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La evangelización franciscana en la historia Identidad y novedad en la historia de la evangelización franciscana
La vocación a la misión evangélica a) El carisma de la vida minorítica incluye desde sus orígenes una vocación a la misión evangélica. Francisco y su primitiva fraternidad reconocen su nuevo estilo de vida al servicio de la misión evangélica, a saber, el ser enviado a predicar el Evangelio entre los fieles y los infieles. El carácter misionero de su nueva forma de vida es fundamental1. Ahora bien, este deseo de anunciar el Evangelio con el tiempo necesita de aplicar o crear formas culturales con las cuales la propia fe pueda expresarse y hacerse reconocible. El anuncio de la fe está siempre ligado a formas que permiten la propagación de la fe en un modo comprensible y este hecho requiere el uso de formas culturales ya existentes o la creación de nuevos modelos culturales que permitan la comunicación de la Buena Nueva. Esto se llevo a cabo de tal modo, que el carisma misionero inherente a la vocación misionera, necesariamente hacía de los franciscanos verdaderos productores y portadores de una cultura correspondiente al mensaje por difundir. Podemos decir que la evangelización franciscana a través de la historia ha tomado en gran parte la vía de una cultura cristiana con un enfoque u orientación cultural particular según la visión de la vida de minoridad. La misión evangelizadora en la historia franciscana se caracteriza, por un lado, por el binomio anunciar-predicar el Evangelio, y por el otro lado, la necesidad de crear-promover una cultura que corresponda con el Evangelio. El evangelizar y el formar una cultura de hecho caminaban juntas. En la base de este mandato, nos encontramos con la visión universal de Francisco.
b) La visión universal El cristianismo incluye en este sentido una dimensión universal y representa una exigencia universal que se dirige a todo el mundo. La imagen que Francisco tiene de sí mismo y de su primera fraternidad se había extendido por todo el mundo conocido. Francisco envía a sus hermanos a los cuatro ángulos de la tierra y escribe a todos los gobernantes y a todos los fieles. Él fundamenta su carisma misionero con una fuerte consciencia de ser enviado a todas las ciudades, a todas las aldeas, a toda la gente y a todos los pueblos. Su misión se concibe como universal. A este mandato universal le corresponde un estilo de vida en este mundo como itinerante. Esta visión global incluye en el horizonte de la vida no sólo los países más distantes sino también a todo el universo con todas las creaturas. Esta universalidad lleva a los hermanos a una actitud significativa de apertura y los pone en contacto con culturas diferentes.
c) El concepto de Bondad La actitud (habitus) positiva de mantenerse abiertos hacia todo el mundo y hacia tantas culturas diferentes es la base de la visión universal inherente al franciscanismo. Esta actitud de apertura positiva sin reservas, es posible para los hermanos menores en cuanto que su comprensión del mundo y de las culturas parte del fundamento de un concepto profundo de bondad. La vida franciscana se fundamenta en una percepción de la bondad de Dios Uno y Trino. Partiendo con la explicación teológica-espiritual que la revelación de un Dios Uno y Trino como comunión, vínculo y amor en si miso, pone al hombre delante de un Dios creador que en su ser es Suma Bondad. Precisamente por esta razón Dios es fuente de la bondad inherente en el universo, presente en todas las criaturas y en algún modo algo de esta bondad suya también está presente en todas las culturas. Este concepto de Bondad les permite a los franciscanos poder 1 Cf. 1C 22. 29; TC 25. 33; Rnb XVI; Rb XII.
