dinámica de la cooperación municipal (lo que no debiera impedir que el Ayuntamiento realizara esfuerzos para involucrarlas en actuaciones de sensibilización y educación para el desarrollo de mayor calado feminista). De todos modos, que las ONGD vitorianas no hayan respondido de la manera esperada a las presiones e incentivos del Ayuntamiento no debiera desanimar a este de seguir exigiendo una cooperación con enfoque de género, acompañando a las ONGD en sus procesos de concienciación y formación sobre estos temas e incentivando a aquellas más dispuestas a trabajar por la equidad de género en el desarrollo, como se plantea en la estrategia actual. En cuanto al rol desempeñado por el Consejo de Cooperación en el impulso de estos temas, parece haber acuerdo entre sus integrantes en que desde hace unos años su dinámica ha estado centrada en cuestiones de tipo informativo y divulgativo, lo que no ha contribuido a hacer de este un espacio útil para profundizar en la importancia del enfoque de género en la cooperación, compartir las dificultades que enfrentaban a la hora de responder a los requisitos establecidos por el Ayuntamiento, y consensuar estrategias o metodologías para superarlas partiendo de las capacidades y recursos reales de las ONGD. A estos factores hemos de añadir un conjunto de circunstancias, tanto externas como internas al Ayuntamiento, que han podido limitar el alcance de sus actuaciones. Nos referimos tanto al apoyo encontrado en las instituciones públicas del entorno más cercano en la tarea de impulsar el enfoque de género en la cooperación, como a la propia “capacidad institucional de género” que el Ayuntamiento se ha construido durante estas dos décadas de hacer cooperación. Sobre la primera circunstancia, es necesario señalar que hasta el año 2002 el Ayuntamiento recorrió prácticamente en solitario el camino de la incorporación del enfoque de género en la cooperación, y que en gran medida lo ha seguido haciendo hasta hace poco tiempo (al menos en lo que respecta a Euskal Fondoa y la Diputación de Alava). Sin embargo, durante los últimos años, la Dirección de Cooperación al Desarrollo del Gobierno Vasco ha demostrado una mayor disposición a concretar los discursos de igualdad en políticas y actuaciones específicas, lo que seguramente habrá disminuido el sentimiento de soledad del Ayuntamiento en este campo. En cuanto a la “capacidad institucional de género”, el Ayuntamiento ha dado algunos pasos pero muestra aún notables carencias. La primera de ellas, una política de género que estando integrada en la política global de cooperación municipal, establezca los objetivos que se persiguen y las estrategias para lograrlo. Hasta la fecha, el Ayuntamiento ha operado con una “política de género de hecho” que va construyendo cada año en base a las prioridades y criterios reflejados en las convocatorias de subvenciones. Sin embargo, la falta de una política municipal de género y desarrollo –que debiera de ser consensuada con el resto de agentes sociales, ampliamente difundida y evaluable-, ha traído como consecuencia una discrecionalidad en las actuaciones municipales, que dependen en última instancia del impulso que el Servicio de Cooperación decida dar a estos temas y se expresa, entre otras cosas, en la diversidad de requisitos y criterios de género plasmados en las sucesivas convocatorias. Todo ello ha podido generar un escenario de impredictibilidad en el que las ONGD no alcanzan a saber con antelación a qué nuevas exigencias tendrán que responder cada año para acceder al financiamiento y, en definitiva, qué espera el Ayuntamiento de ellas en tanto ejecutoras de una cooperación cofinanciada con recursos públicos. Al final, lo que está en duda es la legitimidad del Ayuntamiento para exigir a las ONGD que se doten de una política de género cuando el propio Ayuntamiento, como institución que hace cooperación al desarrollo, no la tiene.