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aceptar todo lo que constituye o expresa la fe y la cultura como un posible medio e instrumento para poder hacer aparecer la bondad de Dios en este mundo a través del producir y crear humano que se demuestra en cada manifestación cultural-humana. Esta difusión de la bondad divina reconocida en el mundo y en la creación edifica la comunión que se expresa en la fraternidad franciscana.
d) La forma de vida en fraternidad La forma de vida evangélica propuesto por Francisco se fundamenta en el carácter de fraternidad como lo indica el nombre que eligió: Hermanos Menores2. Francisco mismo, después de haber oído el Evangelio en donde se narra que Jesús envía a sus discípulos3, de la misma manera él envía a los hermanos de su fraternidad de dos en dos por el mundo a predicar el Evangelio4. Vivir el propio carisma y la propia vocación en el espíritu y en la real convivencia fraterna crea un estilo característico y una dinámica particular de vida, incluso en la confrontación con el mundo. Porque es en el estilo de una fraternidad que los franciscanos encuentran, crean o llevan la fe a todas las criaturas de buena voluntad. Al anunciar la buena nueva promueven formas culturales viviendo una ambientación caracterizadas por la fraternidad. No obstante que conocemos muchos nombres de hermanos famosos y célebres, distinguidos y comprometidos en la evangelización, en el tiempo no sólo son estas celebridades particulares de considerar, sino que podemos reconocer la fraternidad franciscana como tal, como origen de diversos rasgos misioneros y culturales.
Los franciscanos como creadores, productores y portadores de cultura Los franciscanos, a través de una de sus tradiciones dinámicas del anuncio se convirtieron en creadores y portadores de cultura y, a través de su visión universal y misionera se convirtieron en portadores de una cultura de fe hacia todo el mundo. La espiritualidad y la forma de vida que resulta del mismo san Francisco y de la primitiva fraternidad minorítica desarrollan un dinamismo creativo en casi todos los ámbitos de la cultura. Podemos distinguir y reconocer la productividad cultural de los franciscanos en el campo de la literatura, del arte, de la imagen y las artes plásticas, en el campo de la arquitectura, en el ámbito de la música y el teatro, en el ámbito de las ciencias naturales, y por último, pero no menos importante, en el contexto de la devoción popular. Todo se convierte en un medio y en un instrumento para la evangelización. El área cultural probablemente más productiva lo encontramos en el campo de la Literatura. La literatura franciscana se divide en varias categorías de textos: Tratados o leyendas sobre san Francisco y los inicios de la Orden, colecciones de homilías, textos de mística y de la vida ascética, comentarios bíblicos, textos de espiritualidad y devocionarios, libros históricos, poesía, escritos filosóficos y teológicos, publicaciones científicas de todo tipo. En el campo del arte, podemos reconocer la evolución de una verdadera iconografía franciscana, junto con el cultivo de la denominada Arte pobre, que se expresa también en el estilo arquitectónico de las iglesias franciscanas. La música enriquece de manera particular las celebraciones litúrgicas, mientras que el teatro presenta los temas sagrados de la vida de Jesús y de los grandes santos para estimular la compasión, la participación en la vida de fe y para poder orientar a las virtudes representadas. A esto se vincula la promoción cultural de una genuina devoción popular, por ejemplo, la representación y la veneración del pesebre o nacimiento, la práctica del Vía Crucis. Finalmente, 2 Cf. LP 67; EP 26 3 Cf. Lc 9, 3-5, 10, 1-9; Mt 10, 1-42. 4 Cf. TC 33. 54; 1C 29.
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producen investigación científica en diversos campos como en la Física, la Matemáticas, la Astrología o la técnica de un gran número de publicaciones que dan testimonio de la cualificación cultural y científica del mundo franciscano5. Los franciscanos tradicionalmente no sólo estaban al origen de esta rica productividad cultural, sino que al mismo tiempo también eran portadores de la cultura a todo el mundo porque, impulsados por un espíritu misionero, llevaron la fe cristiana en una vasta cultural a todos los rincones del mundo conocido. Portar la fe en esta dinámica como misionero tanto a los fieles como a los "infieles" estaba siempre vinculado a las expresiones culturales de la época. Podemos identificar tres prendas culturales diferentes con las cuales se proclamaba la fe. Era la vestidura de la cultura europea o de la Iglesia latina. A esta vestidura se añade la vestidura de la cultura franciscana que se desprende de la dinámica de su propio carisma y finalmente se creaba la vestidura de la cultura y de las costumbres locales en las que la fe fue integrada y mutuamente se influyeron y afectaron las culturas locales y el mensaje proclamado. Podemos hablar de una forma primitiva de inculturación6.
La base de una cultura franciscana Puesto que los franciscanos nunca fueron sólo simples portadores de la fe en una vestidura cultural ya dada, sino que ellos mismos se muestran los creadores y productores de la cultura como expresión de la fe, parece importante identificar cuáles elementos de la forma de vida de los Hermanos Menores están a la base de esta fructuosa producción cultural. Es decir, qué elementos de la forma de vida promovieron directa o indirectamente que los franciscanos produjeran y propagasen una cultura de la fe. Se debe de constatar que de manera determinante la misión evangélica franciscana se orienta a la redacción del texto bíblico de acuerdo con una interpretación y hermenéutica bíblica propias de la tradición franciscana. Podemos individuar ya en el mismo san Francisco, por ejemplo en su Admonición VII, una primitiva indicación para así llamada vital hermenéutica bíblica, base de la predicación. Francisco no quiere un conocimiento sin reticencias de la doctrina cristiana o del texto literario de los manuales para poder adquirir honores, premios, profesionalidad, ortodoxia o fidelidad doctrinal. Francisco requiere el conocimiento de la revelación divina a través de la concreción de la Palabra de Dios de manera personal, relacional y existencial en el seguimiento de Cristo. La hermenéutica de Francisco es: a) concreta, b) personal, c) relacional d) existencial. A partir de esta hermenéutica vivificante Francisco envía a sus hermanos en el mundo para anunciar el Evangelio con palabras y obras. Sobre esta huella y rastro de Francisco se desarrolla en la tradición franciscana (Buenaventura, Pedro Juan de Olivi, Juan Duns Escoto, Guillermo de Ockham, Nicolás de Lyra)7 5 Cf. 800 Jahre Franz von Assisi. Franziskanische Kunst und Kultur des Mittelalters, Krems-Stein, Wien 1982; Iriarte L., Storia del Francescanesimo, EDB, Bologna 1982. 6 Cf. Cayota M., La sfida dell'Utopia nel Mondo Nuevo. L'alternativa francescana alla 'conquista', EM, Padova 1992 traducción italiana de Siembra entre brumas, Montevideo 1990; Morales F., Memoria Histórica de la Evangelización y Misión (Franciscana) en América Latina: Momentos luminosos y momentos de crisis, en Nuevo Mundo 10 (2008) 15-36. 7 Cf. per la ermeneutica le opere: BONAVENTURA, Breviloquium, Opera - Ed. Quaracchi V, 201-291. BONAVENTURA, Collationes in Hexaemeron, Opera - Ed. Quarachi V, 329-454. BONAVENTURA, Commentarius in Ecclesiasten Cap. VII.: describitur hoc concupiscentiae carnalis inventio“ (Opera VII, 62). PETER OF JOHN OLIVI, On the Bibel: Principia quinque in sacram scripturam. Postilla in Isaiam et in I ad Corinthios. Appendix: Quaestio de obedientia et Sermones duo de S. Francisco, ed. D. FLOOD - G. GÁL, St. Bonaventure/NY 1997, 5-151. PETRUS IOHANNIS OLIVI, Lectura super Proverbia et Lectura super Ecclesiasten (Collectio Oliviana 6), ed. J.