3. Propuestas Como hemos venido sosteniendo en este artículo, el Ayuntamiento ha concretado su firme voluntad política de hacer cooperación para la equidad de género, en diversas iniciativas dirigidas a mejorar la calidad de los proyectos que realizan las ONGD y que el ente municipal cofinancia. También ha sabido analizar con espíritu crítico los resultados de sus esfuerzos, reconociendo
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cuando una estrategia se ha agotado o fracasado, tratando con realismo las limitaciones del tejido asociativo de la cooperación y demostrando un notable empeño en buscar caminos cada vez más eficaces. Los resultados han sido positivos, y la cooperación al desarrollo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz hace, en la actualidad, una mayor y mejor contribución a la defensa de los derechos de las mujeres y al combate a las desigualdades de género en el mundo, que una década atrás. Sin embargo, aún está lejos de lo que quería lograr cuando en 1999 el Ayuntamiento decidió promover en los agentes de la cooperación vitoriana “la voluntad política de contribuir a reducir la desigualdad de género”, la capacidad de “ver a las mujeres como ciudadanas con derechos” o la necesidad de reflexionar “sobre el impacto de nuestras actuaciones en la situación y posición de las mujeres”13. En 2002, en una ponencia presentada en las Jornadas “Generando desarrollo”, Aitor Gabilondo hacía balance del camino recorrido y señalaba, como una característica de la cooperación descentralizada, el hecho de que no está sujeta a políticas o directrices de rango superior y que, por tanto, no hay mecanismos ni normativas para que los compromisos políticos internacionales o estatales en materia de igualdad se reflejen en ella. De ahí que, concluía, “la incorporación de la perspectiva de género en la cooperación municipal termina dependiendo de la voluntad ‘espontánea’ de las instituciones locales y las ONGD”. Seis años después, parece claro que la voluntad política de actuar contra la desigualdad de género es todo menos ‘espontánea’ y requiere de buenas estrategias, mejores habilidades, grandes dosis de empatía con las mujeres y, sobre todo, mucho compromiso con la justicia de género. Lo que sigue son algunas propuestas para dar un nuevo impulso al trabajo por la equidad de género en la cooperación municipal, con tres objetivos: • Institucionalizar los avances logrados hasta la fecha, y traducirlos en políticas, estrategias, instrumentos y recursos para que la cooperación contribuya al empoderamiento de las mujeres y a reducir las “brechas de género” en las sociedades con las que coopera. • Ampliar el marco de actuación del Ayuntamiento más allá de la cofinanciación de los proyectos de las ONGD, abriéndose a nuevas modalidades de cooperación municipal en las que tengan cabida programas integrales y sostenibles de cooperación con enfoque de género. • Profundizar el impacto de género de las actuaciones municipales, concentrándose en el apoyo a aquellas reivindicaciones de las mujeres con mayor potencial de transformación de las relaciones desiguales de género. Para institucionalizar los avances logrados, el Ayuntamiento debe promover una política de cooperación para la equidad de género que aterrice los compromisos internacionales en el terreno de la cooperación local. Una actitud más activa en materia de planificación de la cooperación municipal debe llevar al Ayuntamiento a contar con una política municipal de cooperación y, dentro de ella, una política de género que establezca: • los fundamentos teóricos y políticos del trabajo por la equidad de género, en el marco de una cooperación transfomadora; • las estrategias que utilizará el Ayuntamiento para contribuir a la equidad de género (que no pueden ser otras que transversalizar el género en todas las políticas de cooperación y apoyar el empoderamiento de las mujeres); • los territorios, sectores y colectivos de mujeres priorizados por la cooperación municipal; • los instrumentos de cooperación más eficaces para lograr impactos de género positivos en las sociedades del Sur, y para promover una cultura solidaria y feminista en la sociedad vitoriana; • los recursos técnicos y financieros que se dedicarán a poner en práctica la transversalidad de género y el apoyo al empoderamiento de las mujeres; • las alianzas y coordinaciones a establecer con otros agentes institucionales y sociales de la cooperación vitoriana, alavesa y vasca. El Ayuntamiento ha señalado en ocasiones anteriores que la incorporación de “la perspectiva de género en la cooperación requiere dinámicas de colaboración entre instituciones, involucrando tanto al Servicio de Cooperación como al de Igualdad, a las ONGD y al movimiento asociativo de mujeres”. Estas dinámicas son aún más necesarias para elaborar la política de género, mediante un proceso participativo y deliberativo que permita a todos los actores identificarse con sus resultados. Los Consejos de Cooperación y de Igualdad, las experiencias de coordinación con el Servicio de Igualdad y con la Dirección de Promoción Social de la Diputación de Alava, son capital institucional acumulado por el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz que puede contribuir en esta tarea, y al que deben añadirse nuevos agentes institucionales y sociales en el Sur (Unidades de Igualdad en gobiernos locales, asociaciones de mujeres, ONG mixtas que trabajan con enfoque de género) y en la ciudad (Coordinadora de ONGD, colectivos de inmigrantes, asociaciones de mujeres, Universidad). Pero para elaborar y llevar adelante una política de género no sólo son necesarias sólidas alianzas institucionales y sociales. También hace falta dotar a esa política de los recursos humanos, técnicos y económicos suficientes para poder ponerla en práctica. La transversalización del género cuesta dinero y requiere de conocimientos técnicos; es una especialización profesional y las instituciones y agentes sociales necesitan personas cualificadas para realizarlo (y el suficiente tiempo laboral asignado a esa tarea, para que no tenga que ser realizada como voluntariado o militancia).