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una hermenéutica bíblica que se convierte en la base de la vida evangelizadora. Podemos señalar al menos siete elementos de esta hermenéutica. 1) Se debe tomar en serio el significado histórico literario de la revelación y no sólo simbólicamente o alegóricamente, porque en el texto bíblico se manifiesta la pobreza y la humildad del auto-desnudarse de la palabra de Dios y su encarnación real en la historia humana. 2) Se puede entender el verdadero significado espiritual de la Palabra de la revelación en el seguimiento concreto de Jesucristo en la propia realidad de la historia. 3) No se trata de una doctrina de la revelación que se debe saber, sino que se trata de un evento de la revelación que se debe vivir cotidianamente en la realidad histórica para poder comprender el misterio inherente a la revelación. 4) Existe una dinámica salvífica de la revelación vivida que se realiza progresivamente en la historia hasta su cumplimiento. 5) La participación activa y existencial en el evento de la revelación revela progresivamente el sentido y el significado de la sagrada Escritura. 6) Se debe interpretar la revelación (contenida en la sagrada Escritura) de forma habitual en el contexto histórico y cultural para encontrar siempre el sentido actual de la revelación; esta siempre nueva interpretación se desarrolla en el contexto de la comunidad eclesial; el verdadero sentido de la revelación se descubre así progresivamente, siempre más profundamente y siempre se descubren un nuevo lado, una nueva dimensión, una nueva perspectiva de la revelación hasta ahora desconocido. 7) La persona histórica del Hijo de Dios es la plenitud de toda la revelación del misterio de Dios, pero los aspectos individuales de esta revelación se descubren sólo de forma gradual a través de los acontecimientos de la historia en la cual el Espíritu del Señor y su santa operación ayuda a los fieles a comprender y respetar cada vez más al misterio de la revelación, que es la persona de Jesucristo. La Cristología de la visión franciscana se deriva en gran parte de una comprensión franciscana de las Sagradas Escrituras, especialmente del Nuevo Testamento: a) se hace una relectura cuidadosa del significado textual de la Sagrada Escritura (qué dice el texto en la época de Jesús y qué dice el texto para nosotros hoy en día), b) la novedad de la revelación surge cuando los lectores/oyentes se dejan apresar o prender personal y existencialmente por la palabra de Dios, c) la palabra de Dios, comunicada a la Iglesia a través de la tradición de la teología y su carisma personal, confiere “Espíritu y Vida”, si los fieles están abiertos al “Espíritu del Señor y su santa operación” y dispuestos a seguirlo. El Espíritu Santo nos revela una y otra vez el mismo Jesucristo y su importancia en este momento de la historia. La revelación vivida activamente en los acontecimientos de la vida contribuye a la creación de un mundo cada vez más evangélico. SCHLAGETER, Grottaferrata 2003, 43-45; 168-171. PETRUS JOHANNIS OLIVI, Expositio in Canticum Canticorum (Collectio Oliviana 2), ed. J. SCHLAGETER, Grottaferra 1999. NIKOLAUS VON LYRA, Postilla litteralis in totam Bibliam. Prologus II. Textus bibliae cum glossa ordinaria, Nicolai de Lyra postilla cum moralitatibus eiusdem, Pauli Burgensis additionibus, Matthiae Thoring replicis, Tomus I, Basel 1506, 3vab. NIKOLAUS VON LYRA, Postilla litteralis ad Matthaeum X. (Ed. Basel V, 36va). JOHANNIS DUNS SCOTUS, Reportata parisiensia II, d.7, q. 4, nn. 4-‐5; Ordinatio III, d. 8q. 3, n. 3. WILHELM VON OCKHAM, Dialogus de imperio et pontificia potestate III tractatus 1 liber 3 cap. 1-20, in: GUILLELMUS DE OCCAM, Opera plurima I, Ed. Lyon 1494 Nachdruck London 1962, 205rb-215rb.
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Ya no son los hermanos que evangelizan, sino que es el Espíritu de Dios el que transforma el mundo y la cultura a través de la proclamación obrada por los franciscanos.
La cultura como instrumento de la misión y de la pastoral Esta hermenéutica se convierte en la base de la predicación franciscana. El anuncio del Evangelio está en el centro (corazón) de la misión de la primitiva fraternidad formada por hermanos menores y de la pastoral de los franciscanos a partir de su entrada en las grandes ciudades en donde se convierten particularmente en los pastores de la nueva burguesía y también de los pobres que se agrupan alrededor de las ciudades en crecimiento. La cultura en diversas formas se convierte en un instrumento de expresión de la fe. De manera pragmática los hermanos son simples portadores de la cultura y en cuanto a la fe se expresa en diferentes configuraciones de la tradición y de la civilización cristiana. Claro es que los hermanos con su estilo misionero que también requiere el molde de una vida itinerante eligen formas culturales que prácticamente son para seres en movimiento. Como por ejemplo: el altar portátil, el breviario y la liturgia simple de la corte itinerante del papado, que se mantenía en continuos viajes. Así, los hermanos portan sobre todo la expresión cultural de la Iglesia Latina de Roma, hasta los últimos rincones de la tierra. Esto debido a su estrecha conexión con la comprensión de la fe católica directamente relacionada con el papado, y también por lo práctico de las ceremonias adaptadas a una vida de continuos cambios de sitio. Estableciéndose poco a poco en la ciudades medievales se constituyeron en pastores de los ciudadanos, de la misma manera como lo hicieron muchos otros que formaban parte del movimiento religioso conocido como los mendigos, en medio de un vacío pastoral. Fue precisamente al mismo tiempo de la propagación de la vida minorítica que inicia el desarrollo de las ciudades y de la nueva clase burguesa. La vida monástica, hasta entonces había sido uno de los pilares de la pastoral de la cultura cristiana, pero a menudo no se encuentran ya en la ciudad y los obispos con un clero poco preparado para las nuevas exigencias, no podían abordar los desafíos de una pastoral popular. Es en este vacío en donde entran nuestros franciscanos como predicadores preparados para predicar el Evangelio en las ciudades y promover una vida cristiana en todos los niveles del nuevo contexto burgués. La primera exigencia que encontraron los franciscanos al entrar en la ciudad fue la construcción de lugares adecuados, como conventos e iglesias. Las construcciones que entonces se edificaron estuvieron en correspondencia con la sencillez y la pobreza de su vida, fue así como fue creada sobre la base de la arquitectura contemporánea, al estilo típico de la Orden franciscana como una expresión fiel a la sencillez y la austeridad de su forma de vida. De esta manera, estos lugares no sólo eran la residencia y el espacio en donde los franciscanos predicaban y llevaban a cabo las celebraciones, sino que también era un espacio en donde los hermanos con su estilo único y la expresión cultural se convirtieron en parte del mensaje predicado. En este sentido, el convento y la iglesia de los frailes se convirtieron en un lugar de culto, de la pastoral y de la cultura cristiana expresando a través de la arquitectura y el arte las características franciscanas de la vida cristiana. Así, la cultura se convirtió en el instrumento de la teología y la espiritualidad que anunciaba la fe. Incluso para las celebraciones de culto de los hermanos creaban diversas formas de devoción popular para poder difundir la fe, especialmente en el pueblo más humilde. Sobre todo se crearon celebraciones de la vida de Jesús como el nacimiento o el Vía Crucis para hacer factible que los fieles pudieran participar de manera concreta en la vida de Jesús. Estas celebraciones de culto a menudo se convertían en una expresión de la cultura popular. Como los franciscanos ejercitaban esta creación de cultura por su trabajo pastoral en las ciudades, de la misma manera, también actuaban como misioneros en todas aquellas tierras en donde ellos llegaban para portar la fe cristiana. Su actividad no se reducía al deseo de bautizar tan pronto como fuera posible a las masas de los no creyentes, sino que querían evangelizar con la multiplicidad de instrumentos de la cultura. De esta manera se demostraron portadores de una fe con expresión Europea. Muchas veces los franciscanos integraban en su metodología catequética y también en las celebraciones