13 Gabilondo, Aitor (ponencia citada).
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El Ayuntamiento debiera repensar el modelo de cooperación que aplica desde hace dos décadas, y abrirse a nuevas modalidades de cooperación municipal en las que deje de ser una institución pública que cofinancia iniciativas de las ONGD y se piense a sí misma como agente de cooperación que apoya procesos de desarrollo local integral, brindando apoyo institucional a gobiernos locales del Sur, fortaleciendo sus políticas públicas y reforzando el tejido asociativo local; como agente de cooperación capaz de involucrar al conjunto del ente municipal en la realización de cooperación directa al tiempo que articula redes y comparte responsabilidades con el resto de agentes sociales y con la ciudadanía, para construir capacidades locales en los territorios donde coopera (más que cubrir necesidades con una multiplicidad de proyectos asistenciales financiados con recursos del Norte)… La propuesta es ambiciosa y su argumentación excede a los objetivos de este artículo14, pero es el marco necesario para repensar cuáles pueden ser las modalidades de cooperación más adecuadas y eficaces para contribuir a la equidad de género. De las modalidades señaladas por Malé, la más utilizada hasta la fecha ha sido la consistente en transferir recursos a comunidades del Sur (directamente o a través de las ONGD), pero el Ayuntamiento ha acumulado también alguna experiencia en otras modalidades cooperación, como la de fortalecer los espacios y políticas de igualdad de gobiernos locales (proyecto de Euskal Fondoa en 4 municipios de El Salvador), promover el desarrollo económico local (proyecto de Malpaisillo, proyecto entre gobiernos locales y organizaciones de mujeres para capacitación a mujeres para montar negocios), y apoyar el cambio cultural y las relaciones entre los tejidos asociativos y las ciudadanías del Norte y del Sur (proyecto sobre educación no-sexista, convenio con Agadir, proyectos y convenios con Mugarik Gabe). Es necesario analizar las posibilidades que ofrecen estas modalidades para impulsar proyectos específicos de empoderamiento y equidad, lo que requiere evaluar las experiencias concretas desarrolladas y extraer de ellas enseñanzas que permitan ampliar la cooperación en estas modalidades. En particular, podría ser de interés explorar las potencialidades de una modalidad que fuera síntesis del “modelo Malpaisillo” (apoyo a las organizaciones de mujeres que actúan a nivel local atendiendo necesidades prácticas de las mujeres con un enfoque de empoderamiento integral, y además inciden en la política municipal) y del “modelo Cuscatlán” (apoyo a los espacios y políticas de equidad de género de los gobiernos locales, y además promoción de la participación de las mujeres organizadas a nivel local). Este modelo “Malpaisillo-Cuscatlán” requiere una nueva manera de ver a las mujeres no como necesitadas de servicios básicos o como mano de obra barata para proveer a la comunidad de servicios colectivos, sino como agentes responsables del desarrollo local. Y también requiere considerar los programas y proyectos que buscan su empoderamiento como las actuaciones más adecuadas para construir un desarrollo local democrático y más eficaces para erradicar la pobreza a nivel local. Incorporar el enfoque de género en la cooperación no consiste en incluir una acción específica para mujeres en un proyecto que no persigue el objetivo global de empoderarlas, sino en considerar el empoderamiento de las mujeres y la equidad de género como objetivos en sí mismos, cuya búsqueda debe ser priorizada y dotada de recursos específicos. Parafraseando a Sancho i Vendrell, la cooperación del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz debe asumir que “el protagonismo del desarrollo está en las mujeres que cotidianamente construyen su futuro… (que) nuestro papel es apoyarlas mientras transformamos las estructuras y valores que sostienen la desigualdad de género en nuestra sociedad y conjuntamente contribuimos a construir un mundo más justo, solidario y equitativo” �. La política