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litúrgicas elementos existentes en la cultura indígena de las poblaciones que no eran contrarias a la fe cristiana. Honestamente no se puede ocultar en este contexto, una cierta ambivalencia en el actuar de los hermanos. Mientras que en América Latina, por ejemplo, los misioneros no eran simples portadores de la cultura española, sino que también respetan e integraban a menudo la cultura de los pueblos que se encontraban. Por otra parte, en China, como lo demuestra la controversia sobre los ritos con los jesuitas, los franciscanos eran contrarios a cualquier forma de inculturación8. Aunque si sucesivamente más raros, pero también hay algunos casos en los que los franciscanos introducían en la práctica de la fe cristiana elementos de la cultura de otra religión, como por ejemplo el sonar la campana en ciertas horas del día para poder recordar la obra divina de la salvación, inspirándose en el muecín que llama a la gente a la oración en el Islam. Además, los hermanos utilizaron con frecuencia el teatro y la música como instrumentos para comunicar la fe, creando en este campo verdaderas escuelas de la cultura popular. Con su predicación y su enseñanza moral crearon como un cierto estilo de vivir la fe cristiana por parte de la gente que va mucho más allá de los estrechos confines de la secta y entraron en muchos niveles en los usos y costumbres de los fieles. En este sentido, la fe se ha creado en torno al anuncio de un gran ambiente cultural en el que la vida cotidiana de los fieles se integró de forma natural. Sin embargo, para los mismos misioneros pronto fue requerido por parte de distinguidos miembros de la Orden una preparación adecuada para poder ir a las diversas situaciones de la misión. Así, por ejemplo, el ilustre estudioso Bacon exigía que sobre la base de la enseñanza de Grossetesta y de Marsh, estuviese la preparación lingüística, geográfica y cultural, tan necesaria para los futuros misioneros. Una solicitud similar tenía su origen en el erudito Raimundo Lullo9, que llegó a convencer a los miembros del Concilio de Viena (del 1311 hasta 1312) de introducir la fundación de algunas cátedras de lenguas orientales en la Universidad con el fin de preparar hombres y misioneros al diálogo y al intercambio de la cultura en el encuentro con los diversos pueblos. En el espíritu del misionero los franciscanos, no sólo han aportado formas de devoción con la cultura a otros pueblos, sino que en cambio reportaban nuevos conocimientos, nuevas manualidades y también nuevas prácticas culturales a sus países de origen. Así que, con ciertos límites incluso se puede hablar de un intercambio de culturas a través de la apertura misionera y pastoral10.
La cultura de la paz y de la justicia Las Fuentes Franciscanas (Escritos de san Francisco, Biografías) constatan que el primitivo franciscanismo era un movimiento misionero que predicaba la penitencia y la paz con una actitud de no-violencia. Después la historia del franciscanismo nos revela un fuerte debate al interno de la Iglesia y de la misma Orden sobre el tema de la paz y de la guerra en vista de las cruzadas: Este debate ha servido para madurar a través del tiempo una visión éticaspiritual/teológica como contribución para construir una cultura de la paz y la justicia11. 8 Cf. David E. Mungello (Ed.), The Chinese rites controversy. Its history and meaning. Steyler, Nettetal 1994. 9 Cf. Pindl Theodor, Ramon Llull, protagonista del diálogo intercultura, in Medievalia 26 (1997) 46 – 60; Gayà Estelrich Jordi, Raimondo Lullo. Una teologia per la missione, Jaca Book, Milano 2002; Francia Andrea, Filosofia del dialogo e slancio missionario nell'opera del beato Raimondo Lulio, in Analecta Tor 35 (2004) 205 - 245. 10Cf. Daniel Randolph E., The Franciscan Concept of Mission in the High Middle Ages, University Press of Kentucky, Lexington 1975; Camps A., Das franziskanische Missionsverständnis im Laufe der Jahrhunderte, in Erschaffe mir eine neues Volk, Camps A. u. Hunold G.W., Hg., Brasilienkunde Verlag, Mettingen 1982, 30 – 43; Von der Bey H., Vom kolonialen Gottesexport zur befreienden Mission. Eine franziskanisch orientierte Theologie einer inkulturierten Evangelisation, Borengässer, Bonn 1996. 11Cf. Freyer Johannes B., Die spirituellen und theologischen Quellen der franziskanischen Friedenssendung, in Due Volti del Francescanesimo. Miscellanea in onore di Optatus van Asseldonk e Lazzaro Iriarte, Tomkiel Andrzej, Hg., Ed. Collegio S. Lorenzo da Brindisi, Roma 2002, 163-75; Martínez Fresneda Francisco, La Paz. Actitudes
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A pesar de una fuerte ambivalencia, los franciscanos se empeñaban, dentro de los límites de su visión del tiempo, en favor de la paz y la justicia a través de su realización. La historia de este debate sobre la justicia y la paz pone de manifiesto algunos elementos que promueven la consolidación de la paz y apoyan una actitud no-violenta12. Primero fueron los franciscanos quienes con su cultura de la simplicidad y de la pobreza promovieron una actitud de la noapropiación y del estar sujetos al servicio fraterno que elimina el ver en el otro un enemigo, un contrincante, un agresor. Esta cultura pacífica sostiene la justicia en vista del reconocimiento de la dignidad de la persona, en la cual se reconoce el hermano y la hermana. De gran importancia se revela el concepto teológico de la unidad en la pluralidad que se revela en el mismo Dios-Uno/Trino como “ordo” de la unidad en la concordia. Sobre la base de esta visión teológica se constituye un “ordo”, cultural que constituye la comunión de las personas que trabajan en armonía hacia un bien común que pertenece a todos13. Poco a poco se manifiesta cada vez con mayor insistencia la incompatibilidad de un concepto de “guerra justa” con la revelación de un Dios de la vida y de la paz, ligado al descubrimiento de la actitud no-violenta de Jesús. En lugar de la guerra se empezaba a favorecer el diálogo entre las religiones14 como búsqueda común de la verdad, sobre la base de un entendimiento mutuo a partir de los elementos comunes entre las distintas religiones. En esta cultura de la paz y de la justicia observada por los franciscanos entra también una perspectiva bíblica–escatológica y profética que prevé una intervención de Dios en la historia humana que portará a la novedad radical de su Reino de la Paz, una perspectiva que impulsa hacia una toma de posición incluso política en el hoy a favor de los valores del Reino de Dios. Así, también se funda una cultura crítica frente a todos los sistemas políticos y sociales humanos. Finalmente, la cultura de la paz y de la justicia requiere la conversión personal como fundamento de la paz interior y exterior que porta a una verdadera y propia renovación de las relaciones humanas y de las estructuras políticas y sociales.
La cultura como medio de belleza, felicidad y libertad En sus esfuerzos para evangelizar, los franciscanos nunca se resignaron a las cosas así como son ni tampoco se abandonaron al desprecio del mundo, la “fuga mundi”, o al retiro en el encierro del claustro, puesto que el claustro de los franciscanos siempre ha sido el mundo entendido de manera universal. Ellos siempre han aceptado el reto de cambiar las cosas y de darle al mundo y al hombre el rostro de lo Bueno, el Bien que viene gratuitamente de Dios, el Bien Supremo15. En este sentido, los franciscanos de todos los tiempos han prodigado su compromiso con la educación y la formación, para darle al hombre y al mundo el rostro de lo Bueno, lo Bello, lo Verdadero, de la Felicidad y del Amor. La cultura creada o portada por parte de los hermanos fue siempre un instrumento de este compromiso. Se puede especificar en primer lugar en las expresiones artísticas16 de los hermanos que servirán con la cultura para establecer sobre la base y,Creencias, Editorial Espigas, Murcia 2002. 12 Cf. Maier Christoph T., Preaching the Crusades. Mendicant friars and the cross in the thirteenth century, University Press, Cambridge 1994. 13 Cf. Polecritti Cynthia L., Preaching peace in Renaissance Italy: Bernardino of Siena and his audience, Catholic University of America Press, Washington D.C. 2000. 14 Cf. Euler Walter Andreas, Einheit der Religionen - Friede unter den Menschen. Begegnung mit nichtchristlichenReligionen bei Ramon Llull und Nikolaus von Kues, in Anstösse zu einem Dialog der Religionen. Thomas von Aquin - Ramon Llull - Nikolaus von Kues, Lohr Charles, Hg., Katholische Akademie, Freiburg 1997, 71-91. 15 Cf. Iriarte L., Diós el Bien, fuente de todo bien, segun san Francesco, in L'esperienza di Dio in Francesco, Govi E., Hg., Collegio San Lorenzo da Brindisi, Roma 1982, 77 - 101. 16 Cfr. Thode H., Franz von Assisi und die Anfänge der Kunst der Renaissance in Italien, G. Grote'sche Verlagsbuchhandlung, Berlin 19042.