de género de la cooperación municipal debiera priorizar aquellas reivindicaciones de las mujeres que tienen mayor potencial de transformación de las relaciones desiguales de género y mayor capacidad de generar alianzas solidarias internacionales, para llegar a involucrar en la cooperación solidaria también a las asociaciones de mujeres y feministas vitorianas, incluidas las de mujeres inmigrantes. En concreto, proponemos cuatro ámbitos de intervención en torno a los cuales podrían construirse redes de cooperación solidaria entre la sociedad vitoriana y las mujeres del Sur: • La superación de la pobreza y la precariedad laboral en Vitoria-Gasteiz y en las sociedades del Sur: con ejes de actuación en torno al acceso a recursos económicos y a la propiedad de la tierra, la defensa de mejores condiciones de trabajo en las maquilas, la obtención de capital para poner en marcha proyectos productivos, la defensa de las condiciones de trabajo de las mujeres inmigrantes en Vitoria… • La erradicación de la violencia masculina contra las mujeres en un mundo globalizado: con ejes de actuación en torno a la denuncia y prevención de los feminicidios en Centroamérica, la lucha contra los asesinatos de mujeres y los malostratos en Vitoria-Gasteiz, la prevención y denuncia de las mutilaciones genitales en niñas inmigrantes… • El ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres: con ejes de actuación en torno a los embarazos adolescentes en Centroamérica, la lucha por el derecho al aborto -en Euskadi pero también en Nicaragua y en El Salvador-, el derecho a la educación, la libertad y la autonomía sexual…
14 Ver interesantes aportes en Malé, Jean-Pierre: “Panorámica de las prácticas y tendencias actuales de la cooperación descentralizada pública”, y en los artículos de Sancho i Vendrel, Alfonso: “La cooperación local descentralizada. Análisis crítico y nuevas perspectivas” y de Fernández, Gonzalo: “¿Es el desarrollo local el ámbito más adecuado para la cooperación descentralizada?” en el libro Riesgos y oportunidades en la cooperación descentralizada (PTM-Mundubat, Gakoa, Donostia, 2006).
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• El reconocimiento y valoración del trabajo de cuidar: con ejes de actuación en torno a la invisibilidad del aporte económico del trabajo reproductivo, la reflexión en torno a la transnacionalización de los cuidados (“las que nos cuidan aquí descuidan allá a los suyos”, “las negociaciones domésticas que aquí no hacemos gracias a que explotamos a las inmigrantes”)… Malé menciona en su artículo el potencial de la cooperación municipal para fortalecer la capacidad de incidencia de los gobiernos locales ante sus gobiernos nacionales, en temas que desbordan el marco municipal. Los feminicidios, las condiciones laborales de las maquilas, la falta de políticas de educación sexual y reproductiva o de leyes contra la violencia de género, son buenos ejemplos de problemáticas vividas a nivel local pero cuya resolución requiere de intervenciones supra-municipales que la cooperación municipal podría apoyar. Interrogarse sobre qué tipo de actuaciones de cooperación podrían animar al tejido asociativo de mujeres en Vitoria-Gasteiz a implicarse en la solidaridad internacional, ayudaría a encontrar ejes, en clave feminista, para un trabajo de sensibilización y educación para el desarrollo con las mujeres vitorianas. Parece sensato pensar que el único camino para construir cultura solidaria es comprender que lo que les ocurre a las mujeres en otros lugares del mundo tiene relación con lo que nos ocurre a las mujeres aquí. Encontrar las conexiones entre las maneras en que “resolvemos” nuestros problemas como ciudadanas del Norte y las consecuencias que nuestras actuaciones tienen en las mujeres y sociedades del Sur, puede ser el camino para internacionalizar las reivindicaciones y construir cultura solidaria feminista. El Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz debiera empeñarse, tercamente, en apoyar a las mujeres vitorianas a encontrar estas conexiones.
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