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de la fe tres valores importantes para la vida cristiana: la felicidad, la libertad y la bondad. A través de la investigación y la enseñanza, pero sobre todo a través de las expresiones artísticas se desea ayudar que el hombre creyente sea un poco más feliz, más libre y más partícipe de toda bondad. La Felicidad, según una sana tradición franciscana, no se basa en el tener y el poder, sino en el éxito de los eventos de la vida que se alcanzan en un itinerario que promueve los dones o talentos interiores de la vida humana como el amor, la bondad y la solidaridad. La búsqueda de esta felicidad como una bendición de toda la vida requiere la estimulación de la maduración integral del hombre. Así como la cultura que quiere ayudar a madurar las dotes o dones exteriores e interiores que puedan servir para encontrar la felicidad completa. La libertad promovida no coincide tanto con la mentalidad de poder hacer lo que se quiere y agrada en cualquier momento que se decida, la libertad más bien quiere ser una verdadera liberación de todo lo que obstaculiza la capacidad de interactuar positivamente con los demás, el mundo y también con Dios en un espíritu de servicio y amistad. La libertad como experiencia de ser liberados de todo lo que restringe y limita, que nos encadena a nosotros mismos; liberados en favor de cosas más celebres. Por esto la cultura promovida en todas sus dimensiones empuja a ser más libres encontrando nuevos horizontes y desarrollando habilidades, incluso profesionales, que ayudan a servir libre y generosamente para construir un mundo mejor. La bondad no se construye de manera unilateral sobre la riqueza material y económica, sin duda necesaria para proporcionar apoyo y seguridad a la vida, sino que tiende a todos los bienes que pueden aceptar en su totalidad, proteger y promover la vida. En el centro está la bondad que refleja el “Bonum”, como el don de una gratuidad incondicional. Una gratuidad no reservada únicamente a ciertos privilegiados, sino una gratuidad que reserva los bienes, las riquezas del mundo en manera justa a todos los hombres. La cultura propuesta debe contribuir tanto como sea posible a promover un modo de pensar que fomente el Bien de todos. La felicidad, la libertad, y la bondad en el contexto de la cultura franciscana no sólo son para ser consideradas como valores en un sentido humanista, en cuanto que sirven a construir con la cultura otro mundo, sino que son valores establecidos sobre la base de una relación de fe con Dios, en la cual se encuentra la plenitud de la felicidad, lo que libera de la esclavitud del pecado para ser hijos e hijas de Dios. Un Dios que se dona a sí mismo en su Hijo predilecto como nuestro Sumo Bien. Precisamente en cuanto referencia al mismo Sumo Bien, la cultura de la fe toma su belleza17 que los franciscanos, a pesar de su vínculo con la pobreza, no dejan de expresar incluso a través de las cosas bellas y por medio de la belleza de las cosas. Por último, la evangelización de los franciscanos no sólo quería difundir la verdad de la fe o un comportamiento moral o una cultura devota, sino mucho más que eso, querían contribuir a la felicidad, a la libertad y al Bien del hombre que se dona en la fe en Dios. Fr. Johannes Freyer, ofm
17 Cfr. Freyer Johannes B., La belezza según la fuentes franciscanas, in CuadFr 39 (2005) 68 - 79.
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